Torreón Maciel (Archivo VII)

«Este definitivamente ha visto demasiada magiaficción cutre» pensó con cierto desdén cuando el tal Lemus dijo no saber si ellos comían. No se le ocurría ninguna forma para que un ser vivo obtuviese energía (y materia) que no fuese la nutrición, de forma que la posibilidad de que alguno de los presentes no comiese le parecía risible. Aun así coincidía con el humano en cuanto al hambre, y comenzaba a impacientarse sobre el tema. Mentalmente se reprochó el no haber traído nada de Carabás. Había estado comiendo cuando Trazo lo encontró, pero dejó la comida a un lado en vez de guardársela. «Idiota».

Como si su deseo hubiera sido el detonante una voz desconocida comenzó a gritar unos horrendos platos como si fueran los más exquisitos manjares. «¿De... verdad?». Que aquella fuera la comida que supuestamente iban a darles no le sorprendía del todo, pero sí le asqueaba bastante. Esperaba que sólo fuese una retorcida broma enfermiza, aunque no las tenía todas consigo.

Vaciló un poco tras la pregunta de Kirés. Realmente no tenía muchas ganas de salir (más bien ninguna), pero a pesar del asco tenía hambre, y si las cestas tenían comida de verdad quería hincarles el diente cuanto antes. Pero la sola idea de pensar en lo que había fuera del torreón hacía que recordase el escarabajo gigante y la endiablada carrera para salvar su vida. Si había una estaba seguro que no podría otra vez.

Siguió discutiendo en su mente los pros y contras de acompañar al grupo de la salida mientras seguía limpiando. «Debería ayudar, de todas maneras, debo ser útil». Su utilidad realmente iba a ser mucho mayor dentro del torreón que fuera, donde posiblemente los voladores iban a poder ser más útiles...

Le sorprendió descubrir que abajo había una armería, dado que no contaba con absolutamente ninguna ayuda. Sentía curiosidad por ir a verla, pero al ver que nadie más iba hacia allí ni se movió. «Ya la veré más tarde» se dijo para animarse. Entre tanto el grupo había salido a por la comida. Le abatía algo no haberlos acompañado, Rocavarancolia le levantaba casi tanto interés como miedo, pero se recordó con severidad que no era una salida recreativa (cosa que, de hecho, dudaba que existiese en aquel lugar).

Negó con la cabeza, acompañando de un sonido de negación su gesto, ante la pregunta de Samika. Al recordar su extraña lesión ocular tuvo ganas de darse una reprimenda mental, pero en su lugar, al ver que nadie hablaba, contestó él mismo tras un corto silencio.

—Eh, no.

Esperaba que el escarabajo no les hubiese alcanzado, pero no podía evitar ir por los derroteros más pesimistas de su mente. Por un momento se imaginó a aquel bicho comiendo apaciblemente sobre una montaña de huesos, pero un «¡No!» mental le cortó antes de que pudiese pensar en aquello. Estaban vivos, tenían que estar vivos. No podía permitirse otro ensamiento.

La entrada de Twix todavía más desnuda que antes (cosa que, sinceramente, no había creído posible) no provocó una reacción, ni te lejos, tan exagerada como antes, aunque lo habría hecho de haberle venido más de golpe. El carabés se limitó a ponerse en la dirección contraria para evitar mirarla y a mantener una cara lo más neutra posible, que en aquellas circunstancias parecía estar cincelada en piedra.

—Ah... Mi mundo se llama Carabás —respondió a Arik, que (sorprendentemente, en su opinión) parecía estar intentando socializar con él. Era consciente de que no había respondido con todo lo que el otro quería, pero su mente sólo podía dividirse entre un «Tierra, trágame» y un «¿Quién es el más idiota e inepto de esta habitacióóóóón? ¡Yoooooo!». Intentó paliar su seca brevedad, aunque pensó que el otro ya lo habría catalogado como soso/aburrido/de poco interés—. ¿Y tú?

