Subterráneos
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Rocavarancolia Rol
26 participantes
- Rocavarancolia Rol
Subterráneos
03/08/11, 11:04 am
Recuerdo del primer mensaje :
Los subterráneos ocupan todo el subsuelo de la ciudad y están plagados de horribles criaturas. Se puede entrar en ellos desde cualquier punto de la ciudad y puedes salir en cualquier sitio.
- Descripción más detallada sacada de la saga:
- Cientos de aberraciones se daban cita en las entrañas de la ciudad, algunas tan desconocidas para él como la fauna alienígena que podía poblar el planeta más lejano. Allí merodeaban los cadáveres pálidos que se alimentaban del tuétano de sus víctimas; los espectros errantes a la caza siempre de cuerpos que poseer… En las profundidades de Rocavarancolia todavía era posible encontrar a los descendientes de los seres humanos a los que Eradianalavela había injertado almas de bestias; o a los vampiros de Rádix, capaces de succionar la sangre, las vísceras y los huesos de sus víctimas con sólo tocarlas; y a criaturas aún más terroríficas que aquéllas. Y los peligros no se reducían sólo a monstruos:
bajo la ciudad había escapes de magia asesina, turbulentas nubes de humo venenoso procedentes de la combustión de residuos mágicos…
La inmensa gruta era de origen natural, un lugar húmedo y rebosante de ecos que avanzaba en
dirección oeste. No había más aportación visible de los moradores de Rocavarancolia que las columnas que aseguraban el techo. Las había a decenas, esparcidas sin pauta ni orden alguno, apiñadas en compactas manadas o velando solitarias por la integridad de la galería; eran de piedra negra, extraordinariamente finas. Se trataba a todas luces de columnas mágicas. A pesar de su número, su aspecto era demasiado frágil como para poder sostener por sí mismas el techo de la caverna y el peso de los edificios que se levantaban sobre ésta. Resultaba difícil concebir que Rocavarancolia quedara sobre sus cabezas.
El suelo estaba encharcado y chapoteaban a la carrera, salpicándose unos a otros.
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Re: Subterráneos
20/04/20, 06:17 pm
Wen rió cuando Jack hizo referencia a sus delicadas fosas nasales luego de que Adara matara al escarabajo y Noel lo disolviera con un hechizo haciendo que el repugnante olor se mezclara con los anteriores. Por suerte para ellos, Giz arregló el aroma opacándolo todo con un agradable olor a pino y así pudieron seguir su trabajo.
- La idea es que yo también disfrute del negocio y no podría ni entrar si lo hiciera así de exclusivo- comentó la vouivre cuando Adara le dijo que el olor podría gustarle a algunos clientes.
La jornada pasó bastante tranquila a pesar de todo. Algunas alimañas más se acercaron alertados por los sonidos, pero al igual que con el escarabajo, no fueron amenaza para el grupo. Tras una buena cantidad de picos y hechizos, la zona quedó debidamente despejada, dividida y protegida, de manera que en seguida podría ponerse en marcha la construcción de los hornos y la traída de aguas. Cuando toda la obra terminara, todavía le harían falta algunas revisiones de protección y seguridad, pero todo eso ya estaba contemplado en el plan inicial, por lo que a la británica le alivió que el tiempo corriera tanto en su favor.
- La idea es que yo también disfrute del negocio y no podría ni entrar si lo hiciera así de exclusivo- comentó la vouivre cuando Adara le dijo que el olor podría gustarle a algunos clientes.
La jornada pasó bastante tranquila a pesar de todo. Algunas alimañas más se acercaron alertados por los sonidos, pero al igual que con el escarabajo, no fueron amenaza para el grupo. Tras una buena cantidad de picos y hechizos, la zona quedó debidamente despejada, dividida y protegida, de manera que en seguida podría ponerse en marcha la construcción de los hornos y la traída de aguas. Cuando toda la obra terminara, todavía le harían falta algunas revisiones de protección y seguridad, pero todo eso ya estaba contemplado en el plan inicial, por lo que a la británica le alivió que el tiempo corriera tanto en su favor.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Re: Subterráneos
08/06/20, 12:16 pm
Strix Ananta contempló la abertura en la calle de la ciudad y que, como un agujero negro, parecía absorber la luz de la esfera mágica que brillaba sobre su cabeza en medio de la noche. Dirigió una mirada a Gran Colmillo y suspiró.
-Un ascenso por tus pensamientos – en la voz del licántropo había cierto tono de broma, aunque bajo la superficie aquello desaparecía y la naga sabía que estaba tan preocupado como ella.
-Pienso que deberían haber limpiado esta ciudad hace años. Así no ocurrirían estas cosas– respondió.
El licántropo no contestó y simplemente volvió a mirar al frente. Strix recordaba perfectamente la última hora. La habían sacado de la cama con una misión urgente, misión que la propia Cicatriz en persona les había confiado. Eran varios equipos los que iban a entrar a los subterráneos desde distintos puntos. Era un buen enfoque a la hora de intentar atrapar a los ladrones.
-¿Qué opinas? ¿Suerte por parte de los ladrones o negligencia de nuestros compañeros?
-Voy a romper una lanza a favor de nuestros compañeros y diré que suerte.
Habían desaparecido cinco huevos de dragón de la torre dragonera y aquello no era algo que podía pasarse por alto. La misión al fin y al cabo era para recuperar los huevos y exterminar a las bestias responsables, unas serpientes de un mundo vinculado antiguo cuyo alimento favorito eran huevos de dragón.
En opinión de Strix el consejo hacía tiempo que debería haber organizado una batida masiva para limpiar los subterráneos. Se habrían ahorrado muchos problemas pasados, presentes y futuros. No tenía que ser arpía para estar segura de ello.
-Bueno, manos a la obra – se crujió el cuello y después se tocó la base de la nuca, justo donde terminaba el nacimiento del pelo. Con un brillo apagado apareció la armadura de batalla de la naga, un peto de color oscuro repleto de runas que brillaban en un tenue blanco. Sus espadas gemelas cayeron en sus manos también brillando ligeramente y goteando veneno. Strix no pudo reprimir una sonrisa cuando sintió el familiar peso de ambas. Empuñarlas le hacía ganar confianza para afrontar la tarea que tenían por delante.
Por su parte Gran Colmillo hizo lo propio, invocó su armadura completa. Era de un azul oscuro y cubría todo su cuerpo, también brillaba repleta de runas. En sus manos un escudo y un hacha de batalla de una mano también brillaban. La armadura era grande y pesada pero estaba preparada para aguantar la transformación a medias del licántropo. Esperó antes de ponerse el yelmo y dirigió una mirada a Strix. Ésta sacó un vial de una mochila y tomó la mitad, luego se lo pasó a Gran.
-Nos permitirá ver en la oscuridad durante un rato – respondió a la mirada interrogante del licántropo que asintió y se tomó lo que quedaba en el vial. Strix guardó la mochila en una runa y respiró hondo.- ¿Listo?
-Si salimos de esta te invito a comer lo que quieras – le guiñó un ojo antes de ponerse el yelmo.
-Pues te vas a dejar toda la paga, pienso comer hasta reventar – siseó divertida antes de apagar la luz y arrojarse a las profundidades.
Cayeron en una galería que se extendía en ambas direcciones. La naga señaló uno de los corredores y se internaron en él. Gran confiaba a ciegas en el sentido del olfato de su compañera que los había guiado hasta la entrada más cercana. Ella le había dicho que bajo tierra sería más difícil seguir el olor de los huevos al haber tantos mezclados pero por el momento no parecía ser el caso.
Arribaron a una abertura natural en la piedra que formaba una cueva grande. La naga y el licántropo examinaron la cueva pero no hubo suerte, solo una pequeña tribu de hombres bestia les devolvió la mirada. Strix señaló una salida de la cueva por la que debían ir pero al entrar deslizándose en la caverna los hombres bestia empezaron a gruñir y terminaron abalanzándose sobre ellos. Por desgracia para ellos no trataban con unos veteranos cualesquiera.
Para Gran y Strix aquellos enemigos eran como segar la hierba de un prado. Caían como moscas ante las armas de ambos. Hubo poca piedad para los hombres bestia, habían sido tan tontos como para atacarles, una muerte rápida era suficiente.
Según se internaban en los subterráneos más complicado era seguir el olor de los huevos y terminaron metiéndose en batallas de más. Lucharon contra vlakai, arácnidos enormes que estaban claramente modificados, seres nigrománticos que debían haber sido descartados por sus creadores y alguna quimera nigromántica. Pero la verdadera prueba llegó cuando se encontraron a los poseídos.
Un hechizo impactó contra las barreras de la naga que, alarmada, se puso tras una roca para no recibir el segundo. Gran lo bloqueó y se parapetó junto a Strix.
-Mierda, justo los monstruos que quería evitar – siseó molesta.
-Los poseídos son un dolor en el culo – afirmó el licántropo.- ¿Cuántos?
La naga lanzó la bruma mágica sobre sus ojos y miró en el interior de la caverna de donde habían salido los hechizos.
-Tres. Dos solo tienen una cabeza, el otro tiene dos.
-¿Completamente necesario pasar por esta caverna? – un hechizo de impacto agrietó la piedra detrás de la que estaban escondidos.
-Sí, es el camino más corto – Gran asintió, aquello iba a ser difícil pero al menos sabían que estaban cerca. Si intentaban ir por otro camino a saber lo que podrían encontrarse.
-Pues vamos. ¡Te cubro!
Nada más decirlo ambos salieron de detrás de la roca, que no iba a aguantar muchos más golpes. Gran extendió el escudo delante de él que empezó a brillar con más fuerza y agrandó la barrera que tenía. Blandió el hacha golpeando el aire y varios hechizos de corte volaron hacia los poseídos. Todos se cubrieron de forma efectiva contra los hechizos pero uno de los de una cabezas no pudo reforzar la barrera ya que Strix cayó sobre él golpeando con fuerza y velocidad. El escudo se hizo trizas y la naga se abalanzó sobre el poseído, de nada le servía toda su magia cuando estaba al alcance de una espada. Strix clavó sendas espadas en su garganta y cortó hacia afuera seccionando la columna y varias arterias. El ser cayó muerto a su cola.
El resto de poseídos centró su atención en ella y empezaron a acribillarla a hechizos para romper sus defensas pero Gran llegó e interpuso la barrera del escudo a tiempo. Strix se cobijó tras el escudo del licántropo extrajo algo parecido a tres granadas. Contenían una suerte de líquido alquímico que reaccionaba violentamente con barreras mágicas, deshaciéndolas. Una pequeña explosión dispersó el líquido sobre los poseídos restantes. Sin esperar y viendo las defensas de sus enemigos comprometidas, la naga resquebrajó la gran roca tras la que se habían escondido, la levitó y la impulsó contra el más débil de los enemigos. La piedra reventó lo que quedaba de barrera y aplastó al poseído contra la pared.
En el momento en que el segundo poseído caía muerto Gran salió despedido por la sala hasta golpear contra la pared opuesta. Resoplando se levantó más herido en su orgullo que en el cuerpo gracias a las runas protectoras de la armadura. Una de las cabezas del monstruo se giró hacia la naga y empezó a lanzarle hechizos bastante destructivos. Strix esquivó como pudo los más dañinos pero otros no tuvo otro remedio que dejar que impactaran contra sus defensas. Gran por su parte cargó contra el poseído y, a medida que cargaba, se fue haciendo más grande. Su hacha de una mano y su escudo se vieron sustituidos por un hacha de guerra en toda regla que tenía runas por el filo que brillaban en un azul fantasmal. Él también recibió hechizos pero sabía que su armadura resistiría.
-¡Ahora! – gritó.
Strix salió disparada hacia el poseído desde la dirección contraria a Gran, soltó las espadas y cuando estuvo prácticamente encima del ser plantó las manos en el suelo levantando toda la cola y golpeando con esta, con toda la fuerza no sólo de su musculosa extremidad sino también de la aceleración y el giro. Gran chocó con fuerza también y por un momento pareció que la barrera los iba a rechazar a los dos pero finalmente cedió estallando como un cristal arrollado por un coche. El licántropo no perdió ni un segundo y segó las cabezas del poseído.
Con todos muertos se tomaron un momento para recuperar el aliento. Las runas de la armadura de Gran titilaban, amenazando con apagarse pero aún podía sacarles algo de jugo. Muchas de las de Strix ya estaban apagadas y otras parpadeaban como una linterna que se estuviera quedando sin pilas. La naga renovó las protecciones sobre Gran y ella misma gastando una buena parte de sus reservas.
-Menos mal que vinimos preparados – comentó resollando.- Queda poco ¿no?
-Muy poco.
Gran Colmillo asintió, respiró hondo y se cargó el hacha a la espalda. Se pusieron otra vez en marcha y llegaron a una gran caverna que en algún momento estuvo repleta de peligrosas y enormes serpientes. Y ahora estaban todas muertas. Avistaron los huevos, los tres que quedaban, pues una bestia enorme había dado cuenta ya de dos de ellos. No hacía falta ser muy observador para saber que esa bestia era lo que había matado a las serpientes.
La bestia se giró cuando los oyó llegar y de forma automática los dos soldados se pusieron en guardia. Tenía una cornamenta grande, afilados colmillos y garras en las patas delanteras. Las traseras eran cascos. No tenía ojos, y en la cabeza tenía lo que parecía la calavera de algún animal cubriéndola, quizá un ciervo. Algunas partes de su cuerpo parecían desgarradas y emitía un fuerte olor a descompuesto. Avanzó un paso y emitió un gruñido que a Strix le heló la sangre. Aquel ser no era un enemigo común. Parecía a todas luces una quimera nigromántica y no de las de baja calidad.
Como una exhalación se lanzó sobre ellos y lograron esquivar sus garras por los pelos. Strix acuchilló violentamente su costado. Su carne era durísima y el pelo no ayudaba a que las espadas hicieran cortes profundos. Para colmo de males una sustancia negra parecida al fango brotó de la herida y curó los cortes como si nunca hubieran existido. La naga no tenía esperanza en que el veneno le hiciese efecto. La bestia giró rápida y golpeó con la cornamenta a Gran, que no acabó empalado gracias a su armadura.
-¡Joder! ¿De qué coño está hecha esa cosa? Es como si me hubieran golpeado con una bola de demolición.
-No lo sé, pero se cura rápido y es resistente. Vamos a tener que dar el cien por cien. Si tienes algún as en la manga creo que es la hora – respondió la naga esquivando otro zarpazo por los pelos.
Lanzó un hechizo de protección sobre los huevos casi agotando la magia que le quedaba. Y el resto lo usó en lanzar una llamarada en dirección a la quimera. No ardió. Estaba claro que el nigromante que había hecho aquel monstruo se había esforzado en hacer que durase. Donde golpeaba Gran sin embargo quedaba una ligera capa de escarcha pero las heridas seguían curándose igual de rápido. Probaron a golpear en distintos lugares pero en todos se curaba igual.
Aquella batalla estaba comenzando a ser ridícula del todo. Los únicos que estaban recibiendo daño eran ellos y parecía que la bestia no se cansaba. Strix agotó todas sus granadas de alquimia, esperando que alguna hiciese algo y Gran disparó algunas de las magias que tenía acumuladas. Parecía una batalla perdida y ellos estaban empezando a cansarse.
Finalmente la bestia pilló a Strix en un mal quiebro. La estampó contra una pared y la empezó a aplastar con la garra. Sus barreras terminaron por romperse y la armadura oprimió el cuerpo de la naga que empezó a tener problemas para respirar. Notó que algo se le rompía por dentro, probablemente una costilla o dos. Strix gritó de dolor, un grito que se extendió por la caverna y al que la bestia respondió con un rugido que taladró el cerebro de la naga. Gran golpeó violentamente el costado de la quimera intentando que soltara a Strix. El hostigamiento surtió efecto y el monstruo soltó a la naga no sin antes volver a estamparla en la pared.
La negrura la recibió como una amiga. Un lugar donde no había dolor, donde ya no iba a sufrir más, aquel lugar era bueno, podría descansar por fin.
-¡…x!
-¿Te vas a rendir sin más?
La imagen de dama Estribo surgió de entre la niebla. Habían sido muy amigas, prácticamente su hermana.
-Creía que eras más fuerte Sura – su hermana de verdad apareció al lado de Estribo.- Creí que habías decidido vivir.
-Yo…
-¡…ix!
-Nosotras estamos muertas, pero aún tienes gente por la que vivir, ¿no crees? – detrás de ellas empezaron a aparecer más sombras. Evhelan Kaw, Onyx, Heraldo Rocuo, Varsai, Arcan Rel, Adru. Gran…
-¡…rix!
-¿Vas a dejarlos a su suerte? No, hermana aún tienes promesas que mantener. No es tu hora.
Parpadeó y las imágenes de Estribo y su gemela desaparecieron. Sintió dos manos en su espalda y notó como la empujaban hacia el resto de sombras.
-Vive – dijeron al unísono.
-¡STRIX!
Strix Ananta abrió los ojos de golpe tomando una bocanada de aire, luego ahogó un grito de dolor. La armadura aplastada le oprimía el pecho y le dolía a rabiar. Enfocó la vista y vio a Gran con parte de la armadura rota y sangrando por varias heridas. Ella también estaba cubierta de sangre. Con la mano temblorosa presionó la runa de su armadura para quitársela, con las runas agotadas y aplastada como estaba no era más que un lastre. Llevó su mano a su pecho y presionó otra runa y salió una jeringuilla con un líquido rojo intenso dentro. Aquel era su as en la manga aunque luego lo iba a lamentar.
Se pinchó el instrumento en el costado e introdujo el líquido en su organismo. Emitió un grito de dolor más intenso que todos los anteriores. Todas sus heridas se curaron en un instante, pero no era lo único que hacía aquella droga. Aumentaba todo su físico dándole durante un tiempo limitado una fuerza sin igual, a cambio iba a pasar unos días realmente malos si salía de allí con vida.
Las espadas volaron a sus manos y apretó dos runas. Los filos destellaron por la cantidad de magia contenida en aquellos hechizos, dos hechizos de corte extremadamente potentes. Los soltó en dirección a la bestia golpeando en su costado y abriendo cortes muy profundos. La naga llegó poco después y empezó a golpear brutalmente esa misma zona para evitar que las heridas cerrasen. Con un rugido la bestia se volvió e intentó embestir a Strix con sus cuernos. La naga trabó sus espadas en los cuernos de la bestia y resistió el envite pero no pudo ofrecer resistencia contra el suelo y empezó a arrastrarla hasta arrinconarla contra la pared, donde usó su cola como un muelle para que no volviese a aplastarla. La bestia rugió con furia tratando de amedrentar a la naga, quien le devolvió el rugido.
En las cavernas cercanas los monstruos huyeron en desbandada al oírlo. Conocían el primer rugido y temían a aquel ser pero el segundo les dio mucho más miedo. No lo conocían pero alguna clase de bestia capaz de enfrentarse a la primera y había dos opciones: o era más poderosa o estaba tan loca como para plantarle cara. Fuese cual fuese la respuesta ninguno quería averiguarla. Era puro instinto de supervivencia.
Mientras tanto Gran que por fin se había quitado a la bestia de encima pudo respirar pero al ver lo que pasaba empezó a cambiar. Su armadura y arma desaparecieron también. Un elefante adulto barritó en la cueva muy cabreado, una coraza apareció sobre su piel grisácea y los enormes colmillos se vieron revestidos de púas. Gran cargó con toda la intención de empalar a la quimera.
Lo siguiente sucedió muy rápido. El cuerpo de Strix no cedió pero sus espadas sí, que se partieron con un chasquido metálico. Casi paralela al suelo la naga se escabulló antes de verse clavada a la pared por los cuernos de la quimera. Antes de poder perseguirla llegó Gran que con la fuerza de su carga atravesó de costado a costado el cuerpo de la bestia y arrinconándola en la pared. En un alarde de fuerza el licántropo la levantó del suelo lo justo para que la bestia no pudiera hacer fuerza e intentase escapar.
-¡La cabeza! – le gritó la voz de Gran, más ronca ahora que era un elefante. En su trompa apareció el hacha que había usado hasta ese momento y se la tiró a Strix, que la cogió y se encaramó al paquidermo y desde encima empezó a asestar hachazos cada vez más fuertes y más rápidos. Hasta que la cabeza de la bestia se desprendió por fin.
Strix soltó el hacha y se dejó caer al suelo rezando porque a aquel bicho no le saliesen más cabezas al cortar una. Gran recuperó su forma original y pulsó el botón de un dispositivo para avisar al resto de sus compañeros de que tenían los huevos y que fuesen hacia allá. Los primeros en aparecer fueron un mago y su compañero guerrero que aseguraron el perímetro y luego se pusieron a hablar con ellos. El otro equipo también se había encontrado dificultades pero no tantas. El guerrero en concreto estaba apenado por haberse perdido aquella última parte de la pelea y sorprendido con el tamaño de la quimera nigromántica.
El resto empezó a reunirse allí y el mago aseguró los huevos con más hechizos de protección. Antes de salir el guerrero se cargó la cabeza de la quimera al hombro. Hacía falta un buen trofeo de guerra.
Se encontraron con más monstruos en su camino a la salida pero como eran tantos si se atrevían a atacarlos los destrozaban. Finalmente llegaron a los cuarteles donde los esperaba Cicatriz, les dio la enhorabuena por una misión buen cumplida, haciendo especial hincapié al nombrar a Gran Colmillo y Strix. Sus compañeros quisieron invitarlos a tomar algo pero la naga sabía que no era buena idea, ya estaba empezando a sentir los efectos secundarios de la droga.
