Biblioteca Mágica

Solo la educación de Shizel impidió que diera rienda suelta a su entusiasmo. Aún así su voz mental estaba teñida de él cuando asaeteó a preguntas al kairós.

>>"¡Qué interesante!" Su mente daba vueltas, desmenuzando fascinada los entresijos del funcionamiento de la traslocación de la que hablaba Archime. "La afinidad por una clase concreta de magia debe ser una característica de esta rama de transformaciones. Los de teletransporte son carísimos y además complejos de aprender, así que has tenido mucha suerte. ¿Dominas ya tu don?"
Quería detalles, se moría de ganas de oír más cosas.
>>"¿Es todo esto nuevo para ti, o ya utilizabas magia en la cosecha? Los hay que la obtuvieron cumpliendo alguna clase de precio, aunque desconozco si éste es nuestro caso", añadió pensativo.

El entusiasmo de Archime se encontraba en unos niveles muy similares a los que demostraba Shizel, solo que el kairós únicamente expresaba este de la forma que sabía: prestando toda su atención al idrino y elaborando sus intervenciones en la conversación.
—Sí, se trata de un don de gran utilidad —concendió—. Aunque tus habilidades también lo son. Ofrecen una protección difícilmente emulable de forma eficaz mediante otros métodos, claro que el ámbito aplicable de cada uno de nuestros dones es diferente y por lo tanto no equiparable.

>>Los principales obstáculos a la hora de realizar el proceso de traslocación los he solventado en su mayoría, pero todavía cometo errores de cálculo si comparo tempos de memoria, aunque a estas alturas tan solo con un margen de error asumible. Se debe principalmente a la dificultad añadida que supone concentrarse con la presencia, la cual resulta invasiva e impropia desde que aparece y hasta que finaliza el proceso de adaptación, del tic-tac. Para mí todavía no ha terminado dicho proceso, pero calculo que dentro de aproximadamente dos meses más dejará de suponer una desventaja y será cuando verdaderamente pueda comenzar a explotar todo el potencial de dicho elemento. Planeo, no obstante, aprender el hechizo de traslocación de todas formas a largo plazo ya que mi don no cubre todas las posibilidades que este ofrece por lo que he podido averiguar hasta el momento.

El kairós hablaba sin parar, sin perder su tono monótono pero con el brillo en la mirada que tan solo relucía cuando algo captaba por completo el interés de su intelecto.
—Ozzchreanos, Gres y yo éramos los únicos de nuestra cosecha que contamos con la capacidad para realizar los hechizos más costosos de entre los que están al alcance sin haber estado expuesto a la Luna Roja. Todavía no comprendo a fondo cómo funcionan los precios antes de transformarse. Resulta evidente que un skrýmir no podría realizar la recarga sin disponer del don que le permite formar la capa de hielo sobre su piel, pero deduzco de tus palabras que también contabas con la capacidad entonces. El precio parece regirse por principios diferentes pre y post transformación.  
La última frase llevaba implícita la incertidumbre en ella, con la intención de que el idrino aportase lo que supiese al respecto.

Shizel atendió en silencio, con los ojos muy abiertos y absorbido en lo que Archi iba contando. Había dejado los libros a un lado, olvidados momentáneamente.

-¿Qué posibilidades no cubre?- preguntó confuso-. Yo lo tengo pendiente todavía y tengo necesidad de aprenderlo, así que si alguna vez te ves en falta de un compañero de prácticas puedes contar conmigo.

Estaba tan embebido en la explicación del kairós que la falta de signos externos de entusiasmo que de otra manera le habrían hecho recelar de estarle aburriendo las pasó por alto.

Localizó sólo el primero de los nombres, porque Ozzchreanos vivía en Serpentaria. De hecho a Shizel le había llamado la atención primero por desagrado, porque le recordaba a Miseria y le hacía preguntarse si no se volvería tan engañoso como su cosechador.
-Sí. Estaba en la misma situación que vosotros- le confirmó. No era un secreto que aquello le llenaba de orgullo-. No iba mal defendido, llegué sabiendo usar una espada, aunque desde luego no contra monstruos. Pero en cuanto se me puso la magia delante... uf- sonrió con nostalgia-. Que se quitase todo lo demás. ¿Te pasó algo similar?

