Irraria
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Rocavarancolia Rol
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Irraria
23/07/13, 04:38 pm
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Irraria
Portal situado en un bosque en el ecuador del continente, cercano a la ciudad de Ío.
Portal situado en un bosque en el ecuador del continente, cercano a la ciudad de Ío.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tiene
Re: Irraria
08/09/16, 04:42 am
Keiria escuchó en silencio como Kin le relataba a su viejo amigo la convivencia en el torreón Maciel durante la cosecha, suavizando bastante la experiencia y ahorrándose los detalles mas descriptivos acerca de sus compañeros. La ibolense entendía porque hacía aquello, sin embargo, y no creía que fuese exclusivamente porque las leyes del Consejo acerca de las maneras de proceder en los mundos vinculados fueran tan estrictas: de haber podido contarle a su padre toda la historia sin adornos ella misma habría evitado preocuparle por elección propia.
—Lo mismo digo de tu viejo amigo, Ippon, ahí donde le ves es todo un tipo duro y siempre se puede confiar en él. —le dijo al biomecánico con una sonrisa, capeando con sutileza el bochorno que sentía el raigaurum por tener que decir todo aquello con ella delante.
La conversación que siguió era, quizás, demasiado personal para sus oídos, por lo que se puso a curiosear con disimulo los productos que había desperdigados por la trastienda. No podía evitar escuchar, sin embargo, y enterarse de tantas cosas acerca de su amigo era un poco injusto. Era cierto que ella les había contado casi todo acerca de su vida, pues no había mucho que decir, pero le parecía un intercambio de información un tanto descompensado. Cuando las palabras de los dos muchachos adquirieron un tono más serio volvió a prestar atención a su diálogo, apoyándose en una mesa de trabajo mientras sus colas invisibles se agitaban inquietas a su espalda.
—Lo mismo digo de tu viejo amigo, Ippon, ahí donde le ves es todo un tipo duro y siempre se puede confiar en él. —le dijo al biomecánico con una sonrisa, capeando con sutileza el bochorno que sentía el raigaurum por tener que decir todo aquello con ella delante.
La conversación que siguió era, quizás, demasiado personal para sus oídos, por lo que se puso a curiosear con disimulo los productos que había desperdigados por la trastienda. No podía evitar escuchar, sin embargo, y enterarse de tantas cosas acerca de su amigo era un poco injusto. Era cierto que ella les había contado casi todo acerca de su vida, pues no había mucho que decir, pero le parecía un intercambio de información un tanto descompensado. Cuando las palabras de los dos muchachos adquirieron un tono más serio volvió a prestar atención a su diálogo, apoyándose en una mesa de trabajo mientras sus colas invisibles se agitaban inquietas a su espalda.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Irraria
08/09/16, 11:12 pm
Precisamente por el cariz que estaba tomando la conversación, Kin lamentaba que Keiria hubiese tenido que acompañarlo. A ella nada de aquello le resultaba familiar, y seguramente preferiría hacer turismo por la ciudad. Sin embargo, ahora que había salido a colación la causa del biomecánico, no pudo no hacerle preguntas.
—A propósito, sobre eso… Ya que no has podido ponerme al día, ¿hay novedades? —Se dio cuenta de que su amigo miraba de reojo a la kitsune y añadió—: Ippon, es rocavarancolesa, esto no le va ni le viene, y es totalmente de fiar.
—Lo siento, no es que dudase de ti —le dijo Ippon a la chica—, es que se me hace raro hablar de esto delante de alguien que no conozco. Pues… —Ahora volvía a dirigirse a Kin—. Yo tampoco debería contarte demasiado, pero estoy metido hasta las trancas, incluso he conocido a algún pez gordo, pero lo más destacable pasó hace nada, en la fiesta de la cosecha. Si entras en la red aún debe estar todo lleno de vídeos pululando. —Ippon empezó a toquetear su ordenador, buscando a lo que se refería, y puso un vídeo en el que se veía, un tanto borroso, a la que parecía la cosechadora nueva, la que vivía en Serpentaria, junto a un chico irrense. Lo único que se escuchaba eran las voces de los que les observaban—. ¿Le has visto o le conoces? —Kin negó con la cabeza, acababa de ser la cosecha y no le había prestado atención a los nuevos. En cambio miró a Keiria porque tal vez ella sí sabría algo, y la dejaron explicarse—. Pues la cosa es que era uno de los malditos mejores hackers. Remilo. Lo llegué a conocer personalmente. Ni siquiera tiene identidad y le echaba valor para moverse así por el mundo. Va a ser un golpe su falta.
—Joder, qué puntería. Aunque es irónico, pasar de ser el más buscado a un niño bonito intocable… Debe estar descojonándose donde quiera que esté ahora mismo.
—Mira quién habló.
—Ni punto de comparación.
—Oh, pero sí eres un niño bonito, ¿qué dices de eso, Cío? —preguntó burlón.
—Es la parte más odiosa de venir aquí. Junto con… eso. Ippon, sé que es un poco repentino, ¿pero podrías dejar de llamarme por ese nombre? Aprovechando que he empezado una vida nueva también tengo un nombre nuevo. Ahora me llaman Kin.
Ippon no respondió de inmediato, pero no le costó entender los motivos que tenía su amigo para haber hecho aquello. Siempre había odiado su nombre, el cambio de aires se lo había puesto en bandeja.
—Se me hace raro, pero lo recordaré. —Le sonrió, aunque se estaba preguntando qué opinarían en la casa de su amigo al respecto. Al pensar en eso no pudo evitar preguntar lo que se le vino a la cabeza—. A todo esto, ¿qué te ha traído hasta aquí? ¿Vas a ir a Loberrno?
—Sí, quiero recoger mis cosas. Pero no vine solo por eso, debía algunas visitas.
—¿Y vas a tardar otra eternidad en volver a recordarnos que sigues vivo?
—No lo sé… Intentaré escribir cuando me pase por aquí, al menos. Lo siento. —Sabía que pedir disculpas servía de poco. Él era el primero que quería pasar más tiempo con la gente que extrañaba, pero las cosas no eran tan sencillas.
Ippon resopló.
—Supongo que vivir con los dioses es demasiado ajetreado.
Kin se contuvo de milagro para no bromear con el asunto.
—Hay otra cosa que necesito, y me hace falta tu ayuda. Necesito… —se calló, demasiado concentrado hurgando en su ordenador a espaldas de Keiria, hasta que encontró lo que buscaba— uno de estos.
Le había mandado un mensaje a Ippon donde pedía que no lo leyese en voz alta y adjuntaba las especificaciones de un producto. Ippon pareció un poco sorprendido, pero se dirigió enseguida a la puerta del almacén. Kin lo siguió, quedándose en medio y bloqueando el paso.
—Lo registras a mi nombre, como secundario, ¿vale?
—Eso sí que es fe.
—Donde no hay red tampoco hace falta mucha fe.
—También es verdad.
El biomecánico salió al cabo de un minuto con un brazalete granate mate en la mano y le pidió a Kin que lo enfrentase a su propio ordenador un segundo. Pulsó la pantalla unas cuantas veces más y se lo tendió a Keiria.
—Todo tuyo. Espero que tengas tiempo de descargar bastantes cosas o no te servirá de mucho en Rocavarancolia.
Kin sonreía de oreja a oreja, esperando que a la kitsune le gustase la sorpresa. Ya debía saber que el raigaurum no aceptaría sus negativas a una compensación por ayudarle en aquella incursión.
—A propósito, sobre eso… Ya que no has podido ponerme al día, ¿hay novedades? —Se dio cuenta de que su amigo miraba de reojo a la kitsune y añadió—: Ippon, es rocavarancolesa, esto no le va ni le viene, y es totalmente de fiar.
—Lo siento, no es que dudase de ti —le dijo Ippon a la chica—, es que se me hace raro hablar de esto delante de alguien que no conozco. Pues… —Ahora volvía a dirigirse a Kin—. Yo tampoco debería contarte demasiado, pero estoy metido hasta las trancas, incluso he conocido a algún pez gordo, pero lo más destacable pasó hace nada, en la fiesta de la cosecha. Si entras en la red aún debe estar todo lleno de vídeos pululando. —Ippon empezó a toquetear su ordenador, buscando a lo que se refería, y puso un vídeo en el que se veía, un tanto borroso, a la que parecía la cosechadora nueva, la que vivía en Serpentaria, junto a un chico irrense. Lo único que se escuchaba eran las voces de los que les observaban—. ¿Le has visto o le conoces? —Kin negó con la cabeza, acababa de ser la cosecha y no le había prestado atención a los nuevos. En cambio miró a Keiria porque tal vez ella sí sabría algo, y la dejaron explicarse—. Pues la cosa es que era uno de los malditos mejores hackers. Remilo. Lo llegué a conocer personalmente. Ni siquiera tiene identidad y le echaba valor para moverse así por el mundo. Va a ser un golpe su falta.
—Joder, qué puntería. Aunque es irónico, pasar de ser el más buscado a un niño bonito intocable… Debe estar descojonándose donde quiera que esté ahora mismo.
—Mira quién habló.
—Ni punto de comparación.
—Oh, pero sí eres un niño bonito, ¿qué dices de eso, Cío? —preguntó burlón.
—Es la parte más odiosa de venir aquí. Junto con… eso. Ippon, sé que es un poco repentino, ¿pero podrías dejar de llamarme por ese nombre? Aprovechando que he empezado una vida nueva también tengo un nombre nuevo. Ahora me llaman Kin.
Ippon no respondió de inmediato, pero no le costó entender los motivos que tenía su amigo para haber hecho aquello. Siempre había odiado su nombre, el cambio de aires se lo había puesto en bandeja.
—Se me hace raro, pero lo recordaré. —Le sonrió, aunque se estaba preguntando qué opinarían en la casa de su amigo al respecto. Al pensar en eso no pudo evitar preguntar lo que se le vino a la cabeza—. A todo esto, ¿qué te ha traído hasta aquí? ¿Vas a ir a Loberrno?
—Sí, quiero recoger mis cosas. Pero no vine solo por eso, debía algunas visitas.
—¿Y vas a tardar otra eternidad en volver a recordarnos que sigues vivo?
—No lo sé… Intentaré escribir cuando me pase por aquí, al menos. Lo siento. —Sabía que pedir disculpas servía de poco. Él era el primero que quería pasar más tiempo con la gente que extrañaba, pero las cosas no eran tan sencillas.
Ippon resopló.
—Supongo que vivir con los dioses es demasiado ajetreado.
Kin se contuvo de milagro para no bromear con el asunto.
—Hay otra cosa que necesito, y me hace falta tu ayuda. Necesito… —se calló, demasiado concentrado hurgando en su ordenador a espaldas de Keiria, hasta que encontró lo que buscaba— uno de estos.
Le había mandado un mensaje a Ippon donde pedía que no lo leyese en voz alta y adjuntaba las especificaciones de un producto. Ippon pareció un poco sorprendido, pero se dirigió enseguida a la puerta del almacén. Kin lo siguió, quedándose en medio y bloqueando el paso.
—Lo registras a mi nombre, como secundario, ¿vale?
—Eso sí que es fe.
—Donde no hay red tampoco hace falta mucha fe.
—También es verdad.
El biomecánico salió al cabo de un minuto con un brazalete granate mate en la mano y le pidió a Kin que lo enfrentase a su propio ordenador un segundo. Pulsó la pantalla unas cuantas veces más y se lo tendió a Keiria.
—Todo tuyo. Espero que tengas tiempo de descargar bastantes cosas o no te servirá de mucho en Rocavarancolia.
Kin sonreía de oreja a oreja, esperando que a la kitsune le gustase la sorpresa. Ya debía saber que el raigaurum no aceptaría sus negativas a una compensación por ayudarle en aquella incursión.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tiene
Re: Irraria
09/09/16, 05:12 am
A Keiria le hizo gracia que Ippon la mirara de reojo, demostrando que le daba reparo hablar de aquellos temas con una desconocida presente. Kin le convenció de que no había ningún problema.
—No te preocupes por mí, en serio, como a dicho él yo soy rocavarancolesa y no voy a intervenir de ningún modo —rió—. Además, yo estoy de acuerdo con todo lo que vaya contra el sistema convencional. —aclaró con convicción, esbozando una sonrisa traviesa mientras tanto.
Lo que dijo a continuación llamó bastante su atención y se acercó a echarle un vistazo al vídeo, entrecerrando los ojos e intentando reconocer los rasgos del muchacho cosechado.
—Pues a mi creo que me suena... ¿Un chaval moreno? ¿Bastante alto para ser irrense? —inquirió con curiosidad—. Recuerdo haber visto a Yttria el día de la cosecha, en la explanada de los portales, y fijo que iba en su grupo... —comentó sin dar demasiados detalles. Aquel día había sido bastante ajetreado.
A continuación vino la noticia del cambio de nombre del raigaurum, decisión que en principio pareció extrañar a su viejo amigo pero que terminó aceptando asegurando que lo recordaría. Ippon, además, se interesó por el motivo de su visita y le preguntó si pensaba ir a Loberrno. Una vez más a la ulterana le acusó la sensación de que sobraba, pero antes de poder retirarse notó el cambio de actitud de los dos chicos.
—¿Qué estáis tramando? —inquirió la kitsune con expresión de curiosidad. Le respuesta no tardó en llegarle y, durante unos instantes, la ibolense se quedó pillada.
El biomecánico le estaba tendiendo un precioso brazalete de color rojo, un ordenador personal similar al que tenía el pequeño Ippon cuando llegó a Rocavarancolia. La kitsune, con sumo cuidado, recogió la pulsera y la deslizó en su muñeca izquierda, temiendo que desapareciera en cualquier momento.
—¿De verdad que es para mi? —preguntó dubitativa, soltando un grito de emoción a continuación y lanzándose al cuello de Kin con expresión risueña—. ¡Muchísimas gracias! —exclamó emocionada, haciéndole cosquillas con el movimiento nervioso de sus orejas antes de soltarle y prácticamente empezar a saltar por toda la habitación sin parar de reír. Sabía que el demonio no aceptaría una negativa por su parte, pero siendo sincera tampoco quería rechazar aquel regalo. Era demasiado genial.
—No te preocupes por mí, en serio, como a dicho él yo soy rocavarancolesa y no voy a intervenir de ningún modo —rió—. Además, yo estoy de acuerdo con todo lo que vaya contra el sistema convencional. —aclaró con convicción, esbozando una sonrisa traviesa mientras tanto.
Lo que dijo a continuación llamó bastante su atención y se acercó a echarle un vistazo al vídeo, entrecerrando los ojos e intentando reconocer los rasgos del muchacho cosechado.
—Pues a mi creo que me suena... ¿Un chaval moreno? ¿Bastante alto para ser irrense? —inquirió con curiosidad—. Recuerdo haber visto a Yttria el día de la cosecha, en la explanada de los portales, y fijo que iba en su grupo... —comentó sin dar demasiados detalles. Aquel día había sido bastante ajetreado.
