Torreón Maciel (Archivo VI)
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Leonart
Evanna
Dal
Jack
Red
Tak
Naeryan
Yber
Alicia
Giniroryu
14 participantes
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguasPersonajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Torreón Maciel (Archivo VI)
20/04/14, 07:13 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Archime no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar hasta Maciel una vez más. Como aquella ocasión en la bahía. En realidad había más paralelismos de los que parecía a simple vista, pues en aquella ocasión también habían rescatado a Taro -aunque no solo a él- y el biomecánico también había agotado sus energías. El camino transcurrió si que el biomecánico fuese apenas consciente de lo que lo rodeaba, centrado en todo momento en controlar su respiración. No había llegado a darle un ataque de asma, pero si se sobreesforzaba sin duda le ocurriría.
Se aposentó en el sillón de siempre, todavía recuperando el aliento y habló tras Anriel.
—Debemos... curarlo... —musitó con la respiración agitada para después intentar llevar a cabo un hechizo de restauración.
No pudo. Probablemente todavía conservaba cierta reserva de energía mágica, pero el cansancio del uso continuado de hechizos exigentes fue superior a él. Se agitó ligeramente cuando recibió la palmada de Shaco y dejó en sus manos la tarea de curar al carabés mientras se recostaba en el sillón completamente agotado. Posiblemente debían repetir los sortilegios sanadores durante los próximos días para que Taro se recuperase correctamente, pero Archime les dio su visto bueno internamente a los que aplicó el humano a modo de primeros auxilios, dejando de preocuparse por aquel asunto en concreto.
—No deberías realizar... movimientos bruscos. Es preferible que... pidas ayuda para lo que necesites, por ahora —advirtió al carabés poco después cuando este hizo ademán de moverse.
Archime no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar hasta Maciel una vez más. Como aquella ocasión en la bahía. En realidad había más paralelismos de los que parecía a simple vista, pues en aquella ocasión también habían rescatado a Taro -aunque no solo a él- y el biomecánico también había agotado sus energías. El camino transcurrió si que el biomecánico fuese apenas consciente de lo que lo rodeaba, centrado en todo momento en controlar su respiración. No había llegado a darle un ataque de asma, pero si se sobreesforzaba sin duda le ocurriría.
Se aposentó en el sillón de siempre, todavía recuperando el aliento y habló tras Anriel.
—Debemos... curarlo... —musitó con la respiración agitada para después intentar llevar a cabo un hechizo de restauración.
No pudo. Probablemente todavía conservaba cierta reserva de energía mágica, pero el cansancio del uso continuado de hechizos exigentes fue superior a él. Se agitó ligeramente cuando recibió la palmada de Shaco y dejó en sus manos la tarea de curar al carabés mientras se recostaba en el sillón completamente agotado. Posiblemente debían repetir los sortilegios sanadores durante los próximos días para que Taro se recuperase correctamente, pero Archime les dio su visto bueno internamente a los que aplicó el humano a modo de primeros auxilios, dejando de preocuparse por aquel asunto en concreto.
—No deberías realizar... movimientos bruscos. Es preferible que... pidas ayuda para lo que necesites, por ahora —advirtió al carabés poco después cuando este hizo ademán de moverse.
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejos
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
02/05/14, 07:50 am
- Las primeras veces era desagradable, pero de otra manera. No hablaba igual y no era precisamente pasivo.
>Odio verle así- dijo apartando la mirada incómoda-.Lo que no significa que vaya a dejar a alguien peligroso suelto por el torreón; nadie está para estas cosas. Además... no creo que Shaco pudiese perdonarse hacernos algo.
"Ni quiero que se lo haga a sí mismo."
Se quedó callada, tensa por unos momentos.
- Siento mucho la brusquedad con la que te aparté.- deseó no estar ruborizandose, porque sentía vergüenza. En parte no sabía si su perdida de control inicial no era lo que había hecho a Shaco pasar de ser un perro triste a un loco desquiciado. Esa era la culpabilidad que le embargaba y no otra.
>Odio verle así- dijo apartando la mirada incómoda-.Lo que no significa que vaya a dejar a alguien peligroso suelto por el torreón; nadie está para estas cosas. Además... no creo que Shaco pudiese perdonarse hacernos algo.
"Ni quiero que se lo haga a sí mismo."
Se quedó callada, tensa por unos momentos.
- Siento mucho la brusquedad con la que te aparté.- deseó no estar ruborizandose, porque sentía vergüenza. En parte no sabía si su perdida de control inicial no era lo que había hecho a Shaco pasar de ser un perro triste a un loco desquiciado. Esa era la culpabilidad que le embargaba y no otra.
- Naeryan
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Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
02/05/14, 05:51 pm
-Me vale- determinó Taro tras reflexionar sobre las palabras de la sinhadre-. Queda hablar con los demás mañana, pero tanto si lo soltamos como si no voy a estar con los nervios de punta igual. Me voy a quedar más tranquilo si alguien más está atento- miró a Ri con cautela-. Mira, ¿qué te parece si estamos los dos pendientes? Así si vemos algo raro lo podemos comentar. Prefiero eso a comerme la cabeza solo.
La disculpa le cogió completamente por sorpresa. No era en absoluto el tipo de cosa por la que estaba acostumbrado a que se pidiera perdón. Si alguien te empujaba, generalmente tenía derecho. Y si no pues te quejabas, pero desde luego ninguno de los dos se paraba a decir que "lo sentía".
-No pasa nada, se notaba que era porque estabas de mala leche- murmuró-. Pero si no le llegas a pegar tú puede que lo hubiera acabado haciendo yo de estar en condiciones, así que no te culpo- se cruzó de brazos con un bufido-. La cosa es no dejar que nos provoque y ya está. Nos lo podemos ir recordando mutuamente si vuelve a intentar torearnos. Nos ahorraríamos mucho cabreo inútil.
La disculpa le cogió completamente por sorpresa. No era en absoluto el tipo de cosa por la que estaba acostumbrado a que se pidiera perdón. Si alguien te empujaba, generalmente tenía derecho. Y si no pues te quejabas, pero desde luego ninguno de los dos se paraba a decir que "lo sentía".
-No pasa nada, se notaba que era porque estabas de mala leche- murmuró-. Pero si no le llegas a pegar tú puede que lo hubiera acabado haciendo yo de estar en condiciones, así que no te culpo- se cruzó de brazos con un bufido-. La cosa es no dejar que nos provoque y ya está. Nos lo podemos ir recordando mutuamente si vuelve a intentar torearnos. Nos ahorraríamos mucho cabreo inútil.
- Alicia
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Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejos
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
02/05/14, 06:20 pm
- Sí, claro- dijo con plena calma. El chico justificandola lo hacía todo peor, sin embargo. Porque frente a su indulgencia, a ella le parecía peor su reacción. - Pasa- y aunque el tono no variaba, su cuerpo la traicionaba. El suave rubor inicial era ahora fácil de advertir, y aunque no lo veía, sentía el calor en el rostro y quería desaparecer. Tenía prisa por irse y no lo dejaba notar. Respiraba despacio, tenía un gesto inmutable. Pero la pared de ladrillo le parecía de pronto muy interesante. -¿Tú te sientes mejor?
- Naeryan
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Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
02/05/14, 07:32 pm
En la penumbra de las escaleras Taro no había notado en un principio que Ri había empezado a sonrojarse, pero ahora sí porque en aquellos momentos a la sinhadre la condición de albina la estaba traicionando de forma tan vil que parecía un farolillo. Decidió que era más cómodo para los dos ignorarlo y bufó con sorna ante la pregunta de la chica.
-Bastante, y en lo que pueda volver a ponerme morado estaré aún mejor- bostezó ostensiblemente-. Si hemos terminado por aquí, buenas noches- dijo, antes de empezar a ascender las escaleras. Posteriormente se paró y añadió con aire socarrón-. Es estupendo volver a estar en casa.
En cuanto llegó arriba se dejó caer de espaldas en la cama, con la intención de quedarse frito al instante. Sin embargo aquél ya no era el sueño pesado inducido por el agotamiento, y el acostumbrarse de nuevo al techo sobre él y a los suaves ronquidos de los demás se interponía a que Taro cayese en un descanso natural. La oscuridad le inquietaba y cada vez que cerraba los párpados los volvía a abrir inmediatamente, creyéndose todavía en el sótano y todavía sintiendo el pinchazo de los grilletes en las muñecas. Aunque el hambre ya no acuciaba, sí lo hacía el impacto de todo lo que había sucedido a lo largo de las últimas veinticuatro horas. Su rescate, las horas de confusión inicial y la discusión de Shaco zumbaban en su cabeza reorganizando sus ideas e impidiéndole dejar la mente en blanco. Al cabo de un par de horas infructuosas Taro se rindió a la evidencia de que no iba a dormirse.
Rocavarancolia ya le parecía fría de por sí, pero ahora que había perdido peso se lo parecía todavía más. Se arrebujó en las mantas y se sentó con las rodillas encogidas en la cama hasta apoyar la espalda contra la pared, mirando a las ventanas para ver entrar el sol cuando saliera. Entrecerró los ojos, rabiando de sueño pero sin llegar a atreverse a cerrarlos, mientras rebuscaba en su bolsillo.
Su reproductor de música había dejado de recargarse en cuanto los niveles de energía que presentaba Taro habían descendido drásticamente bajo el influjo de la casa, y solo fuera de ella estaba volviendo a hacerlo. El carabés lo juzgó suficiente para poder aguantar toda la noche escuchando y eso hizo, apoyando la cabeza entre los brazos meditabundo mientras esperaba la llegada del amanecer.
El carabés acabó no pegando ojo en toda la noche. El runrún de la música le hería los oídos cada vez que estaba a punto de dormirse, pero era mejor que imaginarse el sonido del techo traqueteando sobre él.
-Bastante, y en lo que pueda volver a ponerme morado estaré aún mejor- bostezó ostensiblemente-. Si hemos terminado por aquí, buenas noches- dijo, antes de empezar a ascender las escaleras. Posteriormente se paró y añadió con aire socarrón-. Es estupendo volver a estar en casa.
En cuanto llegó arriba se dejó caer de espaldas en la cama, con la intención de quedarse frito al instante. Sin embargo aquél ya no era el sueño pesado inducido por el agotamiento, y el acostumbrarse de nuevo al techo sobre él y a los suaves ronquidos de los demás se interponía a que Taro cayese en un descanso natural. La oscuridad le inquietaba y cada vez que cerraba los párpados los volvía a abrir inmediatamente, creyéndose todavía en el sótano y todavía sintiendo el pinchazo de los grilletes en las muñecas. Aunque el hambre ya no acuciaba, sí lo hacía el impacto de todo lo que había sucedido a lo largo de las últimas veinticuatro horas. Su rescate, las horas de confusión inicial y la discusión de Shaco zumbaban en su cabeza reorganizando sus ideas e impidiéndole dejar la mente en blanco. Al cabo de un par de horas infructuosas Taro se rindió a la evidencia de que no iba a dormirse.
Rocavarancolia ya le parecía fría de por sí, pero ahora que había perdido peso se lo parecía todavía más. Se arrebujó en las mantas y se sentó con las rodillas encogidas en la cama hasta apoyar la espalda contra la pared, mirando a las ventanas para ver entrar el sol cuando saliera. Entrecerró los ojos, rabiando de sueño pero sin llegar a atreverse a cerrarlos, mientras rebuscaba en su bolsillo.
Su reproductor de música había dejado de recargarse en cuanto los niveles de energía que presentaba Taro habían descendido drásticamente bajo el influjo de la casa, y solo fuera de ella estaba volviendo a hacerlo. El carabés lo juzgó suficiente para poder aguantar toda la noche escuchando y eso hizo, apoyando la cabeza entre los brazos meditabundo mientras esperaba la llegada del amanecer.
El carabés acabó no pegando ojo en toda la noche. El runrún de la música le hería los oídos cada vez que estaba a punto de dormirse, pero era mejor que imaginarse el sonido del techo traqueteando sobre él.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
02/05/14, 08:29 pm
El ánimo de Lara mejoró solo un poco, a lo largo de los siguientes cuatro días. Seguía afectada, se le notaba cuando se dedicaba a los pequeños y se le humedecían los ojos o cuando se le perdía la mirada en la pared y se llevaba la mano al fantasma que habitaba en su marsupio. Lara retomó los entrenamientos de puntería y los mágicos, los cuales afrontaba siempre con desánimo y pocas ganas. Sin embargo, procuraba mantener la fachada de actitud positiva que la solía caracterizar para no pecar de ser un lastre sentimental para el grupo. <<Puedo yo sola con mis fallos>> solía decirse.
Lo primero que había hecho en su intento de reconquistar el ámbito social fue hablar con Taro, darle la bienvenida que no fue capaz de dar el día que lo rescataron. El muchacho le había dicho que lo sentía, a lo que la ordesa simplemente dio las gracias, y se había ofrecido a cuidar de los bebés si Lara salía. Esta consideró que le vendría bien tomar el aire. El carabés no era para nada experto en cuidar niños, pero los fallos que cometía eran sencillos de corregir y graciosos de ver para la madre, casi terapéuticos.
Lara recibía apoyo de prácticamente todos sus compañeros y aquello le ayudaba a la hora de sobrellevar los bajones de ánimo. La vuelta de Taro también había conseguido eclipsar en gran medida la desaparición de Baurus. Solo hubo una persona entre sus compañeros de la que Lara prefirió no saber nada. Lo había escuchado hablar el día del rescate y sintió asco. La ordesa no mantendría una sola conversación con el usurpador que ocupaba desde entonces el cuerpo de Shaco. Y no dudaba en decir a diario que lo prefería encerrado en la mazmorra, aunque solo acabara indignada porque no parecían hacerle caso.
Un par de semanas tras la muerte de Rica, Randa 11 pareció contraer la misma enfermedad y Lara cayó en una depresión. <<Es un mal presagio>> se decía una y otra vez. Su mente empezaba a trabajar siguiendo unos parámetros diferentes a los habituales y, poco a poco, la madre fue abandonando cualquier visión de futuro para su bebé rosa. Aquella Lara deprimida había perdido una pequeña porción de su cordura y era incapaz de creer en otro resultado que no fuera la muerte de su hijo. Era terrible, resultaba doloroso tan solo pensarlo, pero era lo más probable y no había ni Suerte ni dados que lo cambiaran. Lara, tristemente, lo veía claro y lo aceptó con tanta resignación como pudo, que fue muy poca.
Lloró la muerte de Randa desde mucho antes de que muriera, incluso cuando el hechizo vigorizante de Archi parecía funcionar y calmaba la fiebre del pequeño. De ahí que cuando realmente murió, no hubiera lágrimas. Lara las había agotado todas y aquel funesto día para ella solo hubo un silencio lleno de remordimientos, una pequeña pira y más huesos y cenizas bajo su cama. A pesar de haber empezado el duelo antes, la ordesa tardó más en recuperarse. Las preguntas no paraban de asolarla: <<¿Acabaré quemándolos a todos?>>, <<¿Tendré que vivir esta misma situación cinco veces?>>. Las respuestas eran tan claras para ella que le escocía el alma. Ya se lo había dicho dama Aroma en aquel sueño, al que cada vez le daba más importancia: Iban a morir todos y Lara se vería obligada a vivir soportando el peso de sus cadáveres.
La madre se convirtió entonces en un fantasma más. Dejó de relacionarse con la gente y poco a poco una nueva idea se instalaba entre las viejas <<Vamos a morir todos>> se decía a menudo. Los primeros días fue desagradable pensarlo. Dolía imaginar el torreón vacío y, aún más, la cantidad de maneras en las que esta ciudad podía arrebatarles la vida. Lara sabía que no había seguridad ninguna. Lo que el torreón les procuraba era una sensación falsa, un placebo tan agradable que la desagradaba. ¿Cuánto protegían un par de paredes contra las enfermedades o el hambre? ¿Y contra los monstruos que volaban? Si una criatura posiblemente había destrozado la última planta, ¿qué no podrían hacerles a ellos? <<Vamos a morir todos>>. Poco a poco la idea fue doliendo menos. Lara fue aceptando ese destino, el de sus hijos y el de todos. No había vuelta de hoja, el simple hecho de vivir entre aquellas ruinas era una sentencia de muerte. ¿De qué manera podían enfrentarse a algo así?
La ordesa comenzó a salir de su aislamiento al mes de la muerte de Rica, casi dos semanas tras la de Randa. Volvió a hablar con la gente procurando hacerlo igual que antaño, pero el cambio de mentalidad que estaba afrontando le hacía mella. Lara no tenía problemas en afirmar en voz alta el destino que les esperaba. No tenía problemas en condenar a nadie. Total, ¿cómo puedes decirle a alguien que va a morir y equivocarte? Antes o después, viendo o sin ver la Luna, morirían todos. Eso ya era un acierto seguro. Y si además entraba en escena la ciudad de locos en la que estaban, para ella solo aumentaba su seguridad. Dedicó los primeros días a sus bebés, a jugar con ellos, a inventarles nanas y a contarle historias de dos héroes de mundos lejanos, Rica y Randa. Poco a poco retomó por segunda vez el tiro al arco y las lecturas mágicas. La desgana que la había asolado entre una y otra muerte, tras la de Randa se fue viendo sustituida por una determinación cada vez más feroz, una determinación suicida. Lara había aceptado que iba a sufrir, había aceptado que ya sufría y que acabaría muerta algún día; pero también había decidido que iba a dar guerra mientras permaneciera viva.
Cada día le dolía menos el brazo al tensar la cuerda y contaba más flechas clavadas en la diana. Avanzaba con lentitud, pero avanzaba. Y aquello era lo único que necesitaba saber. En cuanto a la magia, la ordesa siguió los horarios a rajatabla: dedicaba poco tiempo a la traducción de hechizos nuevos y gran parte a practicar con los que ya sabía. Sin embargo, había algo que no podía faltar un solo día: el conjuro de amplificación sensorial. Lara cada vez lo necesitaba más. La sensación que le producía le resultaba estimulante, un gran subidón de ánimos, y los escasos días que Lara se pasó de la raya practicando y agotó sus reservas antes de tiempo, los pasó nerviosa. La ordesa empezaba a comprender la relación que unía a su madre con aquellos inciensos con olor a hierbas. Aquel hechizo le revelaba la cara oculta de las cosas: escuchaba conversaciones privadas, descubría olores y sabores nuevos, veía lo invisible. El incienso le mostraba el futuro a su madre y el conjuro, la verdad a ella. Y poco a poco, lo fue necesitando más.
Algunas noches volvía a ser débil y lloraba por los hijos que había perdido. Eran las peores noches. Lara se presionaba para superarlo y se ayudaba obligándose a mirar solo los saquillos con los huesos de sus hijos; porque todavía le costaba enfrentarse a las cenizas. Observando aquellos dos sacos solo conseguía llorar más, pero, generalmente, tras los llantos venían sueños profundos y, a la mañana siguiente, la madre amanecía dispuesta a hundir la ciudad en nombre de los dos pequeños. Cuando aquello no servía, Lara acababa en el estudio. A veces leía el libro de las runas y las dibujaba con saliva sobre el suelo. No le salían bien, no funcionaban. Pero la ordesa se distraía y acababa durmiéndose. Otras veces, simplemente despilfarraba magia hasta que el agotamiento tiraba de ella.
Un día, casi dos meses después de la muerte de Rica, Lara se sintió preparada para nombrar el arco. “Va a llamarse Rompemuros 115” informaría al grupo, creyendo que aquello se trataba de algo relevante. “Y algún día, mataré a toda esta ciudad con él”. La seriedad con la que lo afirmaba era tan real como su determinación de hacerlo.
Por la tarde de ese mismo día, Lara pidió a sus compañeros que la acompañaran a la biblioteca. La ordesa había acabado por reconocer que se había equivocado con Milo y había pedido perdón a Xalkoth por liberar un libro asesino. Con todo lo que había sufrido, el abandono de Milo no fue muy distinto de cómo habría sido con un libro normal. La única diferencia fue que Lara se sacó del bolsillo un retal de tela con tres moscas muertas y las vertió dentro de la jaula de Milo antes de perderse entre las estanterías. El resto de su estancia en la biblioteca se dedicó a investigar sobre las afinidades y encontró algo que se le quedaría grabado a fuego en la memoria: brujos y dominios.
El tema del nuevo Shaco la traía por el camino de la amargura. Lara no soportaba dejarlo libre, era un payaso peligroso, riéndose todo el tiempo de las gilipolleces que hacia y, a pesar de que no se acercaba mucho a ella ni a sus hijos y que Archi lo mantenía bastante a raya, Lara no podía evitar sentirse insegura. De ser por ella, Shaco estaría bien tanto dentro de la mazmorra como fuera del torreón. No le importaba pagar la protección de sus hijos a costa de la libertad del humano o de cualquier desgracia que le ocurriera fuera de Maciel. Una persona cuya personalidad podía cambiar de forma tan radical distaba de ser apta para vivir en grupo. Varios días de entrenamiento después de la visita a la biblioteca, saltó de nuevo la alarma cuando el tercer Shaco molestó a Ippon. Archi estaba de guardia en aquellos instantes y el ruso acabó encarcelado, después de ser inmovilizado mágicamente. Aquella noche, Lara durmió un pelín más feliz.
…….
Esa misma noche, los bebés obligaron a Lara a levantarse antes de que amaneciera. La ordesa bajó a la cocina y se hizo un vaso de leche entre canciones infantiles. Les dio de comer, comprobó sus pañales y los guardó con cuidado en la cesta. Habían crecido mucho en estos dos meses, pero gracias al espacio que habían dejado Rica y Randa la cesta todavía no les quedaba del todo pequeña. Lara los dejó en el interior, en un punto donde se aseguró de que los oiría si pasaba algo y fue a buscar su arco y las flechas.
Una vez fuera, dirigió una mirada pensativa al nido de las estirges y comenzó a disparar flechas a las dianas, sumida en sus pensamientos. No hizo pausa alguna en su entrenamiento matutino hasta que no apareció Archi con su ballesta y se giró hacia él.
—Deberíamos matarlos a todos—añadió con seriedad, señalando a los pájaros y olvidándose de dar los buenos días.
Independientemente de si le respondiera o no, Lara sacó otra flecha del carcaj y apuntó por quincuagésima vez a la diana.
Lo primero que había hecho en su intento de reconquistar el ámbito social fue hablar con Taro, darle la bienvenida que no fue capaz de dar el día que lo rescataron. El muchacho le había dicho que lo sentía, a lo que la ordesa simplemente dio las gracias, y se había ofrecido a cuidar de los bebés si Lara salía. Esta consideró que le vendría bien tomar el aire. El carabés no era para nada experto en cuidar niños, pero los fallos que cometía eran sencillos de corregir y graciosos de ver para la madre, casi terapéuticos.
Lara recibía apoyo de prácticamente todos sus compañeros y aquello le ayudaba a la hora de sobrellevar los bajones de ánimo. La vuelta de Taro también había conseguido eclipsar en gran medida la desaparición de Baurus. Solo hubo una persona entre sus compañeros de la que Lara prefirió no saber nada. Lo había escuchado hablar el día del rescate y sintió asco. La ordesa no mantendría una sola conversación con el usurpador que ocupaba desde entonces el cuerpo de Shaco. Y no dudaba en decir a diario que lo prefería encerrado en la mazmorra, aunque solo acabara indignada porque no parecían hacerle caso.
