Calles

Salieron al exterior y el lagarto no pudo evitar inspirar profundamente, en parte porque  le gustaba el aire limpio y en parte porque estaba asustado. Estaban en Rocavarancolia y lo más importante, estaban fuera al peligro de esos bichos con púas. Sin embargo se sentía en cierta manera protegido, al fin y al cabo no estaba solo. Agarró el mango del cuchillo con fuerza, provocando que le dolieran los escamosos dedos mientras chasqueaba la lengua arrepintiéndose un poco de querer explorar.

La mayoría de las casas que se encontraron eran muy parecidas, todas hechas de piedra y medio destruidas. <<¿Qué es lo que pasó aquí?>> Se preguntó el asreniano curioso. Parecía como si alguien hubiera sacudido la ciudad con furia. <<Lástima que los monstruos no murieran como las casas>> . Al poco de caminar entraron en un barrio con mejor aspecto, ya que al menos se sostenían en pie, aunque desde luego no eran perfectas ni mucho menos.

Empezó a mover la cola de forma nerviosa, a la vez que entraban en el edificio. Ninguno de sus compañeros lograría notarlo, pero el corazón de Drusar estaba a cien, palpitando como si estuviera en medio de una carrera de caballos. Un sonoro estruendo le sacó de sus pensamientos, provocando que el lagarto le dirigiera a Adru una mirada incontenida de frialdad. <<¿Esta niña no sabe quedarse quieta?>> Cuando empezó a notar que el pulso iba tomando buen ritmo se concentró en lo que la niña había descubierto.

La mayoría eran baratijas, sin embargo una era un libro sobre cuentos y otra una extraña caja de la que salía música. No era un buen botín para el peligro que estaban corriendo al no estar en el torreón. Rena divisó una casa bastante completa, con conchas muy llamativas y decidieron adentrarse en ella. A decir verdad ese edificio era un gran contraste al lado del resto, casi como si la hubieran construido hace poco. Cuando se acercaron más descubrieron que la puerta estaba cerrada, problema que fue solucionado rápidamente con los fuerte empujones de Adru.

Lo primero que sintió fue frío, algo que solo sucedía en Asrena por las noches. Pero lo más sorprendente fue que nevara dentro. Drusar puso una expresión de asombro mientras ponía la mano boca arriba, sintiendo el tacto gélido de la nieve. Esta no tardó en cubrirle el cuerpo notando como le calaba los huesos y obligándose a apartarla de si mismo constantemente. La primera planta estaba vacía, por lo que subieron a la segunda. Donde si había cosas interesantes.

En la habitación había un cofre de hielo. <<¿Que es esta cosa?>> Se preguntó el lagarto a la vez que tocaba la escarcha y lamía el agua de su mano. Rena abrió uno de los frascos guardados en el cofre y al instante la nieve ascendió cubriéndoles los pies. El frío invadió su cuerpo, pero antes lo hizo el dolor. Quemaba. Drusar emitió un grito de dolor y saltó por instinto. <<¿Cómo puede quemar algo frío?>> Fue dando pasos grandes hasta subirse a la cama, dónde se analizó los pies con una mueca de asombro y dolor por sus heridas. Sin embargo por lo que sintió miedo no fue por el acuciante ardor de antes, sino porque se le habían entumecido los pies y no los notaba.

-Creo que deberíamos irnos... No siento los pies...-Aconsejó haciendo el ademán de levantarse, sin embargo tuvo que sentarse de nuevo debido al intenso mareo que había notado. -No me encuentro muy bien, y no creo que sea el momento de coger esas cosas. Por si no lo has notado algunos tenemos buenas quemaduras-. Le dijo a Rox alterado. Al ver que sus compañeros se alejaban del vaho peligroso Drusar hizo un esfuerzo y se levantó. Para caerse en seguida al suelo nevado y sentir un punzante ardor en el hombro derecho. -¡Ayudadme!-Exclamó con expresión de dolor y enfado en el rostro.

