El Cuchitril

A pesar de que Diurna le había dicho que sí que iba a concederle el cambio de color, Virgo todavía tenía cierta desconfianza sobre ella. Había sido demasiado bonito y fácil y si se dejaba embelesar por ello podía olvidar el hecho de que, al fin y al cabo, era su esclava y la había comprado.

Hubo un tiempo, justo al llegar a la ciudad, en que Virgo había podido recorrer sus calles. Lamentablemente de aquello hacía mucho y actualmente era incapaz de reconocer el barrio al que Diurna le estaba llevando, aunque disfrutó mucho del camino y el clima hasta que llegaron al lugar que la dama había llamado El Cuchitril. Se trataba de un edificio de piedra amplio que a Virgo le resultó acogedor desde el mismo momento en el que entró, aunque la presencia de un grupo de gente reunidos en lo que sería la sala no le permitió disfrutar de explorar el lugar.

Wen saludó a todos los que se habían reunido en el salón en cuanto llegó e hizo avanzar a Virgo para poder presentarla.

- Ella es Virgo y se quedará con nosotros una temporada. Al menos, hasta que haga habitables las termas.

Se encontraba sentado en el sofá leyendo un tomo de manga que le había comprado a un contrabandista del mercado mientras esperaba la vuelta de la vouivre. El ambiente en el cuchitril había mejorado considerablemente tras el desfile de la bahía y el sueco sentía un nivel de alivio que le resultaba hasta extraño no tener en la cabeza preocupaciones constantes y, sobre todo, poder volver a dormir con normalidad. Apenas le había dado tiempo a leer un capítulo cuando escuchó los familiares pasos de Wen acercándose a la puerta de la vieja posada, acompañado de otros que sin duda pertenecerían al esclavo que hubiese adquirido. Dejó pues el cómic a un lado y se levantó para recibirles.

La nueva esclava era humana y tenía el pelo teñido de un llamativo color rosa. Todavía se le hacía difícil de ver a las personas como esclavos, ya que para él Tania nunca lo había sido y era posiblemente el aspecto de la ciudad que menos gracia le hacía. No obstante, sabía que la británica iba a tratar a aquella chica como una empleada y no veía nada de malo en librarla de una vida potencialmente mucho peor. Se acercó a ella manteniendo cierta distancia, pues no sabía cómo de acostumbrada estaría a la ciudad y bien sabía que su aspecto, especialmente debido a su tamaño, provocaba bastante recelo en muchos sin esencias. Por el mismo motivo decidió no ofrecerle una de sus garras para darle la mano si no tan solo dedicarle un gesto con la cabeza.
—Encantado, Virgo. Yo soy Noel, draco de estínfalo.

Gael, por su parte, se encontraba en la cocina limpiando carne de caza que habían comprado en el mercado. Hasta que escuchó la voz de Wen saludando no se asomó, y al ver que traía a su futura empleada se quitó los guantes rápidamente y salió al salón.

Examinó a la chica, pero con disimulo y sin mirarla fijamente. En sus circunstancias ella también debía de estar examinándolos a ellos y tampoco quería darle una mala impresión. Teniendo en cuenta que venía del mercado era una suerte que fuese Wen quien la había comprado, pero eso no podría saberlo hasta que llevase un tiempo viviendo con ellos. De momento era lógico que no se formase una buena impresión de nadie.
—¡Bienvenida! Yo soy Koval, fuego fatuo. Aunque teniendo en cuenta que vas a vivir con nosotros, también me puedes llamar Gael. Era mi nombre en la Tierra y el que usan todos aquí.
Él, aunque quisiese darle la mano para saludar, se acababa de quitar los guantes aislantes y no podía. Por otro lado, tampoco era necesario: ya no estaban en la Tierra.

—Está claro que tengo que ir a cazar algún día de estos —le caliento la cabeza a Gael mientras me peleo con las plumas de… algo, a saber—. ¿Has visto qué mierda de carne tenían hoy? Esto no es cazado de ayer, no fucking way. Huele a que lo han tenido durante ahí varios días.

En fin, al menos no parece estar podrido. No del todo. Y realmente no había otra cosa mejor en el mercado, bien nos aseguramos Gael y yo. ¿Otra vez me pica el brazo? Parece mentira, ¡si está curado del todo! No me cuesta ni moverlo, ni nada… Bah, a saber. Tal vez tenga que ver con los cristalitos estos que tenemos los ángeles negros, creo que aún están como acabando de salir del todo y esas cosas. A ver si dentro de poco termina, que debo restablecer el circuito rúnico. Toca tatuarse de nuevo, que además de ser inútil ahora, se ve horrible el tatuaje cortado ahí en el codo. Mierda, y tengo que buscar de nuevo mis papeles con el diseño de runas. Eso sí que va a ser un coñazo.