Impelido a teorizar, Shizel jugueteó con el dedo con una de las volutas que salían de su piel.
-Ni siquiera los propios rocavarancoleses parecen tenerlo claro. La teoría de los precios se sostiene impecablemente para muchos casos, pero en otros se viene abajo por completo. Lo que sí sé es que hay gente que comienza a cumplirlos desde mucho antes de venir a Rocavarancolia. Es posible que la capacidad se desarrolle con la edad, o con el tiempo de exposición a este lugar.

—No puedo emplear el método de traslocación mediante coordenadas, ya que solo puedo realizar el proceso si he estado previamente en el lugar y recuerdo o dispongo de una grabación de su tempo. Cualquier error de cálculo nimio puede provocar que el proceso no se lleve a cabo adecuadamente y como medida de seguridad adicional siempre efectúo el desplazamiento empleando un hechizo de intangibilidad. Dicha última causalidad no resulta demasiado problemática sino que el impedimento radica esencialmente en el hecho de que cualquier factor externo que provoque un desvío de la concentración podría provocar un error fatal. Así mismo, fallaría si alguien emplease métodos de manipulación mental contra los que no me pudiese defender y que me incapaciten para llevar a cabo la comparación. Probablemente exista un mayor número de casos en los que podría prevenírseme su uso, aunque esas son las limitaciones que conozco por el momento.

El kairós respondía a una pregunta tras otra sin detenerse a pensar en que se suponía que debía ser breve ya que, a su criterio aunque en aquel caso no era erróneo, Shizel mostaba interés en la conversación.
—Los irrenses no disponemos de conocimientos de supervivencia avanzados en condiciones extremas debido a la configuración de nuestra propia sociedad y normalmente carecemos de las características físicas que suelen requerirse para una mayor posibilidad de éxito en una situación similar, con la excepción de aquellos que trabajan en la superficie. Los dones de Luna han incluido ciertas características que han eliminado mis problemas de asma, pero antes de visitar la biblioteca y comenzar el estudio de los grimorios, lo más habitual era que con cada salida de exploración regresase al torreón siendo cargado por alguno de mis compañeros y sufría constantes ataques de asma. El hecho de que tuviese acceso al uso de la magia y especialmente a un mayor elenco de sortilegios que el resto favoreció indiscutiblemente mi condición como miembro del grupo.

Por último atendió a las teorías del skrýmir acerca del funcionamiento de los precios pero no disponía de datos que aportar a lo dicho y por tanto, tras dirigirle una mirada parpadeante de cinco segundos, desvió de nuevo la vista mientras volvía a sumergir el hocico en el libro de anatomía mientras esperaba a que la conversación continuase o el idrino señalase su término, pensando en indagar más sobre aquel tema en concreto. El kairós difícilmente sabía cuándo parar si se trataba de un tema que captase su interés, pero se había dado cuenta de que los demás sí disponían de la capacidad de establecer un límite.

—Vaya, comprendo- era cierto, requeriría una memoria considerable o algún tipo de soporte para recordar el tempo adecuado con precisión. La idea de hacerse intangible previamente a cualquier traslocación le pareció estupenda-. Buena precaución. Tomaré nota.

Escuchó en silencio al relato, ya más personal, de la experiencia de Archi como cosechado. No obstante no vio que estuviese en su lugar opinar sobre ello, al menos no en la primera conversación articulada que mantenían. Además se había percatado de que el kairós pretendía enfrascarse en la lectura de un tomo en concreto.

No quiso importunarle más y solo añadió una cosa más antes de anunciar su intención de marcharse.
—Ah, si te preocupa defenderte de los ataques mentales... es posible que pueda echarte una mano. Me gano la vida con esto y otros trabajos relacionados con ese campo- dando clases a los del grupo de la Brecha se había embolsado un buen dinero.

Meditó la propuesta de Shizel durante exactamente cinco segundos, pues fueron todos los que necesitó para tomar una decisión al respecto.
—Estoy interesado —afirmó sucintamente—. Contactaré contigo en la Torre Serpentaria cuando requiera tus servicios.
No mucho después, el kairós ya sabía que libros tomaría prestados y apiló los tres volúmenes, sujetándolos con cierta dificultad debido al peso, mientras comenzaba a realizar la comparación de tempos en su mente.
—Hasta otra —recordó pronunciar la fórmula de despedida que había escuchado utilizar en situaciones similares justo antes de desaparecer frente a los ojos del skrýmir.

Sigue en el Anfiteatro.

