Palacete
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Palacete
03/08/11, 01:04 am
Recuerdo del primer mensaje :
Hecho en piedra gris, con forma de U, coronado por una cúpula de cristales negros y esmeralda bajo la cual hay un ventanal ovalado. Se entra por una escalinata de azulejos a un recibidor circular con dos grandes escaleras a ambos lados. Sobre este, se encuentran las habitaciones, flotando a distintas alturas.
- Descripción más detallada sacada de la saga:
- Exterior:
- El palacete se encontraba en mitad de una avenida, frente a una larga línea de casonas macizas, con tejados a dos aguas invadidos de gárgolas. Era la única construcción situada a ese lado de la avenida, pero llenaba el espacio con más rotundidad que la treintena de edificios que se desplegaban frente a ella.
Era de piedra gris, con forma de «U» redondeada, y había algo en sus ángulos y en su disposición sobre el terreno que tranquilizaba, que hacía pensar que no todo en aquella ciudad era horror. Lo que más llamaba la atención era la gigantesca cúpula que coronaba su centro: una maravillosa construcción de cristales negros y esmeralda. Bajo ella, en mitad de la fachada, se abría un gran ventanal ovalado rodeado de decenas de ventanas tan estrechas que parecían arañazos en el muro.
El patio era un sinuoso entramado de senderos que se desplegaba entre lo que una vez debieron de ser parcelas ajardinadas, pero que ahora no eran más que solares de tierra reseca. Se dirigieron hacia la escalinata de azulejos negros y verdes que conducía al portón de entrada, observando con cautela las ventanas que salpicaban los muros del palacete. Tras el enorme ventanal que ocupaba el centro sólo se veía oscuridad.
- Recibidor:
- Lo primero que vieron fue una densa zona de tinieblas, una cortina de oscuridad que precedía a un gran recibidor, iluminado por una delicada luz verde.
Se reunieron todos alrededor de Rachel en el último tramo de escaleras. El aire que se respiraba ante la puerta era de una pureza increíble, en nada se parecía a la peste rancia de los lugares cerrados que estaban acostumbrados a encontrar.
Fueron a parar a un amplio recibidor circular, de suelo y paredes de piedra gris. El techo, en cambio, era una pesada amalgama de grandes planchas de hierro que no encajaba con el resto del palacio; la sensación que provocaba aquel entramado era de asfixia, como si en cualquier momento fuera a caer y aplastarlos.
Dos grandes escaleras se disponían a ambos lados del recibidor, del mismo azulejo negro y verde que la escalinata de la entrada. Desde donde se encontraban, esas escaleras gemelas parecían hundirse como cuchillos en el techo enrejado, en una perspectiva extraña y forzada. No habían dado ni dos pasos fuera de la zona de sombras cuando se detuvieron todos casi al mismo tiempo, mirando hacia arriba, sorprendidos, boquiabiertos.
Lo que habían tomado como techo no era tal. Al salir de las sombras su perspectiva había cambiado y ahora podían ver el palacete tal y como realmente era. Las planchas que en un primer momento había creído colocadas en un mismo plano estaban suspendidas en realidad a distintas alturas por todo el palacio. Retrocedió un paso para regresar a la zona
de tinieblas y las planchas desordenadas volvieron a equilibrarse, formando un techo sin fisuras
aparentes que no era más que una ilusión óptica: si entrecerraba los ojos podía ver que las planchas flotaban en diferentes planos.
El palacete constaba de una sola planta, una planta vasta y asombrosa en la que flotaban
decenas de estancias de todos los tamaños y formas. La única semejanza entre ellas eran sus bases, de idéntico hierro forjado. La mayor de todas ocupaba tres pisos de altura y medía más de doscientos metros de largo, mientras que las más pequeñas eran meros soportes para adornos y estatuas. La mayoría ni siquiera tenía paredes.
Las escaleras no se hundían en ese falso techo como habían creído, sino que se prolongaban
curvándose en el vacío, hasta perderse en la movediza niebla esmeralda que copaba las alturas. Del tallo principal de cada escalera brotaban decenas de nuevos tramos que se dividían a su vez en más ramales de ajedrezado negro y esmeralda, retorciéndose en el aire hasta aterrizar en los bordes de las habitaciones flotantes. Aquel despliegue de habitaciones y escalinatas producía una prodigiosa sensación de armonía; era como si el mundo entero se hubiera vuelto liviano de pronto, como si la realidad, la propia existencia, fueran menos pesadas y opresivas entre aquellas paredes.
- Ascenso y ejemplos de habitaciones:
- Tomaron la escalinata de la izquierda. El tramo principal no tardaba en dividirse en tres grandes ramales. El de la derecha bajaba en una pronunciada curva antes de dividirse en otros dos tramos de escalera retorcida. A medida que avanzaban por aquella colosal montaña rusa pudieron contemplar un sinfín de habitaciones y salas. Vieron dormitorios de ensueño; salas de recreo con divanes de terciopelo, escabeles de cristal y columpios colgantes; zonas de paseo con fuentes y bancos de hierro…
La perspectiva resultaba engañosa allí arriba; prácticamente cambiaba a cada paso que daban, convirtiendo el palacete en un espacio en constante mutación. Una estancia vista desde arriba era diferente por completo contemplada desde abajo o desde un lateral. Todo fluctuaba, fluía. Era un enloquecido juego de perspectivas y arquitectura. Una sala observada desde una escalera parecía una selva rebosante de vegetación al quedar semioculta por los helechos que colgaban de las plataformas vecinas, para luego, desde arriba, convertirse en un elegante dormitorio. Desde otra curva de la escalera, esa misma habitación parecía vacía.
Rachel los guió hasta la estancia central del palacio, la única completamente cerrada con muros.(...) En el suelo, ante ellos, había aparecido un diminuto chispazo, una salpicadura brillante que se proyectó despacio hacia arriba, convirtiéndose en una creciente columna de luz que no se detuvo hasta alcanzar el techo, situado a gran altura. Un poco más adelante, una nueva columna tomó forma, de igual modo que la primera. Poco a poco, aquí y allá, se fueron formando más y más columnas. La luz que irradiaban iluminó la gran estancia, transformando la negrura en claridad.
—Es una sala de baile —murmuró Madeleine con admiración.
Mistral asintió, aunque sabía que aquel lugar era mucho más que eso. En aquella sala se habían
celebrado todo tipo de eventos: desde torneos de piromantes hasta conciertos de las fabulosas aves cantoras de Alarán, pasando por duelos de hechiceros y bodas reales. Se contaba que, en una ocasión, allí dentro se había sacrificado un dragón albino para mayor gloria del reino.
Los muchachos bajaron las escaleras que llevaban al suelo espejado de la sala. En el muro que
quedaba a su derecha se encontraba el gigantesco ventanal que habían visto desde fuera. El tercio inferior del mismo estaba cubierto por cortinajes negros, corridos en su mayoría, mientras que en la zona alta dos grandes cortinas verdes se abrían a izquierda y derecha.
En el extremo opuesto a la entrada se levantaba un pequeño escenario ocupado por varias estatuas metálicas. Se trataba de una orquesta compuesta por siete músicos tan extravagantes como los instrumentos que se disponían a tocar.
Un engendro con aire de rata humanoide empuñaba entre sus zarpas dos varillas que parecía a punto de estrellar contra el tambor agujereado que tenía delante. Entre los músicos había un ser casi humano, con la piel de un intenso negro y un magnífico par de alas rojas plegadas a su espalda. Aquella criatura sujetaba en una mano un violín abombado mientras en la otra empuñaba una varilla recubierta de protuberancias. Del costado de todas las estatuas surgía una mariposa metálica: una llave con la que darles cuerda.
