Calles

Terminaron un poco aislados en medio de aquella mezcla imposible de seres. A diferencia de los demás, ellos tenían un conocido al que aferrarse, y tampoco había nadie más de aspecto sinhadre al que acercarse. La luz continuaba siendo molesta para ambos, que iban ligeramente rezagados. Habían perdido de vista incluso a aquellas primeras dos chicas con las que se habían topado. Eara las encontró al mirar hacia atrás, tratando una herida de la de los pechos al descubireto. Le tentó pedir rezagarse para examinar lo que estaba usando la articulada, pero no llegó a decir ni una palabra. Solo habían continuado avanzando algunos metros cuando un olor, y un sonido a continuación, llegaron hasta el grupo. La pareja se volvió para echar un vistazo cuando una bola gigante irrumpió en la calle en que estaban. Llegaron a ver cómo esta cambiaba de dirección, amenazando con aplastar a varios si no corrían lo suficiente, y un insecto gigante, que era quien arrastraba aquella pelota maloliente, comenzó a perseguir a todos los demás, entre los que se incluían. No perdieron un solo instante más antes de echar a correr con todas sus energías. Difícilmente habían asimilado que aquello no era un miedo diurno, pero no quedaba más remedio que mover los pies todo lo que dieran de sí. Ya habría tiempo de pensar en ello si salían de esa.

Las piedras del suelo no eran lo más cómodo para una carrera como aquella, ya que muchas estaban rotas o levantadas. Los sinhadres seguían corriendo aun así, sin soltar la mano el uno del otro a pesar de los tropezones y posibles heridas que no había tiempo de examinar.

Sigue en el Torreón Maciel.

Una vez se hubo asegurado de que podría orientarse lo suficiente como para no acabar completamente perdido, Kirés descendió de los tejados y avanzó junto a los demás. Uno de los dos que se parecían a él, pero que aun así no era de su misma especie quiso hacerle preguntas, pero decidió atrasar cualquier conversación para cuando ya estuvieran refugiados. Así podría mantenerse alerta de lo que le rodeaba, aunque de poco le sirvió lo de estar atento. Acostumbrado a sufrir ataques ruidosos o desde el cielo, el enderth nunca se esperó que el primer predador con el que se encontraron decidiera cazarlos lanzando una bola de excrementos. “Ahora en serio, ¡¿Quién se espera un ataque de ese tipo?¡

No dijo nada ni trató de alertar a nadie. Acostumbrado a no ir en grupo su reacción instintiva fue echar a correr a toda velocidad y huir, para acordarse instantes más tarde de que esta vez no estaba solo. “Oh, vaya… ¿Lo habrán visto? Creo que hacía bastante ruido como para darte cuenta de su presencia” Con retraso se giró para alertar a los demás, pero comprobó aliviado que no había hecho falta. Ya todos estaban corriendo cuanto podían.

Algo aliviado, el ave siguió corriendo, aunque tampoco es que pudiera hacer otra cosa.

Sigue en el Torreón Maciel.

El silencio reinaba en las callejuelas de la ciudad, cortado en ocasiones por alguna criatura menor que se movía buscando alimento. Para ser aquella ciudad era una calma bastante agradable, y claro: no podía durar.

El estruendo de una explosión fue lo que puso fin a aquella tranquilidad. Su origen: la puerta de una casa de cuyos restos había salido volando una figura parcialmente en llamas. Dicha figura cayó al suelo de forma nada elegante, y tras hacerlo dedicó todos sus esfuerzos en apagar el fuego que le quemaba las ropas. Se trataba de un mercader poco importante y, por el agujero donde antes había estado la puerta, ahora salía un vampiro con muy malas pulgas. 

¿Cómo habíamos llegado a esta situación? Cierto, quizás sería buena idea que contara la historia desde el principio.

Todo había comenzado cuando un trasgo intentó matarnos a Branniel y a mí en los subterráneos. Dicho intento de asesino resultó ser un cazarrecompensas, y por alguna razón su objetivo era acabar conmigo. Decidido a encontrar a quién estaba detrás del ataque y devolverle el favor opté por seguirle el rastro, pero no encontré nada y mi investigación llegó a un punto muerto.
No fue hasta bastante tiempo después que se me ocurrió contratar los servicios de algún mago experimentado de la ciudad para que rastreara el origen del contrato. Así fue como encontré al mercader responsable del ataque, y también fue así como se fueron la mitad de mis ahorros.

