Cicatriz de Arax

Shizel no se estaba dando demasiada prisa, dando vueltas a lo último que había oído del pregón. Aparte de nombres y alianzas que no comprendía pero de los cuales tomó nota, a causa de nosequé plaga en algún sitio "se levantaban restricciones a la caza"... ¿Se dedicaban a exterminar plagas ajenas en mundos vinculados acaso? No le casaba con la imagen que tenía de la ciudad, pero quizá esos ejemplares eran raros en Rocavarancolia y costaban dinero...

Cruzó el puente tras RR, y se preguntó distraídamente para qué querría el foner calaveras. El idrino miró con detenimiento por primera vez los restos de armas y armaduras que yacían ahí abajo. Antes había descartado cualquier oportunidad de poder echarles el guante a causa de los gusanos, pero ahora que disponían de hechizos de levitación la cosa cambiaba. Ni siquiera necesitaba que estuvieran en buen estado (era muy poco probable que lo estuvieran): sólo necesitaba metal, y no quería echar a perder las armas de las que disponían en Maciel.

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Conforme nos íbamos acercando a la cicatriz, mi sorpresa fue aumentando. Esa inmensa fosa común, donde descansaban huesos de multitud de criaturas, me provocó un escalofrío. Era cierto que los nublinos no sabíamos nada directo de la ciudad en sí, pero dudaba mucho que si la fosa hubiese existido antes del cierre del enlace entre los mundos ninguno de los transformados hubiese hablado de ella.

—¿Qué habrá provocado tanta muerte...? —apenas susurré la pregunta, sin esperar de verdad una respuesta. Un escalofrío me recorrió al ver como Shizel observaba las armas de los esqueletos. Rocavarancolia no tenía la majestad de la que hablaban las historias, ciertamente estaba decadente desde hace muchos años, y había una cicatriz repletas de huesos con armas y armaduras. No había que ser muy listo para darse cuenta que aquellos cadáveres eran el resultado de una batalla.

«Y la ciudad está prácticamente despoblada...», fruncí el ceño mientras observaba a RR coger los huesos con levitación y nos íbamos de allí. «¿Será posible que la decadencia de Rocavarancolia y el cierre del vórtice fuese consecuencia de alguna guerra civil del reino? Es una respuesta que vale: una facción del reino se levanta contra el rey, la mayoría se masacra mutuamente y los perdedores cierran los vórtices para dejar su huella y provocar la caída de los pocos vencedores que quedan». Fruncí el ceño mientras me daba cuenta que había algo que no encajaba. «Pero, entonces, ¿por qué no se han abierto los vórtices de nuevo hasta hace poco? ¿Y cómo los han abierto?»

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El camino hacia la cicatriz fue silencioso, DL estaba mas atento a sus propios pensamientos y a su alrededor que ala dirección donde iban, siguiendo el paso de los que los acompañaban. Inusitadamente mas relajado después de salir del torreón, donde extrañamente se había agobiado por el gentío "Alguien que ha vivido encerrado, que teme a las multitudes y prefiere los espacios abiertos a pesar de también darle incomodidad...soy raro hasta para eso, ni yo me entiendo ahora mismo" pensó mirando alrededor, sin entender del todo porque se agobiaba con la llegada de los nuevos, tal vez era el hecho de nuevas caras invadiendo su de por si escaso espacio propio y privado, trayendo nueva información y mas confusiones a su cabeza.

"Hasta me estoy replanteando si el venir aquí fue buena idea...puedo sobrevivir a poca comida, a los bichos extraños o incluso sobrevivir día a día a duras penas...pero no estoy seguro de si podre mantener la cordura ante un cambio tan drástico como los nublino mencionan" pensó acompañando al resto era cierto que no se creía del todo las palabras de los dos mencionados, observando de reojo a Branniel peor aun así era algo que se pasaba sin que el quisiera por su mente, sacudiendo la cabeza y se masajeo el puente de la nariz intentando en vano sacar esas imágenes de su mente. Llego a ver como RR sacaba calaveras de la fosa sin decir nada al respecto, terminarían enterándose tarde o temprano para que las necesitaba, observando los esqueletos de criaturas que jamas había visto con atención "Quien me dice a mi si esos huesos no pertenecen a cosechados que vinieron aquí antes que yo, es un final un tanto deprimente..." sintiéndose tranquilo a pesar de todo, pues el por ahora seguía vivo, el pensar que podría acabar en esa fosa en un futuro no era atrayente por lo que pretendía sobrevivir el mayor tiempo posible.

