Torreón Maciel (Archivo V)

Recuerdo del primer mensaje :

El único que comentó fue el insectoide, mientras que tan solo se ganó las miradas reprobatorias de los demás. No tardó en contestar al clinger.
-Quizás no será agilidad en tu planeta, Kamen Rider. Pero en mi planeta la agilidad es lo que te permite, por ejemplo, minimizar el daño de una caida, el accionar ciertos aparatos, abrir algunos temas de conversacion o el poder cargar con más o menos peso... Eso solo en ocasiones, claro que luego está la fuerza.-meditó unos instantes.- Luego tambien, a veces, el tener agilidad, implica que puedes potenciar tu velocidad, pero solo si no sabes decir otra palabra que el nombre de tu especie... Es un concepto bastante raro...-
Tanto Lara Croft como el clon de geonosiano tuvieron una breve discusión sobre que camino tomar. Aunque le doliera, el clinger tenia razón sobre el tema, pero la propuesta de Lara Croft era ampliamente más interesante y divertida. No vaciló en aquella ocasion y tomó la inciativa, mientras todavia tenian la discusión reciente.
El joven ruso abrió el camino del grupo. Aunque el insecto alienigena habia desbaratado sus planes la otra vez, él ya sabia a donde se dirigian y el guiar al grupo no le costó mucho, sobretodo teniendo en cuenta que en cuanto se habia callado, todos habian decidido unanimemente pasar de él.

-Estupidos Heart Ratings...-dijo en voz baja, al comprobar lo bajos que estaban. La tabla se extendia en siete columnas y, más abajo de cada una, una cara simpática dibujada que representaba a cada uno de los miembros del grupo. Justo debajo de esta, habia un número. Las columnas se llenaban de corazoncitos palpitantes dependiendo de este y, en estos momentos el número en todos era cero o cercano a este.

>> ¿Por que no me quieren? Soy adorable hasta el estandar de adorabilidad mortal -3-
>> Parece que va a llevarte un tiempo el entender el porque.

Pronto logró vislumbrar, en la lejania, el que era su objetivo actual, a donde les estaba llevando. Era un lugar algo desolado y tétrico. El último piso parecia estar construido con huesos de algun animal gigantesco. Aquello le dio un escalofrío. Unos olores le llegaron a la nariz. Una mezcla de olores que no podia distinguir unos de otros, pero que no olia igual que el resto de la ciudad. Algo perplejo, se fijó en las múltiples aves que sobrevolaban el torreón.
-Hay un nido de pajarracos.-les señaló, para indicarles que la cantidad de aves que iban y venian al torreón no era normal. Un mal presentimiento se acogió dentro de él. No le gustaban los pájaros negros.

Atravesaron los muros, franquearon el portón roto y finalmente llegaron a la puerta. Por el patio, habia huesos enormes repartidos. Algo le decia que fuera lo que fuera que hubiera pasado en aquel lugar años atrás, habria merecido más de una historia buena y graciosa. Se apoyó en la puerta de la entrada, como para intentar forzarla de alguna manera, para descubrir que en verdad estaba abierta. La pesada puerta se abrio con un chirrido y les abrio al que seria su nuevo hogar durante los próximos meses.
El joven atravesó el umbral con la mandibula colgándole y una expresión de pasmo increible, al contemplar lo que contenia la primera sala. Casi sin pararse a respirar, agarró las escaleras de caracol e intentó escalar de ellas, extasiado por aquel lugar. El metal rechinó y le hizo quedarse congelado con un pie sobre la barandilla. Quizás no seria muy sabio subir las escaleras del modo divertido. Lentamente, bajó el pie y subió las escaleras, al principio con un poco de duda pero luego aceleró el paso, hasta que se convirtió en una carrera, otro juego más.
Se paseó por la segunda planta, explorándolo todo, las camas y el escritorio con la silla a toda velocidad, emocionado por descubrir aquel lugar, dejó escapar una risilla divertida. Corrió de vuelta por las escaleras y llamó a los demás por la escalera para que subieran tambien para, a continuación, volver a retomar la subida por las escaleras como un crio que iba a abrir sus regalos de navidad.
Llego al tercer piso y no pudo hacer otra cosa que dar saltitos y retozar de felicidad. Aquella parecia ser un piso dedicado a entrenamiento. Asi que dedujo que pensaban, como mínimo, darles las herramientas para entrenar. Feliz, no tardó mucho en explorar el resto de aquel piso, porque de verdad tenia ganas de subir a la cuarta y última planta.
Cuando llegó, vio lo que esperaba ver. Infinitud de pájaros negros apuntando sus pares de ojos hacia el enclenque joven, intentando analizarle para saber si era una amenaza. Dejó escapar un grito ahogado de una mezcla de sorpresa y terror para entonces retroceder sobre sus pasos.
Bajó las escaleras, positivamente más feliz de poder alejarse de aquella cuarta planta cuanto antes y avisó a todos los que encontró que no debian acercarse a la cuarta planta, para luego describirles lo que vio.
Finalmente, de nuevo en la planta baja, se giró hacia los que estaban ahí presentes.
-¡Tenemos camas y un piso de entrenamiento! ¡Y hasta puede que un remake malillo de una peli de las de Hitchcock! ¿Habeis encontrado algo interesante por aquí abajo?-

