Calles

Y fue precisamente la falta de tacto de aquella horrible sabana, lo primero que la hizo fruncir ligeramente el ceño aun en duermevela, cuando la mañana llego y comenzó lentamente a despertar. <<Ugh..¿.donde…cojones esta? >> su mente seguía adormilada buscando palpar alrededor en busca de la sabana queriéndose cubrir. No solo no sintió sabana alguna, sino que sus dedos tampoco tocaron el incómodo colchón donde se suponía debería estar durmiendo. Solo un incómodo suelo bajo sus dedos.

-¿Qué mierda? – mascullo maldiciendo lentamente mientras se incorporaba despacio restregándose las ojos con pereza intentando enfocarse. Bostezo…y casi inmediatamente comenzó a toser, cuando trago el aire viciado de polvo, cosa que terminó por despertarla casi de inmediato con ojos llorosos por casi ahogarse- ¿Qué cojones? ¿De dónde…coff sale tanto polvo? – exclamo por lo bajo algo alterada parpadeando furiosamente, siendo por fin testigo de donde se encontraba. Sus ojos se abrieron de golpe sintiendo un estremecimiento, cuando nada de lo que atisbo a su alrededor le pareció reconocible…<< ¿¡PERO DONDE COÑO ESTOY!? >> sus pensamientos no salieron por su boca, pero la exclamación ahogada de incrédulo horror fue imposible de contener.

Un rumor cercano la estaba despertando y Fleur notó poco a poco el tirón de realidad que la arrastraba fuera de su sueño. Su cuerpo se encontraba molesto, como incómodo ¿De quién era aquella voz? >>¿Rua?<<. Poco a poco fue abriendo los ojos y se incorporó como pudo en el espacio que tuviera disponible.  Había polvo, mucho polvo y le dolía la muñeca, probablemente por mala postura al dormir.

Tardó poco en percatarse, más su mente funcionaba a tirones como si no quisiera admitir que había algo muy malo delante de sus narices. Tosió, varias veces y formando más estruendo de lo que habría deseado. Luego giró su cabeza a todos lados con alarma al tiempo que parpadeaba, cuanto menos embotada se encontraba más miedo se creaba en su cabeza. Y en aquel momento estaba casi completamente lúcida.
—¿Qué... pero...? —Fleur miraría con una expresión de pánico absoluto a la sueca mientras sus ojos azules se ponían llorosos. No estaba en su habitación sobre su colchón con Maila. Ni siquiera se encontraba en el torreón. Y aquel era uno de sus peores temores. Aún estaba demasiado confusa como para notarlo pero su respiración ya se estaba acelerando y su rostro expresaba algo muy parecido a un puchero por momentos. Se llevó la mano al cuello y encontró la frialdad de su colgante pender de él, pero por primera vez no sintió ningún tipo de quietud o calma con su contacto —¿Ma-Maila? —llamó con a penas un hilillo de voz y un regusto agrio en la boca.

Unas voces sacaron de su sueño al hijo de Lunas, aunque le costó dejar atrás el olor a tierra de Krabelin y su lecho de tierra para volver al suelo del torreón... No, espera, aquel suelo era extraño. Se sentó desorientado entre lo que le indicaban sus sentidos y las voces que escuchaba, y pudo ver qué ocurría entonces. Llegó a parpadear un par de veces a propósito, como si se hubiera equivocado de realidad y pudiera volver a su rincón del patio... Pero no, allí seguía, sin la aspereza de sus pieles, y en compañía de muchos de sus compañeros. Por descontado, no era el único que no sabía cómo habían acabado allí, visto llo que decía Rua o las caras de las chicas. Se castigó mentalmente por no haberse enterado de nada antes de mirar a los demás.
—¿Estáis todos bien? ¿Alguien ha oído o visto algo raro esta noche?—preguntó para centrarse en lo importante.

Cuando se despertó fue como un flasback al pasado, una paredes polvorientas y desorientada por completo. Como si fuera el primer dia que llegaba a la ciudad. Después empezó asimilar todo lo que estaba ocurriendo en aquellos instantes. <<D-donde... ¿¡DONDE COÑO ESTOY¡? ¿DÓNDE ESTÁ FLEUR?>> Maila se levantó del incómodo suelo de sopetón al tiempo que escuchaba la vocecita de la francesa. La chica respiró, algo aliviada de verla. A lgo más lejos también vería a la sueca tosiendo.

