Taberna del Mago Tuerto

Vac se autoincrepó su estupidez cuando Noel comentó en tono sarcástico que a él le estallaban los tímpanos con las risas tras su comentario sobre la barba, no tenía derecho a bromear con los temas de las putadas de la Luna, pues su transformación no salia perjudicada si la comparaba con otras similares. Era cierto que el polvo de sus alas era muy codiciado, pero él había tenido suerte y había superado aquel obstáculo hacía tiempo, poca gente se atrevería a atacarle por ese motivo.
—Siento el comentario, no debería bromear con esas cosas, he sido un gilipollas —se disculpó en voz baja.

El draco continuó hablando, agradeciéndole de nuevo el empujón que le había dado para con Wen. Vac notaba algunos de los pensamientos que pasaban tras los ojos de su hermano al hablar del tema, por eso frunció ligeramente el ceño ante su último comentario.
—Ahora estas siendo tu el gilipollas. No deberías ser tan inseguro hermano, digas lo que digas tenemos los mismos genes, y si me consideras tan talentoso como dices, tu estas a la par —aclaró—. De haber llegado a eso, como dices, te habría escogido a ti melón, recuerda que le encanta tu barba —bromeó—. Mierda, lo he vuelto a hacer... El caso, eres mi hermano y ella es mi cuñada, no hay mas que hablar, nunca llegue a pensarlo y nunca lo voy a hacer.

Observó unos segundos el contenido de su jarra, sopesando la ultima pregunta que le había hecho el sueco. No sabía si responderle, no le era fácil hablar de aquello y ni siquiera estaba muy seguro de porque estaba así. Trazó una burbuja de silencio entorno a su mesa y se miro los dedos unos segundos, midiendo sus palabras.
—No lo se, tal vez, aunque pueden ser estupideces. Tu y yo pertenecemos al peor tipo de monstruos que se pasea por esta ciudad, y a pesar de que lo hemos aceptado, no ha sido tarea fácil. Todas esas torturas, todo ese dolor y esas muertes... no, definitivamente no es fácil, al menos para mi. No me malinterpretes, como ya he dicho tengo muy claro lo que soy, pero a veces me doy miedo, ¿sabes? Se que nunca me volvería contra mis amigos, sin embargo en algunas situaciones no soy consciente de mis actos, cuando empieza a correr la sangre no me detengo a pensar, me limito a aplastar lo que tengo delante. ¿No te pasa?, ¿no notas algo siniestro dentro de ti cuando entras en batalla? La matanza de Nubla, la carnicería de la última Luna Roja... a veces creo que voy a volverme loco, hermano. Hasta la secta de Ewa me tiene echado el ojo —rió sin alegría, apurando su cerveza—. Se que os tengo a vosotros para apoyarme, pero aun así... —murmuró, pero se cayó y no siguió hablando.

Noel arqueó una ceja cuando Vac se disculpó por el comentario y chaqueó la lengua.
—No digas chorradas, estaba de coña. Si no se pudiese bromear con mi transformación, eso me convertiría en el prototipo de draco de Estínfalo amargado que describen algunos libros —le aseguró resoplando levemente y esbozando una sonrisa.

El draco alzó la vista hacia el hado cuando este le increpó acerca de los comentarios que había esperado, en vano, que pasase como una broma más entre todas las tonterías que habitualmente salían de su boca. El sueco suspiró para sus adentros, diciéndose que a aquellas alturas no podía esperar otra cosa por parte de los que ya lo conocían tan bien. Por supuesto, no estaba de acuerdo con la réplica de Vac. Nunca lo estaba. Pero, también como siempre, no pensaba permitir que la conversación siguiese por ese camino.
—Bueno, pero no estábamos hablando de mí —esquivó el tema acompañando sus palabras con un gesto de descarte con la mano, tratando de transmitir que le quitaba importancia al asunto. Aunque no pudo evitar componer una sonrisa cansada ante lo que añadió su hermano a continuación—. No te tomes tan en serio mis comentarios, hombre. Pero mejor dejémoslo, no tiene mucho sentido teorizar sobre algo así.
<<Ni es agradable; ni cómodo>>, añadió para sí mientras daba un trago a la cerveza.