Sonrió con satisfacción cuando la manzana hizo pleno, pero la risa que soltó se acalló con un nuevo manzanazo que esquivó a medias, siendo alcanzado en la mejilla. El clinger se había escondido como si fuese a empezar una guerra de lanzamientos, pero Cío no tenía ganas de despedazar más fruta ni ensuciar el torreón, aunque si de tirarle otra fruta a Xalk.
—Prefiero no tener fotos de este momento —respondió a Lara mientras se secaba con la mano el jugo que la manzana medio reventada había dejado en su mejilla. El clinger también pareció entrar en razón al ver a los pequeños de Lara, porque por un momento vio a aquel inconsciente llegando a tirar la fruta que le quedaba.

Dejada de lado aquella tontería –que tenía pensado devolverle tarde o temprano al insecto–, se puso a recoger los trocitos de la manzana que se habían desperdigado, echándole una mirada de reproche al clinger mientras hablaba con Lara.
—Son demasiado grandes, animal —opinó, sin rastro de mal humor.

Hasta entonces no se había fijado en el ir y venir de Shaco por la cocina y en que Keiria ya había regresado y estaba enfrascada leyendo. Lo que ya sí era imposible de ignorar era ver al humano dirigiéndose a la puerta del torreón cargado de armas.
—No sé qué cojones se te está pasando por la cabeza —se había acercado a donde Lara lo había interceptado—, ¿pero adónde vas con todo eso exactamente?

Dirke decidió hacer igual que la muchacha. Ya había visto a su varmana y el resto no le interesaban demasiado como para seguir mirando. La piel volvió a su sitio y se tumbó bocarriba sobre el colchón, con los brazos en la barriga y los ojos cerrados. En Rocavarancolia no daba demasiado el sol, pero siempre era agradable tomar lo poco que llegaba.

―No te rayas por eso. Pasa siempre y no depende de ti. Asi que preocuparte tampoco depende. Es una tontería―se encogió de hombros y continuó―. Piénsalo al revés: no todos ellos se transformarán en seres horribles. O eso espero―suspiró―. Como luego sean todos trasgos, puedes soltarme un "Te lo dije"―dejó escapar un amago de sonrisa.

"Hay cosas peores que un trasgo"
Seon cerró también los ojos. Había cosas que no se le iban con el tiempo. Como sentir la luz tras los parpados y la paz de la hora de dormir. Incluso si ahora vivia mas de día que de noche.
- Sí.- dijo estirandose sobre el colchón, y dejando las manos por encima de la cabeza.- Todos vosotros... - realmente quería abandonarse a la sensación del momento. Y cruzar... irse a dormir.- sois gente genial. Me alegro de conoceros.

La respiración de Seon se hizo pausada.
Había cedido a la tentación sin darse cuenta.

