Laboratorio genemante

Un hechizo de niebla mágica bastó para que Giz reconociera al visitante y abriera la puerta. El genemante habia insonorizado su laboratorio para evitar cualquier queja, pero dentro era otro cantar. En cuanto Kirés pusiera el pie dentro del vestíbulo, el ambiente se llenaría de piares y rugidos y berridos de los animales que poblaban el edificio.

—Kirés —no habia entonación de pregunta porque no era una pregunta. Ya sabía su nombre. El goliat le tendió una mano y añadió el suyo—. Giz.

Con un gesto de mano, le indicó que le siguiera y lo condujo hasta el despacho, el cual parecía un edificio pequeño dentro de la habitación gigante, cuyo techo se había convertido en una piscina. Era como estar entre dos muñecas matrioskas. Por el camino se cruzarían con un ciervo cuyos cuernos estaban poblados de ojos colgantes, muertos, y varios peces flotantes. En la piscina bocabajo nadaba un bebé de ballena.

El goliat se sentó frente a su escritorio y le ofreció una silla a Kirés. La habitación era sobria, apenas habia un puñado de papeles y un par de estanterias medio vacías. El despacho era exclusivamente para hablar con gente de fuera y no había nada importante en él.

—Noel me habló de ti, cuéntame.

Kirés:

Apenas puso un pie dentro del edificio y hubo cruzado la barrera insonorizadora que lo cubría le llegaron inmediatamente todos los sonidos de los habitantes del edificio. No le pilló por sorpresa teniendo en cuenta a lo que venía, de modo que no reaccionó ante aquello. Se limitó a estrechar la mano del goliat cuando se la tendió y acto seguido le siguió en cuento se lo indicó sin añadir palabras.
Si bien el despacho era llamativo, de camino al mismo no se fijó en este, sino que en su lugar dirigió su atención a todas y cada una de las criaturas que se encontraran dentro del alcance de sus sentidos, usando sus conocimientos de cazador para poder sacar toda la información posible en el poco tiempo que tenía durante el trayecto. No se limitó solo a las que pudo ver por el camino, sino que también se valió de su oído para analizar tanto como pudo los sonidos que emitían las criaturas que no estaban a la vista. Su objetivo era estimar cuánta variedad de seres tenía a su disposición su cliente y si bien no podía sacar nada verdaderamente claro, lo que logró discernir dejaba claro que variedad no le faltaba. Eso iba a dificultar los negocios.

El enderth se sentó en la silla que le ofrecieron y esperó a que su anfitrión iniciara la conversación, asintiendo ante la mención de Noel.

–Mi cosechador me comentó que estabas buscando criaturas para el laboratorio, especialmente aquellas con capacidades inusuales. En mi mundo hay muchas de esas criaturas y si bien aún se me considera un novato en esta ciudad, da la casualidad de que mi profesión antes de ser cosechado era la de cazador.

Hizo una pausa breve para ordenar sus ideas. Aun con la recomendación del draco aquello era complicado. Era un novato después de todo y cualquiera cazador de la ciudad probablemente sería considerado mucho mejor que él. Tenía que hacerle ver que si bien habría gente en la ciudad que le superaba en el tema de la caza, su verdadera ventaja era que conocía el terreno y las criaturas.

–Vengo a ofrecer mis servicios. Dryfus es un mundo vinculado recientemente, por lo que creo que mi experiencia es valiosa. Si hay alguna criatura que te interese, puedo conseguirla.

Ahora llegaba la verdadera carta. No sabía cuánto sabía de su mundo natal el goliat. pero seguro que no lo suficiente como para conocer a algunas criaturas, o eso esperaba.

–O si no… también conozco alguna que podría ser del interés de este laboratorio.

Esa era su carta del triunfo, que conocía criaturas que probablemente nadie de la ciudad sepa siquiera que existen aún.

Giz dejó que el enderth hablara sin interrupciones hasta que la situación le obligó a hablar a él.

—Solo he estado en Dryfus una vez y las muestras que me traje me están siendo especialmente útiles. Sin embargo, entre la falta de tiempo y las condiciones de tu mundo, no me compensa viajar de nuevo allí. Mi trabajo está aquí dentro y con mis compañeros.