Su inseguridad había hecho que le temblara algo la voz, cosa que había provocado un casi imperceptible alargamiento de la "y". Esperaba con fervor que Arik no se hubiese dado cuenta, de ninguna de las dos cosas.

-Libo- respondió rápido, con una sonrisa. Estuvo un momento pensando en que añadir, visto que a pesar de su sequedad, Hal le daba pie para hablar-. Pero nunca nos hablaron de los otros sitios. Quiero decir, que de Rocavarancolia llega gente muy distinta, pero cualquiera distingue que es qué. Y aparentemente, solo nosostros conocíamos la ciudad de antes. Es raro que solo haya una alianza. La ciudad parece necesitar algo más que sedas de Libo. ¿Cómo es Carabás? ¿Crees que hay dos ciudades y este es solo el sitio donde estamos nosotros? Esta toda destrozada, y ni rastro de los mercaderes y toda la pesca. Y los hay, que los he visto. Pero no aquí. No se van a estar escondiendo, digo yo...

Se pasó la mano por la nuca. Se había olvidado de estar limpiando.

«De Roca... ¡¿Qué?!». No, no había oído mal: Libo ya conocía aquella ciudad. No sólo eso, eran aliados. «Dos... dos Rocavarancolia... No». Sus pensamientos tenían cierto tinte de desesperación, aunque sabía que no todas las alianzas eran entre iguales, y que las posibilidades eran muchísimas, el mundo de Arik en su mente ya había sido catalogado como "Lugar potencialmente horrendo". Si no lo había catalogado igual que a Rocavarancolia ("Lugar horrendo") era porque quería conocerlo más a fondo antes de dar un veredicto tan absoluto. Pero ante lo visto en la plaza se imponía la cautela ante cualquier cosa que pudiera estar relacionada con la ciudad.

—Pues... ¿Normal? —se rascó la nuca con una sonrisa temblorosa, increpándose por aquella metedura de pata—. Es decir. Nuestras ciudades-estado con el tiempo se volvieron en ciudades centrales dependientes de un solo Estado. No sé cuales diferencias hay con tu mundo —«así que ni idea de qué tengo que explicarte y qué no» concluyó mentalmente. Si normalmente era alguien aburrido tenía que ser horriblemente tedioso escucharle hablar de algo que el otro ya sabía.

—Ni idea... —se mordió el labio con vacilación, dudando si preguntarle a Arik. «Se va a burlar de mí». Por mucho que dudase de sus capacidades sociales, sin embargo, necesitaba aquella información—. ¿Qué sabes de Rocavarancolia?

- Ah! Entonces creo que se parece... al principio habia más variedad, pero el Imperio terminó invadiendo lo demás e imponiendo su cultura. De eso hace mucho. Y ahora todos obedecemos a la Reina Madre.  Lo bueno de las colonias es que todavía conservaba su personalidad- dijo feliz de acercarse al tema que le gustaba, pero con la seriedad que correspondía a sus preocupaciones- pero se va imponiendo la forma de pensar de la capital. No es que todo el tema de la división de trabajos sea justo, como para encima alentar el hembrismo.

Arik meditó antes de responder a lo segundo.

- Una vez que estoy aquí, reconozco que menos de lo que debería. Se que es peligroso, pero que a cambio nos transforma en algo mejor. Yo no estoy aqui por las promesas de poder y magia, la verdad- añadió, por dejar esto claro- ,sino porque era mi camino a la libertad.- dio un par de toques en la tela del brazalete blanco con media sonrisa.

Hal no terminó de ver el parecido con su mundo. Según parecía Libo se había unificado cuando una de las potencias conquistó violentamente a las demás, cosa que no había sucedido en Carabás. Quizás el proceso no había sido algo pacífico, limpio y maravillosamente ideal, pero al menos la unión había sido un acuerdo en común donde todas las ciudades estuvieron de acuerdo.

«¿División de trabajos?». Al principio pensó que era algo de los rankings propio de Libo, pero la palabra hembrismo hizo que frunciera algo el ceño y parpadease con confusión. Desconocía ese término, que, volvió a suponer, era cosa de aquel mundo aliado de Rocavarancolia. Estuvo a punto de preguntar a qué se refería, pero guardó silencio. Ya lo averiguaría en otro momento.

