Sede de los Taumaturgos (Archivo III)

Recuerdo del primer mensaje :

El ataque de risa de Tap fue tal que su cuerpo se sacudió en el aire como si sufriera espasmos. El aparato fonador emitió ruidos incomprensibles que no eran más que el poltergeist intentando hacer ver al idrino lo gracioso que había sido verle la cara en plena descarga eléctrica. Cuando por fin se calmó, Saren le preguntó sobre su cuerpo y Tap comenzó a hablar tan rápido que las palabras se trababan y no salían. Tuvo que coger aire antes de intentarlo de nuevo, esta vez más despacio que la anterior.

—Es de metal irrense y plástico—explicó—. Fabricado por dama Hálito, demi… demiur… demiurga—se le atascaba la palabra. La mención a la violeta le hizo sentir algo de pena. Perder a los pocos gigantes que merecían la pena nunca era divertido. Continuó su charla moviendo cada una de las secciones en las que se dividía y haciendo una mención obvia al aparato que le permitía hablar—. Además lo estoy armando. Como lo de la electric… electricicicicidad—de nuevo se le atascaron las palabras y Tap sacudió la cabeza de manera inútil—. Electricidad. Todavía me que-queda hasta que… aprenda del todo. Pero bueno.

Tap estaba tan eufórico por su nuevo cuerpo que le daba igual las trabas que su ponía. Valoraba la mejora y lo veía todo un pelín más positivo. Un pelín suficiente como para que no quisiera matar al gigante que tenía enfrente en ningún momento. Era probable que el hecho de que fuera Saren y no otro, como Pablo, por ejemplo, también tuviera que ver. Pero lo importante era que, en aquellos momentos, el poltergeist se encontraba a gusto.

—Y tú, ¿Q-qué eres? ¿Y qué haces? Sales muy a menudo de la Sede—Tap estaba realizando esas mismas preguntas a todos los gigantes que decidía que eran dignos de relacionarse. Sobre todo porque según las respuestas, así sabría si lo seguían siendo, si era mejor alejarse de ellos o, simplemente, sabía si podía alegrarse porque la Luna Roja les castigaba con algún aspecto injusto de sus transformaciones. Sabía lo felices que fueron muchos gigantes cuando descubrieron que como poltergeist no podría hablar, así que no pensaba esconder la diversión que le producía saber que ahora a algunos les mataba el sol o que estaban catatónicos durante todo el día en la cama.

-No he estado muy atenta - reconozco.- Preferí centrarme en mi entrenamiento y he pasado por alto muchas cosas.

-Puedo sí, pero me cuesta bastante, supongo que es por no haber tenido antes de la luna y no tener práctica. Aunque ya sé hacer dos hechizos distintos - comento orgullosa de mí misma.- Aunque realmente estoy más interesada en las runas, las considero mejores para mi estilo de combate que la magia en sí. Por desgracia mi estilo de combate se ha visto echado a perder por culpa de ésto - asomé el extremo de la cola por encima de la mesa y lo moví de un lado a otro como si saludara.- Lo gracioso es que no me siento tan mal, tiene ciertas ventajas sobre mi anterior cuerpo. ¿Y tú? No se te ve muy cambiado, los cuernos y los dientes, ¿hay algo más que no se vea a simple vista? - pregunto curiosa, mis cambios son tan apreciables que la gente no me pregunta, pero yo prefiero saber de los demás lo que ellos ven a simple vista de mí.

La ulterana comenzó a hablar de sus avances y sus planes con la magia. Él todavía no había hecho ninguno, y era un completo ignorante en la materia. Había asumido totalmente que le estaba vetada y ahora se arrepentía. Era consciente de que le iba a costar memorizar hechizos y grimorios, pero contaba con una ayuda portátil en su brazo izquierdo, y no se iba a cortar un pelo en usarla.
―Eso es una lástima ―respondió de inmediato cuando la chica dijo que su estilo de combate se había echado a perder. Iba a preguntar cuáles eran las ventajas, pero fue ella quien se adelantó con otras cuestiones. Rio―. ¿Como qué? Ah, supongo que no lo sabes, mi cuerpo ahora funciona como una batería. Almacena electricidad y la puedo soltar. ¿La pega? Duele. ―Le dio otro bocado al bollo y miró a la naga, nuevamente serio―. ¿Cuáles son tus ventajas?

