Torreón Maciel (Archivo VI)

Recuerdo del primer mensaje :

Archime no pudo hacer otra cosa que dejarse arrastrar hasta Maciel una vez más. Como aquella ocasión en la bahía. En realidad había más paralelismos de los que parecía a simple vista, pues en aquella ocasión también habían rescatado a Taro -aunque no solo a él- y el biomecánico también había agotado sus energías. El camino transcurrió si que el biomecánico fuese apenas consciente de lo que lo rodeaba, centrado en todo momento en controlar su respiración. No había llegado a darle un ataque de asma, pero si se sobreesforzaba sin duda le ocurriría.

Se aposentó en el sillón de siempre, todavía recuperando el aliento y habló tras Anriel.
—Debemos... curarlo... —musitó con la respiración agitada para después intentar llevar a cabo un hechizo de restauración.
No pudo. Probablemente todavía conservaba cierta reserva de energía mágica, pero el cansancio del uso continuado de hechizos exigentes fue superior a él. Se agitó ligeramente cuando recibió la palmada de Shaco y dejó en sus manos la tarea de curar al carabés mientras se recostaba en el sillón completamente agotado. Posiblemente debían repetir los sortilegios sanadores durante los próximos días para que Taro se recuperase correctamente, pero Archime les dio su visto bueno internamente a los que aplicó el humano a modo de primeros auxilios, dejando de preocuparse por aquel asunto en concreto.

—No deberías realizar... movimientos bruscos. Es preferible que... pidas ayuda para lo que necesites, por ahora —advirtió al carabés poco después cuando este hizo ademán de moverse.

-Ostras- en las residencias había cerradura automática tras el toque de queda, y había que estar completamente despierto para poder descifrarla y engañarla con magia, pero en un lugar como aquél Taro comprendía que ser sonámbulo entrañaba un problema-. El resto de la noche ya no sé, pero a eso de las dos de la madrugada estabas todavía en la cama- le informó. Lo sabía porque aquella había sido aproximadamente la hora a la que el carabés había bajado con sigilo al salón.

La pregunta le puso en un brete. Él era un E, ¿él qué sabía? Se removió incómodo en la silla, como cada vez que le preguntaban algo sobre magia.
-A ver, yo no sé mucho de estas cosas, pero lo primero que se enseña a los que sabéis hacer magia es a despertar la chispa. Puedes hacer los gestos, decir las palabras y toda la mandanga, pero si no le echas voluntad no pasa nada. Tendrías que estar soñando que haces un hechizo en concreto, y encima estar haciendo los gestos y palabras correctos. Lo veo mucha coincidencia pero podría pasar... en teoría- si la gente se levantaba en mitad de la noche y empezaba a comer como si nada, por ejemplo, ¿por qué no podía estar la magia incluida en esas actividades sonámbulas?

Templar la voluntad era una de las primeras cosas que se enseñaban en Carabás a los niños dotados. Así se evitaban explosiones de piroquinesia incontrolada, muebles que se moviesen solos o cualquier otra clase de fenómeno mágico espontáneo. A modo de seguridad, además, los recintos cerrados solían incluir hechizos amortiguadores.

Taro lo pensó un poco más y acabó asintiendo con la cabeza, más tranquilo al recordar retazos de explicaciones de profesores que corroboraban lo que había dicho.
-No soy profesor, no lo sé- concluyó-, pero no creo que sea tu caso. Solo llevas unos meses haciendo magia, y tampoco la usas todo el rato. No creo que lo tengas tan interiorizado.
Pero si efectivamente Archi padecía algo similar, si existía, estaban en un apuro. En Carabás le habrían hecho ir a un especialista enseguida.
-No ha pasado nada más raro aparte de lo de la bañera, ¿no?- inquirió por estar seguro-. De momento me huele a sonambulismo normal. Si empiezas a incendiar cosas durmiendo o algo así podemos vigilarte, o te podrías atar las manos antes de dormir.