-No pienso morirme, o al menos intentare no hacerlo, hasta descubrir todo lo que esconde y ofrece esta ciudad- murmuro en un pensamiento en voz alta para si mismo, apartando la vista de la fosa para ir en dirección a la playa.

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Durante el camino de vuelta Yrio volvió a vomitar. Estaba mareado y sentía vértigo, por lo que tuvieron que parar, pues el chico se negaba rotundamente a que Serok lo llevase en brazos. Ni siquiera le importó donde estaban, o los bufidos malhumorados del ulterano, se sentó en el puente que cruzaba la cicatriz y se agarró a los barrotes, apoyando la frente en el frío metal. << No pienses en sangre. No pienses en sangre. No pienses en sangre...>> Era algo absurdo, él había visto sangre antes, había estado en situaciones de riesgo << Pero nadie había muerto...>> añadió mentalmente. Vomitó de nuevo, esta vez solo líquido pues no le quedaba nada en el estómago y como si hubiese echado toda la ansiedad y angustia del cuerpo junto con el vómito de pronto el mareo desapareció y se le despejó la cabeza. Se limpió la boca con la manga y se puso en pie con cuidado. En la cicatriz los huesos se revolvían, e Yrio sintió como Serok le tiraba del hombro para alejarlo del borde.

-Espera...- pidió. Algo había surgido a la superficie. Algo brillaba un poco más que las oxidadas armaduras y espadas que flotaban entre los huesos. Aguardaron pacientemente hasta que todo se calmó y se asomaron a la grieta-

Eran sendas puntas de lanza, unidas a cuerdas que se enredaban en los brazos de un esqueleto. Yrio sacó un amuleto y se enrolló la cadena en la muñeca, apretando la piedra en el puño.

-Solo un momento...

Ignoró las quejas, incluso el hecho de que su compañero había empezado a alejarse sin él. Pronunció le hechizo de levitación, uno de los que más había practicado, y levantó las puntas de lanza... arrastrando algunos huesos también. La grieta empezó a temblar por lo que Yrio se dejó de sutilezas y alzó las armas con brazo incluído, agarrándolas como bien pudo y echó a correr todo lo que sus piernas le permitieron en la dirección en la que se había ido Serok. Podría gritarle que le esperase, pero sería algo muy estúpido, y el susto había traido consigo el mareo de nuevo. Suerte que no miró atrás, pues habría visto a uno de los gusanos alzarse y volver a sumerguirse en la marea de huesos.

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Era la primera vez que salía solo del torreón pero extrañamente no tenia miedo. ¿Qué era lo peor que podía ocurrir? ¿qué muriera? Oh! Eso seria demasiado bonito ¡.


Aquella ciudad era una como una selva llena de peligros, en cualquier momento podía salir algo de debajo de una piedra y matarte, de todas formas yo no era un cualquiera, la supervivencia siempre se me había dado bien.


Iba con cuidado, fijándome en toda marca en mi entorno que implicara algún peligro inminente, me sentía bien hacia, tiempo que no lo hacia.


Crucé por la pasarela que cruzaba aquel mar de huesos con cuidado, ya podía divisar el torreón de las plantas en el horizonte.


Ahora tenía que prepararme para lo que allí me esperaba…


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Seguido por Saren, Branniel y Aleksei, Shizel recorrió a toda prisa el camino de vuelta al torreón hasta llegar a la Cicatriz; en aquel lugar no había manera fiable de medir el tiempo y por todo lo que sabía el hechizo de parálisis podía haberse esfumado ya. Mirar el fondo de la inmensa grieta le recordó todos los proyectos que había dejado a medias ese día: sospechaba que durante lo que se prolongase aquella prórroga inesperada tendría que dejarlos de lado.

Distraídamente decidió bajar el congelador improvisado a las mazmorras y ponerse a trabajar mientras hacía guardia. A aquellas alturas los botes que contenían el ácido debían estar en las últimas, y ahora tenía los medios para asegurarlos y horas muertas en las que hacerlo. Eso si a nadie de aquella jauría de contarios se le había ocurrido, por ejemplo, bebérselos como un refresco exótico o algo así a pesar de la nota de advertencia.

"Por favor, que no se hayan matado en mi ausencia", suplicó a una deidad desconocida mientras el grupo tomaba los ya familiares atajos a Maciel.

