Fumadero Abandonado

Giz parecía haber entrado en razón por fin, o eso era lo que Noel pensaba en aquel momento. Por fortuna para todos los presentes, con la notable excepción de Rutilante, la obnubilada mente del sueco tampoco era capaz de sospechar ninguna treta por parte del asreniano, y el hechizo de inmovilización no se lo esperaba en absoluto. En cuanto notó aquella sustancia que le impedía todo movimiento comenzó a maldecir en voz alta, ya que era lo único que podía hacer.
—¿Se puede saber qué estás haciendo, Giz? ¡Libérame ahora mismo, maldita sea! —Exigía en un tono autoritario que ninguno de sus compañeros le habían oído utilizar nunca hasta ese momento.

Mientras Noel continuaba lanzando improperios en voz alta, Rutilante observaba al asreniano ya sin sonreír, si no con desagrado y hastío. Escupió al suelo con desprecio cuando el lagarto le confrontó acerca de la situación, molesto porque sabía que lo que decía era cierto. Expulsó una buena bocanada de humo, no porque pretendiese insistir en dominar la mente de Giz, si no porque había suspirado profundamente al darse cuenta de que tal vez lo más inteligente era retirarse llegados a aquel punto. Si el asreniano conocía hechizos para detener a su amigo poco podía hacer sin convertir la situación en una intervención evidente.
—Si un puñado de palabras le convencen de que debería matar a tu amiga Alicia tal vez no sea yo de quien debas preocuparte si estás rodeado de mentes tan débiles, ¿no crees? —Trató de todas formas de meter cizaña.
Se despegó de la columna y echó a andar hacia el crío inmovilizado.
>>¿Me has oído? Eres patético y te lo has tragado todo como un pringado —Le dio una palmada en el hombro con más fuerza de la debida y volvió a esbozar una sonrisa, cargada de mofa en aquella ocasión—. Tened buena criba.
El unicornio deshizo sus pasos y desapareció escaleras abajo lo más rápido que pudo: no quería arriesgarse a que ningún habitante descubriese lo que acababa de hacer.

Noel, mientras tanto, no daba crédito a lo que había oído cuando el unicornio destapó su propia mentira y durante un instante se sintió confuso además de frustrado por la imposibilidad de moverse. ¿Había entendido bien? ¿Aquel tipo le había engañado? Cuando se acercó a él y le espetó aquellas insidiosas palabras comenzó a nublársele la vista de la rabia que sentía.
—¡Cá… Cállate! —Gritó mientras recibía la palmada en el hombro sin poder hacer nada por evitarla.

Con la marcha de Rutilante y, por tanto, su humo, el aire empezó a despejarse poco a poco. La mente del sueco era un confuso laberinto de pensamientos contradictorios, pero poco a poco la rabia que había sentido comenzó a esfumarse y dio pasó primero a más confusión, debilidad y un creciente sentimiento de culpabilidad.
—Giz… ¿Qué… qué he hecho? Yo estaba a punto de…  
Alicia, aún afectada por el sueño involuntario, se encontraba justo delante de él y no le era físicamente posible desviar la vista de ella, haciéndole sentir todavía más el peso de la culpa. Un nudo en la garganta le impidió continuar hablando.

Giz se sintió impotente al escuchar a Noel. Había hecho todo lo que estaba en su mano, si la situación iba a peor con aquel ser o si lo del sueco era permanente... Prefirió no pensarlo. Al asreniano le tembló todo el cuerpo cuando el unicornio volvió a emitir humo. Arrugó el gesto, contuvo el aliento para no tragar nada y se alejó un par de pasos. Le asustaba que le arrebataran la razón sin nadie despierto o móvil para pararle los pies.

Sus palabras le cayeron como un jarro de agua fria, pero el asreniano se convenció a sí mismo de hablaba el interés de aquel ser y no la lógica. Noel no les habría querido hacer daño si no hubiera sido por la droga mágica, ¿no? Se calló una respuesta dudosa a Rutilante y tan solo le bufóm una vez les dio la espalda en dirección hacia las escaleras.

Entonces se giró de nuevo a Noel y supo que el efecto se estaba pasando. Giz suspiró y contuvo las ganas de llorar de alivio.

