Sueño de Dirke

Me llevo las manos a la cabeza, buscando mi boina con las gafas, pero en su lugar me encuentro unas orejas sobresaliendo de la capucha. Noto la cola haciendo peso a mi espalda y sonrío nerviosamente. Estoy perdido en mitad de un bosque con poca luz, algo que no me hace especial ilusión y llevo puesto lo que parece un disfraz de lobo o de zorro. ¿Entonces por qué narices me siento tan caperucita?

Me agacho y tanteo el suelo en busca de algo que me sea de utilidad. Al levantarme llevo una rama en una mano y dos piedras no muy grandes en la otra. Veo unas mariposas blancas cruzar el aire y las observo distraído. Recuerdo lo que decía mi padre de que volaban gracias a unos polvillos mágicos que recubrían sus alas. <<Tal vez no se equivocara después de todo>> pienso con una mueca de tristeza al recordar a mi padre mientras sigo las mariposas con cautela.

-¿Qué-qué-QUÉ?-apenas me da tiempo a fijarme en la muchacha. En cuanto veo la escopeta y oigo lo que dice salgo corriendo a la desesperada. Esquivo a duras penas las ramas y raíces de los árboles y descarto desde el primer momento la opción de girarme a lanzar una de las piedras, nunca he creído que correr mirando hacia atrás sea una idea aconsejable.

Noto como el pulso se me acelera por momentos y hago lo que me solía decir mi padre: <<Tik, tak, tik, tak...>> "Piensa en las manecillas de un reloj y el sonido que hacen hasta que tus latidos y el tik tak marquen el mismo ritmo". Sin embargo, mi corazón parece que va a salirseme del pecho, y la escopeta de la muchacha no me ayuda.

-¿No podemos hablarlo antes, Caperucita?-grito sin dejar de correr, aunque no sé ni por qué lo hago. A saber si me entiende...

<<Tik, tak, tik, tak...>> Respiro hondo varias veces mientras sopeso qué narices hacer. Cojo el bote de pintura y el libro, pero en un arrebato me vierto parte del bote en el pecho y me tumbo en el suelo. <<Si viene... Cara de muerto y a rezar porque funcione>>. Mientras, hojeo el libro y se me viene una idea un poco extravagante a la cabeza, pero que después de lo que había pasado, era una opción probable. Mojo la pluma en lo que queda de tinta y escribo en el libro:

"Y entonces, en las largas y bonitas piernas ortopédicas de caperucita, se suelta uno de los tornillos y la hacen caer estrepitosamente al suelo, perdiendo la escopeta entre la maleza".

Me tiendo en el suelo mirando fijamente a un punto muerto y adopto una pose un poco destartalada y desencajada. Dos dedos de mi mano izquierda están cruzados, mientras cronometro mentalmente cada segundo. <<Si tuviera una llave inglesa le abría la cabeza con ella>> pienso para entre mí, tratando de autoconvencerme de que tendría posibilidades de sobrevivir si la situación fuera distinta.

Suelto un grito de dolor. La acción se sucede tan deprisa que no sé si llevarme primero la mano a la barriga por la patada o al costado por la herida. Finalmente decido llevar cada mano a un sitio distinto y sentarme en el suelo. Me echo hacia atrás con las piernas, hasta que, por desgracia, mi espalda choca contra la pared interior del puente. Maldigo en silencio y miro a Caperucita con cara de soslayo.
-Esto... A ver, Muj... Señorita, yo no soy un lobo-me quito la capucha-. Soy un niño inocente que...-me meto la mano al bolsillo y saco un reloj con las agujas moviéndose como locas, parecen vivas. En lugar de números el reloj tiene escritas varias palabras que podrían ser señaladas (Morir, comer, dormir... ) y en el centro está grabado "Dirke". Me pongo de pie y miro la hora. Cojo aire y le tiro el reloj a la cara justo cuando las agujas señalan "correr".

Los árboles pierden el color y, de no ser por la pendiente, no sabría hacia que dirección he estado corriendo. Cuando la bala me hiere la mano me muerdo el labio ahogando un chillido y me la aprieto rápidamente con la cola de lobo falsa que me cuelga de la espalda. Así me será de utilidad al menos. Me siento cada vez más fatigado y me falta el aire. Giro la cabeza para ver si me persigue y tropiezo con algo. Caigo y, debido a la pendiente, ruedo varios metros hacia abajo antes de frenarme en seco golpeándome con un árbol. Ahora debería venir la parte en la que me levanto y sigo corriendo, pero en su lugar, me echo a llorar en silencio.

No entiendo nada... Una chicarrona tetuda, armada con una escopeta, persiguiéndome en mitad de un bosque descolorido, disparándome diciendo que solo quiere jugar, disfrazada de caperucita y yo de lobo... Cojo aire y me autoanimo a hacer algo. Echo un vistazo a mi alrededor, buscando algo que me pueda servir de utilidad... Ramas, cuerdas... lo que sea mientras me de para fabricarme un tirachinas o algo que pueda hacer daño si golpeas con él. Seguro que algo hay que cumpla esas características.

Pataleo. Pataleo y repataleo. Pero no sirve de nada. Cuando me mete el dedo en la herida suelto un grito de dolor y arrugo la expresión de la cara, surcada por varias lágrimas que había sido incapaz de reprimir. Un escalofrío me recorre de arriba a abajo cuando lame la sangre <<Ya podría tener sida y contagiarla>>. Pienso al tiempo que me muerdo el labio con tanta fuerza que solo consigo hacerme otra herida.

Vuelvo a patalear intentando librarme de su abrazo pero no lo consigo, además me tiene bien amarrado. <<¿Y sí... Y si mi sangre fuera venenosa?>> Es una idea absurda, pero total, tampoco hay muchas más opciones. Aprovechando la herida del labio, pego un mordisco a Caperucita con fuerza en el primer sitio que pillo, asegurándome de que la sangre del labio roza la de su herida.