Primer sueño de Rägjynn

Los valiosos rayos de sol haciendo acto de presencia en lo que convertía a aquel día en Rocavarancolia en uno de inusual calidez para Rocavarancolia, mecían la mente igual de extrañamente en calma del mjörní; en una suerte de nana que le inducía a conciliar el sueño. Uno que se le antojaba que podría ser incluso reparador por primera vez en mucho tiempo.

Pero la calma nunca podía durar mucho tiempo en donde se encontraba, y si bien lo sabía más que de sobra, no pudo evitar no solo sobresaltarse si no sentirse ligeramente irritado por un instante. La irritación dio paso a la preocupación enseguida, al darse cuenta del origen de lo que había perturbado su breve momento de paz. O más bien, quién.

Damian lo llamó y el escamas moradas se levantó prontamente, acercándose a ambos niños que claramente no se encontraban de buen humor. O quizás aquello fuese quedarse muy corto, pues la acusación que hizo el italiano mientras corría a introducir su mano en agua le hizo disparar varias alarmas.
Aniol no tardó en contradecir a su amigo ofreciendo una explicación que no implicaba ningún tipo de violencia por su parte. Rägjynn estaba inclinado a creer en lo que el polaco decía, ya que Damian tendía a ser muy pasional, por decirlo de alguna manera, y no sería extraño que hubiese distorsionado los hechos en su cabeza por algún motivo.

Pero, la réplica del circense no se hizo esperar y el mjörní ya no tenía forma de intentar suponer qué había pasado en realidad. Sabía que Damian no era un mentiroso tampoco, y el polaco también había demostrado que podía llegar a hacer alguna que otra travesura. El día que ambos habían intentado escabullirse fuera del torreón durante la noche se hizo muy presente en sus recuerdos en ese momento.

—Chicos… ¡Aniol, Damian! —trató de llamar su atención acercándose más a ellos—. A ver, hum… estoy seguro de que hay alguna clase de malentendido. ¿Podéis explicarme con calma y por turnos qué ha pasado? ¡Ah! Déjame ver tu quemadura, Damian… —le pidió al italiano extendiendo una mano para que se la mostrase—. Vamos a dejar que empiece él, ya que parece que es quien se ha hecho daño, ¿de acuerdo? —finalizó mirando hacia el polaco manteniendo una expresión tranquila y amable.

—No, Damian, eso no es lo que… —intentó explicar cuando el niño pareció interpretar su decisión de dejarle hablar primero como una declaración de estaba completamente de su parte.
Pero incluso aunque al principio parecían intentar respetar el turno de palabra que les había pedido, enseguida volvieron a enfrascarse en una discusión y el mjörní se vio incapaz de intervenir mientras volvían a echarse la culpa el uno a otro. Sus historias no encajaban y solo tenía dos evidencias: la quemadura del italiano que estaba examinando en ese momento y tratando de ayudarle a aliviarla templando un poco el agua, pues podría ser peligroso aplicar agua muy fría sobre la quemadura; y las manos limpias del polaco.

Pensó durante un instante qué decir, porque aquel era un asunto delicado. Los niños estaban claramente agitados e irritados el uno con el otro y no quería decir nada que hiciese que volviesen a malinterpretarle como había hecho Damian antes o que echase leña a su desacuerdo.

—¿Estabais… discutiendo después de que Anastasia se cayese al fuego? A lo mejor lo que pasó es que en medio de la discusión no te diste cuenta y tropezaste con algo, y por eso te dio la sensación de que Aniol te había empujado —lo último lo diría mirando hacia Damian—. Aniol no te haría daño a propósito, ¿no lo crees? No importa cómo se cayese Anastasia en el fuego, estoy convencido de que eso también fue un accidente —añadiría de forma apresurada.

Esperaba de verdad que sus palabras no se volviesen de nuevo en su contra.

Una vez más, sus palabras enseguida se volvieron en su contra. Era bastante frustrante.
—No es que me esté inventando nada… —intentó protestar con calma sin ningún éxito.

