Sinhdro

Las palabras de Jack comenzaban a ser hipnóticas, calaban hondo. Lo que decía sonaba bien, y sin embargo la reticencia seguía ahí. Entonces, tras un extraño ritual, ambos comenzaron a elevarse del suelo. El extraño también. Eara soltó un breve grito debido a la sorpresa, mientras Ayne balanceaba los brazos, con los ojos muy abiertos. Se buscaron el uno al otro, pero la trayectoria de su vuelo no dependía de ellos, sino de Jack, quien levitaba como si fuese el pan de cada día, sin dejar de dar caladas a su pipa y hablar.

Al principio solo hubo miedo, y desconfianza. Jack demostró que podía hacer lo que quisiera, que la magia era algo más que trucos con fuego. Su ciudad-escuela tenía que existir, y con su pequeño viaje hasta las copas de los árboles el extraño demostró dos cosas: podía haberles hecho daño pero se limitó a una demostración, y tenía la capacidad de llevárselos por la fuerza y no lo había hecho. Les estaba dando elección.

Al tener los pies posados por fin en el suelo, Ayne añoró la sensación de volar. La cabeza le daba vueltas, quizá por ese viaje, y su ambición le pedía conseguir esa magia, y más. Dudaba, sí; lo que le pedían era ni más ni menos ir a otro mundo. Precisamente por lo peliagudo de la decisión le dedicó una mirada interrogante a Eara. Ella entendió a la primera, su edeel se había interesado por la propuesta de Jack, perdiendo en gran medida la desconfianza inicial. La chica no podía decir sentirse muy diferente, pero seguía sin gustarle todo aquello.
―¿Vamos? ―preguntó Ayne. Podía leer la ambición, así como una una sombra de ilusión infantil, en su mirada. En realidad, ambos sabían que ella no se opondría a la decisión que él tomase. Si había preguntado era porque aún persistía alguna sombra de duda. Buscaba una persona que le dijese que no se equivocaba.
―Vamos ―respondió, dejando su futuro en manos del edeel.

Adrune se había levantado con las últimas luces del sol con tanta energía como de costumbre. Se las había ingeniado para no despertar a su aurva aquella mañana al salir de la cama, ya que cuando era ella la que se levantaba primero rara era la ocasión en la que Neil podía seguir disfrutando de su sueño. No lo hacía a propósito, por mucho que le gustase molestar a su aurva con historias de miedo no dejarle dormir no entraba dentro de sus aficiones. No obstante, había demasiados motivos por los que aquello sucedía de todas formas y tal vez por eso, viendo que el chico seguía profundamente dormido, aquella noche fue especialmente silenciosa.

La primera en levantarse había sido Nora, quien pilló a Adru con las manos en la masa: la niña había intentado calentarse el desayuno y obteniendo como resultado leche derramada por buena parte de la cocina. La sinhadre tan solo le dedicó una sonrisa, enseñando mucho los dientes, a su madre y se apresuró en limpiar el estropicio mientras Nora, suspirando con el tono de quien está resignado a vivir una situación reiteradamente, le preparaba el desayuno.

Adrune recogió su poncho y se preparó para salir inmediatamente después de comer mientras era reprendida por su madre por no dejar reposar la comida. La chica tan solo le comunicó que tenía una “importante misión” que cumplir y que regresaría para la hora de comer. Tras prometer a Nora que no se alejaría mucho, la sinhadre había abandonado la casa tan acelerada como siempre y llevándose consigo una red para insectos.

No era un insecto lo que quería atrapar, no obstante, sino un reptil que había visto la noche anterior. Nunca había visto uno como aquel y estaba decidida a convertirlo en su mascota y alimentarlo con los insectos que solía atrapar con aquella misma red. Además quería darle una sorpresa a Neil y por eso no le había hablado del reptil. Llegó hasta el muro donde lo había visto ocultarse en un agujero la última vez y comenzó a caminar exageradamente despacio, como si estuviera representado alguna clase de comedia teatral. Hasta que se cansó y simplemente comenzó a corretear alrededor del muro en busca de su objetivo. Al no encontrarlo, decidió que sería pertinente agenciarse un puesto de vigilancia, y así fue como acabó subida a un árbol cercano mientras esperaba, atenta a cualquier movimiento en el muro y la zona circundante, canturreando una canción de las que solía tocar Nora.

