El Cuchitril

En ningún momento pensaba que le daría, pero el conjuro me ha permitido recortar las distancias con cierta seguridad. Suficiente para estar al alcance de mi lanza e incomodarle si intenta conjurar cualquier hechizo que lleve una cierta preparación, mientras mantengo la distancia aprovechando el alcance de mi lanza. Por supuesto, también tengo las alas y el cuerpo de la lanza en caso de que consiga sobrepasar la distancia. Mi estrategia viene a ser mantenerlo en jaque y presionarlo constantemente. Seguirlo de cerca para que no pueda conjurar con comodidad, pero fuera del alcance de sus propias armas.

Por supuesto, no espero que me lo ponga fácil.

Naturalmente, intenta contraatacar con las alas, pero no necesito más que interponer el reverso de mi arma para desviarlas de su trayectoria. ¿Está preparando algo con las manos? Como si te fuera a dejar, idiota.

Me dispongo a molestarle en su preparación con unos lanzazos rápidos cuando algo me hace perder la concentración.

«¿Qué cojones?» Respondo a la británica. ¡Mierda!

Mis intentos fallidos no han sido suficientes para interrumpir a Verkan, pero mis reflejos han conseguido salvar la situación con un desvío mágico. Sin esperar a que reaccione otra vez, me dispongo a presionarle de nuevo con mi arma mientras preparo un conjuro de impacto dispuesto a desestabilizarlo.

«¿Y qué coño podemos hacer?».

Giz tuvo que hacer acopio de toda su entereza mental para no derrumbarse en el mismo instante en el que se rompió la mampara mágica y supo que estaban perdidos. Los de Gar los estaban emboscando, preparados de antemano para acabar con ellos. Las probabilidades… No, no necesitaba a Saria para saber que eran nefastas, pero no quería rendirse. Tenía que existir una posibilidad de salvarse, cualquiera de los mercenarios podría encontrar un hueco, algo que le diera la vuelta a la situación. Fue la voz de Wen la que le dio esperanza para seguir luchando. “Ojalá lleves razón” deseó con todas sus fuerzas.

El lanzazo de magia que se había guardado contra el fantasma salió disparado de sus manos casi sin pensarlo en dirección a Rodar, quien lo desvió sin problemas. Que el otro goliat pudiera mantener la gola abierta reforzaba la idea de Wen y las ganas de sobrevivir del propio Giz, que irónicamente no hizo nada por protegerse del hechizo abrasivo. Aprovechó su larga conjuración para tejer otro lanzazo de magia, este ampliamente reforzado. Sabía que no podrían defenderse eternamente, especialmente él, con sus reservas menguantes y la gola inhabilitada. Tenía que buscar cualquier hueco, aunque este se encontrase en los escasos segundos de diferencia de los tiempos de conjuración.

Giz estaba tan concentrado que no tenía tiempo para hablar ni por la via telepática ni por ninguna otra. Si aquello de verdad era una pesadilla, el goliat quería despertar vivo.

Sentía que no estaba haciendo lo correcto, pero nada de lo que pensaba parecía ser la respuesta. Lo único en lo que era capaz de pensar era en liberar sus enjendros entrenados y ocupar varias quimeras para ganar cierta ventaja numérica, o al menos escudos de carne para él y sus amigos. Si conseguían salir todos del cuchitril podrían huir en dirección al burdel, pero Gael no tenía tan claro que fuesen a dejarle volver a entrar. Los escombros que cayeron del cielo significaban que todavía lo seguían, y ni siquiera sabía cuántos. Entre sus defensas físicas y sus reflejos fue capaz de zafarse de los proyectiles, aunque no sabía hasta qué punto se habían carcomido los hechizos que lo protegían.

A sus ojos el taller todavía estaba demasiado lejos y él no iba suficientemente rápido con su leviación natural. Sin tiempo para conjurar un hechizo de vuelo, lanzó uno de atracción sobre la casa más cercana a las protecciones de su taller, pretendiendo que el conjuro le proporcionase velocidad extra al lazarlo de un tirón contra un objeto que no podía traer a sus manos.