No ocurrió nada, o esa era la impresión que tenía. Rox sacó todas las cosas que quedaban en el baúl mientras Rena clavaba en él su mirada, tensa y alerta. Se relajó, solo un poco, cuando vió que estaban más o menos a salvo. Pero entonces volvió la sed. Había estado sosteniendo con fuerza el frasquito de cristal con la mano derecha, como un amuleto, y los pensamientos que se le vinieron a la cabeza le confirmaron que la sed que tenía era causada, muy posiblemente, por el puñetero frasco. Lo soltó sobre el colchón como si quemara y se limpió la palma de la mano en el pantalón.

-NOP- dijo bajándose de la cama.- No, no, no. Ese chisme me está haciendo algo, yo no lo toco. Ni de coña.

Se fue alejando de la cama, del cofre y de todo su contenido sin darle la espalda, visiblemente nerviosa.

Drusar tampoco parecía estar en su mejor momento, y en cuanto pidió ayuda lo levantó en brazos para sacarlo de la habitación.

Milo observó la escena en silencio, torciendo apenas el gesto cuando sus compañeros insistieron en sacar el contenido del cofre para llevárselo al torreón. Notaba a Adru inquieta por los movimientos que hacía a su espalda, pero preocupado como estaba por el resto del grupo apenas le prestó atención y se limitó a apretarle ligeramente las piernas para tranquilizarla. No tenía ningún problema con que se llevaran la ropa de cama, pero le parecía una estupidez tentar a la suerte por segunda vez con lo que fuera que contenía el baúl de hielo, y que antepusieran las posibilidad de encontrar algo útil a su seguridad de forma tan deliberada le molestaba.
—No creo que… —intentó intervenir de nuevo, pero un movimiento en la periferia de su visión le distrajo de sus palabras.

Años de fugitivo le habían enseñado a mantener una atención constante y en cierta forma involuntaria en todo lo que le rodeaba, pues de ello dependía su libertad en Irraria, y cuando algo se salía de lo normal en el marco que era la realidad a su alrededor sus alarmas se disparaban. Para el irrense un movimiento furtivo en medio de una multitud no se diferenciaba demasiado de uno fuera de lugar en una imagen pintada, por eso detectó como las ramas del bosque se empezaban a agitar casi de inmediato, y lo absurdo de dicho suceso le dejó pasmado durante unos instantes. Fueron las palabras de Rena las que le sacaron de su estupor, y al ver que su compatriota ayudaba a un indispuesto Drusar a levantarse el norteño se percató por fin de la gravedad de la situación.

Rox seguía sobre la cama, ajeno a lo que fuera que estaba a punto de salir de la pared, y por como sus demás compañeros seguían pendientes del australiano el hacker estaba seguro de que tampoco se habían percatado de dicho detalle.
—Rox, deja el baúl y ven con nosotros ya —masculló en un tono de voz apremiante—. Tenemos que irnos de aquí antes de que salga algo de esa pared. —agregó con urgencia, señalando al bosque pintado que se seguía agitando.

La cara de Adrune se torció en un gesto de auténtica preocupación ante las palabras de Milo.
—¡Oh no! —Exclamó—. Si eso sucede Neil no va a permitir que vaya a ninguna parte.
Por supuesto, aquello era lo que más le preocupaba del asunto. De todas formas el dolor era demasiado agudo como para negarse a ser cargada por Milo.
>>¡Qué va! No sé por qué vosotros usáis zapatos, es poco práctico… A menos que en vuestra casa ocurran cosas como esta a menudo, claro… —comentó como respuesta a la observación de Rox.

Desde su posición no podía hacer mucho más que observar las acciones del resto, mientras el pobre irrense recibía más de una pequeña patada en la espalda debido a la imposibilidad de la sinhadre de permanecer quieta durante más de cinco segundos. A la edeel le habría gustado llevarse todo lo que fuera posible, pero si no podía hacerlo ella misma no les diría al resto lo que debían hacer. No les reprocharía preferir dejar las cosas atrás y no hacerse daño, sabía de sobra que había personas, como su aurva, que no soportaban lastimarse. Además Drusar parecía estar pasándolo mal. <<Claro, es un lagarto, a los lagartos no les gusta el frío>> razonó.