El asreniano se cruzó de brazos y continuó.

—Las enciclopedias de fauna y flora de tu mundo son escasas, así que no conozco especímenes concretos. Pero si estás tan seguro de lo que le puede interesar a mi laboratorio, me lo puedes demostrar a partir de ya.

>>Te pagaré por cada muestra que me traigas y el precio variará en función del valor que me aporten y del esfuerzo que te supongan. Te proveeré con los contenedores necesarios, ya hechizados, para que no tengas que gastarte dinero en ellos. El resto correrá de tu cuenta.

Kirés:

Si bien kirés se alegró en gran medida de que le habían contratado, no mostró signos de ello. En su lugar sacó una pequeña libreta que había traído y la abrió. En ella había hecho algunos bocetos sencillos de algunas criaturas que creía que podían interesarle al goliat. Encontró la que quería mostrarle y se la mostró.

–En particular había pensado en esta…

El resto de la reunión fue bastante genérica, por así decirlo: Giz aceptó las criaturas que el enderth le fue mostrando como objetivos, negociaron el pago y finalmente le entregó a Kirés los contenedores hechizados bajo las especificaciones del enderth. En estos primeros contratos le traería solamente muestras, nada más grande o importante. Probablemente la forma del goliat de ir viendo si lo que le acababa trayendo era lo bastante valioso como para gastar dinero en trabajos más costosos.
Con todo preparado y en orden el paladín abandonó el laboratorio. Ahora tocaba prepararse para las cazas, y teniendo en cuenta las que le tocaban probablemente tendría que aprender un par de hechizos nuevos para la ocasión. Ya sabía a dónde ir.

Sigue en la torre serpentaria.

La visita de Irianna fue una alegría muy bien recibida en mitad de un día aburrido. El goliat no había podido escaparse a ningún mundo vinculado recientemente y acumulaba demasiado sueño como para querer trabajar en nada demasiado delicado. El día se había basado en alimentar a las bestias, lavar a la ballena flotante y repasar los resultados de sus últimos experimentos para refinar sus resultados en otro momento.

Giz invitó a Irianna a pasar y charlaron sobre los motivos de visita de la idrina, que consiguieron despertar la curiosidad del goliat. Era de esperar que los nuevos mundos vinculados traerían nuevas alegrías, pero con todo lo de Nasher, los problemas de sueño y la falta de tiempo entre sus actividades genemágicas y sus trabajos de mercenario, Giz no daba más de sí.

Los ojos se le abrieron como platos al ver la piraña, especialmente tras la explicación de Irianna sobre cómo respiraban.

—Es impresionante —le dijo—. ¿Podrías anclar un pequeño banco de niebla dentro de esta pecera? Me harías un favor. —Mantener las condiciones para que la niebla no se disipara le costaría más a él que a una bruja de estos fenómenos atmosféricos—. Si logro dormir (que lo haré), creo que en una semana podré haber localizado los marcadores genéticos encargados de su respiración. Todavía estoy fascinado por…

La puerta sonó. Varias veces, cada vez con más potencia. El goliat se llevó una mano a la frente y con la otra liberó la chispa de magia necesaria para que se abriera el portón. Una bola de pelo negra de poco más de un metro entró corriendo y Giz reconoció a Saria Omen por los ojos amarillos, que refulgían entre la oscuridad de sus facciones.

—Menos mal que te encuentro aquí, Giz —dijo la mala sombra, a la vez que agitaba la mano a modo de saludo—. He ido a vuestra casa pero parece que no hay nadie, ni siquiera vuestro perro guardián de muchos ojos —se rió, a pesar de que la situación no acompañaba—. Venía a pediros un trabajo… ¡Anda, Irianna! Hola, cariño, ¿cómo estás?

La ordesa llegó hasta donde se encontraban el goliat y la bruja.

—¿Un trabajo? —Giz creyó que no era necesario dar los buenos días si a Saria tampoco le parecía importante. Parecía llevar prisa y quería saber si se trataba de alguna urgencia.

Saria miró a Irianna a los ojos durante unos segundos y, aunque sabía que era de fiar, se aseguró de comprobar los porcentajes tanto a su alrededor como por todo el laboratorio. Le ponía un poco nerviosa lo caótico de aquel lugar enorme, sumado a la cantidad de bestias que vivían ahí dentro, pero todo parecía indicar que la suerte estaba de su parte. La mala sombra confió en la bruja y habló sin tapujos.

