Torreón Maciel (Archivo V)

Recuerdo del primer mensaje :

El único que comentó fue el insectoide, mientras que tan solo se ganó las miradas reprobatorias de los demás. No tardó en contestar al clinger.
-Quizás no será agilidad en tu planeta, Kamen Rider. Pero en mi planeta la agilidad es lo que te permite, por ejemplo, minimizar el daño de una caida, el accionar ciertos aparatos, abrir algunos temas de conversacion o el poder cargar con más o menos peso... Eso solo en ocasiones, claro que luego está la fuerza.-meditó unos instantes.- Luego tambien, a veces, el tener agilidad, implica que puedes potenciar tu velocidad, pero solo si no sabes decir otra palabra que el nombre de tu especie... Es un concepto bastante raro...-
Tanto Lara Croft como el clon de geonosiano tuvieron una breve discusión sobre que camino tomar. Aunque le doliera, el clinger tenia razón sobre el tema, pero la propuesta de Lara Croft era ampliamente más interesante y divertida. No vaciló en aquella ocasion y tomó la inciativa, mientras todavia tenian la discusión reciente.
El joven ruso abrió el camino del grupo. Aunque el insecto alienigena habia desbaratado sus planes la otra vez, él ya sabia a donde se dirigian y el guiar al grupo no le costó mucho, sobretodo teniendo en cuenta que en cuanto se habia callado, todos habian decidido unanimemente pasar de él.

-Estupidos Heart Ratings...-dijo en voz baja, al comprobar lo bajos que estaban. La tabla se extendia en siete columnas y, más abajo de cada una, una cara simpática dibujada que representaba a cada uno de los miembros del grupo. Justo debajo de esta, habia un número. Las columnas se llenaban de corazoncitos palpitantes dependiendo de este y, en estos momentos el número en todos era cero o cercano a este.

>> ¿Por que no me quieren? Soy adorable hasta el estandar de adorabilidad mortal -3-
>> Parece que va a llevarte un tiempo el entender el porque.

Pronto logró vislumbrar, en la lejania, el que era su objetivo actual, a donde les estaba llevando. Era un lugar algo desolado y tétrico. El último piso parecia estar construido con huesos de algun animal gigantesco. Aquello le dio un escalofrío. Unos olores le llegaron a la nariz. Una mezcla de olores que no podia distinguir unos de otros, pero que no olia igual que el resto de la ciudad. Algo perplejo, se fijó en las múltiples aves que sobrevolaban el torreón.
-Hay un nido de pajarracos.-les señaló, para indicarles que la cantidad de aves que iban y venian al torreón no era normal. Un mal presentimiento se acogió dentro de él. No le gustaban los pájaros negros.

Atravesaron los muros, franquearon el portón roto y finalmente llegaron a la puerta. Por el patio, habia huesos enormes repartidos. Algo le decia que fuera lo que fuera que hubiera pasado en aquel lugar años atrás, habria merecido más de una historia buena y graciosa. Se apoyó en la puerta de la entrada, como para intentar forzarla de alguna manera, para descubrir que en verdad estaba abierta. La pesada puerta se abrio con un chirrido y les abrio al que seria su nuevo hogar durante los próximos meses.
El joven atravesó el umbral con la mandibula colgándole y una expresión de pasmo increible, al contemplar lo que contenia la primera sala. Casi sin pararse a respirar, agarró las escaleras de caracol e intentó escalar de ellas, extasiado por aquel lugar. El metal rechinó y le hizo quedarse congelado con un pie sobre la barandilla. Quizás no seria muy sabio subir las escaleras del modo divertido. Lentamente, bajó el pie y subió las escaleras, al principio con un poco de duda pero luego aceleró el paso, hasta que se convirtió en una carrera, otro juego más.
Se paseó por la segunda planta, explorándolo todo, las camas y el escritorio con la silla a toda velocidad, emocionado por descubrir aquel lugar, dejó escapar una risilla divertida. Corrió de vuelta por las escaleras y llamó a los demás por la escalera para que subieran tambien para, a continuación, volver a retomar la subida por las escaleras como un crio que iba a abrir sus regalos de navidad.
Llego al tercer piso y no pudo hacer otra cosa que dar saltitos y retozar de felicidad. Aquella parecia ser un piso dedicado a entrenamiento. Asi que dedujo que pensaban, como mínimo, darles las herramientas para entrenar. Feliz, no tardó mucho en explorar el resto de aquel piso, porque de verdad tenia ganas de subir a la cuarta y última planta.
Cuando llegó, vio lo que esperaba ver. Infinitud de pájaros negros apuntando sus pares de ojos hacia el enclenque joven, intentando analizarle para saber si era una amenaza. Dejó escapar un grito ahogado de una mezcla de sorpresa y terror para entonces retroceder sobre sus pasos.
Bajó las escaleras, positivamente más feliz de poder alejarse de aquella cuarta planta cuanto antes y avisó a todos los que encontró que no debian acercarse a la cuarta planta, para luego describirles lo que vio.
Finalmente, de nuevo en la planta baja, se giró hacia los que estaban ahí presentes.
-¡Tenemos camas y un piso de entrenamiento! ¡Y hasta puede que un remake malillo de una peli de las de Hitchcock! ¿Habeis encontrado algo interesante por aquí abajo?-

