Plano de los sueños
+8
Lops
Yber
Tak
Giniroryu
Muffie
Zarket
Naeryan
Evanna
12 participantes
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades: Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Plano de los sueños
30/03/17, 08:07 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Todos los habitantes de la ciudad lo visitan de forma periódica, pero sólo unos pocos pueden moverse libremente por él.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Jack
Ficha de cosechado
Nombre: Tawar
Especie: Repobladore de la montaña
Habilidades: Artesanía, habilidad manual y resistencia
Re: Plano de los sueños
03/01/19, 05:52 pm
Torre Serpentaria
La bruja había decidido volcarse en su nuevo plan de futuro y había pasado los últimos días yendo y viniendo de la Biblioteca, copiando pasajes y trayendo libros a su habitación. Libros de arquitectura y de historia, cualquier texto que hablase del aspecto de la ciudad antes de su destrucción así como cualquier libro o guía de hechizos que estuvieran relacionados con los edificios. También había intentado dibujar las descripciones que había encontrado, pero le era más útil plasmar estructuras y planos con las onyces en su habitación o fuera en el aire. Aquel día estaba asomada a su ventana mientras daba instrucciones a las sombras, afanadas en levantar una fachada oscura en el aire frente a Serpentaria. Onyx desviaba la mirada hacia el cielo de vez en cuando, nerviosa, como si fuera a estallar una tormenta en un cielo sin nubes, pero no más nerviosa que las sombras, que las tenía en constante agitación que les impedía tomar formas sólidas. El desmayo les sobrevino inmediatamente antes de que la bruja decidiera dejarlo por hoy, desvaneciendo a las onyces y a Onyx por igual. Y para cuando despertó, las sombras habían tomado la forma de una torre (diminuta, eso sí, tan alta como la bruja) que no habían visto nunca. O quizá sí.
Se sentó en el suelo en el mismo sitio en que había caído. Desorientada, miró a su alrededor. ¿Se había desvanecido por cansancio? No recordaba haberse excedido tanto como para acabar de bruces en su alfombra. No, estaba convencida de que no. Había pasado algo distinto y alzó la mirada y buscó a sus sombras para confirmarlo.
—¿Habéis notado algo ra...? —comenzó, pero se detuvo.
Las onyces estaban aglomerándose en torno a una extraña torre que habían dibujado ellas mismas. No tenía una textura sólida como los dibujos de estos días sino que era vaporosa y parecía desplazarse, muy lentamente. Le era familiar, pero no conseguía ubicarla en la ciudad. Y estaba segura de que recordaría si un edificio de Rocavarancolia tenía esa apariencia. No sabía describirlo, pero le atrapaba la mirada, como si las hebras de sombras que rezumaban por sus ventanas la tuvieran atrapada.
Pero consiguió desviar la mirada de vuelta a su habitación. Miró a las sombras que quedaban en el interior.
—¿De dónde habéis sacado... eso?
Varias bocas se abrieron en la torre y llamaron su atención chasqueando sus fauces.
—¡Es una señal!
—¡Os devoraremos!
—¡Seremos libres!
Las miró de hito en hito. No tenía sentido nada de lo que decían, pero de alguna forma encajaba muy bien con la sensación de que había algo "roto" en el aire. Además, las onyces solo eran sombras, nunca habían tenido ese poder de atrapar su mirada. Pero mirar a esa torre era como mirar a un agujero negro.
—Algo falla...
—¡Algo va a pasar! —exclamó una onyce serpiente que se encaramó en su hombro izquierdo.
—A eso me refiero... Entrad, vamos. Mejor aquí dentro que...
El golpe en la puerta las sobresaltó a todas por igual, y ni tan siquiera el veloz aviso de quién era sirvió para calmarles. Era Ozz. Se acercó a abrir con el corazón en un puño mientras sus onyces desmontaban la torre... Pero desde la puerta cualquiera podría ver que no tuvieron mucho éxito. Seguiría flotando frente a la ventana mientras las sombras intentaban despegarse sin lograrlo. La torre se removía y agitaba, como si las onyces que la formasen quisieran atrapar a más y más sombras y crecer en tamaño mientras la bruja estaba distraída.
—Hey, ¿qué tal? Oh, ¿quién es ella?
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Plano de los sueños
13/01/19, 09:06 pm
Trama de los Sueños
Ruth se frotaba la base del cráneo, dolorida. Estaba practicando hechizos menores con sumo cuidado en su habitación cuando de pronto se había desvanecido y golpeado contra el suelo. No sabría decir con exactitud cuánto tiempo había estado inconsciente pero supuso que bastante tiempo, pues las velas de su habitación se encontraban apagadas. Cuando se incorporó lo hizo arrugando la nariz, con la superstición de que algo iba como no debería, o que estaban a punto de ocurrir cosas que no debía presenciar. Se notaba más ligera, como si sus pies solo rozaran el suelo y la cabeza palpitaba a su pesar.
Un murmullo que se colaba a través de las paredes de la Sede la sacó de su habitación. Curiosa, Ruth no se alarmó por encontrar los pasillos desiertos, al parecer había anochecido y era menos probable encontrar trasnochadores que vagaran de un sitio a otro. Sin embargo algo la inquietaba, el sonido de un acordeón incesante, casi solitario y acompañado únicamente del rugir de una tormenta. Ruth se encogió, extrañada, hacía calor. Un ardor insólito que trepaba por su brazos y se extendía por su nuca. ¿Desde cuando ella sentía calor?. No en Rocavarancolia desde luego. Y menos con aquel tiempo.
-¿Qué diablos?- musitó al descender hacia la sala común, guiada por las notas del acordeón. Este se encontraba inusualmente en penubra, únicamente iluminado por unas antorchas que desprendían un fulgor rojizo, casi enfermo. A Ruth le recordó el color de la sangre espesa.
-Ya está aquí- dijo una primera voz, femenina.
-Nos tenía usted en vilo, mi señora- aventuró una segunda, mucho más grave y clara, pero con una pizca de temor en sus palabras.
Ruth dio un paso atrás, hasta que distinguió a dos sombras justo en medio de la habitación, aparentemente inmóviles. Una estaba encendiendo un pequeño candil con los dedos y cuando la llama prendió por completo la música del acordeón desapareció con una última nota discordante. Ahora podía verlos mejor.
-Dése prisa, no querrá hacerla esperar- musitó la joven.
-¿Disculpe? ¿Qué?- la israelita se hallaba ante dos extraños. La mujer, mucho más alta, estaba ataviada con un largo vestido veneciano de contrastes blancos y rosados, las mangas y las joyas incrustradas centelleaban con un brillo anaranjado producto del fuego que los alumbraba. El hombre, cuyo traje no hacía sombra al de ella, lucía una capa oscura a juego con un traje de rayas negras y verdes. Sus manos enguantadas reposaban en el hombro de la chica. Pero nada de aquello la perturbaba tanto como sus máscaras y el importante detalle de que ambos, tras aquella vestimenta sedosa, lucían una cola de reptil a su espalda, acabadas en unas llamas tan débiles que si no fuera por el candil habría sido incapaz de verlas.
Ruth no podía creer lo que veía ante sus ojos y sabía que se trataba irremediablemente de dos demonios de fuego. Tragó saliva antes de hablar.
-No os conozco- aventuró a decir- Quemaduras no me habló de vosotros- de que pudieran existir al menos otros dos demonios como ellos, quiso decir. Con la mención al repoblador creyó ver que ambos aguantaban la risa. Ruth notaba como había algo que les impedía soltar una carcajada, como si le debieran algún tipo de respeto- sois como yo.
La mujer se acercó y comenzó a hablar con aquella voz débil, casi como un tintineo. Ruth pudo ver más de cerca que su máscara era totalmente negra, imitando a un carnero negro de cuernos dorados. El hombre por su parte portaba una del mismo color y similar a un cuervo, pero con el pico más largo. Antes de que pudiera impedirlo la chica se acercó demasiado. Olía a humo.
-Oh, querida- y se llevó una mano a la abertura que hacía de boca en su máscara. Ruth no supo por qué, pero odió aquel gesto con toda su alma- somos demonios de fuego, en efecto, pero nunca nos compararíamos con usted. Él es Attilo- y señaló al hombre, este se limitó a a sentir con la cabeza- y yo soy Marietta. Nos complace anunciarle que seremos quien la acompañe para la víspera que se celebra esta noche. Oh ¿Lo había usted olvidado?.
-¿Pero de qué esta hablando?- empezó a mosquearse, deshaciéndose de su cercanía. “Tengo calor”. Estoy empapada. Y la tormenta arreciaba fuera. ¿Cómo podían ir vestidos así con la temperatura que hacía?. La ropa se le pegaba a la piel de forma tan incómoda que no pudo frenar el acto de quitarse su camiseta, quedándose en sujetador- ¿Quiénes sois? ¿Qué es esto? ¿Una broma?- algo andaba mal, lo sentía en cada poro de su ser. No había establecido lazos con mucha gente en el tiempo que llevaba en la Sede pero deseaba con todas sus ansias que cualquiera se presentara para aclarar algo. Pero nadie bajaría por las escaleras.
-Veo que ya empieza a surtir efecto, mi señora- casi susurró Marietta.
-¿Efecto el qué? ¿Es este calor?- Ruth sintió la rabia apoderarse de su cuerpo. Quería abofetearla, arrancarle la macabra máscara y estampárserla en la cara con fuerza- Cómo me hayáis hecho algo os juro que... .
Attilo rompió su silencio.
-Vamos, toda la ciudad sabe que usted ya no puede usar la magia. Ella la selló dentro de su cuerpo para que no pudiera revelarse, Señora. A veces es más fácil aceptar el destino de uno, por muy tortuoso que sea.
Ruth comprobó con asombro como los hechizos más ofensivos que conocía se deshacía en sus dedos aún realizando los gestos y palabras adecuadas. Como un hormigueo en los dedos. “Esto no puede estar pasando”.
-¡¿Qué me pasa y qué queréis de mí?!.
-Es usted una leyenda, señora. Un mito. Sus hazañas llegan hasta lo más recóndito de Ormivas, a cada peñasco de Nubla y cada árbol terrestre- la israelita negó con la cabeza. ¿De qué hablaba esa tal Marietta?.
-Yo no he hecho ninguna hazaña. Me estoy cansando de este juego de mierda.
-Se equivoca- continuó Attilo- ¿acaso no fue usted quien levantó las moles de fuego? ¿Quién derrocó al Consejo y las órdenes de los otros mundos?. Algunos infieles creen que no existe y aún siguen peleando, alargando sus vidas inútilmente contra usted. Pero revelaste que el fuego lo quema todo. Aún recuerdo... aún recuerdo- y se interrumpió, limpiándose las lágrimas de emoción.
-Discúlpale, Señora. Attilo fue uno de sus máximos seguidores en la campaña contra los licántropos. Aún recuerda con grandiosidad aquellos momentos.
-Aún recuerdo cuando se unió a la Salamandra, ambas terminasteis lo que empezaste. El pueblo sabe la valentía que implica lo que usted va a hacer esta noche. Pero no los haga esperar.
Ruth pensó que debía estar drogada, o soñando. Pero no, el pánico la inundaba, aquello era lo más vívido que había sentido nunca, y el calor seguía abrasándola desde dentro. Casi no podía hablar.
-Sois de la Casa de Gar ¿verdad?. Queréis llevarme... a algún sitio para hacerme algo porque me visteis aquel día cuando conocí a Quemaduras- otra vez aguantaron la risa- pero no soy débil. Ni fácil.- Sus músculos se tensaron, estaba preparada para luchar.
-La Casa de Gar ya no existe- replicó la chica- usted la quemó hace años.
-Y por supuesto- siguió Attilo, más repuesto- no es débil.
Justo en el instante en que Ruth decidió que no pudo más se abalanzó hacia ellos. Pero su cuerpo febril no respondió y cayó al suelo de bruces. Había caído en un estado casi comatoso y era incapaz de mover un músculo, sentía como la gravedad la envolvía y tiraba de ella hacia abajo. Las voces de sus acompañantes tejían a su alrededor un sinuoso eco.
-Os voy a... os voy a... -pero la llevaban fuera de la Sede, la arrastraban en un carruaje, Ruth creyó escuchar los cascos de unos caballos de fondo. La tormenta caía con furia sobre ella y toda la ciudad, empapándola, aún así, veía todo el agua de su cuerpo evaporarse con un espectáculo de humo y la cadena que le habían puesto en el cuello se estaba tornando incandescente.
-Perdónenos, no pensábamos que fuese necesario- se disculparon al unísono- La Salamandra estará encantada de recibirla.
-¿Quién diablos es...?
-¿La Salamandra?- preguntó Marietta- usted siempre ha preferido llamarla Imre.
“NO”. No podía ser.
-Su hermana hará los honores- y con una voz mucho más vil y pérfida anunció- Ya llega el Aquelarre.
Sigue en Plaza del Estandarte
Ruth se frotaba la base del cráneo, dolorida. Estaba practicando hechizos menores con sumo cuidado en su habitación cuando de pronto se había desvanecido y golpeado contra el suelo. No sabría decir con exactitud cuánto tiempo había estado inconsciente pero supuso que bastante tiempo, pues las velas de su habitación se encontraban apagadas. Cuando se incorporó lo hizo arrugando la nariz, con la superstición de que algo iba como no debería, o que estaban a punto de ocurrir cosas que no debía presenciar. Se notaba más ligera, como si sus pies solo rozaran el suelo y la cabeza palpitaba a su pesar.
Un murmullo que se colaba a través de las paredes de la Sede la sacó de su habitación. Curiosa, Ruth no se alarmó por encontrar los pasillos desiertos, al parecer había anochecido y era menos probable encontrar trasnochadores que vagaran de un sitio a otro. Sin embargo algo la inquietaba, el sonido de un acordeón incesante, casi solitario y acompañado únicamente del rugir de una tormenta. Ruth se encogió, extrañada, hacía calor. Un ardor insólito que trepaba por su brazos y se extendía por su nuca. ¿Desde cuando ella sentía calor?. No en Rocavarancolia desde luego. Y menos con aquel tiempo.
-¿Qué diablos?- musitó al descender hacia la sala común, guiada por las notas del acordeón. Este se encontraba inusualmente en penubra, únicamente iluminado por unas antorchas que desprendían un fulgor rojizo, casi enfermo. A Ruth le recordó el color de la sangre espesa.
-Ya está aquí- dijo una primera voz, femenina.
-Nos tenía usted en vilo, mi señora- aventuró una segunda, mucho más grave y clara, pero con una pizca de temor en sus palabras.
Ruth dio un paso atrás, hasta que distinguió a dos sombras justo en medio de la habitación, aparentemente inmóviles. Una estaba encendiendo un pequeño candil con los dedos y cuando la llama prendió por completo la música del acordeón desapareció con una última nota discordante. Ahora podía verlos mejor.
-Dése prisa, no querrá hacerla esperar- musitó la joven.
-¿Disculpe? ¿Qué?- la israelita se hallaba ante dos extraños. La mujer, mucho más alta, estaba ataviada con un largo vestido veneciano de contrastes blancos y rosados, las mangas y las joyas incrustradas centelleaban con un brillo anaranjado producto del fuego que los alumbraba. El hombre, cuyo traje no hacía sombra al de ella, lucía una capa oscura a juego con un traje de rayas negras y verdes. Sus manos enguantadas reposaban en el hombro de la chica. Pero nada de aquello la perturbaba tanto como sus máscaras y el importante detalle de que ambos, tras aquella vestimenta sedosa, lucían una cola de reptil a su espalda, acabadas en unas llamas tan débiles que si no fuera por el candil habría sido incapaz de verlas.
Ruth no podía creer lo que veía ante sus ojos y sabía que se trataba irremediablemente de dos demonios de fuego. Tragó saliva antes de hablar.
-No os conozco- aventuró a decir- Quemaduras no me habló de vosotros- de que pudieran existir al menos otros dos demonios como ellos, quiso decir. Con la mención al repoblador creyó ver que ambos aguantaban la risa. Ruth notaba como había algo que les impedía soltar una carcajada, como si le debieran algún tipo de respeto- sois como yo.
La mujer se acercó y comenzó a hablar con aquella voz débil, casi como un tintineo. Ruth pudo ver más de cerca que su máscara era totalmente negra, imitando a un carnero negro de cuernos dorados. El hombre por su parte portaba una del mismo color y similar a un cuervo, pero con el pico más largo. Antes de que pudiera impedirlo la chica se acercó demasiado. Olía a humo.
-Oh, querida- y se llevó una mano a la abertura que hacía de boca en su máscara. Ruth no supo por qué, pero odió aquel gesto con toda su alma- somos demonios de fuego, en efecto, pero nunca nos compararíamos con usted. Él es Attilo- y señaló al hombre, este se limitó a a sentir con la cabeza- y yo soy Marietta. Nos complace anunciarle que seremos quien la acompañe para la víspera que se celebra esta noche. Oh ¿Lo había usted olvidado?.
-¿Pero de qué esta hablando?- empezó a mosquearse, deshaciéndose de su cercanía. “Tengo calor”. Estoy empapada. Y la tormenta arreciaba fuera. ¿Cómo podían ir vestidos así con la temperatura que hacía?. La ropa se le pegaba a la piel de forma tan incómoda que no pudo frenar el acto de quitarse su camiseta, quedándose en sujetador- ¿Quiénes sois? ¿Qué es esto? ¿Una broma?- algo andaba mal, lo sentía en cada poro de su ser. No había establecido lazos con mucha gente en el tiempo que llevaba en la Sede pero deseaba con todas sus ansias que cualquiera se presentara para aclarar algo. Pero nadie bajaría por las escaleras.