A continuación vino la noticia del cambio de nombre del raigaurum, decisión que en principio pareció extrañar a su viejo amigo pero que terminó aceptando asegurando que lo recordaría. Ippon, además, se interesó por el motivo de su visita y le preguntó si pensaba ir a Loberrno. Una vez más a la ulterana le acusó la sensación de que sobraba, pero antes de poder retirarse notó el cambio de actitud de los dos chicos.
—¿Qué estáis tramando? —inquirió la kitsune con expresión de curiosidad. Le respuesta no tardó en llegarle y, durante unos instantes, la ibolense se quedó pillada.
El biomecánico le estaba tendiendo un precioso brazalete de color rojo, un ordenador personal similar al que tenía el pequeño Ippon cuando llegó a Rocavarancolia. La kitsune, con sumo cuidado, recogió la pulsera y la deslizó en su muñeca izquierda, temiendo que desapareciera en cualquier momento.
—¿De verdad que es para mi? —preguntó dubitativa, soltando un grito de emoción a continuación y lanzándose al cuello de Kin con expresión risueña—. ¡Muchísimas gracias! —exclamó emocionada, haciéndole cosquillas con el movimiento nervioso de sus orejas antes de soltarle y prácticamente empezar a saltar por toda la habitación sin parar de reír. Sabía que el demonio no aceptaría una negativa por su parte, pero siendo sincera tampoco quería rechazar aquel regalo. Era demasiado genial.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Irraria
12/09/16, 07:19 pm
A Kin le hizo gracia la forma en que se alegró la ulterana. Le alegraba y aliviaba enormemente haber acertado con el regalo, y esperaba que, con todos los programas y archivos que podrían descargar, pudiera darle un buen uso en Rocavarancolia. Además, podría acceder a la red local que empleaban de vez en cuando Archi y él, aunque para eso último necesitaría conseguirle primero un amuleto con el idioma para ella sola. Cuando se le echó encima se preguntó si le extrañarían a Ippon de las costumbres casuales que tenía la gente de otros mundos vinculados, a las que él ya se había acostumbrado.
—¡De nada! —le dijo—. Espero que puedas sacarle mucha utilidad.
Pasaron un buen rato configurando y explicando a la ulterana cómo usar su nuevo terminal, aunque costaba que se centrase en una sola cosa por lo hiperactiva que estaba. Entre tanto las conversaciones casuales se sucedían y continuaron una vez hubieron subido al apartamento donde vivía Ippon, que no les había permitido alojarse en ningún otro sitio. Aunque estaban algo apretados y les iba a tocar dormir en sofá, Kin lo prefería, porque no iba a tener muchas ocasiones para estar como en los viejos tiempos. Se acomodó como si aquella fuera su propia casa, y entre anécdotas nuevas y nostálgicas terminó por contarle a Ippon cómo se estrujó el cerebro para sacar su nuevo nombre, le explicó que había dejado de necesitar el marcapasos gracias a la magia, le mostró algún hechizo más, e incluso intentó, sin espacio, hacerle una demostración de cómo se atacaba con el guan dao empleando el barral de una cortina. En alguna ocasión llegó a dolerle el pecho de tanto reír, pero entonces se preguntaba si Keiria se estaría aburriendo por culpa de desconocer más de la mitad de las cosas sobre las que hablaban. Por suerte no solo él se preocupaba de incluirla en las conversaciones, sino también Ippon, que había empezado a superar los reparos iniciales.
Pidieron comida a domicilio y comieron en los mismos sofás y mesita que salían en las fotos que tantas veces había observado Kin en Rocavarancolia cuando se sentía nostálgico. Por primera vez fue él quien sugirió al biomecánico que sacase su cámara externa para hacerse una foto, e Ippon se burló con ganas al verle tomar por primera vez la iniciativa. Por eso en las primeras fotos salieron haciendo el tonto, fingiendo pelear, pero se aprovecharon todas y se envió una copia a cada ordenador. Por culpa de volver a coger el nuevo brazalete de Keiria, lo siguiente que hicieron fue discutir efusivamente sobre qué libros, películas, minijuegos o cómics debía descargar primero la ulterana.
Estuvieron hablando hasta más tarde de lo que deberían, teniendo en cuenta que planeaban coger un tren que salía bastante temprano, pero decidieron que un día era un día. Kin se despertó reventado, en buena parte por la incomodidad del sofá, e Ippon también tenía unas ojeras considerables con las que tendría que aguantar toda la jornada de trabajo, aunque no parecía arrepentido.
El desayuno fue copioso, cortesía del anfitrión, pero el ambiente ahora era tranquilo, incluso un poco melancólico, anticipando la despedida. Ippon tenía que abrir su taller y no podría acompañarlos hasta la estación de tren.
—Oye, sigue escribiéndome mientras estés por aquí. ¿Cuánto vas a estar?
—Poco más, pero descuida. Te avisaré también antes de irme.
—Perfecto. Parece que ya lo he domado —añadió para Keiria con una sonrisa de suficiencia. Kin lo miró entrecerrando los ojos.
Estaban frente a la puerta del apartamento, y antes de salir ambos rocavarancoleses recuperaron su camuflaje para la calle. Mientras tomaban el ascensor, Ippon reía y les contaba que, al verles por primera vez, había pensado que eran un par de clientes bordes y ya disponía de tres planes diferentes en mente para deshacerse de ellos. Una vez alcanzaron la calle, debían tomar direcciones opuestas. Kin resopló y le dio una palmada al otro irrense en la espalda.
—Nos vemos. No sé cuándo, pero al menos puedo prometerte eso.
Los dos amigos sonreían, e Ippon miró a Kin y Keiria alternativamente.
—Cuidaos. Y buen viaje.
Cuando se separaron, empezó a asimilar por fin que lo siguiente era volver a casa. Aunque no lo admitiera en voz alta, probablemente se notaba que estaba preocupado. Como prueba de ello, no pasó mucho tiempo hasta que recibió un mensaje de Ippon: “Oye, y ánimo con lo que toca ahora”.
El otro irrense sabía perfectamente que el verdadero problema era Mirorrel, y solo él. El raigaurum no quería saber la opinión de su padre, ni descubrir cómo le miraba ahora. Su animadversión hacia él se había atenuado considerablemente después de dos años sin tener que verse las caras, pero quizá ese era el mismo motivo por el que era tan reticente a volver a poner un pie en su casa. Ni siquiera les había avisado todavía de que estaba en Irraria.
Cuando se acomodaron en el tren que los llevaría a Loberrno, los nervios empujaron a Kin a sincerarse.
—Estoy acojonado. Es ridículo, pero es verdad. Me estoy planteando incluso coger mis cosas sin que me vean y largarme.
Al escucharlo de su propia boca le pareció patético. «¿Qué soy, un crío?».
—¡De nada! —le dijo—. Espero que puedas sacarle mucha utilidad.
Pasaron un buen rato configurando y explicando a la ulterana cómo usar su nuevo terminal, aunque costaba que se centrase en una sola cosa por lo hiperactiva que estaba. Entre tanto las conversaciones casuales se sucedían y continuaron una vez hubieron subido al apartamento donde vivía Ippon, que no les había permitido alojarse en ningún otro sitio. Aunque estaban algo apretados y les iba a tocar dormir en sofá, Kin lo prefería, porque no iba a tener muchas ocasiones para estar como en los viejos tiempos. Se acomodó como si aquella fuera su propia casa, y entre anécdotas nuevas y nostálgicas terminó por contarle a Ippon cómo se estrujó el cerebro para sacar su nuevo nombre, le explicó que había dejado de necesitar el marcapasos gracias a la magia, le mostró algún hechizo más, e incluso intentó, sin espacio, hacerle una demostración de cómo se atacaba con el guan dao empleando el barral de una cortina. En alguna ocasión llegó a dolerle el pecho de tanto reír, pero entonces se preguntaba si Keiria se estaría aburriendo por culpa de desconocer más de la mitad de las cosas sobre las que hablaban. Por suerte no solo él se preocupaba de incluirla en las conversaciones, sino también Ippon, que había empezado a superar los reparos iniciales.
Pidieron comida a domicilio y comieron en los mismos sofás y mesita que salían en las fotos que tantas veces había observado Kin en Rocavarancolia cuando se sentía nostálgico. Por primera vez fue él quien sugirió al biomecánico que sacase su cámara externa para hacerse una foto, e Ippon se burló con ganas al verle tomar por primera vez la iniciativa. Por eso en las primeras fotos salieron haciendo el tonto, fingiendo pelear, pero se aprovecharon todas y se envió una copia a cada ordenador. Por culpa de volver a coger el nuevo brazalete de Keiria, lo siguiente que hicieron fue discutir efusivamente sobre qué libros, películas, minijuegos o cómics debía descargar primero la ulterana.
Estuvieron hablando hasta más tarde de lo que deberían, teniendo en cuenta que planeaban coger un tren que salía bastante temprano, pero decidieron que un día era un día. Kin se despertó reventado, en buena parte por la incomodidad del sofá, e Ippon también tenía unas ojeras considerables con las que tendría que aguantar toda la jornada de trabajo, aunque no parecía arrepentido.
El desayuno fue copioso, cortesía del anfitrión, pero el ambiente ahora era tranquilo, incluso un poco melancólico, anticipando la despedida. Ippon tenía que abrir su taller y no podría acompañarlos hasta la estación de tren.
—Oye, sigue escribiéndome mientras estés por aquí. ¿Cuánto vas a estar?
—Poco más, pero descuida. Te avisaré también antes de irme.
—Perfecto. Parece que ya lo he domado —añadió para Keiria con una sonrisa de suficiencia. Kin lo miró entrecerrando los ojos.
Estaban frente a la puerta del apartamento, y antes de salir ambos rocavarancoleses recuperaron su camuflaje para la calle. Mientras tomaban el ascensor, Ippon reía y les contaba que, al verles por primera vez, había pensado que eran un par de clientes bordes y ya disponía de tres planes diferentes en mente para deshacerse de ellos. Una vez alcanzaron la calle, debían tomar direcciones opuestas. Kin resopló y le dio una palmada al otro irrense en la espalda.
—Nos vemos. No sé cuándo, pero al menos puedo prometerte eso.
Los dos amigos sonreían, e Ippon miró a Kin y Keiria alternativamente.
—Cuidaos. Y buen viaje.
Cuando se separaron, empezó a asimilar por fin que lo siguiente era volver a casa. Aunque no lo admitiera en voz alta, probablemente se notaba que estaba preocupado. Como prueba de ello, no pasó mucho tiempo hasta que recibió un mensaje de Ippon: “Oye, y ánimo con lo que toca ahora”.
El otro irrense sabía perfectamente que el verdadero problema era Mirorrel, y solo él. El raigaurum no quería saber la opinión de su padre, ni descubrir cómo le miraba ahora. Su animadversión hacia él se había atenuado considerablemente después de dos años sin tener que verse las caras, pero quizá ese era el mismo motivo por el que era tan reticente a volver a poner un pie en su casa. Ni siquiera les había avisado todavía de que estaba en Irraria.
Cuando se acomodaron en el tren que los llevaría a Loberrno, los nervios empujaron a Kin a sincerarse.
—Estoy acojonado. Es ridículo, pero es verdad. Me estoy planteando incluso coger mis cosas sin que me vean y largarme.
Al escucharlo de su propia boca le pareció patético. «¿Qué soy, un crío?».
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tiene
Re: Irraria
07/03/17, 10:41 pm
Keiria estaba tan emocionada con el regalo de Kin que prácticamente rebotaba en el sitio, toqueteando su ordenador nuevo con el mismo peligroso entusiasmo con el que un crío manipula un juguete demasiado reluciente. No sabía por donde empezar a investigar y saltaba de una aplicación a otra sin ton ni son, navegando al mismo tiempo en la famosa red irrense con la sutileza de un cachalote hiperactivo.
—Esto es genial enserio. ¿Has visto esto? ¿Y esto? Mira, aquí puedes opinar sobre videojuegos. ¡Este tío es un manta! Y lo digo yo que no tengo ni idea del tema. ¿Se pueden valorar los comentarios? Joder, pero si tiene muchos votos positivos... ¿qué clase de capullos entran en este sitio? ¡Hostia! ¿También tenéis foros de rol literario? Que gracia, se podría ambientar uno en Ro... bueno, da igual —largaba como una metralleta, hilando frases sin ton ni son y sin dejar que los dos irrenses metieran baza. Cuando se tranquilizó un poco volvió a agradecerle el obsequio a su amigo, con una sonrisa tan grande que dolía la boca solo de verla—. Muchisimas gracias, Kin, de verdad. No voy a cansarme de agradecertelo. ¡Y fijo que le saco partido, no te preocupes! ¿Tu has visto lo que se puede hacer con esto... ?
Entre los dos irrenses se esforzaron en instruir a la ulterana en los misterios del mundo digital y en configurar su terminal, trasladando la reunión al piso de Ippon cuando se empezó a hacer tarde. El amigo del raigaurum había insistido en que se quedaran a dormir en su casa, ofrecimiento al que la kitsune no le veía pegas, y aunque tendrían que dormir en el sofá parecía mucho mas cómodos que otros sitios en los que habían dormido. Una vez superada la paranoia de que sobraba en el encuentro entre aquellos dos viejos amigos la pelirroja se soltó más, participando en las conversaciones con diligencia y opinando sobre todos los temas desde su modesto punto de vista, pues su ignorancia sobre Irraria era bastante evidente. Aprendía rápido, sin embargo, y poco a poco iba absorbiendo más y más conocimientos que asimilaba para consolidar su propia visión acerca de aquel mundo tan ajeno al suyo natal.
Cuando llegó la hora de cenar pidieron comida a domicilio, un concepto algo extraño para la ibolense porque en su casa siempre había habido cocineros, pero le encantó lo útil del sistema y lamentó no tener algo parecido en Rocavarancolia. Luego, por sugerencia Kin, Ippon sacó una cámara externa y empezaron a hacerse fotos. La kitsune puso caras raras en la mayoría, sacando la lengua o bizqueando mientras flotaba boca abajo, pero también posó correctamente para alguna de las instantáneas, y cuando recibió sus copias en el terminal se dedicó a repasarlas entre risas. También se dejo aconsejar sobre que libros, música, películas, cómics y minijuegos debía descargar primero, tarea en la que se le fue gran parte de la noche. Tenían que madrugar para coger el tren, pero como hacía mucho tiempo que los dos amigos no se veían decidieron trasnochar para compensar.
