Calles

El nombrado no tenía respuestas para tantas preguntas, preguntas que no dejaban de aumentar en cantidad y terror. ¿Cómo habían llegado allí? ¿Por qué, para qué? ¿Qué eran esos agujeritos que tenían en los brazos que Rua había llamado pinchazos? ¿Dónde estaban Nery's y Kiki? ¿Podrían volver al refugio, sería seguro? ¿O pasaría algo si se quedaban en aquella ruina abandonada?

Solo una de esas preguntas o su posible respuesta le daba buena espina, por así decirlo. Creía que debían volver al torreón si querían averiguar qué había ocurrido. Si alguien había entrado y les había llevado hasta allí, debía haber bajado el puente. Quizás solo estaban ellos allí porque no habían visto a los otros dos, quienes dormían juntos aparte. Quizás solo estaban ellos allí porque a los ausentes les había pasado algo, ya fuera en la cueva que habitaban o la que ocupaban ahora. Quizás... Demasiados quizás y ninguna respuesta. Lo que sí entendía era el agobio de las humanas o el pánico de los demás. Él mismo no se creía nada de lo que estaba pasando en esos momentos, y chocaba mucho con su férrea creencia en que estaban inmersos en un ritual de las Lunas. De ser así, ¿por qué les habían traído a un sitio abandonado? ¿Y qué eran esos pinchazos, algún tipo de insecto? Debía examinarse el brazo regularmente para verificar qué podía ser.

Así que se asomó a la ventana como hizo Qwara y cuando confirmó lo que decía se acercó a la puerta.
—Yo propongo volver. Aquí no sabemos qué ha pasado, pero si alguien entró en el torreón quizá los otros necesiten ayuda. El exterior al menos lo conocemos y no estamos lejos.

Parecía haber más o menos consenso general en cuanto a volver, así que salió al exterior con el grupo. A ver qué les deparaba esta nueva "salida". Ya no solo era que se frustraran al salir del torreón, ahora es que directamente les habían sacado y habían vulnerado el único sitio donde se sentían seguros. Esto, se lamentaba en sus pensamientos el hijo de lunas mientras, no iba a pasar desapercibido para el grupo, ni sería algo inocuo aunque llegaran todos sanos y salvos.

El brazo de Toni el ardía, siempre lo hacia cuando le sacaban sangre, era una mezcla de picazón y dolor.

- Chicos, de verdad, voy donde digáis, pero vamos a movernos que me da un algo aquí. Pero prometedme una cosa, cuando volvamos juntaremos todas las camas en plan comuna y dormiremos todos agarraditos de las manos- Toni miro a Rua y se sonrojó, la pobre era la que menos ropa llevaba y no se le notaba demasiado cómoda.

Toni imitó a Ulmara y cogió una piedra. Le habían quitado la zona segura, que idiota había sido, ¿cómo podría sentir algo seguro en aquel sitio?

- ¿No os parece raro que solo estemos nosotros? Solo faltan ellos dos... mira, si no están muertos y están con los que nos trajeron aquí los mato yo- Para Toni ese pensamiento era el más lógico. Estaban todos menos ellos, habían entrado mientras dormían les habían drogado y movido- Si no lo están espero que sigan vivos, vamos a buscarlos al Torreón y si estan ya les pediré disculpas por pensar mal de ellos.

Ulmara la detuvo posando la mano en su hombro, pero Iemai no quería quedarse allí ni un momento más. Aquel contacto apenas la había tranquilizado, ¿pero qué podía decirle a Ulmara? Para empezar, aquello no era culpa de ella y no había razón para ponerse a gritar.

Entonces se dio cuenta de lo que se decía a su alrededor: faltaban Nery’s y Kiki. La cercana sintió frío hasta en sus venas, temiéndose lo peor en lo que respectaba a su ausencia. Para ella era obvio que alguien los había sacado del torreón por la fuerza, lo que no lograba comprender era por qué, o incluso cómo, y no precisamente porque no fuese consciente de que la magia debería haber estado involucrada.