Era eso. Algo tan simple y nimio como la preocupación, sentimientos. No pudo evitar esbozar una mirada cargada de asco que penetró a través de sus ojos poblados de cansancio para finalmente abalanzarse a los presents como una mirada intimidante. Soltó un bufido.
―¿Y desde cuando mis idas y venidas son de vuestra incumbencia?―escupió.

No dejó que contestasen o si quiera les dio tiempo para pensar, ya que de nuevo, arremetió con ácido en la lengua.
―Ahora apartaos. Tengo asuntos más importantes que atender que esta pequeña función de circo que teneis montada. ¿O quizás quereis que me abra paso yo mismo?―dijo, alzando una ceja mientras fruncia el labio en una mueca peligrosa.
Tenia la postura tensa, sin llegar a ser amenazante, su mano se habia ido inconscientemente hacia la funda del mandoble, acariciando el mango y en sus labios tenia listo el hechizo de impacto. Si querian detenerle, iba a tener que ser por encima de su cadaver.

Lara se alejó de la puerta en cuanto Shaco les amenazó, no iba a arriesgar a los pequeños. Lo que fuera que le había ocurrido hoy había producido un cambio de pensamiento irreversible. Por mucho que en el futuro fuera a volver a ser el de antes, Lara no quería a ese energúmeno entre ellos. Xalkoth había demostrado que lo suyo había sido un problema de cultura. Shaco estaba demostrando ser gilipollas.

―Ahí tienes la puerta. Para irte. Pero cuando los serpelinos te desgarren los huevos no pienses que voy a ser yo quien te abra―se llevó una mano al marsupio y con la otra señaló a la puerta.

....

Dirke estaba tan tranquilo que tardó unos minutos en descubrir a Seon dormida. <<¿Y ahora qué hago?>>. <<¿La dejo así?>>. <<Será mejor que espere con ella, por si algo viene mientras duerme>>. El hombre árbol se incorporó de rodillas sobre la cama y se puso en alerta.

PLANO INTERMEDIO
El palacio de arena roja tiene pequeñas estalactitas que de vez en cuando dejan caer un hilillo. Una mesa de cristal, redonda y de patas ornamentadas ocupa el centro de la Sala Grande. Es un palacio de solo tres habitaciones, pero Seon lo llama así igual.
Alrededor de la mesa, hay 5 sillas, cada una diferente.  A la que esta tallada en madera rosada,  con volutas y florecillas grabadas en el respaldo, se sienta Brina. Es una silla ridículamente alta, que hace contraste con su dueña de metro y medio.
- Dama! – golpea con las manos en los muslos, dado que queda lejos de la superficie acristalada de la mesa.- Dile a Karin que se esté quieto.
El conejo de peluche, hoy marrón de parches verdes,  hace malabares sobre su taburete con las tazas de té.  A su lado, una butaca de terciopelo oscuro permanece vacía.  Otra silla roja a su derecha, tiene a su respaldo el pequeño ave que es Azazel, que deshaciéndose en humo, aparece como un muchacho sentado cuando la soñadora entra.
Seon coge al vuelo una de las tazas de Karim, y la llena de syv poniéndola sobre la tetera y dejando que el líquido caiga al revés.
-  Hay una silla que no había antes.
- ¿Esperamos visita?
- No. No, hoy no. Pero he tenido una idea hace poco, y le estoy guardando un sitio.
-Oh.
-¿Y cuál es el plan para hoy?- dice Brina inclinándose hacia delante.- ¿Sabes algo...de Gael?
- ¡Exijo elefantes! ¡Y piratas! Quiero ser un pirata en elefante.- dice Karim, dejando caer lo que tenía entre manos para cruzar sus brazos.
- ¿Tú no tienes peticiones, Aza?
- No.- la voz de Azazel es claramente tenor, pero siempre esta ronco. Seon no esperaba otra respuesta de su serio personaje. Pero todo es un dialogo bien ensayado. A veces incluso la sorprenden un poco, con una decisión de ultimo momento.
La soñadora en su palacio rojo, viste de azul marino como su pelo.  Es un vestido vaporoso, más largo por detrás, que según asciende se aclara. En el pelo lleva una corona de flores y hojas verdes hacen gruesas pulseras en sus muñecas.
-¡Hoy vamos a ir en colchón volador!
- No tengo interés...
- Azazel, no seas aguafiestas.
- ¡Viaje familiar!- Brina saltá al suelo y arrastra lejos de la seguridad de su asiento al niño de 10 años, que mide poco más que ella. Podría haberse hecho humo, pero se deja llevar con gesto de aburrimiento.
- No es como si volase, claro.
Los tres suben a un colchón viejo, Seon a la cabeza, con las manos en los bordes.

