Irraria
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Irraria
23/07/13, 04:38 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Irraria
Portal situado en un bosque en el ecuador del continente, cercano a la ciudad de Ío.
Portal situado en un bosque en el ecuador del continente, cercano a la ciudad de Ío.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Re: Irraria
17/05/16, 11:56 pm
El arrebato de alegría del irrense pilló al brujo por sorpresa. Enredo parpadeó con confusión tratando de dilucidar a qué se refería, estaba claro que los excesos de los últimos tiempos le estaban pasando factura, se notaba espeso.
Se dio cuenta cuando Laqeren y Appri trajeron una caja llena hasta los topes de deshechos metálicos de haber trabajado con el metal. Sonrió al entender las intenciones del irrense y no dijo absolutamente nada en contra de la idea.
-Creo que sí puedo trabajar con esto, vamos a comprobarlo - dijo con una sonrisa. Con un hechizo de levitación extrajo de la caja unos cuantos trozos y virutas, los dejó flotando en el aire y luego les dio forma con un hechizo de moldeado. Todos los trozos se fusionaron en una esfera que dejó caer en su propia mano enseñándosela a los dos irrenses.
Si bien es cierto que el brujo no quería propasarse en uso mágico aquello no era un gran gasto y era bastante espectacular. Seguro que no haría daño.
-Toma Appri, te la regalo. No está encantada pero seguro que te queda un buen recuerdo - le dijo a la chica mientras se la ponía en la mano.- Aquí hay más que suficiente, te doy las gracias Laqeren.
-Quizá debería ir yéndome, si puedo seros de ayuda en algo decidlo antes de que me vaya - les ofreció a ambos irrenses. Lo cierto es que quería devolverles de alguna forma el coste del material gratis.
Se dio cuenta cuando Laqeren y Appri trajeron una caja llena hasta los topes de deshechos metálicos de haber trabajado con el metal. Sonrió al entender las intenciones del irrense y no dijo absolutamente nada en contra de la idea.
-Creo que sí puedo trabajar con esto, vamos a comprobarlo - dijo con una sonrisa. Con un hechizo de levitación extrajo de la caja unos cuantos trozos y virutas, los dejó flotando en el aire y luego les dio forma con un hechizo de moldeado. Todos los trozos se fusionaron en una esfera que dejó caer en su propia mano enseñándosela a los dos irrenses.
Si bien es cierto que el brujo no quería propasarse en uso mágico aquello no era un gran gasto y era bastante espectacular. Seguro que no haría daño.
-Toma Appri, te la regalo. No está encantada pero seguro que te queda un buen recuerdo - le dijo a la chica mientras se la ponía en la mano.- Aquí hay más que suficiente, te doy las gracias Laqeren.
-Quizá debería ir yéndome, si puedo seros de ayuda en algo decidlo antes de que me vaya - les ofreció a ambos irrenses. Lo cierto es que quería devolverles de alguna forma el coste del material gratis.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Irraria
18/05/16, 01:39 am
Ambos irrenses se fascinaron al ver cómo se podía fundir el metal sin cambiar la temperatura. De hecho, en ningún momento dejó de parecer sólido exactamente. Laqeren en concreto estaba encantado con la idea que había tenido, ya que en parte había temido ofender al rocavarancolés a pesar de la lógica tras sus actos.
Appri aceptó la bola sin decir palabra, todavía encandilada con la magia que acababa de presenciar. Sin embargo al notar el peso entre las manos consiguió por fin agradecer el gesto.
—Vaya, no tenías por qué… era para ti el metal… uh, ¡gracias!
Mientras la chica se quedó observando de cerca la textura lisa que había adquirido la bola, fue Laqeren quien tomó la palabra.
—No, simplemente muchas gracias a ti por haber escogido esta tienda. Esperamos volver a verte por aquí. Si te convence el material no olvides recomendarlo —añadió también con tono desenfadado.
Los dos irrenses lo acompañarían hasta la puerta y se despedirían efusivamente. Tras eso probablemente a Laqeren le costaría hacer volver a Appri al trabajo.
Appri aceptó la bola sin decir palabra, todavía encandilada con la magia que acababa de presenciar. Sin embargo al notar el peso entre las manos consiguió por fin agradecer el gesto.
—Vaya, no tenías por qué… era para ti el metal… uh, ¡gracias!
Mientras la chica se quedó observando de cerca la textura lisa que había adquirido la bola, fue Laqeren quien tomó la palabra.
—No, simplemente muchas gracias a ti por haber escogido esta tienda. Esperamos volver a verte por aquí. Si te convence el material no olvides recomendarlo —añadió también con tono desenfadado.
Los dos irrenses lo acompañarían hasta la puerta y se despedirían efusivamente. Tras eso probablemente a Laqeren le costaría hacer volver a Appri al trabajo.
- Dal
Ficha de cosechado
Nombre: Alec (Alasdair)
Especie: Humano; Escocés.
Habilidades: Fuerza bruta, nociones de lucha y resistencia.
Re: Irraria
19/05/16, 12:16 am
Enredo sonrió cuando le despidieron, con la caja levitando tras él salió de la tienda y miró a su alrededor. Sabía la ruta de llegada pero no sabía dónde coger el tren que le iba a llevar de vuelta al principio. Paró a un irrense que se sorprendió al verle, le preguntó por la ubicación de la parada que necesitaba y se despidió de él cuando obtuvo la respuesta. El brujo no sabía que era lo que más miraban los irrenses mientras andaba por la calle, si a él o la caja levitante. Enredo supuso que la caja.
No tardó en subirse en el tranvía y pronto llegó al ascensor por el que había subido. Mientras bajaba iba pensando que hacer con tanto metal, le habían dado bastante más de lo que él necesitaba. Pensó en regalarle una parte a Yttria por el favor de dejarle el amuleto y quizá el resto se lo diese a DL para que hiciese con él lo que quisiese, seguro que le encontraba alguna utilidad.
Cruzó las calles por las que había pasado anteriormente y vio más gente que antes, muchos lo miraban discretamente, otros no tanto y lo niños directamente lo señalaban. <<Sí que debe ser rara la visita de un rocavarancolés.>> pensó mientras trataba de ignorar como bien podía la mirada de la gente.
Por suerte nadie le salió al paso y pudo montar en el ascensor de salida de la ciudad. Una vez dentro del cubículo suspiró de alivio y renovó su barrera contra el frío. Andando hacia el portal empezó a pensar en cómo hacer el báculo, tenía que rellenarlo de algo o dejarlo hueco.
Cavilando sobre ello atravesó el portal dejando atrás Irraria.
Sigue en Rocavarancolia.
No tardó en subirse en el tranvía y pronto llegó al ascensor por el que había subido. Mientras bajaba iba pensando que hacer con tanto metal, le habían dado bastante más de lo que él necesitaba. Pensó en regalarle una parte a Yttria por el favor de dejarle el amuleto y quizá el resto se lo diese a DL para que hiciese con él lo que quisiese, seguro que le encontraba alguna utilidad.
Cruzó las calles por las que había pasado anteriormente y vio más gente que antes, muchos lo miraban discretamente, otros no tanto y lo niños directamente lo señalaban. <<Sí que debe ser rara la visita de un rocavarancolés.>> pensó mientras trataba de ignorar como bien podía la mirada de la gente.
Por suerte nadie le salió al paso y pudo montar en el ascensor de salida de la ciudad. Una vez dentro del cubículo suspiró de alivio y renovó su barrera contra el frío. Andando hacia el portal empezó a pensar en cómo hacer el báculo, tenía que rellenarlo de algo o dejarlo hueco.
Cavilando sobre ello atravesó el portal dejando atrás Irraria.
Sigue en Rocavarancolia.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Irraria
19/08/16, 03:07 am
Había pasado casi un año entero desde que había pisado Irraria por última vez. En esta ocasión atravesaba el portal junto a Keiria, y quizá más nervioso de lo que había estado cualquiera de las veces anteriores. Enfrentarse a los monstruos de Rocavarancolia parecía más sencillo que volver a casa, aunque le resultaba cómico pensar de ese modo.
El frío los recibió al otro lado, pero ya se habían protegido de él de antemano. La nieve cubría el bosque de coníferas en el que se encontraba el portal porque la estación de deshielo empezaba a quedar ya bastante atrás. Kin se sorprendió a sí mismo poniéndose parlanchín acerca del bosque y cómo funcionaban y se aislaban los invernaderos que encontrarían más adelante, así como algunas otras cosas irrelevantes sobre su mundo de origen. Alcanzaron dichos invernaderos no mucho después, ya que la zona todavía no estaba intransitable, y desde una distancia prudencial comprobó con niebla mágica que los invernaderos no estaban en pleno apogeo. En Ío los tenían tan automatizados que le producía envidia, a pesar de que aquel trabajo ya no tenía nada que ver con él.
—Va a estar tirado entrar. Salir… ya veremos. —A pesar de lo complicado que podía llegar a ponerse el regresar a la superficie sin ser vistos, trataba de tomárselo con humor.
Acceder al ascensor fue tan sencillo como emplear los papeles con un hechizo de opacidad que les había proporcionado Archi a cada uno y avanzar intangibles hasta él. Mientras descendían se repartieron los amuletos con el idioma irrense y prepararon sus ilusiones, Kin usando la apariencia que había obtenido de Atol, y Keiria sus propios medios. El raigaurum la vio cambiar ante sus ojos a una versión de sí misma si hubiese sido irrense, y se le escapó una sonrisa divertida porque lo cogió por sorpresa. Pensó que debía de haber hecho bastantes pruebas para adaptar su aspecto hasta parecer ella misma y a la vez una irrense nativa. Su aspecto destacaba un poco por las puntas del pelo rojas y, sobre todo, los ojos bicolor, pero el cambio era para bien –realmente bien– según el criterio de Kin.
—Estás genial. Los narizones podéis matarme por esto, pero te sienta mejor el hocico —bromeó. Si acaso algo se podía lamentar del cambio era el pelo corto. Como irrense nunca podía haber echado de menos algo que no conocía, pero como Rocavarancolés había descubierto que el pelo podía tomar muchas más formas de las que creía, y a alguna gente largo le sentaba muy bien.
El ascensor se detuvo con un leve pitido que anunciaba la llegada a la planta de carga y descarga. Aún con la opacidad activada, atravesaron las instalaciones sin percances, aprovechando que era la hora del almuerzo, y salieron a un callejón. Deshicieron la opacidad a la vuelta de una esquina y echaron a andar por las calles como si fuese lo que llevaban haciendo toda la mañana. No habían planeado perder mucho tiempo en Ío, al ser una ciudad demasiado grande y de la que Kin apenas conocía un par de calles. Le había asegurado a su acompañante que Resqiria tampoco estaba nada mal y al menos la conocía de arriba abajo.
Se pararon ante un puesto de comida y el irrense le hizo gestos a Kei para que lo siguiera hasta él. Era mejor si comían y se abastecían antes del largo viaje hasta Resqiria.
—Escoge lo que quieras, pago yo. Si quieres alguna recomendación, todos estos están buenísimos —mientras hablaba señalaba con el dedo sus bollos rellenos favoritos. Incluso había algunos que no conocía, pero no se atrevió a opinar sobre ellos. Para sí mismo escogió dos, uno de carne y queso y otro de carne y vegetales picante, y mientras se los envolvían en papel encendió el ordenador para pagar. Lamentó no haberlo hecho con antelación, pero mientras Keiria se decidía, la máquina tuvo tiempo de procesar todas las nuevas notificaciones que recibió. Esta vez eran muchas menos, por suerte, aunque también quería decir que mucha gente se había empezado a olvidar de él. «Tampoco es que importe demasiado» se dijo, aunque no muy convencido.
El frío los recibió al otro lado, pero ya se habían protegido de él de antemano. La nieve cubría el bosque de coníferas en el que se encontraba el portal porque la estación de deshielo empezaba a quedar ya bastante atrás. Kin se sorprendió a sí mismo poniéndose parlanchín acerca del bosque y cómo funcionaban y se aislaban los invernaderos que encontrarían más adelante, así como algunas otras cosas irrelevantes sobre su mundo de origen. Alcanzaron dichos invernaderos no mucho después, ya que la zona todavía no estaba intransitable, y desde una distancia prudencial comprobó con niebla mágica que los invernaderos no estaban en pleno apogeo. En Ío los tenían tan automatizados que le producía envidia, a pesar de que aquel trabajo ya no tenía nada que ver con él.
—Va a estar tirado entrar. Salir… ya veremos. —A pesar de lo complicado que podía llegar a ponerse el regresar a la superficie sin ser vistos, trataba de tomárselo con humor.
Acceder al ascensor fue tan sencillo como emplear los papeles con un hechizo de opacidad que les había proporcionado Archi a cada uno y avanzar intangibles hasta él. Mientras descendían se repartieron los amuletos con el idioma irrense y prepararon sus ilusiones, Kin usando la apariencia que había obtenido de Atol, y Keiria sus propios medios. El raigaurum la vio cambiar ante sus ojos a una versión de sí misma si hubiese sido irrense, y se le escapó una sonrisa divertida porque lo cogió por sorpresa. Pensó que debía de haber hecho bastantes pruebas para adaptar su aspecto hasta parecer ella misma y a la vez una irrense nativa. Su aspecto destacaba un poco por las puntas del pelo rojas y, sobre todo, los ojos bicolor, pero el cambio era para bien –realmente bien– según el criterio de Kin.
—Estás genial. Los narizones podéis matarme por esto, pero te sienta mejor el hocico —bromeó. Si acaso algo se podía lamentar del cambio era el pelo corto. Como irrense nunca podía haber echado de menos algo que no conocía, pero como Rocavarancolés había descubierto que el pelo podía tomar muchas más formas de las que creía, y a alguna gente largo le sentaba muy bien.
