Antiguo Mercado

A la vouivre no le pasó por alto que ella era la guiada y no la guía, pero siguió manteniendo el brazo de su acompañante enroscado al suyo y parando y andando cuando a ella le convenía. Escuchó atentamente las palabras de a bruja y le gustó la naturalidad con la que hablaba de algo que en su mundo era prácticamente tema tabú.

La mujer intentó adivinar lo que ella buscaba y Wen hizo un amago de sonrisa ante ese acto, así como ante el curioso mote con el que la había bautizado. Al escuchar todo lo que la mujer podía ofrecerle y sin saber mucho que elegir, la británica decidió ser específica finalmente.

- Olvido, mi querida dama Aroma, busco el olvido momentáneo. La abstracción de la realidad para poder pasar unas horas en paz. ¿Tiene algo así para mí? Creo que no pido mucho, ¿no le parece? Simplemente no quiero pensar ni sentir durante algunas horas. Dígame usted qué me puede dar esa paz y cuanto me costará conseguirla.

El botecito que sacó dama Aroma atontó la mente de Wen a una velocidad pasmosa. “Es potente.” Fue lo único que acertó a pensar la vouivre. En silencio y casi embelesada por el recuerdo del aroma, la británica escuchó las palabras de la bruja y recibió sin ceremonias, pero profundamente agradecida, el regalo que esta le ofrecía.

- Le agradezco profundamente su presente, dama Aroma. Espero que si alguna vez necesita mi ayuda, no dude en pedírmela. - le agradeció y, seguidamente, se despidió con una reverencia.- Espero que nos volvamos a encontrar, ha sido un autentico placer hablar con usted. - y, guardando el frasquito en un saquito colgado de su cinturón, emprendió la marcha al único lugar en el que no la molestarían.

Sigue en el Jardin de la Memoria.

Disfrutando de la noche y de la cálida sensación que dejó el baño en mi cuerpo, llegamos al abarrotado Mercado. Es entonces cuando mis sentidos se tensan y avanzamos entre puestos con cuidado, buscando a Outhal y disimulando, hablando con algún conocido o algún cliente o lo que sea. Elunin va o bien delante de mí o al lado, esquivando a los enormes transeúntes y haciendo caso omiso a lo que le digan. ¿En su bulto, el carro que empuja? Nada. Algo que suena como mucho dinero pero sin serlo, aunque huela a oro. Un cebo. Los ingredientes de Outhal los llevo yo, a buen recaudo.

Por fin encuentro al alquimista, con un cliente o dos, así que espero a que acabe. Cuando le liberan me acerco a él a paso veloz y le saludo sonriendo con una inclinación de cabeza, breve.
-Buenas noches. Creo que tengo algo para ti.-y le muestro entonces la bolsa con los tarros hechizados por Nia, abierta para que vea que no hay truco.

Elunin nos mira curioso y precavido a la vez mirando alrededor, mientras yo espero.

Como bien habían planeado, se habían reunido después de la comida para concretar detalles, cosa que no les había quitado demasiado tiempo. En ese momento, Wen se encontraba en la entrada del mercado, ataviada con su vestido más elegante, varios adornos prestados por las chicas del burdel y todas sus joyas. “Parezco una autentica Lady.” Se dijo con mofa. Colgado del cinto llevaba una bolsa de lentejuelas donde guardaba un saquito con polvos de Vac acompañados por el cadáver de un ratoncito poseído por Gael. El fuego fatuo se había empeñado en acompañarla, al igual que Noel en vigilar desde cerca, por su seguridad. Wen no lo creía necesario, pero no iba a ponerles trabas en sus planes. “Es su venganza, ellos mandan.”

Wen caminó altiva a través de la gente. Aparentando seguridad, soberbia y prepotencia, observó a la gente por encima del hombro, como mofándose de su vulgar existencia. Cuando dio de reojo con el hombre que se adaptaba a la descripción que le había dado Yloh, se acercó a él con pasos despreocupados, como si hubiera elegido un mercader al azar.

