Torreón Maciel (Archivo VIII)

Recuerdo del primer mensaje :

-Cuando los encontremos sabremos cuales de las opciones son la verdad. -Dijo encogiéndose de hombros. La única parte que esperaba que fuese así era la de otro suministro de agua.

-Te seguimos hermanito.

Y con sonrisa a Eriel se puso en camino con el resto mientras se terminaba su desayuno cuando Dafne le pidió un favorcillo. -Ah, sin problema, le hice bastantes a Bri y no es algo complicado, aunque te tendrás que conformar con algo sin muchos adornos me temo. -Le sonrió. -Cuando vuelva haremos uno cada uno de madera, a no ser que encuentre hueso por el camino o alguna forma de malear metal mejor que acercar mis manos a la hoguera. Nos vemos a la vuelta. -Se despidió.

Siguieron a su hermano un cacho y como este dijo acabaron encontrando casas en algo de mejor estado aunque ahí en medio no parecían mucho más seguras que las mazmorras. Des pues de ir mirando y hablando sobre algunas de ellas como posibles acabaron divisando algo apartado de las casas que parecía un mini fuerte. Se acercaron por curiosidad con cautela para ver que se trataba de un torreón azulado con una muralla y en medio de un foso.

-¿Es eso un nido de seres voladores hecho encima de un esqueleto de animal enorme en lo alto de la torre o me ha sentado mal el desayuno? -Se calló un momento mientras observaba la situación, aquel lugar le parecía sacado de las historias rocavarancolesas, no había ninguna construcción así en su mundo pero era lo más seguro que habían encontrado con bastante diferencia. -El puente esta bajado y parece que se puede cruzar... Diría por esas cuerdas que hay un sistema de poleas para elevarlo e impedir así el paso, si es así y aún funciona dudo que encontremos algo más seguro que esto. -Miró hacia las estirges.  -No parece que quieran hacernos algo, pero cuidado con los bichos voladores. -Se dió cuenta de que podía haber ofendido a Sinceridad así que giró su cabeza hacia ella. -Sin ánimo de ofender. -No era la mejor manera del mundo de arreglar eso, pero era mejor que nada. -En fin, vamos allá, con precaución por favor. -Agudizó los sentidos y agarró su cuchillo. Esperaba no tener otra sorpresa como la de hace unos días, pero no se fiaba de su suerte.

-La utilidad de una herramienta se define por el que uso que le dé el que la usa. La solución es imponer normas a aquel que la empuña... -Dijo, cavilando más para sí mismo que para su hermano.

-Pues aparte de follar con ambos, como bien dices... -Aclaró enfatizando el verbo, a la espera de la reacción de su hermano ante la rudeza. -Echo de menos casi todo, la lluvia, los linacs, la familia, las enseñanzas del abuelo, la calma... y sobre todo el sentido común que aquí escasea. -Dijo medio en broma. -Sí, desde luego echo de menos eso último. Oh, y un largo trozo de queso fermentado con bayas acompañado de una buena infusión de hierbas bien caliente. Fuys, mataría por eso. -Se rió para sí.

-Míranos, hace unas semanas vivíamos tranquilos, sin nada más que temer que se nos rompiera un carro o algún linac enfermara y ahora estamos camino de conseguir lo que muchos de los nuestros anhelan al punto de que lo darían todo, el poder de un Dios. -Su voz aun con el tono emocionado seguía sonando cansada. Una de sus manos rascó con afecto la barriga de su hermano y su tono pasó otra vez a la seriedad.

-Escúchame Eriel, si quieres a Mónica vas a tener que cuidarla y protegerla de sí misma ahora, la vi afectada, mucho más que el resto y he visto esa mirada en las personas que estuvieron lo suficientemente lejos del desastre pero a la vez demasiado cerca. Va a necesitar a alguien a su lado, la pregunta es, ¿de verdad quieres ser tú ese alguien?

Tayron contempló con expresión algo hosca como Rádar tomaba la espada del nublino y acto seguido la blandía como si el arma fuera de desagrado para él. Segundos después alzó las cejas cuando el carabés le dio la razón y cruzó los brazos sobre su pecho cuando le habló sobre la caza. ¿Por qué se lo decía a él? ¿Lo consideraba lo suficiente estúpido como para ponerse a matar alimañas por diversión?.
Su respuesta fue el silencio y una mirada huraña a los bichos que se reunían a su alrededor, al belga le parecía que había unos cuantos más que hacía un par de minutos, o simplemente siempre habían estado ahí solo que él no se había dado cuenta. De cualquier forma se alegró cuando acabaron el trabajo, regresarían a Maciel sanos y salvos aunque esa frase ya careciera de sentido. Antes de marcharse observó el lugar en el que la chica reposaba bajo tierra, era hora de despedirse, y como él no era bueno con las despedidas decidió decir un mísero “lo siento” en voz baja y se largó intentando mantener la imagen de Nad cuando aún estaba viva.

