Sede de los Taumaturgos (Archivo II)

Nasher se incorporó de un salto para ayudar a Giz cuando vio que perdía el equilibrio. Tomó nota mental sobre lo de dejar que bebiese tanto la próxima vez que se fuesen de fiesta, aunque no tenía muy claro si era por la cantidad o porque sencillamente al mirie kitade no le sentaba bien, como a él no le sentaba bien el dulce.

-Tranquilo amigo, no hicimos nada, lo de violarte era una broma- le tranquilizó, dando el juego por terminado- No tiene gracia si no estás despierto pero eh...- eligió sus palabras con cuidado, tenía algo de miedo de que el chico se hubiese enfadado con él, y no quería cagarla aún más- Si quieres podemos quedar otra vez, pero para la próxima bebes solo zumitos, no quiero tener que llevarte a cuestas de nuevo

<< Aunque estabas adorable así dormido...>> pensó. El nerviosismo de Giz y su pobre intento de cambiar de tema le arrancaron unas risas que Nasher intentó contener, por no incomodarle más. Meditó la proposición y aceptó asintiendo con la cabeza, le habían caído bien esos chicos, además quería volver a ver a Matt y a Tsu, que se habían mudado a Serpentaria << A ver como están ellos con la resaca>>

-Ya te dije que avisé a tus compañeros, no te preocupes, saben que estás conmigo...- le dijo mientras se ponía unos vaqueros anchos y rotos, largos hasta los pies. Se colocó un colgante de cuentas de madera y sus dagas curvas al cinto y se dirigió a la puerta- Vístete, hombre, ¿o piensas ir desnudo por la calle? Que conste que a mi no me importa- rió

-Zumos... Vale, zumos-Giz, bueno, en realidad su cabeza y el malestar general que sentía ahora mismo, estaban de acuerdo con lo de beber fruta exprimida-. Me parece bien para la proxima vez que nos veamos-en realidad una parte del asreniano preferiría no beber si quiera, pero prefería no pensar en eso ahora mismo.

Giz sonrió cuando Nasher comentó lo de la ropa y se sonrojó casi sin saber muy bien por qué, no era algo que le ocurriera a menudo. De hecho, a él tampoco le daba ningún tipo de reparo ir desnudo. La razón por la que se acababa de poner el poncho y por la que lo hacía siempre era el cariño que le tenía a esa prenda. En parte se sentía más seguro llevándola puesta.

Extendió la gola para evitar llevarse algún susto con los hechizos que pudiera haber y siguió a Nasher.

Sigue en la Torre Serpentaria.

PD: Sorry por el cutrepost y tal ,_,

Nasher tomaba el sol en uno de los salientes de la fachada de la Sede, mirando distraido como pasaban las nubes. No le hacía especial gracia subir a la azotea por no encontrarse al gigantón, aunque no era al único al que evitaba. Habían pasado algunos días desde su visita al desierto, y todavía estaba algo desanimado por ello. No solo se había sentido... desplazado del que había sido su medio desde el día en que nació, desencantado por el paisaje que había bebido toda su vida, sino que también les habían atacado... y él no había podido hacer nada. << Eres un manco Nasher, no has podido con un monstruo en tu propio terreno>> De hecho ni siquiera lo había intentado. Nada más sentir al gusano, verlo, y ver también cómo sus compañeros reaccionaban uno detrás de otro se había quedado bloqueado por completo. Tan solo se había mantenido al margen, protegiéndose como podía de la bestia, y había corrido a la hora de la huída. Nada más. Había tenido tanta vergüenza que no se había atrevido a pasar de nuevo por Serpentaria y había tenido que ser Giz el que se pasase a saludar. Nasher de verdad agradecía el gesto y avivaba su encaprichamiento con su compañero lagartijo. Habían quedado varias veces para hablar y parecía que la cosa iba bien, tanto que Nasher tenía algo muy especial planeado.