Por si fuera poco, empezó a escuchar menciones a un pinchazo y examinó su propio brazo. En su piel oscura era difícil de identificar, pero no parecía exclusivo de unos pocos. Su frente se perló de sudor. Nada tenía sentido y la angustia la estaba matando.

—No hay otra opción, no podemos saber qué le ha pasado al torreón si no lo vamos a ver —dijo, saliendo por la puerta y sintiendo alivio al ver que nada los retenía mágicamente en aquel edificio. Sin embargo, pisar la calle solo contribuyó a su ansiedad. Sabía que daba igual estar dentro o fuera, pero tenía miedo. «¿Cuánto tiempo llevamos durmiendo en esa casa?» se preguntó, aterrada por la posible respuesta.

Miró a su alrededor, orientándose. Tal vez no había salido desde el primer día, pero había observado el entorno del torreón desde la azotea. La silueta de su refugio se erguía al final de la calle, donde había estado siempre.
—Por lo menos sigue entero —dijo entre dientes—. Tenemos que ver qué ha pasado.

A pesar de decirlo con seguridad, vaciló antes de ponerse en movimiento. Aquello podía ser una trampa, pero no tenían otro lugar al que volver, no había ni una sola opción mejor que aquel edificio.

La respuesta de Ulmara no tranquilizó en absoluto a la morena, pues les ponía en una situación aún más delicada, pero haciendo de tripas corazón Qwara se obligó a mantener la calma.
«Lo primero es centrarse» pensó para sí, cerrando los ojos unos instantes para tranquilizarse y pensar con frialdad.

Entendía que Fleur no quisiera regresar al torreón, pues lo que fuera que los había sacado podía seguir allí, pero debían de asegurarse con sus propios ojos de ello y tampoco tenían otro sitio al que ir. Estaban todos en pijama, desarmados y sin provisiones, y si todo eso no era aliciente suficiente debían al menos comprobar que Kiki y Nery’s no se habían quedado allí.
—Si estamos todos juntos nos irá bien. —dijo con voz firme, tratando de imprimir fuerza en sus palabras para ser la primera en creerselo. Ella también estaba asustada.

Mientras Maila tranquilizaba a la francesa y Ulmara intentaba lo propio con Iemai, Qwara echó otro vistazo a la calle con atención, buscando movimientos extraños que delataran la presencia de algo o alguien.
—La calle parece estar vacía y no hay nadie en la puerta. —respondió en voz baja a la pregunta de la hawaiana, palpándose el pinchazo casi invisible del brazo que todos habían empezado a mencionar con expresión pétrea.

Tenía sentido que los hubieran drogado para sacarlos a todos sin que nadie se diera cuenta, pero ser consciente de aquello no era ningún alivio y solo contribuía al malestar general. Si conseguían regresar al torreón y no encontraban a ningún okupa instalado no iban a seguir viendo aquel lugar como el refugio inexpugnable que todos habían creído que era.
—Quizás no les vieran al estar durmiendo en otra habitación, Toni… —replicó a las palabras del español tras asentir a su idea de juntar todas las camas a futuro, cruzando los dedos porque eso fuera lo que había pasado.

Salió con los demás a la calle una vez estuvieron listos, descartando en el último momento el coger un pedrusco del suelo como algunos de sus compañeros por no sentirse cómoda con algo así en las manos. Si se veía obligada a pelear prefería dar puñetazos, pero con el torreón a la vista aquello parecía improbable. Solo debían apretar el paso y en unos minutos estarían a las puertas.

Sigue en el Torreón Sendar.