Llegó callado, algo raro en él pero que de todas formas empezaba a no sorprenderle demasiado. La ciudad te ayudaba a conocerte a ti mismo, eso era algo bastante cierto, pero a él no le hacía falta ver la muerte de cerca para saber como era y que no se recuperaría en unos días. Allí en Bélgica, con sus amigos y con Dafne habría considerado que llorar era algo de débiles, algo de lo que burlarse, pero comprendió en su cama cuando se le empañaron los ojos que estaba en lo equivocado, no era un muchacho muy expresivo en lo referente al dolor, solía demostrar muchos más sentimientos ligados a la felicidad, y ahora era eso lo que veía mal. >>Llorar te hace mejor, no más fuerte o más débil>>. Tayron tenía que sentir primero la muerte para olvidarla, y se dedicaría a ellos los próximos días, no intentando reparar el error puesto que ya no se podía, pero sí intentando que no volviera a repetirse.

La roquense estaba en mitad de una pausa cuando apareció Chamán. Tenía una "manzana" con varios mordiscos, uno de esos frutos tan raros pero que sabían bien, y estaba apoyada en el muro del patio. No solo por cansancio o porque le costaba acostumbrarse a la nueva forma y peso de aquellas armas "modernas", sino que no dejaba de darle vueltas a lo que había estado pensando un rato antes sobre los deseos que había ido poniendo. <<¿Que qué pienso? No puedo decirle esto, pero todo lo demás sí>> Resopló.

—Pues es complicado... Porque... —le hizo un gesto para que se acercara más. No sabía si que otros oyeran pudiera ser problemático—. ¿Puedo ser sincera?

La respuesta que siguió fue "obvia", como pensó la roquense al oírle. Si le había preguntado, era por algo.

—Sí, no sé en qué estaba pensando... Pues a ver. Por un lado, y el que más me toca: yo habría dejado a S... a Nad en el mismo sitio donde dejó de existir. Si hubiera muerto aquí en el Refugio pues la habría sacado y dejado en cualquier ruina donde no fuera visible o apestara. Nosotros lo hacemos así. ¿Pero muerta en la ciudad y enterrarla? No lo entiendo. Y menos mal que han vuelto vivos todos, ¿no?

Dio un mordisco a la fruta, tragó y volvió a resoplar antes de seguir.

—Pero por otro lado... Claro, mi mundo es una cosa y tengo que entenderos y blablabla. Pero este no es ni mi mundo ni los vuestros, ¿no? Hoy mismo me levanté pensando que necesitábamos un toque de atención, que nos estábamos confiando... Y mira por dónde. Yo no quería esto, no me malinterpretes... Pero podría haber sido peor, mucho peor. Mucho rollo de dioses y monstruos pero parece que estemos de visita solo, como si no nos hubieran dejado claro ya que esto es a muerte.

>>Así que, ¿qué pienso de esto? Menos lloros y más cabeza.

No tendría sentido preguntarle nada si sólo estuviera dispuesto a escuchar lo que quería oír, y en términos similares así se lo dijo a la roquense.

 

Asintió lentamente ante lo primero. Agradecía estar escuchando aquello como un debate en lugar de un arrebato emocional. Estoy de acuerdo, no estoy de acuerdo. Proposiciones que podían rebatirse o no, en lugar de la presencia fantasmal en la que se había convertido Mónica cuando se había cruzado con ella de vuelta, y con la que no sabía cómo tratar.

-No sé si os tomasteis riesgos de más para traerlo -no recordaba que hubieran mencionado regresar a la casa más que para arrastrar a Lorenzo lejos de allí, pero nadie había tenido ganas de relatar nada en detalle cuando habían llegado-, pero si no, a la larga es la mejor solución -quizá si lo repetía en voz alta suficientes veces terminaría por creérselo. Soluciones sobre pantalla o papel, respuestas abstractas, le resultaban en aquel momento mucho más tangibles y reales que lo que había sucedido aquella tarde-. No es perfecta. Pero prefiero enterrarla en un sitio escondido a que el mismo que hizo la torre podrida la coja, la reanime y le diga que nos ataque.

Aún así, había sido un riesgo. Sox recordó las alimañas que habían rodeado las inmediaciones de la tumba. Estuvo a punto de decir que deberían encontrar una manera más segura de librarse de los cuerpos, cuando se dio cuenta de que había asumido que eso implicaba que moriría más gente. La misma Since corroboró aquel pensamiento recordándole que, dadas las circunstancias, habían tenido incluso demasiada suerte.

 

-Podría no haber vuelto nadie -oírse decir aquellas palabras en voz alta le fascinó de una forma morbosa. Ya le costaba procesar del todo el que la conciencia de Nad hubiera dejado de existir, y pensar en casi todo el grupo extinguido sin más abría un nuevo horizonte en su cabeza colmado de vértigo.

 

"Menos lloros y más cabeza." Era exactamente lo que necesitaba oír: una toba en la cabeza que le hiciera dejarse de tonterías y ponerse a trabajar; y aún así no surtía el efecto habitual. Sox estaba muy molesto por no sentirse capaz de quitarse aquello de la cabeza de un plumazo, como hacía habitualmente con cualquier cosa que amenazara su concentración.