A continuación Vac pasó a contarle, por fin, lo que parecía estar rondándole por la cabeza. Y lo que contó cogió por sorpresa al sueco, pero no precisamente porque le extrañase que el hado albergase esa clase de dudas. El draco, ahora sin rastro de humor en su expresión, alzó la mirada hacia su hermano mientras este enumeraba una por una todas las preocupaciones que a él mismo le asaltaban a menudo relacionadas con lo que ahora era. Noel parecía tener la cabeza en otra parte mientras veía sin realmente ver como Vac daba un largo trago a su bebida, habiéndose olvidado aparentemente por completo de la suya propia a pesar de que tenía la jarra agarrada por el asa con una mano mientras que la otra descansaba sobre parte de su cara.

—Es lo mismo —dijo de pronto saliendo de su ensimismamiento y dejando caer los brazos sobre la mesa, cruzándolos a medias, tras unos breves segundos de silencio—. Todo lo que acabas de describir… Me pasa exactamente igual. Yo también me doy miedo a mí mismo a veces —le aseguró en tono grave—. Siento que pierdo el control y me asusta pensar que en otra ocasión podría ir a peor. Llegar a un punto donde no haya vuelta de hoja. Volverse loco, en definitiva, tal y como acabas de decir… —volvió a intercambiar una mirada seria con el hado mientras meditaba la última apreciación de su hermano. Se dio cuenta entonces de la relación de lo que había comentado anteriormente con lo que le estaba explicando ahora. Tras otra breve pausa volvió a hablar—. Pero Wen siempre consigue calmarme. Me basta con tenerla cerca, su presencia me tranquiliza… Creo que te referías a eso, ¿verdad?

Noel se había ensimismado en cuanto Vac había terminado de hablar, lo cual no pareció importar demasiado al griego, que agradeció aquel silencio táctico. No duro mucho, sin embargo, pues el draco lo interrumpió de forma repentina y le contó al hado que él tenia las mismas dudas. Vac sonrió sin alegría durante el discurso, observando a su hermano por encima del borde de su jarra y confirmando que aquellas dudas no solo eran cosa suya. El propio draco fue quien llegó a una conclusión, y cuando terminó de hablar, Vac permaneció en silencio.

Su segunda jarra de cerveza estaba vacía, así que le hizo un nuevo gesto al camarero y le encargó una botella de hidromiel y un par de vasos, asegurándose cuando lo trajo de que se lo cobrara a él. Sirvió ambos vasos y le tendió uno a Noel, saboreando después un trago del propio. Todavía no había contestado a su hermano, y aun tardó unos minutos mas en decidirse a hablar. Hacía girar el licor en el fondo de su vaso con un giro continuo de muñeca, y su mirada quedaba atrapada en el fondo del remolino.
—Puede que si —dijo por fin—. Me como la cabeza con dudas sobre mi monstruosidad y sobre si algún día me volveré loco, y al parecer la solución es echarse novia —su voz se apagó en cuanto terminó la frase, y tras unos segundos de pausa, señalo a su hermano con la mano que sostenía su copa y volvió a hablar—. Borra eso último, dicho en voz alta suena completamente ridículo —aclaró, riendo sin ganas—, pero supongo que hay algo de verdad en ello. Quizás necesite ese tipo de complicidad con alguien, una persona que comprenda y aplaque la peor parte de mi. No lo se, realmente no lo se, y si te soy sincero, prefiero dejar el tema —concluyó, la mirada perdida y el ceño fruncido—. Siento haberte hecho perder el tiempo con mis tonterías, olvídalo.

Noel no dijo nada mientras su hermano parecía estar meditando qué responderle. Se limitó a esperar mientras terminaba lo poco que quedaba de su cerveza poco a poco, sumido también en sus propios pensamientos sobre el asunto.