Era imposible intervenir en la discusión entre ambos niños. Por tercera vez volvían a echarse en cara el uno al otro acciones que se contradecían. Pero en esa ocasión estaba siendo incluso peor. El brusco gesto de Damian fue solo el inicio de la confirmación de que aquella situación, lejos de mejorar, solo estaba yendo a peor.

Y cuando llegó el primer empujón, se le heló aún más su sangre fría.

Desde luego, no esperaba que Aniol no reaccionase de muy mala manera después de eso y lo que había presenciado hasta el momento, pero una parte de él creía que solo le gritaría más al italiano. Nada lo podría haber preparado para la escena que se desenvolvió ante él. Creía haber tratado de expresar los razonamientos correctos para que los niños pudiesen calmarse, pero por alguna razón no había logrado nada en absoluto.

¿Se habría equivocado por completo? Es cierto que no estaba tratando con niños mjörnís, pero…

<<¡¡Ah!!>>
—¡N-no, parad! ¡No os hagáis daño, por favor!

No tenía tiempo para pensar en nada de aquello. La violencia entre los niños se había intensificado en apenas un instante y el escamas moradas no sabía qué hacer. Se movió con un creciente nerviosismo cerca de ellos mientras les pedía que parasen. Desde luego, esa no era una situación que hubiese vivido antes. Necesitaba ayuda. Se dirigióp corriendo al interior del torreón. Algún humano… Ethan o Rick. O Nohlem, aunque no fuese humano. ¿O quizás Airi sabría mejor qué hacer? ¿Tal vez ante una situación así incluso alguien más imponente como Connor…?

—¡Chicos, Aniol y Damian se están peleando y no me escuchan! —entraría alzando la voz con una clara urgencia en su tono, buscando a cualquiera. Realmente no importaba quién.

Entrecerró los ojos tratando de ajustarse a la súbita oscuridad, pero enseguida escuchó unos pasos familiares que sin duda pertenecían a Connor.
—¡Hay que detenerlos! —el texano ya parecía haber escuchado la refriega fuera, y aunque le llamó la atención que lo expresase con un “ya están otra vez”, no había tiempo para preguntar a qué se refería—. Se van a hacer mucho daño y no me hacen caso…

El alivio por haberse topado con el humano se desvanecería muy rápido, más que los apresurados pasos con los que le había seguido al exterior. El grito en sí solo le hizo encogerse un poco: ya se estaba acostumbrando a las formas bruscas del motero y sabía que era su forma de expresarse, pero la situación enseguida continuó torciéndose para peor.

Rägjynn no daba crédito a lo que estaba viendo, y permaneció un segundo paralizado con los ojos muy abiertos, horrorizado ante lo que estaba ocurriendo. Que los apartase de aquella forma ya no le había gustado, pero podría ser necesario si no atendían a razones. No obstante, cuando acudió en busca de la ayuda de Connor ni se le hubiera pasado por la cabeza que…
—¡Connor, se están ahogando! ¡Suéltalos, por favor! —le imploró acercándose una vez fue capaz de recuperar el control de su cuerpo.
El humano ya había alzado de forma amenazante a Damian el primer día, a lo mejor no… no se estaba dando cuenta de la fuerza que estaba haciendo. Le estaba costando procesar aquella escena.

Se llevó las manos a los ojos sin entender qué estaba pasando. ¿Se estaba mareando por la situación? Pero, de pronto, su visión era roja… ¿Estaba…? No… ¿No? Intentó gritar el nombre de Connor de nuevo, porque no veía qué ocurría. No sabía si le había hecho caso, no le había oído responderle nada…

La voz que oyó fue la suya. Un grito desesperado. Dolía como si le estuviesen clavando una aguja. No, muchas agujas. Agujas gélidas que se clavaban en su cabeza desde todas partes. El mjörní no entendía que estaba pasando, su mundo se volvió sufrimiento puro. El calor de la sangre casi pasó desapercibido, aunque en el fondo sabía lo que estaba pasando, a pesar de que nunca había ocurrido de aquella forma.

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Boquea con dificultad. Durante unos instantes que parecen largos minutos solo intenta ubicarse y, más importante, no ahogarse, mareado y confuso. Hay algo a su espalda, aunque parece pequeño. ¿Un muro…? Ah, ¿el pozo? ¿Y qué es lo que nota entre sus manos?

