Sede de los Taumaturgos (Archivo III)

Recuerdo del primer mensaje :

El ataque de risa de Tap fue tal que su cuerpo se sacudió en el aire como si sufriera espasmos. El aparato fonador emitió ruidos incomprensibles que no eran más que el poltergeist intentando hacer ver al idrino lo gracioso que había sido verle la cara en plena descarga eléctrica. Cuando por fin se calmó, Saren le preguntó sobre su cuerpo y Tap comenzó a hablar tan rápido que las palabras se trababan y no salían. Tuvo que coger aire antes de intentarlo de nuevo, esta vez más despacio que la anterior.

—Es de metal irrense y plástico—explicó—. Fabricado por dama Hálito, demi… demiur… demiurga—se le atascaba la palabra. La mención a la violeta le hizo sentir algo de pena. Perder a los pocos gigantes que merecían la pena nunca era divertido. Continuó su charla moviendo cada una de las secciones en las que se dividía y haciendo una mención obvia al aparato que le permitía hablar—. Además lo estoy armando. Como lo de la electric… electricicicicidad—de nuevo se le atascaron las palabras y Tap sacudió la cabeza de manera inútil—. Electricidad. Todavía me que-queda hasta que… aprenda del todo. Pero bueno.

Tap estaba tan eufórico por su nuevo cuerpo que le daba igual las trabas que su ponía. Valoraba la mejora y lo veía todo un pelín más positivo. Un pelín suficiente como para que no quisiera matar al gigante que tenía enfrente en ningún momento. Era probable que el hecho de que fuera Saren y no otro, como Pablo, por ejemplo, también tuviera que ver. Pero lo importante era que, en aquellos momentos, el poltergeist se encontraba a gusto.

—Y tú, ¿Q-qué eres? ¿Y qué haces? Sales muy a menudo de la Sede—Tap estaba realizando esas mismas preguntas a todos los gigantes que decidía que eran dignos de relacionarse. Sobre todo porque según las respuestas, así sabría si lo seguían siendo, si era mejor alejarse de ellos o, simplemente, sabía si podía alegrarse porque la Luna Roja les castigaba con algún aspecto injusto de sus transformaciones. Sabía lo felices que fueron muchos gigantes cuando descubrieron que como poltergeist no podría hablar, así que no pensaba esconder la diversión que le producía saber que ahora a algunos les mataba el sol o que estaban catatónicos durante todo el día en la cama.

Hay momentos en los que te tienes que hacer preguntas, momentos en los que tienes que parar y simplemente hablar contigo mismo, intentando ser todo lo honesto que puedas.

Tumbado en su cama Arcan miraba a ninguna parte sumido en sus pensamientos. Su habitación había cambiado bastante en estos cuatro meses, las estanterías estaban ahora llenas de libros viejos, ropa y objetos restaurados que había ido "robando" por toda la ciudad mientras recogía muebles aquí y allá, incluso un par de los muebles pequeños que habían sido descartados por Isis ahora decoraban el cuarto junto a un par de cuadros, una mesita de cama y un escritorio hecho a base de dos escritorios fundidos entre sí y con algo más de madera para hacer uno más grande y funcional. Habían sido cuatro meses en los que se había volcado en su trabajo y su entrenamiento, encerrándose en sí mismo y no disfrutando mucho de nada salvo en un par de ocasiones o en charlas fortuitas con los habitantes del torreón. A su vez el mismo había cambiado en algunos aspectos, como por ejemplo en la ropa. La influencia de Isis había hecho que Arcan se sintiera cómodo con ropas un tanto más elegantes, habiéndole cogido el gusto a ese estilo que Samika había definido como "detectivesco", por ello siempre se le solía ver con botas o zapatos, camisa, traje o gabardina y desde luego siempre con uno de sus sombreros.

Era una vida sencilla, se levantaba muy temprano a desayunar, entrenaba como si su vida le fuese en ello con Sura, Garra y cualquiera que se apuntara, hacia su medio desayuno, se iba a trabajar, comía en el trabajo, seguía trabajando y se tomaba su merienda en el proceso normalmente, volvía al torreón, cenaba, estudiaba magia básica, se relajaba, a dormir y vuelta a empezar. Aún casi ni siquiera había empezado con los hechizos de nivel moderado, simplemente estaba dominando las bases antes de decidirse por alguna rama. Sabía que necesitaría hechizos de detección para su precio pero no quería limitarse solo a ellos.

Sin embargo toda esta rutina que le permitía mantener su inquieta mente ocupada y centrada, y con ello no pensar en sus conflictos emocionales y otras cosas, estaba empezando a venirse abajo, todo el tema de muebles había sido por fin finiquitado finalmente así como la construcción, la mayoría de telas habían sido preparadas quedando  solo la alta costura en la que él no tenía potestad y en los temas de magia que se iba a anclar a la tienda el no pintaba nada. En resumen había cumplido con todos sus proyectos y trabajos y ahora allí no le quedaba mucho, algún recado que necesitase Twixy´s o echar una mano en algo que surja pero en general ya no tenía mucho que hacer por la tienda.

¿Y ahora qué?

