Laboratorio genemante

Giz había bajado la guardia con el basilisco y no cayó en lo que podría haber pasado con su mirada hasta que él pidió disculpas. Sonrió divertido por aquello, que con protecciones mágicas no habría significado mucho, y le respondió enseguida.

—No te preocupes, si me dejas tus gafas de sol apañaré algo para que puedas ver dentro del laboratorio sin que desmayes a nadie por error.

La siguiente pregunta volvió a pillarlo por sorpresa. ¿Por qué no se la había hecho antes de pedirle trabajo?

—De forma muy básica, utilizamos muestras genéticas de criaturas ya existentes para dotarlas de nuevas características o crear especies nuevas. A veces me encargan mascotas, como los conejos que nos pidió Caín, o animales para reponer la comida de las cocinas de algunos locales. Para mucha gente esto no es más que un zoológico, de todas formas —el genemago se rio—. ¿Quieres darte una vuelta por las instalaciones o que te enseñe algo en concreto?

—Hay mucha forma de crear criaturas con genemagia —explicó—. Los conejos eran distintos ya, utilicé para ellos a una coneja ya embarazada y realicé los cambios en los fetos. El que se envuelve en llamas es la excepción, para ese utilicé al macho que embarazó a la coneja. Lo que nos pasa a nosotros es diferente e incluso si replicara nuestros genes para crear a un ser idéntico, jamás saldrá algo semejante. Es como si el toque de la luna se rebajara con agua, al menos hasta donde yo alcanzo.

Una vez acabada la explicación, Giz se levantó de la mesa y condujo al nublino hasta una de las habitaciones principales de la planta baja. La altura a la que estaba el techo era tal que permitía los obligaba a ambos a doblar el cuello, como cualquier edificio originalmente construído para gigantes. El techo de esta habitación, sin embargo, tenía una gran peculiaridad: una piscina de agua que colgaba hacia abajo.

—El techo es para nosotros, a Miloslava y Lean les apetecía tener una piscina colgante. Tú también podrás utilizarla.

Además, a lo largo y ancho de aquel lugar, Giz había dispersado varias plataformas flotantes que contenían distintas criaturas. No había paredes ni rejas y, en apariencia, nada impedía que los experimentos del genemante pudieran abalanzarse sobre ellos. Como en todo, había truco: barreras configuradas con genemagia. La mayor parte de criaturas eran peces o mamíferos acuáticos que flotaban, el camino que le había llevado hasta su ballena. Por el suelo, no obstante, saltaban otros tantos conejos.

Con una chispa de magia disimulada, Giz avisó a Miloslava y Lean para que bajaran en cuanto pudieran.

El asombro del basilisco se traducía en orgullo para Giz, pero diluido en parte por la diversión y la comprensión. Él había estado en el mismo lugar que el nublino hace unos años y no quería hacerle sentir mal, sino animarlo a que mantuviese ese espíritu de fascinación y aprendizaje. Así, le explicó todo lo que pudo sobre los peces flotantes de la Cercanía y cómo le habían inspirado a cruzar sus genes con peces y mamíferos acuáticos típicos de otros mundos como la Tierra o Frivo. Le explicó también que la ballena fue un verdadero reto porque tenía que impedir que colapsase con su propio peso.

En eso estaba cuando bajaron Miloslava y Lean, rusa y nublino respectivamente, ambos ataviados con sendas batas de laboratorio. Giz hizo las presentaciones pertinentes.

—Encantadísima. —Miloslava fue la primera en hablar, le tendió la mano en un gesto que se intuía como profesional. La genetista se había movido por circulos prestigiosos antes de ser secuestrada por un monstruoso hechicero al que ahora le tenía cariño.

—Igualmente —añadió Lean en un gesto más escueto. El nublino miraba a Zobriel con un pelín de envidia sana. Un “lo que podría haber sido”. Sin embargo, no era la primera vez ni sería la última que se sentía así y había aprendido a sobrellevarlo—. Que no te confunda la bata, yo soy el que menos sabe de aquí —intentó bromear.

—Os ayudará con el trabajo a partir de mañana, lo dejo en vuestras manos —dijo Giz a sus compañeros. Luego se giró hacia Zobriel—. Miloslava es genetista y sabe tanto o más que yo, que no te quepa duda. Puedes preguntarle a ella todo lo que quieras.

—Otra cosa será que yo te responda —dijo ella con un gesto altanero que se notaba fingido—. Será un placer ayudarte, siempre y cuando saques la basura los días que me toque a mí.