El draco se pateó mentalmente. ¿Qué le había hecho pensar que tendría tiempo de conjurar algo tan largo? Se centró en tratar de desviar los hechizos de impacto mientras maldecía a todos los dioses de todos los panteones que conocía. Dirigió una mirada de odio hacia dama Ardid, a quien no pensaba responder fuera como fuera, pero mucho menos al escuchar de pronto la voz telepática de Wen con un mensaje que hizo que de pronto todo tuviese sentido en su cabeza.
—El plano de los sueños… Esparto lo dijo.
No se molestó en tratar de usar la telepatía al comprobar que Resizsan les había oído. No era de extrañar: estaban en mitad de una pesadilla literalmente a fin de cuentas. El draco trataba de alcanzar a la maga con su hacha mientras en su cabeza comenzaban a aglomerarse las preguntas.
>>¿Y cómo demonios está sucediendo esto? ¿Es cosa del íncubo? Pero si estamos dormidos… Nada de esto es real. En cuanto nos despertemos se acabó. Matar a un fantasma no es la única manera de deshacerse de él.
Algo le decía, no obstante, que no podía ser tan simple. Pero en aquel momento necesitaba aferrarse a la lógica.

Wen no se sorprendió de que Resizsan hubiera podido escuchar su conversación telepática. Al fin y al cabo se trataba de un sueño y seguramente Resizsan y los mercenarios de Gar tendrían más poder en aquel plano que ellos. De hecho, a la británica no le sorprendería que sus hechizos y ataques fueran considerablemente más débiles. Teniendo en cuenta esta posibilidad y su superioridad numérica, la vouivre sabía que no tenían ninguna oportunidad. Podían dar pelea, si, y llevarse alguno con ellos, ¿pero de qué servía eso si ellos ya estaban muertos y aquello podía suponer su muerte en la realidad? ¿habría alguna manera de usar el plano onírico a su favor? ¿de hacer uso de él de la misma manera que algunas personas eran capaces de modificar ciertos aspectos de sus propios sueños una vez eran capaces de darse cuenta de que lo eran? Wen sabía que ninguno de ellos eran capaces de manipular un sueño como lo hacía un soñador, pero quizás si se esforzaban podían conseguir cierta ventaja, aunque solo fuera para resistir lo suficiente hasta que lograran despertar.

- Deberíamos huir- susurró esperando que sus palabras fueran más difíciles de interceptar que su conversación telepática-. Necesitamos tiempo y un plan- explicó, aunque no dijo que quedarse sería prácticamente un suicidio.

Que el golpe se lo coman mis defensas. Me desplazo un poco hacia abajo quedando aproximadamente a la altura de su cintura. Con el mismo movimiento interpongo el brazo libre en posición para desviar el golpe y sujetar su arma con mi mano.

—Tsk, ¿eso es todo lo que tienes? —Murmuro como haciendo ver que estoy algo decepcionada.

Aprovechando mi ligera ventaja debido a la posición de su arma y a la brusca maniobra que ha realizado para esquivar mi conjuro, uso el brazo que sujeta su lanza para impulsar la punta de la mía buscando su tórax u abdomen desde abajo. Este mismo movimiento también tiene la función de atraerle hacia la punta de mi lanza. Mis alas están preparadas también por si intenta estorbar sus intentos de bloquear mi arma con las suyas.

Gael tuvo que deshacer rápidamente el hechizo que lo desplazaba directo hacia la exlosión y la consecuente lluvia de cascotes. Había visto, horrorizado, como todo su trabajo desaparecía con un mero hechizo. ¿En qué momento habían desgastado las protecciones de su taller para poder hacerlo estallar tan rápido? Ya debían de haber desaparecido cuando lo habían intentado matar allí mismo.

No quedaba otra, tenía que volver. No sabía ni lo que estaría pasando en el interior del cuchitril, pero probablemente su perseguidora no se lo pondría fácil. «Tengo que ir a por ella primero» pensó. A aquella distancia había podido divisarla sobre la vieja posada, pero en las condiciones que se encontraban, ella podía moverse más rápido que él. Solo veía una salida, si lograba matarla, tendría un cuerpo que usar.

Decidió alejarse un poco más, fingiendo que abandonaba a los suyos, para ver si la bruja lo seguía. Preparó, escondiendo sus gestos con el torso, una barrera de inercia para colocarla en una gran área tras él que incluía el tejado del cuchitril. Si aquello salía mal y no lograba hacer caer a la bruja desde bastante altura, lo único que habría conseguido sería perder más tiempo. Necesitaba cogerla desprevenida o el que moriría primero sería él.