- Me toca. - exclamó la vouivre y observó a los cosechados sobre los que sus amigos ya habían apostado.-  Sobra decir que todo daeliciano o daeliciana que aparece o vaya a aparecer es un cadáver para mí. - informó en un principio.- La ordesa diré que vive, es una madre irresponsable, pero no ha abandonado a sus hijos. - siguió.- Creo recordar que la vez anterior aposte por la muerte de las varmanas. Esta vez le voy a dar un voto de confianza a esta, así que digo que vive. Pero la mole de carne ochroria muere, no creo que pudiera escapar de un monstruo corriendo aunque quisiera. Para compensar la muerte de todo daeliciano, diré que todo humano vive, especialmente la chica. La ulterana del parche muere y la otra… casi que también. De los irrenses muere el de los dos brazos metálicos y lo digo por su bien. Con lo graciosa que es la luna, seguro que lo transforma en algo que le haga perder los metálicos y que no tenga regeneración. El escarabajo pelotero diré que muere y uno de los sinhadres también… la chica, por ejemplo. Todavía no he tenido trato con la parte masculina de ese mundo. ¿Quién me queda? El carabés… le dejo vivir. - sentenció finalmente la vouivre.

Sigue en el Cuchitril.

Cuando terminó de comer se quedó en la silla simplemente escuchando conversaciones a su alrededor. Los del otro torreón estaban ya a punto de irse, y al despedirse hizo un gesto con la cabeza para todos en general.
—Hasta la próxima.
Al último al que se quedó mirando mientras se iban fue al grandullón rarito. Realmente era extraño que, aunque lo soltasen, se lo hubiesen traído. Le sorprendió que nadie lo comentase, pero viendo que no había pasado nada, salvo el incidente de su falta de escrúpulos, se abstuvo de decir algo al respecto. Se fijó en que Ippon por fin comía cuando ya Lara se llevaba a la del hocico escaleras arriba. Sería raro tener a alguien diferente por allí, pero no necesariamente malo. Eso le recordó que era el momento idóneo para decirle a Shaco lo que no había podido en toda la semana. A fin de cuentas parecía estar de buen humor y soltando sus incoherencias de siempre.
—Oye —lo llamó acercándose, sin saber muy bien por dónde empezar—. Ahora que has empezado a entrenar otra vez… y ya que ha sacado el tema la… —señaló escaleras arriba, incapaz de recordar el nombre de la varmana— invitada, ¿podría empezar a entrenar contigo?
En su cara se podía notar que dudaba al preguntar, incómodo por tener que hacer esa petición. Sin embargo prefería hacerla en ese momento que no acercarse al patio y acoplarse cual marginado de la clase. Además le ponía nervioso lo torpe que pudiese terminar resultando. De hecho, el nerviosismo le hizo toquetear su ordenador, pero se detuvo a tiempo cuando estaba a punto de encender la pantalla holográfica distraídamente.

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Cuando todos los letarguinos se fueron, Marsi, con ayuda de los macieleros se instaló con relativa facilidad. Estirandose, el aprendiz preveia una intensa tarde de entrenamientos. Como si fuese la primera señal de su premonición, Cio se acercó a hablar con él. Parecia dispuesto a querer entrenar con él pero algo inseguro de que no le iba a dejar. Por su parte, el aprendiz le escuchó hasta el final pero no pudo evitar adoptar una postura gatuna cuando el irrense intentó llamar a la varmana por su nombre. Unos escuetos "miaumiamiau" brotaron de sus labios mientras el otro terminaba. En cuanto lo hizo soltó una larga risotada.
-¡Por supuesto! ¡Tú y los que querais, claro!-le dijo con tono amigable mientras le palmeaba un hombro, aunque fuese metálico.-Qué, ¡por cierto! ¿Cuando querriais empezar?-planteó la pregunta.

