Kankri

Rox saludó con una sonrisa a quienes iban saliendo del agua, tentado a halagar que ninguno se hubiera ahogado. Al oír la risa de Pelusa ladeó la cabeza para verla mejor, ligeramente sorprendido, respondiendo con una breve risa de cosecha propia.

—Porque es una persona terrible —respondió a Nime en una voz baja perfectamente audible—. Y porque casi pierde el trapo ese por nuestra culpa —señaló el pañuelo sobre la cabeza de la mona.

Viendo las poses que estaban poniendo los peques para "sujetarlo" se llevó el dorso de una mano a la frente, dejó caer el otro brazo y cerró los ojos con gesto dramático y desconsolado, como si lo hubieran arrancado del mar o de un culebrón indio. Al oír lo que Tay le dijo a Eitne sobre que bando elegir soltó un sonoro "JA" irónico que acompañó con un aleteo en el aire; picarse con el belga era ridículamente divertido. En cuanto acabaron las fotos levitó hasta el agua otra vez, zambuyéndose ahí donde cubriera lo suficiente. La coordinación runas de vestir—transformación aún no la dominaba y le daba apuro meter la pata en el proceso. Al salir del mar tenía piernas, hambre y sed. Fue directo a la nevera para sacar un refresco, escuchando de refilón la conversación mientras tanto. El trago fue largo, disfrutando el sabor dulce en contraste a la sal en su boca.

—Pues vaya una guerra —coincidió tras Tayron, tomando asiento sobre su toalla y estirándose desde el sitio para servirse un plato de ensalada de patata. Las palabras de Nime le sacaron una sonrisa, pero con la respuesta de Kin se fue directo a la risa—. Buenooo, no olvidéis echaros cremita para las quemaduras chicos.

Ahora que tenía con que saciar sus necesidades el cambiante estaba en la gloria. Los ojos se le fueron al mar y la sensación que le provocaron no solo las vistas, sino también la compañía, le reconfortó el corazón.

—Es raro, ¿no? Hace una hora estábamos en Rocavarancolia y ahora en esto que parece el paraíso —sonrió, llevándose comida a la boca—. ¡Hm! ¿Hemos traido cartas? —preguntó sin dejar de masticar.

Guille llevaba toda la mañana cocinando y preparandose para la fiesta, se le había ido el tiempo y habia llegado el último, la prisa y el miedo de estar llegando tarde no hacia más que hacer que fallar en todas sus misiones. Pero entre sus manos traia una pocas cosas indispensables:

-Cientos de globo agua, que resultan que se llenan   increíblemente facil cuando muchas manos y magia, no tenia para comprarlos pero ese había el menor de los problemas

-Pelotas, palas y redes que era obviamente algo fundamental para ir a la playa

- Protectector que resultaba increíblemente dificil de conseguir en rocavarancolia pero su hermano le habia dicho que no se podía ir a la playa sin protección solar.

-  Gafas de agua, pistolas, aletas, flotador, unicornio inchable, palas y cubos, toallas y cartas y cientos de cosas absurdas sin ningun tipo de control, porque no tenia que cargarlas el.

Fué todo deprisa que podía,  y no tuvo tiempo para saludar al guardia del portal, que le miro muy mal aunque fuera realmente por el echo de llevar tanta basura de un lado a otro y no por el saludo.

Llego a la playa corriendo a la mesa.

- Siento llegar tarde!!!  Al final no traigo nada de comer- dijo buscando un hueco para sentarse cercan de Eitne y Nime- Que suerte que la sea ingnifuga la sede ¿verdad?- dijo dando por echo que nadie iba a enterarse nunca de su pequeño incidente con la cocina.

Rena le lanzó una lata fría de refresco a Milo antes de cogerse un plato para servirse. Se echó una buena ración de ensaladilla y se sentó con las piernas cruzadas en una de las toallas a la sombra.

-La pelea ha sido super guay -respondió, corroborando las palabras del otro irrense, y asintió efusivamente a la idea del desempate -¡Tiene que haberlo! Aunque no sé por quién apostaría…

El comentario que le hizo Kin a Nime casi le hizo atragantarse con su bebida, y el de Rox después tampoco ayudó.