De improviso una de las crías rompió a llorar, y como en un efecto dominó las otras dos lo hicieron también. Taro giró la cesta en su dirección para ver qué querían.
-Qué- preguntó sucintamente. Aunque Lara le había adoctrinado al respecto, había veces aún en las que el carabés les hablaba directamente, como si esperara que respondieran. Luego se dio cuenta de que el problema consistía en que el móvil había dejado de girar y que se aburrían, así que empezó a darle golpecitos de nuevo.
-Creo que les haría gracia que movieras el móvil con magia- le propuso perezosamente a Archi-. Es menos predecible. O la cesta mismamente. Un paseíllo levitando por el salón o algo así.

Taro le proporcionó información que confirmaba que sí había estado durmiendo en la cama efectivamente y por tanto podía descartar la posibilidad de sufrir alguna clase de confusión nocturna. O era sonámbulo o alguien lo movía del sitio, aunque lo segundo le parecía altamente improbable pero el biomecánico no descartaba nada hasta estar completamente seguro de que podía hacerlo.

A continuación atendió a la subsiguiente explicación acerca del proceso para emplear magia. Lo que decía el carabés tenía sentido y por tanto aquella posibilidad descendió en sus cálculos mentales al respecto.
—Comprendo —apuntó mientras se subía el puente de las gafas—. En realidad también calificaría de extraño no haberme despertado al traspasar el cordel de alarma, es por ello por lo que barajé dicha posibilidad. De otro modo, podría indicar que en ese estado me hallo tan profundamente dormido que el aviso del cordel no basta para despertarme, pero creo que no puedo comprobarlo de ninguna forma.

Los interrumpió el llanto de los bebés y, cuando Archime estaba a punto de preguntar a Taro si sabía si podían tener hambre o tal vez necesitasen dormir, el carabés le propuso un método para hacer que cesaran el llanto. Observó a los pequeños durante un instante antes de responder.
—Si así lo crees puedo probar —accedió sin tener que pensarlo demasiado—. Pero prefiero no hacer levitar la cesta en vistas a evitar algún posible accidente —informó.

Así pues, realizó un sortilegio de levitación sobre una de las partes del móvil y comenzó a moverlo mediante su uso, a distintas velocidades y en ambas direcciones siguiendo una secuencia. No mucho después, el ingeniero agradeció internamente la propuesta del carabés cuando se recuperó el silencio en la cocina.

Taro hizo una mueca descontenta cuando Archi se negó a hacer levitar la cesta, pero imaginaba que ya tendría otras oportunidades de convencerle. Si Lara le cogía de nuevo el gustillo a la exploración habría más ocasiones de intentarlo sin la amenaza de una madre vengativa pendiendo sobre sus cabezas, y como el hacer girar el móvil funcionó igual de bien el carabés no le dio más vueltas.

Se instaló un silencio mientras ambos observaban cómo los bebés se calmaban poco a poco.
-Archi- despegó los labios Taro por fin-. ¿Qué es lo que os parece a todos tan bueno de la magia?
"¿Tan bueno como para abandonar vuestro mundo para buscarla?"
-Según decís, los de Irraria y los de la Tierra os las apañáis perfectamente sin ella- continuó, con la mirada perdida en algún punto de la ventana-. ¿Para qué la queréis?

Continuaba moviendo el móvil mediante el uso de levitación cuando Taro volvió a hablar. El biomecánico meditó durante unos instantes su pregunta antes de responder.
—Los archivos históricos irrenses explican que una de las razones que motivó el intensivo desarrollo tecnológico fue un intento de emular a la magia —comenzó a explicar tras cambiar el sentido en el que se movía el juguete—. Ahora que se sabe que Rocavarancolia y la magia existían, creo muy probable dicha afirmación, puesta en duda hasta el momento en el que la fiesta de la cosecha volvió a cobrar su significado original. Irraria cuenta con un desarrollo tecnológico que efectivamente comporta un nivel de vida y comodidades elevado. He observado que en muchos casos la magia y la tecnología pueden sustituirse la una a la otra, pero no siempre es así. Es imposible crear, por ejemplo, una simple llama de la nada sin otro instrumental que tu propio cuerpo. O desplazarse por el aire como si tuvieses la capacidad de volar sin la ayuda de ningún aparato manufacturado. Puedo sobrepasar los límites de mi cuerpo mediante su uso. Tampoco sería posible enseñar a alguien un idioma en un instante, tal y como sucedió cuando bebimos de la fuente —enumeró a modo de ejemplo con un leve brillo apenas distinguible en sus ojos—. Y estoy seguro de que se pueden realizar prodigios mucho mayores, ya que todo indica que disponemos de un acceso muy limitado, en más de un sentido, a la hechicería. Me intriga —afirmó subiéndose el puente de las gafas tras unos breves instantes de silencio—. Es fascinante, poder conocer a fondo lo que hasta ahora podía catalogar como “fuerza misteriosa”. De hecho ahora que sé que no es un poder ilimitado estoy aún más ansioso por conocer cuál es el límite y si tengo la capacidad de alcanzarlo.