Nero se despidió con un gesto amable al grupo y entró desperezandose. "Dia social", se dijo mirando con pocas ganas la comida después de un primer bocado. Por como solian cocinar Ri o Kei, dedujo que era obra de la madre peluda.

- Me han dicho que teníamos una huesped. ¿Donde está?- Anriel señaló escaleras arriba en silencio, y Nero subió a ver a la nueva. Recordaba aquella chica bestia, varmana por lo que había leido de su libreta y con el pelo más sinhadre de toda la cosecha, si exceptuaban a las niñas flor. Estaba dejando las cosas sobre una cama vacía, en la habitación de Lara.- Oh, hola. Ya me han contado que te quedabas. Solo venía a darte la bienvenida.

Anriel, en el piso inferior, había podido oir la conversación entre el irrense y Shaco. Prefirió dejar a Cio marcharse después de obtener las respuestas que necesitase y se acercó al humano para plantearle algo antes de perder la oportunidad.
- A mi me gustaría pelear contigo, como práctica.

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Para cuando temrinó con el irrense Ri llegó y le habló. Las palabras que dijo, con la tranquilidad que lo dijo, descolocaron al aprendiz. Era consciente que seria de práctica, pero de pronto su moral se dividió en dos. Por una parte, la chica gozaba de diversos dones para la pelea y su espíritu indomable ardia en deseos de probarla con sus propias manos, pero por otra parte, el enfrentarse a una persona tan tranquilia que no se alteraba y, encima de todo, una chica, le descolocaba.
-Esta bien...-dijo algo vacilante al cabo de unos segundos.-Solo para practicar.-añadió con ojos vidriosos.

-Bien.- dijo esbozando media sonrisa.- cuando te sientas preparado entonces.

El chico estaba ya dispuesto, por lo que Ri trenzó su pelo rapidamente para que no estorbase y salió al patio.

- ¿El primero en llegar a diez toques? No golpeo suave. - lo propuso por dar algun tipo de limite al combate. Cuando lo vio preparado, midió sus reflejos con dos amagos y al tercero golpeó el vientre del chico con fuerza. Un segundo golpe llego sin compasióna su espalda, tras lo cual buscó espacio. Su boca formo un "dos" pensativo.

Marsi había dejado el cuchillo de caza y estaba dudando si dejar su látigo también o llevarlo encima. Nero apareció por la puerta y la varmana se giró para responder a su saludo. Él se había quedado fuera con Kora, así que no habría oido las razones de su visita.

-Solo me quedaré unos días- explicó- Tu... er... aurva se ha ofrecido a enseñarme su estilo de lucha. Me va a venir muy bien.

Marsi desvió la mirada bruscamente a la puerta, le había parecido que le llamaban. Cuando se disculpó con un gesto y fue a asomarse al pasillo, se dio cuenta de que eran ruidos de pelea.

-Parece que ya han empezado- comentó.

Al final dejó su látigo en su mochila y bajó a ver qué hacían los del patio. Ri y el chico raro estaban peleando, por lo que Marsi aprovechó para buscar una buena posición para mirar y quedarse con los movimientos de ambos. Se quedó apoyada en la puerta con los brazos cruzados, y sus músculos tensándose debido al tic que había desarrollado en los entrenamientos de Sura.

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Estaba tan nervioso como excitado. La chica se recogió el pelo en una trenza, lo cual captó la atención del ruso por una razón distinta al motivo de la albina. Finalmente estaban los dos listos. Sin armas, con un número limitado de golpes.

>> ¿Para que poner un límite? Tampoco creo que nos vayamos a pegar tan fuerte.