Después de abandonar la sala de baile, fueron de plataforma en plataforma, siempre con Rachel a la cabeza. Casi tan sorprendente como el mismo palacio era el estado en el que éste se encontraba. Apenas había polvo y suciedad y aunque algunas habitaciones parecían vaciadas a conciencia, la mayor parte estaba en perfectas condiciones, como si los habitantes del lugar se hubieran marchado un instante antes de llegar ellos.
A media tarde hicieron un descanso para merendar. Se sentaron en los bancos de madera que
rodeaban un pequeño estanque. Apenas hablaron. Aquel lugar inducía al silencio, a la ensoñación.
Al poco tiempo de ponerse otra vez en marcha descubrieron una gran sala repleta de estanterías vacías. El cambiante deambuló entre ellas igual que todos, aun sabiendo que no iban a encontrar nada allí. Ese lugar había sido una importante biblioteca mágica, pero hacía tiempo que los pocos libros que no se habían llevado los magos de los mundos vinculados habían sido trasladados al castillo.
Otro ramal los condujo a una plataforma de paredes listadas en las que se desplegaban más de una veintena de grandes armarios, con espejos de marco de plata en cada puerta. Rachel se apresuró a abrir el más cercano y su contenido la hizo jadear emocionada. El armario estaba repleto de vestidos, a cada cual más espléndido.
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.
Re: Palacete
19/12/23, 12:20 pm
Le faltó tiempo para darle las gracias a todos los Grandes Felinos de estar de espaldas a sus compañeros para que no la vieran poner los ojos en blanco. Tenía paciencia, pero ni siquiera la de ella era infinita, y después de que llevase un mes esperando explorar, descubrir algo de la ciudad, ahora los hombres decidían ser (como era natural), un hatajo de cobardes que le ponían pegas a todos con argumentos más bien endebles. ¿Cómo de ciego estaba Ethan para considerar que aquel edificio no parecía abandonado?
—No tiene pinta de que aquí viva nadie —señaló a la tierra yerma de lo que otrora había debido tener plantas—. El jardín no está cuidado desde hace mucho, y dos calles más allá sí había algunos en buen estado.
Los intentos pueriles de los niños por intentar convencer a los adultos de entrar no es que fueran mejores, pero al menos si podía usarlos a su favor para no tener que volver al torreón con las manos vacías no iba a quejarse, aunque por el momento no diría nada. Que le comieran la cabeza a Ethan ellos solos. Ella no le veía el “mal rollo” por ningún lado. Era una casa. Abandonada. Como el faro, como casi todo lo que habían visto. Que no estuviera hecha escombros hubiera significado mucho más si no fuera porque en la zona en la que estaban había palacetes y casonas en el mismo o mejor estado, que se notaban cuidadas y en las que había jardines. «Si de verdad ahí vive un conde, que empiece por tenerme respeto, mi título está por encima del suyo». Bueno, técnicamente el que lo estaba era el de su Madre, pero eso no tenía por qué saberlo un desconocido de cuya “hospitalidad” pensaba aprovecharse.
Lo de que pudiera vivir algo si podía creérselo más. Pero iban armados, eran unos cuantos y la última vez no les había pasado nada. No habían visto ningún monstruo dentro de un edificio, así que no tenía demasiados motivos para creer que dentro fuera a haber nada más que algún animal que hubiera usado aquello como refugio. Que la Reina Madre bendijera a Rick y su lógica imperante. Asintió a sus palabras, más que nada por si servían para convencer al resto. Ella había tenido claro que iba a entrar en aquel sitio, fuera con sus compañeros o sin ellos. Que se quedasen fuera si tanto miedo tenían.
—Si hay el menor indicio de peligro nos vamos —secundó.
Kalna consideró que había tenido ya paciencia de sobra, y que se habían dado justificaciones más que necesarias. No iba a perder más tiempo. Atravesó lo que quedaba del jardín marchito en silencio, con la espada lista por si había cualquier cosa al otro lado del umbral, y abrió la puerta del palacete. Necesitaba ver cómo era por dentro.
—No tiene pinta de que aquí viva nadie —señaló a la tierra yerma de lo que otrora había debido tener plantas—. El jardín no está cuidado desde hace mucho, y dos calles más allá sí había algunos en buen estado.
Los intentos pueriles de los niños por intentar convencer a los adultos de entrar no es que fueran mejores, pero al menos si podía usarlos a su favor para no tener que volver al torreón con las manos vacías no iba a quejarse, aunque por el momento no diría nada. Que le comieran la cabeza a Ethan ellos solos. Ella no le veía el “mal rollo” por ningún lado. Era una casa. Abandonada. Como el faro, como casi todo lo que habían visto. Que no estuviera hecha escombros hubiera significado mucho más si no fuera porque en la zona en la que estaban había palacetes y casonas en el mismo o mejor estado, que se notaban cuidadas y en las que había jardines. «Si de verdad ahí vive un conde, que empiece por tenerme respeto, mi título está por encima del suyo». Bueno, técnicamente el que lo estaba era el de su Madre, pero eso no tenía por qué saberlo un desconocido de cuya “hospitalidad” pensaba aprovecharse.
Lo de que pudiera vivir algo si podía creérselo más. Pero iban armados, eran unos cuantos y la última vez no les había pasado nada. No habían visto ningún monstruo dentro de un edificio, así que no tenía demasiados motivos para creer que dentro fuera a haber nada más que algún animal que hubiera usado aquello como refugio. Que la Reina Madre bendijera a Rick y su lógica imperante. Asintió a sus palabras, más que nada por si servían para convencer al resto. Ella había tenido claro que iba a entrar en aquel sitio, fuera con sus compañeros o sin ellos. Que se quedasen fuera si tanto miedo tenían.
—Si hay el menor indicio de peligro nos vamos —secundó.
Kalna consideró que había tenido ya paciencia de sobra, y que se habían dado justificaciones más que necesarias. No iba a perder más tiempo. Atravesó lo que quedaba del jardín marchito en silencio, con la espada lista por si había cualquier cosa al otro lado del umbral, y abrió la puerta del palacete. Necesitaba ver cómo era por dentro.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Palacete
19/12/23, 01:45 pm
Ethan resopló un tanto consternado, su vista fija en el palacete se evaporó al sentir la presión de ambos niños tirando de su ropa. No le convencía ningún argumento de los que estaban dando, ese hogar no estaba abandonado, daba igual cuanto quisieran aislarse en las plantas marchitas del jardín. La piedra lisa, las vidrieras limpias y el tejado reluciente eran la viva imagen de que ese sitio no solo estaba habitado, si no también cuidado. Pensar lo contrario era negar la constante opresión que llevaba viviendo desde que entraron a esas calles, eran intrusos y si bien no sabía exactamente de qué o quién, estaba claro que seguían estando demasiado lejos de formar parte de ese lugar. Estaba muy mal, una parte de él lo sabía pero la otra...
La balanza entre responsabilidad y deber cambiaba de peso por cada tirón irregular que recibían sus mangas. Iris absorbentes tan negros como la noche o de un ambar que le recordaban a la dulce miel que no podian tomar le rogaban por un capricho que en condiciones normales no habría dudado en conceder. El problema es que aquella ciudad distaba de ser normal, era una extrañeza tras otra, un cúmulo de adversidades que cuanto más confiados estuvieran más fuerte les golpearía. No estaba nada seguro, si le preguntaban su humilde opinión prefería mantener al grupo intacto a cambio de no recibir ninguna mejora, volver con un libro pero horrendamente heridos era una condición que a la larga no beneficiaría a nadie, al contrario, sería llenar el pozo de más figuritas insulsas.