-Bueno, podría ser peor - comento pensando en Dhelian y en Marsi.- Claro que también podría ser mejor - reconozco pensando en DL. Ay lo que haría yo de ser como él.

-Ah, eso es peor que lo mío, a la cola te puedes acostumbrar, el dolor... es otra cosa. Pero creo recordar que en mi libro de magia venía algo sobre un hechizo que podía anular el dolor o algo así, igual te puede servir de algo - le digo pensando que puede interesarle. Me río cuando pregunta por las ventajas.- Pese a lo que puede parecer mi cola es muy resistente, y me proporciona mucha flexibilidad, tanto literal como a la hora de pelear. Y luego está esto - abro la boca y hago salir los colmillos para que el irrense los vea, vuelvo a guardarlos y sigo con la frase.- Venenosos, pero aún no los he probado, claro que tampoco es que vaya mordiendo a la gente por ahí.

-Lo tuyo no se queda atrás, con un buen arma y descargas eléctricas puedes resultarle problemático a cualquiera - le comento con cierto respeto en la voz.- Deberías preguntar por si hay alguien como tú en la ciudad, yo iré esta tarde a conocer a otra como yo. No es que me vaya a hacer amiga suya, pero puede ser una buena fuente de conocimiento ¿no crees?.

La existencia de un hechizo que pudiera paliarle el dolor le interesó enormemente, pero al momento pensó que, si existía algo así, ¿por qué no lo había mencionado el tal Lugh? Haría sus propias averiguaciones en cuanto fuese a la biblioteca. Por el momento se recordó que estaba escuchando a la ulterana mientras le explicaba las ventajas de su transformación. No comentó en voz alta que creía preferir la suya, pero tal y como lo decía Sura, tal vez no fuera tan malo como podía parecer. Y no dolía. Se encontraba asintiendo automáticamente cuando escuchó al respecto de encontrar otros transformados como ellos.
―Ah… sí. Sí, hazlo. Yo también me encontré con uno como yo, de pura casualidad, pero me habían hablado ya de él. Era un tipo raro, pero se portó. Me dio unos cuantos consejos útiles. Espero que tengas suerte tú también. ―Sonrió brevemente y apuró lo que quedaba de té de un sorbo largo.

Me encontraba trabajando en unos guantes, pero la novedad con respecto a otros proyectos radicaba en que esta era la primera vez que usaba gafas protectoras. ¿Por qué? Básicamente porque no eran gafas corrientes: Les había aplicado su propia tanda de runas, y apretando los laterales podía entre otras cosas aplicar el hechizo de niebla mágica a los cristales, o hacer que actuaran como lentes de aumento para ampliar lo que veía a través de ellas. Esa última función era muy útil para poder dibujar runas de menor tamaño y así grabar circuitos en cosas pequeñas, como aquellos guantes.

Oír que llamaban a la puerta me extrañó un poco  ya que recibía pocas visitas, o más bien ninguna. Me subí las gafas y abrí para ver quién era, sorprendiéndome aún más al encontrarme a una de las nuevas transformadas. –Puedo. Dame un segundo. –Tras pulsar un par de runas que había al lado de la puerta se desactivaron tanto el hechizo de guarda como las defensas físicas y mágicas que tenía normalmente puestas en el umbral y la propia puerta, un recuerdo de cuando todavía aquella planta de la sede era un campo de batalla. –Pasa.