Keiria despertó bastante despejada a pesar de todo, pero guardó silencio durante el desayuno, captando sin dificultad el ambiente tristón debido a la inminente despedida. Cuando llegó la hora la pelirroja le dio las gracias a Ippon por todo y les dejó espacio a él y a Kin para que que se despidieran a gusto, asegurándole que había sido un placer conocerle. No se entretuvieron demasiado, sin embargo, y con un último gesto de la mano hacia el biomecánico los dos rocavarancoleses se pusieron en marcha hacia la estación. La kitsune, de naturaleza curiosa, caminaba distraída observándolo todo, ajena al conflicto interno del raigaurum hasta que este se dirigió hacia ella.
—¿No quieres ver a tu padre? —inquirió tras unos segundos de incertidumbre, no muy segura de que el irrense quisiera hablar del tema—. Entiendo que puede ser difícil, pero si no lo haces tal vez te arrepientas más tarde... —señaló con cuidado. Podría haber añadido que al menos en Irraria tenían la capacidad de hacer aquella elección porque no les borraban los recuerdos de tu existencia a tus seres queridos y conocidos, pero no creía que aquel fuese el punto.
—Esto es genial enserio. ¿Has visto esto? ¿Y esto? Mira, aquí puedes opinar sobre videojuegos. ¡Este tío es un manta! Y lo digo yo que no tengo ni idea del tema. ¿Se pueden valorar los comentarios? Joder, pero si tiene muchos votos positivos... ¿qué clase de capullos entran en este sitio? ¡Hostia! ¿También tenéis foros de rol literario? Que gracia, se podría ambientar uno en Ro... bueno, da igual —largaba como una metralleta, hilando frases sin ton ni son y sin dejar que los dos irrenses metieran baza. Cuando se tranquilizó un poco volvió a agradecerle el obsequio a su amigo, con una sonrisa tan grande que dolía la boca solo de verla—. Muchisimas gracias, Kin, de verdad. No voy a cansarme de agradecertelo. ¡Y fijo que le saco partido, no te preocupes! ¿Tu has visto lo que se puede hacer con esto... ?
Entre los dos irrenses se esforzaron en instruir a la ulterana en los misterios del mundo digital y en configurar su terminal, trasladando la reunión al piso de Ippon cuando se empezó a hacer tarde. El amigo del raigaurum había insistido en que se quedaran a dormir en su casa, ofrecimiento al que la kitsune no le veía pegas, y aunque tendrían que dormir en el sofá parecía mucho mas cómodos que otros sitios en los que habían dormido. Una vez superada la paranoia de que sobraba en el encuentro entre aquellos dos viejos amigos la pelirroja se soltó más, participando en las conversaciones con diligencia y opinando sobre todos los temas desde su modesto punto de vista, pues su ignorancia sobre Irraria era bastante evidente. Aprendía rápido, sin embargo, y poco a poco iba absorbiendo más y más conocimientos que asimilaba para consolidar su propia visión acerca de aquel mundo tan ajeno al suyo natal.
Cuando llegó la hora de cenar pidieron comida a domicilio, un concepto algo extraño para la ibolense porque en su casa siempre había habido cocineros, pero le encantó lo útil del sistema y lamentó no tener algo parecido en Rocavarancolia. Luego, por sugerencia Kin, Ippon sacó una cámara externa y empezaron a hacerse fotos. La kitsune puso caras raras en la mayoría, sacando la lengua o bizqueando mientras flotaba boca abajo, pero también posó correctamente para alguna de las instantáneas, y cuando recibió sus copias en el terminal se dedicó a repasarlas entre risas. También se dejo aconsejar sobre que libros, música, películas, cómics y minijuegos debía descargar primero, tarea en la que se le fue gran parte de la noche. Tenían que madrugar para coger el tren, pero como hacía mucho tiempo que los dos amigos no se veían decidieron trasnochar para compensar.
Keiria despertó bastante despejada a pesar de todo, pero guardó silencio durante el desayuno, captando sin dificultad el ambiente tristón debido a la inminente despedida. Cuando llegó la hora la pelirroja le dio las gracias a Ippon por todo y les dejó espacio a él y a Kin para que que se despidieran a gusto, asegurándole que había sido un placer conocerle. No se entretuvieron demasiado, sin embargo, y con un último gesto de la mano hacia el biomecánico los dos rocavarancoleses se pusieron en marcha hacia la estación. La kitsune, de naturaleza curiosa, caminaba distraída observándolo todo, ajena al conflicto interno del raigaurum hasta que este se dirigió hacia ella.
—¿No quieres ver a tu padre? —inquirió tras unos segundos de incertidumbre, no muy segura de que el irrense quisiera hablar del tema—. Entiendo que puede ser difícil, pero si no lo haces tal vez te arrepientas más tarde... —señaló con cuidado. Podría haber añadido que al menos en Irraria tenían la capacidad de hacer aquella elección porque no les borraban los recuerdos de tu existencia a tus seres queridos y conocidos, pero no creía que aquel fuese el punto.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Irraria
08/03/17, 12:52 am
Kin se preguntaba si Keiria había olvidado lo que le había contado hacía tiempo, durante la cosecha, acerca de su padre. Una parte de él casi prefería que no lo recordase, pero lo normal era que sus amigos estuviesen al tanto, como mínimo, del incidente que lo alejó definitivamente de Mirorrel. Su brazo derecho era un recordatorio constante.
—No, no quiero verle. Pero quiero ver a Radilo y Arrí, y sí que me arrepentiré si no lo hago. No es solo por lo obvio… han pasado dos años, no sé si ha cambiado algo en dos años. O a lo mejor no quiero ver si ha cambiado algo. —El raigaurum pensaba en los mensajes que Mirorrel le había mandado, en las dudas que le ofrecía su interpretación. Si su padre estaba más dispuesto a aceptarlo ahora solo por ser rocavarancolés y no tener que verle todos los días, para Kin eso solo resultaba aún peor. Le había costado mucho ser consciente de que en realidad no entendía a su padre tan bien como creía, pero eso solo lo dejaba más desconcertado. Fuese cual fuese la verdad, no le apetecía descubrirla. Tampoco necesitaba a Mirorrel en su vida.
»No te preocupes, creo que ya se me han aclarado un poco las ideas —le dijo a Keiria—. Con compañía puedo sobrellevar mejor esto de ser gilipollas —bromeó—. No, en serio, no quiero saber cuánto me estaría comiendo el tarro ahora mismo si no tuviese con quién hablar.
—No, no quiero verle. Pero quiero ver a Radilo y Arrí, y sí que me arrepentiré si no lo hago. No es solo por lo obvio… han pasado dos años, no sé si ha cambiado algo en dos años. O a lo mejor no quiero ver si ha cambiado algo. —El raigaurum pensaba en los mensajes que Mirorrel le había mandado, en las dudas que le ofrecía su interpretación. Si su padre estaba más dispuesto a aceptarlo ahora solo por ser rocavarancolés y no tener que verle todos los días, para Kin eso solo resultaba aún peor. Le había costado mucho ser consciente de que en realidad no entendía a su padre tan bien como creía, pero eso solo lo dejaba más desconcertado. Fuese cual fuese la verdad, no le apetecía descubrirla. Tampoco necesitaba a Mirorrel en su vida.
»No te preocupes, creo que ya se me han aclarado un poco las ideas —le dijo a Keiria—. Con compañía puedo sobrellevar mejor esto de ser gilipollas —bromeó—. No, en serio, no quiero saber cuánto me estaría comiendo el tarro ahora mismo si no tuviese con quién hablar.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Irraria
08/06/17, 02:39 am
Como la ulterana bien había supuesto el problema de Kin era encontrarse con su padre. Keiria recordaba la conversación en la que el raigaurum le había contado como había perdido su brazo derecho y los problemas que había tenido con Mirorrel por ello. Comprendía los motivos de su amigo, pero no estaba segura de que evitarle para siempre fuera la solución.
—En dos años pueden pasar muchas cosas, Kin, pero tu decides. Yo te cubro pase lo que pase, ¿de acuerdo? —le dijo con una sonrisa, dándole un suave puñetazo en el hombro antes de embarcarse en el tren.
La kitsune creía que lo mejor para el demonio era enfrentarse de una vez por todas a su padre y zanjar el asunto, pero no conocía tantos detalles como para ofrecerle su opinión personal. Se limitaría a acompañarle e intervendría si el irrense necesitaba su ayuda, pero confiaba en que al final todo saliera bien.
—En dos años pueden pasar muchas cosas, Kin, pero tu decides. Yo te cubro pase lo que pase, ¿de acuerdo? —le dijo con una sonrisa, dándole un suave puñetazo en el hombro antes de embarcarse en el tren.
La kitsune creía que lo mejor para el demonio era enfrentarse de una vez por todas a su padre y zanjar el asunto, pero no conocía tantos detalles como para ofrecerle su opinión personal. Se limitaría a acompañarle e intervendría si el irrense necesitaba su ayuda, pero confiaba en que al final todo saliera bien.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Irraria
08/06/17, 04:12 pm
Kin le sonrió a su amiga, agradecido por los ánimos. La única forma de olvidarse un poco de su nerviosismo era charlando y distrayéndose, así que no tardó en proponerle a Keiria continuar bajando aplicaciones para su ordenador, y eso fue lo que hicieron durante el trayecto. El raigaurum le mostró lo más básico de utilizar la aplicación de dibujo que solía tener todo el mundo –la misma que había usado con el pequeño Ippon durante la cosecha–, entre otras, aunque no le dio tiempo a mucho, porque en ese caso el trayecto no era para nada largo. Todavía era por la mañana cuando el tren se detuvo en la anticuada y silenciosa estación de Loberrno.
En aquel pueblo hasta el aire siempre había parecido oler a vetusto. Era la sensación que había notado Kin cada vez que se bajaba de ese mismo tren antaño, pero esta vez no era así. Ya no podía odiar aquel pueblo perdido, porque a fin de cuentas ya no estaba encadenado a él, y la impresión que le daba era muy distinta. Silencioso, tranquilo. El aire, de hecho, parecía más fresco que el de Resqiria, y desde luego no tenía ese regusto a reutilizado mil veces del de Ío. Eso no quería decir que de repente pudiese ver el encanto del pueblo. Definitivamente no lo tenía.
—Pues aquí estamos. El pueblucho perdido en el que me crié. Como puedes ver, un cero en ambiente, un cero en aspecto, y… que es una mierda, vaya —terminó riendo—.Vamos por aquí.
La guió por un callejón más estrecho que la galería amplia que habían visto al bajarse del tren. A pesar de ir camuflado, el raigaurum prefería evitar las zonas más bulliciosas. Temía sentirse observado, al fin y al cabo eran caras desconocidas en un pueblo pequeño.
—Estoy evitando las zonas con más vida, pero créeme que no te pierdes nada. A estas horas la mayoría está en el almacén o en el colegio —informó.
Tuvo que resistir la tentación de dar un rodeo para retrasar su aparición un poco más. Todavía no le había dicho nada a la kitsune cuando se detuvo delante de una vivienda. Aquella fachada de metal con tornillos que desprendían un óxido blanquecino era su antigua casa. Sobresalía un poco de la roca en la que estaba insertada, como todas las casas de aquella zona, que eran similares y se encontraban en una disposición algo caótica. Era una de las galerías más antiguas de Loberrno.
Le resultaba imposible saber si había alguien dentro, porque solo dos habitaciones tenían las ventanas altas que se usaban para ventilar y daban a la calle. No había luz en ninguna de ambas, pero eso no significaba nada. Inspiró profundamente. No podía colarse allí como un vulgar ladrón, ya no era su casa. Apretó el botón del interfono, y no tardaron en oírse unos pasos acercándose. El estómago del raigaurum parecía dispuesto a rechazar lo que quedaba en él de desayuno por puro nerviosismo. La puerta se abrió, y allí estaba su madre. La expresión, confusa, su aspecto, tal vez ligeramente más envejecida, aunque esencialmente se notaba en el aclaramiento de su pelo.
—¿Hola? —Llevaba una sonrisa que pretendía ocultar su confusión—. ¿En qué os puedo ayudar?
—¿Podemos hablar dentro? —Su voz sonó tan ronca que ni su madre la reconoció. Tampoco estaba esperando oírla.
—E… eso es un poco… Si no es problema preferiría que hablásemos aquí —repuso con suspicacia.
—Mamá. —Se adelantó y la empujó por los hombros suavemente hacia el interior de la casa—. Soy yo. Cío.
Antes de que la mujer pudiese protestar se quedó sin habla, dejándose arrastrar, totalmente cogida por sorpresa. Cuando escuchó cerrarse la puerta, el supuesto desconocido ya no era tal cosa. Delante de ella estaba su hijo, aunque tan diferente que se preguntó si todo aquello no era una broma de mal gusto.
—¿Qué? —alcanzó a decir la irrense. Fuera lo que fuese que acababa de pasar, había magia involucrada—. Tilecio, ¿de verdad eres tú?
El raigaurum asintió. Su madre lo miró a él y luego brevemente a Keiria. Le temblaba la comisura de la boca y parecía que no iba a moverse, hasta que se abalanzó sobre su hijo, cogiéndolo de ambas manos. Parecía afectada y emocionada a la vez.
—¿Pero cómo me haces esto? ¿Por qué no has avisado? Ay, madre… ¿por qué no has contactado con nosotros antes? No me puedo creer que estés aquí… No es... Tengo que llamarles. —Kin entendió a la primera a quiénes se refería. No debían de estar en casa, después de todo; quien tenía el día libre era solo su madre—. ¿Les llamo?
«Pura cortesía, vas a llamarles de cualquiera de las maneras» pensó, mientras asentía de nuevo. Al menos a su hermano se moría por verlo.
—Por favor, que se entere el menor número de gente posible.
Su madre parecía un torbellino intentando hacer preguntas a la vez que buscaba a Radilo en la pantalla de su ordenador y a la vez que los hacía entrar hasta el salón. La llamada a su otro hijo fue todavía más desordenada, y Kin no pudo evitar que se le escapase una risotada por lo bajo.
—Perdónala. Es muy raro verla así —le susurró a la kitsune.
Cuando la llamada acabó, Arrí se recolocó un mechón de pelo. Parecía estresada, pero sonrió de oreja a oreja.
—¿Os pongo algo? Y, um, creo que no nos conocemos. ¿Tú eres…? —La irrense miraba a Keiria y se dirigía a ella con actitud cautelosa. Parecía preguntarse si aquella persona también era una ilusión, y a quién podía esconder debajo de ser así. No la conocía de absolutamente nada.
Kin dejó que fuese ella quien decidiese cómo presentarse. A la kitsune ya le había dicho los nombres de toda su familia antes de llegar a la casa, así que no creyó necesario presentarle a su madre de nuevo.
En aquel pueblo hasta el aire siempre había parecido oler a vetusto. Era la sensación que había notado Kin cada vez que se bajaba de ese mismo tren antaño, pero esta vez no era así. Ya no podía odiar aquel pueblo perdido, porque a fin de cuentas ya no estaba encadenado a él, y la impresión que le daba era muy distinta. Silencioso, tranquilo. El aire, de hecho, parecía más fresco que el de Resqiria, y desde luego no tenía ese regusto a reutilizado mil veces del de Ío. Eso no quería decir que de repente pudiese ver el encanto del pueblo. Definitivamente no lo tenía.