–Vaya, parece que cada vez que nos encontramos algo tuyo termina explotando– Saludé así al mercader. Lo había reconocido: era uno de los que manejaban el dinero de las apuestas en el torneo. Me había timado descaradamente, y el muy capullo se había jactado de ello en mi cara por ser yo un novato. Cabreado, me había marchado de allí mientras el resto de clientes me hacían burla, pero no sin antes dejar una trampa rúnica que voló por los aires su tienda. “¿Y por eso intentas matarme? Pues ahora te vas a enterar, listillo”

Por su parte, mi víctima había logrado apagar el fuego de su ropa a manotazos, sin daño alguno aparte de alguna quemadura menor. – ¡E-espera! No es necesario recurrir a la violencia. Seguro que si lo hablamos podemos llegar a entendernos. Te devolveré lo que te robé, con intereses. Soy un mercader conocido, seguro que con mi ayuda puedes conseguir muy buenas ofertas.
–¿Y que me vuelvas a timar? No gracias. Además, para ser tan conocido no parece que haya mucha gente aquí para ayudarte. Ah, y no te preocupes por el dinero: pienso saquear tu casa y quedarme con todo lo que tengas.

No había nada más que decir. Rápidamente, antes de que intentara escapar, segué su garganta con un hechizo de corte. La sangre brotó por la herida con un burbujeo, acompañada de un silbido fruto del aire de sus pulmones al salir por el corte. Su cara mostró varias expresiones: Sorpresa, ira… miedo. Con esa última fue con la que terminó de morir, mientras trataba en vano de cubrirse la herida con las manos. Una vez confirmé su muerte entré por el agujero que antes había sido la puerta de su casa. No era gran cosa: Una vivienda pequeña de una sola planta cuya seguridad era tan escasa como su decoración. Lo único que la protegía era un cordón de alarma y un hechizo de guardia en la puerta, de los que me había deshecho al hacerla estallar. Encontré sus mercancías en un trastero, que eran pocas y de escaso valor. El dinero en cambio estaba guardado en un cajón de un escritorio, y si bien no era una fortuna, había suficiente como para que no tuviera que preocuparme por mis gastos durante una temporada.

Cuando volví al exterior llevaba un tarro que había cogido de dentro, y ayudado de la magia extraje y guardé la sangre del mercader muerto en él. Por último me marché de allí con el cadáver. No tenía muy claro que hacer con él, pero la sangre de transformado era un lujo raro de conseguir, y por lo tanto caro. Tal vez la carne lo fuera también “Aunque nunca he visto ninguna carnicería para trasgos, o alguna tienda del estilo” Por el momento vendería la sangre.

Sigue en la bodega.

El frío y el hambre comenzaron a pesar demasiado. En Dryfus, Ziack podía llevarse a la boca algo cada dos o tres días, por muy miserable que fuera, pero llevaba más tiempo que nunca sin comer.
La sensación de frío le congelaba el estómago y el corazón, y se notaba pálido y sin energías. Había llegado el final.

El enderth pudo ver una especie de torreón antes de caer al suelo, cubierto de plantas. Sintió un calor que solo duró unos segundos, y cayó al suelo.
Todo había terminado finalmente, solo un milagro podría salvarlo...


...pero cuando todo está perdido, y cuando nadie se lo espera, es cuando ocurren los milagros. En ese momento, un insecto se posó en la cara de Ziack y le devolvió a la conciencia. Era un extraño escarabajo del tamaño de un puño. Sin pensárselo dos veces, Ziack lo agarró con la mano y se lo comió. Seguía teniendo hambre, pero el escarabajo rebajó ligeramente su pena... y le supo a gloria.

-Insectos...-Pensó Ziack, y se detuvo en el lugar en el que había caído, ojo avizor en busca de más comida en forma de pequeños artrópodos.

>> ¡ Será imbécil! Encima pasa de mi, cada minuto este tío me sorprende más<< Va de sobrado con un montón de títulos militares y después se comporta como un crío haciéndome el vacío. Pues no le va a funcionar. No voy a hacerle el vacio a él, eso era normal en primaria. Aún sabiendo que no me va a contestar le hablo, puede que no me hable, pero no es sordo.