Miloslava buscó los ojos del Basilisco tras aquel comentario. Dependería exclusivamente de él que ella se desmayara o no.

Miloslava, curiosa como ella sola y muy poco al día de las características de los basiliscos, buscó con los suyos los ojos de Zob para examinarlos. Un segundo, dos… El mundo se disipó a su alrededor, sus ojos perdieron el foco y se desplomó. Por suerte, el nublino estaba pegado a ella y logró socorrerla antes de que diera con la cabeza en el suelo. El propio Giz dio un respingo, pero respiró aliviado al ver que caía en buenas manos. Después del susto inicial sonrió con cierto nerviosismo y se agachó para dar un par de bofetadas suaves en la cara de la rusa.

—No te preocupes, esta vez ha sido sin querer, pero la próxima quizás te la pida ella —trató de quitarle peso al asunto. Lean contuvo una carcajada.

La humana volvió en sí poco a poco. Masticó la nada y apretó los ojos mirando a todos lados.

—Menudo viaje… —Miloslava se desasió de Zobriel y se puso incorporó por sí misma a la vez que llevaba una mano a la frente. Sonrió al basilisco para despreocuparlo—. Esto hay que repetirlo en condiciones más seguras, ¿puedes controlarlo?

Lean soltó por fin la carcajada y Giz se encogió de hombros.

—¿Ves?

Después de aquello, Giz mandó a sus ayudantes de vuelta al trabajo y decidió dar por finalizada la visita guiada. Faltaba mucho por ver, pero el basilisco parecía un manojo de nervios y no quería que se estresara antes de empezar a trabajar, por lo que le concedió un respiro. Así, lo acompañó de nuevo hasta la puerta y le tendió la mano a modo de despedida.

—Te espero aquí mañana por la mañana, Zobriel.

Saria caminaba por el barrio de los gigantes con la aleatoriedad que la caracterizaba. Un paso a la izquierda, dos con la derecha hacia delante, cambio de pierna, un salto un pelín hacia atrás… Esquivaba los números más feos con una gracia invisible para los ojos comunes. Tenía sus defensas alzadas, podría caminar como el resto y avanzar anodinamente hacia adelante, pero ¿qué necesidad tenía de activar una trampa, de liberar a algún un bicho o, simple y llanamente, de darse un susto de muerte con el peor de los resbalones?

Paró frente a la puerta del laboratorio y llamó. Cuatro toques seguidos de la aldaba al ritmo de una canción ordesa. Los portones no tardaron apenas en abrirse y Saria aguardó frente al enorme pasillo durante unos instantes, lo analizó antes de comenzar a andar. Ya le había sorprendido en las citas anteriores para hablar con Giz que, para ser un sitio poblado de monstruos feísimos, los porcentajes de catástrofe eran bajísimos. Lo único que le preocupaba era algún animal suelto aquí y allá, pero no parecían ser mucho más preocupantes que las hienas cerca del circo.

—Buenos días, Saria —Giz la recibió cuando la mala sombra ya había recorrido la mitad del pasillo.

—¡Buenos días, Giz! ¡Estoy nerviosísima! ¿Es normal?

—Sí, claro —hubo un silencio de un par de segundos—. Para todos los que tenemos sistema nervioso.

El goliat no era de muchas palabras, pero de vez en cuando la sorprendía con un comentario mordaz, o un juego de palabras tonto. Era divertido porque a Saria le daba la sensación de que cogía confianza con él y, a la vez, le quitaba seriedad a lo que estaba a punto de pasar. Era innegable que la mala sombra tenía miedo de entrar en el “quirófano” (palabra que le sonaba marciana), pero ya había pagado y, honestamente, su nuevo look alado iba a ser la envidia de las malas sombras venideras.

—¿Entonces quedamos en que van a ser parte de mí?

—Sí. Será como si hubieses nacido con ellas.

—¿De verdad no se las vas a arrancar a alguno de estos engendros y me las vas a coser a la espalda?

—Ya te dije que no sé hacer eso.

—Sí, sí, y no tienes cara de mentir, pero quería ver qué números salían hoy.

Giz se encogió de hombros.

—¿Y podré volar? Que eso es lo más importante, ¿para qué las querría si no?

Para presumir.

—Sabes que sí.

La mala sombra torció el hocico.

—Si salen mal, contrataré a los mercenarios de la brecha con las cuatro perras que me quedan para que te busquen y te cosan a hechizos de inyección. —Aunque sonaba como una amenaza, Saria logró hacer reír al goliat.

—Seré el primero en dispararme si sale mal.