Quizás ir al ejercito a la forja y ser el aprendiz de Raelene, la había conocido después de retar a Dama Abrazos para comprobar lo que era enfrentarse a un guerrero y que tuviera que  curarle los huesos rotos y los órganos dañados, habían congeniado desde entonces, una especie de aprobación mutua entre dos personas parcas de palabras. Era un buen sueldo fijo, mucho trabajo como lo que a él le gustaba y la oportunidad no solo de aprender herrería como hubiese querido si no lo hubiesen cosechado si no de tener una o varias maestras en la magia enseñándole rúnico. Aún así aunque físicamente estaba preparado para entrar mágicamente aún le quedaba bastante para superar esa parte de las pruebas del ejercito al ser un ciudadano con precio. Finalmente la idea de tener que alistarse en el ejercito aunque fuera en la forja de este no le llamaba nada. No quería anclarse a la ciudad pues le parecía muy frágil y al borde del colapso ante cualquier nueva calamidad.

Por otra parte Maher lo había invitado a seguir siendo su aprendiz y a hacer encargos con el de restauración, carpintería y ebanistería por la ciudad. No sonaba nada mal para Arcan, le encantaba crear, en cualquiera de sus formas y moldear la madera le recordaba mucho a cuando hacía los juguetes para sus hermanos y para Brina y Per. Pese a que no fuera una oportunidad para crecer tan grande como la de ir al ejercito definitivamente era una con la que estaba más a gusto.

También quería aprender, aprender cómo funcionaba el mundo a su alrededor, aprender de ciencias. Había escuchado sobre centros, escuelas y universidades donde las personas en sus mundos se esforzaban por adquirir conocimientos para luego trabajar sobre ellos. Había pensado en Irraria, seguramente podía obtener algún tipo de permiso o trato y poder aprender allí, en uno de esos centros. Y para ello solo necesitaría un colgante de logomancia el cual se podía permitir con el dinero que había ganado.

A su vez necesitaba mejorar con la magia y decidirse por otra rama que no fuese la detección, pensaba que quizás debería centrarse en la defensiva y dejar a su cuerpo y sus armas hacer el daño, pero la todas las ramas tenían cada una su utilidad por lo que realmente no se decidía entre unas u otras.

Hoy había salido ya más temprano aún faltaba algo menos de una hora para la cena y no sabía qué hacer, no le apetecía leer o seguir con la magia, no se sentía con ánimos ante tener que enfrentarse a ese cambio tan drástico mañana, pues mismamente después de entrenar sería el primer día que no tendría que ir a trabajar. Había estado muy a gusto con su rutina con lo que el cambio no le inspiraba confianza. Suspiró y  se levantó de la cama dispuesto a bajar y hacerse un té, quizás incluso charlar con alguien.

Aquí vamos. -Pensó mientras se ponía algo más cómodo para bajar. -Nueva vida. Otra vez.

Neil sonrió amablemente a las chicas cuando se presentaron, pero en seguida dejó atrás la incomodidad que viene con conocer a gente nueva cuando su edeel le explicó por qué les había pedido ayuda. Muy contento con la idea dió dos palmaditas entusiastas mientras el charco de cera a sus pies comenzó a representar chispas y gotas que daban saltos reflejando la alegría de su dueño.

- Gracias- le dijo a Irianna tanto por el alago como por la oferta de ayuda sobre su dominio-. La verdad es que vuestra ayuda será muy bien recibida. Nuestros amigos mayores tuvieron razón en no dejarnos conservar las abejas que trajimos porque aunque son animales muy bonitos, también pueden ser muy peligrosos y no sabemos hasta dónde puede llegar el poder de Eitne para... encantarlos- dijo frunciendo el ceño, pues aunque sabía más o menos qué hacía el poder de la bestia del crepúsculo sobre los animales, no sabía muy bien cómo llamarlo, pero tampoco quería usar el término con el que Eitne solía llamarlo ya que sabía que esa palabra ni siquiera existía-. Pero seguro que si nos ayudáis no podrán decir que no. ¿Conocéis hechizos para protegernos de las picaduras? Yo puedo crear  colmenas y panales si tengo suficiente cera, pero sin plantas que les gusten las abejas no se quedarán. Supongo que necesitarán muchas plantas y espacio y tampoco tenemos mucho espacio en la habitación ahora porque como somos nuevos no tenemos otro siti...- Neil se quedó callado a mitad de frase al darse cuenta de algo terrible. No tenían como pagar la ayuda de las chicas ni todo aquello que pudieran necesitar para poner en marcha el plan.

Recomponiéndose y bastante decepcionado por el descubrimiento que echaría por tierra su deseo de tener abejas, cogió suavemente a Adrune de la manga.

- ¿Podéis disculparnos un momentito, por favor?- pidió con amabilidad y tiró un poco de la manga de su edeel para que se diera la vuelta y se agachara a su altura para poder susurrarle al oído-. Dru, no podemos pedirles nada, no tenemos dinero para pagar ni su ayuda ni lo que necesitemos para tener las abejas. Eitne y Rena siguen necesitando los implantes, no podemos ser egoístas.

El brujo no había tenido necesidad de dinero en ningún momento desde que estaban en Rocavarancolia por eso su única preocupación respecto a eso era ayudar y aportar para las necesidades de sus amigos, siendo la más importante por el momento los implantes de Eitne y Rena, por lo que todo el dinero propio que ellos pudieran llegar a tener iría destinado a eso y Neil no iba a cambiarlo por un capricho.