El ascensor se detuvo con un leve pitido que anunciaba la llegada a la planta de carga y descarga. Aún con la opacidad activada, atravesaron las instalaciones sin percances, aprovechando que era la hora del almuerzo, y salieron a un callejón. Deshicieron la opacidad a la vuelta de una esquina y echaron a andar por las calles como si fuese lo que llevaban haciendo toda la mañana. No habían planeado perder mucho tiempo en Ío, al ser una ciudad demasiado grande y de la que Kin apenas conocía un par de calles. Le había asegurado a su acompañante que Resqiria tampoco estaba nada mal y al menos la conocía de arriba abajo.
Se pararon ante un puesto de comida y el irrense le hizo gestos a Kei para que lo siguiera hasta él. Era mejor si comían y se abastecían antes del largo viaje hasta Resqiria.
—Escoge lo que quieras, pago yo. Si quieres alguna recomendación, todos estos están buenísimos —mientras hablaba señalaba con el dedo sus bollos rellenos favoritos. Incluso había algunos que no conocía, pero no se atrevió a opinar sobre ellos. Para sí mismo escogió dos, uno de carne y queso y otro de carne y vegetales picante, y mientras se los envolvían en papel encendió el ordenador para pagar. Lamentó no haberlo hecho con antelación, pero mientras Keiria se decidía, la máquina tuvo tiempo de procesar todas las nuevas notificaciones que recibió. Esta vez eran muchas menos, por suerte, aunque también quería decir que mucha gente se había empezado a olvidar de él. «Tampoco es que importe demasiado» se dijo, aunque no muy convencido.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tiene
Re: Irraria
19/08/16, 05:00 am
En cuanto el vórtice que conducía a Irraria quedó a su espalda, Keiria observó el paisaje que le rodeaba abriendo mucho los ojos y agitando emocionada sus nueve colas. Kin le había preguntado dias atrás si podía acompañarle en aquella visita y la kitsune no había dudado en apuntarse, pues no había salido de Rocavarancolia desde que viera su primera Luna Roja. El raigaurum también le había pedido consejo sobre la mejor forma de pasar desapercibidos en su mundo natal y entre los dos habían trazado un plan, pero cuando su amigo había sugerido pagarle por sus servicios la ibolense no había querido saber nada del tema.
Un hechizo térmico les protegía del clima helado que imperaba en la región, cosa que la pelirroja agradecía ya que se había criado en un desierto, pero precisamente por no haber visto nunca nada así el bosque nevado la tuvo encandilada durante todo el trayecto hasta los accesos a la ciudad subterránea. Aún así fue capaz de prestar atención a su parlanchín amigo mientras le hablaba sobre los invernaderos cercanos, la vegetación que les rodeaba y otros detalles menos irrelevantes sobre Irraria.
—¿Las alimañas no se cuelan en los invernaderos buscando comida? —preguntó en voz baja cuando se detuvieron. No estaba demasiado informada acerca de la escasa fauna irrense.
En cuanto estuvieron seguros de que no había nadie a la vista la pareja abordó uno de los ascensores y se puso manos a la obra, repartiéndose los amuletos logománticos y preparando sus ilusiones. Keiria había dedicado varias horas a perfeccionar la suya, cuidando hasta el más mínimo detalle para no dejar de ser ella misma a pesar de haber cambiado de raza, y cuando se giró hacia su amigo una expresión espectante se reflejaba en su nuevo rostro.
—¿Tu crees? —respondió al cumplido, esbozando una sonrisa traviesa mientras paladeaba aquel nuevo idioma—. En cierto modo es un tanto extraño que la Luna Roja no cambiara también esa parte de mi anatomía. —comentó riendo, haciendo aparecer brevemente sus orejas de zorro y agitándolas para enfatizar sus palabras.
Los dos rocavarancoleses lograron atravesar la planta de carga y descagra sin incidentes gracias a los hechizos de opacidad que les había proporcionado Archi, pero cuando llegaron a la calle se deshicieron del camuflaje mágico al amparo de un callejón y continuaron su camino mezclándose con los transeuntes. Todo aquello era nuevo para Keiria, desde el ambiente y los olores hasta la disposición de las calles, pero cuando el raigaurum señaló un puesto de comida la kitsune dejó de prestar atención a lo que les rodeaba.
—Muchas gracias, Chispas —acertó a decir sin que se le cayeran las babas, olfateando todo el puesto antes de señalarle al tendero otros dos bollos iguales a los que había escogido el demonio—. ¿Crees que podríamos conseguir la receta de esto para prepararlo en casa? —le preguntó a su amigo minutos después con los ojos brillantes.
Un hechizo térmico les protegía del clima helado que imperaba en la región, cosa que la pelirroja agradecía ya que se había criado en un desierto, pero precisamente por no haber visto nunca nada así el bosque nevado la tuvo encandilada durante todo el trayecto hasta los accesos a la ciudad subterránea. Aún así fue capaz de prestar atención a su parlanchín amigo mientras le hablaba sobre los invernaderos cercanos, la vegetación que les rodeaba y otros detalles menos irrelevantes sobre Irraria.
—¿Las alimañas no se cuelan en los invernaderos buscando comida? —preguntó en voz baja cuando se detuvieron. No estaba demasiado informada acerca de la escasa fauna irrense.
En cuanto estuvieron seguros de que no había nadie a la vista la pareja abordó uno de los ascensores y se puso manos a la obra, repartiéndose los amuletos logománticos y preparando sus ilusiones. Keiria había dedicado varias horas a perfeccionar la suya, cuidando hasta el más mínimo detalle para no dejar de ser ella misma a pesar de haber cambiado de raza, y cuando se giró hacia su amigo una expresión espectante se reflejaba en su nuevo rostro.
—¿Tu crees? —respondió al cumplido, esbozando una sonrisa traviesa mientras paladeaba aquel nuevo idioma—. En cierto modo es un tanto extraño que la Luna Roja no cambiara también esa parte de mi anatomía. —comentó riendo, haciendo aparecer brevemente sus orejas de zorro y agitándolas para enfatizar sus palabras.
Los dos rocavarancoleses lograron atravesar la planta de carga y descagra sin incidentes gracias a los hechizos de opacidad que les había proporcionado Archi, pero cuando llegaron a la calle se deshicieron del camuflaje mágico al amparo de un callejón y continuaron su camino mezclándose con los transeuntes. Todo aquello era nuevo para Keiria, desde el ambiente y los olores hasta la disposición de las calles, pero cuando el raigaurum señaló un puesto de comida la kitsune dejó de prestar atención a lo que les rodeaba.
—Muchas gracias, Chispas —acertó a decir sin que se le cayeran las babas, olfateando todo el puesto antes de señalarle al tendero otros dos bollos iguales a los que había escogido el demonio—. ¿Crees que podríamos conseguir la receta de esto para prepararlo en casa? —le preguntó a su amigo minutos después con los ojos brillantes.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Irraria
19/08/16, 08:19 pm
Se obligó a dejar de pensar en las notificaciones y retomó la conversación con Keiria fingiendo no haber visto nada extraño.
—Pues no creo que sea muy difícil de cocinar. Podemos guardar unas cuantas recetas mientras estamos aquí. En el tren tendremos tiempo de buscar unas cuantas en la red —añadió con una sonrisa agria. Tiempo les iba a sobrar.
De camino a la estación solo pararon en una tienda más, de la que el raigaurum salió con unos auriculares externos como los que Keiria podía haber visto al pequeño Ippon en su día. Mientras caminaban, Kin se comió uno de los bollos, reservando el otro dentro en su mochila para más tarde. Se dedicó a hablarle a su amiga de cualquier cosa que creyese que le llamaba la atención en las galerías.
—Lo más gracioso para mí son las cintas transportadoras —le explicó en algún momento—. Es una prueba de lo vagos redomados que son en las ciudades. Como Resqiria es más pequeña tiene muchísimas menos, pero siempre me han hecho gracia. En Loberrno no hay nada parecido.
Tras subirse a un ascensor y tomar un tranvía llegaron por fin a la estación de trenes. Tal como tenía anotado en su ordenador, hacia Resqiria saldría uno en menos de media hora. El plan para entrar al transporte ya lo tenían acordado de antemano, y solo hubo que esperar al momento adecuado. Ambos eran invisibles para el SGR, por lo que Kin decidió pasar sin pagar también por aquella vez, al estilo de los ilegales «a fin de cuentas somos intocables solo con decir de dónde somos y hacer un truco barato». Era muy sencillo no tener miedo cuando se estaba por encima de la propia sociedad irrense. Se compadecía de su propio yo del pasado, por no decir las personas para las que había empezado a trabajar Ippon. Cada vez que pensaba en esa farsa de ser dioses casi le daban ganas de reír. Solo que por el bien de su sociedad, y mientras el portal siguiese comunicando ambos mundos, aquellas creencias eran la mejor opción que tenían los irrenses. Al menos así no vivirían con miedo.
Los trenes de larga distancia eran algo desconocido incluso para Kin, que prácticamente no había salido de la línea que unía Loberrno con Resqiria. Contaban con una zona con literas y baños y otra con asientos bastante cómodos. También tenía un vagón de recreo en cada extremo del tren, uno con un bar con mesas y sillones, y el otro con un restaurante. Por desgracia para la ulterana, la mayor parte de la gente solía entretenerse conectándose a la red, y prácticamente no había nada pensado para quien no pudiera hacerlo. Tomando aquello en consideración, Kin había decidido comprar los auriculares, y en cuanto se sentaron en el tren, se los tendió a Keiria. No podía ofrecer muchas opciones para las veinte horas de viaje que les esperaban, pero podían entretenerse con el ordenador del propio irrense. Tenía muchas películas que recomendarle y, con conexión a la red, podía buscar cualquier cosa que la kitsune quisiese. Además, a diferencia del resto de pasajeros, ellos podían dormir las horas que fuesen necesarias hasta llegar a su destino con la ayuda de la magia.
—En momentos como estos piensas en la habilidad de Archi y da hasta rabia. O el maldito hechizo de teletransporte. Siento que el viaje vaya a ser tan largo, pero espero que compense de alguna manera. ¿Tenéis trenes electromagnéticos en Ulterania? —Dejó de hablar mientras tomaban dos asientos vacíos al fondo de un vagón, pero una vez se acomodaron volvió a la carga—. El viaje no es que vaya a ser muy emocionante, los túneles no tienen nada de bonito. ¿Te recomiendo una película? —Las notificaciones seguían fijas en la esquina derecha de la pantalla cuando la encendió, pero las ignoró.
—Pues no creo que sea muy difícil de cocinar. Podemos guardar unas cuantas recetas mientras estamos aquí. En el tren tendremos tiempo de buscar unas cuantas en la red —añadió con una sonrisa agria. Tiempo les iba a sobrar.
De camino a la estación solo pararon en una tienda más, de la que el raigaurum salió con unos auriculares externos como los que Keiria podía haber visto al pequeño Ippon en su día. Mientras caminaban, Kin se comió uno de los bollos, reservando el otro dentro en su mochila para más tarde. Se dedicó a hablarle a su amiga de cualquier cosa que creyese que le llamaba la atención en las galerías.
—Lo más gracioso para mí son las cintas transportadoras —le explicó en algún momento—. Es una prueba de lo vagos redomados que son en las ciudades. Como Resqiria es más pequeña tiene muchísimas menos, pero siempre me han hecho gracia. En Loberrno no hay nada parecido.
Tras subirse a un ascensor y tomar un tranvía llegaron por fin a la estación de trenes. Tal como tenía anotado en su ordenador, hacia Resqiria saldría uno en menos de media hora. El plan para entrar al transporte ya lo tenían acordado de antemano, y solo hubo que esperar al momento adecuado. Ambos eran invisibles para el SGR, por lo que Kin decidió pasar sin pagar también por aquella vez, al estilo de los ilegales «a fin de cuentas somos intocables solo con decir de dónde somos y hacer un truco barato». Era muy sencillo no tener miedo cuando se estaba por encima de la propia sociedad irrense. Se compadecía de su propio yo del pasado, por no decir las personas para las que había empezado a trabajar Ippon. Cada vez que pensaba en esa farsa de ser dioses casi le daban ganas de reír. Solo que por el bien de su sociedad, y mientras el portal siguiese comunicando ambos mundos, aquellas creencias eran la mejor opción que tenían los irrenses. Al menos así no vivirían con miedo.
Los trenes de larga distancia eran algo desconocido incluso para Kin, que prácticamente no había salido de la línea que unía Loberrno con Resqiria. Contaban con una zona con literas y baños y otra con asientos bastante cómodos. También tenía un vagón de recreo en cada extremo del tren, uno con un bar con mesas y sillones, y el otro con un restaurante. Por desgracia para la ulterana, la mayor parte de la gente solía entretenerse conectándose a la red, y prácticamente no había nada pensado para quien no pudiera hacerlo. Tomando aquello en consideración, Kin había decidido comprar los auriculares, y en cuanto se sentaron en el tren, se los tendió a Keiria. No podía ofrecer muchas opciones para las veinte horas de viaje que les esperaban, pero podían entretenerse con el ordenador del propio irrense. Tenía muchas películas que recomendarle y, con conexión a la red, podía buscar cualquier cosa que la kitsune quisiese. Además, a diferencia del resto de pasajeros, ellos podían dormir las horas que fuesen necesarias hasta llegar a su destino con la ayuda de la magia.
—En momentos como estos piensas en la habilidad de Archi y da hasta rabia. O el maldito hechizo de teletransporte. Siento que el viaje vaya a ser tan largo, pero espero que compense de alguna manera. ¿Tenéis trenes electromagnéticos en Ulterania? —Dejó de hablar mientras tomaban dos asientos vacíos al fondo de un vagón, pero una vez se acomodaron volvió a la carga—. El viaje no es que vaya a ser muy emocionante, los túneles no tienen nada de bonito. ¿Te recomiendo una película? —Las notificaciones seguían fijas en la esquina derecha de la pantalla cuando la encendió, pero las ignoró.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Irraria
19/08/16, 09:05 pm
Keiria, entretenida con los bollos, no se había percatado de como a su amigo le cambiaba la cara al ver las notificaciones de su terminal, por eso seguía sonriendo cuando el raigaurum le confirmó que podían reunir unas cuantas recetas durante el trayecto en tren. Continuaron su camino hacia la estación poco después, deteniéndose solo en una tienda más para comprar unos auriculares inalámbricos antes de alcanzar el andén. Durante el paseo la kitsune dio buena cuenta de uno de sus bollos, relamiéndose el picante de las comisuras de la boca con expresión golosa, y, siguiendo el ejemplo de su amigo, se guardó el otro para mas tarde.
