Antiguo Mercado

Toima y Tania

Llegaron al mercado con el sol en lo alto. Debia de ser la hora de comer, pero Toima no daba muestras de tener hambre. Por otra parte, a Tania le rugia algo el estómago.
-¿Magia? Pero si nosotros no...-comenzó diciendo la nublina, intrigada.
Toima esbozó una torva sonrisa y pasó a explicarle.
-En mi tiempo como Watarhé aprendí muchas cosas sobre hacer trampas. Miles de ciudadanos lo suficientemente estúpidos como para creer que engañarian al emperador si le mostraban que ellos podian hacer tambien milagros. Claro está, eran trucos. La mayoria de ellos baratos: Espejos, pócimas, falsos fondos. Los que le intentaban timar eran ejecutados en el acto.-dijo Toima, restandole importancia a ese punto.-Lo que viene a ser es, esos milagros que hace el emperador, no es más que magia. Magia quizás no como la de rocavarancolia, pero me recuerda bastante a ella y es un dato que no me he dado cuenta hasta ahora.-
Pasaron entre los puestos. Gente alborotando, ruido de obras de fondo, miradas sospechosas, el ulterano se encontraba alerta. Tania permanecia pegado a él todo el rato y atenta a lo que le contaba.
-Vamos a crear nuestros propios trucos de magia. No necesitarán energia, pero sin duda costará mucho más prepararlos.-a continuación, vio como un mercader pregonaba la cantidad de elementos raros y especias que tenia. Su puesto, rodeado de frasquitos y demás parafernalia, estaba rodeado de gente y de monstruos. Toima se abrio paso, apartando brazos, hombros y, a veces cabezas, de su trayectoria. Cuando llegó a donde el mercader, le llamó la atención y le explicó lo que buscaba.
-Mira, busco una cosa amarilla, que se encuentra en volcanes. Es amarillo como la bilis y apesta a pedo. ¿lo tienes?-el mercader, algo intimidado por el colosal ulterano ante él, decidio no marearle como los demás y le dio un no rotundo. Toima suspiró y salio del gentio.
-No lo tiene.-le explicó a la nublina.

Toima

El ulterano se paró en seco cuando el hombre de aquel puesto les comenzó a hablar. Detrás de él quedó la nublina que pronto andó para ponerse al lado del albino. Toima escaneó al hombre de arriba a abajo. Parecia desenvolverse con experiencia y, como en todo tema de comercio, desconfió. Escuchó lo que tenia que decir, tranquilo, pero con aires de que tenia prisa.
-Azufre...-repitio.-Nunca me dijeron el nombre de esa cosa...-dijo algo pensativo.-¡cientificos!-exclamó, encogiendose de hombros.-Si es eso, es lo que busco y necesito. Ah y tambien, necesitaria esta otra cosa, se que es un líquido que es transparente, amarillo-marron si está podrido, que tiñe la piel de amarillo y la quema... Creo que tampoco se el nombre, pero tambien lo necesito.-
Toima se dio cuenta de lo poco que un soldado de a pie sabia de ciencia. Les entrenaban para saber lo justo. Entre el equipamento de un soldado, habia dos viales de un tamaño pequeño. Vial 1 y vial 2. Así es como lo hacian llamar. Mezclandolos, conseguias un potente arma que al prender explotaba. Claro que solo habia un intento por soldado. Era un arma de última opción.

Llego a darse cuenta de que no tenia, ni conocia forma de pago alguna. Pensó en intimidarle por la fuerza, para conseguir lo que queria, pero tenia suficiente consciencia para saber que algo así no seria tan facil, ni tan productivo como esperaria que fuera. Suspiró.
-No tengo dinero de por aquí.-remarcó el aquí, pues tenia una cuenta bancaria bastante nutrida en ulterania, perteneciendo su familia a la nobleza. Claro que tampoco sabia que, gracias al contrato del consejo, era como si su nombre en aquella cuenta hubiera sido borrado.-Es más, en mi vida he tenido que pagar por algo.-dijo con un tono más siniestro, hinchando el pecho y estirandose.-No se si imaginarás porque...-

Se dejó de rodeos.
-Pero... Consideralo una inversión. Necesito esas cosas para una misión del consejo. Una misión que me dará bastantes tierras. Me imagino más o menos cuanto beneficio puede dar una tierra firme... ¿que tal una futura comisión sobre los beneficios de esa tierra? Todo se puede negociar...-dijo, intentando sonar todo lo carismatico que podia permitirse. El viejo Toima hubiera decapitado al mercader y habria saqueado la tienda.-O, sino te vale una promesa de un tio con ojos por todo el cuerpo, puedo pagarte con servicios. Pero nada que no sea algo relacionado con dar palizas, que otra cosa no se.-dijo algo rotundo.-¿Que me dices?-