-Yo he aprendido un poquito -se defendió con los ojos llorosos por las burbujas que se le habían metido por la nariz. No sabía si se le podía llamar nadar a lo que hacía, pero no se hundía, que era lo importante.

La ensaladilla estaba de escándalo, no porque la hubiese hecho ella. Había querido colaborar con algún plato para no cargarle todo el trabajo a Neil, aunque no tenía tanta soltura en la cocina. Lo siguiente que probaría sería el gratén de patatas, que todavía estaba caliente y cuyo olor le susurraba desde la mesa aún estando tapado.

Guille apareció entonces cargando con tantas cosas que casi doblaba lo que ya tenían repartido por la playa.

-¡Guille, si Rox te ha dicho algo de mudarnos aquí era broma! -le dijo cuando estuvo lo bastante cerca, aguantándose la risa -Ya pensábamos que no venías. No te preocupes por la comida, Neil se ha propuesto cebarnos como siempre -dijo señalando la mesa.

No sabía en qué se había entretenido el niño para tardar tanto, pero de verdad esperaba que a la vuelta no les estuviera esperando ningún desastre.

Neil aplaudió encantado con la demostración de poder de Adru durante el rescate de su flotador. Al igual que había disfrutado de su demostración de dominio en la guerra amistosa con Milo, le encantaba ver demostraciones similares en sus amigos apreciando su diversión al mostrarlo o al experimentar con sus nuevas capacidades.

El brujo, una vez se aseguró de que todos tuvieran un plato y todos los tuppers con comida estuvieran repartidos, se sentó finalmente en su toalla con su propio plato y un vaso de zumo a su lado.

-Ha sido realmente divertida, la verdad -contestó Neil de forma comedida, mientras en su sombrero el pulpo de cera representaba de forma muy exagerada una gran pelea con puñetazos, golpes, patadas y caídas que nada tenía que ver con la realidad-. Oh, pero yo creo que le he cogido un poco el truco -le contestó a Nime animadamente. No es que se hubiera visto especialmente diestro nadando, como veía que Nime y Rox eran, pero sí que había visto cierto progreso en sus formas, aunque seguramente era más debido a sus manguitos que a su propia destreza.

A penas había comenzado a comer cuando los gritos de Guille le hicieron mirar en la dirección del portal. Neil saludó al brujo con entusiasmo a medida que se iba acercando y dejó su plato a un lado para poder preparar otro para Guille.

-Bueno, no he sido el único que ha cocinado -siguió a las palabras de Rena con sus mejillas sonrojadas-. Toma, aquí tienes un poco de todo, pero si prefieres alguna otra cosa puedes servirte. Y las bebidas están ahí.

Hizo algunas reverencias antes de dejar el flotador en el suelo y se sentó al lado de su aurva mientras estiraba las manos para que le pasase la primera patatada que quisiese. Tayron le dijo una cosa y giró el rostro hacia él dejando caer una oreja y manteniendo la otra muy tiesa, como alzando una ceja pero con sus protuberancias auditivas conejiles.
—¿Qué hace un vigilante de la playa?

La conversación se centró en la guerra de dominios y el gamusino asentía con satisfacción a cada nuevo comentario, aunque a él no le molestaba mucho que hubiese terminado en empate.
—Neil y Milo han ganado a la vez. Es lo que dijo el juez.
No añadió, no obstante, que el juez se trataba de ella misma.

>>¡Yo también! —añadió después del brujo de la cera acerca de aprender a nadar—. Aunque me gustaría que siguiésemos aprendiendo más días. Correr sobre el agua es genial, pero así no me mojo bien.

Fue en ese momento que apareció el que faltaba. Guille, cargado con un montón de cosas y corriendo a toda prisa en su dirección no parecía haberse enterado muy bien de lo acordado.
—¡Guille! —le saludó torpemente ya que tenía comida en la boca—. Te has perdido las clases de natación y la guerra de dominios.