Demasiado ocupado en evitar los ataques de dama Ardid no prestó en un principio mucha atención a Resizsan. Pero cuando le provocó directamente no pudo evitar hacerlo. Lo que dijo, acompañado de aquella risa, le hizo sentir escalofríos. ¿Estaba sugiriendo…?
—Tenemos que despertar cuanto antes.
Por mucho que lo dijese no se iba a hacer realidad sin más. Lo sabía. Pero también sabía que era su única opción. Si el ranta no se estaba marcando un farol para atormentarlos, y no se podían permitir considerarlo como la posibilidad más probable, tenían los minutos contados. El draco intentó desviar el relámpago de la maga mientras intentaba pensar desesperadamente en un plan. Wen tenía razón: necesitaban ganar tiempo, era lo único que podían hacer. Conjuraría protecciones sobre cada uno de sus amigos sin parar de renovarlas. No se atrevía a hacer uso de la intangibilidad porque estaba seguro de que contratarían con hechizos de rentangibilización potentes.
>>¿Dónde está Gael? —Musitó al darse cuenta de que el fuego fatuo ya no se encontraba allí.

Wen no había quitado los ojos de Resizsan por lo que había podido apreciar sus gestos de irritación ante la mención de Corann. Cualquiera pensaría que tendría más respeto o consideración por aquel que le estaba permitiendo cumplir su venganza pero parecía que le frustraba que los "méritos" se le atribuyeran al íncubo cuando aparentemente consideraba que no debía ser así. ¿Sería contraproducente hacer uso de ese conocimiento para frustrar al ranta? Irritarle podría darles tiempo pero también podría acelerar su muerte. Wen pensó que si bien era un riesgo enorme en aquel momento no tenía más ideas ni muchas esperanzas.

- ¿Y cómo pretendes verlo si no eres capaz de salir de aquí?- le contestó con una sonrisa irónica mientras se giraba completamente en dirección de Ter-Watah dando la sensación de ignorar completamente al ranta-. Oh, ¿no te gustó la chaqueta de ulterana desollada que te regalé?- contestó a la provocación del ulterano adoptando una posición ofensiva con la doble guadaña entre sus manos y alerta a sus movimientos.

A pesar de que Diurna le había dicho que sí que iba a concederle el cambio de color, Virgo todavía tenía cierta desconfianza sobre ella. Había sido demasiado bonito y fácil y si se dejaba embelesar por ello podía olvidar el hecho de que, al fin y al cabo, era su esclava y la había comprado.

Hubo un tiempo, justo al llegar a la ciudad, en que Virgo había podido recorrer sus calles. Lamentablemente de aquello hacía mucho y actualmente era incapaz de reconocer el barrio al que Diurna le estaba llevando, aunque disfrutó mucho del camino y el clima hasta que llegaron al lugar que la dama había llamado El Cuchitril. Se trataba de un edificio de piedra amplio que a Virgo le resultó acogedor desde el mismo momento en el que entró, aunque la presencia de un grupo de gente reunidos en lo que sería la sala no le permitió disfrutar de explorar el lugar.

Wen saludó a todos los que se habían reunido en el salón en cuanto llegó e hizo avanzar a Virgo para poder presentarla.

- Ella es Virgo y se quedará con nosotros una temporada. Al menos, hasta que haga habitables las termas.

Se encontraba sentado en el sofá leyendo un tomo de manga que le había comprado a un contrabandista del mercado mientras esperaba la vuelta de la vouivre. El ambiente en el cuchitril había mejorado considerablemente tras el desfile de la bahía y el sueco sentía un nivel de alivio que le resultaba hasta extraño no tener en la cabeza preocupaciones constantes y, sobre todo, poder volver a dormir con normalidad. Apenas le había dado tiempo a leer un capítulo cuando escuchó los familiares pasos de Wen acercándose a la puerta de la vieja posada, acompañado de otros que sin duda pertenecerían al esclavo que hubiese adquirido. Dejó pues el cómic a un lado y se levantó para recibirles.

La nueva esclava era humana y tenía el pelo teñido de un llamativo color rosa. Todavía se le hacía difícil de ver a las personas como esclavos, ya que para él Tania nunca lo había sido y era posiblemente el aspecto de la ciudad que menos gracia le hacía. No obstante, sabía que la británica iba a tratar a aquella chica como una empleada y no veía nada de malo en librarla de una vida potencialmente mucho peor. Se acercó a ella manteniendo cierta distancia, pues no sabía cómo de acostumbrada estaría a la ciudad y bien sabía que su aspecto, especialmente debido a su tamaño, provocaba bastante recelo en muchos sin esencias. Por el mismo motivo decidió no ofrecerle una de sus garras para darle la mano si no tan solo dedicarle un gesto con la cabeza.
—Encantado, Virgo. Yo soy Noel, draco de estínfalo.

