Grupo de Baile

Recuerdo del primer mensaje :

La evaki agradeció totalmente a Irianna por ayudarla con el anuncio del grupo de música y le aseguró que podría asistir al grupo cuando quisiera, para pasar el rato. Cuando se le había ocurrido aquella idea, algo que llevaba algún tiempo en el fondo de su mente peor nunca había terminado de plasmar con todo lo que había pasado, no se había parado a pensar como haría para que aquello llegase a toda la gente posible sin tener que ir pregonándolo incansablemente de boca en boca. Irianna le había salvado el culo con sus propias manos, literalmente.

No sabiendo aun así cuanta gente vendría al final, el día programado para la reunión, Samika estaba ya en la sala de entrenamientos de la Sede, habiendo dejado el aparato de música en un lado para que no estorbase, con su batería ya cargada, y ya vestida cómodamente para la ocasión, unos leggins negros deportivos, sus tenis, pues no veía conveniente ir con botas en esta ocasión y un top deportivo también negro que dejaba descubierta, su estómago, su espalda y brazos para no estorbarle en las alas. Había dormido bastante bien aquella mañana, era lo que tenía su cambio de horario natural, por tanto, estaba enérgica y sonriente, sentada en el suelo hacía algunos estiramientos para sus brazos, espalda y piernas, sobre una esterilla que había traído consigo.

Así se la encontrarían los primeros que fueran llegando, sentada en el suelo mientras alcanzaba con sus manos sus tobillos prácticamente doblada en su totalidad con sus alas también estiradas todo lo que podía a cada lado de su cuerpo, mientras del reproductor de música salía una música suave, relajante y no muy alta, para que la evaki pudiera escuchar si alguien llegaba al lugar.

Tenía bastante claro como quería empezar las cosas, como plantear que fuese el grupo y esperaba que cuando llegasen estuviesen de acuerdo, pues ella al menos iba a necesitar que se cumplieran ciertos prerrequisitos para participar en el grupo o iba a confundirse y volverse loca relativamente rápido entre la gente, las voces, seguramente la mayoria desconocidas, y la música.

<<Me pregunto quien vendra>> en realidad tenia mucha curiosidad de saber eso y si habria conocidos entre los que participasen.

Sinceridad quería ayudar a que hubiera buen ánimo, a pesar de que seguía nerviosa por todo lo que había pasado al principio, y por eso seguía las instrucciones y las conversaciones e intentaba distraerse. Por eso quizás no podía dejar de reírse con las ocurrencias entre Samika y Tay, y Tay en sí mismo. ¿Les estaba picando para bailar algo que era más típico de seducir al personal? ¿Y ese comentario de mover las caderas en otro contexto? ¿Eitne lo entendería o tendrían que disfrazarlo o explicárselo, por cierto? Había estado a punto de decirle al lemur que podía usar su boca para otras cosas en lugar de hacer esos comentarios, pero se dio cuenta del doble sentido y se lo guardó... y se rió aún más.
—Perdonad, hacía tiempo que no bailaba ni escuchaba comentarios así, me puede la risa. No es nada malo, Tay, al contrario, me encanta.

Seguía riendo, pero sobre todo era por lo que había estado a puntito de decir. Por todas sus plumas, ni siquiera se había planteado nunca ninguna atracción hacia nadie de la ciudad desde su llegada, y el haberse mostrado coqueta le había recordado a lo muy enterrada que tenía esa faceta. «Echaba de menos estos intercambios or... verbales, verbales, maldita sea mi desplumada estampa» Intentó serenarse. Le hacía mucha gracia que pudieran lanzarse comentarios así pese a las tremendas diferencias de aspecto físico. Y más en su caso, que tanta inseguridad arrastraba por los ojos.
—Para mí, bailar es casi como volar y hacer piruetas en el aire y me apaño bien, así que también podría ayudaros yo a hacer ejercicios de respiración. A lo mejor hasta te son útiles para mover las caderas, Tay —le guiñó los ojos del brazo derecho mientras hacía un giro.

Vale, tenía que parar, pero no podía dejar de reír o de meterse con el humano. Al final, cuando la clase llegó a su fin, se excusó por los restos de risas que le quedaban aún, y se marchó. Podrían escucharla riendo por el pasillo.

Rox se sonrojó por los cumplidos, contento, aunque sintiese que se había pasado un poquito de presumido con la demostración.

—Iba a clases desde pequeño —respondió a Samika con una sonrisa algo cortada, rascándose la nuca. Prefirió omitir que dedicarse a eso profesionalmente había sido su sueño y objetivo en la Tierra—. Y no dejamos de bailar durante la cosecha, ¿a que no? —dijo dirigiéndose particularmente a Eitne con tono animado. Le alegraba mucho que el pequeño hubiera recuperado la pierna para poder seguir bailando.