Un par de semanas tras la muerte de Rica, Randa 11 pareció contraer la misma enfermedad y Lara cayó en una depresión. <<Es un mal presagio>> se decía una y otra vez. Su mente empezaba a trabajar siguiendo unos parámetros diferentes a los habituales y, poco a poco, la madre fue abandonando cualquier visión de futuro para su bebé rosa. Aquella Lara deprimida había perdido una pequeña porción de su cordura y era incapaz de creer en otro resultado que no fuera la muerte de su hijo. Era terrible, resultaba doloroso tan solo pensarlo, pero era lo más probable y no había ni Suerte ni dados que lo cambiaran. Lara, tristemente, lo veía claro y lo aceptó con tanta resignación como pudo, que fue muy poca.
Lloró la muerte de Randa desde mucho antes de que muriera, incluso cuando el hechizo vigorizante de Archi parecía funcionar y calmaba la fiebre del pequeño. De ahí que cuando realmente murió, no hubiera lágrimas. Lara las había agotado todas y aquel funesto día para ella solo hubo un silencio lleno de remordimientos, una pequeña pira y más huesos y cenizas bajo su cama. A pesar de haber empezado el duelo antes, la ordesa tardó más en recuperarse. Las preguntas no paraban de asolarla: <<¿Acabaré quemándolos a todos?>>, <<¿Tendré que vivir esta misma situación cinco veces?>>. Las respuestas eran tan claras para ella que le escocía el alma. Ya se lo había dicho dama Aroma en aquel sueño, al que cada vez le daba más importancia: Iban a morir todos y Lara se vería obligada a vivir soportando el peso de sus cadáveres.
La madre se convirtió entonces en un fantasma más. Dejó de relacionarse con la gente y poco a poco una nueva idea se instalaba entre las viejas <<Vamos a morir todos>> se decía a menudo. Los primeros días fue desagradable pensarlo. Dolía imaginar el torreón vacío y, aún más, la cantidad de maneras en las que esta ciudad podía arrebatarles la vida. Lara sabía que no había seguridad ninguna. Lo que el torreón les procuraba era una sensación falsa, un placebo tan agradable que la desagradaba. ¿Cuánto protegían un par de paredes contra las enfermedades o el hambre? ¿Y contra los monstruos que volaban? Si una criatura posiblemente había destrozado la última planta, ¿qué no podrían hacerles a ellos? <<Vamos a morir todos>>. Poco a poco la idea fue doliendo menos. Lara fue aceptando ese destino, el de sus hijos y el de todos. No había vuelta de hoja, el simple hecho de vivir entre aquellas ruinas era una sentencia de muerte. ¿De qué manera podían enfrentarse a algo así?
La ordesa comenzó a salir de su aislamiento al mes de la muerte de Rica, casi dos semanas tras la de Randa. Volvió a hablar con la gente procurando hacerlo igual que antaño, pero el cambio de mentalidad que estaba afrontando le hacía mella. Lara no tenía problemas en afirmar en voz alta el destino que les esperaba. No tenía problemas en condenar a nadie. Total, ¿cómo puedes decirle a alguien que va a morir y equivocarte? Antes o después, viendo o sin ver la Luna, morirían todos. Eso ya era un acierto seguro. Y si además entraba en escena la ciudad de locos en la que estaban, para ella solo aumentaba su seguridad. Dedicó los primeros días a sus bebés, a jugar con ellos, a inventarles nanas y a contarle historias de dos héroes de mundos lejanos, Rica y Randa. Poco a poco retomó por segunda vez el tiro al arco y las lecturas mágicas. La desgana que la había asolado entre una y otra muerte, tras la de Randa se fue viendo sustituida por una determinación cada vez más feroz, una determinación suicida. Lara había aceptado que iba a sufrir, había aceptado que ya sufría y que acabaría muerta algún día; pero también había decidido que iba a dar guerra mientras permaneciera viva.
Cada día le dolía menos el brazo al tensar la cuerda y contaba más flechas clavadas en la diana. Avanzaba con lentitud, pero avanzaba. Y aquello era lo único que necesitaba saber. En cuanto a la magia, la ordesa siguió los horarios a rajatabla: dedicaba poco tiempo a la traducción de hechizos nuevos y gran parte a practicar con los que ya sabía. Sin embargo, había algo que no podía faltar un solo día: el conjuro de amplificación sensorial. Lara cada vez lo necesitaba más. La sensación que le producía le resultaba estimulante, un gran subidón de ánimos, y los escasos días que Lara se pasó de la raya practicando y agotó sus reservas antes de tiempo, los pasó nerviosa. La ordesa empezaba a comprender la relación que unía a su madre con aquellos inciensos con olor a hierbas. Aquel hechizo le revelaba la cara oculta de las cosas: escuchaba conversaciones privadas, descubría olores y sabores nuevos, veía lo invisible. El incienso le mostraba el futuro a su madre y el conjuro, la verdad a ella. Y poco a poco, lo fue necesitando más.
- Hechizos que practica/conoce:
-Curación General.
-Sanación superficial.
-Amplificación sensorial.
-Parálisis.
-Protección básica.
-Escudo mágico.
-Impulso.
-Impacto.
-Levitación
-Protección contra rotura.
-Molear materia inorgánica.
-Fundir materiales sólidos entre sí.
-Luz mágica.
-Inducir al sueño con caricias.
-Limpieza de ropas.
-Explosión de Luz.
Algunas noches volvía a ser débil y lloraba por los hijos que había perdido. Eran las peores noches. Lara se presionaba para superarlo y se ayudaba obligándose a mirar solo los saquillos con los huesos de sus hijos; porque todavía le costaba enfrentarse a las cenizas. Observando aquellos dos sacos solo conseguía llorar más, pero, generalmente, tras los llantos venían sueños profundos y, a la mañana siguiente, la madre amanecía dispuesta a hundir la ciudad en nombre de los dos pequeños. Cuando aquello no servía, Lara acababa en el estudio. A veces leía el libro de las runas y las dibujaba con saliva sobre el suelo. No le salían bien, no funcionaban. Pero la ordesa se distraía y acababa durmiéndose. Otras veces, simplemente despilfarraba magia hasta que el agotamiento tiraba de ella.
Un día, casi dos meses después de la muerte de Rica, Lara se sintió preparada para nombrar el arco. “Va a llamarse Rompemuros 115” informaría al grupo, creyendo que aquello se trataba de algo relevante. “Y algún día, mataré a toda esta ciudad con él”. La seriedad con la que lo afirmaba era tan real como su determinación de hacerlo.
Por la tarde de ese mismo día, Lara pidió a sus compañeros que la acompañaran a la biblioteca. La ordesa había acabado por reconocer que se había equivocado con Milo y había pedido perdón a Xalkoth por liberar un libro asesino. Con todo lo que había sufrido, el abandono de Milo no fue muy distinto de cómo habría sido con un libro normal. La única diferencia fue que Lara se sacó del bolsillo un retal de tela con tres moscas muertas y las vertió dentro de la jaula de Milo antes de perderse entre las estanterías. El resto de su estancia en la biblioteca se dedicó a investigar sobre las afinidades y encontró algo que se le quedaría grabado a fuego en la memoria: brujos y dominios.
El tema del nuevo Shaco la traía por el camino de la amargura. Lara no soportaba dejarlo libre, era un payaso peligroso, riéndose todo el tiempo de las gilipolleces que hacia y, a pesar de que no se acercaba mucho a ella ni a sus hijos y que Archi lo mantenía bastante a raya, Lara no podía evitar sentirse insegura. De ser por ella, Shaco estaría bien tanto dentro de la mazmorra como fuera del torreón. No le importaba pagar la protección de sus hijos a costa de la libertad del humano o de cualquier desgracia que le ocurriera fuera de Maciel. Una persona cuya personalidad podía cambiar de forma tan radical distaba de ser apta para vivir en grupo. Varios días de entrenamiento después de la visita a la biblioteca, saltó de nuevo la alarma cuando el tercer Shaco molestó a Ippon. Archi estaba de guardia en aquellos instantes y el ruso acabó encarcelado, después de ser inmovilizado mágicamente. Aquella noche, Lara durmió un pelín más feliz.
…….
Esa misma noche, los bebés obligaron a Lara a levantarse antes de que amaneciera. La ordesa bajó a la cocina y se hizo un vaso de leche entre canciones infantiles. Les dio de comer, comprobó sus pañales y los guardó con cuidado en la cesta. Habían crecido mucho en estos dos meses, pero gracias al espacio que habían dejado Rica y Randa la cesta todavía no les quedaba del todo pequeña. Lara los dejó en el interior, en un punto donde se aseguró de que los oiría si pasaba algo y fue a buscar su arco y las flechas.
Una vez fuera, dirigió una mirada pensativa al nido de las estirges y comenzó a disparar flechas a las dianas, sumida en sus pensamientos. No hizo pausa alguna en su entrenamiento matutino hasta que no apareció Archi con su ballesta y se giró hacia él.
—Deberíamos matarlos a todos—añadió con seriedad, señalando a los pájaros y olvidándose de dar los buenos días.
Independientemente de si le respondiera o no, Lara sacó otra flecha del carcaj y apuntó por quincuagésima vez a la diana.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
03/05/14, 02:39 am
[Siento mucho la longitud de este post, pero dadas las circunstancias era necesaria a modo de guía]
Las semanas pasaron. Era obvio que ya se habían acostumbrado a una rutina sin él y al principio no sabían muy bien dónde encajarlo de nuevo, por lo que Taro procuró estorbar lo menos posible.
En varios de aquellos días ociosos hubo intercambios de comida en Letargo. El carabés no les acompañó en ninguno de ellos, y no pensaba acercarse a la zona norte en mucho tiempo.
Lara se le acercó al día siguiente de su regreso. Fue un contraste duro con respecto a cómo la recordaba, y Taro no supo qué decirle, teniendo en cuenta lo que le habían contado, que pudiese alegrarla. Se conformó con decirle que lo sentía, alegrándose cuando la ordesa aceptó sin pedir explicaciones lo que parecía una condolencia pero en realidad era una disculpa. No habría sabido decirle que sentía haber sido él que hubiese regresado milagrosamente en lugar de Rica. Taro estaba acostumbrado a ser una decepción, y solía asumir por defecto que lo era.
Los primeros días de su convalecencia habló con Archi y le preguntó cómo llevaba las runas. Ante la respuesta satisfactoria del irrense le propuso grabar un circuito rúnico en el cuarto de la bañera que llevase anclado un hechizo de limpieza: de ese modo el carabés podría asearse sin tener que molestar a la gente pidiéndoles que subieran cubos de agua por él. Taro había tenido que diseñar circuitos en Rúnica, pero era una asignatura en la que había que hincar mucho los codos y que, por consiguiente, no era el fuerte del carabés. Por suerte Archi suplía su falta de entusiasmo pasada, pues ya se había puesto al día por su cuenta. Taro se puso contentísimo al constatar que funcionaba, dado que aquellas "duchas automáticas" costaban créditos en Carabás y él nunca había andado muy sobrado, por lo que había estado acostumbrado a usar las normales.
Había perdido mucha fortaleza esas semanas en el sótano, y eso le obligó en un principio a quedarse en el torreón las veces en que los demás salían a por comida o a explorar. Para sentirse útil solía encargarse de los niños de Lara y entretenerlos con tonterías a falta de nada más que hacer, a lo que acabó cogiéndole el gusto. Tuvo que hacer muchísimas preguntas absurdas a la joven madre en el proceso, y Taro esperaba que su estupidez la distrajese un poco del humor sombrío, más que justificado, en el que estaba envuelta. La muerte de otro de los niños no mejoró las cosas.
Asimismo, frustrado por no poder salir, se había aplicado con disciplina a recuperar el peso y la forma física que había perdido. Todos los días tras desayunar corría vueltas en torno al patio, cada día un poco más de tiempo. Contrariamente a su postura antes de ausentarse pasó a unirse a los juegos de pelota siempre que tenían lugar, de los que antes había pasado al haber tenido actividades competitivas en Carabás para el resto de su vida. Sin embargo era una forma mucho más entretenida de hacer ejercicio que correr en círculo, de modo que se incorporó a los partidos en cuanto Cío se lo sugirió. Contrariamente a lo que esperaba, quizá porque no había privilegios, créditos ni orgullo en juego, acabó disfrutándolo.
Una renovada determinación por no volver a quedar indefenso frente a la ciudad fue la que empujó a Taro a practicar con voluntad de hierro con el arco en cuanto hubo recuperado la fortaleza suficiente. Las prácticas de tiro a diana, que antes había encarado con la desidia con la que se tomaría cualquier otro pasatiempo, se convirtieron en algo diario y en lo que el carabés se esforzaba realmente por mejorar. No podía decirse que tuviese un ojo de halcón, pero con el tiempo se convirtió en el tirador más fiable de Maciel.
Pasado un lapso prudencial pudo reincorporarse a las prácticas de parkour con los demás, donde se percató de que Ri había mejorado notablemente respecto a lo que recordaba. El carabés asumió la tutela de las clases, al principio sólo de forma asistencial y en cuanto recuperó la forma física proporcionando ejemplos cuando era necesario. La ausencia de Shaco era más palpable que nunca en esas salidas, pero por acuerdo tácito no se hablaba de ello.
Ya que el comportamiento del ruso se volvió fijo y no daba muestras de mejorar ni él ni Ri tuvieron que recurrir nunca al acuerdo que habían establecido. Aunque los primeros días Taro los pasó permanentemente en guardia, ésta fue revirtiendo al desánimo a medida que pasaban las semanas y empezaba a recordar con más claridad a Jack que al aprendiz.
A los demás macieleros se les informó al día siguiente de lo que había sucedido, desvelando el secreto de la múltiple personalidad de Shaco de una vez por todas. Tras la consiguiente votación decidieron soltarle dado que lo único que había hecho, estrictamente hablando, había sido tocar las narices. En presencia de visitas el ruso permanecía envuelto engañosamente en su falsa actitud de perro apaleado, para volver a ser Jack en cuanto éstas salían por la puerta. Y Jack, tal y como averiguarían los macieleros a lo largo de las semanas siguientes, iba a pasar de ser una desagradable sorpresa a ser un grano en el culo.
Al principio lo único molesto en él fue su actitud, que cada cual ignoró o sobrellevó a su manera. Tal y como había prometido nunca les amenazó físicamente, pero eso no le impedía tantearles por separado, buscando provocarles de diferentes formas. Si encontraba algún comportamiento o palabras que constituyesen un botón que pulsar, lo hacía. En el caso de Taro su burla preferida consistía en imitar el deje de voz del aprendiz con una exactitud desquiciante, para que cuando el carabés se volviese a comprobarlo se encontrase con el otro mirándolo burlón. En esas ocasiones al carabés le invadían las ganas de partirle la cara, pero invocaba a su autocontrol y se limitaba a ignorarlo lo mejor que podía. Por lo demás Jack, nombre del que les informó burlonamente el susodicho al cabo de un tiempo, pasó a aislarse sistemáticamente de los habitantes del torreón.
Todo habría quedado en nada de no ser porque a lo largo de las semanas siguientes fueron apareciendo esporádicamente pequeñas putadas que afectaban al resto de habitantes del torreón. Fueron incidentes aislados, sin conexión aparente entre sí, hasta que al ponerlos en común las sospechas apuntaron hacia un único objetivo, por eliminación. Ninguno de ellos le había visto hacer nada directamente, sin embargo, de modo que se pusieron tácitamente de acuerdo para comprobar si realmente había sido él.
Eran incidentes de preparación silenciosa, de modo que la vigilancia al principio no surtió efecto. Sin embargo en cuanto Archi hizo uso del hechizo de niebla mágica el que le cogieran se convirtió en una cuestión de tiempo. Jack, cuando se le confrontó sobre ello, admitió sin un ápice de demora que era el responsable y aquello puso fin a la investigación.
Otro indicio preocupante fue Ippon, que fue volviéndose con el paso de los días más callado e introvertido. Tanto Lara como Archi reportaron haber oído al ruso hablar con él, pero eran conversaciones fragmentadas, de las que costaba sacar algo comprometedor. El irrense se negó a soltar prenda, pero para entonces ya eran conscientes, aunque no supieran los pormenores exactos, de que algo marchaba mal.
Volvió a haber una discusión encubierta sobre qué hacer, con las opiniones divididas entre quienes optaban por encerrarlo y los que opinaban que era una medida demasiado extrema. Una vez más fue el biomecánico el que salvó a la patria, dado que había encontrado en sus investigaciones hechizos restrictores como los de parálisis que aplicar a modo de castigo cuando fuese necesario.
Jack preparaba las trampas de forma que las descubriesen días después, pero con el tiempo eso dejó de importarles progresivamente. Aplicaban el castigo cuando descubrían la jugarreta, sin más. Archi también le mantenía vigilado, haciendo uso cuando era necesario del hechizo de amplificación sensorial y de la niebla mágica, y eso tranquilizaba un poco a Taro pero no impedía que le cogiese más y más tirria al ruso.
De la misma forma los demás, aunque no pudiesen hacer uso de magia que les apoyase, tenían la ventaja del número y de estar advertidos. Era difícil estar completamente solo en el torreón, y aquella compañía casi constante también adquirió un tinte artificial cuando adquirieron el acuerdo tácito de que si Archi les indicaba que Jack estaba solo en una habitación, uno de los demás no tardase en ir tras él para que su presencia impidiese nuevos tejemanejes. Esa protección se extendía a Ippon, al que procuraban dejar solo lo mínimo posible.
La vigilancia casi constante dificultó en gran medida la aparición de nuevas jugarretas, pero no de todas. Las salidas a por comida se traducían en falta de efectivos y por tanto nuevas oportunidades para el saboteador.
Aunque la situación estuviese más o menos controlada aquello no excluía que al carabés le pusiese de muy mala leche. Él no tenía que aportar magia salvo cuando le solicitaban un traspaso, pero de estar en lugar de Archi habría estado cabreadísimo.
A aquellas alturas Taro no tenía la sangre lo suficientemente fría para aparentar indiferencia, y tampoco veía motivos para hacerlo. Aquel payaso no le caía bien y no se molestaba en disimularlo, solamente en ignorarle. Únicamente cuando hablaba de él en tercera persona se refería a él como "Jack"; para dirigirse a él directamente siempre utilizaba algún calificativo insultante, más o menos subido de tono dependiendo de la situación. No obstante, siempre que hablaba con él lo hacía como respuesta a algo que hubiese dicho o hecho el ruso: por norma general Taro nunca iniciaba una conversación.
A su pesar se descubrió identificando aquella apariencia más con Jack que con Shaco, y en consecuencia su mera visión como un estímulo desagradable.
La gota que había colmado finalmente el vaso había sido el día anterior, en el que Archi les había avisado con su flema habitual de que Jack había conseguido escabullirse temporalmente y de que estaba con Ippon. Habían subido en tropel al dormitorio y habían pillado al ruso por fin de forma que no pudiese disimular. Tras reducirle con ayuda de magia y una acaloradísima discusión decidieron encerrarle en la mazmorra dotada de camastro y que pasase ahí la noche.
Taro había estado a favor de la medida de hacer eso una vez al día cada vez que supiesen que estaba dando por saco, dado que un cuarto de aislamiento era el castigo más normal del mundo allá de donde venía, pero había acabado claudicando en su momento ante la aseveración de Archi de que podía mantener controlado al ruso. Ahora que las tornas habían cambiado quizá aquella tolerancia relativa cambiase.
Esa mañana los niños de Lara reposaban, despiertos pero tranquilos, en su cuna improvisada. No muy lejos estaba Taro, inclinado sobre la mesa de la cocina anotando algo en el borde que estaba ocupando con un carboncillo de los que usaba Ippon. Tenía la costumbre nerviosa de revolverse el cabello cuando estaba concentrado y en esos momentos lo tenía hecho un desastre, de lo que se deducía que ya llevaba un rato con eso. El dorso de la mano izquierda también lo tenía ennegrecido al haber ido borrando las marcas que trazaba según se volvían inservibles.
Una de las crías sacó la cabeza con curiosidad del canasto; al divisarle le sacó la lengua y Taro hizo lo mismo. El niño pareció complacido y volvió a bajar la cabeza de la cuna, al tiempo que el carabés volvía a su trabajo. Desviaba de vez en cuando la mirada hacia la puerta de las mazmorras para luego volver a bajarla a la mesa, ceñudo.
Las semanas pasaron. Era obvio que ya se habían acostumbrado a una rutina sin él y al principio no sabían muy bien dónde encajarlo de nuevo, por lo que Taro procuró estorbar lo menos posible.
En varios de aquellos días ociosos hubo intercambios de comida en Letargo. El carabés no les acompañó en ninguno de ellos, y no pensaba acercarse a la zona norte en mucho tiempo.
Lara se le acercó al día siguiente de su regreso. Fue un contraste duro con respecto a cómo la recordaba, y Taro no supo qué decirle, teniendo en cuenta lo que le habían contado, que pudiese alegrarla. Se conformó con decirle que lo sentía, alegrándose cuando la ordesa aceptó sin pedir explicaciones lo que parecía una condolencia pero en realidad era una disculpa. No habría sabido decirle que sentía haber sido él que hubiese regresado milagrosamente en lugar de Rica. Taro estaba acostumbrado a ser una decepción, y solía asumir por defecto que lo era.
Los primeros días de su convalecencia habló con Archi y le preguntó cómo llevaba las runas. Ante la respuesta satisfactoria del irrense le propuso grabar un circuito rúnico en el cuarto de la bañera que llevase anclado un hechizo de limpieza: de ese modo el carabés podría asearse sin tener que molestar a la gente pidiéndoles que subieran cubos de agua por él. Taro había tenido que diseñar circuitos en Rúnica, pero era una asignatura en la que había que hincar mucho los codos y que, por consiguiente, no era el fuerte del carabés. Por suerte Archi suplía su falta de entusiasmo pasada, pues ya se había puesto al día por su cuenta. Taro se puso contentísimo al constatar que funcionaba, dado que aquellas "duchas automáticas" costaban créditos en Carabás y él nunca había andado muy sobrado, por lo que había estado acostumbrado a usar las normales.
Había perdido mucha fortaleza esas semanas en el sótano, y eso le obligó en un principio a quedarse en el torreón las veces en que los demás salían a por comida o a explorar. Para sentirse útil solía encargarse de los niños de Lara y entretenerlos con tonterías a falta de nada más que hacer, a lo que acabó cogiéndole el gusto. Tuvo que hacer muchísimas preguntas absurdas a la joven madre en el proceso, y Taro esperaba que su estupidez la distrajese un poco del humor sombrío, más que justificado, en el que estaba envuelta. La muerte de otro de los niños no mejoró las cosas.
