Taberna del Mago Tuerto

Toima

-Reparaciones y mantenimiento.-contestó.
Por la expresión de su cara, no parecia querer moverse de su postura, allí dónde la encontraba ilógica. ¿Qué motivo tenia para rechazar el dinero? Ninguno. A nadie le sobraba el dinero en aquella ciudad. Salvo quizás a la bruja y sus amigos ricos. Pero seguro que Vac no tenia el mejor sueldo del mundo. Seguia sin entender porque y el cambio de tema drástico que tomó el griego le señaló que no queria seguir discutiendolo mucho más. Toima parpadeó, algo cansado y afrontó el nuevo rumbo de la conversación con el ceño ligeramente fruncido, terminandose su jarra rápidamente.

-Eso, y que he estado trabajando por mi cuenta.-le explicó al griego. Aunque no queria entrar en detalles, su trasnformación y su entrenamiento le abrian las puertas a múltiples trabajos bien remunerados en aquella ciudad y no eran precisamente motivo de orgullo para él, asi que intentó evitar hablar más de aquel tema.-Y todavia no se que voy a hacer con él...-mintió con cara de poker.-Esta mañana era como si no lo tuviera: Lo estaba ahorrando.-

Tamborileó con los dedos sobre la mesa y, con un gesto pidió al camarero que se les rellenase las jarras. La bebida comenzaba a abrirse paso en su humor, soltándole.
-Aunque ahora que lo pienso... tenia pensado comprar algun regalo... o algo, para los demás. Tengo algo para la bruja y para Tania, pero todavia no se que regalarles al resto de cuchitrileros. ¿Alguna idea para tu hermano?-

El camarero rellenó las jarras a un gesto de Toima, y mientras el licor empezaba a soltar la lengua del argos, el hado se limitó a escuchar. Al parecer el argos quería regalarle algo a los cuchitrileros, y cuando le pregunto si tenía alguna idea para su hermano, Vac se echó a reír.
—Seguro que agradecería un poco de sentido común por tu parte, en realidad cualquiera de los cuchitrileros lo haría —comentó jocoso—. Deberías tenerlos mas en cuenta, Toima, son tus amigos tanto como yo, y encima vives con ellos, no estaría de mas que hablarais de vez en cuando... aunque no te resulte fácil.

Vac no solía preguntar cuando el albino venía con alguna extraña petición, había aceptado que no iba a conseguir nada interrogándole y simplemente esperaba el momento en el que el propio argos se dignara a explicarse. Por otro lado comprendía a sus amigos, ellos convivían con él y no debía ser tarea fácil.
—Tal vez un mp3 —respondió al final, no tenía que pensárselo demasiado—. No creo que encuentres uno con música, pero eso se puede solucionar mas adelante, y estoy seguro de que a Noel le encantara.

Toima

Toima chasqueó la lengua en respuesta a las sensatas sugerencias del griego. Él mismo era consciente que no era transparente en todo. En más o menos la mitad. En bastante menos de lo que el argos reconoceria, pero aun así se sentia malo por la tensión que habia causado sus últimas acciones y, mientras que no se arrepentia de hacerlo, si que queria transmitir disculpas de algún modo. Y el único que se le ocurria era ese.
-¿Mp...3?-reptitió con una ceja alzada, extrañado mientras el hado continuaba, cuando terminó, hizo un intento propio a adivinar que era.-¿Eso que es? ¿Un trasto que echa música?-comentó jocosamente, mientras sorbia de su cerveza.-Bueno, si crees que eso le gustará, no me quedará otra... Y con los demás...-resopló.-Estoy casi igual de perdido. Nunca me han regalado nada y no se si hay algo típico que hacer o...-añadió hundiendose de hombros.

Quizás su mayor problema entonces, seria Giz, pues no tenia ni idea de ciencia o de que podria necesitar un cientifico. Y el truco de regalarle una mascota no servia pues ya tenia él todas las mascotas que pudiese querer. Tendria que acabar consultando a la bruja para algo magico-raro-cientifico que pudiese comprarle que no le dejase con un agujero en el bolsillo.

Y asi siguieron, debatiendo entre cervezas sobre que podria regalar a quien hasta bien entrada la mañana. El ulterano se despidió de Vac andando a trombos por la bebida, alegando que le iban a echar de menos durante la comida sino. Dándole las gracias una última vez, se volvio a despedir, pagó en la barra con dinero del que habia traido y salió por la puerta.