—No has hecho nada, has sido víctima de una treta mágica. —Lo último que quería era que su compañero se castigara por algo que no era culpa suya—. Voy a desinmovilizarte, ¿vale? —desconjuró el hechizo y plantó su mano en la espalda de Noel. Al contrario que para Rutilante, para el mirie kitade era un gesto de afecto—. Lo siento mucho...

Tras unos segundos de no saber qué hacer, Giz se giró para comprobar que Alicia estaba bien. Puso su mano frente a sus fosas nasales puntiagudas y sintió cómo salía el aire. La calma volvía poco a poco a su ser. Sabía que no estaba muerta, pero no se habría quedado tranquilo sin comprobarlo.

—¿La puedo despertar?

Giz no sabía si Noel se sentia lo suficientemente entero aún.

El impulso que llevaba originalmente le hizo dar un paso hacia adelante, con la espada todavía medio alzada. La dejó caer, sobresaltándose debido al miedo de hacer daño a Alicia con ella, aunque el acto reflejo podría haberles costado algún accidente también si el arma hubiese caído en mal sitio. El alivio que sintió al ser capaz de volver a moverse y al comprobar que la espada se detenía sin herir a nadie apenas duró un instante. No se sentía capaz de hablar ni de responderle a Giz. Se limitó a fijar su vista en el suelo mientras su amigo trataba de consolarle con gestos y palabras, ahora que podía desviarla del cuerpo durmiente de Alicia. Observó por el rabillo del ojo como el asreniano comprobaba el estado de la chica, sintiéndose culpable por no ser capaz de hacer ni eso, que era lo menos que debería tras haber intentado… No quería ni pensarlo.

Llegó la pregunta, pero el sueco seguía sin ser capaz de responder. Alzó la mirada hacia Giz, evitando a Alicia en todo momento y le miró con una expresión que reflejaba el malestar que sentía. No podía continuar callado y sin hacer nada para los restos, por lo que tras varios segundos incapaz de actuar de ningún modo, terminó hablando.
—Hazlo… Deberíamos irnos de aquí cuanto antes. Mánia… ¡Tenemos que encontrarla también! —Se dio cuenta de pronto de que la libense no se encontraba en los alrededores y era extraño que no hubiese aparecido teniendo en cuenta que él mismo había estado alzando considerablemente la voz. No quería pensar en lo peor: era probable que Rutilante también la hubiese dormido… ¿no?—. Voy a… voy a adelantarme para buscarla.
Era su forma de huir en aquel momento y no enfrentarse a tener que ver a Alicia a los ojos después de lo que había estado a punto de hacer.

Giz dirigió a Noel una mirada preocupada, pero asintió y le dejó irse para buscar a Mánia. Por su parte, comenzó a dar toques en el hombro a Alicia, a la vez que decía su nombre en voz alta. Varios meneos más insistentes bastaron para que la humana despertara del todo. El mirie kitade la ayudó a incorporarse y decidió no comentar nada de lo que había pasado. No le correspondía a él.

—¿Te ayudo con las escaleras? —le ofreció.

Alicia le dijo que no y Giz no pensó que fuera de mala educación no insistir o esperarla. Así que bajó inmediatamente después. Esperaba que Noel hubiera encontrado a la libense y que todos pudieran volver al torreón vivos y enteros. Después de aquello le iba a costar fiarse del resto de ciudadanos.

Por suerte para Giz, sus esperanzas se cumplieron, y el grupo entero abandonó el fumadero.

Llevaban andando demasiado, aquella cosa gigante y cantarina había seguido moviendose durante demasiado tiempo y ahora no solo estaban muy lejos del refugio si no que volver con las cestas iba a ser un suplicio para los brazos de todos.

-Agh. El resto en el refugio ultradeben estar empezando a preocuparse. -Chasqueó con la lengua molesto con la bañera pero por fin se detuvo delante de ellos.

-Las ruinas de alrededor hiperestan mejor hechas. ¿En que megapensaba el arquitecti´zz?

Ulmara no había salido la anterior vez, así que no podía comparar con nada esta nueva persecución tranquila, pero la ausencia del mar le hacía entender que se dirigían en otra dirección completamente diferente. Aquello era bueno, en parte, porque así no se cruzarían con aquel caballo de mar (por mucho que Ulmara quisiera ponerle cara). Anduvieron a ritmo rápido tras la bañera, que surcaba los cielos capitaneada por una criatura que no parecía un ser vivo convencional. El espantajo se parecía más a los Otros que invocaban en Iritria que los Otros con los que estaba conviviendo desde hacía días en el torreón.

