Barrio de los Mil Dioses

Varsai respiró algo más tranquila cuando vio salir huyendo a la última hiena. Miró a sus compañeros cuando Rasqa preguntó si estaban bien, observó las heridas de sus compañeros y se alegró al comprobar que no eran muy graves, aunque sí parecían aparatosas.

"No podemos dejarlo atrás" escribió a Ruth con el ceño fruncido y una vez se hubo echado el arco al hombro. Se empezó a mover en la misma dirección que Ziack y le escribió a Irianna.

"¿No puedes limitar sus movimientos mágicamente?"

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La hiena fue degollada satisfactoriamente y, con la intención de conseguir una nueva pieza de caza, la krabelinense se giró en busca de su nueva presa solo para comprobar que estas habían huido. En cuanto se percató de ello se dedicó a preparar su nueva pieza de caza para poder transportarla hasta el refugio. Normalmente, Kimbra se ayudaría de Ámarok para transportar las presas y de todo el material que en las alforjas del mismo habría para ocultar su olor evitando así la llegada de carroñeros, pero en aquel momento solo disponía de su propia vestimenta y de ella misma para llevar a cabo dicha misión.

Lo primero que hizo fue realizar un torniquete sobre la garganta degollada de la bestia con la venda que usaba para cubrir sus ojos y evitar así que el animal siguiera sangrando. A la Hija de Lunas le hubiera gustado partir las flechas que la bestia llevaba clavas consiguiendo que la herida quedara relativamente taponada con la misma flecha, pero que el largo de esta no molestara al ser cargada; pero tuvo que resignarse a dejarlas simplemente clavadas, pues no contaban con muchas flechas en su arsenal y todavía no había dado con ningún material con el que pudiera fabricarlas. Así, la engendro envolvió la pieza de caza en su capa de plumas y se la colgó de ambos hombros, confiando en que la impermeabilidad de esta evitara que el olor llegara a otros carroñeros.

Cuando por fin estuvo preparada para marchar, se percató de que Irianna presentaba cierta molestia en el tobillo, por lo que se acercó con la clara intención de ofrecer su ayuda.

- Irianna, ¿requieres de algún tipo de sustento para caminar?

Ni Devoss ni Ruth parecían tener ganas de seguir persiguiendo a Ziack y, aunque no lo compartía, podía comprender en parte su reticencia. Pero no era propio de ella abandonar a alguien a su suerte de aquella manera, y menos en las condiciones en las que se encontraba el enderth. Negó con la cabeza hacia la humana.
—Si queréis volver nadie os lo va a impedir, pero yo voy a buscarle. Tiene que haber alguna manera de convencerle de que vuelva, es muy peligroso que vague por la ciudad, sobre todo en su estado.
Varsai llegó en ese momento con un mensaje para ella tras haberle escrito otro a Ruth, que por sus gestos sospechaba que la varmana no opinaba de forma diferente a ella misma.

—No conozco todavía ningún hechizo que pueda hacer eso, lo siento —le explicó tras leer su pregunta—. De todos modos... No creo que fuese buena idea, parece que Ziack no se fia de nosotros y no quiero recurrir a algo como eso. Tenemos que… ¿Kimbra?
No había prestado atención a las acciones de la krabelinense, ocupada respondiendo al resto, pero se sorprendió cuando la vio cargar con el animal. Aunque la hija de lunas le hizo una pregunta antes de que pudiese comentar nada al respecto.
>>No, gracias, no es nada —aseguró haciendo un gesto con las manos—. Puedo caminar por mí misma. Pero… ¿vas a llevarte esa criatura contigo? No creo que… Podría portar alguna enfermedad y de todos modos parece muy pesada —le dijo, tratando de disuadirla de que la llevase consigo.

