Laboratorio genemante

Le inquietó darse cuenta de que se estaban adentrando en el barrio de edificios descomunales, el mismo por el que los había perseguido un insecto enorme con su también enorme bola de mierda. No habría apostado por que uno solo de esos edificios estuviese habitado, y habría pensado que tan solo estaban de paso si no fuera porque Saren indicó que, efectivamente, estaban llegando. Al parecer había dicho aquello porque cerca del lugar al que iban podía haber experimentos sueltos, y aquello sonaba demasiado a científico chalado. ¿Podía ser que fuera un tipo enorme, además?

La mole ante la que se detuvieron era tan grande que mareó al raigaurum al mirar hacia arriba, y comparándolo con una torre que había al lado no era nada. «¿Cómo pueden seguir en pie?». Siendo edificios de piedra, y con aquel aspecto, solo podía ser cosa de magia. Al irrense le daba la impresión de que los ingenieros de su mundo se habrían llevado las manos a la cabeza al verlo, probablemente.

Mientras pensaba en aquello, alguien había llamado a la puerta del genemago. «Tiene que ser un lunático» pensaba. «¿Dónde me estoy metiendo?».

Aquél día Giz no había hecho nada relevante, se había acercado al laboratorio por ver que Miloslava y Lean estaban bien y para comprobar que el último no sufría efectos secundarios tras una de las intervenciones genemágicas que le había realizado hacía poco, para retirarle los pinchos deformes que Rocavaranublia le había hecho crecer en la espalda. A su derecha, en mitad del aire, flotaban dos huevos ovalados por sí mismos. Los genes con la capacidad de levitar que les había implantado a las tortugas en su interior habían hecho efecto antes de que eclosionaran.

Cuando sonó la puerta, Giz chasqueó la lengua y una mueca de desgana le cruzó el rostro momentáneamente. Pidió a sus ayudantes que se quedaran al cuidado de los huevos y otras tareas cotidianas y utilizó la niebla mágica para saber de antemano quién venía.

—Tranquilos, es solo Saren con dos novatos—les informó. Lean y Miloslava eran muy vulnerables y Giz sabía que entraban en tensión ante determinados transformados de aspecto más grotesco, a pesar de todas las protecciones que llevaban. Así al menos les ayudaba a mantener la calma—. Espero que no haya ocurrido nada... —en aquellos momentos era lo último que necesitaba el goliat. La puerta se abrió con un hechizo del genemago, para dejar pasar a los tres chicos, y se cerró tras ellos—. Por aquí— les llamó tras el marco de una puerta gigante.

Una buena distancia separaba el enorme recibidor de la primera de las habitaciones, en la que Giz se había asentado. Entre el genemago y los recién llegados se alzaban varias plataformas con plantas de colores brillantes creciendo salvajes en todas las direcciones y, una vez cruzaran el umbral, se toparían con aún más plataformas, esta vez con hienas de gran embergadura, peces flotantes, dos bebés de dragón blanco y hasta un jabalí de piel negra envuelto en llamas. Algunos de los animales les gruñirían, pero ninguno daría indicios de poder salir de su terreno. Cuando llegaran hasta él, Giz les saludaría alzando una mano y preguntaría directamente, procurando no sonar preocupado:

—¿Va todo bien?

La respuesta de Cío fue escueta y el norteño percibió perfectamente el mal humor que le había provocado la pregunta, por eso no insistió demasiado. Archi, sin embargo, fue bastante mas directo y no tuvo ningún problema en mostrarse prudente en su respuesta. Se notaba que le gustaba estar seguro de lo que decía.

De camino, Saren avisó a los dos novatos de que no se alarmaran si veían alguna clase de ser bizarro en las inmediaciones del laboratorio y les informó de que el genemago que iban a conocer a veces dejaba sueltas algunas de sus creaciones para estudiar su comportamiento.
—No suelen abandonar el barrio gigante, por eso no son peligrosas si vas con cuidado... —comentó, no demasiado seguro. Los cosechados desconocían esta información durante la criba.

El laboratorio de Giz no tardó en aparecer en la distancia y, tras un breve paseo, lo alcanzaron sin problemas. Era una construcción colosal, comunicada con otra aun mas grande desde el interior, y el selkie no terminaba de acostumbrarse por muchas veces que lo viera. Era asombroso.

