Palacete
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Palacete
03/08/11, 01:04 am
Recuerdo del primer mensaje :
Hecho en piedra gris, con forma de U, coronado por una cúpula de cristales negros y esmeralda bajo la cual hay un ventanal ovalado. Se entra por una escalinata de azulejos a un recibidor circular con dos grandes escaleras a ambos lados. Sobre este, se encuentran las habitaciones, flotando a distintas alturas.
- Descripción más detallada sacada de la saga:
- Exterior:
- El palacete se encontraba en mitad de una avenida, frente a una larga línea de casonas macizas, con tejados a dos aguas invadidos de gárgolas. Era la única construcción situada a ese lado de la avenida, pero llenaba el espacio con más rotundidad que la treintena de edificios que se desplegaban frente a ella.
Era de piedra gris, con forma de «U» redondeada, y había algo en sus ángulos y en su disposición sobre el terreno que tranquilizaba, que hacía pensar que no todo en aquella ciudad era horror. Lo que más llamaba la atención era la gigantesca cúpula que coronaba su centro: una maravillosa construcción de cristales negros y esmeralda. Bajo ella, en mitad de la fachada, se abría un gran ventanal ovalado rodeado de decenas de ventanas tan estrechas que parecían arañazos en el muro.
El patio era un sinuoso entramado de senderos que se desplegaba entre lo que una vez debieron de ser parcelas ajardinadas, pero que ahora no eran más que solares de tierra reseca. Se dirigieron hacia la escalinata de azulejos negros y verdes que conducía al portón de entrada, observando con cautela las ventanas que salpicaban los muros del palacete. Tras el enorme ventanal que ocupaba el centro sólo se veía oscuridad.
- Recibidor:
- Lo primero que vieron fue una densa zona de tinieblas, una cortina de oscuridad que precedía a un gran recibidor, iluminado por una delicada luz verde.
Se reunieron todos alrededor de Rachel en el último tramo de escaleras. El aire que se respiraba ante la puerta era de una pureza increíble, en nada se parecía a la peste rancia de los lugares cerrados que estaban acostumbrados a encontrar.
Fueron a parar a un amplio recibidor circular, de suelo y paredes de piedra gris. El techo, en cambio, era una pesada amalgama de grandes planchas de hierro que no encajaba con el resto del palacio; la sensación que provocaba aquel entramado era de asfixia, como si en cualquier momento fuera a caer y aplastarlos.
Dos grandes escaleras se disponían a ambos lados del recibidor, del mismo azulejo negro y verde que la escalinata de la entrada. Desde donde se encontraban, esas escaleras gemelas parecían hundirse como cuchillos en el techo enrejado, en una perspectiva extraña y forzada. No habían dado ni dos pasos fuera de la zona de sombras cuando se detuvieron todos casi al mismo tiempo, mirando hacia arriba, sorprendidos, boquiabiertos.
Lo que habían tomado como techo no era tal. Al salir de las sombras su perspectiva había cambiado y ahora podían ver el palacete tal y como realmente era. Las planchas que en un primer momento había creído colocadas en un mismo plano estaban suspendidas en realidad a distintas alturas por todo el palacio. Retrocedió un paso para regresar a la zona
de tinieblas y las planchas desordenadas volvieron a equilibrarse, formando un techo sin fisuras
aparentes que no era más que una ilusión óptica: si entrecerraba los ojos podía ver que las planchas flotaban en diferentes planos.
El palacete constaba de una sola planta, una planta vasta y asombrosa en la que flotaban
decenas de estancias de todos los tamaños y formas. La única semejanza entre ellas eran sus bases, de idéntico hierro forjado. La mayor de todas ocupaba tres pisos de altura y medía más de doscientos metros de largo, mientras que las más pequeñas eran meros soportes para adornos y estatuas. La mayoría ni siquiera tenía paredes.
Las escaleras no se hundían en ese falso techo como habían creído, sino que se prolongaban
curvándose en el vacío, hasta perderse en la movediza niebla esmeralda que copaba las alturas. Del tallo principal de cada escalera brotaban decenas de nuevos tramos que se dividían a su vez en más ramales de ajedrezado negro y esmeralda, retorciéndose en el aire hasta aterrizar en los bordes de las habitaciones flotantes. Aquel despliegue de habitaciones y escalinatas producía una prodigiosa sensación de armonía; era como si el mundo entero se hubiera vuelto liviano de pronto, como si la realidad, la propia existencia, fueran menos pesadas y opresivas entre aquellas paredes.
- Ascenso y ejemplos de habitaciones:
- Tomaron la escalinata de la izquierda. El tramo principal no tardaba en dividirse en tres grandes ramales. El de la derecha bajaba en una pronunciada curva antes de dividirse en otros dos tramos de escalera retorcida. A medida que avanzaban por aquella colosal montaña rusa pudieron contemplar un sinfín de habitaciones y salas. Vieron dormitorios de ensueño; salas de recreo con divanes de terciopelo, escabeles de cristal y columpios colgantes; zonas de paseo con fuentes y bancos de hierro…
La perspectiva resultaba engañosa allí arriba; prácticamente cambiaba a cada paso que daban, convirtiendo el palacete en un espacio en constante mutación. Una estancia vista desde arriba era diferente por completo contemplada desde abajo o desde un lateral. Todo fluctuaba, fluía. Era un enloquecido juego de perspectivas y arquitectura. Una sala observada desde una escalera parecía una selva rebosante de vegetación al quedar semioculta por los helechos que colgaban de las plataformas vecinas, para luego, desde arriba, convertirse en un elegante dormitorio. Desde otra curva de la escalera, esa misma habitación parecía vacía.
Rachel los guió hasta la estancia central del palacio, la única completamente cerrada con muros.(...) En el suelo, ante ellos, había aparecido un diminuto chispazo, una salpicadura brillante que se proyectó despacio hacia arriba, convirtiéndose en una creciente columna de luz que no se detuvo hasta alcanzar el techo, situado a gran altura. Un poco más adelante, una nueva columna tomó forma, de igual modo que la primera. Poco a poco, aquí y allá, se fueron formando más y más columnas. La luz que irradiaban iluminó la gran estancia, transformando la negrura en claridad.
—Es una sala de baile —murmuró Madeleine con admiración.
Mistral asintió, aunque sabía que aquel lugar era mucho más que eso. En aquella sala se habían
celebrado todo tipo de eventos: desde torneos de piromantes hasta conciertos de las fabulosas aves cantoras de Alarán, pasando por duelos de hechiceros y bodas reales. Se contaba que, en una ocasión, allí dentro se había sacrificado un dragón albino para mayor gloria del reino.
Los muchachos bajaron las escaleras que llevaban al suelo espejado de la sala. En el muro que
quedaba a su derecha se encontraba el gigantesco ventanal que habían visto desde fuera. El tercio inferior del mismo estaba cubierto por cortinajes negros, corridos en su mayoría, mientras que en la zona alta dos grandes cortinas verdes se abrían a izquierda y derecha.
En el extremo opuesto a la entrada se levantaba un pequeño escenario ocupado por varias estatuas metálicas. Se trataba de una orquesta compuesta por siete músicos tan extravagantes como los instrumentos que se disponían a tocar.
Un engendro con aire de rata humanoide empuñaba entre sus zarpas dos varillas que parecía a punto de estrellar contra el tambor agujereado que tenía delante. Entre los músicos había un ser casi humano, con la piel de un intenso negro y un magnífico par de alas rojas plegadas a su espalda. Aquella criatura sujetaba en una mano un violín abombado mientras en la otra empuñaba una varilla recubierta de protuberancias. Del costado de todas las estatuas surgía una mariposa metálica: una llave con la que darles cuerda.
Después de abandonar la sala de baile, fueron de plataforma en plataforma, siempre con Rachel a la cabeza. Casi tan sorprendente como el mismo palacio era el estado en el que éste se encontraba. Apenas había polvo y suciedad y aunque algunas habitaciones parecían vaciadas a conciencia, la mayor parte estaba en perfectas condiciones, como si los habitantes del lugar se hubieran marchado un instante antes de llegar ellos.
A media tarde hicieron un descanso para merendar. Se sentaron en los bancos de madera que
rodeaban un pequeño estanque. Apenas hablaron. Aquel lugar inducía al silencio, a la ensoñación.
Al poco tiempo de ponerse otra vez en marcha descubrieron una gran sala repleta de estanterías vacías. El cambiante deambuló entre ellas igual que todos, aun sabiendo que no iban a encontrar nada allí. Ese lugar había sido una importante biblioteca mágica, pero hacía tiempo que los pocos libros que no se habían llevado los magos de los mundos vinculados habían sido trasladados al castillo.
Otro ramal los condujo a una plataforma de paredes listadas en las que se desplegaban más de una veintena de grandes armarios, con espejos de marco de plata en cada puerta. Rachel se apresuró a abrir el más cercano y su contenido la hizo jadear emocionada. El armario estaba repleto de vestidos, a cada cual más espléndido.
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Re: Palacete
27/01/24, 02:22 pm
Un suspiro de alivio recibiría Ethan conforme a lo de no ser tan complicado hablando, estaba montado mucho en la actuación pero eso le hacía pensar mucho las palabras y no tenía ganas de que le saliese humo por las orejas al forzar tanto la maquinaria. Eso, sin embargo, le hizo al chico respetar aun más el trabajo de Luciano quien, como el Maestro de Ceremonias, casi que improvisaba sus presentaciones como ya había revelado a todos hace ya un tiempo. ¿Como diantres lo hacía para hablar a la vez que pensar cosas tan difíciles? Y sus compañeros igual, admiraba como todos eran tan buenos actuando como si fuesen de la realeza. Damian por su lado prefería un millón de veces la parte práctica del show si tenía que elegir.
—¡Valeeeeee! —respondió vivaz y se echó las manos hacia atrás en la nuca, haciendo equilibrio sobre una pierna mientras sonreía con gratitud a Ethan—. ¡Y para mí! ¡Pero ya que nunca lo he hecho quiero hacerlo, por probar!
Si bien cuando estaban maquillándose no estaban exentos de una buenísima música de fondo, ahora cuando estuvo apunto de vestirse para la ocasión pudo oír a su colega Nohlem y a su mejor amigo Aniol cantar de forma muy animada, hasta le daban ganas de participar. La energía de sus palabras cantadas hicieron que el niño diese unos pequeños meneos al compás, mirando a Ethan con una sonrisilla. Sus amigoa cantaban realmente bien y vaya si podía sentir el ritmo, menuda fiesta podrían montar después de que se vistieran todos.
En cuanto a la ropa se dejó llevar por la guía de Ethan y, aunque sus nervios lo traicionaban bastantes veces, poco a poco estaba consiguiendo ponerse todo el conjunto. La camisa, los pantalones, las botas altas, el cinturón, el chaleco, los guantes, la chaqueta larga y, para rematar, la pajarita. Nunca se había puesto algo tan ceñido al cuerpo ni tan complejo, sentir el chaleco, los pantalones y las botas bien ajustadas a su delgado cuerpo le daba una gran sensación al pequeño, se sentía incluso alguien importante.
—¿Ah si? ¿Tu crees? Jeje estoy para un reportaje, bien guapetón. Estoy para cincuenta mil millones de fotos, ¡como poco! —respondió en un tono subidito y una sonrisilla traviesa, haciendo una pose en jarra mientras se colocaba bien el sombrero—. ¡Pues sí, me encantaría pensar algo! ¡Algo de la ostia! Aun no tengo nada pero… ¡Pero ya le daré vueltas al coco y será la po- espectacularmente increíble flipante! —y no solo lo hacía por la ilusión de presentar un evento como un buen maestro de ceremonias sino que era un favor a todos sus amigos, una forma de proyectar en un grandioso espectáculo toda la amistad que ellos le regalaron en todo el tiempo que estuvieron superando dificultades juntos. Además, quería que Aniol lo viese en su mayor especialidad brillar como nunca pero… para ello si tenía un poquito de nervio y no sabía en concreto por qué.
»¡EH CONNOR, FIGURA! ¡ESTOY COMO UN PINCEL, A VER SI TE PONES ALGO GUAPO PARA ACOMPAÑARNOS COJONE-! —le dedicó una mirada culpable y bien breve a Ethan al acabar de hablar con Connor a grito pelado. Siguió el tema rápidamente, con rápidos aspavientos—. ¡Pues sí, pues si! ¡Éste me ayuda fijo si le ayudamos! ¡Venga vamos! ¡CONNOR VAMOS PARA ALLA!
Después de dejarse arreglar un poquito más por Ethan, salieron en la búsqueda del crestudo en necesidad de ayuda ropera. Iba contento por el camino, animado por moverse en su nuevo conjunto favorito. Era muy cómodo e increíblemente flexible para ser esa clase de ropa, hasta pensó en si podía dar alguna voltereta con eso puesto pero mejor no arriesgarse, no quería tirar todo el trabajo de Ethan por la ventana. Una vez dentro, Damian estuvo estupefacto de ver a su colega con aquella cosa que parecía un molde de su torso.
—¡OH! ¡¿Eso te quieres poner? ¡Que elegaaaaante eres, si yo lo sabía! —halagó asintiendo mientras veía a Connor de arriba a abajo. Como estaba de espaldas, no lo estaba viendo pero no le importaba, Ethan estaba liado con el cordel de la vestimenta—. Los pantalones ahí guapísimos, las botacas… ¡Todo OK, un 100 de 10! ¡Bueno, me piro que quiero ver al resto! ¡BYEEE!
El niño era un prisas desde luego, haciendo una rápida bomba de humo después de apreciar al distinguido Connor. Además ya lo vería luego, el tema del chaleco ese tan apretado parecía algo que tardaría un rato por lo que salió del vestidor con la cabeza bien alta y el sombrero de copa colocado debidamente. Entró primero por aquella sala llena de instrumentos, entre los cuales había muchísimos que le llamaban la atención al chiquillo, por desgracia ya iba impacientado hacia el salón de baile en donde estuvo impresionado de nuevo por todo el escenario, si se adaptara bien podrían hacerse una funciones de circo tremendas con trapecistas y todo. Sin embargo no tardó en mirar a dos figuras que se encontraban al lado del piano. Damián levantó la mano, sacando pecho mientras enfocaba la vista para verlos mejor mientras se acercaba.
Y un diminuto fuego, ocultado irónicamente por su maquillaje flamígero, se encendió en su cara. No pasó desapercibido Nohlem, con aquel traje con capa, de tonalidades verdes y detalles que gritaban realeza en su estado más puro. Lo que le despertó aquel sentimiento, que llevó a su mirada posarse en aquella persona sin perder detalle, era Aniol. Era… una princesa verdaderamente, una total y absoluta… ¿belleza? Con solo el maquillaje no pudo apreciarlo del todo pero aquel vestido tan bonito, elegante, los adornos de éste, los colores… hasta Damian estaba confundido de toda esa avalancha de sentimientos que sometían a su yo mas enérgico en algo más reservado incluso. Menos mal que llevaba maquillaje pero sus orejas lo delataban pues estaban rojísimas.
—Hooola, hola... —Damian saludó de nuevo, esta vez verbalizado pero de aquella manera. ¿Por qué no podía dejar de ver a su mejor amigo? Apartó un poco la mirada de esos amielados ojos, sintiéndose incluso intimidado por lo deslumbrante que estaba la princesa del baile. Recuperó la compostura como pudo, mirando más a Nohlem que a Aniol por pura vergüenza tonta—. ¡E-Estais bien elegantes! ¡El príncipe y…! Y la princesa —bajando el tono al mencionar a Aniol se aventuró a mirar de nuevo al susodicho, teniendo una sonrisa tímida pero, sobre todo, melosa, llevada por todos sus pensamientos que gritaban: “parece una chica”. Era de las poquísimas veces que hablaba más dentro de su cabeza que con su boca—. ¡Ah! Ehh... ¡Eso! ¿Queeee os parece mi traje? ¿Os mola? Es de maestro de ceremonias —se animó a sonreír mientras se mostraba de frente y espalda. Sin embargo sus ojos obsidiana no paraban de brillar, atados inconscientemente en el encanto que emitía Aniol.
—¡Valeeeeee! —respondió vivaz y se echó las manos hacia atrás en la nuca, haciendo equilibrio sobre una pierna mientras sonreía con gratitud a Ethan—. ¡Y para mí! ¡Pero ya que nunca lo he hecho quiero hacerlo, por probar!
Si bien cuando estaban maquillándose no estaban exentos de una buenísima música de fondo, ahora cuando estuvo apunto de vestirse para la ocasión pudo oír a su colega Nohlem y a su mejor amigo Aniol cantar de forma muy animada, hasta le daban ganas de participar. La energía de sus palabras cantadas hicieron que el niño diese unos pequeños meneos al compás, mirando a Ethan con una sonrisilla. Sus amigoa cantaban realmente bien y vaya si podía sentir el ritmo, menuda fiesta podrían montar después de que se vistieran todos.
En cuanto a la ropa se dejó llevar por la guía de Ethan y, aunque sus nervios lo traicionaban bastantes veces, poco a poco estaba consiguiendo ponerse todo el conjunto. La camisa, los pantalones, las botas altas, el cinturón, el chaleco, los guantes, la chaqueta larga y, para rematar, la pajarita. Nunca se había puesto algo tan ceñido al cuerpo ni tan complejo, sentir el chaleco, los pantalones y las botas bien ajustadas a su delgado cuerpo le daba una gran sensación al pequeño, se sentía incluso alguien importante.
—¿Ah si? ¿Tu crees? Jeje estoy para un reportaje, bien guapetón. Estoy para cincuenta mil millones de fotos, ¡como poco! —respondió en un tono subidito y una sonrisilla traviesa, haciendo una pose en jarra mientras se colocaba bien el sombrero—. ¡Pues sí, me encantaría pensar algo! ¡Algo de la ostia! Aun no tengo nada pero… ¡Pero ya le daré vueltas al coco y será la po- espectacularmente increíble flipante! —y no solo lo hacía por la ilusión de presentar un evento como un buen maestro de ceremonias sino que era un favor a todos sus amigos, una forma de proyectar en un grandioso espectáculo toda la amistad que ellos le regalaron en todo el tiempo que estuvieron superando dificultades juntos. Además, quería que Aniol lo viese en su mayor especialidad brillar como nunca pero… para ello si tenía un poquito de nervio y no sabía en concreto por qué.
»¡EH CONNOR, FIGURA! ¡ESTOY COMO UN PINCEL, A VER SI TE PONES ALGO GUAPO PARA ACOMPAÑARNOS COJONE-! —le dedicó una mirada culpable y bien breve a Ethan al acabar de hablar con Connor a grito pelado. Siguió el tema rápidamente, con rápidos aspavientos—. ¡Pues sí, pues si! ¡Éste me ayuda fijo si le ayudamos! ¡Venga vamos! ¡CONNOR VAMOS PARA ALLA!
Después de dejarse arreglar un poquito más por Ethan, salieron en la búsqueda del crestudo en necesidad de ayuda ropera. Iba contento por el camino, animado por moverse en su nuevo conjunto favorito. Era muy cómodo e increíblemente flexible para ser esa clase de ropa, hasta pensó en si podía dar alguna voltereta con eso puesto pero mejor no arriesgarse, no quería tirar todo el trabajo de Ethan por la ventana. Una vez dentro, Damian estuvo estupefacto de ver a su colega con aquella cosa que parecía un molde de su torso.
—¡OH! ¡¿Eso te quieres poner? ¡Que elegaaaaante eres, si yo lo sabía! —halagó asintiendo mientras veía a Connor de arriba a abajo. Como estaba de espaldas, no lo estaba viendo pero no le importaba, Ethan estaba liado con el cordel de la vestimenta—. Los pantalones ahí guapísimos, las botacas… ¡Todo OK, un 100 de 10! ¡Bueno, me piro que quiero ver al resto! ¡BYEEE!
El niño era un prisas desde luego, haciendo una rápida bomba de humo después de apreciar al distinguido Connor. Además ya lo vería luego, el tema del chaleco ese tan apretado parecía algo que tardaría un rato por lo que salió del vestidor con la cabeza bien alta y el sombrero de copa colocado debidamente. Entró primero por aquella sala llena de instrumentos, entre los cuales había muchísimos que le llamaban la atención al chiquillo, por desgracia ya iba impacientado hacia el salón de baile en donde estuvo impresionado de nuevo por todo el escenario, si se adaptara bien podrían hacerse una funciones de circo tremendas con trapecistas y todo. Sin embargo no tardó en mirar a dos figuras que se encontraban al lado del piano. Damián levantó la mano, sacando pecho mientras enfocaba la vista para verlos mejor mientras se acercaba.
Y un diminuto fuego, ocultado irónicamente por su maquillaje flamígero, se encendió en su cara. No pasó desapercibido Nohlem, con aquel traje con capa, de tonalidades verdes y detalles que gritaban realeza en su estado más puro. Lo que le despertó aquel sentimiento, que llevó a su mirada posarse en aquella persona sin perder detalle, era Aniol. Era… una princesa verdaderamente, una total y absoluta… ¿belleza? Con solo el maquillaje no pudo apreciarlo del todo pero aquel vestido tan bonito, elegante, los adornos de éste, los colores… hasta Damian estaba confundido de toda esa avalancha de sentimientos que sometían a su yo mas enérgico en algo más reservado incluso. Menos mal que llevaba maquillaje pero sus orejas lo delataban pues estaban rojísimas.
—Hooola, hola... —Damian saludó de nuevo, esta vez verbalizado pero de aquella manera. ¿Por qué no podía dejar de ver a su mejor amigo? Apartó un poco la mirada de esos amielados ojos, sintiéndose incluso intimidado por lo deslumbrante que estaba la princesa del baile. Recuperó la compostura como pudo, mirando más a Nohlem que a Aniol por pura vergüenza tonta—. ¡E-Estais bien elegantes! ¡El príncipe y…! Y la princesa —bajando el tono al mencionar a Aniol se aventuró a mirar de nuevo al susodicho, teniendo una sonrisa tímida pero, sobre todo, melosa, llevada por todos sus pensamientos que gritaban: “parece una chica”. Era de las poquísimas veces que hablaba más dentro de su cabeza que con su boca—. ¡Ah! Ehh... ¡Eso! ¿Queeee os parece mi traje? ¿Os mola? Es de maestro de ceremonias —se animó a sonreír mientras se mostraba de frente y espalda. Sin embargo sus ojos obsidiana no paraban de brillar, atados inconscientemente en el encanto que emitía Aniol.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Re: Palacete
28/01/24, 12:10 pm
En cuanto entró, Rick dejó el conjunto a un lado junto con las armas y empezó a desvestirse. Iba sin prisa ninguna tanto para quitarse la ropa de diario como para ponerse las nuevas y elegantes galas. Mientras iba colocándose los pantalones, la camisa y todo lo demás prestaba atención al jaleo que tenían montado en el resto de vestidores a sus lados. La entregada actuación del varmano, a la que se había sumado Aniol también, le sacó una amplia sonrisa. No se les daba nada mal. -Tened cuidado no vayáis a dar todo antes del baile, ¿eh?- les dijo en voz alta. Si luego se animaban y además de tocar se sabían alguna canción que pegara con el ambiente, sería un toque más divertido a un baile que ya de por sí prometía ser interesante. Poco después los dos anunciaron que estaban listos y los esperarían en el salón de baile. -Va. Yo en breve voy para allá- les respondió mientras seguía vistiéndose.