Kimbra miró durante unos segundos el fardo a su espalda y luego volvió a mirar a la idrina. Resultaba obvio para ella que era consciente de la posibilidad de que la carne del animal tuviera algún tipo de enfermedad e indudablemente tenía constancia del peso de la bestia, ya que ella era quien lo llevaba colgado a su espalda. Cierto era que no tenía por costumbre cargar con tal cantidad de peso, pero consideraba que podría arreglárselas siempre y cuando no tardaran mucho en emprender la vuelta al refugio.

- Estoy completamente capacitada tanto para tratar alimentos potencialmente venenosos o contagiosos como para cargar con determinado peso extra durante un periodo de tiempo relativamente corto- explicó.


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Ese día había quedado con el parqio para cazar juntos, y aunque no era la primera vez que cazaba si lo era acompañado. Por lo que estaba más ilusionado que de costumbre. El licántropo salió de la Sede con prisas, deseoso de volver a ver a uno de sus compañeros de cosecha  después de haber estado tantos días encerrado en su habitación.

Habían decidido que el lugar sería el territorio de las hienas, por lo que Devoss no podía estar más contento. Últimamente se había convertido en su coto de caza y acostumbraba a pasar mucho por allí. Además, le resultaba bastante divertido e irónico que las hienas( las culpables de uno de sus peores momentos de criba), fueran ahora sus víctimas.

Cuando estuvo cerca de la zona se apoyó en una pared, esperando a que apareciera Rasqa y en tensión por si se le acercaba algún animal o monstruo.

Después de haber olido la carne de los daelicianos quemándose, a Rasqa le sabían a poco el resto de actos violentos que quedaban a su alcance, al menos hasta la nueva cosecha. Podía arriesgarse a quemar a algún idiota de la ciudad, ya había conocido a unos cuantos, pero eso podría traerle consecuencias irreparables. Sin embargo, sí había maneras de aliviar un poco aquella falta de sabor: una era cazar con amigos. Esta actividad ya había funcionado antes de la salida de la Luna, ahora no era menos.

El parqio llegó desde arriba, ardía con la misma energía que volaba. El olfato le había guiado hasta el punto en el que estaba su compañero. Todos sus amigos tenían un olor característico que había aprendido a recordar con la práctica.  Rasqa aterrizó frente a él y sofocó sus propias llamas para que el golpe de calor no fuera tan horrible para Devoss.

—¡Listo! —exclamó, como si no fuera obvio. Con un gesto de cabeza, dio al licántropo por saludado y comenzó a olisquear el aire en busca de un nuevo rastro. El aroma a perro sucio de las hienas no tardó en asomar—.  Todos los chuchos oléis igual —bromeó, con su mejor tono de disgusto—. ¿Seguimos este rastro? —señaló en dirección hacia el anfiteatro, que aun quedaba lejos de allí.

Su olfato era mucho mejor ahora, pero también lo era el del nuevo Devoss, así que esperaba a su respuesta para asegurarse de que no había pasado por alto un rastro mejor. Lo importante aquel día era divertirse despedazando hienas, no competir por quién tenía las mejores fosas nasales.

Rasqa no tardó en aparecer volando y ardiendo como una antorcha. Y aunque rebajó la intensidad de las llamas, estas le golpearon con  una pequeña ola de calor que le hizo entrecerrar los ojos.-Te pegaría por hacerme esperar tanto, pero no quiero convertirme en un pollo asado.-Le dijo con tono  bromista.

El holandés se retiró de la pared en la que había estado apoyado y estiró los brazos, preparándose para empezar la transformación.-¡Eh, sin insultar! Que soy un felino. Además, más quisieran esas cosas parecerse a mi.- Le respondió riéndose de la broma del parqio.

El licántropo se transformó con su lento ritmo habitual y cuando hubo terminado le miró en lo que bien podría haber sido una sonrisa, pero tenía más pinta de mueca.<<Mierda, la puta ropa.>> Se dijo cuando un jirón de su sudadera le rozó la oreja al caer al suelo.<<Bueno, ya es tarde para lamentarse>>. Y pensando esto último lanzó un suave rugido, retando al moloch a seguirlo con la cabeza.

