Barrio de los Mil Dioses
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Barrio de los Mil Dioses
02/08/11, 06:28 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Zona cercana al anfiteatro donde una buena parte de los escombros y edificios a medio derruir corresponden a viejos templos, tipo de edificación prolífica en aquel barrio a la que debe su nombre. Varios edificios mantienen milagrosamente medio en pie algunas habitaciones donde hay pertenencias de antiguos rocavarancoleses, de todo tipo. Las hienas han hecho de este lugar su territorio.
- InvitadoInvitado
Re: Barrio de los Mil Dioses
19/05/20, 06:53 pm
Tero captó el movimiento cauto de la gárgola pero no se movió un milímetro pero se le escapó una risita.
-Tranquilo, no te voy a hacer nada. Parece que no has tenido buenos encuentros con ciudadanos, ¿verdad?
El brujo mantenía las distancias para no ser invasivo como le habían enseñado, dejando libres (en apariencia) todas las rutas de escape. Cuando Obel le preguntó si podía ayudarle rodó los ojos, pensativo.
-Hmmm puede. Quien sabe. Esto está muy aburrido desde la torre, pero ese no es el caso. La cosa es que yo sí puedo ayudarte a tí.
Nihil bufó desde su atalaya. Directo como siempre y sin perder un segundo.
-Tranquilo, no te voy a hacer nada. Parece que no has tenido buenos encuentros con ciudadanos, ¿verdad?
El brujo mantenía las distancias para no ser invasivo como le habían enseñado, dejando libres (en apariencia) todas las rutas de escape. Cuando Obel le preguntó si podía ayudarle rodó los ojos, pensativo.
-Hmmm puede. Quien sabe. Esto está muy aburrido desde la torre, pero ese no es el caso. La cosa es que yo sí puedo ayudarte a tí.
Nihil bufó desde su atalaya. Directo como siempre y sin perder un segundo.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Re: Barrio de los Mil Dioses
19/05/20, 09:31 pm
Obel Reo relajó su postura pero aún así su mano no se apartó del libro. La ciudad le había enseñado a las malas.
-Digamos que no todos los ciudadanos son amables cuando un cosechado entra en una casa que no saben que está habitada, o cuando una cabra derrumba el suelo de una calle y encima de alguien - respondió rememorando ambos momentos. Y aunque Tuétano había acabado salvándoles la vida Obel seguía recelando por si algún volvía a querer cobrarse venganza.
De momento Tero no parecía malo aunque su aspecto fuese raro. Aún así el gárgola estaba aprendiendo a no juzgar un libro por su cubierta, no es que él fuese tampoco el ser más tranquilizador del mundo. Además acababa de tocar una buena tecla, apelar a la curiosidad del chico.
-Vaya, ¿y en que me puedes ayudar? - formuló curioso.
-Digamos que no todos los ciudadanos son amables cuando un cosechado entra en una casa que no saben que está habitada, o cuando una cabra derrumba el suelo de una calle y encima de alguien - respondió rememorando ambos momentos. Y aunque Tuétano había acabado salvándoles la vida Obel seguía recelando por si algún volvía a querer cobrarse venganza.
De momento Tero no parecía malo aunque su aspecto fuese raro. Aún así el gárgola estaba aprendiendo a no juzgar un libro por su cubierta, no es que él fuese tampoco el ser más tranquilizador del mundo. Además acababa de tocar una buena tecla, apelar a la curiosidad del chico.
-Vaya, ¿y en que me puedes ayudar? - formuló curioso.
- InvitadoInvitado
Re: Barrio de los Mil Dioses
21/05/20, 02:08 am
-Oh, vaya, eso suena terrible -dijo Tero, abandonando su sonrisa por el momento.
Sí, era terrible sin duda, terríblemente injusto. El sacerdote recordaba la envidia que le había dado cuando le contaron esas historias, ya que tener la oportunidad de jugar con los cosechados durante su criba era un pequeño milagro. Encima dos de los tres protagonistas que conocía habían muerto de formas estúpidas. Por lo menos había tenido la anécdota de uno de sus fieles.
-Quieres magia, ¿verdad? Los seres de precio estáis incompletos sin ella. Por eso estás aquí -La sonrisa de Tero volvió, ladina, como si hubiese pillado a Obel haciendo una travesura -Casi todos los cultos murieron con la gloria de la ciudad, aquí solo quedan los ecos que seguro que puedes sentir. Pero todavía sobreviven algunos, ocultos entre las ruinas.
Tero no iba a contarle milongas místicas sobre Ewa en un principio, no creía que le hiciera falta. Pretendía ponerle a Obel la miel en los labios, simplemente.
-Puedo decirte dónde está el único templo activo de la ciudad.
Sí, era terrible sin duda, terríblemente injusto. El sacerdote recordaba la envidia que le había dado cuando le contaron esas historias, ya que tener la oportunidad de jugar con los cosechados durante su criba era un pequeño milagro. Encima dos de los tres protagonistas que conocía habían muerto de formas estúpidas. Por lo menos había tenido la anécdota de uno de sus fieles.
-Quieres magia, ¿verdad? Los seres de precio estáis incompletos sin ella. Por eso estás aquí -La sonrisa de Tero volvió, ladina, como si hubiese pillado a Obel haciendo una travesura -Casi todos los cultos murieron con la gloria de la ciudad, aquí solo quedan los ecos que seguro que puedes sentir. Pero todavía sobreviven algunos, ocultos entre las ruinas.
Tero no iba a contarle milongas místicas sobre Ewa en un principio, no creía que le hiciera falta. Pretendía ponerle a Obel la miel en los labios, simplemente.
-Puedo decirte dónde está el único templo activo de la ciudad.
- Dal
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Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Re: Barrio de los Mil Dioses
27/05/20, 12:05 am
Obel asintió, había sido terrible. Pero ninguna de las cosas de la ciudad había dado tanto miedo ni estado tan cerca de matarles a todos como lo que habían pasado intramuros. El propio Obel había estado a punto de morir y de hecho había perdido un ojo hasta la Luna.
-Sí, estoy aquí por eso - respondió componiendo una ligera sonrisa.- La magia es algo que me estuvo vetado parte de la cosecha, y ahora estoy limitado a lo que puedo conseguir de las ruinas - no ocultaba que era algo de lo que tenía ganas. La magia no dejaba de ser una de las cosas que le había hecho admirar la ciudad.
-Lo suponía. No es que la ciudad esté en el mejor de los estados - no había que ser muy observador para darse cuenta de aquello. Entrecerró los ojos cuando el chico mencionó que podía decirle donde estaba el único culto activo de la ciudad.- Entiendo - esbozó una sonrisa amplia. Dudaba que le fuera a pedir algo por la información, no cuando seguramente mucha gente pudiera dársela, tenía que ser otra cosa. Decidió arriesgarse.- Y no me digas, por casualidad tú no tendrás algo que ver con dicho templo, ¿verdad?
-Sí, estoy aquí por eso - respondió componiendo una ligera sonrisa.- La magia es algo que me estuvo vetado parte de la cosecha, y ahora estoy limitado a lo que puedo conseguir de las ruinas - no ocultaba que era algo de lo que tenía ganas. La magia no dejaba de ser una de las cosas que le había hecho admirar la ciudad.
-Lo suponía. No es que la ciudad esté en el mejor de los estados - no había que ser muy observador para darse cuenta de aquello. Entrecerró los ojos cuando el chico mencionó que podía decirle donde estaba el único culto activo de la ciudad.- Entiendo - esbozó una sonrisa amplia. Dudaba que le fuera a pedir algo por la información, no cuando seguramente mucha gente pudiera dársela, tenía que ser otra cosa. Decidió arriesgarse.- Y no me digas, por casualidad tú no tendrás algo que ver con dicho templo, ¿verdad?
- InvitadoInvitado
Re: Barrio de los Mil Dioses
31/05/20, 01:19 am
<<Ups >> pensó Tero, aunque no estaba realmente preocupado. Nihil lo estaba, porque si la negociación no salía bien sabía qué tipo de estrategias podía usar el brujo.