Llegaron hasta el dichoso “quirófano”. Giz había acondicionado la mesa de operaciones para que Saria quedara bocabajo durante el tiempo que duraría la intervención. En la zona donde debía descansar su cabeza había una almohadilla con un agujero que a Saria, en un primer momento, le recordó a la taza de un váter. Uno de esos inventos modernos para cagar. Soltó una risotada nerviosa que la delató y el goliat la miró con cara de no entender.

—Te dejaré un momento a solas para que te cambies, como ya te expliqué.

La ordesa tenía suerte de no conocer los hospitales de mundos avanzados, o aquella habitación gigante no le habría transmitido la misma seguridad. Todo en ella estaba como los chorros del oro, de eso no dudaba, pero el laboratorio no había sido construído teniendo en cuenta la teoría del color y, visualmente, ni las paredes viejas ni las baldosas del suelo transmitían asepsía. Para otros podría pasar por un quirófano clandestino, un lugar donde tal vez podían sacarte una bala o metértela más hondo. Por suerte, los porcentajes no eran prejuiciosos. Solo juiciosos. Y los números diminutos que asomaban aquí y allá hablaban de seguridad.

La mala sombra se desnudó en la soledad de la habitación y se vistió con lo que ella llamaba “el babero largo”. Giz no tardó mucho en volver con ella. Ella tampoco tardó mucho en caer frita sobre la mesa, a pesar de la emoción que la embargaba por imaginarse el que sería su despertar como mujer alada.

Sigue en el futuro.

Llamó a la enorme puerta y saludó al nublino que le recibió, el ayudante de Giz del cual desconocía su nombre. Aun así le saludó con una sonrisa y le preguntó si el genemante estaba ocupado o podía atenderla. Como respuesta, el nublino la condujo hacia el interior del laboratorio hasta donde se encontraba el asreniano.
—Hola, Giz, ¿estás muy atareado? —Se fijó entonces en que había otra persona en la instancia, alguien que no era Miloslava. Parecía otro nublino, pero en este caso se trataba de un transformado. Se dirigió a él e hizo una pequeña inclinación con la cabeza—. Saludos, creo que no nos conocemos. Soy dama Enigma.

Esperó a que terminasen las presentaciones antes de sacar su bolsa sin fondo, de la cual extrajo un recipiente de cristal lleno de agua. En él nadaba un único pez de una llamativa mezcla de colores azul y rojo.
>>Vengo a hacer un encargo relacionado con estos pequeños. ¿Los conoces? Son peces betta —le explicó al goliat colocando el tarro frente a él, mientras sacaba un segundo con otro pez de la misma especie pero de otro color.

La llamada a la puerta pilló a Giz examinando una cría de mapache de lavanda que había conseguido de Vastojardín. Realmente no era ni mapache ni lavanda, pero era la combinación de criaturas que más se le acercaban a la hora de ponerle un nombre con el que referirse. La apertura de Vastojardín había abierto para el genemante un abanico de posibilidades nuevas y una variedad de genes que facilitaban esa extraña fusión entre lo animal y lo vegetal. Además, era una excusa perfecta para trabajar desde la curiosidad más pura con un par de criaturas nuevas y enseñar a Zobriel a manejar algunos de los utensilios mágicos del laboratorio. A su lado había un bebé de una criatura que habían bautizado temporalmente como kiwis vivos, porque básicamente parecían dicha fruta con patitas enraizadas, un par de brazos y unos ojos enormes y afrutados. El bebé se encontraba plantado en una maceta, asomando solo el cogote para curiosear. No parecían muy listos, pero no daban problemas.

Lean condujo a Iriana hasta la habitación en la que se encontraban y el goliat la saludó alzando la mano con una sonrisa.

—No más que otros días —le contestó con su típica y falsa seriedad. Dejó que Zobriel se presentase por su propio pie, le entregó el mapache de lavanda para que cuidara de él y luego prestó atención a la nebulomante—. Algo sé sobre ellos, pero no había tenido la suerte de trabajarlos en primera persona. —Giz había leído sobre los peces betta en un tomo de una enciclopedia robada y sabía que a Miloslava le encantaban, pero cuando trabajó en fauna marina se centró en cetáceos y peces de mayor tamaño para disgusto de la rusa. Ligeramente agachado para contemplar de cerca a los peces betta, añadió—: Tengo curiosidad, ¿qué planes tienes para ellos?