Después empezó a correr, siguiendo el fétido olor de las hienas como si fuera un hilo.

Rasqa se carcajeó ante la respuesta de Devoss y le dejó convertirse en tigre sin molestarle. El detalle de la ropa le pasó inadvertido a Rasqa, que no tenía la costumbre ni de usarla ni de fijarse en ella. Sin embargo, sí que estuvo pendiente de salir en cuanto el licántropo lo hizo. Devoss era más rápido que él y Rasqa no solo quedó detrás, sino que tampoco llegó a alcanzarle en ningún momento. Tras una carrera a cuatro patas, extendió las alas, avivó sus llamas y se alzó en el aire.

Sin olvidarse de seguir al tigre, Rasqa volaba en semicirculos y cubría la zona desde arriba. Su vista no había mejorado como su olfato, pero no era muy difícil ver a una hiena en una calle vacía. Menos aún desde arriba. No tardaron mucho en dar con los canes apestosos y Rasqa silbó a Devoss para que aminorara el paso. Descendió en silencio y se encaramó a un tejado.

Cinco hienas olfateaban el suelo en busca de carroña tras una esquina. Devoss las tenía más cerca: le bastaba un giro a la derecha. Rasqa estaba más lejos, pero en línea recta y desde las alturas: no lo tenía dificil para saltar sobre las más alejadas del grupo. Rasqa esperaba a que Devoss saltara sobre las más cercanas a él y entonces él se abalanzaría desde detrás para cortarles el paso (y el pescuezo) a las que quisieran huír.

La presunta biblioteca estaba en el segundo piso de una casa cercana al anfiteatro. El territorio circundante era lugar de paso para las hienas, aunque parecía claro que tenían un nido todavía más nutrido en otra parte. El plan había sonado bien en concepto, pero una vez se acercaba el momento y Sox interiorizaba que parte de ellos tendrían que meterse de lleno en una refriega peligrosa, fue instalándose el peso familiar de la aprensión en sus costillas.
"No va a pasar nada", se repitió, un mantra racional que había elaborado lentamente según aquel plan iba detallándose los pasados días. "Tenemos magia. Eriel y yo estamos para cubrirles si no ven algo venir. Si vemos que es demasiado, nos largamos. Las hienas muertas no van a revivir. No necesitamos hacer esto en un día."

Pero necesitaba aquello, necesitaba que por fin tomaran aquella iniciativa y plantarle cara a la ciudad en lugar de huir constantemente de ella.

Sox miraba los edificios aledaños, en busca de una buena ventana o azotea desde la que disparar desde lo alto.
—Eriel —llamó cuando estaban a poca distancia—. ¿Qué lado vas a cogerte? —su ballesta tenía mejor puntería que un arco, y por tanto él podía adaptarse.

Estuvo más tenso de lo habitual en él durante todo el camino, agarrando con firmeza la empuñadura de la espada. Tenía mil ojos puestos en su entorno, en cualquier cosa que pudiera salir de una bocacalle aleatoria, aun si lo que auténticamente le preocupaba era otra cosa. El lugar hacia el que se aproximaban, lo que habían decidido hacer, era lo que en realidad le oprimía el corazón.

«Vamos a sobrevivir» se dijo, intentando convencerse. «Vamos a sobrevivir. Vamos a sobrevivir y demostrarle a esta ciudad de lo que somos capaces. Basta de esconderse. Basta de cobardía. Vamos a sobrevivir y demostrar de qué estamos hechos». Dio un gruñido silencioso al comenzar a ver lo que Sinceridad había descrito como el barrio de aquellas hienas. Ansiaba acabar ya con aquello y ver qué recompensa encontraban en aquella torre.