Eitne estaba muy ocupado comiendo, pero escuchó con atención todo lo referente a la guerra de dominios, con mucha curiosidad al respecto. Había captado detalles por el rabillo del ojo mientras le perdían el pañuelo a Tayron, pero no eran más que cositas pequeñitas y desubicadas. Cuando Milo le dijo que se zanjó como un empate sonrió casi con orgullo de tener amigos tan poderosos. Luego el lémur le dijo que la próxima vez tenía que escoger su equipo y Eitne le guiñó un ojo. Se tapó la boca, imitando a Milo, pero en lugar de evitar que se cayeran las migas lo aprovechó para hablar:

—¡Vale! Pero que no se entere nadie... —le dijo en exclusiva a Tay. Luego se unió a la explicación que le daba Rox a Nime—. Rox se lo robó a Tayron y yo se lo robé a Rox y Pelusa me lo robó a mí y Tayron nos robó una foto —concluyó divertido.

La sorpresa de la mañana vino en forma de niño con manos infinitas, todas cargadas de tiestos. De lejos daba miedo ver su silueta y de cerca solo daba risa. El niño agitó las manos en el aire y le hizo un gesto para que se sentara entre la bestia del crepúsculo y el demonio mineral (aunque no hizo falta).

—¡GUILLERMO! —lo saludó con su voz cantarina, antes de añadir de forma general—. ¿Si hay cartas puedo jugar? —luego volvió a taparse la boca y miró al brujo de las pendicularias—. ¿No has quemado nada, no? —le preguntó aparte, en exclusiva para él y Nime y con algo de preocupación.

A Milo no le apetecía mucho una revancha, pues tras el esfuerzo empleado en la primera batalla se había cansado para un rato largo, pero se limitó a sonreír sin confirmar ni desmentir nada mientras daba buena cuenta de su bocadillo. Más tarde pensaría en una forma de escaquearse sin que se notara demasiado, alegando quizás que lo de aprender a nadar era prioritario, pero por el momento las patatas eran más importantes.
—Vaya lengua tienes, enana —le contestó a Nime cuando les lanzó aquella pulla, haciéndole una mueca burlona tras la réplica de Kin—. Ya verás lo que me voy a reir yo cuando empecéis a estudiar matemáticas, lumbrera. —le amenazó con una sonrisa ladina, bastante seguro de que no sabía de qué le estaba hablando.

El brujo ya había hablado antes con sus compañeros más mayores sobre lo importante que era formar a los pequeños ahora que eran responsabilidad suya, pues si continuaban como hasta ahora se iban a convertir en adultos sin haber recibido una educación adecuada, pero por el momento no se habían decidido sobre cómo empezar con las clases. Estaban en Kankri, sin embargo, y pensar en ello ahora no parecía adecuado, así que dejó que la amenaza se la llevara el viento y continuó con su almuerzo.
—A jugar a las cartas si que me apunto. —comentó tras Rox con entusiasmo, saboreando la ensaladilla con satisfacción.

Fue entonces cuando Guille hizo acto de presencia en la distancia, una silueta diminuta acompañada por decenas de sus pendicularias cargadas hasta los topes. El humano llegaba tarde y solo los dioses sabían qué lo habría retrasado tanto, pero parecía ileso, y cuando se dejó caer entre los del grupo el irrense lo saludó con la mano libre.
—¿Qué has liado en casa? —le preguntó alzando una ceja tras la adecuada bienvenida—. ¿Acaso le has prendido fuego a la cocina? —inquirió con tono preocupado. Si el niño no quería que se enteraran del “incidente” no debía haber hecho una alusión al mismo en voz alta.

En otro momento quizás se hubiera interesado por la carga que transportaban sus manos o se habría animado a relatarle la guerra de dominios, pero antes necesitaba asegurarse de que a su vuelta no encontrarían la Sede en ruinas.

—Pues un vigilante de la playa... vigila la playa... —bromeó un poco, tomando asiento en su propia toalla pero dejando las piernas mojadas fuera y llenándoselas de arena— en la Tierra tienen que estudiar unos cuantos meses para poder serlo y se encargan de que nadie se ahogue en el agua, de advertir que la marea esté muy fuerte o que hay animales peligrosos en el mar. A veces cuando ocurre algo así tienen que adentrarse muy rápido con unos vehículos llamados lanchas. ¡Pero tú corres muy rápido deslizándote por el agua! Y es muy de capitana ¿no?.