Se le escapó un bufido con el piropo / comentario "asustado" de Tayron, moviendo las cejas para picarle en lo que se recompuso de la risa. Iba responder algo a juego con sus excusas, pero cuando el chico salió con segundos significados solo pudo juzgarle con los ojos entrecerrados y el gesto congelado de una réplica. Si tuviera un poco más de confianza con él Tayron se habría comido una colleja. La bromita siguió rulando entre los allí presentes, y aunque quería reirse tras la de Sinceridad -y lo hizo al verla guiñar- lo que sobretodo le salía era llevarse una mano a la cara con una cucharada de fatiga.

«Que hay un niño delante por favor, esconded la alosexualidad»

A lo tonto había conseguido relajarse un poco más, y aunque siguiera esquivando la presencia de la guerrera como si un hechizo de invisibilidad la rodease, al final estar allí no estaba resultando tan horrible como podría haberlo sido tras el encontronazo. Igualmente la clase no duró mucho más, y Rox no iba a ser quien suplicase por unos minutos extra. Necesitaba descansar.

—Gracias. Y lo siento otra vez —le diria a Samika en voz baja al terminar, tratando de mostrarse más positivo que lastimoso y apenado. Quería que se fueran al menos con un buen recuerdo.

El cambiante estaría encantado de volver -y seguro el daeliciano también- pero antes de poder hacerlo tendría que solucionar ciertas cosas consigo mismo. Aprender a tolerar, marcar un límite o a las malas... solo ir cuando dama Abrazos no pudiese. Sospechaba que lo primero era lo menos probable a corto plazo.
—¿Te lo has pasado bien? —le preguntó al daeliciano, ocultando la preocupación que pudiera destilar su voz, tendiéndole una mano por costumbre al llegar a las escaleras—. Cuando quieras volver les enseñamos nuestros super-bailes, ¿qué me dices?

Para Tayron las bromas eran una manera de moverse entre la gente de manera fluida e interactuar, y en ocasiones un arma infalible para amenizar la tensión. Así que se alegró muchísimo de al menos causar risa en algunos de los presentes, en especial Sinceridad.

La contempló con su mirada particular de “aquí hay una potencia en bruto no reconocida” y terminó por sonreírse ante su comentario. ¡Puede que la roquense fuera una cachonda y todo!
—Creo que me serán más que útiles, ¡Gracias! —le respondió, guiñándole el ojo de respuesta al movimiento de la argos magnética sin pensar en lo perturbador que le había parecido. Esperaba que no le hubiera hecho más señales con los ojos en el rato que llevaban ahí porque de ser así era la primera vez que se daba cuenta.

Al final Tay se despidió de todos con su energía constante, había sido peculiar e incómodo pero al final no se iba con tan mal sabor de boca.
—¡A ver si quedamos, Samika! —fue su última frase antes de marcharse finalmente.

—En la cosecha eramos los mejores bailarines del torreón —respondió con orgullo infantil la bestia del crepúsculo.

No era mentira, aunque aquel título se caducó cuando perdió la pierna y todavía tenía que recuperarlo. A pesar de que se estaba adaptando bien a su nueva extremidad, había momentos en los que se sentía todavía desafinado, tosco o bruto, pero sabía que era parte del proceso y lo disfrutaba. Sin pierna mecánica se habría quedado estancado sin bailar, al fin y al cabo.

Lejos de lo que pensaban los más mayores del grupo, para Eitne no supuso un problema  que se lanzaran juegos de palabras con segundas intenciones. Algunas las entendía porque en su casa el sexo se trataba con normalidad (y él se enorgullecía de saber muchas cosas de mayores aunque en realidad no supiera tanto). Otras segundas intenciones se le pasaban por alto y respondía con comentarios inocentes a cosas que no lo eran, como cuando Tay habló de sus movimientos de caderas y Sinceridad le siguió el juego. El niño casi se atraganta al verla guiñar los ojos, ¡era rarísimo!

—¿Nos los enseñarás en la próxima clase? —le dijo sin un ápice de maldad.

Ver que Rox estaba bien (o que lo parecía) consiguió que el niño se lo pasara bien durante lo que quedó de sesión de baile.

—¡Sí, por favor! —le respondió al cambiante al final. Luego añadió solo para él—. ¿Nos inventamos un baile chulo para sorprenderlos la próxima vez?