En la misma tarea seguían Damian, Ethan y Connor, al menos por lo que escuchaba con el griterío. Negó con la cabeza divertido con el intercambio entre el motero y el niño mientras se iba colocando los últimos botones de la chaqueta antes de ponerse la gabardina. Hace unos minutos estaban decidiendo si era buena idea entrar allí y ahora casi parecía que pudieran estar de nuevo en La Tierra en alguna fiesta donde la única preocupación era pasarlo bien. Se hacía tan extraño tener tanta calma...
El neoyorquino terminó de ajustarse la gabardina a los hombros y se miró al espejo del vestidor. Comprobó que todo estuviera bien desde un par de ángulos, pero no había nada que corregir. Le quedaba perfecto. Satisfecho, se apreció sonriente con aquel traje por unos momentos antes de doblar la otra ropa y dejarla en las pequeñas perchas del lateral. Eso lo dejaría allí, al fin y al cabo tenían que volver a cambiarse, pero lo que sí iba a llevarse serían las armas por si acaso. Abrió las cortinas y luego cogió el sable y el arco con ambas manos, rumbo al punto de encuentro. El sonido de los zapatos repiqueteaba con cada paso que daba tanto allí como luego en el pasillo, recordándole que aún en el caos habían encontrado un pequeño momento de felicidad. Uno que iban a aprovechar, por supuesto. -(Espero de verdad que podamos tener la fiesta en paz)- deseó durante el camino una última vez.
En cuanto llegó a la sala de instrumentos-salón de baile, saludó con ánimo a los ya presentes: -¿Cómo van los preparativos por aquí?- El neoyorquino se acercó un momento a la pared para dejar las armas apoyadas en la pared, en uno de los pocos lugares dónde no había un instrumento de por medio y lo más cerca posible del piano y la otra sala. Con eso listo, ya fue con los tres y pudo apreciar mejor qué habían elegido. Llevándose una mano al mentón, miró con tranquilidad el traje de cada uno. -¡Vaya! Tenemos un elegante maestro de ceremonias hecho y derecho y nuestra querida princesa no podría haber escogido un vestido mejor, sin duda es un conjunto precioso... Aunque no sabía que también teníamos un príncipe- alabó en orden, acabando con una sonrisilla para el varmano. Ya con los que llevaba vistos, estaba claro que cada uno iba a destacar con un estilo propio. Elegantes todos, sí, pero que no iban a parecerse seguramente a ningún otro. -Estáis muy guapos los tres- acabó añadiendo. Por suerte para el italiano, la novedad de la ropa había hecho que el neoyorquino no hubiera captado sus orejas coloradas de momento.
En la misma tarea seguían Damian, Ethan y Connor, al menos por lo que escuchaba con el griterío. Negó con la cabeza divertido con el intercambio entre el motero y el niño mientras se iba colocando los últimos botones de la chaqueta antes de ponerse la gabardina. Hace unos minutos estaban decidiendo si era buena idea entrar allí y ahora casi parecía que pudieran estar de nuevo en La Tierra en alguna fiesta donde la única preocupación era pasarlo bien. Se hacía tan extraño tener tanta calma...
El neoyorquino terminó de ajustarse la gabardina a los hombros y se miró al espejo del vestidor. Comprobó que todo estuviera bien desde un par de ángulos, pero no había nada que corregir. Le quedaba perfecto. Satisfecho, se apreció sonriente con aquel traje por unos momentos antes de doblar la otra ropa y dejarla en las pequeñas perchas del lateral. Eso lo dejaría allí, al fin y al cabo tenían que volver a cambiarse, pero lo que sí iba a llevarse serían las armas por si acaso. Abrió las cortinas y luego cogió el sable y el arco con ambas manos, rumbo al punto de encuentro. El sonido de los zapatos repiqueteaba con cada paso que daba tanto allí como luego en el pasillo, recordándole que aún en el caos habían encontrado un pequeño momento de felicidad. Uno que iban a aprovechar, por supuesto. -(Espero de verdad que podamos tener la fiesta en paz)- deseó durante el camino una última vez.
En cuanto llegó a la sala de instrumentos-salón de baile, saludó con ánimo a los ya presentes: -¿Cómo van los preparativos por aquí?- El neoyorquino se acercó un momento a la pared para dejar las armas apoyadas en la pared, en uno de los pocos lugares dónde no había un instrumento de por medio y lo más cerca posible del piano y la otra sala. Con eso listo, ya fue con los tres y pudo apreciar mejor qué habían elegido. Llevándose una mano al mentón, miró con tranquilidad el traje de cada uno. -¡Vaya! Tenemos un elegante maestro de ceremonias hecho y derecho y nuestra querida princesa no podría haber escogido un vestido mejor, sin duda es un conjunto precioso... Aunque no sabía que también teníamos un príncipe- alabó en orden, acabando con una sonrisilla para el varmano. Ya con los que llevaba vistos, estaba claro que cada uno iba a destacar con un estilo propio. Elegantes todos, sí, pero que no iban a parecerse seguramente a ningún otro. -Estáis muy guapos los tres- acabó añadiendo. Por suerte para el italiano, la novedad de la ropa había hecho que el neoyorquino no hubiera captado sus orejas coloradas de momento.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Palacete
28/01/24, 08:51 pm
La energía se conservaba latente en su pecho, más sin el ambiente a su alrededor la extrañeza del palacete caía sobre sus hombros con la pesadez de un deber no cumplido, la premisa de una tarea urgente que estaba ignorando para poder entretenerse. Por mucho que a este punto Nohlem confiase plenamente en su seguridad ahora no era un chico rodeado de otros, sino un único adulto y el menor del que era responsable. Quizás tendría que haber cogido su arco.
—Me vas a tener que contar más sobre las bodas en vuestro mundo —le dijo en un punto a Ania. Prefería oír su propia voz por encima de las que dejaban atrás en el pasillo y el vacío que ocupaba su lugar—. Para poder ser buen invitado.
Un espacio cerrado como era la sala de instrumentos bastó para calmar la estela de inquietud que le seguía, para que su sonrisa ganase en certeza. Guió a Ania hasta el piano y tomó asiento antes que él, ofreciéndole con una palmada un hueco a su lado. Tocó unas notas aparentemente aleatorias, el inicio realentizado de una canción. Lo había hecho sin pensar, se supone que iba a enseñarle primero el salón de baile a apenas unos pasos de distancia, pero en ocasiones hasta los comandos más sencillos bailaban en su mente. No se dio cuenta de su error hasta que Ania preguntó por el concierto.
—Oh, pues… —se llevó una mano al morro, su dedo empujando unas gafas que no estaban. Recordó sonreír, parte por el fallo, parte contagiado por la fascinación que la princesa parecía profesar por él, con un rubor casi invisible. El título le arrancó el soplido de una risa, halagado—. Y la princesa… ¿Amatista? —añadió mirando la flor en su pelo.
Captó un pequeño manchurrón de color a un lado. Su cuerpo no tuvo momento de tensarse al reconocerlo como Damian, volteando en su dirección para encontrárselo con traje y todo. Su boca formó una “o” antes de una sonrisa. Y pensar que ese chaval había llegado a la ciudad con un total de 0 prendas de su talla…
—¡Pero bueno! ¡Yo pensaba que teníamos a un bufón real, no al mismísimo director del circo! Qué honor —remató con voz grave—. Que porte, que elegancia.
Había algo diferente en el italiano, no en el maquillaje ni en la vestimenta, sino en su actitud; una timidez suave impropia de su agitado carácter. El varmano siguió la breve mirada de Damian hacia Ania, y a pesar de que en su sonrisa apareció una ola de ternura (y más que entendimiento, una corazonada) Nohlem no dijo nada. Se limitó a aplaudir cuando les enseñó su ropa con una vuelta.
—¡Oooh, está fantástico, maestro! —se giró de vuelta al piano—. Llegas justo a tiempo, estaba a punto de tocar algo para la princesa Ania. ¿Queréis bailar?
Algo nuevo le hizo levantar los dedos a tiempo de tocar nada, esta vez la voz de Rick. Nohlem resopló con fingido hastío y rodó los ojos aunque solo la polaca pudiera verle, como si ese comportamiento fuera habitual entre ellos.
—Pues espero que bien, que para algo eres mi mayordomo y ese es tu trabajo —podría haberse puesto a tocar inmediatamente para meterse en el papel de ricachón que ignora a sus sirvientes (tenía experiencia en ello), pero eso requería un control de la curiosidad del que carecía. Se giró hacia el neoyorko—. Oh.
Fue lo primero y único que soltó por un buen rato. Muy a pesar de tener bien construida una muralla en torno a Rick El Hetero, sus pupilas engrosaron. Debería estar más que acostumbrado a ver chicos en traje, era su día a día en Varmania al punto de resultar aburrido, pero quizás por el nuevo hábito a la roña, las estrellas de la gabardina o que ya de por sí era guapo y resaltaba con buenas telas, al varmano inevitablemente se le quedó cara de tonto. Por eso su falta de interés dolió tanto. Nohlem chasqueó la lengua y se volteó, barbilla alta, llevándose fuera de ángulo sus rubores y pensamientos. ¿Cómo podía sentirse tan decepcionado tras una sonrisa tan bonita? ¿De verdad eran esas todas las palabras que merecía?
—Gracias, aprecio que eso sea todo lo que tengas que decirme. “No sabía que también teníamos un príncipe…” —repitió con voz aguda—. Cómo se nota que eres el detective del grupo —añadió grave al contraste, con el tono más desinteresado del mundo. Después se volteó abruptamente para mirarle a los ojos, verde y azul contra sus turquesas, la mezcla de ambos—. Pues que sepas que tú no estás simplemente guapo, estás espectacular. Tu ropa es casi tan hermosa como tus ojos. Que digo tus ojos, como tu cara entera. Estás tan guapo que me molesta que seas heterosexual —una risa rompió su semblante serio, la cual se esforzó -inútilmente- en controlar. Negó en un vaivén, mirando hacia delante, cara al piano—. Tú te crees… ¿Qué clase de príncipe da más halagos de los que recibe? —dijo como si Rick no estuviera allí, y como si tal cosa comenzó a tocar. Transformó con maestría una carcajada en un suspiro, mirando a Ania de medio lado. Sus manos se movían solas—. ¿Crees que debería ejecutarlo?
Era una simple canción infantil, sobre una niña que se despeina por el viento camino al colegio. La clase de cancioncilla de primerizo que aprendes por partes, primero a una mano, luego a dos, una que había practicado miles de veces con su hermana a la flauta. Podía estar contando las estrellas en la gabardina de Rick y que aún le saliera sola.
—Me vas a tener que contar más sobre las bodas en vuestro mundo —le dijo en un punto a Ania. Prefería oír su propia voz por encima de las que dejaban atrás en el pasillo y el vacío que ocupaba su lugar—. Para poder ser buen invitado.
Un espacio cerrado como era la sala de instrumentos bastó para calmar la estela de inquietud que le seguía, para que su sonrisa ganase en certeza. Guió a Ania hasta el piano y tomó asiento antes que él, ofreciéndole con una palmada un hueco a su lado. Tocó unas notas aparentemente aleatorias, el inicio realentizado de una canción. Lo había hecho sin pensar, se supone que iba a enseñarle primero el salón de baile a apenas unos pasos de distancia, pero en ocasiones hasta los comandos más sencillos bailaban en su mente. No se dio cuenta de su error hasta que Ania preguntó por el concierto.
—Oh, pues… —se llevó una mano al morro, su dedo empujando unas gafas que no estaban. Recordó sonreír, parte por el fallo, parte contagiado por la fascinación que la princesa parecía profesar por él, con un rubor casi invisible. El título le arrancó el soplido de una risa, halagado—. Y la princesa… ¿Amatista? —añadió mirando la flor en su pelo.
Captó un pequeño manchurrón de color a un lado. Su cuerpo no tuvo momento de tensarse al reconocerlo como Damian, volteando en su dirección para encontrárselo con traje y todo. Su boca formó una “o” antes de una sonrisa. Y pensar que ese chaval había llegado a la ciudad con un total de 0 prendas de su talla…
—¡Pero bueno! ¡Yo pensaba que teníamos a un bufón real, no al mismísimo director del circo! Qué honor —remató con voz grave—. Que porte, que elegancia.
Había algo diferente en el italiano, no en el maquillaje ni en la vestimenta, sino en su actitud; una timidez suave impropia de su agitado carácter. El varmano siguió la breve mirada de Damian hacia Ania, y a pesar de que en su sonrisa apareció una ola de ternura (y más que entendimiento, una corazonada) Nohlem no dijo nada. Se limitó a aplaudir cuando les enseñó su ropa con una vuelta.
—¡Oooh, está fantástico, maestro! —se giró de vuelta al piano—. Llegas justo a tiempo, estaba a punto de tocar algo para la princesa Ania. ¿Queréis bailar?
Algo nuevo le hizo levantar los dedos a tiempo de tocar nada, esta vez la voz de Rick. Nohlem resopló con fingido hastío y rodó los ojos aunque solo la polaca pudiera verle, como si ese comportamiento fuera habitual entre ellos.
—Pues espero que bien, que para algo eres mi mayordomo y ese es tu trabajo —podría haberse puesto a tocar inmediatamente para meterse en el papel de ricachón que ignora a sus sirvientes (tenía experiencia en ello), pero eso requería un control de la curiosidad del que carecía. Se giró hacia el neoyorko—. Oh.
Fue lo primero y único que soltó por un buen rato. Muy a pesar de tener bien construida una muralla en torno a Rick El Hetero, sus pupilas engrosaron. Debería estar más que acostumbrado a ver chicos en traje, era su día a día en Varmania al punto de resultar aburrido, pero quizás por el nuevo hábito a la roña, las estrellas de la gabardina o que ya de por sí era guapo y resaltaba con buenas telas, al varmano inevitablemente se le quedó cara de tonto. Por eso su falta de interés dolió tanto. Nohlem chasqueó la lengua y se volteó, barbilla alta, llevándose fuera de ángulo sus rubores y pensamientos. ¿Cómo podía sentirse tan decepcionado tras una sonrisa tan bonita? ¿De verdad eran esas todas las palabras que merecía?
—Gracias, aprecio que eso sea todo lo que tengas que decirme. “No sabía que también teníamos un príncipe…” —repitió con voz aguda—. Cómo se nota que eres el detective del grupo —añadió grave al contraste, con el tono más desinteresado del mundo. Después se volteó abruptamente para mirarle a los ojos, verde y azul contra sus turquesas, la mezcla de ambos—. Pues que sepas que tú no estás simplemente guapo, estás espectacular. Tu ropa es casi tan hermosa como tus ojos. Que digo tus ojos, como tu cara entera. Estás tan guapo que me molesta que seas heterosexual —una risa rompió su semblante serio, la cual se esforzó -inútilmente- en controlar. Negó en un vaivén, mirando hacia delante, cara al piano—. Tú te crees… ¿Qué clase de príncipe da más halagos de los que recibe? —dijo como si Rick no estuviera allí, y como si tal cosa comenzó a tocar. Transformó con maestría una carcajada en un suspiro, mirando a Ania de medio lado. Sus manos se movían solas—. ¿Crees que debería ejecutarlo?
Era una simple canción infantil, sobre una niña que se despeina por el viento camino al colegio. La clase de cancioncilla de primerizo que aprendes por partes, primero a una mano, luego a dos, una que había practicado miles de veces con su hermana a la flauta. Podía estar contando las estrellas en la gabardina de Rick y que aún le saliera sola.
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Re: Palacete
29/01/24, 01:40 pm
Colmillo observó con curiosidad la prenda que le mostraba Connor antes de que este desapareciera en las cortinas y luego dejó la camisa morada de nuevo en su sitio antes de volver a coger la túnica borgoña a la que se había referido el humano. Ciertamente le gustaban los detalles dorados, pero no estaba del todo seguro de que el color le quedara del todo bien. Además, ¿no era acaso esta la mejor oportunidad para probar otros colores en él? ¿Quizás uno que ni Dosto ni Kusny hubieran usado jamás para hacerle ropa? Pensando en los tonos completamente oscuros que había elegido el motero, Szczenyak recuperó el pantalón ajustado negro que había estado mirando, aunque todavía no del todo convencido por la forma, pero justo tras él vio un conjunto que le había pasado desapercibido anteriormente.
-Esto es un poco… corto -murmuró para sí mientras levantaba la percha frente a él y tragaba audiblemente con las orejas bajas por la vergüenza.
La falda era larga, con una gran raja que llegaba a la cadera y pañuelos con borlas y flecos colgando y la parte de arriba tenía una media capa atada de hombro a hombro y unida a las mangas, que estaban hechas de brazaletes y separadas de la camiseta. La camiseta, por otro lado, era más corta de lo que nunca se había atrevido a vestir Colmillo.
Mientras luchaba entre la vergüenza y el picor por llevar esa combinación de negros, blancos y dorados, sus ojos captaron otro conjunto, que decidió coger también por un impulso. La falda del nuevo conjunto era más discreta, más larga, con más vuelo y completamente negra, con un fajín con detalles dorados que llegaba hasta el suelo. El chaleco, por otro lado, tapaba todo lo que la camiseta del otro conjunto no hacía, pero por el contrario exponía prácticamente todo el pecho.
-Joder -murmuró tragando de nuevo.
El vittya inclinó la cabeza pasando la vista de uno a otro conjunto, mientras escuchaba de fondo las conversaciones que salían de los probadores. A pesar de toda la vergüenza que le daba pensar en sí mismo con cualquiera de los dos conjuntos puestos, la cosa es que le gustaban mucho. El estilo era algo con lo que se podía sentir identificado, pero el color oscuro y lo revelador de las prendas no eran detalles a los que estuviera habituado.
Mirando por encima del hombro hacia la puerta por la que habían desaparecido Nohlem y Aniol, Colmillo pensó que independientemente de lo que se pusiera, lo más seguro es que no iba a ser juzgado como si estuviera en Zemlya. “Les puedo decir que esto es típico y ellos tendrán que creerme” se convenció, cogiendo los dos conjuntos y metiéndose en el probador libre más cercano, sintiéndose bastante tonto por haberle dado tantísimas vueltas a una simple ropa.
Una vez estuvo vestido con el conjunto finalmente elegido, Colmillo esperó conscientemente a que todos sus compañeros hubieran salido ya hacia la sala de baile y les siguió a una distancia prudencial, todavía tirando de algunas de sus prendas para intentar tapar un poco más de lo que la ropa lo permitía. Aunque se había gustado mucho en el espejo, todavía se sentía bastante inseguro de estar mostrando tanto de su piel.
“Joder, aun estoy a tiempo de volver y ponerme una camisa debajo” pensó tirando un poco más de la corta camiseta mientras entraba discretamente por la puerta esperando pasar desapercibido.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Re: Palacete
30/01/24, 10:40 am
Connor siguió probando de forma inútil varias formas de ponerse el corset solo, pero la flexibilidad no era una de esas puñeteras cosas que se le dieran bien. Mientras tanto, escuchaba con una sonrisa la conversación de al lado entre Ethan y Damian. Era jodidamente agradable ver al niño tan entusiasmado con todo aquello, y tras todas las putadas que habían tenido que aguantar... Era lo menos que merecían Aniol y Damian, y ya de paso todos los demás. <<Nos merecemos tener un respiro, joder... Y si esta casa es de alguien pues que le den por culo... Que hubiera cerrado la puta puerta>>. A pesar de eso, una duda cruzó su rostro durante un segundo. ¿Estaban haciendo bien? La duda quedó disipada poco después. Era difícil salir de la alegría y tranquilidad cuando llevabas un mes y medio sin disfrutarla del todo.
-¡No tengo dudas de que vas a ir guapo y elegante de COJONES!- Terminó el insulto con una risotada y divertido al ver que el niño se había cortado en hacerlo en el último momento.- ¡Y eso estoy intentado! Pero ésta mierda es más... difícil de lo que... creía... ¡Joder!- Exclamó con frustración cuando la prenda volvió a caérsele al suelo.
Por suerte, tanto el italiano como el japonés por fin terminaron y se dirigieron a su probador. El motero seguía enfrascado en intentar atarse aunque fuera solo un jodido cordel, pero es que era imposible hacer nada por mucho que lo intentara. Las palabras de Ethan fueron lo que lo sacaron de esa concentración, con un insulto que Connor no pilló el motivo pero que le hizo torcer el gesto con una mueca divertida y que sus ojos se clavaran en él. Ya lo había visto con aquel maquillaje, pero era casi como si su mente lo hubiera olvidado y volviera a sorprenderle de nuevo. Cuando le dijo que estaba guapo de cojones no mentía para nada...
-¿Eh? ¿Y yo qué mierda he hecho ahora, capullo?-Le soltó con una sonrisa mientras retiraba las manos y dejaba que Ethan se encargara de todo. En aquel instante al motero le era incapaz de ver a su amigo, ya que estaba enfrascado justo detrás de su espalda. Pero el tono de voz que siguió le tomó por sorpresa y le hizo fruncir el ceño confundido. Sin saber muy bien por qué le preguntaba cómo se le ocurría ponerse algo así. ¿Es que era jodidamente raro que lo hiciera? A él no le parecía demasiado atrevido, joder... Tardó poco más de un par de segundos en entender de qué cojones podía ir todo aquello, quizás. Y el murmullo final se lo confirmó... ¿O eso es lo que él quería creer? En cualquier caso, una sonrisa floreció en el rostro de Connor mientras un calor empezaba a recorrerle.- Hmmm... Me gustan los putos chalecos... ¿te acuerdas, cabronazo?- Fue lo único que pudo decir antes de que la voz gritona de Damian se adueñara de todo.