-Ishh, pero os quedáis a mi lado, entendido? -Las dudas no descansaban mientras sus preocupaciones se centraban en los niños a los que debía de cuidar. El positivismo extremo de Rick y la confianza desmesurada de Kalna le resultaba problemático cuando habían visto que ellos no podían enfrentarse ni a una rata grande. Si hubiera algo ahí dentro no sería fácil huir y el peso de la pérdida dolería más que el de la curiosidad por no haber entrado nunca. -Y nos vamos al centro, juntitos, de la mano…. Y como alguno de vosotros desobedezca, huya o toque algo sin permiso cogemos y nos vamos a casa directos, sin opción a replica.
Su tono era más propio de un padre exponiendo las normas que el de un chaval tan preocupado como estaba. No era solo miedo, era desconfianza e inseguridad, quería darles la oportunidad de visitar un lugar bonito a ambos peques pero una parte de él seguía pensando que si algo allí dentro salía mal, no habría nada que pudieran obtener que hubiera justificado el viaje. Por ello su mente divagaba con otras ideas, ninguna buena, ninguna moral pero de alguna manera compensadas. Ambos morenos eran tan adultos como cualquiera de ellos y si querían arriesgarse estaban en su completa libertad de hacerlo, respetaba eso, si no hubieran ido con los niños probablemente habría entrado de una pero porque sabía que ese caso habría sido alterno. Las vidas con el pasar del tiempo iban cobrando peso, subían o bajaban en una escala de moralidad y la edad era un factor muy importante. No quería que a nadie le ocurriese nada, pero si tenía que escoger ya sabía a quienes estaba dispuesto a perder antes, incluido a sí mismo.
Por ello afianzó a ambos niños a sus costados, ambas manos sobre sus hombros antes de animarles a caminar, una única mirada de refilón a Connor que si bien esta vez no buscaba su ayuda, si su apoyo para que estuviera cerca. Necesitaba su maza tanto como la lanza de Kalna o el arco de Nohlem, él no podía sostener la lanza con gusto si debía mirar por ellos. Dio un par de pasos hacía la entrada ocultando tras su velada sonrisa lo erróneo que le parecía la desconsideración en una toma de decisiones tan importante, pues, en parte quería guardar un mínimo de esperanza a que ese día pudieran explorar sin encontronazos y sorpresas. Solo una visita guiada a una especie de museo recreativo.
Y si no era el caso, más rezaba con que los primeros afectados fueran los primeros voluntarios. Que hubiera lo que hubiera dentro, tuviera garras, dientes o tentáculos nunca pudiera alcanzar a los más pequeños del grupo. Ojala saliera bien, pero que si salía mal, saliera mal solo para el resto.
-Espero que al menos haya papel.
Sentenció con cierta burla en su voz, como si aquel objeto tuviera valor suficiente como para ponerlos a todos en peligro.
La balanza entre responsabilidad y deber cambiaba de peso por cada tirón irregular que recibían sus mangas. Iris absorbentes tan negros como la noche o de un ambar que le recordaban a la dulce miel que no podian tomar le rogaban por un capricho que en condiciones normales no habría dudado en conceder. El problema es que aquella ciudad distaba de ser normal, era una extrañeza tras otra, un cúmulo de adversidades que cuanto más confiados estuvieran más fuerte les golpearía. No estaba nada seguro, si le preguntaban su humilde opinión prefería mantener al grupo intacto a cambio de no recibir ninguna mejora, volver con un libro pero horrendamente heridos era una condición que a la larga no beneficiaría a nadie, al contrario, sería llenar el pozo de más figuritas insulsas.
-Ishh, pero os quedáis a mi lado, entendido? -Las dudas no descansaban mientras sus preocupaciones se centraban en los niños a los que debía de cuidar. El positivismo extremo de Rick y la confianza desmesurada de Kalna le resultaba problemático cuando habían visto que ellos no podían enfrentarse ni a una rata grande. Si hubiera algo ahí dentro no sería fácil huir y el peso de la pérdida dolería más que el de la curiosidad por no haber entrado nunca. -Y nos vamos al centro, juntitos, de la mano…. Y como alguno de vosotros desobedezca, huya o toque algo sin permiso cogemos y nos vamos a casa directos, sin opción a replica.
Su tono era más propio de un padre exponiendo las normas que el de un chaval tan preocupado como estaba. No era solo miedo, era desconfianza e inseguridad, quería darles la oportunidad de visitar un lugar bonito a ambos peques pero una parte de él seguía pensando que si algo allí dentro salía mal, no habría nada que pudieran obtener que hubiera justificado el viaje. Por ello su mente divagaba con otras ideas, ninguna buena, ninguna moral pero de alguna manera compensadas. Ambos morenos eran tan adultos como cualquiera de ellos y si querían arriesgarse estaban en su completa libertad de hacerlo, respetaba eso, si no hubieran ido con los niños probablemente habría entrado de una pero porque sabía que ese caso habría sido alterno. Las vidas con el pasar del tiempo iban cobrando peso, subían o bajaban en una escala de moralidad y la edad era un factor muy importante. No quería que a nadie le ocurriese nada, pero si tenía que escoger ya sabía a quienes estaba dispuesto a perder antes, incluido a sí mismo.
Por ello afianzó a ambos niños a sus costados, ambas manos sobre sus hombros antes de animarles a caminar, una única mirada de refilón a Connor que si bien esta vez no buscaba su ayuda, si su apoyo para que estuviera cerca. Necesitaba su maza tanto como la lanza de Kalna o el arco de Nohlem, él no podía sostener la lanza con gusto si debía mirar por ellos. Dio un par de pasos hacía la entrada ocultando tras su velada sonrisa lo erróneo que le parecía la desconsideración en una toma de decisiones tan importante, pues, en parte quería guardar un mínimo de esperanza a que ese día pudieran explorar sin encontronazos y sorpresas. Solo una visita guiada a una especie de museo recreativo.
Y si no era el caso, más rezaba con que los primeros afectados fueran los primeros voluntarios. Que hubiera lo que hubiera dentro, tuviera garras, dientes o tentáculos nunca pudiera alcanzar a los más pequeños del grupo. Ojala saliera bien, pero que si salía mal, saliera mal solo para el resto.
-Espero que al menos haya papel.
Sentenció con cierta burla en su voz, como si aquel objeto tuviera valor suficiente como para ponerlos a todos en peligro.
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Re: Palacete
20/12/23, 05:16 pm
Los ojos oscuros de Damian rebosaban de ilusión brillante mientras se aferraba a su esperanza de entrar y admirar el gigantesco palacio que tenía delante. Por ello y por desgracia eso lo hacía inconsciente de cualquier mal que podría pasar, descartandolo automáticamente sin pensar en si podría haber algo o alguien dentro que quisiera lastimarlos. El sitio a sus ojos era demasiado perfecto y fantástico como para contener peligro, al contrario, quizá tuviese movidas muy interesantes que observar como en su día fue el torreón: habitaciones, camas, cocinas, cuartos de baño… pero más grandes.
—¡Yo quiero entrar también! ¡Vamos a mirarlo por dentro ya veréis que guapo, seguro que es la ostia! —se apoyó en quienes querían echar un vistazo y vaya si él se apuntaba a ese plan, ilusionado como nunca.
Era inconsciente en cuanto a los peligros y no por ello dejó de oír la opinión negativa de sus compañeros. Damian no lo comprendía, era solo ver el lugar por fuera y estaba cien por cien seguro de que no era peligroso. El italiano pecaba de ignorante por la belleza que había ante sus ojos.
—¡SIIIII! ¡Yo me pego a ti, no me despego te lo juro por mi madre! —no pudo agradecer más a Ethan por su decisión de finalmente entrar, temblón como un flan—. ¡T-te hago caso! ¡Yo no me meneo, te obedezco a todo todo todo todo todo todo todo! —haciendo un gesto militar por cada "todo", el circense se pegó como una lapa recibiendo la mano de Ethan en su hombro.