-Sí y no. Mi madre es sacerdotisa en el templo -respondió, y como si cayese en la cuenta con retraso, luego añadió: -Oh, no mi madre de verdad. Es una veterana, me acogió y me cuidó después de mi criba. Se lo agradezco pero a veces es un poco sobreprotectora y no me deja alejarme mucho del templo ¡y me aburro taaaaaanto! -dijo haciendo una mueca. Suspiró -. Tú pareces más o menos de mi edad
Como si no necesitase dar más explicaciones que esa se encogió de hombros. Se alejó otro par de pasos de Obel, como dirigiéndose de vuelta a la avenida principal.
-El templo está solo a un par de calles. ¿Quieres venir o no?
-Sí y no. Mi madre es sacerdotisa en el templo -respondió, y como si cayese en la cuenta con retraso, luego añadió: -Oh, no mi madre de verdad. Es una veterana, me acogió y me cuidó después de mi criba. Se lo agradezco pero a veces es un poco sobreprotectora y no me deja alejarme mucho del templo ¡y me aburro taaaaaanto! -dijo haciendo una mueca. Suspiró -. Tú pareces más o menos de mi edad
Como si no necesitase dar más explicaciones que esa se encogió de hombros. Se alejó otro par de pasos de Obel, como dirigiéndose de vuelta a la avenida principal.
-El templo está solo a un par de calles. ¿Quieres venir o no?
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :- Enredo : Humano Brujo de las Enredaderas.
- Surásara : Ulterana Naga.
- Varsai : Varmana Licántropo leopardo de las nieves.
- Eriel : Nublino.
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.
Re: Barrio de los Mil Dioses
02/06/20, 06:18 pm
Obel asintió a lo que decía el otro chico. Entendía lo que quería decir con aquello.
-Sé lo que es tener un familiar sobreprotector - respondió con una mueca.- Mi hermano cuando llegamos aquí se puso muy pesado. No parecen ver que ya no somos niños y no nos va a pasar nada por la ciudad.
>>Si vieras la cara que puso cuando le dije que me había roto algunos huesos aprendiendo a volar... - se carcajeó.- Por favor, me curo rápido.
-Venga, te acompaño - respondió poniéndose en pie y recogiendo el libro. Obel relajó su postura hacia Tero pero no hacia la ciudad. Había visto mucho en la ciudad y de lo que había visto suponía que podría ganar contra casi todo, aún así sabía que no lo había visto todo y eso era lo que lo preocupaba.
-¿Entonces tienes quince años también? - preguntó curioso. Obel no había tenido a nadie de su edad que poder llamar amigo y aquella posibilidad lo emocionaba.
-Sé lo que es tener un familiar sobreprotector - respondió con una mueca.- Mi hermano cuando llegamos aquí se puso muy pesado. No parecen ver que ya no somos niños y no nos va a pasar nada por la ciudad.
>>Si vieras la cara que puso cuando le dije que me había roto algunos huesos aprendiendo a volar... - se carcajeó.- Por favor, me curo rápido.
-Venga, te acompaño - respondió poniéndose en pie y recogiendo el libro. Obel relajó su postura hacia Tero pero no hacia la ciudad. Había visto mucho en la ciudad y de lo que había visto suponía que podría ganar contra casi todo, aún así sabía que no lo había visto todo y eso era lo que lo preocupaba.
-¿Entonces tienes quince años también? - preguntó curioso. Obel no había tenido a nadie de su edad que poder llamar amigo y aquella posibilidad lo emocionaba.
Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
- InvitadoInvitado
Re: Barrio de los Mil Dioses
08/06/20, 02:04 am
Nihil suspiró. Lo había convencido. Tero aprovechó los instantes en que le dio la espalda a Obel para sonreír con suficiencia.
-¿Tienes un hermano? ¡Qué envidia! Yo no tengo ninguno, o tenía, aunque no me acuerdo muy bien -comentó. Y esa vez sí fue totalmente sincero, no tenía prácticamente recuerdos de su vida en Nubla. El comentario de los huesos rotos le hizo reír.
Haciendo un gesto para que lo siguiera Tero guió a Obel avenida arriba. Caminaba a paso tranquilo, procurando mantenerse a la misma altura que la gárgola para poder hablar. Nihil los seguía desde los tejados, invisible.
Cuando Obel le preguntó por su edad Tero hizo cuentas con los dedos.
-Pues... sip. Tengo quince. Haré dieciséis en el tercer mes de la criba -respondió. -Tengo edad para entrar al ejército pero ya sabes, pariente sobreprotector.
Siguió charlando el corto camino hasta el templo, haciendole preguntas a Obel, nunca demasiado personales, pero lo bastante como para dar a entender que estaba interesado. Tero no daba casi datos de sí mismo más allá de algunos comentarios sin importancia que podían ser o no verdad. En un par de ocasiones señaló alguna escultura o grabado de entre las ruinas que le resultase graciosa, generalmente martirios o sacrificios.
Conforme se fuesen acercando a su destino, Obel podría sentir el hormigueo de la magia en su piel. Cuando el antiguo templo de los suicidas abnegados apareciese ante ellos el hormigueo se habría convertido en una oleada imparable. El suelo vibraba, como si las voces de los fieles se colasen por ella.
-Quinto estará dando misa ahora -comentó Tero de forma casual.
Los sacerdotes de Ewa podían decir muchas cosas sobre su compañero pero debían reconocer que sus misas eran espectaculares. El propio fervor del brujo se unía al de sus fieles en una orgía caótica. Tero lo sabía, por eso había pedido que bajasen los escudos.
-¿Tienes un hermano? ¡Qué envidia! Yo no tengo ninguno, o tenía, aunque no me acuerdo muy bien -comentó. Y esa vez sí fue totalmente sincero, no tenía prácticamente recuerdos de su vida en Nubla. El comentario de los huesos rotos le hizo reír.
Haciendo un gesto para que lo siguiera Tero guió a Obel avenida arriba. Caminaba a paso tranquilo, procurando mantenerse a la misma altura que la gárgola para poder hablar. Nihil los seguía desde los tejados, invisible.
Cuando Obel le preguntó por su edad Tero hizo cuentas con los dedos.
-Pues... sip. Tengo quince. Haré dieciséis en el tercer mes de la criba -respondió. -Tengo edad para entrar al ejército pero ya sabes, pariente sobreprotector.
Siguió charlando el corto camino hasta el templo, haciendole preguntas a Obel, nunca demasiado personales, pero lo bastante como para dar a entender que estaba interesado. Tero no daba casi datos de sí mismo más allá de algunos comentarios sin importancia que podían ser o no verdad. En un par de ocasiones señaló alguna escultura o grabado de entre las ruinas que le resultase graciosa, generalmente martirios o sacrificios.
Conforme se fuesen acercando a su destino, Obel podría sentir el hormigueo de la magia en su piel. Cuando el antiguo templo de los suicidas abnegados apareciese ante ellos el hormigueo se habría convertido en una oleada imparable. El suelo vibraba, como si las voces de los fieles se colasen por ella.
-Quinto estará dando misa ahora -comentó Tero de forma casual.
Los sacerdotes de Ewa podían decir muchas cosas sobre su compañero pero debían reconocer que sus misas eran espectaculares. El propio fervor del brujo se unía al de sus fieles en una orgía caótica. Tero lo sabía, por eso había pedido que bajasen los escudos.
- Dal
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Nombre: Alec (Alasdair)
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Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :- Enredo : Humano Brujo de las Enredaderas.
- Surásara : Ulterana Naga.
- Varsai : Varmana Licántropo leopardo de las nieves.
- Eriel : Nublino.
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.
Re: Barrio de los Mil Dioses
08/06/20, 12:40 pm
Obel caminó al lado del brujo ignorante de que Nihil los seguía. A cada paso que daba sentía que el hormigueo en su piel aumentaba. Decidió ignorarlo concentrándose en su conversación con Tero.
-En realidad tengo otro hermano más pequeño. Pero él no pudo venir a la ciudad, creo que por su edad - respondió mientras se rascaba disimuladamente la piel, cosa que en realidad no servía de nada.- Pero si nosotros hemos tenido esencia es probable que él también.
>>Entonces me sacas unos meses, pero podrías ser el primer amigo de mi edad que tengo - le dirigió una sonrisa.
