Torreón Maciel (Archivo VII)

La llegada de la gente no supuso para Samika nada mas que más ruido para sus oidos y aquello comenzó a marearla aun mas, incapaz de saber ya donde acababa el suelo y empezaba el techo, Samika cerro los ojos con fuerza. Sentia demasiado, escuchaba demasiado pesar de no entender nada y la tirantez en sus orejas incrementaba por segundos, lentamente, al igual que el cosquilleo en su rostro. Respiraba con dificultal, casi sin aliento, aovillandose como si hiciera una revencia completa. Grito de nuevo ante un nuevo espasmo de dolor proveniente de sus brazos.

Podia sentir la caliente y pegajosa sangre caer por estos y por su espalda, manchando su camiseta y el sofá. La londinense tembló con violencia al momento en que lo que escarbaba en su carne empezo a hacer sus primeros avances hacia el exterior cubierto en sangre, presionando con fuerza la tela de la camiseta que llevaba y enviandole nuevas punzadas de dolor. Y empezaba a salir, fuese lo que fuese empezaba a mostrarse a sus compañeros el nacimiento de aquellas malditas y dolorosas protuberancias mebranosas.

-Q-Quitadme...l-la-camiseta....p-por favor -pidió entre sollozos cuando su camiseta empezó a estorbar, al igual que ocurria con la tiras del sujetador que empezaban tirar de su pecho con fuerza como si alguien estuviera jalando desde el lado contrario. O como si lo que salia de ella lo empujara con fuerza suficiente como para romper todo a su paso. Lo que estaba provocandole mas tirantez y dolor mientras no lo conseguiía- ¡QUITADMELA!- su pedido saliendo como un grito antes de siquiera poder contenerlo, aquello era una autentica tortura. Ell quedarse medio desnuda era lo de menos si aquello dejaba de doler, de presionar su pecho y sacarle aun mas el aliento. Si todo terminaba pronto.

Kirés aún estaba bajando las escaleras cuando el hechizo que mantenía inmovilizado a Lemus desapareció y el lobo empezó a moverse mientras aún cargaba con el. Aquello no tendría que haber pasado, tendría que haber estado inmóvil mucho más tiempo y cogido por sorpresa el ave no pudo reaccionar bien ante aquel imprevisto.
En ningún momento se planteó forcejear con aquel lobo, lo soltó y empujó para adelante con la intención de tirarlo escaleras abajo y usar eso  para ganar distancia, pero la sorpresa hizo que su reacción fuera lenta, y antes de caer su compañero de torreón consiguió propinarle un mordisco en el costado. Apretó el pico con fuerza, en parte como reacción ante el dolor y en parte por odio hacia su agresor, pero suprimió enseguida aquel esbozo de orgullo herido para darle prioridad a la herida y al problema en el que se encontraba. Cubriéndose la herida con una mano examinó sus posibilidades.

La situación era muy mala: Estaba herido sin ningún arma que fuera eficaz contra su oponente en aquel lugar, y encima se encontraba en un sitio estrecho, volviendo imposible evadir. En resumen: era imposible sobrevivir a un enfrentamiento directo, y tampoco podía huir porque era más lento que el otro. Tendría que jugársela con un hechizo de inmovilización y cruzar los dedos para que durara más que el anterior.
No tuvo que jugársela al final, una serpiente extraña picó al antiguo humano y fuera lo que fuera lo que le metió lo dejó totalmente inconsciente.
No sabía qué era aquella serpiente que parecía artificial ni por qué estaba allí, pero acababa de salvarle la vida. Ahora que ya no estaba en peligro inminente se aplicó un hechizo de sanación superficial. Logró hacerlo, pero el hechizo se cortó unos segundos después de que las heridas se hubieran empezado a cerrar. No pudo curarse del todo, pero al menos cortó la hemorragia.

Dejar a Lemus allí sin más era peligroso, pero estaba herido y tras lo que acababa de pasar estaba claro que necesitaría ayuda, así que subió de vuelta al salón para encontrarse con que había mucha más gente de la que debería. No había subido a tiempo para escuchar lo que habían dicho asi que no sabía que buscaban, pero si quisieran atacar ya lo habrían hecho. Incapaz de mantenerse de pie más simplemente buscó un punto donde apoyarse y volver a mirarse las heridas. Ya no tenían mala pinta, pero sus plumas desde el lateral del torso hasta la pierna del lado donde la habían mordido estaban manchadas con sangre.