-Eres un completo niño pequeño Roaxen, no se que que te pasa conmigo, antes me preocuparía. Pero ya no, si quieres seguir así de esa manera allá tu, tarde o temprano te arrepentirás. Porque ni siquiera tu vas a ser capaz de hacerme el vacío un año entero, dicho queda-. Nuevamente me siento mejor al haberlo soltado todo, aunque no conteste seguro que le ha quedado bastante claro. Agarro mi lanza con fuerza.

Salimos afuera del torreón, miro a Rocavarancolia a la cara con rabia y a la vez miedo. Me limito a pensar que todo saldrá bien, que si vamos juntos no habrá problemas. Aunque esto último no me lo creo al recordar lo del escarabajo gigante. Algunas veces no me creo nada de esto, que todo es un sueño, que cuando llegue la noche despertaré en mi casa, con los sonidos de la tele puesta en la planta de abajo. Me imagino que bajo las escaleras, mi madre está desayunando, esperando. La tele está puesta. Entonces vuelvo a la realidad, para, para de crearte esperanzas.

Esperanza de volverlos a ver....

Muevo la cabeza enérgicamente para sacarme las malditas ilusiones y suspiro.
Por ahora he de olvidarme de todas estas cosas y seguir adelante, es lo primordial ahora...

El camino no resultó mucho más agradable, ya que Devoss, por supuesto, tenía que replicarle a Roaxen. No era que la idrina creyese que no se lo merecía, pero el humano no había dado muchas muestras de tener el sentido de la responsabilidad en buenas condiciones. Y sobre todo les había mostrado sin parecer sentir vergüenza alguna que se dejaba dominar completamente por sus emociones reaccionando, además, de forma desmedida ante una confrontación que, al menos a ojos de la idrina, no justificaba el haber llegado a aquel extremo. Es por ello que Irianna calló. No podía defender a uno y no se veía tampoco capaz de reprender al otro. La situación le frustraba más de lo que estaba dispuesta a dejar traslucir e incluso a admitir, pero no podía hacer ninguna otra cosa por el momento.

El grupo entró en uno de los edificios más cercanos al torreón, en un estado de ruina bastante avanzado.
—Tened mucho cuidado con dónde pisáis. Moveos despacio y evitad tocar nada, sobre todo las paredes o el techo. Podría derrumbársenos algo encima por un simple descuido —advirtió dirigiendo especialmente su mirada hacia el holandés en cierto momento.
Allí dentro, no obstante, no parecía haber nada más salvo suciedad y escombros, además de algún que otro objeto en diferentes estado de deterioro y principalmente irreconocibles.

Sin embargo, mientras la idrina examinaba una cajonera desastrada que de algún modo todavía conservaba uno de sus cajones, un golpe seco proveniente de fuera le hizo girarse bruscamente hacia el exterior, atisbando a través de uno de los numerosos boquetes en la fachada de la edificación.
—¿Qué ha sido eso? —inquirió sin apenas alzar la voz y llevándose instintivamente la mano a la daga mientras cautelosamente se acercaba al hueco donde antaño se encontraría la puerta de entrada.
Irianna se asomó lentamente, justo a tiempo para ver como la criatura emplumada se llevaba una mano a la cara para agarrar algo que no podía distinguir desde su posición y después llevárselo a la boca… O más bien al pico. La idrina giró la cabeza hacia los que se encontrasen cerca de ella en ese momento, un tanto perpleja, pero cuando volvió a fijarse bien en el ave tirada sobre el suelo, claramente en muy malas condiciones, la imagen que los edificios trampa le habían mostrado la mañana anterior acudió a su mente. Pero esta vez no lo hizo para reprochárselo, sino porque era el recuerdo más reciente que tenía del pájaro blanco que se había quedado con el otro grupo. El color de las plumas de este era distinto y resultaba difícil estar seguros debido a lo castigado de su cuerpo, pero las similitudes eran lo suficientemente evidentes como para tomar la acción que la idrina emprendió a continuación.

—Oye... —llamó mientras salía del edificio con precaución y observando en todas direcciones—. ¿Podemos ayudarte? Eres… ¿A ti también te han traído aquí desde tu mundo?
Irianna, no obstante, no abandonaba la mano de la empuñadura de la daga, temerosa de que aquello fuese otra clase de trampa incluso aunque hubiese confirmado que no era la única que lo veía.