—Pues aquí estamos. El pueblucho perdido en el que me crié. Como puedes ver, un cero en ambiente, un cero en aspecto, y… que es una mierda, vaya —terminó riendo—.Vamos por aquí.
La guió por un callejón más estrecho que la galería amplia que habían visto al bajarse del tren. A pesar de ir camuflado, el raigaurum prefería evitar las zonas más bulliciosas. Temía sentirse observado, al fin y al cabo eran caras desconocidas en un pueblo pequeño.
—Estoy evitando las zonas con más vida, pero créeme que no te pierdes nada. A estas horas la mayoría está en el almacén o en el colegio —informó.
Tuvo que resistir la tentación de dar un rodeo para retrasar su aparición un poco más. Todavía no le había dicho nada a la kitsune cuando se detuvo delante de una vivienda. Aquella fachada de metal con tornillos que desprendían un óxido blanquecino era su antigua casa. Sobresalía un poco de la roca en la que estaba insertada, como todas las casas de aquella zona, que eran similares y se encontraban en una disposición algo caótica. Era una de las galerías más antiguas de Loberrno.
Le resultaba imposible saber si había alguien dentro, porque solo dos habitaciones tenían las ventanas altas que se usaban para ventilar y daban a la calle. No había luz en ninguna de ambas, pero eso no significaba nada. Inspiró profundamente. No podía colarse allí como un vulgar ladrón, ya no era su casa. Apretó el botón del interfono, y no tardaron en oírse unos pasos acercándose. El estómago del raigaurum parecía dispuesto a rechazar lo que quedaba en él de desayuno por puro nerviosismo. La puerta se abrió, y allí estaba su madre. La expresión, confusa, su aspecto, tal vez ligeramente más envejecida, aunque esencialmente se notaba en el aclaramiento de su pelo.
—¿Hola? —Llevaba una sonrisa que pretendía ocultar su confusión—. ¿En qué os puedo ayudar?
—¿Podemos hablar dentro? —Su voz sonó tan ronca que ni su madre la reconoció. Tampoco estaba esperando oírla.
—E… eso es un poco… Si no es problema preferiría que hablásemos aquí —repuso con suspicacia.
—Mamá. —Se adelantó y la empujó por los hombros suavemente hacia el interior de la casa—. Soy yo. Cío.
Antes de que la mujer pudiese protestar se quedó sin habla, dejándose arrastrar, totalmente cogida por sorpresa. Cuando escuchó cerrarse la puerta, el supuesto desconocido ya no era tal cosa. Delante de ella estaba su hijo, aunque tan diferente que se preguntó si todo aquello no era una broma de mal gusto.
—¿Qué? —alcanzó a decir la irrense. Fuera lo que fuese que acababa de pasar, había magia involucrada—. Tilecio, ¿de verdad eres tú?
El raigaurum asintió. Su madre lo miró a él y luego brevemente a Keiria. Le temblaba la comisura de la boca y parecía que no iba a moverse, hasta que se abalanzó sobre su hijo, cogiéndolo de ambas manos. Parecía afectada y emocionada a la vez.
—¿Pero cómo me haces esto? ¿Por qué no has avisado? Ay, madre… ¿por qué no has contactado con nosotros antes? No me puedo creer que estés aquí… No es... Tengo que llamarles. —Kin entendió a la primera a quiénes se refería. No debían de estar en casa, después de todo; quien tenía el día libre era solo su madre—. ¿Les llamo?
«Pura cortesía, vas a llamarles de cualquiera de las maneras» pensó, mientras asentía de nuevo. Al menos a su hermano se moría por verlo.
—Por favor, que se entere el menor número de gente posible.
Su madre parecía un torbellino intentando hacer preguntas a la vez que buscaba a Radilo en la pantalla de su ordenador y a la vez que los hacía entrar hasta el salón. La llamada a su otro hijo fue todavía más desordenada, y Kin no pudo evitar que se le escapase una risotada por lo bajo.
—Perdónala. Es muy raro verla así —le susurró a la kitsune.
Cuando la llamada acabó, Arrí se recolocó un mechón de pelo. Parecía estresada, pero sonrió de oreja a oreja.
—¿Os pongo algo? Y, um, creo que no nos conocemos. ¿Tú eres…? —La irrense miraba a Keiria y se dirigía a ella con actitud cautelosa. Parecía preguntarse si aquella persona también era una ilusión, y a quién podía esconder debajo de ser así. No la conocía de absolutamente nada.
Kin dejó que fuese ella quien decidiese cómo presentarse. A la kitsune ya le había dicho los nombres de toda su familia antes de llegar a la casa, así que no creyó necesario presentarle a su madre de nuevo.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Irraria
08/06/17, 04:38 pm
Keiria intuía que hablar le iría bien, pues era una buena excusa para no pensar demasiado en lo que se avecinaba, así que se lanzó a conversar con su amigo con entusiasmo. Atendió cuando el raigaurum propuso seguir bajando aplicaciones para su nuevo ordenador, y cuando el chico le descubrió el programa de dibujo que había usado el pequeño Ippon durante la cosecha, la pelirroja se dedico a probar los innumerables pinceles con cara de asombro. El viaje no fue demasiado largo, sin embargo, y antes del mediodía ya habían llegado a la estación de Loberrno.
La kitsune se bajó del tren en silencio, observando los alrededores con curiosidad y empapándose del lugar que había visto crecer a su amigo. A pesar de lo que decía Kin sobre el mismo, a la ibolense le gustaba, y el aire que se respiraba allí era mucho mejor que el que había estado inhalando desde que bajaran de la superficie.
—Estas exagerando, no parece un lugar tan malo para crecer... —le respondió, pensando en su propia casa y en lo poco que había visto fuera de sus cuatro paredes durante su infancia. Apartó sus pensamientos sobre Ulterania con una sacudida de cabeza y siguió al irrense hacia un callejón, encaminándose por zonas poco concurridas hacia la casa donde se había criado el chico.
Fue un trayecto silencioso dejando a un lado la explicación que dio el raigaurum sobre porque apenas se cruzaban con gente, y cuando por fin se detuvieron delante de una vivienda el muchacho volvió a mostrar señales de nerviosismo. Los tornillos de la fachada metálica de su antigua casa desprendían un oxido blanquecino, y la pelirroja no pudo evitar el impulso de recoger un poco con la punta de uno de sus dedos mientras Kin se terminaba de decidir sobre si llamar o no a la puerta. Al final lo hizo, y segundos después su madre abrió con una sonrisa confusa pintada en el rostro.
Keiria no podía imaginarse lo que sentía su amigo en aquellos momentos, así que guardó silencio mientras el chico le decía a la mujer que era su hijo. La kitsune, precavida, se aseguró de que no había espectadores indeseados en los alrededores y, tras cerrar la puerta, siguió a los dos irrenses al interior de la vivienda. Sonrió con discreción ante el entusiasmo de la madre, restándole importancia al comentario de Kin sobre el nerviosismo de Arrí con un gesto de cabeza. Cuando le llegó el turno de presentarse la pelirroja deshizo parte de la ilusión que la cubría y se mostró como la ulterana que era.
—Es un placer conocerte, Arrí —saludó con una sonrisa y una inclinación de cabeza—. Yo me llamo Keiria, encantada. Soy una amiga de su hijo. —aclaró, palmeando con suavidad el hombro de su amigo.
La kitsune se bajó del tren en silencio, observando los alrededores con curiosidad y empapándose del lugar que había visto crecer a su amigo. A pesar de lo que decía Kin sobre el mismo, a la ibolense le gustaba, y el aire que se respiraba allí era mucho mejor que el que había estado inhalando desde que bajaran de la superficie.
—Estas exagerando, no parece un lugar tan malo para crecer... —le respondió, pensando en su propia casa y en lo poco que había visto fuera de sus cuatro paredes durante su infancia. Apartó sus pensamientos sobre Ulterania con una sacudida de cabeza y siguió al irrense hacia un callejón, encaminándose por zonas poco concurridas hacia la casa donde se había criado el chico.
Fue un trayecto silencioso dejando a un lado la explicación que dio el raigaurum sobre porque apenas se cruzaban con gente, y cuando por fin se detuvieron delante de una vivienda el muchacho volvió a mostrar señales de nerviosismo. Los tornillos de la fachada metálica de su antigua casa desprendían un oxido blanquecino, y la pelirroja no pudo evitar el impulso de recoger un poco con la punta de uno de sus dedos mientras Kin se terminaba de decidir sobre si llamar o no a la puerta. Al final lo hizo, y segundos después su madre abrió con una sonrisa confusa pintada en el rostro.
Keiria no podía imaginarse lo que sentía su amigo en aquellos momentos, así que guardó silencio mientras el chico le decía a la mujer que era su hijo. La kitsune, precavida, se aseguró de que no había espectadores indeseados en los alrededores y, tras cerrar la puerta, siguió a los dos irrenses al interior de la vivienda. Sonrió con discreción ante el entusiasmo de la madre, restándole importancia al comentario de Kin sobre el nerviosismo de Arrí con un gesto de cabeza. Cuando le llegó el turno de presentarse la pelirroja deshizo parte de la ilusión que la cubría y se mostró como la ulterana que era.
—Es un placer conocerte, Arrí —saludó con una sonrisa y una inclinación de cabeza—. Yo me llamo Keiria, encantada. Soy una amiga de su hijo. —aclaró, palmeando con suavidad el hombro de su amigo.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Irraria
08/06/17, 05:53 pm
Arrí no prestó atención a la pequeña satisfación de haber estado en lo cierto: había algo raro en aquella chica. Pero había dejado entrar en su casa ni más ni menos que a una rocavarancolesa, y de pronto no sabía cómo debía actuar delante de ella.
—Ah, yo… e-encantada de conocerte, Keiria —logró decir, con una sonrisa nerviosa. A Kin le resultaba gracioso el efecto que podía tener un rocavarancolés en la gente. Sin embargo Keiria estaba actuando con familiaridad, y esperaba que eso acabase ayudando a que no fuese vista diferente de una persona originalmente irrense—. Voy a traer algo de beber. ¿Sí? —añadió Arrí.
Kin detuvo a su madre y le pidió que se sentase, esperando que se adaptase a la situación cuanto antes. La mujer hizo preguntas, tantas que el raigaurum no era capaz de responderlas ordenadamente. Mintió, en parte, acerca del interés de Keiria por conocer Irraria, como forma de justificar su compañía. Mintió también diciendo que solamente estaban allí de paso. Escuchar aquello afectó de forma obvia a Arrí.
—¿De paso? ¿Por cuánto tiempo?
Kin se disponía a defraudar a la mujer cuando se escuchó un correteo parar en seco frente a la puerta. Otro torbellino, esta vez Radilo, la atravesó. Jadeaba como Archi antes de un ataque de asma, haciendo evidente que había atravesado el pueblo todo lo que daban de sí sus piernas. Derrapó en el salón y se lanzó a zarandear de los hombros a su hermano. Por la falta de aliento tardó un poco en poder hablar.
—¡Capullo…! —fue la primera palabra que logró articular—. Cío. ¿Qué te has hecho?
Radilo retrocedió un par de pasos para verlo mejor. Su hermano ahora tenía unas pintas desaliñadas si se comparaba con el irrense que había visto por última vez hacía dos años.
—¿Dónde está tu padre? —preguntó Arrí al recién llegado.
—Ahora viene. —Explicó, entre jadeos decrecientes, que el encargado del almacén les había dado un permiso excepcional para volver a casa y que también les guardaría el secreto. Radilo había echado a correr antes de que el encargado y su padre terminasen de despedirse.
El propio Kin, entre tanto, estaba observando los cambios en su hermano. Físicamente estaba más o menos como siempre, y seguía vistiendo mucho mejor que él, pero notaba algo diferente sin tener muy claro el qué. Ippon le había parecido más cansado, y Radilo, sin embargo, parecía más lleno de vida. Se había levantado ya del sofá para darle una fuerte palmada en la espalda, y Radilo la esquivó tal como habría hecho en los viejos tiempos. Se volvió hacia él sonriente.
—¿Cómo has estado? —Soltó un bufido exasperado—. ¿Qué te costaba escribirnos? O avisar. Esas cosas.
—Lo siento. No era tan fácil. Lo siento de verdad. ¿Cómo habéis estado vosotros? ¿No…?
Se interrumpió a mitad de la frase al ver por el rabillo del ojo la silueta que había atravesado la puerta que Radilo había dejado entreabierta. Mirorrel también jadeaba ligeramente mientras avanzaba cautelosamente hacia el salón. No parecía que fuese a abrir la boca él primero.
—Hola.
Pobre, muy pobre, pero fue más de lo que Mirorrel había esperado oír. Había seguido los pasos de Radilo preguntándose si realmente era buena idea acompañarlo, y lo primero que había visto era a su hijo disculpándose.
—Hola.
Arrí no había perdido práctica en cortar por lo sano momento incómodos, así que volvió a la carga con lo que más le preocupaba.
—¿Cuánto tiempo os vais a quedar?
—Solo hoy.
—¿Por qué? —exclamó su hermano, decepcionado.
Kin no tenía ninguna excusa preparada, pero se aprovechó del misterio que lo envolvía ahora y de la compañía de Keiria para excusarse. La presencia de la ulterana no se le había pasado por alto a ninguno de los dos recién llegados, pero todavía no habían tenido tiempo de hacer preguntas. Fue necesario presentarla de nuevo, y se sucedieron conversaciones que, en las últimas horas, parecían ser lo único que el raigaurum oía. Preguntas que no podía responder, preguntas que tenía que responder con parte de la verdad y cantidades ingentes de excusas. Mediante los correos estaba más o menos al tanto de todo lo que había pasado en la familia y no tenía mucho que preguntar, pero estaba esperando impaciente a que su hermano le contase lo de su nuevo trabajo. Encontró el momento para interrogarlo cuando su padre se ausentó con la excusa de hacer la comida, seguido por su madre, que afirmó que prepararían algo con lo que se chuparían los dedos hasta cuando se acordasen del plato.
Kin se levantó del sofá y se dirigió a la puerta tras la que solía estar su dormitorio. Miró a los otros dos, esperando que le siguieran. Radilo se levantó enseguida.
—Está todo como estaba, no hemos tocado nada —le dijo.
—Mientras no hubieseis tirado nada importante, tanto me da. Podéis convertirlo en un cuarto de invitados, o puedes traer para aquí tus trastos. Yo ya no lo voy a necesitar.
Radilo no fue el único al que entristecieron esas palabras, pero Kin se prohibió exteriorizarlo, y empujó la puerta. Tenía más cosas de lo que recordaba, o simplemente ya no concebía tener una habitación tan llena de cosas. Todo lo que veía resultaba nostálgico, y empezaba a preocuparle el tamaño de su mochila. «No has venido aquí a hacer una mudanza. Solo lo importante. Solo lo que querías recuperar» se recordó.
Radilo observó en silencio cómo su hermano abría el armario y empezaba a seleccionar algunas prendas. Buscó su videoconsola, y el disco duro con juegos y los demás complementos. Los acomodó bien entre la ropa y otros objetos pequeños.
—Bueno… La consola puede que sí la haya tocado —admitió—. Pero no he tocado tus partidas.
Kin lo miró con el ceño fruncido, pero negó con la cabeza y terminó de cerrar la mochila. Todo lo que no había metido ahí daba por hecho que no volvería a verlo delante. No quería que en su casa hubiese un cuarto dedicado a alguien que ya no estaba. No le parecía justo.
Con el equipaje ya hecho, Kin se sentó en el suelo, esperando que los demás tomasen asiento por donde pudiesen –la cama, o la silla acolchada donde solía jugar–. Suspiró. Todo lo que lo rodeaba parecía de otra vida.
—¿Cuánto pensabas esperar para contarme lo de tu otro trabajo? —preguntó, dirigiéndose a Radilo. Parecía decirlo como un reproche, pero terminó sonriendo con complicidad.
—¡Has hablado con Ippon! —comprendió al instante—. Qué bocazas… Pues esperaba a que vinieses para decírtelo, por supuesto. —bromeó—. Igual que te dije que no pensaba pasarte canciones nuevas tampoco.
Y, al salir aquel tema, Radilo no tardó en salir disparado a buscarlas. Kin miró a Keiria y aprovechó aquel momento para disculparse.
—¿Te aburres? Debe de ser un poco incómodo estar ahora mismo aquí en medio.
—Ah, yo… e-encantada de conocerte, Keiria —logró decir, con una sonrisa nerviosa. A Kin le resultaba gracioso el efecto que podía tener un rocavarancolés en la gente. Sin embargo Keiria estaba actuando con familiaridad, y esperaba que eso acabase ayudando a que no fuese vista diferente de una persona originalmente irrense—. Voy a traer algo de beber. ¿Sí? —añadió Arrí.
Kin detuvo a su madre y le pidió que se sentase, esperando que se adaptase a la situación cuanto antes. La mujer hizo preguntas, tantas que el raigaurum no era capaz de responderlas ordenadamente. Mintió, en parte, acerca del interés de Keiria por conocer Irraria, como forma de justificar su compañía. Mintió también diciendo que solamente estaban allí de paso. Escuchar aquello afectó de forma obvia a Arrí.
—¿De paso? ¿Por cuánto tiempo?
Kin se disponía a defraudar a la mujer cuando se escuchó un correteo parar en seco frente a la puerta. Otro torbellino, esta vez Radilo, la atravesó. Jadeaba como Archi antes de un ataque de asma, haciendo evidente que había atravesado el pueblo todo lo que daban de sí sus piernas. Derrapó en el salón y se lanzó a zarandear de los hombros a su hermano. Por la falta de aliento tardó un poco en poder hablar.
—¡Capullo…! —fue la primera palabra que logró articular—. Cío. ¿Qué te has hecho?
Radilo retrocedió un par de pasos para verlo mejor. Su hermano ahora tenía unas pintas desaliñadas si se comparaba con el irrense que había visto por última vez hacía dos años.
—¿Dónde está tu padre? —preguntó Arrí al recién llegado.
—Ahora viene. —Explicó, entre jadeos decrecientes, que el encargado del almacén les había dado un permiso excepcional para volver a casa y que también les guardaría el secreto. Radilo había echado a correr antes de que el encargado y su padre terminasen de despedirse.
El propio Kin, entre tanto, estaba observando los cambios en su hermano. Físicamente estaba más o menos como siempre, y seguía vistiendo mucho mejor que él, pero notaba algo diferente sin tener muy claro el qué. Ippon le había parecido más cansado, y Radilo, sin embargo, parecía más lleno de vida. Se había levantado ya del sofá para darle una fuerte palmada en la espalda, y Radilo la esquivó tal como habría hecho en los viejos tiempos. Se volvió hacia él sonriente.
—¿Cómo has estado? —Soltó un bufido exasperado—. ¿Qué te costaba escribirnos? O avisar. Esas cosas.
—Lo siento. No era tan fácil. Lo siento de verdad. ¿Cómo habéis estado vosotros? ¿No…?
Se interrumpió a mitad de la frase al ver por el rabillo del ojo la silueta que había atravesado la puerta que Radilo había dejado entreabierta. Mirorrel también jadeaba ligeramente mientras avanzaba cautelosamente hacia el salón. No parecía que fuese a abrir la boca él primero.
—Hola.
Pobre, muy pobre, pero fue más de lo que Mirorrel había esperado oír. Había seguido los pasos de Radilo preguntándose si realmente era buena idea acompañarlo, y lo primero que había visto era a su hijo disculpándose.
—Hola.
Arrí no había perdido práctica en cortar por lo sano momento incómodos, así que volvió a la carga con lo que más le preocupaba.
—¿Cuánto tiempo os vais a quedar?
—Solo hoy.
—¿Por qué? —exclamó su hermano, decepcionado.
Kin no tenía ninguna excusa preparada, pero se aprovechó del misterio que lo envolvía ahora y de la compañía de Keiria para excusarse. La presencia de la ulterana no se le había pasado por alto a ninguno de los dos recién llegados, pero todavía no habían tenido tiempo de hacer preguntas. Fue necesario presentarla de nuevo, y se sucedieron conversaciones que, en las últimas horas, parecían ser lo único que el raigaurum oía. Preguntas que no podía responder, preguntas que tenía que responder con parte de la verdad y cantidades ingentes de excusas. Mediante los correos estaba más o menos al tanto de todo lo que había pasado en la familia y no tenía mucho que preguntar, pero estaba esperando impaciente a que su hermano le contase lo de su nuevo trabajo. Encontró el momento para interrogarlo cuando su padre se ausentó con la excusa de hacer la comida, seguido por su madre, que afirmó que prepararían algo con lo que se chuparían los dedos hasta cuando se acordasen del plato.
Kin se levantó del sofá y se dirigió a la puerta tras la que solía estar su dormitorio. Miró a los otros dos, esperando que le siguieran. Radilo se levantó enseguida.
—Está todo como estaba, no hemos tocado nada —le dijo.
—Mientras no hubieseis tirado nada importante, tanto me da. Podéis convertirlo en un cuarto de invitados, o puedes traer para aquí tus trastos. Yo ya no lo voy a necesitar.
Radilo no fue el único al que entristecieron esas palabras, pero Kin se prohibió exteriorizarlo, y empujó la puerta. Tenía más cosas de lo que recordaba, o simplemente ya no concebía tener una habitación tan llena de cosas. Todo lo que veía resultaba nostálgico, y empezaba a preocuparle el tamaño de su mochila. «No has venido aquí a hacer una mudanza. Solo lo importante. Solo lo que querías recuperar» se recordó.
Radilo observó en silencio cómo su hermano abría el armario y empezaba a seleccionar algunas prendas. Buscó su videoconsola, y el disco duro con juegos y los demás complementos. Los acomodó bien entre la ropa y otros objetos pequeños.
—Bueno… La consola puede que sí la haya tocado —admitió—. Pero no he tocado tus partidas.
Kin lo miró con el ceño fruncido, pero negó con la cabeza y terminó de cerrar la mochila. Todo lo que no había metido ahí daba por hecho que no volvería a verlo delante. No quería que en su casa hubiese un cuarto dedicado a alguien que ya no estaba. No le parecía justo.
Con el equipaje ya hecho, Kin se sentó en el suelo, esperando que los demás tomasen asiento por donde pudiesen –la cama, o la silla acolchada donde solía jugar–. Suspiró. Todo lo que lo rodeaba parecía de otra vida.
—¿Cuánto pensabas esperar para contarme lo de tu otro trabajo? —preguntó, dirigiéndose a Radilo. Parecía decirlo como un reproche, pero terminó sonriendo con complicidad.
—¡Has hablado con Ippon! —comprendió al instante—. Qué bocazas… Pues esperaba a que vinieses para decírtelo, por supuesto. —bromeó—. Igual que te dije que no pensaba pasarte canciones nuevas tampoco.
Y, al salir aquel tema, Radilo no tardó en salir disparado a buscarlas. Kin miró a Keiria y aprovechó aquel momento para disculparse.
—¿Te aburres? Debe de ser un poco incómodo estar ahora mismo aquí en medio.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Irraria
08/06/17, 09:36 pm
—El placer es mio, Arrí, tu hijo me ha hablado muy bien de ti —le respondió la ulterana, dedicándole una sonrisa que pretendía ser afectuosa pero que reflejó algo de diversión ante el nerviosismo de la simpática mujer. No quería incomodar a nadie, pero le hacia gracia el efecto que causaban los rocavarancoleses en el mundo de Kin—. No te preocupes por la bebida, yo estoy bien por el momento. —respondió a la pregunta de la irrense a pesar de que su hijo la había detenido, dándole a entender que no era necesario que se molestara.
Keiria guardó silencio a partir de entonces, dejando que Arrí interrogara al raigaurum a gusto mientras el resto de la familia terminaba de llegar. A la kitsune no le importaba ser una espectadora y de haber podido les habría dejado solos para darles más intimidad, pero dependía de su amigo para moverse por Irraria, así que permaneció sentada y limitó su participación en la conversación a confirmar con algún asentimiento de cabeza las explicaciones o evasiones de su compañero.
—Encantada de conoceros, mi nombre es Keiria. —se presentó de nuevo algo más tarde, cuando Radilo y luego Mirorrel hicieran sus respectivas apariciones. La muchacha notó el entusiasmo con el que Kin recibía a su hermano y la cautela con la que saludaba a su padre, pero no comentó nada y continuó guardando silencio, sintiéndose una intrusa en aquella ocasión especial.
En cierto modo la pelirroja envidiaba a su amigo, pues ella no podía volver a su casa de la misma forma dado que su padre la había olvidado, y cuando pensaba demasiado en ello los recuerdos de su hogar le entristecían sobremanera. Su nuevo trabajo como cosechadora le había permitido recorrer su mundo natal como nunca antes había podido, pero a pesar de todo la experiencia no le satisfacía del todo. Habría dado cualquier cosa por sentarse a charlar con su padre en el jardín de su casa, pero la política de secretismo era demasiado estricta y no se atrevía a incumplirla. Se había planteado unas cuantas veces la idea de acercarse a él como una desconocida más para saber como le iba, pero la idea de ver que no la reconocía la perturbaba demasiado y la había terminando descartando. En su momento la idea de que la olvidara le había parecido bien, pues su existencia le había causado muchas tribulaciones dado su origen mestizo, pero con el paso del tiempo se daba cuenta de que no había estado preparada para perderle, y ahora ya era demasiado tarde.
Fue la voz de Kin la que le sacó de sus tribulaciones, recordándole que no estaba sola y que debía prestar atención a su alrededor. Arrí y Mirorrel habían ido a preparar la comida y, mientras tanto, Radilo y el raigaurum la condujeron hasta el que había sido el cuarto de este último. Al parecer todo seguía en el mismo sitio y, sin muchos preámbulos, su amigo empezó a hacer el equipaje. En cuanto terminó se sentó en el suelo y, mientras su hermano tomaba asiento en la silla, la kitsune se dejó caer sobre la cama. La pregunta de Kin fue bastante directa, al igual que la respuesta de Radilo, y antes de que la ulterana se diera cuenta el muchacho había dejado solos a ambos rocavarancoleses para ir en busca de unas canciones.
—No me aburro, en serio, no te preocupes por mi —le respondió a su amigo, dándole unas palmadas en el hombro para tranquilizarlo—. Disfruta de este encuentro y no pienses en nada más, Chispas. —añadió, poco antes de que el hermano regresara a la habitación con su disco duro.
Keiria guardó silencio a partir de entonces, dejando que Arrí interrogara al raigaurum a gusto mientras el resto de la familia terminaba de llegar. A la kitsune no le importaba ser una espectadora y de haber podido les habría dejado solos para darles más intimidad, pero dependía de su amigo para moverse por Irraria, así que permaneció sentada y limitó su participación en la conversación a confirmar con algún asentimiento de cabeza las explicaciones o evasiones de su compañero.
—Encantada de conoceros, mi nombre es Keiria. —se presentó de nuevo algo más tarde, cuando Radilo y luego Mirorrel hicieran sus respectivas apariciones. La muchacha notó el entusiasmo con el que Kin recibía a su hermano y la cautela con la que saludaba a su padre, pero no comentó nada y continuó guardando silencio, sintiéndose una intrusa en aquella ocasión especial.
En cierto modo la pelirroja envidiaba a su amigo, pues ella no podía volver a su casa de la misma forma dado que su padre la había olvidado, y cuando pensaba demasiado en ello los recuerdos de su hogar le entristecían sobremanera. Su nuevo trabajo como cosechadora le había permitido recorrer su mundo natal como nunca antes había podido, pero a pesar de todo la experiencia no le satisfacía del todo. Habría dado cualquier cosa por sentarse a charlar con su padre en el jardín de su casa, pero la política de secretismo era demasiado estricta y no se atrevía a incumplirla. Se había planteado unas cuantas veces la idea de acercarse a él como una desconocida más para saber como le iba, pero la idea de ver que no la reconocía la perturbaba demasiado y la había terminando descartando. En su momento la idea de que la olvidara le había parecido bien, pues su existencia le había causado muchas tribulaciones dado su origen mestizo, pero con el paso del tiempo se daba cuenta de que no había estado preparada para perderle, y ahora ya era demasiado tarde.
Fue la voz de Kin la que le sacó de sus tribulaciones, recordándole que no estaba sola y que debía prestar atención a su alrededor. Arrí y Mirorrel habían ido a preparar la comida y, mientras tanto, Radilo y el raigaurum la condujeron hasta el que había sido el cuarto de este último. Al parecer todo seguía en el mismo sitio y, sin muchos preámbulos, su amigo empezó a hacer el equipaje. En cuanto terminó se sentó en el suelo y, mientras su hermano tomaba asiento en la silla, la kitsune se dejó caer sobre la cama. La pregunta de Kin fue bastante directa, al igual que la respuesta de Radilo, y antes de que la ulterana se diera cuenta el muchacho había dejado solos a ambos rocavarancoleses para ir en busca de unas canciones.