La taberna estaba animada. Los monstruos celebraban victorias y lloraban derrotas acompañados de grandes cantidades de alcohol. Zmey se había quedado unos instantes en la puerta, analizando las caras, buscando a los conocidos, a pesar de que posiblemente los acabaría evitando. Avanzó hacia la barra y fue a llamar al trasgo para pedirle una copa, algo dentro de su presupuesto y acorde a su ánimo. Oyó a alguien chistándole a su espalda, que de alguna forma se había logrado hacer oir por encima del barullo. Zmey se giró y se encontró con una anciana. Estaba sentada en una mesa esquinada, con una botella de licor dulce de leche y otra de vino, ambas casi terminadas. Era una nublina, con los cuernos sucios y retorcidos sobresaliendo entre su cabello canoso. Vestía ropas caras, e iba cubierta de joyas, pero su piel grisácea estaba muy deteriorada y tenía un ojo de cristal. A Zmey no le pareció en absoluto una señora de clase alta.

-Pss, chico- volvió a llamarle- Sé bueno y pídeme otra botella. Ven a bebértela con esta pobre anciana.

Zmey alzó una ceja con incredulidad. No quería ser maleducado con la anciana pero tampoco quería beber con ella, a juzgar por el jovencito peliazul que estaba a su lado podía intuir sus gustos. Pidió la botella y se la llevó con la intención de negarse a su petición, pero la mujer le agarró del brazo y tiró de él para hablarle.

-Te felicito por tu combate de hoy, jovencito, me has hecho ganar mucho dinero- dijo, señalando las grandes bolsas de oro que tenía a los pies. Lluego se echó a reir.

El piromante la miró incrédulo unos instantes, luego se echó a reir con ella.

-Me habían dicho que solo una persona había apostado por mi, y por quien me lo dijo no quise creermelo.

-Pues es cierto jovencito, esta vieja esclava apostó todos sus ahorros por ti. He trabajado para muchos videntes y adivinos, quien sabe, tal vez se me haya pegado algo.

Zmey acabó sentándose al lado de la anciana, que se presentó como Nanda.

-Fue el nombre que me dio mi primera ama, y ya no recuerdo el mio así que me vale igualmente. Llevo en esta ciudad desde que era una chiquilla, han alargado y alargado mi vida y por fin puedo reclamarla como mía- soltó una fuerte risotada y se abrazó al joven que la acompañaba.

-Y, bueno, ¿piensa retirarse a descansar a algún sitio?- preguntó Zmey un poco incómodo.

-Oh, no, posiblemente no pasaré de esta noche-respondió Nanda dándole un trago a su copa y ofreciéndole otra a Zmey- He hecho enfadar a mucha gente, a nadie le gusta perder dinero, y menos para dárselo a una vieja chocha. No, Nanda no ha llegado a esta edad sin saber cómo funciona esta ciudad. Por eso pienso pegarme la noche de mi vida. Tengo alcohol, cosas bonitas y brillantes y chicos guapos- apuró la copa de un trago y se sirvió otra- Descansaré en paz, el viejo Siloco no quiere este cuerpo decrépito, y nadie enterrará a una esclava en el cementerio. Quería agradecértelo, piromante, gracias a ti voy a irme a lo grande.

-No he hecho nada, realmente- dijo Zmey, fijando la vista en el licor que aun no había probado.

-Oh, vamos, vamos, no quiero ver a mi benefactor con esa cara larga. También mereces pasártelo bien, chico, y veo que ni siquiera tienes con quien celebrar tu victoria.

-Bueno... Algunos de mis amigos.- empezó Zmey, pero Nanda se metió la mano en el escote y sacó una cadena de oro blanco. Estaba adornada con enormes pedruscos rojos y cualquiera se preguntaría cómo había escondido la anciana semejante armatoste entre sus arrugados y colgantes pechos.

-Aquí tienes, chico- dijo lanzándole el collar. Pesaba bastante- Ya no me lo voy a poner más, y prefiero enterrarme de verde. Busca a alguna chica bonita e invítala a beber. O chico, me da igual.

-No puedo aceptarlo...-Zmey podría entrar en pánico. Varias imágenes pasaban frenéticas por su mente, sentimientos extraños tanto terroríficos como embriagadores.  Era una oportunidad de oro, pero no le correspondía, no se lo merecía.

-Tonterias, chico, ve a beber. Invita a esos amigos de los que hablas. Diviértete por mi, y Nanda se divertirá por ti. ¿Verdad Zedrig?

