Primer sueño de Alasdair

Lo primero que notó fue un fuerte olor a podrido y por encima de eso el olor del humo. Luego abrió los ojos a la oscuridad del callejón en el que había unos edificios tan altos que no se podía atisbar el final. Tenían escaleras de incendios pero el joven supo de forma inconsciente de que no podría llegar hasta ellas.

Delante tenía una moto negra y plateada preciosa a ojos del escocés, con dos cascos. Se acercó a ella y la admiró, pasando una mano por el asiento de cuero. Un resplandor anaranjado y un calor sofocante llegaban desde el final del callejón y la chaqueta de cuero negro que llevaba abrochada hasta el cuello empezaba a agobiarle. Especialmente en el cuello y las muñecas.

Un grito le hizo espabilar. Una voz conocida que le decía que corriese y al fondo... sirenas. Debía haber un incendio cerca, era la única explicación para aquel calor infernal.

Montó sobre la moto, se puso uno de los cascos y arrancó el motor. Cogió el otro casco con la mano izquierda y aceleró para salir de aquel callejón en dirección a la voz conocida.

-¿Qué cojones está pasando? - se preguntó acercándose a la zona anaranjada.

Alec no se sorprendió de ver a Jack, pero si de notarlo tan contento y no tan alarmado como debería estar. Le tendió el casco y cuando le dijo que arrancase lo hizo sin perder un segundo. La moto rugió en el callejón haciendo eco.

Salió del callejón y lo que vio lo dejó helado, la ciudad era un caos de fuego, sangre y muerte. Los edificios estaban destrozados y el fuego campaba a sus anchas por doquier. No disminuyó la velocidad si no que la aumentó. Quería salir de allí cuanto antes para no ver aquello.

El grito de Jack resonó en su cabeza y a punto estuvo de frenar en seco. Empezó a preguntarse qué habían hecho, qué había hecho. ¿Había tenido algo que ver en aquel desastre? ¿Era culpa suya?

-Volvemos a la base - gritó por encima del viento.

A su alrededor las personas, vivas, muertas y heridas habían comenzado a mutar hacía un rato. Ahora presentaban alas, cuernos y garras. Seres de pesadilla heridos o muertos. Por su culpa.

Y el sonido del llanto lo perseguía taladrando su cabeza y haciéndose oír por encima del motor de la moto.

Alec seguía conduciendo, todavía preocupado por lo que había pasado a su alrededor cuando oyó la respuesta de su amigo por encima del viento. Sí, aquello había sido culpa suya, al cien por cien. Aquella sangre estaba en sus manos. El corazón se le disparó de mala manera y a punto estuvo de sufrir un bloqueo.

Negando con la cabeza para rechazar aquellos pensamientos decidió derrumbarse luego. Vio señales de tráfico que de normal no habrían tenido ningún sentido pero en aquel lugar eran perfectas. Terminó llegando a la intersección y detuvo la moto sin saber a donde girar. Pero el grito de Jack terminó decidiendo por él. Giró a la izquierda.

-Ni de coña, Jack - gritó por encima del viento.- Tengo un mal presentimiento de esto.

Dirigió aquella carrera alocada en moto hacia su casa, necesitaba llegar allí. Necesitaba quitarse aquella maldita chaqueta que no dejaba de molestarle en las muñecas, necesitaba huir de aquel olor a podrido que no dejaba de seguirlo, necesitaba esconderse de aquellos llantos y gritos de dolor que todavía escuchaba.

Tras la voz de Jack lo primero que sintió fue ingravidez y lo siguiente un dolor agudo que se extendía por todo el lateral izquierdo de su cuerpo. Con un gruñido y sin saber todavía qué había ocurrido Alec se encontró tendido en el suelo con la pierna atrapada bajo la moto.

-¡Jack, Jack! - llamó a su amigo mientras trataba de incorporarse un poco.- ¿Estás bien?

Alec se sentía mal, no era solo el dolor del accidente, sentía su cuerpo raro en lugares que ni siquiera habría sabido como llamar. Volvió a gruñir y a llamar a su amigo, tenía que estar tras él ya que no lo veía por ninguna parte.

Intentó levantar la moto pero no lo consiguió, pesaba más de lo que había pensado. O quizá solo estaba débil tras el accidente. Se quitó el casco para poder respirar aire puro y ver con más claridad. Volvió a apoyarse contra el asfalto para recuperar el aliento y sintió algo húmedo y cálido. Pasó una mano por su pelo y la retiró para verla llena de sangre, una sangre que no era suya pues el suelo estaba empezando a llenarse de aquel líquido, así como su ropa.

Lo alcanzaron de nuevo los gritos y llantos, el olor a podrido mezclado con un hedor a sangre recién derramada. El mareo producido por el shock se volvió peor y Alec sintió algo trepar desde su estómago.

Vomitó sonoramente sobre el asfalto hasta que ya no le quedó nada que sacar de su cuerpo. Se pasó la manga por la boca para limpiarse el vómito pero lo único que consiguió fue probar el sabor de la sangre. Con asco su mente intentó centrarse en aquella sangre, no era suya, no podía ser suya, y si no era suya... solo podía ser de una persona.

Oyó de fondo las sirenas y comenzó a ver luces rojas y azules que se acercaban. Con desesperación volvió a agarrar la moto e intentó levantarla otra vez. <<Vamos, vamos, vamos. Tengo que comprobar si está bien, que esté bien por favor, que esté bien, que esté bien...>>.

Con aquel mantra en la cabeza Alec comenzó a aplicar más fuerza que nunca intentando liberar su pierna.

Hiciera lo que hiciera Alec aquella moto no se movía ni un solo milímetro y cuando oyó las puertas de los coches abrirse se rindió. Ya no tenía sentido intentar escapar a ningún sitio. Observó a la serpiente acercarse a él y se puso más en tensión al enterarse de que Jack estaba moribundo.

Se despertó sobresaltado y desorientado en una habitación de hospital. No tardó en recordar lo que había pasado: el accidente, Jack grave, una serpiente que los había dormido...
Se encontró a sí mismo en una cama, esposado y al mirar alrededor vio a su amigo tendido en una cama casi todo escayolado. El mismo Alec tenía escayola en brazo y pierna izquierda.

Volvió a tenderse en la cama con un suspiro de ¿qué?¿Alivio? No, no podía estar aliviado. Su amigo seguía grave, estaban detenidos y no cabía duda de que los iban a condenar. Quizá ya fuera hora de enfrentarse a la realidad y dejar de huir. Tocó el botón de llamada preparado para afrontar las consecuencias de sus actos.

La puerta no tardó en abrirse y apareció una persona con alas, la piel gris y garras. Alec bajó la vista completamente avergonzado por la mirada que le dirigió la mujer. Nos despegó la vista de las sábanas ni intentó decir ni una palabra. Aquella mirada lo había dicho todo y dolía más que cualquier acusación pronunciada en voz alta. Si anteriormente Alec había sentido asco hacia sí mismo ahora era mucho peor.

Cualquier intento de excusa habría sonado hueco, falso. Ni siquiera sabía por qué habían hecho lo que habían hecho pero las muertes de aquel día pesarían sobre la conciencia de Alec para el resto de su vida.

Se encogió entre las sábanas cuando la voz de la mujer dijo que ya podían pasar, aquello estaba a punto de pasar y Alec no estaba preparado. Pero, si tenía que ser sincero consigo mismo, dudaba que nunca jamás pudiera estar preparado para algo así.