—¿Cómo?

No pudo evitar soltar esa pregunta cuando Arik mencionó que los transformaba a mejor. A Hal no se le ocurría cómo podía Rocavarancolia transformarlos en algo mejor. Si todos los días en aquella ciudad eran igual que aquel lo único en lo que acabarían transformados sería en dementes esquizofrénicos, posibilidad quem le aterraba. Las últimas palabras del libense lo confundieron más.

—¿Qué quieres decir con promesas de magia?

En su mentalidad aquellas palabras tenían un sentido cercano a nulo. «Quizás en Libo están más atrasados que en Carabás con respecto a su estudio». No era algo imposible, y aunque era algo egoísta deseó que fuera así. Él nunca había sido el mejor de los magos, pero si Libo no estaba tan adelantado como Carabás en aquel campo podía ser de gran ayuda a Arik. Y ser útil significaba subir de puesto.

-Pues... magia. Cosas imposibles sucediendo porque tu lo quieres. O como funcione. - dijo Arik- ¿a ti no te lo prometieron? La gente va diciendo que los engañaron para venir. Pero no entiendo que hay diferente a lo dicho. Bueno, aun nadie me ha dicho si yo puedo hacerla.

Arik se mordió el labio. Pensó en algo sencillo. Quizás podía cambiarse el color de pelo si lo pensaba con la suficiente intensidad. Desenfocó en la mirada mientras se concentraba. No, no. Así no. Trató de centrarse de nuevo en Hal, y no preguntó si su flequillo era rojo ya. Se sentía un poco tonto. Podía hacer la prueba después.

Twixy's había bajado al mínimo el volumen de su música para poder oir la conversación de los dos pequeños sin que se enterasen. Parecía que la magia era lo que le habían prometido a muchos para aceptar venir a la ciudad. En las novelas nuevas era algo como lanzar rayos de colores o desear cosas y que ocurriesen. << Menuda chorrady's...>>

No le prestó demasiada atención a los términos que no conocía, como hembrismo y esas cosas, pero sí se quedó con los nombres de los mundos. Sentía cierta curiosidad por saber cómo eran esos mundos, los que no tenían maniquíes ni lavadoras, ni microondas. ¿Cómo sobrevivían? Se probó el sujetador por encima, y continuó cosiendo. La barriga le rugía, pues no había comido nada en todo el día, y encima había gastado energías corriendo y limpiando. Apretó la tela entre sus manos con rabia; tenía hambre pero no pensaba comer nada de lo que trajeran los otros si era como lo que anunciaba la voz. Pero, ¿y si no había más comida que esa? Twixy's decidió dejar de pensar y centrarse en coser, atendiendo a la conversación de los niños.

Si Hal hubiese pertenecido a una serie de humor barato sus ojos se hubiesen puesto lentamente al revés. O la cabeza le habría explotado. O las dos cosas. Pero como no pertenecía a ninguna comedia barata se limitó a abrir la boca, alzar una ceja y poner una cara más confundida a cada palabra que salía de la boca de Arik. «Se está metiendo conmigo. Se está riendo a mi costa». Era la única explicación razonable a aquella extraña e incorrecta manera de explicar la magia, y eso le puso un poco en guardia.

—A mí me trajo la promesa de sacar mi verdadero potencial. Pero dudo que una ciudad donde pululan engendros nigrománticos pueda hacer eso.

Su tono era algo seco, y el asco impreso en las palabras "engendros nigrománticos" no estaba nada disimulado. Además, a juzgar por la fuerza con la que comenzó a frotar para sacar la mierda de aquel lugar no estaba muy de acuerdo con aquella promesa.