Gracias a Rua y a sus gafas, la cercana completaba su imagen mental de la ciudad sobreponiendo con fragmentos nuevos  los destellos cegadores de su primer día fuera. En su caminar se habían topado con calles en ruinas, pero también con otras de edificios sólidos e imponentes, de aspecto nuevo. Se escucharon ruidos aquí y allí y, en más de una ocasión, le pareció ver a lo lejos algo volando. Algo, porque no se atrevía a llamar a la criatura ni pájaro, ni mamífero, ni pez. La ciudad, en general, no se parecía nada a los pueblos arbóreos de la Cercanía y, aun a medio construir (o derruir), se sentía como un lugar sólido e imponente.

A la vez que Ulmara satisfacía su curiosidad, narraba su descubrimiento a Aramara para que, a su vez, la diosa mensajera hiciera llegar sus palabras y plegarias al resto de los dioses. Así de ensimismada iba cuando Nery’s habló, que la propia cercana se reprendió a sí misma. Ya tendría tiempo de contarlo todo cuando volviera a la torre viva y con comida para mantenerse en ese estado durante un tiempo.

Asintió al primer comentario del frivy, obviando un “Yo también me habría preocupado”, y respondió a lo siguiente:

—Estaría atareado ayudando a planificar un secuestro múltiple —dijo con cierto sarcasmo no hacia el frivy, sino hacia el sistema de Rocavarancolia, comoquiera que fuese.

La bañera voladora había frenado justo encima de una torre cubierta de musgo. Las cestas descendieron en ese preciso instante: dieron contra una vertiente del tejado y se deslizaron por el metal oxidado hasta caer en el interior de la azotea de aquel edificio verdoso.

—¿Se supone que debemos entrar? —preguntó sorprendida. ¿No debían dejarlas fuera? ¿Y si le iban a robar la comida a quien viviera ahí dentro?—. ¿Fue así de extraño en los acantilados?

La curiosidad se había mantenido firme, pero cierto temor latía de fondo. Inconscientemente, se llevó la zurda a la empuñadura de la espada.

A Maila le hizo mucha gracia la manera en que Kiki describió a Fleur. <<Damisela...Lo cierto es que teniendo en cuenta quién es su familia no anda muy equivocada>>. Meditó tras unos instantes. También le pareció muy curioso la forma en que la chica se iba por las ramas cada vez que hablaba y no puto evitar mostrar una sonrisa por ello.

La hawaiana frunció el ceño cuando la francesa le respondió a su comentario. <<Muy buena esa Maila, te intentas poner con ella en modo “ No te preocupes, todo esta bien” y la dejas peor. ¡Qué campeona estás hecha!>> Pensaba mientras intentaba poner su mejor sonrisa. Cuando Fleur le dio su pañuelo Maila se derritió por dentro. Era un gesto tonto, si, pero inocente como solo podía serlo ella.

-Tranqui, no tengo entre mis planes de futuro dejar de verte-. Le dijo guiñándole un ojo. Después se puso un poco más seria y la abrazó muy fuerte, para después darle varios besos en la mejilla. Sin que le diera tiempo a la chica a reaccionar fue a la armería y cogió una daga de un tamaño mediano. Por ahora era con lo que más a gusto se sentía, no tenía la fuerza suficiente aún como para portar una espada y el arco no era una opción.

-No te preocupes, tendremos cuidado-. Le dijo a Iemai cuando escuchó sus advertencias.- Volveremos de una pieza-. Dijo esta vez mirando a la francesa mientra cogía una fruta para el camino.

Siguieron durante un buen rato a la bañera voladora, mientras esta soltaba sin tapujos platos de comida asquerosas, con muchas vísceras y cosas desgradables de por medio. Maila se empezó a preocupar de que se estuvieran alejando mucho y las palabras de Nery´s fueron un reflejo de sus inquietudes. <<Fleur tiene que estar preocupadísima...>> Cuando la bañera voladora dejó caer la comida en la azotea de aquel edificio, viejo y lleno de musgo, la hawaiana soltó algunas palabras poco bonitas para el rey de aquella ciudad y sus psicópatas.