Asimismo, frustrado por no poder salir, se había aplicado con disciplina a recuperar el peso y la forma física que había perdido. Todos los días tras desayunar corría vueltas en torno al patio, cada día un poco más de tiempo. Contrariamente a su postura antes de ausentarse pasó a unirse a los juegos de pelota siempre que tenían lugar, de los que antes había pasado al haber tenido actividades competitivas en Carabás para el resto de su vida. Sin embargo era una forma mucho más entretenida de hacer ejercicio que correr en círculo, de modo que se incorporó a los partidos en cuanto Cío se lo sugirió. Contrariamente a lo que esperaba, quizá porque no había privilegios, créditos ni orgullo en juego, acabó disfrutándolo.
Una renovada determinación por no volver a quedar indefenso frente a la ciudad fue la que empujó a Taro a practicar con voluntad de hierro con el arco en cuanto hubo recuperado la fortaleza suficiente. Las prácticas de tiro a diana, que antes había encarado con la desidia con la que se tomaría cualquier otro pasatiempo, se convirtieron en algo diario y en lo que el carabés se esforzaba realmente por mejorar. No podía decirse que tuviese un ojo de halcón, pero con el tiempo se convirtió en el tirador más fiable de Maciel.
Pasado un lapso prudencial pudo reincorporarse a las prácticas de parkour con los demás, donde se percató de que Ri había mejorado notablemente respecto a lo que recordaba. El carabés asumió la tutela de las clases, al principio sólo de forma asistencial y en cuanto recuperó la forma física proporcionando ejemplos cuando era necesario. La ausencia de Shaco era más palpable que nunca en esas salidas, pero por acuerdo tácito no se hablaba de ello.
Ya que el comportamiento del ruso se volvió fijo y no daba muestras de mejorar ni él ni Ri tuvieron que recurrir nunca al acuerdo que habían establecido. Aunque los primeros días Taro los pasó permanentemente en guardia, ésta fue revirtiendo al desánimo a medida que pasaban las semanas y empezaba a recordar con más claridad a Jack que al aprendiz.
A los demás macieleros se les informó al día siguiente de lo que había sucedido, desvelando el secreto de la múltiple personalidad de Shaco de una vez por todas. Tras la consiguiente votación decidieron soltarle dado que lo único que había hecho, estrictamente hablando, había sido tocar las narices. En presencia de visitas el ruso permanecía envuelto engañosamente en su falsa actitud de perro apaleado, para volver a ser Jack en cuanto éstas salían por la puerta. Y Jack, tal y como averiguarían los macieleros a lo largo de las semanas siguientes, iba a pasar de ser una desagradable sorpresa a ser un grano en el culo.
Al principio lo único molesto en él fue su actitud, que cada cual ignoró o sobrellevó a su manera. Tal y como había prometido nunca les amenazó físicamente, pero eso no le impedía tantearles por separado, buscando provocarles de diferentes formas. Si encontraba algún comportamiento o palabras que constituyesen un botón que pulsar, lo hacía. En el caso de Taro su burla preferida consistía en imitar el deje de voz del aprendiz con una exactitud desquiciante, para que cuando el carabés se volviese a comprobarlo se encontrase con el otro mirándolo burlón. En esas ocasiones al carabés le invadían las ganas de partirle la cara, pero invocaba a su autocontrol y se limitaba a ignorarlo lo mejor que podía. Por lo demás Jack, nombre del que les informó burlonamente el susodicho al cabo de un tiempo, pasó a aislarse sistemáticamente de los habitantes del torreón.
Todo habría quedado en nada de no ser porque a lo largo de las semanas siguientes fueron apareciendo esporádicamente pequeñas putadas que afectaban al resto de habitantes del torreón. Fueron incidentes aislados, sin conexión aparente entre sí, hasta que al ponerlos en común las sospechas apuntaron hacia un único objetivo, por eliminación. Ninguno de ellos le había visto hacer nada directamente, sin embargo, de modo que se pusieron tácitamente de acuerdo para comprobar si realmente había sido él.
Eran incidentes de preparación silenciosa, de modo que la vigilancia al principio no surtió efecto. Sin embargo en cuanto Archi hizo uso del hechizo de niebla mágica el que le cogieran se convirtió en una cuestión de tiempo. Jack, cuando se le confrontó sobre ello, admitió sin un ápice de demora que era el responsable y aquello puso fin a la investigación.
Otro indicio preocupante fue Ippon, que fue volviéndose con el paso de los días más callado e introvertido. Tanto Lara como Archi reportaron haber oído al ruso hablar con él, pero eran conversaciones fragmentadas, de las que costaba sacar algo comprometedor. El irrense se negó a soltar prenda, pero para entonces ya eran conscientes, aunque no supieran los pormenores exactos, de que algo marchaba mal.
Volvió a haber una discusión encubierta sobre qué hacer, con las opiniones divididas entre quienes optaban por encerrarlo y los que opinaban que era una medida demasiado extrema. Una vez más fue el biomecánico el que salvó a la patria, dado que había encontrado en sus investigaciones hechizos restrictores como los de parálisis que aplicar a modo de castigo cuando fuese necesario.
Jack preparaba las trampas de forma que las descubriesen días después, pero con el tiempo eso dejó de importarles progresivamente. Aplicaban el castigo cuando descubrían la jugarreta, sin más. Archi también le mantenía vigilado, haciendo uso cuando era necesario del hechizo de amplificación sensorial y de la niebla mágica, y eso tranquilizaba un poco a Taro pero no impedía que le cogiese más y más tirria al ruso.
De la misma forma los demás, aunque no pudiesen hacer uso de magia que les apoyase, tenían la ventaja del número y de estar advertidos. Era difícil estar completamente solo en el torreón, y aquella compañía casi constante también adquirió un tinte artificial cuando adquirieron el acuerdo tácito de que si Archi les indicaba que Jack estaba solo en una habitación, uno de los demás no tardase en ir tras él para que su presencia impidiese nuevos tejemanejes. Esa protección se extendía a Ippon, al que procuraban dejar solo lo mínimo posible.
La vigilancia casi constante dificultó en gran medida la aparición de nuevas jugarretas, pero no de todas. Las salidas a por comida se traducían en falta de efectivos y por tanto nuevas oportunidades para el saboteador.
Aunque la situación estuviese más o menos controlada aquello no excluía que al carabés le pusiese de muy mala leche. Él no tenía que aportar magia salvo cuando le solicitaban un traspaso, pero de estar en lugar de Archi habría estado cabreadísimo.
A aquellas alturas Taro no tenía la sangre lo suficientemente fría para aparentar indiferencia, y tampoco veía motivos para hacerlo. Aquel payaso no le caía bien y no se molestaba en disimularlo, solamente en ignorarle. Únicamente cuando hablaba de él en tercera persona se refería a él como "Jack"; para dirigirse a él directamente siempre utilizaba algún calificativo insultante, más o menos subido de tono dependiendo de la situación. No obstante, siempre que hablaba con él lo hacía como respuesta a algo que hubiese dicho o hecho el ruso: por norma general Taro nunca iniciaba una conversación.
A su pesar se descubrió identificando aquella apariencia más con Jack que con Shaco, y en consecuencia su mera visión como un estímulo desagradable.
La gota que había colmado finalmente el vaso había sido el día anterior, en el que Archi les había avisado con su flema habitual de que Jack había conseguido escabullirse temporalmente y de que estaba con Ippon. Habían subido en tropel al dormitorio y habían pillado al ruso por fin de forma que no pudiese disimular. Tras reducirle con ayuda de magia y una acaloradísima discusión decidieron encerrarle en la mazmorra dotada de camastro y que pasase ahí la noche.
Taro había estado a favor de la medida de hacer eso una vez al día cada vez que supiesen que estaba dando por saco, dado que un cuarto de aislamiento era el castigo más normal del mundo allá de donde venía, pero había acabado claudicando en su momento ante la aseveración de Archi de que podía mantener controlado al ruso. Ahora que las tornas habían cambiado quizá aquella tolerancia relativa cambiase.
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Esa mañana los niños de Lara reposaban, despiertos pero tranquilos, en su cuna improvisada. No muy lejos estaba Taro, inclinado sobre la mesa de la cocina anotando algo en el borde que estaba ocupando con un carboncillo de los que usaba Ippon. Tenía la costumbre nerviosa de revolverse el cabello cuando estaba concentrado y en esos momentos lo tenía hecho un desastre, de lo que se deducía que ya llevaba un rato con eso. El dorso de la mano izquierda también lo tenía ennegrecido al haber ido borrando las marcas que trazaba según se volvían inservibles.
Una de las crías sacó la cabeza con curiosidad del canasto; al divisarle le sacó la lengua y Taro hizo lo mismo. El niño pareció complacido y volvió a bajar la cabeza de la cuna, al tiempo que el carabés volvía a su trabajo. Desviaba de vez en cuando la mirada hacia la puerta de las mazmorras para luego volver a bajarla a la mesa, ceñudo.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
03/05/14, 12:14 pm
Le dejó subir sin seguirle, que significaba ir a la misma habitación que el cuándo aún no había dominado el calor de su cara. Se deslizó por la pared y acabó recostada sobre el escalón, con la mirada en el techo. Sintió como se normalizaba todo. Agradeció el silencio para pensar en frío.
En los meses que siguieron la escarcha creció y le rodeó el pecho. No fue inmediato, Anriel cometió muchos errores al principio. A Jack le gustaba imitar a su amigo a sus espaldas; la primera vez consiguió que se volviera con brusquedad. En lo sucesivo se hizo la sorda. Como no conseguía que le mirase, la voz de Shaco sonaba herida y al borde del llanto. Al principio aquello formaba un nudo en su garganta, pero fue insensibilizándose. Tuvo una terapia de choque con su miedo a la luz. Jack le daba sustos a mediodía, llenaba de luces mágicas el pasillo hasta casi cegarla y se entretenía sentándose a su lado y transformando cuentos de terror humanos en sinhadres al lado de su cama por las noches. Los contaba tan bajo que solo lo escuchaba ella. Como con todo, en un breve espacio de tiempo Anriel se enseñó a si misma a no reaccionar en absoluto, incluso cuando todavía surtían efecto. Nunca hablaba ni se quejaba de las estupideces del chico y su participación cuando se pusieron en común algunas de sus jugadas fue escasa. Pero la albina se hizo realmente difícil de pillar. Su comida y la de Nero las hacía en el momento, y probaba las cosas que usaba. Solucionaba los desaguisados que Jack dejaba tras de sí sin que pareciera darse cuenta de que eran provocados. Un día le puso miel en la mano y le hizo cosquillas en la nariz, pero se la restregó a él sin incorporarse si quiera y se levantó a lavarse las manos en el pozo.
Con el tiempo, Jack dejó de existir a ojos y oídos de Anriel. Y en consecuencia, la sinhadre debió empezar a resultarle aburrida y las tentativas del humano se espaciaron en el tiempo.
Nero no le hacía el caso esperado desde el principio. Le sonreía ampliamente o le respondía burlón a cualquier cosa y parecía más que satisfecho con el intercambio. Cuando trató de molestar su descanso, le metió una cucharada de miel a la fuerza en la boca en cuanto lo pilló desprevenido y a solas, le tapó la boca para que no la escupiera, y cuando se aseguró de haberlo visto tragar, le deseó unas buenas noches. Ri lo vio, y no dijo nada. Por suerte para Jack, a Nero le caía en gracia y nunca se vio en la necesidad de arrastrarlo fuera de la cama y dejárselo a las estirges de cena.
La vida de Nero era relajada; excluyendo salidas a las que solía apuntarse y ejercicio rutinario, a veces con Ri, leía lo que había por casa, incluidos los libros de magia y tomaba siestas al sol. Jugaba a la pelota cuando se organizaban partidos y se mostraba amable y solícito con Lara aunque por lo general le dejaba el espacio que necesitaba. A su apadrinado Zaende le cogió cariño y a veces le hacía carantoñas. “Quizás tengamos suerte y salgas más listo que tu mamá” pensaba con sorna mientras arrancaba ruiditos del bicho peludo. “Tú te tienes que morir el último” era otra de sus ideas acompañada por una sonrisa. Por el contrario, Anriel se aseguró de llenar su vida de una rutina metódica y con poco tiempo libre para pensar. Hacía Qin por su cuenta y enseñaba a Kei los fundamentos de este. Al terminar, ambas se acostumbraron a sostener pequeñas charlas. Por otro lado, había pedido a Archi clases de ciencia, y lo llenaba de preguntas que debían resultarle rídiculas de sencillas, pero avanzando a buen ritmo en sus conocimientos. Cuando Taro estuvo en forma, volvieron a salir entre los tejados. Entre eso, las comidas y un baño al anochecer, se marchaban las horas. Tanto ejercicio físico la hacía dormir pronto, aunque nunca era un sueño muy profundo.
-
Habían encerrado a Jack por sus constantes agresiones a Ippon. Anriel se levantó con pesadez.
Taro estaba en la cocina y lo saludó con amabilidad. Cuanto había agradecido las agresiones verbales del chico hacia el humano. Las suyas y las de cualquiera del torreón. Los enfados de otros eran como una liberación emocional.
Nero estaba en el patio, donde Lara tensaba el arco.
- Si no hay más remedio... Después de cuatro meses en el torreón yo diria que ambos ya nos hemos aceptado mutuamente como compañeros de hogar. Es ganas de exponerse. Pero si insistis, no seré yo quien os detenga.
En los meses que siguieron la escarcha creció y le rodeó el pecho. No fue inmediato, Anriel cometió muchos errores al principio. A Jack le gustaba imitar a su amigo a sus espaldas; la primera vez consiguió que se volviera con brusquedad. En lo sucesivo se hizo la sorda. Como no conseguía que le mirase, la voz de Shaco sonaba herida y al borde del llanto. Al principio aquello formaba un nudo en su garganta, pero fue insensibilizándose. Tuvo una terapia de choque con su miedo a la luz. Jack le daba sustos a mediodía, llenaba de luces mágicas el pasillo hasta casi cegarla y se entretenía sentándose a su lado y transformando cuentos de terror humanos en sinhadres al lado de su cama por las noches. Los contaba tan bajo que solo lo escuchaba ella. Como con todo, en un breve espacio de tiempo Anriel se enseñó a si misma a no reaccionar en absoluto, incluso cuando todavía surtían efecto. Nunca hablaba ni se quejaba de las estupideces del chico y su participación cuando se pusieron en común algunas de sus jugadas fue escasa. Pero la albina se hizo realmente difícil de pillar. Su comida y la de Nero las hacía en el momento, y probaba las cosas que usaba. Solucionaba los desaguisados que Jack dejaba tras de sí sin que pareciera darse cuenta de que eran provocados. Un día le puso miel en la mano y le hizo cosquillas en la nariz, pero se la restregó a él sin incorporarse si quiera y se levantó a lavarse las manos en el pozo.
Con el tiempo, Jack dejó de existir a ojos y oídos de Anriel. Y en consecuencia, la sinhadre debió empezar a resultarle aburrida y las tentativas del humano se espaciaron en el tiempo.
Nero no le hacía el caso esperado desde el principio. Le sonreía ampliamente o le respondía burlón a cualquier cosa y parecía más que satisfecho con el intercambio. Cuando trató de molestar su descanso, le metió una cucharada de miel a la fuerza en la boca en cuanto lo pilló desprevenido y a solas, le tapó la boca para que no la escupiera, y cuando se aseguró de haberlo visto tragar, le deseó unas buenas noches. Ri lo vio, y no dijo nada. Por suerte para Jack, a Nero le caía en gracia y nunca se vio en la necesidad de arrastrarlo fuera de la cama y dejárselo a las estirges de cena.
La vida de Nero era relajada; excluyendo salidas a las que solía apuntarse y ejercicio rutinario, a veces con Ri, leía lo que había por casa, incluidos los libros de magia y tomaba siestas al sol. Jugaba a la pelota cuando se organizaban partidos y se mostraba amable y solícito con Lara aunque por lo general le dejaba el espacio que necesitaba. A su apadrinado Zaende le cogió cariño y a veces le hacía carantoñas. “Quizás tengamos suerte y salgas más listo que tu mamá” pensaba con sorna mientras arrancaba ruiditos del bicho peludo. “Tú te tienes que morir el último” era otra de sus ideas acompañada por una sonrisa. Por el contrario, Anriel se aseguró de llenar su vida de una rutina metódica y con poco tiempo libre para pensar. Hacía Qin por su cuenta y enseñaba a Kei los fundamentos de este. Al terminar, ambas se acostumbraron a sostener pequeñas charlas. Por otro lado, había pedido a Archi clases de ciencia, y lo llenaba de preguntas que debían resultarle rídiculas de sencillas, pero avanzando a buen ritmo en sus conocimientos. Cuando Taro estuvo en forma, volvieron a salir entre los tejados. Entre eso, las comidas y un baño al anochecer, se marchaban las horas. Tanto ejercicio físico la hacía dormir pronto, aunque nunca era un sueño muy profundo.
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Habían encerrado a Jack por sus constantes agresiones a Ippon. Anriel se levantó con pesadez.
Taro estaba en la cocina y lo saludó con amabilidad. Cuanto había agradecido las agresiones verbales del chico hacia el humano. Las suyas y las de cualquiera del torreón. Los enfados de otros eran como una liberación emocional.
Nero estaba en el patio, donde Lara tensaba el arco.
- Si no hay más remedio... Después de cuatro meses en el torreón yo diria que ambos ya nos hemos aceptado mutuamente como compañeros de hogar. Es ganas de exponerse. Pero si insistis, no seré yo quien os detenga.
-
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
03/05/14, 03:32 pm
Archime permaneció ajeno a todo lo que sucedió tras la cena, pues en cuanto terminó su plato el biomecánico se dispuso a meterse enseguida en la cama. Y todavía con más rapidez cayó profundamente dormido. Al día siguiente se despertó más tarde de lo que era habitual en él debido al cansancio extremo y, en cuanto se enteró de lo que había sucedido durante la noche, el ingeniero fue uno de los primeros en abogar por liberar al humano de su encierro y asegurar de que si realmente intentaba algo peligroso él mismo se encargaría de reducirlo mediante el uso de hechizos.
Taro solicitó la inclusión de un circuito rúnico sobre la pared del cuarto de baño que le permitiese asearse mediante el sortilegio de limpieza debido al estado en el que se encontraba, por lo que el biomecánico se puso a trabajar enseguida en ello, moldeando una runa portadora de dicho hechizo acompañada de un detonante mediante presión y una runa direccionante que lo dirigiese hacia delante. Le comunicó al carabés que le avisase tras su uso para poder volver a cargarlo energéticamente y que siempre pudiese emplearlo incluso si él no se encontraba disponible por hallarse fuera del torreón o durmiendo.
Keiria y él se pusieron a trabajar enseguida en instalar el sistema de ventilación para el brasero que había traído la ulterana y, mediante el uso de piezas metálicas dobladas para servir a modo de sujeción y unas cuantas tuberías, construyeron un entramado que se iniciaba sobre el brasero y se sustentaba en la pared, mediante el cual discurría el humo, que se desalojaba a través de una ventana. Les llevó varios días finalizarlo, debido a que Archime debía hacer un uso bastante intensivo del hechizo de moldear materia inorgánica o el de fundir materiales. Así mismo, a raíz de dicho proyecto, comenzó a entablar conversación más a menudo con la ulterana y se los podía oír con frecuencia disertar sobre mecánica y el programador a menudo parecía haber retrocedido en el tiempo debido a lo extenso y técnico de sus aportaciones. Era algo inevitable, no obstante, ya que si se le tiraba de la lengua acerca de su profesión, aquello que más lo apasionaba –al menos antes de descubrir sus capacidades mágicas- no se podía esperar brevedad por parte del ingeniero.
Otra persona con la que entabló conversaciones similares a menudo fue Anriel, ya que la sinhadre le pidió al biomecánico que la ilustrase en toda clase de conocimientos relacionados con la tecnología y la ciencia en general que eran desconocidos en su mundo. Al principio sus explicaciones fueron complicadas y confusas para la albina, pero al cabo de varias sesiones el irrense ya sabía qué nivel debía mantener para evitar que la chica se perdiese por completo.
El biomecánico pudo comprobar a lo largo de dos meses como el comportamiento de Shaco había cambiado radicalmente. Intentó hablar con él alguna vez acerca de un posible tratamiento médico que pudiera estar siguiendo, pero no sacó nada en claro de las diferentes respuestas que le humano le dio cada vez que le preguntaba al respecto. Mantuvo su vigilancia sobre él en la medida de lo que le fue posible, empleando la magia como correctivo el caso de que el humano se pasase de la raya… Cosa que sí hizo en alguna ocasión. El propio irrense no se vio demasiado afectado personalmente por las fechorías de Jack, pues descubrieron que así es como se autodenominaba aquel que sustituía a Shaco, pero llevó a la práctica con frecuencia el hechizo de atracción que había aprendido aquellos días debido a que el diccionario desaparecía frecuentemente. El irrense sabía que era cosa suya, pero nunca le dijo nada directamente al respecto. Jack llevaba a cabo conductas bastante más reprochables que aquella.
Al ver a Lara haciendo uso del hechizo de amplificación sensorial, el ingeniero comenzó a imitarla ya que era una buena forma de mantenerse alerta cuando no se encontraba en la misma habitación que el humano, cosa que procuraba hacer, no obstante, con frecuencia, e implicaba menos gasto que la niebla mágica a la que recurría en menor medida. En otras ocasiones anclaba un hechizo de amplificación de sonido al umbral de las puertas, ya que comportaba un gasto mágico menor y mantenía alerta también al resto del torreón. Procuraba hacerlo sin que Jack se diese cuenta, empleando insonorización sobre sí mismo para evitar que lo escuchase conjurando.
De la misma manera, otros hechizos también los puso en práctica debido al humano, incluyendo algunos que ya conocía pero que nunca había llevado a cabo debido a que no podía probarlos con sus compañeros. Pero podría necesitarlos a partir de aquel momento, por ello el irrense se dedicó a realizar prácticas con un ratón al que paralizó cuando lo vio atravesando el patio de Maciel una mañana. Tras practicar con él los hechizos de inmovilización, confusión y petrificación, el irrense lo soltó tras lanzarle un conjuro vigorizante para tratar de paliar el malestar que le hubiese causado al pequeño mamífero y de obsequiarle con un trozo de requesón de las cestas.
En una ocasión, creó unos dispositivos que contenían un circuito rúnico que se activaban mediante presión o impacto, según su propósito, y detonaban un hechizo que portaba una de las runas que lo componían. Fabricó varios, con diversos hechizos entre los que se contaban algunos que conocía hacía tiempo como parálisis o intangibilidad y que funcionaban con runas direccionantes para aplicarlos en la dirección deseada. Otros los había traducido recientemente como uno detonaba una explosión y que ancló a uno de dichos dispositivos con el fin de ser utilizado de arma arrojadiza de un solo uso e incluso uno que al impactar activaba un hechizo de olor falso que contenía un fuerte olor a carne, hecho expresamente para despistar a seres como los serpelinos. Todos los artilugios los destinó a concedérselos a aquellos que salían habitualmente en busca del suministro de provisiones, ya que la mayoría no estaba capacitado para la magia y la pérdida de Shaco reducía todavía más el potencial de ofensiva mediante hechizos. A dichos objetos, además, les aplicó un hechizo de protección contra ruptura con el fin de que fuesen más resistentes y de probar la eficacia de dicho sortilegio.