-¡Estoy aqui, Fleur!- Dijo mientras se acercaba a ella y la abrazaba muy fuerte. - Tranquila, Fleur, tranquila...- Le empezaría a decir, en parte para consolarla y por otro parte para calmarse a sí misma. <<¿Qué nos ha pasado? Anoche me acosté como cualquier otro día. ¿Qué hacemos aqui fuera..?>> Su mente no dejaría de  buscar  posibles explicaciones,  sin embargo solo le encontraba lógica a una de ellas ...

-¡N-no lo sé, Pefka!- Le diría con la voz subiendo y bajando de volumen, con los nervios fuera de sí.- A-alguien ha tenido que secuestrarnos... tiene que ser eso... no le  encuentro otro sentido-. Diría la hawaiana entre toses por el polvo y la suciedad que había en el aire.

Unos gritos despertaron a Toni. Al levantarse tenía la espalda como un acordeón.
Todo estaba lleno de polvo, su pelo, su pijama, sus ojos y el resto del cuerpo (por dentro y por fuera del pijama).
- Decidme que no nos han llevado a otra realidad porque ya me tiro por un puente- dijo con lo solo como platos mirando a los demás. Al observar que estaban todos se tranquilizó. No lo habían raptado solo a él, como la última vez. Era la primera vez que hablaba con entusiasmo en días.

Se levantó como pudo y casi vuelve a tumbarse al tropezar con una de las piedras que le habían dejado la espalda hecha un cuadro.

- ¿Estáis todos bien? ¿Estamos todos no? Juraria que nos acostamos en el Torreón ¿no?

Iemai durmió extrañamente bien aquella noche, incluso si al despertar le dolía todo el cuerpo. Por suerte, se encontraba boca arriba con su brazo roto sobre el pecho, pero su espalda tocaba algo frío, duro y polvoriento. La habían despertado las voces de sus compañeros, alarmadas. No era como todos los días, sintiendo que había salido el sol y escuchando murmullos.

Al abrir los ojos se sintió desorientada, pero sobre todo horrorizada. Se incorporó tan rápido que se mareó, y miró alrededor, arrastrándose hacia atrás hasta que su espalda dio con una pared. La cercana comenzó a hiperventilar mientras maldecía.
—No, no, no, no, esto no puede pasar, no, no no…

La realidad empezó a calar en ella lentamente, y pronto vio que la casa en que estaban estaba ruinosa. Aquello no tenía sentido. Se incorporó lentamente y echó el cuerpo hacia fuera por una ventana de la que solo quedaba el hueco. Ni siquiera se había parado a contar si estaban todos.
—No estamos encerrados —dijo, desconcertada. Incluso creía reconocer la calle en la que se encontraban—. Tenemos que irnos de aquí, ya, ¡ya!

Iemai no había dejado de hiperventilar, pero no se dirigió a la puerta de inmediato. ¿Qué pasaba con el torreón? ¿Podrían volver siquiera? Por mucho que intentaba ordenar sus pensamientos y buscar una explicación lógica para aquello, no la encontraba. Sus peores temores se estaban disparando y no los podía contener.

Qwara durmió de un tirón toda la noche, sin despertarse ni una sola vez, pero cuando las voces de sus compañeros empezaron a sacarla del sueño no se sintió descansada en absoluto. Notaba el cuerpo agarrotado, como si hubiera reposado en una postura incómoda, y bajo ella notaba la fría y dura superficie de un suelo polvoriento que no se parecía en nada al colchón en el que se había echado hacía unas pocas horas.
—¿Pero qué… ? —murmuró con voz confusa, incorporándose de un salto repentino cuando sus neuronas empezaron a procesar lo que estaba ocurriendo.

Un fuerte mareo le sobrevino a raíz del movimiento repentino, desestabilizándola, pero logró acuclillarse a tiempo y evitó irse de morros contra el suelo. Con los ojos entrecerrados observó lo que la rodeaba con nerviosismo, controlando su respiración para no dejarse dominar por el pánico. Sus compañeros estaban con ella, igual de confusos y en diversos estados de alteración, pero a primera vista parecían estar bien.
«¿Cómo hemos llegado aquí… ?» pensó para sí con un nudo en la garganta, intentando que la magnitud de aquel hecho no la superara.