—¡Ahí está! —Exclamó en cuanto vio asomar la cabeza del ansiado reptil desde un agujero en el muro.
Se dispuso a descender del árbol lo más cuidadosamente que pudo sin perder de vista los movimientos del animal, pero algo inesperado provocó que su presa huyera. Un hombre joven se había acercado súbitamente, ahuyentando al lagarto.
>>¡Eh! —Se quejó Adru mientras simplemente se dejaba caer para salvar la distancia desde la que se encontraba al detener su ascenso y el suelo.
La sinhadre se llevó un buen golpe en el trasero, el cual ignoró por completo y se levantó inmediatamente sin perder la expresión de indignación ni quitar la vista del chico.
>>Has asustado a mi futura mascota, ¡tú…seas quien seas! —Le acusó tras vacilar al fijarse en que la cara de aquella persona no le sonaba de nada. Al darse cuenta de ello, dio varias vueltas alrededor del desconocido como tratando de evaluarrlo. Y después de unos segundos de silencio lanzó la pregunta—. ¿Quién eres?
Era extraño ver caras nuevas por allí.

El cosechador, que gracias a la magia y a sus rasgos sinhadres se había mezclado entre sus vecinos, les había observado antes del día de la cosecha, como le era rutinario. Lo bueno de aquella rutina era que cada cosechado era distinto, así que creía que nunca se aburriría. El día de la cosecha, Adru salió temprano, o al menos el aurva se despertaría más tarde. El vampiro esperaba cerca, oculto y observando el interior de la casa. Cuando vio a la chica salir con una red para cazar algo, sonrió; lo podría usar para acercarse. De hecho pensó incluso en aparecer subido a otro árbol, pero sería demasiado para empezar. Aquel día iba con rasgos de edeel (pelo morado y ojos rojo oscuro), pero la ropa era por completo de color negro. Las prendas eran de allí, pero el color precisamente...

Eligió aparecer casi cuando Adru estaba a punto de lanzarse contra aquel reptil. La sinhadre se quejó de su repentina llegada, pues había espantado a su presa, y dio con el culo en el suelo. No obstante, se rehizo rápidamente y se le acercó. Jack le miró, indiferente al principio pero sin aparentarlo, y con curiosidad cuando dio unas vueltas a su alrededor. Pero tenía que responder a su justa acusación.

—Mis disculpas, vecina. Estaba paseando y escuché a alguien canturreando, así que me acerqué a ver. No te sueno porque voy y vengo; viajo mucho —se explicó. A continuación, hizo una inclinación de cabeza y se presentó—. Soy Jack. Si quieres, te puedo ayudar a atrapar a tu presa en compensación por haberlo espantado.

La niña torció el gesto al principio ante las palabras del otro edeel, fijándose especialmente en la falta de color en su vestimenta, pero le miró con renovado interés cuando afirmó que se trataba de un viajero.
—Qué nombre y ropa tan raros, debes de ser de muy lejos —le espetó sin tener en cuenta que podría considerarse un comentario poco cortés—. Yo soy Adrune, pero puedes llamarme Adru —afirmó con una sonrisa mientras se señalaba a sí misma con el pulgar.

A continuación se llevó un brazo a la barbilla y cruzó el otro bajo el pecho, meditando la propuesta de Jack.
—Podemos hacer un trato —le dijo mientras se agachaba para recoger la red que se había caído al suelo junto a ella en su abrupto descenso del árbol—. Si me cuentas alguna historia de tus viajes te dejo que me ayudes a atrapar a mi mascota para que puedas compensármelo. ¡Pero a ser posible que sea algo que dé miedo! Necesito repertorio nuevo para Neil —añadió enérgicamente mientras asentía con la cabeza.

La ropa siempre llamaba la atención. Erika ya le había dicho que debía ir más colorido, más sinhadre, para evitar la posibilidad de que desconfiaran... Pero hasta ahora había funcionado. Y, eh, que los cosechados no se fiaran de las apariencias podía ser positivo de cara a la cosecha... O eso pensaba.
—Pues encantado, Adru. En el lugar de donde vengo, hay formas de llamarnos y ropas aún más raras que lo que ves; es lo que tiene viajar tanto, que lo que consideras raro acaba desapareciendo.

¿Qué había dicho sobre cosechas rutinarias pero todas diferentes? ¡Un trato! Aquello se ponía interesante. <<Espero que no le proponga tratos a los bichos de Rocavarancolia, sin embargo... Menos mal que el mono ya no molesta>>
—¿Un trato? Te escucho —dijo, y se fue a apoyar en un árbol. Cuando Adru acabó, sonrió—. Así que quieres una historia de miedo... ¿Para Neil? ¿Tienes hermanitos? Déjame que piense...