 

-¿Qué falló? -preguntó con simpleza. Since había estado allí, y Sox no. Solo se le ocurría poner parches, imponer soluciones, porque era  el único nivel al que sabía operar-. Si nos lo hemos tomado demasiado a la ligera... Deberíamos solucionarlo. Estaba pensando en que hay muchas cosas aquí que tal vez podrían mejorarse. Cubrir huecos podría evitarnos más muertes -aquella palabra le supo pesada en la lengua, pero de alguna forma correcta. Manejaban consecuencias que pesaban como el plomo y sería de niños pequeños ponerles eufemismos o evitar mencionarlas con la esperanza de que así desaparecieran.

 

Le pidió el arma a la roquense para examinarla con mayor detenimiento entonces. Verlos a los dos, a Since y a Eriel, entrenar, le había llevado a la mente de nuevo algo que había aparcado tiempo atrás por poco urgente. Los conocimientos de Sox eran magicotécnicos, pero tenía que haber alguna parte de lo segundo que pudiera aprovechar en aquellas circunstancias. Tal vez hubiese un modo de mejorar las armas, pensó al posar los ojos en la diana que Eriel había estado cosiendo a flechazos, con variables grados de éxito, un rato atrás. Hacerlas más resistentes, o hallarles nuevos usos. Encontrar una forma de poner un toldo en el patio o mejorar la fortaleza de los accesos al torreón. La mayoría de los que estaban allí provenían de mundos menos avanzados que Carabás, y aquello incluía a Rocavarancolia. Si podían explotar aquella ventaja sin reparos, Sox se encargaría de que lo hicieran. Aún tenía que pasar por la armería y tomar una decisión para sí mismo, además. El resto sería cuestión de dedicación y de hacer crecer su fortaleza física. Sus dotes mágicas tendrían que esperar, porque no podía trabajar con algo a lo que, en aquellos momentos, no podía acceder.

 

-Lo de que podemos morir aquí no te afecta como a nosotros-señaló luego. Era una observación, no una pregunta-. ¿Has visto morir a mucha gente antes?

¿Se hace más rápido?, quería preguntar. ¿Se procesa más fácil? Quería la certeza de que no iba a sentir aquella zozobra interior más veces. Que era algo a lo que se volvería insensible con el tiempo. No era la clase de cosa a la que era mejor acostumbrarse, se recordó con una punzada de resentimiento.

¿Pero no era mejor así? A vida o muerte, había dicho Since. Tal vez era mejor, más eficiente y menos cargado de fallos, tenerlo siempre presente. Sox siempre había hecho mejor las cosas cuando no había toda esa confusa carga emocional detrás. Tal vez si conseguía convertir aquella situación en un ejercicio, heridas y muertes como meros factores, podria hacerlo al máximo de sus capacidades

Chamán reaccionó bien. Lo esperaba, pero se sintió aliviada. La conversación derivó al refugio, de hecho, y eso le gustó un poco, aunque rápidamente le dio por pensar que el grupo seguiría como si nada aun con una muerte reciente. O peor: que se encerrarían y se pudrirían ahí dentro. Ella, no.

—Fallar... No tendrían que haber entrado. Yo me negué y me quedé fuera. Y mira ahora. No es muy difícil saber cómo podemos evitar algo así. Sabíamos que aquí vive gente. Monstruos, dioses, lo que sean. Ahora sabemos que viven incluso entre las ruinas, cosa que no es tan inesperada pues ni nuestro refugio está entero, así que deberíamos proceder con cautela cerca de estas. Y mira... si recapacitan ahora que ha muerto alguien... no me voy a quejar. No han hecho caso a las señales. Que se lo hagan a los hechos.

Después le pasó la espada y miró al macho con curiosidad. No recordaba haberle visto entrenar con ellos. En cambio, parecía de los que más cabeza o sentido común tenían. Y era el Chamán, así que debería saber protegerse, por su bien y el del grupo. Cuando volvió a hablar, Sinceridad pensaba que le iba a preguntar algo del tema, pero le sorprendió. <<Por todas mis plumas... "Puedo ser sincera?" Toma sinceridad>> Inspiró hondo y suspiró antes de hablar. No porque fuera a hablar de tantas o cuantas muertes sino porque ahora se arrepentía de lo que les contó el primer día. Pero seguiría con aquello. Se arrepentía pero podía y podría usarlo... Pero realmente no tenía que mentir...

—Sí... O a ver, quizá "muchos" no signifique lo mismo en nuestros mundos, no somos muchos en el mío. O sea, antes éramos más gente. Pero sí, he matado y he visto morir, tanto enemigos como amigos y conocidos. Dos facciones enfrentadas, un mundo dividido y aún hoy nos cazamos mutuamente. No es bonito. Y no te acostumbras. Pero es lo que hay cuando te quieren muerta —dijo con verdadero asco. ¿Cómo estaría su gente? Decidió salir de Roca Sagrada y volver a la ciudad en ruinas—. No sé cuánto duraríais en mi hogar sin vuestras armas modernas y vuestra magia. El sentido común y la habilidad con las armas están muy bien, pero cuando van por separado pasa lo de hoy.