En una ocasión, Cío apareció y le quitó sus gafas de sopetón para a continuación probárselas. El biomecánico parpadeó, confuso, sin comprender a qué se debía aquello. Siguió sin saberlo ya que la apreciación del otro irrense le hizo pensar que lo había hecho tan solo por comprobar su grado de miopia.
Fue la última tarde de aquel largo periodo en la que descubrieron a Jack molestando a Ippon. Ya había habido ciertos indicios de ello desde hacía varias semanas, pero nunca había parecido tan grave como en aquella ocasión y, gracias al uso de los diversos hechizos que empleaban para vigilar al humano, en esa ocasión lo pillaron completamente in fraganti. Es por ello que el biomecánico actuó en consecuencia y, tras anclarse un sortilegio de defensa y una protección básica, conjuró otro hechizo que había aprendido durante aquel período. Manteniendo el agarre con su mano biónica, el irrense apretó mediante el uso de la constricción la protección que cubría al humano hasta romperla, para a continuación detenerlo con un sortilegio paralizante. El grupo decidió encerrarlo en esta ocasión debido a la mayor gravedad de sus actos, manteniéndole las manos atadas para evitar que utilizase magia. El irrense le dirigió una última mirada en la que se adivinaba una levísima emoción que se podía identificar como desdén. El humano le había obligado a realizar un gasto mágico continuado tan solo para mantenerlo vigilado y ocupando una buena parte del tiempo que normalmente emplearía para cualquiera de sus tareas diarias. No obstante, tan solo consintió en encerrarlo hasta el día siguiente; Jack tenía que hacer algo mucho peor para que Archime considerase que deberían mantenerlo permanentemente privado de libertad.
Un día había acompañado a Lara a la biblioteca cuando la ordesa quiso ir y se interesó por la información que esta había encontrado en uno de los libros. Archime se preguntó si aquello llamado dominio sería una habilidad que cualquier usuario de magia podría llegar a ser capaz de utilizar, aunque según lo que pudo comprender, cada brujo disponía de control sobre un solo elemento, que al parecer podía ser desde fenómenos físicos hasta seres vivos. El irrense convino que tal vez se tratase de alguna especialización mágica de alto nivel. Aprovechó así mismo esa visita para buscar, evitando que la ordesa se percatase, algún libro sobre medicina con el fin de hallar los síntomas de la enfermedad que se había llevado a los hijos de Lara, por si hubiera alguna información acerca de qué tratamiento se podía llevar a cabo con los medios que disponían, en vistas a prevenir una nueva muerte. No obstante, era una tarea harto complicada de llevar a buen término debido a lo extenso de la biblioteca y lo común de los síntomas que habían presentado los pequeños.
Y la ordesa, precisamente, fue a la que encontró aquella mañana cuando salió al patio tras un desayuno abundante para continuar llevando a cabo prácticas de tiro. Su manejo con el arma había mejorado considerablemente y cada vez le costaba menos llevar a cabo el disparo, así como acertar en el blanco. A menudo coincidía con otros practicantes de tiro y pudo constatar que los arcos permitían una mayor velocidad de disparo pero menor potencia. No le sorprendió encontrar a la madre allí, pero sí las palabras con las que le recibió. La observó unos instantes, desviando alternativamente la mirada hacia la parte más alta del torreón, y una breve mueca, casi imperceptible, de extrañeza se abrió pasó en su inexpresividad.
—¿Por qué motivo? —quiso saber.
Taro solicitó la inclusión de un circuito rúnico sobre la pared del cuarto de baño que le permitiese asearse mediante el sortilegio de limpieza debido al estado en el que se encontraba, por lo que el biomecánico se puso a trabajar enseguida en ello, moldeando una runa portadora de dicho hechizo acompañada de un detonante mediante presión y una runa direccionante que lo dirigiese hacia delante. Le comunicó al carabés que le avisase tras su uso para poder volver a cargarlo energéticamente y que siempre pudiese emplearlo incluso si él no se encontraba disponible por hallarse fuera del torreón o durmiendo.
Keiria y él se pusieron a trabajar enseguida en instalar el sistema de ventilación para el brasero que había traído la ulterana y, mediante el uso de piezas metálicas dobladas para servir a modo de sujeción y unas cuantas tuberías, construyeron un entramado que se iniciaba sobre el brasero y se sustentaba en la pared, mediante el cual discurría el humo, que se desalojaba a través de una ventana. Les llevó varios días finalizarlo, debido a que Archime debía hacer un uso bastante intensivo del hechizo de moldear materia inorgánica o el de fundir materiales. Así mismo, a raíz de dicho proyecto, comenzó a entablar conversación más a menudo con la ulterana y se los podía oír con frecuencia disertar sobre mecánica y el programador a menudo parecía haber retrocedido en el tiempo debido a lo extenso y técnico de sus aportaciones. Era algo inevitable, no obstante, ya que si se le tiraba de la lengua acerca de su profesión, aquello que más lo apasionaba –al menos antes de descubrir sus capacidades mágicas- no se podía esperar brevedad por parte del ingeniero.
Otra persona con la que entabló conversaciones similares a menudo fue Anriel, ya que la sinhadre le pidió al biomecánico que la ilustrase en toda clase de conocimientos relacionados con la tecnología y la ciencia en general que eran desconocidos en su mundo. Al principio sus explicaciones fueron complicadas y confusas para la albina, pero al cabo de varias sesiones el irrense ya sabía qué nivel debía mantener para evitar que la chica se perdiese por completo.
El biomecánico pudo comprobar a lo largo de dos meses como el comportamiento de Shaco había cambiado radicalmente. Intentó hablar con él alguna vez acerca de un posible tratamiento médico que pudiera estar siguiendo, pero no sacó nada en claro de las diferentes respuestas que le humano le dio cada vez que le preguntaba al respecto. Mantuvo su vigilancia sobre él en la medida de lo que le fue posible, empleando la magia como correctivo el caso de que el humano se pasase de la raya… Cosa que sí hizo en alguna ocasión. El propio irrense no se vio demasiado afectado personalmente por las fechorías de Jack, pues descubrieron que así es como se autodenominaba aquel que sustituía a Shaco, pero llevó a la práctica con frecuencia el hechizo de atracción que había aprendido aquellos días debido a que el diccionario desaparecía frecuentemente. El irrense sabía que era cosa suya, pero nunca le dijo nada directamente al respecto. Jack llevaba a cabo conductas bastante más reprochables que aquella.
Al ver a Lara haciendo uso del hechizo de amplificación sensorial, el ingeniero comenzó a imitarla ya que era una buena forma de mantenerse alerta cuando no se encontraba en la misma habitación que el humano, cosa que procuraba hacer, no obstante, con frecuencia, e implicaba menos gasto que la niebla mágica a la que recurría en menor medida. En otras ocasiones anclaba un hechizo de amplificación de sonido al umbral de las puertas, ya que comportaba un gasto mágico menor y mantenía alerta también al resto del torreón. Procuraba hacerlo sin que Jack se diese cuenta, empleando insonorización sobre sí mismo para evitar que lo escuchase conjurando.
De la misma manera, otros hechizos también los puso en práctica debido al humano, incluyendo algunos que ya conocía pero que nunca había llevado a cabo debido a que no podía probarlos con sus compañeros. Pero podría necesitarlos a partir de aquel momento, por ello el irrense se dedicó a realizar prácticas con un ratón al que paralizó cuando lo vio atravesando el patio de Maciel una mañana. Tras practicar con él los hechizos de inmovilización, confusión y petrificación, el irrense lo soltó tras lanzarle un conjuro vigorizante para tratar de paliar el malestar que le hubiese causado al pequeño mamífero y de obsequiarle con un trozo de requesón de las cestas.
En una ocasión, creó unos dispositivos que contenían un circuito rúnico que se activaban mediante presión o impacto, según su propósito, y detonaban un hechizo que portaba una de las runas que lo componían. Fabricó varios, con diversos hechizos entre los que se contaban algunos que conocía hacía tiempo como parálisis o intangibilidad y que funcionaban con runas direccionantes para aplicarlos en la dirección deseada. Otros los había traducido recientemente como uno detonaba una explosión y que ancló a uno de dichos dispositivos con el fin de ser utilizado de arma arrojadiza de un solo uso e incluso uno que al impactar activaba un hechizo de olor falso que contenía un fuerte olor a carne, hecho expresamente para despistar a seres como los serpelinos. Todos los artilugios los destinó a concedérselos a aquellos que salían habitualmente en busca del suministro de provisiones, ya que la mayoría no estaba capacitado para la magia y la pérdida de Shaco reducía todavía más el potencial de ofensiva mediante hechizos. A dichos objetos, además, les aplicó un hechizo de protección contra ruptura con el fin de que fuesen más resistentes y de probar la eficacia de dicho sortilegio.
En una ocasión, Cío apareció y le quitó sus gafas de sopetón para a continuación probárselas. El biomecánico parpadeó, confuso, sin comprender a qué se debía aquello. Siguió sin saberlo ya que la apreciación del otro irrense le hizo pensar que lo había hecho tan solo por comprobar su grado de miopia.
Fue la última tarde de aquel largo periodo en la que descubrieron a Jack molestando a Ippon. Ya había habido ciertos indicios de ello desde hacía varias semanas, pero nunca había parecido tan grave como en aquella ocasión y, gracias al uso de los diversos hechizos que empleaban para vigilar al humano, en esa ocasión lo pillaron completamente in fraganti. Es por ello que el biomecánico actuó en consecuencia y, tras anclarse un sortilegio de defensa y una protección básica, conjuró otro hechizo que había aprendido durante aquel período. Manteniendo el agarre con su mano biónica, el irrense apretó mediante el uso de la constricción la protección que cubría al humano hasta romperla, para a continuación detenerlo con un sortilegio paralizante. El grupo decidió encerrarlo en esta ocasión debido a la mayor gravedad de sus actos, manteniéndole las manos atadas para evitar que utilizase magia. El irrense le dirigió una última mirada en la que se adivinaba una levísima emoción que se podía identificar como desdén. El humano le había obligado a realizar un gasto mágico continuado tan solo para mantenerlo vigilado y ocupando una buena parte del tiempo que normalmente emplearía para cualquiera de sus tareas diarias. No obstante, tan solo consintió en encerrarlo hasta el día siguiente; Jack tenía que hacer algo mucho peor para que Archime considerase que deberían mantenerlo permanentemente privado de libertad.
Un día había acompañado a Lara a la biblioteca cuando la ordesa quiso ir y se interesó por la información que esta había encontrado en uno de los libros. Archime se preguntó si aquello llamado dominio sería una habilidad que cualquier usuario de magia podría llegar a ser capaz de utilizar, aunque según lo que pudo comprender, cada brujo disponía de control sobre un solo elemento, que al parecer podía ser desde fenómenos físicos hasta seres vivos. El irrense convino que tal vez se tratase de alguna especialización mágica de alto nivel. Aprovechó así mismo esa visita para buscar, evitando que la ordesa se percatase, algún libro sobre medicina con el fin de hallar los síntomas de la enfermedad que se había llevado a los hijos de Lara, por si hubiera alguna información acerca de qué tratamiento se podía llevar a cabo con los medios que disponían, en vistas a prevenir una nueva muerte. No obstante, era una tarea harto complicada de llevar a buen término debido a lo extenso de la biblioteca y lo común de los síntomas que habían presentado los pequeños.
Y la ordesa, precisamente, fue a la que encontró aquella mañana cuando salió al patio tras un desayuno abundante para continuar llevando a cabo prácticas de tiro. Su manejo con el arma había mejorado considerablemente y cada vez le costaba menos llevar a cabo el disparo, así como acertar en el blanco. A menudo coincidía con otros practicantes de tiro y pudo constatar que los arcos permitían una mayor velocidad de disparo pero menor potencia. No le sorprendió encontrar a la madre allí, pero sí las palabras con las que le recibió. La observó unos instantes, desviando alternativamente la mirada hacia la parte más alta del torreón, y una breve mueca, casi imperceptible, de extrañeza se abrió pasó en su inexpresividad.
—¿Por qué motivo? —quiso saber.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
04/05/14, 12:48 am
Al día siguiente, temprano por la mañana, hizo un descubrimiento inesperado que no debía de haber sido tal. Fue al asomarse por la ventana para ver qué tal día se presentaba, preguntándose como siempre si en aquel lugar había precipitaciones alguna vez. Abrió y cerró los ojos una y otra vez, se los frotó y los entornó, tratando de enfocar apropiadamente los edificios más lejanos. Una vez más, no era capaz. No solo maldijo su mala suerte, sino haber tardado tanto en darse cuenta. Después de varios dolores de cabeza, ya sabía a qué podía echarle la culpa, pero no podía hacer nada al respecto. No era todavía algo muy notable, eso era cierto, pero estaba seguro de que iría a más «como las dos últimas veces». La diferencia era que ahora no tenía nada a mano para paliarlo.
Más tarde Archi le vería entrar al estudio y quitarle las gafas de la cara con un simple «Miopía, ¿verdad?», para después probárselas. Se las quitó espantado al momento y se las devolvió al biomecánico dándole el pésame. Acto seguido salió por la puerta sin dar más explicaciones. Sobreviviría aunque le fuera a más, en el peor de los casos no creía llegar a necesitar semejante graduación.
Un poco más tarde ese mismo día descubriría el destino de Shaco después de una discusión que había tenido lugar el día anterior. Al principio se sorprendió enormemente porque no entendía cómo aquel chico silencioso y con cara triste podía haber llegado a ofenderlos hasta ese punto –y no porque no fuera capaz de ofender, precisamente–. No apoyaba el encierro ni le parecía una medida adecuada, pero empezó a comprender los motivos cuando conoció a la nueva personalidad del humano. No hizo falta demasiado trato para determinar que no quería saber nada de él. Creía que, de todos modos, pronto el Shaco de siempre estaría de regreso.
Cuando retomaron los entrenamientos hubo de ser sin Shaco. Tanto Cío como Keiria solían practicar con él, pero aunque pasaron a quedarse solos no renunciaron a seguir haciéndolo. La ulterana se ofreció además a instruirlo en una técnica de meditación. Aceptó por probar, pensando que no le veía utilidad alguna, pero se tuvo que tragar sus prejuicios cuando se acostumbró a ello. Los entrenamientos con Keiria eran sin duda sus favoritos, puesto que los de Xalkoth seguían siendo duros en exceso. O mejor dicho, más duros, desde que le golpeaba en cualquier parte no biónica a propósito. Independientemente de las quejas del clinger, para luchar con él utilizaba protecciones de cuero.
Precisamente comenzó a empeñarse más que nunca en los entrenamientos debido a un incidente que tuvo lugar algunos días después de la vuelta de Taro. Se unió a una batida en busca de cestas que tuvo la mala suerte de toparse de nuevo con los serpelinos, que parecían haber cambiado su zona de caza desde hacía un tiempo. De alguna manera que ni Cío fue capaz de clarificar, trastabilló mientras corría y acabó, según sus propias palabras cada vez que lo contaba, “más mordisqueado que un chicle”. Aunque dieron buena cuenta de las heridas en el torreón, probablemente podría recordar el incidente cada vez que se topase con alguna de las cicatrices que le había dejado. Las peleas con serpelinos volvieron a repetirse, pero Archi había encontrado el modo de mejorar la seguridad de aquellas salidas, gracias a unos cachivaches mágicos la mar de útiles.
Fue una suerte que para poder relajarse por las noches Archi y Keiria hubieran montado un brasero en la planta baja. Aunque se trataba de algo tan rudimentario que no lo había visto jamás, era la mar de agradable. Si le dolía la cabeza o estaba cansado, siempre terminaba orbitando aquella novedad antes de irse a dormir, a veces charlando con quien hubiera por allí y otras en silencio. Algunas noches incluso aprovechaba la luz para seguir leyendo el libro de Nero. Le llevó un mes terminarlo, y tenía que dosificarlo para no saturarse. Cuando se lo devolvió al sinhadre, lo cogía entre los dedos casi con asco. «Puede que haya conseguido terminármelo, pero nada en el mundo podría hacer que lo lea una segunda vez » fue lo que le dijo.
Después de aquellos primeros días en que Taro estuvo recuperando fuerzas, empezó a intentar ganar forma física de nuevo. Cío había estado bastante pendiente para ayudarlo en lo que pudiera necesitar mientras estuvo convaleciente, por lo que cuando empezó a moverse por el patio le ofreció también organizar partidos al juego de la pelota para ponerse en forma de un modo un poco menos monótono que correr en círculos. Tal vez nunca había hablado demasiado con Taro antes, pero era un tipo agradable y se podía confiar en él: le caía bien.
Las dos personas que más preocupaciones dieron en los siguientes dos meses no fueron otras que Lara y Shaco –o, mejor dicho, Jack–. Lara, por un lado, empezó a recuperar lentamente el ánimo y a socializar. En ocasiones Cío pedía la cesta y cogía a los críos para jugar con ellos. No quería que se pudiera decir queno trataba de actuar como un padrino. Era la única forma que tenía de hacer algo por Lara, eso y ofrecerle ayuda para lo que estuviera en su mano. Pero aquello solo hizo aún peor la segunda muerte.
Cuando murió Randa creyó que Lara se iba a romper por completo. Había algo en ella que daba mala espina, pero solo pudo verse bien qué era tras un primer período de recuperación. Al irrense aquella muerte le había sentado como un puñetazo, pero fue la preocupación por la cordura de la ordesa lo que tuvo más relevancia los días siguientes. La vuelta a la normalidad fue lenta y dejó secuelas en la personalidad de Lara, pero podía decirse que, al menos, se podía conversar con ella.
No era ese el caso de Jack. Se aisló del grupo y se mantenía apartado por lo general, pero si bien se podía decir que no hacía daño físico a nadie, no dejaba de ser un tipo inaguantable. Cío agradecía cuando no le veía el pelo en muchas horas, y él mismo haría lo posible por esquivarlo hasta que Shaco se decidiese a volver. Pero tardaba demasiado. Poco a poco empezó a pensar que aquello iba para largo, y que tal vez ahora era el turno de aquella personalidad de permanecer como lo había sido hasta ese momento la otra. Por otra parte tampoco se podía imaginar cómo serían las cosas si volviese a ser el de siempre. No podría evitar verlo como una especie de bomba de relojería.
Jack empleaba los días en hacer cosas molestas dedicadas especialmente a cada uno de ellos, y fue una costumbre que tardó en ir remitiendo. Cío, por su parte, no le aguantó demasiado. Los primeros días lo ignoró por completo, dispuesto a no dejarse ofender por las payasadas de aquel desgraciado. Pero llegó un momento en que la rabia se acumuló, y cuando le soltó un puñetazo en plena cara no lo hizo por la provocación que le acababa de dedicar, sino en general, porque creía firmemente que se lo había ganado a pulso. Fue algo casi premeditado. También creía que sería ágil para esquivar el golpe, pero no fue así. Le brotó sangre de la nariz, pero el irrense se limitó a darle la espalda con frialdad y marcharse a otra habitación.
Aunque se había mantenido en que no tenía sentido, acabó quedando claro que era necesario tenerlo bajo control. Él también le echaba el ojo siempre que podía, aunque no contase con magia por si era necesaria. Aun con todo lo que le vigilaban, tardaron un poco en darse cuenta de lo que estaba sucediendo entre Ippon y él. Cío llevaba un tiempo haciendo compañía al niño mientras dibujaba. Era algo esporádico, que tenía lugar sobre todo durante las noches en el brasero, pero empezó a notar al muchacho un poco diferente, y ni aún así había tratado de averiguar si pasaba algo. Otros fueron más perspicaces y los días que siguieron a aquello fueron poco agradables para todos. Jack terminó por buscarse el encierro a pulso pero, a pesar de todo lo que había hecho, aquello no podía pasar de medida temporal de castigo. Los debates sobre qué hacer con el humano eran tediosos y desesperantes, y Cío estaba harto de discusiones por culpa de aquel capullo. Si hubiera existido un cuarto torreón, le habría encantado que se fuera a vivir allí él solo mientras no fuese un ser humano tratable.
Aquella mañana, como era habitual, había salido temprano al patio para hacer ejercicios con Keiria. Un poco después se fue uniendo más gente, y aunque cada uno estuviese a lo suyo, Cío prefería aquellas prácticas sin espectadores. Terminó por perder la concentración y se sentó en el suelo cuando escuchó que hablaban de matar a los pájaros. No entendía por qué, pero no dijo nada. El exterminio de animales era algo muy mal visto en Irraria, puesto que poco a poco se habían quedado sin biodiversidad. Quería saber por qué había dicho aquello la ordesa, pero se dio cuenta entonces de que Keiria había empezado a mover una vértebra sin, aparentemente, ningún motivo en particular.
―¿Qué haces? ―le preguntó a la ulterana sin alzar demasiado la voz.
Más tarde Archi le vería entrar al estudio y quitarle las gafas de la cara con un simple «Miopía, ¿verdad?», para después probárselas. Se las quitó espantado al momento y se las devolvió al biomecánico dándole el pésame. Acto seguido salió por la puerta sin dar más explicaciones. Sobreviviría aunque le fuera a más, en el peor de los casos no creía llegar a necesitar semejante graduación.
Un poco más tarde ese mismo día descubriría el destino de Shaco después de una discusión que había tenido lugar el día anterior. Al principio se sorprendió enormemente porque no entendía cómo aquel chico silencioso y con cara triste podía haber llegado a ofenderlos hasta ese punto –y no porque no fuera capaz de ofender, precisamente–. No apoyaba el encierro ni le parecía una medida adecuada, pero empezó a comprender los motivos cuando conoció a la nueva personalidad del humano. No hizo falta demasiado trato para determinar que no quería saber nada de él. Creía que, de todos modos, pronto el Shaco de siempre estaría de regreso.
Cuando retomaron los entrenamientos hubo de ser sin Shaco. Tanto Cío como Keiria solían practicar con él, pero aunque pasaron a quedarse solos no renunciaron a seguir haciéndolo. La ulterana se ofreció además a instruirlo en una técnica de meditación. Aceptó por probar, pensando que no le veía utilidad alguna, pero se tuvo que tragar sus prejuicios cuando se acostumbró a ello. Los entrenamientos con Keiria eran sin duda sus favoritos, puesto que los de Xalkoth seguían siendo duros en exceso. O mejor dicho, más duros, desde que le golpeaba en cualquier parte no biónica a propósito. Independientemente de las quejas del clinger, para luchar con él utilizaba protecciones de cuero.
Precisamente comenzó a empeñarse más que nunca en los entrenamientos debido a un incidente que tuvo lugar algunos días después de la vuelta de Taro. Se unió a una batida en busca de cestas que tuvo la mala suerte de toparse de nuevo con los serpelinos, que parecían haber cambiado su zona de caza desde hacía un tiempo. De alguna manera que ni Cío fue capaz de clarificar, trastabilló mientras corría y acabó, según sus propias palabras cada vez que lo contaba, “más mordisqueado que un chicle”. Aunque dieron buena cuenta de las heridas en el torreón, probablemente podría recordar el incidente cada vez que se topase con alguna de las cicatrices que le había dejado. Las peleas con serpelinos volvieron a repetirse, pero Archi había encontrado el modo de mejorar la seguridad de aquellas salidas, gracias a unos cachivaches mágicos la mar de útiles.