Cuando consiguió por fin de terminar de limpiar el salón se fue a sentar al sofá donde vio a Twixy's para su sorpresa con aun menos ropa que antes haciéndola ruborizar un poco incomoda. No es que fuese muy normal para ella que una chica fuera con tan poca ropa andando tranquilamente por allí aunque no fuese algo malo. Suspiro "Algo de su mundo tendrá que ser ¿no? Por su forma de hablar no parece de la tierra y dudo que alguien desee ponerle a su hija un nombre que suena al de una chocolatina" pensó mirándola atentamente lo suficientemente ceca para notar que parecía estar tejiendo o cosiendo, no estaba segura.

Arik y Hal a juzgar por las voces se encontraban charlando, era la primera vez que escuchaba hablar mas a Hal, que hablasen de magia capto toda su atención por lo que en cierto momento de aquella charla, tras escuchar con cierta confusión el nombre de los mundos de ambos, preguntó.

-Uhm perdonad que interrumpa ¿según me parece haber entendido sabéis algo sobre este sitio y sobre la magia, no?-no viendo a ninguno de los dos mas que dos sombra frente a ella pero suponiendo que le habían oído continuo- En la Tierra, el mundo del que tanto Lemus como yo venimos, también hay magia aunque son realmente meros trucos de ilusionismo. El que me trajo aquí me dijo que mis ojos podían ser curados, aunque ahora no estoy tan segura de si no estaba engañándome- añadió pensativamente frunciendo el ceño. En verdad ahora era lo de menos, tan solo quería saber que les esperaba ahora en ese lugar, ¿podrían hacer magia? Lo dudaba, esto no era una película ni una libro, era la realidad una extraña, inquietante y peligrosa realidad. No es que no creyera que pudiese existir la magia, lo de la fuente se lo confirmaba, pero de ahí a creer que ella, una simple niña, pudiera obtener ese tipo de poder se le hacia fantasioso. "Ni que fuese Samika Potter, enterándome de buenas a primeras que soy una maga" pensó sacudiendo la cabeza y apoyando su espalda en el sofá.

-Hal, Arik, ¿en vuestros mundos hay magia entonces? ¿Sabéis hacerla?- pregunto pues eso había entendido aunque tal vez fuese algo tipo ilusionismo, aunque quien sabia. Su concepto se acercaba mas a lo que parecía saber Arik de esta que otra cosa. Lo poco que había logrado oír del mundo de ambos, sobre la Reina Madre y el hembrismo del mundo de Arik (junto con esa mención de la magia que hizo) y sobre las ciudades centrales en el de Hal, se le hacia todo la mar de confuso-Perdón si es indiscreto preguntaros eso, por vuestra cultura o algo así, realmente estoy muy perdida sobre lo que se puede hablar o no. Sino queréis no respondáis- se disculpo Samika con una sonrisa, quien sabe si ese no era un tema delicado o tabú, realmente no sabia nada y eso era frustrante.

Twixy's a su lado seguía trabajando aquella tela y no pudo evitar restregarse un poco las manos inquietas por querer hacer algo, levantándose para tomar su bastón junto a la puerta, andando hacía este lentamente porque no tenia guía para notar la desigualdades del suelo y evitando así tropezarse, volviendo luego a sentarse sintiendo un poco mas segura al firmemente el bastón.

Tenía hambre, esperaba que aquella "comida" tan poco apetitosa que aquella voz había gritado no fuese realmente como la describía, o buscar alimento seria pronto una necesidad apremiante. "Todo es un asco" pensó subiendo las piernas sobre el sofá, abrazando sus rodillas e intentando que el rugido de su estomago no fuese tan obvio.

Arik tardó unos segundos en reaccionar después de la sequedad del chico.