El roquense tardó lo suyo en dar con el hogar de los libros. No había estado antes y no sabía lo que tenía que buscar... Pero se las arregló preguntando a cualquier transeúnte que no le evitara. Y así llegó al extraño edificio. No se lo pensó dos veces antes de entrar sino que, sin siquiera pararse a comprobar que era ese el sitio, atravesó la puerta. No quería detenerse pues empezaría a pensar en cuán grande herejía estaba cometiendo, pero estaba empezando a hartarse de ciertos detalles relativos a la Voz. Lo principal era que se sentía traicionado, engañado. ¿Cómo iba a convertir un mundo lleno de herejes si era un fantasma, muerto, sin forma física y casi transparente? El mismo odio que su fanatismo le hacía querer masacrar herejes le estaba haciendo pensar en que había sido ultrajado y que la Voz se merecía de todo menos devoción.

Pero no era ese momento para pensar en aquello. Tenía un motivo para estar allí y si la Voz no entendía que Tesón necesitaba sentirse útil, se iba a tener que aguantar. Y, de hecho, desde que había llegado a aquel sitio todo había sido malo, así que...

—Deja de pensar, tarugo. Que le den. Que le den a todo. ¿No decía eso Lemus? Algo así... —masculló en voz baja, molesto con el asunto de la Voz. Pero hablar con él mismo le sirvió para ceñirse al plan—. ¡A ver! ¿Algún encargado de este sitio? ¡Tengo preguntas! —exclamó.

El roquense ahogó un grito cuando escuchó algo por encima de él. Había sido alguien con traje blanco. Sin embargo, no le dio tiempo a decir nada, ni siquiera recriminarle como hiciera con el impertinente, pues el otro se apresuró a reprenderle... Y algo más ocurrió.

Ahora sí que se asustó. Que le hablasen a hurtadillas tenía un pase, pero oír cómo uno de esos libros malditos lloriqueaba... Y ver cómo se movía... Menudo susto se llevó el pobre. Tanto que "trastabilló" varios pasos hacia atrás, hacia la puerta, hasta que se recuperó y miró al otro fantasma con una mueca de enfado. Pero prefirió guardarse las malas palabras y seguir con su plan.

—Pues venía a preguntar por esos malditos libros, mira por dónde. Los de mapas y bestiarios... ¿Sabes quién los escribe? Estoy planeando dedicarme a explorar sitios que apenas salgan en los mapas y luego dictar a alguien para que puedan recogerlo todo en algún libro... Ser útil para la ciudad, ya sabes... ¿Alguna idea de alguien que los escriba o de alguien que pudiera estar interesado?

Por si no se notaba, el roquense no era para nada consciente ni de la cantidad de libros que había allí ni de la cantidad de gente que podía dedicarse o haberse dedicado a escribirlos. Más bien pensaba que un grupo de ciudadanos se había encargado de cada tipo de libro. Por eso esperaba dar con el grupo encargado de los mapas... Pero cuanto más pensaba en esto menos esperanzas le veía al plan, por lo que intentaba pensar lo menos posible.

Que el otro le soltara tantos datos y al final todos fueran inútiles mosqueó bastante al roquense, pues consideraba que le hacía perder el tiempo. <<¡Qué demonios, si están todos muertos se podría haber ahorrado toda esa perorata desde el principio!>> Por si fuera poco, no solo malgastó tiempo en eso sino que, para colmo, se sintió ofendido. <<"Y para uno que llega interesado en colaborar, es un fantasma." ¿Qué sabrás tú de lo que soy capaz? ¡Maleducados impertinentes! ¡Esta ciudad no conoce el respeto!>> Y si el roquense pensaba que aquello era malo, lo peor llegó cuando le quitó todas las ilusiones de ir a explorar la ciudad.

Tesón, harto, se dispuso a interrumpirle, pero el "pero" que usó su interlocutor le frenó. Después escuchó "mundos vinculados" y se calmó. No había contado con los mundos de sus compañeros de cosecha. Ni siquiera se había planteado explorarlos. Pero si aquel encargado de la biblioteca decía que algunos eran recientes y hacía falta documentarlos... ¿Por qué no? <<Al menos tendré unos cien años sin aburrimiento. ¡Mundos enteros para explorar! Creo que cien son pocos...>> En apenas unos minutos pasó de detestar al encargado a mirarle ilusionado y atender a cada palabra que dijera. Tanto era así que cuando le habló lo hizo muy calmado y casi como si le conociera de hacía tiempo.

