Antiguo Mercado

Lara salió de uno de los establecimientos con una sensación de amargura que no le cabía en el pecho. Creia que había crecido, que había madurado y que la vida de Fina no le importaba tanto como lo útil que le estaba siendo. Pero el vacío que sentía al saberla muerta era real y a la mala sombra le estaba costando aguantar el llanto. Empezaba a entender que solo había una razón por la que había podido matar gente hasta ahora: la lejanía. Las personas cercanas le seguían doliendo y aquello le abrumaba. Se sentía débil y al mismo tiempo sentía que la unica forma de superar esa debilidad la debilitaría aún más. <<No puedo aislarme aún más...>> se decía.

La ordesa se cubrió la cara con una capa negra con un par de agujeritos para las orejas y agachó la cabeza, intentando esquivar a la multitud que ocupaba aquel lugar. Los días posteriores a la luna atraían el jaleo como la luz a los mosquitos y a Saria Omen eso solo la agobiaba. Necesitaba espacio y un sitio menos ruidoso que aquel, sus oídos le iban a explotar a aquel ritmo.

Apoyada sobre el bastón coronado con los huesos de los niños, la mala sombra se abrió paso y dejó un par de regalitos en forma de caídas desafortunadas para aquellas personas que más interferían con su escapada. <<Te he dicho que te apartes, calvo gilipollas>> Saria Omen aprovechaba cada oportunidad que tenía para dedicar insultos a los viandantes.

Había acudido junto con Kin, Keiria y Kudryavka al mercado. Su mudanza se acercaba cada vez más e iba a necesitar empezar a canjear más rádem para obtener divisas rocavarancolesas habiéndose hecho ya una idea acerca de la economía en la ciudad. Fue mientras se dirigía hacia un puesto en el que solicitaría una tasación del metal que llevaba consigo cuando se fijó en la presencia de una figura que atrajo su atención. En un principio no supo por qué, pero al cabo de cuatro segundos sospechó el motivo. Aquella persona de baja estatura cuyas orejas peludas asomaban a través de la capa oscura que vestía era o se parecía demasiado a alguien a quien conocía pero no había vuelto a ver desde hacía mucho tiempo. De hecho habían intentado averiguar si se encontraba bien, con nulo éxito. El irrense se detuvo y llamó la atención de quien estuviese más cerca de él en ese instante.
—Si no hay otra mala sombra de origen ordés en la ciudad, hemos hallado a Lara —comunicó mirando en dirección a la ordesa.
El ingeniero quería confirmar que lo era así como ganar tiempo para que fuese algún integrante del grupo quien decidiese qué debían hacer en aquella situación. El kairós no sabía cómo se debía proceder ante el reencuentro con una vieja amiga que no había dado signos de querer mantener el contacto.

Aquella tarde había accedido a acompañar a Archi al mercado junto a los demás para dar una vuelta. Dado que no tenía dinero, siempre que iba lo hacía por acompañar a alguien, pero era un ambiente diferente en la ciudad y por eso en cierto modo le gustaba pasearse por allí. Caminaba distraído, ojeando lo que podía ver de los puestos desde donde estaba, cuando Archi lo sacó de su ensimismamiento con la simple mención de una mala sombra. Buscó durante unos instantes, un poco perdido, en la misma dirección en la que miraba el kairós, y encontró una figura bajita, con el pelo y las orejas de Lara, que además tenía el característico marsupio de los ordeses. A pesar de llevar la cara tapada, sería tremendamente sorprendente para el irrense que aquella fuese otra persona.«No puede ser… ¿dónde se había metido todo este tiempo?». Aun así, lo más importante para él en aquel momento era que estaba viva. El por qué había desaparecido pasó a segundo plano, y dando un paso adelante, alzó la voz sin pensar.
—¿Lara, eres tú?
No se le ocurrió, hasta después de haber hablado, que llamarla podía haber sido una imprudencia, aunque tal vez la ordesa ya los había visto o lo habría hecho en muy poco tiempo. «¿Y si escapa de nosotros?» se preguntó, preocupado.

La noticia que acababa de recibir la ordesa ayudó a que no fuera consciente de quienes se encontraban frente a ella. Vio unos pies acercarse y se vio tentada de lanzarle mal de ojo al suelo, pero oyó su nombre, su antiguo nombre, de una voz también antigua que reconocía perfectamente. La mala sombra alzó la cabeza, clavó sus ojos amarillos en la figura frente a ella y comprobó que recordaba bien: Cio. Seguía igual que hacía un año, tras la luna, ¿quizás en mejor forma? Saria Omen dio un paso hacia atrás, su cuerpo le pedía huír, pero su mente estaba teniendo problemas para dar la orden.