—Solo os conozco a Archi y a ti, así que no tengo muchas referencias en cuanto al estilo de vida irrense se refiere, pero si es cierto que aquí la gente se muy... ¿tranquila? —observó dubitativa, echando un vistazo hacia las numerosas cintas transportadoras y a los ciudadanos que trasportaban.
Tuvieron que coger un ascensor y subir a un tranvía antes de llegar a la estación, pero acceder a la misma fue pan comido. Habían decidido de antemano colarse sin pagar, plan que la personalidad traviesa de la kitsune aprobaba con entusiasmo, y dado que, en palabras del demonio, eran invisibles para el SGR no habían tenido ningun problema para sortear la seguridad.
—Que pasada de tren... —comentó la pelirroja cuando avisto la maquina que les iba a transportar hacia su destino, admirando las lineas del mismo y teorizando mentalmente sobre el funcionamiento de su mecánica.
El interior era igual de asombroso, pues dada la cantidad de servicios que ofrecía a sus pasajeros aquello casi parecía un hotel, y aunque no había entretenimientos para la gente que no podía conectarse a la red a la ibolense no parecía importarle demasiado. Aceptó los auriculares que le tendió Kin con una sonrisa, sin embargo, y le agradeció que hubiera pensado en ella para el largo trayecto.
—Si, si que hay, pero yo nunca he visto ninguno en persona. Ibolia, la región en la que yo nací, es un gran desierto, y para los trayectos de larga distancia se usan ferrocariles —explicó entusiasmada, resumiendo a grandes rasgos y sin que el irrense le preguntara al respecto el funcionamiento del motor de vapor—. Los trenes electromagnéticos son propios de otras regiones del Imperio. —aclaró, restándole importancia instantes después a la duración del trayecto. La idea de ver una pelicula resultaba atractiva, pero le dejó la elección de la misma a su compañero.
—Solo os conozco a Archi y a ti, así que no tengo muchas referencias en cuanto al estilo de vida irrense se refiere, pero si es cierto que aquí la gente se muy... ¿tranquila? —observó dubitativa, echando un vistazo hacia las numerosas cintas transportadoras y a los ciudadanos que trasportaban.
Tuvieron que coger un ascensor y subir a un tranvía antes de llegar a la estación, pero acceder a la misma fue pan comido. Habían decidido de antemano colarse sin pagar, plan que la personalidad traviesa de la kitsune aprobaba con entusiasmo, y dado que, en palabras del demonio, eran invisibles para el SGR no habían tenido ningun problema para sortear la seguridad.
—Que pasada de tren... —comentó la pelirroja cuando avisto la maquina que les iba a transportar hacia su destino, admirando las lineas del mismo y teorizando mentalmente sobre el funcionamiento de su mecánica.
El interior era igual de asombroso, pues dada la cantidad de servicios que ofrecía a sus pasajeros aquello casi parecía un hotel, y aunque no había entretenimientos para la gente que no podía conectarse a la red a la ibolense no parecía importarle demasiado. Aceptó los auriculares que le tendió Kin con una sonrisa, sin embargo, y le agradeció que hubiera pensado en ella para el largo trayecto.
—Si, si que hay, pero yo nunca he visto ninguno en persona. Ibolia, la región en la que yo nací, es un gran desierto, y para los trayectos de larga distancia se usan ferrocariles —explicó entusiasmada, resumiendo a grandes rasgos y sin que el irrense le preguntara al respecto el funcionamiento del motor de vapor—. Los trenes electromagnéticos son propios de otras regiones del Imperio. —aclaró, restándole importancia instantes después a la duración del trayecto. La idea de ver una pelicula resultaba atractiva, pero le dejó la elección de la misma a su compañero.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Irraria
20/08/16, 07:21 pm
Kin escuchó sobre el tren de vapor con una expresión incluso asombrada en la cara. Aquello sonaba tremendamente arcaico, y sabía sin embargo que la tecnología en el mundo de la kitsune era mucho más avanzada que en el de muchos otros de sus compañeros. Sobre todo le sorprendió descubrir que tenían trenes electromagnéticos y, por algún motivo, preferían los arcaicos en la región de Keiria.
Cuando tomaron asiento empezó a rebuscar en su galería de películas. No necesitó pensárselo mucho antes de recomendarle a Keiria una trilogía de películas de ciencia ficción de animación hiperrealista generada por ordenador. Era una de sus favoritas, pero la eligió también porque consideró que la ulterana podría disfrutarla. Y, aunque fuesen películas un tanto largas, iban a pasar tanto tiempo en trenes que durante aquella incursión iban a tener tiempo de sobra para ver más de una saga.
La primera película era prácticamente una introducción a la ambientación. Mostraba una colonia espacial post-apocalíptica con escasos recursos y cómo sobrevivía la protagonista en aquel basurero olvidado. El argumento empezaba a enrevesarse cuando la chica escapaba de la colonia con las personas menos indicadas, pero no se volvía realmente interesante hasta las siguientes películas, cosa que el raigaurum se encargó de advertir. Después de verla la interrogó para saber qué le había parecido y si le interesaba ver más, aunque primero decidieron estirar los pies y visitar el vagón con bar, donde Kin merendaría su bollo restante. La tarde pasó más rápido de lo que esperaba, pero el tren le resultaba un tanto agobiante a pesar de que ni siquiera iba lleno.
No se fueron a dormir muy tarde porque tampoco había nada mejor que hacer, y podían descansar tanto como les diese la gana. Kin se pidió la litera de abajo y, cuando estuvo acomodado en ella, encendió discretamente la pantalla del ordenador, con el menor brillo posible. Las notificaciones seguían en la esquina de la pantalla, pero al menos no se habían multiplicado. Esa vez se había asegurado de mostrarse a los demás como no conectado desde el principio.
Primero abrió el chat con su padre, al que se habían sumado un par mensajes más tras su desconexión, que probablemente estaba escribiendo a la vez que el apagaba su ordenador. Lo cerró evitando releerlo y pasó a los mensajes, que esencialmente seguían siendo de las tres mismas personas que la vez anterior, aunque esta vez eran muchísimos menos. Optó por ir en orden cronológico, y lo primero que se encontró fueron reacciones a su presencia en línea de la vez anterior. Su madre parecía enfadada porque no la había visitado, por no decir que no había respondido siquiera a sus mensajes, pero se le había acabado pasando.
Pudo seguir cómo se difundió la noticia solo viendo el orden de los mensajes. Mirorrel se lo contó a Arrí, esta a Radilo, y Radilo, al parecer, a Ippon. Todos ellos le preguntaban por qué no había contestado ninguno de los correos. En ese punto, Kin se arrepintió de haber desaparecido de aquella manera tras leer los mensajes. En aquel momento se había acobardado, y desde entonces no había querido pensar demasiado en ello, pero había sido muy estúpido por no dar señales de vida a la gente que le había estado escribiendo durante un año entero, ahora dos.
No había demasiadas novedades, aunque descubrió que la mascota de su hermano se había muerto y ahora tenía una tarántula nueva que se llamaba Til solo para chincharlo a él. También quería pasarle sus canciones nuevas, pero le decía que solo se las daría si iba a por ellas en persona. En cuanto a Ippon, probablemente habría muchas cosas sobre las que no podía escribir.
Para empezar a devolver los mensajes que debía lo más sencillo era comenzar por Ippon. Solo que, cuando se puso a intentar escribir, se dio cuenta de que no tenía nada de sencillo. Tecleó y borró montones de veces antes de forzarse a enviar un mensaje que simplemente decía «¡Hey! Mientras sufres un mini infarto ve pensando si tienes un hueco para mí mañana después del trabajo. Prefiero responder a todo eso en persona. Nos vemos». Le parecía demasiado pobre para dos años de silencio, pero al menos Ippon no iba a quejarse. No demasiado. Apagó el ordenador y, a continuación, agradeció sinceramente poder echar mano de la magia para forzarse a dormir.
Cuando se despertó, antes de salir siquiera de la cama, lo primero que hizo fue comprobar si había respuesta. Acabaría encendiendo el ordenador tarde o temprano, y no servía de nada retrasarlo. Por supuesto, la había, y era tan larga que parecía imposible que fuese la contestación a un mensaje tan corto. Estaba escrito de forma atropellada, pero eso solo lo hacía más auténtico. Kin no pudo evitar emocionarse al comprobar que Ippon tenía tales ganas de verle, tanto que sintió la tentación de responder e iniciar una conversación antes de tiempo, como en los viejos tiempos, pero no era el momento.
Una vez despiertos ambos solo quedó hacer tiempo con más películas y charla hasta que el tren llegó Resqiria, a primera hora de la tarde. Todavía debían esperar a que terminase la jornada de Ippon, y Kin se ofreció a enseñarle la ciudad a Keiria entre tanto. De paso podrían desentumecerse tras un viaje tan largo. No habían comido todavía porque el raigaurum prometió que podía llevarla a un restaurante mejor que el del tren, y no quería que la ulterana generalizase la comida del montón como lo máximo que podía dar de sí la cocina irrense. El restaurante al que la llevó era de los pocos que, sin ser de comida rápida, se atestaba de gente joven, solo que a aquella hora estaba prácticamente vacío. Le aconsejó los mejores platos a Keiria, pero ni él mismo sabía qué pedir. Quería volver a probar todo lo que había echado de menos, pero no podía ser.
El siguiente lugar al que se dirigieron fue un museo. No había muchas cosas bonitas que ver en las ciudades irrenses, y por eso decidió llevarla allí. El museo solía estar dedicado a eras pasadas, pero las exposiciones cambiaban cada mes. Él no solía ir mucho por allí, pero al menos era un lugar donde sabía que podría mostrarle cosas interesantes a Keiria.
En la entrada leyeron que la exposición estaba dedicada a la gran glaciación.
—Vaya, hoy tenemos un tema interesante. ¿Recuerdas la historia que te conté sobre cómo acabamos viviendo bajo tierra? Cuando casi nos extinguimos. Siempre me hace gracia ver lo pobre que era la tecnología entonces, pero se parece a la de algunos otros mundos vinculados en la actualidad. Algo entre la Tierra y Ulterania, más o menos… Ya lo verás.
Pasaron un buen rato contemplando proyecciones y hologramas, y Kin intentó que no resultase muy pesado. No se pararon demasiado, a fin de cuentas solamente estaban haciendo tiempo, y cuando consideró que deberían ir tomando el tranvía para llegar al taller de Ippon, abandonaron el edificio. El nerviosismo que había estado conteniendo regresó de golpe mientras veía pasar calles por la ventanilla, pensando en qué decir. «Es tu mejor amigo, ¿no? O lo era hace dos cosechas. Pues no hay más vueltas que darle».
Aun así, casi le dio un vuelco el corazón al ver a Ippon al final de la galería, echando el cierre a su taller y mirando de reojo en su dirección al verlos aparecer. Tras comprobar que no les conocía de nada, el irrense apartó la mirada rápidamente y siguió a lo suyo. Kin le dio un toquecito con el codo a su amiga y le habló en voz baja, señalando al biomecánico discretamente.
—Ese es. Voy a darle una sorpresa, a ver si me acaba reconociendo. —Sonrió con malicia sin poder evitarlo, pero se contuvo de hacer gestos que pudieran delatarlo una vez estuvieron parados al lado de Ippon. Kin carraspeó para llamar su atención.
—Diculpad, no os había visto —mintió el biomecánico, volviéndose hacia ellos—. Ya es la hora de cierre y además hoy me ha surgido un imprevisto… ¿Corre tanta prisa como para no poder esperar a mañana?
—Un poco de prisa sí que tengo, porque no somos de por aquí —lo vaciló Kin, a punto de echarse a reír. Pudo ver la cara de Ippon pasar por varias fases en apenas un segundo tras haber oído su voz, desde la confusión al reconocimiento, y finalmente emoción contenida—. ¿De verdad me has llamado imprevisto? —se hizo el ofendido.
—Es lo que eres, cabrón —respondió su amigo, mientras se ampliaba su sonrisa. Kin vio como dedicaba miradas confusas de reojo a Keiria. Probablemente también seguía preguntándose a qué venía presentarse con una cara que no era la suya, así que tenía mucho que explicar.
—¿Podemos pasar? La calle no es el mejor sitio para hablar. Vamos de incógnito, por si no era evidente —finalizó bromeando.
Ippon le metió un codazo y abrió la puerta para ellos, cerrando después desde dentro. Kin se dirigió directamente a la trastienda donde solían reunirse y encendió las luces. Ippon llegó el último y cerró la puerta que separaba de la recepción.
—Ya estás tardando en empezar a hablar, ¡cuéntamelo todo! —dijo, aún con la mano apoyada en la manilla.
Kin miró a Keiria y luego a su amigo de nuevo. Era el turno de sacar a la luz la ilusión que la kitsune había conjurado. Se habían encargado de intangibilizar las partes de sus cuerpos “sobrantes” previamente, como los cuernos y las colas, para que no hubiese ningún accidente al ser tocadas sin querer, y ahora venía la parte en la que Ippon volvía a verle tal como era. Más o menos. La magia que se obró ante el hocico del biomecánico lo dejó boquiabierto, y cuando recuperó el habla ya se estaba acercando a Kin para verlo más de cerca.
—¿Qué? No puede ser. Estás distinto… Se te ve más robusto. Y ese pelo. ¡Tienes los brazos hechos un guiñapo! —Iba comentando detalles según le llamaban la atención, pero al mencionar los implantes agarró uno de sus brazos y lo miró de cerca. Tenían aspecto de haber sido tratados a golpes y sin cuidado alguno, lo que por supuesto horrorizaba al biomecánico. Sin embargo no estaban en mal estado, solo llenos de marcas.