La voz del goliat les invitó a pasar cuando el norteño llamó a la inmensa puerta y, abriéndola para los dos irrenses, Saren les invitó a adelantarse. Las creaciones del asreniano eran dignas de admirar y el idrino prefería que los novatos las asimilaran por su cuenta. Las brillantes plantas que ocupaban el recibidor eran muy llamativas, y las diversas criaturas que flotaban en las plataformas de la habitación donde les esperaba Giz eran variadas y extrañas. Algunas les gruñeron, pero ninguna podía salir de sus recintos, y cuando Saren vio jabalí asado estuvo a punto de echarse a reír. ¿Olería permanentemente a asado?

El genemago les recibió con un gesto de saludo y una pregunta directa, algo bastante típico en él.
—Hola, Giz —le saludó, devolviéndole el gesto—. Estos son Cío y Archime, novatos recién transformados —les presentó, abordando a continuación el problema que les había llevado hasta allí. Con el goliat merecía la pena ir al grano—. Cío es un demonio RaigAurum, como Lugh, pero tiene un problema genético de corazón... y su transformación le ha freído el marcapasos. Pensé que tal vez tu pudieras hacer algo por él —le informó a grandes rasgos, invitando a los dos irrenses a participar en la conversación con su postura corporal.

El kairós no perdió detalle de aquel barrio de proporciones desmesuradas. Había oído hablar de él a sus compañeros durante la criba, pero nunca había estado personalmente. El irrense hizo algo que hacía bastante tiempo que no ponía en práctica: comenzó a sacar fotografías del lugar. Aún a pesar de haber comenzado a formar parte de la ciudad tras sobrevivir hasta el día de la salida de la Luna Roja, el biomecánico no había abandonado el proyecto de crear una base de datos sobre Rocavarancolia en su ordenador. La información era valiosa siempre y nunca sabía cuándo podría necesitarla. Los macieleros presentes habían contado que lo único vivo que habían visto en aquel lugar había sido un insecto gigante, de mucho mayor tamaño que Xalkoth, y Archime se preguntó si se trataría de alguna de las creaciones del genemago que describía Saren.

Cuando avistaron al asreniano llamado Giz, el kairós estudió su apariencia, notando diferencias entre este y Gres además de la altura, preguntándose si sus capacidades como bendecido por la Luna tenían que ver con aquello a lo que se dedicaba o se trataba de algo que cualquiera con los conocimientos adecuados podría realizar. El ingeniero observó con interés los distintos experimentos e instrumental del asreniano que encontraron en su camino hacia donde los conducía el especialista. Era la primera vez que veía instrumental científico avanzado en aquella ciudad. No sacó ninguna foto porque no sabía si ello podría importunar a Giz y tampoco se sintió capacitado para realizar tal petición a un desconocido.

Se subió el puente de las gafas mientras el idrino, quien se ocupó de presentarlos, hablaba con el genemago y permaneció a continuación en silencio. Cuando Cío dedicó una fórmula de cortesía al asreniano, Archime dio un respingo, pues era consciente de que todavía olvidaba aquella clase de protocolos, y se apresuró a imitar al demonio raigaurum.
—U-un placer —articuló mientras imitaba el gesto de saludo que había visto realizar especialmente a humanos, recordando la fórmula que había usado Saren hacía menos de una hora con él—. También puedes llamarme Archi —le informó—. A Cío le falla el nodo sinoauricular —explicó sin más a continuación sin variar en ningún momento su tono neutro—. Su ritmo cardíaco es anormalmente bajo y padece fatiga, entre otras cosas. A largo plazo la arritmia podría provocar malformaciones en el músculo, por ello es preciso que se solucione lo antes posible. No le permitirían regresar a Irraria debido a las mutaciones visibles que ha sufrido su cuerpo debido al influjo de la Luna. O eso es lo que nos ha sido dicho, pero guarda, sin duda, la lógica.
El ingeniero proporcionó toda la información sin detenerse, haciendo pausas de exactamente el mismo tiempo entre cada frase y parpadeó rítmicamente durante dos segundos tras finalizar, manteniendo la mirada sobre el genemago en ese tiempo para después desviarla.

En otras ocasiones, Giz habría manifestado más curiosidad por las nuevas piezas y sus transformaciones, pero sabía que DL le traería muestras de todos y en aquellos momentos su mente estaba a otras cosas. Les estrechó la mano a ambos y sonrió evidenciando su cansancio al ver que uno de los irrenses tardaba en entender el gesto. A veces se olvidaba de que ni él mismo habría sabido responder hacía pocos años.