No pudo decir nada más, justo en ese momento entraron en el rango del templo y a Obel se le cortó la respiración. Ya no sentía un cosquilleo si no un ahogo, pero era algo placentero. Se apoyó en una pared e intentó respirar de forma normal, pero lo único que conseguía salir por su garganta eran jadeos y algún gemido. Aquello era increíblemente intenso y se sentía...
Increíble.
Obel se sentía de pronto como el día que la Luna apareció en el cielo, eufórico, capaz de arrancar montañas de cuajo si se lo proponía.
-Dioses - resolló.- Nunca... nunca había sentido nada igual.
Obel no se dio cuenta pero un pequeño hilillo de baba se caía barbilla abajo.
-Dame un minuto.
-En realidad tengo otro hermano más pequeño. Pero él no pudo venir a la ciudad, creo que por su edad - respondió mientras se rascaba disimuladamente la piel, cosa que en realidad no servía de nada.- Pero si nosotros hemos tenido esencia es probable que él también.
>>Entonces me sacas unos meses, pero podrías ser el primer amigo de mi edad que tengo - le dirigió una sonrisa.
No pudo decir nada más, justo en ese momento entraron en el rango del templo y a Obel se le cortó la respiración. Ya no sentía un cosquilleo si no un ahogo, pero era algo placentero. Se apoyó en una pared e intentó respirar de forma normal, pero lo único que conseguía salir por su garganta eran jadeos y algún gemido. Aquello era increíblemente intenso y se sentía...
Increíble.
Obel se sentía de pronto como el día que la Luna apareció en el cielo, eufórico, capaz de arrancar montañas de cuajo si se lo proponía.
-Dioses - resolló.- Nunca... nunca había sentido nada igual.
Obel no se dio cuenta pero un pequeño hilillo de baba se caía barbilla abajo.
-Dame un minuto.
Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
- InvitadoInvitado
Re: Barrio de los Mil Dioses
15/06/20, 12:53 am
Nihil seguía la conversación y no pudo evitar soltar un bufido cuando la gárgola mencionó la palabra ''amigo''. Dudaba que una alimaña como Tero pudiera ser amigo de nadie y sintió pena por el pobre novato por creerlo. Abajo el brujo no varió su expresión lo más mínimo, manteniendo su fachada con una convicción que hizo que Nihil se sintiera un poco orgullosa.
Cuando la magia llenó a Obel Tero se quedó mirando su reacción con absoluto descaro. No eran sonidos ni expresiones ajenas para él, pero nunca las había visto provocadas por el cumplimiento de un precio. Tal vez la naturaleza de este tuviera algo que ver. Le daba curiosidad y quería ver más.
-Se siente bien, ¿verdad? -le picó -¿Te gustaría entrar? Mi madre nos puede dar permiso para ver la misa.
Cuando la magia llenó a Obel Tero se quedó mirando su reacción con absoluto descaro. No eran sonidos ni expresiones ajenas para él, pero nunca las había visto provocadas por el cumplimiento de un precio. Tal vez la naturaleza de este tuviera algo que ver. Le daba curiosidad y quería ver más.
-Se siente bien, ¿verdad? -le picó -¿Te gustaría entrar? Mi madre nos puede dar permiso para ver la misa.
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Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :- Enredo : Humano Brujo de las Enredaderas.
- Surásara : Ulterana Naga.
- Varsai : Varmana Licántropo leopardo de las nieves.
- Eriel : Nublino.
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.
Re: Barrio de los Mil Dioses
14/07/20, 02:04 am
El placer terminó pasando y Obel se limpió la boca. Enrojeció violentamente además, aquello no había entrado en sus planes y su reacción a la entrada de magia había sido desmedida.
-Perdona, yo nunca... - se disculpó azorado.
Ni siquiera sabía por qué se disculpaba en realidad. No había sido culpa suya, su cuerpo había reaccionado solo. Y además lo había disfrutado. Seguía disfrutándolo en verdad, solo que se había acostumbrado un poco a aquel torrente de energía entrando en su cuerpo. Se recompuso un poco y miró hacia el brujo.
-Claro, entremos - dijo mirando hacia el edificio.- Tú primero.
>>Recuerdo este lugar de la cosecha, un transformado muy grande se nos acercó para decirnos que no debíamos entrar. Fue amable con nosotros, a uno de mis compañeros le mostró una imagen de la Luna. ¿Estará dentro?
-Perdona, yo nunca... - se disculpó azorado.
Ni siquiera sabía por qué se disculpaba en realidad. No había sido culpa suya, su cuerpo había reaccionado solo. Y además lo había disfrutado. Seguía disfrutándolo en verdad, solo que se había acostumbrado un poco a aquel torrente de energía entrando en su cuerpo. Se recompuso un poco y miró hacia el brujo.
-Claro, entremos - dijo mirando hacia el edificio.- Tú primero.
>>Recuerdo este lugar de la cosecha, un transformado muy grande se nos acercó para decirnos que no debíamos entrar. Fue amable con nosotros, a uno de mis compañeros le mostró una imagen de la Luna. ¿Estará dentro?
Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
- InvitadoInvitado
Re: Barrio de los Mil Dioses
20/07/20, 09:29 pm
Tero guió a Obel al interior del templo con una gran sonrisa. El edificio seguía igual de desnudo en su planta principal. La única luz era la del triste sol de Rocavarancolia, que entraba por los estrechos ventanales a muchos metros sobre ellos. Entre las tinieblas se ocultaban algunos engendros, monstruos que buscaban la protección de la Secta pero que no tenían permiso para vivir en el templo. Obel podría sentir finos hilos de magia emanando de muchos de ellos, pero no de todos. No hicieron ademán de acercarse y Tero los ignoró completamente.
La entrada al verdadero templo era un agujero irregular en el suelo que parecía haber sido abierto por el puño de un gigante y que revelaba una escalera de piedra que bajaba por una galería mal iluminada. Las paredes de la galería estaban cubiertas de calaveras de distintas criaturas encajadas en la tierra. Según bajaban, las mandíbulas de los cráneos castañeaban como dándoles la bienvenida.
-Es el sistema de seguridad -explicó Tero. -Una creación de la sacerdotisa Nihil.
Llegaron al final de la escalera, tomaron un pasillo a la derecha y el castañeo de las calaveras los acompañaró en su avance. Tero no hablaba. Seguía teniendo una sonrisa en los labios y el brillo de emoción en su único ojo, incluso tarareaba, pero no hacía ningún comentario ni explicación. El eco del fanatismo que había sentido Obel arriba era ahora apenas un murmullo. Por supuesto los hechizos de ocultación se habían vuelto a activar en cuanto la gárgola entró en los dominios de Ewa.
Llegaron a una gran puerta de doble hoja chapada en bronce oxidado. El marco estaba formado por una sucesión de vértebras gigantescas.
-Espera aquí, debo informar a mi madre. No te muevas, no tardaré -dijo Tero, y desapareció por una puerta lateral.
En realidad Lah Donna ya estaba informada, pero Tero quería comprobar sus instrucciones, y de paso mendigar algo de aprobación por parte de la súcubo.
Donna lo esperaba en una pequeña salita excavada a mordiscos e iluminada con lámparas de aceite. Estaba echada en un trono bajo de estilo nublino. En cuanto lo vio estiró los brazos hacia él.
-Mi pequeño engendro, lo estás haciendo sorprendentemente bien -dijo, y le dió un beso en la mejilla.
-Ya solo queda que vea la misa y será nuestro -respondió Tero. Intentaba parecer serio, pero las comisuras de sus labios le traicionaban.
-Llévalo por el palco. Y sobre todo no dejes que baje con la chusma o se lo comerán.
A pesar de lo tentador que sonaba empujar a la gárgola al pozo de los fieles en pleno éxtasis asintió, y una vez se hubo despedido de su madre adoptiva se asomó por la puerta lateral por la que había entrado y llamó a Obel.
-¡Psst, tenemos vía libre!
Esta vez Tero cogió a Obel de la mano. El pasillo era estrecho y no se veía a un palmo, pero el brujo lo conocía bien. La puerta que daba a la salita donde estaba Donna estaba oculta, así que no la verían la pasar. Al final del pasillo se veía luz, y se oían voces. Muchas voces, todas a una, clamando el nombre de la falsa diosa. Aún con sus fieles mermados por culpa de la Torre las paredes vibraban con los cánticos, o puede que fuera un efecto provocado por la magia. El palco al que salieron estaba construido en piedra y madera que crujía. Se abría a una estancia circular, como un pozo, de varios metros de profundidad y que a su vez subía muy por encima de sus cabezas. En las paredes había más palcos como aquel, a diferentes alturas, y estaban decoradas con murales desconchados que mostraban escenas surrealistas y obscenas. Era en el fondo del pozo donde se concentraban los monstruos, cantando, chillando, llorando. Tres lámparas de araña los bañaban con su luz, y aun con esas parecían una masa informe, imposible de determinar. Por encima de ellos, sobre una tarima de madera, se alzaba una figura delgada con los brazos abiertos en cruz. Tenía el pelo azul largo y desgreñado recogido en lo alto de la cabeza y una máscara de bronce sin rasgos que le cubría la cara. No vestía nada más que una falda de arpillera, de la cual se desprendió al momento, y en sus muñecas llevaba grilletes con cadenas negras cuyo extremo se perdía en las alturas.
-¡Y AHORA, HIJOS DE LA LOCURA, ES EL MOMENTO!
Su voz lograba hacerse oír de alguna manera por encima del estruendo. Era clara y limpia, un contraste con los gruñidos roncos de sus fieles.
-¡HA LLEGADO LA HORA DE QUE BEBÁIS DEL ICOR DE LA DIOSA! ¡RECIBID SU SABIDURÍA EN LA FORMA DE BILIS NEGRA, DEJAD QUE SU VOZ ENTRE EN VOSOTROS Y REGOCIJÁOS! ¡ESTE ES EL PODER DE EWA! ¡ESTA ES SU VOZ!
-No pierdas detalle -le susurró Tero a Obel.
Las cadenas se tensaron con un chirrido metálico y alzaron al sacerdote por las muñecas. Los monstruos, que habían ido callando para atender a las palabras de Quinto se unieron de nuevo en su cántico que empezó como un murmullo y fue subiendo de volumen a medida que las cadenas bajaban el cuerpo del sacerdote. En la espalda de Quinto se abrió una herida vertical, cubierta antes con piel falsa, y se desplegó una gigantesca boca dentada que empezó a supurar bilis. La bilis negra bajaba por la piel del sacerdote, por sus piernas, y goteaba a sus pies. Los monstruos se empujaban para llegar a ellos y cuando la primera gota llegó a la primera lengua monstruosa se desató el pandemonio. Los fieles se abalanzaron sobre el cuerpo de Quinto para beber de él. Pronto la multitud se transformó en una orgía de garras, bocas y lenguas demacradas y voces suplicantes y gruñidos y aullidos. El cuerpo de Quinto habría desaparecido de no ser por las cadenas que aún lo sujetaban, que crujían y lloraban por los tirones. Si Obel era capaz de separar la vista de tan grotesco espectáculo podría ver el brillo demente en los ojos de Tero y el disfrute en su rostro.
La entrada al verdadero templo era un agujero irregular en el suelo que parecía haber sido abierto por el puño de un gigante y que revelaba una escalera de piedra que bajaba por una galería mal iluminada. Las paredes de la galería estaban cubiertas de calaveras de distintas criaturas encajadas en la tierra. Según bajaban, las mandíbulas de los cráneos castañeaban como dándoles la bienvenida.
-Es el sistema de seguridad -explicó Tero. -Una creación de la sacerdotisa Nihil.
Llegaron al final de la escalera, tomaron un pasillo a la derecha y el castañeo de las calaveras los acompañaró en su avance. Tero no hablaba. Seguía teniendo una sonrisa en los labios y el brillo de emoción en su único ojo, incluso tarareaba, pero no hacía ningún comentario ni explicación. El eco del fanatismo que había sentido Obel arriba era ahora apenas un murmullo. Por supuesto los hechizos de ocultación se habían vuelto a activar en cuanto la gárgola entró en los dominios de Ewa.
Llegaron a una gran puerta de doble hoja chapada en bronce oxidado. El marco estaba formado por una sucesión de vértebras gigantescas.
-Espera aquí, debo informar a mi madre. No te muevas, no tardaré -dijo Tero, y desapareció por una puerta lateral.
En realidad Lah Donna ya estaba informada, pero Tero quería comprobar sus instrucciones, y de paso mendigar algo de aprobación por parte de la súcubo.
Donna lo esperaba en una pequeña salita excavada a mordiscos e iluminada con lámparas de aceite. Estaba echada en un trono bajo de estilo nublino. En cuanto lo vio estiró los brazos hacia él.
-Mi pequeño engendro, lo estás haciendo sorprendentemente bien -dijo, y le dió un beso en la mejilla.
-Ya solo queda que vea la misa y será nuestro -respondió Tero. Intentaba parecer serio, pero las comisuras de sus labios le traicionaban.
-Llévalo por el palco. Y sobre todo no dejes que baje con la chusma o se lo comerán.
A pesar de lo tentador que sonaba empujar a la gárgola al pozo de los fieles en pleno éxtasis asintió, y una vez se hubo despedido de su madre adoptiva se asomó por la puerta lateral por la que había entrado y llamó a Obel.
-¡Psst, tenemos vía libre!
Esta vez Tero cogió a Obel de la mano. El pasillo era estrecho y no se veía a un palmo, pero el brujo lo conocía bien. La puerta que daba a la salita donde estaba Donna estaba oculta, así que no la verían la pasar. Al final del pasillo se veía luz, y se oían voces. Muchas voces, todas a una, clamando el nombre de la falsa diosa. Aún con sus fieles mermados por culpa de la Torre las paredes vibraban con los cánticos, o puede que fuera un efecto provocado por la magia. El palco al que salieron estaba construido en piedra y madera que crujía. Se abría a una estancia circular, como un pozo, de varios metros de profundidad y que a su vez subía muy por encima de sus cabezas. En las paredes había más palcos como aquel, a diferentes alturas, y estaban decoradas con murales desconchados que mostraban escenas surrealistas y obscenas. Era en el fondo del pozo donde se concentraban los monstruos, cantando, chillando, llorando. Tres lámparas de araña los bañaban con su luz, y aun con esas parecían una masa informe, imposible de determinar. Por encima de ellos, sobre una tarima de madera, se alzaba una figura delgada con los brazos abiertos en cruz. Tenía el pelo azul largo y desgreñado recogido en lo alto de la cabeza y una máscara de bronce sin rasgos que le cubría la cara. No vestía nada más que una falda de arpillera, de la cual se desprendió al momento, y en sus muñecas llevaba grilletes con cadenas negras cuyo extremo se perdía en las alturas.
-¡Y AHORA, HIJOS DE LA LOCURA, ES EL MOMENTO!
Su voz lograba hacerse oír de alguna manera por encima del estruendo. Era clara y limpia, un contraste con los gruñidos roncos de sus fieles.
-¡HA LLEGADO LA HORA DE QUE BEBÁIS DEL ICOR DE LA DIOSA! ¡RECIBID SU SABIDURÍA EN LA FORMA DE BILIS NEGRA, DEJAD QUE SU VOZ ENTRE EN VOSOTROS Y REGOCIJÁOS! ¡ESTE ES EL PODER DE EWA! ¡ESTA ES SU VOZ!
-No pierdas detalle -le susurró Tero a Obel.
Las cadenas se tensaron con un chirrido metálico y alzaron al sacerdote por las muñecas. Los monstruos, que habían ido callando para atender a las palabras de Quinto se unieron de nuevo en su cántico que empezó como un murmullo y fue subiendo de volumen a medida que las cadenas bajaban el cuerpo del sacerdote. En la espalda de Quinto se abrió una herida vertical, cubierta antes con piel falsa, y se desplegó una gigantesca boca dentada que empezó a supurar bilis. La bilis negra bajaba por la piel del sacerdote, por sus piernas, y goteaba a sus pies. Los monstruos se empujaban para llegar a ellos y cuando la primera gota llegó a la primera lengua monstruosa se desató el pandemonio. Los fieles se abalanzaron sobre el cuerpo de Quinto para beber de él. Pronto la multitud se transformó en una orgía de garras, bocas y lenguas demacradas y voces suplicantes y gruñidos y aullidos. El cuerpo de Quinto habría desaparecido de no ser por las cadenas que aún lo sujetaban, que crujían y lloraban por los tirones. Si Obel era capaz de separar la vista de tan grotesco espectáculo podría ver el brillo demente en los ojos de Tero y el disfrute en su rostro.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :- Enredo : Humano Brujo de las Enredaderas.
- Surásara : Ulterana Naga.
- Varsai : Varmana Licántropo leopardo de las nieves.
- Eriel : Nublino.
Heridas/enfermedades : Finas cicatrices por todo el cuerpo.
Status : Perdido en la ciudad de los milagros y los portentos.
Re: Barrio de los Mil Dioses
28/07/20, 10:02 pm
Obel siguió al otro chico al interior del templo, con el libro todavía en una mano y la otra cerca de la lanza. Quizá no era necesaria la precaución, de haber querido Tero podría haberlo atacado en medio de la calle y habría ganado sin mucha complicación, pues la gárgola aún era un novato, pero aún así Obel sentía que le debía esa precaución a todos sus compañeros que habían muerto.
Distinguió algunas figuras entre las sombras y, aunque no sabía lo que eran, sabía con claridad que no debían estar muy cuerdos por los hilos de magia que notaba le llegaban. Miró alrededor observando el destrozo que la guerra y el tiempo habían hecho en aquel edificio, no debía ser el verdadero templo o se sentiría extremadamente decepcionado. Efectivamente no tardó en ver el agujero del suelo con las escaleras hundiéndose en la tierra.
Hasta que se había transformado los lugares estrechos nunca le habían importado mucho, ahora bajo tierra no se sentía tan cómodo. No podría blandir su arma en condiciones, por no mencionar de que ni siquiera podía estirar del todo las alas.
Contempló las calaveras al bajar con cierta fascinación preguntándose qué clase de sistema de seguridad tenía el templo. En otra parte de su cabeza había otra pregunta más interesante, ¿qué querían proteger con un sistema de seguridad? Esa pregunta se perdió cuando Tero mencionó a Nihil llamándola sacerdotisa. ¿Entonces una de las heroínas de la ciudad pertenecía a aquel grupo? De pronto Obel se sintió mucho más interesado por el lugar.
No tardaron en llegar ante una puerta oxidada de bronce y Tero se perdió en la oscuridad de un lateral. Le dijo que no se moviera pero la gárgola no pudo evitar acercarse a la puerta para examinarla mejor, aquello del marco parecían huesos de verdad. Acercó una de sus garras para notar el tacto tanto del hueso como del bronce. Ladeó la cabeza pensativo, ahora que se daba cuenta seguía notando la entrada de magia pero en mucha menor cantidad. Frunció el ceño extrañado, ¿es que acaso ya se había llenado de magia casi por completo? Sus libros no eran claros al respecto pero no debería haber sido tan pronto.
Cuando Tero volvió y habló, Obel se sobresaltó ligeramente. No le dio tiempo a componer una excusa de que se había movido por curiosidad antes de que el elegido por Ewa lo cogiese de la mano y tirase de él hacia la oscuridad. Se dejó guiar pues no conocía nada de aquel lugar y desde luego no es que viese muy bien en la oscuridad. Supuso que si no le había reprendido es que no le importaba que hubiese tocado la puerta.
Oyó las voces antes de ver la luz, unas voces enfebrecidas que coreaban todas a una un mismo nombre, Ewa. Salieron a un palco y Obel no pudo evitar acercarse a la balaustrada. Se oyó un golpe sordo contra el suelo cuando el libro que llevaba se escurrió de su mano y cayó al suelo. Se había quedado tan anonadado con la visión del lugar que no se dio cuenta de aquel hecho. Se apoyó con ambas manos en la barandilla y miró hacia abajo, a los milagros monstruosos que coreaban el nombre de la diosa del culto. Más que ser independientes parecían un enorme ser con muchas extremidades.
Una voz lo sacó de estupor y le hizo clavar sus ojos en el hombre que se encontraba en otro palco similar al suyo. No llevaba más que una máscara de bronce en ese momento. Lejos de ruborizarse el nublino estaba deseando saber qué pasaría a continuación. Mientras hablaba Obel reparó en los grilletes que apresaban sus muñecas, el hombre no parecía un preso ni de lejos.
La advertencia de Tero era innecesaria, por más que lo hubiera deseado, y no era el caso, Obel no podría haber apartado la mirada de aquella escena, sentía que le llamaba mucho más fuerte que un imán a un trozo de metal. Observó al sacerdote elevarse por el aire gracias a los grilletes, vio abrirse una enorme boca en su espalda y de ésta empezar a manar un líquido negro y espeso que bajó por sus piernas hasta derramarse.
Vio la primera gota caer como si fuera a cámara lenta, sin parpadear ni una sola vez, aquello era algo que necesitaba ver a como diera lugar.
En el mismo momento en que aquella primera gota tocó la lengua de uno de los adeptos que allí se encontraban estalló la locura. Los seres empezaron a luchar por intentar llegar al sacerdote pero Obel no se enteró. Una ola enorme de placer recorrió todo su cuerpo haciendo que se estremeciera visiblemente. Sus garras rascaron la parte de madera del pasamanos del palco dejando unos surcos en ella. Se apoyó a continuación como si le hubieran dado un enorme golpe, como si esa ola de placer hubiera sido física.
La reacción de su cuerpo no se hizo esperar en absoluto. Sus pupilas se dilataron de forma extrema. Su respiración se agitó, se hizo más breve y rápida. Una parte de él cobró vida propia endureciéndose por su cuenta y sin permiso. Unos gruñidos salieron de su boca y volvió a sujetarse al pasamanos, apretándolo y esperando a que aquella sensación se hiciese más suave y le permitiese pensar.
Por suerte se acostumbró rápido pero antes de formular la pregunta que deseaba hacer le llevó dos minutos enteros componerla en su mente.
-Nadie da nada gratis - dijo sin apartar la vista del espectáculo.- ¿Qué tengo que hacer para revivir esta sensación?
Distinguió algunas figuras entre las sombras y, aunque no sabía lo que eran, sabía con claridad que no debían estar muy cuerdos por los hilos de magia que notaba le llegaban. Miró alrededor observando el destrozo que la guerra y el tiempo habían hecho en aquel edificio, no debía ser el verdadero templo o se sentiría extremadamente decepcionado. Efectivamente no tardó en ver el agujero del suelo con las escaleras hundiéndose en la tierra.
Hasta que se había transformado los lugares estrechos nunca le habían importado mucho, ahora bajo tierra no se sentía tan cómodo. No podría blandir su arma en condiciones, por no mencionar de que ni siquiera podía estirar del todo las alas.
Contempló las calaveras al bajar con cierta fascinación preguntándose qué clase de sistema de seguridad tenía el templo. En otra parte de su cabeza había otra pregunta más interesante, ¿qué querían proteger con un sistema de seguridad? Esa pregunta se perdió cuando Tero mencionó a Nihil llamándola sacerdotisa. ¿Entonces una de las heroínas de la ciudad pertenecía a aquel grupo? De pronto Obel se sintió mucho más interesado por el lugar.
No tardaron en llegar ante una puerta oxidada de bronce y Tero se perdió en la oscuridad de un lateral. Le dijo que no se moviera pero la gárgola no pudo evitar acercarse a la puerta para examinarla mejor, aquello del marco parecían huesos de verdad. Acercó una de sus garras para notar el tacto tanto del hueso como del bronce. Ladeó la cabeza pensativo, ahora que se daba cuenta seguía notando la entrada de magia pero en mucha menor cantidad. Frunció el ceño extrañado, ¿es que acaso ya se había llenado de magia casi por completo? Sus libros no eran claros al respecto pero no debería haber sido tan pronto.
Cuando Tero volvió y habló, Obel se sobresaltó ligeramente. No le dio tiempo a componer una excusa de que se había movido por curiosidad antes de que el elegido por Ewa lo cogiese de la mano y tirase de él hacia la oscuridad. Se dejó guiar pues no conocía nada de aquel lugar y desde luego no es que viese muy bien en la oscuridad. Supuso que si no le había reprendido es que no le importaba que hubiese tocado la puerta.
Oyó las voces antes de ver la luz, unas voces enfebrecidas que coreaban todas a una un mismo nombre, Ewa. Salieron a un palco y Obel no pudo evitar acercarse a la balaustrada. Se oyó un golpe sordo contra el suelo cuando el libro que llevaba se escurrió de su mano y cayó al suelo. Se había quedado tan anonadado con la visión del lugar que no se dio cuenta de aquel hecho. Se apoyó con ambas manos en la barandilla y miró hacia abajo, a los milagros monstruosos que coreaban el nombre de la diosa del culto. Más que ser independientes parecían un enorme ser con muchas extremidades.
Una voz lo sacó de estupor y le hizo clavar sus ojos en el hombre que se encontraba en otro palco similar al suyo. No llevaba más que una máscara de bronce en ese momento. Lejos de ruborizarse el nublino estaba deseando saber qué pasaría a continuación. Mientras hablaba Obel reparó en los grilletes que apresaban sus muñecas, el hombre no parecía un preso ni de lejos.
La advertencia de Tero era innecesaria, por más que lo hubiera deseado, y no era el caso, Obel no podría haber apartado la mirada de aquella escena, sentía que le llamaba mucho más fuerte que un imán a un trozo de metal. Observó al sacerdote elevarse por el aire gracias a los grilletes, vio abrirse una enorme boca en su espalda y de ésta empezar a manar un líquido negro y espeso que bajó por sus piernas hasta derramarse.
Vio la primera gota caer como si fuera a cámara lenta, sin parpadear ni una sola vez, aquello era algo que necesitaba ver a como diera lugar.
En el mismo momento en que aquella primera gota tocó la lengua de uno de los adeptos que allí se encontraban estalló la locura. Los seres empezaron a luchar por intentar llegar al sacerdote pero Obel no se enteró. Una ola enorme de placer recorrió todo su cuerpo haciendo que se estremeciera visiblemente. Sus garras rascaron la parte de madera del pasamanos del palco dejando unos surcos en ella. Se apoyó a continuación como si le hubieran dado un enorme golpe, como si esa ola de placer hubiera sido física.
La reacción de su cuerpo no se hizo esperar en absoluto. Sus pupilas se dilataron de forma extrema. Su respiración se agitó, se hizo más breve y rápida. Una parte de él cobró vida propia endureciéndose por su cuenta y sin permiso. Unos gruñidos salieron de su boca y volvió a sujetarse al pasamanos, apretándolo y esperando a que aquella sensación se hiciese más suave y le permitiese pensar.
Por suerte se acostumbró rápido pero antes de formular la pregunta que deseaba hacer le llevó dos minutos enteros componerla en su mente.
-Nadie da nada gratis - dijo sin apartar la vista del espectáculo.- ¿Qué tengo que hacer para revivir esta sensación?
Soy Dal, hijo del Estío y el Crepúsculo. Señor del Vacío y Amo del Infinito. Destructor de Mundos y Artífice de Infiernos. Conde de la Nada y Duque de los Océanos. Rey del Purgatorio y Terror del Cielo. Marqués del Inframundo y Barón de la Muerte. Por todos estos titulos, Invitado, reclamo tu vida para mí .
- InvitadoInvitado
Re: Barrio de los Mil Dioses
05/08/20, 08:06 pm
La reacción de Obel le pareció desternillante. Nunca había visto una reacción semejante a una recarga. Las había oído, en íncubos, súcubos, vampiros, tal vez en algún cizaña, pero nunca la había visto en directo. Se acercó a Obel para verlo mejor en la oscuridad y se apoyó en la varanda. Abajo el caos continuaba, los gritos de Quinto eran casi indistinguibles entre los rugidos de los fieles. Por la Luna, ¿es que no se callaba nunca?
Ladeó la cabeza ante la pregunta de la gárgola, aunque su sonrisa no cambió ni un poco. Pedía un precio. Tero se acercó a su oído para dárselo.
-Sigue viniendo -respondió -Ewa reconoce a sus hijos, los protege y alimenta. Este es tu alimento -Señaló vagamente a la masa de monstruos que se revolvía en las sombras -Acude a ella y ella proveerá.
Todavía tenía ganas de empujar a Obel al pozo a ver qué pasaba, pero ya habría tiempo para eso. Estaba claro que iba a ser una nueva adquisición muy interesante.
Ladeó la cabeza ante la pregunta de la gárgola, aunque su sonrisa no cambió ni un poco. Pedía un precio. Tero se acercó a su oído para dárselo.
-Sigue viniendo -respondió -Ewa reconoce a sus hijos, los protege y alimenta. Este es tu alimento -Señaló vagamente a la masa de monstruos que se revolvía en las sombras -Acude a ella y ella proveerá.
Todavía tenía ganas de empujar a Obel al pozo a ver qué pasaba, pero ya habría tiempo para eso. Estaba claro que iba a ser una nueva adquisición muy interesante.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Barrio de los Mil Dioses
19/04/21, 12:48 am
Había pocas cosas más irónicas que Ulmara adentrándose sin saberlo en el barrio de los Mil Dioses, pero ahí estaba, bañada por la lluvia y el rojo lunar. Al principio corrió sin mirar atrás, aullando, gritando, saltando a cada oportunidad que se le presentaba. A veces sentía el viento empujándole la espalda y la lluvia caía sobre toda ella excepto sus ojos, pero era pronto para entender nada que no fuese la euforia. Lo que fuera que buscaba, esa parte que faltaba de sí misma, ¡estaba en todas partes! Cubría cada calle, cada barrio, cada punto de Rocavarancolia; estaba en el cielo, en el suelo y a medio camino; regaba las plantas del cementerio, formaba arroyos en las calles con pendiente y arrastraba sangre, tierra y suciedad. Era un rumor, como el de sus pasos bajo la lluvia, y era un clamor, como sus gritos coreando los truenos y los aullidos de los lobos.
En un giro brusco vio una figura corriendo hacia ella y la reconoció enseguida.
—¡QWARA! —le gritó con los ojos abiertos y una sonrisa gigante, como pocas veces—. ¿Tú también lo sientes? ¡Está en todas partes! —El agua le había limpiado la sangre a la sudafricana, pero seguía manando de su cabeza para diluirse con el temporal. Ulmara, por fin en el sitio correcto, se dio cuenta de que se había ido corriendo como una loca y las había dejado heridas—. ¡Dioses! ¿Estás bien? ¡Dime que sí! —No podía ocultar la emoción, no podía estarse quieta siquiera, y se balanceaba de un pie a otro, o se estrujaba la ropa siempre empapada, o agitaba la cabeza para descargar un poco de agua de entre las plumas—. ¡Lo siento muchísimo! —le dijo, pero, de nuevo... ¿Lo sentía de veras por haberse ido? ¿O en el fondo se alegraba de que hubiera venido ella?
Faltaba poco para que el suelo temblase de nuevo y, sin saberlo, se encontraban terriblemente cerca de la torre de Sakim el vidente. Una torre a la que le quedaban... ¿cuatro o cinco segundos de vida arquitectónica?
En un giro brusco vio una figura corriendo hacia ella y la reconoció enseguida.
—¡QWARA! —le gritó con los ojos abiertos y una sonrisa gigante, como pocas veces—. ¿Tú también lo sientes? ¡Está en todas partes! —El agua le había limpiado la sangre a la sudafricana, pero seguía manando de su cabeza para diluirse con el temporal. Ulmara, por fin en el sitio correcto, se dio cuenta de que se había ido corriendo como una loca y las había dejado heridas—. ¡Dioses! ¿Estás bien? ¡Dime que sí! —No podía ocultar la emoción, no podía estarse quieta siquiera, y se balanceaba de un pie a otro, o se estrujaba la ropa siempre empapada, o agitaba la cabeza para descargar un poco de agua de entre las plumas—. ¡Lo siento muchísimo! —le dijo, pero, de nuevo... ¿Lo sentía de veras por haberse ido? ¿O en el fondo se alegraba de que hubiera venido ella?