Observó con curiosidad el animal violeta que Giz le pasó a su ayudante, el cual se acababa de presentar como Zobriel. Sabía que tenía que ser bastante nuevo porque no hacía tanto tiempo desde la última vez que había visitado el laboratorio, pero aquel chico tenía un lenguaje corporal que gritaba timidez y nerviosismo que probablemente fuesen habituales en él. Intentaría no incomodarlo aún más, por lo que decidió centrarse en el asreniano después de sonreír y asentir con la cabeza a su presentación.

—¿Recuerdas las pirañas de niebla que te traje? Mi idea es que combinases sus genes para que los peces betta puedan sobrevivir y nadar en la niebla. Planeo meterlos en un acuario lleno de niebla de buen tamaño —le explicó mientras sacaba aún más peces betta de distintos colores—. Hay un problema con esta especie, no obstante, que es el motivo por el que los tengo guardados en tarros separados: son muy agresivos. Enseguida recurren a matarse entre ellos, incluso entre machos y hembras. ¿Cómo de difícil te resultaría volverlos dóciles, además de que puedan nadar en la niebla? Aparte de eso no necesito mucho más… Que sean fértiles para que puedan criar, y que tengan variedad de colores —Miró directamente a Giz con expresión algo culpable—. ¿Pido mucho? Te pagaré lo que me pidas, aunque depende de cuánto sea puede que tenga que volver más adelante.

—Gracias, Zobriel —le dijo al nublino, al pasarle el mapache.

El goliat escuchó con interés el encargo que le traía la idrina y le sonrió complacido al acabar.

—Que va, que va. Me encanta la idea de un acuario de niebla —le confesó—. Lo más difícil será lograr que sobrevivan dentro de la bruma, pero ya tengo parte del trabajo hecho gracias a las especies que me trajiste. No será muy caro —le sonrió—. El resto es pan comido. De hecho... —Miró al basilisco—. Nos vendrá genial para practicar con cambios de coloración sencillos.

Se mesó la barbilla un instante y luego añadió:

—Es más, Zobriel, ¿por qué no vas extrayendo las muestras de estos peces? —le pidió para que practicara, extendiendo los brazos para recoger de nuevo al mapache. Por suerte para él, esta especie era muy tranquila, en comparación con los terrestres, y necesitaba de luz natural para moverse con mayor soltura—. ¿Para cuando los querrías? —preguntó, por si acaso. Aunque no esperaba una fecha límite, no parecía un encargo urgente.

Lo siguiente fue explicarle el precio exacto, haciéndole un descuento amistoso en el proceso. Dama Enigma ya había trabajado con los cuchitrileros y Giz sentía que era una rebaja bien merecida.

Zob no se esperaba eso. Miró a Dama Enigma, y luego a su jefe, y luego al mapache como si este tuviera la respuesta. Mientras el pobre aún se revolvía en las manos del basilisco, este se lo dio a Giz antes de recordar que estaban frente a un cliente y no podía negarse. Además la señorita Miloslava lo había hecho practicar muchas veces, muchas…muchas. Hasta que entendiera que las muestras no siempre eran fáciles de conseguir así que no podía equivocarse.

— Claro, voy por las cosas ahora mismo.. —Dijo antes de salir disparado hacia un armario que el consideraba “oficial”. Dentro había una serie de instrumentos y cosas que le había costado un tiempo aprender y recordar el orden de usarlos. Y en ese instante el pobre Zobriel que había pasado tantos días estudiando y desvelándose, entro en modo serio por primera vez. —Ok…veamos.. —Dijo en voz baja repitiéndose las cosas.— Primero el gel…uno, dos…suficiente…

El primer paso se lo habían repetido muchas veces. Usar guantes (y crearlos) para tantas manos diferentes, era insulso, así que ahora tenían ese gel que se pegaba a lo que introdujeran en él creando una capa estéril que duraba unos 5 minutos. Según le habían contado antes, usaban magia, pero luego pudieron sintetizarlo a partir de la saliva de una especie de babosa enorme de no recordaba que mundo vinculado. Asqueroso pero muy útil, aunque no debía de gastarlo mucho ni ponerse una capa demasiado gruesa. Una vez con sus garras recubiertas, tomo con firmeza unas cuantas herramientas y fue a buscar una mas cerca de una batería de tubos marcados con unas finas runas de colores en sus bocas. Cuando las tuvo todas se acercó al frasco con el pez y lo destapo con cuidado. Normalmente un poco de sangre era suficiente, así que esperaba no equivocarse.