Adru asintió enérgicamente ante la explicación de Neil y después se cruzó de brazos con una amplia sonrisa, contenta de ver a su aurva animado con el tema, pero cambió su lenguaje corporal para mostrarse inquisitivo cuando el chico detuvo su perorata de golpe. Le siguió hacia el fondo del cuarto sin preguntar, pero desconcertada. Cuando le susurró al oído lo que tenía que decirle sus ojos se abrieron de par en par: no había pensado en aquello en absoluto. Miró de soslayo a las dos chicas antes de volver a dirigirse a Neil.
—No… lo había pensado —le susurró tapándose la boca de medio lado—. Pero… Todo tiene solución. Si no podemos ahora podremos dentro de un tiempo. Voy a conseguir dinero suficiente para todo, confía en mí.
Dicho esto carraspeó y volvió a dirigirse hacia Eara e Irianna.
>>Nosotros, esto… Nos hemos dado cuenta de que no podemos pagar vuestra ayuda así que hum… ¿Os parecería bien si os busco de nuevo dentro de un tiempo? Al menos ya sabéis lo que necesitamos y eso… Perdón por no pensar bien en ello —realizó un gesto con las manos para expresar arrepentimiento, dirigido tanto hacia las chicas como hacia Neil.

El aurva, Neil, comenzó a explicarse detalladamente, pero sin intervención de ninguna de ellas se interrumpió y apartó a Adru para hablar con ella entre susurros. Eara miró a Irianna de forma interrogante, pero esperó sin decir nada a que volviesen a incluirlas en la conversación.

Fue la edeel quien explicó el porqué de la interrupción, y Eara no pudo evitar reír suavemente, tratando de no herir los sentimientos de la pareja con el gesto. Miró a Irianna para comprobar lo que pensaba antes de decir nada.
—No podemos cobraros por daros consejos. Ni siquiera somos expertas en el tema. Hemos venido porque queríamos ayudar.
Eara ni se lo había planteado siquiera. Eran muy jóvenes, recién transformados, y no les estaban pidiendo nada tan complicado. En cierto modo, Eara sentía que les debían algo a los que se transformasen después de ellos, por no haber hecho nada por ayudarles durante la criba. Responder a sus preguntas era lo mínimo.

Por lo que había entendido tenían un amigo que, si bien no era brujo de las abejas, podía hacer algo por amansarlas. Era un comienzo. Ya había pensado en qué decir cuando escuchó las palabras del aurva, y retomó el hilo de la conversación antes de la interrupción.
—Lo mejor que podéis hacer para empezar es buscar una variedad de abejas que sea mansa, sobre todo si la miel no es el producto que más os interesa. Si no tenéis espacio aquí podéis buscar una parcela en un mundo vinculado para hacerlo, en el mismo del que sean las abejas. Corréis el riesgo de que la encuentren, pero será más fácil que encuentren flores, no como… Oh —se interrumpió de golpe al recordar algo—. Había olvidado que aún faltan algunos meses para que podáis ir solos a los mundos vinculados. Eso complica las cosas.
Esperaba que Irianna tuviese alguna idea mejor. Como mínimo para responder a la pregunta sobre los hechizos contra picaduras ella era la idónea. Eara sabía que se podía poner una coraza mágica para evitar cosas diferentes de golpes, pero estaba fuera de su alcance, y si quería aliviar picaduras solo era capaz de recurrir a hechizos de curación básicos.

La idrina intercambió una mirada extrañada con Eara al haberse detenido de forma tan abrupta el chico para decirle algo a su edeel en privado. Cuando finalmente Adrune se dirigió a ellas comunicándoles lo que tenían que decir tuvo que contenerse para no echarse a reír. El lenguaje corporal de decepción que habían mostrado mientras hablaba le había llevado a pensar que se trataría de algo serio, pero tampoco podía culparles por su reacción. Asintió sonriendo tras la respuesta que les proporcionó su amiga.
—No ofrecemos un servicio ni nada parecido y os estamos ayudando porque queremos. Es muy habitual que los transformados nos ayudemos entre nosotros, especialmente cuando se trata de prestar ayuda a neófitos como vosotros. Nosotras a nuestra vez también hemos recibido ayuda de personas más veteranas y esas mismas personas a su vez también la habrán recibido de otros que llevan más tiempo en la ciudad. Y seguro que vosotros, que parecéis simpáticos, acabaréis ayudando a alguien también a partir del siguiente año. En definitiva, lo que quiero decir es que no os preocupéis por eso —añadió haciendo un gesto con el brazo.

Adquirió entonces una pose pensativa tras la sugerencia que les hizo Eara, sopesando las complicaciones que podía acarrear y tratando de pensar en más alternativas.
—Imagino que hay abejas, digamos, “más o menos normales” en la ciudad. A lo mejor te conviene estudiar hechizos de doma para asegurarte de que no corres peligro con ellas. Con eso y la ayuda de tu amigo no deberías tener problemas para manejarlas. De hecho, aunque esto solo es una hipótesis, tal vez existan hechizos específicos aplicados a la apicultura. Pero si no seguro que existe la doma especializada en insectos. Sobre este tema yo no sé demasiado, pero tenemos una amiga que está estudiando la doma. Creo que su complejidad no es muy alta, pero hace falta práctica para saber cómo dominar a los animales. Nunca va a ser tan eficaz como un dominio, pero lo sufciiente. En cualquier caso te puedo apuntar los hechizos de protección y curación que necesitarías conocer para cubrirte las espaldas, así como algunos para el cuidado de plantas.
A la nebulomante se le ocurrían más cosas que decirle, pero no quería saturar al chico con exceso de información.