Aún así, mientras Milo la llevaba hacia la salida y le decía al humano que dejase las cosas, Adrune estiró la cabeza todo lo que pudo para comprobar qué le había dado tiempo a recoger el segundo si es que había cogido algo. Pendiente como estaba del coreano no se percató del movimiento de la pared, hecho que posiblemente habría acabado captando debido a que estaba acostumbrada a notar los movimientos furtivos de los animalillos entre el pasto, hasta que su portador hizo mención a ello.
—¡Guau! Ese dibujo es mágico, ¡a lo mejor empiezan a salir pájaros de las ramas! Oh quizás no, es invierno dentro de esta casa y no creo que quieran salir…
Ya que apenas podía moverse, su mente divagaba sin parar con la primera tontería que acudía a ella.

Sin darse cuenta, había cogido todas las cosas con los ojos cerrados por los nervios. Cuando los volvió a abrir todo parecía ir bien, con lo que esbozó una sonrisa victoriosa, al menos hasta que llegaron la sed y el hambre.

Tenía los labios secos y la garganta congelada de respirar tanto aire frío, así que de primeras lo achacó a eso. El cosquilleo, el hambre y su repentina atención a la cajita de madera, sin embargo, le dejaron inquieto. Al abrirla se quedó unos instantes mirando las bayas, embelesado, en un estado en el que si alguien le hubiera pasado la mano por delante de los ojos, no se habría enterado. Fueron el movimiento que provocó Rena al levantarse del colchón y el grito de Drusar lo que le devolvió a tierra firme, cuando ya había agarrado de forma inconsciente una de las bayas para observarla de cerca, y posiblemente, llevársela a la boca.
Sacudió la cabeza y volvió a dejar la fruta donde estaba, asimilando entonces la reacción que había tenido su compañera segundos atrás. ¿Era una trampa? Con las órdenes de Milo y el verse de repente solo aún dentro de la habitación, el miedo pasó a tensarle cada músculo.

—Uff, lo... Lo siento. No... no sé que me ha dado.—masculló. Aunque su estómago no quería, al igual que la irrense Rox dejó el contenido en la cama, levantándose acto seguido. No comprendió a que se referían con la pared, y a pesar de que lo que más le apremiaba era alejarse de ahí, la curiosidad le pudo y se giró—. ¡¿Pero qué?! ¿Eso antes...?

Ver la pintura moverse fue como el pistoletazo de salida. Agarró el macuto y, sin darle la espalda en ningún momento a la pintura de la pared, se reunió tiritando con el resto.

—Vaaale, c-culpa mía. Mal rollo. Lo siento capi, no me quiero quedar a ver que sale. —empezó a dar pequeños saltos en el sitio, hablando de forma apurada y nerviosa. Necesitaba que el resto empezase a moverse de la entrada para dejar de estar en primera fila de lo que fuese a salir de allí.— ¡Vamoooos...!

No necesito escucharlo dos veces, en cuanto Rox se lo indico se reunio con Milo y Adru en la entrada desde donde pudo ver claramente lo que ocurría. Toda su atención puesta en Rena y Rox, tardo en captar aquel movimiento en la pared , hasta que las palabras de Milo y las de Adru hicieron que mirase hacia ella de inmediato. Pam sintió un escalofrió bajando por su espalda y nada tenia que ver el frió que ya empezaba a helar su nariz y orejas, haciéndola temblequear bajo el jersey.