Mientras decidía qué contarle, se agachó y acabó sentándose en la tierra, con las piernas cruzadas y el brazo izquierdo apoyado en una. Reposó la barbilla sobre esa mano y se pasó el índice por el bigote varias veces. <<Menos mal que no ha pedido un unicornio adicto al syv venenoso, que historias de miedo me sobran>> Cuando se decidió, le hizo un gesto para que se sentara enfrente si quería y empezó:

—Hace unos años, en una región bastante lejos de aquí, había una ciudad abarrotada de eruditos. Todo lo que hacían lo hacían con la sabiduría de la experiencia de los años y con unos avances tecnológicos increíbles. Les iba todo genial... Hasta que dieron con algo inesperado: magia.

Ahí se detuvo brevemente para ver su reacción ante esa palabra. Al decirla lo había hecho como cuando la pronunciaba en su cosecha, como algo tan venerado como temible (no podía usarla, pero se maravillaba con ella).

—Como decía, descubrieron la magia. Sabes que hay sitios donde la magia existe, ¿no? Pues allí lo que tenían era magia en bruto, pura y peligrosa. Se volcaron en su estudio y en su utilización y pronto sus vidas giraron en torno a eso. Solo pensaban en volverse más y más poderosos. Hasta que algunos lo consiguieron... Creían que la magia era la única religión. Menuda desfachatez, ¿no? Los sacerdotes no lo vieron bien, pero se rebelaron y se exiliaron.

>>Meses después, yo pasaba por allí cerca. Ni sabía que aquella ciudad existía. No entré directamente sino que observé la ciudad desde una colina varios días... Había montado un refugio con unas telas y madera... Hasta que una noche me desperté por unos terribles temblores que sacudían el refugio. Me asomé con un cuchillo por si era algún temible depredador, pero resultó ser algo peor... —hizo una pausa exagerada, miró a ambos lados como si alguien pudiera estar escuchando, y exclamó repentinamente lo siguiente—. ¡Monstruos! ¿Has tenido pesadillas con criaturas imposibles que lo menos grave que quieren hacerte es matarte? ¡Pues peor! Engendros salidos de las peores pesadillas. Sinhadres con varias cabezas, con muchos brazos, con formas animales, algunos incluso tenían alas y escupían fuego... Se lanzaron contra la ciudad sin reparar en mí y la arrasaron. Redujeron los edificios y a la gente a polvo en menos de diez minutos. Lo sé porque los gritos de ayuda y de miedo duraron muy poco. El silencio tras la destrucción es imposible de describir... Había estado escuchando su bullicio diario unos días y de pronto allí no se oía más que el aullar del viento.

Ahí se detuvo para tomar aire, pues había dicho lo último con bastante agitación, y se pasó ambas manos por la cara antes de continuar.
—Corrí como nunca he corrido... Por suerte este par de piernas aguantan bastante —dijo con una sonrisa bastante forzada—. Pero una explosión que se oyó en toda la región me hizo detenerme. Había un gran círculo de luz justo sobre la ciudad, en el cielo. No pude ver lo que había al otro lado... De alguna forma, aquellos... aquellos malditos habían abierto un agujero en el mundo... o eso creí, nunca lo sabré. Lo que sí sé es que las criaturas que salieron del agujero en las nubes cayeron en picado sobre la ciudad y despacharon a todos los monstruos. Duró incluso menos. En menos de una hora, lo que antes era una ciudad de las más avanzadas acabó convertida en una enorme escombrera. Por suerte para ambos, ni vi lo que pasó en las calles ni puedo describirlo.

Volvió a detenerse para fingir serenarse y remató la faena.
—El resto de ciudades nunca lo supieron. Todo se tapó; se supone que nadie sabe lo que ocurrió... Las criaturas del portal se marcharon, pero ¿y si se hubieran quedado o si pudieran volver? A Neil puedes contarle la versión que más miedo da: que esa gente sigue por ahí o que algún monstruo sigue suelto... Yo me he cruzado con alguno alguna vez, pero desde lo bastante lejos como para no correr peligro... —miró al cielo y suspiró, para luego mirar a Adru inquisitivamente—. Ya he olvidado por qué te estaba contando esto...

Al poco de empezar Jack su relato, Adrune se sentó en el suelo con expresión absorta, sin perder detalle de lo que le estaba contando. Sujetó sus rodillas rodeándolas con sus brazos mientras el relato del viajero atraía su atención con palabras clave como “magia” o “monstruos”. Cuando la historia alcanzó su punto álgido, con un agujero que vomitaba engendros de otro mundo en la ciudad condenada, la sinhadre volvió a levantarse de un salto y esperó a que Jack terminase para aplaudir.
—Apruebas con nota. Seguro que Neil se morirá de miedo si le hablo de los monstruos terribles del otro mundo que acechan en la profundidad de los bosques y que a veces aparecen debajo de la cama para comer niños asustadizos —afirmó con convencimiento añadiendo sus propios detalles a la sugerencia del viajero.
La edeel, a pesar de contar con una grave falta de sensatez, no era estúpida y sabía que Jack se había inventado aquella historia, pero aquello era justo lo que quería: un cuento lleno de sucesos extraños y aterradores con el que entretener y atormentar a su aurva a partes iguales.