Faltaba poco para que el suelo temblase de nuevo y, sin saberlo, se encontraban terriblemente cerca de la torre de Sakim el vidente. Una torre a la que le quedaban... ¿cuatro o cinco segundos de vida arquitectónica?
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Barrio de los Mil Dioses
21/04/21, 12:51 am
En una demostración del más puro sinsentido Qwara corrió tras Ulmara bajo la tormenta, ignorando los rayos del cielo y los temblores del suelo mientras perseguía a la cercana. Su corazón latía a un ritmo acelerado, bombeando adrenalina por todo su sistema circulatorio, y gracias a ella la sudafricana era capaz de ignorar las señales de dolor que le enviaba su cuerpo mientras recorría aquella ciudad demencial. No era consciente, pero la transformación que estaba experimentando también había empezado a mejorar sus capacidades físicas, y a pesar de la ventaja que le sacaba la alaí no tardó en recortar la distancia que las separaba a la altura del Barrio de los Mil Dioses.
Cuando la nueva tempestomante se detuvo y gritó su nombre la morena tuvo que bajar el ritmo para no llevársela por delante, pero como el empedrado estaba mojado terminó deslizándose por los adoquines y tuvo que sujetarse a su compañera para no caer de morros.
—Lo siento… —se disculpó, su respiración apenas resentida después de la intensa carrera. No sabía a qué se refería exactamente con aquella pregunta, pero se limitó a asentir con una sonrisa en el rostro mientras la lluvia las empapaba.
Qwara veía reflejada en Ulmara su propia euforia, pero al igual que dos gotas de agua no se parecen entre sí cada una la experimentaba a su manera. Para la humana era como una ardiente hoguera, un fuego que calentaba su corazón y evitaba que pasara frío en medio de aquel diluvio. La urgencia en el tono de voz de la cercana, sin embargo, le recordó el dolor que sufría y que aunque el agua diluía su sangre esta no paraba de manar.
—Creo que me va a estallar la cabeza, pero sobreviviré —replicó aun así con algo de fanfarronería, descartando sus disculpas con un gesto de la mano y una media sonrisa. Aunque aún no había podido fijarse en su frente asomaban las puntas de los que serían dos enormes cuernos de argalí—. ¿Tú cómo estás? Irte sola y desarmada ha sido una estupidez… —le recriminó, notando como de repente la violencia de los temblores que sacudían Rocavarancolia parecía aumentar bajo sus pies.
La respuesta de la alaí, si es que la hubo, se perdió entre el estruendo que la torre de Sakim el vidente provocó cuando comenzó a venirse abajo. En ese momento, movida por un instinto de supervivencia primario, la ifrit a medio formar se aferró al brazo de su amiga y tiró de ella hacia el callejón más cercano mientras el mundo parecía derrumbarse a sus espaldas. La nube de polvo y cascotes no tardó en alcanzarlas y lanzarlas varios metros hacia delante, pero abrazadas la una a la otra consiguieron amortiguar la dura caída contra el suelo.
—Joder… —susurró la sudafricana, tosiendo con fuerza mientras poco a poco la tierra se asentaba sobre los adoquines. La tormenta, imperturbable, continuaba rugiendo a su alrededor.
Estaba llena de golpes que más tarde derivarían en hermosos moratones y ahora también sangraba por varios cortes, pero a pesar de lo que la lógica dictaba se sentía mucho más viva que hacía unos instantes. Una débil carcajada se le escapó entonces entre los labios, una risa demencial que creció a la par que el aullido del viento mientras sus rizos mojados y sucios empezaban a brillar débilmente.
Cuando la nueva tempestomante se detuvo y gritó su nombre la morena tuvo que bajar el ritmo para no llevársela por delante, pero como el empedrado estaba mojado terminó deslizándose por los adoquines y tuvo que sujetarse a su compañera para no caer de morros.
—Lo siento… —se disculpó, su respiración apenas resentida después de la intensa carrera. No sabía a qué se refería exactamente con aquella pregunta, pero se limitó a asentir con una sonrisa en el rostro mientras la lluvia las empapaba.
Qwara veía reflejada en Ulmara su propia euforia, pero al igual que dos gotas de agua no se parecen entre sí cada una la experimentaba a su manera. Para la humana era como una ardiente hoguera, un fuego que calentaba su corazón y evitaba que pasara frío en medio de aquel diluvio. La urgencia en el tono de voz de la cercana, sin embargo, le recordó el dolor que sufría y que aunque el agua diluía su sangre esta no paraba de manar.
—Creo que me va a estallar la cabeza, pero sobreviviré —replicó aun así con algo de fanfarronería, descartando sus disculpas con un gesto de la mano y una media sonrisa. Aunque aún no había podido fijarse en su frente asomaban las puntas de los que serían dos enormes cuernos de argalí—. ¿Tú cómo estás? Irte sola y desarmada ha sido una estupidez… —le recriminó, notando como de repente la violencia de los temblores que sacudían Rocavarancolia parecía aumentar bajo sus pies.
La respuesta de la alaí, si es que la hubo, se perdió entre el estruendo que la torre de Sakim el vidente provocó cuando comenzó a venirse abajo. En ese momento, movida por un instinto de supervivencia primario, la ifrit a medio formar se aferró al brazo de su amiga y tiró de ella hacia el callejón más cercano mientras el mundo parecía derrumbarse a sus espaldas. La nube de polvo y cascotes no tardó en alcanzarlas y lanzarlas varios metros hacia delante, pero abrazadas la una a la otra consiguieron amortiguar la dura caída contra el suelo.
—Joder… —susurró la sudafricana, tosiendo con fuerza mientras poco a poco la tierra se asentaba sobre los adoquines. La tormenta, imperturbable, continuaba rugiendo a su alrededor.
Estaba llena de golpes que más tarde derivarían en hermosos moratones y ahora también sangraba por varios cortes, pero a pesar de lo que la lógica dictaba se sentía mucho más viva que hacía unos instantes. Una débil carcajada se le escapó entonces entre los labios, una risa demencial que creció a la par que el aullido del viento mientras sus rizos mojados y sucios empezaban a brillar débilmente.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Barrio de los Mil Dioses
21/04/21, 02:06 pm
Ulmara juraría que Qwara había corrido demasiado rápido y, asombrada, cuando la ayudó a no caer y sintió el calor incomprensible que desprendía, solo le salió reír emocionada, como una confirmación de que no estaba loca. <<¡Sí que lo siente!>>. La tormenta no daba tregua, el agua se vertía sobre ellas con fuerza y el tremor del suelo tan solo aumentaba aquella sensación de euforia desbordante e incontenible. Se preguntó brevemente si se sentían así las nubes y por eso les escupían con tanta fuerza y, justo en ese instante, un trueno retumbó en el cielo gris y rojo que les cubría.
—¡No pasa nada! —le gritó para hacerse oír bajo la tormenta, todavía con esa sonrisa ancha que se habiá instalado en ella.
Cuando la sudafricana le habló del dolor de cabeza, Ulmara se fijó mejor y se dio cuenta de lo que estaba ocurriéndole. Inconscientemente, se llevó las manos a su propia cabeza, pero ni le dolía ni sentía nada pinchudo emerger de ella. Iba a decirle algo, pero ocurrieron dos cosas. Qwara le preguntó si estaba bien y, cuando Ulmara fue a abrir la boca, algo se deshizo en esa misma calle. La bruja novata no habría reaccionado a tiempo, todavía procesando lo que ocurría, y fue el empujón de su amiga lo que la salvó de hacerse más daño del que habría sido sano. Sintió el golpe de varios cascotes con la misma intensidad que había sentido las últimas heridas que se había hecho, quizás más, incluso. La nube de polvo se mezcló con la lluvia y las ensució, Ulmara tosió profusamente. El calor que desprendía la ifrit se mezclaba con el frescor de la lluvia y juntos provocaron una sensación agradable en ella.
—¡QUE POCO HA FALTADO! —dijo entre carcajadas, contagiada por la propia Qwara.