Se despidió de todos individualmente, limitando su canal de voz a un 1-1, con adioses efusivos y hasta mañanas llenos de alegría. Cuando le tocó mandarle el mensaje a Abrazos lo hizo más comedido, con algo de miedo, pero también con una pizca de esperanza de que, tal vez, todo se solucionara. Tal vez. Aunque sentía que debían pasar muchas cosas antes.

La primera vez que había oído hablar del grupo de baile, a Karime le había parecido curioso, pero no le había dado mucha importancia ocupada con otros temas. Poco después, se había topado un día con uno de sus ensayos y tras este se le había ocurrido preguntar sobre los estilos de música que aprendían. Ahí fue cuando se enteró de que realmente cada uno enseñaba lo que sabía y les ofreció algunas clases de baile mezclado con lucha, tanto con armas blancas como sin ellas. La idea pareció calar y finalmente ahí se encontraba la licántropa, preparando la sala para la llegada de sus nuevos alumnos como su nueva y flamante profesora, al menos por el día.

Karime se había vestido ese día con sus pantalones cortos ceñidos y su sujetador deportivo negros que solía usar para entrenar, pero había añadido una camiseta ancha roja de manga corta que le dejaba al descubierto un hombro, unos guantes de gimnasio sin dedos y unas deportivas. Además como últimamente favorecía el pelo corto más que el largo al que solía estar acostumbrada, no tenía que preocuparse por recogérselo, ya que no le llegaba ni para una coleta decente, y simplemente lo llevaba alborotado.

Si bien la libense había traído armas de madera de distintos tamaños para la práctica de lucha con armas, no creía realmente que consiguieran llegar hasta ahí ese día. La parte de lucha cuerpo a cuerpo tenía bastante contenido en sí mismo y como aquello era un grupo de baile que buscaba divertirse más que aprender técnicamente, Karime planeaba enseñarles un poco de todo y que ellos mismos decidieran en qué partes profundizar y en cuales estaban menos interesados.

Además de las armas, la loba había decidido ser una profesora considerada y había traído también algunos refrescos y bebidas para todos que esperaba que alguno de los usuarios de magia pudiera refrescar con un hechizo en caso de que se hubieran recalentado demasiado.

-Bueno, pues ya está todo. Supongo que no tardarán mucho más en llegar -pensó en voz alta mientras decidía si ir empezando con algún tipo de calentamiento.

Hacía una temporada que no tenían clases de baile. La gente estaba tan ocupada como él, así que en cuanto Karime se ofreció como profesora y coincidieron varios en ir, el cambiante movió cielo y tierra para hacerlo también. Últimamente su jefa estaba muy ocupada y cada vez más ausente en la boutique así que le tocaba más curro y responsabilidades de las habituales, pero ahí ardiera Troya que esa tarde se la había pedido.

Por supuesto Nime se había interesado por las clases de la libense, con lo que ahora subían juntos a la sala. Tenía muchas ganas, además, baile con armas y artes marciales sonaba demasiado guapo como para perdérselo. Eso y la idea de meterse yoyas con Tayron teniendo música chula de fondo. En realidad, como si lo que sonaba era la macarena: yoyas a Tayron era un plan que se vendía solo.

Iba cómodo para la ocasión, con unos pantalones holgados de chándal negros ceñidos al tobillo y una camiseta color gris desgastado. Sus deportivas eran blancas y, por supuesto, las protagonistas de su outfit, cantosas como ellas solas y con plataforma suficiente como para hacerle crecer cinco centímetros sin necesidad de usar sus poderes. Llevaba el pelo de su rubio de siempre más largo de lo normal, recogido en una pequeña y desecha coleta de poca altura, así como los ojos grises por puro gusto, el cuello y los brazos a reventar de tatuajes y una mano llena de anillos de cobre. A parte de la profesora no había nadie en la sala.

—¡Je, somos los primeros! Buenaaas —canturreó al cruzar la puerta.

Hacía tiempo –aunque no lo quería admitir– que Nime estaba interesada en las clases de baile en las que participaban Rox, Eitne y otros de su criba. Le daba vergüenza comentarlo porque no sabía bailar y, para empezar, ¿bailar era cosa de guerreros? No lo parecía. Aun así solo podía pensar en que se estaba perdiendo algo divertido, y cuando decidió que intentaría ir a la siguiente sesión que hubiera, se produjo una especie de milagro.