- Buenas tardes. - saludó seria y altiva.- Tengo entendido que cualquiera de los mercaderes de aquí estaría interesando en la mercancía que ofrezco. - comentó, fingiendo ignorancia cubierta por entendimiento.- Hoy es tu día de suerte, pues te he elegido a ti.

Sin miramientos y de forma descuidada, Wen sacó de su bolsa el saquito, que tiró sobre la mesa dejando ver el polvo de hado.

- Quiero hacer negocios contigo.

Después de comer ultimamos los detalles del plan, hablando con Yloh para poder avergiguar quién era el mercader en cuestión. Lo primero que hicimos fue pasar por el Barrio Derruido y elegir una de las escasas casas que aún se conservasen en un estado utilizable para nuestros fines. Adara, Toima, Giz y Vac se quedaron ya allí, además de una quimera que Gael dejó con ellos, pues por ahora los demás íbamos a dedicarnos a otra cosa. Gael y yo acompañamos a Wen al mercado como precaución. El fuego fatuo había poseído un ratón e iba dentro del bolso de la vouivre, quien se había vestido para la ocasión. Yo por mi parte me cubrí con una capa con capucha, por si acaso el tal Valenz sabía algún detalle acerca de nosotros, y llegué al mercado por mi cuenta, manteniendo una distancia prudencial de ellos. Gracias a mi oído podía escuchar desde más lejos la conversación, así que cuando Wen se acerca al mercader me coloco en un puesto lo más lejano posible desde el que sea capaz de escuchar, fingiendo observar la mercancía de este.

Escucho la respuesta de Valenz y una sonrisa se forma en mi cara. El imbécil avaricioso iba a caer de lleno. Decido alejarme un poco más con tranquilidad para evitar llamar la atención, cuando de pronto veo a alguien conocido. << ¡Mierda! ¿Qué hace Jack aquí? >>, pienso mientras observo al vampiro, quien está acompañado de Elunin y parece algo nervioso. Lo sigo con la mirada hasta que, tal y como temía, noto que ha visto a Wen. << Si se acerca a hablar con ella ahora podría poner en peligro el plan, tengo que actuar rápido >>, mientras lo pienso ya comienzo a caminar a zancadas hacia Jack y Elunin. En cuanto llego a la altura de Jack le paso un brazo por los hombros sin previo aviso para que centre su atención en mí.
-¡Hombre, mira que chupasangre se deja caer por aquí! ¿Cuánto hacía que no te veía? -le digo de forma casual-. Si ya has acabado tus negocios, ¿qué tal si nos vamos a tomar un trago?
Tiro de él en dirección contraria y antes de que le de tiempo a decir nada le hablo entre dientes y en voz baja.
-Tú sígueme el rollo.

Una vez nos alejamos lo suficiente del mercado, me encaro a Jack y Elunin.
-Por poco... Elunin, si haces el favor vuelve al burdel sin hacer ningún comentario al respecto, tengo algo que hablar con Jack. ¿No hay problema, no? -digo mirando a Jack.
El vampiro parece confuso pero acepta. Cuando Elunin ya se ha ido procedo a explicarle escuetamente lo que estábamos haciendo, en voz baja por si acaso, mientras conduzco nuestros pasos hacia el Barrio Derruído.
-No queríamos implicar a nadie más, pero ya que he tenido que ponerte al corriente... ¿Quieres venir?
Ante la respuesta afirmativa, nos vamos hacia el lugar acordado lo más rápido que podemos, Wen ya ha debido de terminar a estas alturas en el mercado. Por suerte Gael sigue con ella así que no tengo que preocuparme.


Sigue en el Barrio Derruido.

Wen reprimió una sonrisa ante la reacción de Valenz. “Ha picado. Ingenuo…” pensó mientras ponía su mejor cara de desagrado.

- ¡Desagradecido! - exclamó.- Claro que te voy a llevar ante mi proveedor y entonces tendrás que comerte tus palabras. - le espetó con superioridad. Bufó e hizo que respiraba profundamente, como tranquilizándose. Después de soltar alguna impropiedad en susurros, imperceptibles para Valenz, prosiguió.- Dentro de dos horas en el barrio derruido, al noroeste de la ciudad. Ven solo y sé puntual. Ni a mí ni a mi proveedor nos gusta esperar.