Fue una suerte que para poder relajarse por las noches Archi y Keiria hubieran montado un brasero en la planta baja. Aunque se trataba de algo tan rudimentario que no lo había visto jamás, era la mar de agradable. Si le dolía la cabeza o estaba cansado, siempre terminaba orbitando aquella novedad antes de irse a dormir, a veces charlando con quien hubiera por allí y otras en silencio. Algunas noches incluso aprovechaba la luz para seguir leyendo el libro de Nero. Le llevó un mes terminarlo, y tenía que dosificarlo para no saturarse. Cuando se lo devolvió al sinhadre, lo cogía entre los dedos casi con asco. «Puede que haya conseguido terminármelo, pero nada en el mundo podría hacer que lo lea una segunda vez » fue lo que le dijo.
Después de aquellos primeros días en que Taro estuvo recuperando fuerzas, empezó a intentar ganar forma física de nuevo. Cío había estado bastante pendiente para ayudarlo en lo que pudiera necesitar mientras estuvo convaleciente, por lo que cuando empezó a moverse por el patio le ofreció también organizar partidos al juego de la pelota para ponerse en forma de un modo un poco menos monótono que correr en círculos. Tal vez nunca había hablado demasiado con Taro antes, pero era un tipo agradable y se podía confiar en él: le caía bien.
Las dos personas que más preocupaciones dieron en los siguientes dos meses no fueron otras que Lara y Shaco –o, mejor dicho, Jack–. Lara, por un lado, empezó a recuperar lentamente el ánimo y a socializar. En ocasiones Cío pedía la cesta y cogía a los críos para jugar con ellos. No quería que se pudiera decir queno trataba de actuar como un padrino. Era la única forma que tenía de hacer algo por Lara, eso y ofrecerle ayuda para lo que estuviera en su mano. Pero aquello solo hizo aún peor la segunda muerte.
Cuando murió Randa creyó que Lara se iba a romper por completo. Había algo en ella que daba mala espina, pero solo pudo verse bien qué era tras un primer período de recuperación. Al irrense aquella muerte le había sentado como un puñetazo, pero fue la preocupación por la cordura de la ordesa lo que tuvo más relevancia los días siguientes. La vuelta a la normalidad fue lenta y dejó secuelas en la personalidad de Lara, pero podía decirse que, al menos, se podía conversar con ella.
No era ese el caso de Jack. Se aisló del grupo y se mantenía apartado por lo general, pero si bien se podía decir que no hacía daño físico a nadie, no dejaba de ser un tipo inaguantable. Cío agradecía cuando no le veía el pelo en muchas horas, y él mismo haría lo posible por esquivarlo hasta que Shaco se decidiese a volver. Pero tardaba demasiado. Poco a poco empezó a pensar que aquello iba para largo, y que tal vez ahora era el turno de aquella personalidad de permanecer como lo había sido hasta ese momento la otra. Por otra parte tampoco se podía imaginar cómo serían las cosas si volviese a ser el de siempre. No podría evitar verlo como una especie de bomba de relojería.
Jack empleaba los días en hacer cosas molestas dedicadas especialmente a cada uno de ellos, y fue una costumbre que tardó en ir remitiendo. Cío, por su parte, no le aguantó demasiado. Los primeros días lo ignoró por completo, dispuesto a no dejarse ofender por las payasadas de aquel desgraciado. Pero llegó un momento en que la rabia se acumuló, y cuando le soltó un puñetazo en plena cara no lo hizo por la provocación que le acababa de dedicar, sino en general, porque creía firmemente que se lo había ganado a pulso. Fue algo casi premeditado. También creía que sería ágil para esquivar el golpe, pero no fue así. Le brotó sangre de la nariz, pero el irrense se limitó a darle la espalda con frialdad y marcharse a otra habitación.
Aunque se había mantenido en que no tenía sentido, acabó quedando claro que era necesario tenerlo bajo control. Él también le echaba el ojo siempre que podía, aunque no contase con magia por si era necesaria. Aun con todo lo que le vigilaban, tardaron un poco en darse cuenta de lo que estaba sucediendo entre Ippon y él. Cío llevaba un tiempo haciendo compañía al niño mientras dibujaba. Era algo esporádico, que tenía lugar sobre todo durante las noches en el brasero, pero empezó a notar al muchacho un poco diferente, y ni aún así había tratado de averiguar si pasaba algo. Otros fueron más perspicaces y los días que siguieron a aquello fueron poco agradables para todos. Jack terminó por buscarse el encierro a pulso pero, a pesar de todo lo que había hecho, aquello no podía pasar de medida temporal de castigo. Los debates sobre qué hacer con el humano eran tediosos y desesperantes, y Cío estaba harto de discusiones por culpa de aquel capullo. Si hubiera existido un cuarto torreón, le habría encantado que se fuera a vivir allí él solo mientras no fuese un ser humano tratable.
Aquella mañana, como era habitual, había salido temprano al patio para hacer ejercicios con Keiria. Un poco después se fue uniendo más gente, y aunque cada uno estuviese a lo suyo, Cío prefería aquellas prácticas sin espectadores. Terminó por perder la concentración y se sentó en el suelo cuando escuchó que hablaban de matar a los pájaros. No entendía por qué, pero no dijo nada. El exterminio de animales era algo muy mal visto en Irraria, puesto que poco a poco se habían quedado sin biodiversidad. Quería saber por qué había dicho aquello la ordesa, pero se dio cuenta entonces de que Keiria había empezado a mover una vértebra sin, aparentemente, ningún motivo en particular.
―¿Qué haces? ―le preguntó a la ulterana sin alzar demasiado la voz.
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido MusicalPersonajes : Nia: Nayade
Toima: Argos Magnetico
Kudryavka: Vánara
Basilisco de Un Solo Ojo Cizaña
Lorenzo: Centauro
Reina: Cosechada
Heridas/enfermedades :- Heridas:
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
04/05/14, 07:22 pm
Jack Nabukov
Y así me enteré de que no podian aguantar ni una broma, ¿sabeis? La vida de algunos es tan triste y aburrida... Ains
Imagino que os preguntareis que hice durante todo este tiempo, ¿no es así? Bueno, será mejor que dejeis lo que esteis haciendo y os recosteis. Esta es una montaña rusa de emociones que no deberiais perderos.
-Bostezo-
Disculpadme... Tanto tiempo arrojado en una celda ha debido de abotargarme un poco... Veamos... ¡Ah, si! ¡Mi historia empieza el dia siguiente!
Puedo recordar como abrieron la puerta y me dejaron salir de nuevo. Alla ellos con su razonamiento. Decidí que seria mejor limitar mi presencia delante de ellos, así pues, procuraba desayunar, comer y cenar a solas ni que mencionar que logré adaptar uno de los camastros de los cuartos a mi celda designada. Tenia la impresión de que volveria a visitarlas y me hice a la idea de dormir ahí.
Luego, en secreto, procuraba mantenerme al día con los hechizos más avanzados que podria; por si en algún momento decidian exponer mi cabeza clavada en una pica. Así de imprevisibles se me demostraron ser.
No me quitaron el ojo, pero sin duda la vigilancia fue inversamente proporcional a la incredulidad e ignorancia que demostraron. Al principio tuve ocasión de hacer todo tipo de pasatiempos. Empecé con suavidad: Escondiendo cosas, estropeando la comida, despertandoles con un gran estruendo... Demasiadas para recordarlas todas. Y gracias a que procuraba esconder toda evidencia y rastro de que habia sido yo, logré salirme con la mia muchas veces.
-Risa Cacareante-
Pero con el tiempo, hicieron funcionar sus neuronas y lograron sumar uno más uno. Pronto me habia vuelto la cabeza de turco del torreón. Lo cual por una parte era una patada a la altura de la entrepierna, pues siempre pensaban en mi cuando algo malo habia sucedido, normalmente acertados, pero en ocasiones, por la misma creencia se equivocaban y genuinamente era inocente.
De ahí ya pasé a mayores, ¿sabeis? Cuando uno se acostumbra a los estímulos habituales y mundanos uno acaba deseando más- La sed por descubrir un estímulo mayor era tan grande que acabé por acosar y arruinarle el día a una persona a tiempo. Bien podia robarles ropa, esconder cosas asquerosas entre sus sábanas o directamente poner cosas estúpidas en la comida, como polvo, piedras... Eso fue tan divertido...
El punto es, me acabé volviendo loco de placer. Las expresiones en sus caras eran simplemente perfectas y pronto conseguia truncar todo ambiente positivo en el que andaba. Pronto, muy pronto la desesperación se iba haciendose con ellos. A medida que avanzabamos en el tiempo, la ciudad se probó un reto aún más dificil y peligroso.
Por supuesto, me siento terriblemente enorgullecido de no haber colaborado en absoluto para ayudarles, si acaso, añadir más el problema.
-Risa Cacareante-
Y un buen día, hara bien poco, ¿cuanto tiempo hará? ¿Dias? ¿Semanas? El tiempo tiene otro significado aquí y las horas para matar se vuelven literalmente una peste que solo se puede combatir estropeandole el dia al prójimo, ¿Me entendeis? ¡Claro que lo haceis! ¿Porque sino me hubieseis preguntado por esto? Ains que estúpido de mi...
Me vuelvo a ir por las ramas.
Como era de esperar, el grupo estuvo bastante quemado con todo lo que hacia y decia. Y con ello aumentó la vigilancia y la seguridad, como perritos guardianes que tenia. El tiempo que dedicaba a las trastadas se redujo drásticamente pero no por ello dejé de divertirme. Vereis, al tener mucho menos tiempo y libertad para entretenerme, hice que aprovechase muchisimo más el poco tiempo que tenia. Me volví más metódico: Sabia cuando iban a bajar la guardia. Sabia cuando no se esperaban ser golpeados. Sabia cuando eran más débiles. Y yo les daba con un bate en la nuca entonces. Bueno, puede que este mintiendo un poquito y alguna que otra vez me pillaban haciendo cualquier chorrada.
-Risa Frenética y Seca-
No pero en serio. Era gracioso ver como se organizaban a vigilarme. Eran tan predecibles que hasta podrian darme pena. Nunca me pillaron con las manos en la masa o con un rastro directo. Ohhh era paciente...Y astuto... Imagino que nunca se lo hubieran esperado tanto. Claro esta, mejoraban a cada una. Hasta que, eventualmente, me acabaron pillando, aquel último día.
Estaba yo tan tranquilo, enseñandole al bebe del torreón que deberia respetar a sus mayores: Un proyecto que llevaba trabajando ya un buen tiempo, cuando, de la nada, se me echaron todos encima. Habia descuidado una sola cosa. Y por solo este mínimo, remoto y pequeñin fallo, lograron pillarme infraganti. Ese fallo, por supuesto, no habia tenido lugar por culpa del chaval, heh. Bastante facil de intimidar si me preguntas a mi.
No, el fallo lo habia cometido yo. ¿¡Os lo podeis creer!? Ahí tan alto en mi trono de la astucia y la travesura me olvide por completo de que a un piso de diferencia se encontraba un entrometido con la oreja puesta ¡El muy cotilla! Se habian reunido todos a mis espaldas y me atacaron con magia. Por supuesto, me dió tiempo a girarme y a ver todo lo que se me echó encima al recibir el primer hechizo, pues las protecciones de seguridad que me habia puesto encima aquel día seguian activas. Por desgracia para mí, no pude llegar a contestar, pues detrás del primero hubo un segundo y un tercero y un cuarto...
Y así es como he acabado aquí, otro día entre rejas. Maldición. Lo habia estado haciendo tan bien durante... ¿Cuánto tiempo ha sido? Ah... Ya no lo se. Quizas hayan sido solo unas semanas, quizas un puñado de meses. Pero bueno, se hace tarde. Estoy seguro de que los demás están durmiendo ya. Puedo escaparme en cualquier momento, pero solo conseguiria que me volviesen a encerrar y aquí tengo mi cama. Ya decidiré que hacer mañana cuando se planteen si traerme comida o no.
-Bostezo-
Hasta mañana Bob. Siempre has sido un buen tipo para escuchar.-
Y así en sus sueños, el bufón se revolvió en su cama.
猴学徒
Qué extraño. Era una sensación de humedad y de frío. Notaba como una sensación molesta en el cuerpo. Abrió los ojos y se despertó lentamente. ¿Dónde estaba? Estaba reposando en un camastro apurado. Y, estaba sumido en oscuridad. Podia juzgar que estaba en un sótano o en un piso inferior de un castillo por las piedras y la humedad en el ambiente.
Pero en esos lugares no habia barrotes.
-¿Estoy en una mazmorra?-se preguntó, algo confuso.
No podia recordar nada de que habia hecho. Y cuando era nada, era absolutamente nada. No recordaba su nombre, no recordaba que habia hecho salvo despertarse y los ultimos minutos. Tenia las manos atadas. Al instante, entró en pánico. Mordisqueó las cuerdas un buen rato, intentando soltarse. Intentó quebrar la cuerda con palancas, intentó escurrir las manos, intento desarmarlas con los pies. Nada servia. Sin sus manos libres, no podia hacer magia. Por último, intentó raspar la cuerda con las piedras, pero apenas logró afectar a la cuerda hasta antes de hacerse sangre.
Y tuvo miedo y un pánico enorme. Solo queria salir.
Y así me enteré de que no podian aguantar ni una broma, ¿sabeis? La vida de algunos es tan triste y aburrida... Ains
Imagino que os preguntareis que hice durante todo este tiempo, ¿no es así? Bueno, será mejor que dejeis lo que esteis haciendo y os recosteis. Esta es una montaña rusa de emociones que no deberiais perderos.
-Bostezo-
Disculpadme... Tanto tiempo arrojado en una celda ha debido de abotargarme un poco... Veamos... ¡Ah, si! ¡Mi historia empieza el dia siguiente!
Puedo recordar como abrieron la puerta y me dejaron salir de nuevo. Alla ellos con su razonamiento. Decidí que seria mejor limitar mi presencia delante de ellos, así pues, procuraba desayunar, comer y cenar a solas ni que mencionar que logré adaptar uno de los camastros de los cuartos a mi celda designada. Tenia la impresión de que volveria a visitarlas y me hice a la idea de dormir ahí.
Luego, en secreto, procuraba mantenerme al día con los hechizos más avanzados que podria; por si en algún momento decidian exponer mi cabeza clavada en una pica. Así de imprevisibles se me demostraron ser.
No me quitaron el ojo, pero sin duda la vigilancia fue inversamente proporcional a la incredulidad e ignorancia que demostraron. Al principio tuve ocasión de hacer todo tipo de pasatiempos. Empecé con suavidad: Escondiendo cosas, estropeando la comida, despertandoles con un gran estruendo... Demasiadas para recordarlas todas. Y gracias a que procuraba esconder toda evidencia y rastro de que habia sido yo, logré salirme con la mia muchas veces.
-Risa Cacareante-
Pero con el tiempo, hicieron funcionar sus neuronas y lograron sumar uno más uno. Pronto me habia vuelto la cabeza de turco del torreón. Lo cual por una parte era una patada a la altura de la entrepierna, pues siempre pensaban en mi cuando algo malo habia sucedido, normalmente acertados, pero en ocasiones, por la misma creencia se equivocaban y genuinamente era inocente.
De ahí ya pasé a mayores, ¿sabeis? Cuando uno se acostumbra a los estímulos habituales y mundanos uno acaba deseando más- La sed por descubrir un estímulo mayor era tan grande que acabé por acosar y arruinarle el día a una persona a tiempo. Bien podia robarles ropa, esconder cosas asquerosas entre sus sábanas o directamente poner cosas estúpidas en la comida, como polvo, piedras... Eso fue tan divertido...
El punto es, me acabé volviendo loco de placer. Las expresiones en sus caras eran simplemente perfectas y pronto conseguia truncar todo ambiente positivo en el que andaba. Pronto, muy pronto la desesperación se iba haciendose con ellos. A medida que avanzabamos en el tiempo, la ciudad se probó un reto aún más dificil y peligroso.
Por supuesto, me siento terriblemente enorgullecido de no haber colaborado en absoluto para ayudarles, si acaso, añadir más el problema.
-Risa Cacareante-
Y un buen día, hara bien poco, ¿cuanto tiempo hará? ¿Dias? ¿Semanas? El tiempo tiene otro significado aquí y las horas para matar se vuelven literalmente una peste que solo se puede combatir estropeandole el dia al prójimo, ¿Me entendeis? ¡Claro que lo haceis! ¿Porque sino me hubieseis preguntado por esto? Ains que estúpido de mi...
Me vuelvo a ir por las ramas.
Como era de esperar, el grupo estuvo bastante quemado con todo lo que hacia y decia. Y con ello aumentó la vigilancia y la seguridad, como perritos guardianes que tenia. El tiempo que dedicaba a las trastadas se redujo drásticamente pero no por ello dejé de divertirme. Vereis, al tener mucho menos tiempo y libertad para entretenerme, hice que aprovechase muchisimo más el poco tiempo que tenia. Me volví más metódico: Sabia cuando iban a bajar la guardia. Sabia cuando no se esperaban ser golpeados. Sabia cuando eran más débiles. Y yo les daba con un bate en la nuca entonces. Bueno, puede que este mintiendo un poquito y alguna que otra vez me pillaban haciendo cualquier chorrada.
-Risa Frenética y Seca-
No pero en serio. Era gracioso ver como se organizaban a vigilarme. Eran tan predecibles que hasta podrian darme pena. Nunca me pillaron con las manos en la masa o con un rastro directo. Ohhh era paciente...Y astuto... Imagino que nunca se lo hubieran esperado tanto. Claro esta, mejoraban a cada una. Hasta que, eventualmente, me acabaron pillando, aquel último día.
Estaba yo tan tranquilo, enseñandole al bebe del torreón que deberia respetar a sus mayores: Un proyecto que llevaba trabajando ya un buen tiempo, cuando, de la nada, se me echaron todos encima. Habia descuidado una sola cosa. Y por solo este mínimo, remoto y pequeñin fallo, lograron pillarme infraganti. Ese fallo, por supuesto, no habia tenido lugar por culpa del chaval, heh. Bastante facil de intimidar si me preguntas a mi.
No, el fallo lo habia cometido yo. ¿¡Os lo podeis creer!? Ahí tan alto en mi trono de la astucia y la travesura me olvide por completo de que a un piso de diferencia se encontraba un entrometido con la oreja puesta ¡El muy cotilla! Se habian reunido todos a mis espaldas y me atacaron con magia. Por supuesto, me dió tiempo a girarme y a ver todo lo que se me echó encima al recibir el primer hechizo, pues las protecciones de seguridad que me habia puesto encima aquel día seguian activas. Por desgracia para mí, no pude llegar a contestar, pues detrás del primero hubo un segundo y un tercero y un cuarto...
Y así es como he acabado aquí, otro día entre rejas. Maldición. Lo habia estado haciendo tan bien durante... ¿Cuánto tiempo ha sido? Ah... Ya no lo se. Quizas hayan sido solo unas semanas, quizas un puñado de meses. Pero bueno, se hace tarde. Estoy seguro de que los demás están durmiendo ya. Puedo escaparme en cualquier momento, pero solo conseguiria que me volviesen a encerrar y aquí tengo mi cama. Ya decidiré que hacer mañana cuando se planteen si traerme comida o no.
-Bostezo-
Hasta mañana Bob. Siempre has sido un buen tipo para escuchar.-
Y así en sus sueños, el bufón se revolvió en su cama.
- Sueño Nº7 Misión Imposible:
Estaba durmiendo. O eso creia. Habia una enorme colección de pantallas tiliteantes enfrente suya. Cada una correspondia a una cámara de seguridad en el complejo. El único sonido que podia oirse era el goteo típico de una cueva, resonando sobre el armazón metálico que era la instalación penitenciaria. Se habia recostado en su sillón con un ojo cerrado y el otro apunto de cerrarse. Vigilaba todas las pantallas, como todas las demás noches. Vigilaba con celo. Y, en la mayoria de pantallas, estaba el aprendiz.
Dos grilletes con cadenas le mantenian de pie en una de las celdas. La celda tenia un suelo de rejilla y atraves de estas se podia ver las alcantarillas de la instalación y la cascada de agua de sumidero callendo por ella creaba un sonido monótono y un ambiente húmedo. El chico además, estaba retenido de cintura para abajo por una sustancia pegajosa y viva, como una especie de moho blancuzco que se movia como una ameba. El pringue blancuzco nunca llegaba a subir más arriba de la cintura, ni se filtraba por la rejilla hacia el sumidero de las alcantarillas.
En ese estado, habia estado los dos últimos meses la conciciencia del aprendiz. No era consciente de lo que pasaba fuera de su celda y se pasaba la mayor parte del tiempo inconsciente, pues como solo era eso, una consciencia, no tenia porque comer, dormir o ir al baño.
Pero algo pasó aquella noche en la celda. Algo que no habia pasado nunca antes. Y que no se reflejó en la pantalla de la cámara de seguridad.
Una cortadora láser comenzó a serrar una zona de la rejilla de las alcantarillas. El sonido despertó al aprendiz, algo atrofiado por estar colgando en la misma posición por mucho tiempo, abrió los ojos y se quedó perplejo de ver quien lo estaba haciendo.
Colgado por un arnes y una serie de cordaces de acero a la rejilla, el detective se encontraba suspendido sobre el sumidero de la alcantarilla, con su máscara y sombrero a escasos centímetros de la reja y, lo que era más sorprendente si quiera era que no estaba mojado. Ya que se habia dado cuenta tarde de habia llegado a rescatarle, nunca lo sabria. Por una parte sintió un alivio tremendo y estuvo apunto de llorar, pero ver lo concentrado que estaba y que querria parecer duro, luchó contra aquella necesidad.
En menos de un minuto, el detective se alzaba de pie sobre la celda.
-No te muevas. Si lo haces "eso" te atacara.-le indicó con un movimiento de cabeza hacia el musgo vivo. Sacó de su funda una pistola de aspecto futurista. Su pistola personal, con recambios de cañon para conseguir diferentes efectos con el disparo. Colocó un cañón redondeado, compuesto de varias esferas como de cristal azul y la apuntó al musgo.
Cuando apretó el gatillo, un rayo de un brillante azul golpeó al musgo y al chico y comenzó a congelar al primero. El aprendiz comenzó a resoplar y a quejarse del frio pero el detective no habia fallado el tiro y el que se estaba congelando era el musgo. Cuando lo hizo, le dió golpetazo con la culata y se separó del aprendiz, hecho pedazos.
Entonces, el encapuchado cambió el cañon de nuevo a la cortadora láser y cortó los grilletes del chico con gran precisión, sin dañarle. Una vez libre, el ruso se frotó las muñecas, dolorido.
-G-Gracias.-le dijo.
El detective mantuvo silencio por un rato y luego se dirigió al chico, sin responder a su agradecimiento.
-Tienes que volver. Hemos encontrado al Rey Mono y... Necesito tu opinion. No me fio de Aluqa.-
Aquella abrupta frase era mucha información para el chico. Sacudió la cabeza.