Con la piel de gallina salio del cuarto, acurrucándose aun mas si era posible bajo su ropa. Las palabras de Drusar y su obvio congelamiento fueron mas que suficiente para Pam, que de por si no quería mantenerse mucho mas tiempo allí ahora que Rox por fin había obtenido el contenido del cofre. Se les congelaba el reptil, << Solo a este tipo se le ocurre meterse en una casa congelada, siendo de sangre fría >> pensó Pam ante el absurdo cometido por Drusar, que bien podría haber retrocedido antes. Entre eso y el escalofriante detalle de ver una rama pintada en un pared, moviéndose, eran suficiente para que la mona del queso quisiera estar de vuelta en la seguridad del torreón.

Si antes pensaba que la casa tenia vida con esa magia helada que tenia en su interior, ahora se preguntaba si la teoría de que no estaba habitada había sido demasiado apresurada. No quería enfrentarse a un dueño sumamente cabreado por estarle robando o una posible mascota guardiana. Porque dudaba muchísimo que esta fuera a ser un mono del queso, cosa que incluso preferiría por mas denigrante que fuera, antes de toparse con algo con muchos dientes y garras.

-No traje ningún filete conmigo...y no deseo convertirme en uno...-murmuro Pam sin mucho sentido por el nerviosismo, sin necesidad de que Rox la convenciera para salir de allí. Corrió hacía las escaleras, bajando lo mas rápido que pudo los resbaladizos escalones por la nieve, empapando aun mas sus calcetines de lo que ya lo estaba. Daba igual. Lo principal era no tener que saludar a lo que fuese estuviera moviendo las ramas en aquel muro; su tensión creciente haciéndole agarrar la daga de su cinturón.

Inmediatamente fue alzado en el aire por unos férreos brazos. <<Son los de Rena>> Pensó sorprendido ante la facilidad con que le había levantado. No sentía los pies, pero sabía que eso no era bueno y cuando bajó la vista los vio cubiertos de quemaduras. Su brazo derecho también estaba dolorido al igual que el hombro y el muslo, que estaban salpicados de heridas <<Suerte que he caído de lado>> .-Gracias-. Le dijo a la irrense agarrandose fuerte a ella mientras sus pies se deslizaban entumecidos, dejando surcos en el suelo.

El cuchillo que se había llevado estaba en el suelo medio enterrado en la nieve, pero Drusar no pensaba meter la mano ahí dentro para destrozarsela. La habitación guardaba más sorpresas aparte de la nieve, y el lagarto no pudo evitar pensar quién podía hacer algo así. El dibujo del cuadro estaba moviéndose, como si no perteneciera a la pintura y más bien fuera una ventana a un paisaje. Un paisaje sin sentido en aquel lugar invernal.

-Estoy de acuerdo, sea lo que sea  no puede ser bueno si está en este cuarto.- Aconsejó el asreniano con una mueca de dolor. Salieron de la habitación, y aunque   no podía notar  nada  en los pies sabía que su cuerpo agradecía no estar más tiempo en contacto con la trampa.

-Volvamos rápido al torreón, lo voy a tener crudo si alguna bestia decide perseguirnos.- Les dijo a sus compañeros con un tono de voz nervioso. Drusar tenía muy claro que cuanto antes estuvieran en el refugio antes podrían curarse y tener menos oportunidades de toparse con algún monstruo.

En el momento en el que se abrió la grieta, Rox había pegado espalda contra pared con la intención de salir escopetado cuando estuviese la entrada despejada. Tenía una mano en la empuñadura de la cimitarra y la otra sujetando su colgante, cerca del corazón, el cual le latía con la fuerza suficiente como para que los de su alrededor pudieran oírlo.

Cuando la nefasta criatura emergió de la pared, la expresión del coreano pasó de estupefacción a incredulidad y adoración en muy poco tiempo. El pomo de la cimitarra estaba helado y le había dejado la mano más morada aún, pero aquel pollo le calentaba el corazón de forma ridícula. En Australia como mucho los había visto en forma de peluche.