—¡Karime, Karime, Karime! —exclamaba mientras entró por la puerta, a la vez que se acercaba a la licántropo. Como bien había dicho Rox, parecían ser los primeros, y eso le gustaba, así podría hablar más con Karime—. ¿Cómo has estado? Ya hacía que no te veía.
Su mirada se desviaba continuamente a las armas de práctica. «¿¡Y eso son refrescos?!». No sabía que el baile pudiese usarse para atacar, o como fuera. El caso era que si Karime lo hacía, es que sí era algo para guerreras. No podía estar más contenta de que la licántropa le hubiese dado el empujón que no sabía que necesitaba para animarse a asistir a las clases de baile. Quería hacer mil preguntas, pero se contuvo por el momento. No quería atosigar a Karime.

Siguiendo el ejemplo de Rox también se había vestido más o menos de forma apropiada para practicar con comodidad. Ahora que el pelo le había crecido bastante podía recogerlo, así que se hizo un moño descuidado y se puso una camiseta vieja con unas mallas negras y unas zapatillas de tela que solía usar para andar por la sede.

Clases de baile. Clases de lucha. ¿Todo mezclado en perfecta armonía? Cuando la roquense se enteró, no abrió todos los ojos de golpe para no marearse y no darse con el pico contra el suelo, pero lo habría hecho si hubiera podido. Se informó bien con Karime y se apuntó del tirón, sin pensárselo dos veces. Ya había dejado atrás esa inseguridad por su aspecto y sus parches desplumados, y se movía con muchísima más soltura con su nuevo cuerpo y su ristra de ojos, así que se apuntó con confianza. Estaba segura de que le podría sacar mucho partido para poder defenderse mejor en la ciudad. Además, por si fuera poco, también podría echar un buen rato con sus amistades y pasarlo bien. No debía desviarse por las buenas vistas, aunque le costaría dado quien iba a ser su instructora y quienes se habían ido apuntando. Los desplumados tenían un atractivo extraño, más platónico que otra cosa, pues aunque sabía identificar los rasgos que le gustaban y le robaban la mirada más de la cuenta, su morfología era tan dispar que no veía cómo podría funcionar.

Cuando llegó la fecha elegida, se vistió como habitualmente cuando iba a hacer ejercicio: una camiseta azul, ambas con abertura para las alas, una falda corta cortada en picos, descalza por supuesto... y accesorios con abalorios por todas partes para acompañar al ejecutar los pasos de la danza que les enseñara la libense. Como añadido diferente, ya que iban a entrenar con armas también traía consigo su peto y protecciones de cuero, por si acaso, pero lo dejaría a un lado mientras no hiciera falta.

Saliendo de su cuarto podía ver cómo los demás asistentes iban saliendo de sus dormitorios y encabezaban la entrada. Rox y Nime fueron los primeros y sonrió al ver que Tay también se unía a la escalera. Aceleró el paso para ir con él y llegaron bromeando como siempre.

Al llegar, sacudió la espalda de su amigo para separarse mientras saludaba al interior.
—¡Hola, vecinos! ¡Qué gusto veros! Qué ganas tengo de esto —dijo y al terminar estiró los brazos a todo lo largo. Tenía muchas ganas de ponerse en movimiento.

La casualidad había querido que, en una de las veces que había ido a entrenar a la Sede por no saturar la sala destinada a magos de Serpentaria, hubiera oído cotilleos y rumores sobre un grupo de baile. No sabía si era algo nuevo, o de quién era la iniciativa, pero tras comentarlo en Serpentaria por si alguno de sus compañeros quería apuntarse, ella dejó claro que iría.

Igual aquel interés surgía de hacer deporte con gente nueva, o de aquella pequeña clase que le había dado Fleur y que había despertado el interés por la disciplina del baile, pero aquello era secundario. Quería pasárselo bien y, con suerte, aprender algo nuevo.

Se puso ropa cómoda: un sujetador deportivo negro, sobre el que llevaba una camiseta de tirantes finos de color naranja brillante, y unos pantalones cortos deportivos, ajustados, también de color negro. Las trenzas se las recogió en una coleta, para evitar que le molestaran en la cara, y había sustituido su típicas botas por unas deportivas blancas bastante básicas «Tengo que conseguirme unas mejores en cuanto pueda…».

Una vez en la Sede respiró hondo antes de entrar, sin saber a quién se encontraría o si conocería a alguien. Dentro había una especie de pájaro con muchos ojos, un par de chavales humanos, la niña de los cristales (¿Nime, era?) que había conocido en el restaurante de Ayne y Eara y…

Los ojos se le fueron directamente a la chica que parecía que iba a dar la clase. Era tan…exuberante que no pudo evitar la mirada indiscreta, y luego apartarla rápidamente por vergüenza de que la hubiera pillado.
—Eh…Hola, soy Amira —casi todos parecían conocerse ya, así que supuso que lo más educado era presentarse.