- ¿Qué es un engendro nigromántico?- preguntó con menos aplomo. Se giró entonces a la chica ciega, que acababa de meterse en la conversación. Arik estaba dispuesto a desconfiar, pero ella había sido amable y él hizo su parte-. ¿Pues no he dicho que me la prometieron? En Libo no hay nada de eso. A lo mejor hubo, en algun momento. Todo el tema de las Brujas antiguas quizás... pero la conozco por la ciudad. La verdad es que supongo que habrá algun que otro tema delicado, pero lo que sea, somos niños. Criticaré el matriarcado lo que me salga de..- pero aun había sido educado para hablar correctamente delante de señoritas y rectificó vacilante- la Reina Madre no esta para oirnos, y a mi me da igual si la llamais vaca gorda, porque ni me voy a chivar, ni me voy a ofender.

terminó con una mirada desafiante, aunque esto fuera un gesto inutil frente a una ciega. Tenía que estar seguro de que le dejarían hablar de sus ideas, de las ideas de sus amigos, y que nadie lo estamparía contra una pared por exponer injusticias sociales. Quizás se había pasado llamando vaca gorda a la reina, a decir verdad. Era una mujer guapa y temible, aunque sus prejuicios fueran un desastre.

—Lo de la plaza —Hal alzó un poco las cejas con un tinte de incredulidad que se dejaba entrever en su voz. ¿De verdad la magia libense estaba tan atrasada como para no conocer aquel concepto? No, simplemente tendrían otro término. Sí, seguro que era esto.

«Se están burlando de mí». El carabés pasaba la mirada de uno a otra con bastante recelo, sin tragarse las palabras de aquellos aliens. Estaba seguro de que en cualquier momento dejarían de aguantarse la risa y se burlarían de él por ser tan ingenuo. Las palabras de Samika acerca del hombre que le trajo le hizo caer en el detalle de su ceguera. Un mundo donde desconociesen la magia, naturalmente, podría explicar ese extraño caso. Lo mismo podía aplicarse a la chica de la mazmorras: quizás, sencillamente, no podía hablar y no la curaron por desconocer la magia. Además del detalle de la quimera de la plaza: se habían acercado todos con tanta alegría porque, al desconocer la magia, naturalmente también desconocían la nigromancia.

—Claro que sí —respondió a la chica como si le hubiese preguntado si Carabás orbitaba en torno a una estrella—. ¿De verdad que en vuestro mundo no hay? ¿Nada?

Se sentía a medias incrédulo y horrorizado por aquella posibilidad, y no hizo ningún esfuerzo por disimularlo.

Enseguida hubo un pequeño grupo dispuesto a salir tras la supuesta comida. Ayne sintió alivio al haber conseguido quedarse en el interior del refugio sin abrir siquiera la boca. Se sentía un poco mal por los valientes, pero si volvían a correr rápido alcanzarían de nuevo el torreón ante un percance similar. Eso quería creer.

Remoloneó un poco por la planta baja mientras los excursionistas se prepararon y despidieron, y tras eso volvió al piso de las habitaciones.
―Han salido cuatro locos hacia allá ―le dijo a su aurva. Ella estaba ya fregando con rapidez y maña el suelo de las habitaciones.
―Los he visto por una ventana.

Ayne se apoyó en el marco de la puerta hasta que terminó siendo expulsado hacia las escaleras con los bártulos sobrantes en las manos.
―Ahora el baño ―indicó la chica mientras bajaban un piso.
El edeel empezaba a cansarse de tanta tarea, pero era evidente que allí nadie quería vivir en las condiciones en que estaba aquello cuando entraron… a excepción del único excursionista sin plumas. Le tendió a Eara lo que pedía y esta enseguida se encargó de la bañera y el suelo, dejando para lo demás pasar una sola vez el trapo. El agua estaba ya tan ennegrecida que no tenía sentido seguir. «Mañana habrá más tiempo para el resto de muebles».

Cuando llegaron a donde estaban los demás, Eara fue directa a vaciar el barreño y limpiar los bártulos, mientras el edeel miró alrededor. Unos conversaban, mientras que la de los pechos enormes cosía, sentada en el sofá. «¿Se ha vuelto a cambiar de ropa? Bueno, “ropa”». En cualquier caso, que escogiese prendas tan poco apropiadas no le molestaba precisamente, pero se podía imaginar qué tipo de persona debía ser. En cuanto a la conversación de los otros tres, comenzó a mirarlos sin disimulo mientras trataba de seguirla con curiosidad. Esperaba que alguno le diera pie a incorporarse, ya que el sinhadre no tenía nada mejor que hacer. En la cocina, Eara encontró los platos y cubiertos. Se la vería poco después salir rápidamente a por un barreño de agua limpia para dejarlos listos por si llegaba la comida.