Milo sonrió avergonzado ante las declaraciones de su amigo, pues era cierto que a veces se arriesgaba de más, y sin saber muy bien qué replicar se limitó a aceptar sus amenazas con un asentimiento de cabeza. El hacker era consciente de que todo lo que decía el cambiante era por su bien y de estar los papeles invertidos él también diría las mismas cosas y lanzaría las mismas advertencias.
—Si te soy sincero yo tampoco lo tengo muy claro, Rox... pero prometo ser más responsable a partir de ahora, ¿de acuerdo? Promesa de tonto —dijo, alzando la mano solemnemente—. Cualquier cosa con tal de no recibir tremendo collejón… —añadió por lo bajo a continuación, dejando apartados los libros que pensaba llevarse.

Mientras el brujo se ponía la cazadora observó como su amigo dejaba la pila de tomos descartados sobre el carrito de devoluciones, delegando en el bibliotecario la tarea de devolverlos a sus estanterías correspondientes, y en cuanto el australiano recogió sus cosas los dos se pusieron en marcha. Por suerte para ellos Biblios no les notó nada cuando pasaron por el mostrador de préstamos y pudieron abandonar la biblioteca sin tener que escuchar uno de sus monólogos sobre lo poco considerados que eran los jóvenes de hoy en día.
—Nunca he conocido a un bibliotecario al que le guste tan poco su trabajo —murmuró por lo bajo cuando estuvieron en la calle, conteniendo la risa a duras penas por miedo a que el espíritu les oyera antes de poner tierra de por medio.

El último comentario del coreano a su agradecimiento no se le había pasado por alto, pero el moreno no había tenido ocasión de responder en el momento y decidió hacerlo ahora.
—Que sepas que yo pienso lo mismo, por cierto —replicó mientras caminaban hacia la Sede—. Siempre es divertido pasar el tiempo contigo, Rox, hasta en los malos ratos... —aclaró con una sonrisa ensimismada, rememorando algunas de las charlas que habían mantenido durante la criba.

Rox se había ajustado la bandana al cuello mientras Milo confirmaba los libros que iba a sacar; por su parte llevaba bajo el brazo (sin contar su librera) el atlas de anatomía humana que apenas había revisado debido al pavo que se traían antes. Una corta risa se le escapó tras el comentario de Milo sobre Biblios, habiendo guardado un silencio inquieto desde que pidió marcharse. Inevitablemente seguía algo nervioso.
—Pobre hombre. A mi lo que me sorprende es que no se nos haya aparecido en mitad de la burbuja.

Estaba algo distraido, andar al mismo nivel que su amigo le ponía nervioso y no se fijó en que iba unos pasos por delante suya hasta que el moreno volvió a abrir la boca. Rox aminoró la marcha para ponerse a su altura, tragando saliva mientras el pulso se le volvía a descompasar. Suspiró imperceptiblemente por la nariz. Las mariposas de su estómago seguían dando vueltas, inquietas.
«Cállate, cállate. No sigas». Que Milo pronunciase eso era música para sus oídos, una que le dejaba embobado y hacía que pensar fuera difícil. No quería delatarse, pero aquello complicaba las cosas. Su sonrisa era bastante amplia a pesar de su pequeño pánico interno, recomfortante.

—Que ñoños somos. Ya me puse filosófico y ñoño con Rena el día que estuvimos de resacón, ¿ahora tocaba contigo no? —le dio un empujoncito hombro con hombro. Calló unos segundos antes de seguir con un tono diferente, más enérgico—: Pues... filosofando de otra cosa, ¿sabes algo cosa que me da por saco? La gente que odia los cuellos altos. Llevo dándole vueltas a esta tontería desde que mi jefa me agenció uno. Tenía unos amigos que se burlaban un huevo de ellos.

Su cerebro había visto bien ese cambio de conversación, hilado como quien hila cualquier cosa en una charla vaga con un colega. Le resultaba menos apurado y doloroso que seguir hablando de lo mucho que se apreciaban el uno al otro.