El italiano le hizo soltar varias carcajadas ante lo que decía y giró un poco la cabeza para intentar verlo sin mucho éxito, pues no quería joder el trabajo con los cordeles de Ethan, aún así pudo ver algo de su chaqueta larga y una pajarita. -¡Gracias, cabroncete! Ésto es lo más elegante que me verá nadie ponerme en mi puñetera vida...- Empezó a decir con cierto orgullo de gilipollas. Luego se dispuso a decirle a Damian que se acercara por un lado para poder verle mejor, pero antes de que abriera la puta boca el italiano ya se estaba marchando, con las prisas en cada parte de su ser.- ¡Espera, Damian! ¡Que no te he visto bien, cojones!- Diría en vano mientras escuchaba sus pasos alejarse a toda prisa. Connor suspiró con diversión, mientras pensaba que sería otra de las sorpresas que le esperarían en el salón de baile cuando saliera.- Qué prisas tiene el puto niño, ¿eh?- Le soltaría intentando mirarle de reojo, y ésta vez juraría que había visto rojo en la pálida piel del japonés.
Vale.
Estaba ocurriendo de nuevo. Una sensación de calidez recorriéndole con más fuerza ante el halago que para él suponía aquello, pero sin que pudiera darle siquiera un puto nombre con exactitud a lo que sentía. Quizás se sentía algo... ¿un poco halagado de más? Connor frunció el ceño y decidió centrarse en su reflejo en el espejo y sobre todo en las cuatro cicatrices diagonales que surcaban su hombro derecho, mientras sentía los leves tirones de Ethan luchando contra los cordeles. Pero escapar de aquella sensación cálida no era jodidamente fácil, menos cuando su amigo empezaba a balbucear desde atrás.
-¿Ofrecer a Damian...? Ahh.... vale vale, joder...- Empezó a responder el motero una vez que entendió del todo la frase, con una corta risotada nerviosa. Divertido con su actitud, pero que solo le daban ganas de darse la vuelta y...- Si si, tengo que verlo bien al cabroncete. Bueno, a todos... ¿Tú ya sabes qué cojones vas a ponerte?- Le preguntó mientras Ethan parecía finalizar con los últimos cordeles.
De fondo se escuchaban las voces del resto, pero quedaron solapadas por el inconfundible sonido del piano a las puñeteras manos maestras de Nohlem. <<Qué cabronazo... Tengo que vengarme de alguna forma por haberse quedado con toda la puta atención antes...>> Pensó meditabundo y divertido durante varios segundos.
Una vez Ethan terminó, Connor se dio algo de tiempo en mirarse ante el espejo, a veces dándose la vuelta para verse desde atrás. Primero por la curiosidad que le daba ver cómo le quedaba... y segundo para despejarse un poco de mierdas confusas que no quería pensar ahora. El chaleco de corset le quedaba de puñetero escándalo, o es que Ethan había sabido ponérselo a la puta perfección. Apretaba un poco pero lo justo para marcar su torso ante la tela medio transparente, y entre eso y los pantalones de cuero negro y las botas... Connor sonrió satisfecho ante lo que veía. Aún así y con diversión, puso los ojos en blanco un segundo ante el nuevo " cumplido y ataque" de Ethan. Pero a esas alturas el motero se tomaba con mucho humor lo poco que estaban gustando sus jodidamente increíbles botas vaqueras. Además habían venido después de un halago, así que eso podía perdonarlo. Se dio la vuelta para mirarle bien en aquel probador, con los brazos cruzados.
-Espera, espera...- Empezó a decir mientras alzaba una mano con sorpresa fingida en su voz.- ¿Acabas de querer decir... que te gustan mis puñeteras botas vaqueras?- Exageró el motero con un tono estúpido, sabiendo muy bien que aquello era una mentira.- ¡Joder, no lo sabia! No tenías que fingir tanto si te gustaban, cojones...- Su tono adornado con un divertido e infantil sarcasmo, que Connor no tardó en cortar con una expresión que intentaba ser seria. Pero no le salía del todo por la sonrisa.- PEDAZO DE GILIPOLLAS.- Alzó la voz un poco en ésto último, con una ceja levantada y una mueca divertida, abandonando la broma para insultarle amistosamente por lo que solo podía explicarse como un ataque a sus botas. Connor soltó una corta risotada, para luego si ser sincero con sus palabras.- Gracias, cabronazo... La verdad que has hecho que me quede de puñetera madre...- Se pasó las manos por el chaleco nuevo como si estuviera alisando sus arrugas para hacer énfasis en aquello.
El motero se quedó un par de segundos mirándole con una expresión algo indescifrable, antes de parecer tomar riendas de su propio puto cuerpo y volver a hablar.
-Sería muy de hijoputa que me fuera ahora y te dejara aquí solo, ¿verdad, joder?- Empezó a decir el motero con una sonrisa. ¿Por qué mierda se ponía un poco nervioso?- ¿Quieres que te ayude a encontrar lo que sea? No te pondré a la fuerza unas putas botas como las mías... Bueno, en realidad no puedo prometer esa mierda.-
-¡No tengo dudas de que vas a ir guapo y elegante de COJONES!- Terminó el insulto con una risotada y divertido al ver que el niño se había cortado en hacerlo en el último momento.- ¡Y eso estoy intentado! Pero ésta mierda es más... difícil de lo que... creía... ¡Joder!- Exclamó con frustración cuando la prenda volvió a caérsele al suelo.
Por suerte, tanto el italiano como el japonés por fin terminaron y se dirigieron a su probador. El motero seguía enfrascado en intentar atarse aunque fuera solo un jodido cordel, pero es que era imposible hacer nada por mucho que lo intentara. Las palabras de Ethan fueron lo que lo sacaron de esa concentración, con un insulto que Connor no pilló el motivo pero que le hizo torcer el gesto con una mueca divertida y que sus ojos se clavaran en él. Ya lo había visto con aquel maquillaje, pero era casi como si su mente lo hubiera olvidado y volviera a sorprenderle de nuevo. Cuando le dijo que estaba guapo de cojones no mentía para nada...
-¿Eh? ¿Y yo qué mierda he hecho ahora, capullo?-Le soltó con una sonrisa mientras retiraba las manos y dejaba que Ethan se encargara de todo. En aquel instante al motero le era incapaz de ver a su amigo, ya que estaba enfrascado justo detrás de su espalda. Pero el tono de voz que siguió le tomó por sorpresa y le hizo fruncir el ceño confundido. Sin saber muy bien por qué le preguntaba cómo se le ocurría ponerse algo así. ¿Es que era jodidamente raro que lo hiciera? A él no le parecía demasiado atrevido, joder... Tardó poco más de un par de segundos en entender de qué cojones podía ir todo aquello, quizás. Y el murmullo final se lo confirmó... ¿O eso es lo que él quería creer? En cualquier caso, una sonrisa floreció en el rostro de Connor mientras un calor empezaba a recorrerle.- Hmmm... Me gustan los putos chalecos... ¿te acuerdas, cabronazo?- Fue lo único que pudo decir antes de que la voz gritona de Damian se adueñara de todo.
El italiano le hizo soltar varias carcajadas ante lo que decía y giró un poco la cabeza para intentar verlo sin mucho éxito, pues no quería joder el trabajo con los cordeles de Ethan, aún así pudo ver algo de su chaqueta larga y una pajarita. -¡Gracias, cabroncete! Ésto es lo más elegante que me verá nadie ponerme en mi puñetera vida...- Empezó a decir con cierto orgullo de gilipollas. Luego se dispuso a decirle a Damian que se acercara por un lado para poder verle mejor, pero antes de que abriera la puta boca el italiano ya se estaba marchando, con las prisas en cada parte de su ser.- ¡Espera, Damian! ¡Que no te he visto bien, cojones!- Diría en vano mientras escuchaba sus pasos alejarse a toda prisa. Connor suspiró con diversión, mientras pensaba que sería otra de las sorpresas que le esperarían en el salón de baile cuando saliera.- Qué prisas tiene el puto niño, ¿eh?- Le soltaría intentando mirarle de reojo, y ésta vez juraría que había visto rojo en la pálida piel del japonés.
Vale.
Estaba ocurriendo de nuevo. Una sensación de calidez recorriéndole con más fuerza ante el halago que para él suponía aquello, pero sin que pudiera darle siquiera un puto nombre con exactitud a lo que sentía. Quizás se sentía algo... ¿un poco halagado de más? Connor frunció el ceño y decidió centrarse en su reflejo en el espejo y sobre todo en las cuatro cicatrices diagonales que surcaban su hombro derecho, mientras sentía los leves tirones de Ethan luchando contra los cordeles. Pero escapar de aquella sensación cálida no era jodidamente fácil, menos cuando su amigo empezaba a balbucear desde atrás.
-¿Ofrecer a Damian...? Ahh.... vale vale, joder...- Empezó a responder el motero una vez que entendió del todo la frase, con una corta risotada nerviosa. Divertido con su actitud, pero que solo le daban ganas de darse la vuelta y...- Si si, tengo que verlo bien al cabroncete. Bueno, a todos... ¿Tú ya sabes qué cojones vas a ponerte?- Le preguntó mientras Ethan parecía finalizar con los últimos cordeles.
De fondo se escuchaban las voces del resto, pero quedaron solapadas por el inconfundible sonido del piano a las puñeteras manos maestras de Nohlem. <<Qué cabronazo... Tengo que vengarme de alguna forma por haberse quedado con toda la puta atención antes...>> Pensó meditabundo y divertido durante varios segundos.
Una vez Ethan terminó, Connor se dio algo de tiempo en mirarse ante el espejo, a veces dándose la vuelta para verse desde atrás. Primero por la curiosidad que le daba ver cómo le quedaba... y segundo para despejarse un poco de mierdas confusas que no quería pensar ahora. El chaleco de corset le quedaba de puñetero escándalo, o es que Ethan había sabido ponérselo a la puta perfección. Apretaba un poco pero lo justo para marcar su torso ante la tela medio transparente, y entre eso y los pantalones de cuero negro y las botas... Connor sonrió satisfecho ante lo que veía. Aún así y con diversión, puso los ojos en blanco un segundo ante el nuevo " cumplido y ataque" de Ethan. Pero a esas alturas el motero se tomaba con mucho humor lo poco que estaban gustando sus jodidamente increíbles botas vaqueras. Además habían venido después de un halago, así que eso podía perdonarlo. Se dio la vuelta para mirarle bien en aquel probador, con los brazos cruzados.
-Espera, espera...- Empezó a decir mientras alzaba una mano con sorpresa fingida en su voz.- ¿Acabas de querer decir... que te gustan mis puñeteras botas vaqueras?- Exageró el motero con un tono estúpido, sabiendo muy bien que aquello era una mentira.- ¡Joder, no lo sabia! No tenías que fingir tanto si te gustaban, cojones...- Su tono adornado con un divertido e infantil sarcasmo, que Connor no tardó en cortar con una expresión que intentaba ser seria. Pero no le salía del todo por la sonrisa.- PEDAZO DE GILIPOLLAS.- Alzó la voz un poco en ésto último, con una ceja levantada y una mueca divertida, abandonando la broma para insultarle amistosamente por lo que solo podía explicarse como un ataque a sus botas. Connor soltó una corta risotada, para luego si ser sincero con sus palabras.- Gracias, cabronazo... La verdad que has hecho que me quede de puñetera madre...- Se pasó las manos por el chaleco nuevo como si estuviera alisando sus arrugas para hacer énfasis en aquello.
El motero se quedó un par de segundos mirándole con una expresión algo indescifrable, antes de parecer tomar riendas de su propio puto cuerpo y volver a hablar.
-Sería muy de hijoputa que me fuera ahora y te dejara aquí solo, ¿verdad, joder?- Empezó a decir el motero con una sonrisa. ¿Por qué mierda se ponía un poco nervioso?- ¿Quieres que te ayude a encontrar lo que sea? No te pondré a la fuerza unas putas botas como las mías... Bueno, en realidad no puedo prometer esa mierda.-
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Palacete
30/01/24, 04:09 pm
Damian se había ido. No podía culpar al pequeño, él también tenía curiosidad por ver cómo estaban los demás vestidos, ahora bien de lo que si podía culparlo era de la vendida. Dejarle a solas con Connor y sus propios sentimientos era hacerle demasiado consciente de cómo estaba cambiando el ambiente. Quizá era por lo tranquilos que estaban, por la seguridad aislada que les brindaba el palacio o por el simple hecho de que por primera vez desde que habían llegado a esa horrible ciudad podían ser simplemente jóvenes, fuera como fuese Ethan se sentía extraño. Ya no era la simple cercanía y la confianza ganada, si no que bajo todas esas capas protectivas se hallaba un corazón más blandito que latía con fuerzas renovadas. Ya no tenía que preocuparse por racionar la comida, porque volvieran a salvo o porque estuvieran bien, no, todo se basaba en ajustar correctamente el chaleco a su compañero y en buscar nueva ropa con la que sentirse cómodo. Era refrescante.
-Y se marchó… -Canturreaba por lo bajo para anunciar la escapada del italiano, divertido a pesar de la situación. Giró el rostro para seguir al niño con la mirada, asegurándose de que se adentrará en la misma habitación que el resto y una vez confirmado volvió a su quehacer. -Me preguntó si Aniol habrá encontrado un vestido lindo... ¿Se habrá llevado alguna tiara? Si no habrá que buscarle alguna.
Una sonrisa dibujó su rostro complaciente al imaginárselo en un vestidito pomposo, de colores púrpuras y rosados similares a las películas infantiles de Barbie, con una bella tiara decorando su oscuro pelo. Un lindo cuadro que fue poco a poco difuminado bajo los músculos marcados del pelirrosa. Ethan tragó saliva en cuanto Connor empezó a dar vueltas en torno al espejo, aprovechando las vistas regaladas para deleitarse el mismo con cada curva pronunciada que el corsé le sacaba.
-No, todavía noooo… -A medida que hablaba acababa alargando las últimas sílabas, un movimiento que imitaba cada vez que iba inclinándose para ver en el reflejo tras la espalda del pelirrosa. -Vi algunos conjuntos, pero no me dio tiempo a decidir nada
Decidió guardarse para sí que en parte estaba aún inseguro de escoger, que le daba profunda vergüenza llevar un traje tradicional cuando nunca había usado falda y que verse tan elegante contrastaba tanto con su imagen cotidiana que asustaba un poco. Nada demasiado grave más allá de algunas dudas que por suerte se compensaba con el ambiente seguro y distendido donde sabía que no sería juzgado más allá de alguna broma entre colegas.
-Bueno estaba pensando en llevar una… -Se quedó a medias, mudo cuando su compañero decidió girarse y se encontró de golpe con sus ojos clavados en los suyos. Una sonrisa nerviosa flaqueaba de entre sus labios. ¿Siempre había sido así de alto? Ahora que estaban tan cerca la diferencia se notaba abisal. -Falda….
Dios, era tontisimo. Ethan empezó a reírse, incrédulo ante el hecho de que volviera a sacar el tema de sus botas, que las quisiera defender tanto le causaba una ternura que no sabía explicar, como si el armario de casi dos metros que tenía delante no fuera más que un niño caprichoso que se había ilusionado por un sueño infantil. Era adorable, Connor en general lo era, si rascabas esa superficie intimidante te encontrabas con un amigo fiel y empático que se esforzaba por ayudar a otros. Uno que bien podría partirte la cabeza con un solo brazo y cargarte como si pesaras menos que una pluma… y uno al que cuanto más miraba más se le iba la mirada hacía su pecho, allí donde las transparencias eran cada vez más visibles. Ethan pestañeo varias veces desconcentrado, no había escuchado lo último.
-Ah, si, claro, me encantan, si. Buah son increíbles... -Sus ojos trataron de bajar hasta los zapatos, un intentó pobre por volver a enfocar su atención. Se río otro poco, una risa muda mientras negaba con la cabeza incapaz de mentir al respecto. Eran horribles, horriblemente horteras. -Dios, no, no puedo ¡Perdón! Son feísimas, tienes un conjunto precioso y de golpe PUM ESPUELAS!! -Las señalo con ofensa fingida, remarcando con énfasis sus palabras.
Que le insultara no era nuevo, con la confianza que tenían el japonés solo le dedicó una amplía sonrisa, de estas que gritaban soy un niño bueno aún a pesar de que sabía que no lo era. Al menos que asumiera que le había dejado estupendo le llenó parte del orgullo, satisfecho por el buen trabajo, pero de nuevo, como un reloj que está condenado a dar la misma hora aún estando roto el pelirrosa le ofreció acompañarle y sus mejillas volvieron a verse manchadas. Eso iba con… no, claro que no, solo estaba siendo un buen amigo.
-Ah, claro, vale si, gracias. -Se encogió de hombros apartando la mirada para buscar el armario que había encontrado antes, todo fuera por entretenerse. -No había pensado aún en calzado, bueno, apenas había pensado en nada….
Confesó con una sonrisa tímida pillada en su rostro. El contexto era el mismo que siempre, ellos divirtiéndose juntos y aún así se notaba diferente, como si el vivir algo tan cotidiano entre otras paredes también hubiera moldeado la relación que tenían. La nueva música de fondo no ayudaba a sentir más liviano el ambiente, al contrarío, el piano le dejaba con ensoñaciones en las que no quería pensar. Fue a donde los dragones marcaban su destino y empezó a buscar distraído algún conjunto que pudiera relucir en él, tratando de borrar de su pecho la sensación atosigante que le invadía. ¿Se verían todos tan guapos? No podía apenas soportar a uno como para enfrentarse al hecho de que todos sus amigos eran preciosos, joder es que lo eran. Sus manos alcanzaron entonces una camiseta enorme cuya mitad faltaba, de un blanco cremoso y una manga exageradamente amplia, bajo esta se ocultaba una rojiza solo para hacer juego con el cinturón que tenía al lado. Le saturaba la cantidad de accesorios que parecía demandar aquel conjunto pero a la vez se veía precioso, la falda caía prácticamente sobre los zapatos, un azulado grisáceo decorado con filigranas dorados y a su derecha colocado había un par de guantes largos, decorados con pequeños cristales rojizos. Era elegante, tradicional y a la vez con un toque más hombril, lejos de vestidos más clásicos femeninos.
-Vaya esto es, demasiado enrevesado… ¿Te importaría ayudarme con todos los cintos? -Le preguntó mientras iba cediendo algunas prendas para que pudiera ayudarle a llevarlas, la vergüenza seguía palpable en su rostro, pero también una renovada ilusión que hacía de sus iris un cielo lleno de estrellas. -Madre mía, no se yo si esto va a ser buena idea.
Cuando llegaron al probador empezó a desvestirse sin cerrar del todo la puerta, la costumbre de haberse quedado tantas veces en calzoncillos en el cuarto compartido. Era verdad que siempre lo hacía de espaldas y esta vez no fue diferente, tampoco era pudor específico sino un intentó de ocultar las marcas que la ropa ancha tan bien escondía. Ambos brazos estaban repletos de cicatrices, antiguos cortes en el dorso de uno y la cara del otro mientras que su pierna herida seguía siendo identificable por la media de comprensión que solo se quitaba en momentos concretos, nunca a la vista de nadie.
Poco a poco empezó a vestirse sin mayor apuro, la ropa inferior iba ajustada tanto por la camisa oscura como los guantes pero el resto era tan holgada que resultaba sedosa y suave al tacto. Dejó que la blusa ancha descansase caída sobre su hombro y tardó un rato en dar con la posición correcta del faldón para que, aún siendo de su tamaño dejara de caerse. Lo complicado era ahora atar todo el cinturón, porque una tela gorda a modo de corsé pequeño se cerraba en torno a su cintura y sobre ese decorado empezaban a entrelazarse diferentes cuerdas y telas. Ethan era incapaz por mañoso que fuera de atar nada entre sí.
-Ishh pensé que podría pero no llegó bien atrás y con tanto nudo esto es desesperante. -Se río un tanto nervioso a medida que empujaba la puerta del camerino para que pasara de estar medio cerrada a completamente abierta, apenas un toque para invitarlo a acercarse. -¿Crees poder? Si no puedo ir a buscar a Aniol. -Su mirada buscó la de Connor en una mezcla entre la timidez que le daba pero la necesidad que tenía de que alguien reafirmara que no se veía como un idiota con ese traje.
>>¿Tú lo ves bien? Nunca he llevado nada así. Si te soy sincero, me da muchísima vergüenza. -Acompañó la confesión con una amplía sonrisa mientras giraba en el propio sitio para que la falda tomara un poco de vuelo. Tenía que estar sujetándola por las caderas para evitar que pudiera bajarse pero a falta de tener todo el conjunto listo era la única forma de presumir de ella. -Quiero decir, no sé, es raro. -Otra risa, suave, apenas audible. -Aunque, un día es un día no? Y si tu llevas esas botas pues yo llevo esta cosa.
Trató de buscar confianza en sus propias palabras, colocando los brazos en jarra antes de romper la postura para volver a reírse. Dioses, estaba horrendamente nervioso, daba igual cuánto hablase o cuanto se moviera en el sitio, no podía disimularlo.
-Y se marchó… -Canturreaba por lo bajo para anunciar la escapada del italiano, divertido a pesar de la situación. Giró el rostro para seguir al niño con la mirada, asegurándose de que se adentrará en la misma habitación que el resto y una vez confirmado volvió a su quehacer. -Me preguntó si Aniol habrá encontrado un vestido lindo... ¿Se habrá llevado alguna tiara? Si no habrá que buscarle alguna.
Una sonrisa dibujó su rostro complaciente al imaginárselo en un vestidito pomposo, de colores púrpuras y rosados similares a las películas infantiles de Barbie, con una bella tiara decorando su oscuro pelo. Un lindo cuadro que fue poco a poco difuminado bajo los músculos marcados del pelirrosa. Ethan tragó saliva en cuanto Connor empezó a dar vueltas en torno al espejo, aprovechando las vistas regaladas para deleitarse el mismo con cada curva pronunciada que el corsé le sacaba.
-No, todavía noooo… -A medida que hablaba acababa alargando las últimas sílabas, un movimiento que imitaba cada vez que iba inclinándose para ver en el reflejo tras la espalda del pelirrosa. -Vi algunos conjuntos, pero no me dio tiempo a decidir nada
Decidió guardarse para sí que en parte estaba aún inseguro de escoger, que le daba profunda vergüenza llevar un traje tradicional cuando nunca había usado falda y que verse tan elegante contrastaba tanto con su imagen cotidiana que asustaba un poco. Nada demasiado grave más allá de algunas dudas que por suerte se compensaba con el ambiente seguro y distendido donde sabía que no sería juzgado más allá de alguna broma entre colegas.