Como Iemai acababa de decir tenían que salir de allí cuanto antes y volver a Sendar, aunque la “seguridad” de sus muros ahora estuviera en entredicho. La cercana había señalado acertadamente que no estaban encerrados, lo que era un alivio, y un rápido vistazo por una de las ventanas de aquella ruinosa casa le confirmó a la sudafricana que no estaban lejos de su hogar.
—No estamos muy lejos del torreón... —dijo en voz alta para todos, apoyándose contra el alféizar mientras repasaba a los presentes con la mirada. La frialdad del suelo se empezó a extender por su cuerpo desde las plantas de los pies cuando se percató de que faltaba gente—. ¿Dónde están Kiki y Nery’s? —preguntó con un hilo de voz, palideciendo ligeramente al volver a contarlos con idéntico resultado.

Ulmara no supo si llegaron primero a sus sentidos las ruinas bajo su cuerpo o las voces de sus compañeros. <<¿Aramara?>>, ¿qué estaba pasando? Con lo que le costaba conciliar el sueño fuera de su horario nocturno, sentía que había dormido bien, y a la vez… No. No era cosa suya, ni de su cuerpo ni de la fuerza de costumbre. Se levantó como buenamente pudo, se sacudió la ropa vieja que usaba a modo de pijama y buscó al resto con la mirada. La luz pegaba fuerte fuera, fuera de donde quiera que estuviesen, dentro le bastó con poner su mano izquierda a modo de visera para ver bien.

Buscó a todos sus compañeros y las cuentas no le salían. Sentía el nerviosismo de Iemai rebosando su cuerpo y (creía) que la preocupación que ella sentía se extendía a todos.

—No están con nosotros —dijo. Al mismo tiempo, llevó la mano derecha al hombro más sano de Iemai. <<Tranquila>> quería decirle, pero no sabía si podía pedirle algo así. Ella misma se sentía extraña. Era la segunda vez que la secuestraban y violaban la seguridad de lo que ella había considerado un refugio. La angustia latía de fondo, pero se forzó a acallarla—. ¿Deberíamos volver al torreón o alejarnos de él? —expulsó aire por las fosas nasales en un amago de risa nerviosa que pudo contener.

No tenía claro qué hacer. <<¿Aramara? ¿Qué es lo correcto?>>. La cercana trató de mantener una fachada de serenidad, se agachó para recoger un pedrusco de entre las ruinas y lo asió como si fuera un arma mortífera (porque en el fondo lo era, aunque no en sus manos). Acto seguido, abrió la puerta. No esperaba nada al otro lado, sus compañeros ya se habían asomado por las ventanas, pero ella no se fiaba.

—¿Y si Kiki y Nery’s están en otras de las casas? ¿Deberíamos buscarles?

<<¿Aramara?>>, se dirigió a la diosa mensajera por tercera vez y por tercera vez la diosa la dejó en leído.

No estaba sola en ese polvoriento lugar y aquello fue una mezcla de alivio e inquietud. Porque saber que no había sufrido un episodio sonámbulo inmenso que le había hecho salir jodidamente sola a dormir fuera, estaba bien…era imposible que hubieran sufrido algo así en conjunto. Especialmente de forma tan extraña. Porque estaban todos allí, o casi todos, porque no veía ni a Nery’s ni a Kiki. ¿Porque no estaban allí si dormían en habitaciones tambien? ¿Por qué si estaba allí Pefka si él dormía en el patio? ¿Cómo demonios habían llegado allí? Su mente saltaba de una pregunta a otra sin control y sin respuesta.

<< ¡No es posible que saliéramos todo así a lo loco a darnos un puto paseo grupal nocturno y ninguno tenga idea como llegamos aqui! ¿Nos ha sacado alguien? Si es así…¿¡Cómo, joder, y por que!? >> penso viendo como sus compañeros iban despertando en diferentes estados de terror y ansiedad.

Rua se incorporó como pudo, abrazándose a sí misma mientras veía a Qwara asomándose por la ventana y a Ulmara intentando calmar a Iemai que parecía presa de un ataque de nervios antes de acercarse a la puerta. Rua penas si llevaba una camiseta ancha que usaba como vestido de dormir, iba descalza y estaba en bragas, no estaba preparada para enfrentarse a nada en esas condiciones. Ninguno lo estaba.