Intentó limpiarse, pero tan solo mezcló su propia sangre con el polvo y la lluvia y se manchó aun más de lo que ya estaba, así que al final aceptó la suciedad como parte de ella y se incorporó, ofreciéndole una mano a su amiga. Las heridas le escocían y juraría que podía sentir el punto exacto del codo en el que se le había clavado algo de gravilla, pero no había dolor posible que eclipsara su ánimo. De hecho...
—¡Qwara, te tienes que ver! —le dijo. Ya no eran solo los cuernos, o el calor, ¡Su pelo! — ¡Estás brillante! —era una descripción acertada de lo que ocurría en su cabeza, pero quizás también un piropo involuntario. Acto seguido buscó a su alrededor y, como si el cielo le leyera la mente, le pareció que la lluvia caía con más fuerza en un pequeño bache del suelo donde se había formado un charco—. ¡Ven, mírate!
En cuanto ambas se asomasen, caería menos agua sobre dicho charco, para que pudieran verse sin que las ondas rompieran el reflejo del todo.
—¡No pasa nada! —le gritó para hacerse oír bajo la tormenta, todavía con esa sonrisa ancha que se habiá instalado en ella.
Cuando la sudafricana le habló del dolor de cabeza, Ulmara se fijó mejor y se dio cuenta de lo que estaba ocurriéndole. Inconscientemente, se llevó las manos a su propia cabeza, pero ni le dolía ni sentía nada pinchudo emerger de ella. Iba a decirle algo, pero ocurrieron dos cosas. Qwara le preguntó si estaba bien y, cuando Ulmara fue a abrir la boca, algo se deshizo en esa misma calle. La bruja novata no habría reaccionado a tiempo, todavía procesando lo que ocurría, y fue el empujón de su amiga lo que la salvó de hacerse más daño del que habría sido sano. Sintió el golpe de varios cascotes con la misma intensidad que había sentido las últimas heridas que se había hecho, quizás más, incluso. La nube de polvo se mezcló con la lluvia y las ensució, Ulmara tosió profusamente. El calor que desprendía la ifrit se mezclaba con el frescor de la lluvia y juntos provocaron una sensación agradable en ella.
—¡QUE POCO HA FALTADO! —dijo entre carcajadas, contagiada por la propia Qwara.
Intentó limpiarse, pero tan solo mezcló su propia sangre con el polvo y la lluvia y se manchó aun más de lo que ya estaba, así que al final aceptó la suciedad como parte de ella y se incorporó, ofreciéndole una mano a su amiga. Las heridas le escocían y juraría que podía sentir el punto exacto del codo en el que se le había clavado algo de gravilla, pero no había dolor posible que eclipsara su ánimo. De hecho...
—¡Qwara, te tienes que ver! —le dijo. Ya no eran solo los cuernos, o el calor, ¡Su pelo! — ¡Estás brillante! —era una descripción acertada de lo que ocurría en su cabeza, pero quizás también un piropo involuntario. Acto seguido buscó a su alrededor y, como si el cielo le leyera la mente, le pareció que la lluvia caía con más fuerza en un pequeño bache del suelo donde se había formado un charco—. ¡Ven, mírate!
En cuanto ambas se asomasen, caería menos agua sobre dicho charco, para que pudieran verse sin que las ondas rompieran el reflejo del todo.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Barrio de los Mil Dioses
21/04/21, 10:17 pm
Qwara aún no había visto la Luna Roja con claridad, pues las nubes de tormenta solo dejaban ver breves atisbos del astro, pero sentía su influjo en el atmósfera y como su magia lo alteraba todo poco a poco. Allí tirada, rodeada de piedras rotas y con una amiga riendo a su lado, la muchacha se sentía borracha de felicidad.
—Por un pelo, si… —contestó con dificultad, la risa aún bailando en su garganta mientras aceptaba la mano de Ulmara para levantarse del suelo. Tenía rotos en los pantalones y había perdido la lanza del frivy bajo el derrumbe, pero no parecía demasiado preocupada.
Cuando la alaí volvió a hablar, sin embargo, la humana le devolvió la mirada confundida y la siguió hasta la grieta en el suelo que había señalado con algo de urgencia. Juntas se inclinaron sobre el charco e hicieron las veces de toldo para que la lluvia no agitara demasiado la superficie del mismo, pudiendo la ifrit ver por fin a qué se refería la tempestomante.
—Vaya… —susurró, llevándose los dedos a la frente para rozar las puntas de sus cuernos en crecimiento mientras el brillo de su cabello sucio aumentaba poco a poco. Sus nuevas uñas también empezaban a asomar.
Durante unos segundos no dijo nada más, absorta en su reflejo y en lo extraño que le parecía todo, pero volvió a reír sin motivo alguno cuando una nueva punzada de dolor le sacudió el cuerpo. ¿A eso se referían los textos con la transformación? ¿Se iba a convertir en una especie de demonio con cabellera incandescente?
—Brillante, si, y mugrienta como una mendiga también —replicó al final, esbozando una amplia sonrisa mientras se volvía hacia la cercana. No sabía si la euforia era una forma de facilitar la aceptación de toda aquella locura, pero desde luego ayudaba bastante—. ¡Parece que nos hemos caído por un sumidero especialmente roñoso, Ulmara! —añadió con una mueca divertida, frotándose los antebrazos con no muy buenos resultados.
Mirándola con más detenimiento la bruja parecía la de siempre y no se apreciaba ningún cambio evidente en su anatomía más allá del nerviosismo, pero la sudafricana no pudo evitar fijarse en sus iris. Tuvo que inclinarse un poco más hacia ella para poder confirmarlo, pues la luz ambiental no era la mejor, y en cuanto lo hizo se le escapó un ligero bufido de sorpresa.
—Es como si tuvieras nubes en los ojos… —murmuró, siguiendo las cambiantes marcas grises con la mirada—. Y parecen tan cargadas como las de ahí arriba. —señaló, apuntando hacia el cielo con el índice justo cuando un nuevo rayo quebraba la oscuridad.
—Por un pelo, si… —contestó con dificultad, la risa aún bailando en su garganta mientras aceptaba la mano de Ulmara para levantarse del suelo. Tenía rotos en los pantalones y había perdido la lanza del frivy bajo el derrumbe, pero no parecía demasiado preocupada.
Cuando la alaí volvió a hablar, sin embargo, la humana le devolvió la mirada confundida y la siguió hasta la grieta en el suelo que había señalado con algo de urgencia. Juntas se inclinaron sobre el charco e hicieron las veces de toldo para que la lluvia no agitara demasiado la superficie del mismo, pudiendo la ifrit ver por fin a qué se refería la tempestomante.
—Vaya… —susurró, llevándose los dedos a la frente para rozar las puntas de sus cuernos en crecimiento mientras el brillo de su cabello sucio aumentaba poco a poco. Sus nuevas uñas también empezaban a asomar.
Durante unos segundos no dijo nada más, absorta en su reflejo y en lo extraño que le parecía todo, pero volvió a reír sin motivo alguno cuando una nueva punzada de dolor le sacudió el cuerpo. ¿A eso se referían los textos con la transformación? ¿Se iba a convertir en una especie de demonio con cabellera incandescente?
—Brillante, si, y mugrienta como una mendiga también —replicó al final, esbozando una amplia sonrisa mientras se volvía hacia la cercana. No sabía si la euforia era una forma de facilitar la aceptación de toda aquella locura, pero desde luego ayudaba bastante—. ¡Parece que nos hemos caído por un sumidero especialmente roñoso, Ulmara! —añadió con una mueca divertida, frotándose los antebrazos con no muy buenos resultados.
Mirándola con más detenimiento la bruja parecía la de siempre y no se apreciaba ningún cambio evidente en su anatomía más allá del nerviosismo, pero la sudafricana no pudo evitar fijarse en sus iris. Tuvo que inclinarse un poco más hacia ella para poder confirmarlo, pues la luz ambiental no era la mejor, y en cuanto lo hizo se le escapó un ligero bufido de sorpresa.
—Es como si tuvieras nubes en los ojos… —murmuró, siguiendo las cambiantes marcas grises con la mirada—. Y parecen tan cargadas como las de ahí arriba. —señaló, apuntando hacia el cielo con el índice justo cuando un nuevo rayo quebraba la oscuridad.
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