-Veo que ya empieza a surtir efecto, mi señora- casi susurró Marietta.
-¿Efecto el qué? ¿Es este calor?- Ruth sintió la rabia apoderarse de su cuerpo. Quería abofetearla, arrancarle la macabra máscara y estampárserla en la cara con fuerza- Cómo me hayáis hecho algo os juro que... .
Attilo rompió su silencio.
-Vamos, toda la ciudad sabe que usted ya no puede usar la magia. Ella la selló dentro de su cuerpo para que no pudiera revelarse, Señora. A veces es más fácil aceptar el destino de uno, por muy tortuoso que sea.
Ruth comprobó con asombro como los hechizos más ofensivos que conocía se deshacía en sus dedos aún realizando los gestos y palabras adecuadas. Como un hormigueo en los dedos. “Esto no puede estar pasando”.
-¡¿Qué me pasa y qué queréis de mí?!.
-Es usted una leyenda, señora. Un mito. Sus hazañas llegan hasta lo más recóndito de Ormivas, a cada peñasco de Nubla y cada árbol terrestre- la israelita negó con la cabeza. ¿De qué hablaba esa tal Marietta?.
-Yo no he hecho ninguna hazaña. Me estoy cansando de este juego de mierda.
-Se equivoca- continuó Attilo- ¿acaso no fue usted quien levantó las moles de fuego? ¿Quién derrocó al Consejo y las órdenes de los otros mundos?. Algunos infieles creen que no existe y aún siguen peleando, alargando sus vidas inútilmente contra usted. Pero revelaste que el fuego lo quema todo. Aún recuerdo... aún recuerdo- y se interrumpió, limpiándose las lágrimas de emoción.
-Discúlpale, Señora. Attilo fue uno de sus máximos seguidores en la campaña contra los licántropos. Aún recuerda con grandiosidad aquellos momentos.
-Aún recuerdo cuando se unió a la Salamandra, ambas terminasteis lo que empezaste. El pueblo sabe la valentía que implica lo que usted va a hacer esta noche. Pero no los haga esperar.
Ruth pensó que debía estar drogada, o soñando. Pero no, el pánico la inundaba, aquello era lo más vívido que había sentido nunca, y el calor seguía abrasándola desde dentro. Casi no podía hablar.
-Sois de la Casa de Gar ¿verdad?. Queréis llevarme... a algún sitio para hacerme algo porque me visteis aquel día cuando conocí a Quemaduras- otra vez aguantaron la risa- pero no soy débil. Ni fácil.- Sus músculos se tensaron, estaba preparada para luchar.
-La Casa de Gar ya no existe- replicó la chica- usted la quemó hace años.
-Y por supuesto- siguió Attilo, más repuesto- no es débil.
Justo en el instante en que Ruth decidió que no pudo más se abalanzó hacia ellos. Pero su cuerpo febril no respondió y cayó al suelo de bruces. Había caído en un estado casi comatoso y era incapaz de mover un músculo, sentía como la gravedad la envolvía y tiraba de ella hacia abajo. Las voces de sus acompañantes tejían a su alrededor un sinuoso eco.
-Os voy a... os voy a... -pero la llevaban fuera de la Sede, la arrastraban en un carruaje, Ruth creyó escuchar los cascos de unos caballos de fondo. La tormenta caía con furia sobre ella y toda la ciudad, empapándola, aún así, veía todo el agua de su cuerpo evaporarse con un espectáculo de humo y la cadena que le habían puesto en el cuello se estaba tornando incandescente.
-Perdónenos, no pensábamos que fuese necesario- se disculparon al unísono- La Salamandra estará encantada de recibirla.
-¿Quién diablos es...?
-¿La Salamandra?- preguntó Marietta- usted siempre ha preferido llamarla Imre.
“NO”. No podía ser.
-Su hermana hará los honores- y con una voz mucho más vil y pérfida anunció- Ya llega el Aquelarre.
Sigue en Plaza del Estandarte
- InvitadoInvitado
Re: Plano de los sueños
14/01/19, 01:40 am
Era habitual que Cain despertase varias veces a lo largo de la noche (o de la mañana, si se había acostado al amanecer) y pensó que iba a ser una de tantas, pero la sensación que le invadió el pecho hizo que, en lugar de volver a acurrucarse entre las mantas, abriese los ojos. Vio destello metálico, y dos ojos tan dorados como el suyo, hundidos e inyectados en sangre.
-¡DEMONIO!
El shock de oir esa voz después de tantos años lo paralizó y no fue capaz de pronunciar ni un hechizo de desvío. La hoja del cuchillo siseó en el aire, pero antes de llegar a tocar su carne algo la detuvo. Dos manos gigantescas se desplegaron, surgiendo de la espalda de Cain y levantando su cuerpo de la cama; una sujetaba el cuchillo por la hoja, la otra a la mujer que lo empuñaba por el cuello. Era delgada y vestía un camisón color hueso, el cabello ceniciento le caía sobre la cara en bucles grasientos. Apestaba a sudor rancio, el olor de los enfermos. La mujer empezó a chillar mientras la mano la alzaba en el aire y a mover sus piernas raquíticas con desesperación.
-¡HIJO DE SANTÁN! ¡IMPURO! ¡DEMONIO! ¡VOY A MATARTE! ¡NO DEBERÍAS HABER NACIDO, DEBERÍAS HABER MUERTO EN LUGAR DE ÉL! ¡ASESINO!
Cain observó impasible a la mujer histérica. Se había recuperado del susto inicial y parecía tener el control de la situación, pero había demasiadas cosas mal. Para empezar, su madre no debería estar en Rocavarancolia, y Estigma tampoco debería ser visible. Había conjuros y cláusulas que podían revelar la verdadera forma de los demonios de la cábala de Asmodai pero Cain solo los había usado una vez. Le repugnaba el blanco prístimo de los miembros, su textura arcillosa, los ojos y orificios que se abrían y cerraban de forma aleatoria en su superficie. El brujo sintió la bilis subiéndole por la garganta, y mientras su madre seguía maldiciéndolo.
-¡ARDERÁS EN EL AVERNO POR TODA LA ETERNIDAD! ¡TU ALMA IMPÍA Y NEGRA ARDERÁ! ¡TU EXISTENCIA ES UN PECADO!
Cain hizo un gesto vago y la mano de Estigma se recolocó para cubrir toda la cabeza de la mujer. Luego, a una orden, la aplastó. Los sesos de lo que se suponía era su madre se escurrieron hasta el suelo, la mano soltó el cuerpo y se apoyó en el suelo para impulsarse. Estigma sacó a Cain de la cama.
-¿Cómo están los demás? -preguntó a sus demonios.
-No hay demás, estamos solos tú y yo, como en los viejos tiempos -le respondió Estigma.
-¡DEMONIO!
El shock de oir esa voz después de tantos años lo paralizó y no fue capaz de pronunciar ni un hechizo de desvío. La hoja del cuchillo siseó en el aire, pero antes de llegar a tocar su carne algo la detuvo. Dos manos gigantescas se desplegaron, surgiendo de la espalda de Cain y levantando su cuerpo de la cama; una sujetaba el cuchillo por la hoja, la otra a la mujer que lo empuñaba por el cuello. Era delgada y vestía un camisón color hueso, el cabello ceniciento le caía sobre la cara en bucles grasientos. Apestaba a sudor rancio, el olor de los enfermos. La mujer empezó a chillar mientras la mano la alzaba en el aire y a mover sus piernas raquíticas con desesperación.
-¡HIJO DE SANTÁN! ¡IMPURO! ¡DEMONIO! ¡VOY A MATARTE! ¡NO DEBERÍAS HABER NACIDO, DEBERÍAS HABER MUERTO EN LUGAR DE ÉL! ¡ASESINO!
Cain observó impasible a la mujer histérica. Se había recuperado del susto inicial y parecía tener el control de la situación, pero había demasiadas cosas mal. Para empezar, su madre no debería estar en Rocavarancolia, y Estigma tampoco debería ser visible. Había conjuros y cláusulas que podían revelar la verdadera forma de los demonios de la cábala de Asmodai pero Cain solo los había usado una vez. Le repugnaba el blanco prístimo de los miembros, su textura arcillosa, los ojos y orificios que se abrían y cerraban de forma aleatoria en su superficie. El brujo sintió la bilis subiéndole por la garganta, y mientras su madre seguía maldiciéndolo.
-¡ARDERÁS EN EL AVERNO POR TODA LA ETERNIDAD! ¡TU ALMA IMPÍA Y NEGRA ARDERÁ! ¡TU EXISTENCIA ES UN PECADO!
Cain hizo un gesto vago y la mano de Estigma se recolocó para cubrir toda la cabeza de la mujer. Luego, a una orden, la aplastó. Los sesos de lo que se suponía era su madre se escurrieron hasta el suelo, la mano soltó el cuerpo y se apoyó en el suelo para impulsarse. Estigma sacó a Cain de la cama.
-¿Cómo están los demás? -preguntó a sus demonios.
-No hay demás, estamos solos tú y yo, como en los viejos tiempos -le respondió Estigma.
- Evanna
Ficha de cosechado
Nombre: Rua
Especie: Humana. Sueca
Habilidades: Rapidez mental, valor, astucia
Re: Plano de los sueños
27/01/19, 03:41 pm
TORRE SERPENTARIA
Dormir decentemente se había vuelto un lujo en el último tiempo difícil de lograr, lo que conllevaba que el resto del día estuviera mas cansado de lo habitual y eso parecía transferirse a sus estirges que últimamente estaban mas histéricas de costumbre, algo que llevaba pasando desde hacía un tiempo. El brugho había tenido que parar alguna que otra pelea durante aquel tiempo.
Fuera aparte de aquello, del cansancio y de las rencillas entre su propio dominio, el ghoul no cejó en ningún momento en su empeño de continuar con sus planes. Deseaba hacer bastante cosas con sus estirges y con su magia, planes mas a futuro y ni el sueño ni el hecho de que sus pollos pareciera estar en plena edad del pavo peleándose por tonterías iba a hacerle cambiar de opinión. El ambiente ya estaba enrarecido desde hacia tiempo y sabía que la falta de sueño tenía motivos, `cuales´ era lo que no tenía claro aun, pero tener los tenía, por lo que en alguna ocasión intento lanzarse hechizos para intentar dormir mejor que no sirvieron de mucho.
Tener un noche intranquila no era extraño para Evelhan, lo que si fue extraño para el fue que el sueño le llegase de pronto, cuando apenas acababa de despertarse aquella mañana y todo su cuerpo cayera derrotado sobre la cama de nuevo. De fondo escucho los graznidos de sus estirges y su visión se nublo con la única imagen de un torre que jamas había visto.
No supo cuanto durmió, pero fueron los feroces graznidos de las estirges que se encontraba en su pajarera lo que lo terminaron despertando. <<¿Me dormi de nuevo? Si que debía estar cansado para quedarme dormido apenas desperte....¿Pero que era esa cosa? Últimamente solo tengo pesadillas...pero igual, era una sensación extraña >>pensó Evelhan que sentía que la cabeza estaba aun embotada, levantándose perezosamente de la cama para dirigirse a la jaula que había cubriendo un parte de su habitación y donde mantenía alguna estirges con sus nidos, para así poder vigilar el crecimiento de los polluelos.
-Ya, ya ¿Por qué estáis tan altera...?- pregunto gruñendo por lo bajo ante ellos graznidos, aleteos y sonidos lastimeros que provenían de la jaula. Sus estirges se escuchaban histéricas de buena mañana y no entendía el porqué, por lo que preocupado corrió casi la escasa distancia que les separaba para adentrarse en la pajarera. Sorprendido tuvo que cubrirse la cabeza pues un par de estirges jovenes, aquellas que había criado con sus propias manos, se lanzaron sobre el violentamente, arañandole los brazos intentando clavar sus picos en su carne. Evelhan no podía sentirse mas incrédulo por aquello. Aquellas estirges jamas le habían atacado. ¿Se habían asustado por algo?-¿¡Pero que demonios hacéis, estaros quietas!?- les ordeno nerviosamente, sorprendido por la violencia de las estirges.
Por ello incrédulo se adentro como pudo a la pequeña pajarera, intentando ver que las había enviolentado tanto, mientras seguía dando ordenes precisas que terminaron por hacer que las nerviosas estirges cejaran en su empeño de atacarle. Un graznido lastimero empezó a escucharse a coro, un graznido que tenia todo el sentido para el brugho.
-”Están muertos...”
-”Todos están muertos...”
-”Teníamos...teníamos que protegerlos”
-”Otro brujo..otro brujo viene”
-"No podemos dárselos..."
Conforme los graznidos se volvían comprensibles para Dhelian viendo a las estirges que le miraban desde sus ramas con afilados picos y las garras manchadas de sangre, Evelhan vió con horror como el suelo de la jaula estaba cubierto de plumas, sangre y restos de aquellos pequeños polluelos que aun eran incapaces de volar. Todas y cada una de las crías, estaban abiertas en canal, con las cabezas colgando de sus pequeños cuello casi desplumados. Todas ellas muertas en sus nidos o en el suelo de la pajarera como despojos. Una de ellas, pequeña, que Dhelian no había visto al entrar, crujió bajo sus pies, provocando un escalofrió en el brujo, que apartó inmediatamente el pie con las nauseas que llevaba tiempo sin sentir recorriendo su cuerpo.
-Pero...¿que habéis hecho? -.preguntó el brughou a la nada con el horror pintado en sus facciones, con lagrimas empezando a inundar sus ojos al ver la masacre que las estirges habían hecho en sus propias crías. Se arrodilló con manos temblorosas tomando entre sus manos el cuerpo mutilado de un pequeño polluelo de estirge cubierto de sangre. Aun estaba caliente.
-”Nuestros polluelos...deben ser cuidados...”
-”Tu también eres nuestro polluelo”
Aquel graznido penetró sus oídos y asombrado levanto la vista hasta las estirges de la pajarera, todas ellas le miraban fijamente, mientras empezaban a desplegar sus alas.
-”Lo eres, lo eres...”
-”Así que, debemos también protegerte...”
Evelhan abrió los ojos de golpe, al entender lo que trataban de decirle y de un salto se levantó, retrocediendo cuando las estirges se lanzaron sobre el. Evelhan grito con sorpresa, no entendiendo que estaba ocurriendo y salió de la pajarera cerrando la puerta tras de si, no atinando a ordenarles que le dejasen en paz. Las estirges chocaron contra la verja, intentando alcanzarle a través de los barrotes, , mientras graznaban furiosamente. Respirando con dificultad, vio que aun sostenía en sus manos el cuerpo de la pequeña estirge mutilada.
Un aleteo a su espalda le sobresaltó, girándose de golpe. Allí sobre su cama, mirándole fijamente, se encontraban Hugin y Munin. Evelhan con inquietud, pues al parecer sus ordenes no estaba funcionando bien en ese momento, las miró con precaución, mas ninguna de las dos hizo ademan de atacarle. Con dificultad se hicieron oír sus graznidos por encima de los alterados que llegaban de la pajarera.
-”Salir...salir de aquí, enloquecieron” - pudo escuchar claramente del graznido de Hugin
-”Si, locas, todas locas...” -añadió Munin mientras desplegaba sus alas, como si canturreara.
-"No mataremos a nuestro polluelo” - aseguró Hugin volando hacia el que soltó un grito de susto, mas al estirge lo único que hizo fue subirse en su hombro, como siempre hacia. Dhelian la miro de reojo no muy confiado.
-”Amigos, amigos” – habló en un extraño graznido Munin mientras echaba el vuelo desde la cama para arañar con sus garras la puerta instándole a salir. Evelhan se mordió el labio inferior con nerviosismo, no sabiendo que estaba pasando. Las estirges de la pajarera habían enloquecido ¿ocurrirá lo mismo con las de afuera? Fue lo que fuese parecía que a Hugin y Munin aquello no le había afectado y parecían aun seguir sus ordenes e intentaban cuidar de el como siempre habían hecho.
No lo pensó demasiado, atravesó a toda velocidad la distancia que le separaba de sus puerta mientras escuchaba el graznido ansiosos de las estirges encerradas, queriendo ir a por el. Salió al pasillo con Munin volando junto a su cabeza y sin dudarlo recorrió el pasillo hasta dar con la habitación de Onyx, viendo que allí ya estaba Heraldo con alguien quien no conocía.
-¡Heraldo, Onyx!- exclamó aun algo alterado, mientras les miraba aun con la sorpresa y confusión metida en el cuerpo, incapaz de creerse que sus estiges se le hubieran ido en contra de aquella manera. Ya ni siquiera era porque lo odiaran, lo cual era aun mas confuso-Mis...mis estirges, las de la jaula...enloquecieron, dijeron algo de que había otro brujo y que debían cuidar a sus polluelos...- dijo mostrando el cuerpecito del polluelo-...Y han intentando atacarme...no se que esta pasando. Hugin y Munin, dice que están locas...- dijo nerviosos, mirándoles como si ellos fuesen a tener respuesta a sus dudas. No pudo evitar mirar a Onyx y a sus onyces preguntándose si ella andaría pasando lo mismo con sus onyces o solo era algo que estaba ocurriendole a el por algún motivo que no entendía.