Roaxen Tenvrai

El ulterano siguió el camino hasta fuera. No pareció querer rectificar el número de acompañantes por mucho que las reacciones, palabras y gestos le instaban a hacer lo contrario. No fue sorpresa, sin embargo, que el simio humano volviera a berrearle.

Cogito Ergo Sum escribió:♚ Mirad al xenoide... Si hasta diria que no sabe hacer otra cosa. Reacciona violentamente ante cualquier estímulo negativo. Quizás tenga que meterle un virote entre ceja y ceja. Nos ahorraremos problemas, a decir verdad.

Mientras el ulterano habia estado sumido en sus pensamientos, el humano habia seguido hablando. Y, como era de esperar, el ulterano no prestó oido alguno a sus palabras que acabaron siendo poco más que ruido de fondo causado por una presencia que estaba haciendo de atrezzo para la situación.

Y no fue que entonces empezaron la búsqueda. Abriendose entre los edificios, comenzaron a comprobar los contiguos al torreón. El interior estaba inhabitable. Las ruinas que poblaban los alrededores todas parecian más o menos igual. Debido a la sensata advertencia de Irianna, no vió lugar en repetir sus mismas palabras, asi que se unió a la busqueda de algo útil o, en el peor de los casos, de alguna amenaza.

Ante el golpe seco en el exterior, la reacción del ulterano fue mecánica. Sacó la ballesta y cargó un perno en ella. Irianna fue la primera en salir a comprobar que habia sido, un movimiento insensato, pues no se encontraba adecuadamente equipada para lidiar con una posible amenaza. Tras ella fue el capellán, con la ballesta apuntando a lo bajo hasta que topó con lo que fuera que habia causado aquel ruido.
Entonces su primera reacción fue apuntar a aquella criatura. Acariciando el gatillo, se dirigió a la chica que intentaba conversar con ella, aunque con cierta reticencia.
-Apartate Irianna. No sabemos si es peligroso aún.-

Cogito Ergo Sum escribió:♚ Y tengo las ganas mínimas de averiguarlo. ¿Qué es? Una especie de ave, claro. Pero su fisionomia es psicodélica, por no decir más. ¿Servirán esas alas para volar con un cuerpo tan grande? ¿Y qué hay del peso? No, ese no es el asunto aquí. Animal salvaje o enemigo. No hay otra opción.

-¿Quién o qué eres, criatura? ¿Cuáles son tus intenciones? Tengo una paciencia muy limitada y un perno con destino a tu cráneo si no te das prisa en contestar.-

No tuvieron ningún problema en llegar de nuevo al torreón cargando con las cestas y Kimbra dejó sobre la mesa las que llevaba consigo sin ceremonia alguna. No prestó atención a las conversaciones que se sucedieron mientras recogía las cestas y los víveres en sus lugares correspondientes, aunque si oyó la petición de Roaxen de “voluntarios”. Kimbra no conocía el significado de esa palabra, por lo que quedó en silencio observándole esperando que se explicara, aunque sin dar muestra de buscar dicha explicación. Irianna no tardó en preguntar qué era lo que sucedía y por las siguientes palabras de Roaxen, la Hija de Lunas dedujo que se trataba de un plan de expedición por los alrededores de la cueva llamada torreón. Sin decir una palabra, la engendro dio un paso adelante como dando a entender que ella también se unía a la exploración y seguidamente se colocó al lado de la puerta esperando al resto.

Nadie pareció hacer alusión a la inclusión de Kimbra en el grupo de exploración, pero la engendro, lejos de sentirse ofendida, afectada o ignorada, mantuvo su posición impasible cerca de la puerta, esperando que alguno abriera la marcha. Aquel era el trato al que estaba acostumbrada.

Una vez en la calle, Kimbra se mantuvo al lado de Irianna y siguió al grupo, que se internó en una cueva cercana con claros signos de deterioro. “No es el tipo de deterioro sufrido por culpa de la acción constante del clima. Quizás estas cuevas artificiales cuentan con una menor resistencia, robustez y fiabilidad.” Reflexionó la engendro mientras observaba el lugar, cuando oyó el ruido del que luego les puso sobre alerta la idrina. En silencio, Kimbra sacó una flecha de su carcaj y la cargó en su arco, aunque sin subirlo ni apuntar a ningún lugar determinado, no hasta que no viera u oliera a la presa. Aunque dado el silencio que reinaba, muy distinto a su habitual coto de caza, el bosque y la pradera, donde los sonidos de los animales y el viento se mezclaban continuamente, quizás también podría permitirse guiarse por su oído. Kimbra prefería guiarse por el olfato en la caza, pues el bosque se le antojaba tan abarrotado de sonidos que al final el olfato era el único sentido que contaba para ella con un mínimo de fiabilidad, junto a la vista.