—No me aburro, en serio, no te preocupes por mi —le respondió a su amigo, dándole unas palmadas en el hombro para tranquilizarlo—. Disfruta de este encuentro y no pienses en nada más, Chispas. —añadió, poco antes de que el hermano regresara a la habitación con su disco duro.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Irraria
08/06/17, 10:54 pm
Radilo reapareció enseguida con su disco duro. Se puso a actualizar la música del ordenador de su hermano sin dejar de contarle cosas, entre ellas que el haber conseguido su nuevo trabajo podía deberse indirectamente al propio Kin. Como hermano de un cosechado, bastante gente de Resqiria se había quedado con su cara. Al raigaurum le agradó oír que podía haber servido de algo a su hermano, pero luego pensó que, en cierto modo, era injusto para Radilo. Tenía talento, y lo mejor habría sido que hubiese obtenido ese trabajo por sus propios logros. Se aseguró de recordarle que su talento era sin duda el motivo principal de su contrato, y Radilo pareció agradecido de escucharlo.
Cuando el olor de la comida casi hecha empezó a colarse en la habitación, mantenían una conversación en la que recordaban el pasado, aunque en esencia se trataba de Radilo informando a Keiria de cosas ridículas sobre la infancia de su hermano. Kin no se quedaba atrás y aportaba la parte correspondiente al otro. Aunque solamente estuviesen bromeando, el raigaurum se alegraba de que Radilo se hubiese soltado hablando con Keiria. Cuando no la veía excluida de las conversaciones se sentía un poco menos culpable por haberla arrastrado hasta allí.
Arrí fue a buscarlos a la habitación y, aunque notó la ausencia de varios objetos, se prohibió decir nada al respecto.
—Vuestro padre ha salido a comprar algunas cosas, pero en cuanto vuelva ya podemos comer.
—Estupendo, porque me estoy muriendo de hambre. ¿Qué hay?
Su madre les pidió que la siguiesen hasta la cocina. Cuando Kin vio lo que había sobre el mesado abrió los ojos como platos.
—¡Os habéis pasado! ¿Seguro que os podéis permitir… todo esto?
El raigaurum se preguntó hasta qué punto querían aparentar delante de una rocavarancolesa y hasta qué punto aquello se debía a celebrar su visita. No creía que su padre hubiese admitido hacer una comida copiosa solo por el segundo motivo. Habían gastado en todo aquello bastante más de lo que deberían en un solo día.
Los tres quisieron obligar a Keiria a sentarse, como invitada que era, mientras ponían la mesa y transportaban bandejas. En ellas había tres tipos de empanadillas –vegetales, de carne, y dulces–, fruta rellena de carne picada, y verduras en salsa de queso. También había dos bizcochos enfriando sobre la repisa, y muchos, muchos cacharros sucios en el fregadero. Kin se sintió mal por quien tuviera que lavarlos y, en un momento que se vio solo en la cocina, los despachó todos con un hechizo de limpieza. Cuando su madre lo pilló guardándolos se llevó un buen susto.
Mirorrel regresó poco después con bollos de diferentes especias, una botella grande de bebida energética y nata de irrqin para el bizcocho. Su mirada y la del raigaurum se cruzaron un instante, y Kin terminó desviando la suya. Por suerte su madre ya estaba poniendo los bollos y la bebida en la mesa, y Radilo robando la primera empanadilla.
—Siento no haber podido traeros nada —lamentó Kin.
—¡No te preocupes! Con haber venido es más que suficiente.
Al responder a su madre con una sonrisa notó clavada la mirada de Mirorrel en él. Fingió no haberle visto y se centró en la comida. Hizo énfasis en lo rica que estaba al terminar, porque sus padres tenían que haberse esforzado mucho haciéndola. Había echado mucho de menos aquellos sabores.
Se tuvo que acostumbrar a conversar delante de su padre con naturalidad. Mirorrel apenas participó, pero no parecía perder palabra. Su madre intentó sonsacarle si había hecho muchos amigos y si le iba bien, aprovechando la presencia de Keiria para pedir también su opinión, cosa que hacía bufar al raigaurum. Nuevamente tuvo mucho que callarse. Su madre incluso le pidió que dejase de sentarse tan encorvado. «Si tú supieras…» rezongó para sí mismo.
La tarde pasó deprisa, y la hora de irse llegó en lo que pareció un parpadeo. Todavía tenían que ir a Resqiria para poder coger el tren que salía hacia Ío esa noche. Al anunciar que debían despedirse el ambiente se volvió momentáneamente silencioso. No era recomendable ni que los acompañasen hasta la estación. Kin recogió su mochila y su madre le entregó el segundo bizcocho bien envuelto.
—Llevaos este, ¿vale? Si puedes compartirlo con tus nuevos amigos, mucho mejor. Aunque no creo que llegue tan lejos —trató de bromear Arrí.
—Gracias. —Kin sonrió, divertido. Iba a ser una mezcla entre patético y gracioso verle llegar con un bizcocho de su madre a la sede. Esta no pudo evitar despedirse con un abrazo.
—Me da igual que ya no seas pequeño, la ocasión bien lo merece.
Cuando al raigaurum se le pasó la sorpresa por el gesto, abrazó a su madre de vuelta con la mano libre y con cuidado de no soltar el bizcocho.
—Y gracias también por todo hasta ahora —añadió solo para Arrí antes de separarse. La irrense parecía a punto de empezar a llorar. Radilo no tenía un aspecto muy diferente. Kin le dio un apretón de manos cariñoso. Solo quedaba su padre, y no sabía de qué modo despedirse. Se dio cuenta de que dos años atrás no le habría preocupado no encontrar la forma de hacerlo. Mirorrel le miraba, y conforme todo el día había parecido haberlo hecho como si estuviese juzgándole duramente, ahora parecía desconcertado.
—Has cambiado —dijo. No sonaba como un reproche.
«¡No me digas, genio!» pensó, a punto de soltar un bufido. Pero lo cierto era que le había hecho pensar en hasta qué punto era cierto. No solía mostrarse muy amigable delante de él, pero Mirorrel no era tan estúpido como para no saber que no era así con todo el mundo. Se refería a otras cosas, y en eso era en lo que no le faltaba razón.
—Puede —dijo en cambio. Le pareció que la expresión del hombre se había suavizado al escucharle.
—La puerta de esta casa siempre va a estar abierta para ti.
Su madre y su hermano le pidieron que no tardase en volver de visita. Después se despidieron de Keiria con cortesía, invitándola también a regresar a Loberrno algún día.
Cuando salieron de la casa, de nuevo bajo la ilusión que los camuflaba, Kin guió a la kitsune hasta la estación sin hablar más de lo necesario. No solo le parecía que aún acababa de llegar al pueblo, sino que la despedida de Mirorrel era como un bicho molesto zumbándole al oído.
Cuando ya tomaban el segundo tren, hacía Ío, había conseguido volver a la normalidad. Al tumbarse en la litera esa noche envió mensajes a los tres de siempre, y tanteó el terreno para contarle lo del cambio de nombre a su hermano. Cuando estaba a punto de apagar el ordenador abrió una plantilla nueva, para Mirorrel, y esribió “¿Soy bienvenido solo porque ahora pertenezco a Rocavarancolia?”. Dudó, pero terminó por enviarlo. Al cabo de unos minutos le llegó una respuesta igual de concisa. “Eres bienvenido porque, rocavarancolés o no, todavía eres nuestro hijo”.
Esa noche Kin tardó en quedarse dormido. Tenía mucho en lo que pensar. Habían sido dos días largos, y al siguiente también habría mucho que hacer: comprar todos los videojuegos interesantes que se había perdido, intentar no desorientarse en Ío, pasarse por algunas tiendas, escribir tres mensajes de despedida y buscar una forma de subir a la superficie sin llamar la atención. Además, cuando hubiesen regresado a casa, todavía esperaba poder reunir a sus amigos para compartir con ellos, como le habían pedido, un bizcocho ligeramente reseco.
Cuando el olor de la comida casi hecha empezó a colarse en la habitación, mantenían una conversación en la que recordaban el pasado, aunque en esencia se trataba de Radilo informando a Keiria de cosas ridículas sobre la infancia de su hermano. Kin no se quedaba atrás y aportaba la parte correspondiente al otro. Aunque solamente estuviesen bromeando, el raigaurum se alegraba de que Radilo se hubiese soltado hablando con Keiria. Cuando no la veía excluida de las conversaciones se sentía un poco menos culpable por haberla arrastrado hasta allí.
Arrí fue a buscarlos a la habitación y, aunque notó la ausencia de varios objetos, se prohibió decir nada al respecto.
—Vuestro padre ha salido a comprar algunas cosas, pero en cuanto vuelva ya podemos comer.
—Estupendo, porque me estoy muriendo de hambre. ¿Qué hay?
Su madre les pidió que la siguiesen hasta la cocina. Cuando Kin vio lo que había sobre el mesado abrió los ojos como platos.
—¡Os habéis pasado! ¿Seguro que os podéis permitir… todo esto?
El raigaurum se preguntó hasta qué punto querían aparentar delante de una rocavarancolesa y hasta qué punto aquello se debía a celebrar su visita. No creía que su padre hubiese admitido hacer una comida copiosa solo por el segundo motivo. Habían gastado en todo aquello bastante más de lo que deberían en un solo día.
Los tres quisieron obligar a Keiria a sentarse, como invitada que era, mientras ponían la mesa y transportaban bandejas. En ellas había tres tipos de empanadillas –vegetales, de carne, y dulces–, fruta rellena de carne picada, y verduras en salsa de queso. También había dos bizcochos enfriando sobre la repisa, y muchos, muchos cacharros sucios en el fregadero. Kin se sintió mal por quien tuviera que lavarlos y, en un momento que se vio solo en la cocina, los despachó todos con un hechizo de limpieza. Cuando su madre lo pilló guardándolos se llevó un buen susto.
Mirorrel regresó poco después con bollos de diferentes especias, una botella grande de bebida energética y nata de irrqin para el bizcocho. Su mirada y la del raigaurum se cruzaron un instante, y Kin terminó desviando la suya. Por suerte su madre ya estaba poniendo los bollos y la bebida en la mesa, y Radilo robando la primera empanadilla.
—Siento no haber podido traeros nada —lamentó Kin.
—¡No te preocupes! Con haber venido es más que suficiente.
Al responder a su madre con una sonrisa notó clavada la mirada de Mirorrel en él. Fingió no haberle visto y se centró en la comida. Hizo énfasis en lo rica que estaba al terminar, porque sus padres tenían que haberse esforzado mucho haciéndola. Había echado mucho de menos aquellos sabores.
Se tuvo que acostumbrar a conversar delante de su padre con naturalidad. Mirorrel apenas participó, pero no parecía perder palabra. Su madre intentó sonsacarle si había hecho muchos amigos y si le iba bien, aprovechando la presencia de Keiria para pedir también su opinión, cosa que hacía bufar al raigaurum. Nuevamente tuvo mucho que callarse. Su madre incluso le pidió que dejase de sentarse tan encorvado. «Si tú supieras…» rezongó para sí mismo.
La tarde pasó deprisa, y la hora de irse llegó en lo que pareció un parpadeo. Todavía tenían que ir a Resqiria para poder coger el tren que salía hacia Ío esa noche. Al anunciar que debían despedirse el ambiente se volvió momentáneamente silencioso. No era recomendable ni que los acompañasen hasta la estación. Kin recogió su mochila y su madre le entregó el segundo bizcocho bien envuelto.
—Llevaos este, ¿vale? Si puedes compartirlo con tus nuevos amigos, mucho mejor. Aunque no creo que llegue tan lejos —trató de bromear Arrí.
—Gracias. —Kin sonrió, divertido. Iba a ser una mezcla entre patético y gracioso verle llegar con un bizcocho de su madre a la sede. Esta no pudo evitar despedirse con un abrazo.
—Me da igual que ya no seas pequeño, la ocasión bien lo merece.
Cuando al raigaurum se le pasó la sorpresa por el gesto, abrazó a su madre de vuelta con la mano libre y con cuidado de no soltar el bizcocho.
—Y gracias también por todo hasta ahora —añadió solo para Arrí antes de separarse. La irrense parecía a punto de empezar a llorar. Radilo no tenía un aspecto muy diferente. Kin le dio un apretón de manos cariñoso. Solo quedaba su padre, y no sabía de qué modo despedirse. Se dio cuenta de que dos años atrás no le habría preocupado no encontrar la forma de hacerlo. Mirorrel le miraba, y conforme todo el día había parecido haberlo hecho como si estuviese juzgándole duramente, ahora parecía desconcertado.
—Has cambiado —dijo. No sonaba como un reproche.
«¡No me digas, genio!» pensó, a punto de soltar un bufido. Pero lo cierto era que le había hecho pensar en hasta qué punto era cierto. No solía mostrarse muy amigable delante de él, pero Mirorrel no era tan estúpido como para no saber que no era así con todo el mundo. Se refería a otras cosas, y en eso era en lo que no le faltaba razón.
—Puede —dijo en cambio. Le pareció que la expresión del hombre se había suavizado al escucharle.
—La puerta de esta casa siempre va a estar abierta para ti.
Su madre y su hermano le pidieron que no tardase en volver de visita. Después se despidieron de Keiria con cortesía, invitándola también a regresar a Loberrno algún día.
Cuando salieron de la casa, de nuevo bajo la ilusión que los camuflaba, Kin guió a la kitsune hasta la estación sin hablar más de lo necesario. No solo le parecía que aún acababa de llegar al pueblo, sino que la despedida de Mirorrel era como un bicho molesto zumbándole al oído.
Cuando ya tomaban el segundo tren, hacía Ío, había conseguido volver a la normalidad. Al tumbarse en la litera esa noche envió mensajes a los tres de siempre, y tanteó el terreno para contarle lo del cambio de nombre a su hermano. Cuando estaba a punto de apagar el ordenador abrió una plantilla nueva, para Mirorrel, y esribió “¿Soy bienvenido solo porque ahora pertenezco a Rocavarancolia?”. Dudó, pero terminó por enviarlo. Al cabo de unos minutos le llegó una respuesta igual de concisa. “Eres bienvenido porque, rocavarancolés o no, todavía eres nuestro hijo”.
Esa noche Kin tardó en quedarse dormido. Tenía mucho en lo que pensar. Habían sido dos días largos, y al siguiente también habría mucho que hacer: comprar todos los videojuegos interesantes que se había perdido, intentar no desorientarse en Ío, pasarse por algunas tiendas, escribir tres mensajes de despedida y buscar una forma de subir a la superficie sin llamar la atención. Además, cuando hubiesen regresado a casa, todavía esperaba poder reunir a sus amigos para compartir con ellos, como le habían pedido, un bizcocho ligeramente reseco.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Irraria
08/06/17, 11:03 pm
Mientras Radilo le pasaba música a su hermano y conversaban sobre su nuevo trabajo, Keiria repasó algunas de las aplicaciones de su nuevo ordenador, pero cuando el tema de la conversación se desvió hacia anécdotas del pasado la kitsune les dedicó toda su atención a los dos irrenses. Se rió mucho descubriendo los trapos sucios del raigaurum y se preguntó si su infancia habría sido similar a la de él de haber tenido hermanos o hermanas.
