Torreón Maciel (Archivo V)

Recuerdo del primer mensaje :

El único que comentó fue el insectoide, mientras que tan solo se ganó las miradas reprobatorias de los demás. No tardó en contestar al clinger.
-Quizás no será agilidad en tu planeta, Kamen Rider. Pero en mi planeta la agilidad es lo que te permite, por ejemplo, minimizar el daño de una caida, el accionar ciertos aparatos, abrir algunos temas de conversacion o el poder cargar con más o menos peso... Eso solo en ocasiones, claro que luego está la fuerza.-meditó unos instantes.- Luego tambien, a veces, el tener agilidad, implica que puedes potenciar tu velocidad, pero solo si no sabes decir otra palabra que el nombre de tu especie... Es un concepto bastante raro...-
Tanto Lara Croft como el clon de geonosiano tuvieron una breve discusión sobre que camino tomar. Aunque le doliera, el clinger tenia razón sobre el tema, pero la propuesta de Lara Croft era ampliamente más interesante y divertida. No vaciló en aquella ocasion y tomó la inciativa, mientras todavia tenian la discusión reciente.
El joven ruso abrió el camino del grupo. Aunque el insecto alienigena habia desbaratado sus planes la otra vez, él ya sabia a donde se dirigian y el guiar al grupo no le costó mucho, sobretodo teniendo en cuenta que en cuanto se habia callado, todos habian decidido unanimemente pasar de él.

-Estupidos Heart Ratings...-dijo en voz baja, al comprobar lo bajos que estaban. La tabla se extendia en siete columnas y, más abajo de cada una, una cara simpática dibujada que representaba a cada uno de los miembros del grupo. Justo debajo de esta, habia un número. Las columnas se llenaban de corazoncitos palpitantes dependiendo de este y, en estos momentos el número en todos era cero o cercano a este.

>> ¿Por que no me quieren? Soy adorable hasta el estandar de adorabilidad mortal -3-
>> Parece que va a llevarte un tiempo el entender el porque.

Pronto logró vislumbrar, en la lejania, el que era su objetivo actual, a donde les estaba llevando. Era un lugar algo desolado y tétrico. El último piso parecia estar construido con huesos de algun animal gigantesco. Aquello le dio un escalofrío. Unos olores le llegaron a la nariz. Una mezcla de olores que no podia distinguir unos de otros, pero que no olia igual que el resto de la ciudad. Algo perplejo, se fijó en las múltiples aves que sobrevolaban el torreón.
-Hay un nido de pajarracos.-les señaló, para indicarles que la cantidad de aves que iban y venian al torreón no era normal. Un mal presentimiento se acogió dentro de él. No le gustaban los pájaros negros.

Atravesaron los muros, franquearon el portón roto y finalmente llegaron a la puerta. Por el patio, habia huesos enormes repartidos. Algo le decia que fuera lo que fuera que hubiera pasado en aquel lugar años atrás, habria merecido más de una historia buena y graciosa. Se apoyó en la puerta de la entrada, como para intentar forzarla de alguna manera, para descubrir que en verdad estaba abierta. La pesada puerta se abrio con un chirrido y les abrio al que seria su nuevo hogar durante los próximos meses.
El joven atravesó el umbral con la mandibula colgándole y una expresión de pasmo increible, al contemplar lo que contenia la primera sala. Casi sin pararse a respirar, agarró las escaleras de caracol e intentó escalar de ellas, extasiado por aquel lugar. El metal rechinó y le hizo quedarse congelado con un pie sobre la barandilla. Quizás no seria muy sabio subir las escaleras del modo divertido. Lentamente, bajó el pie y subió las escaleras, al principio con un poco de duda pero luego aceleró el paso, hasta que se convirtió en una carrera, otro juego más.
Se paseó por la segunda planta, explorándolo todo, las camas y el escritorio con la silla a toda velocidad, emocionado por descubrir aquel lugar, dejó escapar una risilla divertida. Corrió de vuelta por las escaleras y llamó a los demás por la escalera para que subieran tambien para, a continuación, volver a retomar la subida por las escaleras como un crio que iba a abrir sus regalos de navidad.
Llego al tercer piso y no pudo hacer otra cosa que dar saltitos y retozar de felicidad. Aquella parecia ser un piso dedicado a entrenamiento. Asi que dedujo que pensaban, como mínimo, darles las herramientas para entrenar. Feliz, no tardó mucho en explorar el resto de aquel piso, porque de verdad tenia ganas de subir a la cuarta y última planta.
Cuando llegó, vio lo que esperaba ver. Infinitud de pájaros negros apuntando sus pares de ojos hacia el enclenque joven, intentando analizarle para saber si era una amenaza. Dejó escapar un grito ahogado de una mezcla de sorpresa y terror para entonces retroceder sobre sus pasos.
Bajó las escaleras, positivamente más feliz de poder alejarse de aquella cuarta planta cuanto antes y avisó a todos los que encontró que no debian acercarse a la cuarta planta, para luego describirles lo que vio.
Finalmente, de nuevo en la planta baja, se giró hacia los que estaban ahí presentes.
-¡Tenemos camas y un piso de entrenamiento! ¡Y hasta puede que un remake malillo de una peli de las de Hitchcock! ¿Habeis encontrado algo interesante por aquí abajo?-