Dormir decentemente se había vuelto un lujo en el último tiempo difícil de lograr, lo que conllevaba que el resto del día estuviera mas cansado de lo habitual y eso parecía transferirse a sus estirges que últimamente estaban mas histéricas de costumbre, algo que llevaba pasando desde hacía un tiempo. El brugho había tenido que parar alguna que otra pelea durante aquel tiempo.
Fuera aparte de aquello, del cansancio y de las rencillas entre su propio dominio, el ghoul no cejó en ningún momento en su empeño de continuar con sus planes. Deseaba hacer bastante cosas con sus estirges y con su magia, planes mas a futuro y ni el sueño ni el hecho de que sus pollos pareciera estar en plena edad del pavo peleándose por tonterías iba a hacerle cambiar de opinión. El ambiente ya estaba enrarecido desde hacia tiempo y sabía que la falta de sueño tenía motivos, `cuales´ era lo que no tenía claro aun, pero tener los tenía, por lo que en alguna ocasión intento lanzarse hechizos para intentar dormir mejor que no sirvieron de mucho.
Tener un noche intranquila no era extraño para Evelhan, lo que si fue extraño para el fue que el sueño le llegase de pronto, cuando apenas acababa de despertarse aquella mañana y todo su cuerpo cayera derrotado sobre la cama de nuevo. De fondo escucho los graznidos de sus estirges y su visión se nublo con la única imagen de un torre que jamas había visto.
No supo cuanto durmió, pero fueron los feroces graznidos de las estirges que se encontraba en su pajarera lo que lo terminaron despertando. <<¿Me dormi de nuevo? Si que debía estar cansado para quedarme dormido apenas desperte....¿Pero que era esa cosa? Últimamente solo tengo pesadillas...pero igual, era una sensación extraña >>pensó Evelhan que sentía que la cabeza estaba aun embotada, levantándose perezosamente de la cama para dirigirse a la jaula que había cubriendo un parte de su habitación y donde mantenía alguna estirges con sus nidos, para así poder vigilar el crecimiento de los polluelos.
-Ya, ya ¿Por qué estáis tan altera...?- pregunto gruñendo por lo bajo ante ellos graznidos, aleteos y sonidos lastimeros que provenían de la jaula. Sus estirges se escuchaban histéricas de buena mañana y no entendía el porqué, por lo que preocupado corrió casi la escasa distancia que les separaba para adentrarse en la pajarera. Sorprendido tuvo que cubrirse la cabeza pues un par de estirges jovenes, aquellas que había criado con sus propias manos, se lanzaron sobre el violentamente, arañandole los brazos intentando clavar sus picos en su carne. Evelhan no podía sentirse mas incrédulo por aquello. Aquellas estirges jamas le habían atacado. ¿Se habían asustado por algo?-¿¡Pero que demonios hacéis, estaros quietas!?- les ordeno nerviosamente, sorprendido por la violencia de las estirges.
Por ello incrédulo se adentro como pudo a la pequeña pajarera, intentando ver que las había enviolentado tanto, mientras seguía dando ordenes precisas que terminaron por hacer que las nerviosas estirges cejaran en su empeño de atacarle. Un graznido lastimero empezó a escucharse a coro, un graznido que tenia todo el sentido para el brugho.
-”Están muertos...”
-”Todos están muertos...”
-”Teníamos...teníamos que protegerlos”
-”Otro brujo..otro brujo viene”
-"No podemos dárselos..."
Conforme los graznidos se volvían comprensibles para Dhelian viendo a las estirges que le miraban desde sus ramas con afilados picos y las garras manchadas de sangre, Evelhan vió con horror como el suelo de la jaula estaba cubierto de plumas, sangre y restos de aquellos pequeños polluelos que aun eran incapaces de volar. Todas y cada una de las crías, estaban abiertas en canal, con las cabezas colgando de sus pequeños cuello casi desplumados. Todas ellas muertas en sus nidos o en el suelo de la pajarera como despojos. Una de ellas, pequeña, que Dhelian no había visto al entrar, crujió bajo sus pies, provocando un escalofrió en el brujo, que apartó inmediatamente el pie con las nauseas que llevaba tiempo sin sentir recorriendo su cuerpo.
-Pero...¿que habéis hecho? -.preguntó el brughou a la nada con el horror pintado en sus facciones, con lagrimas empezando a inundar sus ojos al ver la masacre que las estirges habían hecho en sus propias crías. Se arrodilló con manos temblorosas tomando entre sus manos el cuerpo mutilado de un pequeño polluelo de estirge cubierto de sangre. Aun estaba caliente.
-”Nuestros polluelos...deben ser cuidados...”
-”Tu también eres nuestro polluelo”
Aquel graznido penetró sus oídos y asombrado levanto la vista hasta las estirges de la pajarera, todas ellas le miraban fijamente, mientras empezaban a desplegar sus alas.
-”Lo eres, lo eres...”
-”Así que, debemos también protegerte...”
Evelhan abrió los ojos de golpe, al entender lo que trataban de decirle y de un salto se levantó, retrocediendo cuando las estirges se lanzaron sobre el. Evelhan grito con sorpresa, no entendiendo que estaba ocurriendo y salió de la pajarera cerrando la puerta tras de si, no atinando a ordenarles que le dejasen en paz. Las estirges chocaron contra la verja, intentando alcanzarle a través de los barrotes, , mientras graznaban furiosamente. Respirando con dificultad, vio que aun sostenía en sus manos el cuerpo de la pequeña estirge mutilada.
Un aleteo a su espalda le sobresaltó, girándose de golpe. Allí sobre su cama, mirándole fijamente, se encontraban Hugin y Munin. Evelhan con inquietud, pues al parecer sus ordenes no estaba funcionando bien en ese momento, las miró con precaución, mas ninguna de las dos hizo ademan de atacarle. Con dificultad se hicieron oír sus graznidos por encima de los alterados que llegaban de la pajarera.
-”Salir...salir de aquí, enloquecieron” - pudo escuchar claramente del graznido de Hugin
-”Si, locas, todas locas...” -añadió Munin mientras desplegaba sus alas, como si canturreara.
-"No mataremos a nuestro polluelo” - aseguró Hugin volando hacia el que soltó un grito de susto, mas al estirge lo único que hizo fue subirse en su hombro, como siempre hacia. Dhelian la miro de reojo no muy confiado.
-”Amigos, amigos” – habló en un extraño graznido Munin mientras echaba el vuelo desde la cama para arañar con sus garras la puerta instándole a salir. Evelhan se mordió el labio inferior con nerviosismo, no sabiendo que estaba pasando. Las estirges de la pajarera habían enloquecido ¿ocurrirá lo mismo con las de afuera? Fue lo que fuese parecía que a Hugin y Munin aquello no le había afectado y parecían aun seguir sus ordenes e intentaban cuidar de el como siempre habían hecho.
No lo pensó demasiado, atravesó a toda velocidad la distancia que le separaba de sus puerta mientras escuchaba el graznido ansiosos de las estirges encerradas, queriendo ir a por el. Salió al pasillo con Munin volando junto a su cabeza y sin dudarlo recorrió el pasillo hasta dar con la habitación de Onyx, viendo que allí ya estaba Heraldo con alguien quien no conocía.
-¡Heraldo, Onyx!- exclamó aun algo alterado, mientras les miraba aun con la sorpresa y confusión metida en el cuerpo, incapaz de creerse que sus estiges se le hubieran ido en contra de aquella manera. Ya ni siquiera era porque lo odiaran, lo cual era aun mas confuso-Mis...mis estirges, las de la jaula...enloquecieron, dijeron algo de que había otro brujo y que debían cuidar a sus polluelos...- dijo mostrando el cuerpecito del polluelo-...Y han intentando atacarme...no se que esta pasando. Hugin y Munin, dice que están locas...- dijo nerviosos, mirándoles como si ellos fuesen a tener respuesta a sus dudas. No pudo evitar mirar a Onyx y a sus onyces preguntándose si ella andaría pasando lo mismo con sus onyces o solo era algo que estaba ocurriendole a el por algún motivo que no entendía.
- Spoiler:
- Si se ve como raro y sin sentido la situación, es que se han mezclado el sueño de las estirges con el de Dhelian
-Las estirges soñaron que sus criás morían y atacaban a Dhelian.
-Dhelian soñó que otro brujo de las estirges aparecía y que buenas parte de sus estirges le traicionaban porque este tenía mas poder que el.
Así que ambos sueños se fusionaron, creando esta cosa horrible, sorry si es confuso o es una sueño meh xD.
- Jack
Ficha de cosechado
Nombre: Tawar
Especie: Repobladore de la montaña
Habilidades: Artesanía, habilidad manual y resistencia
Re: Plano de los sueños
12/02/19, 02:46 am
A cada segundo que pasaba, no, cada milisegundo, la bruja sentía más y más la angustia de las onyces. No sabía por qué estaban peleando entre sí, pero tenía visita y por eso había abierto a Ozz. Pero muy poco después llegó Dhelian como una exhalación, asustado y diciendo que ¡habían intentado matarle! ¿Quiénes? No entendió todo, pero le agarró del brazo mientras daba una orden a sus sombras: cubrir ambos lados del pasillo alrededor del grupo, que nadie pudiera alcanzarles.
—Pasad, rápido, hacedme el favor. Estaremos más seguros. Y contadme qué demonios pasa —les pidió a la vez que miraba más allá del daeliciano, buscando a sus agresores.
En el interior, las onyces se debatían entre quedarse con Onyx o ser absorbidas por la gran torre que sus hermanas estaban levantando pared con pared con Serpentaria. No era parte del sueño de la bruja sino que cualquiera podría verla. Y era tal la sensación compartida por las que intentaban huir, que Alice no sabía qué hacer. Pero antes de enfrentarse a ellas tenía que poner a salvo a sus amigos, y por eso insistió en entrar al dormitorio y cerró tras de sí cuando sus amigos entraron, tanto la puerta de madera como el muro de sombras que se había alzado frente a su habitación. Siempre podrían huir por la ventana.
—Pasad, rápido, hacedme el favor. Estaremos más seguros. Y contadme qué demonios pasa —les pidió a la vez que miraba más allá del daeliciano, buscando a sus agresores.
En el interior, las onyces se debatían entre quedarse con Onyx o ser absorbidas por la gran torre que sus hermanas estaban levantando pared con pared con Serpentaria. No era parte del sueño de la bruja sino que cualquiera podría verla. Y era tal la sensación compartida por las que intentaban huir, que Alice no sabía qué hacer. Pero antes de enfrentarse a ellas tenía que poner a salvo a sus amigos, y por eso insistió en entrar al dormitorio y cerró tras de sí cuando sus amigos entraron, tanto la puerta de madera como el muro de sombras que se había alzado frente a su habitación. Siempre podrían huir por la ventana.
- Lops
Ficha de cosechado
Nombre: Kradko
Especie: Clinger de la sociedad nómada
Habilidades: Agilidad, oído musical, habilidad manual
Personajes :
· Adara: Humana ángel negro.
· Heraldo Rocuo: Ochrorio ominario.
· Kradko: Clinger lepäni.
Armas : · Adara: ballesta, tonfas, espada larga y lanza naginata.
· Kradko: bastón.
Re: Plano de los sueños
16/02/19, 02:51 pm
Al instante, te lanzas a presentarla. Bueno, eso sería verdad si no fuera porque es ella misma quien lo hace.
—Mi nombre es Ippe, los dio…
Su voz es interrumpida por otra que bien conoces. Dhelian… No, espera, es Evelhan ahora. Eso, tu amigo exclama claramente alterado por algo. Te preguntas por un instante si es lo mismo que tú sientes, pero seguramente haya algo… algo más.
No necesitas preguntarle nada antes de que empiece a dar explicaciones. Es preocupante, sabes perfectamente que las estirges no son los animales más pacíficos y educados, pero…
«Evelhan sabe perfectamente cómo dominarlos».
Sí, exacto. Algo más sucede, y tiene que ver con esa extraña sensación, la torre que has visualizado, incluso la aparición de Ippe parece estar relacionada. Pero, por ahora, lo poco que podemos hacer es seguir la sugerencia de Onyx y seguirla dentro. Dejas pasar a Evelhan y te diriges hacia el interior tras comprobar que la irrense te sigue.
Enseguida te das cuenta de que las estirges no son las únicas que no actúan con normalidad. Las ónyces parecen… enloquecidas, cuanto menos. En plen caos, hacen y deshacen la figura de una torre…
«Una…» torre.
Te acercas a la ventana deprisa. Ippe, sorprendida por tu acelerón inesperado, decide quedarse en el lugar y seguir presentándose.
—Soy Ippe, vine en busca de Heraldo Rocuo comandada por los Dioses —su voz poderosa unida a su tono educado te produce una impresión muy extraña, claramente llamativa. Claramente, es una voz que reclama ser escuchada.
—Onyx —llamas su atención tras llegar a la ventana—. ¿Qué están haciendo? —Preguntas refiriéndote a las ónyces. Aunque la figura es demasiado inestable para establecer una relación directa, al menos el tipo de edificio te recuerda claramente a otra que has visualizado hace muy poco.
»¿También habéis visto vosotros tres la torre? —Añades antes de que nadie alcance a responderte.
—Mi nombre es Ippe, los dio…
Su voz es interrumpida por otra que bien conoces. Dhelian… No, espera, es Evelhan ahora. Eso, tu amigo exclama claramente alterado por algo. Te preguntas por un instante si es lo mismo que tú sientes, pero seguramente haya algo… algo más.
No necesitas preguntarle nada antes de que empiece a dar explicaciones. Es preocupante, sabes perfectamente que las estirges no son los animales más pacíficos y educados, pero…
«Evelhan sabe perfectamente cómo dominarlos».
Sí, exacto. Algo más sucede, y tiene que ver con esa extraña sensación, la torre que has visualizado, incluso la aparición de Ippe parece estar relacionada. Pero, por ahora, lo poco que podemos hacer es seguir la sugerencia de Onyx y seguirla dentro. Dejas pasar a Evelhan y te diriges hacia el interior tras comprobar que la irrense te sigue.
Enseguida te das cuenta de que las estirges no son las únicas que no actúan con normalidad. Las ónyces parecen… enloquecidas, cuanto menos. En plen caos, hacen y deshacen la figura de una torre…
«Una…» torre.
Te acercas a la ventana deprisa. Ippe, sorprendida por tu acelerón inesperado, decide quedarse en el lugar y seguir presentándose.
—Soy Ippe, vine en busca de Heraldo Rocuo comandada por los Dioses —su voz poderosa unida a su tono educado te produce una impresión muy extraña, claramente llamativa. Claramente, es una voz que reclama ser escuchada.
—Onyx —llamas su atención tras llegar a la ventana—. ¿Qué están haciendo? —Preguntas refiriéndote a las ónyces. Aunque la figura es demasiado inestable para establecer una relación directa, al menos el tipo de edificio te recuerda claramente a otra que has visualizado hace muy poco.
»¿También habéis visto vosotros tres la torre? —Añades antes de que nadie alcance a responderte.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Plano de los sueños
20/02/19, 12:24 am
Rocavarancolia ruge de caos y de sueños cumplidos. Durante un breve instante en los sueños de todos refulge una única figura, la de una niña de cabello rubio con un camisón de dormir. El último intento de un alma que busca descanso por llegar a la única persona que puede dárselo.
—Un puñal de sueños —pide a su sucesor, el soñador que salvará a Rocavarancolia en este futuro donde ella no ha podido hacerlo—. Para acabar con las pesadillas.
—Un puñal de sueños —pide a su sucesor, el soñador que salvará a Rocavarancolia en este futuro donde ella no ha podido hacerlo—. Para acabar con las pesadillas.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Evanna
Ficha de cosechado
Nombre: Rua
Especie: Humana. Sueca
Habilidades: Rapidez mental, valor, astuciaPersonajes :- DL/Dédalo: Cambiante, foner
- Dhelian/Evelhan Kaw: Brugho, daeliciano
- Samika: Evaki, humana
- Pelusa (Pam): Spriggan, Mona del queso.
- Rua: Unicornio Humana, Sueca. 1,76 sin plataformas.
Armas :- DL/Dédalo: Espada, magia y sus cambios
- Dhelian/Evelhan Kaw: Magia y estirges
- Samika: Puñetazos y patadas
- Pelusa (Pam): Cuchillo pelapapas y una honda con piedras
- DL/Dédalo: Cambiante, foner
Re: Plano de los sueños
20/02/19, 12:23 pm
Su alteración debió ser contagiosa para Onyx, que no dudo en jalarlo hacia el interior de la habitación pidiéndole también a Heraldo y la irrense que le acompañaba y que no conocía, rápidamente hacia el interior. Evelhan un tanto confundido y alterado abrazaba aun el cadáver de la pequeña estirge, mientras Hugin y Munin entraban en la habitación junto a el, confusas y en guardia, miraban desconfiadas el movimiento de las onyces, que parecían estar actuando de forma extraña.
La visión de esas onyces formando aquella extraña torre que apenas si había visto por un instante en su cabeza, allí afuera junto ala ventana de su amiga le alteró. ¿Que estaba ocurriendo?¿Que era esa cosa?
