El Cuchitril

La ciudad no era especialmente grande y el draco había volado a considerable velocidad, espoleado por la impotencia que sentía en aquel momento así como de la necesidad de encontrarse con el resto… Especialmente con Giz, quien estaba seguro de que estaría tan destrozado como Wen o incluso más. Aun así el vuelo hasta la puerta del cuchitril le había parecido eterno y cuando vio desde la distancia que, como mínimo Gael y Adara ya se encontraban fuera, aceleró todavía más. Aterrizó todo lo cerca que pudo y, cuando comprobó que el asreniano también estaba allí, realizó una corta carrera en su dirección. Verlo allí, encogido sobre sí mismo de aquella manera… Apretó los dientes y dedicó una mirada cargada de dolor al fuego fatuo y la ángel negro. A continuación se agachó y rodeó al goliat aparatosamente con los brazos. Durante un instante se sintió muy indefenso, como si el asreniano y él hubiesen viajado en el tiempo, a una época que ya le parecía terriblemente lejana.
—No sé qué ha pasado —dijo al cabo de unos instantes, separándose ya de Giz y completamente incapaz de encontrar las palabras adecuadas. No creía que las hubiera, pero tenía que hablar; él tenía información que el resto no tenía, por escasa que fuera, y debía compartirla como fuese posible—. Ella… Wen. Wen soñó que Nasher estaba allí <<muerto>> —fue incapaz de pronunciar la terrible palabra en voz alta—. De alguna forma… Ella lo supo. Y cuando llegamos… Era real, Wen me condujo hasta el lugar exacto donde se encontraba. En el barrio de los callejones sin salida —aclaró al darse cuenta de la omisión crucial—. Wen está allí… Deberíamos irnos cuanto antes.
Según lo decía se puso ansioso sin poder evitarlo. ¿Y si le ocurría algo a la vouivre? ¿Y si era una trampa? Trató de sacudirse el pensamiento de encima: lo que debía hacer era ponerse en marcha.

Giz apoyó la cabeza sobre el hombro de Gael y llevó su mano a la de Adara, dejándose arropar y tratando de comunicar lo agradecido que estaba de que estuvieran cerca. Seguía sollozando, por más que se esforzaba en controlar el llanto, y poco a poco una chispa de rabia surgió de los cajones más recónditos de su mente. Con la mirada perdida en el taller del fuego fatuo, la rabia dio paso a una claridad dolorosa cosida con preguntas e hilos. Era un goliat, la confusión no cabía en él.

Así, recordó la última muerte que investigaron, que le vino a la mente desde el mismo rincón que nació la rabia; un fogonazo de lucidez: Tsusu. El repoblador había prosperado gracias a su don de gentes, a su capacidad de labrar mediante otros su propia imagen, una imagen limpia, valiosa; necesaria para el drake. Tsusu no podía dejar cabos sueltos, no podía permitirse caer mal y no lo hacía.

Igual que Nasher, supo, y le sobrevino un escalofrío que pudieron sentir todos.

Para cuando Noel aterrizó, la peor parte del llanto ya había ocurrido. Las últimas lágrimas caían a la vez que el asreniano hipaba. Al ver a su amigo, Giz no fue capaz de levantarse. Se quedó contra la misma pared, apoyado aun en Gael y agarrado aun a Adara, y dejó que aquel abrazo los completara como un pequeño puzle de cuatro piezas. Durante un instante su memoria trajo al frente el patio de Letargo, las noches claras, las risas de juegos lejanos y las lágrimas viejas, derramadas en el nombre de otra gente que ya no le importaba tanto.

Cuando el draco se separó y le comunicó lo que sabía, Giz volvió a Nasher, a la idea de su cuerpo muerto —que pronto sería sustituída por una imagen real, la última que tendría de él—; Giz volvió a pensar en los días que ya no pasarían juntos, en los viajes a Asrena que ya no harían o en cómo había perdido a su Nassandra preferida, la que la quimera dibujaba en sus escamas algunas noches.

No supo de dónde sacó la fuerza para levantarse, pero lo hizo, despacio. En un murmullo, se cubrió de protecciones para defenderse de cualquier rescoldo futuro, y luego habló con la voz rota y la mente clara:

—Vamonos, por favor —rogó a sus amigos—. Wen podría estar en peligro.