Pasaron por la enfermería donde los recompusieron y dejaron el encargo en la herrería del ejército, iban a necesitar cosas nuevas y que reparasen las antiguas. Strix además iba a pasar un par de días en la enfermería hasta que se le pasasen los efectos secundarios de la droga.
-Recuerda que cuando salgamos de aquí me invitas a comer – le recordó a Gran.
-Una promesa es una promesa.
-Un ascenso por tus pensamientos – en la voz del licántropo había cierto tono de broma, aunque bajo la superficie aquello desaparecía y la naga sabía que estaba tan preocupado como ella.
-Pienso que deberían haber limpiado esta ciudad hace años. Así no ocurrirían estas cosas– respondió.
El licántropo no contestó y simplemente volvió a mirar al frente. Strix recordaba perfectamente la última hora. La habían sacado de la cama con una misión urgente, misión que la propia Cicatriz en persona les había confiado. Eran varios equipos los que iban a entrar a los subterráneos desde distintos puntos. Era un buen enfoque a la hora de intentar atrapar a los ladrones.
-¿Qué opinas? ¿Suerte por parte de los ladrones o negligencia de nuestros compañeros?
-Voy a romper una lanza a favor de nuestros compañeros y diré que suerte.
Habían desaparecido cinco huevos de dragón de la torre dragonera y aquello no era algo que podía pasarse por alto. La misión al fin y al cabo era para recuperar los huevos y exterminar a las bestias responsables, unas serpientes de un mundo vinculado antiguo cuyo alimento favorito eran huevos de dragón.
En opinión de Strix el consejo hacía tiempo que debería haber organizado una batida masiva para limpiar los subterráneos. Se habrían ahorrado muchos problemas pasados, presentes y futuros. No tenía que ser arpía para estar segura de ello.
-Bueno, manos a la obra – se crujió el cuello y después se tocó la base de la nuca, justo donde terminaba el nacimiento del pelo. Con un brillo apagado apareció la armadura de batalla de la naga, un peto de color oscuro repleto de runas que brillaban en un tenue blanco. Sus espadas gemelas cayeron en sus manos también brillando ligeramente y goteando veneno. Strix no pudo reprimir una sonrisa cuando sintió el familiar peso de ambas. Empuñarlas le hacía ganar confianza para afrontar la tarea que tenían por delante.
Por su parte Gran Colmillo hizo lo propio, invocó su armadura completa. Era de un azul oscuro y cubría todo su cuerpo, también brillaba repleta de runas. En sus manos un escudo y un hacha de batalla de una mano también brillaban. La armadura era grande y pesada pero estaba preparada para aguantar la transformación a medias del licántropo. Esperó antes de ponerse el yelmo y dirigió una mirada a Strix. Ésta sacó un vial de una mochila y tomó la mitad, luego se lo pasó a Gran.
-Nos permitirá ver en la oscuridad durante un rato – respondió a la mirada interrogante del licántropo que asintió y se tomó lo que quedaba en el vial. Strix guardó la mochila en una runa y respiró hondo.- ¿Listo?
-Si salimos de esta te invito a comer lo que quieras – le guiñó un ojo antes de ponerse el yelmo.
-Pues te vas a dejar toda la paga, pienso comer hasta reventar – siseó divertida antes de apagar la luz y arrojarse a las profundidades.
Cayeron en una galería que se extendía en ambas direcciones. La naga señaló uno de los corredores y se internaron en él. Gran confiaba a ciegas en el sentido del olfato de su compañera que los había guiado hasta la entrada más cercana. Ella le había dicho que bajo tierra sería más difícil seguir el olor de los huevos al haber tantos mezclados pero por el momento no parecía ser el caso.
Arribaron a una abertura natural en la piedra que formaba una cueva grande. La naga y el licántropo examinaron la cueva pero no hubo suerte, solo una pequeña tribu de hombres bestia les devolvió la mirada. Strix señaló una salida de la cueva por la que debían ir pero al entrar deslizándose en la caverna los hombres bestia empezaron a gruñir y terminaron abalanzándose sobre ellos. Por desgracia para ellos no trataban con unos veteranos cualesquiera.
Para Gran y Strix aquellos enemigos eran como segar la hierba de un prado. Caían como moscas ante las armas de ambos. Hubo poca piedad para los hombres bestia, habían sido tan tontos como para atacarles, una muerte rápida era suficiente.
Según se internaban en los subterráneos más complicado era seguir el olor de los huevos y terminaron metiéndose en batallas de más. Lucharon contra vlakai, arácnidos enormes que estaban claramente modificados, seres nigrománticos que debían haber sido descartados por sus creadores y alguna quimera nigromántica. Pero la verdadera prueba llegó cuando se encontraron a los poseídos.
Un hechizo impactó contra las barreras de la naga que, alarmada, se puso tras una roca para no recibir el segundo. Gran lo bloqueó y se parapetó junto a Strix.
-Mierda, justo los monstruos que quería evitar – siseó molesta.
-Los poseídos son un dolor en el culo – afirmó el licántropo.- ¿Cuántos?
La naga lanzó la bruma mágica sobre sus ojos y miró en el interior de la caverna de donde habían salido los hechizos.
-Tres. Dos solo tienen una cabeza, el otro tiene dos.
-¿Completamente necesario pasar por esta caverna? – un hechizo de impacto agrietó la piedra detrás de la que estaban escondidos.
-Sí, es el camino más corto – Gran asintió, aquello iba a ser difícil pero al menos sabían que estaban cerca. Si intentaban ir por otro camino a saber lo que podrían encontrarse.
-Pues vamos. ¡Te cubro!
Nada más decirlo ambos salieron de detrás de la roca, que no iba a aguantar muchos más golpes. Gran extendió el escudo delante de él que empezó a brillar con más fuerza y agrandó la barrera que tenía. Blandió el hacha golpeando el aire y varios hechizos de corte volaron hacia los poseídos. Todos se cubrieron de forma efectiva contra los hechizos pero uno de los de una cabezas no pudo reforzar la barrera ya que Strix cayó sobre él golpeando con fuerza y velocidad. El escudo se hizo trizas y la naga se abalanzó sobre el poseído, de nada le servía toda su magia cuando estaba al alcance de una espada. Strix clavó sendas espadas en su garganta y cortó hacia afuera seccionando la columna y varias arterias. El ser cayó muerto a su cola.
El resto de poseídos centró su atención en ella y empezaron a acribillarla a hechizos para romper sus defensas pero Gran llegó e interpuso la barrera del escudo a tiempo. Strix se cobijó tras el escudo del licántropo extrajo algo parecido a tres granadas. Contenían una suerte de líquido alquímico que reaccionaba violentamente con barreras mágicas, deshaciéndolas. Una pequeña explosión dispersó el líquido sobre los poseídos restantes. Sin esperar y viendo las defensas de sus enemigos comprometidas, la naga resquebrajó la gran roca tras la que se habían escondido, la levitó y la impulsó contra el más débil de los enemigos. La piedra reventó lo que quedaba de barrera y aplastó al poseído contra la pared.
En el momento en que el segundo poseído caía muerto Gran salió despedido por la sala hasta golpear contra la pared opuesta. Resoplando se levantó más herido en su orgullo que en el cuerpo gracias a las runas protectoras de la armadura. Una de las cabezas del monstruo se giró hacia la naga y empezó a lanzarle hechizos bastante destructivos. Strix esquivó como pudo los más dañinos pero otros no tuvo otro remedio que dejar que impactaran contra sus defensas. Gran por su parte cargó contra el poseído y, a medida que cargaba, se fue haciendo más grande. Su hacha de una mano y su escudo se vieron sustituidos por un hacha de guerra en toda regla que tenía runas por el filo que brillaban en un azul fantasmal. Él también recibió hechizos pero sabía que su armadura resistiría.
-¡Ahora! – gritó.
Strix salió disparada hacia el poseído desde la dirección contraria a Gran, soltó las espadas y cuando estuvo prácticamente encima del ser plantó las manos en el suelo levantando toda la cola y golpeando con esta, con toda la fuerza no sólo de su musculosa extremidad sino también de la aceleración y el giro. Gran chocó con fuerza también y por un momento pareció que la barrera los iba a rechazar a los dos pero finalmente cedió estallando como un cristal arrollado por un coche. El licántropo no perdió ni un segundo y segó las cabezas del poseído.
Con todos muertos se tomaron un momento para recuperar el aliento. Las runas de la armadura de Gran titilaban, amenazando con apagarse pero aún podía sacarles algo de jugo. Muchas de las de Strix ya estaban apagadas y otras parpadeaban como una linterna que se estuviera quedando sin pilas. La naga renovó las protecciones sobre Gran y ella misma gastando una buena parte de sus reservas.
-Menos mal que vinimos preparados – comentó resollando.- Queda poco ¿no?
-Muy poco.
Gran Colmillo asintió, respiró hondo y se cargó el hacha a la espalda. Se pusieron otra vez en marcha y llegaron a una gran caverna que en algún momento estuvo repleta de peligrosas y enormes serpientes. Y ahora estaban todas muertas. Avistaron los huevos, los tres que quedaban, pues una bestia enorme había dado cuenta ya de dos de ellos. No hacía falta ser muy observador para saber que esa bestia era lo que había matado a las serpientes.
La bestia se giró cuando los oyó llegar y de forma automática los dos soldados se pusieron en guardia. Tenía una cornamenta grande, afilados colmillos y garras en las patas delanteras. Las traseras eran cascos. No tenía ojos, y en la cabeza tenía lo que parecía la calavera de algún animal cubriéndola, quizá un ciervo. Algunas partes de su cuerpo parecían desgarradas y emitía un fuerte olor a descompuesto. Avanzó un paso y emitió un gruñido que a Strix le heló la sangre. Aquel ser no era un enemigo común. Parecía a todas luces una quimera nigromántica y no de las de baja calidad.
Como una exhalación se lanzó sobre ellos y lograron esquivar sus garras por los pelos. Strix acuchilló violentamente su costado. Su carne era durísima y el pelo no ayudaba a que las espadas hicieran cortes profundos. Para colmo de males una sustancia negra parecida al fango brotó de la herida y curó los cortes como si nunca hubieran existido. La naga no tenía esperanza en que el veneno le hiciese efecto. La bestia giró rápida y golpeó con la cornamenta a Gran, que no acabó empalado gracias a su armadura.
-¡Joder! ¿De qué coño está hecha esa cosa? Es como si me hubieran golpeado con una bola de demolición.
-No lo sé, pero se cura rápido y es resistente. Vamos a tener que dar el cien por cien. Si tienes algún as en la manga creo que es la hora – respondió la naga esquivando otro zarpazo por los pelos.
Lanzó un hechizo de protección sobre los huevos casi agotando la magia que le quedaba. Y el resto lo usó en lanzar una llamarada en dirección a la quimera. No ardió. Estaba claro que el nigromante que había hecho aquel monstruo se había esforzado en hacer que durase. Donde golpeaba Gran sin embargo quedaba una ligera capa de escarcha pero las heridas seguían curándose igual de rápido. Probaron a golpear en distintos lugares pero en todos se curaba igual.
Aquella batalla estaba comenzando a ser ridícula del todo. Los únicos que estaban recibiendo daño eran ellos y parecía que la bestia no se cansaba. Strix agotó todas sus granadas de alquimia, esperando que alguna hiciese algo y Gran disparó algunas de las magias que tenía acumuladas. Parecía una batalla perdida y ellos estaban empezando a cansarse.
Finalmente la bestia pilló a Strix en un mal quiebro. La estampó contra una pared y la empezó a aplastar con la garra. Sus barreras terminaron por romperse y la armadura oprimió el cuerpo de la naga que empezó a tener problemas para respirar. Notó que algo se le rompía por dentro, probablemente una costilla o dos. Strix gritó de dolor, un grito que se extendió por la caverna y al que la bestia respondió con un rugido que taladró el cerebro de la naga. Gran golpeó violentamente el costado de la quimera intentando que soltara a Strix. El hostigamiento surtió efecto y el monstruo soltó a la naga no sin antes volver a estamparla en la pared.
La negrura la recibió como una amiga. Un lugar donde no había dolor, donde ya no iba a sufrir más, aquel lugar era bueno, podría descansar por fin.
-¡…x!
-¿Te vas a rendir sin más?
La imagen de dama Estribo surgió de entre la niebla. Habían sido muy amigas, prácticamente su hermana.
-Creía que eras más fuerte Sura – su hermana de verdad apareció al lado de Estribo.- Creí que habías decidido vivir.
-Yo…
-¡…ix!
-Nosotras estamos muertas, pero aún tienes gente por la que vivir, ¿no crees? – detrás de ellas empezaron a aparecer más sombras. Evhelan Kaw, Onyx, Heraldo Rocuo, Varsai, Arcan Rel, Adru. Gran…
-¡…rix!
-¿Vas a dejarlos a su suerte? No, hermana aún tienes promesas que mantener. No es tu hora.
Parpadeó y las imágenes de Estribo y su gemela desaparecieron. Sintió dos manos en su espalda y notó como la empujaban hacia el resto de sombras.
-Vive – dijeron al unísono.
-¡STRIX!
Strix Ananta abrió los ojos de golpe tomando una bocanada de aire, luego ahogó un grito de dolor. La armadura aplastada le oprimía el pecho y le dolía a rabiar. Enfocó la vista y vio a Gran con parte de la armadura rota y sangrando por varias heridas. Ella también estaba cubierta de sangre. Con la mano temblorosa presionó la runa de su armadura para quitársela, con las runas agotadas y aplastada como estaba no era más que un lastre. Llevó su mano a su pecho y presionó otra runa y salió una jeringuilla con un líquido rojo intenso dentro. Aquel era su as en la manga aunque luego lo iba a lamentar.
Se pinchó el instrumento en el costado e introdujo el líquido en su organismo. Emitió un grito de dolor más intenso que todos los anteriores. Todas sus heridas se curaron en un instante, pero no era lo único que hacía aquella droga. Aumentaba todo su físico dándole durante un tiempo limitado una fuerza sin igual, a cambio iba a pasar unos días realmente malos si salía de allí con vida.
Las espadas volaron a sus manos y apretó dos runas. Los filos destellaron por la cantidad de magia contenida en aquellos hechizos, dos hechizos de corte extremadamente potentes. Los soltó en dirección a la bestia golpeando en su costado y abriendo cortes muy profundos. La naga llegó poco después y empezó a golpear brutalmente esa misma zona para evitar que las heridas cerrasen. Con un rugido la bestia se volvió e intentó embestir a Strix con sus cuernos. La naga trabó sus espadas en los cuernos de la bestia y resistió el envite pero no pudo ofrecer resistencia contra el suelo y empezó a arrastrarla hasta arrinconarla contra la pared, donde usó su cola como un muelle para que no volviese a aplastarla. La bestia rugió con furia tratando de amedrentar a la naga, quien le devolvió el rugido.
En las cavernas cercanas los monstruos huyeron en desbandada al oírlo. Conocían el primer rugido y temían a aquel ser pero el segundo les dio mucho más miedo. No lo conocían pero alguna clase de bestia capaz de enfrentarse a la primera y había dos opciones: o era más poderosa o estaba tan loca como para plantarle cara. Fuese cual fuese la respuesta ninguno quería averiguarla. Era puro instinto de supervivencia.
Mientras tanto Gran que por fin se había quitado a la bestia de encima pudo respirar pero al ver lo que pasaba empezó a cambiar. Su armadura y arma desaparecieron también. Un elefante adulto barritó en la cueva muy cabreado, una coraza apareció sobre su piel grisácea y los enormes colmillos se vieron revestidos de púas. Gran cargó con toda la intención de empalar a la quimera.
Lo siguiente sucedió muy rápido. El cuerpo de Strix no cedió pero sus espadas sí, que se partieron con un chasquido metálico. Casi paralela al suelo la naga se escabulló antes de verse clavada a la pared por los cuernos de la quimera. Antes de poder perseguirla llegó Gran que con la fuerza de su carga atravesó de costado a costado el cuerpo de la bestia y arrinconándola en la pared. En un alarde de fuerza el licántropo la levantó del suelo lo justo para que la bestia no pudiera hacer fuerza e intentase escapar.
-¡La cabeza! – le gritó la voz de Gran, más ronca ahora que era un elefante. En su trompa apareció el hacha que había usado hasta ese momento y se la tiró a Strix, que la cogió y se encaramó al paquidermo y desde encima empezó a asestar hachazos cada vez más fuertes y más rápidos. Hasta que la cabeza de la bestia se desprendió por fin.
Strix soltó el hacha y se dejó caer al suelo rezando porque a aquel bicho no le saliesen más cabezas al cortar una. Gran recuperó su forma original y pulsó el botón de un dispositivo para avisar al resto de sus compañeros de que tenían los huevos y que fuesen hacia allá. Los primeros en aparecer fueron un mago y su compañero guerrero que aseguraron el perímetro y luego se pusieron a hablar con ellos. El otro equipo también se había encontrado dificultades pero no tantas. El guerrero en concreto estaba apenado por haberse perdido aquella última parte de la pelea y sorprendido con el tamaño de la quimera nigromántica.
El resto empezó a reunirse allí y el mago aseguró los huevos con más hechizos de protección. Antes de salir el guerrero se cargó la cabeza de la quimera al hombro. Hacía falta un buen trofeo de guerra.
Se encontraron con más monstruos en su camino a la salida pero como eran tantos si se atrevían a atacarlos los destrozaban. Finalmente llegaron a los cuarteles donde los esperaba Cicatriz, les dio la enhorabuena por una misión buen cumplida, haciendo especial hincapié al nombrar a Gran Colmillo y Strix. Sus compañeros quisieron invitarlos a tomar algo pero la naga sabía que no era buena idea, ya estaba empezando a sentir los efectos secundarios de la droga.
Pasaron por la enfermería donde los recompusieron y dejaron el encargo en la herrería del ejército, iban a necesitar cosas nuevas y que reparasen las antiguas. Strix además iba a pasar un par de días en la enfermería hasta que se le pasasen los efectos secundarios de la droga.
-Recuerda que cuando salgamos de aquí me invitas a comer – le recordó a Gran.
-Una promesa es una promesa.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Subterráneos
07/08/20, 06:27 pm
Jace descendía por unos escalones tan destruidos que prácticamente tenía que saltarlos de dos en dos. El tímido curso del agua filtrada de un pozo era lo único que acompañaba al eco de sus pasos, dejando atrás el sonido fantasmal del viento colándose dentro. Miles eran las grutas para entrar en los subterráneos, pero había elegido esa no porque fuera la más apetecible, sino porque la subida era relativamente fácil y el tunel lo bastante amplio como para que su montura entrase sin contratiempos si se metía en apuros. Bajaría solo para no llamar la atención, terminaría rápido y se iría. Estuvo mucho tiempo considerando la ayuda a Sekk, pero había terminado optando por la soledad por cuestiones personales. No quería que nadie le viera hacer eso.
Ares esperaba paciente fuera, el único consciente de los nervios del dullahan. Jace había tenido que reñirle por haber intentado seguirle insistentemente varias veces, y ahora que el olor a humedad y hierro se hacía más denso se arrepentía de haberlo hecho. Rocavarancolia parecía recién construida al lado de los escombros que le rodeaban, y el farol que llevaba colgado de la mochila iluminaba más bien lo justo. Alerta por la creciente oscuridad en la galería invocó su kukri, más seguro al sentir el peso de la empuñadura. Seguro, que no tranquilo. Estaba yendo con la intención de quitarle la vida a alguien, y por muchas historias que hubiera oído sobre la nula cordura de quienes habitaban el subsuelo rocavarancolés y se autoconvenciera de que les estaba haciendo un favor acabando con su triste existencia, sus acciones seguirían siendo turbias.
El primer grito le hizo detenerse en seco y siendo sinceros, acojonarse vivo. Si él que era un transformado hecho a su cuerpo estaba cagado de miedo, no quería ni imaginarse la suerte de los cosechados que caían ahí por error. Se quedó muy quieto con el machete en ristre. Los pasos apresurados se acercaron a él hasta que la luz dio forma a su dueño, un hombre bestia flaco, de brazos y piernas esqueléticos con la boca muy abierta, como si llevara meses sin poder cerrarla. Tenía los ojos tan enfermos que Jace creyó que era ciego. Creyó, porque luego se abalanzó sobre él de forma precisa con una fuerza que sus lastimosas piernas no aparentaban. Sus entrenamientos con el berserker no le habían mentalizado para un enfrentamiento real, forcejeando bruscamente con el hombre bestia para alejarlo de su cuello, habiendo dado de espaldas contra la pared por el impacto.
«¡Mierda!»
Le proporcionó un rodillazo en la entrepierna, y aunque este no tuvo el efecto drástico que había esperado sí que sirvió para apartarlo y liberar sus manos. Vale, no iba a ser la pelea limpia que se había imaginado, pero al menos en eso de lincharse a hostias sin terminar muy magullado tenía experiencia. Aprovechó el momento para asestarle un tajo entre las costillas, convencido por completo de que no había nada humano en aquella criatura. El hombre bestia soltó un quejido lastimoso que, desgraciadamente, se tornó en un chillido de rabia demasiado alto.
«Me cago en la puta» si no callaba iba alertar a otros, cuando su plan no involucraba a más de uno.
En el momento en el que este se abalanzó por segunda vez Jace ya estaba preparado. Aupado por la rabia y el apuro de que la situación se fuera de madre arremetió con el hombro ayudado por el peso de su propio cuerpo, mayor que el del otro, hasta tirarlo al suelo. Ipso facto le pisó el pecho con la rodilla, presionando para impedir que se levantara. Se llevó varios zarpazos en el proceso, desesperados intentos de la bestia por zafarse de él, y viendo que iba a ponerse a chillar otra vez le sujetó del cuello.
«Y parecías debilucho, capullo» jadeó para nadie.