-Esa torre...¿porque están creando esa torre?- dijo Evelhan nervioso, con sus manos aun ocupadas y cubiertas de la sangre de la pequeña cría. No sabia que hacer con ella, alterado y sorprendido por los sucesos que ocurrían no atinaba a dejar el pequeño cuerpecito sobre alguna superficie. no entendía nada. las estirgues enloquecían y le atacaban, las onyces de Onyx empezaban a actuar de forma extraña cuando desde hacia tiempo la bruja ya podía controlarlas, y Heraldo aparecía con esa chica llamada Ippe, fuese quien fuese.
Mas las palabras de Heraldo preguntando si habían visto esa torre le sorprendió.
-¿La has visto?- la confusión era patente en la expresión del brugho- Yo la visto justo antes de quedarme dormido, fue extraño porque acababa de despertarme apenas y volví a caer dormido...y ahí me aprecio ver esa construcción...- dijo señalando hacia el exterior de la ventanas donde las onyces se afanaban en recrearla por algún motivo que no entendía.
-"Todos locos, locos..." - grazno cerca suya Munin haciendo que Evelhan se mordiera el labio inferior mirandole de reojo.
-"Es peligroso...eso es peligroso...malo, es malo" - sobre la cama de Onyx, Hugin aleteaba nerviosamente mientras sus ojos no se despegaban de la torre del exterior formada por las onyces, respondiendo de forma que ni Onyx ni Heraldo podrían entenderlas. De todos modos las estirges aunque fuesen inteligentes, no es que fueran muy concisas cuando daban explicaciones ya que para ellas mismas había muchos factores extraños imposibles de comunicarlos. En este caos era el instinto las que les instaba a avisarle del peligro.
-Dicen...que eso es malo, pero no entiendo a que se refieren con exactitud ¿La torre? ¿Las onyces?- dijo Evelhan viendo a Onyx, con sorpresa-¿Te dicen algo las onycess de por qué se comportan así? - pregunto el brugho olvidando por un instante lo que había ocurrido en su habitación por todo lo que estaba pasando allá afuera con el dominio de su amiga, que también empezaba a perder el control allí adentro intentando bloquear las salidas, al menos eso entendía.
El niño se acercó a la ventana queriendo ver un poco mejor que estaban haciendo las onyces no entendiendo realmente que ocurría peor salto hacia atrás sobresaltado cuando un par de estirges aparecieron en su campo de visión, graznando furiosamente intentando alcanzarle con sus picos y uñas. Evelhan retrocedió mirándolas con tristeza, confundido y nervioso, porque incluso cuando les ordeno dejadlo en paz ellas insistían en intentar ir a por a pesar de que no podían por la ventana cerrada.
-¿Veis? No me obedecen, no se porque están comprotandose así...a-alguien mas, debe estar controlandolas, tal vez- susurro con desaliento.
La visión de esas onyces formando aquella extraña torre que apenas si había visto por un instante en su cabeza, allí afuera junto ala ventana de su amiga le alteró. ¿Que estaba ocurriendo?¿Que era esa cosa?
-Esa torre...¿porque están creando esa torre?- dijo Evelhan nervioso, con sus manos aun ocupadas y cubiertas de la sangre de la pequeña cría. No sabia que hacer con ella, alterado y sorprendido por los sucesos que ocurrían no atinaba a dejar el pequeño cuerpecito sobre alguna superficie. no entendía nada. las estirgues enloquecían y le atacaban, las onyces de Onyx empezaban a actuar de forma extraña cuando desde hacia tiempo la bruja ya podía controlarlas, y Heraldo aparecía con esa chica llamada Ippe, fuese quien fuese.
Mas las palabras de Heraldo preguntando si habían visto esa torre le sorprendió.
-¿La has visto?- la confusión era patente en la expresión del brugho- Yo la visto justo antes de quedarme dormido, fue extraño porque acababa de despertarme apenas y volví a caer dormido...y ahí me aprecio ver esa construcción...- dijo señalando hacia el exterior de la ventanas donde las onyces se afanaban en recrearla por algún motivo que no entendía.
-"Todos locos, locos..." - grazno cerca suya Munin haciendo que Evelhan se mordiera el labio inferior mirandole de reojo.
-"Es peligroso...eso es peligroso...malo, es malo" - sobre la cama de Onyx, Hugin aleteaba nerviosamente mientras sus ojos no se despegaban de la torre del exterior formada por las onyces, respondiendo de forma que ni Onyx ni Heraldo podrían entenderlas. De todos modos las estirges aunque fuesen inteligentes, no es que fueran muy concisas cuando daban explicaciones ya que para ellas mismas había muchos factores extraños imposibles de comunicarlos. En este caos era el instinto las que les instaba a avisarle del peligro.
-Dicen...que eso es malo, pero no entiendo a que se refieren con exactitud ¿La torre? ¿Las onyces?- dijo Evelhan viendo a Onyx, con sorpresa-¿Te dicen algo las onycess de por qué se comportan así? - pregunto el brugho olvidando por un instante lo que había ocurrido en su habitación por todo lo que estaba pasando allá afuera con el dominio de su amiga, que también empezaba a perder el control allí adentro intentando bloquear las salidas, al menos eso entendía.
El niño se acercó a la ventana queriendo ver un poco mejor que estaban haciendo las onyces no entendiendo realmente que ocurría peor salto hacia atrás sobresaltado cuando un par de estirges aparecieron en su campo de visión, graznando furiosamente intentando alcanzarle con sus picos y uñas. Evelhan retrocedió mirándolas con tristeza, confundido y nervioso, porque incluso cuando les ordeno dejadlo en paz ellas insistían en intentar ir a por a pesar de que no podían por la ventana cerrada.
-¿Veis? No me obedecen, no se porque están comprotandose así...a-alguien mas, debe estar controlandolas, tal vez- susurro con desaliento.
Invitado, sueñas con un mundo perfecto...
...tu paraíso personal...
...donde lloras tu imperfecta realidad
- Spoiler:
- Rua habla = #9932CC
Rua piensa = #CD5C5C
Dédalo piensa = #FFFAFA
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Plano de los sueños
04/03/19, 05:05 pm
La humana y el idrino miraban la nada.
—No quiero desaparecer.
—No lo harás.
—Estoy muerto —repuso Corann.
—Pero tienes un nombre —le recordó la soñadora—. ¿Te acuerdas de él?
—¿Qué importa? —qué relevancia albergaba cuando no ya había cuernos, ni cola, ni pulso sobre los sueños de otros. El poder de la Luna Roja no alcanzaba el lugar donde los dos se encontraban ahora.
Y de alguna forma extraña Corann no sentía pérdida. Todo se había acabado para él, todos sus planes habían fracasado y sin embargo el idrino no albergaba rabia ni frustración. Nada más que una inefable sensación de paz.
—Importa mucho. Significa que exististe —insistió ella—. El mío es Casandra.
Él titubeó después de responder, como si hubiera pensado en añadir algo más y lo hubiera pensado mejor.
—Yo me llamo Corann.
—Dime, Corann. ¿Qué querías?
La respuesta fue automática.
—Quería poder soñar.
—¿Sólo eso?
—Para ti es fácil. Yo no podía.
—Podrías habérmelo pedido —dijo la soñadora con sencillez—. O a cualquiera de nosotros. No tenías sueños que pudiésemos pintar, pero podríamos haber hecho lo que quisiéramos con los nuestros y haberte invitado. Habría sido como una obra de teatro.
Corann entornó los ojos, todavía imbuido por aquella calma extraña. Bufó. Claro. Todo parecía prístino como el cristal cuando ya estabas muerto.
—No quería nada de vosotros.
—¿Entonces qué querías, cachorro?
Esta vez Corann lo pensó un poco.
—Quería poder. Mucho poder. La Torre podía dármelo.
La soñadora arrugó la nariz con disgusto.
—El poder es algo muy pesado. Es un incordio, querido. ¿Estás seguro de que era eso?
Corann torció el gesto. No lo era, y las palabras le habían sabido falsas incluso antes de que salieran de su lengua.
—No quería el poder, sólo… Que la Torre pudiera hacer cosas por mí. Hacerme ver cosas. Y para eso necesitaba el poder.
—Ah —ella no pareció juzgarle. Parecía pensativa—. ¿Y luego qué habrías hecho?
—Soñar, supongo. Lo que quisiera. Lo que me mostraran.
—¿Y qué querrías haber soñado?
Aquella maldita conversación iba en círculos.
—Quería otra transformación —sí, aquél sí era uno de los sueños que había acariciado tener cuando la Torre ejerciera su influjo por fin sobre él. Pero su consuelo era breve y empalagoso como un dulce de feria. Cansaba al poco tiempo.
—¿Seguro? La Luna no miente, y a Nihil le va bien.
—Nihil está loca.
—¿No lo estamos todos?
Corann no se dignó a responder.
—Quería descansar —admitió al cabo de un tiempo, y le supo casi a verdad. Corann podía estar muerto, pero lo recordaba todo con claridad. Entonces todo dolía demasiado, agotaba demasiado. Sin dormir, sin soñar, sin hablar con nadie, sin atreverse a salir de su plano y odiándolo por no ser capaz de ofrecerle nada real. Sólo quería que parara de alguna forma, cualquiera—. Si Rocavarancolia soñaba… se habría acabado. Sólo sueños, para siempre. No tendría que rendir cuentas de nada. Olvidaría todo lo que había pasado y todos también. Todos habríamos estado igual. Descansar —añadió con torpeza.
Dama Sueño asintió como si comprendiera.
—Yo también quise congelar el tiempo una vez, en sueños —pareció apesadumbrada—. Y lo hice, pero no funcionó. Verás, parar el tiempo solo no sirve. Necesitas que algo afuera también cambie o la locura te hará pedazos.
—Ya lo sé.
—¿Entonces qué querías, cachorro? Si hubieras podido descansar para siempre, si hubieras podido engañarte a ti mismo para siempre, ¿qué habrías visto?
Corann cerró los ojos de nuevo y esta vez rebuscó en su ser. Miró en su interior sin miedo, ahora que podía echar la vista atrás sin que el remolino de rencor, odio, venganza y arrepentimiento le atenazara por dentro cada vez. En aquel espacio infinito donde el tiempo no parecía existir, esperó hasta encontrar la visión que le dio paz realmente.
Mientras tramaba su plan había contemplado mil ideas, había hecho listas interminables de sueños que buscaría entre las visiones que pudiera ofrecerle la Torre. Había fantaseado con una Rocavarancolia donde el mundo se postraba a sus pies, otra donde rendían culto a los sueños en lugar de a él. Había soñado con la muerte espantosa de todos los que le habían hecho algún mal, que uno por uno pedían disculpas por lo que le habían hecho pasar.
Había imaginado que lo dejaban eternamente en paz, acunado para siempre por los sueños de la Torre. Había entretenido la posibilidad de vivir en ellos mil vidas, mil disfraces, fingir que era mil personas distintas que hubiesen pisado Rocavarancolia: héroes o villanos que llegaban a la ciudad y encontraban la gloria o el tesoro incalculable de una vida feliz y anodina. Había imaginado que nunca acudía a Rocavarancolia y que envejecía a un mundo de distancia en las montañas nevadas de Idris.
La que prevaleció, sin embargo, fue una visión sencilla. Casi aburrida.
Corann llegaba a Rocavarancolia. Conocía a los demás allí. No había hambruna, ni peleas, ni mentiras, ni mantícora. La criba seguía adelante en Sendar. Podían no gustarle siempre sus compañeros, pero formaba parte de ellos. No desconfiaba de ellos. No desconfiaban de él. Corann no era feliz en una ciudad que amenazaba con matarle, pero no le desgarraba por dentro la incapacidad profunda de relacionarse con otras personas.
No moría nadie, o al menos no nadie que le importara. Todo era normal y corriente, imposiblemente mundano.
Corann se transformaba, pero tenía adónde volver cuando los sueños ajenos amenazaban con hacerle perder la razón. Tenía quienes tirasen de él de nuevo a la realidad, una realidad que no le daba miedo, donde sabía cómo moverse. Corann sufría, perdía, odiaba y lloraba en Rocavarancolia, saltaba de sueño en sueño ajeno y no podía dormir ni soñar, odiaba las mentiras y estaba loco, pero era normal.
Abrió los ojos de nuevo.
—Nada que pudieran darme.
—Ahora lo sabes, al menos.
—Demasiado tarde —Corann miraba hacia atrás con la lucidez de quien había salido de un largo sueño y solo veía una trayectoria de cicatrices mal curadas, su vida retorcida de tal forma que había acabado deformando también las de los demás.
—Los sueños nos enloquecen a todos. Y tú llevas mucho tiempo soñando, cachorrito.
—Soñando no. Sólo persiguiendo sueños.
—Lo mismo es —sonrió Casandra.
Un nuevo silencio.
—No llegaste a enseñarme Ataxia.
Ella cerró los ojos.
—Lo siento.
Era extraño. Debería estar decepcionado, pero Corann sentía tanta calma.
—No importa. Estoy cansado. No creo que un estúpido bosque me hubiera hecho sentir mejor de todas formas.
—Te sorprendería —Casandra se alisó el camisón con pulcritud—. Pero yo también estoy agotada, si te sirve de consuelo. Ah, nos aguarda un merecido descanso, cachorro. Ya verás.
—¿Eso también puedes verlo?
Ella negó con la cabeza.
—Ésta es una clase de sueño diferente. No es un futuro posible, al menos no para nosotros.
>>En otro futuro hablé con otros dos chicos como tú en un lugar muy parecido a este, ¿sabes? —suspiró entonces—. Era un futuro mejor.
Corann tragó saliva. Sentía los párpados pesados.
—Tal vez no.
La humana y el idrino miraron la nada, y en el espacio de un instante desaparecieron.
—No quiero desaparecer.
—No lo harás.
—Estoy muerto —repuso Corann.
—Pero tienes un nombre —le recordó la soñadora—. ¿Te acuerdas de él?
—¿Qué importa? —qué relevancia albergaba cuando no ya había cuernos, ni cola, ni pulso sobre los sueños de otros. El poder de la Luna Roja no alcanzaba el lugar donde los dos se encontraban ahora.
Y de alguna forma extraña Corann no sentía pérdida. Todo se había acabado para él, todos sus planes habían fracasado y sin embargo el idrino no albergaba rabia ni frustración. Nada más que una inefable sensación de paz.
—Importa mucho. Significa que exististe —insistió ella—. El mío es Casandra.
Él titubeó después de responder, como si hubiera pensado en añadir algo más y lo hubiera pensado mejor.
—Yo me llamo Corann.
—Dime, Corann. ¿Qué querías?
La respuesta fue automática.
—Quería poder soñar.
—¿Sólo eso?
—Para ti es fácil. Yo no podía.
—Podrías habérmelo pedido —dijo la soñadora con sencillez—. O a cualquiera de nosotros. No tenías sueños que pudiésemos pintar, pero podríamos haber hecho lo que quisiéramos con los nuestros y haberte invitado. Habría sido como una obra de teatro.
Corann entornó los ojos, todavía imbuido por aquella calma extraña. Bufó. Claro. Todo parecía prístino como el cristal cuando ya estabas muerto.
—No quería nada de vosotros.
—¿Entonces qué querías, cachorro?
Esta vez Corann lo pensó un poco.
—Quería poder. Mucho poder. La Torre podía dármelo.
La soñadora arrugó la nariz con disgusto.
—El poder es algo muy pesado. Es un incordio, querido. ¿Estás seguro de que era eso?
Corann torció el gesto. No lo era, y las palabras le habían sabido falsas incluso antes de que salieran de su lengua.
—No quería el poder, sólo… Que la Torre pudiera hacer cosas por mí. Hacerme ver cosas. Y para eso necesitaba el poder.
—Ah —ella no pareció juzgarle. Parecía pensativa—. ¿Y luego qué habrías hecho?
—Soñar, supongo. Lo que quisiera. Lo que me mostraran.
—¿Y qué querrías haber soñado?
Aquella maldita conversación iba en círculos.
—Quería otra transformación —sí, aquél sí era uno de los sueños que había acariciado tener cuando la Torre ejerciera su influjo por fin sobre él. Pero su consuelo era breve y empalagoso como un dulce de feria. Cansaba al poco tiempo.
—¿Seguro? La Luna no miente, y a Nihil le va bien.
—Nihil está loca.
—¿No lo estamos todos?
Corann no se dignó a responder.
—Quería descansar —admitió al cabo de un tiempo, y le supo casi a verdad. Corann podía estar muerto, pero lo recordaba todo con claridad. Entonces todo dolía demasiado, agotaba demasiado. Sin dormir, sin soñar, sin hablar con nadie, sin atreverse a salir de su plano y odiándolo por no ser capaz de ofrecerle nada real. Sólo quería que parara de alguna forma, cualquiera—. Si Rocavarancolia soñaba… se habría acabado. Sólo sueños, para siempre. No tendría que rendir cuentas de nada. Olvidaría todo lo que había pasado y todos también. Todos habríamos estado igual. Descansar —añadió con torpeza.
Dama Sueño asintió como si comprendiera.
—Yo también quise congelar el tiempo una vez, en sueños —pareció apesadumbrada—. Y lo hice, pero no funcionó. Verás, parar el tiempo solo no sirve. Necesitas que algo afuera también cambie o la locura te hará pedazos.
—Ya lo sé.
—¿Entonces qué querías, cachorro? Si hubieras podido descansar para siempre, si hubieras podido engañarte a ti mismo para siempre, ¿qué habrías visto?