El prostituto le dedicó una sonrisa dulce, tan bien ensayada que parecía genuína, y asintió con entusiasmo. Zmey no tuvo más remedio que aceptar, ante la insistencia de la anciana. Terminó con ella una botella más, y finalmente Nanda se fue con Zedrig a un reservado. Zmey se quedó solo. No encontró a Saren por ningún sitio, y no había nadie más con quien pudiera siquiera compartir una copa. En el fondo Zmey tampoco se sentía con verdaderas ganas de celebrar nada. Miró el collar, lo guardó en el interior del abrigo y se fue de la taberna.

Vac se limitó a sonreír ante el comentario del brujo, sin decir nada, y siguió caminando con gesto despreocupado. No tardaron en llegar a la calle del burdel, pero ese no era su destino por el momento, y el hado se desvió en una calle lateral, enfilando la taberna.
—No se tu, Wheem, pero yo estoy famélico —comentó, abriendo la puerta del local y echando un vistazo al interior—. ¿Te apetece comer algo? Seguro que allí abajo os alimentaban con bazofia, estas en los huesos...

Bajó las escaleras seguido del varmano, y tras intercambiar unas palabras con el trasgo se sentaron en una mesa algo apartada. Había bastante gente, sonaba una música agradable de fondo, y desde la cocina llegaba un olor delicioso. El camarero no tardó en venir a tomarles nota.
—A mi ponme una jarra de cerveza tostada y algo de comer, lo mejor que tengas —pidió—, y para mi amigo lo que quiera —añadió, cediéndole la palabra al brujo.

El hado saludó con un gesto a un par de parroquianos mientras el trasgo atendía al varmano y cuando este se alejó, volvió a prestar atención al chico.
—Los detalles de tu trabajo los dejaremos para mas tarde, porque no seré yo el que te los cuente, pero te adelantó que no vas a vivir encadenado a una pared ni nada por el estilo. Realmente no vas a ser un esclavo —dijo, haciendo un gesto de desagrado con la mano, al griego no le gustaba aquel termino—, tendrás sueldo, alojamiento privado, y seras uno mas de la familia si tu quieres. ¿Qué sabes del burdel? —preguntó con curiosidad.

La comida llegó y el griego empezó a degustarla con tranquilidad, sin dejar de escuchar las palabras del varmano. Dio un trago a su cerveza y después sonrió, sopesando las últimas palabras del chico.
—Es cierto, son preciosas —asintió, sin desmentir en ningun momento el resto de afirmaciones—. Estas bien informado, sin duda, tal vez te vaya bien allí... y hasta puede que llegues a conocer a alguno de los demonios del jefe —sonrió, apurando su jarra y pidiendo otra, además de una botella de licor de fuego para mejorar la digestión.

El camarero le había traído un plato de ternera asada con guarnición de verduras salteadas y estaba todo delicioso, pero era mucha comida, y necesitaba algo para bajarlo. Siguió comiendo en silencio, y cuando vació el plato se sirvió un vaso del licor, empujando otro hacia el brujo.
—¿Qué tipo de música te gusta? —se interesó, haciendo girar su copa con gesto distraído—, tengo entendido que se te da bien bailar.

El hado hacía tiempo antes de partir hacia el burdel, pues suponía que el chico quería retrasar el momento. Se le notaba desconfiado, y Vac no se le reprochaba, pero esperaba que eso cambiara con el tiempo. No era agradable trabajar con alguien que no se fiaba de ti, y menos si se tenía en cuenta que una de las obligaciones del griego era asegurar el bienestar de los empleados del burdel.

El hado escuchó mientras comía, sonriendo cuando el varmano comentó que no le hacía mucha ilusión. No se le podía reprochar, los demonios de Cain eran curiosos, pero algunos también eran perturbadores.
—Así es, swing y jazz, buenos estilos —asintió, dando un trago a su jarra y terminándose la comida—. Te puedo prestar algo de música cuando lleguemos, aunque no tardaras en poder conseguirla por tu propia cuenta —sonrió, el chico tendría un sueldo generoso, de eso estaba seguro.

Mientras el brujo se ponía las botas, el griego se dedicó a observar la clientela con aire distraído, perdido en sus pensamientos. Al final llamó al trasgo para pedirle la cuenta, se acercaba el momento de ponerse en marcha.
—A mi también me gusta la música, pero soy mas de los que interpretan. ¿Solo te gusta bailar o también tocas algún instrumento? —se interesó, caminando con él hacia la salida.

Continúa en el Burdel de Dama Espasmo.

Saren se bebió su hidromiel sin prisa, saboreando cada trago mientras conversaba sentado a la barra con el trasgo tabernero. El selkie se dejaba caer por allí de vez en cuando desde la fiesta que había corrido a cuenta de Vac, se había aficionado al ambiente de aquel local y se había convertido en un cliente habitual. Disfrutaba de la música y de la bebida, y de vez en cuando se conocía a gente interesante. Aquella noche la taberna estaba concurrida, pero se notaba que al día siguiente empezaba el torneo, pues la clientela era menor que en otras ocasiones. Los participantes debían estar ya durmiendo, y como el idrino no avistó a nadie conocido, terminó por despedirse del jefe al cabo de un rato.

Salió al aire fresco de la noche con la misma despreocupación con la que había llegado, y como la temperatura era agradable, decidió dar un paseo hasta la Sede. El norteño tarareaba por lo bajo una canción, y la melodía se confundía con el sonido de sus botas, que resonaban en las calles vacías. Sus ojos, generalmente mas atentos, estaban ligeramente enturbiados por el alcohol, y se deslizaban por las siluetas de los edificios con aire distraído.

Saren no era consciente de lo que estaba pasando, y para cuando quiso darse cuenta, ya era demasiado tarde. El selkie se puso en tensión al tiempo que la adrenalina despejaba su cabeza, y aunque aun no sabía que estaba cayendo en una emboscada, su subconsciente le advertía del peligro que corría.
—Esconderse en las sombras es de cobardes —comentó con voz afilada, tejiendo sus defensas a toda prisa y maldiciendo internamente al percatarse de que se había dejado su arma en la Sede—. Vamos, dejad que os vea, al menos me debéis eso si pretendéis darme caza —añadió con ironía, esbozando una sonrisa torcida.

A pesar de haber perdido, Giz celebró las victorias tanto de Gael como de Noel. Con un 100% de las victorias para el grupo, independientemente de quien de ellos se llevara el dinero, todos ganaban promoción. El goliat auguraba un aumento de las actividades financieras. A la salida del anfiteatro se toparon con Karime, a quien también felicitaron. Sin embargo, el tema derivó en Saren y su ausencia desde el inicio del torneo y tanto la loba como los cuchitrileros consideraron oportuno rastrearlo para evitar preocupaciones innecesarias.

Según Karime, la última vez que lo vió afirmó que acabaría pasándose por la taberna y decidieron comenzar a buscar por allí. Debido a que Giz se había enfrentado a un gasto mágico menor que el fuego fatuo y a que el hechizo necesario para encontrarlo a estas alturas debía de ser de alta intensidad, fue él el encargado de llevarlo a cabo. Una vez brotaron las palabras, los ojos de Giz se volvieron negros y pudo seguir el rastro del idrino.

Efectivamente, Saren había llegado allí. Sin embargo, el hechizo perdía cualquier tipo de señal en una calle cercana, de forma abrupta poco después de salir de la taberna. Giz abrió entonces la gola y frunció el ceño. No le gustaba lo que percibía. Peor aún, no le gustaba lo que no percibía.

—Nos podemos preocupar con motivos —les confirmó, antes de pasar a explicarles lo que había logrado sacar en claro—. El rastro acaba aquí de forma brusca y la variante que he utilizado me habría permitido localizar a Saren incluso muerto, así que creo que podemos barajar el secuestro. —La facilidad con la que había expuesto las cosas podría dar a entender de forma errónea que no le había afectado lo suficiente. Sin embargo, Giz ya había empezado a ordenar sus ideas— Karime, ¿sabes de alguien que le guardara rencor de algún tipo?

Karime siguió al grupo perdiendo por completo la alegría con la que había salido del anfiteatro. Cabía una gran posibilidad de que fuera una falsa alarma, pero si no era así no podría hacer otra cosa que sentirse culpable.

En la taberna, el goliat fue el encargado de llevar a cabo el hechizo de rastreo, aunque Karime también hizo lo propio transformando su nariz para olfatear el ambiente. No era que no se fiara de la magia, sino que prefería asegurarse. El asreniano confirmó lo que ella se temía: a Saren le había pasado algo.

- ¡No!- exclamó casi sintiéndose ofendida porque creyeran que Saren pudiera levantar rencores.- Él solo dibuja, lee, vuela y entrena con vosotros, no hace otra cosa, no… No creo tenga problemas con mercaderes, no tiene mucho dinero, no ha tenido oportunidad de relacionarse con ellos. La logomante era de confianza, es decir, también trabajó para Shizel y el tatuador es vuestro amigo. No sé, no se ha relacionado con otros de la ciudad que yo sepa y nadie tendría motivos para secuestrarlo. ¿Quién querría secuestrar a un pajarito idrino? Si fuera por motivos sexuales lo entendería, pero nadie se toma tantas molestias por motivos sexuales.

Aunque al principio mantenían cierto optimismo acerca del motivo de la desaparición de Saren, este se esfumó cuando Giz confirmó que el rastro terminaba abruptamente en una calle cercana a la taberna. Al menos sabían que no había muerto gracias a que el goliat se había asegurado de que su sortilegio de rastreo incluía aquella eventualidad, pero el draco estaba de acuerdo con que aquello tenía bastantes papeletas para tratarse de un secuestro. Mientras Karime respondía a la pregunta del goliat, Noel dejó de prestar atención hacia el final de su respuesta, pues algo había hecho "clic" en su mente al asaltarle un recuerdo que había pugnado por salir desde que el asreniano expresó en voz alta su suposición. La expresión del sueco había cambiado a una de pasmo por la súbita comprensión y cuando la libense terminó de hablar, haciendo caso omiso deliberadamente a su última reflexión, él mismo tomó la palabra.
—Han sido ellos —dijo de pronto con un tono de voz que evidenciaría para todos los presentes, salvo la licántropo, de quién estaba hablando—. Han tenido que ser ellos. ¿Recordáis aquel día, en Serpentaria? Lo que nos contó Shizel... Preguntaron por "el idrino de la torre" y no se han vuelto a poner en contacto con él si se mantuvo fiel a su promesa. ¿Y si el idrino que buscaban era Saren?
Aunque había sido muy categórico al principio, el draco era consciente de que el secuestrador podría ser otra persona, pero la simple sensación de que probablemente estaba en lo cierto había bastado para crisparle los nervios.

—¿Se te ocurre qué podrían querer de Saren unos cazarrecompensas? —Volvió a inquirir a la libense—. Si posee algo de valor o... Algún aspecto de su transformación que pueda interesar a alguien.
Inconscientemente se había arrimado a Wen mientras hablaba, aunque evitó mirarla y también dar más detalles acerca de qué clases de cosas se refería con lo último que había dicho. Lo que no dijo, no obstante, es que existía la posibilidad de que si los de Gar habían atrapado a Saren también podría ser en venganza hacia ellos, si lo habían visto en alguna ocasión mientras entrenaba en la bahía con el grupo. Aquel asunto se había complicado con un simple rastro.

- ¿Quiénes son ellos?- preguntó confusa, no le gustaba nada el tono de voz del draco.- ¿Por qué querrían a Saren?

Karime no entendía que estaba pasando y se estrujaba la mente para averiguar la posible razón por la que podrían haber secuestrado al selkie.

- ¿Cazarrecompensas?- preguntó sorprendida.- Bueno, vale, a ver…- intentó tranquilizarse.- Ya os he dicho que no tiene nada de valor, es decir, el único dinero que sé que ha tenido fue el que sacó del trabajito ese que hizo.- la libense se paró a pensar durante algunos segundos si algo en la habitación del selkie le había llamado la atención, pero además de los libros y el material de dibujo, no parecía que tuviera nada de valor.- Él se transforma en un pájaro gigante, pero no como yo, no como yo me transformo en loba. Él se saca su piel de detrás de la oreja, se la pone y vuela.- la loba rió sin ganas.- No es que su transformación implicara que la piel le saldría detrás de la oreja, eso ha sido idea suya.

La sorpresa del rastro lo dejó lívido. Saren por sí mismo no tenía ningún motivo para borrar rastros, así que aquello apestaba a problemas serios. Y estaba cansado de lidiar con muertes de amigos, agotado, y era la primera posibilidad que se le venía a la cabeza. Cada vez era más fácil de aceptar pero nunca, ni una vez, menos doloroso. Aun así no sabían nada, cabían muchas posibilidades todavía, y Karime ya estaba dando detalles. La mención al día de serpentaria lo petrificó, porque encajaba, encajaba perfectamente, y más sumando que tenían la costumbre de teletransportarse, no tenían ni que borrar el rastro.

―Habrá que averiguarlo ―musitó―. Karime, ¿podrías preguntar a otros amigos suyos? Nosotros podemos intentar averiguar algo en la biblioteca. También cabe la posibilidad de que le hayan confundido con alguien… ―y en ese caso el pronóstico no sería muy bueno. ¿Y si en vez de liberarlo se habían deshecho de él…? Habían pasado demasiados días. No quería ni pensarlo.

Hablaron para compartir la información reuniéndose al día siguiente y comenzar la búsqueda con los medios que tuvieran a mano. Si era cosa de cazarrecompensas se podría escuchar algo entre la escoria de la ciudad, tal vez.

Sigue en el cuchitril.