Neil se quedó más tranquilo cuando Adru le aseguró que podrían llegar a todo, que si no era ahora podrían hacerlo en un futuro y que encontrarían la manera. Al brujo le había desilusionado bastante la idea de que no pudieran tener las abejas, pero la confianza de su edeel siempre le hacía sentir seguro.

Volviéndose a acercar a sus invitadas dejó que fuera el gamusino quien se encargara de decirles que no podían pagarles y que si no les importaría que en otro momento volvieran a pedirles ayuda. Tanto Eara como Irianna les aseguraron que ellas no planeaban pedirles nada a cambio de la ayuda, que lo hacían porque querían y que a ellas les habían ayudado en su momento, así que no tenían problema en ofrecer ahora su ayuda como seguramente ellos ofrecerían su ayuda a los nuevos en el futuro. Neil ni siquiera se había parado a pensar que en un futuro ellos serían a los que se les pediría ayuda.

Neil realmente agradecía mucho esa ayuda desinteresada que se le estaba ofreciendo y ya planeaba los dulces y postres que les cocinaría como agradecimiento. Con Eara sería fácil, ya que planeaba cocinar una variedad de postres y dulces sinhadres pensando que alguno tendría que gustarle incluso ser su favorito, pero con Irianna podría ser más complicado ya que por sus orejas y teniendo en cuenta que era bruja y sabía que esta transformación no tenía muchos cambios físicos, el aurva había deducido que era de algún otro planeta del que él no sabía nada, ya que no conocía a nadie que fuera igual a ella, exceptuando a Vivia. Al momento se percató de ello. Vivia tenía las mismas orejas y un color de piel similar, por lo que seguramente eran del mismo mundo. Neil no tardó en planear que en la próxima visita al burdel para ver a los conejitos le preguntaría a Vivia sobre su mundo y los dulces de este. Con un poco de suerte podría enseñarles alguna receta o decirle dónde podría encontrarla y así poder obsequiar a Irianna también con postres de su mundo.

Atentamente el aurva escuchó las sugerencias de las dos chicas sobre cuál sería la mejor manera de prepararse para tener abejas y que debería buscar para empezar algunas mansas que pudiera encontrar por la ciudad. Le gustó mucho la sugerencia de Eara de poder ir a otros mundos a conseguir el espacio para tenerlas, aunque no pudiera ser por el momento.

- Oh, me gustaría conocer a esa amiga, quizás pueda ayudarme con los hechizos de doma si es que está estudiando sobre ello- comentó alegre con la posibilidad de poder aprender algo tan especifico y enfocado a su interés-. Supongo que una vez aprenda los hechizos y tenga algunas plantas adecuadas aquí puedo empezar a buscar las abejas porque sería bueno que primero les preparara el lugar antes de traerlas- comentó alegre por los planes-. Vosotras trabajáis cuidando plantas, ¿verdad? ¿Me podríais enseñar? Supongo que donde trabajáis se puede aprender mucho de plantas y... - Neil estaba a punto de darse la vuelta a por un papel y lápiz donde Irianna pudiera apuntarle los hechizos cuando se percató de que estaban teniendo toda esta conversación casi en la puerta de su habitación y que el aurva estaba siendo un terrible anfitrión-. ¡Oh, luces! ¡Estoy siendo un maleducado! Estoy aquí haciéndoos un montón de preguntas y ni siquiera os he ofrecido un asiento o algo para picar. Por favor, perdonadme. Podemos continuar la conversación abajo si no os molesta. O aquí, pero solo tenemos dos sillas de estudio por el momento, aunque también podemos sentarnos en la cama. ¿Qué os puedo ofrecer para beber?- comenzó a preguntar y a sugerir nervioso e inquieto al haberse olvidado de las cortesías básicas.

Eara asintió con una sonrisa durante la explicación de Irianna sobre prestar ayuda. Ella lo había dejado mucho más claro, y era así como funcionaban las cosas. Al menos entre la gente razonable. Y luego volvió asentir, pero con cierto sonrojo, al escuchar sus ideas. Ella no había acertado a darles consejos que fuesen de ayuda, como sí había hecho la nebulomante, pero la magia no era algo que hubiese estudiado en profundidad.
—Pensad que, si existen apicultores en mundos sin magia, la magia solo es una ayuda para simplificar las cosas. No puede ser tan difícil criar abejas con la ayuda de hechizos, aunque solo sean los más simples. Estoy segura de que saldrá todo bien —añadió a lo dicho por Irianna para intentar animarlos. Podía resultar un tanto agobiante pensar en buscar y aprender tantos hechizos de golpe.

Otra cosa que tenían que hacer antes de nada era preparar el sitio, pensar con qué alimentar a las abejas… y justo de eso hablaba Neil cuando dijo algo que la hizo abrir los ojos y mirar a Irianna. «¿Estás pensando lo mismo que yo?» le dijo con la mirada. Tal vez acababan de encontrar la respuesta al problema de personal del viñedo, a la vez que el aurva tendría acceso a montones de manuales sobre herbología.

Mientras tenía lugar aquel intercambio silencioso entre ellas, Neil se había puesto a hablar sobre ofrecerles asiento y comida. A Eara le divirtió que reaccionase así de pronto, ya que en ningún momento habían sido descorteses con ellas.
—No te preocupes, Neil, no hace falta. Podemos bajar, si os resulta más cómodo hablar en otro sitio, pero por mí no os preocupéis —se apresuró a responderle. No podía hablar por Irianna, pero se imaginó que se sentiría de forma similar al respecto.
»¿Os gustaría saber más de la plantación en la que trabajamos? —preguntó después.