—Oh, mira, parece que tenemos invitados —digo al oír a Wen en el salón.

Es verdad, que iba a buscar a alguien para las termas. Me había olvidado. A ver, a ver. No, guantes fuera primero, no creo que sea muy buena idea salir a saludarla con estos llenos de un líquido que le va a recordar seguro a la sangre —bueno, porque es sangre—.

Ya veo… Es claramente humana, tiene una piel preciosa. Y bonito pelo. Me pregunto de dónde será. En serio, ¿nadie va a acercarse a darle la mano? Pues yo creo que es lo apropiado, así que a ello voy.

—Yo soy Adara, encantada. ¡También soy terrícola! —me presento a la vez que le extiendo la mano—. Oye, me encanta tu pelo, el color del teñido es precioso.

Giz se encontraba absorto, en el salón. Sentado a la mesa y recostado sobre unos papeles donde trataba de componer el hechizo correcto para su nuevo proyecto en el laboratorio. Su caligrafía era sucia, llena de tachones, con líneas que trataban, sin mucho éxito, de alcanzar la rectitud. A su lado humeaba una taza de té con frutos rojos. La taza, de un negro brillante, había sido una de sus últimas adquisiciones, junto a un poncho de diseño para su nuevo trabajo de cosechador. Mientras el té estuviera en ella, permanecería a su temperatura preferida: caliente, pero sin quemar.

Cuando Wen llegó, Giz tardó en levantarse de la silla. Hizo un par de retoques al ensalmo que componía y lo dejó en un punto desde el cual tendría más fácil seguir. Solo entonces se acercó a saludar.

Trató de examinarla de la forma menos invasiva posible e, igual que Adara, le tendió la mano. A Giz tampoco le hacía mucha gracia la esclavitud, ni como concepto ni como práctica común extendida en Rocavarancolia, pero sabía que Wen iba a darle algo mejor en las termas y eso lo despreocupaba. Estaba deseando que el negocio de la vouivre cobrara forma: por un lado le gustaba ver a la humana disfrutando con los planes que tenía y por otro, simplemente, quería bañarse en las termas.

—Yo soy Giz, asreniano y goliat. —No sabía muy bien qué más decir—. Encantado, Virgo.

Virgo saludó uno por uno a los habitantes de aquel lugar sintiéndose extraña al darle la mano a dos de ellos. No tenía nada en contra de ese tipo de saludos, pero hasta que su profeta murió nunca había tenido ningún tipo de contacto físico con nadie y todavía le resultaba extraño hasta el más básico. Por otro lado, le pareció curioso como casi todos se habían presentado nombrando su transformación, pero ni su nueva dueña ni la que se había presentado como Adara lo habían hecho. Probablemente a Adara no le haría ninguna falta puesto que sus cambios físicos eran notables, pero dama Diurna no tenía ningún cambio a la vista. Virgo decidió quedarse esa información para sí misma por el momento.

La humana había conseguido mantenerse seria e inexpresiva durante las presentaciones, pero no pudo evitar ponerse nerviosa ante la mención del color de su pelo, lo que Wen, que la había estado mirando en todo momento, captó enseguida.

- Exacto- dijo para llamar la atención de sus amigos y que dejaran de mirar a Virgo con la intención de que esto ayudara con su nerviosismo-. De eso precisamente quería hablaros. Giz, Gael, ¿sabéis de algún hechizo o alguna forma de cambiar el color de pelo de forma permanente? Porque puede que a ti te guste, Adara, pero a ella no y estaría bien poder cambiárselo cuanto antes.

Giz asintió.

—¿Qué color querrías? Puedo buscarlo en mi catálogo y hacerte un cambio permanente. Si en algún momento te aburrieras podría cambiarlo de nuevo. —Por suerte para Virgo, era un hechizo simple de genemancia, lo más complicado era encontrar ciertos colores en la naturaleza para poder intercambiarlos—. Eso sí, puede que tarde un poco.

El asreniano subió a su cuarto levitando y bajó enseguida con su muestrario. Lo abrió por las primeras páginas, donde guardaba diferentes colores de piel, ojo y pelo. Acto seguido, extendió el libro a Virgo para que le señalara el color que quería o le dijera si no estaba, para poder buscarlo.

Wen sonrió complacida con la fácil respuesta de Giz. Siempre se enorgullecía cuando sus amigos demostraban su eficacia en su trabajo o sus habilidades, sobre todo si esa demostración permitía que ella cumpliera su palabra de forma casi inmediata.

Virgo no fue capaz de ocultar su sorpresa cuando el goliat le tendió el catálogo. Al principio, la humana había pensado que dama Diurna y sus amigos estaban montando una especie de pantomima para luego terminar dándole largas, pero Giz le estaba ofreciendo un amplio catálogo de posibilidades y todos lo estaban tomando de forma muy normal, como si no estuviera a punto de deshacerse de aquello que había marcado su vida hasta el momento.

- Este, quiero este- indicó señalando un tono de morado que aparecía en la paleta de los cabellos sinhadres.

En un principio, Virgo solo había querido deshacerse del rosa y le daba igual qué color llevar después, pero al ver que se le daba la opción pensó que por una vez podría llevar algo que el gustara y aquel color, el mismo que el de la camiseta que llevaba dama Diurna en aquel momento, le gustaba desde que tenía memoria.

Fuck, ya ha pisado una mierda. Bien Adara, acabas de presentarte y ya la has cagado. Ni que fuera la primera vez que ves un esclavo, tía, ya sabes de qué van la peña que los captura. Un aplauso, por favor.

—Vaya… —A ver, cómo arreglo yo esto. Me agarro un mechón con los dedos, nerviosa—. Perdona Virgo, no lo pensé antes.

¿Y ahora por qué te pones tan nerviosa? Ni que esta mierda fuera tan importante o algo. ¿Eres tonta o qué? Está claro que quiere cambiar de color, sí, y creo que el que ha elegido le quedará mejor. Y tú pensando que es que le gustaba el rosa o…

Ah, venga ya, joder. No tengo ganas para esta mierda ya. Deja de comerte la cabeza con gilipolleces. Sí, ya sé. Voy a seguir con la carne. No tengo nada más de provecho que hacer aquí. Solo seguir diciendo tonterías.

Asistió mayormente en silencio a los siguientes eventos, pero se acercó a mirar qué color había elegido Virgo.
—Ese es un buen color —opinó para después dedicar una sonrisa a Wen.
El violeta siempre le había gustado, pero desde que conocía a la vouivre, ya que era un color que ella solía usar habitualmente en su vestimenta, le gustaba todavía más.

No se le pasó el malestar de Adara, que casi parecía antinatural en ella. Que se disculpase por haber metido la pata era una cosa, pero la ángel negro no actuaba normalmente de forma que pareciese incluso un tanto indefensa. Estaba afectada todavía y se notaba demasiado.
—Te hemos preparado el sótano para que puedas acomodarte mientras vivas aquí, espero que estés a gusto —le dijo a la esclava.
A continuación se acercó a Adara y colocó una mano sobre su hombro dedicándole una mirada de comprensión y acompañándola a la cocina.

Virgo señaló el color que quería y Giz tomó nota mentalmente, era un color bonito y creía que le podía quedar bien. Estaba tan concentrado echando cuentas que no se dio cuenta del comportamiento de Adara, que no parecía haberse recuperado aún del todo de la pesadilla grupal.

—Perfecto. Ahora… —sacó un par de recipientes de su bolsa sin fondo junto a un bastoncillo—. Necesitaré dos o tres pelos tuyos y un poco de saliva.

En cuanto tuviera todo lo que necesitaba, el goliat se traslocaría a su laboratorio.

—Vuelvo enseguida.

Hubo un pequeño malentendido con el pelo de la chica, pero Gael pensó que no iba a ir más allá de un poco de incomodidad por parte de Virgo, que seguramente fuese comprensiva con el error de Adara. Pero resultó no ser tan sencillo. Le aliviaba haber visto a Adara más animada, pero tras aquel pequeño incidente ya no volvió a sonreír y también parecía algo nerviosa.

Gael no llegó a intervenir apenas cuando hablaron del cambio del color de pelo porque esa era sin duda la especialidad de Giz. En cambio estuvo observando a Adara de reojo mientras tanto. Cuando Giz se fue y Wen iba a enseñarle el cuchitril a Virgo, siguió a Adara y a Noel hasta la cocina. Se volvió a poner los guantes y, mientras reanudaba el trabajo, le dijo a la ángel negro:
—Hey, no creo que lo del pelo tenga tanta importancia.