—Entiendo. Necesitaré varias muestras de material genético irrense, además de las tuyas —les explicó tras escuchar el problema de boca de Saren y Archi. En otras circunstancias, Giz se habría mostrado mucho más amable e incluso habría barajado la idea de ayudarles de forma gratuita—. Corregir eso no te va a resultar barato —continuó, dirigiéndose en aquella ocasión directamente al demonio RaiGaurum y siendo lo más franco que pudo—, pero puedo ser flexible con el pago dada la situación que es. A mí no me importa esperar, a tu corazón no tanto —el asreniano les comentó el precio original que tendría aquello. Era indudablemente alto, pero no tardó en sugerir una opción más a su alcance e igual de conveniente para él. Que vinieran con Saren le daba la confianza para hablarles de estos métodos alternativos—. He oído que en Irraria tienen una gran variedad de material genético conservadas, podríais pagarme con muestras si os resulta más sencillo.

El idrino no tendría problemas en reconocer el estado cansado del goliat, así como el nerviosismo y la prisa que calzaba. Esperaba salir pronto para poder continuar con su búsqueda de médicos que pudieran sacar a Noel del coma, pues hasta ahora no había tenido mucho éxito en esa empresa. Estaba tan pendiente de otras cosas que se olvidó de ser amable y preguntar a los nuevos por sus primeros días de transformación.

El portón se abrió lento y constante, definitivamente cosa de magia. Así, Cío ya se imaginaba antes de llegar a comprobarlo que aquel Giz no era ningún gigante. Tampoco recordaba que le hubieran mencionado que se trataba de un reptil, uno como la sendaria, quizás, aunque este tenía una membrana alrededor del cuello muy particular. En cuanto al edificio, al ver el interior comprendió por fin por qué necesitaba un espacio tan enorme. Estaba lleno de experimentos en diferentes plataformas, criaturas que no les quitaban el ojo de encima o sencillamente los ignoraban. Aunque varias tuvieran una apariencia medianamente normal, otras tenían rasgos imposibles sin magia. Algo debía mantenerlos en sus lugares, ya fuesen jaulas invisibles o que estaban bien domados, porque comenzaron a conversar sin que las expresiones amenazantes de varios de ellos tuviesen relevancia alguna.

En cuanto al genemago, este parecía un tipo un tanto seco. No le desagradaba por eso, tampoco. Tal vez era más serio, y quizá meticuloso, de lo que auguraba la jauría de monstruos con la que convivía, y eso era bueno. Le dio la mano y dejó a los demás explicar el problema, que aunque era suyo, no era a quien mejor se le daba hacerlo.

Luego vino el precio. Al menos el genemago era directo, aunque tuviese pinta de tipo ocupado. Podía parecer poco interesado en ayudar a tipos novatos como ellos, pero les estaba dando buen trato aun así. El irrense ni entendió la cantidad ni encontró sencillo conseguir muestras en su mundo «¿cómo se supone que vamos a robar ahí?». Aunque no conociera la divisa de Rocavarancolia era evidente que era caro.
―Las genotecas no están abiertas al público precisamente, pero tampoco tenemos dinero. Tendré que pensar alguna manera de reunir el dinero ―«cosa tremendamente sencilla tal y como estoy»― o… lo que pueda. ―Miró a sus acompañantes, dubitativo. No había mucho más que hablar con el genemago, más bien debía hablar con sus compañeros para encontrar cómo ganarse la vida en la ciudad, para conseguir ideas, o quizá para dar con otras soluciones. No pudo sacar demasiado optimismo de pensar en todo aquello.