—¿En serio vais a jugar a las cartas? —se mofó tras saludar a Guille con una sonrisa, con un tono en cambio que no era de queja real en absoluto. Le parecía aburrido pero era la compañía lo que importaba y se apuntaría si se decidía— también podemos jugar al pañuelito.

Nime se tragó con esfuerzo la patata y también miró con los ojos entrecerrados a cualquiera que le hubiese reído la gracia al raigaurum. Le dedicó una mirada especialmente amarga a Milo por haber traído a aquella conversación un tema en el que no le apetecía pensar en absoluto. Solo dos cosas le impidieron saltar, la primera era que ya se había mentalizado para planificar su venganza, y a segunda fue la llegada de Guille. Su amigo iba cargado de cosas, todas las que las pendicularias le permitían, y a Nime se le iluminaron los ojos.
—¿Qué traes, Guille? ¡Corre, antes de que se enfríe la comida! —le gritó ya desde la distancia mientras lo apresuraba gesticulando con las manos.

Tras los saludos, hizo hueco en la mesa para que el brujo se pudiese servir comida.
—Es una pena que te hayas perdido lo de antes —le dijo a Guille, y luego añadió en un susurro—: ¿Qué pasó en la sede?
Eitne también se había preocupado por lo que hubiese retrasado al brujo, y Nime esperó su respuesta, preocupada por si era algo que no debían escuchar los mayores. No por nada, pero no le apetecía que hubiese regañinas implicadas en un día de fiesta como aquel. El problema era que ya le habían oído prácticamente todos. «Bueno, al menos esta vez no he sido yo» se dijo.


Kin se había sorprendido de que Nime no hubiese abierto la boca después de lo que le habían dicho unos y otros. Por un momento incluso se preguntó si se habrían pasado, pero con aquella niña no parecía el caso. La llegada del último de los enanos, cargado hasta los topes, le había devuelto la sonrisa en pocos segundos, así que no parecía que hubiese de qué preocuparse.

—¿Qué juegos de cartas habéis traído? —preguntó, curioso. Había aprendido a jugar a unos cuantos contra Keiria, aunque ganarle era literalmente imposible, así que no eran su fuerte. Cada mundo tenía diferentes barajas y juegos, así que sería mucha casualidad que no hubiese que explicarle las reglas a nadie en el grupo. En cierto modo casi le apetecían más los juegos físicos, aunque no después de comer. Nunca había jugado en equipo hasta llegar a Rocavarancolia, pero ahora echaba de menos aquellas tardes que rellenaban jugando con la pelota en el torreón cuando aún eran cosechados—. ¿Qué es el pañuelito? —le preguntó a Tayron.

Rox no recordaba haber metido cartas en sus cosas así que la pregunta iba por si alguien tuviese, pero poco importaba igualmente: Guille llegó con su séquito de manos cargadas de cosas para salvar la entremesa. Sin embargo su sonrisa se torció y el saludo se le quedó a medias cuando este mencionó la resistencia al fuego de la Sede.

—No era broma, y si le ha prendido fuego a la Sede lo va a ser menos —le respondió por lo bajo a Rena, sin saber si debía reirse o no. No tenían que darle vueltas al asunto, si el desastre estaba hecho ya lidiarían con él más tarde—. ¡Eso! Por la comida no te ralles Guille —y como para demostrarlo le dio otro bocado a su ensaladilla—. Además creo que ya te has traido suficientes cosas —dijo con una risilla, fijándose en concreto en el unicornio hinchable que traía.

Seguido a la pregunta de Eitne una pendicularia les tendió una cajita que hizo que Rox abriese los ojos como platos, tragando de sopetón el bocado que tenía a medio masticar.