La posibilidad de que se equivocase estaba ahí, pero no sabía de qué otro modo decirle unas palabras de ánimo. A lo mejor se había precipitado.

¿Eh, qué? No entiendo nada, ¿para qué me sigue? ¿Y la mano en el hombro? ¿Quiere algo? ¿Qué pasa? No lo pillo si no dices nada, Noel. ¿Lo del pelo?

—Ah, ya, claro que no la tiene —solo la que le quiero dar yo a veces. No entiendo nada, no pasa nada—. No se la estaba dando, solo me dio un poco de corte el desliz. Nada más.

¿Y esa risita nerviosa? No sé de dónde ha salido. No pasa nada, no pasa nada. Vamos a seguir con la carne, que aún hay mucho que preparar.

Adara parecía desconcertada, pero no tenía forma de saber si fingía o no. Era cierto que podía ser bastante cabeza hueca a veces, pero en aquel momento al sueco le estaba costando discernir su auténtico estado de ánimo. De todos modos Gael había sido demasiado sutil y quizás era por eso. El draco, no obstante, creía que sería mejor ser más directos en aquel caso. Se apoyó contra la encimera y se cruzó de brazos.
—Aun así, Adara… ¿Estás bien? Se te nota rara. Sabes que puedes contarnos lo que sea, ¿verdad?

—¿Me notáis rara? —¿Para qué me saca ahora eso?— Tuve unos días un poco malos, pero estoy bien, de verdad.

»Ya sabéis, la vida sigue, no podía tirarme en la cama para siempre, ahí dejándome y comiéndome la cabeza. “¡Tengo que superarlo!”, me dije. No pasa nada, de verdad. Si pasara algo os lo diría, claro. Ya estoy bien, todo está bien ahora, de verdad.

Calla ya, estás haciéndote sonar como una loca. Y cómo digas “de verdad” una vez más te doy.

No pasa nada, todo está bien.

Gael se preocupó bastante al escuchar la respuesta de Adara. Pensó que tal vez no debía haber dicho nada, o que ese no era el tema que tenía que tocar, pero por suerte Noel fue más concreto y trató de enderezar las cosas. Aunque, al final, no consiguió mejores resultados. Adara estaba mal, eso saltaba a la vista y lo hacía desde aquella pesadilla horrible.

Aunque ya era hora de dejar atrás aquellos temores y la mala época general, Adara parecía ser a la que más le estaba costando. Era extraño en ella.
—A lo mejor nos equivocamos al asumir que podías superarlo tú sola. Quiero decir —se corrigió al momento—, que lo único que hicimos fue intentar sacarte de la cama y a la calle, pero no hemos hablado sobre lo que pasó. Si quisieses… aquí estamos. Solo eso. Sabemos que eres fuerte, de sobra, pero hay cosas que son más fáciles cuando no las hace uno solo.

Gael también se había puesto un poco nervioso. No quería que la ángel negro volviese a reaccionar como antes, y si de verdad le molestaba que intentasen ayudar, acababa de meter la pata hasta el fondo.

Por un instante, me detengo a medio cortar. ¿Qué les pasa ahora a estos? No pasa nada, todo está bien ahora. Ya salí de la cama, y fue gracias a ellos.

—No sé de qué habláis. No hay nada que hacer.

No pasa nada, todo está bien. Sigo cortando. Este pedazo se resiste un poco, me pregunto si hará falta afilar el cuchillo. A veces es tan difícil cortar, y a veces se pierden brazos como si nada. Pero ya está, ya vuelvo a tenerlo, y he salido de la cama, y por eso todo está bien. Pero no, tengo que sonar idiota, borde y cagarla por gilipolleces. Vuelve el nudo en el estómago, las manos me sudan y el cuchillo me resbala en ellas. Y ya no puedo ni cortar en condiciones. No, no, otra vez no. Y ni siquiera sé yo por qué. Y si no sé yo por qué, ¿en qué me podrán ayudar?

Está claro que es inútil, soy inútil. Dejo el cuchillo, me voy a mi cuarto. No quiero que me vean así, no quiero. Pero no puedo ni hablar y decirles que no pasa nada, que me apetece descansar un rato de la cocina. Solo eso, nada más. Soy patética.

No pasa nada, no hay nada que hablar. Nada está bien.