Detrás estaba escuchando a Sox preguntarle algo a Eriel. Giró la cabeza unos momentos, escuchándolos a ambos. Cuando volvió a mirar al frente sefijó bien el escudo y desenvasinó.

—Veamos cómo acaba esto —murmuró, esperando que fuera bien. «Irá bien. Tiene que ir bien» intentaba autoconvencerse sin cesar. Quizás no fuera aquello lo que en realidad quería probarse a sí mismo. Quizás lo que deseaba probar era que los cosechados eran algo más que peones destinados al sacrificio cuando a los rocavarancoleses les viniera en gana.

Eriel observó salir a Tay con una sonrisa mientras se iba quitando la ropa. Con un escalofrío se sumergió en el agua fría reprimiendo los deseos de calentarla mágicamente. Pasó un rato en el agua y su mente vagó. <<Me pregunto cuánta de este agua se tornará roja al final del día.>> Sacudió la cabeza y salió del agua, se secó, vistió y bajó a la armería.

Comprobó una por una las flechas que metía en el carcaj buscando el más leve defecto, si lo encontraba desechaba la saeta con una mueca. No podía permitirse errores, no aquel día. También comprobó la cuerda de su arco, desde luego no esperaba que la cuerda rompiese pero, por si acaso, desencordó otro arco que había por allí y guardó la cuerda en el propio carcaj. También cruzó la alabarda a su espalda, esperaba no tener que usarla pero era el arma con el que más había practicado y se sentía seguro.

Con el arco en la mano aguardó al resto en la entrada y cuando por fin estuvieron todos partieron. Antes de salir Eriel le lanzó una sonrisa nerviosa a Siete, no sabía que les iba a deparar aquel día pero desde luego quería que el idrino se preocupase un poco menos por ellos.


-Me pido el lado derecho si no te importa - le dijo. Miró al carabés.- Deberíamos buscar un lugar ligeramente elevado, nos permitirá ver mejor la batalla y además los animales lo tendrán más difícil para atacarnos - propuso.- ¿Qué te parece?

Luego se volvió al resto de los presentes.

-Tened cuidado, no cometáis ninguna imprudencia, si os hieren retroceded. Recordad que tenemos el anillo y nuestra magia - les dijo,- a una mala podemos levitar a las hienas para que no nos persigan - la imagen le hizo esbozar una sonrisa.

Llegaron a una zona cercana del anfiteatro, allí se encontraba el destino del grupo que se disponía a barrer la zona. Conseguirían eliminar a las hienas y luego darían con la biblioteca. Seguro que sí. O eso se decía el humano.
Tay agarró con firmeza la lanza, notando el sudor en las palmas de las manos y la nuca. Sus sentidos se pusieron en alerta y empezó a recordar la sensación de estar en peligro. Nada agradable más allá de la adrenalina.
-Mantened los ojos bien abiertos- dijo en voz queda, con la concentración focalizada en cualquier peligro a la vista- siempre he querido decir eso- añadió.

El belga acabó por escuchar la conversación del nublino y el carabés a medias y también tomó posiciones mientras respiraba pausadamente para tranquilizarse.
-Me pongo por aquí- dijo tomando el lado de Eriel pero más adelante- no me des, o te mato después de muerto- intentó cortar el hielo de la situación a la vez que agitaba la lanza a los lados para acostumbrarse de nuevo al peso de moverla con rapidez. Lo cierto es que estuvo a punto de escoger las hachas pero contra un enemigo múltiple le venía mejor armas de mayor alcance y con las que había realizado mayor entrenamiento- espero que esto no sea un error.

—Vale —centró su atención en el lado izquierdo. Volvió a mirar a Eriel en cuanto éste siguió hablando—. Sí, pensaba en la ventana de algún edificio. Habrá que ver lo espabiladas que son —esperaba que no mucho, y que no se les ocurriera husmear dentro de las casas.