No se extendió más porque el propio Taro había sido el primero en solicitarle brevedad, hacía ya varios meses, pero el biomecánico podría pasarse el día entero hablando sobre magia.
—No obstante —añadió después—. Parece que en la Tierra no conocían la existencia de Rocavarancolia o la magia en absolutamente ningún sentido. Todavía no sabemos el auténtico propósito por el que nos han traído hasta aquí. Y ello me intriga casi tanto como los entresijos de la magia.
Dirigió una mirada fugaz por encima del hombro al reloj del patio. Faltaban casi tres meses todavía.

Taro escuchó pensativo lo que decía Archi.
-Me parece mucho más justo lo que tenéis en Irraria- murmuró-. Tecnología, quiero decir. No hay diferencias entre la gente que la usa. Son sólo máquinas.
Tirar de una palanca no requería nacer con el don: era solo saber qué tenías que hacer y cómo hacerlo. Se suponía que el sistema de puntos de Carabás era absoluto, y que por tanto cualquiera podía acceder a cualquier posición ya que aparatos complementarios podían salvar la falta de nivel mágico para según qué trabajos. Pero en la práctica, en la vida diaria, tener un nivel de magia deficiente o nulo equivalía a decir que te faltaba algo, que podrías ser mejor. Un defecto del que, aunque no tuvieras la culpa, sí sufrías las consecuencias. Que venía a equivaler a que, aunque fueses muy bueno, nunca serías óptimo.

-¿Verdad?- murmuró pensativo ante la mención del propósito por el que les habían traído-. Un hechizo de teletransporte ya es carero de la hostia. Y entre mundos ya ni te digo. Nadie se gastaría algo así por prometerles a una panda de chavales cumplir sus sueños o algo así- dio vueltas sobre la mesa a una de las frutas de las cestas, semejante a una cereza, que alguien había dejado por allí para luego volver a clavar la mirada en Archi-. ¿Crees que nos dejarán volver? ¿Así tal cual?

Keiria se aisló un poco en si misma a medida que los días pasaban y sus alucinaciones empeoraban. Necesitaba estar sola para poder asimilar aquellas cosas con calma, aprendiendo poco a poco a distinguir la realidad de la ficción. Era difícil, pero la meditación ayudaba, y aunque no era agradable trató de tomarse todo aquello con humor: con la cantidad de cosas sin sentido que veía podría escribir un libro de cuentos de terror, o tal vez uno de historias absurdas, aun no lo tenía claro.

No participó en las salidas programadas para buscar las memorias del aprendiz, y solo salió del torreón para ayudar con las cestas. Las palabras de Lara después de aquel primer encuentro con Arza la habían cabreado, y aunque no había dicho nada en su momento, le fascinaba como la pequeña ordesa hablaba con tanta facilidad de matar a alguien a quien ni siquiera había visto, y con quien no había interactuado. La lagarta había dejado claro que no tendría problema en cazar su propia comida si ellos llegaba antes, y si interceptaban la bañera en los tejados eso pasaría siempre, pero al parecer las palabras de Taro, Ri o ella misma no tenían crédito alguno.

Las noticias de los letarguinos volvieron a ensombrecer el torreón, cubriendo de nuevo cualquier rastro de tranquilidad que se hubiera podido asentar en Maciel después del regreso de Taro y la progresiva recuperación del humano. Aquella ciudad se aseguraba de que no olvidaran lo que les podía suceder si se descuidaban, y vivir con aquella tensión continua no era bueno para nada.

La ulterana había rehusado participar en la salida orquestada por Lara, y había huido al patio poco antes de la salida del grupo. Había calentado con gesto ausente, y después de un entrenamiento ligero, había empezado a ejecutar los movimientos que le ayudaban a meditar. Las sombras de su mente danzaban a su alrededor, tratando de perturbarla, pero su voluntad era fuerte, y no se dejó arrastrar por aquellas visiones. Sus ojeras eran pronunciadas, pues dormía bastante poco, pero no parecía acusar el cansancio y continuó con sus ejercicios durante un rato.

Algo la distraía, no obstante, y aunque trató de ignorarlo durante un rato, al final no pudo mas y se detuvo. El pelinaranja también estaba en el patio, inmerso en su propio entrenamiento, pero de vez en cuando se detenía y empezaba a sollozar. Unos cuantos meses atrás la pelirroja le habría preguntado directamente, pero ahora no sabia como tratar con él, y necesito varias interrupciones en la corriente de su meditación para intervenir.
—Por todos los demonios, ¿qué es lo que te pasa? —inquirió con el ceño fruncido, acercándose al pozo y sacando un cubo de agua para refrescarse— Pareces una regadera —masculló, limpiándose la cara e ignorando los peces de ojos saltones que nadaban dentro del cubo.

A pesar de su tono hosco, la ibolense estaba dispuesta a escuchar, y si el chico le venía con evasivas, le daría una colleja. En cierto modo le entristecía que aun no la hubiera recordado, pero no pensaba admitirlo.

Aprendiz

El chico proseguia su entrenamiento. A veces las lágrimas se le sobreponian y debia detenerse, calmarse y retomar el entrenamiento. Aquello se le hacia tan solo cuesta arriba. Habia estado compartiendo el patio con la pelirroja un buen rato ya y, aunque hizo esfuerzos por no dejarse llevar en aquel tiempo, le fue imposible esconderlo durante tanto tiempo. Y eventualmente preguntó.
-Yo... N-No... No es nada...-dijo, incorporando una risilla nerviosa mientras miraba de reojo a la ulterana, a la que creia genuinamente enfadada con él y todavia no sabia el porqué. ¿Quizás le habia dicho algo Jack? O, peor, ¿Quizás fue de antes? Sus memorias, así como la consecuencia de recuerdos que habia recuperado se le antojaban grises y liosos, era incapaz de ordenarlos y recordar un conjunto, una sensación o un lugar, pero si se centraba en una persona era capaz de recordar situaciones, palabras y opiniones de dicha persona. Pero con los que no habia recuperado sus recuerdos era el vacio. Incapaz de asociarlo a nada.
El aprendiz se limpió las lágrimas apresuradamente y le escondió la cara a la pelirroja. No sabia si era muy oportuno el hacerlo pero lo hizo de todas formas.
-E-Eh... ¿Cómo te llamabas?-

—En realidad no es tan justo como aparenta. Tu vida está muy condicionada por el lugar en el que naciste y no todos están de acuerdo con el trabajo que finalmente se les asigna a pesar de hacerse según las aptitudes de cada uno. Para un habitante del campo solo es posible estudiar en la ciudad, y por tanto tener acceso a trabajos más cómodos y mejor remunerados, mediante la solicitud de un test de selección en el que hay que sacar una puntuación muy elevada para superarlo. No es el único factor de desigualdad existente, además.
Si el carabés pedía más explicaciones se las daría, pero decidió mantener la información a lo esencial para no saturarlo con datos. Archime había aprendido que aunque para él no era así, a los demás parecía resultarles molesto recibir una gran cantidad de datos muy de seguido.

—Existen documentos históricos en Irraria que apuntan a la visita de irrenses cosechados que regresaron al planeta, pero siempre regresaban a Rocavarancolia tras una breve visita —explicó a modo de respuesta para lo que cuestionó el carabés—. Aunque es realmente el único dato que mantiene como una opción la posibilidad de que así sea.
Todavía no comprendía, tras el paso de cuatro meses, el modus operandi de la ciudad. La completa falta de información tras haber recibido aquellas instrucciones crípticas justo después de ser cosechados impedía que pudiera elaborar siquiera una hipótesis medianamente sólida respecto a muchas más cosas de las que le gustaría.

El humano se había limpiado el rostro de forma apresurada, pero daba igual, la pelirroja no pensaba ignorar el tema. Se apoyó en el borde del pozo y le dirigió una mirada inquisitiva al aprendiz, sopesando si insistir.
—Keiriarei, pero Keiria esta bien —respondió a su pregunta—. Si no te pasara nada no estarías llorando, así que hazte un favor y cuéntame que es lo que ha sucedido, tal vez te siente bien hablar del tema. No va a ser la primera vez que me cuentes algo, de todos modos, aunque tu no te acuerdes —aclaró, hurgando en el bolsillo de su camisola hasta que sus dedos se toparon con un engranaje suelto y empezó a juguetear con el.

En aquel momento no había ninguna alucinación a la vista, cosa que la pelirroja agradecía, pero nada de eso se reflejó en su rostro, y esperó expectante a que el aprendiz se decidiera a hablar. No sabía cuanto iba a durar aquella tregua con su subconsciente, así que quería aprovechar todo el tiempo posible antes de que alguna cosa bizarra volviera a reclamar su atención.

Aprendiz

El aprendiz se repitió el nombre internamente hasta la saciedad, en un intento de evitar lo inevitable y olvidarse de nuevo o, peor, confundirse, cosa que le pasaba con más frecuencia de la que le gustaria admitir.

Entonces tragó saliva cuando la chica presionó el tema. Aun estaba al borde de las lágrimas pero con el agua hasta el cuello. Era una experiencia un tanto extraña y, con eso, intentó contestar a la chica.
-¿Prometes no reirte de mi?-
Ante la afirmación de la pelirroja, se rascó la sien, como preparandose para explicarse.
-Se ha muerto mi maestro. Mejor dicho, le han matado.-se quedó cabizbajo unos instantes para luego proseguir la explicación.-A-Aparte de Jack... Hay otros... En mi cabeza... Les conozco y ellos a mi... A veces me hablan y...-grindó con los dientes nerviosamente mierntras seguia escupiendo hechos.-Mi maestro se llamaba Sun Wukong, el Rey Mono, esta basado en un personaje de un libro de mi planeta y era tecnicamente tres veces inmortal. Ayer soñé... No, mejor dicho... Vivi, la escena en la que me le encontré muerto. Todavia no se ni como se mata a un tres veces inmortal, pero creo tener al aliado perfecto para descubrir a quien creo que es el culpable: Jack, el bufón.-

Y entonces tomó una calada profunda de aire, casi al borde de hiperventilarse, dando la historia por terminada. Cuando se recuperó añadió, de nuevo en el mismo tono.
-Y estoy llorando porque no soy capaz de sacar por mi propia cuenta la evidencia para encontrar al asesino y no poder llevarle a juicio y me siento impotente porque tecnicamente todo esto está ocurriendo en mi cabeza a la vez que he perdido gran parte de mis recuerdos pero estoy recuperando otros que se remontan a antes de la ciudad, como recuerdos de mi madre y de como (creo) que la asesinaron tambien.-dijo siendo totalmente honesto.
Y ahí volvió a casi hiperventilarse.

-Cielos parece que estoy relatando el sumario a una historia bizarra y sin sentido. Estoy loco, ¿Verdad?-dijo con una risilla nerviosa.

—No le encuentro la gracia a que alguien este llorando, no importa el motivo —respondió a la pregunta de aprendiz, encogiéndose de hombro—. No me reiré, sea lo que sea —aclaró, escuchando con atención cuando el chico empezó a relatar lo que le había ocurrido.

Al principio Keira mantuvo una expresión suspicaz, pero a medida que el humano ahonda en lo que ocurría en su cabeza, la expresión de la pelirroja se relajó. Ya había hablado con él chico de sus problemas de personalidad antes, aunque recordaba que en aquel momento había afirmado no saber a que se refería, otro detalle que se había guardado, como el de sus perdidas de memoria. No le gusto esa parte de la historia, pero ella no era quien para reprocharle nada, solo podía limitarse a ayudarle en lo que le fuer posible.

Analizó con minuciosidad cada parte de la historia, comprendiendo ahora cosas que en el pasado le habían resultado incoherentes. Los cambios de personalidad del aprendiz se daban cuando uno de los amigos que tenía en la cabeza tomaba el control, y hasta la fecha solo había "conocido" a dos de ellos. Keiria entendía al chico, mas de lo que él creía, pero sus casos no se parecían, pues las alucinaciones de la ulterana no pasaban de ser imágenes que se desvanecían, no compartía el ático con nadie. Una de sus amigos se había cargado a su maestro, y al parecer trataba de demostrar que había sido el bufón, hecho que no sorprendería a la ibolense, pues el tal Jack era bastante retorcido.

A pesar de lo raro que sonaba todo, Keiria le creía, y casi sin pensarselo incorporó a su realidad el mundo imaginario del aprendiz. No fue difícil, no después de estar alucinando a diario durante meses.
—¿Qué importa eso? —preguntó a su vez— El que no llega loco a esta ciudad no tarda en desarrollar algún trastorno después de pasar un tiempo aquí, lo que yo me pregunto es quien esta cuerdo a estas alturas —comentó con una media sonrisa—. Siento lo de Sun Wukong, por cierto, es duro perder a alguien que aprecias, y es normal llorar... —dijo insegura, pellizcándose a continuación el puente de la nariz. No sabía dar el pésame en condiciones, era una inútil—. Vamos a ver —empezó, corriendo una cortina de humo sobre su lamentable intento de consuelo—, dices que a tu maestro lo han matado, ¿no es así? Y sospechas del payaso... no me extraña, la verdad. Ha tenido tiempo de sobra en estos dos meses, y a nadie le sorprendería que quisiese matara a alguien. ¿Quién te va a ayudar a demostrarlo?, ¿el otro tío que conocimos? Recuerdo que era bastante borde, pero parecía un tipo listo.

Aprendiz

Entonces y solo entonces, fue cuando el aprendiz se dio cuenta que a lo mejor, con la vuelta de sus recuerdos, no se llevaba bien con la chica. No la conocia de nada a decir verdad tan solo que se comportaba como se comportaba las veces que la habia visto. ¿Era una persona de fiar? Como minimo no parecia una mala persona, pero tampoco es que la hubiera visto interactuar demasiado con los demás.

Aun tenia sus dudas, pero fue olvidandose poco a poco a medida que la oia razonar. La chica hablaba con un cierto sentido lógico calmante. Instintivamente comenzó a asentir ante lo que decia.
-Gracias.-dijo en un impas, algo aparatosamente. Nunca habia recibido un pesame y la chica no se sentia tampoco tan cómoda con aquello así decidió que habia estado bien.

El aprendiz volvio a asentir, casí en un tic aparente, pues decir "Si" todo el rato se le antojaba cansino. Finalmente, la ulterana hizo otra pregunta.
-Si... Se llama el Detective y... No se le da muy bien la gente.-

>> Peor que a mi, quiero decir.

Irraria y Carabás tenían planteamientos de inicio parecidos, pero métodos diferentes. Sin embargo de toda la mezcolanza de mundos de la que Taro había oído hablar a lo largo de su estancia aquél era el que le resultaba más familiar.
Alzó las rodillas en la silla hasta acodarse sobre ellas y escuchó las explicaciones del irrense, intercalando preguntas cuando lo vio necesario y añadiendo aclaraciones sobre su propio mundo si Archi llegara a pedirlas en algún momento. La conversación iba a dos bandas y tenía lugar a un ritmo tranquilo, de modo que Taro no se saturó; el irrense había aprendido a dosificarse los últimos meses.

-¿Y no contaban nunca nada? ¿O sólo que habían recibido magia?- frunció el ceño extrañado cuando Archi llegó a esa parte-. Sí que suena sospechoso. Quiero decir, nada más llegar nos ha pasado de todo; monstruos y toda la pesca. No es el tipo de cosa que a mí se me olvidaría comentar al volver a casa.

Miraba de reojo cada poco tiempo la cesta de los bebés, que hacía rato que dormían plácidamente. No se lo había contado a nadie, pero desde la muerte de Rica y Randa vivía con el terror constante a que se le muriera uno mientras él estaba a su cargo.

-Igual entonces no los había- siguió conjeturando-, ¿pero entonces por qué seguir trayendo gente a una ciudad que está hecha pedazos? ¿No prefieren arreglarla y luego traernos?- negó con la cabeza. Si Archi no entendía nada, él tenía menos posibilidades aún. Alzó la cabeza con un respingo-. ¿En el discurso os dijeron expresamente algo de volver? Quizá ya no dejen que lo hagamos. Para que no nos chivemos.

—Según los archivos realizaban demostraciones de magia y hablaban sobre las bondades de la misma. No hay referencia alguna a la decadencia o la peligrosidad de la Rocavarancolia que conocemos. Cabe la posibilidad de que antiguamente la ciudad no se hallase en estas condiciones, hay indicios claros de haber sido arrasada por la guerra —coincidió con una de las elucubraciones del carabés—. No obstante, es extraño que por ese motivo hubieran cambiado las condiciones y el propósito por el que cosechan a gente de otros mundos. Les resultaría más eficiente instruirnos adecuadamente en el uso de la magia, incluso si solo fuese para obligarnos a reconstruir la ciudad…

El biomecánico volvió a sumirse en sus pensamientos, tratando de buscar, una vez más, una solución que sabía que no encontraría. Faltaban demasiadas piezas del puzle. Volvió a prestar atención al carabés cuando este habló de nuevo y el irrense no tardó en encontrar las instrucciones de bienvenida entre los datos almacenados en su mente. Al fin y al cabo, aquellas únicas palabras que habían recibido por parte de los presuntos dirigentes de la ciudad eran clave para tratar de comprender cuál era su propósito allí.
—No, dicha posibilidad tan solo fue mencionada, al menos en nuestro caso, por nuestro cosechador Aeris Faraday. Hablaron, no obstante, acerca de despertar un poder que supuestamente llevamos dentro y desconocemos. Yo he encontrado hechizos que son imposibles de realizar, algunos ni siquiera pueden llevar a cabo los más simples… —El ingeniero comenzó a hilar pensamientos en voz alta de forma ausente, ya no parecía que estuviese manteniendo una conversación—. Alguna vez me he preguntado si la llegada de la Luna conllevará, de alguna forma, la manifestación de dicho poder. Tal vez la capacidad de realizar magia no alcance todo su potencial hasta entonces y en cada individuo madure a un ritmo distinto. Al fin y al cabo en Irraria también sabemos que tan solo es posible cosechar individuos entre un rango de edad determinado. Ello explicaría las diferencias en cuanto a la capacidad actual de cada uno de nosotros.

El irrense giró la cabeza hacia Taro, como dándose cuenta de que seguía ahí, y le asaltó una duda de pronto que no tardó en poner en palabras.
—¿Has intentado realizar algún hechizo desde que llegaste a la ciudad?
No recordaba al carabés intentándolo, no estando él presente. Taro no disponía de capacidad mágica según los resultados en su planeta de origen y por ello al irrense no se le hubiera ocurrido antes preguntarle a ese respecto ya que la respuesta debería ser lógica. Pero si había algún atisbo de realidad en alguna de las conjeturas que había hecho, Taro logrando realizar magia por primera vez sería un indicio de hallarse en el buen camino.

Torció el gesto cuando el irrense elucubró que el "potencial por despertar" se tratase de la magia. "Si hubiese querido magia me habría quedado en mi casa."
-No creo que sea solo eso- declaró-. El tipo que me cosechó dijo que no tenerla no significaba incapacidad para ellos, sólo que tu potencial es más difícil de despertar. La magia parece ser solo un accesorio, o un síntoma. Creo que ese "poder", o lo que sea, es otra cosa.

Ante la pregunta de Archi el carabés negó con sequedad la cabeza, sin ver razón para mentir pero tampoco para extenderse en la respuesta.
-No- dijo. Se mordisqueó uno de los nudillos, con la mente en otra parte, hasta que por fin dio forma a la pregunta-. De poder volver... ¿tú lo harías? Definitivamente- aclaró.

Los datos que introdujo Taro añadieron más datos que tener en cuenta a la hora de elaborar hipótesis. Ello provocaba que su anterior conjetura perdiese precisión, pero el biomecánico no se desanimó. Era un hecho que la falta de información lastraba enormemente la posibilidad de alcanzar una conclusión siquiera cercana a la realidad y cada nuevo dato era importante. No obstante, poco podía teorizar con aquello. ¿Qué otro elemento aparte de la magia podría existir que se relacionase con el supuesto potencial del que disponían?

La nueva pregunta del carabés lo distrajo de sus cavilaciones y el irrense decidió poner fin al hechizo de levitación en ese momento para evitar realizar un gasto mágico mayor aunque observando a los pequeños de reojo por si volvían a romper a llorar.
—Es preciso que vuelva. Aquí no dispongo de materiales e instrumental necesario para realizar un mantenimiento de implantes adecuado. Pero regresaría, no abandonaría Rocavarancolia hasta alcanzar todo mi potencial mágico. Claro que los factores que aún desconocemos podrían obligarme a cambiar de opinión, aunque lo considero improbable —estableció mientras se subía el puente de las gafas. Tras unos segundos de silencio volvió a hablar—. ¿Qué harías tú?
El Archime recién cosechado nunca se habría interesado, ni siquiera habría pensado en la posibilidad de interesarse por, la respuesta de su interlocutor. Si alguien le hubiera dicho que era lo “normal” devolver aquella clase de preguntas, habría fruncido el ceño con incomprensión y trataría de comprender, sin éxito, la lógica tras aquella noción.

-Yo no volvería- dijo Taro a su vez, negando con la cabeza. Luego se encogió de hombros-. Tampoco es que tenga mucha elección. En cuanto pusiese un pie en mi ciudad pitarían las alarmas del sistema de vigilancia enseguida. Me interrogarían para saber dónde he estado, se enteraría todo el mundo, descubrirían el portal. Cosas feas.
Sin embargo había más razones, a las que Taro no hizo referencia inmediatamente. En su lugar continuó jugueteando con la cereza entre los dedos, guiándola en recorridos aleatorios sobre el tablero.
-Me gusta estar aquí- confesó al final, sin levantar la mirada de la mesa.
Quitando los monstruos y que vivían en un sitio arcaico, claro. Pero a Taro le gustaba que hubiese ruinas a las que subirse o explorar allá adonde mirara. Le gustaba poder ir a cualquier lugar sin tener que prestar atención a los horarios. Le gustaba hacer lo que quisiera sin tener que pensar en si tenía la puntuación demasiado baja aquella semana. Le gustaba contar con un grupo.

Aunque definitivamente no todos eran amigos, sí había sentido de compañerismo. El saber que al menos uno de ellos no planeaba marcharse para siempre una vez se cumpliese el año era tranquilizador. A lo largo de los meses Taro había tenido tiempo para pensar en qué habría sucedido de haber contado con un grupo similar en Vora. Quizá no habría aprendido tantas cosas entre los tejados, pero también, quizá, habría estado menos solo.

Se estiró en la silla, rememorando el calambre habitual de todas las mañanas.
-¿No habrá ningún embrujo reconstituyente en ese grimorio, verdad, Archi?- preguntó sin muchas esperanzas, para quitarle hierro al asunto tan pesado que acababan de discutir.