Escuchar que no estaban encerrados, le puso más nerviosa si cabe. ¿Porque mierdas alguien lo sacaría a todos del torreón solo para dejarlos en un lugar totalmente abierto? ¿Les hicieron algo? Rua se mordió el labio inferior revisándose con algo de alteración. No le dolía nada, mas allá de incomodidad de haber dormido en el polvoriento suelo a saber cuánto tiempo. No había herida en sus piernas, sus pies si estaba empezando a sentir el frio de las piedras bajo su piel, pero nada más. Se tocó el estómago, la cara y entonces al fijarse en sus brazos, fue cuando lo notó.

- ¿Qué es esto? ¿Un pinchazo…? – mascullo por lo bajo de forma casi inaudible, pasando sus dedos por la herida de un pinchazo que coronaba su piel, como esas que alguna vez había tenido cuando le sacaban sangre. << ¿Por qué tengo esto? >> sus ojos miraron rápidamente a todos los demás, ¿era la única que lo tenía? ¿debía empezar a alterarse o era solo el ataque de un jodido mosquito enorme y ella estaba exagerando por los nervios de la situación? Miro a Iemai cuyos niveles de alteración estaba por las nubes. Si mencionaba lo del pinchazo y todos llegaban a tenerlo, cosa que esperaba que no fuese el caso porque implicaria cosas que no queria pensar, estaba segura que más de uno entrarían en pánico. <<No, espera que a estemos bajo un sitio seguro. Si es que se le puede seguir llamando seguro al lugar donde estábamos >> pensó intentando poner en orden sus ideas, a pesar de que su respiración estaba de todo menos tranquila, al igual que su pulso.

- Esto no tiene ningún puto sentido, salgamos de aquí primero, no hay forma que busquemos a Nery’s y Kiki tal como estamos. ¡No tenemos armas! –aseguró Rua viendo a Ulmara coger una piedra del suelo que poco podría hacer tal como estaban. Miro alrededor, buscando algo también con que defenderse y haciéndose con otro pedrusco, sintiendose apenas un poco más segura. Estaba sacando valor y entereza de no sabía dónde, ¿instintivo de preservación? No tenía ni puta idea, pero lo agradecía con el alma el no estarse dejando llevar por el pánico a pesar de que claramente estaba asustada- Con suerte siguen en el jodido torreón. Ya veremos luego que mierdas hacer sino están allí… si es que conseguimos entrar -dijo asomándose ligeramente con precaución tras la puerta que Ulmara había abierto.

La casa estaba totalmente hecha polvo fuera de esa puerta. Rua miró hacia el techo, precavida de que no fuese a caérseles encima y hacia el suelo, igual de desconfiada. Ya habían sufrido días atrás problemas con pisar suelo que no debían.

-Vayamos cagando leches hasta el torreón. Estaba cerca, ¿no?  - dijo agarrando su piedra firmemente, sintiendo el pulso en sus oídos palpitando a juego con su desconfianza. Salió lentamente del cuarto, sintiendo un nudo en el estómago.

Fleur se arrojó con fuerza a los brazos de Maila quien parecía encontrarse bien, aquel gesto en cambio solo afloró todas sus emociones y se conviertieron casi en un llanto mudo, las lágrimas corrían despavoridas a reunirse en sus mejillas y la joven ahogó algunos de sus lamentos en el cuello de la hawaiana, intentando amortiguar algo del sonido. Estaba aterrada, y sus manos temblaban levemente mientras volvía a toser con la garganta resentida. Había presenciado varios peligros, la mayoría incluso contado por sus compañeros. E incluso había avistado dragones, algo que nunca habría creído posible. Pero aquello era diferente, su mente logró erigir una separación entre el exterior como peligroso, y el interior de Sendar como seguro. Llegaron a penas unas semanas a la ciudad pero se sentía segura, de cierta forma intocable.
Y ahora estaba en la interperie, desorientada. Lo que ocurrió en la fuente... aquel chico del otro grupo. Todos muertos. Solo de pensarlo se le hizo un nudo en la garganta y notó como su estómago se revolvía, con naúseas.
>>Por favor por favor por favor, te lo ruego. Sácame de aquí<< ¿Y si era un castigo? Por no preocuparse por el grupo que quería compartir las cestas con ellos. Ella mostró interés por su parte, no fue escuchada, pero debía reconocerlo, podría haber hecho más y quizás no fuera suficiente. Pensó que podría caerles un castigo y ahora les ocurría aquello. >>¡Por favor!<<.