El lobo, lo de Samika, ayne, los recién llegados… Estaban pasando demasiadas cosas a la vez peor por alguna razón no le parecía algo agobiante sino que le resultaba hasta cómodo.

Twix se encargó de Samika, y Eara de Ergot. Aquel día no había hecho magia ni una sola vez, deseando reservar sus energías para lo que fuese necesario, y mientras acunaba a Ergot, probó a lanzarle un hechizo vigorizante. Estaba claro que la sanación era inútil ante los cambios de la Luna.

Ayne era testigo de los intentos de las dos para calmar a Samika y Ergot, mientras Hal se rompía como no había hecho nunca. Él, en cambio, se sentía extrañamente calmado. Pero era una calma que nacía de la saturación de información, de obligarse a la indiferencia, de haberse mentalizado durante meses. Lo que obviamente no hacía era disfrutarlo. Su cuerpo le mandaba señales, montones de señales que no comprendía. Cambios, sensaciones y necesidades nuevas, era un cóctel difícil de asimilar. No hizo más que quedarse de pie, tratando de asimilarlo, con sus cuencas fijas en Twix, hasta que dama Puntada irrumpió en la escena. Eara se había acercado a la frivy entre tanto al ser llamada, pero aún no había comprendido a qué se debía su grito.

Todos volvieron la vista hacia la entrada, no solo se les había colado aquella mujer de ropa oscura y elegante, sino que tras ella habían aparecido otros dos desconocidos. Ninguno con malas intenciones, aparentemente. Eso no quitaba que era una sorpresa recibir Rocavarancoleses tan pronto. ¿Realmente tenían tanto interés en ellos? ¿A qué venía el desdén durante la cosecha, entonces?

Que la otra mujer empezase con bromas antes de ir al grano con su propósito puso un poco nervioso a Ayne, que apretó los puños pero no abrió la boca. Eara solo los miraba preocupada. Querían llevarse a Lemus, pero tal como estaban las cosas, era evidente que era lo mejor para él y para todos.
—Está en la mazmorra, abajo —respondió el sinhadre, no sin cierto recelo. Y justamente Kirés acababa de aparecer escaleras arriba. Tenía sangre en la ropa.

Eara acomodó al repoblador en uno de los sillones y corrió hacia el enderth para examinar la herida. Él mismo se la había cerrado, pero tenía pinta de ser dolorosa. Iba a ofrecerle apoyo para ayudarlo a llegar a un sofá cuando su edeel los alcanzó y se ofreció a hacerlo él. Teniendo magia, Eara resultaba más útil donde estaba hacía un momento. La sinhadre, al reparar en él de nuevo, temió que en algún momento se volviese tan transparente como Tesón. ¿Y si se volvía también intangible?

Twixy's estaba frenética. No paraba de salir sangre y más sangre de la espalda de Samika y no sabía como pararla. Desgarró la ropa de la chica cuando se lo pidió, y se quedó paralizada viendo su piel desgarrarse. ¿Qué estaba pasando? No comprendía nada. Su pelo era ahora gris, un gris horrible, como si hubiese envejecido.

Entraron intrusos, y la frivy dio un respingo cuando oyó que hablaban de ella. Frunció el ceño, incrédula. ¿Acaso esa perra estaba sugiriendo que no estaba buena cuando llegó a la ciudad? Y aún más importante:

-¿Qué importa eso ahora?- preguntó indignada. Sus amigos estaban sufriendo, lo buena que estuviera ella no era relevante en ese momento, y no estaba sirviendo para curarles.

Un conejito de felpa se acercó a ella. Se metió las patitas en la boca y sacó de su estómago un tarro de cristal con tapa de rosca, que contenía una sustancia espesa, como una crema. Luego señaló a la humana.

-¿Superes para ella?- preguntó.

El conejito asintió, y la frivy no dudó en abrir el frasco y extender la crema por las heridas de su amiga.

-¿Te calma, Sami? Por favor, ponte bien.- dijo con voz temblorosa.

Le tendió el frasco también a Eara para que lo usase en Ergot.