Se puso en pie en el saliente, se estiró y entró pro la misma ventana por la que había salido. Fue a ponerse algo de ropa, pues había estado tomando el sol desnudo (había cogido la costumbre y todavía nadie se había quejado) y a asearse un poco. Como toda su vida, ducharse se duchaba más bien poco, tan solo cuando caía en barro, se llenaba de sangre o tenía alguna herida que quería desinfectar, pero el día anterior había ido al mercado y se había comprado un cepillo de dientes. Nunca se había cuidado mucho los dientes, salvo mordiendo cosas como habían todos los crios de su edad para evitar el sarro y mantenerlos afilados, pero ahora pensaba hacerlo todos los dias como le había indicado el tio del mercado. Eran unas cerdas suaves en un palo de madera, no tenía más misterio, pero era un invento curioso. Después de lavarse los dientes bajó a la sala de entrenamiento a buscar a alguien con quien echar una pelea rápida antes de salir a enseñarle a Giz su ultima adquisición.

Llego al torreón junto a los demás y una vez dentro me acerco a Toima, con el semblante serio y de brazos cruzados. Cansado, sería la descripción correcta. El maldito hechizo de protección diurna se come mis energías... Y las necesito para la incursión y para Norou. Ya pensaré algo...

-Hey, Toima. Lo que dije en la Bahía era por la incursión que nos contaste. Varias cosas: una, que me apunto, intentaré ir de día si vais de día; dos, que si Norou acepta venir, es una máquina de guerra física y tengo pensado reforzarle con hechizos. Y tres, que si necesitas algo de equipo o tienes ya algo pensado en plan estrategia o lo que sea, aquí me tienes, que hoy me quedo hasta la noche. Para preservar energías, vaya. Cuando digas, estaré listo.

Y luego me dejo caer en un sofá, deseando que no tenga cada sofá su propio dueño. Petaca en mano empiezo a asimilar lo de que los otros dos sean hermanos, pensando en lo curioso y casi debatiendo conmigo mismo, en plan << ¿destino o casualidad? Chorradas al final >> Pero eso sí, darle vueltas al asunto me recuerda a la Tierra y a que tengo ganas de volver, aunque no me acerque a donde solía vivir. No, de ningún modo. Si voy es para ver mundo, de turismo! Y tengo que volver a Libo y a Sinhdro... ¡Ariv! Esta noche tengo que ir a Maciel y Letargo, vaya que sí. Y al rostro cansado se le suma una sonrisa.

Toima

El ulterano pasó adentro de la sede y fue a subir por las escaleras, precedido por la nublina. Ambos algo preocupados por como habian dejado a los chicos en la bahia, pero cada uno a su modo. Jack le paró en la escalera para explicarle lo que le habia dicho en la bahia. Se apuntaba tambien, otro más. Se sumio en sus pensamientos un rato antes de darse cuenta que el vampiro seguia hablando, sobre un tal "Norou" que se unia tambien. No le conocia, o al menos no le recordaba por el nombre.
-Está bien. Si te fias de él, yo me fio de él.-dijo, algo despistado. Quedó para empezar al siguiente dia, pero se le habia olvidado mencionarlo antes en los entrenamientos. Pues entonces seria una sorpresa para mañana, porque no queria aplazarlo más. Eran sus amigos, pero iban a estar bajo su mando, o al menos durante el entrenamiento, cosa que le hacia sentirse raro. El ulterano se pasó el resto del dia meditando en la terraza, disparando a aves de aspecto sospechoso y con la mirada perdida en el horizonte siempre.