Su vida era tan caótica que mantenerse en el grupo de baile de manera constante le resultó imposible, al menos tuvo el alivio de comprobar que no era el único y muchos de los allí reunidos volvían a verse desde hacía mucho tiempo. El ánimo tampoco le acompañaba demasiado, creyéndose en el borde del fin de su relación cada vez más fría y distante con Dafne. Pero si alguien tenía ganas de resurgir y de mover el esqueleto ese era él.

Porque se lo merecía, se lo merecía tanto.

Así que cuando se enteró de que las clases volvían el lémur no pensó ni un segundo en apuntarse, recordando los buenos momentos vividos con sus amigos y en las nuevas amistades que podrían surgir.

Entró en el aula charlando y riendo mientras su amiga Sinceridad le daba unos golpes en la espalda. Para la ocasión iba vestido con una camiseta bastante apretadita de color negro con dos tiras verde oscuro que se deslizaba por los hombros, su pantalón era un chándal un poco pegado en los tobillos y las mismas líneas a juego bajando desde los laterales de su cintura. Con los zapatos se decidió por unos simples y cómodos de color blanco.

Cuando vio a la que se dijo, sería su instructora, el belga pensó que no podía tener más suerte al estar en presencia de semejante mujer.
—¿Tú sabias que la profe estaría tan buena? —le susurraría a la roquense, percatándose de que no era la única en la sala a quien se le estaba yendo los ojos—. ¡Ey, qué pasa! Mi nombre es Tayron —quien le conocía podría intuir que su voz sonaba un pelín mas grave de lo normal y que sus gestos resultaban más amplios como si pretendiera ocupar más espacio. Luego se dirigió hacia la exuberante mujer y ya no sonó tan firme—. Aunque tú puedes llamarme Tay... —acabó, guiñando un ojo.

A la mierda, quién se fue a Japón perdió su sillón. Que espabilaran un poco.

Permaneció un poco en el sitio, con los brazos cruzados sobre el pecho y estuvo a punto de decirle a Rox lo bien que le sentaba aquellos pantalones... pero... Nah, seguro que luego se le subía a la cabeza. En su lugar, después de saludar a los presentes (incluyendo a una chica de piel muy oscura y con pinta de romperte hasta el alma si te metías con ella) con mayor efusividad dejó al cambiante para el último, mostrando un desagrado evidentemente muy fingido en la cara.
—Qué hay... —diría con apatía—. Así que volvemos a vernos... tus críos bien ¿No? Supongo que en vuestro casoplón con Milo.

Maila caminaba con prisa por la sede, en busca del lugar dónde se impartían esas clases de baile. Estaba bastante ilusionada con la idea y su conjunto daba fe de ello. Llevaba una chaqueta fina de color crema que dejaba parte de su torso al aire libre, y la llevaba abierta dejando ver un top deportivo negro. Por otro lado portaba un chándal del mismo color bastante suelto y holgado, pero que se cerraba en torno a sus rodillas mostrando sus gemelos al aire libre. En general era un estilo algo hip hop el que llevaba aquel día y le gustaba bastante. Traía el pelo rizado suelto a la altura de los hombros, pero si le molestaba mucho se lo recogería en un moño, por último calzaba unas deportivas blancas adecuadas para el baile.

Se había enterado de la idea por boca de Amira, y aunque al principio dudó sobre si debería ir acabó decantándose por hacerlo. Necesitaba salir y desconectar del continuo estrés que era la ciudad. Además ella siempre había sido una chica enérgica y activa en la Tierra, y ya era hora de que volviera a serlo. En su hogar, cuando no tenía que cuidar de sus hermanos, su actividad favorita era surfear con sus amigos. Pero indudablemente el segundo mejor plan era salir de fiesta con ellos y bailar, así que cayó rápido en la ilusión de participar en aquella actividad.

Maila llegó al lugar dónde se impartían las clases y entró con curiosidad por ver quién se encontraba por ahí. Vio a varios humanos entre varios, incluido un pájaro bastante grande. Cuando la hawaiana posó sus ojos en la que parecía la monitora se quedó un par de segundos paralizada. Era hermosa, no la belleza elegante de la que hacía gala Fleur, por ejemplo. Pero era una belleza salvaje y animal y a la chica le puso algo nerviosa. Se recompuso rápido sin embargo.

-¡Hola a todos! Soy Maila, ¡qué ganas de empezar!- Los saludó con la mano mientras se encaminaba hacia Amira, ya que la había visto a lo lejos.- ¿Qué tal, Amira? Me alegro de que también hayas venido.- Comentó con una sonrisa entusiasta.