No quería ir, no quería encontrarse con el cuerpo de quien había caminado a su lado durante tantos años. No quería ni pensar en el estado en que lo encontraría. Giz cogió aire, se hizo levitar y, dispuesto a partir, abrió la gola.

Gael tiritaba, conteniendo sus dientes para que no castañeasen. Se debía a los nervios, que se habían sumado al frío ventoso de la noche rocavarancolesa. Sin embargo, el fuego fatuo se negaba a avivar sus llamas para no quemar a Giz. En aquel momento el mundo se había parado y lo único que existían eran ellos y su pena. Eran capaces de decirse muchas cosas sin necesidad de usar ninguna palabra.

Noel llegó tras los que pareció una eternidad. Su cara lo decía todo, de alguna manera, y Gael acabó de encajar la realidad cuando los cuatro estuvieron en corrillo. El fuego fatuo se preparó como pudo para escuchar lo que Noel les tuviese que contar, pero resultó ser más surrealista de lo que jamás podría haber imaginado. ¿Cómo podía saber Wen dónde encontrar a Nasher? ¿Un soñador le había chivado lo que había pasado por consideración? No. Si fuese así se lo habría dicho personalmente. ¿Había alguna relación entre alguien con una transformación soñadora y el asesinato? Gael solo conocía a personas que no tenían ningún motivo para hacerle aquello a la quimera.

Estaba tan inmerso en sus pensamientos que casi olvidaba que era importante ponerse en marcha cuanto antes, por Wen. Cuando por fin comprendió que estaba sola en un callejón donde había muerto su amigo, se dio cuenta de la prisa que había realmente.
—¡Espera! —le dijo a Giz—. Teletransportémonos mejor.
No era necesario añadir las posibilidades que se le estaban pasando por la cabeza. Estaba seguro de que todos las tenían en mente. Entre él y Giz llevaron a sus amigos al barrio de los callejones sin salida y luego a sí mismos. Una vez allí, el draco los guiaría a donde estaba el cuerpo. Gael temía los sentimientos que le podía producir tenerlo delante, ya que para él los cadáveres eran solo carne. Pero ese cuerpo significaba demasiado y no quería verlo de ese modo.

Sigue en el barrio de los callejones sin salida.

Wen se sintió frustrada ante las palabras de sus amigos. Vale que quien había puesto ese sueño en su mente tenía que ser un soñador, un súcubo, un íncubo o un mentalista, pero no era porque hubiera rebuscado en sus recuerdos, era porque Resizsan estaba involucrado directamente, pero sus amigos parecían no estar convencidos de ello. "Nasher lo habría visto como yo. Él sabría que su asesino había sido Resizsan", pensó con tristeza mientras miraba de reojo el cadáver de su compañero, el cual estaba siendo transportado por Noel mientras el grupo se encaminaba de vuelta al Cuchitril.

- No creo que Kae haya soñado con lo mismo. Para él ellos solo son el medio para llegar a mi. Le da igual que ellos sean conscientes o no de que quiere matarlos, solo quiere que yo lo sepa y que sepa que es por mi causa- murmuró mientras caminaba cabizbaja cerca de Giz.

Sobras ya se encontraba en la puerta del cuchitril cuando ellos llegaron. Wen no perdió tiempo en abrazarla.

- Ha sido Resizsan- le susurró al oído por la congoja pero no con la intención de que no la escucharan.

Mientras ponían a Kaethe al día rápidamente decidieron llevar el cadáver al taller de Gael, donde podrían hacerle una autopsia de ser necesario.

Suavemente, Wen agarró del brazo a Giz para pararlo antes de que entrara al taller. Por su nivel de magia, Giz y Gael eran los que más hechizos conocían y teniendo en cuenta que Gael se encontraba ocupado, prefería preguntarle solamente a Giz. La británica en realidad hubiera preferido ahorrarse la pregunta en un momento tan delicado, pero no podía sacárselo de la cabeza y necesitaba respuestas.

- Giz, ¿es posible que alguien pueda permanecer en la ciudad después de muerto y sin ser fantasma?

Durante el camino Gael comentó con los demás la posibilidad de contratar a Seon para que vigilase los sueños de Wen, o de preguntarle a un mentalista si encontraba rastros de manipulación previa, pero siempre cabía la posibilidad de que este ya hubiese sido contratado por el culpable en primer lugar.