—¡No! —se separó por un momento de Maila para hacerse escuchar, su voz se alzó algo más de lo debido con un perceptible temblor— ¿Y... si... lo que nos ha llevado a este lugar sigue allí? ¡Por favor, no podemos volver! Maila, tienes que decírselo —en aquellos momentos sus ojos se encontraban algo hinchados por el disgusto y estaba tan dispersa que ni la ausencia de Kiki y Nery´s había escuchado por boca de las chicas.

Maila pudo notar cómo las lagrimas de Fleur mojaban su cara y cuello, y no pudo más que abrazarla aún más fuerte si cabía, mientras le acariciaba el pelo con una mano. La hawaiana era consciente del respeto y miedo que le tenía la francesa al exterior, en parte también porque eran sentimientos compartidos por Maila y en esos momentos no sabía cómo consolarla más allá de lo que estaba haciendo.

La chica escuchaba en un segundo plano la conversación que estaban teniendo sus compañeros, pero toda su atención se dirigió a Qwara en cuánto esta mencionó la ausencia de Kiki y Nery´s.
<<Oh, no... Esto no puede estar pasando... ¿Estarán el torreón? No...¿ Para qué raptarnos a nosotros y dejarlos a ellos allí?>> Pensaba angustiada mientras intentaba pensar en qué curso de acción era el más indicado.

De repente la reacción de la francesa la sobresaltó y Maila abrió mucho frunció el ceño preocupada mientras oía sus lamentos. Lo que decía Fleur no carecía de sentido pero la hawaiana sospechaba que tampoco podían hacer otra cosa más que ir al torreón. <<Para bien o para mal es un sitio conocido...>> Se dijo antes de hablar.

-¡Tranquila, Fleur!- Le dijo a la chica mientras la agarraba de los hombros. Luego se dirigió con  una voz  más suave para intentar calmarla.- Oye, entiendo cómo te sientes de verdad. Y-yo tambíen estoy aterrada, pero tienen razón, ¿vale? Tenemos que salir de aquí, no sabemos si lo que sea que nos... raptó... va a volver. Y tenemos que buscar a Kiki y a Nery´s... y no vamos a llegar muy lejos sin armas.- Maila le pasó el dorso de la mano por la mejillas, en un intento de quitarle las lágrimas a la francesa. Se le podía notar un leve temblor en la voz y podrían ver que la hawaiana estaba al límite de explotar.- Ahora venga, t-tenemos que salir de aquí, ¿vale?- Afirmó mientras se levantaba y le extendía las manos a Fleur para ayudarla.

- ¿Creéis que seguirá por aquí?- Preguntó acercándose a la puerta cautelosamente y con la mirada fija en la espalda de Rua. De vez en cuando echaría miradas hacia atrás, sin perder de vista a Fleur.

El nombrado no tenía respuestas para tantas preguntas, preguntas que no dejaban de aumentar en cantidad y terror. ¿Cómo habían llegado allí? ¿Por qué, para qué? ¿Qué eran esos agujeritos que tenían en los brazos que Rua había llamado pinchazos? ¿Dónde estaban Nery's y Kiki? ¿Podrían volver al refugio, sería seguro? ¿O pasaría algo si se quedaban en aquella ruina abandonada?

Solo una de esas preguntas o su posible respuesta le daba buena espina, por así decirlo. Creía que debían volver al torreón si querían averiguar qué había ocurrido. Si alguien había entrado y les había llevado hasta allí, debía haber bajado el puente. Quizás solo estaban ellos allí porque no habían visto a los otros dos, quienes dormían juntos aparte. Quizás solo estaban ellos allí porque a los ausentes les había pasado algo, ya fuera en la cueva que habitaban o la que ocupaban ahora. Quizás... Demasiados quizás y ninguna respuesta. Lo que sí entendía era el agobio de las humanas o el pánico de los demás. Él mismo no se creía nada de lo que estaba pasando en esos momentos, y chocaba mucho con su férrea creencia en que estaban inmersos en un ritual de las Lunas. De ser así, ¿por qué les habían traído a un sitio abandonado? ¿Y qué eran esos pinchazos, algún tipo de insecto? Debía examinarse el brazo regularmente para verificar qué podía ser.