Les explicó su trabajo amañando apuestas para Seide Manoblanca, su intención de ahorrar para comprarse un par de alas y empezar un negocio modesto en el mercado… Así como su último descubrimiento de manos de Tersa, Tuétano y Secuoya sobre la escasa moral del mago de los bajos fondos.

—Seide está teniendo problemas de sueño, como todos, y gracias a su amuleto de ilusionismo le pude seguir hasta la explanada. Duerme varias noches a la semana en la Cercanía, donde probablemente también guarde todo el dinero que está ganando entre mis estafas y las suyas… —La mala sombra se sintió un poco mal al ser consciente de lo bajo que había caído, pero se centró en lo importante—. No me arriesgué a seguirlo tras el portal, no quería que me descubriera, pero confío en que vosotros seáis capaces de hacer ese trabajo por mí. Os pagaré con lo que yo misma le he robado esta semana y pensé en dividir lo que encontraremos entre vosotros, Tersa y yo, si os parece bien. Las proporciones están abiertas a debate, pero ya os digo que es mucho dinero a repartir —lo era, pero Saria también estaba exagerando. Por suerte encontrarían joyas, grimorios y quién sabe qué excentricidades dignas de nadie más que de Seide. Quizás también algún cadáver, hablando de lo cual—.... A cambio lo quiero muerto, muerto sin posibilidad de resurrección.

—Cuánto trabajo de repente. —rió el goliat. Giz no era de quejarse, pero todo el mundo estaba cansado estos días, así que se lo permitió con la esperanza de que no molestase. Enseguida se puso a maquinar con la información que le había dado y encontró una primera pega que dificultaría una misión así—. Me temo que no contaremos pronto con Toima, que nos vendría de perlas en un trabajo como este —pensó en voz alta.

El argos se encontraba entre los que habían abandonado la ciudad para dormir. En su caso, probablemente también para beber. No es que Toima fuera imprescindible para dar con Seide, pero sí que facilitaba mucho el encargo: disminuía el gasto de energía y dificultaba que Seide los detectara por el uso excesivo de magia. Por suerte, tenía una posible solución justo a escasos pasos de distancia.

—Sin embargo… —se giró hacia Irianna y le habló con franqueza—. Tus habilidades y tus conocimientos del mundo nos serían muy, muy útiles para ayudarnos a localizar a Seide en la Cercanía, ¿crees que nos podrías guiar? Obviamente, en ningún caso te pediremos que te manches las manos y te mantendremos alejada y bien protegida, cuenta con eso. También me comprometo a dar prioridad a tu encargo, así como a incluirlo dentro del pago por tus servicios.

>>No te sientas obligada, por supuesto —Giz lo decía en serio—. Cualquier respuesta que me des es buena.

Giz sentía que no perdía nada por preguntar y confiaba en la nebulomante, la creía una bruja más que competente, pero claro que comprendería si se negaba.

Saria por su parte no dijo nada, pero mentalmente cruzó los dedos y rezó al Azar por una respuesta positiva.

Tras su segunda visita a la Cercanía Irianna se había llevado un ejemplar de piraña de niebla para mostrárselo a Giz. Nunca había estado en el laboratorio, por lo que se detuvo unos instantes a contemplar aquel gigantesco complejo lleno de toda clase de criaturas increíbles, preguntándole al asreniano por lo que más llamaba su atención. Una vez se detuvieron no se demoró en explicarle al goliat por qué había acudido allí.
—Sí, ¿verdad? —Coincidió con la apreciación de Giz—. Claro, enseguida —aceptó su petición de anclar la niebla en el recipiente que le señaló.

Se había girado para escuchar la explicación del asreniano una vez hubo anclado la niebla en la pecera, pero el sonido de la puerta le hizo volverse hacia la salida del edificio. No tardaron mucho en reunirse con la persona que había llamado.
—Hola, Saria —saludó de vuelta con una sonrisa—. Muy bien, gracias.
Estaba claro que a la ordesa le preocupaba algo a juzgar por su lenguaje corporal, por lo que creyó conveniente dejar simplemente que se explicase. Era bastante evidente que el trabajo que había ido a pedir a Giz no tenía que ver con su empleo como genemante.