Corann cerró los ojos de nuevo y esta vez rebuscó en su ser. Miró en su interior sin miedo, ahora que podía echar la vista atrás sin que el remolino de rencor, odio, venganza y arrepentimiento le atenazara por dentro cada vez. En aquel espacio infinito donde el tiempo no parecía existir, esperó hasta encontrar la visión que le dio paz realmente.
Mientras tramaba su plan había contemplado mil ideas, había hecho listas interminables de sueños que buscaría entre las visiones que pudiera ofrecerle la Torre. Había fantaseado con una Rocavarancolia donde el mundo se postraba a sus pies, otra donde rendían culto a los sueños en lugar de a él. Había soñado con la muerte espantosa de todos los que le habían hecho algún mal, que uno por uno pedían disculpas por lo que le habían hecho pasar.
Había imaginado que lo dejaban eternamente en paz, acunado para siempre por los sueños de la Torre. Había entretenido la posibilidad de vivir en ellos mil vidas, mil disfraces, fingir que era mil personas distintas que hubiesen pisado Rocavarancolia: héroes o villanos que llegaban a la ciudad y encontraban la gloria o el tesoro incalculable de una vida feliz y anodina. Había imaginado que nunca acudía a Rocavarancolia y que envejecía a un mundo de distancia en las montañas nevadas de Idris.
La que prevaleció, sin embargo, fue una visión sencilla. Casi aburrida.
Corann llegaba a Rocavarancolia. Conocía a los demás allí. No había hambruna, ni peleas, ni mentiras, ni mantícora. La criba seguía adelante en Sendar. Podían no gustarle siempre sus compañeros, pero formaba parte de ellos. No desconfiaba de ellos. No desconfiaban de él. Corann no era feliz en una ciudad que amenazaba con matarle, pero no le desgarraba por dentro la incapacidad profunda de relacionarse con otras personas.
No moría nadie, o al menos no nadie que le importara. Todo era normal y corriente, imposiblemente mundano.
Corann se transformaba, pero tenía adónde volver cuando los sueños ajenos amenazaban con hacerle perder la razón. Tenía quienes tirasen de él de nuevo a la realidad, una realidad que no le daba miedo, donde sabía cómo moverse. Corann sufría, perdía, odiaba y lloraba en Rocavarancolia, saltaba de sueño en sueño ajeno y no podía dormir ni soñar, odiaba las mentiras y estaba loco, pero era normal.
Abrió los ojos de nuevo.
—Nada que pudieran darme.
—Ahora lo sabes, al menos.
—Demasiado tarde —Corann miraba hacia atrás con la lucidez de quien había salido de un largo sueño y solo veía una trayectoria de cicatrices mal curadas, su vida retorcida de tal forma que había acabado deformando también las de los demás.
—Los sueños nos enloquecen a todos. Y tú llevas mucho tiempo soñando, cachorrito.
—Soñando no. Sólo persiguiendo sueños.
—Lo mismo es —sonrió Casandra.
Un nuevo silencio.
—No llegaste a enseñarme Ataxia.
Ella cerró los ojos.
—Lo siento.
Era extraño. Debería estar decepcionado, pero Corann sentía tanta calma.
—No importa. Estoy cansado. No creo que un estúpido bosque me hubiera hecho sentir mejor de todas formas.
—Te sorprendería —Casandra se alisó el camisón con pulcritud—. Pero yo también estoy agotada, si te sirve de consuelo. Ah, nos aguarda un merecido descanso, cachorro. Ya verás.
—¿Eso también puedes verlo?
Ella negó con la cabeza.
—Ésta es una clase de sueño diferente. No es un futuro posible, al menos no para nosotros.
>>En otro futuro hablé con otros dos chicos como tú en un lugar muy parecido a este, ¿sabes? —suspiró entonces—. Era un futuro mejor.
Corann tragó saliva. Sentía los párpados pesados.
—Tal vez no.
La humana y el idrino miraron la nada, y en el espacio de un instante desaparecieron.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Jack
Ficha de cosechado
Nombre: Tawar
Especie: Repobladore de la montaña
Habilidades: Artesanía, habilidad manual y resistenciaPersonajes :
● Jack: Vampiro de humo terrícola.
● Atol/Skarog: Helión libense.
● Alice/Onyx: Onycemante terrícola.
● Tesón/Eterno: fantasma roquense, sin magia.
● Sinceridad: Argos magnético roquense de Tierra Bruja.
● Pefka: Lenguaraz hijo de Luna Kepryna.
● Tawar: Repobladore de la montaña
Unidades mágicas : 12/12
Síntomas : Pérdida gradual del miedo a salir al exterior. Al regresar de algunas salidas tendrá jaquecas, que aumentarán en intensidad cuanto más tiempo haya pasado fuera.
Armas : Jack: dos espadas. Magia.
Atol: lanza, espada y escudo. Magia.
Alice: magia y onyces. Espada o arco.
Sinceridad: arco, jabalinas, espada/lanza y escudo.
Pefka: lo que pille, normalmente machete y arco
Humor : Os falta bosque, gigantes
Re: Plano de los sueños
04/03/19, 11:55 pm
Alice
Continuación de estos posts
La bruja no entendía nada. ¿Ippe una enviada de los dioses? ¿Pero qué dioses? ¿Y cómo demonios había perdido Dhelian el control sobre sus estirges? Y para empeorarlo, sus sombras habían enloquecido y se gritaban las unas a las otras, las de dentro a las de fuera y viceversa, improperios y descripciones de la maldita torre que decían sus amigos. Estuvo a punto de decirle a Heraldo que no se asomase, pero las onyces parecían ignorarle. De momento.
—No recuerdo la torre que decís, pero las onyces sí y la describen bastante bien. ¡Dejad de gritar! —increpó a las sombras.
Empezó a agitar la varita (¿...eh?) en dirección a las onyces que volaban por la habitación peleándose entre sí... y sin necesidad de darles orden alguna, se separaban y se alejaban en cuanto la rama les apuntaba. Pero tuvo que parar. ¿De dónde diablos había salido aquella varita? <<Es igual que las de Hogwarts...>>
—Oye, ¿estamos en un sue...?
No pudo terminar. Un flash de una niña en pijama le invadió la cabeza. Parpadeó varias veces, confundida, cuando se difuminó. Nada de aquello tenía sentido. Y por si fuera poco lo que ya tenía a su alrededor, la torre del exterior se inclinó de golpe sobre Serpentaria. El golpe sacudió un poco el suelo y las paredes pero el temblor no frenó a la bruja, que se lanzó hacia la ventana. Como las órdenes verbales no sirvieron, empezó a desbandar a las sombras con magia... cosa que las enfureció hasta el punto de lanzarse contra ella y sus amigos. Cada vez estaba más convencida de que aquello era un sueño, y si no que se lo dijeran a las onyces que habían adoptado la forma de Rad asomado a uno de los balcones.
Le señaló para los demás.
—Esto no puede estar pasando. Ese es el que secuestró a Marsi en aquel sueño donde os mató a todos...—esquivó a una sombra alada y avisó al grupo—:Cuidado con las onyces, que yo tampoco las controlo.
Rechinó los dientes, por el recuerdo de aquel sueño y por toda aquella locura sinsentido. ¿Otro jodido sueño junto a sus amigos para verlos morir? Ni hablar. Reventaría a sus sombras si hacía falta.
Continuación de estos posts
La bruja no entendía nada. ¿Ippe una enviada de los dioses? ¿Pero qué dioses? ¿Y cómo demonios había perdido Dhelian el control sobre sus estirges? Y para empeorarlo, sus sombras habían enloquecido y se gritaban las unas a las otras, las de dentro a las de fuera y viceversa, improperios y descripciones de la maldita torre que decían sus amigos. Estuvo a punto de decirle a Heraldo que no se asomase, pero las onyces parecían ignorarle. De momento.
—No recuerdo la torre que decís, pero las onyces sí y la describen bastante bien. ¡Dejad de gritar! —increpó a las sombras.
Empezó a agitar la varita (¿...eh?) en dirección a las onyces que volaban por la habitación peleándose entre sí... y sin necesidad de darles orden alguna, se separaban y se alejaban en cuanto la rama les apuntaba. Pero tuvo que parar. ¿De dónde diablos había salido aquella varita? <<Es igual que las de Hogwarts...>>
—Oye, ¿estamos en un sue...?
No pudo terminar. Un flash de una niña en pijama le invadió la cabeza. Parpadeó varias veces, confundida, cuando se difuminó. Nada de aquello tenía sentido. Y por si fuera poco lo que ya tenía a su alrededor, la torre del exterior se inclinó de golpe sobre Serpentaria. El golpe sacudió un poco el suelo y las paredes pero el temblor no frenó a la bruja, que se lanzó hacia la ventana. Como las órdenes verbales no sirvieron, empezó a desbandar a las sombras con magia... cosa que las enfureció hasta el punto de lanzarse contra ella y sus amigos. Cada vez estaba más convencida de que aquello era un sueño, y si no que se lo dijeran a las onyces que habían adoptado la forma de Rad asomado a uno de los balcones.
Le señaló para los demás.
—Esto no puede estar pasando. Ese es el que secuestró a Marsi en aquel sueño donde os mató a todos...—esquivó a una sombra alada y avisó al grupo—:Cuidado con las onyces, que yo tampoco las controlo.
Rechinó los dientes, por el recuerdo de aquel sueño y por toda aquella locura sinsentido. ¿Otro jodido sueño junto a sus amigos para verlos morir? Ni hablar. Reventaría a sus sombras si hacía falta.
No Hope. No Dreams. No Love.
My Only Escape Is Underground
My Only Escape Is Underground
- Lops
Ficha de cosechado
Nombre: Kradko
Especie: Clinger de la sociedad nómada
Habilidades: Agilidad, oído musical, habilidad manualPersonajes :
· Adara: Humana ángel negro.
· Heraldo Rocuo: Ochrorio ominario.
· Kradko: Clinger lepäni.
Armas : · Adara: ballesta, tonfas, espada larga y lanza naginata.
· Kradko: bastón.
Re: Plano de los sueños
06/03/19, 07:18 pm
A pesar de todo el barullo externo, en su cabeza te siente como si de repente se hubiera producido un silencio sepulcral.
Claro, ahora todo encaja, ¿verdad?
«Un sue… Un sueño».
Correcto. El sueño es lo que nos ha permitido, ya sabes, conocernos.
«Pero entonces no eres real».
Bueno, eso lo dirás tú. En cambio, e—
La niña aparece en tu cabeza, interrumpiéndome y haciéndote perder unos valiosos segundos. La realidad… el sueño, apremia. En cuanto te recuperas de la nueva visión, conjuras instintivamente un campo de fuerza que os cubra a los cuatro. Algunas sombras consiguen entrar, otras quedan atrapadas en el escudo y simplemente se desvanecen, el resto embisten enloquecidas.
«No durará mucho». Piensas mientras termináis con las que escaparon de la barrera.
En realidad, tal vez un mucho más de lo que esperabas. Ippe levanta las palmas solemnemente, dejando sus brazos al descubierto al caer las mangas anchas de sus ropas sobre sus hombros. El derecho, el mecánico, se encuentra lleno de marcas de óxido, circuitería al aire y aceite que mancha la ropa y el suelo. Parece un milagro que pueda seguir moviéndolo.
Unas palabras ininteligibles salen de su boca, y el poder acude a sus palmas, y de ahí a la barrera. Tal es su intensidad, que parece provenir directamente de los Dioses. Y sabes que es importante, pero a la vez…
«No eres…»
—Real —finaliza la irrense.
Te quedas mirándola intensamente, ignorando el resto de lo que sucede a tu alrededor. Su figura es casi indistinguible bajo la sombra que proyecta el mar de ónyces sobre la barrera.
—¿Sabes? Estoy decepcionada —dice con su voz poderosa—. En realidad, me creo real, aunque no esté viva más allá de este sueño. ¿Una creación de tu subconsciente, de la torre, una verdadera enviada de los Dioses? En realidad, nada de eso importa.
De repente enmudece. Vuelve la cara en tu dirección y entorna sus ojos ciegos, la mirada perdida en un punto inconcreto. Deja caer los brazos, y al mismo tiempo el campo de fuerza empieza a debilitarse.
—Ah. La realidad tira de ti. No nos queda tiempo.
Esta vez alza solo el brazo metálico hacia ti. A pesar de su estado ruinoso, lo tomas por el antebrazo. Su mano toma el tuyo. Su apretón es firme, fuerte, y sientes el metal penetrar tu piel en diversos puntos.
—No me dejes morir.
Despiertas.
Adiós.
Claro, ahora todo encaja, ¿verdad?
«Un sue… Un sueño».
Correcto. El sueño es lo que nos ha permitido, ya sabes, conocernos.
«Pero entonces no eres real».
Bueno, eso lo dirás tú. En cambio, e—
La niña aparece en tu cabeza, interrumpiéndome y haciéndote perder unos valiosos segundos. La realidad… el sueño, apremia. En cuanto te recuperas de la nueva visión, conjuras instintivamente un campo de fuerza que os cubra a los cuatro. Algunas sombras consiguen entrar, otras quedan atrapadas en el escudo y simplemente se desvanecen, el resto embisten enloquecidas.
«No durará mucho». Piensas mientras termináis con las que escaparon de la barrera.
En realidad, tal vez un mucho más de lo que esperabas. Ippe levanta las palmas solemnemente, dejando sus brazos al descubierto al caer las mangas anchas de sus ropas sobre sus hombros. El derecho, el mecánico, se encuentra lleno de marcas de óxido, circuitería al aire y aceite que mancha la ropa y el suelo. Parece un milagro que pueda seguir moviéndolo.
Unas palabras ininteligibles salen de su boca, y el poder acude a sus palmas, y de ahí a la barrera. Tal es su intensidad, que parece provenir directamente de los Dioses. Y sabes que es importante, pero a la vez…
«No eres…»
—Real —finaliza la irrense.
Te quedas mirándola intensamente, ignorando el resto de lo que sucede a tu alrededor. Su figura es casi indistinguible bajo la sombra que proyecta el mar de ónyces sobre la barrera.
—¿Sabes? Estoy decepcionada —dice con su voz poderosa—. En realidad, me creo real, aunque no esté viva más allá de este sueño. ¿Una creación de tu subconsciente, de la torre, una verdadera enviada de los Dioses? En realidad, nada de eso importa.
De repente enmudece. Vuelve la cara en tu dirección y entorna sus ojos ciegos, la mirada perdida en un punto inconcreto. Deja caer los brazos, y al mismo tiempo el campo de fuerza empieza a debilitarse.
—Ah. La realidad tira de ti. No nos queda tiempo.
Esta vez alza solo el brazo metálico hacia ti. A pesar de su estado ruinoso, lo tomas por el antebrazo. Su mano toma el tuyo. Su apretón es firme, fuerte, y sientes el metal penetrar tu piel en diversos puntos.
—No me dejes morir.
Despiertas.
Adiós.
- Reifon
Ficha de cosechado
Nombre: Nery´s
Especie: Frivy
Habilidades: Velocidad, agilidad, resistencia.
Personajes :- Spoiler:
Armas :- Spoiler:
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
- Dama Abrazos: Mandobles y manguales gigantes duales, balas cañon.
- Nery´s: Beyesha infinita. Esto que no sabe ni que es.
- Arcan Rel: Cuchillos de caza, espada de mano y media, hacha cazahombres.
Status : Cazador de la luna de sangre.
Humor : JAJAJAJAJA *se marcha riéndose*
Re: Plano de los sueños
08/03/19, 05:21 pm
- Sueño, el fin de Barael:
Alzó la cabeza de la mesa, sobresaltado y desorientado con la imagen de aquella torre aun grabada a fuego en sus pensamientos. Se encontraba en el salón con un plato a medio terminar y recordaba estar despierto como para haberse dormido, cuando el sonido de fruta crujiendo lo sacó de sus ensoñaciones solo para abrir los ojos como platos ante lo que veía.
-Buenos días pequeño.
Su abuelo se encontraba sentado en un sillón contiguo mientras degustaba una fruta no perteneciente a Nubla con una mano y con la otra sujetaba un bastón que Barael conocía demasiado bien incluso aún cuando este lucía nuevo e impresionante al contrario de como lo recordaba. El rapiña no era capaz de articular palabra alguna,
-Esto está genial, ¿no crees? Casa, comida e incluso ropa gratis, ojalá me hubieran cosechado cuando era joven...
-P-per-Ah, no te molestes.