Milo se encogió de hombros ante la afirmación de Rox, aceptando el ñoñerismo con una sonrisa mientras caminaban de vuelta a la Sede. El australiano no quería proseguir con la conversación por esos derroteros, sin embargo, y con un tono más enérgico le hizo un comentario sobre los cuellos altos que le hizo reír por lo repentino y fuera de lugar que parecía el mismo.
—No jodas, ¿tu jefa te ha asignado uno? —inquirió con cara de genuino asombro justo después de que el rubio mencionara las burlas de sus amigos—. ¿Ahora te vas a poner un cuello de jirafa todas las mañanas para ir al curro? —añadió con una sonrisa divertida, devolviéndole el toque de hombro mientras se aseguraba la mochila aprovechando el bamboleo del movimiento.

Estaba siendo algo capullo por tomarse el comentario a coña, pero no podía evitarlo: hacer el payaso con sus amigos le salía natural. Milo conocía al animal que acababa de mencionar por los libros de anatomía del cambiante, y con la imagen en mente volvió a preguntar.
—¿No limitarán mucho las manchas los conjuntos que te puedes poner? Los estampados animales son muy horteras...

Continúa en inciso.

Spoiler:

El varmano recogió una petaca del suelo del callejón, donde había dejado sus cosas. Pegó un trago a su contenido, una fórmula de su invención, hizo gárgaras con ella y la escupió en una esquina. Cuando se giró, el otro brujo se había esfumado. Se encogió de hombros. Cobraba por adelantado así que no le importaba mucho la falta de despedidas. Invocó un hechizo de limpieza, se arregló un poco la camisa y salió del callejón… solo para encontrarse de frente con un grupo de cosechados.

<< Mieeeeeerdaaaa >> pensó. << Por eso se ha ido tan rápido ese desgraciado. Y no me avisa el cabrón>> Wheem era una persona entregada a su trabajo y tendía a despistarse cuando estaba en faena << Se va a cagar la próxima vez>>

Los cachorros ya le habían visto, así que podía desaparecer de su vista y quedar como un capullo, o dirigirles la palabra y quedar como un capullo educado.

-Hey -saludó, dedicándoles una sonrisa incómoda. -No os preocupéis por mi, ya me iba, no os voy a atacar ni nada. Que paséis un buen día y eso.

En su rápido vistazo al grupo no se le escapó que había una granta, que por todo el oro que llevaba encima debía ser de familia rica.

Luci por su parte se había llevado la misma sorpresa que el transformado al toparse con él. Había estado mirando al suelo desde que salieron del torreón, pendiente solo de no perder su posición segura detrás de los que iban en cabeza. El tipo era como Kahlo, pero con el pelo y los ojos rojos y bastante menos clase. Por su cara estaba claro que no había ido en su busca como había hecho Kirés, y su lenguaje corporal indicaba que tenía toda la intención de poner pies en polvorosa, pero algo se lo impedía ¿Buena educación? ¿Los monstruos tenían de eso? El daeliciano miró inquisitivo al resto de sus compañeros, sin tener muy claro qué hacer. Si lo que les había dicho el otro enderth era verdad no iban a poder sacarle información útil.

Kahlo llevaba su libro bajo el brazo y caminaba a paso ligero. Iba tan decente como de costumbre, con todas sus pulseras y anillos encima, cosa en realidad poco común estando fuera del torreón. Sabiendo que iban a un sitio seguro se había permitido salir arreglada -dentro de las posibilidades-, además, ir a sacar libros era una ocasión casi especial para ella. Aún así no descuidaba su estoque, que colgaba religiosamente del cinto en su falda larga.

Y el problema para quienes pisasen unas calles tan vacías como aquellas es que su presencia no tardaba en hacerse notar. Los ojos de la joven dieron rápidamente con la mancha de color que era aquel desconocido, menguando el ritmo de su andar al fijarse mejor en él. Otro varmano, un granta como ella. Bastaba con eso para que la chica se quedase de piedra, pero si encima era guapo... era un jaque mate en toda regla.
Sus ojos se abrieron como platos y su corazón se aceleró por la sorpresa de ver a otro de su raza, el primero en meses, aupado por el factor visual. No podía darle importancia a que transmitiera la misma energía de los chicos que se ganaban el sueldo repartiendo el periódico. Su boca formó una pequeña o.