-Espera un momento... ¿Quién ha tomado mi relevo?-
El detective volvió a dedicarle un silencio.
-¿Quien crees que lo ha hecho? El payaso.-le acabó por contestar, algo dolido. Aun recordaba que el chico habia decidido traicionarle por llegar a sus respuestas por el camino fácil. Y gracias a ello, estaban en toda aquella situación.
El chico notó aquello y querria disculparse, pero no le salian las palabras. Aquello creó un incómodo silencio entre los dos que solo fue roto cuando el aprendiz volvió a hablar.
-Suenas como si lo estuviera haciendo de pena.-
-De pena seria quedarse corto. Pero bueno, no tienes porque saber todos los detalles. Tenemos que detenerle.-
El chico entonces le dió la espalda. Si, sabia porque le habia rescatado. ¿Porque sino iba a rescatarle? Probablemente le odiaba a aquellas alturas, pero le necesitaba. Quizás por eso habia tardado tanto. No lo sabia.
-No quiero volver de todas formas. Todo.... Todo lo que aprendi, todo lo que recordé que hice... No me merezco volver; Es la razón por la que me fui.-se quedó cabizbajo.-Si acaso, espero que lentamente desaparezca esta consciencia y que otro se quede indefinidamente en mi lugar. Es lo mejor para todos.-
El detective se acercó lentamente a él. Le posó una mano en su hombro, mientras que le habló.
-Esta era una de las razones por la cual preferiria que hubieses confiado en mi.-
El ruso, muy confuso, no llegó a entender a que se referia.
-Él engaña, chaval. Él miente. Saca placer de hacerlo y de arruinar las vidas de los demás. ¿Qué? ¿Es que pensabas que serias una excepción?-
El aprendiz se puso a llorar entonces. El detective, algo aparatosamente, le palmeó la cabeza.
-Ya. Ya paso.-le dijo monótonamente. Estaba siendo bastante más cercano que de costumbre.
-P-Pero... ¿Porque?-logró lloriquear el joven ruso.
-Siento no tener la respuesta. Pero estoy seguro de que si vamos a la sala de control y le pegamos una buena paliza estilo Brooklyn soltará toda la verdad que queramos y más. ¿Qué dices, chaval? ¿Aun te apetece emparejarte con este carcamal?-
Los ojos del aprendiz viajaron con duda, miedo y algo de confusión. Pero el detective habia sido honesto hasta ahora y le tendió la mano. Al instante, su mirada cambió por completo. Como teniendolo todo más claro. Volvio a tener esperanza e ilusión y, curiosamente, aquel que le habia devuelto aquellos sentimientos era una persona que apenas podia exteriorizar los suyos propios.
-Elemental mi querido Watson.-le respondió enjugandose las lágrimas bruscamente y cogiendole de la mano.
El hombre tiró hacia arriba y le puso de pie.
-Estoy seguro de que esa palabra no significa lo que crees que significa.-le comentó, en un tono que podria identificarse como jocoso.
-¿Cuál? ¿Watson?-
-...-el silencio característico del detective que gritaba mudamente "Estoy rodeado de idiotas" se dejó ver, por primera vez en mucho tiempo.
El aprendiz dejó escapar una larga carcajada entonces y señaló la perplejidad del enmascarado.
-¡Estoy bromeando! ¡Solo bromeaba, en serio!-
El detective gruñó por lo bajo entonces y le dió la espalda. Usó de nuevo su pistola con el cañon cortadora laser para cortarles la salida de los barrotes de la celda. Y una vez estuvieron fuera, saltaron todas las alarmas. Al instante, ambos echaron a correr, siendo guiados por el hombre en gabardina y máscara.
En la sala de control el bufón saltó por los aires de exclamación. No entendia lo que pasaba. La alarma habia saltado y toda la instalación se estaba volviendo loca debido a una fuga que, aparentemente no habia ocurrido.
Si miraba las pantallas de la celda todas mostraban la imagen del aprendiz atado e incosciente. Pero habia algo raro en ellas. El moho no parecia vivo. Estaba... Estático. Entonces fue a comprobar la hora y, en efecto, habia veinte minutos de diferencia en la cinta que se mostraba de la hora actual. Gruñó furioso entonces y comprobó en otra de las cámaras de seguridad como el detective y el aprendiz se escapaban. ¿O lo estaban haciendo? En verdad, no tardó mucho en ver lo que estaban intentando hacer. Se permitió una larga y maléfica carcajada enajenada en respuesta. ¡Iban a por él!
Por estúpido que pareciese, no iba a subestimar al detective. Iba a usar todas las armas, herramientas y defensas de la instalación para procurar si no matarles, detenerles. Nadie le disputaria su trono. Nadie lo habia logrado hasta ahora.
Y así fue como al final de un pasillo, dos torretas automaticas saltaron de las planchas metálicas del suelo y abrieron fuego a discrección contra ellos dos. Encontrando una pésima cobertura tras una columna, el detective cambió el cañon de su arma por el de un pequeño lanzagranadas. Y, seis segundos más tarde, las torretas eran cenizas.
No terminó ahí, por supuesto. El bufón cambió ciertos pasillos en el camino para conducirles a un cuarto inundado de agua y que de él, cayesen numerosos cables electricos con el cobre expuesto, con la intención de electrocutarles. La velocidad de reacción del detective fue decisiva entonces cuando cambió el cañon de su multiarma por el de una pistola gancho y logró balancearles del obstaculo sin llegar a caer al agua electrificada.
La tercera trampa se mostró como unos pequeños compartimentos que escondian lanzallamas a lo largo de un pasillo. Para ello, el detective usó el cañon del rayo congelador.
-Wow... Algún día me haré una de esas IRL.-acabó por decir.
-Nah, la verdad, preferiria que me hubieses dado el cinturon de utilidad de batman. Eso si que está llena de recursos.-
-Pero detective, me basé en Rorsarch no en Batman. Rorsarch tiene eso que-
-¿Qué pasa, es que ahora estas por encima del plagio o que?-le interrumpió seguido de una desacompasada carcajada, casi forzada. Típica de él.
El aprendiz le hizo una mueca acompañada de un puchero cuando entraron a la siguiente sala. Ya solo les quedaba el sprint final. Una larga pasarela metálica por fuera de la instalación que luego conectaba con la sala de contol tras una pequeña estancia con escaleras. Ya no quedaban más trampas. O eso creian. En cuanto avanzaron por la pasarela, esta se fue derrumbando a medida que lo pisaban y, aunque corrieron con todas sus fuerzas, la gravedad acabó por pillarles. Lo único que les salvó de nuevo fue la pistola gancho.
Y finalmente las escaleras. Una larga caminata de escaleras les esperaba. A ambos lados de la estancia, megáfonos. Y de estos, pronto se escuchó la voz del bufón de estas. Sonaba tan confiado en su propia victoria, tan engreido y crecido en ella que casi parecia que les estaba regañando más que amenazando.
-Asi que... Veo que habeis recibido los tickets gratuitos que os envie... Me alegro tantisimo. Me apetecia mucho que vinieseis aquí. Vereis, no importa si me derrotais aquí y ahora. El daño está hecho y ahora todos nos odian, como deberia ser.-se sumió en una jovial carcajada.-¡He provado mi teoria! ¡He demostrado que no hay nada que me diferencie de vosotros! ¡Lo único que hace es tan solo un mal dia para retorcer al hombre más cuerdo hacia el abismo de la locura total! ¡Asi de lejos está el mundo entero en convertirse en lo que soy! Tan solo un mal día... kukuku...-Entonces habló, refiriendose al chico.-Tu tuviste un mal día una vez ¿me equivoco? Porque yo se que tú lo sabes. Yo mismo te lo enseñe, ¿recuerdas?-
-No le escuches.-ladró el detective.-Intenta provocarte, como a todos los demás.-
-... ¿Porqué sino te disfrazarias así y pretenderias ser otra persona que no eres: un mono, rey o no? ¡Tuviste un mal día! ¡Y te volvió tan loco como a cualquiera! ¡Perdiste tu memoria de ese día, diablos!-su voz terminó en un pequeño carraspeo teatral.-¡Tan solo si lo admitieses! ¡Quieres seguir pensando que la vida tiene algún motivo! ¡Qué hay algún tipo de motivo para toda esta pelea sin cesar! ¡Dios haces que me entren ganas de potar!-su voz comenzó a mostrarse más y más frustrada.-Quiero decir, ¿Qué diablos te pasa? ¿Qué te hizo sino como eres ahora? ¡Eres un jodido amnesico en mitad de una ciudad que probablemente te mate!-su tono de voz se calmó.-¿Una turba de gente enfadada mató a tu amor? ¿Algún ladronzuelo le hizo un dibujito en la tripita con su navajita a tu hermanito? ¡Seguro que es algo asi!-y comenzó entonces a reirse escandaolsamente. Una risa molesta y enajenada.
-¡Me voy del punto de nuevo! ¡En definitiva, te volviste loco! ¡Cuando viste la triste y retorcida broma que es el mundo te volviste totalmente "tolon tolon"!-exclamó, imitando el sonido de campanas.-¡A mi me pasó lo mismo y lo admito! ¿PORQUE NO PUEDES HACER TÚ LO MISMO?-gritó, notablemente furioso. Al poco suspiró, más calmado.-Quiero decir, no eres idiota. Debes saber cuan real es la situación actual. Kukuku.-
Mientras, no habian parado de subir escaleras, jadeantes. Aun no se veia el final. Pero sabia que eventualmente llegarian a él. Y le harian pagar por todo lo que estaba diciendo. Por las dudas que queria sembrar en él. Le estaban afectando más de lo que le gustaria reconocer.
-¿Sabias cuantas veces hemos estado apunto de empezar la tercera guerra mundial por un puñado de pajaros volando en una pantallita de radar?-soltó una risa nerviosa, pero continuó.-¿Sabes lo que detonó de verdad la última guerra mundial acaso? ¡Un desajuste de fondos que el departamento de telegramas alemán le debia a sus acreditadores! ¡Facturas de telegramas! ¿Te lo puedes creer?-y entonces se sumió en una risotada apagada, casi triste.-¡Todo es una GRAN broma! ¡Todo lo que cualquier persona ha valorado o peleado por ello en su vida es todo una demente y monstruosa mentira retorcida! Así que... ¿¡Porqué no le ves la parte chistosa tú tambien!?-y volvió a reir, esta vez muy poco confiado. Su monólogo no habia instaurado el miedo y las dudas que deberia haber hecho y el chico, aunque problemado, parecia resoluto a ir a por él.
-¿Porqué no te hace gracia?-acabó por terminar, terriblemente apenado de no haber llegado al chico.
Derribaron la puerta sin mucha complicación. Dentro, la sala de control estaba oscura y aparentemente deshabitada. La única luz que se podia apreciar era de los televisores de las cámaras de seguirad encendidas, proyectando su grisacea luz por toda la sala, iluminadola póbremente.
-¿Ha escapado?-preguntó nerviosamente el aprendiz.
El detective no dijo nada. Tenia un mal presentimiento. Con su arma desenfundada, anduvo al centro de la sala con un paso cauteloso. En el sillon en el que minutos antes se habia sentado el loco bufón habia una tarjeta con sonido, como esas que se daban para felicitar un cumpleaños. El sonido habia empezado como un pequeño zumbido, pero cuando recogió la carta y la abrió, una serie de muñequitos de carton que se asemejaban a un burlón bufón sacando la lengua, riendose y enseñando el culo, leian la letra de la cancion que era.
De pronto, de la nada, el chisporroteo de un arma alienigena se pudo escuchar y el aprendiz pudo observar una bola de energia verdosa golpear al Detective en el costado y derribarlo en el acto. La tarjeta habia caido al suelo abierta y seguia sonando la canción. De las sombras, el bufón, cargado con un rifle de aspecto alienígena y candente soltó una histérica carcajada que enseñaba gran parte de su dentadura.
-¡Tus lágrimas son la única paga que necesitaré~!-canturreó al mismo tiempo con la canción.
El aprendiz estaba paralizado. ¿Aquello habria matado al detective? Un gruñido de dolor se pudo escuchar, mientras el mismo intentaba incorporarse. Su costado humeaba por el impacto del arma del bufón. Si algo sabia era que el detective no era como otros seres humanos. Algo como eso no seria suficiente para matarle y suspiró, aliviado.
El detective sin embargo levantó su arma rápidamente. Aun más rápidamente le desarmó el bufón le desarmó de un patadón que hizo volar el multiarma por la habitación. Entonces, volvió a reir frenéticamente.
La desesperación se apoderó del ruso mientras impotente, con los pies pegados al suelo, contemplaba desarrolarse la escena. Aún en un sueño tenia miedo de morir. Si acaso que aquello fuera un sueño seria peor. Si moria ahí, no podria volver a usar su cuerpo. Literalmente, dejaria de existir y el bufón se apoderaria por siempre de su cuerpo. Y el miedo le paralizó.
El bufón arrojó su arma alienígena al suelo, aparatosa y sobrecalentada y lo cambió por otra que tenia enfundada, mucho más elegante y propia: Un revolver.
-¿Sabes? Eso te tendria que haber desintegrado, pero sin embargo aquí estas, vivito y coleando. ¿Te molestaria mucho explicar?-le preguntó, ciertamente fascinado.
-Púdrete en el infierno.-le respondió, escupiendo sangre a sus pies que se filtró por la máscara, tiñendola.
-¡Oh, si! ¡Eventualmente lo haré! Pero antes creo que te meteré una bala en la cabeza, para asegurarme que no me vuelves a molestar. Bien dí unas palabras, detective, porque van a ser las últimas. El encapuchado giró entonces su cabeza hacia el chico. No habia mirada que él pudiera leer. Sin embargo, el aprendiz, como un libro abierto, estaba petrificado de terror.
-Cinco... Cuatro...-comenzó a contar el bufón con una sonrisa, mientras dirigia el revolver a la cabeza encapuchada.-...tresdosuno ¡ADIOS!-acabó por decir, con una carcajada maniaca.
Apretó el gatillo. Y, sin embargo no hubo disparo. En su lugar, al final del cañón habia aparecido una pequeña banderita que leia "BANG!" colgando de ella. El aprendiz ahogó un grito y vaciló, cayendose de rodillas, al borde de las lágrimas. Y aquello nutrió tanto al bufón que hizo un pequeño entusiasmado bailecito de puro extasis mientras reia como un maniaco.
El detective gruñó de pura tensión. Su voz sonaba iracunda. No iba a tolerar que jugase con él en sus últimos instantes.
-Si vas a hacer algo... Hazlo de una puta vez, no tengo todo el día pay-
Fue interrumpido casi al instante. El bufón sacó otro revolver apuntó y disparó contra su cabeza en un abrir y cerrar de ojos. El cuerpo del detective se estremeció cuando la bala atravesó su craneo. El sonido del disparo, la bala penetrando la carne y el salpicar de la sangre no ahogaron la voz del aprendiz.
-¡NOOOOOOOOOOOO!-su voz, desgarrada y cohibida fue seguido de un llanto lastimoso mientras estiraba una mano y se arrastraba en dirección al ahora inmovil detective, en un intento de alcanzarle. Se quedó sin fuerzas sin embargo, todas ellas centradas en llorar. Su mano cayó al suelo con un chapoteo de sangre al lado del cadaver del detective.
El bufón se marcó otro baile de alegria, seguido de una histérica risotada.
-¡Lo hice! ¡Maté al detective! ¡He jugado al gato y al ratón y he conseguido ganar! ¡JA! ¡Apuesto a que no te esperabas eso, gilipollas!-soltó, dándole una patada al cadaver.
Y entonces algo se torció dentro del aprendiz. Como con un enchufe, toda su pena se fue transforamando en ira. Cerró ambos puños. Su culpabilidad se conviritó en odio. El odio y la ira en poder. Grindó los dientes. Su espíritu ardia. Haria pagar al payaso por lo que habia hecho.
-¿Y esto?-preguntó jocosamente el bufón al ver al aprendiz tan encendido e iracundo.-No creeras que de verdad puedas vencerme, ¿cierto?-
-¿Puedes ser más cliche, por favor?-le respondió, resoplando y tensando su cuerpo aún más.
-Puede ser, pero ¿como quieres que lo evite? Es la verdad después de todo.-soltó una risotada.-Déjame explicartelo. Ahora que el detective está muerto, la voluntad y la cordura de este mundo se retuerce, pequeñin, por si quieres otra demostración de cuan sonado estás. ¡Ahora podemos terjiversar la realidad con nuestra voluntad! ¿No es maravilloso?-
El aprendiz no terminó de creerselo. Sin mediar más palabra esprintó hacia él batiendo el puño, dispuesto a destrozarle.
-Parece ser que te tengo que enseñar por las malas lo que esta pasando... Pobre alma en desgracia. Empujón de la fuerza.-dijo entonces, extendiendo su palma abierta enfrente de él.
Instantaneamente, una fuerza misteriosa lo empujó brutalmente contra la pared opuesta. Apenas podia moverse y podia sentir como la misma fuerza le estaba estrujando contra la pared metálica.
Lentamente, con su mano alzada, el bufón se fue acercando a él y, a medida que lo hacia, la misteriosa fuerza aumentaba.
-¿Lo entiendes ahora? ¡Esto va a ser muy divertido si lo entiendes!-dijo con condescendencia, como si le hablase a un niño pequeño.
-Si.-soltó, haciendo un esfuerzo por concentrarse.-Lo entiendo.-
Todo el cuerpo del aprendiz se estremeció entonces. Varios vasos sanguineos se comenzaron a marcar en su piel, palpitantes, mientras bombeaban sangre. Lenta pero regularmente, el cuerpo de este se fue recubriendo de un aura rojiza. Finalmente, en su zenit, explotó, liberando todo su poder.
-¡Kaio Ken!-exclamó, liberandose del empujón del bufón.
-¿Kaio qu-
No le dió tiempo a terminar la pregunta. El puño del aprendiz cuyo poder habia aumentado exponencialmente por la técnica del Rey Kai se estrelló en su mandíbula, mandándole volando a través de la sala, impactando bruralmente contra las planchas de acero que eran las paredes, deformandolas entorno a su cuerpo. El cuerpo del bufón habia salido muy mal parado tras aquello, completamente deformada la cara, y casi todos los huesos de su cuerpo rotos o en estado similiar. Aquello hubiera sido el final de la pelea. Pero las reglas seguian retorcidas. Apenas logró murmurar algo el bufón.
-Homúnculo.-
Y entonces el cuerpo del bufon se retorció sádicamente mientras se arreglaba y regeneraba a sí mismo. En pocos segundos, el bufón se alzaba de pie, indemne del golpe del aprendiz, como si este no hubiera pasado nunca. Además tenia un tatuaje rojo en la mano que el ruso pudo reconocer con facilidad. Ahora, al haber adquirido los poderes de homúnculo, regeneraria todo el daño que se le hiciera. Era, por así decirlo, virtualmente invencible. Aún con esa premisa, el aprendiz decidió enfrentarse a él, pues estaba demasiado lleno de ira para dejarlo ir.
Pero el siguiente movimiento fue del bufón, que reacciónó mucho más rápido.
-¡Bankai: Tenza Zangetsu!-gritó y hubo un nubarrón repentino.
Apenas cuando habia logrado disiparse, vió al bufón llevando las ropas y característica espada de ese bankai. Lejos de conmocionarse respondió en igual medida.
-¡El nombre de mi Stand es Star Platinium!-adoptó una pose homoerótica entonces, mientras señalaba al bufón.-¡Yo soy el que juzga!-
Y al instante chocaron en ataques. El enorme amazón que aparecio detras del aprendiz se enfrentó a la asesina hoja de bankai del bufón. Ambos se movian a una increible velocidad y demostraban una fuerza desmedida, pero ninguno de los dos lograba arrojar al otro de su posición y, como consecuencia, el escenario sufrió. La sala de control, irreconocible, habia perdido el techo y tres cuartos de sus paredes y ahora contemplaba a la interperie. Ambos contendientes jadeaban, muy maltrechos, aunque el único que mostraba heridas era el aprendiz.
-Esto está muy igualado de pronto. ¿Te apetece volver a empezar?-
-...Creo que si.-
Y así empezaron de nuevo.
-¡Adelante, Infernape!-
-¡Yo te invoco, Dragón Blanco de Ojos Azules!-
Y las dos criaturas, el mono y el dragón se lanzaron al combate. Al instante, el dragon soltó un ataque de aliento de un color blancuzco con brillos azulados. El mono ágilmente rodó por el suelo, esquivando eficazmente el ataque.
-¡Infernape, usa doble equipo!-
Entonces la imagen del mono se multiplicó por tres. Tres monos identicos de los cuales solo uno era de verdad, siendo los otros dos ilusiones. Y entonces los monos se abalanzaron sobre el dragón.
-¡Infernape, usa Envite Igneo!-
Los tres monos comenzaron a combustirse en llamas que, al parecer, no les afectaban y se lanzaron a placar al dragon. Siendo imposible preveer cual era el verdadero, el dragón lanzó otro chorro de aliento destructivo sobre uno de los clones para entonces recibir directamente el golpe del verdadero que le desequilibró y le hizo caer al suelo.
-¡Bueno, esto no esta siendo como que muy justo! ¿No?-exclamó el bufón, frustrado.-¡Permíteme igualar un poco las cosas!-añadió, sacando otras tres cartas de aparentemente su manga.-¡Fusiono a mi Dragón Blanco de Ojos Azules con otros dos Dragones Blancos de Ojos Azules! ¡Aparece, mi bestia estrella! ¡Dragón Definitivo de Ojos Azules!-
Al jugar aquella estrategia, los tres dragones se fusionaron en uno solo, mucho más grande y voluptuoso. Era tan grande que ya no cabia en aquella sala derruida y flotaba a un par de metros sobre sus cabezas.
El bufón reia.
-Con tres cabezas esto se igualará un poco más, ¿No?-acabó por decir entre risotadas.
Y entonces las tres cabezas de dragon abrieron fuego sobre el mono y sus dos clones, golpeandoles a todos y destrozando aún más aquella sala. Tras la destrucción, solo las risas del bufón podrian oirse.
-¡Infernape, vuelve! ¡Adelante, Samurott!-gritó el aprendiz, intercambiando su pokemon debilitado por uno sano.-¡Samurott, usa rayo hielo!-
La nutria samurai concentró un rayo de hielo en la punta de su cuerpo para despues expulsarlo a gran velocidad contra el enorme dragón de tres cabezas que surcaba el cielo. El impacto del rayo le golpeó en el pecho y, al instante, el dragón comenzó a congelarse. Finalmente, una gruesa capa de hielo habia cubierto al dragon que ya era incapaz de volar y que hizo que se estrellase contra el suelo, haciendose pedazos y muriendo en el acto.
-¡Es super efectivo!-exclamó con una risotada el aprendiz.
Del bufón, que ya no se reia, pudieron oir su frustración.
-¡Veamos que tal esto! ¡Enfrentate al obliterador!-dijo mientras alzaba cinco cartas en el aire, cada una compuesta de una parte de un monstruo mayor. Las cartas quedaron suspendidas en el aire y comenzaron a dibujar un pentagrama mágico que las unia.