—Pues mira... Podría hacer eso. Ir a mundos vinculados, digo. Si hace falta documentarlos, puedo ayudar... Puedo memorizar lo que haga falta, hacer viajes rápidos, que alguien colabore conmigo aquí y lo escriba —y luego atendió a lo del libro de hechizos, que no le hizo ninguna gracia. No sabía si como fantasma podría hacerlos—. Hum... No he intentado hacer magia después de muerto...

No se lo planteó dos veces. Ignoró el detalle de que en Maciel había necesitado varios de aquellos cristales que tantos disgustos le dieron, miró el libro, buscó algún hechizo de rápida realización y lo intentó. Por supuesto, tal y como esperaba, no sintió el cosquilleo de cuando consiguió hacer su hechizo de curación.

—Pues sin magia. Bueno, ¿qué me dices? ¿Algún mundo poco explorado? No estoy al día como comprenderás... Mis compañeros siguen en la cosecha —inquirió y acabó en un suspiro.

El roquense atendió a sus palabras bastante desconcertado. ¿Qué tendría que ver haber visto o no esa "Luna", fuera lo que fuera, para que pudiera hacer lo que quería hacer: explorar y catalogar? Por lo que a Tesón respectaba, no necesitaba más que alguien que voluntariamente lo anotara luego todo. Y si no se daba el caso pues siempre podría servir de guía en esas zonas inexploradas de esos mundos vinculados. Pero nada ni nadie le quitaría la idea de la cabeza: exploraría.

Lo ignoró todo. Lo que no ignoró, obviamente, fue la enumeración de mundos a los que podría ir. <<Ordesta, Dryfus, Krabelin y Roca Sagrada... y a casa solo podré ir de visita, nunca para quedarme... Podría preguntar a gente de esos mundos antes de ir... Aunque implicaría volver a Maciel... Hmm...>>

—¡Oye! —exclamó al percatarse de la desaparición repentina del otro—. Impertinentes... Bueno, gracias, y hasta otra.

El emplumado salió de la Biblioteca y miró a su alrededor, desorientado. ¿Cómo se viajaría a esos mundos? Tendría que preguntar... <<A trabajar>>

Sigue en la Explanada de los Portales

A Zmey no podía interesarle menos la nigromancia, pero al parecer el saber lo básico era un requisito para ser aprendiz de Nihil. La hechicera le había puesto deberes, bastante menos absurdos que los que solía poner Siloco pero aún así bastante enrevesados. Largas listas de ingredientes para pociones de embalsamaje, hechizos de conservación, ritos de animación de cadáveres, y todo eso le importaba más bien poco.

En ese momento estaba comiendo galletas saladas con queso en el pasillo dedicado a la nigromancia. Se había sentado con las piernas cruzadas y la espalda contra una estantería, y tenía abierto un grueso y polvoriento volumen abierto sobre su regazo. Se comía las galletas de un bocado para que no cayesen migas en el libro, tomando apuntes con desgana cada poco. Durante horas, su único pensamiento era << Meeeeeeeh>> Se estaba aburriendo mucho.

Desde que había descubierto lo fácilmente que podían ser asesinadas las estirges se había propuesto buscar manera de protegerlas antes de que se quedaran sin dominio. El primer método era incrementar el numero con nuevo pollitos, el segundo era proteger a las ya vivas. Si a eso le añadían el pequeño detalle personal de que necesitaba una mejora en el hechizo de conservación de cuerpos, la respuesta era clara: Necesitaba ir a la biblioteca.

Ahora si, buscar en la biblioteca cualquier cosa con una estirge adulta y su cría metida en el bolsillo para que se acostumbrara a el, era un incordio. El pollo cabezón no paraba de piar y aquello estaba inquietando a la estirge que no paraba de moverse de un hombro al otro.

-Shhh...que va a venir el fantasma y acabaras siendo parte de la portada de un libro - se quejo Evelhan bajito intento calmar al mini proyecto de estirge, intentando alimentarlo con su propia comida para que se callara. No estaba teniendo mucho éxito por lo que la estirge que tenía sobre el hombro decidió que no aguantaba mas el piar del pollo y alzo el vuelo, sorprendiendo un poco a Evelhan que le siguió. Este aterrizo junto  a un pasillo y comenzó a acercarse lentamente hacia alguien sentado en el suelo, mirando con sus ojos negros una galleta que tenía en la mano.

-Ni se te ocurra -le advirtió Evelhan  en voz baja en cuanto vio sus intenciones y la estirge se quedo quieta, huraña. ¿Porque sus estirges siempre intentaban robarle a la misma persona? Evelhan se acerco a este.