—¿Qué haces aquí? —preguntó primero, disparando las palabras a una velocidad de vértigo y en voz baja. Un vistazo tras Cio le permitió reconocer a Kud, Keiria y Archi tras él. Los ojos se le humedecieron. La vieja Lara se alegraba de verlos, a pesar de que su intuición le advertía de que mantenerlos cerca era peligroso para ellos—. Ya no soy Lara, mi nombre ahora es Saria Omen —la mala sombra miró hacia los lados y suspiró. Acababa de cerciorarse de que los porcentajes seguían en su sitio. No existía una posibilidad anormalmente alta de que pasara nada.

>>¿Podemos ir a un sitio más tranquilo? —pidió entonces.

Quería hablar con ellos, saber que estaban bien. Pero lejos de la multitud.

Keiria caminaba junto a sus amigos sin prestar demasiada atención a la conversación, pues observaba ensimismada los puestos junto a los que pasaban evaluando la mercancía que ofrecían. No había acudido a aquella pequeña salida con sus compañeros con intención de comprar nada, por lo que no llevaba demasiado dinero encima, pero estaba empezando a arrepentirse de ello.
—Tengo que venir un día de estos a echar un vistazo a esa tienda... —murmuró para si, recolocándose el parche en un gesto inconsciente.

El comentario de Archi la bajo de las nubes en un instante, devolviéndola a la realidad de forma brusca. La kitsune, nerviosa, buscó entre la multitud en la dirección en la miraba el kairós, y cuando dio con aquella figura tan familiar el aire que había estado conteniendo se le escapó por completo. Kin fue el primero en reaccionar, llamándola por su nombre, y aunque en un principio pareció que tenía intenciones de huir dio la impresión de que se lo pensaba mejor. La pelirroja no podía creerselo: después de tanto tiempo por fin habían dado con ella.
—¿Donde quieres ir? —se apresuró a preguntar, dando un paso en su dirección con intención de abrazarla. Se lo pensó mejor, no obstante, temerosa de asustarla del todo.

La muchacha esperó una respuesta, impaciente, cambiando el peso de su cuerpo de un pie a otro. Se había quedado con el nuevo nombre de la ordesa y pretendía utilizarlo, pero le apenaba que hubiera decidido abandonar el suyo. No se la podía culpar teniendo en cuenta todo lo que había pasado durante la criba, no obstante, y se cuido de no expresar su opinión en voz alta.

Una sonrisa nerviosa se escapó de la boca de Saria Omen. La mala sombra se había hecho a la idea de que no volveria a verles y se le hacía tan raro escucharles de nuevo... Sus voces apenas habían cambiado y la transportaban de nuevo a la cosecha. A los momentos bonitos de la cosecha. Lara se mordió el labio inferior y echó a caminar en silencio y a pasos rápidos. Miraba de un lado a otro con nerviosismo mientras se alejaba de las calles concurridas. No frenó en seco hasta que se encontraron solos en una calle, frente a una casa en ruinas cuyos porcentajes no podrían amenazar ni a una mosca.

—Eh... Aquí. Aquí está bien —Lara clavó los ojos en el suelo, incapaz de mirar a sus amigos. No sabía muy bien qué decir. Tenía miedo de que descubrieran las cosas que había hecho.

Kudryavka

Ya libre aquel dia, el ruso paseaba por el mercado con sus amigos a la caza de algo interesante, cuando, de pronto, avisaron algo que, sin duda, interesante era, pero que hizo que Kud se quedase clavado en el sitio, durante bastante tiempo. Casi se queda parado de asombro al comprobar a Lara, quien les guiaba ahora hacia un sitio más tranquilo.
A cuatro patas de un sprint, el vánara alcanzó al grupo tras salir de su ensimismamiento. No pudo centrarse mucho en aquel ambiente tenso que surgió en un momento pues el ruso primero tuvo que lidiar con sus emociones cuando dos gordos lagrimones surgieron de sus ojos y se resbalaban por su cara que blandia un gesto compungido por la emoción de volver a ver a su amiga.