Lo último lo dijo mirándole fijamente. Lo había dicho por él y por los demás, pero en aquel momento era especiamente por él. Si por ella fuera, los entrenamientos serían obligatorios y aún más duros. Pero no sabía usar aquellas armas... <<Y ahora Lorenzo está malherido y no creo que un fanático sea un buen instructor de nada distinto de adoración ciega>>

-Vamos, Ina, vamos... -El edeel la abrazó, tratando de reconfortarla-. Sé que te afecta, pero... debes ser fuerte. Tenemos que vivir en esta ciudad... y nos guste o no, tenemos que acostumbrarnos a que pasen cosas malas... y podemos hacer algo para prevenir que tragedias así vuelvan a pasar, lo sabes, ¿no? Tenemos que estar preparados y, cuando salgamos, estar alerta. -Eorlir se levantó, mirando a su aurva- Necesitas distraerte. ¿Qué tal si salimos al patio a practicar un poco con los estoques? "al menos te distraerás..."

Le dió la mano a Ina y salió con ella al patio del torreón, llevando los estoques, mientras trataba de recordar mentalmente las clases de combate que había recibido. Ahora se arrepentía de no haber prestado más atención a ellas. "Claro, porque que te lleven a una ciudad en ruinas donde todo intenta matarte es una situación TAN NORMAL que cualquiera puede predecirla, ¡¿VERDAD?!"

Afuera se encontraban Sox y Sinceridad, a los que saludó con un pequeño movimiento de cabeza. Se situó cerca suyo y le dió un arma de madera a Ina, mientras guardaba los suyos. Después de tantos cortes que su aurva se había autoinfligido, habían decidido unos días atrás que practicarían con armas de madera hasta que ella se acostumbrara a llevar un arma. Aunque él creía que podía controlar a su aurva, no quería que se hiciera un daño más serio si él se distraía. Se puso con ella, controlando sus golpes y corrigiendola si cometía algún error de postura. No esperaba entrenarla a la perfección, pero confiaba en poder enseñarla a defenderse.

Se suponía que habían quedado en aquello, recordó, después de los primeros encontronazos con gente de la ciudad. En que, ya que ninguno de ellos querría ayudarles, les evitarían. Una llama de irritación, que vaciló al recordar a Mónica apenas un par de horas antes. "No sabíamos, no sabíamos." Y de nuevo Sox se vio en una encrucijada. ¿Cómo saber si una casa estaba o no habitada si no era entrando, cuando todas estaban hechas una ruina? ¿Sería un jardín considerado infracción, según el inquilino? ¿Una calle, si estaba lo suficientemente ido? Aquella ciudad no funcionaba por normas convencionales, y de nuevo no conocían las reglas. ¿Quién juzgaba lo que era una infracción válida y quién no; y lo más importante: quién les anulaba las muertes a ellos si a alguien se le había ido la mano?

Basta de pensar en aquello. Era una prueba injusta y difícil y punto. Tendrían que estar por encima de aquella clase de trucos sucios. Sox odiaba las explicaciones incompletas y las medias verdades. Si de veras querían probar su valía les habrían dejado las cosas claras desde el principio; y así cualquier error sería producto de su incompetencia, no de información que les había llegado de segundas o que desconocían.

-Sólo se me ocurre entrar siempre a ruinas de techo abierto en lugar de casas intactas -repuso, sacudiendo la cabeza insatisfecho por no ser capaz de sacar nada más ahora mismo. Le daría vueltas-. Sin magia todo es arriesgado, y aún sin lo de Nad ya ves cómo ha quedado Lorenzo -tardaría meses en recuperarse por completo, y con eso ya tenían a uno menos cuando un hechizo de curación aprendido correctamente lo habría tenido en pie en unos cuantos días en su lugar.  

Más rabia. La mitad de sus capacidades estaban bloqueadas estúpidamente por culpa de eso. A sus propios ojos, Sox estaba siendo peso muerto por algo que no le permitían solucionar sin arriesgarse a morir en el intento.
-¿Sabes? Lo más lógico a partir de lo que sabemos sería atrincherarse después de esto, y solo salir para lo imprescindible hasta que llegue el día de la maldita Luna. Pero no me fío. En este lugar hacen trampas -Sox había tenido aquello en mente desde que habían hecho rutina del ir a recoger las cestas de provisiones. ¿Y si un día no estaban? ¿Y si alguna bestia (o alguna persona, añadió para sí con resentimiento) les emboscaba alguna vez, y les pasaba algo por haber sido tan ingenuos de creer que siempre lo tendrían fácil?

-Podría colársenos algo un día de estos, o tener mala suerte fuera por mucho cuidado que tengamos. Si esto es un examen ya sabemos cómo se las gastan aquí. Cambian las normas cuando les conviene -el desprecio en su voz era casi palpable-. Prefiero estar preparado contra todo, y punto. Y espero que los demás piensen similar, porque para esto vamos a tener que cambiar de enfoque todos a la vez, o no servirá de nada.