Le temblaban los labios y todo, mirando a Aniol con su boca hecha una “O” enorme por haber conseguido convencer junto a él a Ethan para entrar. Estaban a puntito de entrar, como si fuese la excursión de su vida que, de hecho, lo era. Daba botecitos en el sitio, mirando hacia el resto con una sonrisa mas grande imposible exhibiendo su diente faltante.
—¡Yo quiero entrar también! ¡Vamos a mirarlo por dentro ya veréis que guapo, seguro que es la ostia! —se apoyó en quienes querían echar un vistazo y vaya si él se apuntaba a ese plan, ilusionado como nunca.
Era inconsciente en cuanto a los peligros y no por ello dejó de oír la opinión negativa de sus compañeros. Damian no lo comprendía, era solo ver el lugar por fuera y estaba cien por cien seguro de que no era peligroso. El italiano pecaba de ignorante por la belleza que había ante sus ojos.
—¡SIIIII! ¡Yo me pego a ti, no me despego te lo juro por mi madre! —no pudo agradecer más a Ethan por su decisión de finalmente entrar, temblón como un flan—. ¡T-te hago caso! ¡Yo no me meneo, te obedezco a todo todo todo todo todo todo todo! —haciendo un gesto militar por cada "todo", el circense se pegó como una lapa recibiendo la mano de Ethan en su hombro.
Le temblaban los labios y todo, mirando a Aniol con su boca hecha una “O” enorme por haber conseguido convencer junto a él a Ethan para entrar. Estaban a puntito de entrar, como si fuese la excursión de su vida que, de hecho, lo era. Daba botecitos en el sitio, mirando hacia el resto con una sonrisa mas grande imposible exhibiendo su diente faltante.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Palacete
22/12/23, 01:24 pm
Las palabras de Rick le dieron tanta seguridad como se la quitaron, sonriendo para sí con nervios y una ironía privada. Le dejó hablar sin interrumpir por educación, sintiendo crecer su sonrisa a más gracia le hacía el chiste interno. Solo que no era un chiste y no debería hacerle gracia. Miró en dirección a Ethan, Connor y Colmillo para ver si estaban conformes (él al menos lo estaba, amoldado a la firme convicción del neoyorko) antes de seguir al de ojos dispares con ese agradable gusanillo de adrenalina. La ilusión de Damian también era contagiosa.
—¡Eso! —exclamó mientras cogía carrerilla a la escalinata, tras Rick y Kalna—. ¡Sin miedo! La fauna en mi mundo consiste en lobos cuadrúpedos dos veces más grandes que un osogrifo, insectos enormes y escolopendras voladoras de 15 metros de longitud que podrían arrancarte la cabeza de un mordisco —con las manos a ambos lados de la cara y moviendo los dedo índice simuló los quelíceros—. Lo mejor es que al tener el cuerpo plano es sorprendentemente fácil que se cuelen por recovecos en el techo y edificios viejos... —su tono se iba haciendo gradualmente más bajo, personal, de forma que la información a peor era menos audible resultaba para quienes no estuvieran cerca suya, huyendo de los oídos de los niños e Ethan. Eso sería boicotearse—. ¡Pero eso es solo en Varmania, claro! Y yo nunca he visto una viva —lo despachó con un gesto de muñeca—. Estoy seguro de que en esta ciudad no hay nada tan peligroso.
Y como guinda al pastel, una sonrisa de ilusión tan genuina que hacía del sarcasmo más parte del contexto que del tono. Y es que de verdad al mendrugo de Nohlem le apetecía un poco de morbo, como el que en un juego de terror busca directamente al monstruo por el gusto de asustarse, de quien lee novelas de miedo a media noche para sentir el pulso en las venas. Con prudencia, claro, con prudencia. Por desgracia esto no era ficción. Por fortuna tenía la adrenalina lista para correr.
Cuando abrieron la puerta al varmano le temblaba la punta de los dedos. Se adelantó para asomar la cabeza antes que el cuerpo, rápidamente anonadado por las vistas tras el umbral de oscuridad. Si desde fuera podía parecer abandonado, desde dentro no quedaba duda a que no era el caso. El aire olía a limpio, a hogar, a ópera y museo, el suelo brillaba sin polvo por el reflejo de la luz verde de la cúpula, luz acentuada por la temporal oscuridad. Era tan familiar como desconocido, escalinatas altas y estatuas tan abstractas como las estructuras de hierro que tanto desentonaban con la imagen marmórea que hubiera esperado del lugar. Entró con cautela, prácticamente de puntillas para evitar el leve tacón de sus zapatos, siempre cerca del grueso del grupo. Y entonces, a la par que miraba en todas direcciones, el mismo que había tomado a Kalna por estúpida por adelantarse hizo la mejor estupidez que se le ocurría.
—¿Hola? —añadió en voz alta. Si realmente había alguien o algo habitando esas paredes, mejor que los pillase en el recibidor a escasos metros de la puerta que bien metidos en el edificio. Cuestión de modales y seguridad. Colocó las manos como megáfono—. ¡Disculpad! ¿Hay alguien? ¡Hemos encontrado la puerta abierta!
Esperó, tenso. Por lo pronto solo respondió su eco y el retumbar de su corazón. Si era otro refugio estaba impecable, de una forma que el suyo no había estado.
—Yo creo que no hay escolopendras —le susurró a Rick.
—¡Eso! —exclamó mientras cogía carrerilla a la escalinata, tras Rick y Kalna—. ¡Sin miedo! La fauna en mi mundo consiste en lobos cuadrúpedos dos veces más grandes que un osogrifo, insectos enormes y escolopendras voladoras de 15 metros de longitud que podrían arrancarte la cabeza de un mordisco —con las manos a ambos lados de la cara y moviendo los dedo índice simuló los quelíceros—. Lo mejor es que al tener el cuerpo plano es sorprendentemente fácil que se cuelen por recovecos en el techo y edificios viejos... —su tono se iba haciendo gradualmente más bajo, personal, de forma que la información a peor era menos audible resultaba para quienes no estuvieran cerca suya, huyendo de los oídos de los niños e Ethan. Eso sería boicotearse—. ¡Pero eso es solo en Varmania, claro! Y yo nunca he visto una viva —lo despachó con un gesto de muñeca—. Estoy seguro de que en esta ciudad no hay nada tan peligroso.
Y como guinda al pastel, una sonrisa de ilusión tan genuina que hacía del sarcasmo más parte del contexto que del tono. Y es que de verdad al mendrugo de Nohlem le apetecía un poco de morbo, como el que en un juego de terror busca directamente al monstruo por el gusto de asustarse, de quien lee novelas de miedo a media noche para sentir el pulso en las venas. Con prudencia, claro, con prudencia. Por desgracia esto no era ficción. Por fortuna tenía la adrenalina lista para correr.
Cuando abrieron la puerta al varmano le temblaba la punta de los dedos. Se adelantó para asomar la cabeza antes que el cuerpo, rápidamente anonadado por las vistas tras el umbral de oscuridad. Si desde fuera podía parecer abandonado, desde dentro no quedaba duda a que no era el caso. El aire olía a limpio, a hogar, a ópera y museo, el suelo brillaba sin polvo por el reflejo de la luz verde de la cúpula, luz acentuada por la temporal oscuridad. Era tan familiar como desconocido, escalinatas altas y estatuas tan abstractas como las estructuras de hierro que tanto desentonaban con la imagen marmórea que hubiera esperado del lugar. Entró con cautela, prácticamente de puntillas para evitar el leve tacón de sus zapatos, siempre cerca del grueso del grupo. Y entonces, a la par que miraba en todas direcciones, el mismo que había tomado a Kalna por estúpida por adelantarse hizo la mejor estupidez que se le ocurría.