Asomándose tras sus compañeros, vio a la criatura que se encontraba alimentándose en el exterior y bajó el arco al instante, ya que lo había identificado como un ser inteligente y no una bestia, dado su parecido con uno de los seres que habían conocido el día anterior en la escultura de piedra de la que manaba agua. Irianna reaccionó ofreciéndole ayuda y preguntando por su origen, pero Roaxen, con palpable desconfianza, le ordenó retroceder y no bajó su extraña arma, con la que no había dejado de apuntarle en ningún momento. Por sus preguntas, Kimbra dedujo que no lo había relacionado con el zedim de plumaje blanco. Kimbra guardó de nuevo la flecha en el carcaj y el arco a su espalda y esperó a que el nuevo ser se identificara para evitar que Roaxen lo atacara.

Tras las amables palabras de la idrina, Ziack se apresuró a ponerse en guardia... hasta que se dió cuenta de que esa opción estaba fuera de sus posibilidades.
La criatura extraña ante sus ojos era algo similar a un enderth, pero carecía de plumas y en lugar de pico tenía una especie de agujero cerrado.
En otro momento, el enderth habría huído o habría buscado algo con lo que defenderse, pero sus energías estaban demasiado bajas para ello.
Si esa criatura quería matarlo, no podría hacer nada para evitarlo.
Sin embargo, apenas se había acercado ese ser a ella cuando otro se adelantó, prácticamente idéntico al anterior, y preguntando de un modo acusador. Esa criatura era peligrosa, y Ziack no le haría el favor de darle información. Reuniendo todas sus fuerzas, consiguió la voluntad para responder:

-Si no vas a darme de comer...-giró la cabeza, en busca de más insectos.-...lárgate, espantas a la comida.

Sekk hizo oídos sordos a las réplicas que Devoss tenía para Roaxen, al igual que había hecho antes con la palabras que el capellán le había dirigido al humano. A ojos del intara se estaban comportando como críos, sacando algo de quicio hasta extremos ofensivos, pero no sería él el que llamara su atención, no a menos que la situación llegara a mayores. Por el momento se conformaba con ignorarlos a los dos, y durante la breve caminata se limitó a observar los alrededores, pendiente de cualquier movimiento sospechoso que le alertara de una posible amenaza.

Los edificios que se tambaleaban en los alrededores del torreón estaban en estado ruinoso, y el interior de los mismos no difería en absoluto del exterior. Algunos de ellos tenían tan mala pinta que un mero estornudo parecía ser capaz de derribarlos, pero a pesar de todo se decidieron a explorar el interior de uno, confiando en encontrar algo de utilidad entre el polvo y en que nadie fuera alérgico. No tuvieron mucho tiempo para husmear, sin embargo, pues un ruido sordo llegó desde el exterior del edificio poniéndole a todos alerta.

Irianna fue la primera en salir, seguida muy de cerca por Roaxen y Kimbra. Sekk, que tenía el arco en la mano, se llevó una mano al carcaj y preparó una flecha antes de ir tras ellos. Solo necesitó un vistazo rápido para reconocer al autor del golpetazo como un congénere del ave de plumaje blanco que se había quedado con el otro grupo, pero aunque su postura no era amenazadora el ulterano se mantuvo alerta, la punta de su flecha apuntando al suelo mientras su mirada repasaba los extremos de la calle con gesto neutro.

Las palabras del enderth, sin embargo, le hicieron fruncir el ceño. Por un lado estaba en su derecho, había sido sorprendido por un grupo de extraños y tenía razones para mostrarse esquivo: aunque Irianna había sido amable la cordialidad del xolnita volvía a brillar por su ausencia; pero por otro lado era una forma bastante desafortunada de pedir ayuda.
—Al menos deberías presentarte antes de pedir comida —comentó con voz plana, observando al chico con sus ojos dorados—, y más teniendo en cuenta que ya se te ha ofrecido ayuda —añadió, refiriéndose a las palabras de la lacustre. Las del capellán tenían poco de amistosas.