Atendió a lo que les contaba la mala sombra con expresión seria y negando con la cabeza de vez en cuando. Aquella clase de historias eran el recordatorio constante de que no todos los monstruos de Rocavarancolia conservaban un mínimo de moralidad. Se preguntó cómo tenía que ser vivir como lo hacía el grupo de la Brecha, encargándose constantemente del trabajo sucio. En parte, admiraba su elección. Era peligroso, pero posiblemente también gratificante en ocasiones. Por lo menos, tras haber escuchado a la ordesa, no estaba sintiendo ninguna lástima por saber que el tal Seide Manoblanca no iba a salir con vida de aquella.

Al haber oído nombrar la Cercanía la idrina había tenido una idea rondándole la cabeza, pero no hizo falta seguir sopesando si debía dejarla salir o no.
—Creo que me has leído la mente, Giz, porque estaba a punto de ofrecerme como guía. Supongo que eso responde a tu preocupación acerca de sentirme obligada —añadió con una leve risa—. No podría simplemente ignorar lo que nos acaba de contar Saria, así que te agradezco la oferta. Ya hablaremos a posteriori sobre remuneraciones, no te preocupes. Pero me parece perfecto lo que propones.
Le aliviaba saber, no obstante, que Toima no iba a estar presente. Sabía que no iba a sentirse muy cómoda con el argos, quien no toleraba la presencia de nadie ajeno al grupo.
>>¿Cuándo debería reunirme con vosotros?

La sonrisa de Saria fue amplia, se diría que de oreja a oreja si estas no le crecieran en lo alto de la cabeza. La de Giz fue más tímida, junto con un respiro de alivio. La mala sombra no dudó en tomar la palabra.

—Eres un sol, Irianna —le dijo por ambos. Luego respondió a su pregunta—: Seide Manoblanca volverá a la Cercanía en cuatro días. Ese mago tendrá muchas taras, pero lo que son los horarios los cumple a rajatabla —rio—. Si nos vemos a las siete en la explanada, él habrá tenido tiempo de cruzar el portal, pero no nos será muy complicado seguirle. O eso espero.

—Yo aprovecharé estos días para sacarle un poco más de dinero en los bajos fondos, que nunca viene mal, y me prepararé para ir con vosotros. Espero que no os moleste mi presencia, os prometo que traigo buena suerte —acabó, guiñandole un ojo a Giz—. Y ahora me voy corriendo, o no podré amañar las primeras trifulcas. ¡Nos vemos, majos!

Saria se alejó y se llevó consigo el torrente de energía que arrastraba a ojos de Giz, que a su vez se volvió a Irianna, todavía con esa sonrisa suya que parecía no cuajar del todo.

—Parece que al final saldremos los dos de aquí con trabajo extra —intentó bromear.

No tardó mucho en retomar la conversación que había dejado a medias con ella, aunque tampoco les quedaba mucho más por concretar. Mientras tanto, Giz volvió a asegurarle a la nebulomante que no pasaba nada si cambiaba de opinión. También le dijo lo contentos que se pondrían los demás cuando supieran que trabajarían juntos con Saria y con ella. Lo cierto es que iban a ser un grupo peculiar.

Cuando la bruja se fue, Giz tenía claro que su siguiente trabajo, sin embargo, era una siesta.

Cuando sonó la puerta, Giz se sorprendió levemente. Estaba esperando al nuevo basilisco, pero quien había llamado era ni más ni menos que Caín. El goliat dejó a medias las notas sobre su nuevo proyecto y abandonó su despacho. La entrada se abrió con un movimiento de manos, dejando ver el enorme pasillo de piedra que Giz recorrió hasta la mitad para encontrarse con el brujo. Iba a saludarle cuando algo llamó la atención de su gola.

—Perdona, dame un segundo.

El genemante se agachó e hizo un gesto con las manos, como si intentara atrapar algo imperceptible al ojo humano. Cuando se reincorporó, su piel se hundía ligeramente en su antebrazo y algo parecía tirar de varios hilos de su poncho verde, como si se hubiera quedado enganchado.