—¿Hola? —añadió en voz alta. Si realmente había alguien o algo habitando esas paredes, mejor que los pillase en el recibidor a escasos metros de la puerta que bien metidos en el edificio. Cuestión de modales y seguridad. Colocó las manos como megáfono—. ¡Disculpad! ¿Hay alguien? ¡Hemos encontrado la puerta abierta!
Esperó, tenso. Por lo pronto solo respondió su eco y el retumbar de su corazón. Si era otro refugio estaba impecable, de una forma que el suyo no había estado.
—Yo creo que no hay escolopendras —le susurró a Rick.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Re: Palacete
22/12/23, 05:53 pm
La expresión sorprendida que le dedicó Damian fue respondida con la misma exactitud de un espejo por parte del polaco. Aniol también esbozó una gran “O” antes las buenas noticias y mediante risitas bajas y golpecitos al hombro del italiano (con poca discreción delante de Ethan, todo sea dicho) el niño le regaló a su amigo un “no me creo que haya colado” con la intención que despidieron sus ojos.
—¡Yo casi nunca desobedezco! —aseguró, cuadrándose como un soldado (Por Rudolf, se le estaban pegando los gestos de Damian). Luego dibujó una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja debido al apoyo que había recibido de Rick, Kalna y Nohlem. Si la mujer más fiera de la galaxia decía que allí no vivía nadie debía ser verdad. ¿No? Y seguro que les defendía con su espada. De repente ciertos pensamientos enterrados por las circunstancias parecieron cobrar vida con un hálito de esperanza, entendía por qué Ethan se ponía a veces tan nervioso delante de la libense. Si les salía al paso alguna criatura pequeñita e inofensiva pero que los asustara lo suficiente para que el medio japonés acabara en brazos de la mujer él no sería quién se quejara—. No me muevo de tu verita... —aseguró, sintiéndose reconfortado por la mano del chico de ojos rasgados en su hombro—. Promesa de motero —remató con un guiño bastante torpe en dirección a Connor.
La puerta de aquel palacio se abrió al fin para recibirles y su interior terminó por maravillar al niño. Aniol abrió los ojos de par en par ante la emoción y respiró varias veces con fuerza ante la novedad del aire puro en sus fosas nasales. El olor nada tenía que ver con la peste rancia que acostumbran algunos lugares. Tampoco las dos escaleras enormes ni los azulejos azules y verdes como los ojos de Rick que presentaba la escalinata de la entrada. Tuvo que hacer verdadero esfuerzo por no salir corriendo y perderse en aquel más allá de placas de acero que coronaba sus cabezas.
—Ethan… nuestro castillo —le dijo, apretando su mano con suavidad y sin cesar de mirar a todos lados. Pero entonces la voz como un megáfono de Nohlem llegó hasta sus oídos, retumbando como una campana que anunciaba la llegada del grupo. El niño esgrimió una sonrisa tensa, incómoda e increíblemente exagerada a la par que analizaba el rostro del medio japonés en busca de una reacción. Se apresuró a adelantarse, al principio sin saber por qué, más tarde entendiendo que no lo hacía para con la seguridad del granta respecto a Ethan, si no porque no deseaba regresar al torreón Sendar por nada del mundo—. Nuestro elfito… —rió, con el corazón en la garganta. ¿Y si de verdad había algo acechando en las sombras?—. Nuestro elfito es que está un poco loquito a veces… yo creo… —argumentó en voz queda, tratando de hacer equipo a la desesperada.
—¡Yo casi nunca desobedezco! —aseguró, cuadrándose como un soldado (Por Rudolf, se le estaban pegando los gestos de Damian). Luego dibujó una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja debido al apoyo que había recibido de Rick, Kalna y Nohlem. Si la mujer más fiera de la galaxia decía que allí no vivía nadie debía ser verdad. ¿No? Y seguro que les defendía con su espada. De repente ciertos pensamientos enterrados por las circunstancias parecieron cobrar vida con un hálito de esperanza, entendía por qué Ethan se ponía a veces tan nervioso delante de la libense. Si les salía al paso alguna criatura pequeñita e inofensiva pero que los asustara lo suficiente para que el medio japonés acabara en brazos de la mujer él no sería quién se quejara—. No me muevo de tu verita... —aseguró, sintiéndose reconfortado por la mano del chico de ojos rasgados en su hombro—. Promesa de motero —remató con un guiño bastante torpe en dirección a Connor.
La puerta de aquel palacio se abrió al fin para recibirles y su interior terminó por maravillar al niño. Aniol abrió los ojos de par en par ante la emoción y respiró varias veces con fuerza ante la novedad del aire puro en sus fosas nasales. El olor nada tenía que ver con la peste rancia que acostumbran algunos lugares. Tampoco las dos escaleras enormes ni los azulejos azules y verdes como los ojos de Rick que presentaba la escalinata de la entrada. Tuvo que hacer verdadero esfuerzo por no salir corriendo y perderse en aquel más allá de placas de acero que coronaba sus cabezas.
—Ethan… nuestro castillo —le dijo, apretando su mano con suavidad y sin cesar de mirar a todos lados. Pero entonces la voz como un megáfono de Nohlem llegó hasta sus oídos, retumbando como una campana que anunciaba la llegada del grupo. El niño esgrimió una sonrisa tensa, incómoda e increíblemente exagerada a la par que analizaba el rostro del medio japonés en busca de una reacción. Se apresuró a adelantarse, al principio sin saber por qué, más tarde entendiendo que no lo hacía para con la seguridad del granta respecto a Ethan, si no porque no deseaba regresar al torreón Sendar por nada del mundo—. Nuestro elfito… —rió, con el corazón en la garganta. ¿Y si de verdad había algo acechando en las sombras?—. Nuestro elfito es que está un poco loquito a veces… yo creo… —argumentó en voz queda, tratando de hacer equipo a la desesperada.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Personajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: Palacete
22/12/23, 07:30 pm
-Ah...- Tras el comentario de Nohlem de que la verja no estaba hechizada porque el motero se había encargado de zarandearla, éste solo pudo decir eso con una expresión casi robótica en el rostro. -Ah.- Mientras apartaba las manos de los hierros lentamente, como si todavía existieran posibilidades de peligro inminente.
En lo que si había riesgo de peligro era si entraban en aquel puto palacio. La sola vista del lugar invitaba a explorarlo, pero joder, por eso mismo no terminaba de fiarse del todo. Una parte de él deseaba adentrarse, cansado de solo salir para recoger las jodidas cestas, pero por otro lado se sentía más y más desconfiado al escuchar a algunos de sus compañeros. Que el jardín no estuviera cuidado no quitaba el hecho de que las ventanas y la cúpula estaban limpias de cojones, y desde luego la "fauna local" había demostrado ser puñeteramente peligrosa, a pesar de lo que opinara Rick. Los ejemplos de bichos varmanos que ponía Nohlem solo le inquietaron más, no solo por imaginarse a insectos enormes, también porque pensaba que pegaban bastante con la estética de la ciudad. Aunque la verdad es que no tenia ni puñetera idea de que era una escolopendra, pero sonaba a alienígena de cojones.
Por otro lado, los niños habían logrado convencer a un Ethan que rápidamente les dio varias directrices para que se portaran bien o se volvían al torreón. Connor no pudo evitar soltar un bufido divertido ante el cambio de opinión del británico por culpa de los críos, quedando claro que por mayoría se había decidido entrar dentro. El voto de Connor no es que fuera blanco, porque al fin y al cabo tenía unas putas ganas horribles de entrar en ese sitio... y es verdad que si había algún peligro podían salir de allí rápidamente. O eso esperaba. Por tanto, el motero se encogió de hombros con una leve sonrisilla y le devolvió luego la mirada a Ethan más serio, haciéndole ver que estaría atento a los niños.