La actitud de Shaco no ayudó a que le respondiese rápidamente. De hecho, se le atascó un buen hatajo de improperios que le habría soltado por todos esos méritos a la gilipollez de los que hacía gala desde que se había levantado.
— ¿De qué vas, gilipollas? —soltó malhumorado. Claro que eran de su incumbencia, y de la de todos, les gustase o no. El colmo fue la amenaza de apartarlos si era necesario. «Se ha dado un golpe en la cabeza. Hace mucho. Por eso ahora es deficiente»—. Bien. Pues que te vaya bien. No vamos a sentirnos culpables si te joden, el imbécil básicamente eres tú.
Hizo un gesto de desdén y se apartó, aunque fue incapaz de desfruncir el ceño. Había conseguido cabrearlo de verdad, pero no pensaba, como había dicho, ni sentirse culpable ni preocuparse. Llanamente le preocupaba más el hecho de que esa mañana parecía haberse despertado otra persona en el cuerpo del humano, y estando en la ciudad de la magia y los monstruos aquello era más inquietante de lo que debería ser normalmente. Shaco ni siquiera había dicho adónde iba, pero su actitud hostil injustificada era lo que más ganas le daba de soltarle una hostia. A fin de cuentas sabría cuidarse allí fuera mejor que muchos otros, pero en ese momento no quería opinar algo positivo de él ni en pensamientos. Solo volvió a abrir la boca cuando ya se había marchado.
—Si vuelve le pienso poner miel en todas las comidas hasta que se purgue a conciencia —dijo, aunque sin demasiado rastro de humor.

Desde luego, el humano no se comportaba como debería, pero eso no era problema del clinger y pasó de todo. Sin embargo, la repentina hostilidad general sí que le puso alerta, y cuando el naranjito movió su mano hacia su arma el clinger hizo lo mismo. También tenía hechizos preparados por si había pelea.
-Dejad que se vaya. No es nuestro problema.

Inicialmente era partidario de que nadie saliera solo, pero si por impedirlo se ponía en peligro a alguien más prefería que saliera. “Mejor que muera él por insensato que varios de aquí por ayudar”

-Pero cuida como tratas a los demás. Se supone que somos tus amigos y compañeros. Si no nos consideras eso no te molestes en volver. No tiene sentido ayudar a alguien si no va a hacer lo mismo.

Cuando ya se hubo marchado atendió de nuevo al irrense... por desgracia.
-¡Qué gran idea! Es una buena forma de que aprendamos a identificar cosas que no se deben comer. ¡Decidido! A partir de hoy pondré miel en un plato al azar en cada comida, así podremos aprender por las malas. Creo que en esta cena se lo pondré al naranjo para que aprenda, pero las demás sí que serán aleatorias. ¿A que es genial?

Shaco se marchó y Lara lo siguió con la mirada, con el ceño fruncido. El buen humor que había surgido del manzanazo se había evaporado gracias al aprendiz. Estaba molesta por su actitud. No entendía qué era lo que llevaba al muchacho a comportarse así, pero no le gustaba. Suspiró ante la mención de la miel y luego clavó su mirada en Xalkoth.