Con esas duras palabras, que pretendían mostrar fortaleza, seriedad y profesionalidad, pero que realmente eran una orden rabiosa disimulada en un intento de hacerse con el control de la situación; Wen se dio una rápida vuelta y volvió a desaparecer entre los viandantes.

A pesar de que la vuelta había sido tajante, como si no le importara la respuesta del mercader, segura de que iba a aceptar, atisbó de reojo como este había asentido antes de que ella se fuera, aceptando, lo que la relajó bastante. “Si no llega a aceptar no se que hubiera hecho.” Se dijo mientras se dirigía al encuentro de los demás, metiendo la mano distraídamente en su bolsa para rascar la cabecita de Gael, como diciéndole que el plan estaba en marcha.

Sigue en el Barrio Derruido.

Outhal aprueba el estado de las flores y sonrío, agradeciendo mil veces a Nia mentalmente. Luego le cuento, quizá emocionado, la idea de la bodega, de las plantaciones en otros mundos y el hecho de necesitar a alguien que sepa de mercado y de vinos. La idea parece gustarle, económica es, pero como espero dice que se lo pensará. Le sonrío cuando responde y coincido con él. No quiero insistir por si le gustase y aceptase.
-Lo entiendo y comprendo. Otro día nos vemos y...-pero me corta hablando nuevamente. Cojo el amuleto con curiosidad y mientras me explica para qué sirve, sonrío nuevamente.-Un placer hacer negocios contigo. No dudes que conseguiré las sales, a la próxima las traigo.

Nos despedimos y vuelvo a perderme por el mercado, esta vez para buscar algún comerciante de barriles, material de alquimia, todo lo necesario para hacer una buena bodega. Y en uno de los viajes veo a Wen por ahí, así que me acerco pero, salido de la nada, Noel me coje del hombro y me da la vuelta.
-Qué demonios... Hola, hola, sí, desde hace...

Es entonces cuando me dice que le siga el rollo y despacho a Elunin aún sin saber qué sucede. Hasta que me dejo llevar y me lo explica. << Claro que voy. Necesito recargar el amuleto este, mira por dónde >>

Sigue en el Barrio Derruido.

No muevo ni un dedo. Es el papel que será mejor que interprete, el de ratón muerto. No quiero pensar qué podría pasar si de alguna manera, mágica o no, el comerciante detectase un ratón muerto moviéndose, o con un aura azulada. Pero sopesando las posibilidades había creído que era más útil acompañar a Wen por lo que pudiera pasar que no hacerlo. La idea de dejarla sola en esto no nos parecía bien a ninguno, ya que ni le iba ni venía. Noel iba a vigilarla, pero él no podría hacerlo tan de cerca y por eso me ofrecí para acompañarla desde el interior de un bolso. En Serpentaria tenía guardados varios ratones, algunos de ellos sin rastro de magia todavía. Eso sí, para después me reservaba la quimera de Siloco, que me espera con los demás en el barrio derruido.

Sumido en mis pensamientos a lo largo de todo el viaje, casi me sorprendo cuando escucho la voz de Wen empezar a hablar. El nerviosismo me despierta de mi aletargamiento pero no me muevo ni un ápice y escucho con atención. Esa voz… ¿es él, no? Me encantaría salir y verle la cara a ese cabrón. Puedo imaginarme las expresiones de su rostro al hablar. Al escucharlo hablar me gustaría… me gustaría gritar y golpearlo, poniendo el mismo valor a su vida que él pone a las de los demás. Por suerte para mis nervios crispados el encuentro es breve y enseguida noto el balanceo que indica que Wen ya se aleja. Lo ha hecho genial, no he podido verla pero creo que ha sido muy convincente. Cuando ya nos hemos alejado un cuento noto su mano acariciando la cabeza del ratón, y como ya estamos lo suficientemente lejos trepo por el brazo hasta situarme en su hombro, agarrado a su ropa y agradeciendo poder entretenerme al menos viendo las calles.