Entre tanto, Kaethe respondió que estaba esperando en el cuchitril y el fuego fatuo se sintió enormemente aliviado. No la había escuchado responder la primera vez, cuando todos estaban medio dormidos, y habían partido antes de darle tiempo a llegar a la posada. Por suerte allí estaban Toima y Tania también, así que no se encontraba sola.

Cuando se encontraron con la ghoul tocó de nuevo dar explicaciones, de lo que se encargó Wen. Gael le dedicó una mirada triste mientras se dirigían con el cuerpo al taller; ya hablarían cuando todo aquello terminase. Ahora que sabía que era un objetivo no paraba de darle vueltas a qué se podía hacer. El burdel era un lugar realmente seguro, pero a partir de ese día se ofrecería a acompañarla cuando tuviese que salir. Y aun así… ¿qué pasaba si le sucedía algo similar a lo de aquella dullahan que había examinado Giz?

Gael estaba tan nervioso que casi no atinaba a activar las runas de iluminación de las habitaciones. Lo desesperado de la situación empezaba a hacer mella en él, y el darse cuenta de que la mejor opción era encontrar cuanto antes al culpable le dio valor para sugerir algo que le resultaba impensable: mancillar el cuerpo de Nasher para extraerle información. Era desagradable, y si había formas de contrarrestar lo que quería hacer él de antemano todo iba a ser en vano.
—Hay algo que podemos hacer después de la autopsia —se atrevió a decir, dando gracias que Giz y Wen todavía no hubiesen entrado, mientras alcanzaba uno de sus libros y lo hojeaba con rapidez—. Se puede hacer hablar a los muertos. No es permanente, pero… pero podría confesar quién es su asesino siempre que lo haya visto. Siento mucho proponer esto, sé que no es agradable, yo tampoco quiero hacerle esto a un amigo, ¿pero qué nos queda? Tenemos que parar esto cuanto antes, antes de que muera nadie más.
«Nasher lo habría entendido, ¿verdad? No querría que hubiese muerto nadie más… yo tampoco lo querría». Se sentía muy inseguro al proponer aquello, pero les mostró las instrucciones del grimorio a los demás en cuanto encontró la página.

El peso real del cadáver de Nasher era mucho menor que el que sentía el draco mientras volaba de regreso al cuchitril con él en brazos. El asunto era complicado. Probablemente podían fiarse de Seon, y el sueco añadió también a Melodes como una posibilidad sobre a quién recurrir, a fin de cuentas era un soñador más experimentado, pero tenían que andarse con pies de plomo. Fuese quien fuese y hubiese usado el método que fuera, tenía demasiada información sobre Wen y su criba, algo que probablemente solo resultaría simple de averiguar para un soñador y Noel tenía claro que ninguno de ellos podía ser el responsable. Entonces… ¿Cómo? Y, sobre todo, ¿por qué? ¿Por qué querían hacerle tanto daño a Wen, y de aquella forma tan específica? No tenía lógica. El ranta que ella había matado en el torreón Maciel, hacía muchos años, no podía estar vivo. Incluso si se hubiese convertido en fantasma no habría tenido poder para hacer nada, y si fuera así habría aparecido mucho antes. Y a pesar de ello la vouivre estaba completamente convencida, tal y como demostró una vez más al decirle a Kaethe el nombre de Reszisan. Fue un alivio ver a la ghoul sana y salva, no obstante, y el sueco le dedicó una mirada cargada de tristeza y agotamiento al acercarse con el cadáver de la quimera sensorial a la que había sido una buena amiga más para él.

Noel siguió de cerca al fuego fatuo hacia el interior su taller y colocó el cuerpo con extremo cuidado donde se lo indicó. Escuchó atentamente lo que Gael había pensado y, aunque a él tampoco le parecía una idea agradable, no tardó en dar su opinión al respecto.
—Deberíamos aprovechar todas las oportunidades para obtener información. Con Tsusu tan solo llegamos a callejón sin salida tras callejón sin salida —añadió sin darse cuenta de la ironía con la que se podría interpretar aquella frase dadas las circunstancias—. No podemos permitirnos dar tantos palos de ciego cuando sus vidas corren peligro. Yo estoy de acuerdo, aunque vaya a ser duro. Siempre que Giz y Wen den su consentimiento, claro.
Los mencionados no tardarían mucho en reunirse con ellos, por lo que el sueco les explicaría qué había propuesto el fuego fatuo sin rodeo alguno.

Qué valiente, qué bravatas, qué grandiosa. Qué estúpida soy.