—Me lo estabas contando para que te deje ayudarme a cazar a mi futura mascota —le comunicó sin extrañarse de su última afirmación: ella misma cuando se aceleraba hablando a veces acababa olvidando por qué había hablado en primer lugar—. Aunque no creo que salga de su agujero hasta dentro de un buen rato, nos hemos estado moviendo demasiado cerca de él. Tenemos que esperar pacientemente, aunque sea difícil, hasta que vuelva a confiarse, acercarnos muy despacito desde su espalda y… ¡Zasca! —Acompañó la onomatopeya final con un movimiento demostrativo de su red.
Adrune había explicado el proceso a seguir como si se tratase de una experta atrapando pequeños reptiles, y en realidad así era. Antes de que Jack pudiese responder, la sinhadre se daría la vuelta en dirección al árbol con intención de volver a subirse a él. Si algo había dado resultado antes, no veía por qué no volver a usarlo.

Neil se frotó las manos con el trapo que llevaba colgado de la cintura del delantal y admiró su obra. Acababa de terminar una tarta de la que se sentía especialmente orgulloso. Realmente esperaba que a todos les gustara, pero especialmente a Adru, ya que la había hecho de su sabor favorito y un poco también como premio por llevar tres días reprimiéndose lo suficiente como para no haber metido mano a la realización de las comidas diarias, que él supiera. Conociéndola, el aurva sabía que había tenido que hacer un esfuerzo titánico.

En ese momento, Yrdel, cubierto de pies a cabeza de tierra y barro del huerto, entró en la cocina sigilosamente y se acercó a la tarta que Neil acababa de dejar a reposar en la ventana. Primero la olfateó por encima y, tras un gemido hambriento, alzó la mano con la intención de meter el dedo en ella para ser el primero en probarla. Al instante una gran cuchara de madera impactó contra su mano.

- Cada día te pareces más a tu hija- le reprendió Nora amenazándole con la misma cuchara con la que le había golpeado.

Apoyada en la puerta y tan cubierta de tierra como Yrdel, Yaiza reía escandalosamente.

- Es increíble que la niña tenga más influencia en ti de lo que tú tienes en ella- comentaba la edeel riendo mientras se acercaba a meter el dedo en el primer plato que ya estaba servido en la mesa. No llegó muy lejos, ya que también fue golpeada por la cuchara de su aurva-. ¡Auch! ¡Nora! ¡Solo pretendía ayudar a poner la mesa!
- Sigue diciéndote eso a ti misma- rió ella acompañada de Neil-. Venga, los dos a lavarse que la comida estará en nada. Neil, cielo, ve a buscar a Adrune.

El aurva asintió con una sonrisa hacia Nora y salió de la cocina, no sin antes haberse quitado el delantal. Antes de salir, el chico se puso apresuradamente su sudadera y su bufanda, consciente de que quizás tardaría algo en encontrar a su edeel y no quería coger frio.

Neil primero buscó por el perímetro más cercano a la casa, sin entrar en el pueblo, consciente de la baja probabilidad que había de que Adru estuviera correteando por ahí. Cuando no encontró nada, aumentó el perímetro llamando a su edeel a voces  teniendo cuidado para no tropezar ni pisar nada peligroso a medida que se iba adentrando por las partes más difíciles. No era que nunca hubiera ido por ahí, Adru siempre encontraba oportunidad para arrastrarlo por aquellos lugares, lo que solía terminar con su edeel corriendo emocionada y él intentando alcanzarla, tropezando, resoplando y pidiéndole que fuera más lenta; simplemente le gustaba tener precaución, ya que no quería volver a casa con alguna herida de más.

Ya casi a punto de rendirse en su búsqueda, Neil oyó voces cerca. A pesar de que todavía eran para él murmullos, el aurva pudo identificar el tono emocionado de Adru y se encaminó rápidamente en esa dirección.

- ¡Dru! Llevo buscándote un buen rato. La comida ya está y he hecho tart…- Neil calló en cuanto se percató de la presencia del desconocido. El aurva se encogió dentro de su bufanda como si intentara esconderse y retorció los dedos de forma nerviosa-. ¿Adru?- preguntó dudoso, inquieto por la presencia de aquel hombre.