Metió una de sus garras en el frasco muy despacio tratando de incomodar demasiado al es-pez-cimen y soltó una risita recordándose repetírselo a los demás mas tarde mientras el pez se movia a otro lado. — Perdón…— Les dijo a Giz y a Dama Enigma mientras se concentraba de nuevo. Movió la mano y luego metió lentamente un artilugio de metal que se asemejaba muy de lejos a una pistola con forma de pata de araña. Arrincono al pez a un lado del frasco y activo la runa que tenia al alcance de su pulgar.  De la punta empezó a salir un gel que se mantenía independiente del agua y que se pegó al flanco del pez mientras el basilisco lo mantenía sujeto suavemente. Cuando el fluido termino de salir, se quedó un momento pegado al pez mientras Zob retiraba el instrumento y rezaba por no haberse pasado de cantidad. Las historias que le contaban Lean y Miloslava de como esa cosa había secado a unos especímenes o, que si ponían suficiente podrías absorber un mundo entero como si fuese un agujero negro de moco, no se las creía, pero entendía la advertencia implícita. Unos segundos después, con un movimiento imperceptible el fluido se contrajo y se hizo una pelotita que se soltó del pez. En su interior había una gota de sangre que había sacado del espécimen sin lastimarlo demasiado. La ciencia detrás de eso no la entendía bien, pero al parecer era un fluido con afinidad a la sangre que la atraía la sangre de los vasos capilares superficiales y encapsulaba sin hacer heridas en los especímenes. Siempre se preguntaba si los vampiros de la ciudad conocían eso.

Tomó la esfera de gel y volvió a tapar el frasco antes de llevársela hacia una máquina que tenía un depósito de un líquido de color plata.

—Eh….Señor Giz…—dijo sin querer interrumpir la conversación que tenían. Pero lo que su jefe había mencionado que ya tenía parte del trabajo avanzado le hizo pensar en que era él quien debía decidir el método — ¿Lo pongo en el tanque de emulsión o quiere el proceso completo?

—¿De verdad? —se sorprendió cuando el genemante le dijo que no sería muy caro. Aún más cuando vio el presupuesto—. Vaya, tus ayudantes y tú tenéis que ser increíbles si este es el precio para todo lo que he pedido. En mi cabeza parecía complicado, aunque sabía que podrías hacerlo —le dijo con una sonrisa.

Observó discretamente pero con curiosidad como Zobriel empezaba a extraer muestras de sus peces y respondió a la pregunta del goliat.
—Oh, no me importa cuánto tardes: son para mi futura casa que aún no está terminada y aún tengo que encontrar el acuario adecuado. De todas formas como el precio es tan asequible te puedo pagar hoy mismo y así ya no cuento con ese dinero.

Siguió mirando como el nublino trabajaba con los peces mientras cavilaba para sí acerca de su futuro negocio y la casa que estaba restaurando.
>>Puedes quedarte los peces si quieres, por cierto, estos no tengo donde ponerlos… Si te resulta útil, claro, si no ya veré qué hago con ellos. Pero estaba pensando en comentarte ya acerca del que será mi siguiente encargo. ¿Tienes muestras de carpas koi? Te las traeré si no. Estoy pensando en hacer un estanque exterior con ellas.

Giz sonrió levemente ante el cumplido de dama Enigma.

—¡Perfecto! Es el precio de los amigos —le dijo—. Parte del trabajo está ya hecho gracias a las muestras que me trajiste y lo que falta nos vendrá genial para enseñar ciertos procesos —reconoció. El dinero era una cosa extraña en Rocavarancolia, Giz prefería no tener demasiado guardado sin saber para qué utilizarlo—. Pero sí, mis ayudantes son los mejores —contribuyó al final.

Mientras Zobriel trabajaba, Giz se distrajo levemente para evaluar como lo hacía. El basilisco dominaba ya ciertos procesos y el genemante se sentía bastante orgulloso, en el fondo; igual que le había pasado a él con Lean en los inicios. Sospechaba que el caso de Miloslava fue al reves, ya que todavía seguía aprendiendo de ella algunas de las cosas pertenecientes a procesos no mágicos.

—Completo —le indicó a Zobriel. Todavía no se acostumbraba a que le llamase señor, era extraño.

Cuando Irianna le habló del próximo encargo, a Giz se le iluminaron los ojos. No es que le hiciese ilusión el trabajo, que también, sino que además la nebulomante parecía estar trabajando en un rincón precioso.

—No recuerdo tener muestras de esa especie, pero si me las traes y puedo ir trasteando con ellas de antemano, te lo agradecería —le dijo—. También me encantaría ver el estanque y el acuario cuando tengas la casa lista —acabó reconociendo—. Tengo la sensación de que te quedará un buen hogar.

>>¿Cómo vas, Zobriel? —preguntó también.