-¿¡El obliterador!? ¡Exodia el prohibido, maldita sea!-exclamó el aprendiz, presa del pánico.-¡Samurott Vuelve! ¡Adelante Ditto!-dijo, cambiando una vez más de pokemon.
Del pentagrama, se le unio una serie de circulos mágicos en los que, al poco, invocaron a Exodia, el prohibido. Aquella iba a ser su victoria definitiva, el bufón lo sabia. Aquella carta, al ser invocada, te otorgaba la victoria, independientemente de lo que pasara. Pero no habia contado con que el Aprendiz recurriera a aquel truco, por eso su sorpresa fue grande al oir...
-¡Ditto, usa transformación!-
-¿Transformaque?-Entonces, la masa rosada que era el ditto comenzó a cambiar de forma, imitando la del prohibido y adquiriendo sus poderes.- ¡Un ditto! ¡Maldicion! ¡Pero una copia es una copia, no puede vencer al real! ¡Exodia: Oblitera!-
-¡Ditto: Oblitera!
Ambas criaturas, la copia y la real comenzaron a cargar una potente esfera de energia y la lanzaron el uno contra el otro. La explosión que ocurrió entonces, destrozó el lugar casi por completo y dejó a ambos contendientes al borde de la inconsciencia y con otro empate.
Habian combatido durante más de media hora ya sin un claro vencedor. Era la cuarta vez que reiniciaban sus poderes. Aquella iba a ser la última.
-¡Digo que pongamos unas restricciones! ¡¿Qué tal una franquicia que no tenga superpoderes?-
El aprendiz bufó.
-Esta bien. ¿Cual propones?-
El bufón rió por lo bajo.
-Teniendo en cuenta nuestro difunto amigo aqui presente, diria que la de batman.-
La mención del asesinato del detective no fue a la ligera.
-¡Lo que sea, te daré una paliza! ¡Pero solo un personaje! ¡No se puede cambiar!-
-Si... Si...-le replicó el bufón con cansancio.-PreparadoslistosYA.-
Al instante ambos se transformaron. El traje del bufón era, el del Doctor Frío, con pistola de hielo incluida. El aprendiz, obviamente, habia elegido el papel de batman. Ambos habian accedido a no tener superpoderes. Pero nadie habia dicho nada de tecnologia. Y entonces se pusieron a luchar. El bufón sacó su pistola de hielo y abrió fuego sobre el aprendiz disfrazado de batman. Por su parte, el aprendiz esquivó el rayo con una voltereta y arrojó unos batarangs en su dirección. Los pequeños y afilados batarangs chocaron contra las protecciones metálicas de la armadura del bufón, disfrazado del Doctor Frío y no sufrió daño alguno.
En ese momento, el bufón, que reia escandalosamente, sacó un arma absurdamente más grande y le habló al aprendiz, metiendose en el papel de cabeza.
-¡Cuidado! ¡No vaya a ser que cojas frio!-y entre risas se preparó para disparar el arma.
Pero nunca llegó a disparar. En su lugar, otro disparo habia tenido lugar. Desde otro sitio. Un tercer contendiente inesperado. El detective quien milagrosamente seguia vivo, se habia arrastrado hasta alcanzar su arma, dejando un rastro de su sangre tras él, y le habia cambiado el cabezal por el de una pistola de plasma. El plasma habia impactado al bufón en un costado, destrozandole la armadura y matándole lentamente. Sus aullidos de dolor fueron apenas audibles pues el plasma creó el vacio dentro de su armadura y murió antes por asfixia que por el plasma en sí.
-Los dos... Sois... Gilipollas...-logró decir, agonizante.-Mi creación fue inspirada por un tipo mucho más elegante... Ugh.-
El aprendiz se acercó al moribundo detective, sin saber muy bien que hacerle.
-¿C-Como? T-Te disparó en la cabeza.-
La risa seca y monótona del detective se dejó ver, un pequeño impas entre sus lamentos.
-Cola de fénix.-murmuró sin más.-Que sea el único serio no quiera decir que no esté loco como los demás.-
El aprendiz soltó una risa nerviosa. No lo entendia muy bien pero si estaba sano y salvo, era lo que importaba. Se giró hacia el cadaver del bufón, todavia disfrazado del Doctor Frío y con el plasma todavia candente en su costado.
-¿Está... ¿Está muerto?-logró preguntarle.
El detective se hizo esperar con su respuesta y aun así no le respondió directamente.
-Quitate eso... Estás ridículo.-dio en un principio-Y sí. Está muerto. Por ahora. Como yo lo estaré en breves.-
El aprendiz se arrancó la capa y casco de batman y se inclinó sobre el agonizante detective. De nuevo, numerosas preguntas le surgian, pero sabria que el detective, en su estado, no podria responderle. Sabia que todo tenia un lugar y un momento y, después de haber pasado por aquello, confiaba aún más en el sombrio y enmascarado individuo, por ilógico que fuese, su apariencia engañaba. Era casi una figura paternal llegado a ese punto.
-¿Qué necesitas que haga?-dijo sin más.
No podia ver su expresión en ese momento debido a la máscara que cubria su cabeza, pero muy dentro, el aprendiz sabia que el detective le sonreia.
-Tienes que... Ir a la mesa... La mesa que está ahí y... Reiniciarlo todo.-
Estaba dispuesto a acatar todo lo que dijese, pero lo que dijo el detective le pilló desprevenido.
-¿R-Reiniciar? ¡Estas diciendo...! ¿Debo volver a perder mis memorias?-le preguntó con voz chillona y confusa.
-E-Escuchame... El Rey Mono tambien... tambien murió... Creo que lo mató él, pero no estoy seguro pudo ser ella tambien. Con nosotros tres muertos... Solo queda Aluqa... Ella... no te dejará hacer lo que quieras. Sabes que hará cosas.... mucho peores de lo que ha hecho este.... payaso.-los débiles brazos del detective le agarraron por los hombros.- Tienes que hacerlo. Volver a empezar. Luchar la buena batalla y... ganar esta vez. Lo entiendes ¿No? Es o esto... O nada...-
El aprendiz se sumió en lágrimas. Confuso e indeciso. Era mucha informacion que procesar y una gran responsabilidad sobre él. Tenia en alta estima los recuerdos que habia compartido con sus compañeros en el torreón y, aunque ahora le odiasen, esos recuerdos eran como su propia vida. Olvidar seria como la muerte. Pero no olvidar resultaria en algo peor. Podria llegar a hacerles daño. Hacer daño a los únicos seres queridos que tenia aprecio. Los perderia para siempre y seria su culpa. No fue hasta el momento que los brazos del detective perdieron la fuerza que le quedaban, cayendo inertes a ambos lados, salpicando en el charco de sangre que se habia formado.
-Se... Que... Haras.... Lo... Correcto...-fueron las últimas palabras del detective antes de fallecer por sus heridas.
El aprendiz pasó un par de minutos llorando. Los llantos podian oirse por todo el lugar, deshabitado. Eran desgarradores. Tenia que sacrificar lo único que le quedaba en esta vida con tal de proteger lo que le importaba.
Se levantó.
Estaba cubierto de la sangre del detective de pies a cabeza. Se fue arrancando el traje poco a poco, sin parar de llorar. Se acercó a la mesa de máquinas. Diferentes botones con todo tipo de aplicaciones absurdas se podian apreciar. Habia sido una suerte que en mitad de su combate no hubiesen destruido aquella mesa. O quizás habia sido intencionado. Desde ahí se controlaba toda la instalación, así como sus recuerdos. Podia ponerlos y verlos en las pantallitas de cámaras de seguridad. Y así lo hizo. Revivió sus breves y recientes recuerdos en la ciudad una última vez. Una última vez antes de borrarlos.
Levantó la tapita que escondia el botón de reinicio, sin parar de salpicar lagrimones sobre este. Inspiró y expiró un par de veces para calmarse y, finalmente lo pulsó.
Las pantallitas fueron desapareciendo y la imagen se volvia nieve a medida que se borraban sus recuerdos.
3%..... 11%....17%.....23%...32%...54%...68%...72%......81%.....96%...97%...98%...99%-
猴学徒
Qué extraño. Era una sensación de humedad y de frío. Notaba como una sensación molesta en el cuerpo. Abrió los ojos y se despertó lentamente. ¿Dónde estaba? Estaba reposando en un camastro apurado. Y, estaba sumido en oscuridad. Podia juzgar que estaba en un sótano o en un piso inferior de un castillo por las piedras y la humedad en el ambiente.
Pero en esos lugares no habia barrotes.
-¿Estoy en una mazmorra?-se preguntó, algo confuso.
No podia recordar nada de que habia hecho. Y cuando era nada, era absolutamente nada. No recordaba su nombre, no recordaba que habia hecho salvo despertarse y los ultimos minutos. Tenia las manos atadas. Al instante, entró en pánico. Mordisqueó las cuerdas un buen rato, intentando soltarse. Intentó quebrar la cuerda con palancas, intentó escurrir las manos, intento desarmarlas con los pies. Nada servia. Sin sus manos libres, no podia hacer magia. Por último, intentó raspar la cuerda con las piedras, pero apenas logró afectar a la cuerda hasta antes de hacerse sangre.
Y tuvo miedo y un pánico enorme. Solo queria salir.
す 争 基 ま
べ は づ す
て 欺 い 。
の 瞞 て
戦 に い
— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
べ は づ す
て 欺 い 。
の 瞞 て
戦 に い
— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
06/05/14, 12:48 am
Keiria no comentó nada cuando Ri encerró al ruso en la mazmorra, su respuesta mordaz le había dejado un mal sabor de boca y había perdido las ganas de hablar con la sinhadre, pero además aquel bufón no merecía el esfuerzo. Los sucesos del día y el miedo a soñar de nuevo no le dejaron dormir bien, y por la mañana temprano fue de las primeras en ponerse en pie. Se discutió la situación del humano en el desayuno y la mayoría coincidió en que no estaba bien mantenerlo encerrado, por lo que se decidió soltarlo de forma inmediata, lo que supondría numerosos problemas para los macieleros en las semanas venideras.
No fue necesaria mucha convivencia para que fuera evidente que el aprendiz no iba a regresar pronto, y la nueva personalidad era bastante mas ofensiva que la de la última ocasión, por lo que casi todo el mundo empezó a ignorarle, demostrando así el rechazo que les causaba. El chico, de nombre Jack, se dedicó a molestarles de diversas maneras, buscando provocarles para que saltaran con diversos grados de éxito según la persona.
Pronto los macieleros llegaron a un acuerdo de vigilancia con el que trataron de mantener controlado al humano la mayor parte del tiempo, pero el pelinaranja se las ingeniaba para saltárselo de vez en cuando, y aunque no se podía demostrar, siempre había nuevos problemas que llevaban su firma. Keiria hacía oídos sordos a las palabras del bufón cuando este trataba de provocarla, esforzándose tanto en no prestarle atención que realmente dejaba de escucharle, siendo incapaz de repetir lo que le había dicho si alguien le preguntaba después.
El cambio en el humano no solo afecto a la relación que tenía con el resto del torreón, también trastocó entrenamientos y excursiones, haciendo las cosas un poco mas complicadas. Keiria empezó a participar en casi todas las salidas que se efectuaban, ya fueran de aprovisionamiento o de exploración, procurando ayudar en lo que le era posible y empezando a empaparse de las localizaciones de aquella ruinosa cuidado. Por otro lado, las prácticas matutinas que mantenía con Cío y el aprendiz se redujeron a dos personas.
Disfrutaba aquellos entrenamientos con el irrense, pues hablaban de muchas cosas y aprendían bien juntos, algo de agradecer al no tener un maestro propiamente dicho. La ibolense se ofreció a enseñarle al chico la técnica de meditación que le había legado su padre, y aunque al principio aceptó algo reticente, no tardó en cogerle el gusto, y todas las mañanas bien temprano la llevaban a cabo antes de las prácticas matutina. También siguió aprendiendo Qin bajo la tutela de Ri, y al terminar aquellas clases ambas se acostumbraron a mantener pequeñas charlas.
Con la ayuda de Archi el brasero estuvo instalado en dos semanas, lo cual mejoro bastante la vida nocturna. Las charlas esporádicas al calor del fuego y las lecturas hasta entrada la madrugada se hicieron habituales, y en cierta forma fue un motivo mas para facilitar la sociabilización.
A raíz de aquel proyecto, las charlas entre el biomecánico y la ibolense se hicieron habituales, y se les podía ver hablando de mecánica y ciencia durante horas, intercambiando impresiones e ideas. Keiria aprendió mucho de la ciencia irrense, y por su parte trató de enseñar nuevos conceptos a Archi, tarea harto complicada, pero bastante entretenida.
Taro empezó a practicar ejercicio y poco a poco empezó a recuperarse, pero las primeras semanas no participó en las salidas, encargándose de cuidar a las crías de Lara en su ausencia. La ordesa también empezó a salir de su apatía, pero la muerte de Randa a las dos semanas de la de Rica y en circunstancias similares la volvió a hundir, volviéndose la situación preocupante. Fue un nuevo mazazo para todos, y durante días los ánimos volvieron a decaer, pero aunque esta vez la la madre se recuperó mas rápido, su ánimo se volvió mas sombrío, y no era inusual que hiciera comentarios bastante agoreros sobre el futuro que les esperaba a todos.
Keiria también tenía sus propios problemas, y además de que apenas dormía, sus alucinaciones empezaron a ganar en asiduidad. Empezó como algo sin importancia, imágenes que apenas veía por el rabillo del ojo y que desaparecían al girar la cabeza, pero poco a poco ganaron en nitidez, y en mas de una ocasión se asustó de verdad. Logró que su problema pasara inadvertido para los demás, pero la pelirroja cada vez estaba mas convencida de que se estaba volviendo loca, y aquello le aterrorizaba. Su mente racional le ayudaba bastante, condicionándola a pensar que las cosas que veía no estaban ahí, pero era agotador, y las pocas horas de sueño le complicaban la situación.
La meditación calmó a Keiria, pues llevaba alterada desde el suceso, pero no llegaron a terminar los ejercicios, pues algunos macieleros fueron saliendo y a los dos les incomodaba ligeramente tener público. La ibolense paseó una mirada distraída por el patio mientras los demás conversaban, y por desgracia se volvió a topar con una alucinación que empezaba a ser recurrente.
De un hueco bastante amplio entre dos losas del suelo borboteaba una masa negruzca compuesta por insectos, sumamente desagradable a la vista y acompañada por un sonido chasqueante de patas golpeando caparazones. Aquel fenómeno se daba siempre en el mismo punto del patio, y sabía perfectamente que no era real porque ninguno de sus compañeros lo había mencionado, pero no dejaba de sobresaltarse cada vez que lo veía.
Sin decir nada la pelirroja se acercó a una vertebra situada a un par de metros del bache, y empujando con fuerza, la desplazó hasta tapar por completo el desnivel del suelo, suspirando de forma imperceptible al perder de vista aquella alfombra de bichos. Se sobresaltó ligeramente cuando Cío le preguntó que estaba haciendo, y ligeramente sonrojada como si la hubieran pillado en falta, se volvió para responderle.
—B-bueno, es que me suelo tropezar con esa losa... así me ahorro futuras caídas —murmuró incómoda, desviando la mirada al suelo.
Le quitó importancia con un gesto de la mano y centró su atención en la conversación que mantenían Lara, Archi y Nero, preguntándose si la ordesa estaba hablando en serio.
—¿Sabéis si el payaso llegó a cenar? —preguntó en general, sin muchas ganas de participar en aquel debate— Creo que le bajare algo para que desayune, ¿me acompaña alguien? —no le apetecía enfrentar al humano sola.
No fue necesaria mucha convivencia para que fuera evidente que el aprendiz no iba a regresar pronto, y la nueva personalidad era bastante mas ofensiva que la de la última ocasión, por lo que casi todo el mundo empezó a ignorarle, demostrando así el rechazo que les causaba. El chico, de nombre Jack, se dedicó a molestarles de diversas maneras, buscando provocarles para que saltaran con diversos grados de éxito según la persona.
Pronto los macieleros llegaron a un acuerdo de vigilancia con el que trataron de mantener controlado al humano la mayor parte del tiempo, pero el pelinaranja se las ingeniaba para saltárselo de vez en cuando, y aunque no se podía demostrar, siempre había nuevos problemas que llevaban su firma. Keiria hacía oídos sordos a las palabras del bufón cuando este trataba de provocarla, esforzándose tanto en no prestarle atención que realmente dejaba de escucharle, siendo incapaz de repetir lo que le había dicho si alguien le preguntaba después.
El cambio en el humano no solo afecto a la relación que tenía con el resto del torreón, también trastocó entrenamientos y excursiones, haciendo las cosas un poco mas complicadas. Keiria empezó a participar en casi todas las salidas que se efectuaban, ya fueran de aprovisionamiento o de exploración, procurando ayudar en lo que le era posible y empezando a empaparse de las localizaciones de aquella ruinosa cuidado. Por otro lado, las prácticas matutinas que mantenía con Cío y el aprendiz se redujeron a dos personas.
Disfrutaba aquellos entrenamientos con el irrense, pues hablaban de muchas cosas y aprendían bien juntos, algo de agradecer al no tener un maestro propiamente dicho. La ibolense se ofreció a enseñarle al chico la técnica de meditación que le había legado su padre, y aunque al principio aceptó algo reticente, no tardó en cogerle el gusto, y todas las mañanas bien temprano la llevaban a cabo antes de las prácticas matutina. También siguió aprendiendo Qin bajo la tutela de Ri, y al terminar aquellas clases ambas se acostumbraron a mantener pequeñas charlas.
Con la ayuda de Archi el brasero estuvo instalado en dos semanas, lo cual mejoro bastante la vida nocturna. Las charlas esporádicas al calor del fuego y las lecturas hasta entrada la madrugada se hicieron habituales, y en cierta forma fue un motivo mas para facilitar la sociabilización.
A raíz de aquel proyecto, las charlas entre el biomecánico y la ibolense se hicieron habituales, y se les podía ver hablando de mecánica y ciencia durante horas, intercambiando impresiones e ideas. Keiria aprendió mucho de la ciencia irrense, y por su parte trató de enseñar nuevos conceptos a Archi, tarea harto complicada, pero bastante entretenida.
Taro empezó a practicar ejercicio y poco a poco empezó a recuperarse, pero las primeras semanas no participó en las salidas, encargándose de cuidar a las crías de Lara en su ausencia. La ordesa también empezó a salir de su apatía, pero la muerte de Randa a las dos semanas de la de Rica y en circunstancias similares la volvió a hundir, volviéndose la situación preocupante. Fue un nuevo mazazo para todos, y durante días los ánimos volvieron a decaer, pero aunque esta vez la la madre se recuperó mas rápido, su ánimo se volvió mas sombrío, y no era inusual que hiciera comentarios bastante agoreros sobre el futuro que les esperaba a todos.
Keiria también tenía sus propios problemas, y además de que apenas dormía, sus alucinaciones empezaron a ganar en asiduidad. Empezó como algo sin importancia, imágenes que apenas veía por el rabillo del ojo y que desaparecían al girar la cabeza, pero poco a poco ganaron en nitidez, y en mas de una ocasión se asustó de verdad. Logró que su problema pasara inadvertido para los demás, pero la pelirroja cada vez estaba mas convencida de que se estaba volviendo loca, y aquello le aterrorizaba. Su mente racional le ayudaba bastante, condicionándola a pensar que las cosas que veía no estaban ahí, pero era agotador, y las pocas horas de sueño le complicaban la situación.
———
Poco después de que amaneciera, Cío y Keiria salieron a practicar, como todas las mañanas, comentando a medias los sucesos del día anterior. Archí les había informado en un momento dado de que Jack había eludido la vigilancia y de que se encontraba solo con Ippon, hecho que había disparado las alarmas. Todos los macieleros habían subido en tropel a las plantas superiores y habían pillado in fraganti al humano, el cual no había tenido forma de escurrir el bulto. Ippon había estado muy apagado las últimas semanas, y aquella escena explicaba muchas cosas. El biomecánico procedió a paralizarle con un par de hechizos, y tras un poco extenso debate, se procedió a encerrarle en la mazmorra sin miramientos. Aquello no duraría mas de un día, pues en general estaban todos de acuerdo en que hacía falta mucho mas para justificar un encierro perpetuo, pero los ánimos estaban bastante caldeados.La meditación calmó a Keiria, pues llevaba alterada desde el suceso, pero no llegaron a terminar los ejercicios, pues algunos macieleros fueron saliendo y a los dos les incomodaba ligeramente tener público. La ibolense paseó una mirada distraída por el patio mientras los demás conversaban, y por desgracia se volvió a topar con una alucinación que empezaba a ser recurrente.
De un hueco bastante amplio entre dos losas del suelo borboteaba una masa negruzca compuesta por insectos, sumamente desagradable a la vista y acompañada por un sonido chasqueante de patas golpeando caparazones. Aquel fenómeno se daba siempre en el mismo punto del patio, y sabía perfectamente que no era real porque ninguno de sus compañeros lo había mencionado, pero no dejaba de sobresaltarse cada vez que lo veía.
Sin decir nada la pelirroja se acercó a una vertebra situada a un par de metros del bache, y empujando con fuerza, la desplazó hasta tapar por completo el desnivel del suelo, suspirando de forma imperceptible al perder de vista aquella alfombra de bichos. Se sobresaltó ligeramente cuando Cío le preguntó que estaba haciendo, y ligeramente sonrojada como si la hubieran pillado en falta, se volvió para responderle.
—B-bueno, es que me suelo tropezar con esa losa... así me ahorro futuras caídas —murmuró incómoda, desviando la mirada al suelo.
Le quitó importancia con un gesto de la mano y centró su atención en la conversación que mantenían Lara, Archi y Nero, preguntándose si la ordesa estaba hablando en serio.
—¿Sabéis si el payaso llegó a cenar? —preguntó en general, sin muchas ganas de participar en aquel debate— Creo que le bajare algo para que desayune, ¿me acompaña alguien? —no le apetecía enfrentar al humano sola.
- YberGM
Ficha de cosechado
Nombre: Ulmara.
Especie: cercana alaí.
Habilidades: Velocidad, nociones de lucha y resistencia.
Personajes :
● Dirke/Ramas.
● Giz.
● Tap/Malahierba.
●Lara 37/Saria Omen.
● Rasqa: parqio transformado en moloch.
● Eitne.
Heridas/enfermedades : Eitne: le falta la pierna derecha de rodilla para abajo.
Status : Es complicado.
Humor : La gracia de dios.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
06/05/14, 01:22 am
La ordesa dirigió a Nero una mirada llena de extrañeza. <<¿En serio?>>. No lo entendía.
—Yo no las acepto. No me gustan y a vosotros tampoco os deberían gustar. ¿Las habéis visto comer? ¿Esos ojos que tienen? ¿Y ese ruido que hacen? Son criaturas despreciables. —Lara torció la boca en un gesto de asco. Tensó el arco, flecha cargada, y apuntó con él a una de ellas. Se preguntaba qué oportunidades tendría de acertar desde ahí, pero no era lo único. <<Pájaros, moríos>> les ordenó mentalmente. Desde que había leído sobre dominios, de vez en cuando daba órdenes al azar a diferentes cosas, esperando encontrar la respuesta que le diera la certeza de cuál era su afinidad. Porque no podía no ser una bruja, estaba segura. <<Ladrillos, matadlos. Huesos de su comida, haced que se atraganten>>. Obviamente jamás vio un solo resultado—. El torreón es nuestro ahora, tenemos derecho a reclamarlo por completo. No somos alimañas como ellos, somos más inteligentes. Podemos deshacernos de todos en cero coma con un buen plan, gracias a la magia y las armas que tenemos —suspiró, incapaz de entender que no hubieran captado sus intenciones desde el principio, y se mantuvo concentrada. Su tono era bastante áspero en aquellos momentos. También firme—. ¿Y qué sentido tiene convivir con una posible amenaza cuando tenemos la posibilidad de eliminarla y mejorar nuestras condiciones de vida? Una planta extra, con un agujero que podemos cerrar porque no hay unos pájaros estúpidos amenazándonos con sus picos de sierra—cogió aire.
>>Debemos matarlos—sentenció con convicción férrea.
Lara no hizo ademán de bajar el arco. Seguía dando órdenes mentales a todo aquello que pudiera acabar con las estirges, frunciendo el ceño de vez en cuando por todas las negativas que recibía del aire, de la piel, de las plumas o las chinas. Le bastaba con soltar la cuerda para matar al primero por sí misma, pero no quería hacerlo así. Eso no sería actuar de acuerdo a un plan, sería desatar una hecatombe. Y Lara no deseaba desatar nada que la matara a ella o a sus niños, solo quería matar con precisión; matar y seguir viva. Si descubría cual era su dominio, evidentemente no tendría problemas para exterminarlas por sí sola, y mancharse las manos con la sangre de un grupo de pájaros tampoco suponía nada para ella. Lara defendía sangres más importantes que la de aquellas aves.
—Yo no las acepto. No me gustan y a vosotros tampoco os deberían gustar. ¿Las habéis visto comer? ¿Esos ojos que tienen? ¿Y ese ruido que hacen? Son criaturas despreciables. —Lara torció la boca en un gesto de asco. Tensó el arco, flecha cargada, y apuntó con él a una de ellas. Se preguntaba qué oportunidades tendría de acertar desde ahí, pero no era lo único. <<Pájaros, moríos>> les ordenó mentalmente. Desde que había leído sobre dominios, de vez en cuando daba órdenes al azar a diferentes cosas, esperando encontrar la respuesta que le diera la certeza de cuál era su afinidad. Porque no podía no ser una bruja, estaba segura. <<Ladrillos, matadlos. Huesos de su comida, haced que se atraganten>>. Obviamente jamás vio un solo resultado—. El torreón es nuestro ahora, tenemos derecho a reclamarlo por completo. No somos alimañas como ellos, somos más inteligentes. Podemos deshacernos de todos en cero coma con un buen plan, gracias a la magia y las armas que tenemos —suspiró, incapaz de entender que no hubieran captado sus intenciones desde el principio, y se mantuvo concentrada. Su tono era bastante áspero en aquellos momentos. También firme—. ¿Y qué sentido tiene convivir con una posible amenaza cuando tenemos la posibilidad de eliminarla y mejorar nuestras condiciones de vida? Una planta extra, con un agujero que podemos cerrar porque no hay unos pájaros estúpidos amenazándonos con sus picos de sierra—cogió aire.
>>Debemos matarlos—sentenció con convicción férrea.
Lara no hizo ademán de bajar el arco. Seguía dando órdenes mentales a todo aquello que pudiera acabar con las estirges, frunciendo el ceño de vez en cuando por todas las negativas que recibía del aire, de la piel, de las plumas o las chinas. Le bastaba con soltar la cuerda para matar al primero por sí misma, pero no quería hacerlo así. Eso no sería actuar de acuerdo a un plan, sería desatar una hecatombe. Y Lara no deseaba desatar nada que la matara a ella o a sus niños, solo quería matar con precisión; matar y seguir viva. Si descubría cual era su dominio, evidentemente no tendría problemas para exterminarlas por sí sola, y mancharse las manos con la sangre de un grupo de pájaros tampoco suponía nada para ella. Lara defendía sangres más importantes que la de aquellas aves.
No llores por no poder ver tu pierna,
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
las lágrimas te impedirán ver los cadáveres de tus amigos.
- Naeryan
Ficha de cosechado
Nombre:
Especie:
Habilidades:
Personajes :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: idrino transformado en skrýmir, albino y de ojos azules. Tiene buenas dotes sociales y una gran pasión por la magia; es embajador para el castillo.
● Taro: cosechado carabés, cabello negro y ojos amarillos. Practicante de parkour y siempre con unos discretos auriculares, le encanta la música y suele dudar de sus capacidades.
● Sox: (imagen pre-Luna) ángel negro carabés, rubio y de apariencia llamativa. Competitivo y racional, aspira siempre al rendimiento más alto y posee mucha determinación.
Unidades mágicas : DENIED
Armas :- CLICK:
- ● Shizel/Desidia: magia y esgrima idrina, con amplia preferencia por la primera.
● Sox: según la salida, ballesta simple con torno o sable. Al cinto siempre un puñal.
Status : Traumaturga
Humor : Productivo (lo intento)
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
06/05/14, 02:40 pm
"Es inútil", pensó Taro desalentado. Bien podía diseñar cincuenta tipos de circuito simple con lo que recordaba de Rúnica, pero le faltaba sustituir las prosaicas anotaciones de "detonador", "enlace" y similares por las runas de verdad y eso podía joderle toda la idea, dado que no sabía cómo funcionaba el sistema de Rocavarancolia. Ya era bastante limitación que el máximo de runas que pudiesen grabar fuese de tres, invalidando seguramente cualquier filigrana a excepción de que el sistema de allí admitiese modificadores; iba a tener que consultarlo con Archi.
En Carabás buena parte del equipamiento deportivo, incluidos los balones, llevaba grabado algún circuito encargado de mantenerlos en buen estado, de que no perdieran elasticidad o dureza, o de cualquier otra cosa. Había que dejarlos cargando en el almacén después de usarlos por esa razón. Shaco les había hablado tiempo atrás de cuál era el juego que había pretendido enseñarles antes de verse obligado a adaptarlo a las instalaciones del torreón, y si Taro no se equivocaba habían tenido que descartarlo porque el balón que utilizaban no podía botar. El carabés le había cogido el gustillo a los partidos e introducir aquel elemento nuevo podía subir el nivel de dificultad, de modo que aquél era el circuito que había estado intentando diseñar sin quedarse corto de runas.
De todas formas en el fondo daba igual que funcionase o no, pensó, ya que el único que se sabía las reglas del juego ahora mismo era Jack, y éste no iba a estar dispuesto a facilitárselas porque sí. Malhumorado, Taro borró con el antebrazo el resto de lo que había estado garabateando y se levantó de la silla con la intención de comprobar si alguno de los de fuera por fin había dejado libre una diana.
Justo en ese momento escaleras abajo se oyó movimiento. No lo bastante fuerte como para ser alarmante, pero suficiente para que Taro se parase y le prestase atención mientras duró. Aguzó el oído aún más, pero no se volvió a repetir.
Taro frunció el ceño y dirigió una mirada suspicaz a la puerta de las mazmorras.
-¿Lo has oído tú también?- le preguntó a Ri.
Escasos segundos más tarde entraron Cío y Keiria, comentando entre sí algo sobre bajar al sótano; uno a por armas y la otra con el desayuno para Jack.
-Creo que se ha despertado- les informó-. Os acompaño a ver qué tripa se le ha roto- añadió. No se fiaba del ruso, y si el irrense iba a coger algo de la armería y se acabó no le gustaba la idea de que se quedara solo Keiria con él.
En Carabás buena parte del equipamiento deportivo, incluidos los balones, llevaba grabado algún circuito encargado de mantenerlos en buen estado, de que no perdieran elasticidad o dureza, o de cualquier otra cosa. Había que dejarlos cargando en el almacén después de usarlos por esa razón. Shaco les había hablado tiempo atrás de cuál era el juego que había pretendido enseñarles antes de verse obligado a adaptarlo a las instalaciones del torreón, y si Taro no se equivocaba habían tenido que descartarlo porque el balón que utilizaban no podía botar. El carabés le había cogido el gustillo a los partidos e introducir aquel elemento nuevo podía subir el nivel de dificultad, de modo que aquél era el circuito que había estado intentando diseñar sin quedarse corto de runas.
De todas formas en el fondo daba igual que funcionase o no, pensó, ya que el único que se sabía las reglas del juego ahora mismo era Jack, y éste no iba a estar dispuesto a facilitárselas porque sí. Malhumorado, Taro borró con el antebrazo el resto de lo que había estado garabateando y se levantó de la silla con la intención de comprobar si alguno de los de fuera por fin había dejado libre una diana.
Justo en ese momento escaleras abajo se oyó movimiento. No lo bastante fuerte como para ser alarmante, pero suficiente para que Taro se parase y le prestase atención mientras duró. Aguzó el oído aún más, pero no se volvió a repetir.
Taro frunció el ceño y dirigió una mirada suspicaz a la puerta de las mazmorras.
-¿Lo has oído tú también?- le preguntó a Ri.
Escasos segundos más tarde entraron Cío y Keiria, comentando entre sí algo sobre bajar al sótano; uno a por armas y la otra con el desayuno para Jack.
-Creo que se ha despertado- les informó-. Os acompaño a ver qué tripa se le ha roto- añadió. No se fiaba del ruso, y si el irrense iba a coger algo de la armería y se acabó no le gustaba la idea de que se quedara solo Keiria con él.
"And if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you."
- Al veros conspirar... (CLICK):
- Al poner un evento... (CLICK):
- Durante el transcurso del evento... (CLICK):
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
06/05/14, 06:18 pm
Asintió en respuesta a Keiria, no habiendo dado demasiado importancia a su explicación, ya que tenía sentido. Él también se había tropezado alguna que otra vez. No se dio cuenta siquiera de su incomodidad porque al mismo tiempo estaba tratando de escuchar la perorata de Lara, sorprendido porque fuese ella quien estuviese sugiriendo tal cosa.
―Si no nos han hecho nada… ―se limitó a murmurar. Probablemente su voz no llegaría siquiera a oídos de los demás.
Al pedir Keiria compañía para llevarle el desayuno a Jack, Cío se levantó del suelo y se acercó a ella. Tenía que bajar a por las armas de entrenamiento de todas formas, con lo que mataría dos pájaros de un tiro, y de paso se libraría de opinar acerca de la masacre que proponían por allí arriba.
―Voy contigo, tengo que subir los palos y lo demás.
No sabía siquiera si alguien se había molestado en bajarle una cena, pero si no lo había hecho la ulterana, probablemente no lo había hecho nadie. Le preguntó sobre eso de camino a la cocina y, al llegar, mientras Keiria llenaba un plato para el humano, Taro se unió para echarle un vistazo al chico.
―Todavía me pregunto qué vamos a hacer con él. ―En general, se preguntaba cuánto podrían aguantar así, cuántas veces más haría falta encerrarlo y cuánto tardarían en soltarlo en cada ocasión.
Tras bajar las escaleras, el irrense se dirigió directamente a la armería, sin prestar atención a cómo le pasaban el plato al chico. Recoger los palos de entrenamiento y las piezas de armadura fue algo que hizo en un momento, por lo que se reunió de nuevo con los demás y esperaría a que subieran para hacerlo con ellos.
―Si no nos han hecho nada… ―se limitó a murmurar. Probablemente su voz no llegaría siquiera a oídos de los demás.
Al pedir Keiria compañía para llevarle el desayuno a Jack, Cío se levantó del suelo y se acercó a ella. Tenía que bajar a por las armas de entrenamiento de todas formas, con lo que mataría dos pájaros de un tiro, y de paso se libraría de opinar acerca de la masacre que proponían por allí arriba.
―Voy contigo, tengo que subir los palos y lo demás.
No sabía siquiera si alguien se había molestado en bajarle una cena, pero si no lo había hecho la ulterana, probablemente no lo había hecho nadie. Le preguntó sobre eso de camino a la cocina y, al llegar, mientras Keiria llenaba un plato para el humano, Taro se unió para echarle un vistazo al chico.
―Todavía me pregunto qué vamos a hacer con él. ―En general, se preguntaba cuánto podrían aguantar así, cuántas veces más haría falta encerrarlo y cuánto tardarían en soltarlo en cada ocasión.
Tras bajar las escaleras, el irrense se dirigió directamente a la armería, sin prestar atención a cómo le pasaban el plato al chico. Recoger los palos de entrenamiento y las piezas de armadura fue algo que hizo en un momento, por lo que se reunió de nuevo con los demás y esperaría a que subieran para hacerlo con ellos.
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido MusicalPersonajes : Nia: Nayade
Toima: Argos Magnetico
Kudryavka: Vánara
Basilisco de Un Solo Ojo Cizaña
Lorenzo: Centauro
Reina: Cosechada
Heridas/enfermedades :- Heridas:
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
06/05/14, 06:52 pm
猴学徒
Escuchó pasos que se acercaban. ¡No podia ser! ¡Sus careceleros le buscaban! Sabia que era para él aquella visita, pues podia apreciar que era el único en las celdas. Esto le puso aún más nervioso. Se retorció en la cama y cayó con un golpe seco contra el suelo empedrado y de ahí rodó hacia una esquina.
No sabia que querrian de él. No sabia si quiera como eran. Pronto la imaginación del Aprendiz se disparó al contemplar la miriada de monstruos, alienigenas y demás criaturas que pudieron haberle encerrado y borrado su memoria. Pero no logró imaginarse el porque le necesitaban encerrado y sin memoria. Le parecia contraproducente. Y eso le dió miedo.
Cuando las figuras de sus carceleros atravesaron el umbral se puso aún más nervioso, sudando a mares, comenzó a hiperventilarse.
-¿¡Q-Qué quereis de m-mi!?-exclamó, con un chillido.-¡No se nada! ¡Dejadme en paz!-
Temblaba como un animalillo asustado y se alejaba de los barrotes en los que se asomaban aquellas figuras alienigenas tan siniestras, pegandose en la pared cual lagartija intentando hacerse más pequeña. Por fin tenia claro porque estaba encerrado y porque le habian atado las manos. Si pudiera usarlas, podria fugarse usando magia.
-N-No me comais... por favor... ¡A-Apuesto a que no tengo un buen sabor!-a continuación se lamió un brazo y esbozó una expresión de desagrado.-¿¡V-Veis!?-dijo, con una risilla nerviosa.
Escuchó pasos que se acercaban. ¡No podia ser! ¡Sus careceleros le buscaban! Sabia que era para él aquella visita, pues podia apreciar que era el único en las celdas. Esto le puso aún más nervioso. Se retorció en la cama y cayó con un golpe seco contra el suelo empedrado y de ahí rodó hacia una esquina.
No sabia que querrian de él. No sabia si quiera como eran. Pronto la imaginación del Aprendiz se disparó al contemplar la miriada de monstruos, alienigenas y demás criaturas que pudieron haberle encerrado y borrado su memoria. Pero no logró imaginarse el porque le necesitaban encerrado y sin memoria. Le parecia contraproducente. Y eso le dió miedo.
Cuando las figuras de sus carceleros atravesaron el umbral se puso aún más nervioso, sudando a mares, comenzó a hiperventilarse.
-¿¡Q-Qué quereis de m-mi!?-exclamó, con un chillido.-¡No se nada! ¡Dejadme en paz!-
Temblaba como un animalillo asustado y se alejaba de los barrotes en los que se asomaban aquellas figuras alienigenas tan siniestras, pegandose en la pared cual lagartija intentando hacerse más pequeña. Por fin tenia claro porque estaba encerrado y porque le habian atado las manos. Si pudiera usarlas, podria fugarse usando magia.
-N-No me comais... por favor... ¡A-Apuesto a que no tengo un buen sabor!-a continuación se lamió un brazo y esbozó una expresión de desagrado.-¿¡V-Veis!?-dijo, con una risilla nerviosa.
す 争 基 ま
べ は づ す
て 欺 い 。
の 瞞 て
戦 に い
— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
べ は づ す
て 欺 い 。
の 瞞 て
戦 に い
— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
07/05/14, 05:12 pm
—No, no me acorde —respondió a Cío escuetamente cuando le pregunto por la cena del humano de camino a la cocina.
Habían entrado al torreón cuando Lara empezaba aquel discurso con tintes desquiciados, y casi había parecido una huida táctica. Mientras Keiria preparaba unas cuantas tostadas con queso y un poco de fruta en un plato, Taro se les unió, expresando su intención de acompañarles.
—Vamos pues —anunció cuando estuvo todo listo, y precedió a los chicos escaleras abajo.
El irrense se dirigió directamente a la armería, a recoger las armas de entrenamientos y los protectores para la práctica. Taro y Keiria abrieron la puerta de la celda del humano y entraron, pero el recibimiento por parte del pelinaranja no fue el esperado. Las pullas y burlas que esperaban no llegaron, y el ruso, por el contrario, se pegó a una de las paredes de la celda, asustado. La ibolense cruzó una mirada llena de confusión e incredulidad a partes iguales con el carabés, y tras unos segundos de duda, se decidió a hablar.
—Te traemos el desayuno, Jack —dijo en tono neutro, el mismo que usaba desde hacía semanas para dirigirse al chico.
Se agachó y dejó la comida a su alcance, aun extrañada porque su postura reflejara miedo. ¿Desde cuando los malos eran ellos?, ¿acaso no había estado comportándose como un autentico pirado todo aquel tiempo? El bufón se había buscado aquello a pulso.
—Oye, ¿te paso algo? —no pudo evitar preguntar, pues aunque aquello podía ser otra de sus tretas, aquella actitud asustadiza le escamaba.
Habían entrado al torreón cuando Lara empezaba aquel discurso con tintes desquiciados, y casi había parecido una huida táctica. Mientras Keiria preparaba unas cuantas tostadas con queso y un poco de fruta en un plato, Taro se les unió, expresando su intención de acompañarles.
—Vamos pues —anunció cuando estuvo todo listo, y precedió a los chicos escaleras abajo.
El irrense se dirigió directamente a la armería, a recoger las armas de entrenamientos y los protectores para la práctica. Taro y Keiria abrieron la puerta de la celda del humano y entraron, pero el recibimiento por parte del pelinaranja no fue el esperado. Las pullas y burlas que esperaban no llegaron, y el ruso, por el contrario, se pegó a una de las paredes de la celda, asustado. La ibolense cruzó una mirada llena de confusión e incredulidad a partes iguales con el carabés, y tras unos segundos de duda, se decidió a hablar.
—Te traemos el desayuno, Jack —dijo en tono neutro, el mismo que usaba desde hacía semanas para dirigirse al chico.
Se agachó y dejó la comida a su alcance, aun extrañada porque su postura reflejara miedo. ¿Desde cuando los malos eran ellos?, ¿acaso no había estado comportándose como un autentico pirado todo aquel tiempo? El bufón se había buscado aquello a pulso.
—Oye, ¿te paso algo? —no pudo evitar preguntar, pues aunque aquello podía ser otra de sus tretas, aquella actitud asustadiza le escamaba.
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido Musical
Personajes : Nia: Nayade
Toima: Argos Magnetico
Kudryavka: Vánara
Basilisco de Un Solo Ojo Cizaña
Lorenzo: Centauro
Reina: Cosechada
Heridas/enfermedades :- Heridas:
Re: Torreón Maciel (Archivo VI)
07/05/14, 06:29 pm
Aprendiz
Al parecer el comite de buenos dias venia a traerle el desayuno. Extrañamente, sentia verdadera hambre y ante el prospecto de comer algo hizo que su tripa, muy a su pesar, rugiera hambrienta.
Aquella comida parecia genuinamente eso, comida.
Aun asi, prefirio ni acercarse a ella, por si acaso estaba envenenada o algo peor. Su tripa rugio de nuevo y sacudio la cabeza de un lado a otro para apartar el hambre de sus pensamientos.
La pelirroja con el Ojo Maligno le llamo "Jack" ¿Acaso era ese su nombre? O, peor aun, ¿Se habian confundido de persona?
Lo que añadio despues la pelirroja confirmo eso ultimo. Debia de tener algun doppelganger suyo compañero de estos alienigenas por ahí y estos le habian abducido en su lugar. ¿Que sentido tendria entonces borrarle la memoria? Debia de notarsele mucho. Era un impostor. Jack era su compañero o conocido. Sin embargo, le habian encerrado.
Jack era sin duda algun tipo de prisionero. Quizas era culpable, quizas no. Nunca lo sabria. Lo que sabia era que se le acusaba de los crimenes de su doppelganger. Y aquello no podia significar nada bueno.
-Ehhh...-comenzo a responder vacilante. Amnesico como era, no podia recurrir a ningun recuerdo util en aquella situacion salvo el de solicitar un abogado. Debido al tipo de carcel en el que se encontraba, dudaba de si le traerian un abogado al solicitarlo. Llevaba alargando su "Ehhh" bastante rato y la incomodidad de la situacion le obligo a soltar una respuesta estupida y evasiva.-¿No lo se? ¿Supongo?-para acontinuacion soltar una risotada de mono ampliamente nervioso.
>> Estoy con agua hasta el cuello. ¡Salvame Superman!
Al parecer el comite de buenos dias venia a traerle el desayuno. Extrañamente, sentia verdadera hambre y ante el prospecto de comer algo hizo que su tripa, muy a su pesar, rugiera hambrienta.
Aquella comida parecia genuinamente eso, comida.
Aun asi, prefirio ni acercarse a ella, por si acaso estaba envenenada o algo peor. Su tripa rugio de nuevo y sacudio la cabeza de un lado a otro para apartar el hambre de sus pensamientos.
La pelirroja con el Ojo Maligno le llamo "Jack" ¿Acaso era ese su nombre? O, peor aun, ¿Se habian confundido de persona?
Lo que añadio despues la pelirroja confirmo eso ultimo. Debia de tener algun doppelganger suyo compañero de estos alienigenas por ahí y estos le habian abducido en su lugar. ¿Que sentido tendria entonces borrarle la memoria? Debia de notarsele mucho. Era un impostor. Jack era su compañero o conocido. Sin embargo, le habian encerrado.
Jack era sin duda algun tipo de prisionero. Quizas era culpable, quizas no. Nunca lo sabria. Lo que sabia era que se le acusaba de los crimenes de su doppelganger. Y aquello no podia significar nada bueno.
-Ehhh...-comenzo a responder vacilante. Amnesico como era, no podia recurrir a ningun recuerdo util en aquella situacion salvo el de solicitar un abogado. Debido al tipo de carcel en el que se encontraba, dudaba de si le traerian un abogado al solicitarlo. Llevaba alargando su "Ehhh" bastante rato y la incomodidad de la situacion le obligo a soltar una respuesta estupida y evasiva.-¿No lo se? ¿Supongo?-para acontinuacion soltar una risotada de mono ampliamente nervioso.
>> Estoy con agua hasta el cuello. ¡Salvame Superman!
す 争 基 ま
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— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
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