¿A quién intentaba engañar? Estoy acojonada, cagada de miedo. Las desgracias se van acercando a nosotros y seguimos igual: sin tener ni pajolera idea de lo que pasa. La verdad, Wen: te entiendo. Entiendo que pienses de veras que ha sido un muerto, y quién sabe si podría ser cierto. Joder, será por cosas chungas en esta ciudad, que se levanten los muertos me parece hasta probable.

Y si resulta que es verdad… ¿Qué hacemos? Van a por Wen, y quién sabe a por quién más. Y nosotros no somos más que estorbos, piedras en su camino. Tal vez ni siquiera eso ―irónicamente, sería lo más seguro para nosotros―. Quiero gritar, otra vez. Pero ahora de miedo, llorar, meterme en la cama…

Muy bien, Adara. Para ya. Vete a la mierda. Tú, tu gilipollez y yo también. ¿Qué coño consigo machacándome así? Vamos venga céntrate. Me palmeo la cara con ambas manos. Uy, menudas hostias, han sonado mucho más de lo que esperaba. No me miréis, Gael y Noel. ¡No ha sido nada!

―También estoy de acuerdo ―respondo a ambos. Va a ser duro, difícil, pero también lo mejor―. Debemos... Es mejor pasar por esto si por fin nos puede dar alguna pista en esto.

Los vivos son la prioridad. No me siento cómoda con este pensamiento ahora, pero creo que es la posición más lógica.

Giz voló en silencio, concentrándose en el sonido del aire que cortaba a su paso. Intentaba atar más cabos, encontrar una pieza nueva que les acercara un poco más a lo que le había pasado a Nasher. Sin embargo, parecía difícil. Cuanto más escuchaba a la vouivre, más sospechaba que llevaba razón. Wen no insistiría si no estuviera tan segura y en Rocavarancolia todo podía ser. Por eso, cuando ella le paró y le preguntó, Giz le respondió aceptando la posibilidad.

―Seguramente sí, aunque yo no la conozca. Tal vez sea algún tipo de magia primordial. Cuando... ―le costó hablar―. Cuando acabemos todo esto, podemos investigar esa posibilidad, y si de verdad es Resizsan, más le vale prepararse para morir una segunda vez.

El goliat no necesitaba ser el ejecutor, le bastaba con saberlo muerto.

Cuando Noel apareció, Giz no pudo evitar hacer una mueca, pero acabó por asentir. Era un paso necesario si querían saber lo que había ocurrido.

―Está bien ―dijo―. Quiero estar presente.

Si Wen daba su consentimiento, Giz los seguiría a ella y a Noel hasta el interior del taller.

Wen se sintió algo aliviada cuando Giz le dijo que había una posibilidad, aunque él no la conociera, pero sobre todo se sintió profundamente agradecida de que la creyera al nombrar a Resizsan como posible asesino. Wen sabía que sonaba a locura y obsesión por su parte, pero no podía evitar pensar que solo él podía haberlo hecho. Si hubiera sido cualquier habitante de la ciudad, ¿no hubiera tenido más lógica que intentaran matar a sus compañeros del Cuchitril si lo que se pretendía era hacerle daño? Nasher era suficientemente cercano, pero ¿Tsusu? Su muerte le había apenado, pero a penas había tenido relación con él, tanto durante la criba como después de la Luna. Para Wen solo había una posibilidad.

La británica agradeció a Giz con un gesto antes de ver a Noel salir del taller. Una vez este explicó lo que pretendían hacer, Wen asintió seriamente hacia él.

- Si, yo también quiero estar presente.

Gael se sintió un poco mejor ―solo un poco― cuando su idea no fue tachada de descabellada. Tras tantos años trabajando con cadáveres, había perdido la capacidad de discernir cuándo era irrespetuoso con los muertos, por lo que al tener delante el cadáver de un amigo, solo tocarlo le parecía desconsiderado. Era un nigromante, al fin y al cabo. A nadie le gustaba imaginarse que su cuerpo fuese a acabar en manos de los de su calaña.

Fue difícil escuchar de los propios Giz y Wen que querían estar presentes. En cierto modo, habría preferido que el menor número de gente tuviese que volver a oír su voz. Pero estaba decidido, y había que ponerse en marcha.

Los preparativos previos para que aquello funcionase pasaban por llamar de nuevo a Nia para preguntarle si disponía de una pócima de resurrección acusadora, aprovechando que ya la habían despertado durante la primera comunicación. Era más rápido pedírsela a ella que tratar de encontrar la bibliografía o los ingredientes, y Gael estaba dispuesto a acabar con aquello cuanto antes.