—¡Espere! —se apresuró en decir, adelantándose al resto para entrar de pleno en su campo de visión—. ¡Otro varmano! —apretó los labios, sintiéndose ridícula. Pues claro que lo era. ¿Dónde estaban sus modales?—. ¿Es usted un ciudadano? ¡Si es así y-ya sabemos que no puede ayudarnos, no se preocupe!

Kahlo estaba nerviosa, entusiasmada incluso. Ver una cara "familiar" entre tantas especies diferentes era como encontrar un hueco de sombra después de horas bajo el sol. Arregló un mechón de pelo tras su oreja en gesto inquieto. Por los cielos, que no se fuera todavía.

Se detuvo en seco cuando vio algo moverse saliendo desde un callejón, llevándose instintivamente las manos a la lanza. Lo que les salió al paso no fue una alimaña como temía, sino algo más inesperado: un mamífero que se parecía en rasgos a Kahlo estaba frente a ellos y les saludó como si nada. Antes de que pudiera pensar nada más al respecto, el desconocido simplemente afirmó que no pensaba atacarles y procedía a marcharse. Si no se hubiesen encontrado previamente con Kirés y este les hubiese explicado las leyes absurdas de aquella ciudad, la enderth probablemente le hubiese detenido para hacerle preguntas, pero habiendo tenido la experiencia anterior simplemente relajó su postura y miró en dirección hacia sus compañeros.

La varmana no tardó en adelantarse para detener al desconocido, confirmándolo como uno de su propia especie. Al haberse detenido la enderth pudo apreciar mejor otro aspecto del desconocido: era algo distinta, pero compartía con Kirés aquella especie de aura imponente, especialmente notoria al compararle con su compañera que se encontraba cerca de él en ese momento. Este hecho la alivió por más de un motivo.

—Creía que quien no había visto a un semejante durante catorce años era yo —comentó para el resto en tono mayormente neutral pero con un fingido tinte de sorpresa.

Adam se encargó de ir atrás, con escudo en mano y vigilando hacia todos lados consciente de que, por muy tranquilo que fuese todo, algo inesperado podría ocurrir en cualquier momento. Pero el error humano estaba ahí, percatándose mucho después que algunos de sus compañeros de la presencia de un desconocido. El ruso, alterado, quiso verlo en detalle preparando su mano en el mango de la espada que, desde que la obtuvo, no la llegó a desenvainar ni una sola vez ni siquiera para intimidar.

<<Se parece a Kahlo>> Pensó al verlo mejor. Adam detectó en su forma de hablar que el varmano estuvo algo incómodo. Quizás fuese por las leyes de no intervención. La mujer gato confirmó su sospecha de que son de la misma especie, así como recalcando también que él no puede ayudarlos.

Bajó un poco el escudo, relajando un poco la tensión de su cuerpo. El comentario de la mujer pájaro desanimó un poco al ruso por lo triste que sonó para él, afligido por la solitaria vida que tuvo que vivir su compañera.

—Perdone si le hemos molestado o algo, solo nos ha pillado de paso en nuestro camino —no quiso confiarse pero tampoco iba a ser borde con todos los de Rocavarancolia. Soltó la disculpa con una amable sonrisa, dispuesto a aprender de los modales del ochrorio.

Alec iba atento a las calles mientras caminaban, siempre presto el martillo de guerra. A pesar de que ya habían salido muchas veces sin ningún tipo de problema el escocés no dejaba de ser cauto cuando salían del torreón. Nunca se sabía cuándo un lagarto gigante asesino les podría intentar tender una emboscada, o una serpiente con alas, o un esqueleto parlante. Dios, si es que aquella ciudad era rara con ganas.