En un principio, Jack interpretó su reacción al acabar la historia como que o bien no se lo creía o bien no daba el miedo suficien... pero luego Adru le dio el visto bueno <<Ah, vale, al menos aprobé. Luego me dirán que por qué hablo de "mis sinhadres". Como para no cogerles cariño>> E incluso añadió detalles inventados por ella misma... que en opinión del vampiro no asustarían a ningún rocavarancolés, pero eso se lo guardó. <<Es pronto, esperaré a Neil>> A continuación, Adru explicó cómo atraparían al lagarto y Jack asintió.

—Ah, sí, era eso ¿Dónde quieres que me ponga? ¿Me tumbo en el suelo en silen...?

Algo le interrumpió. Un olor conocido se acercaba. Se calló y miró hacia el lado por el que venía Neil

—Hola, soy Jack. Estaba jugando con Adru, aunque no sé si tengo permitido decirte qué hacíamos... —y miró a Adru, pues no iba a reventarle la "sorpresa" de la historia de miedo. O al menos eso fingía—. ¿Sois amigos?

—Yo voy a subirme al árbol, si sabes trepar hay ramas fuertes de sobra donde colocarse, pero sino supongo que agazaparse en el suelo servirá —le respondió ignorando el hecho de que Jack se había interrumpido.
La voz de Neil le llegó a media escalada, sin que pudiese cruzar más palabras con el edeel. Por segunda vez aquella noche, la sinhadre se dejó caer, aunque en esa ocasión logró mantener el equilibrio ya que la altura era menor. Sus pies probablemente se resentirían, de todos modos. No contaba con que su aurva apareciese por allí.
>>Es mi aurva, ¿verdad que parece más pequeño? —le respondió al viajero con una risita antes de girarse hacia Neil— ¿Ya es la hora de comer? Vaya, es que Jack me estaba contando una historia muy interesante y… —Le dedicó una mirada de complicidad al edeel, como si solo desvelarle la parte inofensiva del asunto al chico fuese algo trascendental—. ¡Es un viajero, Neil! —Le comunicó sin añadir nada más al respecto, como si eso lo explicase todo—. Pero no te puedo decir lo que estábamos a punto de hacer, además probablemente ya se haya ahuyentado… Quiero decir... —se retractó al darse cuenta de que había revelado demasiada información. En ese momento su tripa rugió, ahora que se había dado cuenta del tiempo que había pasado—. ¿Te importa si lo dejamos para después de comer, Jack? ¡Ya sé, ven a comer con nosotros! Neil es un gran cocinero —afirmó colocándole una mano en el hombro y con tono de orgullo.

Que el desconocido se presentara solo consiguió que Neil se escondiera más dentro de la bufanda, intimidado por su presencia y algo molesto por no haber sido reconocido como el aurva de Adrune. El edeel, identificado así por sus ojos oscuros, vestía ropas muy oscuras, parecía un adulto y lo rodeaba un aura siniestra que inquietaba al aurva. Neil se volvió a prestar atención a su edeel, mirando de reojo al desconocido de vez en cuando.

Adru comenzó a decirle que el desconocido, llamado Jack, era un viajero, que le había estado contando una historia y que eso que estaban apunto de hacer era algo relacionado con atrapar algún animal, aunque realmente esto Neil lo supo por un descuido de su edeel y no porque tuviera permitido saberlo. Neil frunció el ceño. A Adru le encantaba llevar a la casa todo lo que encontrara por el bosque y Neil sabía que dentro de esa categoría podía entrar cualquier cosa.

Cuando Neil oyó a Adru invitar a comer al edeel se alarmó. Él quería perder de vista cuanto antes a aquel sujeto potencialmente peligroso, pero Adru parecía empecinada en seguir su conversación. El aurva se dispuso a decirle a Adru que no podían invitarle. Pretendía poner cualquier excusa como que Yaiza se enfadaría o que no había suficiente comida, pero se reprimió al pensar en sus padres. “Quizás yo no pueda convencer a Adru, pero ellos sabrán que hacer si el desconocido resulta ser peligroso” se dijo.

- S-si- contestó, tartamudeando por el nerviosismo-. V-venga usted a comer con nosotros, Se-señor Jack. N-Nora ha hecho un rico guiso y yo hice tar-tarta de frambuesa.