—No te preocupes por estos, Archi los cuida por ti. ¿Celoso? —preguntó riendo.
—Envidia, más bien. ¿Eres consciente de quién era ese tipo? ¿Te llevas con él?
—¿No te estás pasando? Y eso parece —respondió divertido, mirando a Keiria de reojo—. Bueno, va a ser mejor que pase a las presentaciones, ¿no? Esta es Keiria, y se ha ofrecido a acompañarme. —«O más bien no le ha quedado otra por hacerme este favor».
—Encantado de conocerte, Keiria —dijo mirándola, haciendo ademán de extender su mano izquierda hacia ella. Luego se volvió de nuevo hacia Kin—. ¿No se da un aire a Labril?
—No. —En respuesta a una mirada suspicaz del otro irrense, añadió—: A la mierda, Ippon. Ni siquiera es irrense, como debería ser obvio. Es rocavarancolesa. —Miró a Keiria pidiendo que se lo demostrase. Ni veía el parecido ni le apetecía que su amigo se imaginase sandeces.
Cuando tomaron asiento empezó a rebuscar en su galería de películas. No necesitó pensárselo mucho antes de recomendarle a Keiria una trilogía de películas de ciencia ficción de animación hiperrealista generada por ordenador. Era una de sus favoritas, pero la eligió también porque consideró que la ulterana podría disfrutarla. Y, aunque fuesen películas un tanto largas, iban a pasar tanto tiempo en trenes que durante aquella incursión iban a tener tiempo de sobra para ver más de una saga.
La primera película era prácticamente una introducción a la ambientación. Mostraba una colonia espacial post-apocalíptica con escasos recursos y cómo sobrevivía la protagonista en aquel basurero olvidado. El argumento empezaba a enrevesarse cuando la chica escapaba de la colonia con las personas menos indicadas, pero no se volvía realmente interesante hasta las siguientes películas, cosa que el raigaurum se encargó de advertir. Después de verla la interrogó para saber qué le había parecido y si le interesaba ver más, aunque primero decidieron estirar los pies y visitar el vagón con bar, donde Kin merendaría su bollo restante. La tarde pasó más rápido de lo que esperaba, pero el tren le resultaba un tanto agobiante a pesar de que ni siquiera iba lleno.
No se fueron a dormir muy tarde porque tampoco había nada mejor que hacer, y podían descansar tanto como les diese la gana. Kin se pidió la litera de abajo y, cuando estuvo acomodado en ella, encendió discretamente la pantalla del ordenador, con el menor brillo posible. Las notificaciones seguían en la esquina de la pantalla, pero al menos no se habían multiplicado. Esa vez se había asegurado de mostrarse a los demás como no conectado desde el principio.
Primero abrió el chat con su padre, al que se habían sumado un par mensajes más tras su desconexión, que probablemente estaba escribiendo a la vez que el apagaba su ordenador. Lo cerró evitando releerlo y pasó a los mensajes, que esencialmente seguían siendo de las tres mismas personas que la vez anterior, aunque esta vez eran muchísimos menos. Optó por ir en orden cronológico, y lo primero que se encontró fueron reacciones a su presencia en línea de la vez anterior. Su madre parecía enfadada porque no la había visitado, por no decir que no había respondido siquiera a sus mensajes, pero se le había acabado pasando.
Pudo seguir cómo se difundió la noticia solo viendo el orden de los mensajes. Mirorrel se lo contó a Arrí, esta a Radilo, y Radilo, al parecer, a Ippon. Todos ellos le preguntaban por qué no había contestado ninguno de los correos. En ese punto, Kin se arrepintió de haber desaparecido de aquella manera tras leer los mensajes. En aquel momento se había acobardado, y desde entonces no había querido pensar demasiado en ello, pero había sido muy estúpido por no dar señales de vida a la gente que le había estado escribiendo durante un año entero, ahora dos.
No había demasiadas novedades, aunque descubrió que la mascota de su hermano se había muerto y ahora tenía una tarántula nueva que se llamaba Til solo para chincharlo a él. También quería pasarle sus canciones nuevas, pero le decía que solo se las daría si iba a por ellas en persona. En cuanto a Ippon, probablemente habría muchas cosas sobre las que no podía escribir.
Para empezar a devolver los mensajes que debía lo más sencillo era comenzar por Ippon. Solo que, cuando se puso a intentar escribir, se dio cuenta de que no tenía nada de sencillo. Tecleó y borró montones de veces antes de forzarse a enviar un mensaje que simplemente decía «¡Hey! Mientras sufres un mini infarto ve pensando si tienes un hueco para mí mañana después del trabajo. Prefiero responder a todo eso en persona. Nos vemos». Le parecía demasiado pobre para dos años de silencio, pero al menos Ippon no iba a quejarse. No demasiado. Apagó el ordenador y, a continuación, agradeció sinceramente poder echar mano de la magia para forzarse a dormir.
Cuando se despertó, antes de salir siquiera de la cama, lo primero que hizo fue comprobar si había respuesta. Acabaría encendiendo el ordenador tarde o temprano, y no servía de nada retrasarlo. Por supuesto, la había, y era tan larga que parecía imposible que fuese la contestación a un mensaje tan corto. Estaba escrito de forma atropellada, pero eso solo lo hacía más auténtico. Kin no pudo evitar emocionarse al comprobar que Ippon tenía tales ganas de verle, tanto que sintió la tentación de responder e iniciar una conversación antes de tiempo, como en los viejos tiempos, pero no era el momento.
Una vez despiertos ambos solo quedó hacer tiempo con más películas y charla hasta que el tren llegó Resqiria, a primera hora de la tarde. Todavía debían esperar a que terminase la jornada de Ippon, y Kin se ofreció a enseñarle la ciudad a Keiria entre tanto. De paso podrían desentumecerse tras un viaje tan largo. No habían comido todavía porque el raigaurum prometió que podía llevarla a un restaurante mejor que el del tren, y no quería que la ulterana generalizase la comida del montón como lo máximo que podía dar de sí la cocina irrense. El restaurante al que la llevó era de los pocos que, sin ser de comida rápida, se atestaba de gente joven, solo que a aquella hora estaba prácticamente vacío. Le aconsejó los mejores platos a Keiria, pero ni él mismo sabía qué pedir. Quería volver a probar todo lo que había echado de menos, pero no podía ser.
El siguiente lugar al que se dirigieron fue un museo. No había muchas cosas bonitas que ver en las ciudades irrenses, y por eso decidió llevarla allí. El museo solía estar dedicado a eras pasadas, pero las exposiciones cambiaban cada mes. Él no solía ir mucho por allí, pero al menos era un lugar donde sabía que podría mostrarle cosas interesantes a Keiria.
En la entrada leyeron que la exposición estaba dedicada a la gran glaciación.
—Vaya, hoy tenemos un tema interesante. ¿Recuerdas la historia que te conté sobre cómo acabamos viviendo bajo tierra? Cuando casi nos extinguimos. Siempre me hace gracia ver lo pobre que era la tecnología entonces, pero se parece a la de algunos otros mundos vinculados en la actualidad. Algo entre la Tierra y Ulterania, más o menos… Ya lo verás.
Pasaron un buen rato contemplando proyecciones y hologramas, y Kin intentó que no resultase muy pesado. No se pararon demasiado, a fin de cuentas solamente estaban haciendo tiempo, y cuando consideró que deberían ir tomando el tranvía para llegar al taller de Ippon, abandonaron el edificio. El nerviosismo que había estado conteniendo regresó de golpe mientras veía pasar calles por la ventanilla, pensando en qué decir. «Es tu mejor amigo, ¿no? O lo era hace dos cosechas. Pues no hay más vueltas que darle».
Aun así, casi le dio un vuelco el corazón al ver a Ippon al final de la galería, echando el cierre a su taller y mirando de reojo en su dirección al verlos aparecer. Tras comprobar que no les conocía de nada, el irrense apartó la mirada rápidamente y siguió a lo suyo. Kin le dio un toquecito con el codo a su amiga y le habló en voz baja, señalando al biomecánico discretamente.
—Ese es. Voy a darle una sorpresa, a ver si me acaba reconociendo. —Sonrió con malicia sin poder evitarlo, pero se contuvo de hacer gestos que pudieran delatarlo una vez estuvieron parados al lado de Ippon. Kin carraspeó para llamar su atención.
—Diculpad, no os había visto —mintió el biomecánico, volviéndose hacia ellos—. Ya es la hora de cierre y además hoy me ha surgido un imprevisto… ¿Corre tanta prisa como para no poder esperar a mañana?
—Un poco de prisa sí que tengo, porque no somos de por aquí —lo vaciló Kin, a punto de echarse a reír. Pudo ver la cara de Ippon pasar por varias fases en apenas un segundo tras haber oído su voz, desde la confusión al reconocimiento, y finalmente emoción contenida—. ¿De verdad me has llamado imprevisto? —se hizo el ofendido.
—Es lo que eres, cabrón —respondió su amigo, mientras se ampliaba su sonrisa. Kin vio como dedicaba miradas confusas de reojo a Keiria. Probablemente también seguía preguntándose a qué venía presentarse con una cara que no era la suya, así que tenía mucho que explicar.
—¿Podemos pasar? La calle no es el mejor sitio para hablar. Vamos de incógnito, por si no era evidente —finalizó bromeando.
Ippon le metió un codazo y abrió la puerta para ellos, cerrando después desde dentro. Kin se dirigió directamente a la trastienda donde solían reunirse y encendió las luces. Ippon llegó el último y cerró la puerta que separaba de la recepción.
—Ya estás tardando en empezar a hablar, ¡cuéntamelo todo! —dijo, aún con la mano apoyada en la manilla.
Kin miró a Keiria y luego a su amigo de nuevo. Era el turno de sacar a la luz la ilusión que la kitsune había conjurado. Se habían encargado de intangibilizar las partes de sus cuerpos “sobrantes” previamente, como los cuernos y las colas, para que no hubiese ningún accidente al ser tocadas sin querer, y ahora venía la parte en la que Ippon volvía a verle tal como era. Más o menos. La magia que se obró ante el hocico del biomecánico lo dejó boquiabierto, y cuando recuperó el habla ya se estaba acercando a Kin para verlo más de cerca.
—¿Qué? No puede ser. Estás distinto… Se te ve más robusto. Y ese pelo. ¡Tienes los brazos hechos un guiñapo! —Iba comentando detalles según le llamaban la atención, pero al mencionar los implantes agarró uno de sus brazos y lo miró de cerca. Tenían aspecto de haber sido tratados a golpes y sin cuidado alguno, lo que por supuesto horrorizaba al biomecánico. Sin embargo no estaban en mal estado, solo llenos de marcas.
—No te preocupes por estos, Archi los cuida por ti. ¿Celoso? —preguntó riendo.
—Envidia, más bien. ¿Eres consciente de quién era ese tipo? ¿Te llevas con él?
—¿No te estás pasando? Y eso parece —respondió divertido, mirando a Keiria de reojo—. Bueno, va a ser mejor que pase a las presentaciones, ¿no? Esta es Keiria, y se ha ofrecido a acompañarme. —«O más bien no le ha quedado otra por hacerme este favor».
—Encantado de conocerte, Keiria —dijo mirándola, haciendo ademán de extender su mano izquierda hacia ella. Luego se volvió de nuevo hacia Kin—. ¿No se da un aire a Labril?
—No. —En respuesta a una mirada suspicaz del otro irrense, añadió—: A la mierda, Ippon. Ni siquiera es irrense, como debería ser obvio. Es rocavarancolesa. —Miró a Keiria pidiendo que se lo demostrase. Ni veía el parecido ni le apetecía que su amigo se imaginase sandeces.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Irraria
20/08/16, 09:04 pm
A Keiria le hizo bastante gracia la expresión de asombro que puso Kin cuando le habló de los trenes de vapor, pues estaba claro que no se esperaba una respuesta como esa, pero se guardó el discurso sobre la belleza de la tecnología en todos sus aspectos para otro momento y se centró en la película que había elegido el raigaurum. La kitsune, emocionada ante la posibilidad de ver cualquier material cinematográfico irrense, asintió entusiasmada sin poner pegas a la elección de su amigo, escuchando con atención todo lo que el rubio tenía que decir acerca de aquella saga.
—Seguro que la primera también me parece entretenida, no te preocupes. —respondió con una sonrisa cuando le advirtió que era la mas floja de la trilogía, acomodándose en su asiento y ajustando los auriculares a sus orejas de zorro bajo la ilusión que las ocultaba.
Guardó silencio durante toda la película, demasiado encandilada con la trama como para comentar nada al respecto, y cuando terminó se quedó pillada durante unos segundos antes de saltar en su asiento visiblemente nerviosa. Si de ella dependiera habrían seguido con el maratón sin pausa alguna, pero cuando el irrense sugirió que era buena idea comer algo su estómago la traiciono. Siguió al demonio hacia el vagón con bar sin parar de hablar de la saga, disfrutando como una enana con la protagonista mientras daba cuenta de su bollo de carne y queso, y cuando regresaron a su vagón se lanzó sobre su asiento de un salto. El resto del día se les pasó volando, sin embargo, y cuando empezó a anochecer decidieron irse a la cama para descansar apropiadamente. A Keiria le tocó la litera de arriba, a lo que la kitsune no puso objeciones, y poco después de encaramarse a la misma la pelirroja se quedó dormida abrazada a sus colas. Durmió toda la noche de un tirón, ajena a los dilemas de su amigo, y a la mañana siguiente despertó llena de energía, dispuesta a charlar y a ver más películas después de haber devorado un buen desayuno.
Llegaron a Resqiria a primera hora de la tarde y, como aún no habían comido, Kin la llevó a su restaurante favorito. Allí la ibolense dio buena cuenta de todos los platos que le recomendó el raigaurum, apuntando mentalmente ideas para prepararles platos típicos de su mundo a sus dos amigos irrenses una vez regresara a Rocavarancolia. Ya con el estómago lleno los dos transformados salieron del restaurante a buen paso, pero aún faltaban unas cuantas horas para que la jornada laboral terminara, así que se dirigieron a un museo. La exposición del mes trataba sobre la gran glaciación y la tecnología arcaica de la época, lo que alegró bastante a la kitsune, y cuando su compañero le comentó que era bastante similar a la de la Tierra y Ulterania se echó a reir.