Estaba también enfadado consigo mismo, hasta cierto punto, porque comprendía que no todo lo que le impelía a  aquella decisión era racional. El deseo de probarse como el mejor era algo que le acompañaba desde siempre, pero siempre lo había supeditado a la necesidad de mejorar como individuo, de ser más productivo para la sociedad. Ahora cumplir ese deseo le exigía que se jugase la vida, y Sox se resentía a medias contra la parte de sí mismo que no le dejaba tomar la salida más segura y lógica de limitarse al rendimiento mínimo y salir solo para las provisiones. Alzarse a un desafío no siempre era una cosa buena cuando las normas de dicho desafío estaban trucadas. Se sentía como si estuviera respondiendo a una bravata cuando lo que siempre había hecho era ignorarlas y estar por encima de aquello. Un toque de atención, había dicho Since. Sonaba adecuado. Como si quienes estuvieran supervisando todo aquello se estuvieran burlando de ellos, provocándoles para ver si se encabronaban y picaban. La imagen que le habían descrito del asesino le quemaba en la mente exigiéndole hacer algo, pero no le gustaba la sensación de estarles siguiendo el juego.


Inna y Eorlir salieron, y Sox correspondió al saludo de cabeza del segundo. A la primera se le reconocían en la cara aún las marcas de una llantina anterior. En el torreón reinaba el desastre ahora mismo, y Sox no albergaba los menores deseos de volver dentro por el momento. No le gustaba sentir que posponía las cosas, sin embargo, así que dominó el impulso de alargar la conversación con Since solo porque sí. Miró la espada que le había pasado la roquense, la comparó con los estoques que utilizaban los sinhadres. La hoja tenía melladuras, y la empuñadura había visto días mejores. Fácil de solucionar con magia, claro, ¿pero y sin ella? La diana estaba cosida a flechazos también, y seguro que habría flechas astilladas. Mellas y taras que, en conjunto, podían afectar a sus capacidades de supervivencia.

Entrecerró los ojos mientras le devolvía la espada, absorbiendo las palabras finales de Since. Duras. Pero justas. Él mismo había estado lloriqueando aquella mañana sobre haberse dormido en los laureles y haber desdeñado la parte física, ¿no? Pues ahora a tragar. Se hacía callar a los demás con resultados, no con justificaciones. Así que su única respuesta fue:
-Ya -una pausa mientras trataba de recrear en su mente el mundo que había descrito la roquense. Sox no se había sentido particularmente amenazado allí en bastante tiempo, y se preguntó si, en caso de que les apretaran las tuercas, seguirían siempre con ese ambiente en el torreón. Deseó que se equivocara. Ojalá pudieran acostumbrarse-. Gracias, Since.

Tras llegar al Torreón, contarles a los demás la muerte de Nad y celebrar su entierro, todo debía volver a ser como antes. No podían estar derrotados, es más deberían luchar, aquella situación se plantó ante sus narices no para llorar y lamentarse sino para enseñarles a mirar tras sus espaldas, y que no todo parecía tan bonito como pintaba días anteriores. Ahora es cuando empezarían a vivir de verdad en la ciudad eso solo fue una llamada de atención, quizá mas adelante tendrían que enfrentarse a mayores catástrofes... y las tendrían que enfrentar juntos.

Mientras Sox y Since hablaban, ella se limitó a sentarse con las piernas cruzadas en el suelo, sosteniendo su cabeza con la mano derecha. Escuchaba atentamente cada palabra de sus dos compañeros... >>Es muy duro ver morir a un compañero, sí, ni de coña podría yo vivir en esos mundos donde lo único que hay que hacer es enterrar y matar personas, no...>>.-Se dijo para sí Dafne sin tomar palabra en voz alta. Volvió a levantarse y cuando lo hizo se dirigió hacia el roquense y al carabés.

-Es raro que alguien no vea fuera de lo común la muerte de alguien, pero aunque pensándolo bien , desde pequeños estamos acomodados a nuestras costumbres y te entiendo perfectamente, de todos modos tarde o temprano estaría bien que nos habituemos a ver este tipo de situaciones, he de reconocer que me ha impresionado y he llorado, pero no significa que eso nos tenga que hacer ahora más débiles, tenemos que luchar por nuestras vidas sí, o sí. Y evitar fuera de lo posible que esto ocurra otra vez.

Eriel se sobresaltó por el uso de la palabra usada por su hermano, fulminándolo con la mirada se fue para el otro lado de la bañera y quedó cara a cara con él.

-Dioses, ¿eres tonto? - le espetó a su hermano.- Acaba de morir una compañera nuestra, una niña, ¿cómo puedes pensar que tengo la cabeza para estos temas? Y más la pobre Mónica que era la que más unida estaba a Nad. Si ahora le insisto en esto lo único que conseguiré es que me odie.

-Es evidente que voy a cuidarla, pero no con otras intenciones que el que se ponga mejor. Haría lo mismo con cualquier otro, son nuestro compañeros al fin y al cabo. Tenemos que cuidar unos de otros - resopló de mal humor.- Vaya forma de arruinar un baño.

Un segundo después pensó si de verdad lo haría por todos y llegó a la conclusión de que sí, de que nadie se merecía aquello y que pensaba ayudar a cualquier que necesitase ayuda en el torreón.

Observo y escucho a su hermano enfadarse. Al acabar este él no pudo evitar reírse.

-¿De qué estás hablando? Me parece que te has hecho un lio con mis palabras Eri. Eres tu el que empezó con el tema del sexo, la única diferencia ha sido que yo no he dado rodeos para hablar de ello y además, yo no te he dicho que empieces a hacer lo que Tayron con Dafne, solo te he avisado de como está y de paso te pregunto si vas en serio con ella.