O bien Neil no se fiaba, o bien era mucho menos atrevido y despreocupada que su edeel. <<Pero mejor para ellos>>  En cualquier caso, Jack pensaba que seguramente tendría que recurrir a la pipa con él mientras que con Adru no había creído en ningún momento que fuera a ser necesario. <<Algún día probaré a cosechar solo a quien tenga que venir>>

De momento, se limitó a escuchar a los jóvenes, aunque casi todo lo dijo Adru pues no paraba de hablar. Asintió varias veces a lo de que Neil parecía más pequeño, más por darle la razón y para que acabara pronto que otra cosa. Lo de la hora de comer no le venía nada bien, o sea, tendría que acelerar aquello... Adru contó qué habían hecho, guardando a medias su propio secreto del lagarto aquel... Pero el asunto de la comida volvió a aparecer y de hecho le invitó a ir con ellos. <<Sería curioso llevarme a los tres...>> Tenía que ser ahora. Miró pensativo a los dos mientras sacaba la pipa y la encendía. Estaba preparada de antemano para quedarse levitando sin tener que sostenerla con la mano, pero de momento la tenía cogida.

—Estoy tan seguro de que lo es como de que lo que habéis preparado estará rico... —les dijo con una sonrisa—. Pero no puedo quedarme mucho rato. Además, tu aurva no se fía de mí. Hace bien, le entiendo, pero no tenéis de qué preocuparos.

Dicho eso, se acercó a ambos pero guardando las distancias para no asustar a Neil y sin dejar de echar humo.
—Adru, cuando viajo, a veces lo hago por placer y otras veces por trabajo. Esta vez, tengo un trabajo muy importante que consiste en ofreceros algo que no podréis rechazar. Hay una ciudad no muy lejos de aquí que enseña a gente con vuestro potencial cosas prohibidas al resto de sinhadres. A mí me enseñaron en su momento. Y a vosotros os enseñarán, también. ¿Queréis saber el qué?

Hizo una pausa y tras unos segundos soltó la pipa. La sostuvo entre sus dientes por un segundo y luego la soltó. El objeto se quedó levitando en el sitio, mecido de vez en cuando por alguna brisa, pero sin moverse.
—Os enseñarán magia. Habéis oído hablar de la magia, seguro que sí, pero no tenéis ni idea del poder que corre por vuestro interior y de lo que seréis capaces si aceptáis mi oferta. Todo lo que te he contado sobre la magia de aquella ciudad era cierto, Adru, excepto las tonterías de los monstruos, que eso era para dar un pelín de miedo como me pediste —dijo con una sonrisa, intentando sonar tranquilizador—. Esta pipa flotante no es nada comparado con lo que podréis hacer...

En cuanto dijo aquello, hizo un par de hechizos rápidos y elevó a los jóvenes apenas unos centímetros sobre el suelo. La pipa seguía echando humo mientras tanto.
—¿Habéis volado alguna vez? Es una sensación inigualable. Podemos enseñaros en mi ciudad... Imaginad lo que podréis hacer con la magia. Imagina, Adru, la de criaturas que podrías domesticar con unos cuantos hechizos —le dijo con una sonrisa. Él también levitaba entonces. Ellos podrían dar unos pasos, pero no alejarse pues su libertad de movimiento dependía del vampiro.

Las palabras de Jack habrían atraído toda su atención incluso sin la acción de la picadura, pero el añadido de esta tan solo hacía que la llama en el interior de Adrune ardiese con más fuerza. Quería saber a qué se refería con “cosas prohibidas” y de no ser porque la droga había comenzado a atontarla probablemente habría interrumpido al viajero de pura impaciencia. La palabra magia se hizo realidad ante sus ojos y la niña clavó su mirada gris en el cachivache que volaba por encima de sus cabezas. Había elevado el brazo para señalarlo y girarse hacia Neil con expresión de asombro. Una exclamación murió en su garganta cuando notó el tirón del hechizo que Jack había efectuado sobre ellos, para dar paso a otra nueva.
—Neil… ¡Estamos volando! —Remarcó lo obvio sujetando a su aurva por los hombros y zarandeándolo de la emoción.

Apenas prestó atención al resto de las palabras de Jack, pero no hacía falta: esta ocurriendo algo imposible.
—¿Cómo has hecho esto? ¿Nos lo puedes enseñar? ¿Está muy lejos el sitio de las cosas prohibidas? —comenzó a bombardear a preguntas al edeel—. ¿Crees que mamá y Yaiza nos dejarían ir, Neil? Estoy segura de que papá también querrá venir con nosotros, pero tendríamos que convencerlas entre los tres. Porque tú también quieres ir, ¿verdad? ¡Estamos volando, Neil!
El entusiasmo de Adru resultaba casi tangible y la niña se removía inquieta en su sitio, tratando de impulsarse sin éxito.