«¿Militar?» pensó al escuchar la respuesta de Marsi. No desconocía el término, sino que le parecía algo terriblemente arcaico. Cuerpo del orden y militar no era lo mismo. Si había militares, había guerras. En su mundo la historia era complicada y aquellos términos habían dejado de tener importancia después de la gran glaciación.

Al terminar la pelea empezó con la tarea de subir cubos de agua para darse por fin el baño que había pospuesto desde la mañana. Buscó a Archi, que estaba trabajando, y le preguntó si era un buen momento para usar la magia que le había pasado en la demostración. Esa vez, al fin, se tomó un baño largo de verdad. Duró lo que tardó el agua en templarse y lo disfrutó como si en realidad no estuviese en aquel simulacro de cuarto de baño de verdad. Era un placer muy simplón recuperar el agua caliente, pero le daba igual si solo era un capricho. Teniendo en cuenta las condiciones que vivían tenían derecho a que esas minucias les hicieran la vida más agradable.

Aquel día cenaron pronto, cortesía de Keiria. Ocupó rápidamente su silla habitual y se sirvió más carne que verdura. No prestaba mucha atención a las palabras que se intercambiaban en la mesa, pero la pregunta de Marsi le hizo levantar la mirada del plato y observar a la ulterana responder. Había explicado algo al respecto en algún momento al principio, le sonaba, pero como en aquellos días todo eran novedades no retuvo demasiado de lo que escuchó, solo que estaba mal visto por algún motivo. Esa noche, sin embargo, se explayó mucho más. Los detalles rozaban lo absurdo, y el mundo del que venía la pelirroja tenía que ser, por fuerza, de bárbaros. Y que la otra ulterana pudiese llegar a hacer algo así era el colmo. Resultaba, de repente, que ya no solo había peligro de muerte por diferencias culturales entre mundos, sino también entre los del mismo. Para una sociedad tan pacífica como la irrense aquello era terriblemente absurdo. Por eso mismo Cío no supo qué decir, pero apretaba los puños casi sin ser consciente.
—Vaya panda de subnormales —dijo entre dientes de forma prácticamente inaudible. Aquella historia lo había puesto de mal humor.

Marsi se quedó de piedra. En su mundo había gente de piel muy oscura, y aunque en su ciudad no solían gustar demasiado los extrangeros el querer exterminar a alguien por una razón tan simple y superficial era impensable. Al menos para ella lo era. Pensó en Sura y en como había prometido protegerlos, no podía imaginársela haciendo algo tan horrible a alguien tan dulce como Keiria. <<Pero... ¿y si ocurre?>> La rata no parecía gran cosa hasta que tocaron su altar, Talento no era agresivo hasta que le mostraron un libro.

-No vamos a permitir que te haga nada. -dijo con seguridad- No le diré nada a Sura pero si llega a enterarse no pienso dejar que te haga nada.

Era una motivación más para su entrenamiento. Comió un poco por cortesía, porque la noticia la había dejado con mal sabor de boca, pero dio las gracias y ayudó a recoger.

-Quiero empezar cuanto antes- le dijo a Ri, tal vez de forma más brusca de lo que le hubiese gustado- Solo dime... cuando.