No se sorprendió por encontrarse algo pero sí por encontrarse con alguien tan parecido a Kahlo, era evidente que pertenecían a la misma especie. Contuvo una sonora carcajada y la disimuló como tos cuando notó el nerviosismo de su compañera. Pensó sin embargo que quizá tendría que buscarle a la varmana un cubo para las babas. No era de extrañar, el tío estaba bueno y aquellos rasgos sólo sumaban puntos a ojos del pelirrojo.

Un pensamiento volvió a su mente por primera vez desde que le contaron lo de Kirés. ¿Qué les convertía a él y a ese otro chico en ciudadanos cuando no eran tan distintos de sus propias compañeras? Por lo que Alec sabía el factor determinante era simplemente ver aquella Luna Roja. Si simplemente aquel maldito libro no fuese tan putamente críptico...

-Va Lethe - dijo a la enderth.- No todos los días te encuentras con alguien de tu especie con tan buena planta en una ciudad como esta, ¿no crees, Kahlo? - le dirigió una sonrisa a la chica.

>>Sí - comentó continuando al ruso,- vamos de camino a la biblioteca a cambiar un par de libros que ya hemos leído.

Wheem se esforzó en disimular la sonrisilla que le provocó la reacción de la chica granta, no se la esperaba. Se pasó una mano por el pelo inconscientemente.

-Sí, soy de Varmania, y sí, soy un ciudadano -confirmó -Me llamo Wheem.

Era un alivio que ya supieran las leyes de la ciudad, le iba a ahorrar que la conversación se volviese aún más incómoda. El comentario del humano alto le descolocó.

-¿Molestar? Por los dioses, no. En todo caso debería disculparme yo por el susto.

Si estaban mucho rato allí podrían atraer algo y eso sí pondría a Wheem en una situación incómoda. Le dijeron que iban a la biblioteca << Bueno, por lo menos la han encontrado>> Era un buen avance, y el grupo tenía bien aspecto; ningún miembro de menos, todos los ojos y todas las narices (y hocicos), sin cicatrices horribles… El varmano de verdad esperaba que siguiesen así.

-Bueno, en ese caso no os entretengo más. Espero que la ciudad no os trate muy mal hasta la Luna.

<< Sí, eso, vete>> pensó Luci. Seguía sintiendo cierto rencor por los habitantes de la ciudad, por mucho que fuese cosa de las leyes lo de que no pudiesen ayudarlos. La comprensión de sus compañeros al respecto tampoco le gustaba, aunque nunca lo había expresado en voz alta. Le daba miedo señalarse como alguien con pensamientos feos, por eso tampoco dijo que el tipo no le parecía tan guapo. No entendía la reacción de Kahlo.

oofCuando se encontraron con el chico con hociquito, Qirra se sentó a observarle y ladeó ligeramente la cabeza. Se parecía a Kahlo más que al resto de chicos del torreón y a la peque le hizo feliz saber que de verdad había más gente como algunos de ellos en la ciudad.
oofNo parecía tener malas intenciones, aunque tampoco parecía tener intención de quedarse mucho más allí, e igual ellos deberían hacer lo mismo y darse un poco de brío de camino a la biblioteca por lo que pudiera pasar. Fuera como fuera, hacía tiempo que Qirra no salía, así que decidió quedarse a observar la escena en silencio, hasta que el grupo decidiese retomar la marcha.

El comentario de Lethe pasó desapercibido a sus oídos, por desgracia el de Alec fue lo bastante alto y claro como para que fingiese no haberlo oído. Las mejillas de la varmana se encendieron, no por timidez, sino por vergüenza ajena y ligera molestia. Al voltearse al humano por unos breves instantes su rostro solo expresaba una cosa: "¿¿??". Casi tuvo ganas de pedir perdón en nombre de su compañero, pero el chico no le dio ninguna importancia. El destino se burló de ella dándole la razón al granjero, sin embargo, porque ver como se apartaba el pelo así como saber su nombre hizo que su corazón diera un pequeño brinco en su pecho.
«Eres tonta», se reprimió.