Estaba en una postura de vaga concentración. No aposta, no queria entrar a la sarten con todo lo que tenia sin antes comprobar hasta donde podia llegar la chica. Un golpe, dos golpes. Demasiado lentos y sin duda no imprimia toda la fuerza que tenia. Tardó menos de un segundo en darse cuenta de lo que estaba preparando la chica y entonces si que agradeció que hubiese un límite de golpes. A la altura del estómago recibió una potente pierna que le dejó paralizado el tiempo suficiente para recibir un segundo golpe a la espalda, cayendo de bruces contra el suelo, mordiendo el polvo, puesto que ni siquiera habia tenido las manos preparadas para detener la caida y el consiguiente golpe. Vio entonces que la chica se apartó, creando espacio y el aprendiz rió débilmente, aun tirado en el suelo con el dolor del estómago y la espalda muy recientes. Su rsia fue ganando sonoridad y vida a medida que pasaban escasos segundos y, desde entonces, el ruso no se contuvo.

Rodando en el suelo usando el hombro, alzó las piernas en aire durante un istante antes de ponerse de pie de un salto. De ahí, rompió en una carrera mientras seguia riendo. Casi a cuatro patas, atacó a la sinhadre. Sus movimientos se habian vuelto más rápidos y, como pudo apreciar, eran totalmente aleatorios. El ruso usaba seis diferentes tipos de golpe con sus manos, usando prácticamente toda forma de esta, desde usando la yelma de los dedos como si tuviese una garra, pasando por una palma abierta para finalmente cerrarse en un puño. Algunos golpes iban más rápido que otros y con la tormenta que estaba desatando y, probablemente debido a la novedad de este estilo, Ri fue retrocediendo. Debido a que no habia patrón alguno con sus seis puños acabó cediendo tanto terreno que se vio contra la pared. Y en ese instante, el aprendiz imitó lo que habia hecho segundos antes y, con un salto lanzó una poderosa patada a la altura del hombro de la chica, mientras todavia seguia riendo.

Marsi no sabría cuanto habia sorprendido a Nero esa noticia, ni la sonrisa burlona que iba a ganarse Anriel cuando lo hablaran en privado. Porque ambos sabían que no era un gesto propio de la sinhadre. ¿Obedecer o aceptar? Quizás, pero ¿proponerse? Cuando probablemente Marsi le retrasaria en sus propios entrenamientos y resultaria un lastre. No, no sonaba mucho a Ri.

Anriel en aquel momento retrocedía ante los golpes aleatorios de Shaco, confusa por el ataque de risa de su contendiente. Reir en una pelea se le antojaba desaconsejable. Era ganas de quedarse sin aire ni energías antes de tiempo. El golpe en el hombro le hizo trastabillar y cayó rodando y reicorporandose inmediatamente después, haciendo un minimo gesto para quitarse polvo de encima. Hubiera preferido otro momento cuando todos estuvieran ocupados en sus propias cosas, pero también había estado en alguna competición y las miradas en su nuca fueron ignoradas. Estaba centrada en lo que hacia. A partir de ese momento, los golpes, aunque mas continuos, eran bloqueados por uno y por el otro. Con otra patada al pecho sumó otro punto. Había empezado a jadear con suavidad.

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El aprendiz vio que su ataque habia funcionado asi que siguio de esta manera hasta que finalmente Ri era capaz de mantener el ritmo de sus puñetazos. La suerte le cortó su tanda cuando Ri logró plantar una sincronizada patada en el pecho que le hizo apartarse lo suficiente para que cesasen de nuevo los golpes por unos instantes. El ruso se limpió el sudor de la frente y suspiró, antes de dirigirle una sonrisa pícara a la albina. Tenia al cuerpo encendido, todos sus musculos se batian ante la minima sugerencia de su mente. Y ni siquiera tenia que estar preocupandose del cansancio que le afloraba. Estaba en mitad de una pelea y la estaba disfrutando tanto que cosas tan triviales como el dolor ni aparecian. Finalmente, fue él quien retomó la inciativa para enzarzarse de nuevo. Adoptando una postura propia de una carrera de las olimpiadas, el aprendiz volvió a cargar con sus carcajadas, esta vez batiendo un puño en dirección a las agujas del reloj, como simulando una hélice mientras se acercaba.

Todo parecia indicar que se trataba de un derechazo directo hacia el rostro de la chica y que el movimiento del brazo que en esos momentos realizaba solo era algo típico de la extravagancia que el chico acarreaba. Pero el último segundo, el último metro, el flexible cuerpo del ruso urdió la trampa. Derribandose a si mismo, aprovechando que la sinhadre estaba preparada para esquivar o protegerse del puñetazo, el ruso atacó con una descarga de su espinilla hacia las corvas de la chica, derribándola, girando en el suelo una vez más como si estuviese haciendo breakdance, el aprendiz dió una patada giratoria contra el suelo, con el objetivo de darle en todo el estómago. Quizás por los reflejos o por la presentación exagerada del ruso, la sinhadre logró rodar para esquivar el segundo golpe, no dejándole concatenar dos seguidos. Riendo de una manera que podria parecer burlona, y tirado sobre el suelo, apoyó su cabeza sobre su puño mientras le dedicaba otra sonrisa pícara a la chica.
-¿Qué? ¿Quieres tomarte un descanso?-le dijo en broma para luego explotar en una risotada.