Cuando su visión comienza a recuperar la capacidad de enfocar eso es lo primero que ve: la cuerda. No comprende hasta varios segundos después de qué es lo que está sujetando. ¿Por qué tiene la cuerda del pozo? ¿Cuándo la cogió y para qué? Está empapado. ¿Es que se le cayó agua de un caldero… o casi se cae dentro del pozo…? Rägjynn no entiende nada en absoluto. Pero de pronto le asaltan las imágenes de lo último que recuerda y trata de incorporarse de golpe, mareándose en el proceso.

La sangre… la nota. Y la ve, finalmente. En sus manos, pero no solo ahí. Vuelve a caer al suelo al ver lo que reconoce como la figura de Connor tirada en el suelo. Quiere gritar y no puede. Quiere apartar la vista de...

Arcadas. ¿Cómo…? Más sangre. Y al lado de las insidiosas manchas rojas lo que más temía ver después de que el recibimiento de su despertar fuese el cadáver del texano, y en aquel estado.

—No… —murmura, primero—. No, no, no, no, no, NO, ¡NO!
Vuelve a no enfocar, aunque en esa ocasión son las lágrimas las culpables. Se acerca tambaleante al cadáver de Aniol, después al de Damian. Sabe que están muertos: nadie sobreviviría en las condiciones en las que están. Al igual que Connor.

Vuelve a caer, resbalando en la sangre que emana del cuello del italiano. Sigue negando con la cabeza y con la voz, en una suerte de mantra que pretende alejar de él la realidad. La misma que le golpea con fuerza mientras se agita en el suelo, incapaz de levantarse e incapaz de hacer nada que no sea repetir dicho mantra. Se arrastra, llorando con más intensidad cada vez mientras grita.

Solo grita. Sus peores temores se habían hecho realidad. Nunca nadie debió confiar en él jamás.

Al escuchar los pasos de sus compañeros, Räg entra todavía más en pánico e intenta arrastrarse con mayor rapidez. No sabe siquiera hacia donde está intentando ir, solo quiere alejarse de allí… Pero es inútil: su cuerpo apenas le responde. Los gritos de sus compañeros no ensordecen sus oídos porque estos ya no funcionan como deben. La realidad se desdibuja a su alrededor hasta parecer un extraño bosquejo en movimiento que solo representa de forma burda y oculta tras un filtro carmesí lo que es.

La mano de Airi parece una losa pesada que amenaza con aplastarle bajo el peso de la culpabilidad, el mismo que cree que se llevará a su amigue si no se aleja de él de inmediato. Elle no sabe… No sabe que está en peligro. Quiere advertirle. A le sanaí y a todos los que reconoce sus voces, aunque apenas el significado de sus palabras. Excepto una.

La acusación de Nohlem es nítida y certera. Es lo único que tiene sentido en la cabeza del mjörní en aquel instante, a fin de cuentas. No necesita verlo para saber que está asqueado de él. Y tiene razón.

—Yo… No sé lo que ocurrió —comenzó a responder con un notable temblor en su voz y cuerpo—. Pero no había nadie… más. Connor, él… Los niños estaban… Los estaba ahogando e intenté hacer que parara, pero… No tengo recuerdos después de eso —. Su inconexa historia la acompañaba de un involuntario balanceo de la mitad superior de su cuerpo, y tenía la mirada fija en el pozo, lugar donde había despertado tras haber perdido el conocimiento—. Pero tuve… tuve que ser yo —sentenció finalmente con la voz quebrada—. ¡El Culto tenía razón! — reaccionó finalmente alejándose de Airi en un movimiento brusco con el que trató de levantarse.

Su intento se quedó a medias, estaba mareado y tenía la visión empañada por puntos negros entre el rojo.
—Tengo que alejarme… Tengo que…

No sabía en qué dirección tenía que ir. Ni estaba pensando en que para salir del torreón iba a necesitar usar el mecanismo del puente o levitar. Solo sabía que tenía que alejarse de los demás cuanto antes.