-¡¡¡Lllllllllaaaaaaaraaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!-soltó en un largo y angustioso sollozo mientras el vánara acortaba las distancias entre Saria Omen y el, con los brazos adelantados como un monstruo de frankenstein al cual le han dado cuerda. La peludez naranja topó con la mala sombra y la abrazó fuertemente, mientras más feos lagrimones caian por su cara.
-¡Laraaaaaaaa! ¡Siento lo que te dije cuando nos vimos la última vez! ¡De veras que lo hago!-sollozaba.-¡De hecho, ya ni me acuerdo de ello! ¡Fium! ¡Olvidado, olvidado!-mintio y se separó entonces de la ordesa, pero sin dejar de abrazarla.-¡Te he... ¡No, estoy seguro que todos te hemos echado de menos!-
Tras decir aquello, se frotó los ojos con la cola, para quitarse las lágrimas.

El abrazo pilló a Saria Omen completamente de improviso y esta tardó en reaccionar para abrazar a Kud de vuelta. Cuando se separaron, la mala sombra sonreía y a la vez lloraba. Se limpió las lágrimas con la capa corta que llevaba puesta y alzó la cabeza para mirar al mono peludo en el que se había convertido su amigo.

—Olvidado todo —le respondió con total sinceridad. Ella nisiquiera sabía a qué se refería exactamente—. Yo… Yo también os he echado mucho de menos a vosotros —logró confesar—. Siento…

La ordesa se quedó totalmente pillada. Acosada por sus temores, ni pudo ni supo continuar la frase en voz alta.

Presenció en silencio las reacciones de los demás hacia el reencuentro, aliviado de que la efusividad de Kudryavka pareciese algo más propio de él que de lo que se esperaría de alguien en una situación como aquella, a juzgar por el comportamiento más comedido de Kin y Keiria. Siguió a Lara, o mejor dicho Saria Omen tal y como ella había pedido, cuando pidió que se apartasen del bullicio del mercado.

Esperó a que la ordesa completase la frase, pero como no lo hizo el biomecánico se rascó la nuca. Sentía que debía decir algo pero le costaba decidir qué palabras debían ser adecuadas.
—Nos preocupaba la incapacidad para contactar contigo para poder comprobar si te encontrabas bien —decidió informarle, finalmente.

Solo su reacción bastó para saber que no se habían equivocado. Sintió un alivio enorme al escuchar su voz de nuevo, aun si lo primero que había dicho parecía implicar que estaba molesta por habérselos encontrado allí. Lo siguiente fue informarlos de su nuevo nombre. Por como lo había dicho había entendido que era importante para ella que lo utilizasen, y no pensaba llevarle la contraria, precisamente él no.

La siguieron hasta donde dijo, y el raigaurum se preguntó de qué quería esconderse exactamente o por qué no quería hablar donde otros pudiesen escuchar. Aprovechó ese tiempo extra para pensar qué hacer o qué decirle, pero no se le daban muy bien aquellas cosas. Por muy feliz que estuviese de volver a verla, había muchas cosas de las que era difícil hablar, y cosas que seguramente la mala sombra no quería recordar.

Cuando Kud se lanzó a abrazar a la ordesa le dio un buen sobresalto al irrense. A punto estuvo de decirle algo, pero cuando Lara, o Saria, lo aceptó entre sus brazos recordó las veces en que él mismo había recibido aquel mismo gesto durante su criba, la naturalidad con que solían hacerlo otros de forma casual. Kin se había familiarizado con las formas exageradas de mostrar cariño de otros mundos, pero aquello le pareció de entrada un tanto invasivo para ese momento. Al ver cómo lloraban y al formársele un nudo en la garganta en consecuencia se sintió un poco ridículo. Aunque sonrió al escuchar a Saria decir que los había echado de menos, no entendía del todo qué estaba pasando. ¿Acaso no había tenido valor antes para ir a verlos?
—No pasa nada, lo entendemos —trató de decir, mientras ella se disculpaba. Tal vez no era del todo cierto, pero era lo único que sabía decir en aquel momento. Se acercó a ella y le puso una mano en el hombro, apretando más fuerte durante un instante, como solía hacer antes cuando quería animarla, y trató de conseguir que lo mirase sosteniéndole la mirada—. ¿Cómo has estado? ¿has estado bien? Nos tenías preocupados, maldita sea —dijo tras Archi. Hablaba calmado, incluso al maldecir, y trató de sonreírle a Saria—. Pero estaba claro que sabías cuidarte. Me alegro muchísimo de volver a verte.