Sigue en el Barrio Derruido.

Nia

La nayade flotaba encima del gentio con una cara concentrada. Miraba una larga lista escrita en un papel musgoso y estropeado por el mar. Se rascaba la frente, concentrada en su lectura. Ondeando al viento habia dos coletas discretamente recogidas por detrás de su cabeza. Y en la coronilla de la misma, un cangrejo ermitaño de aspecto tranquilo oteaba el orizonte, sacudiendo sus barbas de vez en cuando. Finalmente suspiró y guardó el pergamino en sus ropajes. Fruncio el ceño y se sumergió entre la multitud.
-Etete, agarrate bien. Vayamos a buscar alguna tienda parecida.-
Se paseó por el mercado, tan abarrotado como siempre. Monstruos vendiendo a monstruos, seres increibles intercambiando productos los unos con los otros y, sobretodo, ruido. El ruido del gentio y los ires y venires de algunos la ponian realmente nerviosa. Gruño cuando un ser enorme y encapuchado le corto el paso y le intentó vender unas telas que aseguraba que habian pertenecido a una reina. Nia le apartó de su camino con dificultad y finalmente llegó a unos puestos de herbajes y demás parafernalia en la que se consideraba bien versada. Curioseando, el primer puesto que encontró, mostraba sus productos servidos en bandejas de mimbre. Con una mirada extrañada, miró al mercader que llevaba la tienda. Hablaba con grandes palabras que bien significaban poco, mentia e incluso engañaba a sus clientes. Justo en ese momento habia vendido a una troll lo que parecia ser unas bayas oscuras alegando que aquello haria que sus verrugas desaparecerian. Nia sabia que si tenia suerte. aquellas bayas tan solo le causarian un mal rato llendo al aseo durante todo el día. Suspiró y se acercó unas hojas de color verde apagado que ni estaban frescas ni eran recientes.
-¿De verdad pretendes vender esto?-le dijo Nia, que al cerrar el puño, hizo que la hoja en cuestion se hiciera polvo.-No son productos de buena calidad y ni si quiera estan frescos, lo que es más, ni si quiera sabes lo que hacen cada uno.-soltó la ulterana, con un bufido.
El mercader decidio ignorarla abiertamente y, cuando un soldado con un brazo vendado se le acercó, pidiendo un remedio para infecciones extremas, le recomendó unos polvos oscuros y pidio a cambio un precio alto. Nia les interrumpio, de brazos cruzados.
-Si, podrias ponerte eso, si quieres perder el brazo por completo.-el soldado extrañado miró a ambos y el mercader entonces alegó que Nia era una niña mentirosa y bromista. Aquello enfurecio a la ulterana.- Si este incompetente se mantiene callado un instante, te puedo recomendar algo, que no solo funcionará, sino que además te saldrá gratis.-
Rebuscó en su morral unas hojas húmedas y alargadas. Tras pedir su consentimiento, le removio las vendas al soldado. Su mano derecha estaba surcada por diferentes heridas graves cuya infección habia pasado un caso extremo. Nia, confiada, procedio a colocar las hojas una por una, envolviendo la mano del soldado herido. Al instante, sintió alivio en su herida y el pequeño corro de gente que se habia formado a su alrededor soltaron un "Ooooh" de sorpresa. Nia pasó a explicarle el tratamiento.
-No te vendes más las heridas. Durante el dia, envuelvete las heridas con las hojas y durante las noches, dejalas sumergidas bajo el agua para que recuperen sus propiedades. Se te hinchará un poco la mano, pero si no te rascas no te irá a peor. Después de dos semanas, vuelve a mi y te podré ofrecer un recambio de hojas, esta vez si, a un módico precio.-
El mercader se quedó pasmado y acontinuación pasó a enumerar los maravillosos (y falsos) remedios milagrosos que ofrecia. Pero nadie le hizo caso puesto que un enorme minotauro con un ojos hinchado se inclinó ante la niña, solicitandole ayuda. La ulterana se asomó de cerca al ojo hinchado y tras unos segundos comenzó a hablar.
-Si, tiene toda la pinta de que se te ha colado algún parásito ahí. No es nada grave, pero si no te lo tratas cuanto antes podrias llegar a perder el ojo... Ten.-dijo ofreciendole el botellín. -Cada noche, antes de acostarte, baña el ojo en este mejunje. Dentro de nada el picor desaparecerá y, con él la hinchazón.-el minotauro le dio las gracias antes de retomar su camino. El mercader le gritó con desprecio a la niña mientras ella continuaba, rodeada de gente que le pedia ayuda con una cosa u otra.
-¡Estarás contenta! ¡Me has arruinado el negocio de hoy!-
Se giró y apuntó hacia el mercader.
-¡Y el de mañana! ¡Y el de pasado si hace falta!-dijo en tono orgulloso.-La alquimia que tu vendes es una farsa. Una farsa que hace daño y mancha el nombre de la gente que se esfuerza en esta noble ciencia.-el cangrejo ermitaño habia comenzado a bailar encima de la cabeza de la niña mientras esta hablaba.
Dicho eso, pasó a otro puesto, viendo con un alto orgullo como su servicio ahi habia ayudado a mucha gente. Aunque se sentia realmente útil ofreciendo consejos, curas y mejunjes, se estaba quedando con el morrón vacio. Se disculpó de la gente que la seguia diciendo que se habia quedado ya sin remedios pero que pronto abriria un local y que ahi podrian encontrarlos en grandes cantidades y a buenos precios. Algo decepcionados porque la niña no les iba a regalar más remedios, el corro de gente se marchó, pero sin duda, con buena opinion de la ulterana.