La irrupción de otros dos transformados amedrentaron al nuevo demiurgo. Se encogió un poco más al ver la energía de la chica, sintiendo una tremenda vergüenza al verla. Recordó la primera vez que se encontró con Twix y dio un rápido repaso a los sucesos de la cosecha. Armonía, Tesón, Emmit y Arik se le clavaron como dolorosas cuchilladas, más desgarradoras que el reguero de lágrimas que surcaba su rostro.

Ver la capacidad instantánea de metamorfosis de la desconocida le dejó perplejo.  Miró de reojo la puerta, volviendo a sentir el llamado de la Luna Roja. El mundo se había vuelto intenso, al igual que las emociones que albergaba en su interior. Quería llorar la pérdida de Arik hasta quedarse seco. A la par el sufrimiento de Ergot y samika le preocupaban y hacían sufrir a él mismo. Sus amigos no merecían eso, debería pdoer evitarlo de alguna forma, y no poder hacerlo alimentaba sud esesperación. Por último los extraños cambios de Ayne le perturbaban. Twix no dejaba de obnubilarle, y él... ¿Qué le sucedería a él?

Su expresión mudó a una de horror cuando vio aparecer a Kirés en aquel estado. El miedo le invadió y le dejó paralizado hasta que se dio cuenta de que el enderth ya no sangraba. Sintió otra oleada de alivio al pensar que no le perderían. No en ese momento, al menos. Deseó levantarse y darle un abrazo entre lágrimas a Kirés, pero justo en ese momento dama Puntada se presentó.

Se sintió cohibido cuando vio que se acercaba justo a él. «¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿por qué a mí» se preguntó. Se retrajo un poco cuando la mujer quedó frente a él, mirando a su único ojo, rojo como el astro que coronaba el cielo. El movimiento de los escarabajos le distrajo. Mirándolos se sintió maravillado. Nunca había visto cosas como aquella vida de materia inerte.

—¿Qu-qué es lo-lo que...?

Hal boqueó unos momentos sin saber cómo expresarse, dejando que sus lágrimas siguieran mojándole la cara. Luego asintió. Bajó la mirada, rascándose distraidamente el pecho. Tras unos momentos levantó algo sus ojos.

—¿Qué soy?

La pregunta fue dicha con miedo, en un tono quedo difícil de escuchar para quienes no fueran ellos dos. Recordó que el trasgo decía que la Luna le había dado magia, fuerza y resistencia. A él, de momento, sólo le había regalado sufrimiento.

Sentia que iba a morir si aquello no paraba, si el dolor dejaba de destrozarle los nervios, de dejarla sin aliento. No fue capaz de agradecer que desgarraran su camiseta y en su estado, tampoco sabria a quien hacerlo, intentando mantene rlos ojos aun fuertemente cerrados para que todo lo de alrededor dejara de marearla.

El contacto de unos dedos y el frescor de la crema fue un balsamo para la londineses cuya temperatura empezaba a crecer solo por el dolor y la ansiedad. Fue bajando sus gritos, hasta que fueron poco mas que quejidos fuertes. Dios, dolia aun pero al menos era capaz de pensar, de tomar de vuelta todo el aire que se había escapado de sus pulmones. Era un alivio, un real alivio en comparación.

-Gracias...mucho mejor -jadeo aliviada en parte entre tanta tortura a quien sea que le hubiese puesto aquella cosa.

Con la espalda libre, pudo encorvarse sobre su propios cuerpo, en posicion fetal, en un intento de empujar lo que fuera que quisiera salir de una al exterior y el dolor cesara. Sentia que estuvieran partiendola en tres partes cuando el comienzo de las alas fue visible para sus compañeros, menbranas cubiertas de sangre se hacían espacio fuera del cuerpo de Samika ahora que la estruntura interna estaba ya formada y las heridas abiertas para que pudieran salir el proceso fue algo mas rapido. Samika aun no sabia que pasaba y le daba miedo abrir los ojos ante la posibildiad de marearse de nuevo, asique aprovechando que el dolor aunque aun angustiante no era tan arrollador intento palmearse la zona de los brazos notando la sangre manchar sus manos, horroroizandola al tomar algo blando, pegajoso por la sangre y extrañamente suave saliendo de sus brazos.

Aparto las manos para llevarlas a cada lado de su cabea con torpeza y quejandose aun poco por las punzadas de dolor; notando que no solo tenía un fino pelusa en sus orejas, sino que estas no cabian en el hueco de sus manos.