-¿Qué? -Que no te preocupes Bar, hijo. Ya te has divertido bastante, ¿no? Es hora de que dejes toda esta estupidez y vuelvas a casa. -Pero si n -Oh, claro que sí. ¿No te ha bastado todo esto? ¿Hasta cuando seguirás jugando a ir sin máscara por ahí como si fuera a solucionar algo? ¿Acaso te tengo recordar quien me hizo esto? -Barael abuelo levantó su camisa mostrando la cicatriz mal curada que reinaba en su costado derecho. Barael se agarró al asiento nervioso y confuso sin replicar, no sabía que pasaba pero si sabía que quería estar en cualquier parte menos ahí. -Yo... -¿Qué? ¿Vas a seguir por aquí llorando como un inútil solo porque no te ha gustado que la Luna se ría? Creía que te enseñé bien a distanciarte de esos fanáticos locos. Simplemente manda a la Luna con los Fuys. Además Per y Brina te están esperando, se mueren de ganas de ver a su querido vuelto un "dios". -La mención de sus parejas hizo levantar la mirada por fin, cargada de un pequeño brillo de esperanza entre toda esta confusión. -¿De verdad? -Por supuesto. -Barael bajó la cabeza, sonriendo, no se lo podía creer pero no importaba con tal de huir, con tal de volver... -Bien, bien pequeño, ahora pórtate y ponte la máscara otra vez, ¿quieres? -Barael abuelo saco entonces una máscara de su poncho y al verla el nublino se pegó aún más al respaldo del sofá. Era su cara, o mejor dicho, su cara de antes de transformarse. Levantó la mirada a su abuelo el cual estaba de espaldas haciendo lo que parecía ser recoger sus cosas y volvió a mirar a aquella máscara.
La cabeza del Barael estaba por estallarle, a la lucha entre el deseo de dejarse ir y el odio y miedo hacia tener que volver a estar retenido se le sumaba toda la confusión de aquella escena imposible, y sin embargo tan real para él como era respirar. Se centró en la máscara en un intento de ordenar sus pensamientos, aquella cosa le producía aversión, no por ser su cara, si no por que representaba volver a estar encadeno.
La máscara se movió.
¿Eh?
-Agh, ¿qué pasa? -Se giró hacia el rapiña. -Mira no tenemos todo el día, puedes imaginarte lo que pasará si nos descubren. Te echaré una mano. -De la nada cuatro cadáveres, dos detrás de el sofá y dos debajo de la mesa, agarraron las extremidades de Barael que empezó a forcejear sin éxito mientras trataba de no volverse loco, solo para ver como Lebri era uno de los que estaban debajo suya. -¿Qué? ¡Parad! ¡Abuelo para, déjalo! ¡No por favor! -Cuanto más en pánico entraba Barael más filos y agujas salían de ella deformándose y exagerándose, moviéndose como si estuvieran vivos. Y su abuelo la acercaba cada vez más a su cara. Entre los chillidos de Barael algunos de los filos se volvieron incandescentes y apuntaron directamente a su rostro parándose de manera mordaz a escasos milímetros de su piel.
-Será, solo un momento.
En su forcejeo, Barael consiguió soltar de una de sus piernas, en la que se encontraba Lebri, y lanzó una patada recta con todas sus fuerzas que impactó de lleno en el tórax de su abuelo mandándolo a volar unos cuantos metros. Acto seguido y al borde de un ataque, aplastó la cabeza de Lebri de una patada contra la mesa y destrozó media cara del otro cadáver a sus pies de otra patada recta y ya en control de su parte inferior se irguió de manera súbita y lanzó a uno de los cadáveres de detrás del sofá contra la mesa provocando un espectáculo de astillas y carne, al último le agarró del cuello con su brazo libre y abusando de su nueva fuerza le rompió el cuello con un giro brusco de muñeca, dejando que se deslizara por su espalda.
Barael se tomó un segundo para respirar pues estaba mareado, hiperventilarlo y la situación a punto de superarle por mucho. La máscara se había roto y vuelto una vorágine de filos y agujas descontrolados que parecían luchar por sobrevivir. Su abuelo se levantaba tosiendo.
-Veo que la luna te ha dado algunos trucos ¿eh?
Barael no esperó más y salió corriendo a por un arma tratando de no vomitar o tropezarse el solo por el camino. Ir a su cuarto no era una opción pues era demasiado estrecho así que fue a la sala de entrenamiento más cercana. Cuando su abuelo habló a la entrada, Barael alzó la guardia estoque en mano.
-¿Así va a ser? Tenemos una tarea, una responsabilidad como Barael, no podemos andar perdiendo el tiempo aquí. -Barael agarró una ballesta a su lado ya cargada y apuntó a su abuelo con el pulso y la mirada temblorosas. La mirada severa de su abuelo se clavó en sus ojos y este agachó la suya. -Barael... -Era un tono de advertencia, como cuando un niño está a punto de hacer algo mal y quieres pararlo. Pero Barael se negaba a volver a fingir. Disparó por fin, solo para que el virote se rompiera chocando contra un muro invisible. Barael abuelo negó con la cabeza y miró con desaprobación a su nieto. -Que así sea. -Hizo chocar la punta del bastón contra el suelo y la madera de este empezó a retraerse para formar un mango y una guarda, dejando al descubierto un filo recto, fino y estrecho marcado en runas. Barael soltó la ballesta y se preparó.
El primer golpe fue una estocada de su abuelo hacia su pierna, bloqueado por un movimiento circular al instante que volvió un contraataque siguiendo el giro para intentar desarmarle pero su abuelo dio un paso en el aire para sorpresa de Barael y se retiró hacia atrás.
-Magia. -Declaró el rapiña. Pero, ¿cómo era posible aquello? Los cadáveres parecían cosa de un nigromante y dudaba de que el bastón de Magna tuviera nigromancia inscrita.
-Siempre vienen bien un par de trucos. Y por lo que veo la Luna ha incluso mejorado esos reflejos demoniacos tuyos pequeño. -Rió para sí. -Pero, ¿y la tuya? No veo que seas lo suficientemente fuerte como para no tenerla. ¿O acaso tu esencia fue demasiado débil?
-... -Barael se quedó callado mientras intentaba rodear a su abuelo, pero este le cortó el paso impidiéndole tener acceso a la salida. Entonces comenzó el segundo envite, ya estaban más cerca así que no hicieron falta pasos largos, simplemente aprovechar la longitud de sus armas. Barael abuelo arremetía incesante apuntando a las extremidades de su nieto en una lluvia de estocadas mientras que el rapiña usaba su nueva velocidad y reflejos para detener y esquivar todos los golpes. Era un combate similar al que tenía contra su maestra pues él era más rápido pero su oponente era mucho más experto. Finalmente Barael lanzó un tajo a la cabeza para hacer que retrocediera y poder escapar por la puerta, pero entonces su abuelo inclinó la cabeza haciendo al estoque chocar y deslizarse contra uno de sus cuernos impidiéndole causar ninguna herida, aprovechando la apertura se acercó de una zancada al cuerpo de su nieto y lanzó una estocada a su pierna. Barael consiguió apartarla por poco recibiendo un corte en el interior de esta y saltó hacia atrás, pero su abuelo no le dejó escapar y siguiendo el curso de su golpe lanzó un tajo ascendente que rajó toda la camisa del rapiña y le abrió un corte desde el abdomen hasta casi el cuello, para acto seguido lanzar otra estocada al brazo dominante de su nieto pero Barael recupero el control de su estoque y bloqueó de un espadazo el intento de su abuelo.
Ambos recuperaron la distancia y se tantearon mientras las heridas del nublino picaban y se cerraban ante la visión de su abuelo.
-Fascinante. ¿Qué se siente? -Picor. -Eres aún más seco que antes.
Barael se lanzó a por su abuelo en sorpresa de este dejándose expuesto a un ataque mortal yendo a chocar contra él. Su abuelo retrocedió y lanzó un tajo descendente a su hombro a lo que Barael respondió acelerando aún más directo a comerse el ataque de lleno. Su abuelo torció el gesto y detuvo el ataque apartándose de su acometida e intentando realizar uno nuevo a su pierna pero el rapiña saltó y rodó para seguir con su carrera.
Ni siquiera miró atrás, corrió por la sede hasta la puerta y la abrió bruscamente para adentrarse en una tormenta descontrolada donde la Luna reinaba en los cielos, pero era extraño, no podía sentir el impulso de esta y no había absolutamente nadie ni dentro ni fuera de la Sede. Avanzó preguntándose hacia donde ir cuando una bestia familiar salió a su paso. Aquel ser incansable de larga trompa y colmillos enormes, que denominó Brariz en su momento, estaba esta vez completamente carcomido por decenas de aquellas sanguijuelas escurridizas abrió la boca en un lastimero intento de rugido solo para enseñar una boca repleta de esas cosas, que cayeron al suelo y empezaron a reptar hacia el nublino.
Echó su vista atrás para ver a su abuelo implacable en la puerta. Las sanguijuelas se le abalanzaron y no tuvo más remedio que apartarlas a golpes con el canto de su espada y manotazos teniendo cada vez más a su alrededor. Pronto tanto Brariz como su abuelo estuvieron demasiado cerca para su gusto. Miraba a su abuelo, casi aterrorizado, en unos pasos estaría ahí, a su lado otra vez. De manera desesperada agarró clavando sus garras una de las sanguijuelas y en cuanto esta empezó a brillar la arrojó a la boca abierta del Brariz. Sin perder ni un segundo utilizó toda la fuerza de sus piernas para acometer contra la ventana del edificio más cercano, pero en vez de rodar y seguir, se quedó en el suelo y se protegió la cabeza con los brazos. Detrás de sí primero se escuchó una pequeña explosión, seguida de cerca por muchas más en cadena hasta que un gran estallido rugió golpeando a los muros del edificio y al nublino en el suelo haciendo temblar todo. Se levantó, tenía varios cristales clavados en los brazos por aterrizar bruscamente y le pitaban algo los oídos y cuando miró por la ventana su abuelo seguía ahí, andando hacia él como si no hubiese pasado nada. De manera extraña su voz le llegó bien clara pese a la tormenta y el pitido.
-Así que si no tienes magia hazte con cosas que exploten, buen truco pequeño, buen tr-El Brariz apareció en carne viva de repente acometiendo con la boca abierta hacia su abuelo solo para estamparse con un muro invisible a lo que este torció el gesto para mirar a un lado con clara superioridad y chasqueó la lengua con impaciencia. -Maldita bestia inútil. -Las runas del bastón de Magna brillaron y en un movimiento simple su abuelo clavó casi hasta el borde del mango sin esfuerzo en la cabeza del Brariz y acto seguido esta explotó como si desde filo se hubiese expandido un cilindro perfecto a toda velocidad.
Si Barael no hubiese vivido la cosecha ahí mismo se habría quedado atónito sin poder moverse, pero el instinto de supervivencia que le había inculcado la ciudad reaccionó por él obligándole a echar a correr. -Oh, por la Luna, estate quieto ya... -Ni siquiera vió que había detrás de la siguiente ventana, simplemente se lanzó, desesperado por huir.
La caída se le hizo demasiado larga. ¿Se había tirado a un pozo o precipicio? Pero antes de abrir los ojos chocó contra un suelo, demasiado blando para ser piedra o incluso tierra. Abrió los ojos para contemplar cómo estaba rodeado de arena polvo y escombros, era el torreón, como si alguien hubiese levitado sus escombros pero no los hubiese llegado a juntar del todo pues estaba lleno de huecos en las paredes desde los que se veía la tormenta y la Luna, aunque no entraba ni lluvia ni viento. Y ellos estaban allí, todos los que habían vivido allí con él hasta el final, cada uno haciendo algo en una escena paralizada y entonces se dio cuenta. Lo notó por el borde de su visión a su derecha, Sox le miraba, pero cuando torció la cabeza para mirarle y decirle algo, su visión cambió y este le daba la espalda, concentrado en descifrar las runas y de nuevo, alguien del borde de su visión lo miraba. Giró la cabeza y esta vez fue Tayron el que dejo de mirarlo para concentrarse en su escena y no solo eso, Sox ahora se encontraba cerca suya a su izquierda. Otra vez alguien lo miraba intentando que él no lo viese y al girarse, otra mirada evitada, nuevas posiciones. Empezó a mirar a los lados demasiado para su bien, siempre lo vigilaba alguien, siempre que dejaba de ver a alguien cambiaba de sitio, a veces más lejos, a veces demasiado cerca. Su respiración y su pulso se empezaban a distorsionar y empezó a marearse. Su hermano, Eriel nunca le miraba, siempre estaba en alguna escena con otro, dándole la espalda. Necesitaba respirar, necesitaba calmarse, cerró los ojos. Entonces los sintió cerca, cada vez más cerca, estaban ahí, a su lado ya, se movían. Lanzó un tajo que cortó el aire alrededor suya abriendo los ojos de par en par, nuevas distancias, nuevas posiciones. El sonido de su respiración eclipsaba al de la tormenta, hiperventilaba, corrió hacia un muro e hizo chocar su espalda contra este, se habían movido, Rad estaba a solo unos paso a la izquierda, mirándole, pero si desviaba la mirada para verle mejor perdería de vista a Sox. Se sentó en el sitio, necesitaba respirar, respirar bien, agarraba con tanta fuerza su estoque que incluso a través del pelaje podía distinguirse como le había palidecido la mano.
Una puerta se abrió en el muro contrario, su abuelo, seco como si fuera inmutable a la tormenta se adentró en la sala. Sus compañeros entonces cambiaron, pero para darle la espalda a este, salvo su hermano, que le seguía dando la espalda a él.
-Mírate, nieto mío. -Su abuelo avanzó poco a poco y con su cercanía, sus compañeros se fueron volviendo estatuas de escombros. -¿Merece esto la pena acaso? -Señalo ampliamente a todas las estatuas. -¿Para qué? No hay nada que conseguir. Ellos no van a cambiar. Esta tierra está condenada. No hay nada por lo que luchar. No nos quitamos la máscara porque no nos entienden, nos tienen miedo, tanto que cuando tú lo hiciste ¿qué pasó? No te quitaron el ojo de encima. Como si fueras un loco asesino que fuera a clavarles tu arma si se despistasen. No te postres ahí Barael, son ellos los que te temen, no deberías temerles. Recuerda lo que te he enseñado. Levántate.
Hizo caso a su abuelo y con la cabeza agachada se apoyó en la pared y se levantó ayudado en esta. Tenía razón, la tenía... Pero aún así...
-Bien, bien. Es por el futuro de nubla y por los deseos de Magna que Barael existe, es nuestra tarea pequeño, nuestro trabajo. Ahora ponte la máscara.
Barael, sin levantar la mirada, y sin saber del todo porqué, negó con la cabeza y levantó su estoque hacia él. Un largo y tendido suspiro culminó en un tajo horizontal por parte de su abuelo partiendo su estoque, ni siquiera sintió el peso del golpe.
-Agh... Siempre fuiste el más frágil de tus hermanos, veo que vas a necesitar algo más gráfico. Está bien. -Una luz salió del bastón, cegando al nublino. El sonido de la tormenta empezó a calmarse hasta convertirse en el suave murmullo de una lluvia ligera, una ligera brisa con olores familiares le golpeó y al murmullo se le empezaron a sumar las voces del gentío. Miró a su alrededor, a sus manos, a un reflejo en el espejo de la tienda de enfrente. Era Nubla, era normal de nuevo aunque algo más mayor, estaba en una de las calles de la ciudad. Sus ojos no se cerraban, estaba demasiado cansado mentalmente como para hacer preguntas y lo único que deseaba era grabar ese momento en su cabeza.
-¿Qué haces ahí parado peque? -Venga, deja de mirar a las aevas y échame una mano Bari.
Aquellas voces golpearon como un martillo dentro de él, ni siquiera sabía cuántas veces había soñado e imaginado que volvía a escucharlas, a tenerlas cerca. Sintió pánico. Pánico de girarse y que no estuvieran ahí, pánico de, al menos, no poder verlos otra vez. Pero entonces Brina cogió su mano y tiró de él. -Venga Bari. -Estaba allí, era más alta y mas mayor y su barriga estaba... estaba embarazada... Oh Dioses... Lo llevó a dentro de una tienda de la mano, su letrero tenía las iniciales de los tres. Allí estaba Per, también más mayor, más alto que él de hecho. -¿Estás bien? -Está un poco raro si... -Brina apretó con ternura su mano y acercó su cara a la suya al tiempo que Per comenzó a acercarse. -¿Bari?
Barael no podía más, quería decirles tantas cosas, hablar con ellos de todo, lo había imaginado tantas veces... Se le nubló la vista y cuando fue a hablar, lo único que salió fue un llanto. Rompió a llorar agarrándose a ellos y las piernas le fallaron, ellos le siguieron agachándose para abrazarlo Brina lo abrazaba a él y Per a ambos. -Eh eh eh, ¿Que pasa cariño? -Está bien ¿vale?, estamos aquí, no pasa nada. No vamos a irnos. -Eso. Ya pasó. Déjalo ir. -Ambos siguieron abrazándole y besándole sin parar mientras él no podía hacer nada más que llorar, se agarraba a ellos negándose a soltarlos, incapaz de pensar en nada. Estuvieron un rato así, sin decir nada, simplemente juntos. -¿Mejor? -Asintió con la cabeza. -Bien. -Estamos bien, y ¿porqué? -Uno, dos y... -La voz del nublino se apresuró a salir, débil y temblorosa, pero salió.-Porque os quiero.
Más lágrimas salieron de él, pero no pudo evitar sonreír, ambos le sonrieron de vuelta y en frente suya se volvieron polvo junto a todo alrededor, volviendo al torreón. Trató de recogerlo, de retenerlo para sí, pero acabó abrazándose a sí mismo mientras volvía a llorar.
Su abuelo se paró de lado suya y, sin decir nada, le tendió la máscara y tras unos momentos Barael la recogió y poco a poco la acercó a su cara. Esta vez no mutó, permaneció inmóvil mientras se acercaba a su dueño. Pero según se acercaba, Barael volvió a sentir que aquello estaba mal. La máscara se agrietó de repente. Aquello estaba mal.
No...