Tras un ratito de caminata llego a donde me habían dicho que estaría el mercado. A decir verdad me sorprendo bastante al ver la calle con tantísima gente. "¿Pero donde mierda se supone que estaba toda esta gente cuando llegamos aquí?" Me pregunto a mi mismo mientras me adentro en la callejuela. Lo primero que me llama la atención es que el lugar me recuerda a los mercadillos del paseo marítimo. Pero a diferencia de allí, aquí huele mas a podrido, a incienso y carne fresca.

Me coloco la capucha intentando que no se me vea la cara. "Tengo que conseguir hacer algo con mi cara." A decir verdad es una idea que me ha rondado a la cabeza desde la primera vez que me vi mi rostro. "Bueno Matt no es hora de preocuparse de eso, estamos buscando chanclas." Me digo mientras me acerco a un puesto y una especie de mujer decrepita sale a mi encuentro mostrándome una especie de bola de pelo que al darle ella un golpe se abre una cavidad bucal soltando un tufillo que me hace retroceder y torcer el gesto."Ostia mierda que puta peste." -No gracias señora, yo ando buscando otra.. cosa.- La mujer insiste en que me lleve alguno de los animales que vende pero me consigo escabullir lo mas rápido que puedo escuchando de fondo a la mujer que sigue intentando venderme cosas.

Resoplo y continuo mi camino pasando por puesto. Hay puestos que parecen caros y otros que son simples mantas tiradas en el suelo. Me entretengo mas mirando a la gente que pasa a mi alrededor que en mirar puestos. Me fijo en un puesto que desprende un olor ciertamente dulce. Me acerco al puesto y por lo que parece ser es un puesto de especias. El olor que desprenden las cubetas donde están los polvos absorben y neutralizan por completo el olor del mercado. Disfruto de los olores que me ofrece el puesto cuando un pequeño hombre se me acerca y me intenta vender al peso algunas de las especias que vende. -No, gracias. Estoy buscando algún puesto que venda zapatillas.- Digo sin quitarme la capucha y ocultando mis manos entrelazando los brazos.