Mientras esperaban a la náyade se procedió a hacer la autopsia para averiguar si había algo extraño que escapase a la vista en el cuerpo de Nahser. Examinar el cadáver y sus heridas con magia reveló que la causa de su muerte tenía que ser exactamente la que parecía: la herida del torso no tenía pinta de ser posterior a su muerte, por lo que no era muy sospechosa. Tampoco había venenos en su sangre, ni rescoldos de magias poderosas.

Nia llegó justo a tiempo. Gael ya estaba leyendo y releyendo el ritual del hechizo para que nada saliese mal, ya que no era precisamente de uso frecuente. No quería alargar de más aquel trámite equivocándose, pero se puso en marcha tan pronto llegó la poción por lo mismo. Respiró hondo varias veces antes de empezar el ritual, con el libro delante. En cierto punto de este, alguien debía asistirlo vertiéndole la poción a Nasher en la garganta. No parecía estar surtiendo efecto, hasta que la boca del asreniano se abrió.

―¡Me atacaron! ―graznó. Su voz parecía rota hasta que fue tomando fuerza. No abrió los ojos ni se incorporó―. ¡Me mordieron! ¿Qué me han hecho? Estoy vacío y seco. No quiero seguir en Krabelin porque muerde, muerde. Resizsan. Vi a Resizsan, él me dejo seco, vacío. ¿Dónde está mi sangre? ¡Resizsan! ―insistió una última vez, obligado por la magia de la poción.

Cuando el cuerpo volvió a ser solamente un cuerpo, se hizo un silencio siniestro en el taller.

A Noel no le sorprendió que todos estuviesen de acuerdo y quisiesen estar presentes. Ya conocía de sobra a sus amigos y estaba seguro de que antepondrían la posibilidad de encontrar pistas sobre el asesino de Nasher a su propio malestar. Por eso tampoco ninguno quiso excluirse de pasar por aquello: todos  juntos soportarían el dolor de volver escuchar hablar a la quimera sensorial sabiendo que ya no era más que una cáscara vacía.

Cuando llegó Nia, el sueco se preparó mentalmente para lo que venía a continuación y se ofreció a ser el mismo quien vertiese la pócima sobre la boca de Nasher. De algún modo, el hecho de estar “ayudando” a Gael con un asunto nigromántico le hizo recordar fugazmente una época muy lejana que no echaba exactamente de menos, pero sí que era todo bastante más sencillo. Ojalá sus preocupaciones volviesen a ser la adaptación al cambio y no que sus conocidos y amigos cercanos comenzasen a morir uno tras otro. Aunque aquello, por desgracia, nunca les había sido ajeno en realidad.

Su cabeza tan solo trataba de mantenerse ocupada para disipar un poco la sensación angustiosa mientras el fuego fatuo finalizaba de ejecutar el hechizo. Desechó los pensamientos de golpe una vez escuchó la voz del kitade. Tal y como cabía esperar, el galimatías que fueron sus palabras no tenía demasiado sentido, pero un nombre destacaba claramente entre los recuerdos mezclados del que una vez había sido Nasher: Resizsan.

Nasher calló para siempre, pero aquel nombre maldito permaneció en el ambiente, invadiendo la sala de incomprensión y de algo ominoso difícil de precisar. El sueco rompió el silencio al cabo de unos instantes.
—¿Cómo?
La pregunta que llevaba rondándole toda la noche en la cabeza había ido adquiriendo distintos matices, pero en aquel momento había cobrado todavía más importancia. Wen estaba segura; la propia víctima lo había dicho: Resizsan era el asesino. Pero eso no era posible. Y, no obstante, de alguna forma lo era.
>>Nasher… Habló de Krabelin. —Se frotó la cara en un vano intento de despejar su cabeza, llena de pensamientos inconexos y confusos—. Estaba allí de misión, ¿verdad? Deberíamos hablar con los guardianes del portal. Si lo mataron allí, han tenido que ver al asesino entrar y salir del planeta.