Adrune

La expresión de Adru se iluminó de repente ante la respuesta de las chicas, especialmente cuando Irianna les hizo darse cuenta de que en un tiempo ellos también estarían ofreciendo ayuda a otros niños que estuviesen tan perdidos como ellos. Desde luego Eara e Irianna no habían sido las únicas que les habían ofrecido ayuda desinteresada desde que se habían transformado así que no veía motivos para no pensar que la idrina no tuviese razón. Dio unos botes en el sitio, contagiándose del cambio en el estado de ánimo de Neil y tratando de retener la mayor información posible de lo que le contaban ambas chicas.

—Ya sé: nosotros nos sentamos en la cama y vosotras en las sillas —intervino cuando Irianna y Eara afirmaron no necesitar nada.
La sinhadre arrimó las sillas haciendo algo de ruido y las enfrentó a la cama para a continuación dejarse caer sobre el colchón junto a Neil. Puso cara de concentración para seguir escuchando la conversación.
>>¡Sí! —Respondió a la pregunta de Eara—. Quiero decir… Te interesa, ¿verdad, Neil?


Irianna

Ambos sinhadres parecieron convencidos con sus explicaciones, por lo que podían centrarse en lo que habían ido a hacer allí. O más o menos, porque Neil todavía parecía insatisfecho con su comportamiento. Le recordaba a Eara pero más joven y ansioso.
—Estamos bien, no os preocupéis. Conocemos bastante bien la sede, si más tarde tenemos sed puedo ir yo misma a por vasos de agua.

Dejó que fuese la sinhadre quien respondiese a las primeras preguntas de su compatriota pero según hablaban se dio cuenta de algo. Algo que sin duda también había cruzado la mente de la sinhadre a juzgar por la mirada que le dedicó, a la cual asintió muy levemente. Al final aquel encuentro iba a resultar más provechoso de lo que hubiese podido parecer en un principio.
—Trabajamos con vuestro cosechador, como ya os he dicho. Eara y yo nos dedicamos al cuidado de los cultivos para producir vino y otros productos similares. Yo utilizo hechizos para que crezcan más rápido, sean más productivas, etcétera. Hay más personas trabajando allí, como el edeel de Eara que se dedica a la seguridad, pero todos son muy agradables. De hecho… Va a haber puestos vacantes pronto. ¿Estarías interesado en postularte? Creo que la experiencia te vendría muy bien para lo que quieres.

Neil suspiró agradecido cuando las chicas le tranquilizaron diciéndole que no se sentían incómodas y cuando Adru solucionó todo rápidamente acercando las sillas a la cama.

- Me gustaría que si tenéis sed o queréis algo, me lo pidáis- dijo mientras se sentaba-. No me sentiría del todo bien si siendo nuestras invitadas tenéis que ser vosotras quienes vayáis a por algo de beber cuando tengáis sed.

Neil reflexionó sobre las palabras de Eara. Cierto era que había apicultura en muchos mundos que no contaban con magia y, salvo la excepción de que algunas abejas tuvieran alguna mutación o fueran de alguna especie peligrosa en la línea general de las especies que habitaban la ciudad, lo que en un principio podría solventarse con magia, el hecho de criar abejas no tendría que ser excesivamente difícil. Sobre todo teniendo en cuenta que él, gracias a su dominio, contaba con una clara ventaja.

- Si, la verdad es que me interesa conocer sobre esa plantación. Es posible que me ayude bastante con lo que quiero- dijo asintiendo tanto a la pregunta de la aurva como a la de su edeel.

Escuchando atentamente a Irianna y no tardó en surgirle alguna duda. Si aquel trabajo había ayudado a las chicas a aprender algo sobre plantas y cómo se cultivan, claramente iba a ayudarle en su proyecto con las abejas por lo que tenía claro que iba a ser de utilidad, pero Neil nunca había trabajado en nada que no fuera su casa en Sinhdro, nunca para nadie que no fuera su familia y mucho menos sobre algo relacionado con plantas. Ni siquiera había ayudado habitualmente en el huerto, solo cuando eran muy necesarias manos extra, ya que de normal podían manejarlo entre Yaiza, Yrdel y Adru, mientras él se encargaba de la casa y Nora ayudaba en ambos lados.

- La verdad es que me gustaría porque me ayudaría a aprender sobre plantas y además podría aportar a nuestro grupo- contestó pensando en que quizás ese dinero extra permitiría que se pagaran antes los implantes-. Pero no estoy seguro de si seré adecuado para el trabajo. Está en otro mundo, ¿no? Se supone que por el momento no puedo viajar a otro mundo. Y probablemente se pida algo de experiencia o algún tipo de habilidad. Nunca he trabajado antes en Sinhdro aunque tampoco sé si el modelo de empleo ahí es igual que el de aquí.

Se sentaron como propuso Adru, ellos en la cama y ellas en las sillas. A Eara no le importaba estar en la habitación si a la pareja no le importaba mostrarla a desconocidos, aunque sí que le extrañó un poco que prefiriesen continuar hablando allí.