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El desolador paraje de la Cicatriz de Arax me recordó lo brutalmente eficaz que había sido la desgracia que aisló a Rocavarancolia. Esperaba encontrar en el libro alguna explicación de la catástrofe que ocurrió, algún dato sobre cómo se formó la enorme fosa común sobre la que cruzábamos. Fosda que servía para recordar cuál será el destino final de todos, se transformen o no: la muerte. Rocavarancolia, a la par que ciudad de las maravillas, de la magia y de los dioses parecía ser una ciudad de muerte, sin habitantes en apariencia, más que los cosechados. Me estremecí, agradecido por llegar al final de la cicatriz, mientras me preguntaba si en su fondo reposaba algún cosechado, mientras me preguntaba si yo reposaría alguna vez en ese lugar.

Recordé en ese momento la locura con la que Wintel me había atacado, entrando en medio del salón chillando. «No», me prometí. «No está tan loco como para matarme, y si lo estuviera, no pienso dejar que me arrebate la contemplación de la Luna Roja». Estaba decidido: le pediría a Karime que me enseñase a usar la espada. No pensaba dejar que las alimañas de la ciudad y un nublino loco me negasen la posibilidad de transformarme en un ser cercano a los mismos dioses.

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Seguimos huyendo de las hienas y pronto llegamos a aquel tajo en la tierra que tanto pánico me daba. Comenzaron a cruzarlo y mientras lo hacían rememore mi primera experiencia allí, no haría ni una hora de aquello.

Cuando llegue a aquel sitio me vinieron recuerdos aterradores y mi miedo a las alturas se puso en marcha, vi que todos comenzaban a pasar como si aquello fuera lo mas normal del mundo.

-Y-y-yo no pu-pue-puedo p-pa-pasar po-por a-a-ahí.- Tartamudeé como pude, me serene como pude y dije,- ¿no hay otro lugar para poder pasar?

Me insistieron en que no era peligroso pero yo no acababa de creérmelo, no había cuerdas ni barandillas a las que agarrarse, y desde luego los esqueletos por ahí tirados no presagiaban nada bueno.

Comencé a cruzar temblando como una hoja y sudando en frió, al final tarde como unos dos minutos en cruzar aquellos metros que separaban ambas partes. Logre hacerlo tratando de no pensar en la caída ni en nada, tan solo centrándome en mis compañeros del otro lado.

En esta ocasión pase mas rápido, me centre en el dolor que sentía en la mano el cual me quitaría en cuanto pasara al otro lado. Seguía sudando en frió, aunque que la vez anterior hubiese comprobado que aquella estructura parecía solida me daba mas ánimos.

En cuanto llegue al otro lado les dije:

-Dadme unos momentos por favor.- Y recite el hechizo de curación sobre mi mano, dejándome mas debilitado, sin embargo sabia que aun me quedaba energía, lo había comprobado los días anteriores cuanto podía aguantar y sabia que estaba cerca de mi limite por suerte aun estaba entero y podía caminar sin mucho problema. <<En cuanto llegue al torreón me tumbo a la bartola en un sofá y me duermo>>.

Sin embargo era mas urgente otra cosa ahora mismo:

-¿Que os parece si pasamos por la calle de las casas esas primero e investigamos lo de las cestas?, no me hace especial ilusión quedarme sin comer.- dije con gesto serio.- Una pena que no nos pudiéramos llevar una de esas hienas para tener carne que comer.

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La cicatriz me impriosonó cuando me acerqué como si fuera la primera vez que la veía.En el libro de la biblioteca no había averiguado qué había provocada esta masacre, ni tampoco cuál era la causa de la decadencia de la ciudad. Me parecía sumamente extraño y tritse que la ciudad de maravillas de la que hablaban las historias de Nubla hubiese acabado de esta manera.

Mientras pasábamos por encima de los huesos mis manos comenzaron a temblar al imaginar lo doloroso (y peligroso) que sería que cayese al fondo. «Ya está bien, tranquilízate.«. Cerré los puños con frustración, una visión de aquel lugar, aunque era escalofriante, no debería impresionarme tanto después de lo difícil que había sido la vida las primeras semanas, por lo que intenté tranquilizarme y seguí tras los demás.

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Karime salió del torreón ilusionada con la cacería que estaba a punto de comenzar. No tenía muy claro por dónde empezar, pero poco le importaba si la búsqueda significaba horas y horas de aventura por la ciudad. Cuando por fin estuvieron todos fuera, la libense abrió la marcha.