Xalkoth se encontraba sentado a la mesa con el resto y Archime quiso realizarle la propuesta que tenía en mente para su beneficio, no obstante no llegó a formularla debido a la conversación que comenzó a desarrollarse en torno al ojo oscuro de la ulterana. El biomecánico atendió a la historia de Keiriarei, tratando de analizar lo que decía desde la prespectiva de un mundo diferente a Irraria. Para un irrense en la acutalidad aquella noción era impensable, no obstante el ingeniero conocía bien la historia de su propio mundo y en el pasado la sociedad era radicalmente distinta a como era en el presente. Viéndolo desde ese punto de vista, no le costaba creer que en Ulterania pudiese existir una discriminación cultural tal, aunque seguía resultándole chocante el haberlo oído puesto en palabras por su compañera de torreón, ya que hablaba de genocidios y masacres como si se fuese algo tan común en su mundo como podía serlo la sustitución del brazo por el implante estándar en Irraria.

Se mantuvo, no obstante, en silencio durante toda la cena, cavilando para sí sobre lo que había explicado la ulterana y planeando en su mente qué medidas mágicas debería tomar si alguna vez Surásara descubría el ojo de su compañera y debían intervenir.

Una vez hubieron terminado de cenar, el biomecánico se acercó al clinger con intención de comentarle lo que había querido decirle desde que bajó del piso superior.
—Xalkoth, tengo una propuesta que creo que podría resultarte beneficiosa —le dijo al insecto mientras se subía las gafas—. Esta tarde he traducido... creo que podría anclar un hechizo térmico al poncho que utilizas para guarecerte del frío.
Una vez más recordó que debía abreviar y emplear vocabulario de uso más extendido. Aunque todavía seguía resultándole muy complicado.

La historia de Keiria se le antojó muy extraña al clinger. Siempre había ignorado el por qué del parche, pero jamás se había preocupado por ello. Ahora que sabía el por qué no pudo sino llegar a la conclusión de que la mitad de los habitantes de su mundo eran idiotas.

-Menuda estupidez- Eso fue lo único que llegó a decir, pero en verdad la idea de que se matara a gente por motivos como ese se le antojaba estúpida. Era solo un color, nada que pudiera ser prejudicial para ellos mismos o para el grupo. No había ninguna razón lógica por la que deberían morir.

Cuando hubieron terminado, Xalkoth se preparó para volver a esfumarse, ya que como todas las noches esperaría a que la mayoría se hubieran dormido para seguir practicando magia en secreto.
Esta vez sin embargo, fue detenido por Archi. Curioso, el insecto atendió a la propuesta que este tenía que ofrecerle, a la vez que se le iba iluminando la cara al comprenderla.
-¿¡De verdad!? ¿¡Harías eso por mí!?- De puro entusiasmo cogió al irrense de las manos a la vez que daba saltitos de alegría. Se acababan las noches heladas.

-¡Por supuesto que te dejo hacerlo! Ya no tendría que preocuparme por el frío nunca más!

La reacción de Xalkoth cogió por sorpresa a Archime, quien dio un leve respingo y miró al clinger con expresión desconcertada mientras este lo cogía de las manos para, posteriormente, dar unos botes que sacudieron al biomecánico. El corazón se le había acelerado ligeramente, obligado a realizar un movimiento brusco al que no estaba acostumbrado, y las gafas se le habían deslizado por el puente del hocico por lo que volvió a subirlas una vez más.

Una vez el clinger hubo cesado aquella interacción social que todavía escapaba a la comprensión del irrense -aquello no era tan sencillo de comprender como la diferencia en los registros a la hora de hablar-, le pidió su poncho para comenzar el proceso. El irrense abrió la fotografía de la página donde se explicaba aquel procedimiento así como sus notas manuscritas sobre su traducción. Llevó a cabo el sortilegio térmico tal y lo ancló siguiendo las instrucciones, comprobando que funcionaba tal y como estaba descrito
—He empezado con temperatura baja, puedo aumentarla si lo precisas.

Tras dos intentos más, el insecto pareció satisfecho con la temperatura y le devolvió por última vez su poncho. Normalmente le habría pedido un traspaso de energía, pero ya que no iba a practicar más magia aquel día no lo consideró necesario. Además, también era de su interés propio el haber realizado el anclaje.

Una vez cumplido su ofrecimiento, el biomecánico se instaló en el sillón de siempre para continuar programando como de costumbre. Horas más tarde, el irrense volvió a quedarse dormido en una postura incómoda, como también era costumbre, de puro cansancio mientras tecleaba.