Samika empezo a temblar, en esta ocasión del miedo mas que del dolor. << ¿¡En que me estoy convirtiendo!? >>

El repoblador sintió como lo alzaban del suelo y a pesar de que el dolor apenas le permitía abrir los ojos pudo ver los rostros de Twixy’s y Eara. Los gritos de Samika le taladraban por su intensidad, era doloroso escuchar tanto dolor por parte de un ser querido y con esa idea en mente, intento ahogar los suyos propios convirtiéndolos en gemidos y ligeros sollozos dando la impresión de ser un perro pateado.

Al principio el repoblador pensó que le dolor estaba invadiéndole todo el cuerpo de la misma forma, pero no tardó en darse cuenta que había partes que dolían más que otras: su cabeza, su espalda y sus dedos… Pero en general le dolía todo el cuerpo. Ergot no notaba cambio notable en su cuerpo que explicase aquel dolor, pues no se había dado cuenta de que ya había crecido 6 centímetros desde que había salido el astro rojo.

Cuando llegaron los rocavarancoleses solo pudo escuchar sus voces, atrapado en los cuidadosos brazos de Eara el repoblador solo podía mirarla a ella y guiarse por su expresión y por las voces para saber a lo que se enfrentaban. Por suerte parecían amistosos aunque claro Ergot no estaba en posición de ponerse a analizar lo que pasaba a su alrededor. Lo que si noto fue cuando Eara lo dejo en uno de los sofás, la sensación de abandono en aquel momento fue peor que cualquier herida que hubiese podido tener el repoblador y Ergot se preguntó si así se había sentido Emmit. Por suerte Eara volvió rápido a su lado dándole más alivio moral que físico, pero este último no tardó en llegar en la forma de un frasco que le tendió Twixy’s a Eara y que era regalo de uno de los recién llegados (no obstante Ergot no conocía todos estos detalles). Cuando Eara le extendió la pomada por el cuerpo el cambio fue tan rápido y evidente que el repoblador se incorporó en sus brazos hasta sentarse en estos, el dolor seguía ahí pero en una menor medida. Se giró en el abrazo para darle las gracias a Eara:

-Gracias, muchas gracias.- Comenzó a acariciarle la cara como la única forma de afecto que era capaz de realizar en aquellos momentos sin más dolor del necesario. Cuando escucho las voces de Hal y Samika, se volvió a mover, aun sin alejarse de la sinhadre, para mirarlos. No veía cambio alguno en el carabés pero sabía que tenía que haber algo o sino aquella criatura no se habría acercado tanto a él… Por otro lado, Samika era una historia completamente diferente: estaba más peluda de lo que jamás la había visto y de sus brazos y espalda empezaban a salir unas membranas cubiertas de sangre, el repoblador tardo unos segundos en darse cuenta de lo que le pasaba a la humana.

-¡Samika vas a tener un montón de piel extra para el invierno…- El repoblador hubiera seguido diciendo sandeces de no ser por el encogimiento de dolor que sufrió, pues en ese momento un dolor agudo en su cabeza acompañado de un par de “pop”s hicieron acto de presencia. De su cabeza surgieron, como pequeños brotes que escarban el suelo para salir, dos antenas. Dos antenas que usaron los siguientes quince segundos para salir por completo de la cabeza del repoblador, completamente recubiertas de sabia, con un sonido de deslizamiento similar de unos tallos mojados a los que se les arranca el revestimiento de hojas. Todo el proceso resultaba tanto rápido como lento a la vista por un lado era como ver el crecimiento de una planta a cámara súper-rápida, pero por otro daba la sensación de que las nuevas extremidades lo hiciesen con vagancia como si dijesen “Nos-toca-salir-pero-que-perezote-me-esta-dando-oye”. Cuando terminaron de salir el repoblador se llevó las manos a la cabeza, las palpo y uso sus brazos para bajar las puntas hasta la altura de sus ojos y así poder verlas, no le convencieron del todo. Una vez sueltas y rectas de nuevo probo a moverlas, las notaba y sabia usarlas (al menos las movía ligeramente). Esta era sin duda una de las sensaciones más extrañas que había sufrido el repoblador, lo sentía como suyo y ajeno al mismo tiempo, en todo caso entraba en su top 5 de cosas raras a sentir.  Volvió a buscar el rostro de Eara y le preguntó:

-¿Qué tal estoy?-

Karime asintió seriamente hacia el nuevo transformado y luego hacia dama Puntada, a la que también le dedicó un “gracias” por facilitar su trabajo. Quizás cargar un lobo de manada macho fuera del torreón no iba a ser trabajo fácil, pero sería mucho menos peligroso que arrastrar a un lobo rabioso y enfurecido.