-Venga andando, cabroncetes liantes...- Le dijo a Aniol y Damian con tono divertido, para luego señalarse los ojos y luego los de ellos. Una clara señal de que los estaría vigilando para que se portaran bien.
El grupo no tardó en adentrarse en aquel enorme sitio y junto a sus compañeros, Connor se quedó sorprendido admirando el enorme recibidor. Planchas metálicas como techo, grandes escaleras de azulejos enfrente... Desde luego no tenía nada que ver con el torreón dónde vivían y la suciedad con la que se lo encontraron. Aquí todo estaba jodidamente limpio y elegante.
- Joder... Este sitio es...- No le dio tiempo a decir más antes de escuchar los gritos de Nohlem. El cuerpo del motero se tensó, aferrando la maza con mayor fuerza e intercalando la mirada entre el varmano y las escaleras del lugar. Esperando que algún monstruo salido de a saber dónde cojones bajara por allí. Por suerte, nada lo hizo en lo que fueron para Connor uno segundos eternos. Tras eso se permitió soltar parte del aire acumulado con el ceño fruncido.- Hostia puta, cabronazo...- Murmuró meneando la cabeza con una mezcla entre leve y breve mosqueo y alivio de que nada hubiera salido al encuentro.- Vale, parece que esto está vacío. O ya habría salido cualquier mierda ha arrancarnos la puta cabe...- Se cortó así mismo al percatarse de que los niños no tenían que escuchar nada eso.- Ehhh... que está vacío esto...-
El motero se quedaría al lado de los críos echándoles un ojo prácticamente cada tres segundos de intervalos, y cuando el grupo echara a andar lo haría junto a ellos. Al menos no parecía ser un puto laberinto, y todo apuntaba a que el único camino era hacia las escaleras azules y verdes.
En lo que si había riesgo de peligro era si entraban en aquel puto palacio. La sola vista del lugar invitaba a explorarlo, pero joder, por eso mismo no terminaba de fiarse del todo. Una parte de él deseaba adentrarse, cansado de solo salir para recoger las jodidas cestas, pero por otro lado se sentía más y más desconfiado al escuchar a algunos de sus compañeros. Que el jardín no estuviera cuidado no quitaba el hecho de que las ventanas y la cúpula estaban limpias de cojones, y desde luego la "fauna local" había demostrado ser puñeteramente peligrosa, a pesar de lo que opinara Rick. Los ejemplos de bichos varmanos que ponía Nohlem solo le inquietaron más, no solo por imaginarse a insectos enormes, también porque pensaba que pegaban bastante con la estética de la ciudad. Aunque la verdad es que no tenia ni puñetera idea de que era una escolopendra, pero sonaba a alienígena de cojones.
Por otro lado, los niños habían logrado convencer a un Ethan que rápidamente les dio varias directrices para que se portaran bien o se volvían al torreón. Connor no pudo evitar soltar un bufido divertido ante el cambio de opinión del británico por culpa de los críos, quedando claro que por mayoría se había decidido entrar dentro. El voto de Connor no es que fuera blanco, porque al fin y al cabo tenía unas putas ganas horribles de entrar en ese sitio... y es verdad que si había algún peligro podían salir de allí rápidamente. O eso esperaba. Por tanto, el motero se encogió de hombros con una leve sonrisilla y le devolvió luego la mirada a Ethan más serio, haciéndole ver que estaría atento a los niños.
-Venga andando, cabroncetes liantes...- Le dijo a Aniol y Damian con tono divertido, para luego señalarse los ojos y luego los de ellos. Una clara señal de que los estaría vigilando para que se portaran bien.
El grupo no tardó en adentrarse en aquel enorme sitio y junto a sus compañeros, Connor se quedó sorprendido admirando el enorme recibidor. Planchas metálicas como techo, grandes escaleras de azulejos enfrente... Desde luego no tenía nada que ver con el torreón dónde vivían y la suciedad con la que se lo encontraron. Aquí todo estaba jodidamente limpio y elegante.
- Joder... Este sitio es...- No le dio tiempo a decir más antes de escuchar los gritos de Nohlem. El cuerpo del motero se tensó, aferrando la maza con mayor fuerza e intercalando la mirada entre el varmano y las escaleras del lugar. Esperando que algún monstruo salido de a saber dónde cojones bajara por allí. Por suerte, nada lo hizo en lo que fueron para Connor uno segundos eternos. Tras eso se permitió soltar parte del aire acumulado con el ceño fruncido.- Hostia puta, cabronazo...- Murmuró meneando la cabeza con una mezcla entre leve y breve mosqueo y alivio de que nada hubiera salido al encuentro.- Vale, parece que esto está vacío. O ya habría salido cualquier mierda ha arrancarnos la puta cabe...- Se cortó así mismo al percatarse de que los niños no tenían que escuchar nada eso.- Ehhh... que está vacío esto...-
El motero se quedaría al lado de los críos echándoles un ojo prácticamente cada tres segundos de intervalos, y cuando el grupo echara a andar lo haría junto a ellos. Al menos no parecía ser un puto laberinto, y todo apuntaba a que el único camino era hacia las escaleras azules y verdes.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Personajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Palacete
23/12/23, 01:14 am
Desde su espalda llegó la voz de Kalna y le sacó una sutil y breve sonrisa que estuviera de acuerdo con investigar el edificio. Los niños ya habían mostrado estar a favor y el vittya también, quedaban sus dos compañeros de mundo y el varmano. Por suerte, los tres acabaron cediendo a la idea. -Perfecto, pues vamos allá. Estad atentos e id con cuidado- dijo decidido mientras se daba la vuelta desenvainando su sable, avanzando hacia la puerta. De haber sido al aire libre habría tomado el arco, pero pensó que dentro sería más cómodo esa arma en caso de que tuvieran que defenderse. Igualmente, esperaba que no tuvieran motivos para usarla.
No sabía bien por qué Nohlem sacó el tema de la fauna de su mundo, pero consiguió que al neoyorquino le diera un escalofrío mientras se iban acercando. Se había centrado en caminar hasta la entrada, intentando no procesar del todo cada dato más perturbador que el anterior. Por su parte no tendría una respuesta más lejos de una sonrisilla incómoda. ¿Era por los nervios o estaba siendo sarcástico? No tenía ni idea. Aún así, la incomodidad que sentía era sobre todo porque, a pesar de la creencia del varmano, él sí podía imaginarse alguna de esas criaturas pululando por las calles. Luego de las ratas con púas, las aves raras del faro, los murciélagos en llamas y lo que sea que fuera la sombra con decenas de ojos, no le extrañaría que hubiera algo así por allí.
Intentando no pensar en lo que les podía esperar detrás de las paredes del palacio, se mentalizó tomando aire y entró en cuanto Kalna abrió, con el sable bien sujeto. Avanzó con paso lento pero firme, cerca de la cabeza del grupo. No tardó en mirar a los alrededores para hacerse una idea de lo que podían esperarse y... Lo que les recibió fue una estancia amplia, limpia y en la que destacaban las largas escalinatas a los lados y un extraño techo metálico. Rick se había esperado más antigüedad y polvo, tal como estaba acostumbrado con cada lugar por el que habían pasado, pero allí no había rastro alguno de ninguna. El aire era tranquilo y justo por eso estaba desconcertado. -(Vale, esto es raro)- pensó. Tal vez no había nada, ¿pero por qué ese edificio, y el barrio en el que estaban prácticamente, estaba en tan buen estado en comparación al resto de la ciudad? De momento seguiría caminando en silencio, intentando no hacer ruido por si acaso...