—Un pingüino. Es... Es un pingüino. — no se atrevió a hacer ningún movimiento hasta que el pájaro se acercó a la mona del queso, momento en el que se notó morir por dentro en ganas de cogerlo. Una risa nerviosa se le escapó por todo lo absurdo de la situación, tapándose la boca con ambas manos mientras notaba la poca sangre que no se le había helado subir hasta sus mejillas—. E-Esto es una broma, no puede ser... Es adorable.

Si había una forma segura de que la casa pudiera matarle, era de hipotermia. Aquel pingüino era una distracción que había surtido un efecto total en él, y por su mente solo pasaban ideas como la de acariciarlo o quedárselo. El frío, la sed y el hambre desmesurada le estaban agotando, pero eso no impidió que el chico se arrodillase delante del animal para, tras unos segundos de duda, acercar una mano hasta su cabecita e intentar tocarlo sin llevarse ningún picotazo.

Drusar se estaba congelando (por no repetir que él también) y algunos ya habían bajado al piso de abajo, así que resistiría la tentación de pasar el resto del día con el animalito una vez hubiese cumplido con su antojo.

Apenas había bajado tres o cuatro escalones, agarrada al pasamanos para no acabar rodando hacia abajo por lo resbaladizos que estaban debido ala nieve, escucho un piar repentino tras ella, desde el cuarto que acababa de abandonar. Pam desconcertada se giro a ver que ocurría y la visión de una especie de pájaro sin plumas, con patas palmeadas y mini alitas que mas bien parecía aletas que difícilmente le servirían para volar, corriendo hacia ella como si creyera la criatura mas fuerte del universo cuando no debía llegarle ni por la cintura, le hizo frenarse a mitad de camino de bajar.

Aquella imagen desconcertó tanto a Pam que no pudo mas que quedarse viendo a aquella criatura  casi como si la diseccionara con los ojos. ¿Ese pollo desplumado era la mascota guardiana de la casa? La tensión de hacia unos minutos evaporándose ante la incredulidad. << No...no...espera Pam, no te confíes por su apariencia débil y adorable >> sacudió un poco la cabeza ante el aturdimiento del que había sido victima ante una situación tan absurda. No podía ser tan simple, seguro que no, ese pollo patizambo debía tener algo peligroso ¿Crecería y le saldrían dientes en ese pico puntiagudo? ¿Su madre gigante esperaba desde la pared nevada a la espera que alguien tocara a su cría para hacer chuleton con quien fuera? No sabia si tomarse en serio lo chillidos amenazantes del pájaro, o intento de ser amenazante, o ignorarlo. << ¿Es real tan siquiera? >> bien podría ser algo mágico y no una criatura de carne y huesos. Al fin de cuenta acababa de salir de un mural.

- Quieto ahí, pollo - añadió Pam pegando su espalda a la pared de la escalera alejándose de la barandilla, viendo como Rox incluso se agachaba para intentar tocarlo, algo que le pareció como si estuviera sirviendole sus dedos en bandeja de oro. <<¿Porque siempre que nos encontramos algún bicho, viene siempre a por mi primero? >> aquello empezaba a volverse algo frustrante ¿Tenia cara de domadora de bestias o algo así?. Igual, necesitaba evitar que aquel pájaro se ensañara con los dedos de su compañero, sin contar que estaban atrasándose, por lo que busco en su bolsa unas frutillas que había cogido para el trayecto mostrándoselas al pájaro, tirando una de ellas en el suelo por encima de los escalones que acababa de bajar.

Realmente y contra su juicio, por mas que lo miraba, no le parecía peligroso, sino mas bien adorable y esponjoso, y aquel era un pensamiento suicida en esa ciudad.

Cuando comprobó que Rox se ponía por fin en movimiento, Milo le dio la espalda a la habitación y echó a correr por el pasillo con Adru bien sujeta para dejarle el paso libre a Rena y a Drusar. El irrense no quería saber que era lo que iba a salir de aquella pared, no con varios compañeros heridos o en mal estado, y aunque en otras circunstancias habría querido observar desde algún lugar seguro, en aquella ocasión se limitó a enfilar las escaleras sin mirar atrás.
—Deberíamos habernos ido en cuanto el baúl empezó a escupir vapor helado. —masculló enfadado para sí, maldiciéndose en su fuero interno por no haber insistido más en aquel momento.