A su manera, la sinhadre lo estaba disfrutando, pero no era su estilo andarse con florituras, ni mucho menos conversaciones.
- Solo después de ganar.- fue todo lo que dijo, pateando el suelo para que se incorporase. La siguiente parte del combate la hizo con ferocidad. Enzarzando un golpe con otro y buscando dejar sin aire a Shaco. El marcador, entonces igualado a 3, subio rapido a su favor. "seis, cuatro" pensó sin detenerse, cuando escuchó la risa de Nero. Fue lo suficiente para desconcentrarla. Shaco tomó la ofensiva, y Ri detuvo algunos golpes con dificultad, acusando su falta de aguante en lo que a dolor se refería. Apretó los dientes esquivando uno a su izquierda, y volviendo a desempatar, brevemente con un golpe lateral.

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La sinhadre logró una ventaja clara en cuanto a marcador se trataba, adelantandose puntos sobre el aprendiz. Sin embargo, aquello no duró, pues hubo una inconstancia en su ritmo y el joven ruso no vaciló en aprovecharse de ello, sin piedad. Logró recuperar su marcador antes de ser silenciado de nuevo por un golpe lateral de la sinhadre. Entonces fue el chico quien buscó el espacio para replantearse otra estrategia. Apartado un par de pies, reflexionó sobre las posibles salidas que tenia. Se acercaban a la decena de puntos y la ventaja de la albina habia sido casi predominante durante todo el encuentro. Debia romper ahí y ahora su predominancia si queria vencer. Y vaya si queria vencer.

Volviendo a la postura casi a cuatro patas, el aprendiz rondó a la chica unos instantes antes de volver a lanzarse, casi de lado, en el último instante logró pegar un salto y lanzar una patada en línea recta. Sin embargo aquella vez la sinhadre se lo esperó y logró esquivarlo limpiamente. Y entonces se volvia a encontrar en desventaja. Si optaba por rodar, cabia la posibilidad que la chica intentase atacarle entonces, creyendole más débil. Pero sin embargo, el chico decidió seguir luchando.

Como en una graciosa ironia, se mantuvo apoyado con sus brazos en el suelo y comenzó a lanzar un estallido de patadas mientras sus piernas estaban en el aire. Moviendose con los brazos usandolos a la vez de piernas, en una postura del pino, el aprendiz parecia estar luchando de broma. Pero para Ri, que estaba sufriendo el ataque, pudo apreciar que aquellas patadas no eran para tomarselas a risa. El aprendiz habia logrado sacar un punto con eso. Unos segundos despues, volvio a haber una inflexion en el cuerpo del chico cuyas piernas quedaron como paralizadas y su cuerpo fue a desplomarse contra el suelo, como muerto. En el ultimo segundo en el que se esperaria el restallido de este, el chico aprovechó la fuerza de la gravedad para impulsarse con sus piernas el torso y, tras sentarse delante de la chica, comenzó a desencadenar otra serie de patadas de tirabuzon, mientras lentamente se ponia de pie. Sacandole la ventaja entonces en puntuacion, el chico optó por un golpe amartillante de un salto, usando para ello ambos codos, habiendose propulsado con la inercia al ponerse de pie.
Y, aunque logró encadenar el golpe sobre el pecho de la chica, se habia expuesto los lados ante un ataque. Un golpe en las costillas y otro a la altura del pecho le hicieron retroceder. De nuevo, empatados por el último golpe.

Trazando circulos con sus piernas el aprendiz retrocedió y soltó una última risa, antes de a modo de desafio con la cabeza, retó a la chica una última vez. El ruso corrio hacia ella y el resultado fue...


-Ay...-se quejó el aprendiz. Estaba tumbado boca arriba en el suelo, con su trasero y piernas colgando en el aire y clavado al pavimento. Tenia la parte izquierda de la cara hinchada pues el último golpe que habia logrado darse, habia sido por la chica quien se habia alzado con la victoria. Sentia entonces toda la fatiga y el dolor. Las costillas aullaban el pecho rechinaba y tenia las piernas como engranajes oxidados. Pero sonreia. Aun con el dolor y cansancio sonreia como un amanecer. Tirado en el suelo rodó sus ojos hacia la chica, que tambien habia recibido bastante castigo, pero que todavia se tenia en pie.
-¡Eres superfuerte!-exclamó, alzando su pulgar desde el suelo. Y entonces, rio, pero como al reir se hacia daño, fue una risa entrecortada con quejidos.

Ri se detuvo jadeante después del último golpe. Había sido un combate tan fiero como el que pudiera tener en clases, con el añadido de tener que enfrentar algo que no conocía y no era predecible. Cuando escuchó el piropo de Shaco, aun el suelo, sonrió. Y era probablemente la primera vez que sonreía de forma abierta y sincera. Tendió una mano a su contricante y le ayudó a incorporarse.
- Ha estado bien.

Nero, sentado a la entrada del patio, dio un aplauso lento a ambos, sonriente.

Archime terminó su plato en silencio mientras asistía al resto de conversaciones y, posteriormente, al intercambio de alimentos pactado. No volvió a hablar durante toda la visita y, en cuanto los Letarguinos abandonaron el torreón, salió de la cocina y subió las escaleras. No tardó en instalarse en el estudio como de costumbre y la iluminación de la pantalla holográfica tiñó la estancia de aquella muestra tecnológica que resultaba tan fuera de lugar en Rocavarancolia.

Ya que no parecía que fuesen a abandonar la seguridad del torreón aquel día, el biomecánico se decidió a realizar prácticas con aquel hechizo moldeador de materia que había visto emplear a Lara. Sabía, debido a la observación de los procedimientos de la ordesa con dicho sortilegio, que comportaba un gasto energético a tener en cuenta. Por ello, dio prioridad durante las jornadas pasadas a los hechizos defensivos y al de levitación. Pero el ingeniero no se conformaba con aprender algunos de los sortilegios recogidos en los compendios de los que disponian, desde luego que no. Necesitaba conocer y ser capaz de emplear con cierto grado de soltura y destreza todos y cada uno de ellos. El grimorio sacado de la biblioteca por Shaco, por suerte, contaba con un grosor suficiente (y con una considerable cantidad de texto incomprensible cuya traducción era necesaria y no siempre posible) para mantenerlo entretenido toda la cosecha. En caso contrario, la probabilidad de que Archime decidiera establecerse permanentemente en la biblioteca no era remota en absoluto.

Archime, ajeno a los acontecimientos que se desarrollaban en el patio en aquellos momentos, dedicó el resto de la tarde hasta la llegada de la hora de cenar a moldear de diversas formas unos restos metálicos en tan mal estado que no servirían para ningún otro propósito. Hizo que se doblasen y adoptasen formas sencillas como pruebas iniciales, pero no quiso emplear excesiva energía en el moldeo por lo que no realizó avances que el irrense considerase destacable. En otra ocasión debía emplear materia orgánica, ya que los sortilegios eran consecuentemente diferentes según el tipo de materia a moldear.

Así pues, una vez hubo concluido dichas pruebas, abrió el diccionario y dedicó el tiempo restante a descifrar más contenido incomprensible de otro modo. Había echado el ojo durante los últimos días a aquel hechizo que, dado lo poco que pudo entender antes de recurrir al diccionario, prometía una utilidad más que a tener en cuenta. Le supuso un tiempo considerable el poder simplemente llevarlo a cabo, pero en cuanto creyó que ya lo comprendía correctamente, incluídos sus riesgos, no dudó en conjurarlo. Lo aplicó sobre sí mismo mientras tocaba una de las piezas de hierro que había empleado anteriormente y que en ese momento se encontraba curvada en varias uves. El biomecánico quiso ponerse en pie de golpe al notar como atravesaba el asiento pero le fallaron los escasos reflejos que tenía y acabó sentado en el suelo. Lógicamente comenzó a atravesar también el suelo, no obstante había leído que dicho sortilegio comprendía una cláusula que permitía mantenerse por encima de este si uno no se descuidaba por completo con el fin de evitar accidentes fatales. Se levanto del suelo y comprobó analíticamente que podía atravesar cualquier cosa, así como la pieza que conservaba en la mano. Pieza que encajó con otra de la que disponía, haciendo que sus centros coincidieran. Entonces deshizo el hechizo y fue testigo de primera mano lo que sucedía si algo intangible se volvía tangible mientras atravesaba algún otro elemento. Era evidente, pero quiso comprobarlo empíricamente aun así.

Dedicó el tiempo sobrante hasta la cena a descifrar con interés parte de lo que había descubierto que eran algunas notas de teoría mágica de carácter general en el libro de Shaco que le ayudaría a comprender más adecuadamente la naturaleza de los hechizos y sus formas de aplicación. Así fue como descubrió la posibilidad de anclar hechizos sobre objetos.

Para la hora de cenar descendió a la cocina esperando hallar a Xalkoth, al cual no había visto en todo el día, con intención de hacerle una propuesta que probablemente interesaría al clinger.

No sabía si el humano le estaba escuchando o solamente haciendo el payaso. «¿Te estás burlando de mí?» estuvo a punto de preguntar, mientras Shaco soltaba una risotada. Sin embargo acabó accediendo, como si todo lo anterior no tuviese nada que ver con el tema. Prefirió no hacer preguntas.
—Cuando quieras. Solo avísame cuando sea.
Se encogió ligeramente de hombros al hablar y después dejó al chico solo. Mientras se alejaba pensó que tal vez había sido muy seco, ni siquiera le había dado las gracias «pero pone de los putos nervios cuando hace el gilipollas». Echó la mirada atrás pero ahora era Ri quien hablaba con él «pues nada», pensó desentendiéndose. No pudo evitar escuchar de qué iba la conversación, y mucho menos ver cómo salían y se ponían en posición para comenzar una pelea. No fue el único en ir al pario para asistir de cerca al enfrentamiento. Se apoyó en la pared del torreón y enseguida empezó a animar mentalmente a los contrincantes, aunque especialmente a la chica, que luchaba de forma más elegante. Presenciar una pelea era más emocionante de lo que pensaba, además esa era una muy ágil y que le mostró movimientos que no había visto en combate antes. Cuando terminó el enfrentamiento, Cío sonreía sin darse cuenta. Tenía la sensación de acabar de ver algo muy impresionante, a fin de cuentas en su mundo las peleas físicas eran sobre todo cosa de ficción.
—¡Muy buena! —felicitó a los combatientes. Entonces se dio cuenta de que Marsi estaba un poco más allá, viendo todo desde la puerta—. ¿Tenéis guerreros así en letargo?
Teniendo en cuenta para lo que había venido la varmana, suponía que no.

Lara había subido a la habitación y no se había movido de allí, había dedicado su tiempo a Milo, el animalibro que todavía no había querido abrir, y a sus hijos, con los que estuvo jugando muerta de contenta. Todavía se sentía como si hubiera pasado una eternidad sin ellos, por muy segura que estuviera ya de que había sido solo un sueño. Cuando acabó cansánolos lo suficiente como para que se durmieran, los guardó en el marsupio y se sentó en la cama con los brazos cruzados.

Conjuró sobre sí misma el hechizo de amplificación sensorial y cerró los ojos. Podía oír a sus pequeños respirando como si estuvieran pegados a sus orejas, los chirridos de los guardianes negros (el nombre que había puesto a los pájaros), el crujir de muebles viejos, las conversaciones que se producían en ese momento... Lara ponía todo su empeño en aislar sonidos y centrarse en los que quería oír, pero no era capaz. Al final acabó cogiendo su molinillo para hacerlo girar y girar. Con el hechizo en funcionamiento, el sonido de sus aspas cortando el aire le recordaba a las tardes de tormenta en su Pezón. Se mantuvo relajada con eso hasta que el efecto acabó y volvió a la normalidad. Fue entonces cuando se asomó a la ventana y vio lo que se cocía en el patio.

La ordesa contempló la pelea en silencio, sin hacerse notar hasta que acabaron, momento en el que se llevó dos dedos a la boca y silbó con fuerza.

—¡Guapos! ¡Tios buenos!—volvió a silbar. Los estaba vitoreando de la misma manera que lo hacían en su pueblo con los artistas nocturnos. Obviamente no estaba siendo seria, aunque si fueran más peludos, los piropos sí que podrían haber sido reales. La gente molida a palos tenía cierto encanto para la ordesa. Quizás por eso se dejó engatusar por el imbecil de Vito, pues el padre de sus hijos era fan de llevarse hostias sueltas y en grupo.