—Tu experimento solo me gusta hasta el momento que deja de ser el aprendiz el que lo sufre. Pero si viene hoy, por mí como si le meais en la sopa—su tono rayaba entre lo serio y lo jocoso. Realmente no estaba segura de querer eso, igual que probablemente le acabaria abriendo la puerta si lo necesitaba. Por mucho que le hubiera amenazado con dejarlo fuera, Lara sabía que no sería capaz. Igual que no lo habría sido con Xalkoth. Sin embargo, había una diferencia entre ambos que si le preocupaba—. ¿A vosotros os parece normal este cambio de actitud de la noche a la mañana? ¿Y si las casas carnivoras le han implantado una semilla de rabia en el cerebro y se le están engangrenando las ideas? O a lo mejor pilló alguna enfermedad emocional o recibió una sobredosis de algún tipo de magia rara... O a saber. Pero no me gusta un pelo, chicos. Porque esto ya no tiene pinta de ser un malentendido por diferencia de culturas—no tuvo ningún reparo en mirar a Xalkoth, pero tampoco le guardaba ya rencor por aquel encontronazo con la daeliciana—. Tengo el presentimiento de que es algo mucho peor...—finalizó en su mejor tono místico.

—No sé ni por dónde empezar a decirte lo absurdamente estúpido que es eso —le respondió al clinger, con evidente cansancio. Se frotó los ojos brevemente y prefirió atender a Lara. Lo que decía tenía sentido y a la vez se resistía a sopesar ciertas teorías por ser tan fantasiosas. Él mismo había sopesado algún tipo de magia detrás de aquello, pero aún le costaba creer en ciertas cosas tan alejadas de lo racional. Por otra parte, el humano en ningún momento había demostrado ser emocionalmente estable, pero Cío de eso poco estaba al tanto—. Y yo qué sé… No me termina de cuadrar con ningún transtorno... ninguno de mi mundo, claro. Si se trata de alguna magia desconocida quizá habría que revisar los libros a fondo. Prefiero creer que tuvo algún accidente haciendo un hechizo a que haya pasado algo ahí fuera con él. Sinceramente, no me gustaría estar haciendo un drama si solo está haciendo el gilipollas por gusto.
Y aun así le reconcomía que estuviese solo por la ciudad. Seguía mirando la puerta y, en ese momento, se ofreció a subir de nuevo el puente, cosa que llevó a cabo rápidamente para después volver con los demás.

Para cuando llegaron a Maciel, ambos mantenían el rostro grave y serio que anticipaba las malas noticias.
Taro no había aparecido, y si estaba vivo o muerto era imposible confirmarlo.
A decir verdad, ninguno tenía esperanza alguna en su supervivencia, aunque la chica quisiera agarrarse a esa idea, solo por lo terrible de la otra. Nero, bastante convencido de un desenlace fatal, y a pesar del fastidio por la falta de emoción y las posibles repercusiones en el grupo, no estaba conmovido. Pero ah, que poco le gustaba no saber. No saber que había sucedido, no haber presenciado nada... Taro muerto era un desperdicio, y si su muerte era tal, ni siquiera le había dado el placer de enterarse.
Anriel se encargó de hablar:
- Taro ha desaparecido. No sabemos en que momento del regreso lo perdimos, pero no lo hemos encontrado. Es posible...- le costó arrancar lo siguiente de su boca- que las casas carnivoras de las que Marsi habló tuvieran algo que ver.

Lo dijo con más calma de la que había. Lo único que podía delatarla era el hilillo rojo corriendo por sus palmas, de haberse clavado las uñas con fuerza y los hombros tensos.

La búsqueda había resultado una sucesión de frustración tras frustración. Frustración por no encontrarlo, frustración por tener la casi certeza de que había caído presa de las casas carnívoras pero resultar imposible su confirmación. Frustración porque la magia no había servido de nada. Algo en el interior de Archime parecía querer aferrarse a la posibilidad de que la muerte de Taro era eso, una posibilidad, pero era la posibilidad más concluyente y por tanto la que debía aceptar como válida salvo que se probase errónea.