Archime escuchó atentamente la explicación del asreniano elaborando una respuesta inmediatamente, aunque debido a su omnipresente vacilación a la hora de responder Cío se le adelantó y, después de que el demonio raigaurum hubiese hablado, el biomecánico esperó tres segundos antes de aportar su parte.
—Yo dispongo de una cantidad considerable de créditos —dijo mientras se subía el puente de las gafas—. Puedo comprar materiales irrenses cuyo valor en Rocavarancolia sea lo suficientemente alto como para conseguir una buena suma vendiéndolos. Se trata del procedimiento que iba a seguir de cualquier forma en un futuro cercano para iniciar mi propio negocio en cuanto fuese posible —informó—. Pero si pudieses proporcionarme alguna guía sobre las divisas rocavarancolesas y qué tipo de materiales o instrumental son codiciados en la ciudad resultaría de gran ayuda. —Se dirigió de nuevo a Giz mientras parpadeaba rítmicamente—. En cuanto al material genético, tendría que recurrir a la ilegalidad para obtenerlo, pero dadas las circunstancias tal vez sea lo más adecuado. Estoy convencido de que debe existir camuflaje mágico, ¿es así? Si estás muy interesado en esas muestras como es deducible quizás te compense ayudarme también a idear una forma de burlar la seguridad de las genotecas.
El irrense sabía que aquella situación era de vida o muerte, sin que dicha afirmación resultase exagerada, por ello no dudó en aceptar un encargo como aquel. Al fin y al cabo, ya no se podía decir que perteneciese a la sociedad irrense y resultaba evidente que si no lo hacía él mismo, era muy probable que el genemago obtuviese dichas muestras en otro momento y mediante otros medios. Si lo hacía él mismo, al menos se aseguraba de que no se producían daños a infraestructuras o personas.

Entre unos y otros estaban consiguiendo llamar la atención de Giz. El chico de la bata, que no se le había pasado por alto, parecía saber qué decirle para convencerle. <<Me caen bien estos novatos>>. Giz había oído hablar de las genotecas y lo único que no tenía para burlar la seguridad irrense eran conocimientos informáticos. De no ser por eso, y de que no quería dar un golpe en Irraria que apestase a Rocavarancolia, ya tendría las muestras consigo mismo.

—La ilegalidad es bastante legal desde la perspectiva de la ciudad, así que mejor guárdate los créditos para luego—decidió. Había matado alguien hace unos días, robar no le suponía ningún cargo de conciencia—. Cuento con lo necesario para infiltrarnos, salvo conocimientos técnicos para ser sutil—explicó—. Si puedo contar también con vuestra palabra, que imagino que sí, no tendré problemas en que cometamos las delincuencias tras la operación. En lo que sí os rogaría prisa es en la obtención de muestras irrenses. Cuanto antes las tenga, antes podré localizar y aislar los genes necesarios para llevar tu modificación genética a cabo.

>>Podréis encargaros de eso, ¿no? Por el material para conservar las muestras no os tenéis que preocupar, correría de mi cuenta.

A Giz, como era evidente, le venía mal viajar durante aquellos días. Pensar en esto le hizo caer en la cuenta de que Saren no sabía lo de Noel. Creía que lo normal sería decírselo, pero no le parecía correcto con dos desconocidos delante. <<Siempre puedo pedirles un segundo más adelante>>. Se decidió.

Cío miró a Archi sorprendido, «¿de verdad está dispuesto a hacer semejante préstamo a un tipo de mi calaña?». No solo eso, estaba dispuesto a hacer el trabajo por él. Ni en mil años se veía el raigaurum capaz de colarse en una genoteca para robar… solo tal vez con ayuda de una magia que desconocía y ni siquiera podía realizar.

A continuación el genemago les explicó sus limitaciones, sugiriendo que no había problema en operar antes del robo, siempre y cuando consiguiesen genes irrenses. Cío se llevó una alegría incluso si aquello significaba que podrían acabar muertos si no pagaban –de otro modo era imposible que el genemago, formando parte de una ciudad tan podrida como aquella, ofreciese tan tranquilamente un adelanto–. Pero tendrían que ir a Irraria de todos modos para conseguir las muestras, pues allí solo conocía ya a Archi. Recordar al pequeño Ippon lo puso nervioso y lo descentró durante varios segundos, luego continuó tratando de seguir la conversación.
―Traeremos el material en cuanto sea posible… lo mismo va para el pago. Tendremos que hablar antes de nada sobre cómo hacer todo esto, pero supongo que volveremos por aquí en breve. ―El irrense se pasó la mano por el pelo, chocando inesperadamente con los cuernos. La retiró de inmediato para que no se notara su torpeza y siguió como si no hubiese existido esa breve interrupción―. Agradezco la oportunidad ―le dijo con sinceridad al genemago―, no creo que pueda aguantar mucho más así. Es también por mi… transformación. ―Incluso usar el término se le hacía extraño. Habían mutado en monstruos, no había más vuelta de hoja.