- Nos vemos en Letargo- dijo a modo de despedida para Saren y se encaminó hacia la mazmorra.

Ahí encontró tal y como le habían dicho al medio lobo, ya que todavía le faltaba completar la transformación, inconsciente y con las fauces manchadas de sangre. Karime esperaba que nadie hubiera salido realmente herido. Quizás aquello no afectaría a la mente lobuna, pero si a los amigos que dejaba atrás.

Con toda la fuerza que la luna le brindaba, la licántropa se echó al lobo a la espalda, transformando sus piernas en fuertes patas que le permitieran aguantar mejor el peso. Con sus garras agarrando fuertemente el pellejo del animal, la libense se encaminó de nuevo a la primera planta, donde echó una última mirada a los que allí se reunían.

- Si alguna vez queréis volver a tener noticias de él o si queréis información sobre lo que ahora es, no dudéis en consultarme- indicó, antes de encaminarse a la puerta para salir del lugar lo antes posible y poner tierra de por medio con el torreón antes de que el lobo despertara.


No pongo el "sigue en" aun porque todavía no sé si haré un post en el territorio de la manada o no.

El carabés tragó con dificultad y, tras unos momentos, aceptó el pañuelo. Lo trató con la máxima delicadeza que pudo, sin querer ensuciarlo más de lo estrictamente necesario.

«Demiurgo...» Hal paladeó mentalmente la palabra mientras miraba maravillado a los escarabajos. Desde cualquier punto de vista aquello no podía ser vida independiente. Y, sin embargo, de algún modo, lo era. Gracias a aquella mujer. Si decía la verdad, pronto él mismo podría crearlos.

—Y-yo nu-nunca había oído... Pensaba...

La voz se extinguió. La vorágine de sentimientos creaba torrentes de pensamientos, y el carabés, al intentar expresarlos todos a la vez, acababa por no saber qué decir. Recordó que unas horas antes pensaba que el mundo iba a acabarse, que su vida iba a terminar. Y, si bien el nuevo fuego que corría por sus venas dolía, de momento parecía que lo que iba a suceder era justo lo contrario.

Saren observó en silencio como Karime se perdía escaleras abajo en busca del lobo neonato, agradeciendo a dama Puntada su apoyó con un ligero asentimiento. Cuando la libense regresó a medio transformar con el animal, el selkie se apartó de la puerta para dejarla paso.
—Allí nos vemos, si —se despidió, dedicándole una tenue sonrisa—. Ten mucho cuidado, ¿de acuerdo? —le dijo antes de que se fuera. Sabía que la muchacha era muy capaz de cuidarse sola, pero no dejaba de ser noche de Luna Roja y nadie sabía que se podía encontrar ahí fuera. Solo estaba preocupado.

El idrino observó manteniéndose en un segundo plano como la demiurga se acercaba a uno de los cachorros después de mandar a una de sus creaciones a aliviar el dolor de los que estaban sufriendo, y no le costó mucho averiguar por sus gestos que el carabés en el que se había interesado tenía su misma transformación. Había leído bastante sobre aquel tema en los años que llevaba en la ciudad, en parte movido por su curiosidad y en parte movido por un interés personal en transformaciones que, como la suya, tenían algún tipo de debilidad. Creía saber en que se estaban convirtiendo la mayoría de los presentes.
—Se que nuestra presencia no os es grata y no se os puede culpar, yo mismo sentí lo mismo que vosotros cuando concluí mi criba, pero la ley de no intervención no permite el contacto entre cosechados y ciudadanos. Las penas, sobre todo para los primeros, son muy severas... —empezó, cambiando su peso de una pierna a otra—. Se que no es mucho dada la situación, pero puedo orientaros acerca de vuestras transformaciones si queréis, como dama Puntada está haciendo con vuestro compañero. Al menos a la mayoría de vosotros. —sugirió, sin moverse aun de su sitio. No haría ningun movimiento sin que los macieleros aceptaran su propuesta.