Cuando alcanzó la planta baja se giró para ver si los demás le seguían dejando que Zob le adelantara, y cuando confirmó que su compatriota y el asreniano solo iban un poco más atrás se puso de nuevo en marcha para alcanzar la entrada de la casa cuanto antes. No llegó a ver como el pingüino salía de la pared, pero sí que oyó el extraño sonido que hacía, y aquel reclamó le provocó un escalofrió que le hizo apretar aún más el paso.
—¿Tú estás bien, Zob? —le preguntó al nublino en cuanto le dio alcance en la calle, deteniéndose a esperar a los demás y echando un vistazo inquieto a la silenciosa ciudad que les rodeaba.

El cambio de ambiente en cuanto salías de la casa era significativo, pues la temperatura en el exterior era mucho más elevada, y dejar atrás aquella atmósfera gélida se le antojó un tanto desagradable. No dijo nada al respecto, sin embargo, y se limitó a cambiar el peso de una pierna a otra mientras aguardaban al resto del grupo.

Rena siguió a Rox cargando con Drusar, pero a medida que se acercaba a la puerta fue aminorando el paso. La sed no se había ido, cada vez notaba la boca más pastosa. Cuando alcanzaron el vestíbulo tenía la garganta tan seca que le dio un ataque de tos.

Tuvo que dejar a asreniano en el suelo para que no cayesen los dos. La nieve acumulada en pequeños montoncitos, y la que aún caía del techo era tentadora, pero Rena desconfiaba. ¿Y si tenía efectos raros como el baúl o los frascos? No, tenía que evitar tomar nada de la casa. Apretó los dientes y carraspeó, intentando hablar.

-Lo... vamos

No consiguió soltar una frase coherente, pero señalando a la puerta y ofreciendo su hombro imaginó que se le entendería bien. Quedaba muy poca distancia entre ellos y la puerta, el lagarto podría andar unos pasos << Supongo.>>

Salieron al calor de la ciudad y Rena pidió con señas y prácticamente le arrancó la cantimplora a Milo. Bebió con ansia pero la calma duró poco, la sed regresaba.

-No se va esta puñetera sed- dijo agobiada, con la voz ronca.- Esa jodida casa me ha hecho algo.

—¡No te asustes, Pelusa! —una sonrisa enorme había aparecido en sus ya morados labios, con la vista clavada en la cola inquieta del pájaro—. Son animales inofensivos. Aún no me creo que de verdad haya salido un pingüino de la pared...
La experiencia de acariciar un pollo de pingüino le duró por desgracia bastante poco. Tan pronto vio la baya en el suelo, un pinchazo en el estómago le provocó una mueca desesperada. Como si su mano se moviera sola, trató de quitarle la fruta al pequeño, fallando en el intento y no agarrando más que nieve del suelo. Chasqueó la lengua e, ignorando ahora al animalito, se fijó rápidamente en Pam.

—Te... ¿Te importa darme eso? —realmente no le preguntaba, puesto que antes de que la mona del queso pudiera responder, Rox ya le había quitado la bolsa de las manos y rebuscaba en ella con ansia. Se echó un puñado de frutas en la mano, las cuales fueron directas a su boca sin pensar. Al tragar se relajó, recapacitando entonces sobre lo que acababa de hacer—. ¡Ay va! ¡Perdón! No... no sé porqué tengo tanta hambre...

Apretó con fuerza la bolsita, nervioso, poniéndose en pie para bajar las escaleras. Aquella reacción propia le había dejado muy intranquilo, tanto como para no considerar quedarse un segundo más con el pingüino. Tampoco le devolvió la bolsa a Pam, y al menos no lo haría hasta salir de allí.

—Va-vámonos ya. Me estoy helando.

no lo siento: