Palacete
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Rocavarancolia Rol
29 participantes
- Rocavarancolia Rol
Palacete
03/08/11, 01:04 am
Recuerdo del primer mensaje :
Hecho en piedra gris, con forma de U, coronado por una cúpula de cristales negros y esmeralda bajo la cual hay un ventanal ovalado. Se entra por una escalinata de azulejos a un recibidor circular con dos grandes escaleras a ambos lados. Sobre este, se encuentran las habitaciones, flotando a distintas alturas.
- Descripción más detallada sacada de la saga:
- Exterior:
- El palacete se encontraba en mitad de una avenida, frente a una larga línea de casonas macizas, con tejados a dos aguas invadidos de gárgolas. Era la única construcción situada a ese lado de la avenida, pero llenaba el espacio con más rotundidad que la treintena de edificios que se desplegaban frente a ella.
Era de piedra gris, con forma de «U» redondeada, y había algo en sus ángulos y en su disposición sobre el terreno que tranquilizaba, que hacía pensar que no todo en aquella ciudad era horror. Lo que más llamaba la atención era la gigantesca cúpula que coronaba su centro: una maravillosa construcción de cristales negros y esmeralda. Bajo ella, en mitad de la fachada, se abría un gran ventanal ovalado rodeado de decenas de ventanas tan estrechas que parecían arañazos en el muro.
El patio era un sinuoso entramado de senderos que se desplegaba entre lo que una vez debieron de ser parcelas ajardinadas, pero que ahora no eran más que solares de tierra reseca. Se dirigieron hacia la escalinata de azulejos negros y verdes que conducía al portón de entrada, observando con cautela las ventanas que salpicaban los muros del palacete. Tras el enorme ventanal que ocupaba el centro sólo se veía oscuridad.
- Recibidor:
- Lo primero que vieron fue una densa zona de tinieblas, una cortina de oscuridad que precedía a un gran recibidor, iluminado por una delicada luz verde.
Se reunieron todos alrededor de Rachel en el último tramo de escaleras. El aire que se respiraba ante la puerta era de una pureza increíble, en nada se parecía a la peste rancia de los lugares cerrados que estaban acostumbrados a encontrar.
Fueron a parar a un amplio recibidor circular, de suelo y paredes de piedra gris. El techo, en cambio, era una pesada amalgama de grandes planchas de hierro que no encajaba con el resto del palacio; la sensación que provocaba aquel entramado era de asfixia, como si en cualquier momento fuera a caer y aplastarlos.
Dos grandes escaleras se disponían a ambos lados del recibidor, del mismo azulejo negro y verde que la escalinata de la entrada. Desde donde se encontraban, esas escaleras gemelas parecían hundirse como cuchillos en el techo enrejado, en una perspectiva extraña y forzada. No habían dado ni dos pasos fuera de la zona de sombras cuando se detuvieron todos casi al mismo tiempo, mirando hacia arriba, sorprendidos, boquiabiertos.
Lo que habían tomado como techo no era tal. Al salir de las sombras su perspectiva había cambiado y ahora podían ver el palacete tal y como realmente era. Las planchas que en un primer momento había creído colocadas en un mismo plano estaban suspendidas en realidad a distintas alturas por todo el palacio. Retrocedió un paso para regresar a la zona
de tinieblas y las planchas desordenadas volvieron a equilibrarse, formando un techo sin fisuras
aparentes que no era más que una ilusión óptica: si entrecerraba los ojos podía ver que las planchas flotaban en diferentes planos.
El palacete constaba de una sola planta, una planta vasta y asombrosa en la que flotaban
decenas de estancias de todos los tamaños y formas. La única semejanza entre ellas eran sus bases, de idéntico hierro forjado. La mayor de todas ocupaba tres pisos de altura y medía más de doscientos metros de largo, mientras que las más pequeñas eran meros soportes para adornos y estatuas. La mayoría ni siquiera tenía paredes.
Las escaleras no se hundían en ese falso techo como habían creído, sino que se prolongaban
curvándose en el vacío, hasta perderse en la movediza niebla esmeralda que copaba las alturas. Del tallo principal de cada escalera brotaban decenas de nuevos tramos que se dividían a su vez en más ramales de ajedrezado negro y esmeralda, retorciéndose en el aire hasta aterrizar en los bordes de las habitaciones flotantes. Aquel despliegue de habitaciones y escalinatas producía una prodigiosa sensación de armonía; era como si el mundo entero se hubiera vuelto liviano de pronto, como si la realidad, la propia existencia, fueran menos pesadas y opresivas entre aquellas paredes.
- Ascenso y ejemplos de habitaciones:
- Tomaron la escalinata de la izquierda. El tramo principal no tardaba en dividirse en tres grandes ramales. El de la derecha bajaba en una pronunciada curva antes de dividirse en otros dos tramos de escalera retorcida. A medida que avanzaban por aquella colosal montaña rusa pudieron contemplar un sinfín de habitaciones y salas. Vieron dormitorios de ensueño; salas de recreo con divanes de terciopelo, escabeles de cristal y columpios colgantes; zonas de paseo con fuentes y bancos de hierro…
La perspectiva resultaba engañosa allí arriba; prácticamente cambiaba a cada paso que daban, convirtiendo el palacete en un espacio en constante mutación. Una estancia vista desde arriba era diferente por completo contemplada desde abajo o desde un lateral. Todo fluctuaba, fluía. Era un enloquecido juego de perspectivas y arquitectura. Una sala observada desde una escalera parecía una selva rebosante de vegetación al quedar semioculta por los helechos que colgaban de las plataformas vecinas, para luego, desde arriba, convertirse en un elegante dormitorio. Desde otra curva de la escalera, esa misma habitación parecía vacía.
Rachel los guió hasta la estancia central del palacio, la única completamente cerrada con muros.(...) En el suelo, ante ellos, había aparecido un diminuto chispazo, una salpicadura brillante que se proyectó despacio hacia arriba, convirtiéndose en una creciente columna de luz que no se detuvo hasta alcanzar el techo, situado a gran altura. Un poco más adelante, una nueva columna tomó forma, de igual modo que la primera. Poco a poco, aquí y allá, se fueron formando más y más columnas. La luz que irradiaban iluminó la gran estancia, transformando la negrura en claridad.
—Es una sala de baile —murmuró Madeleine con admiración.
Mistral asintió, aunque sabía que aquel lugar era mucho más que eso. En aquella sala se habían
celebrado todo tipo de eventos: desde torneos de piromantes hasta conciertos de las fabulosas aves cantoras de Alarán, pasando por duelos de hechiceros y bodas reales. Se contaba que, en una ocasión, allí dentro se había sacrificado un dragón albino para mayor gloria del reino.
Los muchachos bajaron las escaleras que llevaban al suelo espejado de la sala. En el muro que
quedaba a su derecha se encontraba el gigantesco ventanal que habían visto desde fuera. El tercio inferior del mismo estaba cubierto por cortinajes negros, corridos en su mayoría, mientras que en la zona alta dos grandes cortinas verdes se abrían a izquierda y derecha.
En el extremo opuesto a la entrada se levantaba un pequeño escenario ocupado por varias estatuas metálicas. Se trataba de una orquesta compuesta por siete músicos tan extravagantes como los instrumentos que se disponían a tocar.
Un engendro con aire de rata humanoide empuñaba entre sus zarpas dos varillas que parecía a punto de estrellar contra el tambor agujereado que tenía delante. Entre los músicos había un ser casi humano, con la piel de un intenso negro y un magnífico par de alas rojas plegadas a su espalda. Aquella criatura sujetaba en una mano un violín abombado mientras en la otra empuñaba una varilla recubierta de protuberancias. Del costado de todas las estatuas surgía una mariposa metálica: una llave con la que darles cuerda.
Después de abandonar la sala de baile, fueron de plataforma en plataforma, siempre con Rachel a la cabeza. Casi tan sorprendente como el mismo palacio era el estado en el que éste se encontraba. Apenas había polvo y suciedad y aunque algunas habitaciones parecían vaciadas a conciencia, la mayor parte estaba en perfectas condiciones, como si los habitantes del lugar se hubieran marchado un instante antes de llegar ellos.
A media tarde hicieron un descanso para merendar. Se sentaron en los bancos de madera que
rodeaban un pequeño estanque. Apenas hablaron. Aquel lugar inducía al silencio, a la ensoñación.
Al poco tiempo de ponerse otra vez en marcha descubrieron una gran sala repleta de estanterías vacías. El cambiante deambuló entre ellas igual que todos, aun sabiendo que no iban a encontrar nada allí. Ese lugar había sido una importante biblioteca mágica, pero hacía tiempo que los pocos libros que no se habían llevado los magos de los mundos vinculados habían sido trasladados al castillo.
Otro ramal los condujo a una plataforma de paredes listadas en las que se desplegaban más de una veintena de grandes armarios, con espejos de marco de plata en cada puerta. Rachel se apresuró a abrir el más cercano y su contenido la hizo jadear emocionada. El armario estaba repleto de vestidos, a cada cual más espléndido.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Palacete
02/01/24, 07:05 pm
Recibir halagos e ignorar insultos le costaba lo mismo: nada. Estaba conforme con sus puyitas a Connor e igual de acostumbrado a su persona, con lo que lo primero que intentó cuando el pelirrosa le plantó las manos delante fue lamerle. Nohlem de por sí apagaba el cerebro cuando tenía un piano delante, quítale la lluvia constante de normas y modales de su casa, suma humanos bastos y lobos malhablados a la ecuación y tienes un varmano tan bobo como debería ser alguien a su edad. Puede incluso que un poquito más. Y menos mal que estaba concentrado en tocar, o de haber atinado a lamer los dedos de Connor habría dejado muy poco a la imaginación. Su imagen de caballero elegante viviría otro día más.
Eso sí, Nohlem tiraba la piedra y escondía la mano, pues ni iba a atender a Schecheniak, ni a Connor, ni a la inmensa sala a dos palmos de narices por la que acababa de preguntar hasta que acabase la canción. Dejar una pieza incompleta le daba un toc terrible, y estando tan inspirado fue fácil que olvidase que había dicho en primer lugar. Rick y Kalna entraron después con ellos, pero el varmano estaba más metido en la música que en cuerpo presente.
—Hm-hm —respondió al neoyorko, absorto. Bastante complicado era darle tres voces al piano con solo dos manos para mantener una conversación mientras—. Dos —musitó y calló, sin aparente contexto. Los últimos segundos antes del final, un pequeño decorado como guinda yyy… Conforme. El granta se separó del piano sin levantarse de su asiento, sonriendo de oreja a oreja mientras las notas sostenidas se iban diluyendo en el aire—. Dos escolopendras había, pero las he matado. Por ahí andarán los cadáveres —señaló sin señalar a nada con el dorso de la mano, con tal naturalidad que bien podría decirlo en serio. Su vista no se despegaba del piano. No lo abrazaba porque, ahora sí, tenía demasiada consciencia de la gente presente.
Nohlem podía hablar con humildad sobre sí mismo y sus habilidades artesanas, sobre su puntería o su aspecto físico, pero había ciertas cosas donde la modestiaba flaqueaba y relucía su verdadero ego; juegos de estrategia, un engaño bien colado en una partida de póker… mas no había mejor ejemplo que con la música. Soltó un soplido de suficiencia con el pecho lleno de orgullo al ser llamado maestro, un breve ronroneo in crescendo al no poder ser comparado con otro, una soberbia indirectamente alimentada por el pique del pobre motero.
—Oh, no les culpes Connor, es que soy demasiado bueno —él también estaba maravillado consigo mismo. Tocó una brevísima melodía en ragtime, una suerte de fanfarria de victoria por la alegría del estilo. Si el canadiense no le partía la boca por esa sonrisita ridícula que tenía, bien podía considerarse inmortal—. ¡Gracias, gracias! —se acordó de decir, dándole la espalda al piano para poder sonreír a los recién llegados. Por fin se levantó—. Creo que os dije que tocaba el piano, no desde cuando lo hacía. Doce años de experiencia, a su servicio —y con una floritura hizo una breve reverencia.
Siguió a Connor hacia la sala nueva, quedándose sin palabras por las dimensiones. El techo era tan alto que bien podrían caber tres plantas enteras dentro, y a excepción del tramo por el que habían entrado, el hueco de la sala de orquestas, la sala entera era circular. La cúpula la llenaba la lámpara de araña más grande que hubiera visto jamás, dorada con detalles en rojo, y los gigantescos ventanales de cristal debían estar hechizados porque mostraban un escenario que nada tenía que ver con la realidad: fuera había un cielo nocturno estrellado, de un color azul oscuro tan intenso que hacía vibrar los tonos más cálidos de dentro, sin nubes ni lunas que lo entorpecieran. De no titilar las estrellas uno creería que se trataba de una pintura hiperrealista. La copa de los árboles en un jardín infinito era lo único que llenaba aquella inmensidad, pero si alguien abriese la puerta al balcón o, sin ir más lejos, alguna ventana, encontrarían el aire “fuera” inusualmente quieto, enrrarecido, más parecido a una habitación cerrada que el exterior.
—Santísimo Miquella el Empíreo…
Estaba acostumbrado a la grandeza, pero eso era otro nivel. No era un museo en el centro de la ciudad lleno de obras y gente, sino un salón privado, tan de cuento de otra época que aún estando en él parecía ficticio. Ni siquiera los palacios de hierro y cristal de Varmania donde tenían lugar las grandes exhibiciones de industria y maquinaria le habían dejado tan ojiplático como aquello, aunque quizás ayudase su tiempo entre las pobres paredes del torreón. El frío tacto del mármol brillante de una columna le recordó que tan real era todo.
—Yo quiero bailar —conectó finalmente sin contexto a las palabras de Connor, con bastantes segundos de retardo por seguir ensimismado. Ni siquiera tuvo hueco a pensar que él no podría bailar si tenía que ser uno de los responsables de la música—. ¿Habéis encontrado trajes? —preguntó a Kalna y Rick, rascando lo que había oído en su sobredosis de estímulos.
Estaba tan ilusionado que todas sus alertas rojas se habían fundido. Entrar a un palacio perfectamente mantenido y ponerse su ropa era una trampa de cuento infantil con todas las de la ley, de esas que obviamente salen mal, pero si las acciones de sus protagonistas le habían parecido ridículas entonces y las moralejas aún más evidentes, ahora no podía hacer otra cosa que empatizar. ¿Quién en su sano juicio resistía una tentación así? Si había sido el primer tonto en tocar el piano, sería el primer tonto en vestir la ropa de otro.
Eso sí, Nohlem tiraba la piedra y escondía la mano, pues ni iba a atender a Schecheniak, ni a Connor, ni a la inmensa sala a dos palmos de narices por la que acababa de preguntar hasta que acabase la canción. Dejar una pieza incompleta le daba un toc terrible, y estando tan inspirado fue fácil que olvidase que había dicho en primer lugar. Rick y Kalna entraron después con ellos, pero el varmano estaba más metido en la música que en cuerpo presente.
—Hm-hm —respondió al neoyorko, absorto. Bastante complicado era darle tres voces al piano con solo dos manos para mantener una conversación mientras—. Dos —musitó y calló, sin aparente contexto. Los últimos segundos antes del final, un pequeño decorado como guinda yyy… Conforme. El granta se separó del piano sin levantarse de su asiento, sonriendo de oreja a oreja mientras las notas sostenidas se iban diluyendo en el aire—. Dos escolopendras había, pero las he matado. Por ahí andarán los cadáveres —señaló sin señalar a nada con el dorso de la mano, con tal naturalidad que bien podría decirlo en serio. Su vista no se despegaba del piano. No lo abrazaba porque, ahora sí, tenía demasiada consciencia de la gente presente.
Nohlem podía hablar con humildad sobre sí mismo y sus habilidades artesanas, sobre su puntería o su aspecto físico, pero había ciertas cosas donde la modestiaba flaqueaba y relucía su verdadero ego; juegos de estrategia, un engaño bien colado en una partida de póker… mas no había mejor ejemplo que con la música. Soltó un soplido de suficiencia con el pecho lleno de orgullo al ser llamado maestro, un breve ronroneo in crescendo al no poder ser comparado con otro, una soberbia indirectamente alimentada por el pique del pobre motero.
—Oh, no les culpes Connor, es que soy demasiado bueno —él también estaba maravillado consigo mismo. Tocó una brevísima melodía en ragtime, una suerte de fanfarria de victoria por la alegría del estilo. Si el canadiense no le partía la boca por esa sonrisita ridícula que tenía, bien podía considerarse inmortal—. ¡Gracias, gracias! —se acordó de decir, dándole la espalda al piano para poder sonreír a los recién llegados. Por fin se levantó—. Creo que os dije que tocaba el piano, no desde cuando lo hacía. Doce años de experiencia, a su servicio —y con una floritura hizo una breve reverencia.
Siguió a Connor hacia la sala nueva, quedándose sin palabras por las dimensiones. El techo era tan alto que bien podrían caber tres plantas enteras dentro, y a excepción del tramo por el que habían entrado, el hueco de la sala de orquestas, la sala entera era circular. La cúpula la llenaba la lámpara de araña más grande que hubiera visto jamás, dorada con detalles en rojo, y los gigantescos ventanales de cristal debían estar hechizados porque mostraban un escenario que nada tenía que ver con la realidad: fuera había un cielo nocturno estrellado, de un color azul oscuro tan intenso que hacía vibrar los tonos más cálidos de dentro, sin nubes ni lunas que lo entorpecieran. De no titilar las estrellas uno creería que se trataba de una pintura hiperrealista. La copa de los árboles en un jardín infinito era lo único que llenaba aquella inmensidad, pero si alguien abriese la puerta al balcón o, sin ir más lejos, alguna ventana, encontrarían el aire “fuera” inusualmente quieto, enrrarecido, más parecido a una habitación cerrada que el exterior.
—Santísimo Miquella el Empíreo…
Estaba acostumbrado a la grandeza, pero eso era otro nivel. No era un museo en el centro de la ciudad lleno de obras y gente, sino un salón privado, tan de cuento de otra época que aún estando en él parecía ficticio. Ni siquiera los palacios de hierro y cristal de Varmania donde tenían lugar las grandes exhibiciones de industria y maquinaria le habían dejado tan ojiplático como aquello, aunque quizás ayudase su tiempo entre las pobres paredes del torreón. El frío tacto del mármol brillante de una columna le recordó que tan real era todo.
—Yo quiero bailar —conectó finalmente sin contexto a las palabras de Connor, con bastantes segundos de retardo por seguir ensimismado. Ni siquiera tuvo hueco a pensar que él no podría bailar si tenía que ser uno de los responsables de la música—. ¿Habéis encontrado trajes? —preguntó a Kalna y Rick, rascando lo que había oído en su sobredosis de estímulos.
Estaba tan ilusionado que todas sus alertas rojas se habían fundido. Entrar a un palacio perfectamente mantenido y ponerse su ropa era una trampa de cuento infantil con todas las de la ley, de esas que obviamente salen mal, pero si las acciones de sus protagonistas le habían parecido ridículas entonces y las moralejas aún más evidentes, ahora no podía hacer otra cosa que empatizar. ¿Quién en su sano juicio resistía una tentación así? Si había sido el primer tonto en tocar el piano, sería el primer tonto en vestir la ropa de otro.
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Re: Palacete
03/01/24, 07:58 pm
La sonrisa con la que Nohlem recibió su cumplido mostraba cuan genuinamente feliz debía hacerle el piano. En cierta manera, Colmillo tuvo envidia de ese entusiasmo que iba de la mano de talento, tan distinto a sus propias habilidades y capacidades, pero Connor borró rápidamente de su mente el pensamiento de, literalmente, un golpe cuando pasó animado a su lado para entrar. Claramente se había tratado de una palmada amistosa, pero teniendo en cuenta lo distraído que estaba y la fuerza del humano, no pudo evitar desestabilizarse un poco.
-Joder, Connor -se quejó de la sorpresa, pero no tardó en contagiarse del estado de ánimo de los dos chicos y simplemente se frotó el hombro sonriendo con humor-. ¿Tú también eres un hombre de música? -le preguntó al verlo enfilar hacia las guitarras.
Colmillo avanzó un poco más en el interior de la sala para no quedar bloqueando la puerta, aunque no se acercó a ningún extremo ni instrumento, contento con quedarse ahí en medio escuchando el pequeño concierto de Nohlem. Por su parte, el humano parecía estarse tomando su tiempo para afinar el instrumento y posiblemente por eso no se dio cuenta de la mirada que le echó el varmano en cuanto se sentó en el piano. Reprimiendo la risa, Szczenyak se giró en dirección al resto de instrumentos, no queriendo ofender ni a Nohlem por su protección hacia “su piano”, ni a Connor por su aparente desliz.
-Como no queráis que os arruine el espectáculo con un puto tambor de fondo… -contestó con sorna cuando ambos le preguntaron sobre si tocaba algún instrumento, esta vez preparado para el golpe de hombro que le dio Connor y respondiendo con uno igual-. Que, oye, me puedo venir arriba y ponerme a improvisar con algunos ritmos loquísimos, pero terminaríais por echarme del torreón.
Si bien en su familia había varios buenos músicos, Colmillo no era uno de ellos. No tenía ni talento ni entusiasmo, pero la verdad era que tampoco tenía mal ritmo y, a veces, cuando alguna de las actuaciones de sus hermanos lo necesitaba, no era raro verle acompañarlos con algunos de los instrumentos de percusión.
Atraídos por la música como habían sido Connor y él, Rick y Kalna no tardaron en aparecer por la puerta, poniendo atención a la misma sala que les había señalado Nohlem momentos antes y que, tal y como dijeron, parecía ser un salón de baile.
-¿Ropa? -preguntó tontamente de vuelta a Kalna cuando esta les contó su descubrimiento.
Aunque no se podía decir que Colmillo fuera especialmente fanático de la moda, siempre le había gustado vestir bien, decente y aseado, y la idea de que hubiera una habitación con buenas prendas, a diferencia de las que tenían en el torreón, era muy golosa por para descartarla rápidamente.
-¿Dónde dices que has encontrado ropa? -preguntó con entusiasmo mal disimulado y olvidando por completo cualquier idea previa que tuviera sobre los posibles dueños de la casa y lo poco contentos que estarían con esta invasión.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Palacete
04/01/24, 01:38 pm
Presenciar la ilusión con la que ambos niños recibían el espejo trajo una brisa refrescante al lugar, el nuevo ambiente distendido le hacía sentir liviano, alejarse de la constante responsabilidad para sumarse a un animo contagiado. La sorpresa pronto dio paso a la felicidad convirtiendo el asombro en una amplía sonrisa de oreja a oreja, las mejillas de Ethan se mancharon de un sutil rojo ante los halagos repentinos, acompañando con una suave risa los comentarios donde se le llamaba príncipe.
-En demasiada estima me tenéis vosotros -Les respondió de forma irregular, interrumpido por sus propias risas. Con una mano le revolvió el pelo a Damian, apartando parcialmente al peque del sitio para que dejara de estirar su camisa. Tenía tan naturalizado el ambiente festivo que estaba dejando atravesar su lado más informal. Ethan podría ser buena figura paterna pero también sabía cómo se comportaba un hermano mayor. -Aunque… no me veo mal no…
Era extraño intercambiar miradas con su versión mejorada, no era alguien que se hubiera planteado nunca maquillaje pero de alguna manera la sutileza que le devolvía su reflejo era simplemente perfecta. Le había cubierto las imperfecciones con alguna capa de color tan natural que ni se notaba, el colorete era lo suficientemente suave como para que sin llegar a llamar la atención diera cierto color a su rostro y la pequeña linea roja en el parpado inferior le hacía destacar unos ojos que de normal eran aburridos. Hasta los labios tenían un degradado rosa en su interior que los marcaba más, era increíble cómo con tan poco podía haber tanto cambio.
Pero si él ya se veía perfecto cuando los niños siguieron sus pasos no pudo más que afirmar el buen gusto del espejo. No solo les daba un maquillaje que les sentaba bien, si no que encima parecía querer acatar sus gustos. Si Ethan era el príncipe modesto, Aniol era una princesa de ensueño con una delicadeza y elegancia que nada tenía que envidiar a las de las princesas Disney. Damian en cambio lucía con la presencia y el colorido propio del circo del que tanto hablaba, era bonita ver la comparativa de ambos críos, como ambos sueños cobraban formas tan diferentes.
Por ello le chocó ver las lágrimas de Damian en un inicio, asustado se acercó rápidamente antes de razonar que quizá no tenían por que ser malas. Empezó a limpiarlas con la manga de su camisa, tan largas que eran un buen pañuelo improvisado.
-Ay, ¿Qué ocurre? Si te ves precioso, ya verás ahora cuando te maquillemos, ¡vas a quedar incluso mejor que en el espejo! -Trató de infundir ánimos con un corto abrazo, uno de los que apachurran con fuerza. -¿Quieres venir a ayudarme?
Al menos la segunda parte, la que parecía más complicada, resultó mucho más sencilla en la práctica. Cuando Aniol se sentó solo hizo falta que volviera a tocar el espejo para que los utensilios brillarán marcando cuales tenían que usar. El inicio era conflictivo pues siendo honestos, Ethan no sabía que iba antes y mucho menos como se debía aplicar todo, para su suerte, o más bien las de ambos, aquella sala estaba creada para estúpidos, pues tan pronto iba a aplicar algo que no debía su gema volvía a hacer un ligero tintineo avisando del error que estaba por cometer. Así, a base de descartar en una prueba de ensayo y error fue que aprendió el orden de los factores.
Primero le tendió una pequeña toalla de cara color cían para que se limpiara el rostro, desconocía si el objeto estaba encantado pero Aniol podría notar cierta ligereza y frescor al pasarla por el rostro, definitivamente no solo limpiaba si no que se llevaba consigo algunas impurezas. Tras eso debía iniciar con los ojos y si bien seguía sin entender la mitad de cosas el que tuviera a Damian para ayudar les permitían acelerar el proceso de búsqueda.
-Hmmm cierra, ¿Puedes cerrar los ojos, porfa? -Comentó un tanto dudoso, no quería liarla, así que mientras se agachaba a la altura del joven colocó con sumo cuidado la brocha impregnada de un rosado melocotón sobre su párpado. -Voy a eh, perdón. Es mi primera vez haciendo algo así, intentaré hacerlo tan lindo como en el espejo…
El nervio era evidente entre tanta recolocación, bajando y subiendo el pincel sin tener mucha idea del contorno que debía formar. Tras una pequeña pincelada, tan suave como un suspiro por culpa de su inquietud Ethan pudo respirar hondo. La sencillez y perfección con la que el color quedaba marcado sobre la piel del joven no era natural, él no había hecho ese trazo y aún así prefirió guardarse la información para sí en un intento de no quedar mal. Todo lo de aquel lugar era mágico, y al ir pasando diferentes tonos sobre los ojos del Polaco un leve aroma a olas y coral quedaba reflejado. Era increíble, hasta los brillos sabían donde debían colocarse, una purpurina que reflejaba al mínimo contacto la misma exactitud con la que el Aniol del espejo les veía.
-Vaya esto está quedando precioso… -Murmuró asombrado por todo lo que estaba logrando. -Aniol estas… eres como una princesa salida de un de un cuento de hadas. -Logró decir lleno de un renovado orgullo. Su niño estaba precioso, gracias a él (Menos que más). Se moría de ganas de que el resto pudiera ver lo guapo que había quedado.
-Vale creo que un poco de colorete y hemos acabado… -Farfulló pensativo mientras intercambiaba miradas entre su Aniol y el del espejo, ahora compartían una similitud increíble, solo le faltaban unos mofletes ligeramente más sonrosados para volverse idéntico a su reflejo. -Uah, es que los demás van a flipar en cuanto te vean!
-En demasiada estima me tenéis vosotros -Les respondió de forma irregular, interrumpido por sus propias risas. Con una mano le revolvió el pelo a Damian, apartando parcialmente al peque del sitio para que dejara de estirar su camisa. Tenía tan naturalizado el ambiente festivo que estaba dejando atravesar su lado más informal. Ethan podría ser buena figura paterna pero también sabía cómo se comportaba un hermano mayor. -Aunque… no me veo mal no…
Era extraño intercambiar miradas con su versión mejorada, no era alguien que se hubiera planteado nunca maquillaje pero de alguna manera la sutileza que le devolvía su reflejo era simplemente perfecta. Le había cubierto las imperfecciones con alguna capa de color tan natural que ni se notaba, el colorete era lo suficientemente suave como para que sin llegar a llamar la atención diera cierto color a su rostro y la pequeña linea roja en el parpado inferior le hacía destacar unos ojos que de normal eran aburridos. Hasta los labios tenían un degradado rosa en su interior que los marcaba más, era increíble cómo con tan poco podía haber tanto cambio.
Pero si él ya se veía perfecto cuando los niños siguieron sus pasos no pudo más que afirmar el buen gusto del espejo. No solo les daba un maquillaje que les sentaba bien, si no que encima parecía querer acatar sus gustos. Si Ethan era el príncipe modesto, Aniol era una princesa de ensueño con una delicadeza y elegancia que nada tenía que envidiar a las de las princesas Disney. Damian en cambio lucía con la presencia y el colorido propio del circo del que tanto hablaba, era bonita ver la comparativa de ambos críos, como ambos sueños cobraban formas tan diferentes.
Por ello le chocó ver las lágrimas de Damian en un inicio, asustado se acercó rápidamente antes de razonar que quizá no tenían por que ser malas. Empezó a limpiarlas con la manga de su camisa, tan largas que eran un buen pañuelo improvisado.
-Ay, ¿Qué ocurre? Si te ves precioso, ya verás ahora cuando te maquillemos, ¡vas a quedar incluso mejor que en el espejo! -Trató de infundir ánimos con un corto abrazo, uno de los que apachurran con fuerza. -¿Quieres venir a ayudarme?
Al menos la segunda parte, la que parecía más complicada, resultó mucho más sencilla en la práctica. Cuando Aniol se sentó solo hizo falta que volviera a tocar el espejo para que los utensilios brillarán marcando cuales tenían que usar. El inicio era conflictivo pues siendo honestos, Ethan no sabía que iba antes y mucho menos como se debía aplicar todo, para su suerte, o más bien las de ambos, aquella sala estaba creada para estúpidos, pues tan pronto iba a aplicar algo que no debía su gema volvía a hacer un ligero tintineo avisando del error que estaba por cometer. Así, a base de descartar en una prueba de ensayo y error fue que aprendió el orden de los factores.
Primero le tendió una pequeña toalla de cara color cían para que se limpiara el rostro, desconocía si el objeto estaba encantado pero Aniol podría notar cierta ligereza y frescor al pasarla por el rostro, definitivamente no solo limpiaba si no que se llevaba consigo algunas impurezas. Tras eso debía iniciar con los ojos y si bien seguía sin entender la mitad de cosas el que tuviera a Damian para ayudar les permitían acelerar el proceso de búsqueda.
-Hmmm cierra, ¿Puedes cerrar los ojos, porfa? -Comentó un tanto dudoso, no quería liarla, así que mientras se agachaba a la altura del joven colocó con sumo cuidado la brocha impregnada de un rosado melocotón sobre su párpado. -Voy a eh, perdón. Es mi primera vez haciendo algo así, intentaré hacerlo tan lindo como en el espejo…
El nervio era evidente entre tanta recolocación, bajando y subiendo el pincel sin tener mucha idea del contorno que debía formar. Tras una pequeña pincelada, tan suave como un suspiro por culpa de su inquietud Ethan pudo respirar hondo. La sencillez y perfección con la que el color quedaba marcado sobre la piel del joven no era natural, él no había hecho ese trazo y aún así prefirió guardarse la información para sí en un intento de no quedar mal. Todo lo de aquel lugar era mágico, y al ir pasando diferentes tonos sobre los ojos del Polaco un leve aroma a olas y coral quedaba reflejado. Era increíble, hasta los brillos sabían donde debían colocarse, una purpurina que reflejaba al mínimo contacto la misma exactitud con la que el Aniol del espejo les veía.
-Vaya esto está quedando precioso… -Murmuró asombrado por todo lo que estaba logrando. -Aniol estas… eres como una princesa salida de un de un cuento de hadas. -Logró decir lleno de un renovado orgullo. Su niño estaba precioso, gracias a él (Menos que más). Se moría de ganas de que el resto pudiera ver lo guapo que había quedado.
-Vale creo que un poco de colorete y hemos acabado… -Farfulló pensativo mientras intercambiaba miradas entre su Aniol y el del espejo, ahora compartían una similitud increíble, solo le faltaban unos mofletes ligeramente más sonrosados para volverse idéntico a su reflejo. -Uah, es que los demás van a flipar en cuanto te vean!
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Re: Palacete
04/01/24, 07:08 pm
Podía empatizar con Nohlem cuando tardó en responder al completo. A Rick le quedaba más que claro que el piano le apasionaba y más de una vez se había encontrado en su misma situación mientras le daba vueltas a algún caso. Aún así, lo primero le hizo arquear una ceja hasta que el varmano se explicó al terminar su concierto. -Oh, entiendo. Muchas gracias entonces- le siguió el juego de brazos cruzados y una sonrisilla similar. Mejor tomárselo con humor y pensar en positivo, sí. Seguía sin estar tranquilo del todo, pero o se iba relajando o le iba a dar algo.
El neoyorquino se centró luego en el motero, al que le guiñó un ojo. -Eh, tú tampoco te quedas corto. Lo único que o le das más fuerte o te quita el protagonismo- le contestó pícaro moviendo la cabeza hacia el varmano. Estaría de broma, pero el cumplido sí iba en serio, el motero no tocaba nada mal. Y hablando de tocar, justamente Nohlem le dio la pieza que faltaba para comprender su talento. -Eso explica muchas cosas- comentó sorprendido. Llevarse casi toda la vida practicando influía mucho, pero también se estaba preguntando si ya de por sí tendría algún don. Tanta soltura era fascinante.
En cuanto el grupo se fue alejando de la puerta Rick reparó en el resto de la habitación, o más bien a la otra sala acoplada al cuarto de los instrumentos. Después de ver que las habitaciones allí flotaban y cambiaban según como se mirasen ni se molestó en extrañarse con lo grande que era aquel salón pero la decoración era otra cosa. De alguna forma era más lujosa que cualquier otra estancia del palacio pero de lejos. Mirando los alrededores mientras se recreaba en los detalles de la enorme lámpara, se acercó a uno de los ventanales más cercanos. -Guau... Tiene que ser magia, pero aún así...- dijo sin quitar la atención al "paisaje" tras el cristal. Parecía tan real que por un momento se imagino en otro lugar, uno mucho más agradable lejos del peligro de esa ciudad. -(¿Qué clase de hechizo hace falta para algo así?)-
La voz de Kalna, seguida de la del resto de sus compañeros, le sacaron de sus sueños para devolverle a una realidad que, aunque igual de bonita, fuera no lo esperaba una noche tranquila sino un peligro mortal. Por eso dudó mucho en qué decir mientras el plan se iba formando. ¿Ya no solo era bailar, sino que también ponerse ropa del posible dueño? Abrió y cerró ligeramente la boca mientras uno y otro iba preguntando por el vestidor, hasta que encontró un punto por el que empezar.
-Me encontré con una sala de lectura con unas cuantas estanterías, pero los libros están en otro idioma. Por lo poco que he visto parece que son sobre todo novelas por un par de notas que sí se podían leer, pero no he visto nada que tenga que ver con magia- respondió a la pregunta de Connor. En cuanto a la otra, la inseguridad le pudo un poco: -Bueno, desde luego esto parece una sala de baile y tenemos la suerte de contar con buenos músicos, ¿pero estáis seguros de que no pasará nada si nos tomamos tantas libertades?- Prestaría atención a lo que tuviera que contar la libense, no se había encontrado con esa habitación al fin y al cabo, pero al menos quería dejar claras sus dudas. El ambiente y el buen humor se le estaba empezando a contagiar, pero el deber y las experiencias pasadas le estaban frenando de dejarse llevar del todo por la idea de un baile digno de la más lujosa corte.
El neoyorquino se centró luego en el motero, al que le guiñó un ojo. -Eh, tú tampoco te quedas corto. Lo único que o le das más fuerte o te quita el protagonismo- le contestó pícaro moviendo la cabeza hacia el varmano. Estaría de broma, pero el cumplido sí iba en serio, el motero no tocaba nada mal. Y hablando de tocar, justamente Nohlem le dio la pieza que faltaba para comprender su talento. -Eso explica muchas cosas- comentó sorprendido. Llevarse casi toda la vida practicando influía mucho, pero también se estaba preguntando si ya de por sí tendría algún don. Tanta soltura era fascinante.
En cuanto el grupo se fue alejando de la puerta Rick reparó en el resto de la habitación, o más bien a la otra sala acoplada al cuarto de los instrumentos. Después de ver que las habitaciones allí flotaban y cambiaban según como se mirasen ni se molestó en extrañarse con lo grande que era aquel salón pero la decoración era otra cosa. De alguna forma era más lujosa que cualquier otra estancia del palacio pero de lejos. Mirando los alrededores mientras se recreaba en los detalles de la enorme lámpara, se acercó a uno de los ventanales más cercanos. -Guau... Tiene que ser magia, pero aún así...- dijo sin quitar la atención al "paisaje" tras el cristal. Parecía tan real que por un momento se imagino en otro lugar, uno mucho más agradable lejos del peligro de esa ciudad. -(¿Qué clase de hechizo hace falta para algo así?)-
La voz de Kalna, seguida de la del resto de sus compañeros, le sacaron de sus sueños para devolverle a una realidad que, aunque igual de bonita, fuera no lo esperaba una noche tranquila sino un peligro mortal. Por eso dudó mucho en qué decir mientras el plan se iba formando. ¿Ya no solo era bailar, sino que también ponerse ropa del posible dueño? Abrió y cerró ligeramente la boca mientras uno y otro iba preguntando por el vestidor, hasta que encontró un punto por el que empezar.
-Me encontré con una sala de lectura con unas cuantas estanterías, pero los libros están en otro idioma. Por lo poco que he visto parece que son sobre todo novelas por un par de notas que sí se podían leer, pero no he visto nada que tenga que ver con magia- respondió a la pregunta de Connor. En cuanto a la otra, la inseguridad le pudo un poco: -Bueno, desde luego esto parece una sala de baile y tenemos la suerte de contar con buenos músicos, ¿pero estáis seguros de que no pasará nada si nos tomamos tantas libertades?- Prestaría atención a lo que tuviera que contar la libense, no se había encontrado con esa habitación al fin y al cabo, pero al menos quería dejar claras sus dudas. El ambiente y el buen humor se le estaba empezando a contagiar, pero el deber y las experiencias pasadas le estaban frenando de dejarse llevar del todo por la idea de un baile digno de la más lujosa corte.
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.
Re: Palacete
04/01/24, 10:26 pm
Daba igual que llevase más de un mes oyendo insultos de manera continuada saliendo de la boca de Connor (Y de Damian y de Szczenyak), porque no creía que fuese a acostumbrarse a que la llamasen “cabrona” ni aunque pasasen diez años juntos. Su límite debía estar en una tolerancia a oírlos sin escandalizarse demasiado, pero lo veía como algo de tan baja clase que seguía sin gustarle. Su mirada se clavó en Connor, un aviso de que no se tomase tantas confianzas, y es que ella no era uno de sus “amiguitos” de su banda humana. Prefería el respeto que le daba la lejanía en su relación con él, especialmente si eso incluía menos palabrotas como muestra de afecto.
—No lo haces mal, pero coincido en que en estos momentos Nohlem te eclipsa —y ya no solo por volumen, la pieza que estaba tocando el varmano era espectacular. Que confirmase que llevaba tocándolo desde hacía tantos años tenía sentido, y es que ella sabía muy bien que la práctica hacía a la maestra.
Avanzó un poco hacia la sala de baile anexa, observándola mejor. Podía ser perfectamente una que hubiera en el palacio de la Reina Madre, especialmente con los colores de aquella lámpara de araña. Era hogar, en cierto modo, y tal vez por eso no le llamó tanto la atención como el “exterior” del cielo nocturno que se veía a través de los ventanales. Kalna solo recordaba haber visto las estrellas un par de veces en Libo. Incluso si salía fuera, en la zona de las montañas donde vivía el cielo siempre estaba cubierto de nubes, y no había sido hasta que había viajado hasta los pueblos costeros con su Madre por cuestiones políticas que había visto el cielo despejado por primera vez. En su mundo eran raras de ver, y por mucho que fueran algún tipo de hechizo ilusorio seguían siendo algo tan ajeno que reclamaba toda su atención.
Se sentía cómoda ante la grandeza de aquel lugar. Era su sitio, el que le pertenecía por nacimiento. Glorioso, exquisito en cada detalle. La mera idea de pensar en volver al torreón después de saber que aquel sitio existía iba a ser una caída brusca, pero para aquello quedaba tiempo. Podía perderse entre el mármol y el oro, sintiéndose más cerca de su hogar. Su mirada abandonó una de las ventanas cuando todo el mundo se centró en la ropa, y es que todos debían estar tan cansados como ella de parecer pobres harapientos todo el día, todos los días.
—Un poco más adelante. Es una puerta morada, con filigranas en bronce bruñido. No llegué a entrar, pero tenía armarios, y trajes colgados. Y un espejo también. ¿Cuánto llevamos sin ver un espejo?
Si había alguna manera de que su expresión se volviese más seria de lo que era de normal, se las apañó de alguna manera ante el comentario de Rick. Se suponía que la voz de la razón tenía que ser ella, y el humano se las estaba apañando para que cada mínimo comentario sonase a crítica de su Madre. Pero no era justo. Se merecían un día calmado, un par de horas de olvidarse de lo que había fuera (o lo que teóricamente podía haber dentro) y de poder bailar y ponerse guapos.
—¿Tienes prohibido divertirte aunque sea un rato? —le preguntó.
Sabía que podía pasarlo bien, le había visto reírse, pero a lo mejor si hasta ella estaba dispuesta a bajar la guardia Rick podía tomárselo con calma también.
»No te preocupes, puedo ser tu caballera de brillante armadura si nos atacan.
—No lo haces mal, pero coincido en que en estos momentos Nohlem te eclipsa —y ya no solo por volumen, la pieza que estaba tocando el varmano era espectacular. Que confirmase que llevaba tocándolo desde hacía tantos años tenía sentido, y es que ella sabía muy bien que la práctica hacía a la maestra.
Avanzó un poco hacia la sala de baile anexa, observándola mejor. Podía ser perfectamente una que hubiera en el palacio de la Reina Madre, especialmente con los colores de aquella lámpara de araña. Era hogar, en cierto modo, y tal vez por eso no le llamó tanto la atención como el “exterior” del cielo nocturno que se veía a través de los ventanales. Kalna solo recordaba haber visto las estrellas un par de veces en Libo. Incluso si salía fuera, en la zona de las montañas donde vivía el cielo siempre estaba cubierto de nubes, y no había sido hasta que había viajado hasta los pueblos costeros con su Madre por cuestiones políticas que había visto el cielo despejado por primera vez. En su mundo eran raras de ver, y por mucho que fueran algún tipo de hechizo ilusorio seguían siendo algo tan ajeno que reclamaba toda su atención.
Se sentía cómoda ante la grandeza de aquel lugar. Era su sitio, el que le pertenecía por nacimiento. Glorioso, exquisito en cada detalle. La mera idea de pensar en volver al torreón después de saber que aquel sitio existía iba a ser una caída brusca, pero para aquello quedaba tiempo. Podía perderse entre el mármol y el oro, sintiéndose más cerca de su hogar. Su mirada abandonó una de las ventanas cuando todo el mundo se centró en la ropa, y es que todos debían estar tan cansados como ella de parecer pobres harapientos todo el día, todos los días.
—Un poco más adelante. Es una puerta morada, con filigranas en bronce bruñido. No llegué a entrar, pero tenía armarios, y trajes colgados. Y un espejo también. ¿Cuánto llevamos sin ver un espejo?
Si había alguna manera de que su expresión se volviese más seria de lo que era de normal, se las apañó de alguna manera ante el comentario de Rick. Se suponía que la voz de la razón tenía que ser ella, y el humano se las estaba apañando para que cada mínimo comentario sonase a crítica de su Madre. Pero no era justo. Se merecían un día calmado, un par de horas de olvidarse de lo que había fuera (o lo que teóricamente podía haber dentro) y de poder bailar y ponerse guapos.
—¿Tienes prohibido divertirte aunque sea un rato? —le preguntó.
Sabía que podía pasarlo bien, le había visto reírse, pero a lo mejor si hasta ella estaba dispuesta a bajar la guardia Rick podía tomárselo con calma también.
»No te preocupes, puedo ser tu caballera de brillante armadura si nos atacan.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Palacete
05/01/24, 09:51 pm
Que Ezezschenia también tuviera interés hacía crecer su entusiasmo, igual que un niño necesita apoyo para animarse con una trastada. Rick habló de unos libros, que si bien era el objetivo principal de la expedición -encontrar hechizos o cualquier cosa para el infierno que les esperaba de vuelta en el torreón- ahora mismo una biblioteca tenía el atractivo de una clase de matemáticas en un parque de atracciones. Cuando Kalna habló sus ojos recuperaron el brillo que habían perdido momentáneamente al verse reconectado con la realidad, regresando al castillo de fantasía en el que estaban gracias a la promesa de ropa. Casi sentía revolotear el corazón.
—Espejos —repitió como un susurro, como si ese fuera el hechizo que venían buscando. Cuando la libense le preguntó que cosas echaba más de menos de su hogar, esa había sido una de sus respuestas. La sonrisa le llenó las mejillas.
La preocupación de Rick era respetable, pero llevaban tal número de insensatezes empezando por el momento en el que entraron al palacete que preocuparse por un delito más a estas alturas era irrisorio. Iba a responder, él había gritado nada más entrar (y el que avisa no es traidor), había tocado el piano a todo lo que daba, si realmente algo quería matarlos, comérselos o demandarlos ya mucho estaba tardado, mas fue la propia Kalna quien le ahorró cualquier aportación. Durante lo que dura un suspiro se limitó a mirarles con las cejas alzadas en la cara de póker más transparente del mundo, una expresión que en el idioma universal de los gestos venía a significar “tiene tela que te lo haya tenido que decir la que tiene un palo en el culo”. Claro que, con más clase, semejantes expresiones eran impropias de un chico tal elocuente como él. Ahora que el significado era el mismo.
Dio una sonora palmada, inspiró e, inclinando el cuerpo a un lado empezando por la cabeza, el varmano les bordeó para empezar su marcha.
—Bueeeeeno, coooon vuestro permiso, voy a ver ese vestidor- ¡Esa biblioteca, perdón, sí, la biblioteca! Perdón —no engañaba a nadie ni pretendía hacerlo. Al pasar por el lado de Connor le dio una palmadita en el hombro, o donde quiera que le diese la mano siendo él tan bajito y el pelirrosa una condenada torre. Habló con voz audible, aunque en un tono más privado—. Luego quiero oírte tocar, ¿eh? Sin mis intervenciones.
Entre músicos tenían que apoyarse, y visto lo mucho que le había solapado se sentía hasta mal por él. No sería él quien le hundiese. Es decir, más, no sería él quien le hundiese más. Porque, bueno, es que con toda lógica le había hundido. ¿Qué culpa tenía él de ser tan bueno?
Esperó a quienes acompañasen y se dirigió a la salida de la habitación. Al pasar al lado del piano acarició toda su longitud con la yema de los dedos, pulsando fugazmente la última tecla de los agudos al final. Ya volvería, vaya si volvería, pero antes tenía que comprobar que tan fieles eran los recuerdos que tenía de su propia cara después de tanto sin verla.
—Puerta morada, bronce bruñido, puerta morada, bronce bruñido —canturreó por lo bajini.
Y ahí estaba, con la descripción que les había dado Kalna. Nohlem empujó la puerta ya abierta y, pasando de fijarse en todos los detalles rococós que la sala quisiera tener o dedicarle siete párrafos a la moqueta bajo sus pies, los armarios, la ropa expuesta y los cambiadores con cortinilla del fondo, fue directo al espejo de cuerpo entero que cubría casi la totalidad de una de las paredes.
—Santos.
Bueno. Podría ser peor. Un bufido de risa y se apresuró en peinarse el flequillo.
Como era lógico el pelo le había crecido, no lo suficiente para necesitar con urgencia un peluquero, pero sí como para poder pellizcarse los mechones de la nuca sin esfuerzo. Su hermana y Ensha solían comparar su pelo con un nido de pájaros, ramitas revueltas y esponjosas que luchaban contra la gravedad en la copa de un árbol, y lo cierto es que ahora mismo no podría negar su semejanza. Era un nido, pero es que encima era uno abandonado, porque la barba que le había crecido desde la última vez que Connor le afeitó -y menos mal que fue hace poco- salpicaba de naranja la línea de su mandíbula y el contorno de sus labios. Fue el segundo sitio por el que se pasó la mano, redirigiendo el vello en una misma dirección mientras sus ojos tan verdes como siempre escrutinaban su rostro con lujo de detalle. Se notaba más pálido y ojeroso, sus pecas resaltaban menos, tenía un par de granitos prácticamente metidos en la ceja izquierda y otros más pequeños entre la barba pero, ¡eh!, seguía siendo guapo. Además, iba a ser verdad que la barba no le quedaba tan mal.
—Ah. Mi cara. Te echaba de menos —se dijo con voz de puchero, sonriéndose. Al verse mejor al completo, y en concreto, los harapos que llevaba, arrugó mucho el morro—. Ah, ¡pero-! ¡Por favor! ¿Por qué nadie me ha dicho que estos pantalones me hacen un culo horrible? —y se lo sujetó con ambas manos—. Mi culo no es horrible. Por las plantas de lunaria, ¡si parece que llevo un saco!
—Espejos —repitió como un susurro, como si ese fuera el hechizo que venían buscando. Cuando la libense le preguntó que cosas echaba más de menos de su hogar, esa había sido una de sus respuestas. La sonrisa le llenó las mejillas.
La preocupación de Rick era respetable, pero llevaban tal número de insensatezes empezando por el momento en el que entraron al palacete que preocuparse por un delito más a estas alturas era irrisorio. Iba a responder, él había gritado nada más entrar (y el que avisa no es traidor), había tocado el piano a todo lo que daba, si realmente algo quería matarlos, comérselos o demandarlos ya mucho estaba tardado, mas fue la propia Kalna quien le ahorró cualquier aportación. Durante lo que dura un suspiro se limitó a mirarles con las cejas alzadas en la cara de póker más transparente del mundo, una expresión que en el idioma universal de los gestos venía a significar “tiene tela que te lo haya tenido que decir la que tiene un palo en el culo”. Claro que, con más clase, semejantes expresiones eran impropias de un chico tal elocuente como él. Ahora que el significado era el mismo.
Dio una sonora palmada, inspiró e, inclinando el cuerpo a un lado empezando por la cabeza, el varmano les bordeó para empezar su marcha.
—Bueeeeeno, coooon vuestro permiso, voy a ver ese vestidor- ¡Esa biblioteca, perdón, sí, la biblioteca! Perdón —no engañaba a nadie ni pretendía hacerlo. Al pasar por el lado de Connor le dio una palmadita en el hombro, o donde quiera que le diese la mano siendo él tan bajito y el pelirrosa una condenada torre. Habló con voz audible, aunque en un tono más privado—. Luego quiero oírte tocar, ¿eh? Sin mis intervenciones.
Entre músicos tenían que apoyarse, y visto lo mucho que le había solapado se sentía hasta mal por él. No sería él quien le hundiese. Es decir, más, no sería él quien le hundiese más. Porque, bueno, es que con toda lógica le había hundido. ¿Qué culpa tenía él de ser tan bueno?
Esperó a quienes acompañasen y se dirigió a la salida de la habitación. Al pasar al lado del piano acarició toda su longitud con la yema de los dedos, pulsando fugazmente la última tecla de los agudos al final. Ya volvería, vaya si volvería, pero antes tenía que comprobar que tan fieles eran los recuerdos que tenía de su propia cara después de tanto sin verla.
—Puerta morada, bronce bruñido, puerta morada, bronce bruñido —canturreó por lo bajini.
Y ahí estaba, con la descripción que les había dado Kalna. Nohlem empujó la puerta ya abierta y, pasando de fijarse en todos los detalles rococós que la sala quisiera tener o dedicarle siete párrafos a la moqueta bajo sus pies, los armarios, la ropa expuesta y los cambiadores con cortinilla del fondo, fue directo al espejo de cuerpo entero que cubría casi la totalidad de una de las paredes.
—Santos.
Bueno. Podría ser peor. Un bufido de risa y se apresuró en peinarse el flequillo.
Como era lógico el pelo le había crecido, no lo suficiente para necesitar con urgencia un peluquero, pero sí como para poder pellizcarse los mechones de la nuca sin esfuerzo. Su hermana y Ensha solían comparar su pelo con un nido de pájaros, ramitas revueltas y esponjosas que luchaban contra la gravedad en la copa de un árbol, y lo cierto es que ahora mismo no podría negar su semejanza. Era un nido, pero es que encima era uno abandonado, porque la barba que le había crecido desde la última vez que Connor le afeitó -y menos mal que fue hace poco- salpicaba de naranja la línea de su mandíbula y el contorno de sus labios. Fue el segundo sitio por el que se pasó la mano, redirigiendo el vello en una misma dirección mientras sus ojos tan verdes como siempre escrutinaban su rostro con lujo de detalle. Se notaba más pálido y ojeroso, sus pecas resaltaban menos, tenía un par de granitos prácticamente metidos en la ceja izquierda y otros más pequeños entre la barba pero, ¡eh!, seguía siendo guapo. Además, iba a ser verdad que la barba no le quedaba tan mal.
—Ah. Mi cara. Te echaba de menos —se dijo con voz de puchero, sonriéndose. Al verse mejor al completo, y en concreto, los harapos que llevaba, arrugó mucho el morro—. Ah, ¡pero-! ¡Por favor! ¿Por qué nadie me ha dicho que estos pantalones me hacen un culo horrible? —y se lo sujetó con ambas manos—. Mi culo no es horrible. Por las plantas de lunaria, ¡si parece que llevo un saco!
- ♪♫♬:
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Personajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Palacete
07/01/24, 11:47 pm
Sin haberlo visto, ya podía imaginarse que los armarios estarían llenos de ropas y trajes tan elegantes como las habitaciones, hechos con las mejores telas y a saber cómo de exageradamente decorados. Y aunque tenía curiosidad por descubrir si estaba en lo cierto, al neoyorquino le llamó más la atención la mención del espejo. -Mucho más del que debería estar permitido- bromeó tras un suspiro, dejando ver que una pequeña parte iba en serio. Muchas cosas se habían vuelto complicadas al desaparecer las comodidades de La Tierra, pero dentro de lo posible se las habían apañado para buscar alguna solución por tediosa que fuera. Por desgracia, para algo tan sencillo como verse no tenían nada, solo le quedaba guiarse por el resto de compañeros para asegurarse que se había peinado bien o si las ojeras después de una noche de guardia eran muy evidentes.
Después de su duda, Rick fue mirando uno por uno a sus compañeros buscando respuesta hasta que la libense habló. En ese momento, tanto sus ojos como su boca se abrieron con incredulidad. Tenía la suerte de haberla visto bromear antes, si no el chico se habría tensado aún más con la posibilidad de que de alguna forma el dueño del palacio se estaba haciendo pasar por Kalna. Aún así, le pilló desprevenido y la expresión del varmano solo sumaba al ambiente cómico en su contra. -(¿No queda otra, no? Espero que estemos a salvo)- pensó una última vez antes de darse por vencido. Con un quejido cansado claramente fingido dijo: -Ah, está bien. Pero esta me la guardo.- Lo último iba dirigido a la libense, a la que le siguió el juego añadiendo con una sonrisa pícara: -Este príncipe sabe defenderse, pero será un honor contar con tan ilustre guerrera en caso de peligro.-
A las obvias intenciones de Nohlem no tardó en responder: -Descuida, creo que todos vamos a verlo- No especificó, claro, pero tampoco hacía falta cuando el interés general era el mismo. Siguió al varmano de vuelta al pasillo para buscar la puerta morada, mirando antes en la otra dirección hacia donde le había parecido ver entrar a Ethan con los niños. -(Seguirán dentro, supongo)- pensó. Mientras estuviera con ellos no le preocupaba que estuvieran un pelín alejados.
No tardaron en dar con la puerta y entraron al gran vestidor que había descrito Kalna. Lo primero en lo que se fijó Rick fue en las barras con trajes y vestidos. Se acercó a una de ellas y echó un rápido vistazo pasando de prenda a prenda. Solo con tocarlas le quedaba claro que eran ropas muy caras, pero además había cierta variedad de estilos. -(A saber que más hay en los armarios)- pensó mirando en dirección a uno de ellos.
Iba a acercarse para averiguarlo, pero el entusiasmo de Nohlem le hizo acercarse al espejo en su lugar. El neoyorquino no pudo evitar soltar unas cuantas carcajadas con los comentarios que vinieron después. -No es la ropa que más nos favorece, no. Tampoco es que tengamos otra elección, pero...- dijo animadamente prestando atención al reflejo. Solía buscar la ropa menos vieja entre los baúles del cuarto, pero ni aún con esas se libraba de que esta estuviera afectada por el desgaste en mayor o menor manera.
Pero eso podía comprobarlo a diario, la novedad fue ver su cara luego de un mes. Los efectos del estrés y el sueño (tanto por las guardias como por las noches pensando en planes e investigaciones) quedaban patentes en unas tímidas ojeras y le parecía más delgada, aunque no estaba seguro de si era porque había adelgazado un poco o era simplemente su imaginación tras todo ese tiempo. La barba le estaba volviendo poco a poco desde que le ayudaron para afeitarse, pero de lo que no había terminado de ser consciente era del pelo. Aprovechó para recolocarse con la mano algún mechón, fijándose en cuanto le había crecido. -Puf, ¿alguno por casualidad sabe cortar el pelo? No me he planteado tener melena de momento y teniendo tijeras en el torreón espero que se pueda hacer un apaño al menos- comentó.
Después de su duda, Rick fue mirando uno por uno a sus compañeros buscando respuesta hasta que la libense habló. En ese momento, tanto sus ojos como su boca se abrieron con incredulidad. Tenía la suerte de haberla visto bromear antes, si no el chico se habría tensado aún más con la posibilidad de que de alguna forma el dueño del palacio se estaba haciendo pasar por Kalna. Aún así, le pilló desprevenido y la expresión del varmano solo sumaba al ambiente cómico en su contra. -(¿No queda otra, no? Espero que estemos a salvo)- pensó una última vez antes de darse por vencido. Con un quejido cansado claramente fingido dijo: -Ah, está bien. Pero esta me la guardo.- Lo último iba dirigido a la libense, a la que le siguió el juego añadiendo con una sonrisa pícara: -Este príncipe sabe defenderse, pero será un honor contar con tan ilustre guerrera en caso de peligro.-
A las obvias intenciones de Nohlem no tardó en responder: -Descuida, creo que todos vamos a verlo- No especificó, claro, pero tampoco hacía falta cuando el interés general era el mismo. Siguió al varmano de vuelta al pasillo para buscar la puerta morada, mirando antes en la otra dirección hacia donde le había parecido ver entrar a Ethan con los niños. -(Seguirán dentro, supongo)- pensó. Mientras estuviera con ellos no le preocupaba que estuvieran un pelín alejados.
No tardaron en dar con la puerta y entraron al gran vestidor que había descrito Kalna. Lo primero en lo que se fijó Rick fue en las barras con trajes y vestidos. Se acercó a una de ellas y echó un rápido vistazo pasando de prenda a prenda. Solo con tocarlas le quedaba claro que eran ropas muy caras, pero además había cierta variedad de estilos. -(A saber que más hay en los armarios)- pensó mirando en dirección a uno de ellos.
Iba a acercarse para averiguarlo, pero el entusiasmo de Nohlem le hizo acercarse al espejo en su lugar. El neoyorquino no pudo evitar soltar unas cuantas carcajadas con los comentarios que vinieron después. -No es la ropa que más nos favorece, no. Tampoco es que tengamos otra elección, pero...- dijo animadamente prestando atención al reflejo. Solía buscar la ropa menos vieja entre los baúles del cuarto, pero ni aún con esas se libraba de que esta estuviera afectada por el desgaste en mayor o menor manera.
Pero eso podía comprobarlo a diario, la novedad fue ver su cara luego de un mes. Los efectos del estrés y el sueño (tanto por las guardias como por las noches pensando en planes e investigaciones) quedaban patentes en unas tímidas ojeras y le parecía más delgada, aunque no estaba seguro de si era porque había adelgazado un poco o era simplemente su imaginación tras todo ese tiempo. La barba le estaba volviendo poco a poco desde que le ayudaron para afeitarse, pero de lo que no había terminado de ser consciente era del pelo. Aprovechó para recolocarse con la mano algún mechón, fijándose en cuanto le había crecido. -Puf, ¿alguno por casualidad sabe cortar el pelo? No me he planteado tener melena de momento y teniendo tijeras en el torreón espero que se pueda hacer un apaño al menos- comentó.
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.Personajes :
● Dama Puente/Kaila: Maga logomante austriaca (1.60).
● Kaethe/Dama Sobras: Ghoul nublina (1.46).
● Yttria: Bruja percusionista canadiense (1.53).
● Amira/Cálamo : Valkyria francesa (1.63).
● Kalna : Libense, del Imperio (1.78).
● Nefer : Ammut hijo de luna Levyna. (1.85)
Síntomas : Su sangre adquiere un tono anaranjado y se espesa un poco. Es capaz de intuir con mayor facilidad cómo se van a comportar los animales con los que se encuentre.
Armas :
● Dama Puente/Kaila: Magia, báculo
● Kaethe/Dama Sobras: Daga, fuerza bruta
● Yttria: Arco, hacha, magia, mala leche, cucharillas y otros objetos metálicos.
● Amira/Cálamo: Espada corta, pegaso (shire)
● Kalna : Espada bastarda; lanza y escudo
● Nefer : Lanza, venenos
Status : One flesh, one end
Humor : Permanent resting bitch face
Re: Palacete
08/01/24, 05:03 pm
Si Kalna ya tenía ganas de explorar esa habitación concretamente cuando había abierto su puerta, el hecho de que el resto compartiese las ganas de ir a ver ropa bonita y, sobre todo, un espejo que se antojaba mucho más interesante de lo que hubiera sido hacía un mes. No era la única con ganas de verse la cara más allá de algún vistazo rápido en una cubertería gastada, que no permitía ni de lejos verse en detalle.
No supo si le hizo más gracia la completa incredulidad de Rick o la expresión de Nohlem, pero no dejo ver que le estaba encontrando humor a que les resultase tan desconcertante que quisiera disfrutar de aquel regalo que estaba siendo el palacete. Solo supo encogerse de hombros, con una expresión que trataba de decir algo así como “¿Qué? A mi también me gusta pasarlo bien a veces”. Vale que había sido incluso más seria de lo normal en aquel tiempo porque las circunstancias desde que habían llegado a Rocavarancolia lo exigían, pero no creía que de verdad pensasen hasta tal punto que era una especie de ser sin emociones que no encontraba gusto por nada más que las armas y que solo vivía por ser extremadamente funcional.
—Puedo vivir con ello —le respondió a Rick, sin saber muy bien del todo qué iba a suponer lo de “guardárselo”.
Al menos la respuesta a su broma (o no tan broma en verdad, y menos después de ver aquella sonrisa) no se había quedado en nada, y es que viendo como Rick había respondido a lo de bailar hacía un rato casi se esperaba que fuese a ignorarlo por más seriedad. «Sí, porque te he enseñado yo a hacerlo».
Como respuesta solo le dedicó una reverencia, que iba con mucha más seriedad de la que realmente la situación requería, pero a la que no veía la manera de quitar formalidad si sentirse demasiado incómoda por, en cierta manera, hacer una broma de los protocolos de su mundo.
No tardaron en ponerse en camino hacia la puerta y entrar al vestidor. Desde dentro se apreciaban muchos más detalles que se le habían pasado por delante, aunque sus ojos (y pronto sus pasos) se dirigieron en primer lugar al espejo.
—Y que lo digas. ¿Cómo se hace para que esta ropa no parezca un saco? —dijo, observando la falta de figura marcada en prendas viejas y dadas de sí. Si ya tenía complicado conjuntar cosas evitando el blanco a toda costa, que encima fuera ropa en el mejor estado se hacía mucho más cuesta arriba.
Y luego estaba su cara. La falta de maquillaje era ya rara, como si se acabase de despertar, y es que no estaba acostumbrada a llevar la cara lavada y ya, pero lo que más destacaba era la cicatriz que había quedado allí donde la oscuridad del monstruo con ojos se había vuelto tangible y había hecho herida en su momento. Era una cosa notar la diferencia en la piel al tacto desde que había empezado a aparecer costra, pero era distinto verla por primera vez en su cara. La tocó con la yema de los dedos, igual que luego haría con la del cuello. Iban a ser un recordatorio de Rocavarancolia, y no le disgustaba en sí el tener cicatrices, pero acostumbrarse iba a costar, y más cuando a saber cuánto pasaba sin volver a verse.
—Estaría bien si alguien sabe, porque tengo las puntas hechas un desastre…—comentó después de Rick. Siempre había llevado el pelo bastante largo, y que creciera más le daba igual, pero el no poder sanearse las puntas de manera aceptable sí le molestaba.
No supo si le hizo más gracia la completa incredulidad de Rick o la expresión de Nohlem, pero no dejo ver que le estaba encontrando humor a que les resultase tan desconcertante que quisiera disfrutar de aquel regalo que estaba siendo el palacete. Solo supo encogerse de hombros, con una expresión que trataba de decir algo así como “¿Qué? A mi también me gusta pasarlo bien a veces”. Vale que había sido incluso más seria de lo normal en aquel tiempo porque las circunstancias desde que habían llegado a Rocavarancolia lo exigían, pero no creía que de verdad pensasen hasta tal punto que era una especie de ser sin emociones que no encontraba gusto por nada más que las armas y que solo vivía por ser extremadamente funcional.
—Puedo vivir con ello —le respondió a Rick, sin saber muy bien del todo qué iba a suponer lo de “guardárselo”.
Al menos la respuesta a su broma (o no tan broma en verdad, y menos después de ver aquella sonrisa) no se había quedado en nada, y es que viendo como Rick había respondido a lo de bailar hacía un rato casi se esperaba que fuese a ignorarlo por más seriedad. «Sí, porque te he enseñado yo a hacerlo».
Como respuesta solo le dedicó una reverencia, que iba con mucha más seriedad de la que realmente la situación requería, pero a la que no veía la manera de quitar formalidad si sentirse demasiado incómoda por, en cierta manera, hacer una broma de los protocolos de su mundo.
No tardaron en ponerse en camino hacia la puerta y entrar al vestidor. Desde dentro se apreciaban muchos más detalles que se le habían pasado por delante, aunque sus ojos (y pronto sus pasos) se dirigieron en primer lugar al espejo.
—Y que lo digas. ¿Cómo se hace para que esta ropa no parezca un saco? —dijo, observando la falta de figura marcada en prendas viejas y dadas de sí. Si ya tenía complicado conjuntar cosas evitando el blanco a toda costa, que encima fuera ropa en el mejor estado se hacía mucho más cuesta arriba.
Y luego estaba su cara. La falta de maquillaje era ya rara, como si se acabase de despertar, y es que no estaba acostumbrada a llevar la cara lavada y ya, pero lo que más destacaba era la cicatriz que había quedado allí donde la oscuridad del monstruo con ojos se había vuelto tangible y había hecho herida en su momento. Era una cosa notar la diferencia en la piel al tacto desde que había empezado a aparecer costra, pero era distinto verla por primera vez en su cara. La tocó con la yema de los dedos, igual que luego haría con la del cuello. Iban a ser un recordatorio de Rocavarancolia, y no le disgustaba en sí el tener cicatrices, pero acostumbrarse iba a costar, y más cuando a saber cuánto pasaba sin volver a verse.
—Estaría bien si alguien sabe, porque tengo las puntas hechas un desastre…—comentó después de Rick. Siempre había llevado el pelo bastante largo, y que creciera más le daba igual, pero el no poder sanearse las puntas de manera aceptable sí le molestaba.
Regocijaos, pues ahora sois parte de la leyenda de Kalna, hija de Mánide
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Personajes :
● Wednesday: Vouivre humana británica.
● Karime: Licántropa loba libense de la capital.
● Kimbra: Demonio rakshasa krabelinense Hija de Lunas engendro.
● Irenneil: Brujo de la cera aurva sinhadre.
● Edén Damkinea: Atlante daeliciano de la Ciudad del Norte.
● Szczenyak//Colmillo: vittya zawodny nómada.
Unidades mágicas : 5/5
Heridas/enfermedades :
● Ka: Le falta el ojo izquierdo.
● Colmillo: Tiene partido el colmillo derecho.
Síntomas : Gusto por dibujar trazos sin ton ni son cuando vacía la mente.
Armas :
● Wen: Guadaña doble y arco.
● Ka: Espadas gemelas, arco y dardos.
● Kim: Arco, machetes y dagas.
● Neil: Cuchara de madera y cera.
● Edén: Magia y sonrisas amables.
● Colmillo: inutilidad.
Humor : Absurdo
Re: Palacete
08/01/24, 11:23 pm
Colmillo no pudo evitar fruncir un poco el ceño cuando Rick le recordó el hecho de que estaban asaltando una casa al preguntar si estaba bien tomarse tantas libertades. Él hubiera preferido ignorarlo felizmente y disfrutar de lo que el extraño y curioso lugar les estaba ofreciendo, pero la realidad era que no estaban libres de peligro en aquel lugar por mucho que él prefiriera ignorar la realidad. "Aunque... con todos los gritos y la música, si fuera a pasar algo, ¿no habría pasado ya?" se preguntó a sí mismo, en un intento de arrastrarse de nuevo a la imprudencia. Lo que finalmente consiguió gracias a las palabras de Kalna. "Sí, joder, si Kalna está tranquila, todos podemos relajar el puto culo" se terminó convenciendo a sí mismo antes de seguir a Nohlem fuera de la habitación, riendo por su comentario.
Al contrario que el varmano, el vittya sí se dirigió primero hacia los armarios, abriendo el primero con el que se topó de par en par, el cual guardaba vestidos que parecían tener millones de capas unas encima de otras, volantes, ribetes y puntillas. Una creación tan horrenda y pomposa que ni en sus peores pesadillas podría haber imaginado.
-Jo-der. Por la jodida Matka, ¿quién en su sano juicio se pondría esta absoluta mierda? -preguntó al aire, mirando con horror el interior del armario, antes de cerrarlo de golpe y decidir que el mundo sería un lugar más feliz si eso permaneciera en la oscuridad.
Alejándose del armario con un escalofrío, el zawodny finalmente se unió a Nohlem, Rick y Kalna frente al espejo, no muy seguro todavía de si quería ver el destrozo que era su apariencia actual, pero igual de curioso que el resto.
-No sé qué decirte, tío, para mi gusto le falta una cola -bromeó en contestación a la pregunta de Nohlem sobre su culo antes de hacerse un hueco entre los dos chicos para poder verse por fin-. Oh, joder, no -gimió molesto-. ¡Mi corte guay! ¡Me ha crecido el puto pelo y ya no hay corte guay! ¡Ahora mi ceja ya no es guay! -se quejó como un niño con una rabieta.
"Rocavarancolia es una ciudad llena de misterios y sorpresas, como un acertijo complicado y excitante."
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Palacete
09/01/24, 07:19 pm
La emoción que sentía Aniol al contemplarse en el reflejo dejó paso a un Damian que merecería su turno con el artefacto mágico tanto como él. Tras las perturbaciones en forma de ondas líquidas que creó la mano de su amigo los sentimientos del polaco se arremolinaron, demasiado vivaces e intensos para elaborar una respuesta con sentido. El maquillaje del niño era hermoso, y además el chico estaba llorando. Aniol percibió una pequeña punzada de ternura ante aquella escena parecida a la que acababa de sentir al ver a Ethan ruborizarse un poquito.
Decir algo le parecía inadecuado, tenía miedo de romper aquel momento de vulnerabilidad en el que si abría la boca quizás terminara por esfumarse. En su lugar solo esbozó una sonrisa, conmovido, y acercó una de sus manos a la muñeca del italiano para mostrarle afecto. Menos mal que Ethan le acogió con un abrazo. Si le hubieran dicho hace una semana que Damian iba a llorar por verse tan guapo maquillado frente a un espejo… le diría a quien fuese que eso no podía ocurrir jamás.
Pero al fin y al cabo se encontraban en el lugar dónde las cosas imposibles estaban a la orden del día y el medio japonés no tardó en demostrarlo. Primero fue la toalla que le otorgó cierta ligereza y frescor al pasarla por su rostro, luego los trazos de Ethan, que al contrario de la duda que parecían expresar, remataban con perfección brillos coral y purpurina donde hacía falta. El cumplido del chico fue lo que le permitió que una risa contenida como la de una princesa de cuento saliera de su garganta.
—Me halagas Ethan… —se sinceró, con un aire solemne que no le pegaba nada—. Me halagas…
El teatrillo duró poco porque tenía razón, con los coloretes y aquel tono melocotón había quedado precioso. Aniol no pudo contenerse y casi saltó de su silla para dar varias vueltas sobre sí mismo y celebrar con júbilo.
—¡¿Qué creéis que opinarán todos?! ¡NECESITO QUE NOHLEM me vea! —diría, girando sobre sí mismo con la delicadeza de una flor que es arrastrada por una ráfaga de viento demasiado impetuosa. Luego frenó en seco y cogió las manos del medio japonés con asombro, sin haber entendido nada de lo ocurrido en absoluto—. ¿Bombero? ¡Tus manos tienen el don de los polvillos y las estrellas! ¡Serías un maquillador fabuloso! Gracias jo… es.. es… ¡Increíble! —se detuvo para respirar y coger aire—. ¡¿Quieres que lo intentemos contigo?! —aventuró, mirando de manera intermitente a su compañero de tocador.
Decir algo le parecía inadecuado, tenía miedo de romper aquel momento de vulnerabilidad en el que si abría la boca quizás terminara por esfumarse. En su lugar solo esbozó una sonrisa, conmovido, y acercó una de sus manos a la muñeca del italiano para mostrarle afecto. Menos mal que Ethan le acogió con un abrazo. Si le hubieran dicho hace una semana que Damian iba a llorar por verse tan guapo maquillado frente a un espejo… le diría a quien fuese que eso no podía ocurrir jamás.
Pero al fin y al cabo se encontraban en el lugar dónde las cosas imposibles estaban a la orden del día y el medio japonés no tardó en demostrarlo. Primero fue la toalla que le otorgó cierta ligereza y frescor al pasarla por su rostro, luego los trazos de Ethan, que al contrario de la duda que parecían expresar, remataban con perfección brillos coral y purpurina donde hacía falta. El cumplido del chico fue lo que le permitió que una risa contenida como la de una princesa de cuento saliera de su garganta.
—Me halagas Ethan… —se sinceró, con un aire solemne que no le pegaba nada—. Me halagas…
El teatrillo duró poco porque tenía razón, con los coloretes y aquel tono melocotón había quedado precioso. Aniol no pudo contenerse y casi saltó de su silla para dar varias vueltas sobre sí mismo y celebrar con júbilo.
—¡¿Qué creéis que opinarán todos?! ¡NECESITO QUE NOHLEM me vea! —diría, girando sobre sí mismo con la delicadeza de una flor que es arrastrada por una ráfaga de viento demasiado impetuosa. Luego frenó en seco y cogió las manos del medio japonés con asombro, sin haber entendido nada de lo ocurrido en absoluto—. ¿Bombero? ¡Tus manos tienen el don de los polvillos y las estrellas! ¡Serías un maquillador fabuloso! Gracias jo… es.. es… ¡Increíble! —se detuvo para respirar y coger aire—. ¡¿Quieres que lo intentemos contigo?! —aventuró, mirando de manera intermitente a su compañero de tocador.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Palacete
09/01/24, 11:42 pm
No quitó ojos del espejo, un 30% en mirar a sus compañeros reflejados a su lado y un 70% en mirarse a sí mismo sin soltarse las nalgas. Ante la pregunta de Kalna se apretó los pantalones agarrando la liga de la cintura para marcar silueta, pero daba igual cuanto se cortara la circulación, aquello caía con la gracia de una cortina. Al menos ya sabía que pantalones no volver a ponerse a no ser que fuera para dormir. El comentario de Schecheniak le sacó el bufido abrupto de una risa, reparó con interés en su cola y, haciendo lo más adulto que se le ocurrió, pegó el culo al del vittya de tal forma que si entrecerraba un poco los ojos hacía el efecto de que era suya.
—Oye, eh. Me gusta, sí. Una pomposa como la tuya estaría bien —ladeó la cabeza para pillar mejor ángulo—. Es como una boa de plumas pero en el… —carraspeó. El tema ahora era peluquería, vale, peluquería—. Mis manos son prodigiosas —dijo alzando ambas—, pero por mucho que pueda dejar a mi sirviente aquí —señaló a Rick con la cabeza— sedoso como un recién nacido, me temo que los peinados en Varmania se los dejamos al peluquero.
Por supuesto que recordaba como Rick se había llamado “príncipe” momentos atrás. También recordaba la pila de platos que le tocaba lavar y lo impolutos que se los había dejado el neoyorko hace unos días.
No tenía muy claro a que se refería el zawodny con “corte guay”, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de pelo que tenía por todas partes y el poco cambio que le veía, pero prefirió no meterse por si acaso. En su lugar revisó su propio pelo, conforme con que, bueno, sería un nido de pájaros un poco más denso de lo normal, pero aún no le había crecido lo suficiente para ser una molestia. Es más, incluso le gustaba. Estaba tal como se le quedaba después de una buena cita, pero sin la cita. Y eso que se había peinado con los dedos…
Por otro lado, que los pantalones le hicieran el culo plano sí era un problema. Se alejó sin dejar de mirarse en el espejo hasta que estuvo cerca de los numerosos colgadores de ropa. Los comentarios de Schecheniak no habían sido muy esperanzadores, pero Nohlem confiaba en que hubiese sido por una prenda aislada o, simplemente, diferentes opiniones. Había armarios y colgadores suficientes para encontrar algo de su gusto, ¿no? Ni que sea unos pantalones más bonitos que los que llevaba.
Metió las manos entre las perchas, liándose con un montón de cordeles y tiras al pasar de una a otra. Al sacar la mano una se le había enrredado con el reloj, así que quitó la percha con lo que fuese no solo para revisarlo sino para liberarse de su agarre.
—Qué se supone que es… ¡Oh! ¡Es un corsét! —lo examinó por delante y por detrás para fijarse en el material y en el meticuloso encaje, yendo luego a por las telas que tenía al lado con mayor curiosidad. Sus padres eran orfebres, no modistas, pero podía decir que se había criado entre sedas de forma bastante literal para saber que todo eso era caro—. Esta ropa es buena.
Siguió pasando de una a otra, corriendo las perchas hasta dar con una chaqueta militar azul oscuro que le llamó la atención. Colgada era gigantesca, algo que le quedaría a Connor y no a él, y sin embargo cuando la sacó del poste para ponerla por delante de su cuerpo en el espejo para imaginarse con ella, Nohlem juró estar alucinando. ¿Había… menguado? ¿Por qué de repente parecía que podía quedarle? Miró el reflejo, miró la chaqueta. La abrió, se la probó y… aún sin cerrar, las mangas le quedaban como un guante. El azul no era su color, así que a pesar de la extraña casualidad se la volvió a quitar, la puso en su sitio yyyyy…
—Ha crecido —musitó—. ¡Ha crecido! —repitió en voz más alta—. ¡La ropa crece! O disminuye, lo que sea —empujó las contiguas para que viera mejor la chaqueta colgada, grande como ella sola—. ¡Mirad! —la sacó del perchero y pluf, más pequeña. Probó con otra y esta también se reajustó—. ¡Es ropa mágica!
¿Dónde augurios estaban los niños? Quería probarlo con ellos. Ah, ¿podría vestir a Damian de marinerito?
—Oye, eh. Me gusta, sí. Una pomposa como la tuya estaría bien —ladeó la cabeza para pillar mejor ángulo—. Es como una boa de plumas pero en el… —carraspeó. El tema ahora era peluquería, vale, peluquería—. Mis manos son prodigiosas —dijo alzando ambas—, pero por mucho que pueda dejar a mi sirviente aquí —señaló a Rick con la cabeza— sedoso como un recién nacido, me temo que los peinados en Varmania se los dejamos al peluquero.
Por supuesto que recordaba como Rick se había llamado “príncipe” momentos atrás. También recordaba la pila de platos que le tocaba lavar y lo impolutos que se los había dejado el neoyorko hace unos días.
No tenía muy claro a que se refería el zawodny con “corte guay”, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de pelo que tenía por todas partes y el poco cambio que le veía, pero prefirió no meterse por si acaso. En su lugar revisó su propio pelo, conforme con que, bueno, sería un nido de pájaros un poco más denso de lo normal, pero aún no le había crecido lo suficiente para ser una molestia. Es más, incluso le gustaba. Estaba tal como se le quedaba después de una buena cita, pero sin la cita. Y eso que se había peinado con los dedos…
Por otro lado, que los pantalones le hicieran el culo plano sí era un problema. Se alejó sin dejar de mirarse en el espejo hasta que estuvo cerca de los numerosos colgadores de ropa. Los comentarios de Schecheniak no habían sido muy esperanzadores, pero Nohlem confiaba en que hubiese sido por una prenda aislada o, simplemente, diferentes opiniones. Había armarios y colgadores suficientes para encontrar algo de su gusto, ¿no? Ni que sea unos pantalones más bonitos que los que llevaba.
Metió las manos entre las perchas, liándose con un montón de cordeles y tiras al pasar de una a otra. Al sacar la mano una se le había enrredado con el reloj, así que quitó la percha con lo que fuese no solo para revisarlo sino para liberarse de su agarre.
—Qué se supone que es… ¡Oh! ¡Es un corsét! —lo examinó por delante y por detrás para fijarse en el material y en el meticuloso encaje, yendo luego a por las telas que tenía al lado con mayor curiosidad. Sus padres eran orfebres, no modistas, pero podía decir que se había criado entre sedas de forma bastante literal para saber que todo eso era caro—. Esta ropa es buena.
Siguió pasando de una a otra, corriendo las perchas hasta dar con una chaqueta militar azul oscuro que le llamó la atención. Colgada era gigantesca, algo que le quedaría a Connor y no a él, y sin embargo cuando la sacó del poste para ponerla por delante de su cuerpo en el espejo para imaginarse con ella, Nohlem juró estar alucinando. ¿Había… menguado? ¿Por qué de repente parecía que podía quedarle? Miró el reflejo, miró la chaqueta. La abrió, se la probó y… aún sin cerrar, las mangas le quedaban como un guante. El azul no era su color, así que a pesar de la extraña casualidad se la volvió a quitar, la puso en su sitio yyyyy…
—Ha crecido —musitó—. ¡Ha crecido! —repitió en voz más alta—. ¡La ropa crece! O disminuye, lo que sea —empujó las contiguas para que viera mejor la chaqueta colgada, grande como ella sola—. ¡Mirad! —la sacó del perchero y pluf, más pequeña. Probó con otra y esta también se reajustó—. ¡Es ropa mágica!
¿Dónde augurios estaban los niños? Quería probarlo con ellos. Ah, ¿podría vestir a Damian de marinerito?
- ♪♫♬:
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Personajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Palacete
10/01/24, 06:02 pm
Aferrarse a aquella tonta compostura adulta con cabezonería no apartaba en el niño aquellos momentos en los que en esencia era como un libro abierto y dejaba ir lo que sentía. Las gotas tardaron en humedecer lo suficiente sus mejillas y estaba tan mentalmente enfocado en la visión de su reflejo que no se percató en lo más mínimo que estaba llorando los primeros segundos.
Curiosamente cuando Ethan se acercó a limpiar su cara, ese gesto hizo que Damian se pusiese aún más como una magdalena ante los presentes y eso le hacía sentir una tontísima vergüenza, teniendo las orejas rojas.
—¡N-No estoy llorando! Era algo… en el… ojo… que se me ha metido... —obviamente sí que lo estaba, ocultando su vergüenza como pudo entre los brazos de Ethan, no quería verse así ante su mejor amigo. Tragó el enorme nudo de su garganta, recomponiéndose pues las alegrías así de emocionantes eran su debilidad. Se frotó la cara con rapidez, quitando todo rastro de sus ojos—. ¡Claro, si es que por mi me pondría ya pero ya!
Después de un corto abrazo a Ethan por las ansias de empezar, se puso a recoger todo lo que haría falta para dejar a Aniol hecho todo un pincel y que destacase muchísimo entre todos. El mayor fue diciendo uno por uno, aunque los utensilios brillaban igualmente y Damian se dejaba guiar fácil por ello. Muchos eran cosas que ya vio anteriormente pero otros tenían formas y diseños tan rarísimos que eran fascinantes por ello pues quería verlos en acción hacia la cara de su mejor amigo.
Después de ello fue mucho más mirar que actuar y no por ello estaba disgustado, al contrario. Se puso al lado de Ethan, observando como se ponía manos a la obra. Miraba con ojos muy curiosos cada pincelada, cada aplicación de maquillaje que se le hacía demasiado satisfactorio a la vista. Y vaya si pillaba forma, lo que podía hacer el gran poder del maquillaje supremo.
—¡Wooooa… tienes la cara tan perfecta que se me hace hasta raro! —se acercó a ver los detalles mientras se mordía una uña—. ¡Qué currazo! ¡Te ha quedado de fruta madre Ethan! Es que- ¡GUAO! ¡Le veo de nuevo y dios, es que es flipante! —miraba de vuelta a Aniol y le generaba esa reacción, teniendo en mente su cara de siempre y en aquel momento teniendo un maquillaje tan precioso—. ¡JAJAJAJA! ¡Nohlem lo va a flipar en colores, tú!
Tras la propuesta de Aniol, Damian alzó una ceja. Divertido, se puso a reír por la idea.
»¡Oh, buena idea! ¡Después de que me maquille a mí, nosotros lo maquillamos a él! ¡Es lo justo y ya que estamos lo dejamos guapísimo! ¡¿Eh o no?! —por supuesto Damian estaba frito por ser el siguiente, no excluyéndose de la lista porque llegados a ese punto era la cosa mas impaciente del planeta.
Curiosamente cuando Ethan se acercó a limpiar su cara, ese gesto hizo que Damian se pusiese aún más como una magdalena ante los presentes y eso le hacía sentir una tontísima vergüenza, teniendo las orejas rojas.
—¡N-No estoy llorando! Era algo… en el… ojo… que se me ha metido... —obviamente sí que lo estaba, ocultando su vergüenza como pudo entre los brazos de Ethan, no quería verse así ante su mejor amigo. Tragó el enorme nudo de su garganta, recomponiéndose pues las alegrías así de emocionantes eran su debilidad. Se frotó la cara con rapidez, quitando todo rastro de sus ojos—. ¡Claro, si es que por mi me pondría ya pero ya!
Después de un corto abrazo a Ethan por las ansias de empezar, se puso a recoger todo lo que haría falta para dejar a Aniol hecho todo un pincel y que destacase muchísimo entre todos. El mayor fue diciendo uno por uno, aunque los utensilios brillaban igualmente y Damian se dejaba guiar fácil por ello. Muchos eran cosas que ya vio anteriormente pero otros tenían formas y diseños tan rarísimos que eran fascinantes por ello pues quería verlos en acción hacia la cara de su mejor amigo.
Después de ello fue mucho más mirar que actuar y no por ello estaba disgustado, al contrario. Se puso al lado de Ethan, observando como se ponía manos a la obra. Miraba con ojos muy curiosos cada pincelada, cada aplicación de maquillaje que se le hacía demasiado satisfactorio a la vista. Y vaya si pillaba forma, lo que podía hacer el gran poder del maquillaje supremo.
—¡Wooooa… tienes la cara tan perfecta que se me hace hasta raro! —se acercó a ver los detalles mientras se mordía una uña—. ¡Qué currazo! ¡Te ha quedado de fruta madre Ethan! Es que- ¡GUAO! ¡Le veo de nuevo y dios, es que es flipante! —miraba de vuelta a Aniol y le generaba esa reacción, teniendo en mente su cara de siempre y en aquel momento teniendo un maquillaje tan precioso—. ¡JAJAJAJA! ¡Nohlem lo va a flipar en colores, tú!
Tras la propuesta de Aniol, Damian alzó una ceja. Divertido, se puso a reír por la idea.
»¡Oh, buena idea! ¡Después de que me maquille a mí, nosotros lo maquillamos a él! ¡Es lo justo y ya que estamos lo dejamos guapísimo! ¡¿Eh o no?! —por supuesto Damian estaba frito por ser el siguiente, no excluyéndose de la lista porque llegados a ese punto era la cosa mas impaciente del planeta.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carismaPersonajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Palacete
11/01/24, 12:50 pm
Entre la respuesta y la pequeña reverencia de la libense, la sonrisa de Rick se ensanchó un poco e imitó levemente la reverencia. Después de unas cuantas conversaciones que habían tenido sabía que Kalna no era un robot, aunque a veces costase verla sin su seriedad habitual. En el torreón le cuadraba que pudiera bajar la guardia, pero que hubiera sido en un sitio desconocido es lo que más le había cogido por sorpresa. Pero después de ese golpe y, teniendo en cuenta la calma que estaban teniendo, tal vez sí que podían tener un respiro para pasarlo bien. -(Espero que no nos arrepintamos)- pensó antes de seguir a Nohlem y cambiar a un enfoque más positivo.
De momento el resto se fue sumando al problema con el corte de pelo, aunque en concreto lo que dijo Szczenyak le confundió. -¿Corte... guay...?- le salió dubitativo a media frase del vittya hasta que con el final lo entendió. -Oh. Bueno, creo que con eso sí podríamos echarte una mano si nos guías un poco. O lo mismo hay tijeras por aquí también, a saber- comentó para darle ánimos. Cortar un poco de la ceja sonaba mucho más fácil que una sesión de peluquería, aunque no sabía si todo el pelaje de su compañero podía complicar el asunto.
El gesto del varmano le pilló por sorpresa y consiguió sacarle un par de carcajadas entre la situación y el comentario. La risa duró hasta que siguió el tema del pelo, pues entonces se cruzó de brazos y soltó un bufido con la mención del "sirviente". -El día que tengamos un espejo en el refugio se te acaba el chollo- bromeó. Que supiera, solo él y Connor sabían afeitar a navaja. Le preguntó primero a Nohlem, días después del primer afeitado entre ellos, y aunque el precio no le terminaba de gustar era la única opción si no quería acabar con cortes. Con suerte si encontraban uno más adelante tal vez se quedara con cómo lo hacía el varmano, pero si no iba a tener que aguantar más tareas aunque le pesase. -Una pena, esperaba que también supieras. Ojalá que alguien del resto sepa- siguió.
Rick se quedó junto al espejo, mirando a Nohlem mientras se acercaba a ojear entre la ropa. La verdad que tenía curiosidad por lo que hubiera visto Szczenyak en el armario, ya se imaginaba uno de esos trajes super extraños de algunos desfiles de moda. -(Con todo lo que hay aquí, no desentonaría)- pensó. Era la clase de ropa excéntrica que se pondría alguien con demasiado dinero y quien viviera allí parecía encajar en ese papel. Fue observando las barras con ropa desde el sitio hasta que el descubrimiento del varmano le llamó la atención.
-¿Perdón? ¿Cómo que mágica?- preguntó mientras prestaba atención a la demostración que les hizo. Los ojos se le abrieron como platos con el cambio de tamaño de aquella chaqueta y, al instante, el neoyorquino se acercó a otra de las barras con ropa para probarlo él mismo. Pilló la primera que vio simplemente para hacer la prueba, un abrigo de piel de un animal que no lograba identificar y que por el tamaño se le estaría bien a Damian o a Aniol. Lo bajó de la percha y, como si siempre lo hubiera sido, era de su talla. Se lo probó un momento y volvió a colgarlo para verlo cambiar de nuevo, sorprendido durante todo el proceso. -¡Vaya, es fascinante!- exclamó. ¿Cómo lo habrían hecho? ¿Sería algún hechizo que desconocían o tal vez eran runas como las que conocía Räg?
--------------
De momento el resto se fue sumando al problema con el corte de pelo, aunque en concreto lo que dijo Szczenyak le confundió. -¿Corte... guay...?- le salió dubitativo a media frase del vittya hasta que con el final lo entendió. -Oh. Bueno, creo que con eso sí podríamos echarte una mano si nos guías un poco. O lo mismo hay tijeras por aquí también, a saber- comentó para darle ánimos. Cortar un poco de la ceja sonaba mucho más fácil que una sesión de peluquería, aunque no sabía si todo el pelaje de su compañero podía complicar el asunto.
El gesto del varmano le pilló por sorpresa y consiguió sacarle un par de carcajadas entre la situación y el comentario. La risa duró hasta que siguió el tema del pelo, pues entonces se cruzó de brazos y soltó un bufido con la mención del "sirviente". -El día que tengamos un espejo en el refugio se te acaba el chollo- bromeó. Que supiera, solo él y Connor sabían afeitar a navaja. Le preguntó primero a Nohlem, días después del primer afeitado entre ellos, y aunque el precio no le terminaba de gustar era la única opción si no quería acabar con cortes. Con suerte si encontraban uno más adelante tal vez se quedara con cómo lo hacía el varmano, pero si no iba a tener que aguantar más tareas aunque le pesase. -Una pena, esperaba que también supieras. Ojalá que alguien del resto sepa- siguió.
Rick se quedó junto al espejo, mirando a Nohlem mientras se acercaba a ojear entre la ropa. La verdad que tenía curiosidad por lo que hubiera visto Szczenyak en el armario, ya se imaginaba uno de esos trajes super extraños de algunos desfiles de moda. -(Con todo lo que hay aquí, no desentonaría)- pensó. Era la clase de ropa excéntrica que se pondría alguien con demasiado dinero y quien viviera allí parecía encajar en ese papel. Fue observando las barras con ropa desde el sitio hasta que el descubrimiento del varmano le llamó la atención.
-¿Perdón? ¿Cómo que mágica?- preguntó mientras prestaba atención a la demostración que les hizo. Los ojos se le abrieron como platos con el cambio de tamaño de aquella chaqueta y, al instante, el neoyorquino se acercó a otra de las barras con ropa para probarlo él mismo. Pilló la primera que vio simplemente para hacer la prueba, un abrigo de piel de un animal que no lograba identificar y que por el tamaño se le estaría bien a Damian o a Aniol. Lo bajó de la percha y, como si siempre lo hubiera sido, era de su talla. Se lo probó un momento y volvió a colgarlo para verlo cambiar de nuevo, sorprendido durante todo el proceso. -¡Vaya, es fascinante!- exclamó. ¿Cómo lo habrían hecho? ¿Sería algún hechizo que desconocían o tal vez eran runas como las que conocía Räg?
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Palacete
11/01/24, 12:56 pm
Una cálida risa rompió el estupor del medio asiático en cuanto Aniol le sostuvo ambas manos, la dulzura del momento había disipado la pesadilla de aquel lugar para convertirlo en un sueño parcial. Uno donde podían ser príncipes y princesas jugando a maquillarse sin miedo a ser interrumpidos por cualquier clase de monstruo, no, entre esas paredes no había lugar para los dragones y las brujas. La sonrisa que esbozo fue sincera, de las que hacía doler las comisuras e iluminaban los iris de cálidos brillos. Por ahora prefería guardarse el detalle de que no tenía el don que los niños le estaban otorgando.
-¿Tú crees? La verdad es que me has quedado precioso, pero ya partía con la ventaja de que tu eres guapo de base. -Comentó con cierta burla, apretando sus manitas levemente antes de soltarse.
Distraído, mientras pequeños suspiros cómicos se le escapaban ante el ánimo de los pequeños trato de peinar levemente el flequillo de Aniol, apartarlo un poco de su frente para que no cubrieran su maquillaje. No venía mal el subidón de ego, sentirse tan querido y halagado por los peques estaba dando lugar a una felicidad inocente. Ethan llevaba tanto tiempo sin preocuparse por su imagen que hacerlo repentinamente se sentía como una brisa fresca. Volvió a verse al espejo, pequeñas miradas ladeadas que poco a poco convirtieron el uncanny del chico que le observaba en una esperanza de lo que le gustaría ser ni que fuera por un día. Su piel estaba seca, irritada allí donde en su día se había quemado y levemente cortada donde quedaban marcas blanquecinas de antiguas cicatrices, pero ante el espejo era tan limpia y blanca como la nieve.
-Me parece bien pero no seáis impacientes, terminamos con Damian y si queréis vamos con los mayores. Seguro que Nohlem va a querer un apuesto elfito para la princesa tan bonita que eres, Aniol. -No quería quitarse de la ecuación, ahora bien era verdad que le daba un poco de vergüenza la idea de presentarse ante el resto visiblemente maquillado. Quizá porque no era alguien dado a ello. -Aunque después habría que peinaros así ya vais a juego.
Las voces que se escuchaban desde el pasillo le servían de seguro pues teniendo a sus compañeros tan cerca solo confirmaba que aquella burbuja era segura. Arrimó el sillón hacía el espejo, girándolo para que el joven italiano pudiera sentarse sobre el mismo. Esta vez quería dejar a los peques experimentar, así que se dedicaría a ir ofreciendo y colocando los utensilios a su disposición.
-Aniol, ¿Te importa si soy tu ayudante? Creo que a ti se te va a dar bastante mejor. -Respondió con inusitada sinceridad, que el pequeño pudiera así disfrutar de la magia del lugar.
-¿Tú crees? La verdad es que me has quedado precioso, pero ya partía con la ventaja de que tu eres guapo de base. -Comentó con cierta burla, apretando sus manitas levemente antes de soltarse.
Distraído, mientras pequeños suspiros cómicos se le escapaban ante el ánimo de los pequeños trato de peinar levemente el flequillo de Aniol, apartarlo un poco de su frente para que no cubrieran su maquillaje. No venía mal el subidón de ego, sentirse tan querido y halagado por los peques estaba dando lugar a una felicidad inocente. Ethan llevaba tanto tiempo sin preocuparse por su imagen que hacerlo repentinamente se sentía como una brisa fresca. Volvió a verse al espejo, pequeñas miradas ladeadas que poco a poco convirtieron el uncanny del chico que le observaba en una esperanza de lo que le gustaría ser ni que fuera por un día. Su piel estaba seca, irritada allí donde en su día se había quemado y levemente cortada donde quedaban marcas blanquecinas de antiguas cicatrices, pero ante el espejo era tan limpia y blanca como la nieve.
-Me parece bien pero no seáis impacientes, terminamos con Damian y si queréis vamos con los mayores. Seguro que Nohlem va a querer un apuesto elfito para la princesa tan bonita que eres, Aniol. -No quería quitarse de la ecuación, ahora bien era verdad que le daba un poco de vergüenza la idea de presentarse ante el resto visiblemente maquillado. Quizá porque no era alguien dado a ello. -Aunque después habría que peinaros así ya vais a juego.
Las voces que se escuchaban desde el pasillo le servían de seguro pues teniendo a sus compañeros tan cerca solo confirmaba que aquella burbuja era segura. Arrimó el sillón hacía el espejo, girándolo para que el joven italiano pudiera sentarse sobre el mismo. Esta vez quería dejar a los peques experimentar, así que se dedicaría a ir ofreciendo y colocando los utensilios a su disposición.
-Aniol, ¿Te importa si soy tu ayudante? Creo que a ti se te va a dar bastante mejor. -Respondió con inusitada sinceridad, que el pequeño pudiera así disfrutar de la magia del lugar.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Palacete
12/01/24, 01:46 am
Puede que el tocador tuviera efectos mágicos pero la base de maquillaje del polaco no se esfumó minutos después, si no que permaneció en su rostro con aquel aura de doncella de cuento que ahora le caracterizaba. A efectos prácticos Aniol ya estaba jugando al mundo de los castillos y corceles. Se preguntó por un segundo si sería buena idea que Connor le cargara a caballito.
—Una lágrima… —dijo, hablando más lento de lo habitual casi sin darse cuenta. Su tono solemne no impidió que se acercara a su amigo con una sonrisa tierna mientras le veía ocultar sus emociones—. Una lágrima… —volvió a repetir, esta vez acercando los dedos a la mejilla del muchacho con el afán de intentar recolectar aquella joya salada. Sus siguientes palabras fueron sacadas de alguna película de hadas y bosques al azar, sin entender mucho el contexto—. Una lágrima no es más que una gran manzana en un bosque de mandarinas… —remató, estallando brevemente en risas por sus propios desvaríos—. ¿De dónde saldrán nuestros melocotones? He visto pocos arbolitos por aquí.
Pocos niños encajaban mejor los cumplidos que él. Aunque había cumplidos y cumplidos. Antes los de Ethan se ruborizó, pestañeando varias veces con ilusión. Ante los de Damián… bueno.
“¡Wooooa… tienes la cara tan perfecta que se me hace hasta raro!
—¿Graciassss? Damiancito… ¡Gracias! Creoooo —y le dio un pequeño toque en la nariz, todavía confundido. Seguro que su amigo había tenido buenas intenciones así que no le dio importancia—. ¡Sí! —coreó a continuación ante las palabras de ambos dedicadas al granta. El hecho de que Ethan le hablara de “princesa” y no corrigiera ningún término a “príncipe” le hacía sentir bien, parecido a cuando se tiraba cuesta abajo en trineo y sentía cosquillas en la base del estómago—. Aunque a Nohlem no le pega casarse conmigo… en plan príncipe y princesa… como tenemos colores de piel parecidos puedo ser… ¡Su prima pequeña! ¿Quién creéis que le va más a juego? Me moriría de la vergu si baila con Rick… —fantaseó, ambos tenían un aire de elegancia parecida y en alguna ocasión los avistó practicar con el arco juntos, aunque ya hacía algún tiempo de eso—. Soy Rickhlem —afirmó, siempre le parecía divertido juntar los nombres tal y como hacían sus hermanas con aquel grupo de chicos que cantaban y bailaban tan bien.
Sin mucha demora tomó a Ethan como ayudante. Le miró durante unos segundos con cierto recelo, temía que al final no quisiera ser maquillado o se pusiera a otra cosa y al final se le olvidara, pero no podía hacer nada. Salvo volver al juego de siempre, uno que llevaba enterrado desde hacía mucho tiempo pero que en momentos como aquel asomaba con disimulo.
—Seguro que hay maquillaje de guerrero… Kalna le daría el visto bueno… —¿Qué tal imaginar a Ethan con aquellas sombras negras sobre los ojos y ciertas marcas belicosas adornando su semblante? Su voz no sonó con la intensidad a la que acostumbraba, pasó de puntillas mientras esbozaba una mueca divertida.
Sin más tonterías en la manga se dispuso a maquillar a Damian con la tutela del medio japonés a su lado. El sonido de sus compañeros cerca solo le hacía impacientarse. Tenía que esforzarse de veras por no hacer un pifia para salir corriendo, y eso que aquel universo de gamas y polvitos le encantaba. Sus ojos color miel se acercaron dramáticamente a los del italiano, pareciendo captar cada milímetro de su piel cual maquillador excéntrico y alocado. Estaban muy cerca… ¿Se mantendría quieto?
—Porfi, no me escupas ni nada de eso —le avisó risueño, aunque algo le decía que la advertencia nunca estaba de más.
Después solo dejó que la magia alumbrara el camino. Primero le tendió la toalla refrescante, tras aquel pequeño rito de iniciación comenzó a plasmar lo que el espejo dictaba con más hechicería de por medio que gracia. Tenía buena mano para la cocina no para pintar, de modo que se sorprendió cuando las brochas parecieron tener vida propia al realizar trazos que serían imposibles para él. El degradado de los ojos no fue tan difícil de esta forma y pronto éstos fueron remarcados por un poderoso amarillo que buscaba a un rojo fuerte y que a su vez perseguía un azul más intenso que el cabello de Airi. Las líneas negras e irregulares bajaron por sus mejillas dotando al conjunto de algo de dramatismo. Sus labios en cambio poseían un brillo vibrante y enérgico, muy parecido a como se vería el alma de Damian si tuviera forma visible.
El resultado era espectacular, de algún modo reflejaba al niño en su más pura extensión. Todo peligro explosivo y aristas de infarto. Miró a Ethan con orgullo y sin decir nada, algunas de las gemas todavía tintineaban avisando de los errores que nunca se cometieron.
—¿Podemos mudarnos aquí? —los hombros de Aniol cayeron hacia abajo, muy contrarios al ánimo que sentía, ya estaba. Ya lo había soltado por fin.
—Una lágrima… —dijo, hablando más lento de lo habitual casi sin darse cuenta. Su tono solemne no impidió que se acercara a su amigo con una sonrisa tierna mientras le veía ocultar sus emociones—. Una lágrima… —volvió a repetir, esta vez acercando los dedos a la mejilla del muchacho con el afán de intentar recolectar aquella joya salada. Sus siguientes palabras fueron sacadas de alguna película de hadas y bosques al azar, sin entender mucho el contexto—. Una lágrima no es más que una gran manzana en un bosque de mandarinas… —remató, estallando brevemente en risas por sus propios desvaríos—. ¿De dónde saldrán nuestros melocotones? He visto pocos arbolitos por aquí.
Pocos niños encajaban mejor los cumplidos que él. Aunque había cumplidos y cumplidos. Antes los de Ethan se ruborizó, pestañeando varias veces con ilusión. Ante los de Damián… bueno.
“¡Wooooa… tienes la cara tan perfecta que se me hace hasta raro!
—¿Graciassss? Damiancito… ¡Gracias! Creoooo —y le dio un pequeño toque en la nariz, todavía confundido. Seguro que su amigo había tenido buenas intenciones así que no le dio importancia—. ¡Sí! —coreó a continuación ante las palabras de ambos dedicadas al granta. El hecho de que Ethan le hablara de “princesa” y no corrigiera ningún término a “príncipe” le hacía sentir bien, parecido a cuando se tiraba cuesta abajo en trineo y sentía cosquillas en la base del estómago—. Aunque a Nohlem no le pega casarse conmigo… en plan príncipe y princesa… como tenemos colores de piel parecidos puedo ser… ¡Su prima pequeña! ¿Quién creéis que le va más a juego? Me moriría de la vergu si baila con Rick… —fantaseó, ambos tenían un aire de elegancia parecida y en alguna ocasión los avistó practicar con el arco juntos, aunque ya hacía algún tiempo de eso—. Soy Rickhlem —afirmó, siempre le parecía divertido juntar los nombres tal y como hacían sus hermanas con aquel grupo de chicos que cantaban y bailaban tan bien.
Sin mucha demora tomó a Ethan como ayudante. Le miró durante unos segundos con cierto recelo, temía que al final no quisiera ser maquillado o se pusiera a otra cosa y al final se le olvidara, pero no podía hacer nada. Salvo volver al juego de siempre, uno que llevaba enterrado desde hacía mucho tiempo pero que en momentos como aquel asomaba con disimulo.
—Seguro que hay maquillaje de guerrero… Kalna le daría el visto bueno… —¿Qué tal imaginar a Ethan con aquellas sombras negras sobre los ojos y ciertas marcas belicosas adornando su semblante? Su voz no sonó con la intensidad a la que acostumbraba, pasó de puntillas mientras esbozaba una mueca divertida.
Sin más tonterías en la manga se dispuso a maquillar a Damian con la tutela del medio japonés a su lado. El sonido de sus compañeros cerca solo le hacía impacientarse. Tenía que esforzarse de veras por no hacer un pifia para salir corriendo, y eso que aquel universo de gamas y polvitos le encantaba. Sus ojos color miel se acercaron dramáticamente a los del italiano, pareciendo captar cada milímetro de su piel cual maquillador excéntrico y alocado. Estaban muy cerca… ¿Se mantendría quieto?
—Porfi, no me escupas ni nada de eso —le avisó risueño, aunque algo le decía que la advertencia nunca estaba de más.
Después solo dejó que la magia alumbrara el camino. Primero le tendió la toalla refrescante, tras aquel pequeño rito de iniciación comenzó a plasmar lo que el espejo dictaba con más hechicería de por medio que gracia. Tenía buena mano para la cocina no para pintar, de modo que se sorprendió cuando las brochas parecieron tener vida propia al realizar trazos que serían imposibles para él. El degradado de los ojos no fue tan difícil de esta forma y pronto éstos fueron remarcados por un poderoso amarillo que buscaba a un rojo fuerte y que a su vez perseguía un azul más intenso que el cabello de Airi. Las líneas negras e irregulares bajaron por sus mejillas dotando al conjunto de algo de dramatismo. Sus labios en cambio poseían un brillo vibrante y enérgico, muy parecido a como se vería el alma de Damian si tuviera forma visible.
El resultado era espectacular, de algún modo reflejaba al niño en su más pura extensión. Todo peligro explosivo y aristas de infarto. Miró a Ethan con orgullo y sin decir nada, algunas de las gemas todavía tintineaban avisando de los errores que nunca se cometieron.
—¿Podemos mudarnos aquí? —los hombros de Aniol cayeron hacia abajo, muy contrarios al ánimo que sentía, ya estaba. Ya lo había soltado por fin.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Personajes :
● Wednesday: Vouivre humana británica.
● Karime: Licántropa loba libense de la capital.
● Kimbra: Demonio rakshasa krabelinense Hija de Lunas engendro.
● Irenneil: Brujo de la cera aurva sinhadre.
● Edén Damkinea: Atlante daeliciano de la Ciudad del Norte.
● Szczenyak//Colmillo: vittya zawodny nómada.
Unidades mágicas : 5/5
Heridas/enfermedades :
● Ka: Le falta el ojo izquierdo.
● Colmillo: Tiene partido el colmillo derecho.
Síntomas : Gusto por dibujar trazos sin ton ni son cuando vacía la mente.
Armas :
● Wen: Guadaña doble y arco.
● Ka: Espadas gemelas, arco y dardos.
● Kim: Arco, machetes y dagas.
● Neil: Cuchara de madera y cera.
● Edén: Magia y sonrisas amables.
● Colmillo: inutilidad.
Humor : Absurdo
Re: Palacete
12/01/24, 11:11 am
Colmillo bufó divertido cuando Nohlem acercó su culo al suyo para hacer parecer que compartían cola, sacándole del dramatismo absoluto en el que había entrado por culpa de la nueva revelación sobre su aspecto. Si bien toda la imagen que le había devuelto el espejo le había sorprendido por igual, habían sido sus cejas parejas lo que le había dejado más molesto. Prácticamente desde sus 14 años había construido esta apariencia de malote y peligroso que tanto parecía encajar para algunos vittyas, sobre todo los más prejuiciosos, y que le había permitido que sus simple imagen ayudara como defensa de sus sobrinos más pequeños cuando eran acosados, a la par que divirtiera a sus hermanos y le ganara varias muestras de cariño por su necesidad de protección o por su tontería.
-Nah, no te preocupes -rechazó con un movimiento de la mano la oferta de Rick sin dejar de mirarse al espejo-. Ya no es... ya no importa.
Aunque sus palabras fueron indiferentes, una verdad más pesada cayó sobre sus hombros al darse cuenta de algo. Con la apariencia de una cicatriz en la ceja él había querido verse amenazante, lo suficiente para estar a la par de sus hermanos a la hora de defender a los cachorros. Pero en un mundo en el que hasta un melocotón podía hacerte ahogarte hasta morir, ¿qué podía hacer una ceja medio rapada? Incluso desde el primer encuentro con sus compañeros, él había sido de las personas aparentemente menos peligrosas, siendo la mayoría más altos que él o con más iniciativa. No, en este mundo ya no iba a ser una cuestión de apariencia. Si quería ponerse a la par que sus compañeros para defender el grupo y a los cachorros, como había sido su intención con sus hermanos, ya no podía depender solo de ser un zawodny, tener un diente mellado y una cicatriz en la ceja, no. Ahora tendría que demostrar con hechos y con su actitud que no era un niño. "Por eso te estás matando a entrenar con la puta ballesta, Szczenyak. Ya no necesitas el jodido corte de ceja" se dijo a sí mismo mientras se alejaba del espejo para sacar de su cabeza los turbios pensamientos y se unía a los otros en el descubrimiento de la ropa mágica.
-Joder, ojalá hubiera venido Tawar. Habría sido la hostia verle con una chaquetita enana -bromeó mientras cogía la percha de al lado de Rick, sacando un abrigo de un pelo similar, pero en color verde musgo-. ¿Creéis que también le saldrían nuevas mangas?
"Rocavarancolia es una ciudad llena de misterios y sorpresas, como un acertijo complicado y excitante."
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidadPersonajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Palacete
12/01/24, 04:15 pm
Aniol ante los ojos del italiano agradeció con muchas ganas el comentario que le hizo. Damián, en su inexperiencia social, podría decirse que estaba más que satisfecho con la respuesta del polaco no viendo casi ninguna duda y pensando que se había tomado el comentaro muy bien. Todo ello mpulsado por el bonito gesto afectivo que recibió en cuanto se puso a “llorar” que no estaba llorando, por supuestísimo. De todos los mejores amigos el era el mejor que podría tener.
Sin embargo aquella alegría se tornó un pelín tensa por lo que dijo Aniol de Nohlem con Rick, bailando juntos… Mierda, eso estropearía lo que Nohlem le dijo y juró tener la bocaza cerrada. Miró con efimeridad a Ethan, el chico que en su cabeza estaba destinado a ser quien baile con Nohlem, su colega de movidas románticas.
—Rickhlem, ohhh. ¡Ahhhhhhhh vale! Rick y Nohlem —le costó pillar el nombre compuesto pero, en su sorpresa por averiguarlo luchaba en que no saliese nada sospechoso, decidiendo ir a la corriente—. ¡Mola, mola! ¡A ver si bailan! —vale que no era el mentiroso numero uno pero eso le salió convincente al menos, no quería chafar su palabra al varmano.
Después del comentario de Ethan confirmando el orden de maquillaje, Damian estaba algo nervioso en el sitio. Encima tenía el plus de que Aniol iba a hacerlo y se sentía muy afortunado de que él lo hiciese, confiaba al cien por cien de que lo haría genial. Se sentó en la silla, con su espalda bien tiesa y sus brazos apoyados en el propio asiento, aferradísimo.
—¡N-No voy a hacer eso Aniol! ¡Que ascazo eughhhh! —dijo el que lo primero que hizo nada mas despertar en Rocavarancolia fue escupir al suelo. Igualmente se lo tomó a cachondeo, riendo con un tinte de nerviosismo.
Agarró la toalla para lavarse el rostro, esmerándose mucho en ello. Aprovechó la humedad para echar toda su melena hacia atrás lo más que pudo, corrigiendo algún que otro pelillo travieso que insistía en ir hacia delante. Cerró los ojos y se dejó llevar, notando el maquillaje en un principio algo frío sobre su rostro. Se quedó todo lo quieto que pudo, siendo un poco rara la zona del párpado pero intentó aguantarlo para tener el mejor resultado posible. Los escuchaba de hablar a ambos, como se guiaban en cuanto al maquillaje y Damian ardía de curiosidad por como estaba quedando. ¿Sería igual que en el reflejo o sería aun más molón?
Abrió los ojos cuando dijeron que habían acabado y un grito ahogado invadió la estancia. Al mover la cara notaba la pintura en su rostro, la que estaba viendo en su reflejo. Esta vez si que se notaba real, no quería ni tocarse la cara por no estropear los agresivos colores, el maquillaje encendido, las hermosas trazas…
—¡QUIERO! ¡VIVIR! ¡AQUÍ! —exclamó ante la magnífica idea de su mejor amigo que tenía todo el sentido del mundo. No pensó en si estaba habitado por mas personas, si era peligroso, solo estaba viendo ventajas y para elegir entre dos castillos prefería el más gigantesco—. ¡Gracias Aniol GRACIAS! ¡SOIS LOS MEJORES LOS MEJORES LOS MEJORES! ¡Me flipaaaaa, AAAHHHH quiero que lo vean todos! —se despeinó un poquito de tanto meneo de dar manos y menear los hombros de Aniol y Ethan, cosa que corrigió con muchiiiisimo cuidado manteniendo su cabellera hacia atrás—. ¡Miradme, soy un trapecista profesional! ¡DE LOCOS! ¡ES DE LOCOS! —extendió los brazos y separó las piernas en una pose triunfal—. ¡Ahora te toca a ti! ¿No, Ethan?
Sin embargo aquella alegría se tornó un pelín tensa por lo que dijo Aniol de Nohlem con Rick, bailando juntos… Mierda, eso estropearía lo que Nohlem le dijo y juró tener la bocaza cerrada. Miró con efimeridad a Ethan, el chico que en su cabeza estaba destinado a ser quien baile con Nohlem, su colega de movidas románticas.
—Rickhlem, ohhh. ¡Ahhhhhhhh vale! Rick y Nohlem —le costó pillar el nombre compuesto pero, en su sorpresa por averiguarlo luchaba en que no saliese nada sospechoso, decidiendo ir a la corriente—. ¡Mola, mola! ¡A ver si bailan! —vale que no era el mentiroso numero uno pero eso le salió convincente al menos, no quería chafar su palabra al varmano.
Después del comentario de Ethan confirmando el orden de maquillaje, Damian estaba algo nervioso en el sitio. Encima tenía el plus de que Aniol iba a hacerlo y se sentía muy afortunado de que él lo hiciese, confiaba al cien por cien de que lo haría genial. Se sentó en la silla, con su espalda bien tiesa y sus brazos apoyados en el propio asiento, aferradísimo.
—¡N-No voy a hacer eso Aniol! ¡Que ascazo eughhhh! —dijo el que lo primero que hizo nada mas despertar en Rocavarancolia fue escupir al suelo. Igualmente se lo tomó a cachondeo, riendo con un tinte de nerviosismo.
Agarró la toalla para lavarse el rostro, esmerándose mucho en ello. Aprovechó la humedad para echar toda su melena hacia atrás lo más que pudo, corrigiendo algún que otro pelillo travieso que insistía en ir hacia delante. Cerró los ojos y se dejó llevar, notando el maquillaje en un principio algo frío sobre su rostro. Se quedó todo lo quieto que pudo, siendo un poco rara la zona del párpado pero intentó aguantarlo para tener el mejor resultado posible. Los escuchaba de hablar a ambos, como se guiaban en cuanto al maquillaje y Damian ardía de curiosidad por como estaba quedando. ¿Sería igual que en el reflejo o sería aun más molón?
Abrió los ojos cuando dijeron que habían acabado y un grito ahogado invadió la estancia. Al mover la cara notaba la pintura en su rostro, la que estaba viendo en su reflejo. Esta vez si que se notaba real, no quería ni tocarse la cara por no estropear los agresivos colores, el maquillaje encendido, las hermosas trazas…
—¡QUIERO! ¡VIVIR! ¡AQUÍ! —exclamó ante la magnífica idea de su mejor amigo que tenía todo el sentido del mundo. No pensó en si estaba habitado por mas personas, si era peligroso, solo estaba viendo ventajas y para elegir entre dos castillos prefería el más gigantesco—. ¡Gracias Aniol GRACIAS! ¡SOIS LOS MEJORES LOS MEJORES LOS MEJORES! ¡Me flipaaaaa, AAAHHHH quiero que lo vean todos! —se despeinó un poquito de tanto meneo de dar manos y menear los hombros de Aniol y Ethan, cosa que corrigió con muchiiiisimo cuidado manteniendo su cabellera hacia atrás—. ¡Miradme, soy un trapecista profesional! ¡DE LOCOS! ¡ES DE LOCOS! —extendió los brazos y separó las piernas en una pose triunfal—. ¡Ahora te toca a ti! ¿No, Ethan?
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