Por alguna razón no se sentía del todo confiado: parecía una solución demasiado sencilla y el draco dudó de su propia idea. No había nada ilógico en ello y si la poción había funcionado bien deberían poder, como mínimo, contar con una lista de sospechosos si hablaban con los guardianes. Pero algo le decía que no iba a ser tan sencillo. A fin de cuentas en aquel asesinato había demasiados factores surrealistas, el culpable se había tomado una cantidad de molestias excesivas. Pero era la última pista que les había dejado Nasher y debían seguirla.

…
…
…

¿Qué…?

Resizsan. ¿No era ese el nombre que dijo Wen? El fiambre… ¿Puede haber sido él de verdad? Es que joder, es absurdo. Pero mierda, he visto cosas absurdas a patadas en esta ciudad. Que los muertos puedan volver a la vida… No.

¿Pero entonces cómo podían ser esas sus últimas palabras, sus últimas impresiones? Espera, un momento. Podría ser.

―¿Y si estaba soñando? ―Mejor me explico un poco más―. Quiero decir, tú también has soñando con el tipo ese, y te dejó sin duda una fuerte impresión ―aclaro mirando a Wen―. Qué coño, todos aquí estamos teniendo problemas de sueño y sin duda hay alguien, o algo, trasteando con los subconscientes, aunque no lo recordemos al despertar. Bueno, en la mayoría de los casos, claro.

»A ver, que me aclaro ―que me estoy haciendo el lío yo misma―. Lo que quiero decir es que Nasher pudo haber estado soñando, incluso delirando, y que este sueño es el que nos esté transmitiendo. No digo que no haya tenido nada que ver Resizsan, pero tal vez no… físicamente. ¿Creéis que es posible?

Creo que… he hablado demasiado. Mierda, podría haberme cortado un poquito.

Giz tuvo que reprimir las lágrimas cuando Nasher... No, cuando sus restos hablaron. ¿Eso era lo último que escucharía en su voz? ¿El miedo a morirse (irónicamente)? Respiró hondo varias veces mientras sus amigos tomaban la palabra. «¿Qué te han hecho, Nasher?» se preguntó a sí mismo. Su sangre... ¿Por qué preguntaba por ella? El mordisco no era de un vampiro, no le encajaba con ninguna especie cosechable, y no parecía que se la hubieran drenado para alimentarse. «Resizsan...». Dirigió una mirada preocupada a Wen.

―Quien sea que lo ha hecho no lo habrá matado en Krabelin si tiene dos dedos de frente. Si no, que se dé por muerto ―contestó primero a Noel, luego se dirigió a Adara―. Todo es posible ahora mismo.

Suspiró. La voz le temblaba y él se lo notaba. Se lo recriminó en silencio, de manera imperceptible para ninguno de los allí presentes. Luego carraspeó y añadió:

―Necesito salir a tomar el aire. Si no os importa, creo que esperaré fuera ―porque Giz tenía claro que la siguiente parada sería la explanada, minutos más o menos tarde.

Wen se mantuvo en un segundo plano mientras le suministraban la poción al cadáver de Nasher. Que ella hubiera elegido estar ahí no quería decir que quisiera estar en primera fila cuando aquello ocurriera, pero eso no evitó que escuchara alto y claro las palabras de Nasher. No es que la británica esperara sentir alguna emoción positiva al oir como se corroboraba lo que ella había dicho en un principio sobre la implicación de Resizsan, pero tampoco esperaba que la confirmación fuera como una bofetada cuando ella había sido la primera en poner el nombre del ranta sobre la mesa. Sí, Wen había estado completamente convencida de ello, incluso se había molestado cuando sus amigos no parecían creerla, pero en el fondo deseaba que no fuera así, que Resizsan no hubiera tenido nada que ver y que su imagen, su sádica risa, su ruido y él hubieran seguido tan muertos como lo habían estado el día anterior, que no hubieran resurgido para ser, de nuevo, la pesadilla y amenaza de Wen. Y, según parecía, también de sus amigos.

- Puede que...- comenzó a decir, pero sentía la boca tan seca que tuvo que aclararse la garganta y tragar saliva antes de poder continuar-. Puede que alguna bestia salvaje le haya atacado en Krabelin antes de su asesinato. Ha dicho "muerde". A lo mejor eligió ese momento para matarlo, cuando se encontraba en otro mundo y herido,... vulnerable- aportó, aunque su voz sonaba casi como si se encontrara en trance y no como si estuviera dando una opinión real.