Así que se asomó a la ventana como hizo Qwara y cuando confirmó lo que decía se acercó a la puerta.
—Yo propongo volver. Aquí no sabemos qué ha pasado, pero si alguien entró en el torreón quizá los otros necesiten ayuda. El exterior al menos lo conocemos y no estamos lejos.

Parecía haber más o menos consenso general en cuanto a volver, así que salió al exterior con el grupo. A ver qué les deparaba esta nueva "salida". Ya no solo era que se frustraran al salir del torreón, ahora es que directamente les habían sacado y habían vulnerado el único sitio donde se sentían seguros. Esto, se lamentaba en sus pensamientos el hijo de lunas mientras, no iba a pasar desapercibido para el grupo, ni sería algo inocuo aunque llegaran todos sanos y salvos.

El brazo de Toni el ardía, siempre lo hacia cuando le sacaban sangre, era una mezcla de picazón y dolor.

- Chicos, de verdad, voy donde digáis, pero vamos a movernos que me da un algo aquí. Pero prometedme una cosa, cuando volvamos juntaremos todas las camas en plan comuna y dormiremos todos agarraditos de las manos- Toni miro a Rua y se sonrojó, la pobre era la que menos ropa llevaba y no se le notaba demasiado cómoda.

Toni imitó a Ulmara y cogió una piedra. Le habían quitado la zona segura, que idiota había sido, ¿cómo podría sentir algo seguro en aquel sitio?

- ¿No os parece raro que solo estemos nosotros? Solo faltan ellos dos... mira, si no están muertos y están con los que nos trajeron aquí los mato yo- Para Toni ese pensamiento era el más lógico. Estaban todos menos ellos, habían entrado mientras dormían les habían drogado y movido- Si no lo están espero que sigan vivos, vamos a buscarlos al Torreón y si estan ya les pediré disculpas por pensar mal de ellos.

Ulmara la detuvo posando la mano en su hombro, pero Iemai no quería quedarse allí ni un momento más. Aquel contacto apenas la había tranquilizado, ¿pero qué podía decirle a Ulmara? Para empezar, aquello no era culpa de ella y no había razón para ponerse a gritar.

Entonces se dio cuenta de lo que se decía a su alrededor: faltaban Nery’s y Kiki. La cercana sintió frío hasta en sus venas, temiéndose lo peor en lo que respectaba a su ausencia. Para ella era obvio que alguien los había sacado del torreón por la fuerza, lo que no lograba comprender era por qué, o incluso cómo, y no precisamente porque no fuese consciente de que la magia debería haber estado involucrada.

Por si fuera poco, empezó a escuchar menciones a un pinchazo y examinó su propio brazo. En su piel oscura era difícil de identificar, pero no parecía exclusivo de unos pocos. Su frente se perló de sudor. Nada tenía sentido y la angustia la estaba matando.

—No hay otra opción, no podemos saber qué le ha pasado al torreón si no lo vamos a ver —dijo, saliendo por la puerta y sintiendo alivio al ver que nada los retenía mágicamente en aquel edificio. Sin embargo, pisar la calle solo contribuyó a su ansiedad. Sabía que daba igual estar dentro o fuera, pero tenía miedo. «¿Cuánto tiempo llevamos durmiendo en esa casa?» se preguntó, aterrada por la posible respuesta.

Miró a su alrededor, orientándose. Tal vez no había salido desde el primer día, pero había observado el entorno del torreón desde la azotea. La silueta de su refugio se erguía al final de la calle, donde había estado siempre.
—Por lo menos sigue entero —dijo entre dientes—. Tenemos que ver qué ha pasado.

A pesar de decirlo con seguridad, vaciló antes de ponerse en movimiento. Aquello podía ser una trampa, pero no tenían otro lugar al que volver, no había ni una sola opción mejor que aquel edificio.