Karime no tuvo que esperar mucho, ya que la gente empezó a llegar enseguida. "¡Y qué gente!" pensó al ver a los transformados que iban entrando. "Si llego a saber que este grupo reunía a tanta gente guapa, me habría unido antes" pensó mordiéndose el labio.

A pesar de sus pensamientos poco inocentes, la loba fue saludando uno a uno a todos los que fueron entrando.

-¡Ey, pequeña alhaja! -saludó con una amplia sonrisa, con una picardía más inclinada a la infantil que a la erótico-festiva con la que saludó a los demás-. Ya sabes, de aquí para allá. Entrenando y planeando malignidades, lo habitual. ¿Y a ti cómo te ha ido la vida?

Karime habría querido contarle a Nime sobre su plan de traer definitivamente a Ilol a la ciudad, ya que esperaba que su pequeño hermano conociera a tanta gente como pudiera y no había nada que le fascinara más a Ilol que una libense transformada, pero la licántropa no quería empezar a exponer su plan tan pronto por miedo a que algo pudiera arruinarlo.

Aunque tampoco dejó que su mente se perdiera por esos derroteros, ya que la presentación de Tayron hizo que su ojo brillara con malicia y una sonrisa depredadora adornara su cara.

-Oh, cariño, tú puedes llamarme cuando quieras -le contestó seductoramente devolviéndole el guiño, no sin antes darle un repaso descarado de arriba abajo.

En cualquier otro momento, Karime se habría lanzado al intercambio de insinuaciones de cabeza, siendo esta una de sus actividades favoritas en la vida, pero, aunque el grupo de baile era una actividad amateur, se había comprometido con ellos a enseñarles y Karime era, ante todo, una perra de palabra. Ya tendría tiempo después para invitar al lémur a una copa y quizás algo más. "A él y a él si quiere, y a ella, y a ella también,..." pensó permitiéndose dejar su mente volar unos instantes antes de apoyar las manos en las caderas y mirar al frente de la clase.

-¡Bienvenidos a todos! Para quien no me conozca, soy Karime, pero podéis llamarme Ka -se presentó, sin querer evitar volverle a guiñar el ojo a Tayron-. Tengo varias ideas y estilos de baile de combate o baile armado que me gustaría enseñaros, pero como esto no es un aprendizaje formal y supongo que tendréis preferencia por unos u otros e incluso habrá algunos que a ninguno le interese hacer, he pensado que lo mejor será que os explique un poco por encima en qué consiste cada uno y vosotros podéis votar por los que más os llame y con qué estilo queréis que empecemos.

Con eso dicho, Karime comenzó explicando los estilos de baile armado, cogiendo algunas de las armas de práctica que había traído para hacer pequeñas demostraciones.

-Estos estilos se basan mucho en el juego de pies y la rapidez en los giros. A nivel de combate, es un estilo muy enfocado en el enfrentamiento contra grupos, ya que se basa en mucha movilidad y ataques simultáneos. Además, requiere de cierta fuerza en los brazos y flexibilidad de muñeca. Al final, las armas usadas son siempre a una mano y su versatilidad y rapidez tienen que ir a la par que la del baile, pero de eso no tenéis que preocuparos mucho ahora. He traído armas con distintos pesos por si os interesaba más la parte visual del baile que la práctica.

Una vez se aseguró de que al grupo le había quedado claro a grandes rasgos los estilos de baile armados, pasó a explicar los de combate cuerpo a cuerpo.

-Este más que un baile de combate es un combate bailando. Sé que suena parecido, pero no es lo mismo que introduzcas armas o ataques en un baile a que metas movimientos rítmicos a un combate -explicó mientras empezaba a hacer técnicas marciales mientras su cuerpo se movía de forma acompasada, como si estuviera enseñando una coreografía-. Hay que reconocer que este estilo tiene poco interés artístico y visual, pero a nivel de entrenamiento marcial de cardio es una delicia.

De hecho, para Karime era uno de sus favoritos, sobre todo porque era una persona que apreciaba enormemente la belleza de los cuerpos en movimiento y el combate era una de sus dos actividades en movimiento favoritas.

-Y, por supuesto, también está lo que llamo el PDP o, dicho de otra manera, el Perreo de Defensa Personal, que no es tanto un estilo de danza o de combate en sí como formas de introducir técnicas de lucha al típico baile de fiesta desfasada.

Este último, como no podía ser de otra manera, es del que más orgullosa se sentía y el que le apetecía más enseñar, ya que había sido más una invención suya que otra cosa, aunque también era el más simple de todos.

-Entonces, ¿por cuál queréis empezar?

Mientras Nime destilaba alegría por todos los poros Rox fue saludando a la gente según entraban, y a diferencia suya él no necesitaba doble chequear a Karime para saber como estaba. La había visto veces suficientes por la torre como para poder transformarse en ella con los ojos cerrados, además de que sabía lo justo y necesario de sus directas como para no querer provocarla de más, de ninguna manera. Le ponía algo nervioso, algo que por supuesto no le pasaba al tonto de Tayron que entró pisando fuerte. Alguna risita se le escapó con la actitud y las fichas que el lémur lanzaba, incluso si estas llegaban a buen puerto. La vergüenza que le daba era menor a lo mucho que le entretenía el muy payaso.

—Qué pasa, Tay —repitió con un tono de voz mucho más grave del habitual cuando por fin se dirigió a él, cruzado de brazos con la cabeza ligeramente inclinada en su dirección con el mismo desdén fingido. La serpiente que tenía tatuada en el cuello le sacó la lengua—. Sí, los críos bien, y el marido también. Pero no hables de la casa como si tú no fueras a vivir también en ella, subnormal.

No se resistió a pegarle sin apenas fuerza en un hombro tras un bufido de risa. A las otras dos chicas nuevas -Amira y Maila- les guiñó un ojo de manera más alegre y menos erótico-festiva que la profesora (que sabiendo de su historial era más fácil asumir que era eso, un guiño, y no un tic en su único ojo).

—Yo soy Rox. Por desgracia estoy asociado al bicho este —señaló a Tayron— , pero es inofensivo. ¡Bienvenidas a nuestro club de pirados con ritmo!

Guardó silencio para escuchar a Karime explicar los distintos estilos que manejaba. Sonrió con cierta suficiencia cuando mencionó que necesitarían fuerza y flexibilidad, incapaz de no pensar en maneras de trampear por ahí con su cuerpo. Según lo que iba oyendo el segundo estilo era el que menos le interesaba: no le quitaba utilidad o que sonara guay de por sí solo, pero sin el gancho artístico se le antojaba más como una clase de gimnasia de las de instituto en las que el profesor se pone en modo inventivo para que sudaran distinto o algo. Si en el instituto tuvieran armas, claro. Con el último que propuso sí se le iluminaron más los ojos.

—Yo voto al Perreo de Defensa Personal —comentó con una mano arriba, sin esconder ni un poco lo mucho que se le notaba en el rostro cuanto prefería esa opción frente las otras—. Aunque me da igual lo que salga.

Nime vibraba de contenta como un cachorrillo con la atención de Karime.
—¿Malignidades? —preguntó con una risa—, pues yo también, con Eitne y Guille —le confesó en voz baja, y volvió a alzarla para responder a su otra pregunta—. ¡Me va bien, gracias!

No quería distraerla más mientras saludaba al resto de recién llegados. Nime también le dedicó una gran sonrisa a Tayron y Sinceridad cuando entraron por la puerta.
—¡Holaaa! —exclamó, pidiéndoles que se acercasen a Rox y ella con una mano. Vio otra cara conocida, Amira, la chica a la que no se podía llamar señora, y también agitó la mano en su dirección con una sonrisa.

Aparte llegó una chica más, que parecía ser conocida de Amira. Nime le devolvió el saludo y no perdió el tiempo presentándose, mientras Tayron y Rox terminaban de intercambiar saludos a su peculiar manera.
—¡Yo soy Nime, encantada!

No pudieron hablar más por el momento porque Karime dio comienzo a la clase. Nime intentó atender sin perderse, pero en medio de la explicación estaba demasiado ocupada imaginándose un combate épico con movimientos exagerados de danza. En realidad le daba igual por dónde empezar, pero le llamaba la primera opción porque no acababa de entender la segunda. Le fastidiaba mostrar ignorancia delante de Karime, pero más le fastidiaría que se enterase después de que fingía que entendía cosas que no entendía y quedase como una tonta. Tras la intervención de Rox levantó la mano.
—¿Qué es perreo, Karime?

Las presentaciones no tardaron demasiado en llegar, y daba gracias de que no eran demasiados porque acordarse de todos los nombres con solo oírlos una vez iba a ser imposible. Abrió mucho los ojos cuando Maila apareció, primero porque agradecía ver una cara conocida y segundo porque iba guapísima. Que no era la única, porque aquella clase estaba llena de gente estilosa.