Miró al instante a Nohlem en cuanto gritó, totalmente tenso y con los ojos expresando una mezcla de extrema preocupación por lo que pudiera pasar en consecuencia y unas ganas de pedirle serias explicaciones al respecto. Había puesto el sable por delante e, igual que otros, miró en dirección a las escaleras y el fondo de la habitación, esperando que por desgracia apareciera algo. Nada por suerte, al menos de momento. Bajó el arma con un leve respiro, algo aliviado pero no por ello sin dejar de estar tenso. El susurro del varmano solo reforzó aquello. Con un tono similar con el que le había mirado, respondió con otro susurro corto: -Esperemos que no.- No iba a decirlo en alto ,claro, pero en ese momento tenía que darle la razón a Aniol.
La planta baja parecía estar vacía, aunque nada les garantizaba que en los pisos superiores fuera lo mismo. Podía ser que por un milagro no hubieran escuchado su entrada, pero deseaba que Connor estuviera en lo cierto. Con mucho más cuidado que antes, el neoyorquino se armó de valor y decidió adentrarse un poco más en la estancia hasta quedar a los pies de la escalinata verde, todavía en ese ambiente oscuro. Miró hacia arriba, siguiendo con la vista el trayecto de los escalones hasta que se perdían en el techo. Le daba una extraña sensación. ¿Tan alto era el sitio? La otra duda que tenía, viendo que ya de perdidos al río, la expuso alzando la voz lo suficiente para que lo escuchasen, intentando que fuera lo más bajito posible quitando eso: -¿A dónde se supone que llevan? No se ve nada aparte del techo-
No sabía bien por qué Nohlem sacó el tema de la fauna de su mundo, pero consiguió que al neoyorquino le diera un escalofrío mientras se iban acercando. Se había centrado en caminar hasta la entrada, intentando no procesar del todo cada dato más perturbador que el anterior. Por su parte no tendría una respuesta más lejos de una sonrisilla incómoda. ¿Era por los nervios o estaba siendo sarcástico? No tenía ni idea. Aún así, la incomodidad que sentía era sobre todo porque, a pesar de la creencia del varmano, él sí podía imaginarse alguna de esas criaturas pululando por las calles. Luego de las ratas con púas, las aves raras del faro, los murciélagos en llamas y lo que sea que fuera la sombra con decenas de ojos, no le extrañaría que hubiera algo así por allí.
Intentando no pensar en lo que les podía esperar detrás de las paredes del palacio, se mentalizó tomando aire y entró en cuanto Kalna abrió, con el sable bien sujeto. Avanzó con paso lento pero firme, cerca de la cabeza del grupo. No tardó en mirar a los alrededores para hacerse una idea de lo que podían esperarse y... Lo que les recibió fue una estancia amplia, limpia y en la que destacaban las largas escalinatas a los lados y un extraño techo metálico. Rick se había esperado más antigüedad y polvo, tal como estaba acostumbrado con cada lugar por el que habían pasado, pero allí no había rastro alguno de ninguna. El aire era tranquilo y justo por eso estaba desconcertado. -(Vale, esto es raro)- pensó. Tal vez no había nada, ¿pero por qué ese edificio, y el barrio en el que estaban prácticamente, estaba en tan buen estado en comparación al resto de la ciudad? De momento seguiría caminando en silencio, intentando no hacer ruido por si acaso...
Miró al instante a Nohlem en cuanto gritó, totalmente tenso y con los ojos expresando una mezcla de extrema preocupación por lo que pudiera pasar en consecuencia y unas ganas de pedirle serias explicaciones al respecto. Había puesto el sable por delante e, igual que otros, miró en dirección a las escaleras y el fondo de la habitación, esperando que por desgracia apareciera algo. Nada por suerte, al menos de momento. Bajó el arma con un leve respiro, algo aliviado pero no por ello sin dejar de estar tenso. El susurro del varmano solo reforzó aquello. Con un tono similar con el que le había mirado, respondió con otro susurro corto: -Esperemos que no.- No iba a decirlo en alto ,claro, pero en ese momento tenía que darle la razón a Aniol.
La planta baja parecía estar vacía, aunque nada les garantizaba que en los pisos superiores fuera lo mismo. Podía ser que por un milagro no hubieran escuchado su entrada, pero deseaba que Connor estuviera en lo cierto. Con mucho más cuidado que antes, el neoyorquino se armó de valor y decidió adentrarse un poco más en la estancia hasta quedar a los pies de la escalinata verde, todavía en ese ambiente oscuro. Miró hacia arriba, siguiendo con la vista el trayecto de los escalones hasta que se perdían en el techo. Le daba una extraña sensación. ¿Tan alto era el sitio? La otra duda que tenía, viendo que ya de perdidos al río, la expuso alzando la voz lo suficiente para que lo escuchasen, intentando que fuera lo más bajito posible quitando eso: -¿A dónde se supone que llevan? No se ve nada aparte del techo-
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Personajes :
● Wednesday: Vouivre humana británica.
● Karime: Licántropa loba libense de la capital.
● Kimbra: Demonio rakshasa krabelinense Hija de Lunas engendro.
● Irenneil: Brujo de la cera aurva sinhadre.
● Edén Damkinea: Atlante daeliciano de la Ciudad del Norte.
● Szczenyak//Colmillo: vittya zawodny nómada.
Unidades mágicas : 5/5
Heridas/enfermedades :
● Ka: Le falta el ojo izquierdo.
● Colmillo: Tiene partido el colmillo derecho.
Síntomas : Gusto por dibujar trazos sin ton ni son cuando vacía la mente.
Armas :
● Wen: Guadaña doble y arco.
● Ka: Espadas gemelas, arco y dardos.
● Kim: Arco, machetes y dagas.
● Neil: Cuchara de madera y cera.
● Edén: Magia y sonrisas amables.
● Colmillo: inutilidad.
Humor : Absurdo
Re: Palacete
23/12/23, 03:00 pm
Si bien algo en su interior le dijo que no debería estar de acuerdo con Kalna, que aunque el jardín estuviera descuidado las vidrieras contaban otra historia, quería tanto explorar el interior de aquel majestuoso sitio que se convenció a sí mismo de que estaba tan abandonado como el resto de la ciudad. De hecho, aunque no se había fijado en los jardines de los que hablaba la linense en el camino, Colmillo se dijo a sí mismo que un puñado de plantas crecidas no tenían por qué significar gente que las cuidara, sino simplemente que las condiciones de esa tierra y su acceso al agua subterránea seguramente eran la clave para que parecieran jardines cuidados y no simplemente vegetación que había crecido libre en los terrenos que se les había permitido.
Con el consenso general de que el lugar estaba más abandonado que habitado, el grupo comenzó a cruzar la verja mientras Szczenyak, todavía en la retaguardia, los seguía lanzando más miradas a sus espaldas que a su frente, inquieto por la posibilidad de que Sutileza o algo peor apareciera a la carrera por algunas de las calles que estaban dejando atrás.
A pesar de su inquietud, el vittya todavía escuchó algo de lo que hablaron sus compañeros, como el comentario de Ethan sobre el papel, al que reaccionó con un bufido divertido, un sonido muy poco común en él en el último mes; o la descripción sarcástica de la fauna de Varmania en comparación con la de aquel sitio, lo que le ganó un escalofrío que le recorrió el cuerpo, más porque le hizo pensar en la idea de un gran katsuva apareciendo de la nada para atacarlos que porque se centrara en visualizar en su mente cómo serían los animales del mundo de Nohlem.