-La otra vez aquel espántapajaros tiró la mitad de la comida por el acantilado , al menos esta vez podemos cogerla toda.- Le respondió sin dejar de mirar aquel edificio con cara de recelo.-Deberíamos ser cautelosos, si de los riscos de aquel acantilado nos saltó aquel caballo enorme quién sabe lo que podría haber ahí dentro. ¿Qué opináis? ¿ Deberíamos entrar?- Preguntó con cierto miedo en su voz, la verdad es que sus propias palabras la habían atemorizado un poco. Por lo que sabían podía salir de esa puerta cualquier bicho homicida y sinestro.

Era la primera vez que salía desde que habían entrado en aquella torre que les servía de refugio. Todo estaba igual, daba la sensación de que habían pasado años en guerra en un intento de sobreponerse se construyeron edificios nuevos, pero ignorando los derruidos. A lo lejos, lo que parecía una bañera era conducida por uno de esos seres extraños que parecían poblar toda aquella tierra.
Después de un tiempo andando, los edificios perdieron todo el interés para Toni. Tenían que conseguir comida y por lo que contaron los que salieron la primera vez, no iba a ser nada fácil. Estaban bastante lejos. ´quizás no tanto y les hicieron dar vuelta, tampoco estaba muy consciente de ello.

– ¿Será una bañera real o aquí a eso se le llama de otra forma, es decir, los habitantes de aquí los autóctonos? - Dijo sin dejar de mirar la bañera mientras se paraba sobre una de las torres.
–Si hay que entrar se entra-dijo mirando a Ulmara. Toni se sorprendió de su propio estado, tenia una mezcla de miedo, curiosidad y excitación que nunca antes había notado. –Pero, Maila tiene razón, si la anterior vez fue en un acantilado aquí hay algo raro, no puede ser tan fácil como subir ahí y ya ¿no?

Rio la broma de Ulmara y escuchó tranquilo a Maila explicando el caos de la última salida.

-Hiperdeber- Estaba a punto de hablar para decir algo cuando delante de ellos se abrió de par en par las puerta en frente de ellos. Les dedicó una mirada rápida a todos inspeccionándoles curioso por las nuevas caras aunque tambien cuidadoso de que no fuesen peligrosos.

-Correcto. -Dijo con una de sus brillantes sonrisas naturales. -Me ultrallamo Nery´s, superencantado de ver que a otros les está yendo bien. -Se acercó al chico pálido y le extendió la mano en señal de saludo. Miró atento a ver como reaccionaban el resto del grupo a su avance.

-Hiperimagino que aún quedan cestas de sobra dentro así que supertomaremos los restos si no os importa. -No se fiaba mucho de toda aquella situación pero no quería producir rencillas innecesarias. Torció la cabeza hacia todos o alguno de los nublinos.

-Unos de los vuestros ultrame ayudaron a superguiarme en todo el caos del inicio así que hiperme siento en deuda con vosotros. -Extendiendo uno de sus brazos iría a acariciarle la cabeza al que tuviera más cercano.

En cuanto se abrió la puerta del edificio Maila se puso en tensión. Habría esperado con temor una araña gigante, zombis, un bicho grande con dos cabezas... cualquier cosa sobrenatural y floclórica.  Pero le cogió especialmente desprevenida más cosechados como ellos, y sin embargo tenía sentido, ya que la propia chica vio la cantidad de gente que había en la plaza. Ninguno de ellos era humano y tampoco de la esepcie de algunos de sus compañeros, sin embargo no eran más extravagantes que las cercanas o Pefka.

Ver a otros como ellos la sorprendió de una forma agridulce. Por una parte se sentía aliviada de que hubieran sido cosechados y no monstruos lo que habían encontrado. En cambio por otro lado no dejaba de tener miedo por ello, en su hogar había dedicado gran parte de su tiempo libre a ayudar a los necesitados y sabía de antemano lo que podía hacer la desesperación y el hambre en algunas personas.

Que Nery´s hablara primero la tranquilizó un poco, fisícamente era imponente y esperaba que eso bastara para disuadir cualquier deseo de robar o dañar que pudieran tener aquella gente, si existían. Pero las formas tan cercanas del frivy como de querer acariciarle la cabeza a uno de aquellos desconocidos no la entusiasmaba mucho. Podía notar la tensión y cuatela de aquel grupo tanto como la que sentía ella.

-Si, exacto-. Dijo secundando al frivy con una voz en la que  se podía notar su tensión y un poco  de miedo.-¿ Cómo os llamáis? Yo soy Maila, encantada-. Se presentó en un intento de liberar tensiones, tanto suya como ajenas. En cuanto terminó de hablar se puso justo al lado de Nery´s en un intento de no dejarlo tan alejado del resto de ellos.