Levantó su cuerpo echado hacía su hermano soltando un quejido sordo, los músculos le exigían reposo y protestaban por el movimiento. Extendió la zurda para acariciarle la cabeza pero se detuvo debido al enfado que mostraba.


<<¿Porque le afectará a él y no a mi?>>

-Lo siento.  -Dijo por fin entristeciéndose por su hermano. Se medio levantó para agarrar una jarra que había preparado, llenarla de agua, empapar el pelo de su hermano y enjabonarlo. Mientras lo hacía le habló.

-Yo te cuidaré a ti. Pero si eso es lo que quieres, protegeré también al resto.

Cada movimiento dolía, pero no le importaba, enjabonaba a su hermano con mimo y ternura.

-No te levantes, quiero estar un rato como antes de que te separaras, si no te importa. -Se volvió a meter en el agua, abriendo los brazos para que regresara.

La magia, siempre la magia. Si por la roquense fuera, podrían evitar hablar de algo imposible o que solo les daba esperanzas vacías e inciertas. No habían encontrado nada relacionado con "la magia" más allá de la fuente y el artefacto que el propio Chamán traía. ¿De qué servía tenerla tan presente? Le costaba entender que en el mundo de su interlocutor fuera tan normal.

—Lorenzo tendrá que curarse como pueda, aunque viendo cómo es, yo lo ataría a la cama. Sobre lo otro... estaba pensando en proponer tapar el patio, ponerle un techo de madera aunque sea. Alguien podría "hacer trampas" como dices y atacarnos un día... —y señaló con la cabeza hacia arriba, los pajarracos. Después de haberlos observado, tenía motivos para no fiarse de que les pudieran entender. Mejor no arriesgarse.

Ina y Eorlir aparecieron y poco después les siguió Dafne, quien para asombro de la roquense, se les acercó y les habló. Sin embargo, la primera sorpresa no fue esa sino que Chamán le diera las gracias. <<¿Eh?>> Entre eso y lo que dijo la chica, se quedó patidifusa unos segundos. Al macho solo supo mirarle y encogerse de hombros, pero a Dafne sí que le diría algo. <<O mejor, aprovechando que ya hay dos entrenando...>>

—Bien dicho. Ahora a recuperarse y mañana a entrenar duro. No creo que Lorenzo pueda seguir de instructor, quizá pueda yo o Barael. Podríamos o, mejor, deberíamos hablar de hoy y de cómo cuidarnos mejor en las salidas, ya sea en la cena o ya mañana más tranquilos... Aunque tampoco hay mucho más que podamos hacer, nos iba bien... Y tampoco es cuestión de salir como si fuéramos unos paranoicos y hubiera enemigos en cada rincón...

-No sé si voy en serio - le dijo recostándose otra vez contra él.- Me gusta, pero no sé si debería seguir adelante o no. Quiero decir, no creo que ella sienta lo mismo y parece tan enamorada de Doce Punto... ¿Cómo voy a competir contra un transformado en esto? Seguro que es guapísimo.

-No es que tú protejas a los demás - comentó con voz cansada.- No se trata de ser individuales, deberíamos trabajar más en equipo, de esa forma conseguiremos más cosas que yendo por separado. Igual nuestras metas finales difieren, pero ahora mismo todos tenemos una misma meta que es sobrevivir y para ellos debemos protegernos unos a otros.

Eriel siguió divagando en voz alta durante un rato hasta que se quedó dormido sobre su hermano. El chico estaba agotado por todo lo del día y aquel baño de agua caliente no había ayudado a que se mantuviera despierto.

Dafne se unió a ellos según Sox ya se incorporaba de donde estaba apoyado para irse, y el carabés se alegró internamente de que el resto de habitantes del torreón también pareciesen estar procesando, poco a poco. Se permitó ser moderadamente optimista. Le sorprendió que la humana admitiese tan fácilmente que había estado llorando, de aquella forma subconscientemente desconfiada en que acogía cualquier prueba de que a los de otros mundos no les costaba admitir debilidad.
—Sí que nos conviene hablar de ello, si hay más gente que piensa del mismo modo. Puede que no hoy —admitió a regañadientes. No le gustaba posponer las cosas—, pero pronto.
Asintió ante la propuesta de techado para el patio. Él mismo había pensado en su día un toldo, dado que no andaban sobrados de materiales, pero eran soluciones en las mismas líneas aproximadamente. Era una de las cosas a las que podían dar pensamiento en el futuro.
—¿Barael? —negó con la cabeza—. Según tengo entendido Rádar tiene instrucción en esgrima. Debería ser mucho más fiable si hace las cosas bien —para los que estaban en la clase avanzada “bien” era algo que se daba por supuesto: se competía por la excelencia. Pero eso no significaba que Rádar fuese buen profesor.

—Hablaré con Lorenzo —añadió a modo de despedida, regresando al interior del torreón para hacer lo propio. Tal vez pudiera impartir aún sin tener que moverse, corrigiendo posturas. Nunca había visto al español separado de una espada desde que habían llegado, y Sox había supuesto que ésa era su disciplina de la misma forma en que él o Rádar se aplicaban a ser los mejores en las suyas. A él en su lugar no le haría ninguna gracia sentirse inútil, pero por otra parte tampoco tenía muy claro hasta qué punto le incapacitaban las heridas.