Cuando el edeel comenzó a contarles que iba a llevarles a un sitio donde aprenderían magia, Neil abrió los ojos sorprendido y formó con su boca una o pequeña. El aurva estaba fascinado ¡podría hacer magia! ¡Él quería hacer magia! Podía imaginarse las mil y una cosas que podía hacer con un poco de magia y sus ojos brillaban por la expectativa a la vez que el humo iba embotando sus sentidos.

La mente del aurva se aclaró levemente cuando sus pies empezaron a elevarse en el aire y en su cabeza empezó a sonar un histérico “no, no, no, no, no, no, no, no,…”. Sus manos y sus pies empezaron a moverse erráticamente intentando encontrar un equilibrio que iba perdiendo a medida que se iba moviendo más y más.

- Gracias, Adru, por la información, pero me di cuenta yo solo- chilló algo agitado.

Neil, en su búsqueda agitada por volver al suelo, asentía a todo lo que su edeel decía sin percatarse mucho de lo que estaba aceptando. A Neil le hubiera gustado disfrutar del vuelo tanto como lo estaba disfrutando su edeel, pero tenía demasiado miedo de caerse.

Le encantó el entusiasmo de Adru, tanto que le hacía sonreír a menudo. ¡Quería llevarse a la familia entera! Menos mal que al vampiro no le costaba quitar ilusiones de aquel tipo. Con suerte sobrevivirían a la Luna y mantendrían su forma de ser. <<Al grano, que no son tus hijos. Por muy bien que te caigan, hay que cosechar>>

-Neil, tranquilo. No te vas a caer, te lo aseguro. Os enseñarán si venís conmigo, pero solo podéis venir los dos -dijo mirando a Adru-. Después podréis volver. Lo siento pero son las normas. La magia y todo lo que aprenderéis es secreto y aunque habéis sido descubiertos como capaces de hacerla y elegidos por ello, tenéis que mantener el secreto.

>> Dejad que haga el hechizo para llamar a la ciudad y que nos dejen ir... Yo no voy, pero no tengáis miedo. Os deseo mucha suerte en las pruebas que tendréis por delante, Adru y Neil, de verdad.

Inspiró y se acercó a ellos mientras los devolvía al suelo con unos gestos. Les sonrió por última vez. Hizo el hechizo, sí, pero en realidad los durmió. <<Que conste que me apetecía tarta. Nos vamos>>

El portal de Sinhdro daba directamente a un bosque. Eara esperaba que no fuese tan difícil orientarse, para lo que desde luego Irianna iba a ser de gran utilidad.

Ella misma le había preguntado a la nebulomante durante el trabajo si le importaría acompañarla a Sinhdro a recoger especias y, de paso, llevarla a conocer su cultura. Alegó que Ayne no se sentía preparado para volver a Sinhdro para justificar su ausencia. No se veía capaz de explicarle a su amiga por qué iban. ¿Cómo reaccionaría Irianna si supiera que estaba intentando decidir si debía volver a su mundo natal?

A Eara la inundó una sensación de nostalgia tan pronto sintió la tierra bajo sus pies, aun si jamás había pisado antes aquel lugar. No sabía si era algo que su cabeza estaba exagerando, pero sintió que el ambiente cambiaba de forma radical. Los peligros de su mundo ahora parecían una tontería. Se sintió a salvo, tan a salvo como en la torre pero muchísimo más libre que en ningún lugar de Rocavarancolia. Allí podía ir a donde quisiera solamente usando sus pies.

Se tomó un instante para apreciar el entorno. Podía oír agua corriente a su izquierda, probablemente un riachuelo. La hierba bajo sus pies estaba húmeda y blanda. Los árboles no tenían nada que envidiar a los del macetero, pero allí nunca se alejaba de la plantación.

Todo lo que sabía era que tenían que desplazarse hacia el Oeste para encontrar civilización. Además, Eara tenía en mente aprovechar bien el camino, recogiendo plantas y frutos para llenar la bolsa de cuero que se había traído. Al momento pudo ver la primera planta de interés, y le alegró descubrir que sus conocimientos no se habían desvanecido por falta de uso.
—¡Esta hierba era muy difícil de encontrar donde nosotros vivíamos! Se usa para sazonar guisos de legumbres, y normalmente había que comprarla. Se ve que aquí se da de maravilla. Termino enseguida. —Mientras hablaba, cortaba ramilletes con unas tijeras, que después envolvió cuidadosamente en papel—. Listo. ¿Vamos?