Gael, por su parte, se encontraba en la cocina limpiando carne de caza que habían comprado en el mercado. Hasta que escuchó la voz de Wen saludando no se asomó, y al ver que traía a su futura empleada se quitó los guantes rápidamente y salió al salón.

Examinó a la chica, pero con disimulo y sin mirarla fijamente. En sus circunstancias ella también debía de estar examinándolos a ellos y tampoco quería darle una mala impresión. Teniendo en cuenta que venía del mercado era una suerte que fuese Wen quien la había comprado, pero eso no podría saberlo hasta que llevase un tiempo viviendo con ellos. De momento era lógico que no se formase una buena impresión de nadie.
—¡Bienvenida! Yo soy Koval, fuego fatuo. Aunque teniendo en cuenta que vas a vivir con nosotros, también me puedes llamar Gael. Era mi nombre en la Tierra y el que usan todos aquí.
Él, aunque quisiese darle la mano para saludar, se acababa de quitar los guantes aislantes y no podía. Por otro lado, tampoco era necesario: ya no estaban en la Tierra.

—Está claro que tengo que ir a cazar algún día de estos —le caliento la cabeza a Gael mientras me peleo con las plumas de… algo, a saber—. ¿Has visto qué mierda de carne tenían hoy? Esto no es cazado de ayer, no fucking way. Huele a que lo han tenido durante ahí varios días.

En fin, al menos no parece estar podrido. No del todo. Y realmente no había otra cosa mejor en el mercado, bien nos aseguramos Gael y yo. ¿Otra vez me pica el brazo? Parece mentira, ¡si está curado del todo! No me cuesta ni moverlo, ni nada… Bah, a saber. Tal vez tenga que ver con los cristalitos estos que tenemos los ángeles negros, creo que aún están como acabando de salir del todo y esas cosas. A ver si dentro de poco termina, que debo restablecer el circuito rúnico. Toca tatuarse de nuevo, que además de ser inútil ahora, se ve horrible el tatuaje cortado ahí en el codo. Mierda, y tengo que buscar de nuevo mis papeles con el diseño de runas. Eso sí que va a ser un coñazo.

—Oh, mira, parece que tenemos invitados —digo al oír a Wen en el salón.

Es verdad, que iba a buscar a alguien para las termas. Me había olvidado. A ver, a ver. No, guantes fuera primero, no creo que sea muy buena idea salir a saludarla con estos llenos de un líquido que le va a recordar seguro a la sangre —bueno, porque es sangre—.

Ya veo… Es claramente humana, tiene una piel preciosa. Y bonito pelo. Me pregunto de dónde será. En serio, ¿nadie va a acercarse a darle la mano? Pues yo creo que es lo apropiado, así que a ello voy.

—Yo soy Adara, encantada. ¡También soy terrícola! —me presento a la vez que le extiendo la mano—. Oye, me encanta tu pelo, el color del teñido es precioso.

Giz se encontraba absorto, en el salón. Sentado a la mesa y recostado sobre unos papeles donde trataba de componer el hechizo correcto para su nuevo proyecto en el laboratorio. Su caligrafía era sucia, llena de tachones, con líneas que trataban, sin mucho éxito, de alcanzar la rectitud. A su lado humeaba una taza de té con frutos rojos. La taza, de un negro brillante, había sido una de sus últimas adquisiciones, junto a un poncho de diseño para su nuevo trabajo de cosechador. Mientras el té estuviera en ella, permanecería a su temperatura preferida: caliente, pero sin quemar.

Cuando Wen llegó, Giz tardó en levantarse de la silla. Hizo un par de retoques al ensalmo que componía y lo dejó en un punto desde el cual tendría más fácil seguir. Solo entonces se acercó a saludar.

Trató de examinarla de la forma menos invasiva posible e, igual que Adara, le tendió la mano. A Giz tampoco le hacía mucha gracia la esclavitud, ni como concepto ni como práctica común extendida en Rocavarancolia, pero sabía que Wen iba a darle algo mejor en las termas y eso lo despreocupaba. Estaba deseando que el negocio de la vouivre cobrara forma: por un lado le gustaba ver a la humana disfrutando con los planes que tenía y por otro, simplemente, quería bañarse en las termas.

—Yo soy Giz, asreniano y goliat. —No sabía muy bien qué más decir—. Encantado, Virgo.