El pulso le temblaba tanto que sus manos se sentían adormiladas. Apretó el kukri con fuerza buscando controlarlo, sin dejar de mirar al humanoide que tenía debajo. El mero pensamiento de lo que estaba apunto de hacer le dio arcadas, pero no le quedaba tiempo para arrepentirse.
El corte no fue nada limpio. Lo habría dejado a medias de puro asco de no ser por la sorprendentemente intensa sensación que le embargó desde que la hoja abrió piel. La adrenalina dejó de sentirse corrosiva, pasando a lo que debía ser una calada del mejor tabaco que hubiera fumado nunca, y cuanto más hundía el cuchillo, más le llenaba los pulmones. La dualidad entre el horror de lo que estaba haciendo y el adictivo placer resultaba grotesco, pero una vez la cabeza se separó por completo del cuerpo y sus manos no pudieran estar más manchadas, el dullahan tuvo muy claro que no quería parar. No negaría que, no tan al fondo, se asustaba de sí mismo.
El americano salió con mucha más calma de la que había entrado. Sujetaba una cabeza por el pelo, un chico mayor que él con más rasgos de lobo que de persona. Después del primer hombre bestia se había quedado a esperar lo que sus chillidos atrayesen, ansioso de más. El resultado había sido otro hombre bestia y aquel que sostenía, un licántropo arruinado y consumido por los instintos, olvidado en los subterráneos desde quién sabe cuanto. Tres cabezas en total.
Tenía la ropa llena de agujeros y cortes, sangre y polvo, la espalda sudada por la mochila y seguramente mañana asomarían los moratones. También había perdido el farol en el proceso. Ares observó el trofeo como si esperase una explicación, pero él solo le dio unas palmaditas en el ala y montó. El animal se limpió la sangre que su amo había dejado con el pico, ligeramente molesto.
«Vámonos.»
El peso de sus acciones era brutal, estaba exhausto y hecho mierda, pero a pesar de eso Jace se sentía más ligero.
Continúa en Rocavaragálago
Ares esperaba paciente fuera, el único consciente de los nervios del dullahan. Jace había tenido que reñirle por haber intentado seguirle insistentemente varias veces, y ahora que el olor a humedad y hierro se hacía más denso se arrepentía de haberlo hecho. Rocavarancolia parecía recién construida al lado de los escombros que le rodeaban, y el farol que llevaba colgado de la mochila iluminaba más bien lo justo. Alerta por la creciente oscuridad en la galería invocó su kukri, más seguro al sentir el peso de la empuñadura. Seguro, que no tranquilo. Estaba yendo con la intención de quitarle la vida a alguien, y por muchas historias que hubiera oído sobre la nula cordura de quienes habitaban el subsuelo rocavarancolés y se autoconvenciera de que les estaba haciendo un favor acabando con su triste existencia, sus acciones seguirían siendo turbias.
El primer grito le hizo detenerse en seco y siendo sinceros, acojonarse vivo. Si él que era un transformado hecho a su cuerpo estaba cagado de miedo, no quería ni imaginarse la suerte de los cosechados que caían ahí por error. Se quedó muy quieto con el machete en ristre. Los pasos apresurados se acercaron a él hasta que la luz dio forma a su dueño, un hombre bestia flaco, de brazos y piernas esqueléticos con la boca muy abierta, como si llevara meses sin poder cerrarla. Tenía los ojos tan enfermos que Jace creyó que era ciego. Creyó, porque luego se abalanzó sobre él de forma precisa con una fuerza que sus lastimosas piernas no aparentaban. Sus entrenamientos con el berserker no le habían mentalizado para un enfrentamiento real, forcejeando bruscamente con el hombre bestia para alejarlo de su cuello, habiendo dado de espaldas contra la pared por el impacto.
«¡Mierda!»
Le proporcionó un rodillazo en la entrepierna, y aunque este no tuvo el efecto drástico que había esperado sí que sirvió para apartarlo y liberar sus manos. Vale, no iba a ser la pelea limpia que se había imaginado, pero al menos en eso de lincharse a hostias sin terminar muy magullado tenía experiencia. Aprovechó el momento para asestarle un tajo entre las costillas, convencido por completo de que no había nada humano en aquella criatura. El hombre bestia soltó un quejido lastimoso que, desgraciadamente, se tornó en un chillido de rabia demasiado alto.
«Me cago en la puta» si no callaba iba alertar a otros, cuando su plan no involucraba a más de uno.
En el momento en el que este se abalanzó por segunda vez Jace ya estaba preparado. Aupado por la rabia y el apuro de que la situación se fuera de madre arremetió con el hombro ayudado por el peso de su propio cuerpo, mayor que el del otro, hasta tirarlo al suelo. Ipso facto le pisó el pecho con la rodilla, presionando para impedir que se levantara. Se llevó varios zarpazos en el proceso, desesperados intentos de la bestia por zafarse de él, y viendo que iba a ponerse a chillar otra vez le sujetó del cuello.
«Y parecías debilucho, capullo» jadeó para nadie.
El pulso le temblaba tanto que sus manos se sentían adormiladas. Apretó el kukri con fuerza buscando controlarlo, sin dejar de mirar al humanoide que tenía debajo. El mero pensamiento de lo que estaba apunto de hacer le dio arcadas, pero no le quedaba tiempo para arrepentirse.
El corte no fue nada limpio. Lo habría dejado a medias de puro asco de no ser por la sorprendentemente intensa sensación que le embargó desde que la hoja abrió piel. La adrenalina dejó de sentirse corrosiva, pasando a lo que debía ser una calada del mejor tabaco que hubiera fumado nunca, y cuanto más hundía el cuchillo, más le llenaba los pulmones. La dualidad entre el horror de lo que estaba haciendo y el adictivo placer resultaba grotesco, pero una vez la cabeza se separó por completo del cuerpo y sus manos no pudieran estar más manchadas, el dullahan tuvo muy claro que no quería parar. No negaría que, no tan al fondo, se asustaba de sí mismo.
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El americano salió con mucha más calma de la que había entrado. Sujetaba una cabeza por el pelo, un chico mayor que él con más rasgos de lobo que de persona. Después del primer hombre bestia se había quedado a esperar lo que sus chillidos atrayesen, ansioso de más. El resultado había sido otro hombre bestia y aquel que sostenía, un licántropo arruinado y consumido por los instintos, olvidado en los subterráneos desde quién sabe cuanto. Tres cabezas en total.
Tenía la ropa llena de agujeros y cortes, sangre y polvo, la espalda sudada por la mochila y seguramente mañana asomarían los moratones. También había perdido el farol en el proceso. Ares observó el trofeo como si esperase una explicación, pero él solo le dio unas palmaditas en el ala y montó. El animal se limpió la sangre que su amo había dejado con el pico, ligeramente molesto.
«Vámonos.»
El peso de sus acciones era brutal, estaba exhausto y hecho mierda, pero a pesar de eso Jace se sentía más ligero.
Continúa en Rocavaragálago
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Re: Subterráneos
13/10/21, 04:08 pm
En cuanto recibió el informe de parte del Cuerpo de Espías, Leährra, acompañada de algunos de los miembros de las Fuerzas Armadas, se dirigió al lugar que le habían descrito. En una cavidad oculta tras un mecanismo mágico que los miembros del ejército ya se habían encargado de desbaratar, estaban los tres cuerpos, tal y como le habían informado.
El joven piromante presentaba una herida en el pecho perteneciente sin duda a un hechizo de gran poder destructivo, y se encontraba cerca de la bruja, la tal dama Poda, que yacía muerta de espaldas y con uno de sus brazos extendidos hacia él.
—Hemos confirmado que hay rastros del mismo hechizo alrededor de dama Poda: parece ser ella quien mató a Hyter —informó uno de los expertos en rastreo de hechizos.
—¿Y cómo han muerto ellos? —señaló la dríade con la mirada a la bruja y luego a Outhal—. No parecen tener heridas visibles, y el ochrorio se encuentra más alejado de lo que debería haber sido una refriega entre los tres.
—Todavía no lo hemos confirmado, pero están analizando en estos instantes sustancias de sus cuerpos que podrían ser veneno. No parece haber nada inusual de esa índole en el cuerpo del piromante, no obstante.
—Comprendo... Entonces es probable que los traicionase, mediante envenenamiento, pero se diesen cuenta y luchasen contra él... Una historia un poco extraña, pero imagino que faltan muchos detalles que desconocemos.
—Así parece ser, Su Majestad.
—Bien, continuad con el análisis y de momento no mováis nada de aquí. Proteged bien la zona para que no se cuelen alimañas ni ninguna persona.
—A la orden.
El joven piromante presentaba una herida en el pecho perteneciente sin duda a un hechizo de gran poder destructivo, y se encontraba cerca de la bruja, la tal dama Poda, que yacía muerta de espaldas y con uno de sus brazos extendidos hacia él.
—Hemos confirmado que hay rastros del mismo hechizo alrededor de dama Poda: parece ser ella quien mató a Hyter —informó uno de los expertos en rastreo de hechizos.
—¿Y cómo han muerto ellos? —señaló la dríade con la mirada a la bruja y luego a Outhal—. No parecen tener heridas visibles, y el ochrorio se encuentra más alejado de lo que debería haber sido una refriega entre los tres.
—Todavía no lo hemos confirmado, pero están analizando en estos instantes sustancias de sus cuerpos que podrían ser veneno. No parece haber nada inusual de esa índole en el cuerpo del piromante, no obstante.
—Comprendo... Entonces es probable que los traicionase, mediante envenenamiento, pero se diesen cuenta y luchasen contra él... Una historia un poco extraña, pero imagino que faltan muchos detalles que desconocemos.
—Así parece ser, Su Majestad.
—Bien, continuad con el análisis y de momento no mováis nada de aquí. Proteged bien la zona para que no se cuelen alimañas ni ninguna persona.
—A la orden.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Re: Subterráneos
25/01/24, 12:05 am
Azra había dejado de vigilar la escena en cuanto apareció el Consejo, pero no tenía ninguna duda acerca de la muerte de Ataulfo. Los restos de la manzana machacada que pronto se desvanecerían por completo eran la prueba irrefutable de ello. Aquel bufón ya había cumplido su papel satisfactoriamente como el payaso excéntrico que era, pero hasta ahí podía fiarse de que su locura les fuese a ser útil. Ni siquiera el propio Sin Nombre tenía claras las motivaciones del liche para unirse a ellos y permitir que siguiera con vida era peligroso. Ataulfo siempre había sido un comodín, pero ya habían agotado sus usos.
La voz femenina a sus espaldas interrumpió las tribulaciones de Azra al respecto.
—Yo también he cumplido —afirmó dama Serena como si le estuviese leyendo el pensamiento—. Ya que estamos, creo que es justo que cumplas con tu parte. Sobre todo porque, al contrario que el liche, es lo yo que quiero.
El Sin Nombre permaneció unos instantes de espaldas antes de hacer ningún movimiento. Se acercó a una mesa y sacó un grimorio de ella, que abrió por una página en específico mientras hacía un gesto a la fantasma para que se acercase.
—No pensaba echarme atrás en mi palabra, pero tampoco te ibas a <<morir>> por aguantar un poco más —le miró de reojo con una sonrisa sarcástica.
A la antigua reina no le hacía ninguna gracia, no obstante.
—No: ese es justo el problema, de hecho. Hazlo ya.
—Muy bien, a mí en realidad me da igual. Solo quiero confirmación de que, efectivamente, has cumplido con lo último que se te encargó. Has movido los hilos perfectamente para llevar a esos incautos hasta la pista falsa, pero ya sabes que no es lo único que te pedí.
—Puedes comprobarlo cuando quieras: los viragos están en posición y en cuanto creas que no hay riesgo de que el Consejo se meta por el medio solo tienes que hacer que suban hasta el edificio —le respondió al instante, tajante.
—De acuerdo, de acuerdo. Como dices, no me costaría nada comprobarlo. Ni hacerlo yo mismo en realidad. Así que premiaré tu colaboración.
Dama Serena se acercó con expresión expectante mientras Azra colocaba su mano sobre aquel grimorio: el libro había sido fácil de encontrar y no parecía nada especial a simple vista. El problema radicaba en que casi nadie podía acceder a lo que se ocultaba tras aquella página en la que, aparentemente, no había más que hechizos bastante mundanos. Solo alguien como él podía lograr lo que el fantasma de la antigua reina había deseado desde hacía tanto tiempo.
Un aura verdosa cubrió el al Sin Nombre, las cuencas arenosas de lo que permanecía del cuerpo de Matt llenándose de aquel resplandor ominoso, acompañado de un largo salmo que aparecía en la cabeza de Azra. Según pronunciaba aquellas líneas, dama Serena podía sentir como algo afectaba a su cuerpo. Finalmente, después de todos aquellos miserables años, el simple hecho de estar sintiendo algo que no fuese la chispa mágica a la que se había más que acostumbrado... No podía acelerársele un pulso que no tenía, pero ella casi podía sentirlo en ese momento. La anticipación la estaba carcomiendo. <<Apresúrate>> pensaba con cada agónico segundo que pasaba. No había dolor real, solo la tortuosa sensación de que lo que tanto deseaba nunca iba a llegar.
Pero llegó. El Sin Nombre guardó silencio, habiendo pronunciado todas y cada una de las palabras necesarias, y poco a poco mientras su cuerpo volvía a su estado normal, dejó de tocar el grimorio. Una vez fuera del trance pudo comprobar que se encontraba solo en la estancia.
—Adiós, dama Serena —dijo para nadie.
En el fondo, ella era una aliada mucho más valiosa que el saco de huesos, pero sabía que si no cumplía con sus trato le traicionaría. La antigua Reina de Rocavarancolia había obtenido por lo que quería: el fin de su condena eterna. El descanso real.
De todos modos, Azra se había asegurado de que no quedarse completamente solo. Por supuesto que lo había hecho. El Sin Nombre abandonó aquel escondrijo para dirigirse hacia el lugar donde los viragos aguardaban para poner el cierre el crimen perfecto.
Al menos, esa era la convicción absoluta del Sin Nombre en aquel momento, quien ya creía saborear la victoria si tan solo tenía un poco más de paciencia.
La voz femenina a sus espaldas interrumpió las tribulaciones de Azra al respecto.
—Yo también he cumplido —afirmó dama Serena como si le estuviese leyendo el pensamiento—. Ya que estamos, creo que es justo que cumplas con tu parte. Sobre todo porque, al contrario que el liche, es lo yo que quiero.
El Sin Nombre permaneció unos instantes de espaldas antes de hacer ningún movimiento. Se acercó a una mesa y sacó un grimorio de ella, que abrió por una página en específico mientras hacía un gesto a la fantasma para que se acercase.
—No pensaba echarme atrás en mi palabra, pero tampoco te ibas a <<morir>> por aguantar un poco más —le miró de reojo con una sonrisa sarcástica.
A la antigua reina no le hacía ninguna gracia, no obstante.
—No: ese es justo el problema, de hecho. Hazlo ya.
—Muy bien, a mí en realidad me da igual. Solo quiero confirmación de que, efectivamente, has cumplido con lo último que se te encargó. Has movido los hilos perfectamente para llevar a esos incautos hasta la pista falsa, pero ya sabes que no es lo único que te pedí.
—Puedes comprobarlo cuando quieras: los viragos están en posición y en cuanto creas que no hay riesgo de que el Consejo se meta por el medio solo tienes que hacer que suban hasta el edificio —le respondió al instante, tajante.
—De acuerdo, de acuerdo. Como dices, no me costaría nada comprobarlo. Ni hacerlo yo mismo en realidad. Así que premiaré tu colaboración.
Dama Serena se acercó con expresión expectante mientras Azra colocaba su mano sobre aquel grimorio: el libro había sido fácil de encontrar y no parecía nada especial a simple vista. El problema radicaba en que casi nadie podía acceder a lo que se ocultaba tras aquella página en la que, aparentemente, no había más que hechizos bastante mundanos. Solo alguien como él podía lograr lo que el fantasma de la antigua reina había deseado desde hacía tanto tiempo.
Un aura verdosa cubrió el al Sin Nombre, las cuencas arenosas de lo que permanecía del cuerpo de Matt llenándose de aquel resplandor ominoso, acompañado de un largo salmo que aparecía en la cabeza de Azra. Según pronunciaba aquellas líneas, dama Serena podía sentir como algo afectaba a su cuerpo. Finalmente, después de todos aquellos miserables años, el simple hecho de estar sintiendo algo que no fuese la chispa mágica a la que se había más que acostumbrado... No podía acelerársele un pulso que no tenía, pero ella casi podía sentirlo en ese momento. La anticipación la estaba carcomiendo. <<Apresúrate>> pensaba con cada agónico segundo que pasaba. No había dolor real, solo la tortuosa sensación de que lo que tanto deseaba nunca iba a llegar.
Pero llegó. El Sin Nombre guardó silencio, habiendo pronunciado todas y cada una de las palabras necesarias, y poco a poco mientras su cuerpo volvía a su estado normal, dejó de tocar el grimorio. Una vez fuera del trance pudo comprobar que se encontraba solo en la estancia.
—Adiós, dama Serena —dijo para nadie.
En el fondo, ella era una aliada mucho más valiosa que el saco de huesos, pero sabía que si no cumplía con sus trato le traicionaría. La antigua Reina de Rocavarancolia había obtenido por lo que quería: el fin de su condena eterna. El descanso real.
De todos modos, Azra se había asegurado de que no quedarse completamente solo. Por supuesto que lo había hecho. El Sin Nombre abandonó aquel escondrijo para dirigirse hacia el lugar donde los viragos aguardaban para poner el cierre el crimen perfecto.
Al menos, esa era la convicción absoluta del Sin Nombre en aquel momento, quien ya creía saborear la victoria si tan solo tenía un poco más de paciencia.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Subterráneos
08/05/24, 02:00 am
Mientras el resto de sus compañeros hablaban Ethan giró el rostro hacía el canadiense sin llegar a incorporarse del sitio. Sus palabras calaron al momento pues desde dentro sintió como el corazón se le achicaba al razonar que estaba de acuerdo con él. Era un regusto amargo tan cargado de culpabilidad que no se atrevió, para su desgracia, de volver a dirigir la mirada hacía la joven. Un error que le costó caro pues como un gato al que se le eriza la piel antes de una catástrofe su cuerpo se tensó ante el cambio brusco en el tono de voz de la muchacha.
No, nada de aquello estaba bien, tenían que haberse ido.
Sus pies perdieron el contacto con suelo firme tanto como su mente quedó vacía en un punto indefinido de lo que en su momento había sido el tejado de la casa. Quiso gritar del susto pero al primer golpe se vio cortado por una repentina punzada de dolor y entonces, lo que era el cielo se convirtió en suelo y lo que hacía un momento era caída se estaba transformando en una oleada de escombros irregulares con los que impactar. Su primer instinto fue intentar agarrarse a la nueva superficie, sus dedos rasgaron en vano a medida que cada vez se deslizaba con más fuerza, como si un ente invisible intentara hundirlo cada vez más hacía la negrura de aquel agujero.
La lógica pasó rápidamente a mera supervivencia mientras las voces ajenas se volvían un eco desesperado fundidas con la suya propia. Trató de llamar a sus compañeros como si el mero hecho de nombrarlos pudiera sacarlo de aquella situación. Quería la confianza cercana que le daba Connor o el confort hogareño que recordaba de los brazos de Nohlem. En vez de eso no supo siquiera si había llegado a expresar esos anhelos en voz alta, o si por el contrario habían muerto en sus pensamientos dejando que lo único que rasgara su garganta fueran unos gritos cada vez más angustiados.
La caída seguía, tan rápida que en aquel caos lo que era tierra y lo que era cielo dejó de tener sentido. Las siluetas de sus amigos perdieron forma volviéndose tan vagos como los reflejos de luz que iban y venían, solo el dolor era vívido. Notaba sus manos al rozar contra la piedra, como la tela de sus pantalones se rasgaba por la fricción y como sus brazos se iban entumeciendo con cada golpe en el que intentaba protegerse el rostro. La boca le sabía a metal.
Y entonces lo vió, tan cerca que por un momento le dio más terror que alivio. Aniol se daba de bruces en una piedra en la que él ya se había golpeado, estaba cayendo por encima suyo. Momentáneamente la angustia por estar siendo arrastrado cobró menos relevancia ante la nueva desesperación por tratar de alcanzar al pequeño. No había ningún pensamiento lógico, no había justificación ni raciocinio más allá de la necesidad creciente por tratar de dar con el polaco en aquella vorágine sin final claro. Consiguió atrapar su brazo en lo que se le hizo una eternidad fragmentada y entonces lo atrajó a su lado con la misma fuerza con la que la gravedad les empujaba a ambos.
El silencio inundó la estancia repentinamente, no hubo más golpes ni tropiezos. Estaban cayendo con la única compañía del vértigo creciente y el fuerte sonido del viento contra sus oídos. Ethan afianzó su abrazo con la fuerza de quien se creía muerto y la incertidumbre de quien no sabía cuando lo estaría. Mantenía los ojos cerrados, tratando de que la negrura le diera el consuelo de una falsa ignorancia. Para cuando su cuerpo golpeó la arena sus pulmones se quedaron sin aire, daba igual cuánto de blanda fuera la superficie pues el dolor que recorrió su espina dorsal se condensó rápidamente sobre su hombro arrancándole el lamento de un quejido acompañado por varias toses.