Toima y Tania

El mercader debia saber que era lo otro que buscaba aparte del azufre pues pronto vino con un nombre. Un nombre que recordó.
-Ácido Nítrico...-repitio, por lo bajo. Parecio aceptar intercambiar sus materiales por un favor, un favor que Toima deberia pagar en el futuro. Pero le daba igual. Tenia la suficiente confianza como para matar a quien fuera en la ciudad. Resopló, algo más tranquilo de saber que eso estaba saldado. Acompañó al mercader a donde guardaba varios de sus materiales. Volvio con un vial y un saco, haciendolos levitar con magia. Preguntó cuanto necesitarian y Toima fruncio el ceño.
-Tanto como puedas darnos... Pero empezar por un kilo y un litro de cada bastará por el momento...-
La nublina le lanzaba miradas de preocupación al ulterano y después se fijó en toda la parafernalia que trajo el mercader. Todavia no sabia que iba hacer con él, pero el ulterano se hallaba bastante contento por la transacción. ¿Para que necesitaria el mercader los servicios de un ulterano que ni si quiera tiene magia? Temia porque le pusiera una pago que no pudiera cumplir. Temia por la vida del albino, sentimiento que no era compartido por él.

Toima y Tania

El ulterano cargó con los bartulos, reticente de que la nublina llevara algo por la peligrosidad de lo que llevaba. Todo parecia acordado y planificado. Ahora solo le tocaria saldar su deuda con el mercader, pero por lo menos ya tenia una ventaja sobre la diferencia tecnologica y de magia. Quizás, si consiguiera explorar de vuelta a ulterania, pudiera cobrarse su venganza a la par que consiguiera materiales para usar en rocavarancolia. Pero no podia hacerlo solo, y no queria pedirle a nadie que le ayudara por miedo a que salieran heridos.
-Vamonos, Tania.-dijo dando la media vuelta y emprendiendo la marcha de camino a un nuevo lugar. La nublina pronto le siguio, pero antes de salir por la puerta, le echó una última mirada de preocupación al mercader. Seguia inseguro con la parte del pago de Toima.

Sigue en la biblioteca mágica

Con su pañuelo ocultando su gema, sus armas a la espalda y jugueteando con la navaja entre los dedos, Wednesday paseaba por el mercado, mirando distraídamente a todos los puestos, pero sin parar en ninguno. Realmente, no sabía lo que buscaba. Quería algo que la abstrajera o la relajara como hacía el tabaco, pero, a simple vista, todavía no había encontrado lo que buscaba.

Por el camino, lo único que le revoloteaba en la cabeza eran las caras de sus amigos ante su comentario infortunado, sobre todo la de Noel, que fue el más afectado por el mismo. Todo tenía con un continuo “No tienes padres” con la voz de Maggie como música de fondo. Iba a volverse loca.

Se fijaba distraídamente en todos los viandantes, intentado adivinar sus transformaciones para distraerse, hasta que uno de los puestos llamó su atención. Estaba lleno de hierbas y botecitos cuyo contenido liquido, de distintos colores, más suaves que llamativos, la británica desconocía. El puesto era pequeño, discreto y parecía poco concurrido, pero de él emanaba un agradable olor que prometía lo que la morena deseaba.

Wen se acercó al mercader aparentando indiferencia, el cual parecía bastante aburrido.

Wen oyó los gritos de la pequeña mujer antes de acercarse completamente. La tal Dama Aroma parecía muy descontenta con el servicio del mercader, y él tampoco parecía muy interesado en ayudarla. “Parece que tiene cosas interesantes, pero no creo que pueda ayudarme, en cambio ella…” reflexionó la morena.

- Puede que tenga razón. - contestó Wen ante el comentario de la mujer. Después de haber olido el aroma que salía del saquito colgado a su cuello, el cual prometía lo que ella buscaba, rápidamente había decidido que esa mujer sería la solución a su problema y que menospreciar un poco al mercader, seguramente, no le afectaría demasiado.- En cambio, usted parece tener un amplio conocimiento del tema. Permítame que me presente: Mi nombre es Dama Diurna, bruja maldita y agente de seguridad del Burdel de dama Espasmo, para servirla. - se presentó, utilizando por primera vez su nuevo nombre, con un movimiento de mano, sacando a relucir toda la educación británica que había recibido en sus escasos dos años con los Livingston.

Hacía ya un tiempo que había decidido crearse una doble identidad para esas situaciones en las que existía la posibilidad de que le robaran su preciada gema. Cada vez desconfiaba más de la gente que no conocía y había buscado dos nombres, uno para cada una de sus formas, y una transformación acorde con lo que necesitaba. La transformación elegida era la más versátil que había encontrado y la que más le había llamado la atención, por lo que fue sencillo elegirla. El nombre, por lo menos el de humana, más que sencillo, fue simple: solo hizo falta el suyo propio. El diminutivo que usaba Church con ella había sido la clave: Day. Lo demás, había salido solo.