Aceptó el hidromiel que pidió Vac por sorpresa también para él aunque dirigiéndole una mirada reprobatoria mientras el hado le acercaba uno de los vasos.
—No te invité para que me la devolvieses. —Chasqueó la lengua justo antes de darle un trago a la nueva bebida.

El hado por fin se decidió a continuar hablando y el draco lo escuchó sin interrumpirle mientras de vez en cuando daba algún trago al hidromiel. Tan solo dejó escapar una leve risa sin mucho rastro de humor cuando el hado se rió sin ganas.
—Suena muy ridículo y si me lo hubieses dicho hace más de un año probablemente te habría mirado como si estuvieras mal de la cabeza —le concedió con cierto aire sarcástico en su expresión—. Pero no voy a ser precisamente yo quien te diga que estás loco ahora. —Volvió a ponerse serio—. No se solucionan todos los problemas, no creo que haya nada que pueda simplemente hacerlos desaparecer y es probable que haya que convivir con ellos durante toda la vida. Pero al menos para mí se han vuelto más llevaderos gracias a Wen. A lo mejor a ti también te funcionaría, o a lo mejor no —concluyó encogiéndose ligeramente de hombros transmitiendo duda—. Y no me haces perder el tiempo ni me parece una tontería. ¿Cómo iba a parecérmelo, precisamente a mí? —Negó con la cabeza con reprobación—. Si no quieres seguir hablando de ello ya lo dejo, pero que no sea porque “me molestas” o alguna idiotez semejante.

—Si, posiblemente yo también pensara que estoy loco si me viese con los ojos que tenía hace cinco años, pero han cambiado mucas cosas —comentó el hado, apurando su segundo vaso de hidromiel—. Se que los problemas no desaparecen, me exprese mal, simplemente parecen menos importantes, ¿no es cierto? —el último comentario del sueco le hizo reír, y alzó su copa hacia él en señal de brindis— Lo tendré en cuenta para la próxima vez, pero por ahora prefiero hablar de cosas mas felices, ¿si?
Conversar con su hermano resultaba bastante fácil, y aunque era incómodo abordar aquella clase de temas, parecía un poco mas fácil si era el draco quien le escuchaba.
—A veces me preguntó como habrían sido las cosas de haber estado juntos desde niños —sonrió distraído—, tal vez todo hubiese sido mucho más fácil entonces.

La conversación desembocó en temas menos trascendentales, como el inminente torneo, los progresos de Noel con la batería, o las clases con Deferentia. La botella de hidromiel fue bajando poco a poco, y cuando por fin se la terminaron, los dos hermanos se pusieron en pie de mutuo acuerdo. Empezaba a anochecer y había cosas que hacer.

Continúa en el Burdel de Dama Espasmo.

—Supongo que sí, que se trata de eso —le confirmó cuando el hado se corrigió acerca de lo que había dicho sobre los problemas—. Y está bien, cosas felices. Hablemos de qué formas tan bonitas van a morir los tipejos de Gar. Más feliz que eso no se me ocurre —bromeó aprovechando la circunstancia de que todavía estaban amparados por el hechizo insonorizador.

No obstante, hablaron de otro tipo de cosas. Las conversaciones salían solas como sucedía normalmente al hablar con el hado y saltaban de un tema a otro con facilidad.
—Yo ya te lo dije en una ocasión, trollearíamos al gilipollas de nuestro padre… Hasta que nos echase de casa, supongo —comentó jocosamente cuando su hermano hizo aquel comentario.

Durante esa conversación, a Noel le entraron ganas de mejorar con la batería y le pidió a Vac que buscasen algún hueco para que le siguiera enseñando en los próximos meses. Últimamente habían estado bastante ocupados ambos por sus respectivos trabajos y por eso el sueco no había podido hacer demasiados avances al respecto.