Miró de reojo a Archi y se empezó a preguntar cómo podía ser tan generoso un tipo como él. Desde que había salido la Luna el raigaurum solamente había pensado en sí mismo. Ni siquiera le había preguntado si había descubierto qué eran aquellos sonidos que escuchaba –y suponía que así era–, y allí estaba, ofreciendo su dinero y su ayuda para cometer un delito. Aunque un delito en un lugar al que ya no pertenecían, todo fuese dicho. En Irraria no serían más que anomalías, con magia o sin ella. Si del dinero de Cío hubiera dependido, estaba seguro de que arruinaría a su familia y aun así no sería suficiente. Eso contando con que quisieran dar un solo crédito por él. Prefería no meterlos en aquello, por más de un motivo.

Permaneció atento a la respuesta del genemago y sopesó sus palabras antes de responder, esperando a que Cío hablase primero. Giz le causó buena impresión ya que resultaba evidente que no trataba de aprovecharse de ellos en ningún momento.
—Obtendremos algunas muestras entonces. Tan solo sería preciso saber si tienes alguna preferencia en cuanto a ello. Puedes obtener una mía ahora mismo si es adecuado —ofreció dedicándole una mirada parpadeante al genemago—. En cuanto al acceso a la genoteca, la programación es una de mis especialidades, no habrá ningún problema en ese ámbito —le informó a continuación—. Profundizaremos en ello cuando regresemos con las muestras de nuestra especie y realices la operación.

El asreniano se mostró de acuerdo y procedió a tomar una muestra del biomecánico, empleando un hechizo que el irrense desconocía para arrancarle un pelo desde la distancia. El ingeniero se interesó por dicho hechizo, ya que además les resultaría de mucha utilidad en la obtención de muestras y atendió al genemago mientras le explicaba su sencillo funcionamiento.

Como Giz solicitó hablar con Saren antes de que este se fuera, Cío y Archime abandonaron el edificio y decidieron esperar al idrino en la puerta para permitirles intimidad. El irrense comenzó a realizar en su cabeza un inventario de los preparativos que debía llevar a cabo para el regreso a Irraria.

Sigue en la Torre Serpentaria.

Saren se mantuvo al margen mientras Giz y los dos novatos conversaban, tratando de no molestar con su presencia. Era un asunto privado, a fin de cuentas, pero la acústica de aquella sala hacía muy difícil el ignorar los detalles de la conversación. Sonrió para si cuando Archi se ofreció a pagar los gastos de la operación de Cío, complacido al ver que las relaciones entre los novatos eran tan buenas. Su cosecha había tenido un índice de mortalidad bastante alto, pero aquello solo los había unido más, no los había distanciado. Pensar en estos temas le recordó algunos episodios de su propia criba, pero no tenía demasiadas ganas de rememorar malos ratos y decidió apartarlos de su cabeza.

Al parecer el Goliat necesitaba algo de material genético irrense para la operación y les encargó esa tarea a ellos, añadiendo que el pago serían algunas muestras de las genotecas de Irraria. Al parecer eran lugares fuertemente vigilados y el genemago quería trabajar con los recursos que allí guardaban, pero para entrar tendría que colaborar en persona con el kairós. Más tarde el selkie se ofrecería a acompañar al biomecánico a conseguir esas muestras para Cío, pero por el momento al parecer Giz tenía algo que decirle. Le había pedido unos minutos justo antes de despedirse de los irrenses y Saren, antes de seguirle, les dijo a los chicos que le esperaran.

No se imaginaba las noticias que tenía el asreniano para él, se le antojaban irreales, y durante unos minutos fue incapaz de decir nada. Cuando recuperó el habla, el chico se apresuró a preguntar si Noel estaba bien y si podía hacer algo por él, pero el goliat le explicó que ya se había hecho todo lo posible. Solo restaba esperar a que se despertara. A pesar de su tono monótono, las palabras de Giz lo tranquilizaron en parte, por lo que el norteño se despidió del cuchitrilero con la promesa de que iría a visitar al draco en cuanto despertara. Confiaba en la fortaleza del sueco, y estaba seguro de que pronto lo vería en pie y bromeando como siempre.

Se aseguró de que su expresión no alarmara a los novatos cuando se unió a ellos en la entrada, sonriéndoles con amabilidad.
—Bueno, al final ha ido todo relativamente bien. Giz es un buen tipo, ¿no os parece? —preguntó, echando a caminar de vuelta a la Sede—. En fin, ¿cuándo quieres salir hacia Irraria, Archi? Podemos ir mañana mismo si te parece bien.

Continúa en la Sede de los Taumaturgos.