—Un día te llevare a mi mundo de origen y veremos si nuestra tecnología es tan pobre como dices. Seguro que te sorprendes. —comentó con una sonrisa traviesa, repasando las piezas expuestas con ojo crítico.
El demonio le había contado que había quedado con un amigo del pasado algo más tarde, por lo que prepararon un par de hechizos para la ocasión cuando salieron del museo. La ulterana no tendría problemas para ocultar los atributos físicos que la Luna le había dado con su habilidad particular, pero los cuernos y los dientes de Kin tendría que ocultarselos con un conjuro, pues sus talentos innatos no se extendían a otras personas. Sería sencillo, sin embargo, pues la muchacha había estado practicando en aquella rama de la magia desde que sabía de los talentos de su transformación para la ilusión.
—Con esas pintas no te va a reconocer ni de coña —rió la muchacha algo más tarde cuando su compañero le señaló a su amigo. El otro irrense estaba cerrando su tienda y miraba a ambos lados de la calle como si estuviera buscando a alguien, pero su mirada resbalo sobre los dos rocavarancoleses sin una mínima muestra de reconocimiento por su parte—. Te lo dije, no te pareces en nada a ti mismo. —le comentó al raigaurum, siguiéndole de cerca cuando se decidió a presentarse directamente.
Keiria asistió al reencuentro entre los dos viejos amigos en silencio, sonriendo con discreción al ver lo emocionado que estaba su compañero y adentrándose en el local cuando Ippon se lo indicó. Ya en la trastienda, a salvo de miradas indiscretas, Kin decidió mostrarse tal y como era y, tras dedicarle una mirada significativa a la kitsune, se deshizo de su amuleto de ilusión. Los cuernos y los dientes quedaron bien escondidos bajo el hechizo de la ulterana, por supuesto, pero el amigo del raigaurum pudo apreciar los otros cambios que la Luna había obrado en él. Fueron el estado de sus brazos, sin embargo, lo que mas llamó su atención, y la conversación que esto generó estuvo a punto de hacerla reír. No sabía quien era esa Labrill que mencionó el biomecánico cuando se fijó en ella, pero se quedó con el nombre para preguntarle mas tarde a su amigo y, respondiendo a su muda petición, deshizo la ilusión que ocultaba su naturaleza alienígena. Sus colas y sus orejas continuaron camufladas.
—Lo mismo digo, Ippon. —respondió al saludo del irrense, dedicándole una elaborada reverencia que no casaba para nada con su expresión traviesa.
—Seguro que la primera también me parece entretenida, no te preocupes. —respondió con una sonrisa cuando le advirtió que era la mas floja de la trilogía, acomodándose en su asiento y ajustando los auriculares a sus orejas de zorro bajo la ilusión que las ocultaba.
Guardó silencio durante toda la película, demasiado encandilada con la trama como para comentar nada al respecto, y cuando terminó se quedó pillada durante unos segundos antes de saltar en su asiento visiblemente nerviosa. Si de ella dependiera habrían seguido con el maratón sin pausa alguna, pero cuando el irrense sugirió que era buena idea comer algo su estómago la traiciono. Siguió al demonio hacia el vagón con bar sin parar de hablar de la saga, disfrutando como una enana con la protagonista mientras daba cuenta de su bollo de carne y queso, y cuando regresaron a su vagón se lanzó sobre su asiento de un salto. El resto del día se les pasó volando, sin embargo, y cuando empezó a anochecer decidieron irse a la cama para descansar apropiadamente. A Keiria le tocó la litera de arriba, a lo que la kitsune no puso objeciones, y poco después de encaramarse a la misma la pelirroja se quedó dormida abrazada a sus colas. Durmió toda la noche de un tirón, ajena a los dilemas de su amigo, y a la mañana siguiente despertó llena de energía, dispuesta a charlar y a ver más películas después de haber devorado un buen desayuno.
Llegaron a Resqiria a primera hora de la tarde y, como aún no habían comido, Kin la llevó a su restaurante favorito. Allí la ibolense dio buena cuenta de todos los platos que le recomendó el raigaurum, apuntando mentalmente ideas para prepararles platos típicos de su mundo a sus dos amigos irrenses una vez regresara a Rocavarancolia. Ya con el estómago lleno los dos transformados salieron del restaurante a buen paso, pero aún faltaban unas cuantas horas para que la jornada laboral terminara, así que se dirigieron a un museo. La exposición del mes trataba sobre la gran glaciación y la tecnología arcaica de la época, lo que alegró bastante a la kitsune, y cuando su compañero le comentó que era bastante similar a la de la Tierra y Ulterania se echó a reir.
—Un día te llevare a mi mundo de origen y veremos si nuestra tecnología es tan pobre como dices. Seguro que te sorprendes. —comentó con una sonrisa traviesa, repasando las piezas expuestas con ojo crítico.
El demonio le había contado que había quedado con un amigo del pasado algo más tarde, por lo que prepararon un par de hechizos para la ocasión cuando salieron del museo. La ulterana no tendría problemas para ocultar los atributos físicos que la Luna le había dado con su habilidad particular, pero los cuernos y los dientes de Kin tendría que ocultarselos con un conjuro, pues sus talentos innatos no se extendían a otras personas. Sería sencillo, sin embargo, pues la muchacha había estado practicando en aquella rama de la magia desde que sabía de los talentos de su transformación para la ilusión.
—Con esas pintas no te va a reconocer ni de coña —rió la muchacha algo más tarde cuando su compañero le señaló a su amigo. El otro irrense estaba cerrando su tienda y miraba a ambos lados de la calle como si estuviera buscando a alguien, pero su mirada resbalo sobre los dos rocavarancoleses sin una mínima muestra de reconocimiento por su parte—. Te lo dije, no te pareces en nada a ti mismo. —le comentó al raigaurum, siguiéndole de cerca cuando se decidió a presentarse directamente.
Keiria asistió al reencuentro entre los dos viejos amigos en silencio, sonriendo con discreción al ver lo emocionado que estaba su compañero y adentrándose en el local cuando Ippon se lo indicó. Ya en la trastienda, a salvo de miradas indiscretas, Kin decidió mostrarse tal y como era y, tras dedicarle una mirada significativa a la kitsune, se deshizo de su amuleto de ilusión. Los cuernos y los dientes quedaron bien escondidos bajo el hechizo de la ulterana, por supuesto, pero el amigo del raigaurum pudo apreciar los otros cambios que la Luna había obrado en él. Fueron el estado de sus brazos, sin embargo, lo que mas llamó su atención, y la conversación que esto generó estuvo a punto de hacerla reír. No sabía quien era esa Labrill que mencionó el biomecánico cuando se fijó en ella, pero se quedó con el nombre para preguntarle mas tarde a su amigo y, respondiendo a su muda petición, deshizo la ilusión que ocultaba su naturaleza alienígena. Sus colas y sus orejas continuaron camufladas.
—Lo mismo digo, Ippon. —respondió al saludo del irrense, dedicándole una elaborada reverencia que no casaba para nada con su expresión traviesa.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Irraria
21/08/16, 09:04 pm
Ippon retiró disimuladamente su mano al darse cuenta de que era un gesto inútil: aquella chica no tenía ningún tipo de ordenador. El cambio de Keiria volvió a dejarlo sin habla, aunque ya estaba preparado para presenciarlo y se recompuso rápido. Asoció el aspecto de la ulterana con el de los cosechadores, más concretamente la segunda, por su pelo largo y rasgos, y súbitamente se sintió un poco más intimidado por ella. Sin embargo, su amigo la trataba con total confianza y eso ayudaba a quitarle hierro a la situación.
—No me digas que ahora te da reparo —se burló Kin del biomecánico—, entonces yo también debería darte, ahora soy parte de Rocavarancolia, ¿recuerdas?
—No compares, tú eres el mismo cretino de siempre —repuso con una sonrisa—. ¿Queréis beber algo?—Sin esperar respuesta se acercó a la alacena apartada donde solía guardarlas y sacó tres botellas de su bebida energética preferida, que repartió entre los presentes mientras le hablaba a Keiria—. Espero que sea de tu agrado, aparte de esto solo puedo ofreceros agua.
Kin la animó a probarla con un gesto y luego dio un trago largo a su botella. Había echado mucho de menos aquella bebida, aunque se tratase de algo superfluo.
—Entonces… ¿habéis estudiado juntos tú, Archi, y ese otro Ippon? —prosiguió entonces el biomecánico.
—Sí, pero no fueron los únicos con los que he estado. He conocido a un montón de gente nueva a la que les debo muchísimo, pero sobre qué hacemos allí no puedo darte detalles. Ya sabes cómo van estas cosas. —Kin vio a su amigo un poco chafado, y se preguntó qué cara pondría de saber la verdad—. No te preocupes, al menos puedo enseñarte los resultados. —Sonriendo, hechizó a su amigo para que sus pies dejasen de tocar el suelo durante un instante. Lo cogió por sorpresa, pero cuando se le pasó solo quedó fascinación—. Parezco un maldito cosechador intentando llamar la atención. —«Lo que viene a ser hacer el ridículo».
—¿Qué más has aprendido? ¿Te has comido el suelo practicando esto y por eso tienes los brazos hechos un guiñapo? —bromeó el otro, aunque su curiosidad era genuina.
—Qué va, eso es porque me aficioné al combate armado, duelos y tal. Pero eso no voy a demostrártelo. No hay espacio.
Ippon rió con ganas.
—¿Tú? ¿Combate armado? ¿Tú? ¿Por quién te han cambiado en Rocavarancolia?
—Me ofendes —repuso Kin calmadamente a la vez que lo señalaba con la botella—. ¿No acabas de decir que soy el cretino de siempre?
—A otros niveles.
—Las costumbres y pasatiempos en Irraria son muy diferentes de los de Rocavarancolia. Allí eso es… como una moda. Me gustó cuando lo probé, y aquí estamos. No tiene más.
—No me digas que ahora te da reparo —se burló Kin del biomecánico—, entonces yo también debería darte, ahora soy parte de Rocavarancolia, ¿recuerdas?
—No compares, tú eres el mismo cretino de siempre —repuso con una sonrisa—. ¿Queréis beber algo?—Sin esperar respuesta se acercó a la alacena apartada donde solía guardarlas y sacó tres botellas de su bebida energética preferida, que repartió entre los presentes mientras le hablaba a Keiria—. Espero que sea de tu agrado, aparte de esto solo puedo ofreceros agua.
Kin la animó a probarla con un gesto y luego dio un trago largo a su botella. Había echado mucho de menos aquella bebida, aunque se tratase de algo superfluo.
—Entonces… ¿habéis estudiado juntos tú, Archi, y ese otro Ippon? —prosiguió entonces el biomecánico.
—Sí, pero no fueron los únicos con los que he estado. He conocido a un montón de gente nueva a la que les debo muchísimo, pero sobre qué hacemos allí no puedo darte detalles. Ya sabes cómo van estas cosas. —Kin vio a su amigo un poco chafado, y se preguntó qué cara pondría de saber la verdad—. No te preocupes, al menos puedo enseñarte los resultados. —Sonriendo, hechizó a su amigo para que sus pies dejasen de tocar el suelo durante un instante. Lo cogió por sorpresa, pero cuando se le pasó solo quedó fascinación—. Parezco un maldito cosechador intentando llamar la atención. —«Lo que viene a ser hacer el ridículo».
—¿Qué más has aprendido? ¿Te has comido el suelo practicando esto y por eso tienes los brazos hechos un guiñapo? —bromeó el otro, aunque su curiosidad era genuina.
—Qué va, eso es porque me aficioné al combate armado, duelos y tal. Pero eso no voy a demostrártelo. No hay espacio.
Ippon rió con ganas.
—¿Tú? ¿Combate armado? ¿Tú? ¿Por quién te han cambiado en Rocavarancolia?
—Me ofendes —repuso Kin calmadamente a la vez que lo señalaba con la botella—. ¿No acabas de decir que soy el cretino de siempre?
—A otros niveles.
—Las costumbres y pasatiempos en Irraria son muy diferentes de los de Rocavarancolia. Allí eso es… como una moda. Me gustó cuando lo probé, y aquí estamos. No tiene más.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Irraria
02/09/16, 01:57 am
A Keiria no se le pasó por alto que Ippon había retirado la mano con un gesto disimulado, pero no dijo nada al respecto pues sabía la razón. Al convivir tanto tiempo con dos irrenses estaba al tanto de los rituales sociales de presentación de los mismos, pero como ella no tenía ningún tipo de ordenador había obviado el gesto para no parecer estúpida.
—Si, gracias. —aceptó la ulterana el ofrecimiento del biomécanico, tomando la bebida que le tendía para darle un sorbo tentativo animada por la mirada del raigaurm.
Era, quizá, demasiado dulce para su paladar, pero asintió complacida y continuó bebiendo a pequeños tragos, demasiado concentrada en la conversación de los dos irrenses como para hacerle ascos al refrigerio. El exceso de energía iba a ser un problema dentro de un rato, pues la ulterana no era un referente de calma y sosiego desde que había visto la Luna, pero ese obstáculo tendrían que solventarlo mas tarde.
—Eso es cierto. En Rocavarancolia como no hay red nos divertimos pegándonos entre nosotros... pero en plan colegas, ¿eh? No hay malos rollos en la ciudad de los milagros, los portentos y demás pamplinas. —comentó la kitsune esbozando una sonrisa vulpina. Los ojos le brillaban divertidos, pero no añadió nada más y siguió prestando atención a la conversación.
—Si, gracias. —aceptó la ulterana el ofrecimiento del biomécanico, tomando la bebida que le tendía para darle un sorbo tentativo animada por la mirada del raigaurm.
Era, quizá, demasiado dulce para su paladar, pero asintió complacida y continuó bebiendo a pequeños tragos, demasiado concentrada en la conversación de los dos irrenses como para hacerle ascos al refrigerio. El exceso de energía iba a ser un problema dentro de un rato, pues la ulterana no era un referente de calma y sosiego desde que había visto la Luna, pero ese obstáculo tendrían que solventarlo mas tarde.
—Eso es cierto. En Rocavarancolia como no hay red nos divertimos pegándonos entre nosotros... pero en plan colegas, ¿eh? No hay malos rollos en la ciudad de los milagros, los portentos y demás pamplinas. —comentó la kitsune esbozando una sonrisa vulpina. Los ojos le brillaban divertidos, pero no añadió nada más y siguió prestando atención a la conversación.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Irraria
06/09/16, 12:16 am
Kin miró a Keiria desconcertado, pero optó por reír. A fin de cuentas sonaría como una broma a oídos de su amigo. Ippon parecía sorprendido, de hecho, de que los duelos fuesen un pasatiempo Rocavarancolés.
—Suena bastante… clásico. Tampoco es que pudiese hacerme una idea de las aficiones de otro mundo. —Miró a Kin—. Bueno, ya que hay tanto secretismo, cuéntame al menos todo lo que puedas contarme. Como sobre tus compañeros. Ha pasado muchísimo tiempo, y nunca te has dignado a mandar un solo mensaje —pidió con una sonrisa, aun si la parte final era un reproche que hizo suspirar al raigaurum.
No supo ni por dónde empezar, y en buena parte se debía a la vergüenza que le daba que Keiria lo escuchase sincerarse. Le habló a Ippon de sus compañeros y de lo que significaron para él, sin especificar cuál era su papel en la ciudad y sin llegar a describirlos físicamente. También ignoró el hecho de que algunos ahora ya no estaban. Le contó cómo era Archi y cómo, sorprendentemente a pesar de ello, terminaron entendiéndose y siendo amigos. Le habló de la inocencia del otro Ippon y cómo se había convertido en una especie de hermano menor. Alabó el entusiasmo de Saria Omen, evitando mencionar a los hijos de esta con los que había llegado a encariñarse. Explicó cómo Kud jamás perdía el positivismo y era imposible enfadarse mucho rato con él, cómo se podía querer a Xalk a pesar de faltarle un tornillo, y cómo había hecho buenas migas con el bueno de Taro. No se olvidó de añadir que no todo eran personas estupendas si se tenía en cuenta que Nero podía ser un auténtico imbécil, aunque Ri no entrase en su mismo saco, y mencionó de pasada a unas cuantas personas cercanas más. Dejó a Keiria para el final, y señalándola añadió:
—Y aunque da no sé qué decirlo con ella delante, Keiria también me ha ayudado un montón y ha demostrado que es de las que no te dejan tirado. No habría venido conmigo hasta aquí si no lo fuese —le sonrió agradecido a la ulterana y se dirigió de nuevo a Ippon—. He visto un poco de todo allá, pero no me puedo quejar. He estado estupendamente en Rocavarancolia. Y ya que no puedo contarte todos los detalles, ¿qué tal si me pones tú a mí al día? Tu último email era de hace como un mes, y no me has contado mucho de los demás.
—Porque no hay demasiado que contar, todos están bien y más o menos como siempre. Lirre consiguió que la ascendieran en su curro, Res está dejando de atiborrarse tanto a bebidas energéticas, Lab sigue a su rollo, Sapp… sigue siendo Sapp. Bueno, está también lo de tu hermano. Últimamente se deja caer por aquí bastante. Te ha contado lo suyo ya, supongo.
—¿Eh? ¿Lo suyo de qué? —inquirió Kin, confuso.
Ippon parecía sorprendido. Sabía que Radilo le enviaba emails con frecuencia, y no esperaba que se hubiese guardado algo tan importante.
—Tu hermano ha conseguido un trabajo a tiempo parcial para sus días de descanso aquí en Resqiria. Trabaja en un local nocturno grande que abrió hace algunos meses poniendo música. Le dejan mezclar en medio sus propias canciones, así que ha tenido una suerte tremenda.
—¿Qué? ¿En serio? ¡No me dijo nada! —Estaba tan sorprendido como feliz. Siempre había deseado que al menos su hermano pudiese acabar viviendo como él eligiese.
—Porque empezó hace no mucho, supongo. La verdad es que con la cosa de venir se pasa por aquí a veces. Hablamos más desde que te fuiste, irónicamente.
—¿No andarás metiéndolo en líos? —Ni el propio Kin sabía si eso le molestaba o le alegraba.
—Descuida —respondió Ippon, ahora más serio.
—Suena bastante… clásico. Tampoco es que pudiese hacerme una idea de las aficiones de otro mundo. —Miró a Kin—. Bueno, ya que hay tanto secretismo, cuéntame al menos todo lo que puedas contarme. Como sobre tus compañeros. Ha pasado muchísimo tiempo, y nunca te has dignado a mandar un solo mensaje —pidió con una sonrisa, aun si la parte final era un reproche que hizo suspirar al raigaurum.
No supo ni por dónde empezar, y en buena parte se debía a la vergüenza que le daba que Keiria lo escuchase sincerarse. Le habló a Ippon de sus compañeros y de lo que significaron para él, sin especificar cuál era su papel en la ciudad y sin llegar a describirlos físicamente. También ignoró el hecho de que algunos ahora ya no estaban. Le contó cómo era Archi y cómo, sorprendentemente a pesar de ello, terminaron entendiéndose y siendo amigos. Le habló de la inocencia del otro Ippon y cómo se había convertido en una especie de hermano menor. Alabó el entusiasmo de Saria Omen, evitando mencionar a los hijos de esta con los que había llegado a encariñarse. Explicó cómo Kud jamás perdía el positivismo y era imposible enfadarse mucho rato con él, cómo se podía querer a Xalk a pesar de faltarle un tornillo, y cómo había hecho buenas migas con el bueno de Taro. No se olvidó de añadir que no todo eran personas estupendas si se tenía en cuenta que Nero podía ser un auténtico imbécil, aunque Ri no entrase en su mismo saco, y mencionó de pasada a unas cuantas personas cercanas más. Dejó a Keiria para el final, y señalándola añadió:
—Y aunque da no sé qué decirlo con ella delante, Keiria también me ha ayudado un montón y ha demostrado que es de las que no te dejan tirado. No habría venido conmigo hasta aquí si no lo fuese —le sonrió agradecido a la ulterana y se dirigió de nuevo a Ippon—. He visto un poco de todo allá, pero no me puedo quejar. He estado estupendamente en Rocavarancolia. Y ya que no puedo contarte todos los detalles, ¿qué tal si me pones tú a mí al día? Tu último email era de hace como un mes, y no me has contado mucho de los demás.
—Porque no hay demasiado que contar, todos están bien y más o menos como siempre. Lirre consiguió que la ascendieran en su curro, Res está dejando de atiborrarse tanto a bebidas energéticas, Lab sigue a su rollo, Sapp… sigue siendo Sapp. Bueno, está también lo de tu hermano. Últimamente se deja caer por aquí bastante. Te ha contado lo suyo ya, supongo.
—¿Eh? ¿Lo suyo de qué? —inquirió Kin, confuso.
Ippon parecía sorprendido. Sabía que Radilo le enviaba emails con frecuencia, y no esperaba que se hubiese guardado algo tan importante.
—Tu hermano ha conseguido un trabajo a tiempo parcial para sus días de descanso aquí en Resqiria. Trabaja en un local nocturno grande que abrió hace algunos meses poniendo música. Le dejan mezclar en medio sus propias canciones, así que ha tenido una suerte tremenda.
—¿Qué? ¿En serio? ¡No me dijo nada! —Estaba tan sorprendido como feliz. Siempre había deseado que al menos su hermano pudiese acabar viviendo como él eligiese.
—Porque empezó hace no mucho, supongo. La verdad es que con la cosa de venir se pasa por aquí a veces. Hablamos más desde que te fuiste, irónicamente.
—¿No andarás metiéndolo en líos? —Ni el propio Kin sabía si eso le molestaba o le alegraba.
—Descuida —respondió Ippon, ahora más serio.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Irraria
08/09/16, 04:42 am
Keiria escuchó en silencio como Kin le relataba a su viejo amigo la convivencia en el torreón Maciel durante la cosecha, suavizando bastante la experiencia y ahorrándose los detalles mas descriptivos acerca de sus compañeros. La ibolense entendía porque hacía aquello, sin embargo, y no creía que fuese exclusivamente porque las leyes del Consejo acerca de las maneras de proceder en los mundos vinculados fueran tan estrictas: de haber podido contarle a su padre toda la historia sin adornos ella misma habría evitado preocuparle por elección propia.
—Lo mismo digo de tu viejo amigo, Ippon, ahí donde le ves es todo un tipo duro y siempre se puede confiar en él. —le dijo al biomecánico con una sonrisa, capeando con sutileza el bochorno que sentía el raigaurum por tener que decir todo aquello con ella delante.
La conversación que siguió era, quizás, demasiado personal para sus oídos, por lo que se puso a curiosear con disimulo los productos que había desperdigados por la trastienda. No podía evitar escuchar, sin embargo, y enterarse de tantas cosas acerca de su amigo era un poco injusto. Era cierto que ella les había contado casi todo acerca de su vida, pues no había mucho que decir, pero le parecía un intercambio de información un tanto descompensado. Cuando las palabras de los dos muchachos adquirieron un tono más serio volvió a prestar atención a su diálogo, apoyándose en una mesa de trabajo mientras sus colas invisibles se agitaban inquietas a su espalda.
—Lo mismo digo de tu viejo amigo, Ippon, ahí donde le ves es todo un tipo duro y siempre se puede confiar en él. —le dijo al biomecánico con una sonrisa, capeando con sutileza el bochorno que sentía el raigaurum por tener que decir todo aquello con ella delante.
La conversación que siguió era, quizás, demasiado personal para sus oídos, por lo que se puso a curiosear con disimulo los productos que había desperdigados por la trastienda. No podía evitar escuchar, sin embargo, y enterarse de tantas cosas acerca de su amigo era un poco injusto. Era cierto que ella les había contado casi todo acerca de su vida, pues no había mucho que decir, pero le parecía un intercambio de información un tanto descompensado. Cuando las palabras de los dos muchachos adquirieron un tono más serio volvió a prestar atención a su diálogo, apoyándose en una mesa de trabajo mientras sus colas invisibles se agitaban inquietas a su espalda.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Irraria
08/09/16, 11:12 pm
Precisamente por el cariz que estaba tomando la conversación, Kin lamentaba que Keiria hubiese tenido que acompañarlo. A ella nada de aquello le resultaba familiar, y seguramente preferiría hacer turismo por la ciudad. Sin embargo, ahora que había salido a colación la causa del biomecánico, no pudo no hacerle preguntas.
—A propósito, sobre eso… Ya que no has podido ponerme al día, ¿hay novedades? —Se dio cuenta de que su amigo miraba de reojo a la kitsune y añadió—: Ippon, es rocavarancolesa, esto no le va ni le viene, y es totalmente de fiar.
—Lo siento, no es que dudase de ti —le dijo Ippon a la chica—, es que se me hace raro hablar de esto delante de alguien que no conozco. Pues… —Ahora volvía a dirigirse a Kin—. Yo tampoco debería contarte demasiado, pero estoy metido hasta las trancas, incluso he conocido a algún pez gordo, pero lo más destacable pasó hace nada, en la fiesta de la cosecha. Si entras en la red aún debe estar todo lleno de vídeos pululando. —Ippon empezó a toquetear su ordenador, buscando a lo que se refería, y puso un vídeo en el que se veía, un tanto borroso, a la que parecía la cosechadora nueva, la que vivía en Serpentaria, junto a un chico irrense. Lo único que se escuchaba eran las voces de los que les observaban—. ¿Le has visto o le conoces? —Kin negó con la cabeza, acababa de ser la cosecha y no le había prestado atención a los nuevos. En cambio miró a Keiria porque tal vez ella sí sabría algo, y la dejaron explicarse—. Pues la cosa es que era uno de los malditos mejores hackers. Remilo. Lo llegué a conocer personalmente. Ni siquiera tiene identidad y le echaba valor para moverse así por el mundo. Va a ser un golpe su falta.
—Joder, qué puntería. Aunque es irónico, pasar de ser el más buscado a un niño bonito intocable… Debe estar descojonándose donde quiera que esté ahora mismo.
—Mira quién habló.
—Ni punto de comparación.
—Oh, pero sí eres un niño bonito, ¿qué dices de eso, Cío? —preguntó burlón.
—Es la parte más odiosa de venir aquí. Junto con… eso. Ippon, sé que es un poco repentino, ¿pero podrías dejar de llamarme por ese nombre? Aprovechando que he empezado una vida nueva también tengo un nombre nuevo. Ahora me llaman Kin.
Ippon no respondió de inmediato, pero no le costó entender los motivos que tenía su amigo para haber hecho aquello. Siempre había odiado su nombre, el cambio de aires se lo había puesto en bandeja.
—Se me hace raro, pero lo recordaré. —Le sonrió, aunque se estaba preguntando qué opinarían en la casa de su amigo al respecto. Al pensar en eso no pudo evitar preguntar lo que se le vino a la cabeza—. A todo esto, ¿qué te ha traído hasta aquí? ¿Vas a ir a Loberrno?
—Sí, quiero recoger mis cosas. Pero no vine solo por eso, debía algunas visitas.
—¿Y vas a tardar otra eternidad en volver a recordarnos que sigues vivo?
—No lo sé… Intentaré escribir cuando me pase por aquí, al menos. Lo siento. —Sabía que pedir disculpas servía de poco. Él era el primero que quería pasar más tiempo con la gente que extrañaba, pero las cosas no eran tan sencillas.
Ippon resopló.
—Supongo que vivir con los dioses es demasiado ajetreado.
Kin se contuvo de milagro para no bromear con el asunto.
—Hay otra cosa que necesito, y me hace falta tu ayuda. Necesito… —se calló, demasiado concentrado hurgando en su ordenador a espaldas de Keiria, hasta que encontró lo que buscaba— uno de estos.
Le había mandado un mensaje a Ippon donde pedía que no lo leyese en voz alta y adjuntaba las especificaciones de un producto. Ippon pareció un poco sorprendido, pero se dirigió enseguida a la puerta del almacén. Kin lo siguió, quedándose en medio y bloqueando el paso.
—Lo registras a mi nombre, como secundario, ¿vale?
—Eso sí que es fe.
—Donde no hay red tampoco hace falta mucha fe.
—También es verdad.
El biomecánico salió al cabo de un minuto con un brazalete granate mate en la mano y le pidió a Kin que lo enfrentase a su propio ordenador un segundo. Pulsó la pantalla unas cuantas veces más y se lo tendió a Keiria.
—Todo tuyo. Espero que tengas tiempo de descargar bastantes cosas o no te servirá de mucho en Rocavarancolia.
Kin sonreía de oreja a oreja, esperando que a la kitsune le gustase la sorpresa. Ya debía saber que el raigaurum no aceptaría sus negativas a una compensación por ayudarle en aquella incursión.
—A propósito, sobre eso… Ya que no has podido ponerme al día, ¿hay novedades? —Se dio cuenta de que su amigo miraba de reojo a la kitsune y añadió—: Ippon, es rocavarancolesa, esto no le va ni le viene, y es totalmente de fiar.
—Lo siento, no es que dudase de ti —le dijo Ippon a la chica—, es que se me hace raro hablar de esto delante de alguien que no conozco. Pues… —Ahora volvía a dirigirse a Kin—. Yo tampoco debería contarte demasiado, pero estoy metido hasta las trancas, incluso he conocido a algún pez gordo, pero lo más destacable pasó hace nada, en la fiesta de la cosecha. Si entras en la red aún debe estar todo lleno de vídeos pululando. —Ippon empezó a toquetear su ordenador, buscando a lo que se refería, y puso un vídeo en el que se veía, un tanto borroso, a la que parecía la cosechadora nueva, la que vivía en Serpentaria, junto a un chico irrense. Lo único que se escuchaba eran las voces de los que les observaban—. ¿Le has visto o le conoces? —Kin negó con la cabeza, acababa de ser la cosecha y no le había prestado atención a los nuevos. En cambio miró a Keiria porque tal vez ella sí sabría algo, y la dejaron explicarse—. Pues la cosa es que era uno de los malditos mejores hackers. Remilo. Lo llegué a conocer personalmente. Ni siquiera tiene identidad y le echaba valor para moverse así por el mundo. Va a ser un golpe su falta.
—Joder, qué puntería. Aunque es irónico, pasar de ser el más buscado a un niño bonito intocable… Debe estar descojonándose donde quiera que esté ahora mismo.
—Mira quién habló.
—Ni punto de comparación.
—Oh, pero sí eres un niño bonito, ¿qué dices de eso, Cío? —preguntó burlón.
—Es la parte más odiosa de venir aquí. Junto con… eso. Ippon, sé que es un poco repentino, ¿pero podrías dejar de llamarme por ese nombre? Aprovechando que he empezado una vida nueva también tengo un nombre nuevo. Ahora me llaman Kin.
Ippon no respondió de inmediato, pero no le costó entender los motivos que tenía su amigo para haber hecho aquello. Siempre había odiado su nombre, el cambio de aires se lo había puesto en bandeja.
—Se me hace raro, pero lo recordaré. —Le sonrió, aunque se estaba preguntando qué opinarían en la casa de su amigo al respecto. Al pensar en eso no pudo evitar preguntar lo que se le vino a la cabeza—. A todo esto, ¿qué te ha traído hasta aquí? ¿Vas a ir a Loberrno?
—Sí, quiero recoger mis cosas. Pero no vine solo por eso, debía algunas visitas.
—¿Y vas a tardar otra eternidad en volver a recordarnos que sigues vivo?
—No lo sé… Intentaré escribir cuando me pase por aquí, al menos. Lo siento. —Sabía que pedir disculpas servía de poco. Él era el primero que quería pasar más tiempo con la gente que extrañaba, pero las cosas no eran tan sencillas.
Ippon resopló.
—Supongo que vivir con los dioses es demasiado ajetreado.
Kin se contuvo de milagro para no bromear con el asunto.
—Hay otra cosa que necesito, y me hace falta tu ayuda. Necesito… —se calló, demasiado concentrado hurgando en su ordenador a espaldas de Keiria, hasta que encontró lo que buscaba— uno de estos.
Le había mandado un mensaje a Ippon donde pedía que no lo leyese en voz alta y adjuntaba las especificaciones de un producto. Ippon pareció un poco sorprendido, pero se dirigió enseguida a la puerta del almacén. Kin lo siguió, quedándose en medio y bloqueando el paso.
—Lo registras a mi nombre, como secundario, ¿vale?
—Eso sí que es fe.
—Donde no hay red tampoco hace falta mucha fe.
—También es verdad.
El biomecánico salió al cabo de un minuto con un brazalete granate mate en la mano y le pidió a Kin que lo enfrentase a su propio ordenador un segundo. Pulsó la pantalla unas cuantas veces más y se lo tendió a Keiria.
—Todo tuyo. Espero que tengas tiempo de descargar bastantes cosas o no te servirá de mucho en Rocavarancolia.
Kin sonreía de oreja a oreja, esperando que a la kitsune le gustase la sorpresa. Ya debía saber que el raigaurum no aceptaría sus negativas a una compensación por ayudarle en aquella incursión.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Irraria
09/09/16, 05:12 am
A Keiria le hizo gracia que Ippon la mirara de reojo, demostrando que le daba reparo hablar de aquellos temas con una desconocida presente. Kin le convenció de que no había ningún problema.
—No te preocupes por mí, en serio, como a dicho él yo soy rocavarancolesa y no voy a intervenir de ningún modo —rió—. Además, yo estoy de acuerdo con todo lo que vaya contra el sistema convencional. —aclaró con convicción, esbozando una sonrisa traviesa mientras tanto.
Lo que dijo a continuación llamó bastante su atención y se acercó a echarle un vistazo al vídeo, entrecerrando los ojos e intentando reconocer los rasgos del muchacho cosechado.
—Pues a mi creo que me suena... ¿Un chaval moreno? ¿Bastante alto para ser irrense? —inquirió con curiosidad—. Recuerdo haber visto a Yttria el día de la cosecha, en la explanada de los portales, y fijo que iba en su grupo... —comentó sin dar demasiados detalles. Aquel día había sido bastante ajetreado.
A continuación vino la noticia del cambio de nombre del raigaurum, decisión que en principio pareció extrañar a su viejo amigo pero que terminó aceptando asegurando que lo recordaría. Ippon, además, se interesó por el motivo de su visita y le preguntó si pensaba ir a Loberrno. Una vez más a la ulterana le acusó la sensación de que sobraba, pero antes de poder retirarse notó el cambio de actitud de los dos chicos.
—¿Qué estáis tramando? —inquirió la kitsune con expresión de curiosidad. Le respuesta no tardó en llegarle y, durante unos instantes, la ibolense se quedó pillada.
El biomecánico le estaba tendiendo un precioso brazalete de color rojo, un ordenador personal similar al que tenía el pequeño Ippon cuando llegó a Rocavarancolia. La kitsune, con sumo cuidado, recogió la pulsera y la deslizó en su muñeca izquierda, temiendo que desapareciera en cualquier momento.
—¿De verdad que es para mi? —preguntó dubitativa, soltando un grito de emoción a continuación y lanzándose al cuello de Kin con expresión risueña—. ¡Muchísimas gracias! —exclamó emocionada, haciéndole cosquillas con el movimiento nervioso de sus orejas antes de soltarle y prácticamente empezar a saltar por toda la habitación sin parar de reír. Sabía que el demonio no aceptaría una negativa por su parte, pero siendo sincera tampoco quería rechazar aquel regalo. Era demasiado genial.
—No te preocupes por mí, en serio, como a dicho él yo soy rocavarancolesa y no voy a intervenir de ningún modo —rió—. Además, yo estoy de acuerdo con todo lo que vaya contra el sistema convencional. —aclaró con convicción, esbozando una sonrisa traviesa mientras tanto.
Lo que dijo a continuación llamó bastante su atención y se acercó a echarle un vistazo al vídeo, entrecerrando los ojos e intentando reconocer los rasgos del muchacho cosechado.
—Pues a mi creo que me suena... ¿Un chaval moreno? ¿Bastante alto para ser irrense? —inquirió con curiosidad—. Recuerdo haber visto a Yttria el día de la cosecha, en la explanada de los portales, y fijo que iba en su grupo... —comentó sin dar demasiados detalles. Aquel día había sido bastante ajetreado.
A continuación vino la noticia del cambio de nombre del raigaurum, decisión que en principio pareció extrañar a su viejo amigo pero que terminó aceptando asegurando que lo recordaría. Ippon, además, se interesó por el motivo de su visita y le preguntó si pensaba ir a Loberrno. Una vez más a la ulterana le acusó la sensación de que sobraba, pero antes de poder retirarse notó el cambio de actitud de los dos chicos.
—¿Qué estáis tramando? —inquirió la kitsune con expresión de curiosidad. Le respuesta no tardó en llegarle y, durante unos instantes, la ibolense se quedó pillada.
El biomecánico le estaba tendiendo un precioso brazalete de color rojo, un ordenador personal similar al que tenía el pequeño Ippon cuando llegó a Rocavarancolia. La kitsune, con sumo cuidado, recogió la pulsera y la deslizó en su muñeca izquierda, temiendo que desapareciera en cualquier momento.
—¿De verdad que es para mi? —preguntó dubitativa, soltando un grito de emoción a continuación y lanzándose al cuello de Kin con expresión risueña—. ¡Muchísimas gracias! —exclamó emocionada, haciéndole cosquillas con el movimiento nervioso de sus orejas antes de soltarle y prácticamente empezar a saltar por toda la habitación sin parar de reír. Sabía que el demonio no aceptaría una negativa por su parte, pero siendo sincera tampoco quería rechazar aquel regalo. Era demasiado genial.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Irraria
12/09/16, 07:19 pm
A Kin le hizo gracia la forma en que se alegró la ulterana. Le alegraba y aliviaba enormemente haber acertado con el regalo, y esperaba que, con todos los programas y archivos que podrían descargar, pudiera darle un buen uso en Rocavarancolia. Además, podría acceder a la red local que empleaban de vez en cuando Archi y él, aunque para eso último necesitaría conseguirle primero un amuleto con el idioma para ella sola. Cuando se le echó encima se preguntó si le extrañarían a Ippon de las costumbres casuales que tenía la gente de otros mundos vinculados, a las que él ya se había acostumbrado.
—¡De nada! —le dijo—. Espero que puedas sacarle mucha utilidad.
Pasaron un buen rato configurando y explicando a la ulterana cómo usar su nuevo terminal, aunque costaba que se centrase en una sola cosa por lo hiperactiva que estaba. Entre tanto las conversaciones casuales se sucedían y continuaron una vez hubieron subido al apartamento donde vivía Ippon, que no les había permitido alojarse en ningún otro sitio. Aunque estaban algo apretados y les iba a tocar dormir en sofá, Kin lo prefería, porque no iba a tener muchas ocasiones para estar como en los viejos tiempos. Se acomodó como si aquella fuera su propia casa, y entre anécdotas nuevas y nostálgicas terminó por contarle a Ippon cómo se estrujó el cerebro para sacar su nuevo nombre, le explicó que había dejado de necesitar el marcapasos gracias a la magia, le mostró algún hechizo más, e incluso intentó, sin espacio, hacerle una demostración de cómo se atacaba con el guan dao empleando el barral de una cortina. En alguna ocasión llegó a dolerle el pecho de tanto reír, pero entonces se preguntaba si Keiria se estaría aburriendo por culpa de desconocer más de la mitad de las cosas sobre las que hablaban. Por suerte no solo él se preocupaba de incluirla en las conversaciones, sino también Ippon, que había empezado a superar los reparos iniciales.
Pidieron comida a domicilio y comieron en los mismos sofás y mesita que salían en las fotos que tantas veces había observado Kin en Rocavarancolia cuando se sentía nostálgico. Por primera vez fue él quien sugirió al biomecánico que sacase su cámara externa para hacerse una foto, e Ippon se burló con ganas al verle tomar por primera vez la iniciativa. Por eso en las primeras fotos salieron haciendo el tonto, fingiendo pelear, pero se aprovecharon todas y se envió una copia a cada ordenador. Por culpa de volver a coger el nuevo brazalete de Keiria, lo siguiente que hicieron fue discutir efusivamente sobre qué libros, películas, minijuegos o cómics debía descargar primero la ulterana.
Estuvieron hablando hasta más tarde de lo que deberían, teniendo en cuenta que planeaban coger un tren que salía bastante temprano, pero decidieron que un día era un día. Kin se despertó reventado, en buena parte por la incomodidad del sofá, e Ippon también tenía unas ojeras considerables con las que tendría que aguantar toda la jornada de trabajo, aunque no parecía arrepentido.
El desayuno fue copioso, cortesía del anfitrión, pero el ambiente ahora era tranquilo, incluso un poco melancólico, anticipando la despedida. Ippon tenía que abrir su taller y no podría acompañarlos hasta la estación de tren.
—Oye, sigue escribiéndome mientras estés por aquí. ¿Cuánto vas a estar?
—Poco más, pero descuida. Te avisaré también antes de irme.
—Perfecto. Parece que ya lo he domado —añadió para Keiria con una sonrisa de suficiencia. Kin lo miró entrecerrando los ojos.
Estaban frente a la puerta del apartamento, y antes de salir ambos rocavarancoleses recuperaron su camuflaje para la calle. Mientras tomaban el ascensor, Ippon reía y les contaba que, al verles por primera vez, había pensado que eran un par de clientes bordes y ya disponía de tres planes diferentes en mente para deshacerse de ellos. Una vez alcanzaron la calle, debían tomar direcciones opuestas. Kin resopló y le dio una palmada al otro irrense en la espalda.
—Nos vemos. No sé cuándo, pero al menos puedo prometerte eso.
Los dos amigos sonreían, e Ippon miró a Kin y Keiria alternativamente.
—Cuidaos. Y buen viaje.
Cuando se separaron, empezó a asimilar por fin que lo siguiente era volver a casa. Aunque no lo admitiera en voz alta, probablemente se notaba que estaba preocupado. Como prueba de ello, no pasó mucho tiempo hasta que recibió un mensaje de Ippon: “Oye, y ánimo con lo que toca ahora”.
El otro irrense sabía perfectamente que el verdadero problema era Mirorrel, y solo él. El raigaurum no quería saber la opinión de su padre, ni descubrir cómo le miraba ahora. Su animadversión hacia él se había atenuado considerablemente después de dos años sin tener que verse las caras, pero quizá ese era el mismo motivo por el que era tan reticente a volver a poner un pie en su casa. Ni siquiera les había avisado todavía de que estaba en Irraria.
Cuando se acomodaron en el tren que los llevaría a Loberrno, los nervios empujaron a Kin a sincerarse.
—Estoy acojonado. Es ridículo, pero es verdad. Me estoy planteando incluso coger mis cosas sin que me vean y largarme.
Al escucharlo de su propia boca le pareció patético. «¿Qué soy, un crío?».
—¡De nada! —le dijo—. Espero que puedas sacarle mucha utilidad.
Pasaron un buen rato configurando y explicando a la ulterana cómo usar su nuevo terminal, aunque costaba que se centrase en una sola cosa por lo hiperactiva que estaba. Entre tanto las conversaciones casuales se sucedían y continuaron una vez hubieron subido al apartamento donde vivía Ippon, que no les había permitido alojarse en ningún otro sitio. Aunque estaban algo apretados y les iba a tocar dormir en sofá, Kin lo prefería, porque no iba a tener muchas ocasiones para estar como en los viejos tiempos. Se acomodó como si aquella fuera su propia casa, y entre anécdotas nuevas y nostálgicas terminó por contarle a Ippon cómo se estrujó el cerebro para sacar su nuevo nombre, le explicó que había dejado de necesitar el marcapasos gracias a la magia, le mostró algún hechizo más, e incluso intentó, sin espacio, hacerle una demostración de cómo se atacaba con el guan dao empleando el barral de una cortina. En alguna ocasión llegó a dolerle el pecho de tanto reír, pero entonces se preguntaba si Keiria se estaría aburriendo por culpa de desconocer más de la mitad de las cosas sobre las que hablaban. Por suerte no solo él se preocupaba de incluirla en las conversaciones, sino también Ippon, que había empezado a superar los reparos iniciales.
Pidieron comida a domicilio y comieron en los mismos sofás y mesita que salían en las fotos que tantas veces había observado Kin en Rocavarancolia cuando se sentía nostálgico. Por primera vez fue él quien sugirió al biomecánico que sacase su cámara externa para hacerse una foto, e Ippon se burló con ganas al verle tomar por primera vez la iniciativa. Por eso en las primeras fotos salieron haciendo el tonto, fingiendo pelear, pero se aprovecharon todas y se envió una copia a cada ordenador. Por culpa de volver a coger el nuevo brazalete de Keiria, lo siguiente que hicieron fue discutir efusivamente sobre qué libros, películas, minijuegos o cómics debía descargar primero la ulterana.
Estuvieron hablando hasta más tarde de lo que deberían, teniendo en cuenta que planeaban coger un tren que salía bastante temprano, pero decidieron que un día era un día. Kin se despertó reventado, en buena parte por la incomodidad del sofá, e Ippon también tenía unas ojeras considerables con las que tendría que aguantar toda la jornada de trabajo, aunque no parecía arrepentido.
El desayuno fue copioso, cortesía del anfitrión, pero el ambiente ahora era tranquilo, incluso un poco melancólico, anticipando la despedida. Ippon tenía que abrir su taller y no podría acompañarlos hasta la estación de tren.
—Oye, sigue escribiéndome mientras estés por aquí. ¿Cuánto vas a estar?
—Poco más, pero descuida. Te avisaré también antes de irme.
—Perfecto. Parece que ya lo he domado —añadió para Keiria con una sonrisa de suficiencia. Kin lo miró entrecerrando los ojos.
Estaban frente a la puerta del apartamento, y antes de salir ambos rocavarancoleses recuperaron su camuflaje para la calle. Mientras tomaban el ascensor, Ippon reía y les contaba que, al verles por primera vez, había pensado que eran un par de clientes bordes y ya disponía de tres planes diferentes en mente para deshacerse de ellos. Una vez alcanzaron la calle, debían tomar direcciones opuestas. Kin resopló y le dio una palmada al otro irrense en la espalda.
—Nos vemos. No sé cuándo, pero al menos puedo prometerte eso.
Los dos amigos sonreían, e Ippon miró a Kin y Keiria alternativamente.
—Cuidaos. Y buen viaje.
Cuando se separaron, empezó a asimilar por fin que lo siguiente era volver a casa. Aunque no lo admitiera en voz alta, probablemente se notaba que estaba preocupado. Como prueba de ello, no pasó mucho tiempo hasta que recibió un mensaje de Ippon: “Oye, y ánimo con lo que toca ahora”.
El otro irrense sabía perfectamente que el verdadero problema era Mirorrel, y solo él. El raigaurum no quería saber la opinión de su padre, ni descubrir cómo le miraba ahora. Su animadversión hacia él se había atenuado considerablemente después de dos años sin tener que verse las caras, pero quizá ese era el mismo motivo por el que era tan reticente a volver a poner un pie en su casa. Ni siquiera les había avisado todavía de que estaba en Irraria.
Cuando se acomodaron en el tren que los llevaría a Loberrno, los nervios empujaron a Kin a sincerarse.
—Estoy acojonado. Es ridículo, pero es verdad. Me estoy planteando incluso coger mis cosas sin que me vean y largarme.
Al escucharlo de su propia boca le pareció patético. «¿Qué soy, un crío?».
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Irraria
07/03/17, 10:41 pm
Keiria estaba tan emocionada con el regalo de Kin que prácticamente rebotaba en el sitio, toqueteando su ordenador nuevo con el mismo peligroso entusiasmo con el que un crío manipula un juguete demasiado reluciente. No sabía por donde empezar a investigar y saltaba de una aplicación a otra sin ton ni son, navegando al mismo tiempo en la famosa red irrense con la sutileza de un cachalote hiperactivo.
—Esto es genial enserio. ¿Has visto esto? ¿Y esto? Mira, aquí puedes opinar sobre videojuegos. ¡Este tío es un manta! Y lo digo yo que no tengo ni idea del tema. ¿Se pueden valorar los comentarios? Joder, pero si tiene muchos votos positivos... ¿qué clase de capullos entran en este sitio? ¡Hostia! ¿También tenéis foros de rol literario? Que gracia, se podría ambientar uno en Ro... bueno, da igual —largaba como una metralleta, hilando frases sin ton ni son y sin dejar que los dos irrenses metieran baza. Cuando se tranquilizó un poco volvió a agradecerle el obsequio a su amigo, con una sonrisa tan grande que dolía la boca solo de verla—. Muchisimas gracias, Kin, de verdad. No voy a cansarme de agradecertelo. ¡Y fijo que le saco partido, no te preocupes! ¿Tu has visto lo que se puede hacer con esto... ?
Entre los dos irrenses se esforzaron en instruir a la ulterana en los misterios del mundo digital y en configurar su terminal, trasladando la reunión al piso de Ippon cuando se empezó a hacer tarde. El amigo del raigaurum había insistido en que se quedaran a dormir en su casa, ofrecimiento al que la kitsune no le veía pegas, y aunque tendrían que dormir en el sofá parecía mucho mas cómodos que otros sitios en los que habían dormido. Una vez superada la paranoia de que sobraba en el encuentro entre aquellos dos viejos amigos la pelirroja se soltó más, participando en las conversaciones con diligencia y opinando sobre todos los temas desde su modesto punto de vista, pues su ignorancia sobre Irraria era bastante evidente. Aprendía rápido, sin embargo, y poco a poco iba absorbiendo más y más conocimientos que asimilaba para consolidar su propia visión acerca de aquel mundo tan ajeno al suyo natal.
Cuando llegó la hora de cenar pidieron comida a domicilio, un concepto algo extraño para la ibolense porque en su casa siempre había habido cocineros, pero le encantó lo útil del sistema y lamentó no tener algo parecido en Rocavarancolia. Luego, por sugerencia Kin, Ippon sacó una cámara externa y empezaron a hacerse fotos. La kitsune puso caras raras en la mayoría, sacando la lengua o bizqueando mientras flotaba boca abajo, pero también posó correctamente para alguna de las instantáneas, y cuando recibió sus copias en el terminal se dedicó a repasarlas entre risas. También se dejo aconsejar sobre que libros, música, películas, cómics y minijuegos debía descargar primero, tarea en la que se le fue gran parte de la noche. Tenían que madrugar para coger el tren, pero como hacía mucho tiempo que los dos amigos no se veían decidieron trasnochar para compensar.
Keiria despertó bastante despejada a pesar de todo, pero guardó silencio durante el desayuno, captando sin dificultad el ambiente tristón debido a la inminente despedida. Cuando llegó la hora la pelirroja le dio las gracias a Ippon por todo y les dejó espacio a él y a Kin para que que se despidieran a gusto, asegurándole que había sido un placer conocerle. No se entretuvieron demasiado, sin embargo, y con un último gesto de la mano hacia el biomecánico los dos rocavarancoleses se pusieron en marcha hacia la estación. La kitsune, de naturaleza curiosa, caminaba distraída observándolo todo, ajena al conflicto interno del raigaurum hasta que este se dirigió hacia ella.
—¿No quieres ver a tu padre? —inquirió tras unos segundos de incertidumbre, no muy segura de que el irrense quisiera hablar del tema—. Entiendo que puede ser difícil, pero si no lo haces tal vez te arrepientas más tarde... —señaló con cuidado. Podría haber añadido que al menos en Irraria tenían la capacidad de hacer aquella elección porque no les borraban los recuerdos de tu existencia a tus seres queridos y conocidos, pero no creía que aquel fuese el punto.
—Esto es genial enserio. ¿Has visto esto? ¿Y esto? Mira, aquí puedes opinar sobre videojuegos. ¡Este tío es un manta! Y lo digo yo que no tengo ni idea del tema. ¿Se pueden valorar los comentarios? Joder, pero si tiene muchos votos positivos... ¿qué clase de capullos entran en este sitio? ¡Hostia! ¿También tenéis foros de rol literario? Que gracia, se podría ambientar uno en Ro... bueno, da igual —largaba como una metralleta, hilando frases sin ton ni son y sin dejar que los dos irrenses metieran baza. Cuando se tranquilizó un poco volvió a agradecerle el obsequio a su amigo, con una sonrisa tan grande que dolía la boca solo de verla—. Muchisimas gracias, Kin, de verdad. No voy a cansarme de agradecertelo. ¡Y fijo que le saco partido, no te preocupes! ¿Tu has visto lo que se puede hacer con esto... ?
Entre los dos irrenses se esforzaron en instruir a la ulterana en los misterios del mundo digital y en configurar su terminal, trasladando la reunión al piso de Ippon cuando se empezó a hacer tarde. El amigo del raigaurum había insistido en que se quedaran a dormir en su casa, ofrecimiento al que la kitsune no le veía pegas, y aunque tendrían que dormir en el sofá parecía mucho mas cómodos que otros sitios en los que habían dormido. Una vez superada la paranoia de que sobraba en el encuentro entre aquellos dos viejos amigos la pelirroja se soltó más, participando en las conversaciones con diligencia y opinando sobre todos los temas desde su modesto punto de vista, pues su ignorancia sobre Irraria era bastante evidente. Aprendía rápido, sin embargo, y poco a poco iba absorbiendo más y más conocimientos que asimilaba para consolidar su propia visión acerca de aquel mundo tan ajeno al suyo natal.
Cuando llegó la hora de cenar pidieron comida a domicilio, un concepto algo extraño para la ibolense porque en su casa siempre había habido cocineros, pero le encantó lo útil del sistema y lamentó no tener algo parecido en Rocavarancolia. Luego, por sugerencia Kin, Ippon sacó una cámara externa y empezaron a hacerse fotos. La kitsune puso caras raras en la mayoría, sacando la lengua o bizqueando mientras flotaba boca abajo, pero también posó correctamente para alguna de las instantáneas, y cuando recibió sus copias en el terminal se dedicó a repasarlas entre risas. También se dejo aconsejar sobre que libros, música, películas, cómics y minijuegos debía descargar primero, tarea en la que se le fue gran parte de la noche. Tenían que madrugar para coger el tren, pero como hacía mucho tiempo que los dos amigos no se veían decidieron trasnochar para compensar.
Keiria despertó bastante despejada a pesar de todo, pero guardó silencio durante el desayuno, captando sin dificultad el ambiente tristón debido a la inminente despedida. Cuando llegó la hora la pelirroja le dio las gracias a Ippon por todo y les dejó espacio a él y a Kin para que que se despidieran a gusto, asegurándole que había sido un placer conocerle. No se entretuvieron demasiado, sin embargo, y con un último gesto de la mano hacia el biomecánico los dos rocavarancoleses se pusieron en marcha hacia la estación. La kitsune, de naturaleza curiosa, caminaba distraída observándolo todo, ajena al conflicto interno del raigaurum hasta que este se dirigió hacia ella.
—¿No quieres ver a tu padre? —inquirió tras unos segundos de incertidumbre, no muy segura de que el irrense quisiera hablar del tema—. Entiendo que puede ser difícil, pero si no lo haces tal vez te arrepientas más tarde... —señaló con cuidado. Podría haber añadido que al menos en Irraria tenían la capacidad de hacer aquella elección porque no les borraban los recuerdos de tu existencia a tus seres queridos y conocidos, pero no creía que aquel fuese el punto.
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