Me parece surrealista estar preguntado como si fuese normal encontrarse alguna tienda de zapatillas en Rocavarancolia. El hombrecillo no parece muy contento por mi negativa de adquirir cosas de su puesto pero me da señas de un puesto donde podría encontrar lo que busco. Me encamino siguiendo las instrucciones del mercader pasando por puestos de frutas raras, armaduras, espadas, plantas. "Aquí hace falta el típico chino que vende botellas de agua a voces." Pienso mientras camino por los puestos. Tras un par de puestos mas llego a donde debería estar el stand que me dijo el mercader. Esta parece ser una parte algo mas decente que por donde he estado transitando. La tienda esta bastante bien montada con sus estanterías y una manta en el suelo con orbes, guantaletes, unas botas altas, un par de libros y demás archiperres.

-¿Hola?¿Hay alguien hay?- Pregunto sin tener respuesta. -¿Alguien atiende aqui?- Vuelvo a preguntar mientras veo los productos tirados en el suelo y en las estanterías. Me fijo en una de las estanterías un par de guantes marrones con unos agujeritos en donde deberían ir los nudillos.

Al momento el mercader aparece casi de la nada y me saluda preguntándome que es lo que quiero. -Mira estoy buscando unas chanclas o sandalias.- Me detengo y le enseño mis DC´s. -¿ Tendrías un cuarenta y tres?- El mercader me mira extrañado y se va al fondo del stand. A los dos segundo vuelve con unas botas y comienza a venderme que me vendría mucho mejor esto y que ya que estoy me podría llevar también una coraza y demás accesorios.

-Que no, enserio, muchas gracias pero yo voy buscando unas chanclas.- El mercader hace caso omiso a mis peticiones por lo que respiro hondo y vuelvo a repetirle despacito. -A veer. Que no me interesa, de verdad. Estoy buscando unas chanclas. ¿ Tendrías unas marrones? ¿O negras?- El mercader sigue con su intento de venderme todo el pack cuando a mi espalda un estornudo hace que me gire al reconocerlo.

Dama Aroma sale de un puesto cercano y me llama Alergia diciéndome que como no sea algo mas agresivo me quedaré aquí media vida desapareciendo después entre la gente. "¿A si que soy Alergia para ella?" Pienso mientras suelto una risilla y me dirijo al mercader de nuevo. - A ver. Te estoy diciendo que quiero unas chanclas. ¿Tienes o no?- Le pregunto de manera mas seca. El mercader continua con su intento de encasquetarme las botas y la coraza por lo que suelto un bufido y me dispongo a irme. -Pff ok. Buenos días.- El mercader se para en seco y vuelve a la trastienda hablando en alto.-¡Esta bien esta bien! Voy a ver que tengo por ahí.- Al poco tiempo llega con una sonrisa algo extraña. -¿Le valen?- Me dice mientras me enseña unas chanclas de tela y goma marrones.

Me las pruebo y sonrío. -Perfecto, me las llevo.- Saco la bolsa de monedas y le doy un puñado al mercader. -¿Con esto será suficiente no?- Digo mientras cierro la bolsa y la guardo en el interior de la túnica. Me dispongo a salir de stand cuando me fijo de nuevo en los guantes. -Bueno, me llevo también esto.- Digo cogiendo los guantes y soltando un par de monedas mas. Me pongo los guantes y los abro y cierro comprobando que me sirvan. "Mmm.. como un guante, nunca mejor dicho." -¿Cuanto pides por los guantes?- Le digo al mercader. Tras regatear un poco con el comerciante consigo un buen precio por ellos y me los llevo puesto. Me alejo volviendo a mirar cada puesto y las personas que hay en el mercado maravillandome y asustandome a veces por la cantidad de personas y monstruos que hay reunidos allí.

Al cabo de una hora de estar deambulando por allí pongo mi rumbo hacia serpentaria contento por mi nueva adquisición.

Sigue en la Torre Serpentaria.