-Bueno estaba pensando en llevar una… -Se quedó a medias, mudo cuando su compañero decidió girarse y se encontró de golpe con sus ojos clavados en los suyos. Una sonrisa nerviosa flaqueaba de entre sus labios. ¿Siempre había sido así de alto? Ahora que estaban tan cerca la diferencia se notaba abisal. -Falda….
Dios, era tontisimo. Ethan empezó a reírse, incrédulo ante el hecho de que volviera a sacar el tema de sus botas, que las quisiera defender tanto le causaba una ternura que no sabía explicar, como si el armario de casi dos metros que tenía delante no fuera más que un niño caprichoso que se había ilusionado por un sueño infantil. Era adorable, Connor en general lo era, si rascabas esa superficie intimidante te encontrabas con un amigo fiel y empático que se esforzaba por ayudar a otros. Uno que bien podría partirte la cabeza con un solo brazo y cargarte como si pesaras menos que una pluma… y uno al que cuanto más miraba más se le iba la mirada hacía su pecho, allí donde las transparencias eran cada vez más visibles. Ethan pestañeo varias veces desconcentrado, no había escuchado lo último.
-Ah, si, claro, me encantan, si. Buah son increíbles... -Sus ojos trataron de bajar hasta los zapatos, un intentó pobre por volver a enfocar su atención. Se río otro poco, una risa muda mientras negaba con la cabeza incapaz de mentir al respecto. Eran horribles, horriblemente horteras. -Dios, no, no puedo ¡Perdón! Son feísimas, tienes un conjunto precioso y de golpe PUM ESPUELAS!! -Las señalo con ofensa fingida, remarcando con énfasis sus palabras.
Que le insultara no era nuevo, con la confianza que tenían el japonés solo le dedicó una amplía sonrisa, de estas que gritaban soy un niño bueno aún a pesar de que sabía que no lo era. Al menos que asumiera que le había dejado estupendo le llenó parte del orgullo, satisfecho por el buen trabajo, pero de nuevo, como un reloj que está condenado a dar la misma hora aún estando roto el pelirrosa le ofreció acompañarle y sus mejillas volvieron a verse manchadas. Eso iba con… no, claro que no, solo estaba siendo un buen amigo.
-Ah, claro, vale si, gracias. -Se encogió de hombros apartando la mirada para buscar el armario que había encontrado antes, todo fuera por entretenerse. -No había pensado aún en calzado, bueno, apenas había pensado en nada….
Confesó con una sonrisa tímida pillada en su rostro. El contexto era el mismo que siempre, ellos divirtiéndose juntos y aún así se notaba diferente, como si el vivir algo tan cotidiano entre otras paredes también hubiera moldeado la relación que tenían. La nueva música de fondo no ayudaba a sentir más liviano el ambiente, al contrarío, el piano le dejaba con ensoñaciones en las que no quería pensar. Fue a donde los dragones marcaban su destino y empezó a buscar distraído algún conjunto que pudiera relucir en él, tratando de borrar de su pecho la sensación atosigante que le invadía. ¿Se verían todos tan guapos? No podía apenas soportar a uno como para enfrentarse al hecho de que todos sus amigos eran preciosos, joder es que lo eran. Sus manos alcanzaron entonces una camiseta enorme cuya mitad faltaba, de un blanco cremoso y una manga exageradamente amplia, bajo esta se ocultaba una rojiza solo para hacer juego con el cinturón que tenía al lado. Le saturaba la cantidad de accesorios que parecía demandar aquel conjunto pero a la vez se veía precioso, la falda caía prácticamente sobre los zapatos, un azulado grisáceo decorado con filigranas dorados y a su derecha colocado había un par de guantes largos, decorados con pequeños cristales rojizos. Era elegante, tradicional y a la vez con un toque más hombril, lejos de vestidos más clásicos femeninos.
-Vaya esto es, demasiado enrevesado… ¿Te importaría ayudarme con todos los cintos? -Le preguntó mientras iba cediendo algunas prendas para que pudiera ayudarle a llevarlas, la vergüenza seguía palpable en su rostro, pero también una renovada ilusión que hacía de sus iris un cielo lleno de estrellas. -Madre mía, no se yo si esto va a ser buena idea.
Cuando llegaron al probador empezó a desvestirse sin cerrar del todo la puerta, la costumbre de haberse quedado tantas veces en calzoncillos en el cuarto compartido. Era verdad que siempre lo hacía de espaldas y esta vez no fue diferente, tampoco era pudor específico sino un intentó de ocultar las marcas que la ropa ancha tan bien escondía. Ambos brazos estaban repletos de cicatrices, antiguos cortes en el dorso de uno y la cara del otro mientras que su pierna herida seguía siendo identificable por la media de comprensión que solo se quitaba en momentos concretos, nunca a la vista de nadie.
Poco a poco empezó a vestirse sin mayor apuro, la ropa inferior iba ajustada tanto por la camisa oscura como los guantes pero el resto era tan holgada que resultaba sedosa y suave al tacto. Dejó que la blusa ancha descansase caída sobre su hombro y tardó un rato en dar con la posición correcta del faldón para que, aún siendo de su tamaño dejara de caerse. Lo complicado era ahora atar todo el cinturón, porque una tela gorda a modo de corsé pequeño se cerraba en torno a su cintura y sobre ese decorado empezaban a entrelazarse diferentes cuerdas y telas. Ethan era incapaz por mañoso que fuera de atar nada entre sí.
-Ishh pensé que podría pero no llegó bien atrás y con tanto nudo esto es desesperante. -Se río un tanto nervioso a medida que empujaba la puerta del camerino para que pasara de estar medio cerrada a completamente abierta, apenas un toque para invitarlo a acercarse. -¿Crees poder? Si no puedo ir a buscar a Aniol. -Su mirada buscó la de Connor en una mezcla entre la timidez que le daba pero la necesidad que tenía de que alguien reafirmara que no se veía como un idiota con ese traje.
>>¿Tú lo ves bien? Nunca he llevado nada así. Si te soy sincero, me da muchísima vergüenza. -Acompañó la confesión con una amplía sonrisa mientras giraba en el propio sitio para que la falda tomara un poco de vuelo. Tenía que estar sujetándola por las caderas para evitar que pudiera bajarse pero a falta de tener todo el conjunto listo era la única forma de presumir de ella. -Quiero decir, no sé, es raro. -Otra risa, suave, apenas audible. -Aunque, un día es un día no? Y si tu llevas esas botas pues yo llevo esta cosa.
Trató de buscar confianza en sus propias palabras, colocando los brazos en jarra antes de romper la postura para volver a reírse. Dioses, estaba horrendamente nervioso, daba igual cuánto hablase o cuanto se moviera en el sitio, no podía disimularlo.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: Palacete
30/01/24, 09:44 pm
-Joder, estoy seguro de que sí...- Comentó cuando Ethan planteó la duda de si Aniol habría escogido algún vestido lindo. No sabía que el medio japonés estaba esbozando una sonrisa por el polaco, pero Connor esbozaría otra al pensar en el pequeño chiquillo ya en la sala de instrumentos. Aquel día estaba siendo raro comparado con los anteriores. Lleno de una puñetera felicidad extraña que dentro de él sabía que era peligrosa, pero poco podía hacer para frenarla. Era casi como si se abalanzara a esa alegría como si fuera una jodida cada de cigarrillos. Desesperado y necesitado. Quería disfrutar de la música, aunque fuera una tan pija de cojones como la de Nohlem seguía siendo muy buena, quería tocar la guitarra y cantar aunque hubiera olvidado las putas letras de todas las canciones... Y a pesar de que no era de esos... Hasta quería bailar como un cabronazo.
Pero bajo todo eso había una emoción más. Algo que tras la marcha de Damian y quedándose solos en aquel probador empezaba a crecer poco a poco. El ambiente de confianza y comodidad, al fin y al cabo se llevaba muy bien con Ethan desde el primer día, estaba empañado con una amalgama de sensaciones entre cálidas y tensas a partes iguales... Connor frunció el ceño y dejó a un lado esos pensamientos para escuchar al japonés.
Al contrario que Aniol, Ethan aún no había encontrado nada qué ponerse para el baile y Connor solo podía entenderlo. Había tanta ropa pija en aquel sitio que... ¿cómo cojones buscar algo que te gustara? Si no hubiera encontrado aquel chaleco aún seguiría perdido entre los armarios buscando cualquier mierda y tirando a tomar por culo el resto. Cuando se dio la vuelta para mirar a Ethan, en los labios de éste le esperaba una sonrisa nerviosa. Se había quedado callado en cuanto se había girado, y Connor levantó la ceja con una sonrisilla divertida mientras lo escuchaba hablar, sintiendo la misma calidez. Una calidez que empezaba a confundirle más y más cada vez que aparecía.
-¡Ohhhh, joder! ¿Una falda?- Preguntó con el entusiasmo y curiosidad en su voz, mientras sus ojos se abrían un poco por la sorpresa. Connor no estaba acostumbrado para nada a ver hombres con falda, pero no había crecido en un club lleno de hijos de puta prejuiciosos con aquellos temas. Mientras llevaras el puto chaleco e hicieras lo que te decían... podías ir cómo te saliera de los cojones realmente. Y no podía negar que a Ethan le tenía que quedar bien.- ¡Pues te ayudo, cabronazo!- Le soltó con varios asentimientos de cabeza, mirándolo desde la diferencia de altura de ambos con una sonrisa sincera.- Como le dije a Aniol también, tiene que quedar a la puta altura de tu maquillaje-. Le señaló con la mirada mientras volvía a observar con atención los colores de su rostro. Aún así, tras hablarle de nuevo de sus botas vaqueras Ethan pareció distraído y no le escuchó del todo bien. Connor asistió a sus vagos cumplidos con una ceja levantada y una leve sonrisa.- Ya... ya... Te encantan, sí...- Hasta que su compañero terminó por explotar y hacerle ver lo que pensaba de verdad de sus botas vaqueras. Connor suspiró con cansancio fingido, antes de empezar a menear la cabeza con una sonrisa mientras le escuchaba. Le dio varias toques a una de las espuelas para que giraran cuando Ethan las mencionó, la señaló con un dedo orgulloso mientras asentía y lo miró intentando ser serio sin mucho éxito.-Si no fueras un inglesito entenderías la mierda de la que hablo.-
Finalmente y tras terminar con su look, era la hora de que Ethan encontrara algo que ponerse. Connor pretendía ayudar, aunque de momento no sabía muy bien cómo. Aún así, tras las risas iniciales volvía a haber una tensión casi palpable tras su propuesta de acompañarle allí dentro... El motero aún recordaba escenas pasadas, sobre todo la de aquel entrenamiento en el patio, y por alguna razón su mente la sacaba del baúl de los putos recuerdos justo ahora. Connor se apoyó en uno de los armarios con el hombro y cruzó los brazos, mientras observaba a Ethan estudiar un conjunto tradicional repleto de accesorios. Sus ojos posados en el pelo y rostro de Ethan, pero empezaron a bajar y bajar y a bajar...
-¿Eh? Ah, claro cojones... Trae aquí eso.- Se repuso cuando le habló, mientras agarraba gran parte de la vestimenta escogida. Connor las cogió con todo el cuidado que pudo llegando hasta ser cómico y parecer que tuviera una puta bomba en las manos.- ¡Claro que es buena idea! Confía, joder...- Le dijo por el camino y cuando Ethan dejó la puerta entre abierta Connor asomó dentro la cabeza un segundo.- Te va quedar de puñetera madre, así que déjate ya de mierdas.- Le reprendió y acto seguido desapareció de la abertura.
Connor se quedó esperando fuera durante un rato, intentando distraerse mirando el resto de conjuntos que guardaban los armarios. Desechando todas las mierdas que no le gustaban con el ceño fruncido, que eran todas la verdad...De vez en cuando soltaba alguna frase burlándose de alguna prenda...-Eh, Ethan... No te lo vas a creer, pero esta mierda de aquí parece un disfraz de puta abuela salida del manicomio, joder...- Decía divertido. De vez en cuando miraba en dirección al probador para intuir cómo podría ir Ethan y lo veía cambiarse la ropa vieja por la nueva. Veía su pálida piel y las cicatrices. También veía cómo la calidez empezaba a subirle de nuevo. El motero apartó la mirada y revoleó al fondo del armario una casaca púrpura. <<Eva me diría que me centrara y espabilara de una puta vez... Pero Eva tampoco es que esté aquí...>> Sus pensamientos fueron interrumpidos por la ayuda que solicitaba Ethan, el cuál había abierto la puerta invitándolo a pasar. Connor giró la cabeza para verlo un segundo y sus ojos se quedaron clavados en la imagen que tenía ante él.
Ethan estaba jodidamente guapo. Aún no tenía bien puesta aquella ropa, pero ya se intuía como le quedaría y las formas que se ajustaban a su cuerpo. Connor se quedó unos segundos en silencio notando un puto calor que empezaba a desear y a confundirle cada vez más, y poco a poco empezó a asentir con la cabeza para acudir finalmente en su ayuda. ¿Por qué cojones se comportaba como un puto idiota? Estaba acostumbrado a muchas historias cortas y ligues pasajeros en Texas... Rollos sin ninguna mierda personal de por medio... Porque lo único personal para él era el club. ¿Por qué se sentía como un gilipollas entonces solo por desear a otra persona más? ¿Era porque Ethan era su amigo y eso le incomodaba? Ni puta idea, solo sabía que ahora se fijaba en cosas que antes no tanto... Y la culpa era de aquel puto entrenamiento... Connor se puso a su espalda para intentar atar esos lazos como podía.
-No te preocupes por esa mierda de la vergüenza...- Le contestó a las dudas del japonés, fingiendo que no prestaba mucha atención mientras seguía con dificultad la tarea de atar los nudos. Aunque finalmente volvió a hablar con toda la puñetera sinceridad sin darse cuenta de ello.- Y estás guapo de cojones, cabronazo...- Siguió atando nudos con el ceño fruncido sin saber cuando su puta boca había hablado sola.- Pero eres un capullo de mierda...-Soltó únicamente cuando volvió a mencionar sus botas, con una sonrisa y meneando la cabeza.
Finalmente Connor terminó de enlazar todo aquello, sintiéndose bastante orgulloso de cómo había quedado. Se enderezó dándole una suave palmada en el hombro a Ethan a modo de señal de que ya estaba todo listo y extendió un brazo para señalar el espejo y darle espacio.
-¡Y no es raro, cojones! Te queda de puta madre.- Le confesó asintiendo con la cabeza, huyendo de cualquier tensión o nervios en el refugio del colegueo y la amistad. Joder, cuanto lo necesitaba en ese momento... Se encogió de hombros con una sonrisa.- Y es gracias a mí, así que... Ya me puedes estar dando las putas gracias. Además, los putos Wyverns no trabajan gratis, así que vas a tener que pensar en alguna mierda para compensarme.- Le explicó apoyado en el marco de probador y con los brazos cruzados.- Y si no te gusta pues haber estudiado más, a mí qué cojones me cuentas...-
El motero sonrió con falsa inocencia mientras observaba a Ethan viéndose cómo le quedaba la ropa.
Pero bajo todo eso había una emoción más. Algo que tras la marcha de Damian y quedándose solos en aquel probador empezaba a crecer poco a poco. El ambiente de confianza y comodidad, al fin y al cabo se llevaba muy bien con Ethan desde el primer día, estaba empañado con una amalgama de sensaciones entre cálidas y tensas a partes iguales... Connor frunció el ceño y dejó a un lado esos pensamientos para escuchar al japonés.
Al contrario que Aniol, Ethan aún no había encontrado nada qué ponerse para el baile y Connor solo podía entenderlo. Había tanta ropa pija en aquel sitio que... ¿cómo cojones buscar algo que te gustara? Si no hubiera encontrado aquel chaleco aún seguiría perdido entre los armarios buscando cualquier mierda y tirando a tomar por culo el resto. Cuando se dio la vuelta para mirar a Ethan, en los labios de éste le esperaba una sonrisa nerviosa. Se había quedado callado en cuanto se había girado, y Connor levantó la ceja con una sonrisilla divertida mientras lo escuchaba hablar, sintiendo la misma calidez. Una calidez que empezaba a confundirle más y más cada vez que aparecía.
-¡Ohhhh, joder! ¿Una falda?- Preguntó con el entusiasmo y curiosidad en su voz, mientras sus ojos se abrían un poco por la sorpresa. Connor no estaba acostumbrado para nada a ver hombres con falda, pero no había crecido en un club lleno de hijos de puta prejuiciosos con aquellos temas. Mientras llevaras el puto chaleco e hicieras lo que te decían... podías ir cómo te saliera de los cojones realmente. Y no podía negar que a Ethan le tenía que quedar bien.- ¡Pues te ayudo, cabronazo!- Le soltó con varios asentimientos de cabeza, mirándolo desde la diferencia de altura de ambos con una sonrisa sincera.- Como le dije a Aniol también, tiene que quedar a la puta altura de tu maquillaje-. Le señaló con la mirada mientras volvía a observar con atención los colores de su rostro. Aún así, tras hablarle de nuevo de sus botas vaqueras Ethan pareció distraído y no le escuchó del todo bien. Connor asistió a sus vagos cumplidos con una ceja levantada y una leve sonrisa.- Ya... ya... Te encantan, sí...- Hasta que su compañero terminó por explotar y hacerle ver lo que pensaba de verdad de sus botas vaqueras. Connor suspiró con cansancio fingido, antes de empezar a menear la cabeza con una sonrisa mientras le escuchaba. Le dio varias toques a una de las espuelas para que giraran cuando Ethan las mencionó, la señaló con un dedo orgulloso mientras asentía y lo miró intentando ser serio sin mucho éxito.-Si no fueras un inglesito entenderías la mierda de la que hablo.-
Finalmente y tras terminar con su look, era la hora de que Ethan encontrara algo que ponerse. Connor pretendía ayudar, aunque de momento no sabía muy bien cómo. Aún así, tras las risas iniciales volvía a haber una tensión casi palpable tras su propuesta de acompañarle allí dentro... El motero aún recordaba escenas pasadas, sobre todo la de aquel entrenamiento en el patio, y por alguna razón su mente la sacaba del baúl de los putos recuerdos justo ahora. Connor se apoyó en uno de los armarios con el hombro y cruzó los brazos, mientras observaba a Ethan estudiar un conjunto tradicional repleto de accesorios. Sus ojos posados en el pelo y rostro de Ethan, pero empezaron a bajar y bajar y a bajar...
-¿Eh? Ah, claro cojones... Trae aquí eso.- Se repuso cuando le habló, mientras agarraba gran parte de la vestimenta escogida. Connor las cogió con todo el cuidado que pudo llegando hasta ser cómico y parecer que tuviera una puta bomba en las manos.- ¡Claro que es buena idea! Confía, joder...- Le dijo por el camino y cuando Ethan dejó la puerta entre abierta Connor asomó dentro la cabeza un segundo.- Te va quedar de puñetera madre, así que déjate ya de mierdas.- Le reprendió y acto seguido desapareció de la abertura.
Connor se quedó esperando fuera durante un rato, intentando distraerse mirando el resto de conjuntos que guardaban los armarios. Desechando todas las mierdas que no le gustaban con el ceño fruncido, que eran todas la verdad...De vez en cuando soltaba alguna frase burlándose de alguna prenda...-Eh, Ethan... No te lo vas a creer, pero esta mierda de aquí parece un disfraz de puta abuela salida del manicomio, joder...- Decía divertido. De vez en cuando miraba en dirección al probador para intuir cómo podría ir Ethan y lo veía cambiarse la ropa vieja por la nueva. Veía su pálida piel y las cicatrices. También veía cómo la calidez empezaba a subirle de nuevo. El motero apartó la mirada y revoleó al fondo del armario una casaca púrpura. <<Eva me diría que me centrara y espabilara de una puta vez... Pero Eva tampoco es que esté aquí...>> Sus pensamientos fueron interrumpidos por la ayuda que solicitaba Ethan, el cuál había abierto la puerta invitándolo a pasar. Connor giró la cabeza para verlo un segundo y sus ojos se quedaron clavados en la imagen que tenía ante él.
Ethan estaba jodidamente guapo. Aún no tenía bien puesta aquella ropa, pero ya se intuía como le quedaría y las formas que se ajustaban a su cuerpo. Connor se quedó unos segundos en silencio notando un puto calor que empezaba a desear y a confundirle cada vez más, y poco a poco empezó a asentir con la cabeza para acudir finalmente en su ayuda. ¿Por qué cojones se comportaba como un puto idiota? Estaba acostumbrado a muchas historias cortas y ligues pasajeros en Texas... Rollos sin ninguna mierda personal de por medio... Porque lo único personal para él era el club. ¿Por qué se sentía como un gilipollas entonces solo por desear a otra persona más? ¿Era porque Ethan era su amigo y eso le incomodaba? Ni puta idea, solo sabía que ahora se fijaba en cosas que antes no tanto... Y la culpa era de aquel puto entrenamiento... Connor se puso a su espalda para intentar atar esos lazos como podía.
-No te preocupes por esa mierda de la vergüenza...- Le contestó a las dudas del japonés, fingiendo que no prestaba mucha atención mientras seguía con dificultad la tarea de atar los nudos. Aunque finalmente volvió a hablar con toda la puñetera sinceridad sin darse cuenta de ello.- Y estás guapo de cojones, cabronazo...- Siguió atando nudos con el ceño fruncido sin saber cuando su puta boca había hablado sola.- Pero eres un capullo de mierda...-Soltó únicamente cuando volvió a mencionar sus botas, con una sonrisa y meneando la cabeza.
Finalmente Connor terminó de enlazar todo aquello, sintiéndose bastante orgulloso de cómo había quedado. Se enderezó dándole una suave palmada en el hombro a Ethan a modo de señal de que ya estaba todo listo y extendió un brazo para señalar el espejo y darle espacio.
-¡Y no es raro, cojones! Te queda de puta madre.- Le confesó asintiendo con la cabeza, huyendo de cualquier tensión o nervios en el refugio del colegueo y la amistad. Joder, cuanto lo necesitaba en ese momento... Se encogió de hombros con una sonrisa.- Y es gracias a mí, así que... Ya me puedes estar dando las putas gracias. Además, los putos Wyverns no trabajan gratis, así que vas a tener que pensar en alguna mierda para compensarme.- Le explicó apoyado en el marco de probador y con los brazos cruzados.- Y si no te gusta pues haber estudiado más, a mí qué cojones me cuentas...-
El motero sonrió con falsa inocencia mientras observaba a Ethan viéndose cómo le quedaba la ropa.