Su mente no podía dejar de pensar en Resizsan y cómo había decorado las paredes de su, por entonces, habitación con la sangre del nublino. ¿Para eso querría la sangre de Nasher? Por un momento Wen vio en su mente a los actuales cosechados residentes en Maciel entrando en su antigua habitación, encontrandese las paredes pintadas con la sangre de Nasher y al ranta en medio fumandose un cigarro y no pudo evitar darle una arcada.

Gael se quedó sin palabras. Empezó a respirar de forma demasiado pesada y demasiado rápida, en parte por el cansancio, en parte por la ansiedad. «Pero… ¿pero qué demonios está ocurriendo aquí?». Dirigió miradas confusas a sus compañeros, que empezaron a hablar de cómo proceder. En esencia, no había cambiado nada, tenían que hacer lo mismo, con la excepción de que ahora cabía la posibilidad, aunque fuese remota, de que no hubiese sido asesinado en la ciudad. Pero lo que sí había cambiado era que tenía que tomarse totalmente en serio las acusaciones de Wen. No era posible que fuese una casualidad, fuese lo que fuese. Incluso si Adara tenía razón. El ranta tenía que estar muerto, pero también conectado con el caso de alguna manera. Eso, o alguien se había tomado las molestias de no dejar ni un cabo sin atar a la hora de crear aquel engaño.

—Entonces… vayamos a la explanada ya, antes de que cambie el turno de los guardias. Podéis ir saliendo, yo me encargo de recoger.
Giz estaba fuera, y Wen tampoco parecía encontrarse nada bien. No creía que le viniese bien quedarse allí dentro mucho más. El ambiente era muy desagradable, aunque solo fuese por lo que acababa de suceder. Se encargó de apartar todo del medio y cubrir el cuerpo de Nasher con una sábana antes de salir. A la vuelta decidirían qué hacer con él, pero no quería dejarlo de cualquier manera. Al menos en el taller estaría seguro.

Gael no dijo nada ni durante el camino. Hasta que no hablasen con los guardias de los portales prefería no seguir haciendo cábalas, lo que no quería decir que su mente no bullese de ideas.

Sigue en la explanada de los portales.

Una vez de vuelta, Giz no perdió ni un segundo en comprobar si Nasher era el dueño de la sangre, lo cual se reveló como cierto. Lo comunicó a sus compañeros con voz pesarosa y guardó silencio. Mientras su mente bullía entre recuerdos dolorosos, teorías cogidas con pinza y diferentes métodos para unir las piezas y resolver el rompecabezas que se les había presentado esa noche. Su esencia de goliat le permitía mantener cierta claridad mental aun a pesar de la pena y el luto.

La siguiente vez que abrió la boca, fue para traer a colación un tema difícil:

—¿Qué haremos con su cuerpo? Nasher habría querido que lo honraramos a la manera de nuestra especie —dijo a sus amigos. Tenía un nudo en la garganta, nacido de no querer despedirse—. Pero entiendo si os resulta difícil participar en algo así.

Giz compartía cultura con Nasher, sabía los razonamientos que habían llevado a los Mirie Kitade a comerse entre ellos. Ya había comido amigos antes, de hecho, y aun así, entendía el recelo del resto de culturas con el ritual. Él mismo sentía cierto recelo a tragar su carne, acostumbrado a los entierros y a las cremaciones en Rocavarancolia, pero quería respetar los deseos de Nasher.

Es raro.

No es que nos hayamos encontrado nada que no nos esperáramos: nos hemos encontrado precisa y exactamente lo que esperábamos. Y eso me parece… ¿extraño? Y no es que Noel sea el único entre nosotros que sepa seguir un rastro, puedo confirmar yo misma que no se le ha ido la cabeza por el sueño o algo parecido. O han hecho bailar al pobre de forma muy extraña, o realmente había ahí dos asrenianos. Aunque la sangre solo pertenecía a Nasher. Y a ver, no es que fuera precisamente un niño de teta, sabía cómo vender cara su piel. Es como el perfecto asesinato imperfecto, lleno de rastros y con un asesino claro. No, aquí algo se nos escapa.

Pero bueno, estamos de vuelta. Toca retomar en lo que podamos nuestras vidas, al menos hasta mañana. Eso en caso que podamos dormir más, que lo dudo. Mientras estamos en el salón principal, juntos pero sin hablar, Giz saca algo que no se me había ocurrido. Agh, esto es complicado, mucho.

―Puedo… hacer un esfuerzo ―respondo vacilante. Él me entiende, sin duda―. Ni que sea pequeño, lo haré por él.