Noel enarcó una ceja con expresión entre divertida y reprobatoria ante la respuesta de Wen a su pregunta, riéndose cuando hizo unos cuantos chistes sobre Gael.
-Lo dices como si no me trollease el mosquito sobrehormonado este a diario, o lo intentase al menos -dijo mirando a Jack de soslayo con una sonrisa maliciosa-. Pero creo que deberías replantearte el por qué estás conmigo. ¿Aún no te has dado cuenta de que soy pobre? ¿O es que crees que soy de los que ocultan dinero bajo el colchón? -prosiguió sarcásticamente para luego sonreír con cierta picardía-. Eso último te invito a que lo compruebes cuando quieras.

Tanto el fuego fatuo como la vouivre hicieron notar que deberían salir cuanto antes hacia el mercado, por lo que no tardaron en ponerse en marcha. El draco recogió una buena parte del dinero que le quedaba de los últimos trabajos, no teniendo claro en absoluto cuanto podría tener que gastar. Todos los presentes manifestaron de un modo u otro su intención de ir, salvo Toima que hubo que convencerle de que no le quedaba más remedio.

Una vez en el mercado, Noel miró hacia todas partes sin saber muy bien qué hacer. Iban por allí a menudo desde que tenían dinero, pero ropa tan sólo había comprado un par de veces. Pero alguno de los presentes sí tenía más idea, por lo que pronto estuvieron delante de unos puestos que podrían tener lo que buscaban. El draco observó con aire aburrido y poniendo más bien poco interés la mercancía que ofrecían dichos puestos, pero vio algo que le llamó la atención y sonrió. Buscó a Giz con la mirada y lo llamó para que se acercase.
-Tienes que comprarte una de esas como buen don Lagartone que eres -le dijo sonriendo con diversión mientras le señalaba una pajarita de color negro.

Cada vez que acababa en el mercado, a Giz le pasaba igual. Caminaba distraído, escudriñando los puestos con una atención muy variable. Cuantas más cosas vivas hubiera expuestas a la vista, más le interesaba el puesto. A pesar del mareo que le producía, Giz iba además con la gola abierta. Después de la decepción que se había llevado en luna alta, aprovechaba cualquier momento para probar sus capacidades de rastreo mágico. Siendo el mercado como era, a Giz le llegaba información de ochenta sitios diferentes y apenas era capaz de reconocer los hechizos más simples, debido a ese barullo.

Por suerte, las tiendecillas de ropa, eran más tranquilas en ese aspecto. <<Hechizo de protección contra ruptura>>. pensó mientras pasaba cerca un vestido de seda. <<Este ha sido limpiado hace poco. Y este. Venden ropa usada...>>. Giz hizo el equivalente mental a encogerse de hombros y siguió curioseando hasta que la voz de Noel lo sacó de su ensimismamiento mágico.

Se acercó hasta donde estaba y miró con curiosidad lo que le enseñaba. Era como un lazo negro, pero Giz no tenía muy clara su utilidad.

-¿Y esto cómo funciona? ¿Se pone en la muñeca o en el cuello o... ?-lo que más se le parecían eran los colgantes y las pulseras. Noel le explicó que era una pajarita y que sí que se ataban al cuello. Giz acabó convencido y preguntó al vendedor-. ¿Cuánto cuestan?-al oír lo que pedía el dueño, Giz hizo una mueca de disgusto y trató de regatearle-. No es de primera mano, eso es lo que debió costarle al primer dueño, puede que al segundo. Pero yo no pienso pasar por el aro-cerró la gola y la volvió a abrir, para dar constancia de que era un goliat y no se la podía dar con queso, aunque en realidad se estaba marcando un farol.

Giz no era demasiado bueno yendo de compras, pero gracias a Miloslava y sus incursiones en busca de galletas y otros antojos de la rusa, había aprendido un par de trucos. Como que muchos de los mercaderes no conocían el historial exacto de manos por el que habían pasado sus productos. Y este no parecía especialmente avispado. Repitió casi como un papagayo lo que solía decir la científica y, unos minutos más tarde, Giz se alejaba del puesto con la pajarita puesta bajo la gola y apenas un puñado de monedas menos.

-Es una prenda curiosa, pero no me queda mal-se dijo con convicción, antes de seguir a sus amigos hacia otra tienda.