La respuesta de Ulmara no tranquilizó en absoluto a la morena, pues les ponía en una situación aún más delicada, pero haciendo de tripas corazón Qwara se obligó a mantener la calma.
«Lo primero es centrarse» pensó para sí, cerrando los ojos unos instantes para tranquilizarse y pensar con frialdad.

Entendía que Fleur no quisiera regresar al torreón, pues lo que fuera que los había sacado podía seguir allí, pero debían de asegurarse con sus propios ojos de ello y tampoco tenían otro sitio al que ir. Estaban todos en pijama, desarmados y sin provisiones, y si todo eso no era aliciente suficiente debían al menos comprobar que Kiki y Nery’s no se habían quedado allí.
—Si estamos todos juntos nos irá bien. —dijo con voz firme, tratando de imprimir fuerza en sus palabras para ser la primera en creerselo. Ella también estaba asustada.

Mientras Maila tranquilizaba a la francesa y Ulmara intentaba lo propio con Iemai, Qwara echó otro vistazo a la calle con atención, buscando movimientos extraños que delataran la presencia de algo o alguien.
—La calle parece estar vacía y no hay nadie en la puerta. —respondió en voz baja a la pregunta de la hawaiana, palpándose el pinchazo casi invisible del brazo que todos habían empezado a mencionar con expresión pétrea.

Tenía sentido que los hubieran drogado para sacarlos a todos sin que nadie se diera cuenta, pero ser consciente de aquello no era ningún alivio y solo contribuía al malestar general. Si conseguían regresar al torreón y no encontraban a ningún okupa instalado no iban a seguir viendo aquel lugar como el refugio inexpugnable que todos habían creído que era.
—Quizás no les vieran al estar durmiendo en otra habitación, Toni… —replicó a las palabras del español tras asentir a su idea de juntar todas las camas a futuro, cruzando los dedos porque eso fuera lo que había pasado.

Salió con los demás a la calle una vez estuvieron listos, descartando en el último momento el coger un pedrusco del suelo como algunos de sus compañeros por no sentirse cómoda con algo así en las manos. Si se veía obligada a pelear prefería dar puñetazos, pero con el torreón a la vista aquello parecía improbable. Solo debían apretar el paso y en unos minutos estarían a las puertas.

Sigue en el Torreón Sendar.

Milo sonrió avergonzado ante las declaraciones de su amigo, pues era cierto que a veces se arriesgaba de más, y sin saber muy bien qué replicar se limitó a aceptar sus amenazas con un asentimiento de cabeza. El hacker era consciente de que todo lo que decía el cambiante era por su bien y de estar los papeles invertidos él también diría las mismas cosas y lanzaría las mismas advertencias.
—Si te soy sincero yo tampoco lo tengo muy claro, Rox... pero prometo ser más responsable a partir de ahora, ¿de acuerdo? Promesa de tonto —dijo, alzando la mano solemnemente—. Cualquier cosa con tal de no recibir tremendo collejón… —añadió por lo bajo a continuación, dejando apartados los libros que pensaba llevarse.

Mientras el brujo se ponía la cazadora observó como su amigo dejaba la pila de tomos descartados sobre el carrito de devoluciones, delegando en el bibliotecario la tarea de devolverlos a sus estanterías correspondientes, y en cuanto el australiano recogió sus cosas los dos se pusieron en marcha. Por suerte para ellos Biblios no les notó nada cuando pasaron por el mostrador de préstamos y pudieron abandonar la biblioteca sin tener que escuchar uno de sus monólogos sobre lo poco considerados que eran los jóvenes de hoy en día.
—Nunca he conocido a un bibliotecario al que le guste tan poco su trabajo —murmuró por lo bajo cuando estuvieron en la calle, conteniendo la risa a duras penas por miedo a que el espíritu les oyera antes de poner tierra de por medio.

El último comentario del coreano a su agradecimiento no se le había pasado por alto, pero el moreno no había tenido ocasión de responder en el momento y decidió hacerlo ahora.
—Que sepas que yo pienso lo mismo, por cierto —replicó mientras caminaban hacia la Sede—. Siempre es divertido pasar el tiempo contigo, Rox, hasta en los malos ratos... —aclaró con una sonrisa ensimismada, rememorando algunas de las charlas que habían mantenido durante la criba.