Estaba desorientado, le pesaban los párpados tanto como intentar despejar la neblina que inundaba su mente. En algún punto había dejado de abrazar bien al niño, uno de sus brazos yacía recostado sobre la arena mientras el otro descansaba sobre su baja espalda sin energía para moverse de allí. Gruño tras un par de parpadeos tratando de hacerse a la luz directa pues hasta eso tras todo el caos le resultaba dañino. La sangre bañaba parte de su rostro deslizándose desde su ceja hasta uno de los laterales de su mejilla pero ni si quiera era consciente de la humedad que empezaba a abultar sobre las zonas más rasguñadas de su cuerpo. Su camisa apenas era una maraña llena de roturas y bajo las mangas empezaban a ocultarse raspones de diferentes tonalidades. Ambas manos estaban ensuciadas por las paredes rocosas, con el rojizo brillante de piel recién levantada y sus pantalones no habían tenido mejor destino. Era un entramado de moratones, polvo y metal oxidado.
-Aniol… -Su voz quedó cortada tras un gemido dolorido, había intentado incorporarse levemente pero su brazo izquierdo no terminaba de reaccionar por lo que volvió a descansar la cabeza en el terreno blando. -¿Estás, estás bien? Como…los demás… están?
No era capaz de dirigir su mirada hacía otro lado. Había voces pero le costaba tanto discernirlas como enfocar la vista, su mente seguía dando vueltas, tratando de entender lo que acababa de suceder. No estaba funcionando, el susto se había quedado agarrado a su estómago y tras la tensión inicial quedaba un vago gris emocional. Solo la confusión y el dolor estaban logrando mantenerlo cuerdo, alejar sus pensamientos de la horrible sensación de que quizá otros podían no haber tenido tanta suerte. Su única mano hábil se deslizó hacía el pelo del polaco, tratando de acariciarlo mientras hacía un esfuerzo sobrehumano en no echarse a llorar ahí mismo. Ni siquiera era capaz de buscarle el pulso, a riesgo de encontrarse con que lo que sostenía no era más que una muñeca sin vida.
-Por favor… dime que estás bien…
No, nada de aquello estaba bien, tenían que haberse ido.
Sus pies perdieron el contacto con suelo firme tanto como su mente quedó vacía en un punto indefinido de lo que en su momento había sido el tejado de la casa. Quiso gritar del susto pero al primer golpe se vio cortado por una repentina punzada de dolor y entonces, lo que era el cielo se convirtió en suelo y lo que hacía un momento era caída se estaba transformando en una oleada de escombros irregulares con los que impactar. Su primer instinto fue intentar agarrarse a la nueva superficie, sus dedos rasgaron en vano a medida que cada vez se deslizaba con más fuerza, como si un ente invisible intentara hundirlo cada vez más hacía la negrura de aquel agujero.
La lógica pasó rápidamente a mera supervivencia mientras las voces ajenas se volvían un eco desesperado fundidas con la suya propia. Trató de llamar a sus compañeros como si el mero hecho de nombrarlos pudiera sacarlo de aquella situación. Quería la confianza cercana que le daba Connor o el confort hogareño que recordaba de los brazos de Nohlem. En vez de eso no supo siquiera si había llegado a expresar esos anhelos en voz alta, o si por el contrario habían muerto en sus pensamientos dejando que lo único que rasgara su garganta fueran unos gritos cada vez más angustiados.
La caída seguía, tan rápida que en aquel caos lo que era tierra y lo que era cielo dejó de tener sentido. Las siluetas de sus amigos perdieron forma volviéndose tan vagos como los reflejos de luz que iban y venían, solo el dolor era vívido. Notaba sus manos al rozar contra la piedra, como la tela de sus pantalones se rasgaba por la fricción y como sus brazos se iban entumeciendo con cada golpe en el que intentaba protegerse el rostro. La boca le sabía a metal.
Y entonces lo vió, tan cerca que por un momento le dio más terror que alivio. Aniol se daba de bruces en una piedra en la que él ya se había golpeado, estaba cayendo por encima suyo. Momentáneamente la angustia por estar siendo arrastrado cobró menos relevancia ante la nueva desesperación por tratar de alcanzar al pequeño. No había ningún pensamiento lógico, no había justificación ni raciocinio más allá de la necesidad creciente por tratar de dar con el polaco en aquella vorágine sin final claro. Consiguió atrapar su brazo en lo que se le hizo una eternidad fragmentada y entonces lo atrajó a su lado con la misma fuerza con la que la gravedad les empujaba a ambos.
El silencio inundó la estancia repentinamente, no hubo más golpes ni tropiezos. Estaban cayendo con la única compañía del vértigo creciente y el fuerte sonido del viento contra sus oídos. Ethan afianzó su abrazo con la fuerza de quien se creía muerto y la incertidumbre de quien no sabía cuando lo estaría. Mantenía los ojos cerrados, tratando de que la negrura le diera el consuelo de una falsa ignorancia. Para cuando su cuerpo golpeó la arena sus pulmones se quedaron sin aire, daba igual cuánto de blanda fuera la superficie pues el dolor que recorrió su espina dorsal se condensó rápidamente sobre su hombro arrancándole el lamento de un quejido acompañado por varias toses.
Estaba desorientado, le pesaban los párpados tanto como intentar despejar la neblina que inundaba su mente. En algún punto había dejado de abrazar bien al niño, uno de sus brazos yacía recostado sobre la arena mientras el otro descansaba sobre su baja espalda sin energía para moverse de allí. Gruño tras un par de parpadeos tratando de hacerse a la luz directa pues hasta eso tras todo el caos le resultaba dañino. La sangre bañaba parte de su rostro deslizándose desde su ceja hasta uno de los laterales de su mejilla pero ni si quiera era consciente de la humedad que empezaba a abultar sobre las zonas más rasguñadas de su cuerpo. Su camisa apenas era una maraña llena de roturas y bajo las mangas empezaban a ocultarse raspones de diferentes tonalidades. Ambas manos estaban ensuciadas por las paredes rocosas, con el rojizo brillante de piel recién levantada y sus pantalones no habían tenido mejor destino. Era un entramado de moratones, polvo y metal oxidado.
-Aniol… -Su voz quedó cortada tras un gemido dolorido, había intentado incorporarse levemente pero su brazo izquierdo no terminaba de reaccionar por lo que volvió a descansar la cabeza en el terreno blando. -¿Estás, estás bien? Como…los demás… están?
No era capaz de dirigir su mirada hacía otro lado. Había voces pero le costaba tanto discernirlas como enfocar la vista, su mente seguía dando vueltas, tratando de entender lo que acababa de suceder. No estaba funcionando, el susto se había quedado agarrado a su estómago y tras la tensión inicial quedaba un vago gris emocional. Solo la confusión y el dolor estaban logrando mantenerlo cuerdo, alejar sus pensamientos de la horrible sensación de que quizá otros podían no haber tenido tanta suerte. Su única mano hábil se deslizó hacía el pelo del polaco, tratando de acariciarlo mientras hacía un esfuerzo sobrehumano en no echarse a llorar ahí mismo. Ni siquiera era capaz de buscarle el pulso, a riesgo de encontrarse con que lo que sostenía no era más que una muñeca sin vida.
-Por favor… dime que estás bien…
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Subterráneos
08/05/24, 11:56 am
Nohlem estaba tan apurado en irse ya que las palabras de Connor perdieron todo tipo de matiz. No era tiempo para discutir, la chica necesitaba ayuda y se la estaban dando, si tan solo no pisase tantos huevos... ¿la había aplastado una viga? Pues sí chica, pero esta vida es dura y Rocavarancolia más, ya podía espabilarse hostias. Haber nacido más lista.
El varmano olvidó presentarse, pues igual que le había parecido una tontería el día que salieron de las celdas, ya tendrían tiempo de intercambiar tarjetitas con tranquilidad bajo el techo del torreón. Que por lo menos tenía techo. Y así, apurado y con las alertas disparadas ya de base el granta no pudo reaccionar al cambio de tono de la Karen. Pasó tan rápido que, acostumbrado al funcionamiento a veces denso de su cerebro, se sintió más como una alucinación que como una realidad. Solo cuando fue extremadamente tarde fue consciente: era una trampa. Si ya se lo decía su madre, no podías fiarte de la gente fea. Esa piel de meado concentrado de ciervo y pelo de vomito de conejo ya lo indicaba. Quizás Kirin fuera una pringada, pero es que también era tremenda hija de puta.
Las explosiones sonaron tan de golpe que sus oídos se cerraron al instante. El suelo bajo sus pies se convirtió en papel mojado, y por consecuente todo su mundo fue arrastrado hacia abajo, tan ligero como el peso de una moneda y tan contundente como los escombros que le rodeaban. La fuerza de la gravedad convirtió el marrón y blanco de la ciudad en marrón y blanco pero pintado por Picasso, en contraste con sus compañeros nítidos al estar cayendo a más o menos la misma velocidad. Sus ganas de gritar subieron como agua hirviendo, pero de la misma forma en la que el agua se convierte en aire el sonido se evaporó antes de salir de su garganta. La luz apenas descendió con ellos. Intentó agarrarse a algo, lo que fuera, y si de algo sirvió la oscuridad sobre la que caían fue a no añadir aún más pánico a su cuerpo; no ver el fondo ayudaba de alguna manera. A algo se agarró, una maraña enorme y cálida con un inexistente olor a tabaco y gasolina que en un último atisbo de raciocinio reconoció como Connor. Se abrazó a él con la gracia con la que un hippy se abraza a un árbol, y cuando todo su ser aceptó estar muerto, chocaron contra el suelo.
Sorprendentemente lo más doloroso que le pasó fue clavarse las gafas contra el tabique del morro. Menuda suerte de gato negro. El voluptuoso pecho de Connor al que se había abrazado como un enamorado a su almohada (no he acabado con las metaforas de mierda) había frenado su caida. Fue el principal motivo por el que se le habían hundido las gafas, al tener la cara pasionalmente enterrada en él, aunque el dolor del hombro con el que más fuerte había golpeado le quitó de cualquier disfrute que le habría provocado una situación así en otra ocasión. Nohlem se quejó por el hormigueo en su brazo derecho, un dolor que junto con el de su tabique ensordecía el provocado por los trozos de escombro con los que se había chocado de camino. Movió la muñeca con respuesta positiva, pero en el momento de tratar de incorporarse sobre sus brazos temblorosos un crujido le hizo entrar en alerta. ¿Eso había sido su espalda, su pierna o-
Joder, Connor. Que había caido sobre Connor.
—Mierda. ¡Mierda Connor! —se irguió lo justo para verle, sacando las piernas de encima suyo para no aplastarle. No se había fijado hasta ahora en que estaban manchados de sangre, y la visión de esta (fuera suya o del canadiense -pero sobre todo si era suya-) le hizo hiperventilar—. Connor —masculló—. Por favor, por favor, por todos los Santos.
"Por favor dime que no te he matado". Nohlem le sujetó el rostro como si eso pudiera revivirlo o algo, con los ojos rápidamente llenándose de lágrimas cuando el chico dio señales de vida. Podría besarlo ahí mismo, de no ser porque-
El crujido de antes. La sangre. Se estaba muriendo. Mierda, se había roto algo seguro. Se iba a morir.
Al girar la cabeza se encontró con una buena y una mala noticia. La buena noticia es que el crujido había venido de su carcaj de flechas. Su arco estaba inexplicablemente bien (quizás algo doblado y la tira cortándole un poco de circulación), y la única pérdida considerable habían sido un par de flechas dobladas hasta quebrar. Joder si es que era flexible hasta para eso.
La mala noticia era que a Räg le había explotado la cabeza. Su visión quedó empañada por el rojo sangre sobre sus ojos (a tomar por culo su alma), una silueta morada y carmesí reforzada por la fantasmal oscuridad verde a su espalda. Su mente confusa llenó los huecos de tan horrible imagen con lo que pudo, que en su caso fue a peor: en la cabeza de Nohlem al lagarto se le estaban saliendo hasta los sesos por los ojos. El grito que no había podido dar al caer regresó a su garganta. Y sonó. Vaya que si sonó. Nohlem gritó con tanta fuerza que bien podría haberse desmayado ahí mismo, tan agudo que por un instante creyó estar oyendo a su hermana.
—¡¡Connor!! —gimoteó demasiado bajo, sacudiendo el pecho del rubio de bote con una mano tan lastimoso como un niño chico. Se negaba a mirar de nuevo en la dirección del mjorní. Como lo hiciera vomitaría—. ¡Räg-! Räg se ha- está- Räg se ha-
Se tapó la boca. Las náuseas no le dejaron continuar ni las lágrimas mirar. No podría ver a Airi, mucho menos a los demás. Ni siquiera podía ponerse en pie, ya que el miedo era más contundente que la adrenalina. Si se hubiera muerto no tendría porqué estar pasando por eso. Que putada. Y eso que no quería estar muerto.
El varmano olvidó presentarse, pues igual que le había parecido una tontería el día que salieron de las celdas, ya tendrían tiempo de intercambiar tarjetitas con tranquilidad bajo el techo del torreón. Que por lo menos tenía techo. Y así, apurado y con las alertas disparadas ya de base el granta no pudo reaccionar al cambio de tono de la Karen. Pasó tan rápido que, acostumbrado al funcionamiento a veces denso de su cerebro, se sintió más como una alucinación que como una realidad. Solo cuando fue extremadamente tarde fue consciente: era una trampa. Si ya se lo decía su madre, no podías fiarte de la gente fea. Esa piel de meado concentrado de ciervo y pelo de vomito de conejo ya lo indicaba. Quizás Kirin fuera una pringada, pero es que también era tremenda hija de puta.
Las explosiones sonaron tan de golpe que sus oídos se cerraron al instante. El suelo bajo sus pies se convirtió en papel mojado, y por consecuente todo su mundo fue arrastrado hacia abajo, tan ligero como el peso de una moneda y tan contundente como los escombros que le rodeaban. La fuerza de la gravedad convirtió el marrón y blanco de la ciudad en marrón y blanco pero pintado por Picasso, en contraste con sus compañeros nítidos al estar cayendo a más o menos la misma velocidad. Sus ganas de gritar subieron como agua hirviendo, pero de la misma forma en la que el agua se convierte en aire el sonido se evaporó antes de salir de su garganta. La luz apenas descendió con ellos. Intentó agarrarse a algo, lo que fuera, y si de algo sirvió la oscuridad sobre la que caían fue a no añadir aún más pánico a su cuerpo; no ver el fondo ayudaba de alguna manera. A algo se agarró, una maraña enorme y cálida con un inexistente olor a tabaco y gasolina que en un último atisbo de raciocinio reconoció como Connor. Se abrazó a él con la gracia con la que un hippy se abraza a un árbol, y cuando todo su ser aceptó estar muerto, chocaron contra el suelo.
Sorprendentemente lo más doloroso que le pasó fue clavarse las gafas contra el tabique del morro. Menuda suerte de gato negro. El voluptuoso pecho de Connor al que se había abrazado como un enamorado a su almohada (no he acabado con las metaforas de mierda) había frenado su caida. Fue el principal motivo por el que se le habían hundido las gafas, al tener la cara pasionalmente enterrada en él, aunque el dolor del hombro con el que más fuerte había golpeado le quitó de cualquier disfrute que le habría provocado una situación así en otra ocasión. Nohlem se quejó por el hormigueo en su brazo derecho, un dolor que junto con el de su tabique ensordecía el provocado por los trozos de escombro con los que se había chocado de camino. Movió la muñeca con respuesta positiva, pero en el momento de tratar de incorporarse sobre sus brazos temblorosos un crujido le hizo entrar en alerta. ¿Eso había sido su espalda, su pierna o-
Joder, Connor. Que había caido sobre Connor.
—Mierda. ¡Mierda Connor! —se irguió lo justo para verle, sacando las piernas de encima suyo para no aplastarle. No se había fijado hasta ahora en que estaban manchados de sangre, y la visión de esta (fuera suya o del canadiense -pero sobre todo si era suya-) le hizo hiperventilar—. Connor —masculló—. Por favor, por favor, por todos los Santos.
"Por favor dime que no te he matado". Nohlem le sujetó el rostro como si eso pudiera revivirlo o algo, con los ojos rápidamente llenándose de lágrimas cuando el chico dio señales de vida. Podría besarlo ahí mismo, de no ser porque-
El crujido de antes. La sangre. Se estaba muriendo. Mierda, se había roto algo seguro. Se iba a morir.
Al girar la cabeza se encontró con una buena y una mala noticia. La buena noticia es que el crujido había venido de su carcaj de flechas. Su arco estaba inexplicablemente bien (quizás algo doblado y la tira cortándole un poco de circulación), y la única pérdida considerable habían sido un par de flechas dobladas hasta quebrar. Joder si es que era flexible hasta para eso.
La mala noticia era que a Räg le había explotado la cabeza. Su visión quedó empañada por el rojo sangre sobre sus ojos (a tomar por culo su alma), una silueta morada y carmesí reforzada por la fantasmal oscuridad verde a su espalda. Su mente confusa llenó los huecos de tan horrible imagen con lo que pudo, que en su caso fue a peor: en la cabeza de Nohlem al lagarto se le estaban saliendo hasta los sesos por los ojos. El grito que no había podido dar al caer regresó a su garganta. Y sonó. Vaya que si sonó. Nohlem gritó con tanta fuerza que bien podría haberse desmayado ahí mismo, tan agudo que por un instante creyó estar oyendo a su hermana.
—¡¡Connor!! —gimoteó demasiado bajo, sacudiendo el pecho del rubio de bote con una mano tan lastimoso como un niño chico. Se negaba a mirar de nuevo en la dirección del mjorní. Como lo hiciera vomitaría—. ¡Räg-! Räg se ha- está- Räg se ha-
Se tapó la boca. Las náuseas no le dejaron continuar ni las lágrimas mirar. No podría ver a Airi, mucho menos a los demás. Ni siquiera podía ponerse en pie, ya que el miedo era más contundente que la adrenalina. Si se hubiera muerto no tendría porqué estar pasando por eso. Que putada. Y eso que no quería estar muerto.
- ♪♫♬:
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Subterráneos
08/05/24, 06:14 pm
Apenas pudo fruncir el ceño más de un segundo mientras se preguntaba por qué aquel niño en especial no les caería bien. Si Connor se había ganado su corazón aún con su pinta habitual de malote no veía por qué sería distinto. Y menos con alguien de su edad.
De la misma forma también pasó por alto el cambio de tono en Karin, que aunque sutil, podía advertir a todos de lo que se avecinaba.
No fue su caso. Así que cuando la tierra trajo desgracia y vacío se precipitó hacia el fondo como un escombro más, completamente inconsciente de la artimaña que el grupo acababa de sufrir.
Las explosiones no le hicieron más daño que el terrible pistoletazo de salida que representaban. Lo demás fue caos y pura gravedad. Lo primero que percibió fue el cosquilleo familiar que sentía al montarse en una montaña rusa apretar su estómago, sin ser agradable ni repleto de la ilusión propia de una feria en ciernes. No, era bien distinto a que el aire se entremetiera por la ropa en un contraste de fricción divertido. Estaban sumidos en un descenso macabro que nada tenía de especial más allá del cambio de luces y sonidos que le llegaban de todas partes. Una caída libre en el sentido más burdo de la palabra.
Y entonces, se golpeó con una piedra justo cuando empezaba a creer que los pulmones sabían trepar una garganta a la perfección. El impacto fue lo que le salvó la vida y cambió su trayectoria de una muerte segura al comenzar a deslizarse por varias paredes terrosas que ofrecieron resistencia. Las rocas rasparon piel y aliento. El pequeño solo pudo emitir una exhalación fuera de su caja torácica desde aquel momento, ya que antes toda su presencia se había reducido a un guijarro mudo más parecido a una carcasa vacía que a un ser vivo.
El dolor devolvió parte de su consciencia con cada mal aterrizaje. Y algo que tiró de él le hizo cerrar los ojos con fuerza y recordar que no era el único al que la suerte le había vendido como una mala amiga.
Les recibió una última colisión contra el suelo arenoso. Chasquido astillado para algunos. Estruendo mullido y amortiguado para los afortunados como él.
La salvaguarda del medio japonés no impidió que el polaco rodara de costado y quedara inerte en una maraña de aturdimiento. Su cabello destartalado reposaba a pocos centímetros de la mano del chico pero permaneció sin mover ni un solo músculo, incapaz de saber que Ethan buscaba encontrarle el pulso.
Cerró los ojos con mas fuerza, todo ovillo. Tal vez la oscuridad no fuera tan mala y pudiera privarle de un nuevo mundo lleno de horrores. No quería ver, ni sentir. No deseaba saber lo que podían haber perdido.
Y sin embargo su cuerpo se reincorporó como un autómata al escuchar la voz trémula que vino de su espalda. Lo que le esperó fue una gruta subterránea sacada de uno de esos cuentos que sus padres le privaban de leer. Parecía que se hallaban en la guarida del mismísimo Hombre del Saco. Ahogó un grito con las palmas de las manos. Después tosió de manera repentina una y otra vez, el polvo y la grava pulverizada que ahondaba en el lugar acompañaban a los aullidos espeluznantes que se daban no muy lejos de su posición. No fue hasta que dejó de doblarse por la mitad que gateó hasta Ethan horrorizado. Le pareció que provenían de Nohlem pero la visión de lo que tenía en sus narices captó toda su atención.
—Tu... hombro... —Aniol boqueó, buscando aire que pudiera sosegar el tejemaneje emocional que se encontraba sufriendo. Sus ojos despedían lágrimas aunque no sabía si por las partículas del derrumbamiento o porque realmente el alma le pedía sollozar con la quietud del hielo al derretirse—. Tu hombro... tu hombro... —repitió con total claridad en un llanto impersonal y conmocionado. Casi parecía sumido en un mantra pero su cabeza se agitó a varios lados con un nudo en el pecho imposible de deshacer al suponer qué es lo que había pasado. Su ángel había vuelto a hacer de las suyas.
La humedad de la camiseta empapada en sangre y la cobardía de no querer preocuparse por el estado del resto le hicieron cobijarse junto al cuerpo de Ethan. Su mano regordeta envolvió la del chico y sus ojos fueron incapaces de seguir mirando el hueco extraño que ahora quedaba entre el brazo y el tronco.
—Por favor... —era un ruego, poseído por la desesperación e incertidumbre—. Por favor no te mueras...
De la misma forma también pasó por alto el cambio de tono en Karin, que aunque sutil, podía advertir a todos de lo que se avecinaba.
No fue su caso. Así que cuando la tierra trajo desgracia y vacío se precipitó hacia el fondo como un escombro más, completamente inconsciente de la artimaña que el grupo acababa de sufrir.
Las explosiones no le hicieron más daño que el terrible pistoletazo de salida que representaban. Lo demás fue caos y pura gravedad. Lo primero que percibió fue el cosquilleo familiar que sentía al montarse en una montaña rusa apretar su estómago, sin ser agradable ni repleto de la ilusión propia de una feria en ciernes. No, era bien distinto a que el aire se entremetiera por la ropa en un contraste de fricción divertido. Estaban sumidos en un descenso macabro que nada tenía de especial más allá del cambio de luces y sonidos que le llegaban de todas partes. Una caída libre en el sentido más burdo de la palabra.
Y entonces, se golpeó con una piedra justo cuando empezaba a creer que los pulmones sabían trepar una garganta a la perfección. El impacto fue lo que le salvó la vida y cambió su trayectoria de una muerte segura al comenzar a deslizarse por varias paredes terrosas que ofrecieron resistencia. Las rocas rasparon piel y aliento. El pequeño solo pudo emitir una exhalación fuera de su caja torácica desde aquel momento, ya que antes toda su presencia se había reducido a un guijarro mudo más parecido a una carcasa vacía que a un ser vivo.
El dolor devolvió parte de su consciencia con cada mal aterrizaje. Y algo que tiró de él le hizo cerrar los ojos con fuerza y recordar que no era el único al que la suerte le había vendido como una mala amiga.
Les recibió una última colisión contra el suelo arenoso. Chasquido astillado para algunos. Estruendo mullido y amortiguado para los afortunados como él.
La salvaguarda del medio japonés no impidió que el polaco rodara de costado y quedara inerte en una maraña de aturdimiento. Su cabello destartalado reposaba a pocos centímetros de la mano del chico pero permaneció sin mover ni un solo músculo, incapaz de saber que Ethan buscaba encontrarle el pulso.
Cerró los ojos con mas fuerza, todo ovillo. Tal vez la oscuridad no fuera tan mala y pudiera privarle de un nuevo mundo lleno de horrores. No quería ver, ni sentir. No deseaba saber lo que podían haber perdido.
Y sin embargo su cuerpo se reincorporó como un autómata al escuchar la voz trémula que vino de su espalda. Lo que le esperó fue una gruta subterránea sacada de uno de esos cuentos que sus padres le privaban de leer. Parecía que se hallaban en la guarida del mismísimo Hombre del Saco. Ahogó un grito con las palmas de las manos. Después tosió de manera repentina una y otra vez, el polvo y la grava pulverizada que ahondaba en el lugar acompañaban a los aullidos espeluznantes que se daban no muy lejos de su posición. No fue hasta que dejó de doblarse por la mitad que gateó hasta Ethan horrorizado. Le pareció que provenían de Nohlem pero la visión de lo que tenía en sus narices captó toda su atención.
—Tu... hombro... —Aniol boqueó, buscando aire que pudiera sosegar el tejemaneje emocional que se encontraba sufriendo. Sus ojos despedían lágrimas aunque no sabía si por las partículas del derrumbamiento o porque realmente el alma le pedía sollozar con la quietud del hielo al derretirse—. Tu hombro... tu hombro... —repitió con total claridad en un llanto impersonal y conmocionado. Casi parecía sumido en un mantra pero su cabeza se agitó a varios lados con un nudo en el pecho imposible de deshacer al suponer qué es lo que había pasado. Su ángel había vuelto a hacer de las suyas.
La humedad de la camiseta empapada en sangre y la cobardía de no querer preocuparse por el estado del resto le hicieron cobijarse junto al cuerpo de Ethan. Su mano regordeta envolvió la del chico y sus ojos fueron incapaces de seguir mirando el hueco extraño que ahora quedaba entre el brazo y el tronco.
—Por favor... —era un ruego, poseído por la desesperación e incertidumbre—. Por favor no te mueras...
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidadPersonajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Subterráneos
08/05/24, 10:11 pm
El chico tenía prisa y se le notaba con cada pasito que daba después de presentarse con la desconocida. Le alivió que la mayoría estuviese de acuerdo con su propia opinión, debían irse y así al menos se sentiría seguro. Aunque Connor estuviese dudoso, algo en Damian no le invitaba a sospechar de la nueva chica. Quizás fuese el tiempo que ha estado con personas en un inicio desconocidas, quizás todos esos momentos de amistad genuina o también quizás el hecho de estar todavía algo dolido por lo fragmentada que sentía su amistad con Aniol. Todo ello le daba una confianza ciega en Karin.
Pero no tardarían en abrirle los ojos. Empezó a hablar de otro niño, torciendo el tono poco a poco y Damian se pararía a ver sus gestos, mirando fugazmente a Nohlem, a Rick, a Ethan…
No pudo ver a más de sus compañeros. Explosiones ahogaron por completo el previo silencio, en un impacto sensorial que fue breve, pero intenso. Sus oídos recibían mucha información, altos destructivos que amenazaban con acabar con todo a su alrededor, incluido el propio suelo que ya era un apoyo inexistente a esas alturas. ¿Por qué? ¿Qué había pasado? El chico no pudo pensarlo siquiera que esa chica de pelo verde pudiese hacer algo así.
La oscuridad y el inexorable agarre de la gravedad lo arrastraron hacia abajo, un deja-vu familiar que le hizo presa del horror. Sus amigos estaban a su alrededor y, de pronto, no hubo nada en ese momento tan frenético. Estaba abrumado, no tenía nada a lo que agarrarse. A los pocos metros, un cruel roce de una afilada cuesta le sirvió como toma de contacto, sintiendo como la roca lo magulló al impactar colina abajo.
El horror siguió y el horror no paró de cesar, sintiendo cada caída, cada impacto en su piel que amenazaban con magullarlo más y más. Sus rodillas, codos, cada punto anguloso de su cuerpo sufría caricias crueles que lo hicieron sangrar. Cada golpe le provocó la salida forzosa del aire de sus pulmones, entre quejidos molestos mezclados con angustia. Su ropa se rasgaba, le dolían los nudillos, las piernas, la cabeza le daba vueltas.
Por desgracia ninguno de estos golpes lo aturdió lo suficiente y en una última precipitación la altura se triplicó, cayendo a gran velocidad. El fogonazo de luz del cielo, los cascotes cayendo, la oscuridad. Un sonido seco, Damian no pudo siquiera procesarlo pero oyó bien al caer de mala manera sobre una roca como algo crujió justo al impactar sobre ella.
Rodó sobre sí mismo, encontrando al fin suelo, boca arriba y con la mirada perdida. Los oídos le pitaban, escuchaba voces pero no podía saber que decían. Estaba con los brazos y piernas extendidos, lleno de polvo y suciedad,. Tenía varias heridas abiertas y piel levantada sintiendo el escozor, como su sangre mojaba su ropa muy poco a poco. Su brazo derecho se encontraba doblado de forma antinatural al ser involuntariamente dotado de otra articulación, mirando su palma hacia arriba en una torcedura desagradable.
—A-aah… U..Uuuugg.… —el italiano abrió la boca para hablar, levantando la cabeza como pudo. El caos le rodeaba y no sabía que cojones estaba pasando a su alrededor mientras tosía. Todo le mataba de dolor, hematomas se le empezarían a acumular en diversas zonas y apenas veía en la reciente oscuridad.
El grito que oyó de pronto, un grito agudo, le hizo sobresaltar. Sacando fuerzas hizo el intento de alzar el torso y su brazo dominante no respondía. En su lugar, contestó un punzante dolor al querer moverlo tirando de él con un movimiento de hombro.
—¡A-aah! ¡A-AaaaaAah! —gimoteó de golpe agachando la cabeza, sintiendo un hormigueo doloroso al querer moverlo. Se quedó quieto, apretando los dientes agitado. Sentía dolor, un dolor muy similar a aquel sueño, eso le hizo tener miedo, abriendo los ojos con sus oscuros ahogados en pavor y la mirada perdida.
Se encontró con la presencia de Aniol, delante de su mirada débil y asustada. La sangre la sintió gotear por su barbilla, su boca tragaba parte de ella y las nauseas no tardaron en llegar. Ethan estaba entre toda aquella maraña de polvo, veía rojo en ellos. ¿Ethan… se moría? ¿Ethan? ¿El hombro?
—¿Ethan…? ¿Ethan…? ¿Qué ha pasado…? Ugghh… Aniol… Me-m-me… duele mucho… ¿Aniol? Ahh… Ah-Aaah… —en un hilo de voz se intentó comunicar entre respiraciones entrecortadas. Su mirada no se atrevió en un inicio a bajar, no quería ver de nuevo más sangre—. ¡AnnNNGHH! ¡UFF...! ¡NGHHH…! ¡AAAAAaAAAHHHH...! — se quejó de nuevo al hacer otro mal movimiento, las lágrimas le brotaban sin parar humedeciendo sus mejillas por el chispazo repentino que era tener… Sus ojos al final llegaron al sitio crítico, viendo un bulto mal torcido debajo del hombro.
Sus respiraciones se volvieron audibles, llevado por el pánico que era verse así. Damian tembló, angustiado por ver el lamentable estado en el que se encontraba. Solo quería salir de ahí, solo quería volver al su castillo. Empezó a gritar, un lamento agudo propio de un niño entre lágrimas, sudor y sangre.
Esta vez si era una pesadilla vivida.
Pero no tardarían en abrirle los ojos. Empezó a hablar de otro niño, torciendo el tono poco a poco y Damian se pararía a ver sus gestos, mirando fugazmente a Nohlem, a Rick, a Ethan…
No pudo ver a más de sus compañeros. Explosiones ahogaron por completo el previo silencio, en un impacto sensorial que fue breve, pero intenso. Sus oídos recibían mucha información, altos destructivos que amenazaban con acabar con todo a su alrededor, incluido el propio suelo que ya era un apoyo inexistente a esas alturas. ¿Por qué? ¿Qué había pasado? El chico no pudo pensarlo siquiera que esa chica de pelo verde pudiese hacer algo así.
La oscuridad y el inexorable agarre de la gravedad lo arrastraron hacia abajo, un deja-vu familiar que le hizo presa del horror. Sus amigos estaban a su alrededor y, de pronto, no hubo nada en ese momento tan frenético. Estaba abrumado, no tenía nada a lo que agarrarse. A los pocos metros, un cruel roce de una afilada cuesta le sirvió como toma de contacto, sintiendo como la roca lo magulló al impactar colina abajo.
El horror siguió y el horror no paró de cesar, sintiendo cada caída, cada impacto en su piel que amenazaban con magullarlo más y más. Sus rodillas, codos, cada punto anguloso de su cuerpo sufría caricias crueles que lo hicieron sangrar. Cada golpe le provocó la salida forzosa del aire de sus pulmones, entre quejidos molestos mezclados con angustia. Su ropa se rasgaba, le dolían los nudillos, las piernas, la cabeza le daba vueltas.
Por desgracia ninguno de estos golpes lo aturdió lo suficiente y en una última precipitación la altura se triplicó, cayendo a gran velocidad. El fogonazo de luz del cielo, los cascotes cayendo, la oscuridad. Un sonido seco, Damian no pudo siquiera procesarlo pero oyó bien al caer de mala manera sobre una roca como algo crujió justo al impactar sobre ella.
Rodó sobre sí mismo, encontrando al fin suelo, boca arriba y con la mirada perdida. Los oídos le pitaban, escuchaba voces pero no podía saber que decían. Estaba con los brazos y piernas extendidos, lleno de polvo y suciedad,. Tenía varias heridas abiertas y piel levantada sintiendo el escozor, como su sangre mojaba su ropa muy poco a poco. Su brazo derecho se encontraba doblado de forma antinatural al ser involuntariamente dotado de otra articulación, mirando su palma hacia arriba en una torcedura desagradable.
—A-aah… U..Uuuugg.… —el italiano abrió la boca para hablar, levantando la cabeza como pudo. El caos le rodeaba y no sabía que cojones estaba pasando a su alrededor mientras tosía. Todo le mataba de dolor, hematomas se le empezarían a acumular en diversas zonas y apenas veía en la reciente oscuridad.
El grito que oyó de pronto, un grito agudo, le hizo sobresaltar. Sacando fuerzas hizo el intento de alzar el torso y su brazo dominante no respondía. En su lugar, contestó un punzante dolor al querer moverlo tirando de él con un movimiento de hombro.
—¡A-aah! ¡A-AaaaaAah! —gimoteó de golpe agachando la cabeza, sintiendo un hormigueo doloroso al querer moverlo. Se quedó quieto, apretando los dientes agitado. Sentía dolor, un dolor muy similar a aquel sueño, eso le hizo tener miedo, abriendo los ojos con sus oscuros ahogados en pavor y la mirada perdida.
Se encontró con la presencia de Aniol, delante de su mirada débil y asustada. La sangre la sintió gotear por su barbilla, su boca tragaba parte de ella y las nauseas no tardaron en llegar. Ethan estaba entre toda aquella maraña de polvo, veía rojo en ellos. ¿Ethan… se moría? ¿Ethan? ¿El hombro?
—¿Ethan…? ¿Ethan…? ¿Qué ha pasado…? Ugghh… Aniol… Me-m-me… duele mucho… ¿Aniol? Ahh… Ah-Aaah… —en un hilo de voz se intentó comunicar entre respiraciones entrecortadas. Su mirada no se atrevió en un inicio a bajar, no quería ver de nuevo más sangre—. ¡AnnNNGHH! ¡UFF...! ¡NGHHH…! ¡AAAAAaAAAHHHH...! — se quejó de nuevo al hacer otro mal movimiento, las lágrimas le brotaban sin parar humedeciendo sus mejillas por el chispazo repentino que era tener… Sus ojos al final llegaron al sitio crítico, viendo un bulto mal torcido debajo del hombro.
Sus respiraciones se volvieron audibles, llevado por el pánico que era verse así. Damian tembló, angustiado por ver el lamentable estado en el que se encontraba. Solo quería salir de ahí, solo quería volver al su castillo. Empezó a gritar, un lamento agudo propio de un niño entre lágrimas, sudor y sangre.
Esta vez si era una pesadilla vivida.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: Subterráneos
09/05/24, 10:08 am
Era curioso como las preocupaciones iban cambiando de forma y aspecto en aquella ciudad... Preocupación por encontrar comida en buen estado. Después por sacar de allí a esa desconocida sin que el techo se les cayera en la puta cabeza. Luego por decir lo que pensaba realmente sobre ese jodido asunto y que lo mejor era no llevarla consigo... Todo eso pasó a un segundo plano en cuanto la voz de Karin cambió, sutilmente, pero lo justo como para que una alarma interna de Connor se disparara con luces de neón y putos fuegos artificiales. Había algo raro ahí, podía sentirlo... Pero no lo suficientemente rápido. Connor solo tuvo tiempo de fruncir el ceño confundido y girarse hacia Karin antes de... Antes de que el caos se los tragara por completo.
Las explosiones ensordecieron sus oídos como si fueran unas jodidas granadas de mano. Un pitido molesto se internó en su cabeza y se hizo dueña y señora de la mente del motero. Al menos hasta que medio segundo después el suelo se desvaneció. Gravedad. Terrible y cruel. Connor ni siquiera emitió sonido alguno... Nada de "¡JODER!" ni "¡MIERDA!" o algo remotamente parecido. Su boca quedó muda por la sorpresa, el asombro y sobre todo un miedo paralizante, a pesar de que no estaba procesando del todo bien lo que ocurría. La casi ausencia de luz ahogó cualquier pensamiento que pudiera tener y le sirviera de algo para sobrevivir. Todo era caos e incertidumbre. Y como era normal en situaciones así... Luego llegó el dolor.
La primera vez que chocó contra una pared inclinada y rocosa apenas lo notó. Bendita adrenalina. Casi como si todo estuviera hecho de puta gomaespuma y aquello fuera un juego, y no una puta sentencia de muerte. Con el resto de golpes no tuvo tanta suerte y Connor acabó sintiendo cada uno de ellos en cuanto la confusión y la adrenalina dieron lugar al terror. Arañazos, impactos y magulladuras que le arrancaban quejidos ahogados, mientras su cuerpo giraba y giraba en el aire y se precipitaba a un vacío solo ralentizado por él mismo chocando contra varios desniveles. Su maza salió despedida por los aires por culpa de unas manos que no tenían las fuerzas y el temple necesarias para mantenerse cerradas. En cambio intentaba agarrarse desesperadamente a cualquier cosa que pudiera encontrar, sin mucho éxito. Su corazón bombeaba con tanta fuerza que al motero no le habría sorprendido si le hubiera estallado en el puto pecho allí mismo. Su vista era apenas un borrón entre tantas vueltas y una ínfima luz que solo le servía para anticiparle segundos antes que iba a volver a caer sobre tierra y piedra. En algún punto de aquella tortura volvió a intentar con todas sus fuerzas agarrarse a algo en cuanto su cuerpo volvió a sentir la dureza de la roca, solo para conseguir despellejarse más las manos y sentir un dolor lacerante en el brazo izquierdo. No sabía donde estaban los otros ni tenía tiempo para pensar en ello. Solo sabía con toda puta seguridad que iban a morir.
Y aún así sintió el sólido agarre de alguien mientras caían al abismo oscuro de abajo. La frenética
y perdida mirada de Connor logró enfocarse para descubrir que se trataba de Nohlem, y un segundo después sus brazos también lo envolvieron mientras ambos caía y caían. Nohlem de bruces y él de espaldas al vacío. Entre tanto caos y miedo fue un especie de jodido bálsamo sentir que no estaba solo en aquella caída libre. Porque de se eso se trataba. Nada de nuevos impactos que le ralentizaran... Ahora solo quedaba chocar contra el puto suelo dónde cojones estuviera. Ya podían ser ocho metros que cien. Al menos no moría solo...
Finalmente llegó el golpe final. Uno duro y agonizante que si bien no fue mortal le recorrió el cuerpo como una puta descarga eléctrica. Sin embargo lo peor de todo fue el peso extra de Nohlem cayendo desde la misma altura que él, a la misma velocidad que él... Solo que en vez de caer en la arena lo había hecho sobre su pecho. El resultado final fue un quejido vacilante y ahogado cuando todo el aire de sus putos pulmones abandonó su cuerpo y se esfumó. Y poco a poco, segundo a segundo, los ojos de Connor fueron cerrándose mientras una semi inconsciencia apacible y silenciosa le iba reclamando debido al puto impacto recibido. Tenía la ropa hecha un puto desastre: los pantalones igual de despellejados que sus rodillas, mientras que la camiseta apenas era cinco jirones de tela que colgaban más por puta lástima que por otra cosa, dejando ver las magulladuras y rascazos debajo. Su chaleco tampoco había tenido suerte y un gran corte diagonal rasgaba el cuero de su espalda dejando ver la camiseta de abajo, como el espadazo de un caballero que cortaba en dos el cuello del dragón guiverno. Cortando su aliento flamígero y su vida.
-¿Eh...? ¿Qué....?- Articuló su boca en cuanto la voz cerca suya empezó a llamarle por su nombre y a despertarle de esa bruma a la que estaba sometido. Su rostro se vio levemente alzado por sus manos y Connor terminó por abrir los ojos del todo para encontrarse con los verdes y húmedos del felino. Le dolía todo el cuerpo, sobre todo el pecho y un escozor lacerante en el brazo izquierdo. Y fue ahí, justo en ese momento y con su vista clavada en Nohlem que Connor acabó despertando del todo y volvió a ser consciente de lo que acababa de ocurrir.- N-Nohlem... ¡Joder, Nohlem...! ¿¡Estás bien...!?- Exclamó entre toses mientras sus manos se agarraban frenéticas y nerviosas a los hombros del varmano, como si así pudiera comprobar que era real y no una puta alucinación. Era una breve alegría fruto de la desesperación y el miedo, uno que no había sentido igual desde el encontronazo con aquel puto monstruo de sombras. El zarandeo de Nohlem en su pecho le hizo soltar un quejido y una mueca de dolor, mientras no dejaba de decir el nombre de Räg...
Connor se obligó a incorporarse hasta estar sentado en el suelo, y fue entonces cuando todos sus sentidos empezaron a funcionar como debían. Y empezó a escuchar. Oía quejidos y lamentos. Oía gritos lejos y cerca suya... Y todas esas voces lejos de aliviarle le hicieron perder la cabeza del todo. Puede que la visión de Räg gritando y sangrando por los ojos y esa niebla verde al fondo también influyeran bastante.
-¿Qué...? ¿Räg?- Musitó mientras se intentaba poner de pie como podía solo para caer de rodillas entre dolores. Su vista se desvió unos segundos hacia Nohlem, antes de volver a dirigirse hacia el lagarto. Incapaz de apartar la mirada de los brotes sanguinolentos que le brotaban de los ojos. -¡RÄG!-Gritó mientras se arrastraba a gatas como podía a una de las flechas rotas del suelo y la agarraba firmemente con la mano, sin saber dónde se encontraban y sintiendo el peligro a cada esquina. El terror era palpable en cada fibra de su ser y sus ojos revelaban que estaba fuera de sí. Y ahí de rodillas a punto de volver a derrumbarse contra el suelo, con el brazo izquierdo ensangrentado a la altura del bíceps y el cuerpo magullado, con la ropa hecha jirones y agarrando una flecha rota volvió a gritar.- ¡RÄAAAAAAAAG!-
Las explosiones ensordecieron sus oídos como si fueran unas jodidas granadas de mano. Un pitido molesto se internó en su cabeza y se hizo dueña y señora de la mente del motero. Al menos hasta que medio segundo después el suelo se desvaneció. Gravedad. Terrible y cruel. Connor ni siquiera emitió sonido alguno... Nada de "¡JODER!" ni "¡MIERDA!" o algo remotamente parecido. Su boca quedó muda por la sorpresa, el asombro y sobre todo un miedo paralizante, a pesar de que no estaba procesando del todo bien lo que ocurría. La casi ausencia de luz ahogó cualquier pensamiento que pudiera tener y le sirviera de algo para sobrevivir. Todo era caos e incertidumbre. Y como era normal en situaciones así... Luego llegó el dolor.
La primera vez que chocó contra una pared inclinada y rocosa apenas lo notó. Bendita adrenalina. Casi como si todo estuviera hecho de puta gomaespuma y aquello fuera un juego, y no una puta sentencia de muerte. Con el resto de golpes no tuvo tanta suerte y Connor acabó sintiendo cada uno de ellos en cuanto la confusión y la adrenalina dieron lugar al terror. Arañazos, impactos y magulladuras que le arrancaban quejidos ahogados, mientras su cuerpo giraba y giraba en el aire y se precipitaba a un vacío solo ralentizado por él mismo chocando contra varios desniveles. Su maza salió despedida por los aires por culpa de unas manos que no tenían las fuerzas y el temple necesarias para mantenerse cerradas. En cambio intentaba agarrarse desesperadamente a cualquier cosa que pudiera encontrar, sin mucho éxito. Su corazón bombeaba con tanta fuerza que al motero no le habría sorprendido si le hubiera estallado en el puto pecho allí mismo. Su vista era apenas un borrón entre tantas vueltas y una ínfima luz que solo le servía para anticiparle segundos antes que iba a volver a caer sobre tierra y piedra. En algún punto de aquella tortura volvió a intentar con todas sus fuerzas agarrarse a algo en cuanto su cuerpo volvió a sentir la dureza de la roca, solo para conseguir despellejarse más las manos y sentir un dolor lacerante en el brazo izquierdo. No sabía donde estaban los otros ni tenía tiempo para pensar en ello. Solo sabía con toda puta seguridad que iban a morir.
Y aún así sintió el sólido agarre de alguien mientras caían al abismo oscuro de abajo. La frenética
y perdida mirada de Connor logró enfocarse para descubrir que se trataba de Nohlem, y un segundo después sus brazos también lo envolvieron mientras ambos caía y caían. Nohlem de bruces y él de espaldas al vacío. Entre tanto caos y miedo fue un especie de jodido bálsamo sentir que no estaba solo en aquella caída libre. Porque de se eso se trataba. Nada de nuevos impactos que le ralentizaran... Ahora solo quedaba chocar contra el puto suelo dónde cojones estuviera. Ya podían ser ocho metros que cien. Al menos no moría solo...
Finalmente llegó el golpe final. Uno duro y agonizante que si bien no fue mortal le recorrió el cuerpo como una puta descarga eléctrica. Sin embargo lo peor de todo fue el peso extra de Nohlem cayendo desde la misma altura que él, a la misma velocidad que él... Solo que en vez de caer en la arena lo había hecho sobre su pecho. El resultado final fue un quejido vacilante y ahogado cuando todo el aire de sus putos pulmones abandonó su cuerpo y se esfumó. Y poco a poco, segundo a segundo, los ojos de Connor fueron cerrándose mientras una semi inconsciencia apacible y silenciosa le iba reclamando debido al puto impacto recibido. Tenía la ropa hecha un puto desastre: los pantalones igual de despellejados que sus rodillas, mientras que la camiseta apenas era cinco jirones de tela que colgaban más por puta lástima que por otra cosa, dejando ver las magulladuras y rascazos debajo. Su chaleco tampoco había tenido suerte y un gran corte diagonal rasgaba el cuero de su espalda dejando ver la camiseta de abajo, como el espadazo de un caballero que cortaba en dos el cuello del dragón guiverno. Cortando su aliento flamígero y su vida.
-¿Eh...? ¿Qué....?- Articuló su boca en cuanto la voz cerca suya empezó a llamarle por su nombre y a despertarle de esa bruma a la que estaba sometido. Su rostro se vio levemente alzado por sus manos y Connor terminó por abrir los ojos del todo para encontrarse con los verdes y húmedos del felino. Le dolía todo el cuerpo, sobre todo el pecho y un escozor lacerante en el brazo izquierdo. Y fue ahí, justo en ese momento y con su vista clavada en Nohlem que Connor acabó despertando del todo y volvió a ser consciente de lo que acababa de ocurrir.- N-Nohlem... ¡Joder, Nohlem...! ¿¡Estás bien...!?- Exclamó entre toses mientras sus manos se agarraban frenéticas y nerviosas a los hombros del varmano, como si así pudiera comprobar que era real y no una puta alucinación. Era una breve alegría fruto de la desesperación y el miedo, uno que no había sentido igual desde el encontronazo con aquel puto monstruo de sombras. El zarandeo de Nohlem en su pecho le hizo soltar un quejido y una mueca de dolor, mientras no dejaba de decir el nombre de Räg...
Connor se obligó a incorporarse hasta estar sentado en el suelo, y fue entonces cuando todos sus sentidos empezaron a funcionar como debían. Y empezó a escuchar. Oía quejidos y lamentos. Oía gritos lejos y cerca suya... Y todas esas voces lejos de aliviarle le hicieron perder la cabeza del todo. Puede que la visión de Räg gritando y sangrando por los ojos y esa niebla verde al fondo también influyeran bastante.
-¿Qué...? ¿Räg?- Musitó mientras se intentaba poner de pie como podía solo para caer de rodillas entre dolores. Su vista se desvió unos segundos hacia Nohlem, antes de volver a dirigirse hacia el lagarto. Incapaz de apartar la mirada de los brotes sanguinolentos que le brotaban de los ojos. -¡RÄG!-Gritó mientras se arrastraba a gatas como podía a una de las flechas rotas del suelo y la agarraba firmemente con la mano, sin saber dónde se encontraban y sintiendo el peligro a cada esquina. El terror era palpable en cada fibra de su ser y sus ojos revelaban que estaba fuera de sí. Y ahí de rodillas a punto de volver a derrumbarse contra el suelo, con el brazo izquierdo ensangrentado a la altura del bíceps y el cuerpo magullado, con la ropa hecha jirones y agarrando una flecha rota volvió a gritar.- ¡RÄAAAAAAAAG!-
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Personajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Subterráneos
09/05/24, 01:18 pm
Por el momento todo iba bien. Tenían la comida, habían llegado a tiempo de ayudar a Karin y, aunque ahora sabían algo más de los peligros que suponían la aparición de Sutileza, también conocían a un grupo como el de ellos, uno mucho más amable que el del pájaro. Tal vez podrían cooperar para sobrevivir más fácilmente por allí.
A Rick le empezó a salir una leve sonrisa tranquila con la respuesta de la chica a Aniol, pero... Al principio lo que le recorrió el cuerpo fue una inocente confusión: -(¿Por qué no nos caería bien?)- se preguntó arqueando una ceja. No había terminado de procesar el nuevo tono de Karin, pero en su inconsciente había empezado a surgir a pasos agigantados una sensación funesta, la ansiedad de la desgracia inminente. Las siguientes palabras fueron las que hicieron que el neoyorquino se sumiera en el más absoluto terror. Con la cara desencajada y pálida, no pudo decir nada, solo entreabrir la boca antes de que...
El tiempo decidió cruelmente pasar a cámara lenta. Fuera por el shock de todo lo que estaba pasando o el estruendo de las explosiones, Rick dejó de escuchar. Su cuerpo empezaba a caer junto al suelo, aunque no había apartado la mirada de la "amable" chica que acababan de "salvar". Lo último que vio antes del caos, los cascotes y la penumbra fue cómo empezaba a flotar en el aire mientras ellos seguían alejándose de la superficie cada vez más hacia un abismo desconocido. No tenía ni idea de si aquello sería el fin, pero tenía una amarga certeza. Él estaba cayendo dos veces.
La realidad volvió a su cauce y por un instante fue a gritar, pero la dureza del terreno tenía otros planes. El primer golpe contra el terraplén lo dejó sin aliento y a partir de ahí todo empezó a dar vueltas. Sus compañeros debían estar por allí, pero entre la lluvia de cascotes, los giros y la creciente falta de luz no conseguía enfocarlos. Lo único en lo que podía concentrarse es en cada golpe que recibía, cada corte que notaba en la ropa y su propia piel al intentar agarrarse a algo durante la caída, lo cual no tardó en comprobar que la ciudad respondía con saña a cada intento con un dolor mayor. Todo su cuerpo estaba en alerta, deseando que aquella tortura acabara y, aunque no llegaba a notar más en algún lugar específico, poco después recordaría una horrible sensación en uno de sus pies cuando los cascotes pasaron cerca de él.
En su saturada mente llegó cierto alivio cuando la inercia del descenso parecía llegar a su fin. Lo primero que escuchó fue un seco crack antes de rodar de lado hasta que quedó apoyado en su lateral derecho, con la mirada perdida en las galerías que se abrían en la pared de más adelante. -(Se acabó... Estoy muriendo)- pensó en lo que creía que eran sus últimas respiraciones entrecortadas luego del crujido. Pero luego de todo lo ocurrido esos meses, eso sería la salida fácil. En Rocavarancolia no había piedad para nadie, ni para un grupo de jóvenes ni para los moribundos. Y mientras que días antes seguir vivo fuera un sueño, ahora... no terminaba de estar seguro.
Rick empezó a ser consciente de su alrededor, mirando sin moverse. La arena, que empezaba a humedecerse a su alrededor por los raspazos, probablemente los había salvado. La mitad de su arco descansaba delante de él. -(Fue eso)- pensó sin ninguna emoción. El carcaj estaba algo más alejado, con todas las flechas desperdigadas. Solo su sable seguía en su sitio, y por ello seguramente se hubiera llevado algún buen moratón al golpearse con la funda. Luego el sonido volvió a la penumbra y los primeros gritos de sus compañeros le hicieron reaccionar. Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, el neoyorquino intentó reincorporarse ignorando el dolor hasta que al intentar mover el pie izquierdo cayó de nuevo hacia adelante con un quejido apagado. Desconcertado, se giró como pudo para ver qué pasaba. Las rasgaduras del pantalón justamente le dejaban ver un bulto antinatural cerca del tobillo. -Joder- musitó horrorizado en voz baja, ignorando el resto de sus heridas. Por un momento había sentido que no lo sentía por todos los golpes, pero la realidad era peor.
Los gritos seguían sonando, trayendo su atención de vuelta a lo que estaba ocurriendo. En esa posición se fijó primero en el otro lado y, aunque la distancia y la penumbra le ayudaba a no vislumbrar bien los detalles, era imposible no ver los chorros de sangre que estaban saliendo del mjörní. -¡Joder! ¡¿Qué está...?!- dijo presa de la adrenalina y el pánico. Entonces se fijó en su pequeño grupo y su miedo solo se intensificó. Fue una suerte que a su izquierda viera una vara, probablemente la que Airi había traído, y la alcanzó como pudo ahora que una de sus piernas necesitaba cuidados. Con toda la prisa que pudo y apoyándose en él, el chico consiguió levantarse y acercarse cojeando a Ethan y los niños. Los quejidos y lo que había alcanzado a escuchar decir a Aniol le hizo temer que el británico no hubiera sobrevivido a la caída, pero la buena noticia es que parecía que sí. Sin embargo la mala afectaba mucho más. -Chicos, estáis... ¡Joder! Esto no...- balbuceó pasando la vista por cada herida de los tres, a cada cual peor que la anterior.
Rick ya había caído una vez, pero su entereza, sus valores y su estabilidad seguían cayendo todavía, a un pozo mucho más profundo que en el que se encontraban. ¿Cuánto tardaría en llegar al fondo?
¿O acaso existía uno siquiera?
A Rick le empezó a salir una leve sonrisa tranquila con la respuesta de la chica a Aniol, pero... Al principio lo que le recorrió el cuerpo fue una inocente confusión: -(¿Por qué no nos caería bien?)- se preguntó arqueando una ceja. No había terminado de procesar el nuevo tono de Karin, pero en su inconsciente había empezado a surgir a pasos agigantados una sensación funesta, la ansiedad de la desgracia inminente. Las siguientes palabras fueron las que hicieron que el neoyorquino se sumiera en el más absoluto terror. Con la cara desencajada y pálida, no pudo decir nada, solo entreabrir la boca antes de que...
El tiempo decidió cruelmente pasar a cámara lenta. Fuera por el shock de todo lo que estaba pasando o el estruendo de las explosiones, Rick dejó de escuchar. Su cuerpo empezaba a caer junto al suelo, aunque no había apartado la mirada de la "amable" chica que acababan de "salvar". Lo último que vio antes del caos, los cascotes y la penumbra fue cómo empezaba a flotar en el aire mientras ellos seguían alejándose de la superficie cada vez más hacia un abismo desconocido. No tenía ni idea de si aquello sería el fin, pero tenía una amarga certeza. Él estaba cayendo dos veces.
La realidad volvió a su cauce y por un instante fue a gritar, pero la dureza del terreno tenía otros planes. El primer golpe contra el terraplén lo dejó sin aliento y a partir de ahí todo empezó a dar vueltas. Sus compañeros debían estar por allí, pero entre la lluvia de cascotes, los giros y la creciente falta de luz no conseguía enfocarlos. Lo único en lo que podía concentrarse es en cada golpe que recibía, cada corte que notaba en la ropa y su propia piel al intentar agarrarse a algo durante la caída, lo cual no tardó en comprobar que la ciudad respondía con saña a cada intento con un dolor mayor. Todo su cuerpo estaba en alerta, deseando que aquella tortura acabara y, aunque no llegaba a notar más en algún lugar específico, poco después recordaría una horrible sensación en uno de sus pies cuando los cascotes pasaron cerca de él.
En su saturada mente llegó cierto alivio cuando la inercia del descenso parecía llegar a su fin. Lo primero que escuchó fue un seco crack antes de rodar de lado hasta que quedó apoyado en su lateral derecho, con la mirada perdida en las galerías que se abrían en la pared de más adelante. -(Se acabó... Estoy muriendo)- pensó en lo que creía que eran sus últimas respiraciones entrecortadas luego del crujido. Pero luego de todo lo ocurrido esos meses, eso sería la salida fácil. En Rocavarancolia no había piedad para nadie, ni para un grupo de jóvenes ni para los moribundos. Y mientras que días antes seguir vivo fuera un sueño, ahora... no terminaba de estar seguro.
Rick empezó a ser consciente de su alrededor, mirando sin moverse. La arena, que empezaba a humedecerse a su alrededor por los raspazos, probablemente los había salvado. La mitad de su arco descansaba delante de él. -(Fue eso)- pensó sin ninguna emoción. El carcaj estaba algo más alejado, con todas las flechas desperdigadas. Solo su sable seguía en su sitio, y por ello seguramente se hubiera llevado algún buen moratón al golpearse con la funda. Luego el sonido volvió a la penumbra y los primeros gritos de sus compañeros le hicieron reaccionar. Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, el neoyorquino intentó reincorporarse ignorando el dolor hasta que al intentar mover el pie izquierdo cayó de nuevo hacia adelante con un quejido apagado. Desconcertado, se giró como pudo para ver qué pasaba. Las rasgaduras del pantalón justamente le dejaban ver un bulto antinatural cerca del tobillo. -Joder- musitó horrorizado en voz baja, ignorando el resto de sus heridas. Por un momento había sentido que no lo sentía por todos los golpes, pero la realidad era peor.
Los gritos seguían sonando, trayendo su atención de vuelta a lo que estaba ocurriendo. En esa posición se fijó primero en el otro lado y, aunque la distancia y la penumbra le ayudaba a no vislumbrar bien los detalles, era imposible no ver los chorros de sangre que estaban saliendo del mjörní. -¡Joder! ¡¿Qué está...?!- dijo presa de la adrenalina y el pánico. Entonces se fijó en su pequeño grupo y su miedo solo se intensificó. Fue una suerte que a su izquierda viera una vara, probablemente la que Airi había traído, y la alcanzó como pudo ahora que una de sus piernas necesitaba cuidados. Con toda la prisa que pudo y apoyándose en él, el chico consiguió levantarse y acercarse cojeando a Ethan y los niños. Los quejidos y lo que había alcanzado a escuchar decir a Aniol le hizo temer que el británico no hubiera sobrevivido a la caída, pero la buena noticia es que parecía que sí. Sin embargo la mala afectaba mucho más. -Chicos, estáis... ¡Joder! Esto no...- balbuceó pasando la vista por cada herida de los tres, a cada cual peor que la anterior.
Rick ya había caído una vez, pero su entereza, sus valores y su estabilidad seguían cayendo todavía, a un pozo mucho más profundo que en el que se encontraban. ¿Cuánto tardaría en llegar al fondo?
¿O acaso existía uno siquiera?
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Subterráneos
09/05/24, 01:34 pm
Airi esperaba a que Connor cargase a Karin para salir de allí y recoger sus cestas, que habían quedado olvidadas a la salida, cerca de Aniol. El hambre se le había vuelto a quitar por razones de peso, pero no dejaba de pensar en la comida. Quizá porque estaban tan a la vista como lo había estado Aniol un poco antes.
Sus pensamientos eran tan ruidosos que no estaba prestando atención real a las palabras de Karin sobre sus compañeros. Le hizo no captar al momento el sutil cambio de tono, no hasta que fue absolutamente evidente. Para entonces, las explosiones ya le impidieron reaccionar en absoluto.
El suelo cedió a sus pies, y lo único que pudo hacer fue aferrarse a su propio cuerpo, protegerse de la caída haciéndose una bola aterrorizada que apenas podía oír lo que pasaba a su alrededor. Sus canales auditivos se cerraron instintivamente ante el ruido, y cerró los ojos igual de fuerte porque no se atrevía a descubrir qué le esperaba más abajo. Entonces notó un golpe en el costado, y empezó a rodar por terreno arenoso, en compañía de otros objetos como piedras y tablas de madera o comida de las cestas. Lo que deparase el espíritu de la Tierra, Airi lo iba a aceptar, incapaz de tratar de detener aquella caída que pareció durar una eternidad y un instante al mismo tiempo. Cuando dejó de notar tierra bajo su cuerpo supuso que llegaba su fin, pero se golpeó una vez más, esta vez en la cadera, y su cuerpo quedó hecho una madeja entre tablas y una nube de polvo que le hizo toser cuando fue capaz de inhalar aire.
Le sanaí abrió los párpados, pero las membranas bajo estos se negaron a hacerlo al sentir el polvo que los rodeaba. Apenas podía ver nada así, no con tan poca luz. Una vez terminó de sorprenderse por el hecho de continuar con vida, sus amigos ocuparon todos sus pensamientos, incluso por encima de aquellos que le urgían a examinar las partes del cuerpo que más le dolían, o aquella mancha de humedad cálida que se extendía por su camiseta.
Entonces escuchó el aullido de Räg. Aquel sonido terrorífico le dio una pista de la distancia a la que se encontraba del mjörní, y no era mucha. Lo llamó con voz entrecortada, a la vez que se le unieron otras voces. Connor y Nohlem no andaban lejos tampoco. ¿Y los demás? Sonaban más lejos.
—Räg… Räg… —balbuceó, tanteando en su dirección, poniéndose en pie con dificultad. Al querer apoyarse, sus manos dieron con la sangre fresca, aún cálida, mezclada con el polvo del suelo. Cuando levantó la mirada, entre el polvo que empezaba a posarse, apareció la cabeza ensangrentada de Räg y Airi gritó también. En su horror, imaginó que su amigo tenía una herida fatal. Le dio igual su propia sangre, sus raspones, sus músculos doloridos. Se lanzó hacia el mjörní trastabillando y agarró la cabeza entre sus manos.
—¿Dónde te has dado? —lloriqueó. Se forzó a abrir del todo los ojos para ver, aunque le entrase arenisca. Precisamente eran los ojos de Räg los que parecían heridos, tal vez un corte, pero no era normal que sangrasen tan profusamente. Tenía que tratarse de un punto vital, y Airi no sabía nada de medicina. Mucho menos de medicina para mjörnís.
Sus pensamientos eran tan ruidosos que no estaba prestando atención real a las palabras de Karin sobre sus compañeros. Le hizo no captar al momento el sutil cambio de tono, no hasta que fue absolutamente evidente. Para entonces, las explosiones ya le impidieron reaccionar en absoluto.
El suelo cedió a sus pies, y lo único que pudo hacer fue aferrarse a su propio cuerpo, protegerse de la caída haciéndose una bola aterrorizada que apenas podía oír lo que pasaba a su alrededor. Sus canales auditivos se cerraron instintivamente ante el ruido, y cerró los ojos igual de fuerte porque no se atrevía a descubrir qué le esperaba más abajo. Entonces notó un golpe en el costado, y empezó a rodar por terreno arenoso, en compañía de otros objetos como piedras y tablas de madera o comida de las cestas. Lo que deparase el espíritu de la Tierra, Airi lo iba a aceptar, incapaz de tratar de detener aquella caída que pareció durar una eternidad y un instante al mismo tiempo. Cuando dejó de notar tierra bajo su cuerpo supuso que llegaba su fin, pero se golpeó una vez más, esta vez en la cadera, y su cuerpo quedó hecho una madeja entre tablas y una nube de polvo que le hizo toser cuando fue capaz de inhalar aire.
Le sanaí abrió los párpados, pero las membranas bajo estos se negaron a hacerlo al sentir el polvo que los rodeaba. Apenas podía ver nada así, no con tan poca luz. Una vez terminó de sorprenderse por el hecho de continuar con vida, sus amigos ocuparon todos sus pensamientos, incluso por encima de aquellos que le urgían a examinar las partes del cuerpo que más le dolían, o aquella mancha de humedad cálida que se extendía por su camiseta.
Entonces escuchó el aullido de Räg. Aquel sonido terrorífico le dio una pista de la distancia a la que se encontraba del mjörní, y no era mucha. Lo llamó con voz entrecortada, a la vez que se le unieron otras voces. Connor y Nohlem no andaban lejos tampoco. ¿Y los demás? Sonaban más lejos.
—Räg… Räg… —balbuceó, tanteando en su dirección, poniéndose en pie con dificultad. Al querer apoyarse, sus manos dieron con la sangre fresca, aún cálida, mezclada con el polvo del suelo. Cuando levantó la mirada, entre el polvo que empezaba a posarse, apareció la cabeza ensangrentada de Räg y Airi gritó también. En su horror, imaginó que su amigo tenía una herida fatal. Le dio igual su propia sangre, sus raspones, sus músculos doloridos. Se lanzó hacia el mjörní trastabillando y agarró la cabeza entre sus manos.
—¿Dónde te has dado? —lloriqueó. Se forzó a abrir del todo los ojos para ver, aunque le entrase arenisca. Precisamente eran los ojos de Räg los que parecían heridos, tal vez un corte, pero no era normal que sangrasen tan profusamente. Tenía que tratarse de un punto vital, y Airi no sabía nada de medicina. Mucho menos de medicina para mjörnís.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Subterráneos
09/05/24, 01:44 pm
El mjörní solo pudo ladear la cabeza confuso ante el súbito cambio tanto en el tono como en el contenido de las palabras de Karin. Hasta ese momento, la chica parecía muy agradable y agradecida por lo que estaban haciendo por ella, y les explicaba las cosas de tal forma que despertaba su empatía. Pero aquellos comentarios… ¿Por qué parecían tan fuera de lugar? El cambio en su tono fue muy sutil, pero acompañado de aquellas afirmaciones tan repentinas que no parecían encajar en la conversación que habían estado teniendo hasta ahora, como si una intrusa se hubiese apoderado de pronto de la chica de pelo verde.
Bueno, tal vez Räg hubiese hecho una metáfora sin saberlo, pero tampoco tuvo tiempo de pensar en ello. Un intento de preguntar qué estaba ocurriendo fue tirado abajo por la misma gravedad que lo hizo con todos ellos. La incomprensión silenciosa y la sensación de no tener nada bajo los pies duraron unos segundos antes de romper por completo en un grito. El escamas moradas se vio de pronto intentando sujetarse a una pared terrosa para evitar precipitarse a un vacío, tratando de clavar desesperadamente sus garras en ella, desgastándolas y llenándolas de tierra más y más… Hasta que otra sensación que empezaba a arderle en el rostro, a la altura de los ojos, obnubiló al resto.
<<No>> pensó casi sin saber por qué. <<Nonononononono…>>
—¡No, no, no, nonono…! ¡AAAAAAAAH!
La sangre salía disparada de sus globos oculares estallados en todas direcciones. Rägjynn no sabía dónde estaba, en qué posición, qué había ocurrido en los últimos segundos… La sensación de seguir deslizándose y cayendo sin remedio, de seguir aferrándose a unas paredes por inercia, había permanecido en la parte de atrás de su mente, sin duda debido a un instinto de supervivencia inconsciente. Pero una vez todo eso se detuvo ya solo había una única cosa que tenía clara.
Oía las voces y gritos de sus compañeros pero no los procesaba. La sangre salía a presión indiscriminadamente y él solo podía gritar. No era capaz de entender qué estaba pasando más allá de su mundo teñido de rojo y de su continua negación. No tenía la capacidad de sudar, o estaría empapado en ese momento. Hiperventilaba, la sangre no se detenía. Alguien gritaba y le llamaba. Varias voces. Parecían muy asustados. La figura de Connor apareció por su mente fugazmente ante aquel desgarrador grito que clamaba su nombre, pero no fue capaz de mirar en su dirección ni de responderle. El aspecto que presentaba era lamentable: suciedad, polvo, sus garras llenas de tierra, sangre y desgastadas por sus desesperados intentos de sujetarse, magulladuras, heridas y contusiones por todo el cuerpo… Apenas era consciente de que le ocurría algo raro con su brazo derecho, ni tenía capacidad para preocuparse por ello, pero cualquiera podría ver su hombro fuera de sitio.
Cuando la sangre dejó de salir, finalmente, Rägjynn era una figura temblorosa tirada en el suelo sobre aquel hombro anormal, cubierto de su propia sangre. La de su cuerpo venía de sus heridas, pero su rostro tenía un aspecto que sus compañeros nunca habían visto antes. Sus ojos, antes enteramente turquesa, estaban parcialmente tintados de rojo, y había más sangre alrededor de los mismos. <<No...>>
La voz de Airi sonó muy cerca, ahora que sus globos oculares habían terminado de estallar pudo llegar a comprender vagamente qué le decía, pero no tenía ninguna respuesta coherente para elle. Exhaló con fuerza cuando notó que le tocaba. No. No debía. Sus compañeros tenían que alejarse de él.
—Airi… No… Yo… No… No soy… No toquéis la sangre… La sangre es… está…
Esta empezó a discurrir por sus mejillas cuando las lágrimas la sustituyeron como líquido expulsado por mirada maldita.
La mirada de un sanguinario.
Bueno, tal vez Räg hubiese hecho una metáfora sin saberlo, pero tampoco tuvo tiempo de pensar en ello. Un intento de preguntar qué estaba ocurriendo fue tirado abajo por la misma gravedad que lo hizo con todos ellos. La incomprensión silenciosa y la sensación de no tener nada bajo los pies duraron unos segundos antes de romper por completo en un grito. El escamas moradas se vio de pronto intentando sujetarse a una pared terrosa para evitar precipitarse a un vacío, tratando de clavar desesperadamente sus garras en ella, desgastándolas y llenándolas de tierra más y más… Hasta que otra sensación que empezaba a arderle en el rostro, a la altura de los ojos, obnubiló al resto.
<<No>> pensó casi sin saber por qué. <<Nonononononono…>>
—¡No, no, no, nonono…! ¡AAAAAAAAH!
La sangre salía disparada de sus globos oculares estallados en todas direcciones. Rägjynn no sabía dónde estaba, en qué posición, qué había ocurrido en los últimos segundos… La sensación de seguir deslizándose y cayendo sin remedio, de seguir aferrándose a unas paredes por inercia, había permanecido en la parte de atrás de su mente, sin duda debido a un instinto de supervivencia inconsciente. Pero una vez todo eso se detuvo ya solo había una única cosa que tenía clara.
Oía las voces y gritos de sus compañeros pero no los procesaba. La sangre salía a presión indiscriminadamente y él solo podía gritar. No era capaz de entender qué estaba pasando más allá de su mundo teñido de rojo y de su continua negación. No tenía la capacidad de sudar, o estaría empapado en ese momento. Hiperventilaba, la sangre no se detenía. Alguien gritaba y le llamaba. Varias voces. Parecían muy asustados. La figura de Connor apareció por su mente fugazmente ante aquel desgarrador grito que clamaba su nombre, pero no fue capaz de mirar en su dirección ni de responderle. El aspecto que presentaba era lamentable: suciedad, polvo, sus garras llenas de tierra, sangre y desgastadas por sus desesperados intentos de sujetarse, magulladuras, heridas y contusiones por todo el cuerpo… Apenas era consciente de que le ocurría algo raro con su brazo derecho, ni tenía capacidad para preocuparse por ello, pero cualquiera podría ver su hombro fuera de sitio.
Cuando la sangre dejó de salir, finalmente, Rägjynn era una figura temblorosa tirada en el suelo sobre aquel hombro anormal, cubierto de su propia sangre. La de su cuerpo venía de sus heridas, pero su rostro tenía un aspecto que sus compañeros nunca habían visto antes. Sus ojos, antes enteramente turquesa, estaban parcialmente tintados de rojo, y había más sangre alrededor de los mismos. <<No...>>
La voz de Airi sonó muy cerca, ahora que sus globos oculares habían terminado de estallar pudo llegar a comprender vagamente qué le decía, pero no tenía ninguna respuesta coherente para elle. Exhaló con fuerza cuando notó que le tocaba. No. No debía. Sus compañeros tenían que alejarse de él.
—Airi… No… Yo… No… No soy… No toquéis la sangre… La sangre es… está…
Esta empezó a discurrir por sus mejillas cuando las lágrimas la sustituyeron como líquido expulsado por mirada maldita.
La mirada de un sanguinario.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Subterráneos
09/05/24, 01:52 pm
Sobre sus cabezas, y en torno a las ruinas de lo que había sido la casa, había otros que también estaban esperando a que se disipase la polvareda para ver más allá del agujero. Ama se había retirado enseguida hacia el suelo firme, deshaciendo la levitación que la había salvado de caer como los demás. Frente a ella esperaban Garaten, con una sonrisa triunfal, Wintoon, inescrutable como era habitual en ella, y Lahria, con los labios apretados pero, aparte de eso, sin delatar que había tenido objeciones al plan desde el primer momento.
—Os lo dije —rio Ama—, los de su tipo son muy predecibles.
Y, encogiéndose de hombros, rodeó al grupo para alejarse de la boca ominosa a los subterráneos que ella misma había creado.
—Vámonos de aquí. Quién sabe qué puede salir de ese agujero ahora que lo hemos hecho más grande —sugirió Lahria, cortante.
—Un momento —pidió Garaten—. Quiero saber cuántos quedan.
Wintoon no dijo nada, pero se asomó a la vez que lo hacía el Xolnita. Lahria bufó, pero se obligó a mirar también. A asumir algo que era enteramente su responsabilidad.
—¡Esperad, yo también quiero! —pidió la voz dulce de Sutileza. Estaba agazapado en un edificio vecino, desde donde vigilaba las calles colindantes. El éxito de aquella operación había dependido mucho de sus observaciones, y estaba deseando recibir halagos por lo bien que había salido todo.
—Viven —informó entonces Wintoon con voz neutra—. La mayoría al menos.
La sonrisa de Garaten se tensó ligeramente antes de ampliarse aún más.
—Por poco tiempo —repuso.
Ya se había apagado el eco de los cascotes rodando y la nube de polvo apenas tenía densidad cuando el silencio de las grutas fue roto por una voz masculina que reverberó por las galerías, llamando la atención de todos los que se habían caído, y quizá la de alguna alimaña más.
—¡Buena suerte sobreviviendo a esto, cosechados de Sendar! ¡Diría hasta la próxima, pero no creo que vaya a haber una próxima vez!
Si miraban hacia arriba, al lugar por el que entraba algo de luz, verían recortada la silueta de un hombre de piel pálida y melena violeta, haciendo un saludo burlesco y retirándose después de dedicarles aquellas palabras. Otras dos cabezas asomadas se retiraron poco después, una con una máscara y otra una chica rubia. Solo quedó alguien mirándoles durante un instante más: Sutileza. El ave agitó un brazo como si saludase a unos viejos amigos y se retiró unos segundos después.
—Os lo dije —rio Ama—, los de su tipo son muy predecibles.
Y, encogiéndose de hombros, rodeó al grupo para alejarse de la boca ominosa a los subterráneos que ella misma había creado.
—Vámonos de aquí. Quién sabe qué puede salir de ese agujero ahora que lo hemos hecho más grande —sugirió Lahria, cortante.
—Un momento —pidió Garaten—. Quiero saber cuántos quedan.
Wintoon no dijo nada, pero se asomó a la vez que lo hacía el Xolnita. Lahria bufó, pero se obligó a mirar también. A asumir algo que era enteramente su responsabilidad.
—¡Esperad, yo también quiero! —pidió la voz dulce de Sutileza. Estaba agazapado en un edificio vecino, desde donde vigilaba las calles colindantes. El éxito de aquella operación había dependido mucho de sus observaciones, y estaba deseando recibir halagos por lo bien que había salido todo.
—Viven —informó entonces Wintoon con voz neutra—. La mayoría al menos.
La sonrisa de Garaten se tensó ligeramente antes de ampliarse aún más.
—Por poco tiempo —repuso.
Ya se había apagado el eco de los cascotes rodando y la nube de polvo apenas tenía densidad cuando el silencio de las grutas fue roto por una voz masculina que reverberó por las galerías, llamando la atención de todos los que se habían caído, y quizá la de alguna alimaña más.
—¡Buena suerte sobreviviendo a esto, cosechados de Sendar! ¡Diría hasta la próxima, pero no creo que vaya a haber una próxima vez!
Si miraban hacia arriba, al lugar por el que entraba algo de luz, verían recortada la silueta de un hombre de piel pálida y melena violeta, haciendo un saludo burlesco y retirándose después de dedicarles aquellas palabras. Otras dos cabezas asomadas se retiraron poco después, una con una máscara y otra una chica rubia. Solo quedó alguien mirándoles durante un instante más: Sutileza. El ave agitó un brazo como si saludase a unos viejos amigos y se retiró unos segundos después.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Subterráneos
09/05/24, 07:52 pm
En algún punto la multitud de voces se convirtió en una amalgama difusa. Había gritos, unos sobre otros, algunos tan lejanos que resonaban en un eco de ultratumba, otros tan cercanos que hacían de pitido para sus oídos. No lograba descifrar el origen pues el dolor era tan punzante como para entumecer sus sentidos. A su alrededor el polvo se levantaba tras el derrumbo y las luces se entremezclaban en una danza obtusa donde el gris marchito de aquel lugar quedaba por momentos convertidos en un ámbar parpadeante. A la distancia la alarma de un coche abandonado pisaba las palabras indescifrables de sus compañeros.
-¿Qué?
Fue lo único que logró balbucear al diferenciar la voz de Aniol, el que estuviera tan cerca la volvía más nítida. Sentir el calor de su mano le dibujó una sonrisa tan leve que apenas fue una mueca. Al menos podía dejar que parte del aire que llevaba reteniendo pudiera fugarse en un suspiro aliviado, uno que no tardó en volver a convertirse en diferentes toses mientras se encorvaba sobre su lado bueno. Estaba mencionando constantemente su hombro y si bien podía esperar algún hinchazón preocupante por haber caído tan mal, cuando rompió en enlace con el pequeño para buscar la zona afectada sintió como el lugar volvía a derrumbarse sobre él.
Primero notó el hueco, tan sinuoso y amplio bajo la tela de su camisa que era difícil no sentirlo y entonces, desplazando las yemas de sus dedos con un temblor creciente encontró la pieza faltante a escasos milímetros de distancia, colgando hacía uno de los laterales de donde debía de haber estado.
-Ah -Asintió muy despacio con una confusión apabullante en su rostro. No se atrevió a voltear la vista para ver la zona, en vez de ello se ayudó de su único brazo hábil para poder sentarse. -Esta bien, no es, no es nada. No duele.
Mintió con la garganta hecha tal nudo que ni lágrimas le salían. No estaba tratando de engañar al pequeño, se estaba tratando de engañar así mismo y tal era el terror de su cuerpo que de alguna manera lo estaba logrando. Uno de sus ojos, aquel que estaba cubierto de sangre permanecía ligeramente cerrado, ni esa molestia, ni el pelo pegado a su rostro, ni el hecho de que allí donde apoyara su mano dejaba un rastro de sangre pareció importarle. Sentía el mareo tan lejano que de alguna manera nada de aquello era más real que la bocina que sonaba repentinamente tras su nuca.
-¿Estás bien? Estas bien gracias a dios, estas bien.
Le costaba centrar sus pensamientos pues el esfuerzo que estaba gastando en ignorar su propio malestar le dejaba agotado, pero aún así su conciencia preocupada tomó un mejor papel para poder prestar atención al niño. Con torpeza le apartó el cabello del rostro tratando de buscar en él cualquier herida peligrosa. Estaba magullado y si bien no veía superficialmente nada que pudiera aterrar, sentía igualmente su corazón empequeñecer. Aniol estaba sucio, lleno de polvo y sangre que ante su falta de queja vocal deducía que era suya. No sabía ni qué decir, todo desde la caída sucedía demasiado rápido y él iba demasiado despacio.
Varios quejidos acompañados por la alarma de pasos cercanos lograron conseguir que dejara de observar con preocupación al polaco. Pestañeaba tan lento como fluía su conprendimiento. Su nula capacidad de reacción sólo le llevó a girar el rostro en búsqueda del origen de esos nuevos ruidos. Rick caminaba a pesar de su horrendo estado, parecía estar cojo pero el hecho de que se mantuviera en pie ya era un indicativo de que al menos estaba mejor que ellos.
Damian por su lado… No había distinguido su tono de primeras, no hasta que sus iris oscuros alcanzaron a vislumbrar como su pequeño cuerpo yacía tirado de mala manera sobre arena y escombros.
-¿Damian? ¡DAMIAN!
La fuerza le sobrevino de golpe como una inyección de adrenalina sumamente dolorosa. Se incorporó tambaleante pues ni con todas las ganas del mundo podía omitir las náuseas repentinas y el extraño contrapeso de un cuerpo que se veía falto de una extremidad. No le importó que su brazo izquierdo ahora descansase sobre el aire como una marioneta mal cosida, ni que a cada tirón el dolor y la incomodidad de sentir que algo en su interior no estaba bien le hiciera forzar una mueca de desagrado. Damian estaba cubierto de sangre y a diferencia de su ligero accidente el del pequeño se notaba mucho más grave.
-Mierda, mierda, perdón, perdón perdón.
Tragó saliva dejándose caer de rodillas junto al italiano. La imagen del brazo en un ángulo imposible le recordó fugazmente como se veía Serena en sus últimas, una visión tan desagradable que le estaba haciendo imposible no ponerse en las peores. Carecían de material adecuado para algo así, ni siquiera podía hacer un cabestrillo cuando lo único que tenían eran un par de armas y tela desecha.... No, espera, eso era.
-¿Aniol puedes moverte? Necesito, necesito tu ayuda. Hay que encontrar mi lanza, o un arco, o cualquier cosa de madera que podamos romper. Vale, si, podemos. -Su mano fue instintivamente hacía el rostro del rubio, una caricia decidida sobre su mejilla mientras el rostro asustado del asiático ganaba cierta esperanza, tenía que creer que podrían salvarlo porque si no, nada le impedía derrumbarse ahí mismo. -¿Damian me escuchas? ¿Podemos salir de esta vale? Mírame a mí, vamos a salir de esta y vas a poderme contar de nuevo lo increíble que era Rambo, ¿vale? Es más, vas a ser tú el nuevo Rambo.
Solo alzó la mirada para buscar urgentemente a Rick, necesitaba contar con él aunque sabía que pedirle nada en su condición era un tanto egoísta. Era el único adulto que veía a su alrededor y por desgracia la urgencia le estaba impidiendo preguntarse dónde estaban los demás.
-¿Tienes aún tu espada? Si rajamos tela suficiente podremos hacerle un cabestrillo, no nos queda otra.
Entonces llegó la voz, como un taladro doloroso cerniéndose sobre sus mentes. Ethan ni levantó la mirada, mucho menos se negó a darle el gusto de tratar de buscarlo. En vez de eso condujo su rabia en la certidumbre de que iban a salir de allí con vida. Ya no porque se lo merecieran, ya no solo por el cariño desbordante que les tenía a sus compañeros, no. Quería salir de allí vivo para poderse encargar el mismo de que aquellos psicópatas se arrepintieran de sus actos, hiciera falta para ello lo que hiciera falta. Si estaba aprendiendo es que en ese lugar si querías proteger a tus seres queridos, debías de estar dispuesto a dar algo a cambio. Ahí moría pues la poca empatía que pudiese guardar a un desconocido.
Cosechados de Sendar, estaba bien. Al menos ya podía darles un nombre a las únicas personas por las que preocuparse.
-¿Qué?
Fue lo único que logró balbucear al diferenciar la voz de Aniol, el que estuviera tan cerca la volvía más nítida. Sentir el calor de su mano le dibujó una sonrisa tan leve que apenas fue una mueca. Al menos podía dejar que parte del aire que llevaba reteniendo pudiera fugarse en un suspiro aliviado, uno que no tardó en volver a convertirse en diferentes toses mientras se encorvaba sobre su lado bueno. Estaba mencionando constantemente su hombro y si bien podía esperar algún hinchazón preocupante por haber caído tan mal, cuando rompió en enlace con el pequeño para buscar la zona afectada sintió como el lugar volvía a derrumbarse sobre él.
Primero notó el hueco, tan sinuoso y amplio bajo la tela de su camisa que era difícil no sentirlo y entonces, desplazando las yemas de sus dedos con un temblor creciente encontró la pieza faltante a escasos milímetros de distancia, colgando hacía uno de los laterales de donde debía de haber estado.
-Ah -Asintió muy despacio con una confusión apabullante en su rostro. No se atrevió a voltear la vista para ver la zona, en vez de ello se ayudó de su único brazo hábil para poder sentarse. -Esta bien, no es, no es nada. No duele.
Mintió con la garganta hecha tal nudo que ni lágrimas le salían. No estaba tratando de engañar al pequeño, se estaba tratando de engañar así mismo y tal era el terror de su cuerpo que de alguna manera lo estaba logrando. Uno de sus ojos, aquel que estaba cubierto de sangre permanecía ligeramente cerrado, ni esa molestia, ni el pelo pegado a su rostro, ni el hecho de que allí donde apoyara su mano dejaba un rastro de sangre pareció importarle. Sentía el mareo tan lejano que de alguna manera nada de aquello era más real que la bocina que sonaba repentinamente tras su nuca.
-¿Estás bien? Estas bien gracias a dios, estas bien.
Le costaba centrar sus pensamientos pues el esfuerzo que estaba gastando en ignorar su propio malestar le dejaba agotado, pero aún así su conciencia preocupada tomó un mejor papel para poder prestar atención al niño. Con torpeza le apartó el cabello del rostro tratando de buscar en él cualquier herida peligrosa. Estaba magullado y si bien no veía superficialmente nada que pudiera aterrar, sentía igualmente su corazón empequeñecer. Aniol estaba sucio, lleno de polvo y sangre que ante su falta de queja vocal deducía que era suya. No sabía ni qué decir, todo desde la caída sucedía demasiado rápido y él iba demasiado despacio.
Varios quejidos acompañados por la alarma de pasos cercanos lograron conseguir que dejara de observar con preocupación al polaco. Pestañeaba tan lento como fluía su conprendimiento. Su nula capacidad de reacción sólo le llevó a girar el rostro en búsqueda del origen de esos nuevos ruidos. Rick caminaba a pesar de su horrendo estado, parecía estar cojo pero el hecho de que se mantuviera en pie ya era un indicativo de que al menos estaba mejor que ellos.
Damian por su lado… No había distinguido su tono de primeras, no hasta que sus iris oscuros alcanzaron a vislumbrar como su pequeño cuerpo yacía tirado de mala manera sobre arena y escombros.
-¿Damian? ¡DAMIAN!
La fuerza le sobrevino de golpe como una inyección de adrenalina sumamente dolorosa. Se incorporó tambaleante pues ni con todas las ganas del mundo podía omitir las náuseas repentinas y el extraño contrapeso de un cuerpo que se veía falto de una extremidad. No le importó que su brazo izquierdo ahora descansase sobre el aire como una marioneta mal cosida, ni que a cada tirón el dolor y la incomodidad de sentir que algo en su interior no estaba bien le hiciera forzar una mueca de desagrado. Damian estaba cubierto de sangre y a diferencia de su ligero accidente el del pequeño se notaba mucho más grave.
-Mierda, mierda, perdón, perdón perdón.
Tragó saliva dejándose caer de rodillas junto al italiano. La imagen del brazo en un ángulo imposible le recordó fugazmente como se veía Serena en sus últimas, una visión tan desagradable que le estaba haciendo imposible no ponerse en las peores. Carecían de material adecuado para algo así, ni siquiera podía hacer un cabestrillo cuando lo único que tenían eran un par de armas y tela desecha.... No, espera, eso era.
-¿Aniol puedes moverte? Necesito, necesito tu ayuda. Hay que encontrar mi lanza, o un arco, o cualquier cosa de madera que podamos romper. Vale, si, podemos. -Su mano fue instintivamente hacía el rostro del rubio, una caricia decidida sobre su mejilla mientras el rostro asustado del asiático ganaba cierta esperanza, tenía que creer que podrían salvarlo porque si no, nada le impedía derrumbarse ahí mismo. -¿Damian me escuchas? ¿Podemos salir de esta vale? Mírame a mí, vamos a salir de esta y vas a poderme contar de nuevo lo increíble que era Rambo, ¿vale? Es más, vas a ser tú el nuevo Rambo.
Solo alzó la mirada para buscar urgentemente a Rick, necesitaba contar con él aunque sabía que pedirle nada en su condición era un tanto egoísta. Era el único adulto que veía a su alrededor y por desgracia la urgencia le estaba impidiendo preguntarse dónde estaban los demás.
-¿Tienes aún tu espada? Si rajamos tela suficiente podremos hacerle un cabestrillo, no nos queda otra.
Entonces llegó la voz, como un taladro doloroso cerniéndose sobre sus mentes. Ethan ni levantó la mirada, mucho menos se negó a darle el gusto de tratar de buscarlo. En vez de eso condujo su rabia en la certidumbre de que iban a salir de allí con vida. Ya no porque se lo merecieran, ya no solo por el cariño desbordante que les tenía a sus compañeros, no. Quería salir de allí vivo para poderse encargar el mismo de que aquellos psicópatas se arrepintieran de sus actos, hiciera falta para ello lo que hiciera falta. Si estaba aprendiendo es que en ese lugar si querías proteger a tus seres queridos, debías de estar dispuesto a dar algo a cambio. Ahí moría pues la poca empatía que pudiese guardar a un desconocido.
Cosechados de Sendar, estaba bien. Al menos ya podía darles un nombre a las únicas personas por las que preocuparse.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Subterráneos
09/05/24, 09:26 pm
No se atrevió a responder a la pregunta de Connor. Estar bien era algo delicado y relativo; por mucho que quisiera decir que sí contagiado de su tierna alegría tras aquel impacto no confiaba en su propio cuerpo. Además, estaba ese pequeño detalle de las náuseas, que a la más corta vocal le harían vomitar. Tenía la horrorosa visión de Räg clavada en la retina por lo que sus ojos vagaban perdidos en el suelo bajo sus rodillas, en el agujero al vacío un poco más allá, cualquier cosa que no fueran los sesos expulsados del reptil como si así pudiera limpiarse de los mismos. Oía a Ethan, a Damian, Aniol, Rick, Räg y Airi, pero su shock era mucho más ruidoso que los lamentos. Nombres que reconocía vagamente mejor que las propias voces que los mentaban. Estaban vivos, sí, pero no quería saber en qué estado. No todavía.
Los gritos de Connor en dirección al mjorní no ayudaron en lo más mínimo a alimentar la desgracia. El varmano se encogió más aún, teniendo que respirar por la boca como si acabase de correr hasta la extenuación. Estaba mareado, tan mareado que los colores se volvían blancos alrededor a pesar de la niebla y el polvo. El timbre de voces desconocidas le hizo tensarse y mirar arriba de donde provenían, ganando gracias a la adrenalina fresca una momentánea capacidad de atención y sentidos afilados. El blanco del cielo y la quemadura de sus pupilas dilatadas hacía de las siluetas eso, meras siluetas, pero no era tanto el trabajo de ver como el de oír. Palabras tóxicas en forma de aguja, mucho más dolorosas que cualquier golpe, corte o rotura que pudiera haber sufrido, se clavaron en su pecho una a una como balazos mal apuntados. Disparos que en su conjunto, independiente de donde hubieran dado, resultarían mortales. Iba a desangrarse de una forma u otra, y encima más lento. Se sintió ganado, contado como una cabeza más en el matadero, y en este caso la presencia de Sutileza siquiera pudo sorprenderle. Nohlem agachó la mirada, resignado como una oveja, aunque en el fondo quizás fuera más un acto de rebeldía para no darles el gusto de ver como rompían sus primeras lágrimas.
No iban a salir de ahí. No iban a salir nunca. Incluso si lograban escapar de ese agujero, ¿qué iban a hacer fuera? ¿Seguir huyendo? Eran presas, concursantes en un juego macabro, y sus enemigos un obstáculo que claramente estaba mejor pensado. Nohlem se abrazó a sí mismo, jadeando ruidosamente según el pánico se apoderaba de él, poco a poco tan rígido como si la misma Medusa acabase de mirarle a los ojos.
“Estamos muertos. Estamos muertos. Estamos muertos.”
Y ese era el principal problema. Que aún no lo estaban. La muerte no da tanto miedo como las condiciones en las que se llega a ella.
El valiente granta que había disparado al monstruo sin dudar había caído en el centro del foso, o al menos eso sería lo poético. Lo cierto es que había caído en el mismo momento en el que habían sabido que Sutileza no estaba solo, cuando aún confiaban en Karin. Lo más útil que pudo hacer Nohlem, no por los otros sino por sí mismo, fue sorberse el morro, quitarse las gafas y limpiarse las lágrimas antes de continuar llorando desconsoladamente bajo sus manos. Sollozos profundos, ruidosos, hipos entrecortados que una vez empezados malamente podían detenerse. Ser cobarde no iba a salvarle, pero- ¿qué ganaba él fingiendo ser otra cosa?
Los gritos de Connor en dirección al mjorní no ayudaron en lo más mínimo a alimentar la desgracia. El varmano se encogió más aún, teniendo que respirar por la boca como si acabase de correr hasta la extenuación. Estaba mareado, tan mareado que los colores se volvían blancos alrededor a pesar de la niebla y el polvo. El timbre de voces desconocidas le hizo tensarse y mirar arriba de donde provenían, ganando gracias a la adrenalina fresca una momentánea capacidad de atención y sentidos afilados. El blanco del cielo y la quemadura de sus pupilas dilatadas hacía de las siluetas eso, meras siluetas, pero no era tanto el trabajo de ver como el de oír. Palabras tóxicas en forma de aguja, mucho más dolorosas que cualquier golpe, corte o rotura que pudiera haber sufrido, se clavaron en su pecho una a una como balazos mal apuntados. Disparos que en su conjunto, independiente de donde hubieran dado, resultarían mortales. Iba a desangrarse de una forma u otra, y encima más lento. Se sintió ganado, contado como una cabeza más en el matadero, y en este caso la presencia de Sutileza siquiera pudo sorprenderle. Nohlem agachó la mirada, resignado como una oveja, aunque en el fondo quizás fuera más un acto de rebeldía para no darles el gusto de ver como rompían sus primeras lágrimas.
No iban a salir de ahí. No iban a salir nunca. Incluso si lograban escapar de ese agujero, ¿qué iban a hacer fuera? ¿Seguir huyendo? Eran presas, concursantes en un juego macabro, y sus enemigos un obstáculo que claramente estaba mejor pensado. Nohlem se abrazó a sí mismo, jadeando ruidosamente según el pánico se apoderaba de él, poco a poco tan rígido como si la misma Medusa acabase de mirarle a los ojos.
“Estamos muertos. Estamos muertos. Estamos muertos.”
Y ese era el principal problema. Que aún no lo estaban. La muerte no da tanto miedo como las condiciones en las que se llega a ella.
El valiente granta que había disparado al monstruo sin dudar había caído en el centro del foso, o al menos eso sería lo poético. Lo cierto es que había caído en el mismo momento en el que habían sabido que Sutileza no estaba solo, cuando aún confiaban en Karin. Lo más útil que pudo hacer Nohlem, no por los otros sino por sí mismo, fue sorberse el morro, quitarse las gafas y limpiarse las lágrimas antes de continuar llorando desconsoladamente bajo sus manos. Sollozos profundos, ruidosos, hipos entrecortados que una vez empezados malamente podían detenerse. Ser cobarde no iba a salvarle, pero- ¿qué ganaba él fingiendo ser otra cosa?
- ♪♫♬:
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Subterráneos
10/05/24, 10:07 am
Aniol luchaba por no desvanecerse allí mismo en medio de la vorágine. Cada músculo de su cuerpo parecía rebelarse con una punzada candente de advertencia. Las extremidades le pedían que no forzara más su cuerpo, que simplemente se echara a dormir en cualquier piedra y descansara para siempre. A lo mejor despertaba calentito en su cama con una taza de chocolate y la calidez de sus hermanas tras la puerta.
Pero no estaba en un sueño ni sumido en pesadillas. Era el azote de la realidad lo que lo sacudía por los hombros, apremiando que despertara y se hiciera mayor más rápido de lo que ningún niño debería. Así que permaneció como una estatua, agarrándose el propio estómago para que este no le hiciera devolver la primera papilla, estirando los dedos para no entumecer sus manos, respirando con profundidad por la nariz en un falso intento de recuperar sus sentidos embotados.
Porque detrás de aquella voluntad por no rendirse que ni él mismo sabía de donde venía residía una pequeña llamita indómita. Casi ahogada por la tierra y la falta de oxígeno sí, pero constante y compasiva. Y es que lo cierto era que sus heridas no le dolían tanto como ver a Ethan en su estado. No podía tirar del retrete ni cambiar de canal como en otras ocasiones. Estaba atrapado en una mala historia y no podía permitir que las personas a las que había aprendido a querer como su familia perecieran sin más.
El niño se abandonó al tacto del chico cuando le apartó el cabello de la cara. Cerró los ojos durante unos segundos permitiendo que las lágrimas pintaran su rostro sucio hasta desembocar en unos labios temblorosos. Solo se trataba de un gesto de reconocimiento por parte del medio japonés pero lo recibió ladeando la cabeza e interpretándolo con dulzura. Por su parte le apretó la mano que tenía cogida mientras la sangre de ambos se mezclaba. Sabía que su angelito de la guarda mentía. No porque fuera alguien perceptivo o estuviera acostumbrado a su modo de ser. Simplemente había que ver la inmovilidad de su brazo, el ojo cerrado y los moratones por doquier.
La pregunta de Ethan llegó como un canto lanzado al río que no provoca ondas. ¿Qué si estaba bien? Respondió con un silencio poco premeditado, las palabras se atoraban en la garganta y la nariz ardía de tanto llorar. El churumbel giró un poco su postura con la intención de ocultar el corte tan feo en forma de media luna que recorría el lateral izquierdo de su abdomen. Escocía como si alguien le hubiera grapado la piel a traición y ahora tratara de levantarle los puntos con uñas afiladas, más no sería él quien señalara la obviedad de su camiseta empapada y hecha jirones. Fue el grito de Damian lo que terminó por levantar la costra de un tirón, provocando que el hielo derretido de sus ojos fluyera con la fuerza de una presa descontrolada.
La visión era horrible. No pudo evitar llevarse las manos a la boca de la impresión cuando contempló al italiano. Su brazo era una broma de mal gusto, le pareció que se veía exactamente igual que las manecillas estropeadas del reloj de pared de su abuela. El niño balbuceó con un remolino de ansiedad creciente y se dispuso a hacer lo que se le pedía con urgencia. Ni siquiera fue capaz de regodearse en la súbita sensación de alegría que le produjo ver a Rick vivo, pero aparentemente cojo.
Era Damian el que yacía en el suelo con la desgracia cernida sobre su sino, su mejor amigo y confidente. Aniol buscó a gatas en el suelo mientras sollozaba y jadeaba culpabilidad. Nunca tuvo que traicionar su confianza. Nunca debió verter el líquido espeso y amargo de la cobardía sobre la cabeza del circense.
—Por favor... perdóname... perdóname perdóname nofuistetúfuiyoperdónamedamianporfavor fuiyo... —los dedos regordetes del pequeño escarbaron cada roca. Quería gritar, quería volver a casa. Quería ser él quien portara un brazo roto—. Perdóname perdóname... Damian... perdóname... perdón —cada mención a Rambo era una sacudida cruel a todo lo bonito que habían pasado juntos. Cada juego y mofa se instauraban en su mente cual recordatorio de lo que estaba a punto de precipitarse al vacío en el filo de la navaja.
Al final encontró un fragmento partido de una lanza casi en el borde del abismo que los separaba del otro grupo. Acortó distancias despellejándose las rodillas y sin atreverse a levantarse todavía. Fue entonces cuando comprendió lo cerca que habían estado de una muerte segura, si es que la muerte no se había asegurado ya de encarcelarles en una gruta por la que era imposible escapar.
Reconoció a Nohlem más allá de los seis metros de inexistente suelo firme. También a Airi y a Connor, incluso a Räg que era el que menos se mostraba como sí mismo. Lo que no le resultó familiar en cambio fue la voz que llegó desde las alturas.
Alzó el rostro tratando de divisar más allá de la penumbra y el polvo mientras temblaba como un flan olvidado encima de una lavadora. Por primera vez no percibió el gris de los adultos tratando de entrar en su burbuja de ensueño. No. No tenía nada que ver. Se trataba de una gama oscura y pérfida, un aguijón de alquitrán cuyo único propósito era destruir los cimientos de todo lo que habían construido juntos.
Aniol quedó congelado justo después de dirigir una mirada aterrada hacia el neoyorquino, a quien tenía más cerca. Pero no se engañaba aún en su confusión. Debajo del miedo latía algo nuevo y desconocido hasta ahora que contrastaba con los gritos de Damian que tanto hacían pitar sus oídos. Era la llamita de antes, que buscaba combustionar. Necesitaba salir y rasgarse el pecho para que la bomba nuclear que se anidaba bajó su caja torácica se expandiera.
Y aún con todo no salió de lo inerte, por mucho que ese algo se fraguara a fuego lento.
Pero no estaba en un sueño ni sumido en pesadillas. Era el azote de la realidad lo que lo sacudía por los hombros, apremiando que despertara y se hiciera mayor más rápido de lo que ningún niño debería. Así que permaneció como una estatua, agarrándose el propio estómago para que este no le hiciera devolver la primera papilla, estirando los dedos para no entumecer sus manos, respirando con profundidad por la nariz en un falso intento de recuperar sus sentidos embotados.
Porque detrás de aquella voluntad por no rendirse que ni él mismo sabía de donde venía residía una pequeña llamita indómita. Casi ahogada por la tierra y la falta de oxígeno sí, pero constante y compasiva. Y es que lo cierto era que sus heridas no le dolían tanto como ver a Ethan en su estado. No podía tirar del retrete ni cambiar de canal como en otras ocasiones. Estaba atrapado en una mala historia y no podía permitir que las personas a las que había aprendido a querer como su familia perecieran sin más.
El niño se abandonó al tacto del chico cuando le apartó el cabello de la cara. Cerró los ojos durante unos segundos permitiendo que las lágrimas pintaran su rostro sucio hasta desembocar en unos labios temblorosos. Solo se trataba de un gesto de reconocimiento por parte del medio japonés pero lo recibió ladeando la cabeza e interpretándolo con dulzura. Por su parte le apretó la mano que tenía cogida mientras la sangre de ambos se mezclaba. Sabía que su angelito de la guarda mentía. No porque fuera alguien perceptivo o estuviera acostumbrado a su modo de ser. Simplemente había que ver la inmovilidad de su brazo, el ojo cerrado y los moratones por doquier.
La pregunta de Ethan llegó como un canto lanzado al río que no provoca ondas. ¿Qué si estaba bien? Respondió con un silencio poco premeditado, las palabras se atoraban en la garganta y la nariz ardía de tanto llorar. El churumbel giró un poco su postura con la intención de ocultar el corte tan feo en forma de media luna que recorría el lateral izquierdo de su abdomen. Escocía como si alguien le hubiera grapado la piel a traición y ahora tratara de levantarle los puntos con uñas afiladas, más no sería él quien señalara la obviedad de su camiseta empapada y hecha jirones. Fue el grito de Damian lo que terminó por levantar la costra de un tirón, provocando que el hielo derretido de sus ojos fluyera con la fuerza de una presa descontrolada.
La visión era horrible. No pudo evitar llevarse las manos a la boca de la impresión cuando contempló al italiano. Su brazo era una broma de mal gusto, le pareció que se veía exactamente igual que las manecillas estropeadas del reloj de pared de su abuela. El niño balbuceó con un remolino de ansiedad creciente y se dispuso a hacer lo que se le pedía con urgencia. Ni siquiera fue capaz de regodearse en la súbita sensación de alegría que le produjo ver a Rick vivo, pero aparentemente cojo.
Era Damian el que yacía en el suelo con la desgracia cernida sobre su sino, su mejor amigo y confidente. Aniol buscó a gatas en el suelo mientras sollozaba y jadeaba culpabilidad. Nunca tuvo que traicionar su confianza. Nunca debió verter el líquido espeso y amargo de la cobardía sobre la cabeza del circense.
—Por favor... perdóname... perdóname perdóname nofuistetúfuiyoperdónamedamianporfavor fuiyo... —los dedos regordetes del pequeño escarbaron cada roca. Quería gritar, quería volver a casa. Quería ser él quien portara un brazo roto—. Perdóname perdóname... Damian... perdóname... perdón —cada mención a Rambo era una sacudida cruel a todo lo bonito que habían pasado juntos. Cada juego y mofa se instauraban en su mente cual recordatorio de lo que estaba a punto de precipitarse al vacío en el filo de la navaja.
Al final encontró un fragmento partido de una lanza casi en el borde del abismo que los separaba del otro grupo. Acortó distancias despellejándose las rodillas y sin atreverse a levantarse todavía. Fue entonces cuando comprendió lo cerca que habían estado de una muerte segura, si es que la muerte no se había asegurado ya de encarcelarles en una gruta por la que era imposible escapar.
Reconoció a Nohlem más allá de los seis metros de inexistente suelo firme. También a Airi y a Connor, incluso a Räg que era el que menos se mostraba como sí mismo. Lo que no le resultó familiar en cambio fue la voz que llegó desde las alturas.
Alzó el rostro tratando de divisar más allá de la penumbra y el polvo mientras temblaba como un flan olvidado encima de una lavadora. Por primera vez no percibió el gris de los adultos tratando de entrar en su burbuja de ensueño. No. No tenía nada que ver. Se trataba de una gama oscura y pérfida, un aguijón de alquitrán cuyo único propósito era destruir los cimientos de todo lo que habían construido juntos.
Aniol quedó congelado justo después de dirigir una mirada aterrada hacia el neoyorquino, a quien tenía más cerca. Pero no se engañaba aún en su confusión. Debajo del miedo latía algo nuevo y desconocido hasta ahora que contrastaba con los gritos de Damian que tanto hacían pitar sus oídos. Era la llamita de antes, que buscaba combustionar. Necesitaba salir y rasgarse el pecho para que la bomba nuclear que se anidaba bajó su caja torácica se expandiera.
Y aún con todo no salió de lo inerte, por mucho que ese algo se fraguara a fuego lento.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
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