-Siento el intento de robo...de nuevo -dijo en disculpa mirando mal al ave que simplemente le ignoró y seguía mirando las manos de Zmey. El pollo volvió a piar desde el bolsillo de Evelhan, exigiendo comida.

No estaba lo que se dice tremendamente concentrado en sus estudios, por lo que cualquier sonido era suficiente para distraer su atención. Siguió mentalmente el aleteo que se iba acercando sin levantar la vista del libro, y cuando supo que el pájaro se le estaba acercando fue cuando dejó su lectura para mirarlo mal. El bicho quería sus galletas, él lo sabía, y se estaba acercando con un intento de disimulo bastante penoso.

Detrás venía el dueño, y la mirada del piromante se suavizó, al tiempo que le subían los colores a las mejillas. Su último encuentro había sido vergonzoso cuanto menos, aunque pensándolo en frío, no comprendía por qué le preocupaba tanto que supiesen que había estado con una prostituta, si era lo más normal del mundo. Tal vez fuese el sentimiento de culpa que aún tenía latente en algún punto de su mente. Había imaginado varias veces cómo debería explicarles a sus antiguos compañeros esa situación, y ponía a Evelhan inconscientemente en el papel. En resumen, estaba siendo un idiota.

-Hola.- saludó tímidamente.- No te preocupes, las estirges son así. Tiene hambre, ¿no?- dijo señalando al pollo que piaba desesperadamente en algún punto de la chaqueta del brujo.

Le lanzó una galleta a la estirge adulta.

Su preocupación por su estirges ladronas le habían hecho olvidarse por un momento de como fue la ultima que se encontró con  el brujo,no fue en una situación muy normal y desde luego tampoco muy cómoda. Aunque tampoco es como si pudiera decir mucho, el también había entrado en el burdel,aunque aseguraba que no para lo mismo.

El pensamiento y rubor de Zmey se le contagio y bajo un poco la vista, carraspeando avergonzado. Cómo buen crío nulo en el tema y por mas daeliciano que fuese, seguía siendo un niño tímido.

-Lo se - susurro rascándose la mejilla un poco nervioso de la nada cuando antes le había hablado tan normal. Pensándolo bien había sido demasiado confianzudo, tal vez- Pero que sean ladronas hará que acaben mal -añadió con un suspiro resignado, mientras despacio se sentaba junto al brujo,le resultaba un poco feo estar hablándole desde arriba. No estaba acostumbrado siendo que casi todo el mundo era mas alto que el, salvo Lara y Xalcoth. Sonrió un poco cuando Zmey le lanzo la galleta alestirge adulta, que la cogio al vuelo. Evelhan sacó del bolsillo de chaqueta sin mangas a una pequeña bolita cubierta de plumón, con una cabeza y pico bastante grandes. El pobre pollo era endiabladamente feo, sin la elegancia de los adultos de su especie.

-Nació hace poco e intento que se acostumbre a mi desde pequeños,es muy gloton -murmuro enseñándole al pequeño pájaro que  ni siquiera era capaz de sostenerse con sus patas y que miraba con sus ojitos negros a Zmey. Evelhan coloco al pollito en su regazo y la estirge adulta, tras picar en trozos mas pequeños la galleta,se la dio al daeliciano que comenzó a alimentarlo cuidado de que no le arrancara el dedo en el proceso.

-Con suerte cuando lo alimente se callara y podre por fin buscar lo que quería -añadió sonriendo y mirando al brujo, viendo el libro que tenía  sobre las piernas con un poco de curiosidad. No sabia en que sección estaba pero un simple vistazo a los libros cercanos se lo aclaro y sintió un ligero escalofrío- Uhm...-dudaba un poco si preguntar, pues tampoco era de su incumbencia ni había realmente mucho trato real entre ambos, solo se había visto dos veces y una ni siquiera habían hablado. Pero había oído hablar de la nigromancia y tenia un poquito de curiosidad, le intimidaba un poco también, tal vez por ser algo desconocido y significativo para su transformación.

Un pequeño picotazo del ave que había terminado de comer lo saco de sus pensamientos y miro a Zmey.

-Es una pregunta tonta pero...¿eres un nigromante o solo es curiosidad? -pregunto señalando el libro de su regazo con timidez. No es como si supiera la transformación del otro, de todas formas, solo imaginaba que era un brujo.