Y llegó la hora de la cena. Hambriento, el aprendiz comio sin reservas aquella noche, sentado como solia y su voracidad fue disminuyendo a medida que el aura tensa que habia ido creando Keiria con su historia. Tragó entonces, con cierto pesar. Todos mostraron su apoyo a Keiria y a su causa. Algo le decia que él deberia tambien decir algo, como apoyo y, aunque sentia empatia por la chica, simplemente no sabia que decir para hacerla sentir mejor. Tras unos segundos meditando que decir, logró arrancar unas palabras de su garganta.
-Pero ahora no estamos ahí. Aquí no hay más bandos que uno. El de la supervivencia.-le dió otro bocado a su cena, mientras seguia hablando.-Porf efo, no te preocupfes... Nafdie aquí tolerará... -tragó.-...que alguien decida arbitrariamente quien tiene derecho a vivir o no.-

Con varios ojos posados en él, terminó con una risilla un tanto nerviosa mientras se sumia de nuevo en su plato.

Keiria no se esperaba aquellas reacciones por parte de sus compañeros, por lo que solo pudo limitarse a agradecerles sus palabras con sonrisas tímidas, no sabía que decirles. Terminó de cenar en silencio, aliviada de que los demás la apoyaran con aquel tema, una sensación muy extraña al haber estado toda la vida rodeada de ulteranos que no habrían dudado en matarla si les hubiera contado lo que les había contado a los otros cosechados. Después de terminar, la pelirroja recogió y limpió la cocina, disculpándose después con sus compañeros y anunciando que se iba a dormir, estaba muy cansada, y su almohada la estaba llamando.

No tardó en caer inconsciente cuando se metió en su cama, y arrastrada por el sueño tuvo una noche tranquila. Despertó temprano, y cuidándose de no despertar a Marsi, a Lara o a Ippon, la ulterana salió de la habitación y fue a darse un baño, relajándose bajo el agua durante un rato. Aquellos baños matutinos la ayudaban a despejarse, y siempre empezaba el día con buen pie después de darse uno. Bajó hasta el salón tarareando por lo bajo, y al encontrarse a Archi desnucado en su sillón habitual se le escapó un chasquido de desaprobación con la lengua.

Primero se dirigió a la cocina y preparó un poco de leche y unos bollos que dispuso en una bandeja, y tras servirse un poco de caviar en dos rebanadas de pan para si misma, se acercó hasta donde dormitaba el irrense y dejó el improvisado desayuno frente a él.
-Archi -le llamó con suavidad-, ¿te apetece desayunar? -preguntó mientras le daba un mordisco a su tostada. Prefería despertarle antes que continuar viéndole dormir en aquella postura incómoda.

Su sueño fue interrumpido por una voz que le llamó, provocando que el biomecánico se sobresaltase y diese un bote en el asiento. Se recolocó las gafas que se le habían torcido al gesticular y parpadeó lentamente dirigiendo una mirada a Keiriarei, identificándola entonces como la dueña de la voz, antes de volver a bajar la vista. Desactivó el modo hibernación del ordenador de su brazo y comprobó donde se había quedado la noche anterior. Una vez se sintió satisfecho, cerró el terminal mientras la ulterana colocaba aquellos alimentos frente a él.
—Resultaría conveniente —dijo únicamente con su habitual tono monocorde teñido de cierta somnolencia tras unos segundos de silencio.

El gesto de sobresalto en el rostro de Archi al despertarse, unido a la respuesta que le dio a su pregunta, le arrancaron una sonrisa a la ulterana. El biomecánico empezó a comer en silencio, concentrado en la tarea que tenía entre manos mientras la pelirroja le observaba con gesto distraído dando buena cuenta del resto de su tostada. En cierto modo comprendía las dificultades que tenía el irrense para comunicarse con los demás, pues a ella le había pasado lo mismo tiempo atrás, y aunque ahora había suavizado esa forma de ser, a veces le seguía costando hablar con desconocidos. Sin embargo eran compañeros, llevaban conviviendo varias semanas, y la muchacha intuía que aquella relación se iba a prolongar bastante tiempo: quizás era hora de dar un leve empujón al muchacho.
-Archi, ¿sabes dar las gracias? -le preguntó, tirando de lo primero que le vino a la mente- Solo es curiosidad, no te estoy regañando ni nada -rió con suavidad la pelirroja, apartándose un mechón de pelo de los ojos.

Desde el patio les llegaban los sonidos que hacía Shaco al entrenar, y Keiria se preguntó a cuantos habría despertado aquella mañana con sus gritos mientras esperaba la respuesta del biomecánico.