—Wheem —repitió por lo bajo. Con ese nombre definitivamente podía ser un repartidor de periódicos—. Yo soy Kahlo. Es todo un gusto conocer a otro varmano en la ciudad...

Pronunciaba las palabras con voz suave, como si la altanería fuese una total desconocida para ella. La costumbre le hizo dudar en si ofrecerle una mano o no, finalmente rechazando la idea por la falta de formalidades. Entonces el cerebro de Kahlo hizo click. Que un enderth viviera en la ciudad por gusto era una cosa, pero... ¿por qué lo haría un varmano? No se le veía mal, desde luego. Quizá su experiencia en Varmania no fuera la mejor, pero aún así, abría demasiado su curiosidad. Tanto que dio luz a la sospecha.

—¿Por qué no has vuelto a Varmania? —preguntó en un arrebato antes de que pusiese pies en polvorosa, directa. En seguida suavizó su expresión interrogante, avergonzada por la brusquedad—. Disculpa, no es asunto mío.

No era ciega. El granta se veía apurado y no del todo cómodo con el encuentro, cosa que igual la apenó sobremanera. No quería molestarlo más, así que dio un paso atrás mientras abrazaba su libro y agachaba levemente la cabeza.

—¿Seguimos? —dijo, volteándose al resto. Su tono había perdido fuerza. A saber cuanto pasaría hasta que pudiera ver a uno de los suyos otra vez—. Un placer, Wheem.

Estando como estaba al final del grupo, fue de los últimos en ver a la figura en medio del camino. Joder, no me van los tíos, pero quizás en el cárcel... Aquel primer pensamiento al ver al varmano le confundió un poco, pero con un meneo se lo quitó de la cabeza y atendió a la conversación. Le sorprendió especialmente el tacto de su pupilo, se le estaba pegando la educación del chico nutria al parecer. El comentario de la pájaro le hizo rodar los ojos pero la respuesta del granjero le sacó una sonrisa, conteniendo así una carcajada que desde luego hubiese molestado a su compañera. El chico parecía algo incomodo con la situación, pero al contarle Kahlo que ya conocían la ley que no le permitía ayudarles pareció relajarse un poco. Kolja lo comprendía, a nadie le gustaba ser portador de malas noticias.

El comportamiento de la granta hizo que su sonrisa se volviese más amplia, no se veía todos los días que la gatita diese una impresión tan insegura, sobretodo con todas las joyas de las que tanto se enorgullecía puestas.

Luci hizo un mohín en dirección a Kahlo sin poder evitarlo, aunque luego se arrepintió, pues tanto su comentario como su pregunta eran interesantes, y más al ver que el extraño estaba dispuesto a responderlas.

-Es un placer, Kahlo. También es un gusto para mi ver a alguien de mi tierra hacerlo tan bien en la criba. Podemos charlar si quieres después de la Luna.

Estaba cogiendo la mala costumbre de ofrecer su ayuda a desconocidos últimamente, algo que no había hecho en su miserable vida, pero por alguna razón le parecía natural. No eran más que unos críos, y demasiado les hacía pasar la ciudad. No necesitó pensar mucho su respuesta a la pregunta:

-No queda nada para mí en Varmania. Nunca lo hubo, en realidad. Mi vida está aquí; mis amigos, mi trabajo y todo eso. Voy a veces, de visita y tal, pero no podría volver definitivamente, sería… raro.

Luci dió un paso al frente.

-¿Entonces no nos mentían con lo de que podríamos volver? -le preguntó.

Wheem le echó un rápido vistazo al grupo para ver si había algun carabés o ulterano entre ellos.

-No, no os mintieron, podréis volver -respondió.