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Personajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Palacete
31/01/24, 06:41 pm
Si bien todo aquello que pensaba estaba dejándolo con una cara de bobo, hasta el propio Damian se dio cuenta de aquello y aprovechó el comentario de Nohlem para escapar un poco de aquel impulso tan raro.
—¡Claro que sí, el director de un circo maravilloso: el nuestro! ¡Y digo si soy elegante, por detrás y por delante! —tener a alguien que le nombrase director dejó aparte el tema de lo que estaba pensando de Aniol, respondiendo a Nohlem con una sonrisa gigante y los brazos en jarra—. Tu tampoco vas nada mal principito, te queda de putis- frutísima madre el traje y el verde te pega un huevo. ¡Estás todo galán, colega! —le halagó con un par de alzamientos de ceja bien picarones. Si al italiano le molaba mucho la vestimenta de su amigo, Ethan debería de pirrarse fijo por él si todo iba bien.
Parecía ser que uno más se unía a la fiesta por lo que pudo escuchar en su nuca. Pudo reconocer la voz de Rick y se volteó a saludarlo.
—Pues vamos aquí tirand- ¡AHI VA CON EL ELEGANTE! —aun con las manos en su nuca, se sorprendió al ver al de ojos distintos con ese traje tan espectacular. No podía dejar de ver las estrellas en el interior de la gabardina y se atrevió a husmear cerca con cuidado de no molestar dentro de lo que podía a Rick—. ¡Tío, esto es una fumada! ¡Que efecto más raro, está guapo así como brilla asi BLING BLING BLING! —parecía hasta una luciérnaga yendo a lo brillante con ojos curiosos. Después de un rato se apartó, inclinándose haciendo una reverencia con el sombrero—. ¡Gracias por recordarme lo elegante que soy! ¡Hecho y rehecho! —risas bobas se le escapaban, como ya le hiciesen un halago más le explotaría la cara.
Y ahí vino, otro halago de parte de Aniol y quizás el que más le afectó estando como un tomate de rojo.
—¡Oh! ¿Te mola? ¡Gracias Princesa, estoy muy encantado de ser el bufón y maestro de ceremonias de tu reino! Jeje —se alzó el gorro con una valiente sonrisa, sonaba guay en su cabeza para impresionar a… ¿Por qué se preocupaba tanto en tener buena imagen ante Aniol? —Y tu… ¡Tu estas de escándalo, estás que te sales con ese vestido! En serio jaja... —si ya lo halagaban, él lo haría por todo lo alto, quizás demasiado alto por todos los nervios acumulados.
Detrás de la princesa pudo ver que estaba entrando también su compa animal y dejándose de discreciones saludó con energía adonde estaba él. Llevaba una ropa algo distinta a lo que ya estaba viendo pero tampoco sabía si era porque Ersekniako era eso, un perro con todo el pelo. Igualmente le parecía muy bonito, realmente todos los conjuntos eran preciosos si miraba desde un punto de vista mas global.
—Ahí viene Ersenia, no está guapo ni na, ¿eh? —dijo a todos risueño.
Y de pronto, mientras Nohlem hablaba con Rick, sonó el piano que, teniéndolo más cerca, sonaba más fuerte y pegó un indiscreto bote del que se recuperó rápido. Meneó la cabeza al ritmo mientras miraba sorprendido al pianista, soltando risas divertidas.
—¡Oye, se te da genial Nohlem! ¡Sigue tocando! —alzó un pelín los brazos sintiendo el ritmo en su cuerpo dando divertidos pasos en el sitio. Mirando a todos, se dio cuenta de que Aniol o, mas bien, Ania por lo que Nohlem dijo, estaba preguntándose si alguien le podía sacar a bailar. Claro, la princesa debía bailar con alguien en el baile…
Pero Damian no tenía el papel de ningún príncipe en aquel juego…
—¡Princesa Ania! —que demonios. Se acercó a Ania sin parar de bailar, embriagado por el poder de la música—. ¿Y si aprovechamos este musicote que está tocando Nohlem los dos? Si quieres puedo hacer de príncipe ahora y sacarte a bailar. ¿te mola la idea? —cumpliendo el papel de príncipe, que recalcaba en su cabeza muchísimas veces que era eso, ofreció una tímida mano en dirección a Ania con una sonrisa temblorosa y mirada esquiva.
¿Por qué le gustaba ser el principe ahora?
—¡Claro que sí, el director de un circo maravilloso: el nuestro! ¡Y digo si soy elegante, por detrás y por delante! —tener a alguien que le nombrase director dejó aparte el tema de lo que estaba pensando de Aniol, respondiendo a Nohlem con una sonrisa gigante y los brazos en jarra—. Tu tampoco vas nada mal principito, te queda de putis- frutísima madre el traje y el verde te pega un huevo. ¡Estás todo galán, colega! —le halagó con un par de alzamientos de ceja bien picarones. Si al italiano le molaba mucho la vestimenta de su amigo, Ethan debería de pirrarse fijo por él si todo iba bien.
Parecía ser que uno más se unía a la fiesta por lo que pudo escuchar en su nuca. Pudo reconocer la voz de Rick y se volteó a saludarlo.
—Pues vamos aquí tirand- ¡AHI VA CON EL ELEGANTE! —aun con las manos en su nuca, se sorprendió al ver al de ojos distintos con ese traje tan espectacular. No podía dejar de ver las estrellas en el interior de la gabardina y se atrevió a husmear cerca con cuidado de no molestar dentro de lo que podía a Rick—. ¡Tío, esto es una fumada! ¡Que efecto más raro, está guapo así como brilla asi BLING BLING BLING! —parecía hasta una luciérnaga yendo a lo brillante con ojos curiosos. Después de un rato se apartó, inclinándose haciendo una reverencia con el sombrero—. ¡Gracias por recordarme lo elegante que soy! ¡Hecho y rehecho! —risas bobas se le escapaban, como ya le hiciesen un halago más le explotaría la cara.
Y ahí vino, otro halago de parte de Aniol y quizás el que más le afectó estando como un tomate de rojo.
—¡Oh! ¿Te mola? ¡Gracias Princesa, estoy muy encantado de ser el bufón y maestro de ceremonias de tu reino! Jeje —se alzó el gorro con una valiente sonrisa, sonaba guay en su cabeza para impresionar a… ¿Por qué se preocupaba tanto en tener buena imagen ante Aniol? —Y tu… ¡Tu estas de escándalo, estás que te sales con ese vestido! En serio jaja... —si ya lo halagaban, él lo haría por todo lo alto, quizás demasiado alto por todos los nervios acumulados.
Detrás de la princesa pudo ver que estaba entrando también su compa animal y dejándose de discreciones saludó con energía adonde estaba él. Llevaba una ropa algo distinta a lo que ya estaba viendo pero tampoco sabía si era porque Ersekniako era eso, un perro con todo el pelo. Igualmente le parecía muy bonito, realmente todos los conjuntos eran preciosos si miraba desde un punto de vista mas global.
—Ahí viene Ersenia, no está guapo ni na, ¿eh? —dijo a todos risueño.
Y de pronto, mientras Nohlem hablaba con Rick, sonó el piano que, teniéndolo más cerca, sonaba más fuerte y pegó un indiscreto bote del que se recuperó rápido. Meneó la cabeza al ritmo mientras miraba sorprendido al pianista, soltando risas divertidas.
—¡Oye, se te da genial Nohlem! ¡Sigue tocando! —alzó un pelín los brazos sintiendo el ritmo en su cuerpo dando divertidos pasos en el sitio. Mirando a todos, se dio cuenta de que Aniol o, mas bien, Ania por lo que Nohlem dijo, estaba preguntándose si alguien le podía sacar a bailar. Claro, la princesa debía bailar con alguien en el baile…
Pero Damian no tenía el papel de ningún príncipe en aquel juego…
—¡Princesa Ania! —que demonios. Se acercó a Ania sin parar de bailar, embriagado por el poder de la música—. ¿Y si aprovechamos este musicote que está tocando Nohlem los dos? Si quieres puedo hacer de príncipe ahora y sacarte a bailar. ¿te mola la idea? —cumpliendo el papel de príncipe, que recalcaba en su cabeza muchísimas veces que era eso, ofreció una tímida mano en dirección a Ania con una sonrisa temblorosa y mirada esquiva.
¿Por qué le gustaba ser el principe ahora?
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Palacete
01/02/24, 01:47 pm
Tener a Connor como confidente era… extrañamente funcional. Ya fuera por el tono distendido, las risas compartidas o la confianza que le regalaba con cada halago e insulto, Ethan no podía evitar sentirse mejor consigo mismo. Que le dieran cierta validación era el empujón que necesitaba en esos casos, aunque esta viniera acompañada de coloquios burros que solo le sacaban sonrisas torpes mientras se iba ajustando a la nueva ropa. La seguridad aumentó pero los nervios florecieron ante la cercanía repentina.
Como pudo fue indicando como abrochar cada cinta, tratando de mantener sus ojos clavados en algún punto indefinido del sitio y no en la escasa distancia en la que un probador tan pequeño les dejaba estar. Sentía cada palabra que le decía como una caricia en su nuca y eso era peligroso, tanto como que a una parte de él no le habría disgustado que esas enormes manos se hubieran quedado descansando en sus caderas por más tiempo o que, hubieran decidido desatar todos los nudos que acababan de hacer. Un tanto avergonzado por lo que su mente pensaba en ambientes seguros terminó por girarse cuando Connor le avisó de que ya estaba todo listo. Su corazón bombeaba con fuerza por un halago que en otro momento hubiera pasado más desapercibido.
-Oh, gracias… -Le dedicó una sonrisa tímida, de medio lado antes de girarse hacía espejo. Allí empezó a dar ligeras vueltas con cierta gracia, permitiendo ver como quedaba el conjunto desde todos los ángulos. El faldón tenía leve vuelo al ir más rápido pero al pesar tanto no resultaba exagerado y su manga pomposa se dejaba mecer por las corrientes, siguiendo el acorde que sus mismos cinturones hacían al moverse. Era un traje que definitivamente brillaba más en movimiento que en parado, cuando uno daba libertad a las telas para que danzaran junto a ti. Se veía.. ¿Guapo? Su sonrisa se ensanchó ante el nuevo cumplido, asintiendo levemente para darle la razón. Era novedoso y daba cierto susto, pero ahora que se veía al completo no le disgustaba, en absoluto.
-Oh, espera, ¿En serio? -Se giró a verle rápidamente con una sonrisa medio abierta ante una indignación divertida plasmada en su rostro. -¡Alguien se ha juntado mucho con Nohlem por lo que estoy viendo! Míralos, qué rápido aprenden del peor… -Ethan se cruzó de brazos en el sitio, fingiendo molestía por la supuesta trampa en la que había caído. No podía creerse que ahora le debiera favores a los que eran sus mejores amigos en ese lugar, menudo par estaban hechos. -Okay y hmmm ¿Qué quiere el señorito a cambio de atar tres tristes cinturones?
Había sarcasmo en su voz, un ambiente divertido en el que la rojez de sus mejillas al menos podía aparentar ir a juego con la sombra de ojos que tenía. El canadiense le cortaba indirectamente el paso, un detalle por la postura en la que estaba que le hacía ponerse aún más nervioso. La verdad es que desde que se habían quedado a solas le notaba un poco diferente, quizá Connor no era tan visible como lo era él pero tampoco solía ser de los que se quedaban sin palabras. Entre esos instantes enmudecidos y las miradas discretas que había notado a través del espejo estaba un tanto confundido pero también envalentonado. Eran amigos, claro y ¿qué lugar más propicio que un baile ¨real¨ para dejarse llevar?
Sería simplemente una broma.
El Londinense recortó distancia entre ambos, sonriendo con inocencia fingida ante el enorme armario que tenía tapando parte de su salida. Guió sus manos hasta las mejillas del pelirrosa y le forzó a agacharse a una altura más igualada, donde pudieran mirarse prácticamente cara a cara. Su corazón latía con fuerza pero su raciocinio trataba de menguar la situación tras una simple gracía entre colegas.
-Siendo justos yo también te he ayudado, así que no eres el único que debe algo. -Murmuró en bajo pues desde esa distancia tampoco necesitaba hablar alto para ser escuchado. Sus ojos oscuros brillaban con cierta decisión, desviándose de los de Connor para trazar un suave recorrido por su rostro. Que irónico lo mucho que odiaba sus cicatrices pero lo bonitas que las encontraba en otros. Con una dulce caricia guío una de sus manos hacía la oreja del canadiense, dejando libre un espacio en el que depositar un suave beso sobre su mejilla. Apenas lo mantuvo unos segundos, antes de que la vergüenza le llevará a tomar distancia y salir del probador, cual cobarde trató de esconder el rubor que le invadía dándole la espalda mientras se dirigía al resto de armarios.
-Tomate eso como parte del premio, porque me niego a hacer ninguna de tus tareas. No pienso acabar como el pobre Rick. -Farfulló con una leve risa mientras buscaba distraídamente el accesorio que tenía en mente. ¡Aha!, dio en el blanco cuando una vidriera cristalina llena de pequeñas tiaras se dejó entrever escondida entre varios zapateros. -Además, ahora me debes tu otro favor, así que cuidadito con lo que pides.
Vale, había un problema y es que mientras huía de lo que acababa de hacer tratando de buscar una corona se había percatado de que no tenía ni idea de que podía estar llevando Aniol. Deducía que un vestido, claro, la pregunta era de qué estilo y de qué color podría ser. Confundido empezó a tomar con sumo cuidado diversos modelos y fue decantándose poco a poco por uno que pudiera ser algo más neutro. El dorado combinaba mejor, no veía al pequeño llevando colores fríos y ante la duda entre tiara y algo más real escogió un término medio, una corona más clásica pero delgada cuyas gemas de un tono turquesa podrían contrastar con el maquillaje rosado del pequeño. Sí, esa tendría que ser. La tomó con cuidado entre sus manos y solo entonces se atrevió a volver a buscar a Connor con la mirada.
-Hmmmm nos, ¿Nos vamos? Seguro que nos están esperando.
Con una sonrisa nerviosa, la tiara y el rápido paso de sus botas se encaminaron hacía allí. La luz del enorme salón pronto los envolvió en tonos más brillantes y dorados. Ethan no pudo evitar asombrarse ante el espectáculo de instrumentos y paredes que conformaban la entrada al lugar, un espectáculo mágico que solo decoraba un palacio tan increíble como ese.
Joe, ya estaba nervioso y solo acababa de entrar.
Como pudo fue indicando como abrochar cada cinta, tratando de mantener sus ojos clavados en algún punto indefinido del sitio y no en la escasa distancia en la que un probador tan pequeño les dejaba estar. Sentía cada palabra que le decía como una caricia en su nuca y eso era peligroso, tanto como que a una parte de él no le habría disgustado que esas enormes manos se hubieran quedado descansando en sus caderas por más tiempo o que, hubieran decidido desatar todos los nudos que acababan de hacer. Un tanto avergonzado por lo que su mente pensaba en ambientes seguros terminó por girarse cuando Connor le avisó de que ya estaba todo listo. Su corazón bombeaba con fuerza por un halago que en otro momento hubiera pasado más desapercibido.
-Oh, gracias… -Le dedicó una sonrisa tímida, de medio lado antes de girarse hacía espejo. Allí empezó a dar ligeras vueltas con cierta gracia, permitiendo ver como quedaba el conjunto desde todos los ángulos. El faldón tenía leve vuelo al ir más rápido pero al pesar tanto no resultaba exagerado y su manga pomposa se dejaba mecer por las corrientes, siguiendo el acorde que sus mismos cinturones hacían al moverse. Era un traje que definitivamente brillaba más en movimiento que en parado, cuando uno daba libertad a las telas para que danzaran junto a ti. Se veía.. ¿Guapo? Su sonrisa se ensanchó ante el nuevo cumplido, asintiendo levemente para darle la razón. Era novedoso y daba cierto susto, pero ahora que se veía al completo no le disgustaba, en absoluto.
-Oh, espera, ¿En serio? -Se giró a verle rápidamente con una sonrisa medio abierta ante una indignación divertida plasmada en su rostro. -¡Alguien se ha juntado mucho con Nohlem por lo que estoy viendo! Míralos, qué rápido aprenden del peor… -Ethan se cruzó de brazos en el sitio, fingiendo molestía por la supuesta trampa en la que había caído. No podía creerse que ahora le debiera favores a los que eran sus mejores amigos en ese lugar, menudo par estaban hechos. -Okay y hmmm ¿Qué quiere el señorito a cambio de atar tres tristes cinturones?
Había sarcasmo en su voz, un ambiente divertido en el que la rojez de sus mejillas al menos podía aparentar ir a juego con la sombra de ojos que tenía. El canadiense le cortaba indirectamente el paso, un detalle por la postura en la que estaba que le hacía ponerse aún más nervioso. La verdad es que desde que se habían quedado a solas le notaba un poco diferente, quizá Connor no era tan visible como lo era él pero tampoco solía ser de los que se quedaban sin palabras. Entre esos instantes enmudecidos y las miradas discretas que había notado a través del espejo estaba un tanto confundido pero también envalentonado. Eran amigos, claro y ¿qué lugar más propicio que un baile ¨real¨ para dejarse llevar?
Sería simplemente una broma.
El Londinense recortó distancia entre ambos, sonriendo con inocencia fingida ante el enorme armario que tenía tapando parte de su salida. Guió sus manos hasta las mejillas del pelirrosa y le forzó a agacharse a una altura más igualada, donde pudieran mirarse prácticamente cara a cara. Su corazón latía con fuerza pero su raciocinio trataba de menguar la situación tras una simple gracía entre colegas.
-Siendo justos yo también te he ayudado, así que no eres el único que debe algo. -Murmuró en bajo pues desde esa distancia tampoco necesitaba hablar alto para ser escuchado. Sus ojos oscuros brillaban con cierta decisión, desviándose de los de Connor para trazar un suave recorrido por su rostro. Que irónico lo mucho que odiaba sus cicatrices pero lo bonitas que las encontraba en otros. Con una dulce caricia guío una de sus manos hacía la oreja del canadiense, dejando libre un espacio en el que depositar un suave beso sobre su mejilla. Apenas lo mantuvo unos segundos, antes de que la vergüenza le llevará a tomar distancia y salir del probador, cual cobarde trató de esconder el rubor que le invadía dándole la espalda mientras se dirigía al resto de armarios.
-Tomate eso como parte del premio, porque me niego a hacer ninguna de tus tareas. No pienso acabar como el pobre Rick. -Farfulló con una leve risa mientras buscaba distraídamente el accesorio que tenía en mente. ¡Aha!, dio en el blanco cuando una vidriera cristalina llena de pequeñas tiaras se dejó entrever escondida entre varios zapateros. -Además, ahora me debes tu otro favor, así que cuidadito con lo que pides.
Vale, había un problema y es que mientras huía de lo que acababa de hacer tratando de buscar una corona se había percatado de que no tenía ni idea de que podía estar llevando Aniol. Deducía que un vestido, claro, la pregunta era de qué estilo y de qué color podría ser. Confundido empezó a tomar con sumo cuidado diversos modelos y fue decantándose poco a poco por uno que pudiera ser algo más neutro. El dorado combinaba mejor, no veía al pequeño llevando colores fríos y ante la duda entre tiara y algo más real escogió un término medio, una corona más clásica pero delgada cuyas gemas de un tono turquesa podrían contrastar con el maquillaje rosado del pequeño. Sí, esa tendría que ser. La tomó con cuidado entre sus manos y solo entonces se atrevió a volver a buscar a Connor con la mirada.
-Hmmmm nos, ¿Nos vamos? Seguro que nos están esperando.
Con una sonrisa nerviosa, la tiara y el rápido paso de sus botas se encaminaron hacía allí. La luz del enorme salón pronto los envolvió en tonos más brillantes y dorados. Ethan no pudo evitar asombrarse ante el espectáculo de instrumentos y paredes que conformaban la entrada al lugar, un espectáculo mágico que solo decoraba un palacio tan increíble como ese.
Joe, ya estaba nervioso y solo acababa de entrar.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Palacete
02/02/24, 01:28 pm
—¡JA! —exclamó ante los cumplidos de Nohlem y Rick, agitándose su propio cabello con entusiasmo tal y como lo haría una modelo de un anuncio Pantene. Princesa Amatista. Podía acostumbrarse a eso… ¿Verdad? A lo que nunca podría hacerse del todo era cómo las posibles relaciones amorosas en el torreón caían con la misma facilidad con la que se las inventaba. Rick estaba hermoso, sus rasgos siempre fueron bellos pero aquella ropa lo catapultaba a las estrellas. Nohlem lucía increíble, así que… ¿Por qué no? Su cabecita lo veía muy simple, como si quisiera forzar a dos de sus peluches a darse un beso y… sin embargo…
“Heterosexual”. Aniol tenía diez años pero se identificaba con ser un niño queer y entendía parte del vocabulario que ello conllevaba. Las bromas de Nohlem salían despedidas de su boca con un juego perfecto y similar al de sus dedos en el piano, más aquel hecho provocó que el niño cambiara su parecer en el último momento sobre el veredicto del neoyorquino.
—Culpable —murmuró, con una mueca divertida, si no iba a cumplir con sus expectativas el señorito Rick merecía un castigo. Pero sus últimas palabras lo sacaron de su burbuja de estupidez. El maestro de ceremonias se encontraba a su lado y Ania no pudo hacer otra cosa que parpadear repetidas veces.
Damian. Un Damian gua-pí-si-mo. Sus colores brillantes parecían vibrar al son de su atuendo formando toda una explosión de colores que nunca habría imaginado en el italiano. Lo que antes eran insultos hacia su forma de ser y expresarse ahora eran halagos, lo que en un principio detectó como juegos de manos bruscos y propios de alguien que le encanta revolcarse en el barro ahora se traducían en una mirada tímida que parecía tener miedo de encontrarse con la suya. La tripa de Aniol se quejó en silencio, nadie sabría si por un torbellino de aleteos o por el hambre.
El polaco saludó a Colmillo con una sonrisa radiante y afligida por toda la vorágine de emociones que le embargaban desde que puso un pie en el palacete. Le hizo un gesto para que se acercara tras ver sus mejores galas, pero su mente en realidad estaban en otro parte. La melodía del granta sonaba en sus oídos y su pregunta fue el gancho perfecto.