- Y creo que usted puede ayudarme a encontrar lo que ando buscando.

Wen se quedó completamente quieta cuando la bruja la olisqueó. Confiaba en que la mujer no detectara en ella nada que la morena no quisiera que ella supiera y no tuviera más problemas que los normales en la transacción que esperaba realizar. A pesar de todo, Wen se movió durante todo momento con tensa naturalidad, intentado evitar, por una parte, que la mujer notara que se encontraba alerta, pero dejando ver que no era una niña ni era tonta y sabría defenderse llegado el momento.

A la británica le hubiera encantado preguntar a qué se refería la nublina con lo de “un té un tanto extraño”, pero prefirió callar y seguir el juego de “amigas desde hace tiempo” que la mujer había empezado al tratarla como tal.

Al contrario que dama Aroma, Wen no se despidió del mercader y guió a la mujer por las calles del mercado, tras superar la pequeña sorpresa que le supuso que la cogiera del brazo con tanta naturalidad y disimular rápidamente su turbación. Wen no sabía a dónde podría llevar a la mujer para que hablaran mejor, así que, simplemente, se limitó a guiarla fuera del mercado.

- Sería una estúpida si creyera que usted no se hace una idea de lo que ando buscando, mi querida dama Aroma. - comenzó a explicarle haciendo gala, de nuevo, de su educación británica.- Una no se acerca a un puesto que emite tal aroma simplemente por curiosidad. - prosiguió con voz pausada y amable.- No llevo demasiado tiempo en la ciudad y todavía no conozco todo lo que esta puede ofrecerme, pero no dudo que en ella pueda encontrar… ¿cómo decirlo?... ciertas… “sustancias” que mi mundo me ofrecía. No busco las mismas, sino algo nuevo que cubra mis necesidades de estos momentos, por eso recurro a usted y espero que me pueda ayudar. - le explicó a la mujer.- No sé si me explico con la suficiente claridad. - añadió al darse cuenta que, quizás, había sido demasiado rebuscada.

A la vouivre no le pasó por alto que ella era la guiada y no la guía, pero siguió manteniendo el brazo de su acompañante enroscado al suyo y parando y andando cuando a ella le convenía. Escuchó atentamente las palabras de a bruja y le gustó la naturalidad con la que hablaba de algo que en su mundo era prácticamente tema tabú.

La mujer intentó adivinar lo que ella buscaba y Wen hizo un amago de sonrisa ante ese acto, así como ante el curioso mote con el que la había bautizado. Al escuchar todo lo que la mujer podía ofrecerle y sin saber mucho que elegir, la británica decidió ser específica finalmente.

- Olvido, mi querida dama Aroma, busco el olvido momentáneo. La abstracción de la realidad para poder pasar unas horas en paz. ¿Tiene algo así para mí? Creo que no pido mucho, ¿no le parece? Simplemente no quiero pensar ni sentir durante algunas horas. Dígame usted qué me puede dar esa paz y cuanto me costará conseguirla.

El botecito que sacó dama Aroma atontó la mente de Wen a una velocidad pasmosa. “Es potente.” Fue lo único que acertó a pensar la vouivre. En silencio y casi embelesada por el recuerdo del aroma, la británica escuchó las palabras de la bruja y recibió sin ceremonias, pero profundamente agradecida, el regalo que esta le ofrecía.

- Le agradezco profundamente su presente, dama Aroma. Espero que si alguna vez necesita mi ayuda, no dude en pedírmela. - le agradeció y, seguidamente, se despidió con una reverencia.- Espero que nos volvamos a encontrar, ha sido un autentico placer hablar con usted. - y, guardando el frasquito en un saquito colgado de su cinturón, emprendió la marcha al único lugar en el que no la molestarían.

Sigue en el Jardin de la Memoria.

Disfrutando de la noche y de la cálida sensación que dejó el baño en mi cuerpo, llegamos al abarrotado Mercado. Es entonces cuando mis sentidos se tensan y avanzamos entre puestos con cuidado, buscando a Outhal y disimulando, hablando con algún conocido o algún cliente o lo que sea. Elunin va o bien delante de mí o al lado, esquivando a los enormes transeúntes y haciendo caso omiso a lo que le digan. ¿En su bulto, el carro que empuja? Nada. Algo que suena como mucho dinero pero sin serlo, aunque huela a oro. Un cebo. Los ingredientes de Outhal los llevo yo, a buen recaudo.

Por fin encuentro al alquimista, con un cliente o dos, así que espero a que acabe. Cuando le liberan me acerco a él a paso veloz y le saludo sonriendo con una inclinación de cabeza, breve.
-Buenas noches. Creo que tengo algo para ti.-y le muestro entonces la bolsa con los tarros hechizados por Nia, abierta para que vea que no hay truco.

Elunin nos mira curioso y precavido a la vez mirando alrededor, mientras yo espero.