Azura llegó a la sede. No había querido que Yloh la siguiese, aunque el chico se las había apañado para hacerlo a escondidas. Se había cargado de talismanes por si los necesitara, pero en realidad, todo lo que quería era un arma punzante. La paz entre las Alicias estaba sellada, irónicamente, ahora que podían herirse. Era algo que había desatado sus mayores paranoias y sus peores sueños, así como las fantasías más cruentas y desagradables. Pero todo quedaba en así, en lo hipotético, porque la otra parte podía responder y el precio de la muerte seguía siendo un nuevo nacimiento. La noche que todos habían ido a la taberna, en cambio, ella había descubierto algo muy interesante. Se lo había dicho una persona a la que no conocía, una figura que la había abordado mientras ella estaba paseándose para librarse de ciertos pensamientos. Que cerca había estado de hacerle arder, o de clavarle un puñal entre ceja y ceja por el susto, cuando durante un segundo se creyó cogida por su hermana. Pero él tenía cosas que decir. Una promesa que hacerle. Un regalo que darle.
Pyro estaba leyendo en su cama un tratado de magia que había cogido de la biblioteca cuando su hermana atravesó la pared. Se puso de pie inmediatamente, en guardia, pero Azura acababa de lanzar un cuchillo. No estaba en el angulo adecuado, pero debía de haberle hecho un hechizo de puntería, porque recorrió una trayectoria curva y se le clavó en el pecho sin que hiciera nada por evitarlo, demasiado anonadada por el ataque directo.
¿Por qué ahora? Y así de repente. La sangre salio y manchó su ropa, roja como todo lo demás en ella, y el dolor trepó hacia arriba y la hizo jadear. Se moría. Se hubiera muerto si no supiese magia. Se curó a sí misma y encaró a su hermana, pero era obvio que no contaban con las mismas fuerzas.
Azura estaba fresca aun, con energía restante en uno de los talismanes, y aparentemente inmune a la sensación de matar. Su hermana, manchada de sangre, acababa de hacer un esfuerzo para curarse e hizo uno más para lanzar un hechizo sombrío contra ella. Lo desvió con un considerable gasto de energía, y tuvo que repetir este mismo gesto para tres hechizos distintos con los que fue atacada, mientras Pyro hacia una gala de todo lo que una vez habían aprendido pero a lo que no le habían dado uso. Ambas notaban como el cansancio amenazaba con dejarlas sin fuerzas, especialmente Pyro, con la cara cubierta de sudor, que ya solo se mantenía en pie por pura obsesión y terquedad. Para entonces, el ruido debía de haber alertado a todos los habitantes de la sede, pero a Azura le daba igual, porque tenía un secreto: aquella muerte sería la definitiva. Por eso disfrutaba de una magia que no podría recuperar.
Así se lo había dicho el hombre, era el precio de su regalo.

Valenz le había dado una poción, le había dicho que de tomarla justo después de matar a su hermana, ya no se escindiría. Que era un método conocido, aunque ocultado para evitar la pérdida de brujos. Sin escisión, Azura perdería toda la magia.
Al principio no había aceptado la poción de aquel hombre que aseguró, lo único que pretendía era saldar deudas al matar a Pyro. Pero había regresado a los pocos días, después de muchas dudas, y había cerrado el trato. Y desde entonces no había asistido a los entrenamientos, practicando y planeando un último ataque, y arrancándose de la cabeza cualquier remordimiento.

Pasó al ataque, y su hermana fue incapaz de desviar el ultimo hechizo que la mataría. Azura había puesto toda su energía en el.
Pyro se desplomó inerte, con un agujero donde una vez hubo un corazón latiendo y la sangre manchó todo. Azura, cuya sonrisa estaba desprovista de humanidad, destapó una botella incolora y bebió.


Nota fdr: Azura ha muerto. Y la encontrareis en la sangre de su hermana. La botella es el mismo veneno que mató a Pyro, un regalito de Valenz. En fin, este mierdipost es lo que hay. Celebradme un bonito funeral o no, pero al menos no escupáis en el cadáver.

Nasher había terminado su entrenamiento y subía de una bien merecida cena junto al fuego de la chimenea. Se sentía pesado, había comido demasiado y vaticinaba que también iba a dormir de más << ¿Qué importa? Me lo merezco>> se dijo mentalmente, sonriendo. Cuando ya subía las escaleras oyó ruidos. Ruidos de pelea. Un mal presentimiento se apoderó de él, además de una sensación desagradablemente familiar. Llegó a la habitación de Pyro y abrió la puerta de una patada, y allí la encontró. La chica estaba tirada en el suelo, pero no era Pyro. Le habían hablado de la naturaleza de Pyro y su hermana y supo por su ropa que era Azura la que estaba en el suelo, y estaba igualmente muerta.

-No... No, joder, no, otra vez no...- era como si un fantasma oscuro y despiadado persiguiese a Nasher para acabar con la vida de sus compañeros, delante de sus ojos. No tenía mucha relación con ella, pero eso no significaba que su vida le importase menos. Seguía siendo una vida- ¡¡Adara!!!- Llamó- ¡¡Adara, por favor!!

Le tomó el pulso para asegurarse, y aun sin encontrárselo probó inutilmente varios hechizos de curación. La tomó en brazos apoyándola sobre su rodilla, manchándose de sangre.

-¡¡Adaraaaa!! -llamó en tono cada vez más desesperado- ¡Que alguien me ayude!

Toima respondió y me quedé sentado en el sofá, pendiente de la ventana para moverme al tiempo que el sol se moviera. Aún faltaban horas para que atardeciese siquiera, así que acabé durmiéndome ligeramente...

El olor y ruido de los demás comiendo me acaba despertando, pero de pura desgana me quedo sobado de nuevo, sentado en el sofá...

Nuevos ruidos me despiertan y puedo comprobar que las primeras luces entran en el salón, así que me cubro de oscuridad y de pronto recuerdo por qué me quedé aquí: para esperar a que anocheciera. << Y llevo durmiendo desde la tarde de ayer... ¡Seré estúpido! ¿Y ahora qué, otras diez horas durmiendo? Joder >> Pero alguien parece por la labor de no dejarme dormir, pues está entrenando con magia a saco varias plantas más arriba. Y de pronto, el silencio.

Me levanto para estirarme y cambiar la mala postura de dormir y es entonces cuando huelo la sangre. << ¿Se habrán pasado con la magia? >> Sangre y pasos apresurados. ¡Sangre, pasos apresurados y gritos, Nash llamando a Adara! Doy un bote y echo a correr escaleras arriba, llegando al umbral de la puerta con las fosas nasales inundadas de muerte. Dentro, los Azura y Pyro ensangrentados. Nasher sostiene el cuerpo de una de llas mientras llama a la ángel negro. << Maldita sea... Eran ellas... Podría haber subido... ¿Qué digo? Si querían matarse allá ellas, es su transformación, ¿no? Pero siguen siendo personas, conocidas, amigas (no mis amigas), maldita sea... >>

Pensativo, me quedo en el umbral sin saber qué hacer, ya que el chico está llamando a Adara y tampoco es que tenga mucha relación con él... Pero si necesitan algo, aquí me tienen.

Está rica la cena, ni mejor ni peor de lo habitual. Al terminar Nasher, sube hacia su habitación –supongo–. Ni un minuto pasa cuando siento que alguien ha pasado el umbral de la runa. Al momento me calo las gafas y activo la runa de visión de la entrada. No se ve a nadie, ¿quién habrá entrado?

Se oyen ruidos en una de las habitaciones, demasiada coincidencia para no darse cuenta de que algo pasa. El ruido cesa y, poco después, Nasher me llama con tono urgente. Enfilo las escaleras preocupada y, en pocos segundos, asomo el cuerpo por el marco del cuarto de Pyro. Observo un panorama similar al de un matadero. Miro hacia los cadáveres, hacia Nasher, quien me mira a mí y al cuerpo de Azura de forma intermitente; la sangre está por toda la habitación y es evidente que se ha hecho magia; una botella que he visto en alguna parte… Veneno, y es evidente que no es la roja quien ha muerto por él.

—¡Apartate de ella Nasher! –Exclamo recordando el veneno que mató a la antigua Pyro.

Al instante el asreniano salta hacia atrás y se aleja rápidamente del cuerpo. Me acerco hacia la botella y compruebo que es la de la otra vez.

—Me cago en el hijo de puta que se dedique a vender esto –maldigo en un susurro demasiado audible. Estoy muy enfadada y lo hago notar—. Más le vale que no descubra quién es, pues le haré tragar todo lo que tenga y más.

La venganza y la rabia me ciegan tanto como las lágrimas que resbalan por mis mejillas. Miro de nuevo los cuerpos y exclamo:

—¡Estúpidas! –Seguidamente, salgo de la habitación seguida por Nasher y cierro de un portazo. Me giro hacia la puerta y grabo un hechizo de eco en ella para advertir si alguien entra.

—No toquéis nada de esta habitación –habiendo grabado la runa, me giro hacia Nasher. Intento suavizar el tono al verlo nervioso, pero me temo que no logro demasiado.
››Me marcho a Serpentaria a contarles lo que ha sucedido, ¿vienes? –como me imaginaba, responde afirmativamente.

Salimos de la Sede y en frente a esta, en un intento de estar escondido, veo a Yloh. Al saberse observado, sale a la vista. Nos observa durante unos segundos y pregunta tímidamente por la chica de azul, aunque él mismo es consciente de que algo le ha sucedido.

—Azura está muerta, al igual que Pyro –le respondo en tono grave. La mirada del chico se pierde en el minarete, nos mira a nosotros, luego al minarete y a nosotros. Progresivamente su cara se va contrayendo y pregunta desesperado por ella–. No está, Yloh –Me suplica que le deje entrar en el torreón, que no puede estar muerta. Avanza histérico, casi corriendo–. ¡No Yloh! –Hace oídos sordos a mi advertencia. La furia vuelve a nublarme los sentidos. Cuando de nuevo recupero la consciencia, me encuentro encima de su cuerpo tendido en el suelo. Mi puño impacta contra el suelo a su lado mientras la otra mano agarra del cuello de la ropa–. ¡Cálmate ahora mismo! –esta vez no disimulo mi rabia, desprendida también por mi mirada. Cuando noto que se deja de debatir, aunque sin dejar de llorar, me levanto del suelo. Espero a que se ponga él también en pie–. Vamos a la Serpentaria a contárselo a los demás, acompáñanos. –No quiero quitarle el ojo de encima.


[Sigue en Torre Serpentaria]

Llegamos a la Sede y les conduzco a la habitación de Pyro. Justo antes de abrir la puerta, desactivo el hechizo y la runa anclada y les advierto antes de abrir la puerta:

—No toquéis nada de nada, podrían quedar restos de veneno y sólo el contacto con este puede ser mortal.

A continuación abro la puerta y les muestro un panorama que no ha mutado del de antes. De nuevo me doy cuenta que no sólo estoy enfadada con el estafador, también con ellas. Supongo que nunca lograré entender su odio.

—Tenemos que decidir qué hacer con ellas –les digo después de un rato.

El camino desde Serpentaria a la Sede transcurre en silencio. Yloh nos habia dado algún detalle más acerca del mercader que había engañado a Azura. Por el camino sólo podía pensar en cómo haría sufrir a ese malnacido en cuanto lo tuviera a mi alcance. Le haría padecer en su propia carne todo el sufrimiento que estábamos sintiendo nosotros gracias a su colaboración. Casi sin darme cuenta llegamos al edificio y Adara nos condujo a la habitación de Pyro, donde yacían ambas brujas. Observo los cadáveres con un nudo en la garganta y el estómago. Pyro tiene un agujero en el pecho y Azura está cerca suya, en un charco de sangre. Comienzo a temblar de rabia una vez más. También ellas tenían la culpa, su maldita obsesión con matarse la una a la otra para ser precisos. Recuerdo una ocasión en la que le dije a Azura lo que opinaba al respecto, todos lo hicimos en realidad. Pero nunca nos había hecho caso alguno. Precisamente por eso también habíamos perdido mucho contacto con ella. Desde que la primera Pyro había muerto, irónicamente con el mismo veneno que mató a Azura, nuestro trato con ella se había visto reducido a escasos intercambios de palabras. Tras intentar hacer algo por ella al principio, al ver que no conseguíamos nada, nos habíamos distanciado cada vez más. No puedo evitar pensar que no puse lo suficiente de mi parte, tal vez debería haber insistido más, tal vez... Tal vez. Ya daba igual, se habían muerto las dos a la vez, Alicia nunca volvería. Me doy cuenta de que las lágrimas se habían empezado a abrir paso por mis mejillas y que el estallido de rabia, pese a que seguía latente, se había convertido en tristeza. Me llevo una mano a la cabeza y la agacho mientras lloro en silencio.

No sé por cuanto tiempo permanezco así, pensando casi todo el tiempo en lo impotente que me sentía por no haber hecho nada por evitar este desenlace. La voz de Adara me saca un poco de mis pensamientos cuando comenta que deberíamos pensar en qué hacer con ellas. Lo medito un instante y llego a la conclusión de que lo mejor es preguntarle a Yloh. Él era quien realmente había estado al lado de Azura todo este tiempo, tenía más derecho que nadie a decidir. Cuando se lo preguntamos nos dice que deberíamos hacer algo distinto con cada una, pues Azura no querría ser igual que su hermana ni en la muerte. Asiento lentamente. Sin duda suena a algo que ella diría.
-Ahora tenemos que pensar qué hacer con cada una... -digo con tono apagado.
Mientras esperamos a que vuelva Wen con Vac no vuelvo a decir nada, sumido de nuevo en mis pensamientos.

El paseo silencioso hasta la sede sirvió para que Giz bajara de su nube particular y comenzara a ser realmente consciente de lo que significaba la muerte de Azura y Pyro. No habría más desdobles porque no quedaba ninguna Alicia para dividirse. La gente estaba visiblemente afectada y lo que encontraron en la Sede no fue plato de buen gusto para ninguno. Si bien por sus costumbres asrenianas, se supone que Giz debería estar más acostumbrado a la visión de cadáveres y a lo que no es verlos. La visión de los cuerpos de las Alicias le hizo sentir algo parecido un nudo en el estómago y casi pudo dar gracias por no haber llegado a cenar. No es que uno se pueda acostumbrar a ver a un amigo de esta manera.

Azura estaba tirada en el suelo, como dormida sobre un charco de sangre que no parecía tener que ver con ella y un puñado de cristales rotos. Pyro era la que había escapado peor. Debía de haber recibido algún hechizo de Azura de lleno, pues en el pecho tenía un enorme boquete. Un escalofrío recorrió su espalda y no hizo sino acrecentarse cuando Adara hizo mención del veneno. Por un momento, Giz había olvidado lo que Yloh les había contado en Serpentaria.

-Alguien debería limpiar-comentó visiblemente incómodo. Tenía miedo de volver a meter la pata igual que antes. Pero no tenía intención de dejar que un descuido matara a nadie de los que había en la habitación, así que ignoró por un momento sus inseguridades y se ocupó el mismo. Realizó varios hechizos de limpieza por toda la habitación, poniendo especial interés en la zona con los cristales, y en los propios cuerpos, lo cual acabó de bajarle los pies a la tierra. Sintió un ligero escozor de ojos y los apretó con fuerza para evitar que fuera a más-. Ya está...-acabó diciendo en voz baja.

Giz decidió que los humanos sabrían mejor que él qué hacer ahora, por lo que no intervino apenas nada en las conversaciones que se dieron después. Se limitó a escuchar en silencio y a evitar que su mirada se cruzara con los cadáveres de las Alicias.

La escena es lo que me esperaba y a la vez no deja de ser chocante. Pyro tiene una abertura en el pecho obra de magia poderosa, y hay sangre a su alrededor, incluso donde yace Azura. Entre la sangre hay algunos pequeños pedazos de cristal, quizá de la poción de la que habló Yloh. Por un momento lo que veo me supera y aparto la mirada. Porque la expresión de Azura todavía es de satisfacción, porque eso me recuerda que este final es algo que parecían buscar cualquiera de las dos. Porque el odio de los brujos escindidos es algo que no alcanzo a comprender, ya que a pesar de haber mucha gente que odiamos es raro tener esa necesidad visceral de hacer daño.

De nuevo tengo los puños cerrados con fuerza y los dientes apretados. Nadie dice nada por un tiempo. Las dos brujas nunca se van a levantar de nuevo, esta vez es definitivo. Y eso también es extraño, la sensación de déjà vu de que esta muerte ya había sucedido y de que aun así no pasaba nada. Pero eso ahora ya no era así. No es la primera vez ni será la última que veo morirse a un amigo, pero no hay forma de acostumbrarse a algo como esto.

Giz se adelanta para limpiar la habitación de veneno. Me alegra que alguien se ponga en marcha, porque ha llegado un momento en que no soporto seguir mirando la escena sin hacer nada. Me hormiguean los pies de impaciencia, y ni siquiera sé por qué la siento, qué habría de querer hacer en un momento como este. Aunque es cierto que la ira sigue latente, conteniendo la tristeza de algún modo.

Lo siguiente que hicimos fue decidir al respecto de qué hacer. Yloh había sugerido que se hicieran cosas diferentes para las dos escindidas, pero no teníamos claro el qué. Mientras Wen no llegaba con Vac les esperamos debatiendo en el salón de la sede, y tras dar todos nuestra opinión optamos por incinerar a una y echar al mar a la otra. Pyro al fuego y Azura al agua. Y esa sería la despedida definitiva.

Toima y Tania

El ulterano apuntaba al vacio, buscando alimañas que ensartar con un virote y la nublina se hallaba consumida en su lectura, de la cual hacia horas que no levantaba la vista del papel cuando de pronto, se escuchó el grito de Nasher llamando a Adara. Los dos se alarmaron y Toima rápidamente escaneó el edificio de arriba a abajo, para encontrar al arseniano. Junto a él habia dos cuerpos tirados que, si no se fiase de su vista habria creido ver dobles. Una sospecha siniestra cruzó su mente.
-Vayamos a ver.-dijo secamente mientras se colgaba la balllesta al hombro y la nublina cerraba el libro. Bajaron las escaleras aprisa para encontrarse a Adara bloqueando la puerta. Ya de cerca pudo confirmar su sospecha. Las brujas escindidas se habian matado ¿a la vez? No podia ser. ¿O si? Veneno tenia que ser. El ulterano se quedó muy quieto, como de piedra, mientras llegaba más y más gente del torreón a comprobar la siniestra escena, con los dos cuerpos tendidos.
-No... No vi llegar a la otra.-dijo Toima con la mirada perdida, mientras se desplomaba en la silla. De algún modo, la otra bruja habia logrado burlar su vista y habia logrado su objetivo de asesinar a su hermana, para despues suicidarse inconscientemente, fruto de un engaño de quien habia provisto el veneno la anterior vez. El tiempo pasaba muy deprisa a ojos del albino quien veia a la gente entrar y salir del torreón, después de que Adara avisara a los de Serpentaria. Tania le hablaba, pero Toima no le oia. Estaba demasiado absorto en si mismo como para escuchar a nadie. Murmuraba por lo bajo todo el rato la misma frase. "No la vi llegar" Lo que le habia pasado a las brujas escindidas le podia haber pasado a cualquiera de sus amigos y habria sido solo culpa suya. Tania intentó recuperar el sentido a Toima sacudiendole, pero el ulterano no dio señas de salir de su shock.
Ni si quiera se movio de la silla cuando los demás salieron por la puerta de la sede hacia los acantilados. Tania se disculpó por los dos y prometio que si salia del shock que irian cuanto antes a reunirse con ellos.

Nia

Siguiendo a Adara, la niña entró al torreón con los demás. Un pequeño grito ahogado salio de su boca al comprobar los dos cadáveres. La puerta estaba cerrada y Adara dijo que todo estaba limpiado ya. Hasta ahora, ningun veneno habia tenido efecto en ella. Su mirada rodó por todos los presentes. Ira, odio, deseos de venganza. Era un fuego ardiente que quemaba todo a su paso. Nia se quedó mirando a las dos brujas, inertes y sus ojos brillaron con el color del mar revuelto.
Decidieron hacerles un rito funerario terricola por el cual se quemaba el cadaver para Pyro y otro para Azura, por el cual, se vertia el cuerpo al mar y dejaba que este se lo tragase. Wen avisó a los del burdel para que se reunieran todos juntos en los acantilados. Era curioso, como los humanos querian honrar el cadaver de alguien muerto. ¿Porque lo harian? En ulterania se construian mausoleos para los emperadores para que fueran recordados, pero entodos los demás casos, se dejaba que la naturaleza siguiera su curso. Los cadaveres eran abandonados a su suerte normalmente y no se aplicaba ningun rito especial. Pero si el sentimiento de alguien era muy fuerte, se hacia un recordatorio de quien fueron, para honrar su memoria, como Nia hizo con Harm. Siguio a todos hacia el mar que aquel dia estaba revuelto, como molesto tambien por aquel aciago día. Adara y Noel cargaban con los cuerpos. Nia cerró los puños con fuerza. Aquello acababa de empezar.

Nasher trataba de no mirar los cuerpos demasiado. La sangre ya estaba seca, pero el olor seguía llenando la habitación, un olor mucho más ácido que el de la matanza que vivió en su criba, un olor mucho más frío y afilado, un desvarío más cruel. Se alejó de la habitación mientras Giz limpiaba y esperó en el pasillo a que hubiesen terminado para luego bajar con ellos al salón para decidir cómo despedir a las hermanas.

-Una al agua y la otra al fuego, me gusta, me parece apropiado.

Una ascendería y la otra se hundiría en las profundidades, y dado que eran ambas partes de la misma persona Nasher pensaba que estaba bien. Era extraño como despues de todo ese tiempo seguía sin terminar de deshacerse de sus creencias.

- Yo solia ayudar en los ritos de mi tribu, era mi trabajo ayudar en los funerales. Podría preparar los cuerpos. He incinerado a muchos de mis compañeros- sonaba triste, pero era cierto.

Poco después llegaron Wen y Vacuum. Les pusieron al corriente de sus planes y ambos estuvieron de acuerdo en comenzar cuando antes con los preparativos. Nasher se adelantó para ir preparando el terreno en cuanto decidieron donde se haría.

Sigue en losAcantilados.

Regreso de los acantilados con los sentimientos ya templados, pero con un rencor frío aún aguardando, esperando el momento en que al fin pueda ajustar cuentas con el mercader... Hemos de hacer nuestras deducciones con ayuda de Yloh y seguro que acabaremos de encontrarle.

Cuando entro en el torreón, en lo primero que me fijo es en Toima y Tania. El argos sigue en la misma posición y obsesionado con el hecho de no haber detectado la presencia de Azura. Dirijo un saludo silencioso a Tania y me siento al lado del ulterano en silencio. Al principio espero a que hable, pero al ver que seguía en lo mismo dirijo la palabra sin mirarle:

—Uno no puede deducirlo todo, káiser. Ni mucho menos conocerlo.


[Fdr: Supongo que Nasher también regresa a la Sede, pero como no lo sé seguro he preferido no mencionarle. Esta noche si eso me lo decís (o por mesene si os conectáis).]

Toima y Tania

El ulterano apenas se habia movido del sitio, con la mirada perdida. Tania habia intentado de todo, pero no lograba sacar al ulterano de aquel shock. Estaba sentado junto a él, con una mirada de preocupacion. Llegó Adara y se sentó tambien a su lado. Este no se dio cuenta hasta que escucho la voz de la angel negro. Un par de sus ojos rodaron en sus cuencas y se fijaron en la mujer, recorriendo la silueta para terminar mirando a su cara. Las palabras, al principio, no tuvieron ningun significado especial para él. Poco a poco las fue hilando y las entendio. Se hundio de hombros y cerró los ojos.

-No es... Podria haber sido cualquiera. Podria haber pasado a otra persona, podria...-fue a decir algo más pero se las guardó con un suspiro. Tras un breve silencio continuó hablando.-Y quiero llevar a mis amigos a una guerra ante lo desconocido. No podré proteger a nadie... Soy inutil...-

La nublina saltó de su asiento y tiró de su brazo.
-¡No digas eso! Era cosa de magia, no podias haber hecho nada...-dijo, pero el ulterano negó con la cabeza.