—Si alguien me invitara a bailar... —dijo en voz queda con una pena fingida. Si era una princesa no podía ser ella quien tomara la iniciativa. Y había muchos príncipes guapos en el lugar aunque, curiosamente, era la primera vez que prefería alguien con orígenes más humildes... y así fue—. ¡Claro! —aceptó su mano, el contacto no le hizo sentir nada diferente a cuando jugaban con Anastasia y Rambo, su mirada esquiva sí. ¿Le daba vergüenza? No podía ser... quizás solo se sentía incómodo de bailar con otro niño ataviado de un vestido... nadie podía cambiar tan rápido de pensamiento en tan poco tiempo y él solo quería pasárselo bien—. Si quieres puedes ser sólo Damian, sin principito —y se acercó hasta tomar posiciones.
El destino quiso que una figura recortada se acercara antes de que el churumbel pisara al circense en un pie. Su boca quedó abierta del asombro y tanto si el medio japonés lo quería como si no el pequeño reunió la atención de todos para redirigirla hacia él.
—¡Esperad! ¿Ethan? —enmudeció, de pronto las palabras parecían vacías para describirle.
“Heterosexual”. Aniol tenía diez años pero se identificaba con ser un niño queer y entendía parte del vocabulario que ello conllevaba. Las bromas de Nohlem salían despedidas de su boca con un juego perfecto y similar al de sus dedos en el piano, más aquel hecho provocó que el niño cambiara su parecer en el último momento sobre el veredicto del neoyorquino.
—Culpable —murmuró, con una mueca divertida, si no iba a cumplir con sus expectativas el señorito Rick merecía un castigo. Pero sus últimas palabras lo sacaron de su burbuja de estupidez. El maestro de ceremonias se encontraba a su lado y Ania no pudo hacer otra cosa que parpadear repetidas veces.
Damian. Un Damian gua-pí-si-mo. Sus colores brillantes parecían vibrar al son de su atuendo formando toda una explosión de colores que nunca habría imaginado en el italiano. Lo que antes eran insultos hacia su forma de ser y expresarse ahora eran halagos, lo que en un principio detectó como juegos de manos bruscos y propios de alguien que le encanta revolcarse en el barro ahora se traducían en una mirada tímida que parecía tener miedo de encontrarse con la suya. La tripa de Aniol se quejó en silencio, nadie sabría si por un torbellino de aleteos o por el hambre.
El polaco saludó a Colmillo con una sonrisa radiante y afligida por toda la vorágine de emociones que le embargaban desde que puso un pie en el palacete. Le hizo un gesto para que se acercara tras ver sus mejores galas, pero su mente en realidad estaban en otro parte. La melodía del granta sonaba en sus oídos y su pregunta fue el gancho perfecto.
—Si alguien me invitara a bailar... —dijo en voz queda con una pena fingida. Si era una princesa no podía ser ella quien tomara la iniciativa. Y había muchos príncipes guapos en el lugar aunque, curiosamente, era la primera vez que prefería alguien con orígenes más humildes... y así fue—. ¡Claro! —aceptó su mano, el contacto no le hizo sentir nada diferente a cuando jugaban con Anastasia y Rambo, su mirada esquiva sí. ¿Le daba vergüenza? No podía ser... quizás solo se sentía incómodo de bailar con otro niño ataviado de un vestido... nadie podía cambiar tan rápido de pensamiento en tan poco tiempo y él solo quería pasárselo bien—. Si quieres puedes ser sólo Damian, sin principito —y se acercó hasta tomar posiciones.
El destino quiso que una figura recortada se acercara antes de que el churumbel pisara al circense en un pie. Su boca quedó abierta del asombro y tanto si el medio japonés lo quería como si no el pequeño reunió la atención de todos para redirigirla hacia él.
—¡Esperad! ¿Ethan? —enmudeció, de pronto las palabras parecían vacías para describirle.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: Palacete
02/02/24, 06:05 pm
Cuando Ethan le dedicó aquella sonrisa tímida de medio lado por el halago, Connor se la devolvió con un bufido divertido al verlo girar ante el espejo. La verdad es que le quedaba de puta madre, y el motero lo observó con ojos traicioneros mientras se cruzaba de brazos y tapaba parte de la salida del probador sin darse cuenta. Con una leve sonrisa recorrió el contorno del cuerpo del japonés con la mirada, ignorando que el reflejo del espejo le delataba y siendo sinceros sin importarle mucho en aquel puto momento. Ethan ni siquiera era su tipo de chico a pesar de que le viera guapo, pero desde aquel entrenamiento... Era jodidamente diferente y el deseo aparecía cada vez más veces y se quedaba más tiempo. Y eso le confundía de cojones, pero también se descubría sintiéndose como un puñetero vencedor al notar el rubor en las mejillas de Ethan o sus miradas clavadas en sus brazos...
-Pues claro que es en serio, que no trabajo gratis, joder... Son la clase de mierdas que aprendes en la calle...- Empezó a decir con tono orgulloso, encogiéndose de hombros y con una sonrisa al ver la indignación divertida en el rostro del japonés. Luego no pudo evitar soltar una carcajada ante sus siguientes palabras. Vale, le había pillado.- ¡Está bien, está bien! Me estaba marcando un "puto Nohlem y sus tratos" aquí.- Confesó con una corta risotada y un meneo de cabeza. Aún estaba de brazos cruzados y apoyado en el probador, y solos como estaban y siendo el objetivo de la mirada de Ethan... Poco a poco una chispa ya familiar iba adueñándose del motero de nuevo. Su sarcasmo le provocó una sonrisa burlona, aunque no tanto como que le llamara "señorito" o la visión de sus mejillas rojas.- Hmmm...- Le imitó con los ojos entrecerrados.- No sé qué cojones quiero todavía... Pero no te vayas muy lejos, cabronazo. Lo estoy pensando.- Le contestó con tono burlón.
Connor se quedó un par de segundos en silencio, notando esa tensión enrarecida en el ambiente. Aunque no desagradable. Ni de puta coña desagradable. Aún así, no se esperó para nada el siguiente movimiento de Ethan. El cuál se acercó con velocidad y una sonrisa inocente adornando su rostro. Antes de que se diera cuenta su mirada había pasado de mirar desde arriba a Ethan a estar ambos a la misma altura. Y como si fuera un reflejo del pasado, el japonés se dedicaba a mirarlo como hizo él en su día en el patio. Cuando sus ojos estaban atrapados en sus labios mientras estaba encima de él y solo quería besarlo... Igual que un deja vu, Connor no pudo evitar imitarle y recorrer con su vista el rostro de Ethan. Sus ojos, las cicatrices... Disfrutando de esos pocos segundos de tensión como si fuera un jodido masoquista. Teniéndole tan cerca y a la vez queriendo alargar el momento...La mano de Ethan recorrió su rostro sin previo aviso en una suave caricia que terminó en su oreja. En respuesta a eso, su mano empezó a alzarse con intención de querer acabar en su baja cadera...- Qué sepas que no me acabo de enterar de una mier...- No tuvo tiempo de terminar la frase o el movimiento de su mano, pues un beso en la mejilla le interrumpió provocándole una leve ola de calor sorpresivo.
Cuando se dio cuenta, Ethan ya se había escabullido por el hueco de probador y seguía hablando como si nada. Connor abandonó aquella postura encorvada y se irguió, mientras un leve suspiro se escapaba de sus labios entre abiertos.
<<Joder... Qué hijo de puta...>>
Carraspeó muy fuerte.
-Ahh, ya ya, el puto premio, si...- Dijo para que el silencio no se hiciera más incómodo. Su vista clavada en Ethan y su mano izquierda rozándose un par de veces la mejilla besada. El japonés buscaba la tiara perfecta para Aniol, pero sinceramente Connor no estaba en aquel momento para buscar ninguna mierda. El calor no paraba de subir y subir rememorando el beso, y ahora deseando que hubiera sido mucho más hacia la izquierda. O más bien en el centro de la puta boca... Además había dicho "parte" del premio... ¿Eso quería decir que había más, joder?
Asintió con la cabeza cuando Ethan sugirió ir hacia el salón, una vez encontró una corona delgada con gemas turquesas. Cualquier cumplido por el objeto o pregunta pasó a un segundo plano, al igual que cualquier puta rallada sobre si debía sentir ese calor con alguien que consideraba un buen amigo o no... Dejó que fuera el puto deseo y la excitación quienes hablaran. Por el corto camino hacia el salón, Connor se pegó a Ethan y posó unos breves segundos la mano en su baja espalda antes de hablar.
-Sobre ese premio... Quizás lo mejor es que te lo pague con la misma puta moneda, ¿no?- Murmuró el motero con una leve sonrisa medio picarona.- Ya sabes, para estar empatados y eso, joder...- Se separó de él unos pasos antes de que entraran a la puerta del salón de instrumentos, y cuando entraron la visión del resto le hizo abrir los ojos como platos y dejarse llevar por la sorpresa. Casi olvidando lo sucedido antes. Casi.- ¿¡Pero vosotros os habéis visto, panda de cabrones!? ¡Si estáis para una puta revista!-
-Pues claro que es en serio, que no trabajo gratis, joder... Son la clase de mierdas que aprendes en la calle...- Empezó a decir con tono orgulloso, encogiéndose de hombros y con una sonrisa al ver la indignación divertida en el rostro del japonés. Luego no pudo evitar soltar una carcajada ante sus siguientes palabras. Vale, le había pillado.- ¡Está bien, está bien! Me estaba marcando un "puto Nohlem y sus tratos" aquí.- Confesó con una corta risotada y un meneo de cabeza. Aún estaba de brazos cruzados y apoyado en el probador, y solos como estaban y siendo el objetivo de la mirada de Ethan... Poco a poco una chispa ya familiar iba adueñándose del motero de nuevo. Su sarcasmo le provocó una sonrisa burlona, aunque no tanto como que le llamara "señorito" o la visión de sus mejillas rojas.- Hmmm...- Le imitó con los ojos entrecerrados.- No sé qué cojones quiero todavía... Pero no te vayas muy lejos, cabronazo. Lo estoy pensando.- Le contestó con tono burlón.
Connor se quedó un par de segundos en silencio, notando esa tensión enrarecida en el ambiente. Aunque no desagradable. Ni de puta coña desagradable. Aún así, no se esperó para nada el siguiente movimiento de Ethan. El cuál se acercó con velocidad y una sonrisa inocente adornando su rostro. Antes de que se diera cuenta su mirada había pasado de mirar desde arriba a Ethan a estar ambos a la misma altura. Y como si fuera un reflejo del pasado, el japonés se dedicaba a mirarlo como hizo él en su día en el patio. Cuando sus ojos estaban atrapados en sus labios mientras estaba encima de él y solo quería besarlo... Igual que un deja vu, Connor no pudo evitar imitarle y recorrer con su vista el rostro de Ethan. Sus ojos, las cicatrices... Disfrutando de esos pocos segundos de tensión como si fuera un jodido masoquista. Teniéndole tan cerca y a la vez queriendo alargar el momento...La mano de Ethan recorrió su rostro sin previo aviso en una suave caricia que terminó en su oreja. En respuesta a eso, su mano empezó a alzarse con intención de querer acabar en su baja cadera...- Qué sepas que no me acabo de enterar de una mier...- No tuvo tiempo de terminar la frase o el movimiento de su mano, pues un beso en la mejilla le interrumpió provocándole una leve ola de calor sorpresivo.
Cuando se dio cuenta, Ethan ya se había escabullido por el hueco de probador y seguía hablando como si nada. Connor abandonó aquella postura encorvada y se irguió, mientras un leve suspiro se escapaba de sus labios entre abiertos.
<<Joder... Qué hijo de puta...>>
Carraspeó muy fuerte.
-Ahh, ya ya, el puto premio, si...- Dijo para que el silencio no se hiciera más incómodo. Su vista clavada en Ethan y su mano izquierda rozándose un par de veces la mejilla besada. El japonés buscaba la tiara perfecta para Aniol, pero sinceramente Connor no estaba en aquel momento para buscar ninguna mierda. El calor no paraba de subir y subir rememorando el beso, y ahora deseando que hubiera sido mucho más hacia la izquierda. O más bien en el centro de la puta boca... Además había dicho "parte" del premio... ¿Eso quería decir que había más, joder?
Asintió con la cabeza cuando Ethan sugirió ir hacia el salón, una vez encontró una corona delgada con gemas turquesas. Cualquier cumplido por el objeto o pregunta pasó a un segundo plano, al igual que cualquier puta rallada sobre si debía sentir ese calor con alguien que consideraba un buen amigo o no... Dejó que fuera el puto deseo y la excitación quienes hablaran. Por el corto camino hacia el salón, Connor se pegó a Ethan y posó unos breves segundos la mano en su baja espalda antes de hablar.
-Sobre ese premio... Quizás lo mejor es que te lo pague con la misma puta moneda, ¿no?- Murmuró el motero con una leve sonrisa medio picarona.- Ya sabes, para estar empatados y eso, joder...- Se separó de él unos pasos antes de que entraran a la puerta del salón de instrumentos, y cuando entraron la visión del resto le hizo abrir los ojos como platos y dejarse llevar por la sorpresa. Casi olvidando lo sucedido antes. Casi.- ¿¡Pero vosotros os habéis visto, panda de cabrones!? ¡Si estáis para una puta revista!-
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Personajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Palacete
02/02/24, 06:35 pm
Las reacciones de los niños a sus halagos le ampliaron tiernamente la sonrisa, más aún cuando ya su propia elección del traje parecía estar gustando. En especial que Damian se le acercara para cotillear el fondo nocturno de la gabardina le hizo cierta gracia. Al principio se quedó quieto, aunque viendo su curiosidad le ayudó extendiendo el lateral derecho de la prenda con la mano para que se pudieran apreciar mejor aquellas estrellas. Soltó una risilla apagada con la emoción del chiquillo y dijo siguiendo el tono desenfadado: -Es vistoso, desde luego. Imagino que tiene que ser algún hechizo como el de los ventanales y, bueno, uno no puede perder la oportunidad de ponerse algo doblemente mágico.- Que el traje le gustara y que combinara bien era bueno, pero que además combinara incluso con el salón de baile era otro nivel.
Por supuesto no le pasó desapercibido el cambio de Nohlem de seguir la bromita del mayordomo al momento en que le vio con la ropa nueva. Igual que no se quedó indiferente por lo que hizo después, claro. Rick pensó que se quedaría en ese pique y ya, uno como tantos otros hasta ahora, pero que el varmano se girara para llenarlo de cumplidos sin apartar la vista de sus ojos le pilló un poco desprevenido. Parpadeó un par de veces, con la boca un pelín abierta sin saber qué responder mientras su compañero empezaba una melodía al piano. No olvidaba lo temerario que había sido como para tomarse tantas libertades, pero el neoyorquino se había convencido de que iban a desconectar un rato y pasarlo bien. No quería aguarle la fiesta a nadie, menos aún cuando por suerte parecía que no iban a llevarse ninguna desagradable sorpresa. Recuperando por completo la compostura, se defendió cortésmente: -Disculpe, señor. Simplemente su elección de vestimentas me había parecido inesperada, pero puede estar seguro que está muy elegante y apuesto.- El tono era uno que usaría para hablar con un príncipe, aunque una parte de su cabeza se temía que Nohlem acabara pensando en la dichosa bromita del mayordomo. Entre eso y las notas que iba tocando el varmano, no llegó a escuchar el veredicto que le había dado Aniol. Se quedaría con la incertidumbre.
Justo para aquel calentamiento del músico apareció alguien más por la puerta. El neoyorquino se giró en cuanto Damian avisó de quién se trataba y la sorpresa le pudo, reflejándose un "Oh" en su cara hasta que habló. -¡Vaya! Y que lo digas- respondió al italiano un momento antes de volver a mirar al vittya y su conjunto con una sonrisa. -Te queda estupendo- lo alabó. No sabía si en Zemlya los trajes de gala eran así o simplemente había escogido algo que le llamara la atención, pero sin duda era bastante bonito y, de momento, se llevaba el premio al traje más exótico.
Con la alegre tonadilla en el ambiente, Rick miró animado los improvisados pasos del italiano. Todavía quedaban unos cuantos por llegar para que el baile pudiera dar comienzo en condiciones, pero el entusiasmo del niño se le contagiaba un poco. El neoyorquino daba golpecitos con el pie izquierdo siguiendo el ritmo, parando en el momento en que el italiano le ofreció sumarse a su bailecito a la princesa. En otras circunstancias no le habría parecido nada más que los niños divirtiéndose, pero si el color de Damian todavía podía justificarlo que tal vez era el maquillaje y se estaba confundiendo, su lenguaje corporal le pareció bastante sospechoso. Se cruzó de brazos a la espera de la respuesta de la princesa Ania, afirmativa para suerte del italiano. -(¿Le da corte o aquí hay más capas?)- se preguntó. Era innegable que los dos chiquillos se llevaban muy bien aún con lo distinto que eran el uno del otro, pero ese detallito le hacía preguntarse si había algo más que amistad o simplemente los misterios lo estaban saturando tanto que ya los veía por todas partes.
Ese tren de pensamiento lo interrumpió la entrada de más gente, anunciada esta vez por el polaco y, a su vez, por uno de los que había llegado. La voz del motero siempre se hacía notar y junto a él estaba Ethan tal y como había dicho el niño. Puso los brazos en jarra, con una risilla en la voz antes de contestar: -Oye, que vosotros dos no os quedáis atrás. Muy elegantes, sí señor- Para su gusto, el traje de estilo oriental del británico era el más bonito de los dos. Igual que con que el tejano hubiera escogido unas botas de vaquero, le pegaba mucho teniendo en cuenta la mitad de sus raíces. Aún así, no podía negar que Connor también iba elegante, aunque el conjunto al completo no es algo que se hubiera esperado. Bueno, más que el conjunto, eran las transparencias de aquel chaleco.
Y con eso ya solo quedaba Kalna por llegar y estarían todos para el baile. -(Le quedará mucho?)- se preguntó. Si tenían maquillaje mágico por allí, estaba claro viendo a los niños y Ethan que podía hacerse cualquier cosa, pero tenía curiosidad por lo que se habría decantado.
Por supuesto no le pasó desapercibido el cambio de Nohlem de seguir la bromita del mayordomo al momento en que le vio con la ropa nueva. Igual que no se quedó indiferente por lo que hizo después, claro. Rick pensó que se quedaría en ese pique y ya, uno como tantos otros hasta ahora, pero que el varmano se girara para llenarlo de cumplidos sin apartar la vista de sus ojos le pilló un poco desprevenido. Parpadeó un par de veces, con la boca un pelín abierta sin saber qué responder mientras su compañero empezaba una melodía al piano. No olvidaba lo temerario que había sido como para tomarse tantas libertades, pero el neoyorquino se había convencido de que iban a desconectar un rato y pasarlo bien. No quería aguarle la fiesta a nadie, menos aún cuando por suerte parecía que no iban a llevarse ninguna desagradable sorpresa. Recuperando por completo la compostura, se defendió cortésmente: -Disculpe, señor. Simplemente su elección de vestimentas me había parecido inesperada, pero puede estar seguro que está muy elegante y apuesto.- El tono era uno que usaría para hablar con un príncipe, aunque una parte de su cabeza se temía que Nohlem acabara pensando en la dichosa bromita del mayordomo. Entre eso y las notas que iba tocando el varmano, no llegó a escuchar el veredicto que le había dado Aniol. Se quedaría con la incertidumbre.
Justo para aquel calentamiento del músico apareció alguien más por la puerta. El neoyorquino se giró en cuanto Damian avisó de quién se trataba y la sorpresa le pudo, reflejándose un "Oh" en su cara hasta que habló. -¡Vaya! Y que lo digas- respondió al italiano un momento antes de volver a mirar al vittya y su conjunto con una sonrisa. -Te queda estupendo- lo alabó. No sabía si en Zemlya los trajes de gala eran así o simplemente había escogido algo que le llamara la atención, pero sin duda era bastante bonito y, de momento, se llevaba el premio al traje más exótico.
Con la alegre tonadilla en el ambiente, Rick miró animado los improvisados pasos del italiano. Todavía quedaban unos cuantos por llegar para que el baile pudiera dar comienzo en condiciones, pero el entusiasmo del niño se le contagiaba un poco. El neoyorquino daba golpecitos con el pie izquierdo siguiendo el ritmo, parando en el momento en que el italiano le ofreció sumarse a su bailecito a la princesa. En otras circunstancias no le habría parecido nada más que los niños divirtiéndose, pero si el color de Damian todavía podía justificarlo que tal vez era el maquillaje y se estaba confundiendo, su lenguaje corporal le pareció bastante sospechoso. Se cruzó de brazos a la espera de la respuesta de la princesa Ania, afirmativa para suerte del italiano. -(¿Le da corte o aquí hay más capas?)- se preguntó. Era innegable que los dos chiquillos se llevaban muy bien aún con lo distinto que eran el uno del otro, pero ese detallito le hacía preguntarse si había algo más que amistad o simplemente los misterios lo estaban saturando tanto que ya los veía por todas partes.
Ese tren de pensamiento lo interrumpió la entrada de más gente, anunciada esta vez por el polaco y, a su vez, por uno de los que había llegado. La voz del motero siempre se hacía notar y junto a él estaba Ethan tal y como había dicho el niño. Puso los brazos en jarra, con una risilla en la voz antes de contestar: -Oye, que vosotros dos no os quedáis atrás. Muy elegantes, sí señor- Para su gusto, el traje de estilo oriental del británico era el más bonito de los dos. Igual que con que el tejano hubiera escogido unas botas de vaquero, le pegaba mucho teniendo en cuenta la mitad de sus raíces. Aún así, no podía negar que Connor también iba elegante, aunque el conjunto al completo no es algo que se hubiera esperado. Bueno, más que el conjunto, eran las transparencias de aquel chaleco.
Y con eso ya solo quedaba Kalna por llegar y estarían todos para el baile. -(Le quedará mucho?)- se preguntó. Si tenían maquillaje mágico por allí, estaba claro viendo a los niños y Ethan que podía hacerse cualquier cosa, pero tenía curiosidad por lo que se habría decantado.
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.Personajes :
● Dama Puente/Kaila: Maga logomante austriaca (1.60).
● Kaethe/Dama Sobras: Ghoul nublina (1.46).
● Yttria: Bruja percusionista canadiense (1.53).
● Amira/Cálamo : Valkyria francesa (1.63).
● Kalna : Libense, del Imperio (1.78).