Pero el biomecánico no quería. Recorrió el camino de vuelta, atravesó las puertas de Maciel y se dirigió a su sillón. Todo ello en el más absoluto silencio, con la excepción de su respiración agitada, como de costumbre. Ni siquiera se había dado cuenta hasta ese instante de lo cansado que estaba. No dijo nada, pues Anriel ya había puesto en común todo lo que se podía exponer.

Y después de dirigir una mirada que reflejaba más decaimiento de lo que probablemente nunca hubieran observado en él desde la llegada a Rocavarancolia, el ingeniero abrió los archivos de uno de los grimorios. Tenía que existir alguna forma mágica de averiguar el paradero del carabés.

Había pasado ya un buen rato desde que Seon se había dormido. Dirke no la había querido despertar por si interrumpía sus cosas de soñadora y había aprovechado para tomar el sol tranquilamente. Lo cierto es que se estaba bien sobre el colchón y también le daba algo de pereza ponerse en movimiento. Sin embargo, el tiempo siguio su curso de tal manera que Dirke pudo ver a los cosechados volviendo. <<Faltan dos>> supo enseguida. Y uno de los que faltaban era su varmana <<Espero que no esté muerta>>. El otro le daba más igual. Realmente no tenía sentido preocuparse, como bien le había dicho a Seon, por lo que simplemente dejó la mente en blanco y decidio que era un buen momento para irse.

—Seon...—llamó a la sinhadre. Le dio un par de toquecillos y volvió a intentarlo. La muchacha no se despertó en ningún momento. Dirke torció la boca y luego sonrió divertido.

La soñadora se había olvidado de comentarle este detalle acerca de su transformación, pero sin duda hacía las cosas más interesantes. Dirke decidió ver la situación desde una perspectiva más entretenida y se lo tomó como si fuera una misión de sigilo: trataría de llevar a Seon de vuelta a Serpentaria sin que se despertara.

La tomó en brazos y la depositó sobre el tejado. Seguidamente condujo el colchón con un pie hasta que lo tiró a la calle. Entonces, saltó sobre el colchón y tomó tierra; lo agarró y lo arrastró sin mucho cuidado hasta la puerta de Maciel. Cada pocos segundos se volvía hacia el tejado para asegurarse de que Seon seguía a salvo.

Una vez dejó el colchón en su sitio, se situó junto a la pared de la casa en la que se habían subido y se transformó con cuidado en un árbol delgado, pero lo suficientemente alto para que sus ramas alcanzaran a la muchacha. Pasaron por debajo de ella, acunándola, y, de forma lenta, el tronco del árbol fue encogiendo con ella a cuestas. Al final, Dirke volvió a ser Dirke, más o menos. Su piel seguía tornada en madera y sus brazos habían desaparecido para formar un nido de ramas entrelazadas sobre su espalda. Seon dormía dentro. El alemán comenzó a andar de forma lenta, algo encorvado para mantener el equilibrio, echando raices a cada paso que daba para no caerse.

De momento la misión era un éxito y, en el rostro de Dirke, la satisfacción tallaba una sonrisa de oreja a oreja.

Sigue en la Torre Serpentaria.

-Vaaale- Dijo Xalk poniendo una cara típica de niño al que han dejado sin un juguete, después de que se negaran en redondo a la idea de envenenar a la gente en las comidas.

El tema de conversación cambió enseguida, centrándose de nuevo en el humano. Concretamente en su repentino cambio de actitud, algo que hasta al clinger le había parecido demasiado grande, y las preocupaciones por sus posibles causas. Y así, teorías sin ninguna base firme en la que apoyarse comenzaron a decirse.

-Hmmm. A mi un cambio así no me parece normal, pero hablo desde la perspectiva de mi raza, y creo que vosotros también lo hacéis desde las vuestras ¿No? Quiero decir... no es que sepamos mucho de su especie. Tal vez entre los suyos si que sea algo común, pero eso solo otro humano nos lo podría responder. En cualquier caso yo no me alarmaría tan rápidamente. Fuera de que resulte desagradable no ha pasado nada que nos suponga un peligro.