Una vez se terminaron la botella de hidromiel y abandonaron la taberna, el draco acompañaría al hado al burdel ya que pensaba pasarse por allí de todas formas como casi todas las noches.

Sigue en la Torre Serpentaria.

Toima

La puerta de la taberna se abrió con un sonido seco. El ulterano no tenia costumbre de tan temprano visitar aquel lugar, pero no le quedaba otra, pues alli le conducian las señales que le habian dado en el burdel. En una mano llevaba una simple caja de madera que parecia pequeña en comparación con el ulterano, pero que la mayoria de gente emplearia dos manos para llevarla. Su mirada no tardó en localizar a su objetivo.

Sentado a una mesa, Vac leia el periodico apaciblemente. Algo dentro de Toima se torció, fruto del nerviosismo y le hizo costoso el arrancar a andar en su dirección. Lentamente, con un gesto seco, plantó la caja en la mesa y agarró un asiento cercano.
-Vac, tenemos que hablar.-dijo.

Las voces de los clientes solo eran un murmullo de fondo, un sonido apenas audible que no llegaba a ser molesto y que, a pesar de su incipiente dolor de cabeza, casi resultaba agradable. Vac leía el periódico en una mesa apartada, sentado frente a los restos de un desayuno copioso del que había dado buena cuenta minutos antes. Los efectos de la terapia de la soñadora empezaban a desaparecer, las pesadillas volvían a acosarle y había pasado una mala noche, por eso motivo estaba allí. Aquella mañana había madrugado de mas y había salido a dar un paseo con la vana esperanza de que el aire fresco le despejara: la taberna había sido el final lógico en su camino.

El trasgo se acercó a la mesa y le rellenó la taza de café, llevándose después los platos vacíos en dirección a la cocina mientras tarareaba una canción. La puerta de la taberna se abrió entonces con un sonido seco, pero el griego solo alzó la mirada de las paginas impresas cuando el golpetazo de una caja le sacó de su ensimismamiento. Toima se acababa de sentar frente a él, y por la forma en que le miraba acababa de decir algo. Los ojos del griego reflejaron confusión mientras terminaba de volver a la realidad y procesaba sus palabras, pero se recuperó a los pocos segundos y se enderezó en la silla.
—Claro —dijo por fin, doblando el periódico y cruzando las manos sobre el—. ¿Qué sucede?

Se le hacía raro que fuera el ulterano el que decidiera romper el silencio entre ellos dos después de tanto tiempo, pero se abstuvo de decir nada y espero su respuesta.

Toima

-Bien pues...-susurró el ulterano entre dientes.

Lentamente, como con costosidad, alargó el brazo y empujó la caja hacia el lado de la mesa que ocupaba Vac, usando la punta de los dedos, sécamente deslizándola por la superficie. Sus ojos seguian igual de vigilantes como de costumbre, pero se podia leer cierta tensión en ellos.
-Es el dinero que costó... lo de Ulterania.-le informó.

No tenia muy claro como debia decirlo, no estaba acostumbrado a aquello. En un principio él se habia quedado tan pancho dejandole pagar el pato por completo al griego, pero, con la cabeza más fría, empezó a sentirse más y más molesto con el tema y, tras consultarlo con Tania, llegó a la conclusión que debia devolverlo. Y se habia esforzado bastante para reunir semejante cantidad de dinero. La cueva de la ladrona habia sido quizás, el golpe de suerte más oportuno que habia tenido. Pero, por otra parte, renunciar a tanto dinero simplemente por un malestar interno parecia una locura, pero por otra parte no se iria nunca aquella sensación. Todo aquello era nuevo e incómodo para el ulterano.