Ya acomodados, Irianna comenzó a responder para satisfacer el interés de ambos en la plantación, y cuando Neil expresó sus dudas intervino ella.
—No necesitas preocuparte por esas cosas. Puedes ir a la plantación conmigo y mi edeel, o con Irianna, Jack, Erika… Porque una vez lleves un tiempo trabajando allí el consejo puede darte un permiso especial para que tomes tú solo el transporte que lleva hasta el viñedo. Cuando Ayne y yo empezamos a trabajar allí no hacía mucho que había salido la Luna, y no hubo problemas. Aprendimos todo lo que teníamos que hacer con… una persona que trabajaba allí antes —dijo, prefiriendo omitir que dicha persona, Sepalian, había muerto— y con Jack. En tu caso, seríamos nosotros quienes te enseñaríamos, porque somos Ayne y yo quienes vamos a dejar esos puestos vacantes. Jack sabe que es muy difícil encontrar a alguien que ya sepa cultivar viñedos, y que va a tener que contratar a gente que aún tiene que aprender. Precisamente por eso tiene allí muchísimos libros sobre hechizos relacionados con los cultivos y plantas, no solo sobre vides.
»¿Qué pensáis? —añadió tras una breve pausa, sonriendo. Quería transmitirles que, si les interesaba, no había nada de lo que preocuparse.

Irianna

La nebulomante asintió tras Eara.
—Seríamos compañeros de trabajo y tendríamos el mismo horario: podríamos quedar junto al portal para ir al trabajo mientras no puedas ir por tu cuenta. No te preocupes por eso. Yo no sabía apenas nada sobre el cuidado de plantas cuando empecé a trabajar allí: es más importante que tengas buena disposición para aprender. Además sustituirías a Eara, y tú tienes el añadido de que también puedes usar hechizos de alto nivel.
La aurva ya le estaba explicando lo que necesitaba saber por el momento, por lo que tan solo dejó que Neil lo meditase sin añadir nada más. No quería que se sintiese presionado, aunque tampoco que lo rechazase sin más por los motivos equivocados.


Adrune

El gamusino miraba hacia unos y otros dependiendo de quién hablase en ese momento, balanceándose ligeramente en la cama y esperando al mejor momento para intervenir. Decidió que al ver al brujo de la cera expresando tantas dudas era ese momento.
—¿Podría acompañarle yo al principio para ayudar? —Preguntó tras las explicaciones de las dos chicas—. La verdad es que yo tengo algo más de experiencia con los cultivos, ayudaba en casa con eso… Pero ya tengo otro trabajo y estoy… Bueno, quiero decir —Neil todavía no sabía que estaba entrenándose para hacer las pruebas del ejército y no creía que aquel fuese el momento idóneo para soltárselo—. No quiero que me paguen ni nada, solo ayudar a Neil. ¿Sería posible?

La mayoría de las dudas del aurva desaparecieron con las explicaciones que Irianna y Eara le dieron. Al parecer, su situación no iba a ser tan excepcional como pensó en un principio. De hecho, parecía ser que era lo más habitual que comenzaran dicho trabajo sin conocimiento previo y tampoco parecía raro que todavía no tuviera el permiso de ir en solitario a un mundo vinculado cuando empezara a trabajar. El problema del viaje entre mundos no parecía que fuera a ser tan complicado si ellas mismas iban a acompañarlo o incluso sus futuros jefes, aunque le gustó bastante la posibilidad que planteó Eara de un permiso especial por parte del consejo, ya que de otra manera no podría evitar sentirse una molestia a pesar de que no interferiría en el horario habitual de sus compañeros ya que sería el mismo. También se alegró bastante al saber que lo más probable es que fueran ellas mismas quienes le enseñaran en un principio, pero que además el jefe contaba con material adicional de estudio al que podría acceder sin problema. Eso le permitiría aprender mucho de plantas pudiendo aplicar ese conocimiento automáticamente en el trabajo que desempeñara y además aprendiendo a mayores para sus abejas.

Pero la verdad es que no se sintió realmente feliz y aliviado hasta que su edeel no se ofreció a acompañarlo y ayudarlo aunque fuera en el principio. Ciertamente había estado preocupado con la posibilidad de no poder trabajar en la plantación por no poder viajar a otro mundo vinculando, pero lo que más le asustaba de aquello era precisamente el viaje. Todavía le costaba un poco concebir la facilidad con la que se podía ir de un mundo a otro. Una cosa era que todos sus amigos hubieran llegado de mundos distintos, pero ahora tenían la opción de ir a todos esos mundos en una misma tarde y que les sobrara tiempo para la hora de la merienda. Solo tendrían que ir a la explanada de los portales, poner un pie dentro de un mundo y volver a la explanada a por el siguiente. La idea de que mientras todos sus amigos y su edeel se encontraban en la ciudad él estaría en un mundo completamente diferente le asustaba bastante.

- La verdad es que me interesa bastante. Parece una gran oportunidad y que me puede aportar mucho- sonrió agradecido con las chicas por todo el apoyo y la información, aunque se encontraba algo nervioso ante la posibilidad de que Adru no pudiera acompañarle aunque fuera solo al principio, mientras se acostumbraba a cruzar el portal y ser consciente de que estaría en otro mundo-. ¿Realmente Adru podría venir? Sé que no es lo habitual, pero me sentiría más cómodo y confiado con mi edeel a mi lado mientras me adapto. Quiero decir...- Neil se quedó callado sin saber muy bien cómo explicarle esa sensación a Irianna, pero suponiendo que Eara sí que lo entendería.