No tuvo tiempo de reprochar a Roaxen sus acciones cuando el ave habló. Entendía que le hubiese ofendido el trato del capellán, pero su posición tampoco era la indicada para exigencias precisamente, sobre todo cuando ella se había molestado en preocuparse por su estado. Sekkeh se encargó de hacerle ver esto último, por lo que la idrina se acercó unos pasos al otro ulterano y realizó un gesto con el que pretendía transmitir calma casi por inercia, ya que sabía que su lenguaje gestual ya no era igual.
—No creo que sea necesario ser tan agresivos —le dijo sin alterar en lo más mínimo su tono—. No nos puede atacar en su estado y no ha ocurrido nada al acercarnos —se giró entonces de nuevo hacia el pájaro—. No estábamos seguros de si eras real o una trampa. Ya nos hemos topado con algo similar en otra ocasión y desconfiar es lo más sensato, por eso Roaxen Tenvrai ha actuado así —trató de excusarle. Al fin y al cabo tampoco podía ponerse de parte del desconocido por completo debido a su poco atinada respuesta—. Si necesitas comida tenemos en el refugio que hemos encontrado. Yo me llamo Irianna, ¿y tú? ¿Cómo has llegado hasta aquí? Hablas en el idioma de la fuente, por lo que imagino que habrás pasado por allí… ¿Pero dónde estabas antes de eso? Cuando abandoné el edificio con celdas había otras dos personas más conmigo pero comprobamos las habitaciones cercanas y no parecía haber nadie…

La lacustre no quería ofrecerle todavía de forma directa refugiarse en el torreón con ellos, porque no sabía si la mayoría estaría de acuerdo, especialmente después de haber demostrado más bien poca amabilidad. Aunque en cuanto resultase evidente que era uno más de los que habían traído a la ciudad en las mismas condiciones que a ellos, no pensaba dejarlo allí tirado sin más y se opondría a cualquiera que abogase por ello.

Jace no dejó de correr hasta que la enorme cicatriz desapareció de su vista y los pulmones no le dieron más de sí. Sus pasos y jadeos hacían demasiado ruido, y ahora que acababa de confirmar la existencia de gusanos gigantes come-personas, no le apetecía llamar la atención de otros posibles bichos.
Quizás no era el mejor en ello teniendo en cuenta que casi se pone a llorar como una nena que acaba de ver una cucaracha muerta.

Trató de controlar su respiración al llegar a una zona relativamente normal. Todo en ese mundo era raro, así que la palabra normal empezaba a perder el sentido.
Apoyó el brazo izquierdo contra la pared de una casa en terrible estado mientras que su mano derecha urgaba en los bolsillos de su chaqueta de forma nerviosa. Algo similar a una sonrisa mezclada con lloriqueos de alivio apareció en su rostro en cuanto encontró el mechero y comprobó que aún funcionaba. Su cuerpo se calmó en el instante. Fumar era lo único que iba a hacer que se mantuviera cuerdo, al menos por ahora: no iba terminar fácilmente como uno de esos locos que hacen programas de supervivencia desnudos en una isla recóndita del Pacífico. Al menos no en los próximos cuatro minutos.

Sacó el primer cigarro de la caja con el cariño con el que una madre coge a su hijo en brazos antes de prenderle fuego. Un rollo súper maternal.
La primera calada fue lenta, llegando a apoyarse en la pared y cerrar los ojos para concentrarse en fumar como si fuera algo que necesitase máxima atención. Así los dos primeros minutos, tras los cuales parecía bastante mas relajado que media hora atrás.
Se despegó de la pared a la vez que expulsaba el humo con forma de rosquilla y echó a andar despacio. Si iba a ser su última caja de cigarros la iba a disfrutar en condiciones, ¿y qué mejor que un paseo por las calles de Pesadillalandia?

Roaxen Tenvrai

El ulterano bufó de incredulidad con las palabras del xenoide y sacudió la ballesta, como si no fuera prueba suficiente de que no estaba en posición de actuar de tal manera.
-Escucha, xenomorfo aviano. No estamos ni en el mejor lugar ni en el mejor momento para que demandes nada a nadie y yo personalmente te diria...-
No pudo seguir, pues Sekk habia saltado tambien a hablar y después de él fue Irianna. Cansado como estaba, Roaxen le habria metido un perno en la cabeza y habrian seguido con su exploración.
-Eso no lo sabemos, Irianna.-ladró Roaxen en respuesta, mientras le señalaba con la punta de la ballesta.-Hay numerosas criaturas que para cazar fingen estar en un estado débil. Y eso solo en el reino animal. No sabemos si quiera que puebla esta ciudad maldita. Bien podria ser fruto de más artes oscuras.-

Asesinaba con la mirada a la criatura. Ahora ya era algo personal. Deseaba verla muerta. Ni en broma queria traerse de vuelta al torreón a otra boca inútil que alimentar cuando podian arreglar ahí y ahora las cosas.
-¿De verdad vamos a regalar comida y refugio a todos los necesitados que encontremos por la calle, Irianna?-le recriminó.-No soy la persona más caritativa, lo admito. Pero tambien creo que tenemos que ser realistas aquí. Ya somos demasiados y seguimos sin saber como fluirán los suministros.-

Parpadeó lentamente y entonces bajó la ballesta, en señal de paz.
-Yo creo que el destino le trajo ahí por un motivo. ¿Quién somos nosotros para alterar la voluntad de este?-intentó negociar.

La presencia de los dos extraños no era algo que Ziack agradeciera, pero las palabras del que parecía llamarse Roaxen dejaban claro un atisbo de precaución... y los depredadores se dejaban llevar por la debilidad antes que por el cuidado.
Era más que probable, aunque por supuesto, nada seguro, que aquellos dos extraños no fueran depredadores.

Pero la mente del enderth no estaba para minucias. Había asuntos importantes que atender.
-Tengo... hambre... y frío...-Dijo, intentando abarcar cuanto pudiera de su cuerpo con su pequeño manto. Al hacerlo, dejó ver durante breves segundos lo que un día fue un brazo.-Os... contaré lo que sea, pero antes...-Se calló, y entonces su tripa tomó la palabra.

Escuchó a Roaxen sin interrumpirlo pero con el ceño ligeramente fruncido. Estaba claro que el pelimorado sería una de esas personas a las que tendría que confrontar en aquello. En cuanto escuchó de nuevo al ave lo tuvo incluso más claro. Todo en su lenguaje corporal indicaba su malestar y el estómago hizo patente el hambre que sentía. Teniendo en cuenta que no había habido rastro de él hasta ese momento quizás ni siquiera había comido nada en dos días. Como mínimo.

—¿Regalar? Hablas como si nos perteneciese algo. Es de la misma especie que… —titubeó de forma muy breve, no sabía si decir “pájaro” podría ofenderlo o no— el de plumaje blanco que se quedó con el otro grupo, por lo que lo habrán traído aquí igual que a nosotros. En lo que nos respecta, la comida y el refugio es tan suya como nuestra. Sekkeh Reikayame y yo somos los que cocinamos y quiénes sabemos si las provisiones son suficientes o no. Te recuerdo que hoy hemos salido solamente por comprobar que seguían suministrándonoslas porque había todavía más que de sobra. No veo lógicas en absoluto tus “razones” y sobre todo me importa bien poco “el destino”. No pienso aceptar el dejar a alguien aquí tirado sin más.

Irianna estaba bastante segura de que el resto no pensaría como Roaxen, pero si era necesario intentaría hacer entrar en razón a cualquiera que se opusiese.

No me lo puedo creer, ha vuelto ha pasar de mí. Ni siquiera ha tenido el mínimo respeto de contestar, aunque por otra parte era de esperar. Entonces haré yo lo mismo, no pienso volver a dirigirle la palabra.

Vamos inspeccionando lo que es la ciudad, por raro que parezca necesito ir con ellos. Necesito tomar el aire, no soporto estar en ese refugio más tiempo. La ciudad está desierta, mucho mejor, por el momento no ocurre nada fuera de lo normal, hasta que entramos en un edificio cerca del torreón.

Todo está bastante sucio, como todo en sí claro. Voy bastante alerta en lo que respecta a la exploración. Cada vez que me imagino que nos van a atacar aprieto con fuerza la lanza y mis nudillos se ponen blancos de la presión. Mis nervios no hacen más que aumentar a medida que la exploración se alarga, Irianna nos aconseja que no toquemos nada por posibles derrumbes. De todas maneras no lo iba a hacer, pero al fin y al cabo está bien avisar por si acaso.