—Ya veras cuando se enteren de todo esto en la Sede. —le pinchó, riendo con ganas al imaginárselo.
Arrí vino algo después, cuando el olor de la comida ya hacía un rato que llegaba por el pasillo, y les anunció que en cuanto Mirorrel regresara de comprar algunas cosas podían empezar a comer. Keiria siguió a la familia hasta la cocina, y al ver lo que había sobre la mesa compartió mentalmente las palabras de su amigo. Era un banquete en toda regla, mucho más de los necesario para la ocasión, y la pelirroja solo pudo inclinar la cabeza agradecida y abrumada a partes iguales. Intentó ayudar a poner la mesa, pero los irrenses no la dejaron, obligándola a sentarse con expresión culpable, y mientras esperaba a que todo estuviera listo se dedicó a juguetear con su amuleto de comunicación con cierto nerviosismo.
—Que aproveche. —acertó a decir una vez hubo regresado Mirorrel con las compras y se hubieron acomodado todos a la mesa, empezando a comer con una amplia sonrisa.
La conversación durante la comida se centró en como le había ido a Kin en la ciudad y, aprovechando que le había acompañado a casa, la madre del raigaurum pidió también la opinión de la ulterana. Arrí quería saber si había hecho muchos amigos y como se había desenvuelto en Rocavarancolia, pero el demonio se callaba muchas cosas para no alarmar a su familia. La política de secretismo en Irraria era más laxa que en otros mundos vinculados, pero seguían existiendo vetos sobre lo que los irrenses podían y no saber, así que las respuestas de ambos eran bastante escuetas.
Fue una comida agradable y la sobremesa se alargó bastante, pero se hacía tarde y tenían que ponerse en marcha. Cuando llegó la hora se hizo el silencio, pero al final ambos rocovarancoleses se pusieron en pie y se prepararon para partir. Keiria se apartó a un lado mientras Kin se despedía de su familia, y cuando le llegó su turno agradeció su hospitalidad con una ligera reverencia.
—Muchas gracias por todo, de verdad. —dijo antes de salir por la puerta, asegurando que volvería algún día antes de activar las ilusiones que les camuflarían al demonio y a ella entre los lugareños.
El trayecto hasta la estación fue bastante silencioso, algo que la kitsune respeto ya que comprendía lo que debía estar sintiendo su amigo, pero a lo largo del viaje en tren hasta Resqiria la situación regresó poco a poco a la normalidad. Kerira evitó mencionar a la familia del irrense para no entristecerle de nuevo y se dedicaron a ver películas, probar aplicaciones y seguir descargando cosas.
Para la ibolense aquel viaje había sido increíble, una de sus primeras experiencias con mundos vinculados, y los recuerdos que atesoraría de aquellos días no los olvidaría nunca.
—Ya veras cuando se enteren de todo esto en la Sede. —le pinchó, riendo con ganas al imaginárselo.
Arrí vino algo después, cuando el olor de la comida ya hacía un rato que llegaba por el pasillo, y les anunció que en cuanto Mirorrel regresara de comprar algunas cosas podían empezar a comer. Keiria siguió a la familia hasta la cocina, y al ver lo que había sobre la mesa compartió mentalmente las palabras de su amigo. Era un banquete en toda regla, mucho más de los necesario para la ocasión, y la pelirroja solo pudo inclinar la cabeza agradecida y abrumada a partes iguales. Intentó ayudar a poner la mesa, pero los irrenses no la dejaron, obligándola a sentarse con expresión culpable, y mientras esperaba a que todo estuviera listo se dedicó a juguetear con su amuleto de comunicación con cierto nerviosismo.
—Que aproveche. —acertó a decir una vez hubo regresado Mirorrel con las compras y se hubieron acomodado todos a la mesa, empezando a comer con una amplia sonrisa.
La conversación durante la comida se centró en como le había ido a Kin en la ciudad y, aprovechando que le había acompañado a casa, la madre del raigaurum pidió también la opinión de la ulterana. Arrí quería saber si había hecho muchos amigos y como se había desenvuelto en Rocavarancolia, pero el demonio se callaba muchas cosas para no alarmar a su familia. La política de secretismo en Irraria era más laxa que en otros mundos vinculados, pero seguían existiendo vetos sobre lo que los irrenses podían y no saber, así que las respuestas de ambos eran bastante escuetas.
Fue una comida agradable y la sobremesa se alargó bastante, pero se hacía tarde y tenían que ponerse en marcha. Cuando llegó la hora se hizo el silencio, pero al final ambos rocovarancoleses se pusieron en pie y se prepararon para partir. Keiria se apartó a un lado mientras Kin se despedía de su familia, y cuando le llegó su turno agradeció su hospitalidad con una ligera reverencia.
—Muchas gracias por todo, de verdad. —dijo antes de salir por la puerta, asegurando que volvería algún día antes de activar las ilusiones que les camuflarían al demonio y a ella entre los lugareños.
El trayecto hasta la estación fue bastante silencioso, algo que la kitsune respeto ya que comprendía lo que debía estar sintiendo su amigo, pero a lo largo del viaje en tren hasta Resqiria la situación regresó poco a poco a la normalidad. Kerira evitó mencionar a la familia del irrense para no entristecerle de nuevo y se dedicaron a ver películas, probar aplicaciones y seguir descargando cosas.
Para la ibolense aquel viaje había sido increíble, una de sus primeras experiencias con mundos vinculados, y los recuerdos que atesoraría de aquellos días no los olvidaría nunca.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Irraria
08/06/17, 11:09 pm
Más tarde, en otra temporalidad...
Teniéndolo todo apalabrado con el doctor Marrcen, el kairós esperó la llegada de dama Urticaria y su ayudante a la que realizaría su primera intervención quirúrgica sin tratarse de un simulacro ante el portal hacia su mundo natal. Bastaba con que la náyade ocultase aquellas partes de su anatomía cnidaria que no coincidirían con la visión ulterana de los irrenses para que pudiesen alcanzar la capital del planeta sin más que alguna demora por parte de gente que quería acercarse a realizar preguntas a los rocavarancoleses. El ingeniero despachaba a cualquiera que se acercase con un “debemos llegar a la clínica, disculpen”, y no prestaba atención a ninguna réplica o comentario. Un grupo de curiosos formó un corro frente a la puerta de la clínica más prestigiosa de Ío cuando el grupo la alcanzó, Archime guiando a sus acompañantes e instándolas a entrar al edificio. El recepcionista no tardó en saludarles formalmente y, aunque su interés en dama Urticaria y la enorme terra que le acompañaban era evidente, no hizo comentario alguno y se limitó a avisar al doctor Marrcen sin necesidad de que el biomecánico lo solicitase. Apenas les indicaba el recepcionista que tomasen asiento mientras esperaban cuando el sonido del ascensor indicó que alguien acababa de llegar a la primera planta. Por supuesto se trataba del doctor, quien portaba una enorme sonrisa y no tardó en ofrecer su puño como saludo, el cual retiró tímidamente al recordar que estaba tratando con rocavarancolesas sin implantes.
—Encantado de conocerlas, soy el doctor Marrcen. Arch... Eh… Krono Rádem me ha hablado mucho de ustedes y estoy encantado de poder ser su cirujano, señora… —Se giró hacía la terra, esperando que dijese su nombre. Miró también alternativamente a Archime por si fuese a presentarla, aunque ya sabía de qué pie cojeaba su aprendiz.
El ingeniero había solicitado a su mentor que a partir de aquel momento emplease su nombre rocavarancolés, ya que pretendía que fuese su nombre de negocios en la ciudad y, por tanto, lo mejor era que el doctor Marrcen se habituase desde el principio a hablar de él utilizándolo. El doctor ya parecía preparado para la intervención, llevando encima parte de la vestimenta reglamentaria. Archime apreciaba su diligencia y su aparente mayor interés en su proyecto que el de la doctora Irrila. Por ello había elegido al doctor Marrcen para llevar a cabo sus siguientes pasos en aras de comenzar a expandir su negocio.
Teniéndolo todo apalabrado con el doctor Marrcen, el kairós esperó la llegada de dama Urticaria y su ayudante a la que realizaría su primera intervención quirúrgica sin tratarse de un simulacro ante el portal hacia su mundo natal. Bastaba con que la náyade ocultase aquellas partes de su anatomía cnidaria que no coincidirían con la visión ulterana de los irrenses para que pudiesen alcanzar la capital del planeta sin más que alguna demora por parte de gente que quería acercarse a realizar preguntas a los rocavarancoleses. El ingeniero despachaba a cualquiera que se acercase con un “debemos llegar a la clínica, disculpen”, y no prestaba atención a ninguna réplica o comentario. Un grupo de curiosos formó un corro frente a la puerta de la clínica más prestigiosa de Ío cuando el grupo la alcanzó, Archime guiando a sus acompañantes e instándolas a entrar al edificio. El recepcionista no tardó en saludarles formalmente y, aunque su interés en dama Urticaria y la enorme terra que le acompañaban era evidente, no hizo comentario alguno y se limitó a avisar al doctor Marrcen sin necesidad de que el biomecánico lo solicitase. Apenas les indicaba el recepcionista que tomasen asiento mientras esperaban cuando el sonido del ascensor indicó que alguien acababa de llegar a la primera planta. Por supuesto se trataba del doctor, quien portaba una enorme sonrisa y no tardó en ofrecer su puño como saludo, el cual retiró tímidamente al recordar que estaba tratando con rocavarancolesas sin implantes.
—Encantado de conocerlas, soy el doctor Marrcen. Arch... Eh… Krono Rádem me ha hablado mucho de ustedes y estoy encantado de poder ser su cirujano, señora… —Se giró hacía la terra, esperando que dijese su nombre. Miró también alternativamente a Archime por si fuese a presentarla, aunque ya sabía de qué pie cojeaba su aprendiz.
El ingeniero había solicitado a su mentor que a partir de aquel momento emplease su nombre rocavarancolés, ya que pretendía que fuese su nombre de negocios en la ciudad y, por tanto, lo mejor era que el doctor Marrcen se habituase desde el principio a hablar de él utilizándolo. El doctor ya parecía preparado para la intervención, llevando encima parte de la vestimenta reglamentaria. Archime apreciaba su diligencia y su aparente mayor interés en su proyecto que el de la doctora Irrila. Por ello había elegido al doctor Marrcen para llevar a cabo sus siguientes pasos en aras de comenzar a expandir su negocio.
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido MusicalPersonajes : Nia: Nayade
Toima: Argos Magnetico
Kudryavka: Vánara
Basilisco de Un Solo Ojo Cizaña
Lorenzo: Centauro
Reina: Cosechada
Heridas/enfermedades :- Heridas:
Re: Irraria
09/06/17, 02:09 am
La joven ulterana se habia despertado aquel día con algo que no podia describirse de otra manera salvo excitación. Iba a tener una visita guiada a Irraria, lugar que habia deseado visitar desde la revinculación. Y tambien, por supuesto, Muerte recuperaria parte de su utilidad. Eso siempre era conviniente.
Habia despejado su agenda de citas y reunido el tiempo libre suficiente para dedicarselo a aquel evento.Asi tambien, se habia molestado en tomar las medidas de seguridad pertinentes, puesto, aunque el Kairos no le inspiraba amenaza alguna y sabiendo que Irraria era un planeta relativamente pacífico, no podia acallar el murmullo en su estómago hablandole de lo indefensa que estaria.
Lo proyectó a sus pies. La inseguridad, los miedos. Caminaba sobre ellos, a falta de mejor palabra para describirlo, a medida que se abria paso entre los variopintos Irrenses que se mostraron.
Las dos llevaban largas capotas que, envueltas, ocultaban sus identidades, provistas con capuchas, la terra decidió ocultarse lo más posible puesto que aun estando bajo ordenes de no activar su invisiblidad, no se sentia cómoda siendo el centro de la atención.
La ulterana, sin embargo, trataba la larga capota como un accesorio más, sin ocultar su cara apenas, ostentando un maquillaje azul marino elaborado con pequeños zafiros decorandole la piel mientras se movia en completo silencio, levitando, dandole una imagen cuasi espectrar mientras no dignaba ni una mirada ante los curiosos que se acercaban.
Tenia su atención al entorno, la tecnologia y a Krono Radem. Ante todo, queria asegurarse que podria confiar en él y, si todo saliese bien aquel día, haria bien de recompensarle. Seria una valiosa baza más para promulgar sus propios planes.
No tomó asiento la terra, sin embargo. Habia algo de impaciencia y rigidez a sus movimientos a la vez que orbitaba lentamente entorno a su señora, quien calmadamente habia tomado asiento con el rostro gentil y postura elegante. Fue a levantarse cuando el apalabrado doctor hizo acto de presencia. Con un saludo un tanto timido y el consiguiente choque de culturas inicial, la nayade empezó a hablar con una pequeña reverencia, cogiendose de los pliegues de la capota.
—Un gusto. Doctor Marrcen, esta es mi ayudante personal, su nombre es, me temo, muy ominioso para lo que esperamos hacer aquí, asi pues, si requeris algo de ella, hacedlo saber a través de mi.—empezó la Ulterana con quito.—Yo soy Dama Urticaria, un placer hacer negocios con usted.—
Habia despejado su agenda de citas y reunido el tiempo libre suficiente para dedicarselo a aquel evento.Asi tambien, se habia molestado en tomar las medidas de seguridad pertinentes, puesto, aunque el Kairos no le inspiraba amenaza alguna y sabiendo que Irraria era un planeta relativamente pacífico, no podia acallar el murmullo en su estómago hablandole de lo indefensa que estaria.
Lo proyectó a sus pies. La inseguridad, los miedos. Caminaba sobre ellos, a falta de mejor palabra para describirlo, a medida que se abria paso entre los variopintos Irrenses que se mostraron.
Las dos llevaban largas capotas que, envueltas, ocultaban sus identidades, provistas con capuchas, la terra decidió ocultarse lo más posible puesto que aun estando bajo ordenes de no activar su invisiblidad, no se sentia cómoda siendo el centro de la atención.
La ulterana, sin embargo, trataba la larga capota como un accesorio más, sin ocultar su cara apenas, ostentando un maquillaje azul marino elaborado con pequeños zafiros decorandole la piel mientras se movia en completo silencio, levitando, dandole una imagen cuasi espectrar mientras no dignaba ni una mirada ante los curiosos que se acercaban.
Tenia su atención al entorno, la tecnologia y a Krono Radem. Ante todo, queria asegurarse que podria confiar en él y, si todo saliese bien aquel día, haria bien de recompensarle. Seria una valiosa baza más para promulgar sus propios planes.
No tomó asiento la terra, sin embargo. Habia algo de impaciencia y rigidez a sus movimientos a la vez que orbitaba lentamente entorno a su señora, quien calmadamente habia tomado asiento con el rostro gentil y postura elegante. Fue a levantarse cuando el apalabrado doctor hizo acto de presencia. Con un saludo un tanto timido y el consiguiente choque de culturas inicial, la nayade empezó a hablar con una pequeña reverencia, cogiendose de los pliegues de la capota.