Archime había comenzado a dar buena cuenta de los bollos tan en silencio como de costumbre, sumido en sus pensamientos que consistían en organizar la práctica de magia que llevaría a cabo aquel día. Al fin y al cabo había pactado con Lara que comenzarían el ensayo de la levitación esa misma tarde. Fue interrumpido por la ulterana y cuando habló le dirigió otra breve mirada que volvió a apartar antes de responderle.
—Tienes razón, Keiriarei —le dijo mientras se rascaba la nuca con cierto nerviosismo—. Te lo agradezco.
Por supuesto el irrense conocía el protocolo, pero hacía tanto tiempo que no lo aplicaba que ya nunca se acordaba de que se suponía que debía realizar convenciones sociales tales como saludar o dar las gracias. Continuó comiendo lentamente, comenzando a preguntarse cuántos elementos de la socialización aun le resultaban incomprensibles o no era capaz de llevar a cabo.

Sueño Nº3: Crisis en el Palacio entre las Nubes:

Se levantó con el corazon bastante acelerado. ¿Dragones? ¿Qué podria significar aquello? Y lo peor de todo, aunque se habian librado del Byakko por el momento, las palabras del Rey Mono resonaron en su cabeza. Tendria que enfrentarse a aquel enorme Tigre Blanco que le perseguia y derrotarlo, ya que matarlo era imposible. Era una excentricidad, una inmortal, lo cual tan solo volvia el concepto de la muerte en uno aun más irrisorio y ridículo.
Y, además, no habia aprendido nada de aquella chica, Mei Hùllín.

-¿Qué quiere de mi? Yo... No me acuerdo de nada...-murmuró entre dientes. Entre los pequeños agujeros del torreon, la luz solar comenzó a colarse. Se preparó y salió a la ventana, aun dándole vueltas a todo el asunto del sueño y sus memorias perdidas. Sentia que tenia que hablarlo con alguien, pero pensaba que nadie le creeria. Ya tan solo le habia costado habituarse a que le llamasen por el nombre del Bufón Demoniaco de aquel popular juego MOBA que tantas horas se pasó jugando. Si sabia que se lo iban a tomar tan en serio como su nombre, habria elegido otro más molón, quizás Megatrón. Muy posiblemente Megratron.

Pero el aprendiz no se mentia. Fuera cual fuera su nombre, sabia que no se acostumbraria. Estaban en aquella ciudad, que, lo que en un principio habia parecido el inicio de una aventura sin precedentes estaba lentamente convirtiendose en una historia de terror. Gente estaba muriendo. Habia gente muerta de miedo, los habia que no se fiaban de los otros... Aquello terminó por convencer al aprendiz por optar por no revelar su amnesia a ninguno de sus compañeros.

>> Ninguno se fiaria de alguien que les lleva mintiendo desde el principio... Mejor que sigan creyendo que soy el personaje que represento...

Con otros pensamientos deprimentes, se asomó al pequeño hueco que le permitia contemplar la ciudad. El amanecer la bañaba y las sombras se extendian. La ciudad gris, la ciudad de los milagros se despertaba y comenzaba otro día. El joven ruso hinchó sus pulmones y, entonces, descargó su habital y energético saludo al nuevo día, montando tanto escándalo como cualquier otro día. Al bajar, trotando por las escaleras, pero todavia problemado con sus ideas, estuvo apunto de tropezarse en más de una ocasión. Abajo estaba silencioso. Archi yacia KO tras otra noche intensa de hacer lo que debiese de hacer cada sera, pues solia encontrarsele ahí abajo y aun a aquel día no sabia en que se tiraba todo su tiempo sin ir a la cama. Fuera lo que fuera, no debia de ser muy sano.

Entró a la cocina, se procuró un buen desayuno y, tras dar buena cuenta de él, salió al patio donde se sumió en sus entrenamientos habituales.