Cuando Eara volvió, Twix ya tenía en la mano el regalo del peluche y lo aplicaba sobre Samika. Tanto en Ergot como en ella se podía ver que algo se abría camino en diferentes partes del cuerpo. Era terriblemente doloroso solo mirarlos, no quería ni imaginarse estar en su piel. Cuando la frivy le pasó la crema se la aplicó al repoblador lo más rápido que pudo. Parecía efectiva y la sinhadre sonrió aliviada, negando con la cabeza cuando el repoblador le dio las gracias.
—No hace falta darlas.

En ese tiempo, Ayne había ayudado a Kirés a apoyarse en él y lo llevó hasta un sillón libre, incómodo aún con la presencia de las visitas «ni que esto fuese un espectáculo». Cuando se giró para soltar al enderth sobre el asiento notó otra sensación nueva. Algo estaba entrando en su cuerpo, algo bueno. Algo que necesitaba. Se quedó frente a Kirés, paralizado durante un instante, antes de retroceder para dejar espacio al enderth. La sensación se cortó de repente. «¿Qué ha sido eso?» se preguntó. De todo lo que estaba experimentando esa noche, era la primera vez que notaba algo agradable, saciante incluso. Aunque quizá su cuerpo solamente lo había engañado durante aquel instante. La sensación extraña aún persistía, como un hormigueo vivo que se desvanecía lentamente.

Eara todavía sujetaba a Ergot, al que le acababan de salir un par de antenas. Parecía capaz de tomárselo todo con un poco más de humor gracias a la pomada.
—Estás tan mono como siempre —le respondió. Se alegraba de verlo así. Lo peor ya iba pasando, y lo mismo con Samika, a quien aún no le había terminado de salir aquello que le estuviese creciendo. Pero había muchos más problemas que el sufrimiento inmediato de sus compañeros. Eara se arrodilló delante de Kirés y le preguntó en qué podían echarle una mano. Tenía mala cara, incluso si todavía no le resultaba sencillo identificar signos de enfermedad en el ave.

Cuando Karime salía con el lobo que era ahora Lemus, Ayne estaba de pie en medio del salón, toqueteándose el contorno de las cuencas de los ojos con sumo cuidado. Seguía desprendiéndose carne de sus párpados, que palpitaba y escocía. No tenía muchas ganas de contestar, pero anotó mentalmente el ofrecimiento de la rocavarancolesa.

Le llegó el momento de explicarse al visitante que restaba, porque la otra mujer estaba más interesada en Hal que en los demás. Ayne no podía dejar de molestarse por la hipocresía rocavarancolesa, pero sabía que no tenía derecho a increpar a aquellos tres, que solo se habían pasado a ayudar en cuanto aquella absurda ley se lo había permitido. A lo mejor, de no estar ellos allí, incluso se habría acercado alguien a hacerles daño. «¿Por qué no? El trasgo lo dio a entender».

Eara miró de reojo a su edeel y se dio cuenta de que no tenía intención de abrir la boca. No podían desaprovechar la ocasión, quién sabía si los rocavarancoleses no volverían a ser tan generosos como aquella noche.
—Cualquier información que nos puedas dar es de agradecer, aunque no tenemos nada que ofrecer a cambio. Lo menos que podemos hacer es daros las gracias por la ayuda de hoy.
«Ninguno de ellos hizo nada directamente por dañarnos o intimidarnos, no tiene sentido que los culpemos. Debe de haber rocavarancoleses de todo tipo» pensaba la sinhadre.

A partir de ese momento las cosas en general fueron para mejor, aunque “mejor” no significaba “ideal”.
Se estaban llevando a Lemus, algo que no parecía hacerle gracia a nadie pero que dadas las circunstancias era la mejor opción que tenían. Los que habían llegado parecían haber venido para a ayudar, y lo demostraron calmando los dolores de Ergot y samika. La mujer que se había quedado parecía estar ayudando a Hal, aunque Kirés no se estaba enterando de los detalles, al menos hasta que el que parecía idrino les habló de nuevo.  Personalmente parte de él no terminaba de fiarse del todo de aquellos desconocidos. Aun si de verdad querían ayudar eso no revelaba si lo hacían desinteresadamente o si les iban a pedir algo a cambio, pero no tenían control alguno de la situación: Aunque inexplicablemente podía ver, Ayne había perdido sus ojos, además aun si les dolía menos los dos más afectados por la luna no paraban de sangrar, y Kirés ya veía alas saliendo por los brazos de la humana y el abdomen de Ergot. Twixy’s parecía haber salido mejor parada con sus cambios por ahora pero no había garantías de que siguiera así, de hecho aquel caos ya había causado una muerte. Necesitaban toda la información y ayuda que pudieran conseguir ya fuera gratis o no. 
–Te lo agradeceríamos –Le respondió básicamente indicándole así que lo hiciera mientras dejaba que el Edeel le ayudara a sentarse. 