—Yo voy a disparar desde ahí —avisó a sus compañeros una vez se decidió por un edificio concreto. Parte de las paredes estaban caídas, de modo que la posibilidad de que algo desagradable anidase en él fuera de sus vistas era casi nula.

—No es mala idea —no confiaba en su capacidad de repetir el hechizo de levitación muchas veces, pero sí podía ser un buen recurso en caso de emergencia. Había asentido ante el resto de recordatorios de Eriel, y también al de Tay hasta que el belga añadió el comentario de siempre haber querido decirlo. Se le escapó una risa, en parte por tensión aliviada.
—Buena suerte —se despidió antes de ir a su puesto. Se asomaría a la ventana en cuestión a modo de señal, para avisar de que estaba listo.

Se suponía que debía sentir algún tipo de tensión diferente, pero no era así. Al menos sabían a que iban a enfrentarse y aquello no sabía si era para bien o para mal, simplemente se posicionó donde siempre y vigiló los mismos lugares por el camino. Un atisbo de emoción que se apagaba en la cólera al oír hablar a Sox con su hermano.

Repugnante.

El mismo que le había animado a meterse al peligro le hablaba felizmente también de donde ponerse para la batalla.

Peligro.

Barael deslizó su mirada vacía hacia atrás unos momentos con una máscara de hielo en su cara. Si era peligroso había que eliminarlo.

Es peligroso.

Un codazo de Charlie lo saco súbitamente de sus pensamientos, lo miraba preocupado, como ya era costumbre. -No pasa nada. -Dijo de manera normal para no preocuparlo y girándose de nuevo esta vez centrado en su hermano. Y lo vio sonreír, casi diría que emocionado.

"Todos trabajando juntos"

Miró a su alrededor, viéndolos a todos tomar posiciones, todos cooperando por un objetivo.

¿Te referías a esto Eriel? ¿Era esto lo que querías?

-No lo entiendo... -murmuró.

Miró hacia delante en su posición y desenvainó el estoque preparado para enfrentarse a aquellos animales. -Manteneos juntos, como en el entrenamiento. -Dijo de última advertencia.

-No te preocupes Tay, si te doy te cuidaré mientras reposas en cama - le dijo con una sonrisa divertida a sabiendas de que con el anillo eso no pasaría.

Vio a Sox tomar posición y buscó una parecida hacia el lado derecho. Localizó el segundo piso de una casa cuyas paredes se habían caíso y hacían de rampa hacia el mismo. Antes de irse se volvió hacia su hermano y le dio un fuerte aunque aparatoso abrazo.

-No pasará nada - le susurró al oído.- Hemos entrenado para esto, son simples animales, estaremos bien. Te quiero - le dijo aún en voz más baja.

Eriel se despegó de él y corrió hacia la casa, escaló un poco y subió al segundo piso desde donde tenía buena visión del lugar. Cogió la alabarda y la puso contra los restos de un mueble de manera que pudiera agarrarla rápido si algún animal se le acercaba en demasía.

Cargó el arco y tensó su cuerda quedándose ligeramente estático. Por último le hizo una seña a Sox indicando que ya estaba listo.

Eriel observó la habitación y se dio cuenta de que podía subir aún más. Volvió a ponerse la alabarda en la espalda y subió hasta la azotea. Desde allí miró en todas direcciones y absorbió las vistas, incluidas las hienas que tenían por delante pero a esa distancia no podría darles salvo que las atrajeran.

No tuvo más tiempo para mirar pues oyó una risa a su espalda, se volvió y vio tres animales yendo hacia su posición. Le hizo algunos gestos a Sox para que mirase atrás y luego por gestos le indicó que iba a disparar al de más a la izquierda. Lo hizo para nos disparar los dos al mismo animal.

El nublino levantó el arco, cargó la flecha, tensó el arma y respiró hondo concentrándose. Abrió bien los ojos y apuntó soltando el aire a la vez que la saeta.



Menos de 60 falla la flecha.
Más de 60 y acierta.