La respuesta de Arik no tardo en llegar, al principio escucho con atención su explicación  dado que antes solo pudo captar parte de la conversación que este había mantenido con Hal. Cuando el tema de conversación llego a la Reina Madre, Samika parpadeo un poco sorprendida ante el evidente, aunque conservador modo, en el que el chico se refería a la regente de su mundo. "¿Su mundo era hembrista no? No parece realmente muy de acuerdo con la Reina madre entonces. ¿Es un desacuerdo político y social entonces?¿O simple critica por los métodos?" le resultaba un poco extraño el concepto proviniendo de un mundo donde había el hembrismo era casi un sueño en la mayoría de sociedades. Aun así era evidente que no estaba muy de acuerdo con ciertas cosas de su sociedad, aunque no tuviera realmente claro como iba eso.

-Ya veo...entiendo, creo. Verás, el hembrismo es algo que en mi mundo no existe, como mucho habrá familias con matriarcado de forma aislada, pero al nivel de una sociedad entera no. Al menos desde mi conocimiento, que tampoco conozco todas las sociedades de mi mundo. Lo que si es que predomina demasiado el concepto de que el hombre es superior y puede hacer lo que quiera, sobretodo en algunas culturas, algo en lo que no estoy de acuerdo al igual que mucha gente de mi mundo- añadió pensativamente, era un tema delicado y realmente no le había gustado nunca meterse demasiado en esos temas. Aunque tal ve fuese algo cultural pues sabia por sus abuelos como eran las mujeres tratadas en la india, siendo uno de los países donde la autoridad del hombre valía mucho mas a nivel social y cultural, al punto que la violación no era castigable en muchos casos. Realmente agradecía que sus padres y abuelos la hubiesen criado en un ambiente de igualdad de géneros- Por eso que muestres tu desacuerdo o critiques tu sociedad según tu punto de vista no me parece algo malo. En mi caso al menos no tienes que preocuparte....digo, soy amable, cordial y respetuosa con aquella gente que lo sea conmigo, ya sea hombre, mujer o pájaro- rió un poco ante lo ultimo consciente que había aves en el grupo con las que convivirían.

Hal no tardo en captar la atención con su pregunta, cuyo tono sonaba entre escéptico e incrédulo y Samika lamento que el chico no estuviera lo suficientemente cerca para ver su expresión y confirmarlo.

-Según mi conocimiento no existe. Pero mi mundo es muy grande, hay mucha gente, culturas, sociedades diferentes, cuentos y leyendas y no se hasta que punto las cosas son pura invención o algo real -respondió  jugando con sus dedos sobre su bastón escuchando pasos bajando las escaleras y viendo a la pareja de sombras bajar una acercándose al grueso del cuerpo y la otra saliendo al patio. Con duda pues no sabia quien era, decidió hablarle, no estaba de mas de enterarse un poco de las cosas de otro mundos, en el caso de que esos dos no fuesen humanos.

>>- La persona que acaba de bajar. ¿Eres Eara o Ayne?- pregunto con indecisión en su voz pues según había oído de Arik y de las presentaciones de los demás esos dos eran los únicos que aun no había escuchado sus voces. Entrecerrando un poco los ojos se movió en el sofá intentando que aquella sombra entrase en su campo visual por muy poco. Lucia como un humano para ella a esa distancia, pues no podía ver sus rasgos para nada, aunque con un color de pelo solo conseguible con tintes o pelucas- Yo soy Samika y vengo del planeta Tierra ¿de donde provenís tu y tu acompañante? Luces como alguien de mi mundo, al menos desde aquí, pero ya no estoy segura de nada...- dijo un poco aturdida pues Arik, Twixy's y Hal también lucían como humanos, pero a excepción de Twixy's que no sabia aun de donde provenía, los otro dos no eran terrestres así que podía darse el caso que esa pareja tampoco lo fuera.