Y al ponérsela, al sentirla contra su rostro, entendió por fin que estaba mal. Que no quería que pasase.
No así.
La máscara se rompió, fragmentándose y deshaciéndose en polvo.
-¿Qué haces? ¿Piensas suicidarte y morir antes de despedirte siquiera? Creo que al menos ellos se merecen eso.
-Tienes razón. -Barael se levantó del suelo como pudo, pues aún le fallaban las piernas.
-¿Eh?
-Que tienes razón. -Dijo ya de pie. -Al menos se merecen que vaya a despedirme. -Enton-Pero no así. -Declaró, mirándolo por fin a los ojos. -Una máscara no va a cambiar esto. - Dijo con un gesto abarcando todo su propio cuerpo. -Una máscara no va a borrar todo lo que me ha pasado y he vivido aquí. Una máscara no me va a hacer reencontrarme con ellos de verdad. Esta vez los veré a la cara. Sin mentiras. Sin engaños.
Su abuelo fue torciendo su cara en enfado hasta que cuando acabó de hablar le gritó. -¡ME IMPORTAN UNA MIERDA TUS GILIPOLLECES! ¡ERES UN BARAEL Y COMO TAL VAS A CUMPLIR TU TRABAJO! Te guste. O no. -Las runas volvieron a brillar y el bastón apuntó al cuello del rapiña.
-No. -El rapiña se mantenía firme, ya no había lágrimas, ya no le esquivaba la mirada, ya no le fallaban las piernas. -Puede que para la Luna sea una broma, pero ella me ha dado el don, ese nombre te pertenece ahora solo a ti, Barael.
-Se acabó. -Sentenció Barael. -Te llevaré a casa. ¡AUNQUE TENGA QUE COSERTE DE NUEVO LAS JODIDAS EXTREMIDADES!
Barael se abalanzó sobre el rapiña con el bastón de Magna brillando, lanzó una estocada hacia su pecho y él ladeó su cuerpo esquivándola y propinando una patada que chocó contra la barrera de Barael. -Después de esa explosión, me pregunto cuánto durará. -Barael gruño y lanzo un tajo horizontal intentando cercenarle el brazo de cuajo, pero el rapiña volvió a adentrarse en su rango poniéndose cara a cara con él lanzando un puñetazo a la mano que sujetaba el bastón para parar el ataque. Este chocó con la barrera de nuevo que rodeaba la mano pero cumplió su función de parar el ataque y un derechazo fugaz impactó en la barrera. Barael continuó el tajo para poner distancia pero el rapiña no le dejó volviendo a la carga y ambos empezaron una cruenta coreografía donde el primero intentaba poner distancia para usar cómodamente su arma pero él segundo optaba por recibir temerariamente nuevas heridas a cambio de cerrar las distancias. El cuerpo entero le picaba pues había acabado lleno de cortes y aunque había logrado evitar heridas serias algunas eran lo bastante profundas como para que su regeneración no surtiese efecto. Barael consiguió encajar un tajo ascendente a la cara del rapiña casi llevándose uno de sus ojos pero consiguiendo poner distancia al fin, apunto a su pecho esgrimiendo una sonrisa ganadora y se lanzó al rango para poner fin al combate. El rapiña respondió arremetiendo el también y cuando el bastón iba a atravesarle el pecho este se agachó, recibiendo un mal corte en el hombro, pero, casi incluso tirándose al suelo, propinando un derechazo con toda su fuerza y peso hacia el estomago, sintiendo a través de su puño como la barrera cedía rompiéndose como el cristal. Barael le propinó un rodillazo en la cara y se abalanzó encima suya, alzó el bastón que había perdido su brillo y con las dos manos lo bajó para intentar apuñalar el estomago de su nieto. El rapiña en el suelo intercepto las manos de su abuelo con las suyas propias empezando un forcejeo por su vida. Poco a poco se acercaba a su abdomen y Barael volvía a lucir su sonrisa victoriosa pero entonces el rapiña sonrió retrayendo los labios y mostrando sus colmillos. Ladeó el cuerpo y no solo no soltó a su abuelo si no que con una mano agarró las suyas y tiró hacía abajo, dejando que la espada le atravesara de parte a parte rezando por que se hubiese inclinado lo suficiente como para no atravesarse un órgano, finalmente utilizando esa misma mano como apoyo lanzó con la izquierda un lanzazo. Las garras abrieron la carne y los dedos se hundieron dentro suya. La sangre brotó empapando al rapiña y su abuelo se retiró cayendo al suelo. El dolor... El anillo era peor, lo de su brazo fue, con diferencia, mucho peor, pero una espada clavada no era precisamente plato de buen gusto para él. Un pitido sonó incesante en su cabeza y de pronto ese pitido se volvió un grito.
Sigue en Salón del trono
- Equilibrio:
Un blanco mas oscuro que el negro.
Un negro mas claro que el blanco.
El gris se desborda en mil tonos.
Y el arcoiris se hunde en monotonia.
Vivimos caminando el sendero dejado por los muertos.
Mientras brindamos nueva muerte a nuestro paso para extenderlo.
Re: Plano de los sueños
09/03/19, 03:30 am
- En la biblioteca:
En el instante en que eché a correr para huir de la sombra fue como si se hubiera accionado un interruptor invisible. De pronto se hizo el caos y en un instante todo el lugar se llenó de alimañas y monstruos de todo tipo que se abalanzaron sobre mí sin ningún control, derribando estanterías, pisoteando libros...
Así fue como empezó la persecución. Mientras corría hacia donde creía que estaba la salida esquivé a dos hombres bestia que me intentaron embestir por un pasillo lateral. En respuestas conjuré un hechizo de impulso y lo usé para tumbar una estantería a mi derecha y provocar un efecto dominó que bloqueó todos los pasillos de aquel lado con la intención retrasar a las alimañas que venían por ahí.
Sin embargo todavía tenía que lidiar con las que no venían en aquella dirección. Una mezcla entre un lobo y un murciélago gigante se abalanzó sobre mí por delante y, en vez de esquivar, pegué un salto y le asesté una patada en la cara, dejando que mi propia fuerza junto a la runa de impacto de mi bota le rompieran el cráneo y acabaran con ella.
En ese momento escuché gritos, no los de las bestias, sino los de alguien que, como yo, se veía perseguido por ellas. Me deshice en polvo justo a tiempo para esquivar el zarpazo de otro hombre bestia y me recompuse encima de la estantería más alta que tenía cerca. Desde allí pude ver a dos ciudadanos con apariencia humana que estaban acorralados por un grupo de alimañas. No tenía por qué ayudarles, pero cuanta más gente en el mismo bando mejor, así que disparé una flecha explosiva para matar a las alimañas.
Sin embargo pasó algo que no esperaba: la explosión no solo las mató, sino que provocó que el suelo se derrumbara bajo sus pies, arrastrando a un vacío sin fondo no solo a los monstruos, sino también a los dos ciudadanos que había intentado salvar que, con un grito de terror, desaparecieron en la oscuridad.
–¡No!– Grité instintivamente, para mi sorpresa. Espera ¿Qué? ¡Por qué gritaba por la muerte de dos desconocidos? Era lamentable que hubieran muerto, supongo, pero nada me ligaba a ellos. Sin embargo aquella escena, aquellas muertes… me resultaba familiar.
–No es la primera vez que dos personas mueren por una de tus flechas mal disparadas ¿Verdad?– Escuché de repente a mi espalda.
“¿Quién…?”
Me giré buscando el origen de aquella voz, pero lo único que logré ver fue una silueta emplumada desapareciendo tras una estantería.
Durante un momento me quedé inmóvil mirando hacia donde había visto aquella silueta, totalmente desconcertado por lo que acababa de pasar y lo que acababa de oír. Conocía aquella voz, pero no terminaba de darle nombre…
Un estruendo que venía de la pared que tenía a mi lado me hizo girarme en esa dirección, justo a tiempo para ver cómo se derrumbaba creando un boquete que daba al exterior, el boquete se llenó de polvo al principio, pero enseguida empezó a disiparse dejando entrar la luz de…
“¡MIERDA!”
No llevaba protecciones contra el sol. Me escondí detrás de una estantería, pero no fui lo bastante rápido y el haz de luz alcanzó mi brazo derecho.
El dolor de las quemaduras fue inmediato y no pude evitar soltar un grito de dolor para justo después apretar con fuerza los dientes y obligarme a dejar de chillar y revelar mi posición a todo el edificio.
Demasiado tarde: el causante de aquel boquete me había escuchado y ahora se dirigía directamente hacia mí, mientras el suelo temblaba a cada paso que daba. Se trataba de una especie de gigante deforme que portaba un garrote y que caminaba como si acabase de despertar de un largo sueño.
No tenía tiempo para sanar las quemaduras, de modo que me lancé un hechizo de tinieblas para protegerme del sol y salí de mi escondite con la intención de apuntar con mis guanteletes hacia la cabeza del monstruo destrozarlo a runas y flechazos, pero cuando apunté mis dos brazos en su dirección me di cuenta: mis guanteletes no estaban.
“¿C-cómo?”
Por un instante miré mis dos brazos, confundido, pero no tenía tiempo para pensar en lo que acababa de pasar. La criatura estaba ya sobre mí y se disponía a aplastarme de un garrotazo. Sabiendo que no tenía tiempo para confundirme o dudar, hice lo que siempre hacía en estos casos, enfadarme. Solo tenía que centrarme en el dolor de mis quemaduras y recordarme que aquello era culpa de aquel monstruo. Con eso en mi mente abandoné el resto de emociones y cedí a la ira y sed de sangre naturales de mi transformación. ¿Había perdido mis armas? No importaba, eso no iba a protegerle de mí.
“¡A la antigua entonces!”
A falta de flechas con las que reventar al gigante, esquivé el garrotazo y conjuré a mano un hechizo de explosión que detonó en su cara. El impacto de aquel hechizo no fue suficiente para matarlo, pero hizo que se tambaleara hacia atrás con un grito de dolor que sonó a música para mis oídos mientras se llevaba la mano libre a la cara, algo que aproveché para conjurar un hechizo de impulso en mi dirección sobre uno de sus pies, creando una zancadilla mágica.
Funcionó y la criatura se derrumbó sobre la pared de la biblioteca que, debilitada como estaba por el boquete de antes terminó de ceder y un trozo entero del edificio se derrumbó sobre el gigante, enterrándolo sobre una montaña de cascotes. Si aquello no lo había matado ya, al menos impediría que se pudiera mover, lo cual haría que acabara muriendo lentamente por asfixia o inanición. Me valía.
Satisfecho con los resultados abandoné la biblioteca por el boquete que se había creado y recibí la luz del exterior con una mezcla entre alivio por salir de aquel lugar y molestia por tener que estar expuesto al sol directamente, independientemente de que el hechizo de tinieblas estuviera protegiéndome. Fuera no había nadie así que, aprovechando que no estaba en ningún peligro inmediato, me tomé unos segundos para respirar y enfriar mi cabreo. Ya había salido así que necesitaba pensar con claridad cuál iba a ser mi próximo movimiento.
La verdad, me arrepentí casi al instante: Sin el cabreo, no tardé en volver a percatarme de lo mucho que me dolían las quemaduras del brazo. Aun así era extraño, normalmente mi regeneración ya estaría empezando a funcionar ¿O quizás al ser quemaduras por sol sanaban de forma diferente? Hacía años desde la última vez que me había pasado así que no recordaba cómo habían sanado las últimas. En cualquier caso lo mejor sería usar magia curativa para acelerar el proceso.
Entoné el encantamiento,realicé los gestos y… nada. Sorprendido repetí el hechizo por si lo había hecho mal sin darme cuenta. De nuevo nada. Fruncí el ceño. ¿Acaso no se podían curar? Solo por estar seguro lancé un hechizo de levitación sobre un cascote cercano para confirmar que mi magia funcionaba… de nuevo nada.
Ahora empezaba a preocuparme, había podido lanzar hechizos hacía unos instantes y no notaba que mis reservas se hubieran agotado. Además el embrujo de tinieblas seguía activo, o habría muerto hace rato. No tenía sentido. ¿Qué demonios pasaba?
Hasta que entendiera que era lo que sucedía lo mejor sería moverme a un lugar lejos de la luz del sol por si mi embrujo de tinieblas fallaba. Me dispuse a convertirme en polvo para salir volando… y aquello también falló.
No era solo mi magia, antes había notado que mi regeneración no iba bien, y ahora al no poder usar mis poderes lo entendí mejor: ¿estaba fallando mi transformación en general?
No toda: agarre un cascote y lo pulvericé cerrando la mano. Mi fuerza seguía ahí, y de alguna forma sentía que mi resistencia también. Mi tono de piel seguía siendo pálido y pasar la lengua por mis dientes confirmó que aún tenía mis colmillos. Aun así aquello era muy alarmante, y ahora que la ira se había enfriado me di cuenta de que me estaba asustando.
Como si aquel miedo la estuviera llamando volví a sentir a la sombra detrás de mí, acompañada de un escalofrío. Me volví, pero esta vez no desapareció sino que se quedó donde estaba, encima de la montaña de escombros que había enterrado al gigante.
Ahora que podía verla sin que desapareciera pude ver que tenía una forma humanoide, pero las propias sombras que la cubrían impedían ver nada más. Debió percatarse de que aquella vez la veía y cambió de postura, desconcertándome aún más.
Me estaba.. ¿tendiendo la mano? Era como si me estuviera invitando a volver dentro de la biblioteca, al caos y monstruos de los que ahora estaba formada. Ni de coña iba a volver ahí dentro. Además recordaba el sueño, recordaba lo que aquella sombra era, cómo una vez me tenía al alcance me acorralaba contra una pared y desgarraba mi...
Me llevé la mano a la garganta por instinto, recordando el sabor de mi propia sangre con claridad. No… esta vez no dejaría que me mataran.
No podía volar, pero eso no significaba que estuviera sin recursos. Eché a correr por las calles, intentando alejarme de la biblioteca y aquella sombra tanto como fuera posible.
- En las calles:
Corría sin rumbo por calles que no conocía. Era de día, pero los edificios de aquel barrio estaban encajados entre sí de una forma que parecía específicamente diseñada para provocar una sensación de asfixia y falta de luz mayores de lo normal.
Allá a donde iba la sombra me seguía. No hacía más que intentar dejarla atrás, pero siempre volvía. Siempre tras una esquina, siempre escondida tras una pila de escombros… siempre detrás de mí, en alguna parte.
El camino por el que corría se dividió en tres de golpe: por un lado bocacalles tortuosas, por el otro una gran avenida sucia que desemboca en una plaza ruinosa, y de frente una calle en la que se escuchaba un constante tintineo.
De nuevo se me volvió a erizar el cabello: aquel lugar también estaba sacado de aquella pesadilla. Aquella vez había decidido ir a la plaza, no hacía falta volver a recordar cómo había acabado aquello.
Esta vez no. Decidí seguir por la ristra de calles tortuosas. Lo importante era seguir manteniendo las distancias con la sombra.
A medida que me alejaba del cruce de caminos el tintineo se fue volviendo cada vez más tenue, hasta que finalmente dejé de oírlo. La sombra sin embargo no desapareció, seguía tras mi rastro, asomando esquina tras esquina detrás de mí siempre que volvía la cabeza. De hecho tenía la sensación de que empezaba a acortar distancias.
Tan centrado estaba en alejarme de aquella cosa que casi no oigo el ruido de cuatro pares de patas dirigiéndose hacia mí por una calle lateral. De repente dos lobos de arena se abalanzaron sobre mí desde un callejón a mi izquierda. Esquivé al primero, pero el segundo me derribó al suelo. Inmediatamente se me subió encima e intentó cerrar sus mandíbulas sobre mi cuello, pero lo agarré por la cabeza justo cuando estaba a pocos centímetros de conseguirlo. Mientras continuaba el forcejeo el otro lobo intentó atacarme también, pero siendo yo más fuerte y logré lanzar al primero sobre el segundo, haciendo que los dos acabaran tirados en el suelo y dándome tiempo para ponerme en pie.
Volvieron a la carga, esta vez cada uno por un lado diferente. Logré rechazar a uno con una patada, pero el segundo aprovechó aquello para alcanzar la pierna que no estaba moviendo en ese momento, y sus fauces se cerraron sobre mi tobillo.
Varias hileras de sangre brotaron donde los colmillos se habían hundido en mi carne, a la sangre no tardó en seguirla el dolor y al dolor... la ira, a la que recibí con los brazos abiertos.
Aprovechando que se había agarrado voluntariamente a mi tobillo, usé todas mis fuerzas y con esa misma pierna estampé al lobo contra la pared más cercana, golpe que le hizo aflojar el agarre y soltarme la pierna. Acto seguido empecé a pisotearlo una, y otra, y otra, y otra vez, hasta que del animal no quedó nada más que un montón de arena inerte. Ante aquel espectáculo, el otro lobo de arena decidió que no merecía la pena seguir intentando cazarme y se dio a la fuga. Sabia decisión.
Una vez pasado el peligro la ira se volvió a ir, recibiendo de nuevo al dolor, ya no solo de la quemadura, sino ahora también del tobillo desgarrado. Necesitaba descansar, aunque solo fuera un minuto…
Tan solo me había parado lo justo para pelear y recobrar el aliento, pero había sido lo suficiente para que mi perseguidor pudiera acortar distancias. Con un nuevo escalofrío volví a sentir a la sombra, esta vez justo detrás de mí mientras extendía una mano sobre mi hombro. Apenas unos centímetros antes de que me tocara pegué un brinco y me dí la vuelta mientras retrocedía varios metros. La sombra se quedó parada mirándome, con el brazo aún extendido en mi dirección. Parecía… ¿Triste?
Volví a echar a correr, a perderme por las calles, buscando algo… lo que sea que me permitiera escapar de aquella pesadilla.
- En el torreón Sendar:
Seguía corriendo, pero más despacio, y ahora además cojeaba ligeramente. La herida del tobillo no era grave, pero había resultado ser lo bastante seria como para darme problemas cuando apoyaba el peso sobre aquel pie. Ya no sabía cuánto tiempo llevaba recorriendo callejones sin rumbo pero, de repente, salí a un espacio abierto. ¿Una plaza quizás? Pero no. De algún modo había acabado en el torreón Sendar.
Miré hacia atrás. No sabía cómo pero en algún momento parecía que había logrado dejar a la sombra atrás. Ya no la veía por ninguna parte.
El tobillo no paraba de molestarme e instintivamente intenté curarme con magia, sin éxito.
–¿Pero por qué no la puedo usar?– Mascullé sin pensar, fruto de la frustración.
–Lo dices como si fuera algo malo. Yo creo que es mejor así.
Me giré hacia el lugar de donde venía la voz. Era la misma que había escuchado en la biblioteca, y de nuevo me resultaba familiar, no tardaría en entender por qué.
La misma silueta emplumada que había visto esfumarse antes ahora surgía lentamente desde el otro lado del torreón. Tenía el plumaje de color blanco con algunos tintes grises. De su esplada surgían dos alas y tenía garras de ave de presa en vez de pies y un pico de buitre que sobresalía de su cara.
Reconocí la transformación: una arpía, pero también reconocí a su dueño en cuanto me percaté de que la arpía estaba cubierta por abalorios fabricados con plumas de estirge.
–¿Wintel?
–Hola. Ha pasado bastante tiempo. Ahora te llamas Valek ¿Verdad? Me alegro de volver a verte y... –Se llevó una mano a la frente, como si le estuviera costando un montón mantener aquella conversación. –Quiero que sepas que de verdad lo siento. No hay otro modo.
Aquello me confundió. ¿De qué estaba hablando? Fue entonces cuando me di cuenta de que sujetaba una lanza en su brazo derecho y entonces se abalanzó sobre mí, intentando ensartarme con el arma. Pillado por sorpresa casi no pude esquivar la primera acometida. Su segundo ataque lo vi venir mejor, pero aun así me costó evitar el golpe. La arpía era tan rápida como yo.
–¡¿Qué estás haciendo?!– Grité después de conseguir poner algo de distancia entre él y yo. No respondió, y volvió al ataque.
Volví a esquivar de nuevo, pero no podía mantener aquella situación por más tiempo. A nivel físico estábamos igualados pero él estaba armado y yo no lo que significaba que, solamente para no resultar herido, yo tenía que tener suerte cada vez que me atacara. Wintel solo necesitaba tener suerte una vez.
Su siguiente ataque logró rozarme en el hombro, pero la herida no fue profunda. Al ver que me había hecho daño el antiguo nublino se confió y volvió a atacarme sin alejarse de mí. Eso me permitió agarrar la lanza por el mango.
Empezó el forcejeo, al principio sin un claro vencedor, pero yo estaba herido y él no así que poco a poco empecé a perder el agarre. Sin embargo, sin previo aviso la arpía empezó a temblar. De repente soltó una de las manos de la lanza y se la llevó a la cara tapándose un ojo mientras parecía que intentaba contener un grito de dolor. No solo eso, sino que empezó a arañarse la cara. ¿Estaría teniendo una visión?
Fuera lo que fuera aquella era mi oportunidad. De un rodillazo partí la lanza en dos y justo después me agaché un poco y, cogiendo impulso con ambas piernas, le dí un cabezazo en las costillas. Aquello hizo que se tambaleara varios metros hacia atrás mientras que las dos mitades de la lanza acabaron tiradas por el suelo. Intentó correr hacia el fragmento de la lanza que tenía la punta pero conseguí embestirle antes de que llegara. Me esquivó alzando el vuelo, y luego se lanzó sobre mí con las dos garras de sus pies.
Puede que tuviéramos capacidades parecidas, pero la arpía no tenía experiencia peleando y me estaba aprovechando de ello. Esquivé el ataque aéreo y, antes de que pudiera volver a remontar el vuelo, conseguí agarrar con las dos manos una de sus piernas. Luego, usando todas mis fuerzas, lo estampé contra la pared.
Eso tenía que haberle hecho bastante daño, pero no lo suficiente como para dejarle fuera de combate. Antes de que pudiera golpearle una segunda vez consiguió apartarme de una patada con su pierna libre, lo que le dio tiempo para levantarse otra vez. No pensaba dejarle volver a alzar el vuelo. Volví a acortar distancias antes de que pudiera despegar y traté de derribarlo con una patada, que bloqueó a duras penas. Luego esquivé un zarpazo suyo seguí el asalto con varios puñetazos en el pecho. Intentó volver a atacarme, pero logré agarrarlo por la muñeca y después le solté un codazo en la nuca. Eso bastó para que acabara en el suelo.
–¡¿A qué ha venido eso?! –Grité furioso ahora que tenía la situación bajo control. -¿Es por la magia? ¿Después de tanto tiempo todavía sigues con esa estupidez? –El ave seguía en el suelo, arrastrándose lejos de mí. Solo por si acaso aparté la lanza de una patada para que no pudiera alcanzarla.
–Me da igual la magia. –Respondió finalmente. –Tampoco me importa el pasado. A ti tampoco ¿Verdad? –Eso último me desconcertó. “¿Cómo? ¿Qué tiene el pasado que v…”
Aquel momento de confusión que tuve había sido todo lo que Wintel necesitaba. De repente había agarrado algo de entre sus ropas y me lo había lanzado. ¿Un amuleto? Demasiado tarde reconocí lo que era: Una granada incendiaria del duende.
Me lancé al suelo para intentar evitar la explosión, pero era demasiado tarde. La granada explotó y me golpeó por la espalda. Perdí noción de donde estaba mientras las llamas me envolvían y el dolor de las quemaduras invadían todo mi cuerpo sin ningún tipo de compasión. Lo único que pude hacer fue gritar de dolor mientras daba vueltas por el suelo intentando extinguir las llamas. De algún modo conseguí extinguirlas, pero el dolor no se fue. Mi ropa me había protegido de lo peor, y de algún modo el fuego no me había alcanzado apenas la cara, pero mis extremidades se habían llevado la peor parte. Milagrosamente las quemaduras no eran graves, pero el dolor era insoportable. Apenas podía pensar en otra cosa mientras me levantaba. Que mi transformación fuera vulnerable al fuego no ayudaba.
Se acabó el intentar hablar con aquel desgraciado. En cuanto lo viera lo iba a hacer trizas. Ver… Espera. ¿Dónde está? Ya no lo veía. Tampoco veía la lanza
“¡Mierda, por detr…”
Y de nuevo volvió el dolor. Esta vez el de la lanza clavándose en mi tobillo derecho. Volví a gritar, y poco después ocurrió lo mismo con el izquierdo. Perdí totalmente la capacidad de tenerme en pie y caí de bruces.
–He cortado los tendones –Escuché la voz de la maldita arpía a mis espaldas mientras se ponía delante de mí. –Incluso con tu regeneración pasarán unos minutos antes de que puedas volver a andar.
No mentía, incluso con todo mi esfuerzo apenas pude levantarme lo suficiente como para ponerme de rodillas. Todavía gritaba, pero había logrado cerrar la boca y apretaba los dientes con fuerza. No quería darle la satisfacción de oírme sufrir.
Hice lo único que podía: dedicarle una mirada cargada con todo el odio e instinto asesino del que era capaz.
–¡De verdad que lo siento! –Se atrevió a volver a decir. –Pero tengo que hacerlo. –Tras eso se lanzó con la lanza sobre mi pecho.
Con la poca fuerza que me quedaba logré hacerme a un lado, y en vez de alcanzarme el pecho, la lanza se clavó en mi hombro. Volví a gritar, esta vez por razones obvias, pero no fui el único.
Justo tras clavarme la lanza wintel se había tambaleado hacia atrás, mirándome con horror. ¿Estaba… llorando?
–¡Ya basta! ¡Déjate matar de una vez! ¡No quiero hacer esto!– La arpía temblaba entre sollozos pero paró de repente. –Pero es necesario. Lo he visto. –En aquel momento la luna roja se alzó en el cielo, tan hermosa y terrible como siempre. El nublino me miró a los ojos mientras la luz rojiza del astro se reflejaba sobre sus ojos grises. –He visto tu futuro. He visto en lo que te conviertes. –Ya sin ningún rastro de emoción en su cara arrancó la lanza de mi hombro. Otra vez el dolor, otra vez mis gritos. –Esta es la única forma de salvarlos.
Y entonces… de nuevo un escalofrío. La sombra me había alcanzado de nuevo. Podía verla. Estaba delante de mí y detrás de Wintel… Pero no entendía lo que estaba haciendo. Esta vez llevaba un arco con una sola flecha, ambos también cubiertos en sombras, y acababa de tensarlo, apuntando a…
Quizás sintió su presencia, quizás simplemente vio a la sombra reflejada en mis ojos. En cualquier caso el ave se dio la vuelta y en ese momento la sombra disparó la flecha, que se clavó limpiamente en el corazón de la arpía. Lentamente, temblando, se llevó una mano al pecho donde la flecha se había clavado, como si no terminara de entender lo que había pasado. Luego cayó de rodillas entre convulsiones y, poco después, el cuerpo sin vida del ave se desplomó del todo en el suelo.
Había olvidado el dolor, la furia.. todo. Yo… no entendía lo que acababa de pasar. ¿Me había salvado? ¿Por qué?.
La sombra avanzó lentamente hacia mí ahora, pasando por donde antes había estado el cadáver de Wintel, que se había esfumado como si nunca hubiera existido, y se paró justo delante de mí. Luego, una vez más, me tendió la mano.
Me quedé mirándola, totalmente pasmado, sin entender lo que quería. Era muy obvio, pero había estado tan convencido desde el principio que su objetivo era matarme que ahora no terminaba de procesar lo que estaba pasando. Durante un rato no pasó nada. Símplemente nos quedamos los dos parados. yo sin entender, y la sombra sin inmutarse, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Al final, de forma inevitable, acabé por abandonar mi miedo y mi paranoia y aceptar lo que tenía delante de mis ojos.
Lentamente alcé mi propia mano y agarré la suya. En cuanto lo hice las sombras se disiparon y pude ver por fin la identidad de quien había estado huyendo todo este tiempo. Era ridículamente obvio, y aún así no me había dado cuenta. Mi misma cara, mis mismas ropas… lo único que cambiaba era que aquella persona no tenía colmillos, ni la piel pálida, ni llevaba guanteletes, sino un arco sencillo con un puñado de flechas con runas que ni siquiera había inscrito él mismo. Por no hablar que tenía una cara mucho menos amargada que la mía. Hasta sonreía, aunque solo un poco.
Sigue en el Salón del trono
- Evanna
Ficha de cosechado
Nombre: Rua
Especie: Humana. Sueca
Habilidades: Rapidez mental, valor, astuciaPersonajes :- DL/Dédalo: Cambiante, foner
- Dhelian/Evelhan Kaw: Brugho, daeliciano
- Samika: Evaki, humana
- Pelusa (Pam): Spriggan, Mona del queso.
- Rua: Unicornio Humana, Sueca. 1,76 sin plataformas.
Armas :- DL/Dédalo: Espada, magia y sus cambios
- Dhelian/Evelhan Kaw: Magia y estirges
- Samika: Puñetazos y patadas
- Pelusa (Pam): Cuchillo pelapapas y una honda con piedras
- DL/Dédalo: Cambiante, foner
Re: Plano de los sueños
09/03/19, 12:41 pm
La torre, las onyces, las estirges, todo su comportamiento y la situación en general carecía de sentido. La vision de aquella torre creada por las onyces inclinándose sobre la Torre le sorprendió.
El temblor sacudió sus pies y el brugho mantuvo el equilibrio como pudo, viendo como la protección de Heraldo los envolvía. Ante eso Dhelian, mantuvo a las únicas estirges que le quedaba junto a el, dentro del circulo protector.
Las furiosas estirges intentaban alcanzarlos, las oncyes iban a a por ellos y brugho no pudo mas que intentar apartarla a puros hechizos. Necesitaban salir de allí como fuera. Todo habría seguido así confuso y sin sentido, pero las palabras de su al amiga cuando menciono la figura del aquel chico desconocido, le hizo verla con asombro, frenando por un momento su contraataque contra las onyces.
-¿El del sueño aquella otra vez? -pregunto sorprendido, recordando bien aquel sueño colectivo que habían tenido y del que hablaron en su momento, ante lo extraño que era que todos lo recordasen y lo hubiesen vivido. El nunca llegó a ver a ese sujeto en el sueño porque su muerte llego mucho antes pero si recordaba la descripción que había recibido de Onyx, que si llego a verlo.
No tuvo tiempo de pensar en ello, ante sus ojos, el campo de fuerza de Heraldo perdía fuerza y con ella la oleada de onyces se cernían sobre ellos, entre ellas, con picos y agarras y sin saber como se habían colado, las estirges también les atacaban.
-¡Heraldo, el escudo!- una parte del escudo no resistió y por ella una oleada formada por el dominio tanto suyo como de su amiga, lo embistió. Dhelian se quedo sin aliento, a punto de realizar un hechizo para apartarlos, cubriendo su rostro con los brazos intento resistirlo, las garras y picos de sus estirges rasgaban sus brazos, perforaban su piel al grado de arrancar trozos de carne, jalaban de sus cabellos. No lo resistió, con golpe aparto a la estirges que le atacaban junto con algunas onyces y lanzo un hechizo tan potente contra ellas que la oleada choco con un crujido contra la pared contraria en la pequeña habitación.
Hugin y Munin seguían de alguna forma junto a el, indemnes al ataque. Un nueva oleada se lanzo contra ellos, pero por un momento y cuando Dhelian estaba apunto contraatacar, la figura de aquella niña apareció flotando entre el y las estirges y onyces que los atacaban, como una visión paralizada en el tiempo. Dhelian vio sus labios moverse, su voz sonando claramente en sus oídos. La figura desapareció tan rápido como había parecido y como si el tiempo volviera a la vida en medio de esos caos y Dhelian sintió como su conciencia pareció ser jalada por una mano invisible.
Siguen en salón del trono
El temblor sacudió sus pies y el brugho mantuvo el equilibrio como pudo, viendo como la protección de Heraldo los envolvía. Ante eso Dhelian, mantuvo a las únicas estirges que le quedaba junto a el, dentro del circulo protector.
Las furiosas estirges intentaban alcanzarlos, las oncyes iban a a por ellos y brugho no pudo mas que intentar apartarla a puros hechizos. Necesitaban salir de allí como fuera. Todo habría seguido así confuso y sin sentido, pero las palabras de su al amiga cuando menciono la figura del aquel chico desconocido, le hizo verla con asombro, frenando por un momento su contraataque contra las onyces.
-¿El del sueño aquella otra vez? -pregunto sorprendido, recordando bien aquel sueño colectivo que habían tenido y del que hablaron en su momento, ante lo extraño que era que todos lo recordasen y lo hubiesen vivido. El nunca llegó a ver a ese sujeto en el sueño porque su muerte llego mucho antes pero si recordaba la descripción que había recibido de Onyx, que si llego a verlo.
No tuvo tiempo de pensar en ello, ante sus ojos, el campo de fuerza de Heraldo perdía fuerza y con ella la oleada de onyces se cernían sobre ellos, entre ellas, con picos y agarras y sin saber como se habían colado, las estirges también les atacaban.
-¡Heraldo, el escudo!- una parte del escudo no resistió y por ella una oleada formada por el dominio tanto suyo como de su amiga, lo embistió. Dhelian se quedo sin aliento, a punto de realizar un hechizo para apartarlos, cubriendo su rostro con los brazos intento resistirlo, las garras y picos de sus estirges rasgaban sus brazos, perforaban su piel al grado de arrancar trozos de carne, jalaban de sus cabellos. No lo resistió, con golpe aparto a la estirges que le atacaban junto con algunas onyces y lanzo un hechizo tan potente contra ellas que la oleada choco con un crujido contra la pared contraria en la pequeña habitación.
Hugin y Munin seguían de alguna forma junto a el, indemnes al ataque. Un nueva oleada se lanzo contra ellos, pero por un momento y cuando Dhelian estaba apunto contraatacar, la figura de aquella niña apareció flotando entre el y las estirges y onyces que los atacaban, como una visión paralizada en el tiempo. Dhelian vio sus labios moverse, su voz sonando claramente en sus oídos. La figura desapareció tan rápido como había parecido y como si el tiempo volviera a la vida en medio de esos caos y Dhelian sintió como su conciencia pareció ser jalada por una mano invisible.
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Invitado, sueñas con un mundo perfecto...
...tu paraíso personal...
...donde lloras tu imperfecta realidad
- Spoiler:
- Rua habla = #9932CC
Rua piensa = #CD5C5C
Dédalo piensa = #FFFAFA
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