En ese momento se puso completamente tenso y en alerta. “Me falta algo, perdido, robado... ¿Qué...?” Parpadeó varias veces por la sorpresa mientras empezaba a revisarse a sí mismo. Sentía que había perdido algo, o más bien que se lo habían quitado, pero todo seguía exactamente igual… En ese momento reparó en que Ayne también había reaccionado bruscamente. Fuera lo que fuera quizás le había afectado a él también. Le miró: –¿Qué acaba de pasar?

Tardaría aun un poco mas antes de que las alas terminaran de salir por fin, pero esta vez Samika no sufrió tanto. Lo que le habían puesto sus compañeros había hecho maravillas con el dolor, que aunque era punzante y y angustiosos ya no sentía que la estuvieran partiendo en dos.

Temía moverse por si el angustiante dolor volvía, por lo que se acurruco sobre el sofá, cubriéndose el pecho con un brazos con la extraña sensación colgante de aquel pellejo extra. Seguía sin poder oir correctamente, todo era mezcla de sonidos que su cerebro aparentemente no lograba identificar, como si aquellas extrañas orejas estuvieran funcionando mal, cual radio que no sintoniza correctamente. Todo eso, el dolor sufrido y la desinformación general que el no oír nada le provocaba, estaba poniendola de pésimo humor.

-¿Alguien...podría curarme...por favor? ¿Y darme algo...para cubrirme.-pidió Samika indecisa y abrió lentamente los ojos rezando porque al menos el vértigo hubiese cesado junto a los peores dolores. Seguía mareada, pero al menos lo que podía alcanzar su vista empezaba a por fin a enfocarse. Pudo ver los colores y figuras de sus compañeros mas cercanos y extrañamente, mas sombras de las que debería. ¿Que demonios había pasado mientras ella se retorcía de dolor? Lo peor es que se iba a quedar con la duda hasta que esas estúpidas orejas decidieran funcionar correctamente.-¿De que narices me sirven orejas tan grandes...sino puedo oír bien? -murmuro frustrada, jadeando por la falta de aliento después de gritar tanto. Sin moverse mucho aun, decidió que era necesario saber que había pasado con su cuerpo mientras dejaba a sus amigos curarla. Aun le dolía pero ya no era tan insoportable, no se quito de aquella postura aovillada, ni siquiera cuando acercó su mano libre al brazo de la contraria.

Respiro hondo para calmarse y no gritar del horror, al notar tan claramente aquel pellejo cubierto en su sangre, transmitiendo calidez a su mano << Vale, bien, inspira y expira, calma. Ya sabias que algo pasaría cuando llegase esa dichosa luna...calma>> se dijo Samika, intentando por todos los medios mantener sus nervios bajo control. Sin oír, tenia tiempo de sobra para calmarse e intenta identificar en que bicho se había convertido antes de que le diera un ataque. << Solo pensar en "bicho" y "convertir" junto a mi nombre, me dan ganas de llorar >>  pensó con cierta ansiedad de lo que podría descubrir, pero no podía quedarse con la duda de que había pasado con su cuerpo.

<< A ver, cambios conocidos y que antes no estaban ahí: alas, porque creo que es eso al menos, orejas peludas y enormes...¿algún cambio mas? >> frunciendo el ceño, con miedo de descubrir algo aun peor que esas dos cosas anteriores, empezó a recorrer con su mano libre su cuerpo, notando que no podía estirar su brazo todo lo que quería sin sentía un tirón en su espalda. Siguió su recorrido temeroso por sus piernas, no notando nada raro en ellas, salvo tal vez mas pelusilla, lo que le hizo gruñir frustrada. Subió finalmente hasta su rostro, otro lugar donde se había sentido extraña, donde noto, no sin cierta muestra de horror, que tenia hocico. Aparto la mano rápidamente.