Keiria, junto a sus amigos, siguió a la ordesa hasta una calle vacía en la que podrían conversar lejos de miradas indiscretas. La reacción de Kud, en cierto modo predecible, cortó el inicio de la pregunta que bailaba en su boca, y al verlos llorar los ojos de la kitsune se humedecieron. Se quitó el parche para que las lágrimas fluyeran con libertad, esperando en silencio su turno para hablar sin saber muy bien a que se refería el vánara en su disculpa.

Las cuestiones de Kin y el comentario de Archi eran ecos de sus propios pensamientos, pero no entendía porque la mala sombra había decidido marcharse. Se acercó a abrazarla en cuanto lo consideró adecuado, estrechándola con fuerza pero de forma mucho menos escandalosa que el ruso.
—¿Donde has estado, Saria? —preguntó dubitativa, insegura al respecto de que su amiga quisiera hablar del tema. El nombre se le antojaba extraño—. Desapareciste de repente sin decir nada y nosotros no... —no sabía como continuar—. ¿Qué fue lo que ocurrió? —inquirió al final.

La pelirroja estaba nerviosa, pues no sabía como iba a reaccionar la ordesa a sus preguntas, pero a pesar de todo sonreía. El haberla visto era motivo suficiente para sentirse bien: confirmar que estaba entera y que aparentemente no le había ocurrido nada malo era un alivio.

—Lo siento mucho —comentó rápidamente tras Archi.

Saria Omen era consciente de lo que les había hecho y de verdad se arrepentía. Pero tras la Luna ella y la situación eran distintas. Había sentimientos y acciones que no controlaba y que la conducían a desaparecer como acabó haciendo.

—He... —suspiró—. He estado bien. Me acogió una... maga anciana —mintió como si nunca hubiese descubierto a las arañas—. Dama Fina, una artesana que vivía en una zona de la ciudad especialmente maltratada. Ella... —Lara evitaba mirarles, mantenía la cabeza gacha. Después de lo que le hizo la Luna, la ordesa tendía a vitar posar sus ojos en sitios peligrosos. Los porcentajes a su alrededor le regalaban sitios a los que mirar para sentirse en control—. Me fui porque no me sentía capaz de veros ni de permanecer cerca de vosotros con estos ojos nuevos. Necesitaba distanciarme de todo lo que me recordaba a mis hijos y a lo que me había hecho la luna —confesó—. Nana me cuidó como yo no supe cuidar a mis hijos y me dio cobijo a cambio de ayudarle en su pequeño taller.

La ordesa miró a la salida de la casa abandonada y se aseguró de que los porcentajes seguían bajos. Volvió a respirar hondo y se rascó la frente con nerviosismo.

—Acabo... Acabo de enterarme de que se murió hace tres días, a la salida de la Luna Roja —se atrevió a decir, hablando esta vez en voz muy baja y con el miedo impregnando cada sílaba, como si temiera que la oyeran.

La mala sombra aún no había tenido tiempo para asimilar aquello y sus ojos se llenaron repentinamente de lágrimas.

Kudryavka

Ya más tranquilo y sin lagrimones, Kud estuvo apunto de protestar, para animar a la ordesa, sobre que sus ojos le parecian muy chulos, pero debido al aire lúgubre de sus palabras se lo calló y tan solo miró a la mala sombra a los ojos con preocupacion hacia ella. Lo mismo pasó al mencionar a sus hijos. Kudryavka queria decirle que no habia sido culpa suya, que ella habia sido una supermadre y que no deberia ser tan dura consigo misma, pero de nuevo, ante su ignorancia de los sentimientos que la hacian daño, el ruso prefirio callarse antes que meter la pata.
Finalizó su amiga contandoles como la persona que la habia acobijado todo este tiempo habia fallecido. Los labios del ruso se fruncieron, de nuevo, ante una situación aun más dificil de manejar. La tristeza de Lara era muy fuerte, y poco sabia el vánara como ayudarla. Se dejó guiar por su corazón.
-Lo siento mucho L-... Saria.-empezó, maldiciendo internamente el no haber usado su nuevo nombre a la primera, ahora ya más tranquilo. Le agarró por las manos en cuanto empezó a llorar.-¿Hay algo que podamos hacer por ti?-le preguntó entonces.