Sin la prisa de llegar al río ni la pesadez mental de estar cargando con un cadáver Sox pudo fijarse un poco mejor en el cabestrillo que llevaba Lorenzo, en los vendajes. Le resultaba inverosímil que hasta allí llegase el máximo de la medicina en otros mundos, y lo único que pudieran hacer ahora era esperar. Por tener no tenían ni anestésicos.
—¿Cómo lo estás llevando? —quiso saber, con un gesto de cabeza para que supiera a qué se refería. Evaluaría la respuesta, pensativo. En otras circunstancias un instructor estaría tomando aquella decisión por ellos pero… en fin. Y mientras no fuera un detrimento a los que quisieran aprender, a Sox no le parecía bien que no fuera el propio Lorenzo el que determinara si estaba capacitado para la tarea o no—. ¿Crees que vas a poder seguir impartiendo los entrenamientos así? La parte teórica —añadió, el “no soy idiota” implícito.

Incluso ahora, en frío, le era difícil juzgar las acciones del español. Querer regresar había sido un riesgo innecesario y una parte de él lo condenaba, pero lamentaba reconocer que no podía decir, sin ápice de duda, que a él no le habría hervido la sangre también en su lugar.

Lorenzo

Gustabale o no aquello, tuvieron que dejar de cavar eventualmente. Non podia creerselo. Las alimañas non tenian respeto alguno y menos en aquella ciudad. Todo pavimento, apenas tierra sana. Junto a un río despidieronse de Nad. Lorenzo rezó por la su alma y fue especialmente adamantino en que el cuerpo de la pequeña non convirtierase en carroña que incluso pusose a cavar, malamente, pero con todo el espíritu en ello. Y non seria suficiente. Sabialo bien. Ni en tumba lapidada de camposanto podrian los cadaveres tener algo de paz en aquella ciudad.

Dirigieronse de vuelta y Lorenzo fue asido de la cruz que colgábale del pecho. Implorole a Santiago que la niña llegara salvo y santa ante las puertas de San Pedro. Pidiole fuerzas y curación para sus herida, boqueando una quasi muda letania con ello. Para antes de que dierase cuenta de ello, toparon de vuelta al torreón. Hombros caidos y mirada sombria, el español cubriose el rostro con el gorro y, cruzado de piernas y brazos, guardó sitio en un sillón.

Non percibió el tiempo pasar pues que levantó testa un instante y el joven Sox mirabale. Tardó unos instantes en masticar sus palabras y finalmente contestole, con voz agotada de perro apaleado.
—Dueleme más el alma, si os soy sincero.—respondiole escueto.

Non pareciale un chaval muy vivaracho. Frío y calculador. O simplemente racional quizás. Non pues, iria precisamente a verle, pensó. No habiase apuntado a las clases antes y de pronto parecio mostrar interes por ello. ¿Acaso pensaba el rapaz que servirianle de algo?

No, no. Non debia pensar así. La próxima vez estarian preparados. Resoluto estaba a no volver a sufrir una perdida asín jamás. Sonrió levemente antes de contestar.
—Teórica, Práctica, Filosófica y, si todo torna bien, incluso Lúdica. Bien sabese con los últimos acontecimientos que necesitase alguna distracción para levantar la moral.—explicó. Dos segundos más tarde ladeó la cabeza y mesó la pluma de su sombrero.
—Sospecho que no era la respuesta que esperabaste.-soltó risa algo seca.—Pero en efecto, quizás no deberia sobresforzarme, pero para tirar con rapaces, bastome con la mitad del cuerpo, si es lo que aplaca vuestra conciencia, Don Sox.—

Aquella franqueza otra vez. Sox se removió inquieto ante aquella admisión tan plana de vulnerabilidad. Era como si no les importase nada de nada, y no supo cómo responder. Irónicamente, le estaba siendo más difícil tratar con la gente ahora que cuando estaban todos en guardia contra todos, un mundo atrás.

Le miró algo inseguro, suponiendo que la retahíla de nombres serían asignaturas o el equivalente que tuvieran en aquel mundo de locos donde aparentemente aún usaban espadas pero conocían los trenes.
—No —subrayó su negativa con una sacudida frustrada de cabeza. No tenía nada que ver con su propia tranquilidad; no se estaba expresando con claridad, al parecer. Le estaba sucediendo con alarmante frecuencia allí—. No tiene sentido que te esfuerces de más si lo único que vas a conseguir es tardar más en curarte. No tenemos magia todavía. Era sólo… saber qué puedes hacer.

Odiaba aquello. Antes el malestar de los demás nunca había sido asunto suyo. Incluso si eran trabajos en equipo, si uno tenía un problema tenía que ocuparse de él solo. Pero ahora estaban perdidos en un mundo desconocido, dependían unos de los otros literalmente para sobrevivir y eran un equipo desigual, donde no se complementaban en capacidades y formado a parchetazos. La muerte de Nad y lo maltrecho de Lorenzo no eran solo inconveniencias para su propio trabajo. Tenían una resonancia propia que le estaba afectando.