Ya más tarde comenzaron a llegar los demás al torreón, no era muy difícil ver que había preocupación en el ambiente, y se confirmó cuando les comunicaron la desaparición del carabés.
El clinger lo dio por muerto casi al instante. Si había desaparecido era porque le había pasado algo, y tanto en esta ciudad como en su mundo, cuando te pasa algo, fuera lo que fuera, te morías.
No le afectó la muerte del chico. Perder a compañeros era algo con lo que ya estaba familiarizado, y ni siquiera podía considerar a Taro como alguien cercano. Quizás... si hubiera sido alguien con quien tuviera más amistad habría sentido pena, pero no era el caso.

La noticia que portaban los recién llegados cayó sobre Lara como un jarro de agua fria. Algo se le revolvió dentro y no fueron los niños en el marsupio. Su mirada saltaba de los sinhadres a Archi y a Baurus con la expresión de quien reza a su suerte para que todo sea una broma de mal gusto. Si Shaco se había levantado con un humor de perros, ¿por qué no el resto? Sin embargo, nadie dio muestras de darle a Lara la satisfacción de llevar razón. <<Taro está muerto, entonces>>. Se puso en lo peor inmediatamente. <<Taro está muerto>>. Se repitió. La noticia de Neith ya la había acongojado, pero era una muerte distante. Su ausencia fue real incluso cuando había estado viva, no era algo a lo que acostumbrarse. ¿Qué estuvo con ella, un par de horas? Había un abismo de comparación. El carabés, sin embargo, dejaba un hueco vacío en maciel y Lara odiaba ese tipo de huecos. Si faltaba algún motivo para que la ordesa pusiera los pies en la tierra, esto fue suficiente.

Y de pronto volvió a pensar en Shaco y sintió un nudo en la gargana. Le dio igual que se hubiera comportado como un gilipollas y les hubiera amenazado. Se había ido solo y la ordesa no estaba preparada para perder a dos personas en un mismo día.

—Tenemos que salir a buscar a Shaco—su voz sonó afectada y con urgencia—. Se ha ido antes, estaba de mal humor, cogió las armas y nos amenazó con quitarnos del paso si no le dejabamos ir solo, así que le dejamos. Y no sabemos a dónde fue—hablaba de manera atropellada, respirando lo justo para seguir con su carrerilla, y aún así se podía percibir que se arrepentía de haberse retirado de la puerta y no haberle echado más cojones a Shaco—. Pero ahora... No podemos dejar que ande solo por la ciudad. No quiero que él también desaparezca...—y con desaparecer, se refería a morir. Le había quedado claro que Rocavarancolia no era una ciudad de medias tintas—. Tenemos que ir—repitió autoconvencida al tiempo que sacaba la lider de rol que llevaba dentro—. Preparad los mapas—dijo a nadie en concreto, antes de volverse para hablar directamente con Archi—. ¿Hay algún hechizo para buscar personas que se han ido? Si no lo hay, estoy dispuesta a usar el hechizo de amplitud sensorial y olfatear cada palmo del suelo hasta que demos con él—lo peor de aquello es que lo decía en serio—.. Voy a prepararme.

Si nadie le echaba el alto, Lara subiría a por sus cosas para salir.

El regreso de los que habían salido venía plagado de malas caras. Se había levantado del sofá en cuanto llegaron para bajarles el puente y al subir se encontró aquello. No había asumido siquiera la ausencia de Taro debido a que había llegado un poco más tarde a la reunión y ya podría no estar a la vista. Le faltó un segundo para preguntar qué había pasado, dado que nadie parecía herido, pero la voz de Ri se encargó de responder a la pregunta no formulada. Era la voz porque a la sinhadre apenas logró enfocarla mientras hablaba.
—¿Y… y ya está? ¿eso es todo? —Se llevó una mano a la frente, que retiró inmediatamente. Sus gestos eran torpes y nerviosos—. Desaparece y ya está… —volvió a murmurar. «Tiene que ser una broma, una puta broma». Evidentemente, sabía que no lo era. Se sintió ligeramente mareado. Lo cierto era que nunca había vivido la muerte tan de cerca. Se dio cuenta en ese momento de que, a pesar de todo lo mentalizado que se creía, no estaba ni una pizca preparado para asumir lo que significaba vivir en Rocavarancolia. En un primer momento sucumbió a la confusión, incapaz de definir claramente cómo se sentía. Lo que le hizo reaccionar primero fue la mención de Shaco por parte de Lara, que vino acompañada de un mazazo de culpabilidad que apartó a manotazos de sus pensamientos.

Lara ya tenía sus propios planes, pero se la veía histérica. Cuando iba a desaparecer escaleras arriba la agarró de un brazo, deteniéndola.
—No somos responsables, ¿recuerdas? Él lo es —dijo sin alzar apenas la voz. Después la soltó. A cualquiera podía pasarle algo, ahí estaba la prueba. Pero era esencial mentalizarse de que no eran culpables de aquello, como no lo eran los demás por haber perdido de vista a Taro—. Pero si aun así sales, yo también voy. —No volvería a salir nadie más solo, y en ese momento le daba igual si él era útil o no allí afuera.

Archime levantó la vista de la pantalla cuando Lara comenzó a explicar que Shaco se había ido por su cuenta. Volvió a bajarla al instante, para tratar de encontrar todavía más rápido algún sortilegio que permitiese localizar a alguien de alguna manera. Era probable la existencia de algo así habiendo notado que las diversas utilidades de la magia sustituían en muchas ocasiones a los avances tecnológicos.

Volvió a alzar la vista cuando la ordesa le hizo aquella pregunta y la miró unos instantes en silencio antes de responder.
—Se trata precisamente de lo que estoy tratando de encontrar —constató antes de volver a sumergirse en las fotografías de los textos llenos de hechizos—. Necesito algo más de tiempo…

El biomecánico se enfrascó entonces en la búsqueda por completo y al cabo de aproximadamente un cuarto de hora encontró algo. No hubiese tardado tan poco si no fuera porque sabía qué partes del manuscrito podía descartar debido a que conocía sus contenidos al detalle. “Hechizo de localización”. Casi saltó del asiento cuando lo leyó y se levantó efectivamente menos de un segundo después para perderse escaleras arriba a una velocidad, lenta para el ojo de casi cualquiera pero considerable para su falta de forma física, que no pudo mantener más que unos breves instantes.

El ingeniero regresó al salón poco después cargando con el diccionario y volvió a mostrar en pantalla la página donde había encontrado el hechizo. Le llevó unos minutos más descifrarlo con la ayuda del diccionario y, en cuanto consideró que comprendía todo lo necesario, lo probó. Y no sucedió nada. Lo volvió a intentar con el mismo resultado. Y otra vez. Otra más.

Archime repasaba nerviosamente el texto una y otra vez, asegurándose de que no había traducido incorrectamente nada, haciendo anotaciones por si acaso… No sucedía nada. Se mordió el labio inferior con un deje de desesperación abriéndose paso en su neutra expresión habitual. Por primera vez no era capaz de realizar un hechizo. No se trataba de que le faltase práctica y no obtuviese los resultados debidos como sucedía con otros sortilegios que requerían adquirir una mayor habilidad en su uso y con los que ya había lidiado anteriormente. Simplemente no era capaz de ejecutarlo.

—No puedo —sentenció al cabo de varios intentos infructuosos observando a los presentes con una rápida mirada para terminar posando la vista sobre Lara. La voz le temblaba ligeramente y los gestos del irrense transmitían nerviosismo—. Soy incapaz de realizar el hechizo.
Por segunda vez en el día, Archime sintió el peso del fracaso sobre los hombros. Y ello provocó algo inesperado en él. Tras volver a intentar dos veces seguidas el hechizo, el biomecánico cerró de golpe el diccionario y, levantándose de nuevo del sillón, lo dejó caer en un gesto que evidenciaba su frustración antes de caminar lentamente sin mirar a nadie para perderse escaleras arriba, dirigiéndose al estudio. Era la primera vez desde que tenía memoria que exteriorizaba tan visiblemente una sensación pasional como aquella.