—Le dije a Miloslava que un gato invisible no era buena idea —se rió—. Buenos días, Caín. ¿Te puedo ayudar en algo?

Guardaba en su regazo al experimento, tanteando con cuidado de no darle en un ojo. Mandó cerrar las puertas y, con un gesto leve de cabeza, le indicó a Caín que podían pasar a su despacho: una habitación sencilla con dos estanterías llenas de libros ordenados alfabéticamente y una mesa cubierta de folios desparramados estratégicamente, al menos para el goliat.

Cain habría pagado una fortuna por haber podido fotografiar la cara de sus empleados cuando dijo que iba a salir. No podía culparles, dada su tendencia a aislarse, pero lo cierto es que desde hacía unos días había tomado la costumbre de salir del burdel todos los días. El cuerpo se lo pedía, necesitaba un poco de sol y aire fresco y a terraza no era suficiente, aunque ese día en concreto no había salido para pasear, sino para hacer un par de recados.

Saludó a Giz con una sonrisa. Vestía una camisa negra con hojas doradas bordadas en el cuello, pantalones de vestir y botas de cuero, y llevaba el cabello recogido en una coleta. Como era habitual llevaba las manos repletas de anillos pero no había rastro de los pedruscos que se ponía cuando se arreglaba. Se había tenido que convencer para llevar un look más informal ya que iba a ver un amigo aunque fuese por motivos de negocios. De hecho, en la mano sujetaba un plato cubierto con papel de horno y un hechizo térmico.

-Te he traído galletas -dijo alzando un poco el plato. -Son de esas terrícolas con pintas de chocolate.

El gato invisible fue toda una sorpresa. No se había percatado de su presencia, puede que porque ninguno de sus demonios lo había tomado como una amenaza. Pidió permiso al goliat para acariciarlo y así lo hizo, pasando con cuidado los dedos por el pelaje. Era una sensación rarísima.

-Quería hacerte un encargo -respondió. -Espero que no sea una molestia.

Pasaron al despacho de Giz y Cain dejó el plato de galletas sobre la mesa, con cuidado de no mover ningún papel.

-Verás, hace tiempo le traje a Vanyme unos animalitos de mi mundo a modo de regalo. Murieron en la pesadilla.

Había sido el broche a un día horrible. Vanyme descubrió los conejos muertos cuando volvieron del castillo. El terra le había asegurado que ya estaba bien, que se había recuperado y que no tenía de qué preocuparse pero a Cain no se le podía mentir.

-Todo el tema de la torre nos ha afectado mucho y creo que a Vanyme y a todos nos convendría volver a tener a sus bichos correteando por la sala común, pero el portal de la Tierra está cerrado y me urge un poco así que… -Sacó del bolsillo un frasquito con el material genético que necesitaría Giz para hacer su magia y se lo tendió -¿Me harías un par de conejos?

El asreniano sonrió ante la mención de galletas, prestó atención a los rescoldos del hechizo térmico que surgían del plato y finalmente cerró la gola para evitar distracciones. No era un cliente cualquiera, sino un amigo; así que no necesitaba ser precavido. Desde luego, tampoco tenía pensado donar las galletas a una colonia de hormigas, como hizo años atrás con cierta tarta.

Una vez acomodados en su despacho, dejó marchar al gato invisible. El animal se marchó igual que había llegado, inapreciablemente.


—Gracias por las galletas —dijo antes de levantar el papel y pillar la primera.

Estaban calientes, como recién hechas, y el aroma dulzón que emanaba del plato sirvió para abrirle el apetito. Los asrenianos no necesitaban comer tan a menudo, pero había algo en la repostería que convertía su estómago en un agujero negro. Lean ya había puesto sobre la mesa que podría tratarse de adicción al azúcar, pero a Giz le daba un poco igual el motivo.

—Ningún encargo es una molestia, mucho menos viniendo de ti —le dijo antes de dar el primer bocado.

Escuchó con atención mientras masticaba. El encargo que le traía Caín era aparentemente sencillo y podría servir para distraerlo cuando se le atascara su nuevo proyecto.