- Ven, Riv, ponte a mi lado. Como mujeres es nuestro deber defender a estos donceles en apuros.- llamó la libense a su amiga sinhadre para que esta se pusiera a su lado.

Puesto que ya sabían el camino, no tardaron mucho en llegar a la cicatriz que resquebrajaba el suelo partiendo la ciudad. Mientras otros veían horrores en el fondo de ese socavón, la libense solo veía batalla, lucha encarnizada con distintas y a cada cual más peligrosas criaturas. Pasar por aquel lugar hacía que la sangre de la morena hirviera de satisfacción ante la confirmación de las mil aventuras que podría vivir en aquel lugar.

No tardaron demasiado en cruzarla, sin dejar de mantenerse alerta por si aparecía alguna señal de peligro de la presencia del pelirrojo, aunque Karime confiaba en que el foner se lo pusiera difícil e interesante.


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Saren había decidido unirse al pequeño grupo que iba a salir en busca de RR no por encontrar al foner, si no mas bien por ser de ayuda en caso de algún ataque. En general estaba bastante de acuerdo con lo que había dicho Shiz sobre el pelirrojo. ¿Qué razónes tenían ellos para jugarse el pellejo buscando a un tipo paranoico y toxicómano en una ciudad en la que doblar una esquina conllevaba jugarse la vida?, y mas aun cuando dicho paranoico no quería ser encontrado. El norteño no era capaz de sugerir una, pero sus compañeros parecían emocionados con la búsqueda, sobre todo K. El idrino no prestaba apenas atención a las palabras de los demás, pendiente mas de lo que le rodeaba y de cualquier cosa que pudiera salirles al paso, por lo que no respondió con ninguna pulla al comentario de los donceles por parte de la libense.

Un rato después de perder de vista Maciel, la cicatriz se abrió ante ellos, partiendo la ciudad en dos. La visión de aquella colosal hendidura no altero un ápice la expresión de Saren, de tan acostumbrado como estaba a ella, pero al chico no le paso por alto el nerviosismo de Bran. Aquello le extraño, ya que tenia entendido que el nublino ya había estado allí, pero al parecer los huesos y lo que estos ocultaban le ponían nervioso. No era de extrañar, el propio norteño había sentido aquello antes, pero ahora estaba demasiado concentrado en captar algún rastro o en percibir alguna amenaza como para distraerse con algo que no le suponía un problema inmediata.

Mientras cruzaban el puente, el idrino aferró el mango de su hacha con mas fuerza, mientras su filo se deslizaba por el borde de la pasarela, produciendo un leve chirrido que reconfortó al chico. No tenia muy claro que haría cuando encontraran al pelirrojo, pero había decidido que si el foner resultaba un problema para el grupo le separaría la cabeza de los hombros, sin importar el número de tiros que recibiera de su preciosa escopeta.

Continúa en la Avenida de las Casas Carnívoras.

Saren no hablo en todo el trayecto hasta la cicatriz, y K tampoco puso de su parte para poner fin a aquel silencio que danzaba entre los dos, solo interrumpido por el sonido de sus pasos. Al norteño tampoco le importo demasiado, enfrascado como estaba en sus propios pensamientos, tratando de entender los motivos de aquel incendio de la muerte de YR. No se le habían pasado por alto las señales de las explosiones, así que se hacía una idea del origen de estas, pero no acababa de concebir que el pequeño humano fuera capaz de hacer algo así. Su lenguaje corporal no reflejaba que ocultara aquel tipo de intenciones en su interior, aunque tenia que reconocer que en ocasiones Timmy le desconcertaba, como si dentro de él hubiera algo que no funcionara del todo bien. El chico decidió apartar aquellos pensamientos de su cabeza y dejar las sospechas y las dudas para cuando estuvieran mas fundamentadas.

Se acomodó el cadáver sobre el hombro y apretó el paso para alcanzar a la libense, que se había alejado unos metros. Saren notaba a la chica distante, y no únicamente por lo que acababa de pasar, el norteño percibía que había algo mas, algo que le preocupada a nivel personal, aunque no sabría decir el que. No estaba seguro sobre si debía preguntarle directamente o no, al fin y al cabo no debería saber siquiera que algo le rondaba la cabeza, la capacidad de su raza para leer en la gente era una invasión de la intimidad para los demás, algo que había aprendido poco a poco mediante la convivencia con sus compañeros de torreón. Prefirió contenerse y dejarlo estar, si la libense quería comentárselo ya lo haría ella misma.