El nombrado caminaba sin perder de vista las calles y cuevas a su alrededor. Intentaba memorizar cada giro, cada esquina, cada detalle en las ruinas o en el camino que le ayudara a volver. Y es que se estaban alejando cada vez más y más, mucho más de lo que recordaba haber recorrido cuando se toparon con la Primera Bestia. Temía que pudieran perderse cuando decidieran volver.

Iba con su arco y el machete. Había hecho su calentamiento mañanero después de picar algo de comida y mientras los demás despertaban, y se había unido al grupo de expedición cuando vieron las bañeras voladoras a lo lejos. Y allí estaban, en otra zona desconocida de aquella desolada ciudad. Bueno, realmente sabían que no estaban solos, que había bestias y que alguien debía vivir allí, pero era mucho mejor que las zonas por las que andaban estuvieran vacías. Por su propio bien.

Por fin, maldita sea, vieron cómo la bañera descargaba su contenido en una cueva alargada, parecida al refugio. Estaba cubierta de lo que parecía musgo y se preguntó si serviría de alimento. Sus compañeros se detuvieron ante el edificio.
—Debéis dar por hecho que puede haber peligros en cualquier rincón. Es mejor estar siempre preparados y ocuparse del problema cuando se presente —masculló sin mirar a nadie cuando hablaron sobre los posibles peligros del interior. Debían coger las cestas, y si no entraban nunca lo conseguirían.

Sin embargo, cuando se disponían a entrar, la puerta se abrió y salió un grupo de criaturas bípedas, pertrechados de forma similar a ellos, cargando con las cestas que acababan de ver. «¿No había más gente en la fuente...? ¿Los que huyeron en otra dirección? ¿Serán ellos?»

Como si hubieran leído su pensamiento, respondieron a su pregunta. En efecto, era otro grupo de cosechados. Y algo más: llevaban las cestas. «Las cestas que vinimos a coger... pero llegaron antes. Y son muchos...» Quizá les sobrara algo y pudieran repartirlo. «Si en su refugio son tantos como nosotros... ni hablar» Le habría gustado ver la situación de otra manera, esa era su naturaleza: quedarse a charlar, aprender quiénes eran, dónde se refugiaban, cómo les iba, si podían ayudarse mutuamente... pero tanto unos como otros tenían un grupo al que alimentar y no sabía cómo podía acabar aquel encuentro. Ellos estaban en su derecho de largarse con todas las provisiones por haber llegado antes, y el nombrado no tenía precisamente ganas de pelear por la comida con criaturas que sufrían el mismo destino que ellos.

Sin embargo, sus compañeros se presentaron, así que hizo lo mismo, en contra de sus pensamientos. No quería que su ojo le delatara así que intentó sonreír. Saludó con la cabeza.
—Yo soy Pefka. Quisimos probar suerte con esta bañera voladora. ¿Os sobra algo? —. No sabía si debía compartir información, como el por qué de haber ido a ese sitio y no al acantilado, así que fue muy escueto al respecto.

Ulmara se había imaginado que bestias enormes les robaban la comida, o que les atacaba un titán estepario, o que el dueño de la torre los freía a hechizos. Lo único que no había considerado era otro grupo de cosechados adelantándose a ellos, dejándolos con las sobras (si es que las había) y con un palmo de pico. Habían andado mucho, estaban muy lejos, y volverían con las manos (semi)vacías. Al contrario que a otros de sus compañeros, a ella le costó sonreír a los recién llegados, clavando inevitablemente su mirada en el primero que habló. Daba gracias a las gafas de sol, que tal vez aliviaran un poco su semblante seco.

—Ulmara, ella —se presentó con cierta frialdad.

Con la certeza de que sus ojos permanecían ocultos, escudriñó al grupo uno por uno. El que les habló no le daba buena espina, parecía una versión muerta de algunos de sus compañeros, de tan blanco que estaba. Había otros pocos más grises y de aspecto enclenque y, condicionada inconscientemente por su cercanía, la única que le inspiraba algo de confianza era la chica oscura con pelo brillante.

Cuando todavía sobrevolaban las preguntas de Toni en el ambiente un chirrido tosco llamó su atención. Se abrieron las puertas del torreón donde habían visto caer la comida. De allí salieron un par de personas alineadas. Por un segundo a Toni le recordó a una película antigua que había visto a escondidas, Chicas Malas.