—Siento oírlo —Giz hablaba con sinceridad. La torre de los soñadores y su infección onírica se habían llevado por delante a muchas criaturas. Giz cada día estaba más seguro, todos los ciudadanos que sobrevivieron a la pesadilla sufrieron dolor en uno u otro grado—. Tendrás todos los conejos que necesites —añadió con media sonrisa. Era una frase que sonaba divertida en voz alta.

>>¿Quieres que los modifique de alguna manera? ¿Algún detalle especial para que se parezcan a los primeros?

-No, no quiero que sean exactamente iguales -dijo. Vanyme se ofendería si se presentaba con dos clones de sus mascotas, Cain solo quería darle otra vida que cuidar. -Lo que sí me gustaría es que los hicieras más resistentes. Los conejos son frágiles y Rocavarancolia no es el mejor sitio para criar animales frágiles.

Podía llenarlos de protecciones como había hecho con los anteriores pero ya que los iba a pedir con genes a la carta, ¿por qué no ahorrárselo? También hizo hincapié en que fueran mansos y que no pudieran reproducirse entre ellos.

-Lo último que quiero es que se me llene el burdel de conejos.

<< Aunque en realidad es incluso apropiado >> pensó divertido.

Giz escuchó a Caín con atención y asintió a cada comentario que hizo respecto a su pedido, sin pillar el doble sentido que podía guardar su última frase. Mentalmente, el goliat ya estaba pensando en el cóctel de genes perfecto para lo que le pedía. El primer arreglo probablemente sería volverlos ignífugos, algo en lo que tenía mucha experiencia y que vendría muy bien en el burdel por la presencia de una demonio de fuego.


—¿Pelaje corto, largo? ¿Liso, rizado? ¿Algún color concreto? —continuó preguntando—. Existen roedores de mundos con colores más llamativos, como Daelicia o Sinhdro, por si te interesan.

Solo necesitaba saber eso para poder ofrecerle una fecha de entrega, que difícilmente superaría una semana.

-Tonos tierra mejor -respondió -Marrones, grises o así, sé que le gustan esos colores en los pelajes. Y lo bastante largo para que sea esponjoso pero no demasiado.

Cain pensó en más cosas que pudiera indicarle a Giz. No había seguido ningún criterio específico para elegirlos cuando los compró (robó) más que ‘’Son monos’’. Era poco remilgado para los animales. Después de tratar con demonios tan a menudo cualquier animal normal le parecía adorable.

-Ah, si pudieras dármelos cuando aún son pequeños sería ideal.

Si había algo más adorable que un conejo era una cría de conejo. Seguro que levantaba los ánimos del resto de personal del burdel, no solo de Vanyme. Él mismo estaba empezando a ilusionarse con la idea de tener un bichito inofensivo y no maligno correteando por el salón.

Giz tenía ya un esquema claro de lo que debía hacer y sabía que no sería un trabajo difícil. Era justo lo que necesitaba después de todo lo ocurrido. Tenía un nuevo proyecto en mente y los descansos le vendrían perfectos para distraerse creando a los conejillos. Que los quisiera pequeños era un extra, ya que no tendría que invertir magia en hacerlos crecer ni un pelín.

—Perfecto. Puedes pasarte a por ellos en cinco días, serán un regalo de mi parte —le dijo al brujo con su media sonrisa—. Y oye, gracias de nuevo por las galletas, que están muy buenas.

Cain frunció el ceño.

-Ah, no, no puedo dejar que me los des gratis.

Desde un punto de vista frío y calculador le venía genial llevárselos gratis pues el tiempo que iba a tener a sus chicos de baja posiblemente traería pérdidas y aunque los conejos no le iban a costar demasiado cualquier ahorro era bienvenido. Pero por otro lado le sabía mal aceptar un regalo de Giz así como así, una parte de él no sentía que lo mereciera, no se había comportado como el mejor de los amigos ni con los cuchitrileros ni en general.
-Permíteme que te los pague al menos con una tarta, la que tú quieras. Me viene bien pasar más tiempo en la cocina.

Si el lagarto se resistía insistiría y en cuanto lo hubiese convencido cerraría el trato con un apretón de manos más a modo de broma que en serio. Se fue de la clínica con la satisfacción de haber hecho un buen negocio. Ojalá todos fueran así.