Otra vez volvía a apartar la mirada y hacía gestos que denotaban nerviosismo, y aunque entendía los problemas del muchacho a la hora de relacionarse, no podía evitar sentirse frustrada.
-Con Keiria es suficiente, prefiero que mis amigos me llamen así -le dijo con otra sonrisa, dándole a entender que lo consideraba algo mas que un mero conocido-. ¿Sabes Archi?, a mi hace tiempo también me costaba recordar todas estas normas sociales -comentó sin apartar la vista de su rostro-. Viviendo aislado apenas eres consciente de lo que te rodea, y aunque haya gente a tu alrededor te olvidas de como tratar con ellos al darle mas importancia a tu trabajo o a tus estudios. No se si te interesara, ¿pero sabes como me acostumbre, al menos en parte, a tratar con los demás? -le preguntó- Procure centrarme en la gente mas cercana que tenía, prestándoles atención todos los días, fijándome en la forma en que se comportaban entre ellos y la manera en que se dirigían a mi. Terminas por darte cuenta que socializar no es tan extraño, es mas fácil ser uno mismo con las personas que te aprecian y que te comprenden.

No sabía explicarse mejor, no era algo fácil de expresar con palabras y ella misma había aprendido a base de ensayo y error. A Keiria no le importaría que Archi la considerara una amiga y empezara a tratarla como tal, pero ella solo podía ofrecerle consejo, lo demás dependía del propio irrense.

A Nero los gritos de Shaco no parecían afectarle lo más minimo. De ser de otra manera, hace tiempo que  le hubiera dicho algo. Anriel en cambio lo escuchaba todos los días sin excepción, solo había mencionado algo una vez y aunque no había servido para nada, no había vuelto a abirr la boca. Al fin y al cabo, contaba con las quejas de otros, y nada de lo que pudiera decirle iba a sonar bien. Pero aquel día se arrastró fuera de la cama hasta el patio. Dormía con un camisón blanco de verano, sobre el que llevaba un jersey gordito y granate que le sobraba por todos lados. Mantenía el aspecto somnoliento de quien apenas ha dormido tres horas, y el pelo revuelto de los que se mueven en sueños.
- Shaco.- llamó.- Por favor,deja de gritar a estas horas. - y lo hubiera dejado ahí, para cualquier otra persona, pero decidió darle una explicación más larga para asegurarse de haberlo pedido correctamente.- No soy diurna como tu, y aunque Nero y yo nos adaptemos, mantengo mi intención de dormir a la hora del amanecer.

En realidad, creía que tampoco los diurnos solían despertarse a esa hora.

Con su rutina habitual, el aprendiz habia empezado por una serie de ejercicios de relajación básicos, seguidos de una leve meditación. Estando en un ambiente relajado y sosegado, recibio a Ri con una sonrisa tranquila, en contraposición con una cara de recien levantada que traia ella. Al instante, le echó la bronca y el joven ruso se sintió terriblemente culpable. Cruzandose de piernas, hizo una exagerada reverancia, ya que estaba en una postura de meditación para empezar y, casi pegando la cabeza contra el suelo, habló.
-¡L-Lo siento mucho! ¡N-No era mi intención molestar!-exclamó sin levantar la cabeza, apenado.-¡No volverá a pasar!-

La explicación de Keiria hizo que Lara se sintiera incómoda por la broma que había gastado. Estuvo a punto de saltar de nuevo con un segundo discurso, pero se le adelantaron varios compañeros y le dijeron a Keiria lo mismo que ella habria dicho, aunque de forma menos épica y más resumida. Lo dejó estar y se lo dijo a sí misma: <<La proxima vez que se junten, pienso tener a Sura bien vigilada. Si no ve que aquí la tontería de las facciones pasa a un segundo plano, la que va a acabar emparchada por falta de ojo va a ser ella>> Entendía que tuvieran que relacionarse entre grupos, pero no estaba dispuesta a dejar que nadie de Letargo se les subiera a la chepa. Si de verdad descubriendo lo del ojo intentara matarla, más le valdría a Sura estar dispuesta a seguir el mismo camino.

Los bebés no dieron mucho jaleo y Lara pudo permitirse una buena noche. No lloraron hasta bien entrada la mañana, probablemente por hambre, y la madre de los quintillizos no pudo despertarse de mejor humor. Comparado con el día anterior y esa sensación de vacío al creer que los había perdido a todos, sus llantos eran como música para sus oídos. Se levantó de un salto y los fue acunando uno a uno. Cuando los tuvo a todos en su marsupio, Lara se puso a bailotear por la habitación mientras les cantaba canciones infantiles improvisadas. Cuando se dio cuenta de que podría molestar, salió al pasillo y cogió las escaleras.