—Un gusto. Doctor Marrcen, esta es mi ayudante personal, su nombre es, me temo, muy ominioso para lo que esperamos hacer aquí, asi pues, si requeris algo de ella, hacedlo saber a través de mi.—empezó la Ulterana con quito.—Yo soy Dama Urticaria, un placer hacer negocios con usted.—
す 争 基 ま
べ は づ す
て 欺 い 。
の 瞞 て
戦 に い
— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
べ は づ す
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Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
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Re: Irraria
09/06/17, 04:17 am
El doctor pareció confuso unos instantes ante la extraña presentación, pero se recompuso enseguida. Archime le había advertido acerca de que la paciente y su acompañante no podían permitirse perder el tiempo en saciar su curiosidad sobre Rocavarancolia y que tampoco cuestionase nada de lo que le decían. Le devolvió la reverencia torpemente a dama Urticaria, asumiendo que aquella era la correcta forma de saludar a un rocavarancolés.
—El gusto es mío, dama Urticaria. Ninguna otra clínica en toda Irraria puede decir que ha recibido a una paciente rocavarancolesa.
El kairós pensaba para sus adentros que tampoco necesitaban aquella publicidad tratándose de la mejor clínica de implantes del planeta, pues él la había elegido para comenzar a aprender el oficio por ese motivo, pero como era de esperar no expresó sus pensamientos en voz alta.
>>Bien, entonces… El quirófano está preparado, podemos comenzar la intervención cuanto antes. Síganme.
El doctor regresó al ascensor y esperó a que todos estuviesen dentro antes de pulsar un botón que les llevaría a una de las plantas intermedias. Normalmente hubiesen llevado al paciente en una silla de ruedas para su comodidad, pero una vez más el biomecánico había advertido de que era probable que la paciente no quisiese utilizarla y el doctor no la había llevado. No pretendía contradecir los deseos de una rocavarancolesa.
Tras unos segundos, la puerta del ascensor se abrió, anunciando que se encontraban en la tercera planta. El hospital era igual de sobrio y estaba igual de limpio en aquel piso que en la recepción, ofreciendo un aspecto de seriedad y profesionalidad, aunque también monótono. El doctor y Archime condujeron a las ulteranas hacia una de las puertas del pasillo. El resto del personal que participaría en la intervención ya se encontraba allí y saludaron formalmente sin añadir nada más, limitándose a observar con el menor descaro posible a la paciente y su acompañante.
—Por favor, túmbese en la camilla —le indicó una de las asistentes con un gesto a la terra—. El doctor Marrcen y Krono Rádem deben terminar de prepararse para la intervención. ¿Usted va a querer asistir al proceso? —Se dirigió hacia dama Urticaria.
Al mismo tiempo, otro de los médicos le explicaba a la terra que debía firmar su consentimiento para llevar a cabo aquella operación y le instó a leer los términos y condiciones si así lo deseaba.
Mientras tanto el kairós había seguido al doctor Marrcen hacia la sala donde se cambiaría de ropa y prepararía el material para la operación.
—Tú primera intervención real —le dijo el doctor con una gran sonrisa—. Yo creo que te he enseñado bien, pero es normal ponerse un poco nervioso. Avísame si tienes algún problema durante la operación.
El biomecánico no respondió de inmediato. Él no creía que fuese a haber ningún problema y, desde luego, no se encontraba nervioso, por lo que dudaba acerca de qué debería responderle al doctor.
—De acuerdo.
Fue todo lo que dijo, finalmente.
Poco después, la puerta interior del quirófano se abrió y, mientras los asistentes continuaban realizando todos los preparativos para la intervención, el doctor Marrcen y Archime, completamente vestidos con la vestimenta reglamentaria y apenas distinguibles del resto de sanitarios, se acercaron a la camilla.
—Si todo está en orden daremos comienzo a la operación —anunció el doctor—. Lo primero será aplicar la anestesia… Aunque en esta ocasión parece que no será una inyección, ¿no es así, Krono?
El irrense no hizo ningún gesto y se limitó a parpadear rítmicamente.
—Aplicaré un hechizo de anestesia, es más seguro de este modo —. Se oyeron murmullos entre el resto de médicos—. ¿Anestesia local o total? —Alzó la cabeza deliberadamente hacia dama Urticaria.
A continuación ejecutaría el hechizo sobre su ayudante acorde a la respuesta.
—El gusto es mío, dama Urticaria. Ninguna otra clínica en toda Irraria puede decir que ha recibido a una paciente rocavarancolesa.
El kairós pensaba para sus adentros que tampoco necesitaban aquella publicidad tratándose de la mejor clínica de implantes del planeta, pues él la había elegido para comenzar a aprender el oficio por ese motivo, pero como era de esperar no expresó sus pensamientos en voz alta.
>>Bien, entonces… El quirófano está preparado, podemos comenzar la intervención cuanto antes. Síganme.
El doctor regresó al ascensor y esperó a que todos estuviesen dentro antes de pulsar un botón que les llevaría a una de las plantas intermedias. Normalmente hubiesen llevado al paciente en una silla de ruedas para su comodidad, pero una vez más el biomecánico había advertido de que era probable que la paciente no quisiese utilizarla y el doctor no la había llevado. No pretendía contradecir los deseos de una rocavarancolesa.
Tras unos segundos, la puerta del ascensor se abrió, anunciando que se encontraban en la tercera planta. El hospital era igual de sobrio y estaba igual de limpio en aquel piso que en la recepción, ofreciendo un aspecto de seriedad y profesionalidad, aunque también monótono. El doctor y Archime condujeron a las ulteranas hacia una de las puertas del pasillo. El resto del personal que participaría en la intervención ya se encontraba allí y saludaron formalmente sin añadir nada más, limitándose a observar con el menor descaro posible a la paciente y su acompañante.
—Por favor, túmbese en la camilla —le indicó una de las asistentes con un gesto a la terra—. El doctor Marrcen y Krono Rádem deben terminar de prepararse para la intervención. ¿Usted va a querer asistir al proceso? —Se dirigió hacia dama Urticaria.
Al mismo tiempo, otro de los médicos le explicaba a la terra que debía firmar su consentimiento para llevar a cabo aquella operación y le instó a leer los términos y condiciones si así lo deseaba.
Mientras tanto el kairós había seguido al doctor Marrcen hacia la sala donde se cambiaría de ropa y prepararía el material para la operación.
—Tú primera intervención real —le dijo el doctor con una gran sonrisa—. Yo creo que te he enseñado bien, pero es normal ponerse un poco nervioso. Avísame si tienes algún problema durante la operación.
El biomecánico no respondió de inmediato. Él no creía que fuese a haber ningún problema y, desde luego, no se encontraba nervioso, por lo que dudaba acerca de qué debería responderle al doctor.
—De acuerdo.
Fue todo lo que dijo, finalmente.
Poco después, la puerta interior del quirófano se abrió y, mientras los asistentes continuaban realizando todos los preparativos para la intervención, el doctor Marrcen y Archime, completamente vestidos con la vestimenta reglamentaria y apenas distinguibles del resto de sanitarios, se acercaron a la camilla.
—Si todo está en orden daremos comienzo a la operación —anunció el doctor—. Lo primero será aplicar la anestesia… Aunque en esta ocasión parece que no será una inyección, ¿no es así, Krono?
El irrense no hizo ningún gesto y se limitó a parpadear rítmicamente.
—Aplicaré un hechizo de anestesia, es más seguro de este modo —. Se oyeron murmullos entre el resto de médicos—. ¿Anestesia local o total? —Alzó la cabeza deliberadamente hacia dama Urticaria.
A continuación ejecutaría el hechizo sobre su ayudante acorde a la respuesta.
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Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido MusicalPersonajes : Nia: Nayade
Toima: Argos Magnetico
Kudryavka: Vánara
Basilisco de Un Solo Ojo Cizaña
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Reina: Cosechada
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Re: Irraria
11/06/17, 04:30 pm
Atravesaron las puertas del ascensor entonces y, sin mucha dificultad, dieron con la planta donde se llevaria acabo la intervención. Las miradas curiosas que pronto dieron con ellas de nuevo, causaron diferentes reacciones.
La gran terra no era muy fanática de atraerlas, mientras que la ulterana se sentia como en casa siendo un foco de atención, mientras se movia con aire etereo, mostraba una gran y sutíl sonrisa en su rostro, mientras no se dignaba a responder al resto de trabajadores.
Ante las palabras de la asistente, la infame se giró suavemente hacia la ulterana, quien observaba con ojos relucientes. Un pequeño gesto con la cabeza indicó a la guerrera de obedecer y así hizo, quitandose la capota larga y dejandola caer al suelo, reveló su magullado cuerpo. El pelo negro como el carbón y piel teñida del mismo tono, vestia unos pantalones de pana algo destartalados y una camiseta interior. Los oscuros ojos azules se quedaron fijados en la asistente que se habia dirigido a ella y expuso su muñón, perfecta y limpiamente cortado por debajo de la axila, aun lucia recubierto de vendas y así pues comenzó a desenvolverlo durane unos segundos con su única mano.
Cuando terminó lo dejó todo colocado en el mismo sitio que su capota y se tumbó sobre la camilla, reclinandose al principio, para despues aterrizar energicamente con la espalda. La camilla se quejó sonoramente ante el peso, pero no cedió. La terra no hizo acto alguno a continuación, salvo descansar su mano sobre su vientre y extender el muñón con obediencia.
Algo apartada de la camilla, Nia habia procedido a responder a la asistente mientras Muerte se desvestia.
—Por supuesto. Estoy tan interesada en ser testigo de esta intervención como vosotros de hacerla, estoy segura.—respondió escuetamente con educación. La ulterana observó entonces con curiosidad mientras se ordenaba a su guardaespaldas a firmar una forma de consentimiento. Aquello picó su interés, pues nunca habria pensado que lo formalizarian tanto. De hecho, estaba segura que, de ocurrir algo, ninguna forma de burocracia detendria a Dama Urticaria. Sin embargo, sabia que no era más que una divertida y robótica formalidad, casi como el Kairos, y la ulterana pensó en que entretenerla estaba en orden.
La terra no dudó, ni leyó en los hologramas. Impelida a avanzar y cuanto antes, asió el lapiz tactil y plantó su punta allí donde debia firmar. Clavandola levemente dejó que se formase un pequeño punto y levantó el instrumento entonces. Haciendolo girar sobre la palma de su mano, sin ni siquiera mirar, se lo ofreció de vuelta a la asistente con cara de poker.
La ulterana no pudo sino evitar sonreir ante aquello. Se habia hecho a la idea de que iba a presenciar una firma de verdad. Miró un poco nerviosa ante la asistente con la documentación. ¿Aceptaria un manchon de tinta como una firma? Quizás si...
La fulminó con la mirada unos instantes, casi retando a la asistente a desafiar que aquella era la firma de la terra. Aquella pamplina artificial no tenia peso alguno de todas formas, y, alargar la presala de esta manera tan solo la iba a irritar más.
La impaciente Nia entonces se giró a contestar a Krono Radem, quien le preguntaba por anestesia. Un pequeño borboteo de duda escapó sus labios antes de contestar.
—Mejor la local, creo. Por experiencia propia, puedo asegurar que ella preferiria sin anestesia alguna, pero seamos civiles, ¿no?— su voz terminó con un chasquido reminiscente de una risilla, como si lo que hubiera sugerido fuese algo totalmente plausible y entendible.
La gran terra no era muy fanática de atraerlas, mientras que la ulterana se sentia como en casa siendo un foco de atención, mientras se movia con aire etereo, mostraba una gran y sutíl sonrisa en su rostro, mientras no se dignaba a responder al resto de trabajadores.
Ante las palabras de la asistente, la infame se giró suavemente hacia la ulterana, quien observaba con ojos relucientes. Un pequeño gesto con la cabeza indicó a la guerrera de obedecer y así hizo, quitandose la capota larga y dejandola caer al suelo, reveló su magullado cuerpo. El pelo negro como el carbón y piel teñida del mismo tono, vestia unos pantalones de pana algo destartalados y una camiseta interior. Los oscuros ojos azules se quedaron fijados en la asistente que se habia dirigido a ella y expuso su muñón, perfecta y limpiamente cortado por debajo de la axila, aun lucia recubierto de vendas y así pues comenzó a desenvolverlo durane unos segundos con su única mano.
Cuando terminó lo dejó todo colocado en el mismo sitio que su capota y se tumbó sobre la camilla, reclinandose al principio, para despues aterrizar energicamente con la espalda. La camilla se quejó sonoramente ante el peso, pero no cedió. La terra no hizo acto alguno a continuación, salvo descansar su mano sobre su vientre y extender el muñón con obediencia.
Algo apartada de la camilla, Nia habia procedido a responder a la asistente mientras Muerte se desvestia.
—Por supuesto. Estoy tan interesada en ser testigo de esta intervención como vosotros de hacerla, estoy segura.—respondió escuetamente con educación. La ulterana observó entonces con curiosidad mientras se ordenaba a su guardaespaldas a firmar una forma de consentimiento. Aquello picó su interés, pues nunca habria pensado que lo formalizarian tanto. De hecho, estaba segura que, de ocurrir algo, ninguna forma de burocracia detendria a Dama Urticaria. Sin embargo, sabia que no era más que una divertida y robótica formalidad, casi como el Kairos, y la ulterana pensó en que entretenerla estaba en orden.
La terra no dudó, ni leyó en los hologramas. Impelida a avanzar y cuanto antes, asió el lapiz tactil y plantó su punta allí donde debia firmar. Clavandola levemente dejó que se formase un pequeño punto y levantó el instrumento entonces. Haciendolo girar sobre la palma de su mano, sin ni siquiera mirar, se lo ofreció de vuelta a la asistente con cara de poker.
La ulterana no pudo sino evitar sonreir ante aquello. Se habia hecho a la idea de que iba a presenciar una firma de verdad. Miró un poco nerviosa ante la asistente con la documentación. ¿Aceptaria un manchon de tinta como una firma? Quizás si...
La fulminó con la mirada unos instantes, casi retando a la asistente a desafiar que aquella era la firma de la terra. Aquella pamplina artificial no tenia peso alguno de todas formas, y, alargar la presala de esta manera tan solo la iba a irritar más.
La impaciente Nia entonces se giró a contestar a Krono Radem, quien le preguntaba por anestesia. Un pequeño borboteo de duda escapó sus labios antes de contestar.
—Mejor la local, creo. Por experiencia propia, puedo asegurar que ella preferiria sin anestesia alguna, pero seamos civiles, ¿no?— su voz terminó con un chasquido reminiscente de una risilla, como si lo que hubiera sugerido fuese algo totalmente plausible y entendible.
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