"Necesito realizarme un condenado esquema ya. Son mucha gente, nombres extraños, voces desconocida y mundos que en mi vida habría pensado conocer o tan solo imaginado que existieran" pensó poniendo un leve puchero de frustración invitando a aquella persona de sexo no identificable para ella, a que hablara.

El chico del pelo morado, que Twix creía recordar que se llamaba Ayne, apareció en la sala seguido de su chica, pero ella rápidamente volvió a desaparecer en la cocina. Paseó la mirada por el grupo, y al llegar a Twixy's, esta le guiñó un ojo. Había llegado la hora de tomar parte en la conversación, así que dejó su labor a un lado, se enganchó el reproductor de música al elástico del tanga, y se quitó un auricular para dejar claro que estaba escuchando antes de levantarse y acercarse a Hal.

-Lo superdices como si fuese lo más normal del mundy's- dijo, cruzándose de brazos.- Pero aquí la megagran mayoría ha vivido sin hipersaber de magias. Yo superno sabía ni que existía hasta hace como unos meses, y cuando hiperme la prometen me encuentro con una ciudad cutri'zz de la total que por no tener no supertiene ni lavadory's. ¿Es que tu mundo hiperes tan cutri'zz como esta ciudad, o meganos han engañado hasta en el tema de la magia?

Quería una respuesta clara, y lo daba a entender con su actitud, pero viendo que el chico era tan cortado, tampoco quería intimidarle, por lo que relajó un poco el gesto. Samika había dado también información, pero habló sobre algo de su sociedad que le sonó tan extraño que decidió ignorarlo, como había hecho con lo del hembrismo. Desde el punto de vista de Twixy's, Arik podía criticar lo que le diese la gana mientras no fuera a ella.

Hal sentía que le iba a estallar la cabeza, porque ni en sus más terribles pesadillas habría imaginado que otros mundos eran así de horribles. No sólo carecían de ningún conocimiento mágico, sino que en algunos casos, como el mundo de Samika, había discriminaciones absurdas y sin sentido. A primera vista no había ninguna gran diferencia de capacidades entre Lemus y Samika, exceptuando la ceguera, que claramente no era exclusiva de las mujeres terrestres dado que la otra humana no tenía (que recordase) ese problema. Por tanto a sus ojos aquella característica de la Tierra era absurdamente ilógica. Peor aún: contraproducente. Era evidente que había hombres muy inútiles y mujeres muy capaces, por lo que la Tierra forzosamente daría una situación de privilegio a los primeros, mientras que las segundas no serían tomadas en cuenta. Eso, además de tremendamente injusto, era también muy contraproducente, dado que los terrestres no podrían beneficiarse de las capacidades de mujeres inteligentes a la par que desperdiciaban recursos en hombres estúpidos. La idea de una sociedad tan ilógica le producía dolor de cabeza y ganas de golpear a quienes quiera que fueran los culpables con un manual de lógica básica.

—No —se había indignado tanto ante la pregunta de Twix que había soltado aquello sin pensar. Un acceso de timidez hizo que bajara la mirada, provocado a medias por la figura casi desnuda y a medias por una idea. Si no hubiera olvidado sus hechizos por culpa de la fuente aquel momento habría sido uno bueno para utilizarlos—. N-no sé por qué Rocavarancolia está así, pero o no saben tanta magia como dicen o les gusta vivir entre ruinas cochambrosas. Otra explicación no hay —su frase había salido en un tono más bajo y desapasionado que las anteriores, aunque el carabés se había asegurado de que la frase fuese audible para todos los que estaban allí.

Arik miró a Samika ahora sin disimulo. La chica se expresaba con mucha corrección, todo el tiempo; como si temiese ofender o no decir lo que le correspondía. Puntualizaba su falta de conocimiento, la diversidad del mundo, la buena intención de sus palabras. Se le antojaba extraño y fuera de lugar: un montón de explicaciones no pedidas, pero la escuchó igualmente. "Amable, cordial y respetuosa" sonaba, en cualquier caso, como una buena definición de la ciega. Y qué sitio aquel, ¿verdad? ¿El hombre superior a qué?
- La gente es tan rara- sentenció.