—¡EL UNO! —se apresuró en cogerlo, con el cuidado de quien recibe un tesoro; y vaya si lo era. El cartón estaba lleno de arañazos y se le notaban los años, pero por el grosor del interior la baraja parecía estar completa—. ¡Si es que te tengo que querer, enano! —le dijo al español con una sonrisa enorme. Lo único que le hizo despegar los ojos de los números de colores a posteriori fue la pregunta de Tayron, al cual miró arqueando las cejas. Luego alzó las cartas, sabiendo que las reconocería—. Vale, entonces tú no juegas ¿no? Buena suerte jugando al pañuelo contra Adru —sonrió con sorna.
No lo decía en serio, pero si al lémur le parecía poco el Uno siempre podía sacarse los higadillos corriendo bajo el sol a media digestión.

>>Es un juego de velocidad por equipos. Alguien se pone en el centro con un pañuelo, —le explicó a Kin (y demás aliens) estirando el brazo para simular ser el juez— y cuando da una señal los dos primeros de cada equipo corren a por él. Gana el que lo coja primero y lo lleve de vuelta a su grupo. Luego le toca a los dos siguientes, y así hasta que digas —empezó a barajar, haciéndole un gesto a Eitne para confirmar si jugaba— Está guay, pero yo me apunto luego. Ahora... ¡¿quién quiere jugar a esto?!

Rox explicaría las normas del Uno con la misma brevedad, sin omitir eso sí, la parte de romper amistades.

Quería dejar claro a los mayores que no se podía prender fuego algo ignífugo. Pero la pregunta de Nime le hizo girarse rápidamente y coger algo de una de los cubos que se estaban pasando las pendicularias.

-Miraaa Nime Eitne- dijo levantando lo que parecia una bola de agua- lo llamo globo-de-agua-magico-burbuja-pompa (nombre temporal) con un hechizo he podido hacer globos de agua, mira- lanzó uno fuera de la mesa hacia la playa el cual explotó salpicando la arena cuando entro en contacto con ella.

Guillermo volvió a la mesa completamente encantado sus ojos brillaban con alegría e ilusión la magia estaba resultando mucho mas divertida de lo que contaban esos enormes grimorios, era una nueva forma de crear con tantos colores que no conocía.
Para él esos globos eran una maravilla aunque pudiera ser algo pequeño había disfrutado tanto dando la vuelta al hechizo de protección de ese viejo mago que había que mereciera la pena.

-Podemos jugar después de comer- dijo empezando a devorar lo que quedaba de comida.- yooo quiero jugar al uno!!!!- respondió gritando a Rox.

-Tío, qué mala leche tienes -le dijo a Milo dándole un empujón (no muy fuerte). ¿Cómo podía mencionar las matemáticas cuando estaban de fiesta?

La explicación de Guille no sirvió para aclararles si la había liado parda o no, por lo que Rena acabó compartiendo una mirada de resignación con Rox. Y se enterarían si les iba a tocar mudarse.

Ante el comentario de Tayron alzó una ceja.

-¿Qué coño tienen de malo las cartas? -preguntó. Eran un buen entretenimiento para la sobremesa. Ella solo conocía un par de juegos alienígenas pero le parecían mejor opción que ese del pañuelito, no solo por lo de tener que correr después de comer si no porque el juego no tenía tanta gracia cuando uno de los participantes tenía supervelocidad. -Me da que me quedo con el Uno ese. ¿Cómo se juega?

Atendió a la explicación del cambiante. Las reglas parecían bastante sencillas y sonaba divertido. Se apuntó sin dudarlo. A eso y a lo que sea que tuviese planeado Guille con los globos de agua.

-¡Joder, Guille cómo mola eso! ¿Vamos a hacer una guerra después? Así calentamos antes de meternos en el agua-propuso. Si hacían equipos equilibrados el tema de la magia y las habilidades dispares no sería un problema.

Neil comió tranquilamente mientras sus amigos charlaban a su alrededor, preocupándose en todo momento de que a nadie le faltara ni comida ni bebida, mientras el pulpo de cera de su sombrero imitaba de forma exagerada a cualquiera de sus amigos que estuviera hablando en ese momento.