Cuando hubieron acabado de explicar por qué no tenían que preocuparse, Adru propuso acompañar a su aurva. Eso, y que Neil estuviese de acuerdo, la hizo darse cuenta de que tal vez este necesitaba un pequeño empujoncito para empezar a trabajar por su cuenta, pero dudaba que fuese a haber ningún problema por ello.
—No veo por qué no. Dudo que Jack pusiese problemas porque fueses con él, y de toda la gente no sinhadre de esta ciudad es de los que mejor debería entender que queráis ir juntos.

Tenía una sonrisa amable mientras hablaba, pero de pronto frunció el ceño y abrió la boca.
—Irianna… ¿Y si…? ¡Claro! ¿Cómo no nos dimos cuenta antes? —Eara agarró el antebrazo de su amiga mientras gesticulaba con excitación—. ¡Las abejas podrían ser la solución! Quiero decir, para la polinización de las vides. Desde que… desde que no está Sepalian hemos tenido que hacerlo a mano, ¿pero y si introducimos abejas pequeñas en el Macetero que lo hagan por nosotros? Con magia debería poderse evitar que escapen del viñedo, ¿verdad?
»Si Jack acepta esa propuesta, Neil podría ser quien se haga cargo del experimento. —Al decir aquello le sonrió ampliamente al chico.

Irianna

La idrina tampoco creía que fuese a haber ningún problema con la petición de la pareja sinhadre y estaba claro que aquello era lo que necesitaba Neil para decidirse a aceptar. El repentino gesto de Eara la tomó por sorpresa y miró hacia ella con expresión interrogante, pero enseguida compartió su emoción al darse cuenta de que podían estar solucionando diversos problemas de golpe con aquella reunión.
—¡Es verdad! No habría ningún problema para mantenerlas bajo control con hechizos básicos. ¿Qué te parece, Neil?


Adrune

El gamusino esbozó una gran sonrisa cuando Eara dijo que podría acompañar a su aurva al Macetero y miró hacia el brujo para tratar de transmitirle que aceptase. Lo que no esperaba era que hubiese aún más ventajas en aquel trato y se contagió enseguida del entusiasmo de la idrina y la aurva al haber puesto sobre la mesa una idea que beneficiaba enormemente a Neil.
—¡Así podrás aprender apicultura, Neil! —Le dijo cogiéndole de las manos y zarandeándolo ligeramente—. Y yo estaré contigo al principio. ¿No es genial?
Adru estaba segura de que aquella era una oportunidad única para el brujo de la cera y quería asegurarse de que aceptaba.

[Temporalidad: justo después de la visita al burdel].

Aquella mañana Kin se había acomodado en una silla frente a los fogones mientras terminaba de hacer su comida para el día. Recostado y con las piernas cruzadas, pasaba el rato jugando a un videojuego, con el mando en la mano y con la pantalla de su brazo emitiendo las imágenes de forma remota. En sus oídos sonaba la música del juego a todo trapo, aunque solo pudiese oírla él, y ese fue el motivo por el que no se percató de los pasos a su espalda.

Nime entró en la cocina con la idea de servirse un vaso de driv con azúcar, pero su atención quedó fijada en la pantalla holográfica del irrense. Se acercó con pasitos disimulados para satisfacer su curiosidad, ya que no tenía muy claro lo que estaba haciendo con aquel pedazo de plástico entre las manos, y se quedó mirando por encima de su hombro.

La demonio mineral no terminaba de comprender lo que estaba viendo. Había palabras que pasaban muy rápido en un lenguaje que reconocía como irrense de haberlo visto ya en los ordenadores de sus compañeros, y un personaje estaba intentando matar a un dragón con magia y una espada.
—¿Eso es un videojuego? —preguntó de pronto, prácticamente al lado de la oreja del raigaurum.

Kin dio un bote en la silla, volviéndose hacia ella con el corazón en un puño. Tenía los ojos tan abiertos que hizo reír con ganas a la libense.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —preguntó, trantando de ocultar su respiración alterada. Echó una mirada a la pantalla y, al ver el letrero que indicaba que su personaje acababa de morir, suspiró con resignación—. Sí, es un videojuego.
—¡Qué guay! ¿Puedo probar?
Kin miró la cara de ilusión de la niña, el mando, y luego a su cara de nuevo.
—No sé si… ¿No has jugado nunca?
—No, pero solo es mover el muñeco, ¿no? ¡Porfa, solo un ratito!
El raigaurum se movió despacio, parecía más preocupado que convencido mientras le tendía el mando.
—Trátalo con cuidado, por lo que más quieras.

Con solo un par de indicaciones, la niña empezó a mover al personaje en círculos por la pradera en la que había aparecido tras ser derrotado por el dragón. Satisfecha con aquello, y muerta de risa por cómo se fusionaba con el paisaje de vez en cuando, no pidió más explicaciones, y el raigaurum decidió esperar pacientemente hasta que se cansase.

No pudo evitar notar, entre tanto, que la niña no dejaba de rascarse la cabeza. Pensó que sería casualidad, pero al cabo de un rato empezó a ponerle de los nervios.
—¿Es que tienes piojos? —le soltó tan a bocajarro que Nime ni siquiera se dio cuenta de que no lo decía en serio.
—¡Claro que no! —respondió ofendida—. Me ha picado un bicho, supongo. Me ha dejado ronchas.
—¿Un bicho? ¿Aquí? —preguntó el raigaurum con extrañeza. Si era un insecto que no conocía, y encima rocavarancolés, él desde luego no estaría tan tranquilo—. ¿Puedo ver?