Vamos registrando el edificio hasta que se escucha un golpe. Irianna también se ha percatado y se decide a salir para averiguar el origen de tal sonido. La sigo junto con el resto y descubrimos a otro pájaro, como el anterior en la plaza esa. ¿ Será el mismo?¿ Acaso nos intentaba encontrar por el separamiento de ayer? Un poco diferente si que es. Por lo que supongo que es otro. No dejo de agarrar con ímpetu el arma. Siempre hay que ser cuidadoso.

Empiezan a conversar con él y este responde de malas maneras. Encima que le intentamos ayudar...
Roaxen dice que no es buena idea darle comida, diciendo claramente que puede ser otro monstruo. Es cierto que puede ser otro bicho..¿ pero y si no lo es? En mi opinión hay que correr el riesgo, si yo estuviera en la piel de ese desconocido me gustaría que me ayudaran. La idrina le responde a Roaxen, bien que está, no se le puede abandonar así como así. Si resulta ser un engaño y es un depredador de la ciudad no creo que pueda contra todos nosotros.

-Estoy de acuerdo, merece un refugio y alimento como todo el mundo, es lo que podemos hacer por él, pero cuando lleguemos cuéntanoslo todo, estoy deseando saber tu historia-. Digo añadiendo una pequeña sonrisa. Espero que no sea otra arma de Rocavarancolia....

Kimbra observó la conversación con curiosidad. El comportamiento del nuevo ser le resultó carente de lógica y no entendía por qué sus compañeros insistían en prestarle ayuda. A su entender, el intercambio inicial había sido el decisivo: un ofrecimiento de ayuda, un rechazo. Fin. Pero, por lo visto, las reglas de actuación de los mundos de sus compañeros dictaban que se debía insistir aun cuando el ofrecimiento había sido rechazado.

Le llamó poderosamente la atención la justificación de Roaxen para con su demostración de agresividad ante el nuevo ser. Su argumento había sido que había depredadores que fingían debilidad para conseguir sus fines. A Kimbra aquella información le resultó bastante confusa, pues no entendía como alguien podía conseguir algo fingiendo debilidad. “Quizás la trampa está en que esa muestra de debilidad le hace creer a su enemigo en un triunfo inminente y haciendo, a su vez, que baje la guardia y resulte más fácil de vencer.” Teorizó la engendro, aunque esa explicación no la convenció del todo. Si ella se llegara a encontrar una bestia débil y malherida la mataría al instante acabando con su sufrimiento y ganando una pieza de caza en el proceso.

Su cabeza buscaba respuesta a aquel comportamiento, ignorando ya la conversación que se sucedía junto a ella, cuando su nariz captó un olor fuera de lugar. Kimbra giró la cabeza con un rápido movimiento orientándola hacia la zona de la que había venido ese extraño olor e inspiró con fuerza. Olía a hierba amarga seca quemada junto a otros materiales cuyo olor desconocía. El aroma no era lo suficientemente fuerte y abundante como para que se tratara de una gran hoguera, pero se percibía lo suficientemente próximo como para saber que no se alejaba de ellos más de veinte pasos. La Hija de Lunas, sin decir nada ni dejar de mirar un pequeño agujero en la pared, lugar que desprendía aquel olor, volvió a cargar su arco y se dirigió al hueco en la roca por el que habían entrado. Antes de traspasarlo, sus iris ya se habían vuelto rojos.

Cuando salió lo primero que vio, a tres pasos de ella, fue la espalda de otro ser, similar a algunos de sus compañeros, alejándose por el lugar por el que ellos habían llegado ahí. Por un momento pensó en ignorarlo y así evitar un enfrentamiento directo en el caso de que esas fueran las intenciones del sujeto, puesto que se veía bastante más amenazante que el ser emplumado del interior; pero lo descartó enseguida al percatarse que la dirección que tomaba le llevaría rápidamente a su refugio y, ya que el grueso del grupo se encontraba ahí y, entre ellos, los más fuertes, la seguridad del torreón y de los que allí habían quedado podía peligrar.

- Quieto- dijo, apuntándole con la flecha cargada, sin levantar la voz, pero firmemente.

El sujeto llevaba entre los dedos un palito banco y marrón del que salía humo, aunque ninguna llama. Kimbra se preguntó si se trataría de algún tipo de energía superior o, por el contrario, era un arma de desconocido mecanismo.