El argos estaba tenso, se le notaba a la legua, y el contenido de la caja tenía mucho que ver con ello. Vac entornó los ojos cuando se enteró de que le había traído Toima, y tuvo que contenerse para no reprenderle a voces por su imprudencia. ¿A quién se le ocurría pasearse con semejante cantidad de dinero?, y mas importante, ¿cuando le había reclamado él ninguna deuda?
—¿Acaso tengo pinta de mercader judío? —preguntó, una referencia que el ulterano no entendería— Ya te dije en su momento que yo me ocupaba de la fianza —dijo entre dientes, pellizcándose el puente de la nariz con gesto molesto—, y eso significa que no me debes nada, o al menos nada material. Pensé que habías venido a disculparte, ¿sabes?, a dar las gracias tal vez, arreglar la mierda que hay entre nosotros desde la "excursión", pero se me olvidaba que eres un descerebrado —añadió con tono cansado, llamando después al camarero y pidiéndole dos pintas de cerveza.

Mientras el trasgo atendía el encargo, el griego empujó la caja en dirección a Toima con un movimiento fluido.
—Emplea el dinero en algo útil, como por ejemplo en invitar a esta ronda y a las siguientes —comentó con una media sonrisa—. Tu y yo tenemos muchas cosas de las que hablar y va a hacer falta combustible... llevamos demasiado tiempo enfadados por una tontería.
Quizás se estaba precipitando mucho al creer que el albino quería solucionar su disputa, pero al hado le daba igual, ya estaba harto de aquel sinsentido.

Toima

Aunque Toima hubiera entendido a que se referia el griego con el "mercader judia", no habria cambiado un ápice su reacción. Sentado, el ulterano tragó con el monólogo del chico en completo silencio, mientras sus ojos, como de costumbre, no dejaban de moverse.
-Este dinero no es mio ya. No lo merezco. -logró soltar con cierta debilidad. Aun era consciente que hacia semanas sinó meses que no habia dirigido palabra hacia el humano y, juntado con este tema, no le estaba siendo fácil, nada fácil mantener la compostura con aquello.-Por mi culpa tienes menos dinero y... Tengo que compensarlo.-

No sabia como expresar su punto mejor. Ni por un instante pensaba que alguien rechazaria semejante cantidad de dinero, sobretodo teniendo en cuenta que el hado pertenecia a su círculo de confianza. El griego pedió bebidas para los dos. De nuevo, el ulterano no tenia costumbre por beber tan pronto en el día, pero no le hizo ascos a su jarra y la estrechó con ambas manos, nerviosamente, percibiendo el frescor del líquido. El griego devolvió la caja al otro lado de la mesa y Toima alzó su jarra y, sin más dilación, se la acercó y dió un largo sorbo. Soltó una exhalación refrescada por la bebida y se limpió los morros con la manga.

Depositando la jarra sobre la mesa de nuevo, estuvo manoseando el vidrio nerviosamente, como reuniendo el valor para hilar palabras, pues las mismas del griego habian calado hondo dentro de él, aunque él mismo no lo reconoceria.
-Todavia...-comenzó, torpemente.-Todavia no te di las gracias... por ayudar a Tania en el mercado y... por acompañarme sin hacer preguntas...-se rascó la sien unos instantes antes de posar la mano en la caja. Quedó en silencio unos instantes y comenzó a tamborilear con los dedos sobre la madera, para después tomar otro trago y, con otra exhalación, posar de nuevo la jarra sobre la mesa.
-¿Nada de lo que pueda decir puede convercerte de que lo aceptes?-soltó, embravecido por el sabor amargo de la bebida, para luego continuar.-Es mucho dinero y me ha costado lo mio conseguirlo. No me sentiria b...- se corrigió.-No me siento bien, haciendote pagar a tí todo el pato.-intentó explicar.

—No hay de que, parecía algo perdida y como no sabía que estaba buscando, la eche una mano, no hay nada que agradecer. ¿Para que necesitabas todas esas piezas —se interesó.
El licor se deslizó fácilmente por la garganta del griego a pesar de lo temprano de la hora, y mientras vaciaba poco a poco su jarra, el chico prestó atención a las palabras de Toima, el cual seguía insistiendo en devolverle el dinero.
—No —negó de forma categórica—, ya te he dicho que no me debes dinero. En cierto modo fue culpa mía por dejarte hacer, así que no es del todo injusto que cargue yo con la mayor parte de la culpa. De todos modos, tenlo en cuenta para la próxima vez —comentó con tono despreocupado, pero con una advertencia silenciosa en la mirada.

No volvería a dejar que cometiese alguna locura semejante si estaba en su mano impedirlo, pero no era el momento de volver a discutir, así que desvió el tema de la conversación.
—¿Qué banco has robado para reunir semejante cantidad de dinero? —preguntó con una sonrisa divertida, asegurándose primero de que no había nadie escuchando— No estoy al tanto de todos vuestros encargos, pero habéis tenido que toparos con uno bastante lucrativo. ¿En que te lo vas a gastar?, y no me digas que en bebida porque te suelto un puñetazo.

Toima

-Reparaciones y mantenimiento.-contestó.
Por la expresión de su cara, no parecia querer moverse de su postura, allí dónde la encontraba ilógica. ¿Qué motivo tenia para rechazar el dinero? Ninguno. A nadie le sobraba el dinero en aquella ciudad. Salvo quizás a la bruja y sus amigos ricos. Pero seguro que Vac no tenia el mejor sueldo del mundo. Seguia sin entender porque y el cambio de tema drástico que tomó el griego le señaló que no queria seguir discutiendolo mucho más. Toima parpadeó, algo cansado y afrontó el nuevo rumbo de la conversación con el ceño ligeramente fruncido, terminandose su jarra rápidamente.

-Eso, y que he estado trabajando por mi cuenta.-le explicó al griego. Aunque no queria entrar en detalles, su trasnformación y su entrenamiento le abrian las puertas a múltiples trabajos bien remunerados en aquella ciudad y no eran precisamente motivo de orgullo para él, asi que intentó evitar hablar más de aquel tema.-Y todavia no se que voy a hacer con él...-mintió con cara de poker.-Esta mañana era como si no lo tuviera: Lo estaba ahorrando.-

Tamborileó con los dedos sobre la mesa y, con un gesto pidió al camarero que se les rellenase las jarras. La bebida comenzaba a abrirse paso en su humor, soltándole.
-Aunque ahora que lo pienso... tenia pensado comprar algun regalo... o algo, para los demás. Tengo algo para la bruja y para Tania, pero todavia no se que regalarles al resto de cuchitrileros. ¿Alguna idea para tu hermano?-

El camarero rellenó las jarras a un gesto de Toima, y mientras el licor empezaba a soltar la lengua del argos, el hado se limitó a escuchar. Al parecer el argos quería regalarle algo a los cuchitrileros, y cuando le pregunto si tenía alguna idea para su hermano, Vac se echó a reír.
—Seguro que agradecería un poco de sentido común por tu parte, en realidad cualquiera de los cuchitrileros lo haría —comentó jocoso—. Deberías tenerlos mas en cuenta, Toima, son tus amigos tanto como yo, y encima vives con ellos, no estaría de mas que hablarais de vez en cuando... aunque no te resulte fácil.

Vac no solía preguntar cuando el albino venía con alguna extraña petición, había aceptado que no iba a conseguir nada interrogándole y simplemente esperaba el momento en el que el propio argos se dignara a explicarse. Por otro lado comprendía a sus amigos, ellos convivían con él y no debía ser tarea fácil.
—Tal vez un mp3 —respondió al final, no tenía que pensárselo demasiado—. No creo que encuentres uno con música, pero eso se puede solucionar mas adelante, y estoy seguro de que a Noel le encantara.

Toima

Toima chasqueó la lengua en respuesta a las sensatas sugerencias del griego. Él mismo era consciente que no era transparente en todo. En más o menos la mitad. En bastante menos de lo que el argos reconoceria, pero aun así se sentia malo por la tensión que habia causado sus últimas acciones y, mientras que no se arrepentia de hacerlo, si que queria transmitir disculpas de algún modo. Y el único que se le ocurria era ese.
-¿Mp...3?-reptitió con una ceja alzada, extrañado mientras el hado continuaba, cuando terminó, hizo un intento propio a adivinar que era.-¿Eso que es? ¿Un trasto que echa música?-comentó jocosamente, mientras sorbia de su cerveza.-Bueno, si crees que eso le gustará, no me quedará otra... Y con los demás...-resopló.-Estoy casi igual de perdido. Nunca me han regalado nada y no se si hay algo típico que hacer o...-añadió hundiendose de hombros.

Quizás su mayor problema entonces, seria Giz, pues no tenia ni idea de ciencia o de que podria necesitar un cientifico. Y el truco de regalarle una mascota no servia pues ya tenia él todas las mascotas que pudiese querer. Tendria que acabar consultando a la bruja para algo magico-raro-cientifico que pudiese comprarle que no le dejase con un agujero en el bolsillo.

Y asi siguieron, debatiendo entre cervezas sobre que podria regalar a quien hasta bien entrada la mañana. El ulterano se despidió de Vac andando a trombos por la bebida, alegando que le iban a echar de menos durante la comida sino. Dándole las gracias una última vez, se volvio a despedir, pagó en la barra con dinero del que habia traido y salió por la puerta.

La taberna estaba animada. Los monstruos celebraban victorias y lloraban derrotas acompañados de grandes cantidades de alcohol. Zmey se había quedado unos instantes en la puerta, analizando las caras, buscando a los conocidos, a pesar de que posiblemente los acabaría evitando. Avanzó hacia la barra y fue a llamar al trasgo para pedirle una copa, algo dentro de su presupuesto y acorde a su ánimo. Oyó a alguien chistándole a su espalda, que de alguna forma se había logrado hacer oir por encima del barullo. Zmey se giró y se encontró con una anciana. Estaba sentada en una mesa esquinada, con una botella de licor dulce de leche y otra de vino, ambas casi terminadas. Era una nublina, con los cuernos sucios y retorcidos sobresaliendo entre su cabello canoso. Vestía ropas caras, e iba cubierta de joyas, pero su piel grisácea estaba muy deteriorada y tenía un ojo de cristal. A Zmey no le pareció en absoluto una señora de clase alta.

-Pss, chico- volvió a llamarle- Sé bueno y pídeme otra botella. Ven a bebértela con esta pobre anciana.

Zmey alzó una ceja con incredulidad. No quería ser maleducado con la anciana pero tampoco quería beber con ella, a juzgar por el jovencito peliazul que estaba a su lado podía intuir sus gustos. Pidió la botella y se la llevó con la intención de negarse a su petición, pero la mujer le agarró del brazo y tiró de él para hablarle.

-Te felicito por tu combate de hoy, jovencito, me has hecho ganar mucho dinero- dijo, señalando las grandes bolsas de oro que tenía a los pies. Lluego se echó a reir.

El piromante la miró incrédulo unos instantes, luego se echó a reir con ella.

-Me habían dicho que solo una persona había apostado por mi, y por quien me lo dijo no quise creermelo.

-Pues es cierto jovencito, esta vieja esclava apostó todos sus ahorros por ti. He trabajado para muchos videntes y adivinos, quien sabe, tal vez se me haya pegado algo.

Zmey acabó sentándose al lado de la anciana, que se presentó como Nanda.

-Fue el nombre que me dio mi primera ama, y ya no recuerdo el mio así que me vale igualmente. Llevo en esta ciudad desde que era una chiquilla, han alargado y alargado mi vida y por fin puedo reclamarla como mía- soltó una fuerte risotada y se abrazó al joven que la acompañaba.

-Y, bueno, ¿piensa retirarse a descansar a algún sitio?- preguntó Zmey un poco incómodo.

-Oh, no, posiblemente no pasaré de esta noche-respondió Nanda dándole un trago a su copa y ofreciéndole otra a Zmey- He hecho enfadar a mucha gente, a nadie le gusta perder dinero, y menos para dárselo a una vieja chocha. No, Nanda no ha llegado a esta edad sin saber cómo funciona esta ciudad. Por eso pienso pegarme la noche de mi vida. Tengo alcohol, cosas bonitas y brillantes y chicos guapos- apuró la copa de un trago y se sirvió otra- Descansaré en paz, el viejo Siloco no quiere este cuerpo decrépito, y nadie enterrará a una esclava en el cementerio. Quería agradecértelo, piromante, gracias a ti voy a irme a lo grande.

-No he hecho nada, realmente- dijo Zmey, fijando la vista en el licor que aun no había probado.

-Oh, vamos, vamos, no quiero ver a mi benefactor con esa cara larga. También mereces pasártelo bien, chico, y veo que ni siquiera tienes con quien celebrar tu victoria.

-Bueno... Algunos de mis amigos.- empezó Zmey, pero Nanda se metió la mano en el escote y sacó una cadena de oro blanco. Estaba adornada con enormes pedruscos rojos y cualquiera se preguntaría cómo había escondido la anciana semejante armatoste entre sus arrugados y colgantes pechos.

-Aquí tienes, chico- dijo lanzándole el collar. Pesaba bastante- Ya no me lo voy a poner más, y prefiero enterrarme de verde. Busca a alguna chica bonita e invítala a beber. O chico, me da igual.

-No puedo aceptarlo...-Zmey podría entrar en pánico. Varias imágenes pasaban frenéticas por su mente, sentimientos extraños tanto terroríficos como embriagadores.  Era una oportunidad de oro, pero no le correspondía, no se lo merecía.

-Tonterias, chico, ve a beber. Invita a esos amigos de los que hablas. Diviértete por mi, y Nanda se divertirá por ti. ¿Verdad Zedrig?

El prostituto le dedicó una sonrisa dulce, tan bien ensayada que parecía genuína, y asintió con entusiasmo. Zmey no tuvo más remedio que aceptar, ante la insistencia de la anciana. Terminó con ella una botella más, y finalmente Nanda se fue con Zedrig a un reservado. Zmey se quedó solo. No encontró a Saren por ningún sitio, y no había nadie más con quien pudiera siquiera compartir una copa. En el fondo Zmey tampoco se sentía con verdaderas ganas de celebrar nada. Miró el collar, lo guardó en el interior del abrigo y se fue de la taberna.

Vac se limitó a sonreír ante el comentario del brujo, sin decir nada, y siguió caminando con gesto despreocupado. No tardaron en llegar a la calle del burdel, pero ese no era su destino por el momento, y el hado se desvió en una calle lateral, enfilando la taberna.
—No se tu, Wheem, pero yo estoy famélico —comentó, abriendo la puerta del local y echando un vistazo al interior—. ¿Te apetece comer algo? Seguro que allí abajo os alimentaban con bazofia, estas en los huesos...

Bajó las escaleras seguido del varmano, y tras intercambiar unas palabras con el trasgo se sentaron en una mesa algo apartada. Había bastante gente, sonaba una música agradable de fondo, y desde la cocina llegaba un olor delicioso. El camarero no tardó en venir a tomarles nota.
—A mi ponme una jarra de cerveza tostada y algo de comer, lo mejor que tengas —pidió—, y para mi amigo lo que quiera —añadió, cediéndole la palabra al brujo.

El hado saludó con un gesto a un par de parroquianos mientras el trasgo atendía al varmano y cuando este se alejó, volvió a prestar atención al chico.
—Los detalles de tu trabajo los dejaremos para mas tarde, porque no seré yo el que te los cuente, pero te adelantó que no vas a vivir encadenado a una pared ni nada por el estilo. Realmente no vas a ser un esclavo —dijo, haciendo un gesto de desagrado con la mano, al griego no le gustaba aquel termino—, tendrás sueldo, alojamiento privado, y seras uno mas de la familia si tu quieres. ¿Qué sabes del burdel? —preguntó con curiosidad.