Llegó hasta la pared de hueso y madera que había improvisado bajo el arco que daba al nido y se quedó allí sentada. Se apoyó contra una de las paredes y se acomodó en un escalón. El aire se filtraba por los agujeros y Lara lo agradeció enormemente. Cuando estuvo a gusto, volvió a darle a las canciones para los niños.

Archime volvió a alzar la mirada cuando Keiriarei le siguió hablando con la intención de confirmarle que la llamaría por su nombre acortado si es lo que quería, pero sus siguientes palabras previnieron que el biomecánico abriese la boca. La ulterana había dicho "amigos". El prodigioso cerebro del ingeniero tenía dificultades para procesar una información como aquella. Sus palabras evidenciaban que Keiriarei lo consideraba su amigo y ello descolocó por completo al irrense. Trató de atender al resto del discurso de la chica mientras varios tics nerviosos lo asaltaban. Comprendió el significado de lo que se le estaba diciendo pero no lo asimiló al momento ya que todavía continuaba dándole vueltas a la noción que se le había revelado.

Archime nunca había tenido amigos. Siempre aislado de otros niños en el colegio, estudiando y construyendo cosas... Y completamente solo en su taller durante los últimos dos años. ¿Qué había que hacer cuando se era amigo de alguien? ¿Y si no era un buen amigo? Pero lo más importante, ¿en qué momento y por qué dos personas podían considerarse amigas? Si la chica lo consideraba su amigo, ¿el resto de sus compañeros también?

El programador se mordió el labio inferior con nerviosismo una vez la ulterana terminó de hablar, incapaz de volver a emitir palabra alguna durante varios segundos más.
—Sí... —articuló finalmente—. La observación es un buen método para... Yo estoy tratando de hacer lo mismo porque Cío me dijo... bueno... Me dijo que no hablaba normal y que... Uhm... ¿Keiria? —le dirigió otra breve mirada antes de apartar la vista y bajar inconscientemente la voz antes de formular otra pregunta—. ¿Somos amigos?
Aunque sus palabras le habían hecho pensar que así era, debía confirmarlo.

La historia de Keiria recibió bastantes más comentarios –con más sentido y más audibles que el suyo–, que al menos lograron devolverle la sonrisa. Aún seguía pensando en lo agotador que era descubrir poco a poco las diferencias entre todos ellos, y por esas mismas diferencias se ahorró el comentario sarcástico que le habría hecho a Nero sobre lo reconfortante que era que en tantos otros mundos donde Keiria nunca iba a vivir no fuesen unos bárbaros. La cena terminó y ayudó a limpiar la mesa sin decir gran cosa, desapareciendo poco después escaleras arriba.

A la mañana siguiente el grito diario del humano lo despertó una vez más. Creía haber estado soñando algo pero ya empezaba a olvidarlo. Se despertó confuso, con la boca seca y la sien palpitando, ya solo por eso Shaco se merecía que le pusiera la zancadilla al pasar cerca de su cama, pero como casi cada mañana, no había ánimos para moverse. Lentamente fue siendo consciente del dolor de cabeza con el que se había despertado, que crecía a medida que se sentía más espabilado. «Quiero una puta pastilla». Ya sabía que el primer día que le diese una migraña iba a lamentar haber nacido. Si se terminó levantando de la cama fue porque cenar tan temprano había provocado que ahora su estómago no parase de hacer ruidos incómodos. Había gente abajo, pero pasó como un fantasma hacia la cocina sin prestar atención y empezó a hurgar en las cestas «fruta, demasiado fría… calentar leche, demasiado trabajo…». Se sentó en la mesa tras coger un bollo y empezar a mascarlo. Encendió la pantalla holográfica de su ordenador buscando hacer algo para pasar el rato, pero no era tarea fácil no entendiendo ni una palabra. Cansando de todo, se derrumbó sobre la mesa, con la cabeza apoyada sobre el brazo izquierdo y sujetando bajo la mesa con la otra mano el bollo a medio comer. En sus oídos empezó a sonar una vocecilla irritante, que aunque no entendiera sabía bien qué diría: «Error. Obstrucción de la emisión holográfica».
—Que te jodan —gruñó en respuesta a la voz que solo él podía escuchar.

Solo pasó así un minuto, hasta que abrió los ojos de repente y levantó la cabeza. «¡Magia! Si hay para curar heridas tiene que haber para esto».
—¿Archi? —llamó. En el otro lado de la sala estaban el biomecánico y Keiria—. ¿Tienes un minuto?