● Nefer : Ammut hijo de luna Levyna. (1.85)
Síntomas : Su sangre adquiere un tono anaranjado y se espesa un poco. Es capaz de intuir con mayor facilidad cómo se van a comportar los animales con los que se encuentre.
Armas :
● Dama Puente/Kaila: Magia, báculo
● Kaethe/Dama Sobras: Daga, fuerza bruta
● Yttria: Arco, hacha, magia, mala leche, cucharillas y otros objetos metálicos.
● Amira/Cálamo: Espada corta, pegaso (shire)
● Kalna : Espada bastarda; lanza y escudo
● Nefer : Lanza, venenos
Status : One flesh, one end
Humor : Permanent resting bitch face
Re: Palacete
02/02/24, 10:44 pm
Desde que había oído la palabra maquillaje su mente no había dejado de centrarse en otra cosa. Sí, tenía curiosidad por ver qué ropa elegía el resto, pero podía dejar de preocuparse por eso cuando su cara tuviera un mínimo de expresión artística plasmada en ella y no fuera un lienzo tan pálido que rozaba el blanco.
El tocador era precioso, de un estilo recargado que bien podría haber sido libense…si no fuera por el blanco. Entre eso y la predominancia del azul, la sala perdía en belleza en contraste con otras del palacio, siendo una paleta de colores claramente fea en el Imperio, una decisión estética que no tomaría nadie. Pero era lo que había, y mientras pudiera maquillarse como si aquello lo había diseñado un masculinista.
Empezó a sacar cosas de las cajoneras del mueble, buscando cosas conocidas. Llevaba años maquillándose, y aunque reconocía muchas cosas con facilidad, otras se le escapaban por completo, sin poder darles una función a plena vista. Miró al espejo una vez más, planteándose qué clase de maquillaje hacerse. Normalmente quería algo vistoso, propio de la guerrera que era. Pero aquello era un baile, uno delicado, con gente de otros mundos. Sabía bien la importancia de adaptarse a las situaciones, así que buscaría algo menos imponente, aunque no iba a ser tan delicado como el que les había visto a los otros.
Lo primero que hizo fue soltarse la trenza. El pelo cayó suelto hasta la mitad de la espalda, en ondas muy leves provocadas por el recogido que le daban un mínimo de volumen a un pelo que de otra manera caería completamente lacio. Buscó un cepillo para adecentarlo, aunque hubiera querido lavárselo en condiciones no iba a tener tiempo.
Iba a tener que descartar otras cosas también, como pintarse las uñas, porque no iba a dar tiempo a que secaran, lo cual era una lástima. Estaba tan cerca de poder retomar aunque fuera por un rato un aspecto que resonaba mucho más con ella que el no poder hacerlo completo le resultaba casi frustrante. Era mejor que nada al menos.
Movió levemente el espejo, buscando un mejor ángulo para empezar a maquillarse, y entonces la superficie cambió, devolviéndole un reflejo suyo maquillada. Tal vez no era lo que había tenido en mente originalmente, pero le gustaba incluso más. El color del mueble podía ser feo, pero el espejo en sí tenía un gusto inmaculado, desde luego. Y ¿esos brillos en el maquillaje? Tenía pinta de ser más magia, y aunque Kalna no se veía especialmente necesitada de un tutorial no dudó en seguir lo que le pedían las gemas iluminadas.
El resultado le gustó incluso más. Una sombra de ojos dorada que degradaba a negro, con algunas regiones en tonos levemente rojizos. Lo que más destacaba, sin embargo, era un delineador negro muy marcado, que le daba profundidad a su mirada. Los labios eran negros, aunque en la zona central del inferior brillaba un tono dorado también.
Ahora solo necesitaba un collar, y no le haría ascos a encontrar alguna joya más. Fuera de un par de pulseras y su anillo, que siempre llevaba puestos, la libense no se había llevado nada más, y lo echaba de menos. Rebuscó entre las demás mesas, encontrando en un pequeño armario un joyero. Terminó eligiendo lo que parecían varias cadenas de oro sencillas, que se extendían del cuello hacia sus hombros, recorriendo estos, y de las que pendían diminutas joyas rojas, de manera que casi parecían gotitas de sangre. Ya que estaba, añadió también una tiara, no especialmente recargada, también de oro y decorada con lo que a primera vista podían parecer rubies.
Sí, ahora estaba lista.
Oyendo los primeros compases del piano, no tardó en dirigirse a la sala de baile, donde estaban ya reunidos todos sus compañeros.
El tocador era precioso, de un estilo recargado que bien podría haber sido libense…si no fuera por el blanco. Entre eso y la predominancia del azul, la sala perdía en belleza en contraste con otras del palacio, siendo una paleta de colores claramente fea en el Imperio, una decisión estética que no tomaría nadie. Pero era lo que había, y mientras pudiera maquillarse como si aquello lo había diseñado un masculinista.
Empezó a sacar cosas de las cajoneras del mueble, buscando cosas conocidas. Llevaba años maquillándose, y aunque reconocía muchas cosas con facilidad, otras se le escapaban por completo, sin poder darles una función a plena vista. Miró al espejo una vez más, planteándose qué clase de maquillaje hacerse. Normalmente quería algo vistoso, propio de la guerrera que era. Pero aquello era un baile, uno delicado, con gente de otros mundos. Sabía bien la importancia de adaptarse a las situaciones, así que buscaría algo menos imponente, aunque no iba a ser tan delicado como el que les había visto a los otros.
Lo primero que hizo fue soltarse la trenza. El pelo cayó suelto hasta la mitad de la espalda, en ondas muy leves provocadas por el recogido que le daban un mínimo de volumen a un pelo que de otra manera caería completamente lacio. Buscó un cepillo para adecentarlo, aunque hubiera querido lavárselo en condiciones no iba a tener tiempo.
Iba a tener que descartar otras cosas también, como pintarse las uñas, porque no iba a dar tiempo a que secaran, lo cual era una lástima. Estaba tan cerca de poder retomar aunque fuera por un rato un aspecto que resonaba mucho más con ella que el no poder hacerlo completo le resultaba casi frustrante. Era mejor que nada al menos.
Movió levemente el espejo, buscando un mejor ángulo para empezar a maquillarse, y entonces la superficie cambió, devolviéndole un reflejo suyo maquillada. Tal vez no era lo que había tenido en mente originalmente, pero le gustaba incluso más. El color del mueble podía ser feo, pero el espejo en sí tenía un gusto inmaculado, desde luego. Y ¿esos brillos en el maquillaje? Tenía pinta de ser más magia, y aunque Kalna no se veía especialmente necesitada de un tutorial no dudó en seguir lo que le pedían las gemas iluminadas.
El resultado le gustó incluso más. Una sombra de ojos dorada que degradaba a negro, con algunas regiones en tonos levemente rojizos. Lo que más destacaba, sin embargo, era un delineador negro muy marcado, que le daba profundidad a su mirada. Los labios eran negros, aunque en la zona central del inferior brillaba un tono dorado también.
Ahora solo necesitaba un collar, y no le haría ascos a encontrar alguna joya más. Fuera de un par de pulseras y su anillo, que siempre llevaba puestos, la libense no se había llevado nada más, y lo echaba de menos. Rebuscó entre las demás mesas, encontrando en un pequeño armario un joyero. Terminó eligiendo lo que parecían varias cadenas de oro sencillas, que se extendían del cuello hacia sus hombros, recorriendo estos, y de las que pendían diminutas joyas rojas, de manera que casi parecían gotitas de sangre. Ya que estaba, añadió también una tiara, no especialmente recargada, también de oro y decorada con lo que a primera vista podían parecer rubies.
Sí, ahora estaba lista.
Oyendo los primeros compases del piano, no tardó en dirigirse a la sala de baile, donde estaban ya reunidos todos sus compañeros.
Regocijaos, pues ahora sois parte de la leyenda de Kalna, hija de Mánide
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Palacete
03/02/24, 02:16 am
La sonrisa en el rostro del varmano se ensanchó con malicia, asintiendo con la solemnidad de la realeza a la sentencia de Ania. Un guiño fugaz le añadió otro tipo de encanto.
—Que así sea —respondió en el mismo tono, cómico gracias a la casual alegría de la canción. Por mucho que se esforzase ya era demasiado tarde para el neoyorko—. ¿Inesperadas? —preguntó más alto para él—. ¿De verdad creías que iba a dejar que fueras más elegante que yo? ¡JA! ¡Que insolencia! —mientras sus dedos danzaban volvió a inclinarse hacia la princesa, un susurro tenue por la música—. Es detective pero no pilla ni una.
Por mucho adorno que le añadiera a la canción se le empezaba a quedar corta por su simpleza, así que más pronto que tarde acortó un estribillo para llegar al último, tocando con suavidad para que los niños pudieran hablar entre sí y, por qué no, pegar la oreja para identificar los pasos de quienes faltaban. Cuando se giró para ver a los nuevos invitados su pecho se quedó en un punto confuso en el que no sabía si estaba exhalando o inhalando; no por haber olvidado respirar, sino porque de repente su cuerpo parecía no necesitarlo. Su pulgar derecho apretó los bordes del anillo en su dedo índice, haciéndolo girar muy despacio en ese minúsculo síntoma suyo de inquietud.
Los chicos estaban… Bueno.
En conjunto ninguno tenía ni sentido ni harmonía. Si Nohlem fuera humano podría compararlo con ir a Disneyland. La princesa Aurora paseando con Peter Pan, Iron-Man y Goofy, lógicos por separado, terriblemente ilógicos juntos. El granta se humedeció los labios y se volteó al piano, como si allí se le hubiera perdido algo, en un pobre intento de ocultar una sonrisa que serpenteaba como culebra furiosa. Una breve e inaudible risita histérica reactivó sus pulmones. Vale, eran la fiesta de disfraces más extraña que hubiera visto nunca, pero en él no cabía pizca de burla. Era fácil verlo en el centelleo de sus ojos verdes, en la expansión de sus pupilas, en su incipiente euforia. Sin con Rick se había quedado atontado -y eso que era hetero- aquí menos todavía se iba a molestar en cerrar la boca o bajar las orejas.
No entendía la ropa de Schecheniak, pero a un artista no se le cuestiona (y ya tenía el rol de modista real así que habría que apañárselas). Connor… “Santos”. ¿Por qué le parecía tan sexy siendo tan horroroso? Sus pantalones parecían hechos de alquitrán y junto con las dichosas botas el mayor favor que podría hacerle Nohlem era pedirle que se desnudara, pero todo lo hortera compensaba en lo ajustaditos que se le veían. Luego estaba la parte de arriba que… ¿nadie le había explicado al pobre idiota que debajo de un chaleco la gente llevaba camisa? Ahora, que cualquier amago de risa fue violentamente apuñalado por las trasparencias. Y esos brazos… y que buen pecho tenía el desgraciado… Podría enterrar la cara en sus- Santos, se supone que tenía que respirar.
Después su vista se posó en Ethan, y al apoyar el codo sobre el piano como si fuera una mesa lógicamente el instrumento se quejó con unas notas que sonaron igual que sus neuronas: auxilio. Su ropa era parecida a las exóticas capas de tela que les había enseñado el vittya antes: blanco y negro, dorado, azul y rojo contrastados, guantes ceñidos y mangas anchas con caídas finas… Elegante y bien envuelto, como a él le gustaba. La túnica de otro príncipe.
Por un instante Nohlem olvidó su estatus de realeza y secuestrado. Ahí no era más que un chaval de 17 años que no tiene mayor culpa que ruborizarse por chicos guapos. Había echado de menos eso. El ardor en mejillas y orejas, los nervios, el ronroneo rascando detrás de su lengua, los latidos pesados. Quería reírse, ligar con ellos sin miedo al “y luego qué”, quería cosas que no podía confesarle a ningún menor. Era consciente de su atractivo, se había habituado a las pieles claras, las narices y orejas redondas, pero de alguna forma se sentían personas nuevas. El pavo le nublaba la mente y quería dejarse llevar.
Cuesta abajo todos los Santos ayudan.
“Venga Nohlem, tú puedes”. Se levantó mirando al suelo, aparentando una serie de mentiras en el proceso: calma, desinterés, la impresión de tenerlo todo bajo control… La realidad es que se iba a marcar los anillos de tanto apretarlos. Les sonrió.
—Caballeros —añadió al acercarse a ellos con una leve inclinación de cabeza y párpados, una reverencia de príncipe. La sonrisita le traicionó ensachándose de más—. Van ustedes… —les examinó de arriba a abajo en conjunto, como si no lo hubiera hecho antes a costa de su cordura y el rubor en sus mejillas. Un ronroneo respondió por él, seguido de una risa culpable y una sonrisa sincera—. Sin palabras —se llevó una mano al pecho, divertido—, y sin aliento.
Ah. Pero que bonito era el maquillaje de Ethan de cerca. Su vista oscilaba en torno a él irremediablemente y poco hacía por evitarlo, ansioso porque sus ojos se encontrasen. Era como descubrir algo nuevo en una foto vieja…
—Vais a pillar frío, eso sí —señaló al vittya y al canadiense con una mueca graciosa, rompiendo el hechizo momentáneamente. Kalna apareció maquillada y a Nohlem le dio pena no haberse pasado por la salita para hacer lo propio: una sombra de ojos para resaltar el turquesa y su piel oscura, quizá—. Ya estamos todos… —se volteó a los niños con una sonrisa de buenos colmillos—. ¿Bailamos?
Nohlem no era ni tonto ni lento. Eran pares y le tocaba reservar pareja -por mucho que en el fondo supiera ser de los poquísimos músicos-. Su vista apuntó en seguida a Ethan antes de ofrecerle una mano.
—Lo prometimos, ¿verdad?
—Que así sea —respondió en el mismo tono, cómico gracias a la casual alegría de la canción. Por mucho que se esforzase ya era demasiado tarde para el neoyorko—. ¿Inesperadas? —preguntó más alto para él—. ¿De verdad creías que iba a dejar que fueras más elegante que yo? ¡JA! ¡Que insolencia! —mientras sus dedos danzaban volvió a inclinarse hacia la princesa, un susurro tenue por la música—. Es detective pero no pilla ni una.
Por mucho adorno que le añadiera a la canción se le empezaba a quedar corta por su simpleza, así que más pronto que tarde acortó un estribillo para llegar al último, tocando con suavidad para que los niños pudieran hablar entre sí y, por qué no, pegar la oreja para identificar los pasos de quienes faltaban. Cuando se giró para ver a los nuevos invitados su pecho se quedó en un punto confuso en el que no sabía si estaba exhalando o inhalando; no por haber olvidado respirar, sino porque de repente su cuerpo parecía no necesitarlo. Su pulgar derecho apretó los bordes del anillo en su dedo índice, haciéndolo girar muy despacio en ese minúsculo síntoma suyo de inquietud.
Los chicos estaban… Bueno.
En conjunto ninguno tenía ni sentido ni harmonía. Si Nohlem fuera humano podría compararlo con ir a Disneyland. La princesa Aurora paseando con Peter Pan, Iron-Man y Goofy, lógicos por separado, terriblemente ilógicos juntos. El granta se humedeció los labios y se volteó al piano, como si allí se le hubiera perdido algo, en un pobre intento de ocultar una sonrisa que serpenteaba como culebra furiosa. Una breve e inaudible risita histérica reactivó sus pulmones. Vale, eran la fiesta de disfraces más extraña que hubiera visto nunca, pero en él no cabía pizca de burla. Era fácil verlo en el centelleo de sus ojos verdes, en la expansión de sus pupilas, en su incipiente euforia. Sin con Rick se había quedado atontado -y eso que era hetero- aquí menos todavía se iba a molestar en cerrar la boca o bajar las orejas.
No entendía la ropa de Schecheniak, pero a un artista no se le cuestiona (y ya tenía el rol de modista real así que habría que apañárselas). Connor… “Santos”. ¿Por qué le parecía tan sexy siendo tan horroroso? Sus pantalones parecían hechos de alquitrán y junto con las dichosas botas el mayor favor que podría hacerle Nohlem era pedirle que se desnudara, pero todo lo hortera compensaba en lo ajustaditos que se le veían. Luego estaba la parte de arriba que… ¿nadie le había explicado al pobre idiota que debajo de un chaleco la gente llevaba camisa? Ahora, que cualquier amago de risa fue violentamente apuñalado por las trasparencias. Y esos brazos… y que buen pecho tenía el desgraciado… Podría enterrar la cara en sus- Santos, se supone que tenía que respirar.
Después su vista se posó en Ethan, y al apoyar el codo sobre el piano como si fuera una mesa lógicamente el instrumento se quejó con unas notas que sonaron igual que sus neuronas: auxilio. Su ropa era parecida a las exóticas capas de tela que les había enseñado el vittya antes: blanco y negro, dorado, azul y rojo contrastados, guantes ceñidos y mangas anchas con caídas finas… Elegante y bien envuelto, como a él le gustaba. La túnica de otro príncipe.
Por un instante Nohlem olvidó su estatus de realeza y secuestrado. Ahí no era más que un chaval de 17 años que no tiene mayor culpa que ruborizarse por chicos guapos. Había echado de menos eso. El ardor en mejillas y orejas, los nervios, el ronroneo rascando detrás de su lengua, los latidos pesados. Quería reírse, ligar con ellos sin miedo al “y luego qué”, quería cosas que no podía confesarle a ningún menor. Era consciente de su atractivo, se había habituado a las pieles claras, las narices y orejas redondas, pero de alguna forma se sentían personas nuevas. El pavo le nublaba la mente y quería dejarse llevar.
Cuesta abajo todos los Santos ayudan.
“Venga Nohlem, tú puedes”. Se levantó mirando al suelo, aparentando una serie de mentiras en el proceso: calma, desinterés, la impresión de tenerlo todo bajo control… La realidad es que se iba a marcar los anillos de tanto apretarlos. Les sonrió.
—Caballeros —añadió al acercarse a ellos con una leve inclinación de cabeza y párpados, una reverencia de príncipe. La sonrisita le traicionó ensachándose de más—. Van ustedes… —les examinó de arriba a abajo en conjunto, como si no lo hubiera hecho antes a costa de su cordura y el rubor en sus mejillas. Un ronroneo respondió por él, seguido de una risa culpable y una sonrisa sincera—. Sin palabras —se llevó una mano al pecho, divertido—, y sin aliento.
Ah. Pero que bonito era el maquillaje de Ethan de cerca. Su vista oscilaba en torno a él irremediablemente y poco hacía por evitarlo, ansioso porque sus ojos se encontrasen. Era como descubrir algo nuevo en una foto vieja…
—Vais a pillar frío, eso sí —señaló al vittya y al canadiense con una mueca graciosa, rompiendo el hechizo momentáneamente. Kalna apareció maquillada y a Nohlem le dio pena no haberse pasado por la salita para hacer lo propio: una sombra de ojos para resaltar el turquesa y su piel oscura, quizá—. Ya estamos todos… —se volteó a los niños con una sonrisa de buenos colmillos—. ¿Bailamos?
Nohlem no era ni tonto ni lento. Eran pares y le tocaba reservar pareja -por mucho que en el fondo supiera ser de los poquísimos músicos-. Su vista apuntó en seguida a Ethan antes de ofrecerle una mano.
—Lo prometimos, ¿verdad?
- ♪♫♬:
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Personajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Palacete
04/02/24, 08:13 pm
No fueron pocas las veces con las que el italiano jugó con su amigo polaco. Muchas veces era algo que hacían casi todo el día, jugaban al pilla pilla, al escondite, a adivinar cosas e incluso con las figuras de papel que tanto le encantaban. Estaban siempre con cosas de contacto al fin y al cabo pero aquella vez, sentir la mano le hizo sentir algo de vergüenza, la suficiente para llevar su mirada a otro sitio del salón. Aun con todo aquello podía notar el júbilo que le llenaba por estar una vez más con su mejor amigo.
—Valeeee, seré solo yo a secas. El Damian Damian de toda la vida —asintió con una sonrisa procediendo a acercarse y de paso querer tomar la otra mano con un poco más de ganas de lo normal en aquel juego y empezar a bailar.
Sin embargo, al final todo se detuvo abruptamente y más de lo que Damian estaba deseando en aquel momento bajando las comisuras cuando Aniol mencionó a Ethan. Faltaba gente pero… ¿era necesario detenerse así? Se lo estaba empezando a pasar bien y su yo egoísta le picaba la oreja izquierda. El chico se volteó a ver pero su mejor amigo notaría que Damian no le estaba soltando, es más, tenía la mano agarrada con firmeza por querer “mantenerse en el juego del baile”.
Pero eso no cedió que Damian se fijase bien en los dos recién llegados. Connor al fin llegó de frente, ese lado que no pudo ver al estar de espaldas. Ethan, no obstante, era una enorme sorpresa puesto que aun no lo vio vestido y no le aclaró exactamente lo que quería ponerse. La primera impresión de Damian era: mucha tela, y se veía flotante con cada movimiento en contraposición a lo ajustado que iba el grandullón de su lado. Los colores eran bonitos y aquella falda danzaba casi por su cuenta con cada paso.
—¡Wow Ethan, no sabía que te pondrías eso! ¡Te queda que te cagas con toda esa tela! ¡Estas perfe para la ocasión! —si Ethan estaba próximo se lo diría al momento, con una sonrisa satisfecha y dedicando una breve y discreta mirada al pelirrojo quien, para su fortuna, parecía sonriente y con todo lo que decía estaba prácticamente en el bote—. «Venga tío, que lo puse guapo para ti» —él no lo puso guapo en cuanto al vestido pero por cabezón se llevaba el mérito hasta en sus pensamientos solo por el maquillaje.
»Y Connor, Connor, Connor, ¡Connor!… —lo analizó de arriba abajo, divertido—. ¡Te veo como un pincelazo pero de los tochos, pareces un guardaespaldas y un malo de Rambo también! —eso le hizo reír, alzando las cejas con vacile de por medio al de la cresta.
Y Nohlem anunció lo que ya estaba esperando como agua de Mayo, aun con más energía viendo que Nohlem le ofreció la mano a Ethan, y Damian miró a Aniol por escasos momentos antes de dar su respuesta.
—¡Venga, vamos a comenzar el espectáculo! —decir espectáculo le hizo espabilar, recordar algo que con todo y eso se le fue—. ¡AHHHH, es verdad! ¡Hay que presentar el baile! ¡PRINCESA, UN MOMENTITO DE NADA, NO TARDO TE LO JURO!
Disculpándose como si fuese un crimen, soltó la mano de su amigo para acercarse como una moto a Connor.