-Quiero comprobar una cosa antes de arrojarlo a la cicatriz -le dijo a K una vez llegaron al borde de la fosa.

Sin esperar la respuesta de la chica, Saren bajó el cuerpo sin vida de YR hasta el suelo y se arrodillo a su lado, retirando la sabana que lo envolvía y dejándolo a la vista. Apenas era capaz de reconocer los rasgos de YR en el amasijo de carne quemada que era su rostro. Las llamas habían hecho que su piel y su carne hirvieran, destrozando y desfigurando su cuerpo de forma horrible, pero no era aquello lo que había puesto fin a su vida. El idrino se quitó el abrigo, se arremangó la camisa, y sin muchos miramientos despegó lo poco que quedaba de la camiseta de YR de su pecho, dejando a la vista las numerosas puñaladas que le horadaban. Saren no era médico, pero sabía algo de anatomía, y aunque YR no era idrino, los foners no se diferenciaban tanto de ellos en lo mas básico. Con esto en mente procedió a examinarle, contando primero las puñaladas y fijándose en los hematomas que las rodeaban. No había que ser un experto para darse cuenta de la tremenda fuerza que se había empleado para infligir cada herida, ademas del palpable ensañamiento que presentaba el cuerpo, reflejado en el excesivo numero de puñaladas. Palpando el tórax del cadáver, Saren encontró al menos tres costillas rotas, ademas de que el esternón se había hundido parcialmente.

Una vez terminó el examen superficial pasó a uno mas interno, y desenfundando su cuchillo, practico un corte profundo en el pecho destrozado. Dejó el cuchillo sobre el estómago de YR e introdujo su dedos en el corte, levantando la carne de un tirón y cogiendo el cuchillo de nuevo para terminar de despegarla de las costillas. El norteño solo estaba pendiente de su tarea, y su rostro no reflejaba ningún tipo de emoción mas allá de la curiosidad clínica. Con las manos cubiertas de sangre se dedicó a buscar en el interior de YR, deslizando los dedos entre las costillas astilladas y los órganos destrozados. No tardó demasiado, y cuando sus dedos se toparon con lo que andaba buscando, volvió a aferrar el cuchillo.

-Ya casi... -murmuró, mas para si que para K, mientras hurgaba con la punta del cuchillo en el borde interior de una de las costillas rotas-. Si, aquí esta -dijo en voz mas alta, alzando la mano y poniéndola a contraluz.

Entre el dedo índice y el pulgar el chico sujetaba una diminuta esquirla de metal, lo que sin duda era la punta de un puñal. Saren se limpió las manos ensangrentadas con la sabana que servía de mortaja al foner y se puso de pié, sacando una pequeña bolsa de cuero de uno de sus bolsillos, y guardando la esquirla dentro. Ya era entrada la mañana, y se les había hecho tarde. El chico se volvió a poner el abrigo y envolvió de nuevo el cuerpo de YR, alzándolo del suelo y acercándose al borde de la cicatriz. No sabía si debía decir algunas palabras, así que se limitó a recitar una oración propia de su tribu y arrojó el cadáver al osario que sería su tumba. En cuanto el cuerpo golpeo los huesos, estos empezaron a agitarse en tres puntos distintos, tres puntos que se dirigieron hacia el cadáver a gran velocidad. Cuando la primera estela llegó hasta YR, el norteño tubo un atisbo de un cuerpo de piel blancuzca y de una boca repleta de dientes.

-Volvamos -murmuro el idrino en voz baja, dando la espalda a la agitada cicatriz-, se hace tarde.

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Al rato llegamos a la grieta repleta de huesos y gusanos y, como siempre, espero a que pasen todos para seguirles mientras vigilo ambas orillas. De vez en cuando saco la cimitarra, desconfiado de que algo de pronto nos ataque, pero vuelvo a guardarla ya que si nos atacan con una explosión podría escaparse de mi mano y herir al grupo.