-Oh, una guerra de globos de agua suena divertido -comentó cuando Guille enseñó su creación, considerando que no supondría ningún peligro y sería más parecida a su pelea de dominios que a una batalla real-. Pero creo que será más conveniente bajar la comida con un juego de cartas antes. Además podemos comer el postre mientras jugamos, creo. Rox, ¿el Uno permite comer mientras se juega?

Asentía al lémur según este le explicaba en qué consistía ser vigilante de la playa.
—Claro, claro… Tiene sentido —respondía sin llegar a interrumpirle del todo. Cuando dijo que era muy de capitana sonrió y se le estiraron las orejas—. ¡Es verdad! ¡La Capitana más veloz que su navío al rescate! —rio.

Tampoco sabía qué era el pañuelito, pero en esa ocasión fue Kin quién lo preguntó. Su interés aumentó cuando Rox le mencionó y entendió por qué con la explicación: era un hecho que nadie podía igualar su velocidad.
—¡Puedo correr más despacio a propósito! —propuso. El gamusino no quería que se le excluyese de cualquier juego donde la rapidez fuese lo más importante —. Pero es verdad, Nora siempre decía que había que reposar la comida. Cuando no le hacía caso siempre me dolía mucho el estómago. Las cartas no se me dan bien, pero yo también me apunto.

Trató de quedarse con las normas del Uno, pero iba a tener que estar haciendo preguntas constantemente porque solo consiguió retener algunas. No parecía un juego por parejas: esos le gustaban más porque podía formar equipo con Neil que era mucho mejor que ella en esa clase de cosas. Sobre todo porque el aurva sí solía recordar y entender las normas rápido.

—¡Qué invento más guay, Guille! —alabó al pequeño cuando mostró sus globos de agua mágicos—. Podemos jugar luego a eso mejor, que no importa quién sea más rápido. ¿Verdad?
Aunque no lo quería decir, en realidad no le gustaba tener que contenerse: le resultaba muy complicado.

A Eitne se le olvidó enseguida lo de que tal vez Guille había quemado la sede, se le olvidó tan pronto vio los globos de agua. Los ojos se le iluminaron en ese instante, tanto por el “juguete” en sí como porque fuera todo una invención del brujo. Se sentía orgulloso de él y del nombre que le había dado al conjuro, el cual para Eitne era lo justamente recargado para que sonase bien. Que los nombres de la magia fuesen cosas como “Hechizo de corte” la hacía más aburrida de estudiar.

—¡Qué guay! Hoy vamos a hacer muchas guerras entonces —dijo pensativo a nadie en concreto—. ¡Pero yo me apunto también!

Lo del pañuelo le gustaba, pero claro... ¡Ya sabían quién iba a ganar! Por goleada además. El niño se rio solo de pensarlo, en el fondo no le habría importado jugar incluso sabiendo que iba a perder. Por suerte tenían los globos de agua para después y, por supuesto, el Uno. Cuando salió a colación y Rox le hizo el gesto, la bestia del crepúsculo asintió con vehemencia.

—¡Eso! ¿Cómo se juega? —la pregunta de Neil también era importante, no quería dejar de comer del todo. En privado, además, le habló a Adru con una sonrisa traviesa— ¡Adru, Adru! ¿Te ayudo sin que nadie se entere?

Unas pocas trampas nunca estaban de más.

Milo se encogió de hombros cuando Rena le dió un ligero codazo, poniendo cara de “la vida es dura”, y cuando Nime lo miró con amargura se limitó a esbozar una media sonrisa mientras terminaba su bocadillo. No le preocupaba a la larga, pues creía firmemente que acabarían disfrutando las clases, y con la ayuda de algún profesor puntual seguro que se lo pasaban bien.
—Menuda pasada, Guille… —le dijo al chico cuando este sacó una especie de pompa de agua del interior de uno de sus cubos, observando fijamente la parábola que hizo el orbe sobre la arena hasta estallar contra el suelo empapando la zona—. ¿Cómo se te ocurrió? —le preguntó al español con la curiosidad pintada en el rostro. La imaginación que el español le echaba a todo, incluida la magia, a veces resultaba fascinante.