La demonio mineral se encogió de hombros y siguió aporreando el botón de ataque para cortar hierba, por lo que Kin se inclinó sobre su cabeza, recibiendo una protesta por mover la pantalla consigo. Se sentía idiota por ser el único preocupado de que se tratase de algo venenoso, pero también responsable de comprobarlo antes de que pudiese ir a peor. Apartó el pelo de la niña en los dos puntos que no había parado de rascar y, al cabo de un momento, rompió el silencio.
—Me parece que es algo más que eso…


Nime había echado a correr hacia su habitación después de que el raigaurum le enseñase una foto de lo que le estaba saliendo de la cabeza. No eran ronchas, sino cristales empezando a emerger, y era la primera vez que le sucedía en el cuero cabelludo.
—Aquel libro de los demonios… ¿dónde está?
En los últimos tiempos solo leía historias, pero tenía un libro que todavía no había devuelto a la biblioteca porque había pospuesto pensar en todo lo que tenía que ver con su transformación. Cuando lo abrió, buscó el párrafo que, por su ambigüedad, le había llevado a pasar por alto que a los demonios minerales les salían cuernos. «Salida de cristales en los omóplatos, espalda, cabeza y antebrazos» decía. Como rehuía de pensar en aquel libro y en sus propios cambios ni siquiera se había percatado.

Correteaba de un lado a otro dejando remanencias por toda la sede. Prometió contenerse un poco cuando derribó un sillón del salón al acelerar más de lo que debería, disculpándose con una expresión estúpida en la cara mientras lo levantaba y lo colocaba de nuevo en su sitio. El gamusino todavía se maravillaba ante su nueva fuerza: probablemente ya antes hubiera podido levantar aquel sillón, pero no sin esfuerzo. Ahora hubiese podido alzar el sofá de tres asientos él solo y puede que hasta con una persona ligera como Guille sobre él. Otro día le pediría al brujo de las pendicularias que hiciesen la prueba.

<<Céntrate, Adru>>, se dijo al darse cuenta de que su mente empezaba a divagar. Se golpeó con poca fuerza con las palmas de las manos en la cara y movió sus orejas y su cola como si se estuviese sacudiendo pensamientos irrelevantes para aquel momento de encima. Neil ya casi había terminado con su banquete y decidió ayudarle a colocar las cosas menos delicadas como los sándwiches, prometiendo que no echaría a correr. Solo caminó muy rápido pero al haber utilizado las dos manos consiguió que no se le cayese nada de la bandeja. A la edeel se le caía la baba según su aurva sacaba manjar tras manjar: bollitos, pasteles, batidos, syv (al cual echaría una buena cantidad de edulcorante), chocolate… Aquello parecía una confitería y sin poder evitarlo había empezado a salivar. Pero no podría empezar a comer si la gente no aparecía pero como tampoco se veía capaz de esperar allí plantada sin robar alguno de los pastelitos decidió que mientras esperaban a los invitados correría escaleras arriba y pasaría por todas las puertas de sus amigos de la Sede.
—¡Vamos, vamos, la merienda ya está lista!

Pese a que la roquense había pensado lo contrario, al final terminó decidiendo ir a la merienda. No había compartido sus dudas en voz alta, así que imaginaba que contarían con ella. Además, estaba con ellos cuando Adru lanzó la invitación. Además, la ilusión del sinhadre se contagiaba, más aún cuando le escuchó llamar a sus puertas, y estaría con sus compañeros. A saber cómo serían los "veteranos", pero al menos estaría con su gente.

También querría haber ayudado, pero apenas sabía cocinar, mucho menos aquellas cosas... que olían bastante bien, por cierto, aunque un poco empalagoso. No estaba acostumbrada a tanto dulce, la verdad, pero tampoco es que tuvieran ese lujo en Tierra Bruja. Podría haber hecho el camino desde su habitación hacia el salón con todos los ojos cerrados, guiada únicamente por el olor dulce que llenaba la planta baja.

Mientras iba al pasillo, le daba vueltas a otro tema recurrente en su cabeza. Le daba miedo meter la pata con el asunto del género. Se había hecho a la idea de usar el pronombre que le escuchara al gamusino, pero no sabía cómo tratarle cuando pensaba en él. Era una frustración un poco absurda, porque él mismo lo había suavizado mucho y les había dado libertad, pero Sinceridad entendía que era un detalle importante y no quería tratarlo como si no lo fuera. La posibilidad y esa diversidad le parecía una maravilla, por cierto, pero no quería entrar a planteárselo en su caso. Le venía muy grande.

Tan grande como se le vendría bajar y llegar la última. Mejor buscarse un hueco cuando no tuviera que aguantar la mirada de todos los presentes. Es más, procuraba llevar prendas largas de colores suaves que cubrieran bien su cuerpo, con dos agujeros para las alas. No se sentía nada orgullosa de su aspecto, y no sabía qué hacer con su cara sin ojos.

Le había escuchado y visto moviendo muebles, y allí estaba el salón organizado para que cupieran todos. Y las bandejas, platos y demás, todo de una forma que apenas había visto. Como cuando se permitían un frugal banquete en sus campamentos de Tierra Bruja.
—¡Buenas, Adru! Entre Neil y tú vais a conseguir que huela a dulce todo el torreón. Yo voy a pillar hueco antes de nada... —dijo mientras se dejaba caer con cuidado de sus alas—. No se me da muy allá esto de "socializar".