<< Bien...tengo hocico...¡Oh dios! ¡tengo hocico, alas y orejas de animal! ¿Que soy? ¿¡Una ardilla voladora o que!? >> definitivamente iba a matar a Doce Puntos por hacerle ir a ese sitio, para que se convirtiera en una jodida ardilla.

Dama Puntada rió con suavidad, cubriendose la boca con la mano como si hubiese sido un gesto involuntario.

-Pensabas que ibas a transformarte en un monstruo.- no era una pregunta- La Luna Roja revela nuestra verdadera naturaleza, pero ten en cuenta esto: Nuestra transformación no determina si somos monstruos o no. Mira a tus amigos.- abarcó la sala con la mano, a todos los recién transformados y los que aún estaban por transformar, cubiertos de sangre, palidos por el dolor y la confusión-¿Te atreverías a decir que son monstruos?

La chica del sofá pidió ayuda. Sus compañeros posiblemente dudasen si usar hechizos con ella por haber fallado las primeras veces, así que fue Puntada la que se encargó. La niña ya no gritaba, así que no había ningún problema. Además, conocía hechizos de curación más complejos y rápidos que los que tenían los cachorros en su repertorio. Susurró a la veela que fuese a por ropa para su amiga, y empezó a recitar hechizos de curación. Realmente no había mucho que curar, salvo moratones, estrías y algunos desgarros que quedaban del cambio repentino. Nada de heridas profundas, esas estarían por dentro. Usó un conjuro para mitigar un poco el mareo, y luego continuó limpiando la piel de la chica, llena de sangre, restos de pomada y trozos de piel muerta.

-Debo advertiros.- dijo en voz alta- Que no todos los habitantes de esta ciudad son tan desinteresados como nosotros. Yo recuerdo aún mi primera Luna, y la de personas queridas que también lo pasaron mal, y es lo que me mueve a ayudaros. A otros les moverá la avaricia, la sed, o la simple maldad. Confiad en vuestro juicio, y aprovechad el vínculo que habeis creado durante la criba, no es fácil enfrentarse a esta ciudad estando solo, ni siquiera como transformado.

Posiblemente los cachorros no eran aun conscientes de la suerte que tenían al contar con un grupo unido.

El pelo de Twixy's iba retornando a su forma original, aunque había crecido hasta media espalda. Los bucles rojos caían sobre sus hombros y sobre su rostro de forma caótica. La cinta que sostenía el moño se había roto, incapáz de contener su melena.

Miraba a su alrededor, confusa, tratando de asimilar todos los cambios repentinos, tratando de averiguas qué ocurría. Los intrusos parecían dispuestos a ayudar, y aunque la frivy no terminaba de fiarse, no dijo una palabra. Necesitaban esa ayuda. Estuvo a punto de gritar cuando se llevaron a Lemus, a pesar de que ya no había apenas nada reconocible en él. Sentía una opresión en el pecho, y un sentimiento de hostilidad contra la mujer que se lo llevaba. Su Lemus se iba apara siempre, y ella no podía hacer nada.

Samika había dejado de gritar, pero seguía mal. Pidió ayuda, y antes de que Twix pudiese hacer nada, la tal dama Puntada se acercó y empezó a realizar hechizos de curación. Ante la petición, la frivy se limitó a correr escaleras arriba en busca de algo con lo que cubrir a su amiga. El olor del cadáver de Arik le hizo vomitar cuando pasó por delante, y necesitó permanecer unos minutos apoyada en la pared para reponerse. Probó a hacer sobre ella misma un hechizo de limpieza. Bien, volvía a tener magia.

Bajó con un trozo de tela azul grisáceo que ató con destreza de forma que el pecho de Samika quedaba cubierto y bien sujeto, sin que sus nuevas... ¿alas? le estorbasen. Se tomó un tiempo inspeccionando la nueva forma de su amiga. Era extraña, pero seguía siendo perfectamente reconocible. No resultaba grotesca como lo eran los roquenses. Acarició con cuidado una de sus nuevas orejas, y respiró hondo. La abrazó.

-Las orejas grandes supersirven para ponerte muchos pendientes bonis- le dijo, aunque posiblemente no la entendiese bien- Y aunque hayas cambiado hipersigues siendo preciosy'x. Todos lo sois- alzó la mirada hasta Ergot, sonriendo, y miró a Ayne de reojo, que aún no había dicho nada.