Joder, si es que entendía perfectamente los ligoteos descarados del tal Tayron con la profesora, aunque aquel exceso de confianza se le antojaba extraño y no le hubiera sorprendido que Karime le diera una bofetada. Parecía, sin embargo, que Ka disfrutaba de las fichas, viendo cómo las devolvía con soltura.

Amira se sentía un poco fuera de lugar viendo las fichas y los piques, como si todos se conocieran de hacía muchísimo tiempo y ella fuera una intrusa, por lo que osciló a estar cerca de Maila de manera inconsciente, buscando la comodidad de lo conocido.

Prestó atención a las explicaciones de Karime sobre los bailes que iban a hacer, que parecían orientados al combate, lo que le llamaba todavía más la atención. Los dos primeros parecían bastante entretenidos, y el segundo tenía bastante utilidad, pero el tercero hizo que sonriera. Ay, cómo echaba de menos una buena noche de fiesta.
—Secundo lo del Perreo —dijo tras Rox.
La verdad es que le daba igual que fuera útil como defensa o no, la sola mención de perrear se le antojaba deseable, un recuerdo de momentos divertidos en la Tierra,

Tay se mostraba ceñudo, manteniendo el tipo serio y aquella apatía fingida hacia Rox mientras este le respondía. Pero su expresión prefabricada se fue yendo al traste conforme el cambiante hablaba. Así que cuando el tatuaje de su cuello en forma de serpiente le sacó la lengua terminó por aflorar una risa en su garganta, luego se dejó llevar por el mini golpecito de su amigo para volver como si fuera un  boomerang y hacer lo propio.

—Viviré en ella —respondió resignado—. Pero todos sabemos que me quedaré fuera en el jardín con un cuenco de agua, mientras otros gozan de las habitaciones grandes, a menos que se comparta un poco... —apostilló, sin disimulo.

La presencia de las nuevas y de Nime hizo que se cortara un poco en las maquinaciones que pasaban por su mente para responderle a Ka como le hubiera gustado. En su lugar aceptó el comentario receptivo con una mueca socarrona, y ladeando la cabeza un poquito para mirarle las piernas. Más allá de eso se contuvo, tenía una bonita tarde por delante para ello.

—¡El perreo, de cabeza! —votó, alzando la mano y moviendo un poquito la cintura para seguir dejando claro el número de neuronas que poseía. Miró a Maila y Amira, quienes les resultaban muy atléticas, con una sonrisa deslumbrante de buena onda—. ¿Vosotras sabéis bailar? Yo soy Tayron, por cierto, y perdonad mi gilipollez, ponerme al lado de este tontaintas me vuelve más tonto —argumentó, mientras su cola anillada apuntaba en la dirección de Rox como si fuera una flecha.

Casi todo el mundo presente era gente conocida, pero se anotó mentalmente los nombres de Amira y Maila, con quienes había coincidido poco y no quería avergonzarse si allí mismo necesitaba dirigirse a las chicas. Después se presentó Karime y, por lo que podía apreciar... a todo el mundo allí presente se le iban los ojos en una o varias direcciones. Incluso a su amigo Tay. Le habría gustado darle un codazo, pero solo alcanzó a reírse por lo bajo cuando coqueteó con quien sería su instructora. También se fijó en el intercambio que tenía con Rox, pero ahí no se metería... excepto si era él quien recibía.
—Eh, eh, un respeto al Capitán Lemur. Estar asociado a él es una gran ventaja —bromeó con ellos, pero no más porque se olía que había algo por ahí por sus comentarios. ¿Estaban flirteando pasivo-agresivamente, acaso? ¿Y qué era eso de que iban a vivir juntos? Les preguntaría más tarde. Pronto tendría que irse ella también y aún no tenía ni idea de qué hacer.

El entusiasmo del grupo le devolvió al presente. Llegó el momento de escuchar las explicaciones de Karime y entonces les preguntó qué preferían. La roquense había venido a aprender lo que pudiera, así que todo lo que sonara nuevo para sus oídos tenía papeletas de ganar... máxime cuando todo el mundo parecía querer lo mismo. ¿Pero en qué consistía y por qué lo llamaban baile de fiesta desfasada? Ay, aquí se va a desplumar más de uno...» pensó, divertida.
—Yo no sé qué es eso del perreo... —respondió, dubitativa. No tenía una idea concreta de dónde se estaba metiendo y no se fiaba de la reacción de Tay. ¿Por qué se contoneaba así, tendría algo que ver? Seguramente—. Pero seguro que nuestra magnífica profesora me puede enseñar eso y más —añadió después. No quería quedarse atrás en los comentarios de ese tipo, que tanto echaba de menos. Por desgracia, no supo con qué ojo guiñarle, así que no lo hizo.