Desde que Tap se marchara de la sede ya tiempo atrás las peleas y alertas constantes habían llegado a su fin, y eso había dotado a mi vida en aquel edificio de una calma a la que no estaba acostumbrado. El tiempo que dedicaba a atacarle o defenderme ahora lo usaba para perfeccionar y crear artefactos nuevos, y en consecuencia mi habitación había cambiado mucho. Para empezar habían aparecido estantes en las paredes, donde se encontraban expuestos varios de mis antiguos proyectos entre los que se podían ver los prototipos de los primeros guanteletes ballesta que hice y unas cuantas bolas de metal con diferentes símbolos rúnicos trazados. Esas últimas habían pertenecido al cazarrecompensas que nos había atacado a Branniel y a mí en los subterráneos, y funcionaban como granadas cegadoras. Al lado de la mesa había un baúl de metal cuya plancha frontal había sido sustituida por un panel de cristal por la que se veía le interior, actualmente vacío. Al igual que casi todo lo demás del cuarto estaba grabado con runas, y lo usaba cuando necesitaba someter los objetos que fabricaba a diferentes tipos de estrés: temperatura, presión humedad, etc.

Tenía dos sillas, así que le ofrecí una a la chica y me senté yo en la otra. –Bueno. ¿Qué era lo que querías preguntarme? 

Me preguntaba qué querría. Normalmente cuando se trataba de pedir consejo yo era la última persona a la que la gente recurría.

Sonrío a sus palabras antes de responder.

-Me alegro - para acto seguido encogerme de hombros.- No lo sé, de momento lo que he oído de ella no es bueno, pero prefiero verlo con mis propios ojos antes de judgar - termino de comer y guardo lo poco que ha sobrado en la alacena, me estiro y luego miro al irrense.- Hora de entrenar, eres libre de unirte si quieres - digo con una media sonrisa. El irrense declina por que ya estuvo entrenando antes.- Cuando quieras - le digo antes de irme.

Me dirijo a la sala de entrenamiento y me quedo allí hasta la hora de comer aproximadamente. Como, me despido de Marsi y de Kora y me preparo para ver a otra persona con mi transformación. Por suerte sé donde puedo encontrarla.

Sigue en La explanada de los portales.

Tras el combate con la naga, se dio un tranquila ducha mientras sus pensamientos volvían a arremolinarse en su cabeza tras la distracción de la practica. Era inevitable pensar en lo ocurrido el día anterior pues habían ocurrido tantas cosas preocupantes ese día que olvidadlas era imposible. Habia prometido ser lo mas normal posible y eso haría, o al menos intentaría, pero eso no evitaba que las dudas siguieran allí y que la necesidad de hablar con alguien cuyo tema no fuese un trauma persistiera.

Por ello un poco mas temprano de lo que era habitual en el decidió dirigirse a Serpentaria, en cuanto pudiera charlar un poco esperaba que su mente le diera un descanso. Odiaba sentirse como se sentía, confuso, temeroso y por sobretodo un poco idiota, peor no deseaba que ese tema tomase fuerza y poder sobre el resto de sus pensamientos. No podía pasarse la vida pensando en ello, lo que fuese seria por mucho que de forma consciente lo rechazara interiormente no lo hacía.

-Ya les vale, pudieron haberme creado un cerebro mas normal y simple cuando me crearon, ais no tendría que darle vueltas a un mismo tema para intentar encontrar algo para evitar el rechazo innato, para variar. Cabrones- murmuro DL mientras salia finalmente de Serpentaria, esperando tener una conversación con Enredo, y si veía  Shizel mentalizándose en actuar como siempre, que bastante la había cagado ya el día anterior. No era algo que fuese a desaparecer, peor al menos no dedicarle todos sus pensamientos diarios, seria una ayuda para su cordura- De paso veré si ha descubierto algo nuevo de los novatos, sigo curioso por ese tipo que cambia de cara- se dijo, buscando un tema que despertase su curiosos y ayudara meter el "asunto Shizel" bajo llave temporal en un rincón de su mente. Que no fuese a obviarlo no implicaba que tuviera que obsesionarse, o al menos eso esperaba.

Sigue en Torre Serpentaria

Mi frase introductoria había sido casi automática, porque en cuanto la puerta se abrió y vislumbré un poco el interior, me quedé a cuadros. Cuando el vampiro respondió y me dio permiso para entrar, murmuré un "Con permiso" que apenas se oyó, y no me importó realmente. El motivo era bien sencillo: había visto runas en algunos objetos de los muchos que poblaban el habitáculo. Había varios artefactos desconocidos en los estantes, así como otros "conocidos" como guanteletes, aunque algún uso especial debían de tener pues no parecían muy normales. Al haber tantas cosas en las que pretendía fijarme por un tiempo indeterminado, pasé a fijarme en el panorama general y luego ubiqué en este al vampiro, que segundos antes me había ofrecido sentarme. Me senté y entonces caí en la cuenta del baúl con el panel de cristal, lo cual miré con curiosidad. Luego volví otra vez al mundo real y me disculpé con una sonrisa tonta.

—Perdón por mirarlo todo... Un amigo y yo hacíamos pruebas con runas en la cosecha y al ver tantas por aquí, me pudo la curiosidad.

Volví a tener un ligero vahído, lo que duró un parpadeo, en los que analicé la situación fugazmente. ¿De verdad iba a pedir "consejo alimenticio" a un vampiro confeso, en su habitación llena de runas? Bien podía acabar como botella de sangre. Las onyces lo sabían y habían alzado el vuelo hasta la ventana del cuarto. Por fuera, tapaban la luz según se iban acumulando.

—Disculpa lo de las onyces, pero creo que el motivo es obvio. Pues a ver cómo lo digo para que no te rías. Tengo un amigo ghoul, osea, que necesita comer carne... de humanoides, ¿creo? Seres inteligentes. ¡Como el trasgo del otro día! Pero... No sabemos qué hacer, porque la idea de ma—tragué saliva. No recordaba haber pronunciado esto en voz alta—.  La necesidad de matar es muy nueva, demasiado chocante todavía. Yo quiero ayudarle, porque está claro que si su transformación se lo exige, alternativas no hay... Nos va a costar muchísimo conseguirlo, pero entonces empezará a morirse... Y... Y...—y ahí perdí parte de la seguridad que tenía. Lo que iba a preguntarle podría considerarse terreno fanganoso, así que tragué saliva y recuperé el tono—. Así que... ¿Cómo... cómo lo hiciste la primera vez? No sé si tienes que matar para alimentarte del todo... Pero eso.

Mientras tanto, la onyce de mi hombro revoloteó con sus alas desgarradas por el dormitorio, sin alejarse de nosotros por cierto temor a las runas que habíamos visto. Le había ordenado que se estuviera quieta, porque ambas sabíamos que si algo salía mal, todas intentarían entrar en marabunta por la ventana y no sería bonito.

Estuve a punto de devolverle la sonrisa tonta a la chica tras notar el interés que mostraba en las runas de mi cuarto, pero me contuve lo suficiente como para que se quedara reducida a curvar los labios. Mi interés creció todavía más cuando dijo que se dedicaba a hacer runas de cosechada, pero la repentina desaparición de la escasa luz que entraba por la ventana desvió mi atención sobre las onyces que se acumulaban allí. No me preocupaba que pudieran entrar ya que la ventana, al igual que la puerta, contaba con sus propias defensas. Aun así, el verlas hizo que le prestara atención a la que se encontraba dentro, vigilando que no tocara nada. –No importa, tampoco es como si fuera a echar de menos  la luz de la ventana.

Y entonces me contó su caso. Me resultó familiar enseguida, aunque me sorprendió que hubiera llegado al punto de preguntarme por mi propia experiencia. Eso último me hizo fruncir el ceño un momento, luego barajé mi respuesta unos instantes antes de responder. –Bueno, a ser ghoul no necesita comer carne viva, sino la de cadáveres. Sé de al menos uno que se alimenta usando el cementerio como buffet libre. –Hice una pausa para ordenar mis ideas antes de continuar. –Respecto a mi propio caso: No, no tengo por qué matar, pero lo hago. Las razones me las guardaré para mí, aunque no negaré que durante un tiempo me planteé la idea de dejar vivas a mis pres… víctimas.

Lo cierto es que yo nunca llegué a cuestionarme la parte moral de mi fuente de alimento, aunque se debió en parte porque en los momentos en los que habría tenido que odiarme a mí mismo estaba ocupado odiando a alguien más. De todos modos no me podía quejar, había transformaciones con precios mucho peores que la mía ahí fuera.

–En cualquier caso, si realmente tu amigo se ve incapaz de segar vidas de personas siempre puede probar con los hombres bestia. No creo que con esos tenga remordimientos, después de todo ellos nos comerían a nosotros si pudieran.

<<Espera, ¿solo cadáveres? La Cica... ¡Ostras! ¿Hay cementerio? ¡Arreglado! Agh pero... ¡pero si la gente entierra a gente ahí será por algo! Pero hay que ser tonto para enterrar a alguien en un cementerio si los ghouls se alimentan de carne muerta>>

—Imagino que a los vecinos no les hará gracia que otros saqueen el cementerio—bromeé—. Pero gracias por el dato. Si hay otros que lo hacen, nosotros no seremos menos. Y... entendería que no, ¿pero podríamos conocer a ese alguien que conoces?

Luego habló sobre su transformación y, obviamente, no profundizó en el tema. Luego retomó el tema de Dhelian y me gustó la elección del verbo segar, pero no pude pensar en eso pues habló de cosas nuevas.

—¿Hombres bestia? No he escuchado eso en mi vida. Por lo que dices suena como si sirvieran para mi amigo y para entrenar también, por eso de que nos atacarían, ¿no?

–Ehmm, quizás me haya adelantado un poco al decir que la conozco. Solo la he visto una vez en realidad, pero su nombre es Kaethe. Si preguntas por aquí o en serpentaria alguien debería saber donde está.

Una cosa que me sorprendió, y que no debería haberlo hecho fue su desconocimiento acerca de los hombres bestia. Había olvidado que un recién transformado no tenía por qué conocer los subterráneos. –Si no conoces aun a los hombres bestia es un problema del que te has librado e tu criba. Viven en los subterráneos, y es normal encontrarlos en los niveles menos profundos.

Aquello me dio una idea. Llevaba tiempo planeando una excursión a los subterráneos para cierto asunto que, aunque podía hacerlo solo perfectamente, lo acabaría mucho más rápido con ayuda y cuanto menos tiempo tenga que pasar allí abajo mejor. –Ya que ha salido el tema: Dijiste que tanto tú como un amigo sabéis de runas ¿no? Llevo tiempo con una tarea pendiente en los subterráneos, y aunque puedo hacerla solo sería más fácil con ayuda. No es nada que no podáis hacer, y no debería haber ninguna criatura a la que no podáis derrotar por vuestra cuenta.

>>Si tu amigo y tú me ayudáis con ello a cambio os diré un par de zonas de caza buenas para él ghoul. Y para ti… ¿Qué te parece esto? responderé a tres preguntas que me hagas. Cualquier pregunta, siempre que hacerlo no me ponga en peligro directa o indirectamente.

Conforme el vampiro hablaba, fui memorizando todo lo relevante que dijera. <<Kaethe, vale. Hombres bestia viven en los subterráneos, niveles menos profundos. Pero sigo sin saber qué son... >> Hasta que la conversación cogió un giro inesperado: una propuesta de trabajo. <<¡Trabajo! ¡Dinero!>> Sin embargo, ante la mención de "derrotar criaturas", me adelanté para avisarle de un detalle importante:

—Antes de nada, ten en cuenta que llevamos dos días transformados y que en la cosecha no podíamos hacer todos los hechizos con que nos topamos, y tampoco nuestro nivel ofensivo de magia o runas es decentillo que digamos... Fíjate que estamos aprendiendo intangibilidad para poder usar la biblioteca de Serpentaria —reí sin ganas, aunque con la propuesta que me hizo tuve que aguantarme la risa en serio—.  ¿Tres preguntas? ¿Qué eres, el genio del ataúd? Había pensado en dinero, sinceramente, para devolveros lo de la Taberna, porque preguntas útiles no es que tenga... Y mucho menos que te pongan en peligro... ¿Por qué iba a suceder tal cosa? —dije, confundida. Si había algún significado super obvio para él, yo no lo veía. Seguidamente me encogí de hombros—. Yo acepto. Se lo diré a Dhelian en cuanto vuelva.

¿Motivos? Entrenar, mejorar. Si había enfrentamientos con criaturas, podría probar a las onyces. Si se daba la posibilidad, seguramente aprenderíamos algo más sobre runas al ir con él. También sobre magia, aunque fuera solo viéndole actuar y preguntando luego. Y por si fuesen pocos motivos... Subterráneos. No teníamos buenos recuerdos de esa zona, así que bajar allí sería un buen comienzo para quitarse el miedo. Cosa que sería necesaria si Dhelian y yo teníamos que volver allí más a menudo.

—Hmm... Pregunta bonus, para el trato ese: ¿se te ocurre algún hechizo que podamos necesitar? Por si no lo conocemos, digo.

–Descuida, creo que puedo hacerme a la idea de lo que sois capaces, y voy a ir también así que a las malas peleo yo.

Cuando escuchó mi propuesta, aunque no se rió en mi cara pude notar perfectamente que se estaba conteniendo, lo que me hizo poner los ojos en blanco. –Tú sabrás. –Si quieres dinero te pagaré con él, pero ni esperes una fortuna ni te quejes si luego descubres que podrías haberle dado mejor uso a las preguntas. Sobre lo del peligro: es simple. Supongamos que me preguntas algo como cuáles son mis puntos débiles, por poner un ejemplo. Te los digo, y alguien que quiera hacerme daño te lo sonsaca, o incluso que tú misma decidas chantajearme con esa información. ¿A que sería un problema molesto?  Un cosechado solo tiene que preocuparse de las alimañas y las trampas de la ciudad. Una vez te transformas la leyes de la ciudad no te protegen, y cualquier ciudadano puede matarte sin miedo a que haya consecuencias.

Mientras en mi cabeza pensaba en lo irónico que resultaba que los cosechados estuvieran “protegidos” por la ciudad, acompañé a Alice a la puerta mientras ella me hacía una última pregunta. –Nada obligatorio, pero hechizos de levitación y niebla mágica os irían bien.

Y así terminó aquella visita inesperada. Tras despedir a la bruja volví a ponerme con mis diseños. Si todo iba bien podría estrenar uno o dos en aquel viaje a los subterráneos.

—Oh, no, no, casi que mejor las preguntas, que son información gratis. Y descuida, no te preguntaré nada de ese tipo. Aunque te puedo asegurar que alguna será sobre runas.
Harías bien en sacarle sus debilidades. La opción del chantaje siempre es buena.

Asentí ante la mención de los hechizos y nos encaminamos a la puerta. Oz sabía hacer el de niebla mágica, así que o nos enseñaba o lo haría Valek. Por suerte, la levitación la manejábamos bien. Bastante bien, además, si sumaba a las onyces.
—Pues muchas gracias por todo. Te avisaré cuando hable con Dhelian. Hasta luego.

Una vez en el pasillo, miré varias veces escaleras arriba, escaleras abajo. Escaleras arriba estaban los dormitorios de mis amigas y la sala de entrenamiento. Hacia abajo, la salida, Dhelian, Oz... Hacia arriba estaba Marsi, abajo estudiar magia y libros y... ¿Qué rayos? No iba a desperdiciar una visita, maldita fuera mi estampa si lo hiciera.

Así que me encaminé hacia la sala de entrenamiento, donde esperaba encontrarme con Marsi o Sura. Una de las dos fijo que estaría ahí, aunque quizá lo más probable fuese que estuviera Sura. Mejor, incluso, porque así podría rematar la visita viendo a Marsi y luego a casa. Cuando llegué, llamé a la puerta suavemente y entré. Mentiría si dijera que me decepcionó lo que vi. Maravillada y sorprendida serían mejores términos, mucho más sinceros y realistas. Estaba entrenando con algo que parecía humo, muy similar al que le salía del cuello.
Esa loca puede hacer cualquier arma con su humo, ten cuidado.
<<¿En serio?>>

—Sorpresa —dije, saludando con la mano en cuanto me vio.

La primera arma que había logrado invocar Marsi había sido un látigo de ganadería de tres metros de largo, tal vez porque era el arma más cercana a ella, aunque era mucho más largo que el látigo de doma al que estaba acostumbrada. Había usado de ese tipo en alguna ocasión, con la ayuda de uno de los novios de su padre, hacía ya unos años. Por suerte el látigo se hacía intangible cada vez que perdía el control y se volvía contra ella, o más bien el miedo hacía que se desvaneciera, y no había tenido más accidentes que alguna marca fea en el suelo y un maniquí roto. Estaba dejando marcas en un grueso poste de madera cuando Alice entró a saludar, y su arma se desvaneció en el aire al prestarle Marsi atención a la bruja.

-Hola- proyectó desde su cabeza. El violinista le había dejado un par de trucos útiles para manejar mejor la telepatía, aunque aún se le escapaban pensamientos por accidente.- No sabía que estabas aquí, habría bajado a saludar.

Vestía unos pantalones bombachos de lino basto y un top deportivo, el saco de su cabeza y su látigo físico colgaban del cinturón. Marsi estaba empapada en sudor, pues aunque el látigo había sido por el momento el único objeto que había logrado invocar de su cuello, se había emocionado practicando con él, además de que los nuevos contrincantes, más experimentados, resultaban un desafío estimulante.

Me acerqué e hice un gesto de las manos para restarle importancia al asunto.

—Ay, no te preocupes por eso. Vine para pedir consejo a uno de los veteranos, Valek —el vampiro de la Taberna— porque Dhelian... En fin, ya sabes, tiene que comer cadáveres... Aunque pensábamos que tendría que matarlos primero, pero resulta que no así que se le hará más fácil. Y como me ofrecí a ayudarle pasara lo que pasase... Vine yo. Ahora están Oz y él practicando magia —le resumí. No veía por qué no contarle la verdad, pese a que la onyce me insistiera en mentirle. Tomé aire e hice una pausa—. Perdona que venga acelerada. ¿Qué tal estás, cómo te va?

Se ha vuelto peligrosa y cada día lo será más. Acaba con ella ahora que puedes. A esta no necesitas preguntarle sus debilidades; ya las conoces...
—Vete de aquí inmediatamente —la interrumpí.
Lamentarás...
—Que te vayas. Sal de la torre. Esperad todas fuera —susurré con frialdad. Una vez hubo desaparecido de mi vista, miré a Marsi y sacudí la cabeza—. Son un incordio cuando quieren... pero son útiles. Pero mira, ya tenemos algo más en común: tu humo y mis sombras —bromeé para quitarme de la cabeza las palabras de la onyce.

-Ah, sí... los precios...- un sentimiento de tristeza mezclada con desagrado se escapó entre las palabras mentales de Marsi. Debió darse cuenta, pues su canal se cerró de forma súbita. Odiaba sentirse tan expuesta, y tener iedo de sus propios pensamientos por si estos escapaban de su cabeza, incluso si estos iban a la de Alice. Tal vez precisamente porque podrían ir a la de Alice.

Se alejó algo incómoda en busca de una toalla con la que enjugarse el sudor, no prestándole atención a propósito a la expulsión de las onyces. Lo prefería así, odiaba a esas cosas, y sabía que era algo mutuo.

Invocó de nuevo su látigo, brillante y negro como el cuero bien curtido, desprendiendo vapor oscuro. No era un sustituto para el suyo, era diferente, pero le encantaba. Sacó su libreta y lápiz de la bolsa sin fondo donde llevaba su cabeza y escribió:

''Por el momento es la única arma que puedo materializar, pero el violinista me dijo que habría más. También me habló de una montura... Es lo que caracteriza a un dullahan, cada uno tiene la suya. No puedo esperar a ver cómo es, hace tanto tiempo que no cabalgo...''