La conversación se desvió por un momento, de nuevo a la magia. Otra vez en duda lo que creían saber de Rocavarancolia. Peligrosa y mágica,  para Arik; ruinosa, visto lo visto. Quizás no tan mágica.

- Yo creo que esta es la parte para las pruebas y tal- dijo-. Si tienen dinero o lo que sea para comerciar, es imposible que vivan entre el polvo. A lo mejor esto es solo lo que nos dejan a nosotros y luego....no se. Una ciudad normal. Bueno, normal  a lo mágico. Oye, venimos de mundos muy distintos, y nos han traido aquí.

A Arik le importaba poco que le dieran la razón en su teoría. Había vuelto a pensar en lo dicho sobre el mundo de Samika e interrumpió con preguntas.

Entonces, ¿Lemus se cree mejor que tú? ¿Y separais los trabajos? ¿Hacen los hombres lo relacionado con la economía, la educación, la politica y los trabajos de protección? ¿Sois recolectoras de comida y cazadoras? ¿Limpiais las casas? ¿Es por eso que Eara es tan...? ehrr... eficiente?- Esta vez se lo preguntó al chico directamente, que se había presentado como Ayne. Luego quedó unos segundos en silencio, pensando en añadir algo que disimulara su interés por ella-. ¿Y vuestros padres, mandan más que las madres?  

Parecían estar hablando de sociedades, puntos de vista... Lamentó no haber participado desde el principio para conseguir un poco de información extra de aquellos compañeros con los que tendrían que convivir sí o sí. El sinhadre se acercó unos pasos al grupo.
―Soy Ayne ―respondió a la chica de piel morena. Al principio pensó que sencillamente no sabía cuál era cada nombre, pero lo que dijo después lo dejó dudando, sumando a su comportamiento aquella mirada entrecerrada que le dedicó―. Venimos de un lugar llamado Sinhdro. Allí tampoco conocemos la magia que Jack nos enseñó ―añadió también, ya dirigiéndose a todos, debido a que la intervención de la semidesnuda le recordó de qué hablaban. Se había acercado también al grupo y, además, Ayne habría jurado que le había guiñado el ojo antes de hacerlo. «Lástima de forma de hablar. Se echa a perder nada más abrir la boca».

El debate sobre la ciudad le interesaba, pero al haber hecho una mención a su propio mundo, Ayne pensaba en encontrar una ocasión para preguntarle a los demás por sus aurvas y edeeles. La mayoría venían aparentemente solos; quién sabía cómo podían funcionar otras culturas, otras especies… y era por eso por lo que tenía tanta curiosidad. Sin embargo, mientras continuaron hablando los dos más jóvenes, miró a la chica que le había hablado antes y le hizo un gesto para hacer una pregunta rápidamente.
―¿Te ha pasado algo en los ojos? ―Tal vez en la ciudad, por como había hablado podría tratarse de algo reciente―. ¿O ves mal?

Al cambiar de nuevo el tema, el sinhadre volvió a atender al canijo de ojos verdes. No sabía por dónde había empezado la conversación, pero se lo imaginaba, y las separaciones de trabajos que estaba haciendo le parecían un poco cuadriculadas. Al escuchar el nombre de su aurva enarcó una ceja y miró al chico empezando a sonreír.
―No es por eso ―le dijo. Probablemente habría mucho que explicar―. Es mi aurva, y le han enseñado a hacer muchas tareas con eficiencia. ¿Dónde están vuestras otras mitades?

Si alguien hubiese mirado hacia la cocina habría podido ver a Eara quieta, observando a la gente del salón, y volviendo enseguida a la tarea con un ligero rubor en sus mejillas, sin añadir nada en voz alta. Aun a cierta distancia no perdía detalle de la conversación.