Fase 1, Ronda 4: Dama Diurna vs Lugh

Wen estaba riéndose en las gradas por algo que había dicho el draco sobre el último combate cuando dijeron su nombre seguido de otro que nunca había escuchado. La vouivre dejó a Ornlu, al que había traído para que se empapara de magia y le diera el aire, en los brazos de Noel, al que ladró y mordió “cariñosamente” en un dedo. La británica se despidió de todos ellos, pidiéndoles que le desearan suerte, y bajó a la arena.

Para su única intervención en el torneo, la vouivre eligió las dos armas que más dominaba, añadiendo algunas dagas por si llegara a necesitarlas en algún momento. Una vez en la arena, la británica saludó con un gesto de cabeza a su contrincante y se posicionó en su lugar a la espera del gong. Cuando por fin el sonido llegó a sus oídos, Wen no perdió el tiempo en sacar su arco y disparar su primera flecha directa al muslo derecho, que esperó fuera certera.

Wen no había vuelto a cargar el arma después de lanzar la primera flecha, por lo que cuando vio acercarse al demonio pudo cambiar el arco por la doble guadaña sin tener que volver a guardar ninguna flecha que pudiera haber cogido. Con uno de los extremos de su arma bloqueó el golpe, para luego, sabiendo que no tenía la suficiente fuerza como para derribarlo, se impulsó en su propia arma y saltó hacia detrás, donde dio un giro completo manteniendo la doble guadaña perpendicular a su cuerpo en un intento de cercenar el vientre de su contrincante.

Noel le había deseado buena suerte a Wen en cuanto la llamaron a combatir y lo siguiente que hizo fue observar a su contrincante. El nombre no le sonaba de nada, pero algunos de sus amigos lo identificaron como un ex-compañero de cosecha transformado en demonio Raigaurum.
—¡Vamos, Wen! ¡Obliga a ese Pikachu a que vuelva a su Pokéball! —exclamaba sonriendo ampliamente con evidente diversión mientras se asomaba para no perder detalle de la lucha.
Mientras tanto, Ornlu seguía en sus brazos y el lobo, que ya tenía un tamaño considerable, se agitaba y aullaba con nerviosismo.

Cuando anunciaron el nombre de Dama Diurna miro a Wen de reojo y le deseo buena suerte. Me concentro en cuanto pierdo de vista a la británica en la zona de combate. No se quien es su contrincante por lo que al ver al demonio y su tridente trago saliva. Permanezco en silencio hasta que la guadaña de Wen hace el primer contacto con su contrincante.

-¡VAMOS DIUUUURNA! ¡DALE DURO A ESO! ¡ROMPELE UN CUEEERNO!- Sin quererlo me he abierto paso entre todos los presentes colocándome casi al borde de las gradas con Shandy a mi lado dando fuertes palmadas pero algo dentro de mí me obliga a darle todos los ánimos posibles a mi compañera.

—Y de repente apareció en Letargo con Kaila… Puente, y se quedaron en la cocina, él gritando. Fue como… vale, ¿para qué venís? Nosotros salíamos y ellos allí se quedaron. Si te digo la verdad, fue la última vez que le vi delante. Era un tipo raro. Vivió toda la cosecha en el burdel y luego pasó de ellos totalmente.
Eso le contaba Gael a quien quisiese escuchar, entre risas, mientras los dos contrincantes bajaban a la arena. Una vieja historia de su primera Luna. Le había deseado suerte a la vouivre y, al comenzar la pelea, tenía claro que aunque conociese al otro tipo iba a pasar de darle ánimos.
—¡Enséñale lo que vales, Diurna! ¡Que no te subestime! —Lo recordaba como un tipo bastante engreído, pero tampoco había hablado demasiado con él.

La doble guadaña de Wen fue bloqueada y solo pudo le hacer un corte poco profundo al demonio. Sin esperarse a ver que pretendía Lugh con el machete que acababa de sacar, la vouivre dio un salto atrás y pateó la mano del demonio que la sostenía, en un intento de desarmarlo, para luego girar su arma principal de forma paralela a su cuerpo con el objetivo de cortarle el brazo que sostenía el tridente y desarmarlo también de ese.

Wen bufó al ver que no conseguía desarmarlo y al darse cuenta que, además, había dejado desatendido el tridente, lo que le había dado una oportunidad a su contrincante para intentar desarmarla a ella. La vouivre rápidamente improvisó un movimiento para alejarlo de ella. La británica dejó que el demonio clavara uno de los filos de su arma en el suelo, e incluso le ayudó, de manera que el arma no pudiera tambalearse. Agarrándose con las dos manos al mango del arma y ayudada de un salto, impulsó todo su cuerpo para ponerlo paralelo al suelo y patear con los dos pies el pecho de su contrincante para que este cayera hacia atrás o, por lo menos, se alejara lo suficiente de ella. Cuando cayó de nuevo al suelo usó toda su fuerza para desclavar su arma y apuntar con uno de sus filos a su enemigo en posición defensiva.