—Hablábamos afuera de qué hacer a partir de ahora. Para que no pase más veces —aclaró de forma escueta. Seguía cruzado de brazos, trasluciendo sin quererlo cierta incomodidad—. Quieren seguir con las prácticas que tenéis. Hay gente que podría sustituirte si no estás en condiciones, pero es mejor no cambiar de profesor en mitad de aprender algo.

Lorenzo

Casi que estuviesen hablando en diferentes idiomas, el español non llegó a entender cual era el punto final al cual queria llegar el rapaz. Notábasele indeciso, preocupado casi. La verdadera pregunta era el porque.
—Bueno, nese caso, ¿por que non os pasais por la clase mañana? Quizás así podreis tener algo más de paz si veis hasta que punto no puedo impartir clase? Y quizas, diantres, hasta participar un poco.—sugiriole, con una sonrisa.

Vacilaba de nuevo. Parecia de veras que habia una barrera de lenguaje. Quizás no tanto de palabras en si, pero de pensamientos o mejor dicho, vias de este. Y cada vez andabase más convencido de ello. Falta la del español, por todavia tardar en percatarse que tan larga distancia estaban las sus culturas y que otras cosas distarian. Tan solo esperabase que de esta manera los rapaces eventualmente harian piña.

Informole entonces de que habian cuchicheado afuera. Non habia prestado atención el mismo, absorto en su propia falta de tiempo, pero comenzó a pensar que deberia estar fuera. Sin embargo, algo diole urticaria en lo que dijo a continuación. ¿Reemplazarle? ¿A el? ¿A la Destreza por algun arte marcial de segunda? No, no. No mientras tomase aliento.

—La sustitución no es conveniente. No tanto por el maestro, sino por la doctrina. Vosotros nenos non necesitas aprender esgrima. Necesitades aprender a defenderos y a luchar juntos.—mesose el bigote, pensativo, hasta dar con las palabras que queria usar.—Si lo que hay que cambiar, es más sentimiento de unidad y la, por asi decirlo, tendencia egoista con la que cada uno desea aprender a defenderse.—

Levantose entonces. Tenia una idea.
—¿Podemos seguir hablando nel camino? Deseo ir a la armeria a inspeccionar algo.—informole.

Sox se removió desconfiado en el sitio, sin descruzar aún los brazos. ¿Quería verle hacer el ridículo siendo un novato? Pero el tono no concordaba. ¿Qué pasaba con aquella gente? ¿Por qué nunca funcionaban como esperaba que lo hicieran?
—No tengo claro con qué me voy a defender de forma fija si no es magia, así que no puedo saber si unirme a clases de esgrima me servirá de algo —terminó por explicar con cautela, ante la ausencia de cualquier señal de que Lorenzo se recochineaba de la situación—. Pensaba no posponerlo más y decidirme por un arma ya mismo —añadió. No podía esperar más tiempo de brazos cruzados a que llegase la magia. Podía hacer como Siete y permanecer preferentemente dentro del torreón haciendo otras tareas, pero el haber estado fuera esta tarde, justo la tarde en la que a lo mejor su presencia habría podido marcar alguna diferencia, le quemaba como un hierro candente.

—Sí. Perfecto —él iba a tener que pasar por la armería tarde o temprano; pensaba bajarse algo de comer mientras inspeccionaba las armas. Se había percatado de que la mayoría se adhería a unas costumbres absurdas para comer, que venían a garantizarle que a equis horas no habría nadie en ninguna otra parte del torreón que no fuese la sala principal. Pero ya que alguien entendido en el tema pensaba bajar igualmente, mejor aprovechar la oportunidad al vuelo. Pasaron cerca de Mónica por el camino y Sox se puso notablemente más rígido. Seguía igual, y le estaba dando escalofríos.

Ahora que podía mirarlas con más detenimiento, las armas captaron sorprendentemente su interés. Había algunas fuera de sitio, y con un chasquido desaprobatorio de lengua el carabés fue a ponerlas en su sitio. Resopló al intentar coger una con cada mano sin cerciorarse primero de su envergadura; pesaban un quintal. Cuando terminase las miraría una por una para decidir con qué se quedaría. Pretendía empezar con una sola hasta que la tuviera dominada. Intentar abarcar demasiado era de pretenciosos que se creían más de lo que realmente eran.
Para él la decisión tenía peso. Sox era agudamente consciente de cuáles eran sus destrezas y dónde tenía que imponer esfuerzo extra. Se negaba a elegir al tuntún o por qué arma fuese más bonita, como estaba seguro de que habían hecho algunos. Quería un arma al que pudiera sacarle el máximo partido en el menor tiempo posible, porque en ello les iba la vida.

—Voy a echarles un ojo a lo que tenemos aquí y averiguar si hay maneras de mejorarlo —le dijo a Lorenzo—. ¿Algo que hayas echado en falta en lo que habéis estado usando? —examinaba mientras lo que iba pasando por sus manos, en busca de fallas que su propio ojo inexperto sí pudiera detectar. Melladuras, roturas, junturas a punto de soltarse.