Aunque en un principio le extrañó la ausencia de Ayne en aquella propuesta que le había hecho Eara, la breve explicación acerca de que el anima no quería volver todavía a su planeta natal no le hizo pensar que hubiese ningún otro motivo detrás. La idrina podía identificarse con aquella noción fácilmente y era, de hecho, el motivo por el que todavía no se había atrevido a volver a sacar el tema de invitar a la pareja y a Kirés a Idris, tal y como le había propuesto al enderth. Después de haber hablado con Ayne aquel día cuando la escuchó tocar, además, había descubierto que ambos tenían alguna que otra cosa en común que no se esperaba. No hizo, pues, ninguna pregunta más y aceptó encantada la invitación de la aurva. En parte, aunque se sentía un poco mal por ello, le agradaba la idea de estar únicamente en compañía de la chica y le recordaba a las incursiones en Krabelin con Kimbra y dama Diurna, aunque sin duda Sinhdro no tendría nada que ver con el planeta natal de la hija de lunas.

Así era, y de hecho no se parecía tampoco al Macetero o Dryfus. Probablemente fuese el mundo que había visitado hasta el momento que guardaba un parecido mayor con Idris. Irianna ya llevaba su apariencia sinhadre antes de cruzar el portal: gracias al amuleto que le habían dado no tendría que gastar tanta magia como en Dryfus. Sus ojos eran de un color morado oscuro, lo cual convenía para que pareciese que Eara y ella eran aurva y edeel, y su pelo era de un verde común en Sinhdro. No estaba acostumbrada a cambiar su apariencia de aquella forma y se le hacía extraño, pero era divertido.

Siguió a Eara a través del bosque, observando el paisaje a su alrededor. Al inicio estaba instintivamente en alerta, acostumbrada a visitar mundos peligrosos, pero la calma de aquella montaña pronto hizo que se relajase. No se sorprendió de ver a la aurva entusiasmada recogiendo una planta que había llamado su atención, pues conocía el interés de su amiga por la botánica.
—Qué suerte, entonces —comentó cuando le habló de la rareza de aquella especia—. Tengo que probar a utilizarla para hacer algún guiso.
Espero pacientemente a que Eara terminase de recolectar y asintió cuando le instó a ponerse en marcha.

Eara guardó los bártulos y se sacudió las manos.
—Cuando vuelva pondré las especias a secar y te daré la mitad, como agradecimiento por acompañarme —le dijo a Irianna. No se terminaba de acostumbrar a verla con aquel aspecto aleatorio, pero convenía que lo llevase en todo momento por si se topaban a otros sinhadres antes de lo esperado—. He oído que en otros lugares no se consumen especias tan fuertes, aunque aquí cada ciudad también tiene su estilo. Espero que aun así te gusten.

Cogió un ramillete más y se lo pasó a la nebulomante para que lo oliese mientras se ponían en marcha. Se orientaron gracias al lugar donde el sol se estaba poniendo en esos momentos y echaron a andar. Por la información que habían obtenido previa al viaje, solo era necesaria una caminata larga para llegar a la ciudad más cercana. La magia, de hecho, les sería útil para sortear algunas zonas. El portal no podía estar en un lugar demasiado accesible, al fin y al cabo.

Durante la caminata Eara se paró en varias ocasiones a recolectar hierbas, especialmente cerca de estanques o lagos con syv. La aurva le habó a Irianna de las particularidades del agua sinhadre, que antes de Rocavarancolia no creía en absoluto especiales, y de los usos de las plantas que iba recolectando. Algunas eran especias y otras infusiones.

Prácticamente había caído la noche cuando vieron a lo lejos los farolillos que empezaban a encenderse. Para los sinhadres, la jornada acababa de empezar. A Eara la visión de aquellas luces la emocionó. Era un panorama cálido, nostálgico, radicalmente diferente de la negrura de Rocavarancolia en la noche. Y de día no era mucho mejor.

Era una buena hora para pasear porque en las calles pronto habría bastante bullicio, el suficiente para que nadie se fijase en ellas. Eara creía que, aunque las escuchasen hablar en otro idioma, nadie las interrumpiría.

Llegaron a la ciudad atravesando un extenso de campo de juegos, vacío a esas horas. La sinhadre se dio cuenta de que pertenecía a un colegio para aurvas al ver el enorme edificio anexo.
—Es un colegio —dijo, por si el tamaño del edificio también le llamaba la atención a Irianna—. Yo me crié en uno como este. Todos los aurvas lo hacemos, aquí. ¿Cómo son los colegios donde no os separan?
Irianna era un aurva, exactamente igual que ella, pero ya sabía que en ningún otro mundo eran separados de sus padres biológicos y unidos a un edeel.