Nerys se acercó para hablarles - Este chico buscando protagonismo, como siempre- Pensó Toni.
En la cabeza del andaluz solo había maldiciones, ¿se habrán llevado toda la comida? ¿Cómo coño han entrado? Si ellos habían visto como caía la comida y no habían visto entrar a nadie, ¿vivirían allí? – Joder yo también quiero que la bañera caiga sobre nuestro torreón- pensó.

Toni se acercó al ver que todos se estaban presentando.
-YO soy Toni- Dijo cuando vio como la chica que había dicho llamarse Reira se daba la vuelta para entrar nuevamente al torreón. Por un segundo se le pasó por la cabeza acompañarla, no se fiaba de ella, pero temía que lo tirase por las escaleras o le hiciera algo parecido, así que esperó a que el resto dijera algo.

Se acercó a Ulmara y le susurro entre dientes- ¿No es mejor que vayamos con ella? No me termino de fiar.

A Ulmara se le mezcló la rabia de haber llegado tarde con la lástima por las condiciones en las que les hablaba el grupo. También había algo de vergüenza en lo rápido que les habían tendido ayuda, le hacía parecer un animal indefenso a ojos de aquellos extraños y no le gustaba en absoluto. Su impresión inicial cambió lo suficiente como para que la chica de piel oscura dejara de inspirarle confianza. Los otros le daban algo de pena, en parte porque los veía (casi) tan perdidos como a su propio grupo.

—Tened mucho cuidado —todavía hablaba desde la seriedad y, aun así, fue la forma más suave que encontró de decirles que no había sido buena idea sacar al chaval traumatizado—. A algunos de mis compañeros les atacó un kelpie hace unos días.

Calló muchas cosas, porque no le pareció apropiado llamarles irresponsables, y asintió a las palabras que Toni le dedicó en voz baja. Luego dirigió su mirada (escondida por las gafas) a la propia Reira.

—Os acompañamos para que no tengáis que cargar con todas —improvisó, ignorando sin querer las señales de nerviosismo de Veriel.

Le hizo un gesto con la mano a Toni para que la siguiera al interior del edificio.

Notó a Maila acercandose y agradeció tener su apoyo, todo esto podía salir muy mal.

Su mano se retiró con cuidado cuando notó el sobresalto por miedo, la prudencia hizo que no le hablara pues podía asustarle más de hacerlo en ese momento. No se movió de ahí sin embargo, quería mostrar que no había nada que temer de él y a su vez que él no temía al grupo. Asentar confianza entre una parte y otra con pequeñas acciones. Una mueca de tristeza se asomó al escucharles.

-Si... megahan sido días duros...

Las presentaciones estaban hechas y parecía que todo estaba ya más tranquilo, aunque hubiera preferido que Ulmara y Toni sonaran algo más cordiales pero que se le iba a hacer. No le gustaba la manera en la que el recién llamado Teyn forzó a la chica de pelo azul a presentarse, aunque entendiera el porqué. Sonrió pues de manera calmada con un gesto de comprensión a Keskit y amplió la sonrisa cuando Nori les tendió ayuda con la comida y Reira se ofreció a traérsela. Confiaba en su apariencia para ayudarle a suavizar las cosas. -Nos superserá de mucha ayuda, gracias. -Quería que todo el mundo se tranquilizara y se llevara bien, si todos los grupos que se habían formado se pudieran ayudar entre sí pese a la distancia todos tendrían más probabilidades de llegar a la meta de todo esto.

-Cierto. -Añadió al comentario de Ulmara. -Por aquí fuera hiperhay cosas más grandes y peligrosas que el reptil de la fuente superme temo. Megano se a quien ultrahabeis enviado pero megadeberíais ir juntos siempre que podáis.

Y entonces Ulmara dijo lo que sabía que los cinco debían estar pensando. Quería haberse mantenido neutral y no haber lo dicho como gesto de confianza pero también sabía que era algo arriesgado. Estaba en una encrucijada. Si le decía a ella que no hacía falta estaba arriesgando la comida que tanto necesitaban, pero el daño a la confianza en ambos grupos estaba hecho y quizás debería restaurarlo con ese gesto. Miró rápidamente la expresión de todos en el grupo contrario para saber que les había parecido aquello.