—¡TIO, TIO, TIO! ¡No se si Ethan te ha dicho pero te lo digo yo por si acaso, me tienes que echar una mano para comenzar la ceremonia porque soy un maestro de ceremonias y quiero presentar todo este baile porque tengo un huevo de ganas de hacerlo! ¡¿A QUE SÍ ETHAN, A QUE SÍ?! — por poco se queda sin aire después de soltarlo todo casi sin inspirar primero. Alzó las manos al aire, como quien saca sus instintos de infante para que lo alcen—. ¡¿Me levantas entonces colega?! Es un ratito namás, vengaaa... —eso ultimo lo dijo en susurros, con sus ojos pidiendo a gritos que lo haga.
—Valeeee, seré solo yo a secas. El Damian Damian de toda la vida —asintió con una sonrisa procediendo a acercarse y de paso querer tomar la otra mano con un poco más de ganas de lo normal en aquel juego y empezar a bailar.
Sin embargo, al final todo se detuvo abruptamente y más de lo que Damian estaba deseando en aquel momento bajando las comisuras cuando Aniol mencionó a Ethan. Faltaba gente pero… ¿era necesario detenerse así? Se lo estaba empezando a pasar bien y su yo egoísta le picaba la oreja izquierda. El chico se volteó a ver pero su mejor amigo notaría que Damian no le estaba soltando, es más, tenía la mano agarrada con firmeza por querer “mantenerse en el juego del baile”.
Pero eso no cedió que Damian se fijase bien en los dos recién llegados. Connor al fin llegó de frente, ese lado que no pudo ver al estar de espaldas. Ethan, no obstante, era una enorme sorpresa puesto que aun no lo vio vestido y no le aclaró exactamente lo que quería ponerse. La primera impresión de Damian era: mucha tela, y se veía flotante con cada movimiento en contraposición a lo ajustado que iba el grandullón de su lado. Los colores eran bonitos y aquella falda danzaba casi por su cuenta con cada paso.
—¡Wow Ethan, no sabía que te pondrías eso! ¡Te queda que te cagas con toda esa tela! ¡Estas perfe para la ocasión! —si Ethan estaba próximo se lo diría al momento, con una sonrisa satisfecha y dedicando una breve y discreta mirada al pelirrojo quien, para su fortuna, parecía sonriente y con todo lo que decía estaba prácticamente en el bote—. «Venga tío, que lo puse guapo para ti» —él no lo puso guapo en cuanto al vestido pero por cabezón se llevaba el mérito hasta en sus pensamientos solo por el maquillaje.
»Y Connor, Connor, Connor, ¡Connor!… —lo analizó de arriba abajo, divertido—. ¡Te veo como un pincelazo pero de los tochos, pareces un guardaespaldas y un malo de Rambo también! —eso le hizo reír, alzando las cejas con vacile de por medio al de la cresta.
Y Nohlem anunció lo que ya estaba esperando como agua de Mayo, aun con más energía viendo que Nohlem le ofreció la mano a Ethan, y Damian miró a Aniol por escasos momentos antes de dar su respuesta.
—¡Venga, vamos a comenzar el espectáculo! —decir espectáculo le hizo espabilar, recordar algo que con todo y eso se le fue—. ¡AHHHH, es verdad! ¡Hay que presentar el baile! ¡PRINCESA, UN MOMENTITO DE NADA, NO TARDO TE LO JURO!
Disculpándose como si fuese un crimen, soltó la mano de su amigo para acercarse como una moto a Connor.
—¡TIO, TIO, TIO! ¡No se si Ethan te ha dicho pero te lo digo yo por si acaso, me tienes que echar una mano para comenzar la ceremonia porque soy un maestro de ceremonias y quiero presentar todo este baile porque tengo un huevo de ganas de hacerlo! ¡¿A QUE SÍ ETHAN, A QUE SÍ?! — por poco se queda sin aire después de soltarlo todo casi sin inspirar primero. Alzó las manos al aire, como quien saca sus instintos de infante para que lo alcen—. ¡¿Me levantas entonces colega?! Es un ratito namás, vengaaa... —eso ultimo lo dijo en susurros, con sus ojos pidiendo a gritos que lo haga.
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Personajes :
● Wednesday: Vouivre humana británica.
● Karime: Licántropa loba libense de la capital.
● Kimbra: Demonio rakshasa krabelinense Hija de Lunas engendro.
● Irenneil: Brujo de la cera aurva sinhadre.
● Edén Damkinea: Atlante daeliciano de la Ciudad del Norte.
● Szczenyak//Colmillo: vittya zawodny nómada.
Unidades mágicas : 5/5
Heridas/enfermedades :
● Ka: Le falta el ojo izquierdo.
● Colmillo: Tiene partido el colmillo derecho.
Síntomas : Gusto por dibujar trazos sin ton ni son cuando vacía la mente.
Armas :
● Wen: Guadaña doble y arco.
● Ka: Espadas gemelas, arco y dardos.
● Kim: Arco, machetes y dagas.
● Neil: Cuchara de madera y cera.
● Edén: Magia y sonrisas amables.
● Colmillo: inutilidad.
Humor : Absurdo
Re: Palacete
05/02/24, 01:48 pm
A pesar de su vergüenza, Colmillo se sintió algo más animado y seguro cuando los niños le saludaron y gracias a las palabras de Rick y, sorprendentemente, Damian. Aunque su comienzo había sido jodido, parecía que la relación entre los dos se iba suavizando cada vez más con la convivencia.
-Gracias, joder -asintió hacia Rick, todavía avergonzado de estar mostrando más piel de la que estaba acostumbrado-. La tuya también está guapa -halagó de vuelta, esperando no verse ni oírse tan torpe como se sentía.
A pesar de la vergüenza, la ropa le había gustado mucho y, como tenía en mente que esto sería cosa de una vez, había preferido arriesgar un poco y estaba satisfecho con su elección, por lo que decidió centrarse en mirar las elecciones del resto de sus compañeros, preguntándose para sí mismo si serían habituales en sus mundos o habían decidido experimental más allá.
-Joder, no, en eso tengo ventaja sobre todos vosotros, pelados -bromeó cuando Nohlem les dijo a Connor y él que cogerían frío, sin poder evitar volver a darle un tirón a la camiseta para que bajara un poco.
Con algunas florituras, una vez estuvieron todos, Damián invitó a bailar a Aniol y Nohlem hizo lo mismo con Ethan, haciendo a Colmillo pensar en si todos los bailes iban a ser en parejas y, en caso de ser así, cómo iban a coordinarse realmente. “Puede que tengamos muchas mierdas iguales entre mundos, ¿pero los bailes también? Supongo que tendremos que enseñarnos tipos de bailes entre nosotros antes de hacer nada” pensó mientras recordaba los bailes habituales en sus fiestas familiares, riéndose internamente al pensar en lo poco adecuados que eran para un lugar tan grandilocuente como esa sala de baile.
Aunque antes de que pudieran ponerse a ello, Damián los paró gritando que tenía que presentar a todos como maestro de ceremonias que era y que necesitaba que Connor le levantara para ello. Colmillo se limitó a cruzarse de brazos con diversión, casi esperando a que el canadiense se pusiera a cuatro patas para hacerle de pedestal al niño.
"Rocavarancolia es una ciudad llena de misterios y sorpresas, como un acertijo complicado y excitante."
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Palacete
05/02/24, 10:40 pm
Estaban preciosos, la mirada del joven apenas recorrió la sala cuando su atención quedó eclipsada por el resto de sus compañeros. Fue de uno en uno, tomándose su calmada entrada como margen para deleitarse con sus diferentes gustos. El mes de convivencia le había hecho normalizar a algunos de sus amigos, volverlos tan cotidianos que su belleza se había convertido en un tema anecdótico, pero ahí en cambio, aquello quedaba en el olvido y lo que era el polvo de una ropa maltrecha caía en desgracia en comparación a sus resplandecientes trajes. Colmillo lucía un vestido curioso, una mezcla compuesta que lejos quedaba de aquel perro encerrado que tanto había temido, Rick a su lado brillaba tanto como lo hacían las estrellas de su capa, era un dulce prohibido, uno que ganaba más gusto cuando sabías que nunca podrías tenerlo. Que se le iba a hacer, nunca había sido su tipo pero eso no le quitaba de tener ojos en la cara y por dios, el chaval era guapísimo, la dualidad de sus ojos contrastaba con los oscuros de un elegante traje a medio caballo entre ser un príncipe fantasioso o un joven ilustrado de épocas más actuales.
-Uaoh, estáis increíbles…
Sin prisa y con su corazón aún en vilo siguió el recorrido por aquel lugar. Los instrumentos se convertían en sombras al ignorarlos y al fondo, la cristalera repleta de estrellas llenó de los mismos tonos los ojos oscuros de un ilusionado londinense. En ellos se reflejaba la misma noche estrellada, dedicando sus más lindos deseos a los niños que jugaban en la distancia. Ya había visto a Damian con su increíble disfraz de circense pero aún así, en aquel decorado sus vivos colores lo hacían destacar aún más, eran tan cálidos que a pesar de estar en un sitio tan bien iluminado el pequeñín brillaba con luz propia. Era como un sol en miniatura y a su lado… Ethan trató de contener inutilmente la amplía sonrisa que recorrió su rostro al reconocer a Aniol bajo esas esponjosas capas de vestido. La fragilidad de una flor con la dulce sensación de una nube de algodón, era precioso, aún cuando creía que no podía serlo más, ahí estaba para sorprenderle. Maravillado ante la flor que había germinado entre esas paredes el joven japonés no pudo evitar perderse en lo idílico de la escena, como si se tratara de un padre tratando de grabar mentalmente la obra de teatro de su hijo pequeño. Tanto así que para cuando giró el rostro Nohlem ya estaba delante suyo.
-Ah -Logró farfullar de forma horrendamente torpe ante los halagos repentinos. Sus mejillas no habían terminado de descansar y se encontraban invadidas de nuevo ante un calor agradable. -Gracias… tú también...
Sonrío con tanta vergüenza latente que se le olvidó terminar la frase. Su baja espalda aún vibraba allí donde la mano de Connor había descansado y sus latidos seguían yendo descompensados. Toda la tensión acumulada en los probadores se hacía gala en esos instantes donde ya no sabía ni reaccionar al más simple de los pedidos. Vale, sí, eran amigos pero… joder. Ethan quedó hipnotizado en aquellas esmeraldas que le devolvía la mirada, sus manos bajaron a su faldón, entrelazándose nerviosas y jugando con la propia tela de su vestimenta. Estaba tan en blanco que le costó hasta razonar de qué promesa estaba hablando.
¿Siempre había sido así de guapo? Claro que sí. Nohlem tenía la misma condena que Rick, eran sin lugar a duda los modelos del torreón, ese chico que te cruzabas por la calle y provocaba que te giraras con el aliento cortado y un nudo en el pecho. El traje de príncipe solo alimentaba esa sensación, la envolvía en nuevos y refrescantes aires. El verde de su tela combinaba con el de sus ojos y su capa adornaba cada movimiento en una suave danza cargada de la elegancia propia de un noble. El rojo de su cinturón resaltaba y aún así no podía competir con los rizos desordenados y cobrizos de su cabello, ni todas las decoraciones de su camisa con su moteado rostro. La naturalidad de alguien que ya era bello se daba de bruces con el aire de palacio de su conjunto y lo volvía tan endiabladamente guapo que parecía haberse escapado de alguno de los cuentos de Aniol.
-Estas precioso… -Comentó acercando la mano un tanto achicado. -Bueno qué narices, todos estáis preciosos. -Corrigió en el último momento, permitiendo a sus ojos huir del contacto visual para volver a ver a todos los presentes.
Que el canadiense estuviera detrás suyo no ayudaba, era más bien un extraño castigo pues si decidía huir se encontraría atrapado de nuevo en lo guapo que eran sus amigos. No tenía escapatoria, su corazón no había logrado recuperarse del todo y ahí estaba dando pequeños brincos de alegría. Una euforia tan inocente como juvenil, donde se permitía guiarse por la ilusión de un baile antes que por las preocupaciones que les esperaban allí fuera.
-Aunque… Vas a sacarme a bailar sin músic-
Como una ilusión lo que iba a convertirse en una sonrisa pícara acabó en una mueca confusa ante los repentinos gritos de Damian, dejando que su propia mano quedara congelada en el aire sin llegar a aceptar la invitación ante el susto. No pudo evitar reírse cuando vio el foco del problema, cubriéndose parcialmente la boca con la manga ancha en un intento de no ser maleducado.
-Ay Damian ya decía yo que estabas demasiado tranquilo, a ver con qué nos sorprendes esta vez. -Miro hacía atrás momentáneamente, buscando la complicidad de Connor y cuando obtuvo su mirada bajó la voz, acercándose momentáneamente para hablarle en apenas un murmullo que igualmente seguía entendiéndose con la proximidad. -Y tú, como la líes y le pase algo al niño, se donde duermes, ¿si? Te ahogo con la almohada como se te puto caiga.
Hablada la amenaza y con la tranquilidad de que podía ahogarlo buscó de nuevo a su compañero de baile. En vez de tomarlo de la mano le acarició la muñeca en un agarre sutil más como toque de atención. La sonrisa de su rostro volvía a ser afable, tan sincera que sus ojos se encontraban más chicos desde hacía rato.
-Creo que te necesitan para la entrada y yo tengo que ir a saludar a mi princesita… -Le respondió más suave, siguiendo el guion absurdo que los niños les habían dado. -pero te estaré esperando para que abras el baile conmigo… -Desvío la mirada sutilmente y chasqueo la lengua en una duda que le llevó a reírse en silencio antes de contar la broma. -Mi príncipe. Vale, no podía, Ethan estalló en una ligera carcajada nerviosa, apartándose para frotarse ambas mejillas muerto de la vergüenza. A él no se le daba tan bien interpretar esa obra de teatro y su nula experiencia le impedía mantener el rostro serio durante esos instantes.
>>Ay bueno, que me voy un momento a saludar a Aniol. -Le dio un toquecito en el hombro tratando de calmar su risa. -Ahora vuelvo, recuérdame que tengo algo para ti, porfa.
Una vez dicho recogió los bajos de su falda con ambas manos para no tropezarse con ellos y en una marcha energética recorrió el espacio que le distanciaba de su adorable niño. Le saludo con una mano emocionado, soltando ambas su vestido para recoger al polaco en un enorme abrazo nada más verlo.
-¡¡¿¿PERO QUIÉN ES ESTA PRECIOSA PRINCESA???!!
La repentina efusividad llevó a que lo levantara del suelo en un amor giratorio donde ambos vestidos levantaron el vuelo con una pomposidad que nada tenía que envidiar a ninguna princesa Disney. Su faldón voló en sincronía con el de Aniol y tras un par de vueltas sosteniéndolo en el aire volvió a bajarlo entre risas, preocupado de golpe por peinar nuevamente al niño y recolocar su broche de florecitas. Con una decoración tan adorable no podía regalarle la tiara que tenía guardada pero no le hacía falta corona para saber que reinaba sobre todos los corazones de aquella sala.
-Ania estas guapisima, no podías haber escogido un vestido mejor. -Le sonrío con dulzura, incapaz de apartar la vista de los bonitos rosados que le complementaban. -Y oye, tienes que contarme qué te ha parecido el resto de la corte, espero que hayamos logrado estar a su altura, su majestad. -Para seguir el paripé hizo una leve reverencia agarrando con sutileza los bordes de su falda en un intento pobre por imitar a la cenicienta.
-Uaoh, estáis increíbles…
Sin prisa y con su corazón aún en vilo siguió el recorrido por aquel lugar. Los instrumentos se convertían en sombras al ignorarlos y al fondo, la cristalera repleta de estrellas llenó de los mismos tonos los ojos oscuros de un ilusionado londinense. En ellos se reflejaba la misma noche estrellada, dedicando sus más lindos deseos a los niños que jugaban en la distancia. Ya había visto a Damian con su increíble disfraz de circense pero aún así, en aquel decorado sus vivos colores lo hacían destacar aún más, eran tan cálidos que a pesar de estar en un sitio tan bien iluminado el pequeñín brillaba con luz propia. Era como un sol en miniatura y a su lado… Ethan trató de contener inutilmente la amplía sonrisa que recorrió su rostro al reconocer a Aniol bajo esas esponjosas capas de vestido. La fragilidad de una flor con la dulce sensación de una nube de algodón, era precioso, aún cuando creía que no podía serlo más, ahí estaba para sorprenderle. Maravillado ante la flor que había germinado entre esas paredes el joven japonés no pudo evitar perderse en lo idílico de la escena, como si se tratara de un padre tratando de grabar mentalmente la obra de teatro de su hijo pequeño. Tanto así que para cuando giró el rostro Nohlem ya estaba delante suyo.
-Ah -Logró farfullar de forma horrendamente torpe ante los halagos repentinos. Sus mejillas no habían terminado de descansar y se encontraban invadidas de nuevo ante un calor agradable. -Gracias… tú también...
Sonrío con tanta vergüenza latente que se le olvidó terminar la frase. Su baja espalda aún vibraba allí donde la mano de Connor había descansado y sus latidos seguían yendo descompensados. Toda la tensión acumulada en los probadores se hacía gala en esos instantes donde ya no sabía ni reaccionar al más simple de los pedidos. Vale, sí, eran amigos pero… joder. Ethan quedó hipnotizado en aquellas esmeraldas que le devolvía la mirada, sus manos bajaron a su faldón, entrelazándose nerviosas y jugando con la propia tela de su vestimenta. Estaba tan en blanco que le costó hasta razonar de qué promesa estaba hablando.
¿Siempre había sido así de guapo? Claro que sí. Nohlem tenía la misma condena que Rick, eran sin lugar a duda los modelos del torreón, ese chico que te cruzabas por la calle y provocaba que te giraras con el aliento cortado y un nudo en el pecho. El traje de príncipe solo alimentaba esa sensación, la envolvía en nuevos y refrescantes aires. El verde de su tela combinaba con el de sus ojos y su capa adornaba cada movimiento en una suave danza cargada de la elegancia propia de un noble. El rojo de su cinturón resaltaba y aún así no podía competir con los rizos desordenados y cobrizos de su cabello, ni todas las decoraciones de su camisa con su moteado rostro. La naturalidad de alguien que ya era bello se daba de bruces con el aire de palacio de su conjunto y lo volvía tan endiabladamente guapo que parecía haberse escapado de alguno de los cuentos de Aniol.
-Estas precioso… -Comentó acercando la mano un tanto achicado. -Bueno qué narices, todos estáis preciosos. -Corrigió en el último momento, permitiendo a sus ojos huir del contacto visual para volver a ver a todos los presentes.
Que el canadiense estuviera detrás suyo no ayudaba, era más bien un extraño castigo pues si decidía huir se encontraría atrapado de nuevo en lo guapo que eran sus amigos. No tenía escapatoria, su corazón no había logrado recuperarse del todo y ahí estaba dando pequeños brincos de alegría. Una euforia tan inocente como juvenil, donde se permitía guiarse por la ilusión de un baile antes que por las preocupaciones que les esperaban allí fuera.
-Aunque… Vas a sacarme a bailar sin músic-
Como una ilusión lo que iba a convertirse en una sonrisa pícara acabó en una mueca confusa ante los repentinos gritos de Damian, dejando que su propia mano quedara congelada en el aire sin llegar a aceptar la invitación ante el susto. No pudo evitar reírse cuando vio el foco del problema, cubriéndose parcialmente la boca con la manga ancha en un intento de no ser maleducado.
-Ay Damian ya decía yo que estabas demasiado tranquilo, a ver con qué nos sorprendes esta vez. -Miro hacía atrás momentáneamente, buscando la complicidad de Connor y cuando obtuvo su mirada bajó la voz, acercándose momentáneamente para hablarle en apenas un murmullo que igualmente seguía entendiéndose con la proximidad. -Y tú, como la líes y le pase algo al niño, se donde duermes, ¿si? Te ahogo con la almohada como se te puto caiga.
Hablada la amenaza y con la tranquilidad de que podía ahogarlo buscó de nuevo a su compañero de baile. En vez de tomarlo de la mano le acarició la muñeca en un agarre sutil más como toque de atención. La sonrisa de su rostro volvía a ser afable, tan sincera que sus ojos se encontraban más chicos desde hacía rato.
-Creo que te necesitan para la entrada y yo tengo que ir a saludar a mi princesita… -Le respondió más suave, siguiendo el guion absurdo que los niños les habían dado. -pero te estaré esperando para que abras el baile conmigo… -Desvío la mirada sutilmente y chasqueo la lengua en una duda que le llevó a reírse en silencio antes de contar la broma. -Mi príncipe. Vale, no podía, Ethan estalló en una ligera carcajada nerviosa, apartándose para frotarse ambas mejillas muerto de la vergüenza. A él no se le daba tan bien interpretar esa obra de teatro y su nula experiencia le impedía mantener el rostro serio durante esos instantes.
>>Ay bueno, que me voy un momento a saludar a Aniol. -Le dio un toquecito en el hombro tratando de calmar su risa. -Ahora vuelvo, recuérdame que tengo algo para ti, porfa.
Una vez dicho recogió los bajos de su falda con ambas manos para no tropezarse con ellos y en una marcha energética recorrió el espacio que le distanciaba de su adorable niño. Le saludo con una mano emocionado, soltando ambas su vestido para recoger al polaco en un enorme abrazo nada más verlo.
-¡¡¿¿PERO QUIÉN ES ESTA PRECIOSA PRINCESA???!!
La repentina efusividad llevó a que lo levantara del suelo en un amor giratorio donde ambos vestidos levantaron el vuelo con una pomposidad que nada tenía que envidiar a ninguna princesa Disney. Su faldón voló en sincronía con el de Aniol y tras un par de vueltas sosteniéndolo en el aire volvió a bajarlo entre risas, preocupado de golpe por peinar nuevamente al niño y recolocar su broche de florecitas. Con una decoración tan adorable no podía regalarle la tiara que tenía guardada pero no le hacía falta corona para saber que reinaba sobre todos los corazones de aquella sala.
-Ania estas guapisima, no podías haber escogido un vestido mejor. -Le sonrío con dulzura, incapaz de apartar la vista de los bonitos rosados que le complementaban. -Y oye, tienes que contarme qué te ha parecido el resto de la corte, espero que hayamos logrado estar a su altura, su majestad. -Para seguir el paripé hizo una leve reverencia agarrando con sutileza los bordes de su falda en un intento pobre por imitar a la cenicienta.
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