<<¿Cómo será ese torreón? ¿Habrán sido ellos? ¿Y por qué, si está habitado, no les vimos en la Plaza de la Fuente ni nunca? ¿Despertaron, quizá, en otro sitio? Y aún así, la ciudad no parece tan grande para no haberles visto nunca. Pero los de Maciel... ¿Les conocerán? Nunca los han mencionado... Maciel... ¿No estaban buscando a RR después de desatar el caos en el torreón?>> y claro, la corriente de pensamiento va tachándolo de culpable, pero no tiene mucho sentido <<No puede ser, es Yrio, no es Stefan ni Tap. No tiene sentido, y mucho menos que les hiera con una explosión. ¿Y qué haría el pelirrojo cerca de Sendar, vamos a ver? ¿Pueden haber sido los de Sendar los causantes de este follón? Maldita sea, demasiadas cuestiones sin poder resolver de momento. Por los Grandes Felinos, cruza la maldita grieta y soluciona esto cuando lleguemos, deja de darle vueltas al asunto sin tener pruebas y céntrate en llegar vivos, que aún falta>>

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"¿En qué coño estaba pensando cuando decidí ponerme esta mierda en los brazos?"
Lo que al principio había parecido una buena idea, al finl se había convertido en una tortura. Las telas húmedas de los brazos al principio habían cumplido con su función, aliviándome el dolor, pero a medida que avanzábamos por la ciudad habían ido rozando poco a poco las quemaduras, hasta producir un dolor aun peor que el que ya tenía. Harto ya, había acabado quitándomelas cuando llegamos a la cicatriz.
Fuimos cruzando uno a uno mintras Atol se quedaba vigilando hasta el final.

Antes, en el torreón, la bronca de Tap había sido la gota que colmó el vaso, y si el libense no hubiera puesto al repoblador en su sitio yo probablemente lo habría matado, algo que me apetecía y me asustaba a partes iguales.

Un resbalón justo cuando terminaba de cruzar me devolvió a la realidad.
"Céntrate. Tienes un sinhadre al que salvar, y no vas a lograrlo si te matas por el
camino"

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Alejándose prudentemente de lo que Wintel y Branniel señalaron como la avenida de las casas carnívoras, los macieleros habían pasado cerca de dos horas buscando mobiliario y materiales varios con los que reparar con magia los dañados muros internos del piso inferior de Maciel. El trabajo de los sueños de Shizel no era precisamente el de albañil, pero si uno podía ser un albañil mágico la perspectiva tenía bastante más clase.

El idrino había subido levitando cerca de las ventanas de los edificios elegidos, habiendo hecho sus compañeros las comprobaciones necesarias para asegurar que eran relativamente seguros. Una vez dentro sacaba el botín levitando fuera, o pedía a DL que lo hiciera en su lugar con lo más ligero para equilibrar el gasto de magia. El balance final de aquellas exploraciones había sido más madera, escombros con los que el idrino pensaba arreglar las paredes de piedra del salón, y la flamante adquisición de un sofá de tres plazas que había visto tiempos mejores allá cuando la instrucción militar en Idris se hacía con piedras afiladas.

Habría emprendido el camino de vuelta levitando también (la sensación era increíble una vez se hubo acostumbrado a ella), pero de mala gana admitió que era más inteligente ahorrar energías. Así pues empleó su concentración en llevar a golpe de levitación el botín. Habían puesto todo lo que habían encontrado sobre el tresillo y éste era lo único que flotaba para no gastar magia y concentración de más.

Una vez en la Cicatriz Shizel cruzó primero con el pensamiento de llegar cuanto antes a Maciel, dejar caer aquella carga a plomo, coger todos los cargadores posibles y ponerse a trabajar. Estaba cansado, pero se estaba haciendo a la idea de que le quedaba bastante por hacer.

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No podía dejar de pensar en la traición de Pablo, era como un ciclo en mi cabeza que no se paraba de repetir. Aunque ayudé un poco a buscar materiales entre las ruinas, realmente estaba más bien ensimismado. Solo había que mirar mi cara para saber que aquello me había afectado.


Me coloqué en ultimo lugar de la diligencia que improvisó Shizel con su magia, al ver todos aquellos trasto flotar y moverse sin esfuerzo por un momento entendí la decisión que Pablo había tomado; Realmente la magia facilitaba las cosas pero pagando un elevado precio… un precio que tarde o temprano todos los que la estaban usando pagarían… y ahora Pablo…


“….Wintelgy….. – Escuché como una voz procedente de detrás de mí me llamaba a lo lejos-“


Me giré y me quedé parado en el sitio con la esperanza de que quizás fuera Pablo arrepentido que venia corriendo a pedirme perdón… pero allí no había nadie y pensándolo mejor, aquella voz no era de nadie conocido.


Debí confundir algún tipo de ruido por mi nombre, volví a la cola de la dirigencia que iba de camino a casa.


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