Cuando una de las pendicularias le tendió algo a Rox y este saltó emocionado el irrense no pudo evitar el impulso de acercarse a ver que era, echando un vistazo por encima de su hombro a la baraja de colores que tenía entre las manos.
—¿Eso es un juego de vuestro mundo? —se interesó, guardando silencio a continuación mientras intercambiaba puyas con Tayron y a su alrededor se llegaba al consenso de que jugar a las cartas era lo más recomendable para que no se les cortara la digestión.

Milo prestó mucha atención a las reglas, pues un juego de azar con un poco de estrategia que además podía romper amistades sonaba a algo muy divertido, y cuando el coreano repartió le echó un vistazo a su propia mano con expectación. Algo en su fuero interno le pedía que hiciera trampas, como siempre que jugaba a aquel tipo de cosas, pero por respeto a sus amigos (y cierto desconocimiento de las reglas) decidió contenerse aquella vez y se mentalizo para jugar limpio.
—¡Vamos allá! —exclamó entusiasmado al empezar, enmudeciendo casi al instante cuando Nime hizo que se comiera cuatro cartas en su primer turno sin poder siquiera replicar.

Su nivel de concentración durante el resto de la partida rozó lo absurdo, pues la jugada de la libense lo había picado con todas las de la ley, pero aunque se esforzó por ganar e incluso llegó a tener la victoria al alcance de la mano al final tuvo que conformarse con el segundo puesto.
—Tsk… —masculló en cuanto dejó su última carta sobre el montón justo detrás de la demonio mineral, algo decepcionado de que le hubiera ganado su enemiga declarada en aquella partida—. La próxima te gano yo, ¡ya verás! —aseguró con una sonrisa taimada, prestando atención a lo que quedaba de partida con determinación renovada. En el fondo se lo estaba pasando genial, pues todo el pique solo era una parte del aspecto “rompeamistades” del juego, y aquellos mamoneos eran los que de verdad hacían memorables las partidas al recordarlas más adelante.

Tayron vio la oportunidad perfecta de entablar conversación con Kin (el veterano que en su opinión no se veía nada mal en bañador) cuando este le preguntó qué era el pañuelito.
—Pues se trata de... —pero Rox se le adelantó antes, Tay se quedó con los gestos a la mitad sin lograr añadir nada que no se hubiera dicho ya— ...sí, básicamente es lo que ha explicado él pero como el triple de interesante de lo que ha explicado —dijo con una mueca lastimera, percatándose de que no lograba convencer a nadie.

El lémur le devolvió la ceja alzada a Rena, acompañada en su caso de una sonrisa.
—¡No tienen nada de malo! ¿Es que queréis que os reviente a lo que sea? —de nuevo, su voz no indicaba verdadero fastidio, sin embargo cuando escuchó que poseían "El Uno" su entusiasmo cambió radicalmente. Aquello le hacía decantarse claramente, además pensándolo bien no quería jugar a nada más que tuviera que ver con pañuelos ese día. ¡Y menos si tenía que tener en cuenta los poderes de cada uno en cada juego! A sus ojos, él mismo y muchos de ellos podían hacer trampa también en las cartas así que asumió que simplemente no había mucha disposición a dar carreras después de comer.

La primera partida fue muy entretenida entre puyas y piques a Milo y a Rox, además no dudó en sentarse al lado del australiano para fastidiarse mutuamente. Al final perdió la cuenta de cuantas veces se había comido cartas por culpa del cambiante y viceversa al cambiar de sentido.
—¡Toma! —se vitoreó así mismo cuando se libró en tercer lugar, no era un primer puesto ya que eso fue mérito de Nime, y además estaba el añadido de que a diferencia de él algunos jugaban por primera vez y les costaba retener las normas. Por todo eso no tenía mucho que celebrar pero se contentó con quedar por encima de Rox al que le dirigió una mueca de satisfacción y un contoneo con la cola— pues nos han ganado a la primera a un juego de nuestro propio mundo, qué me estás contando —rio, también por las ocurrencias de Guille con los globos de agua.