Se sentia muy aparatoso y obtuso, como un pez fuera del agua.

Saria Omen hizo un esfuerzo por sonreír al escuchar la pregunta del vánara, pero enseguida se le borró lo que fuera que le llegó a salir. La mala sombra dio un par de pasos atrás, asomó la cabeza por el agujero que hacía de entrada a esa casa ruinosa y se aseguró de que no había nadie cerca.

—No sé si estoy segura —reconoció. Saria estaba comenzando a incubar una gran paranoia al respecto—. ¿Sabéis quién es dama Azahar?

Tenía que comenzar por algún sitio a contarles esto y necesitaba saber cual era el punto exacto para comenzar a hablar.

Por suerte para él sus amigos hicieron las preguntas adecuadas, o al menos confiaba en ellos para que supieran cuáles eran, y tan solo tuvo que atender a lo que la ordesa quería contarles. La historia de Saria Omen no lo dejó indiferente aunque su perpetua expresión neutra pudiese sugerírselo a un extraño. Extrajo de ello lo más importante, no obstante, que se trataba del hecho de que el sufrimiento de la mala sombra había continuado y había vuelto a tener que afrontar otra muerte más. El kairós tampoco sabía qué se suponía que debía hacer o decir a continuación, pero mucho antes de que pudiera pensar sobre ello, Kudryavka se le adelantó con lo que una vez más parecía ser lo adecuado. La respuesta de la ordesa fue vaga, pero en cambio les planteó una pregunta. Al menos se trataba de algo a lo que sí podía responder.
—Yo no reconozco ese nombre.

Lara suspiró internamente al descubrir que no sabían quien era, a pesar de que no sabía hasta qué punto era aquello malo o bueno.

—Es... —no sabía por dónde empezar. No quería mentirles, pero no quería perderles porque no fueran capaces de entender los motivos tras sus acciones—. Es una momia que compra esclavos en la casa de Gar —comenzó a explicar—. Paga por ellos, los acerca a la muerte y luego los sacrifica en el bastión palpitante, un edificio vivo que perteneció a un antiguo culto abandonado.

Había descubierto todo eso hoy. No había sabido hasta qué punto dama Azahar estaba loca, no lo había necesitado para realizar lo que había realizado en nombre de la anciana.

—Yo... Ayudé a dama Fina a liberar a algunos de esos esclavos del destino que les esperaba —Saria no se atrevió a reconocer que los había matado—. Y, bueno, por lo visto su relación se encontraba en un estadio de tira y afloja eterno y la cuerda al final se acabó rompiendo.

La mala sombra se sorprendió a sí misma siendo capaz de hablar de la muerte de Fina con tanta naturalidad. A pesar de que lo sentía por ella, estaba claro que nada podía marcarla como lo habían logrado antes las muertes de sus cinco hijos.

—La cosa es... No sé qué hacer ahora. No sé hasta qué punto su casa sea segura.

Siendo honesta, Saria les habría dicho que dudaba de la seguridad de la casa y de cualquier lugar de la ciudad. Dudaba de cada esquina que torcía y de su propia sombra al moverse.

Kin escuchó la historia sobre la artesana que había acogido a la ordesa, en parte aliviado y en parte molesto por no haberla encontrado a pesar de lo cerca que había resultado estar. Podía entender los motivos que dio, no todas las transformaciones eran igual de fáciles de llevar, pero no le parecían suficientes para alejarse de forma tan drástica y repentina. Cuando llegó a la noticia de la muerte de la anciana, sin embargo, interrumpió sus pensamientos al respecto. Saria se había vuelto a quedar sola, había vuelto a perder a alguien importante, y el raigaurum sintió rabia de lo injusta que era la vida con la mala sombra. ¿Cómo iba a no tener miedo de perder aún más gente? Cuando lo planteaba así, conseguía entenderla un poco mejor.

La historia de la momia le puso una mueca de asco en la cara. No encontraba el sentido a sacrificar esclavos, y no pudo evitar alegrarse de que dama Fina y Saria estropeasen sus planes, hasta que se dio cuenta de que la momia era la causa de su muerte. Perfectamente Saria podía ser la siguiente, y si seguía vagando por ahí sola se lo estaba poniendo mucho más fácil.
—Vuelve a Serpentaria por un tiempo, no te arriesgues. Si también se quisiera vengar de ti podría aparecer en cualquier momento —le dijo, preocupado—. Déjanos echarte un cable.