Y no es que los gritos de este al cruzar la puerta ayudaran a su ánimo. De hecho, al no esperarse el primer “¿hola?”, Colmillo pegó un salto del susto que casi le hizo tropezar con un adoquín del suelo.
-Si no me han salido los jodidos pulmones por la boca, nadie va a salir ya -se quejó tras las palabras de Connor, siguiendo al grupo al interior del edificio y viendo por fin su interior.
Y era, definitivamente, una visión.
Las escalinatas, la pulcritud, el mármol, todo parecía gritar lujo de la manera más clara, incluso si las escaleras no parecían llevar a ninguna parte. Colmillo esperó que si el lugar estaba habitado, al menos toda la familia estuviera fuera en ese momento. “¿Quién necesita puertas si puede atravesar paredes?” se dijo a sí mismo con horror teñido de mofa al recordar al monstruo del segundo día.
"Rocavarancolia es una ciudad llena de misterios y sorpresas, como un acertijo complicado y excitante."
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.Personajes :
● Dama Puente/Kaila: Maga logomante austriaca (1.60).
● Kaethe/Dama Sobras: Ghoul nublina (1.46).
● Yttria: Bruja percusionista canadiense (1.53).
● Amira/Cálamo : Valkyria francesa (1.63).
● Kalna : Libense, del Imperio (1.78).
● Nefer : Ammut hijo de luna Levyna. (1.85)
Síntomas : Su sangre adquiere un tono anaranjado y se espesa un poco. Es capaz de intuir con mayor facilidad cómo se van a comportar los animales con los que se encuentre.
Armas :
● Dama Puente/Kaila: Magia, báculo
● Kaethe/Dama Sobras: Daga, fuerza bruta
● Yttria: Arco, hacha, magia, mala leche, cucharillas y otros objetos metálicos.
● Amira/Cálamo: Espada corta, pegaso (shire)
● Kalna : Espada bastarda; lanza y escudo
● Nefer : Lanza, venenos
Status : One flesh, one end
Humor : Permanent resting bitch face
Re: Palacete
24/12/23, 01:01 pm
La ironía de Nohlem sobre lo peligrosa que era la fauna de su mundo no ayudaba a dejar de ver a la mayoría como unos cobardes, aunque podía concederle que a lo mejor en Rocavarancolia no había nada así, al menos en tamaño. Los pájaros eran raros, las ratas eran peligrosas…pero al menos no eran escolopendras gigantes. Con lo que iba diciendo cada vez pensaba más que Libo era el único mundo (¿y tal vez la Tierra? ¿o serían sus lobos tan grandes como los varmanos?) con una fauna normal.
Recorrió con la mirada el interior del recibidor cuando cruzó el umbral de la puerta, con la espada lista por si al otro lado había cualquier cosa. Estaba vacío, pero el olor a limpio y lo cuidado que estaba contrastaba con el jardín seco. ¿A lo mejor sí estaba habitado? ¿Tal vez era de alguna familia noble que había caído en desgracia y no podían permitirse cuidar del exterior? La luz verdecina que llenaba todo hacía que el lugar pareciese agradable, y casi le daba seguridad, pero precisamente por ello debía estar más alerta.
Recibió la voz de Nohlem a sus espaldas con una mezcla de incredulidad y tensión. ¿Y la inconsciente era ella por haber querido entrar? A lo mejor alertar a quien fuera que viviese allí no era la mejor idea, aunque si nada había salido ya a echarles de su casa tal vez estuviera vacía, como habían dicho Connor y Szczenyak. Eso, o sus habitantes habían salido, aunque no podía imaginar que se dejasen la puerta abierta… y tampoco es que hubiera muchos sitios a los que ir en aquella ciudad, al menos que conocieran.
Ahora que Rick lo mencionaba, sí que la perspectiva de las escaleras era extraña, como si subieran a ninguna parte, y el techo era sorprendentemente feo en comparación con el resto, como una plancha metálica que no se hubieran molestado en decorar. Era raro si lo comparaba con el resto de la entrada, pero ¿qué no era raro en esa ciudad?
—No es que parezca que podamos ir por otro lado, así que… ¿izquierda o derecha? —dirigió la pregunta a los pequeños, refiriéndose a las escaleras. Que tomasen ellos la decisión y sintiesen que tenían voz y voto en aquello, porque realmente a ella le era indiferente por dónde ir.
Recorrió con la mirada el interior del recibidor cuando cruzó el umbral de la puerta, con la espada lista por si al otro lado había cualquier cosa. Estaba vacío, pero el olor a limpio y lo cuidado que estaba contrastaba con el jardín seco. ¿A lo mejor sí estaba habitado? ¿Tal vez era de alguna familia noble que había caído en desgracia y no podían permitirse cuidar del exterior? La luz verdecina que llenaba todo hacía que el lugar pareciese agradable, y casi le daba seguridad, pero precisamente por ello debía estar más alerta.
Recibió la voz de Nohlem a sus espaldas con una mezcla de incredulidad y tensión. ¿Y la inconsciente era ella por haber querido entrar? A lo mejor alertar a quien fuera que viviese allí no era la mejor idea, aunque si nada había salido ya a echarles de su casa tal vez estuviera vacía, como habían dicho Connor y Szczenyak. Eso, o sus habitantes habían salido, aunque no podía imaginar que se dejasen la puerta abierta… y tampoco es que hubiera muchos sitios a los que ir en aquella ciudad, al menos que conocieran.
Ahora que Rick lo mencionaba, sí que la perspectiva de las escaleras era extraña, como si subieran a ninguna parte, y el techo era sorprendentemente feo en comparación con el resto, como una plancha metálica que no se hubieran molestado en decorar. Era raro si lo comparaba con el resto de la entrada, pero ¿qué no era raro en esa ciudad?
—No es que parezca que podamos ir por otro lado, así que… ¿izquierda o derecha? —dirigió la pregunta a los pequeños, refiriéndose a las escaleras. Que tomasen ellos la decisión y sintiesen que tenían voz y voto en aquello, porque realmente a ella le era indiferente por dónde ir.
Regocijaos, pues ahora sois parte de la leyenda de Kalna, hija de Mánide
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Palacete
24/12/23, 08:40 pm
Lo único que lograba sostener en esos instantes su ánimo era el contacto cercano con ambos peques. La ilusión que transmitían si bien no acababa de contagiarle era una buena ayuda para poder sobrellevar los comentarios del resto, una sonrisa mustia que temblaba amenazante con desaparecer ante el sarcasmo continuo de Nohlem. Tanto así que empezó a agradecer su lejanía cuando poco a poco fueron entrando, una distancia que se volvió nula una vez todos se asentaron en lo que era la entrada y el eco del felino les rodeó como una guitarra mal afinada.
-Perfecto, nada mejor que alertar a los anfitriones cuando te estas colando en su puñetera casa… -Comentó con un sarcasmo ponzoñoso solo frenado por la mirada de Aniol. Ethan acabo respirando hondo resignado, dejó escapar un suspiro y retomo un rostro afable, mucho más alegre dedicado solo al niño. -Es muy bonito, me recuerda un poco al castillo de Elsa y si, al elfito a veces se le va un poquito pero no pasa nada, parece que de verdad no hay nadie.
El esfuerzo por mantener su sonrisa resultaba tan tenso como un hilo que luchaba por no romperse y es que en escasos segundos cualquier otro compañero había pasado a segundo plano. Su mente entera estaba ocupada con demasiados improperios contenidos por respeto, solo dedicados en un silencio cortante. A sus ojos el felino no podía haber actuado de forma más estúpida y si de por sí el lugar desprendía la continua sensación de calma en su foro interno las alarmas se le disparaban. Las escaleras subían hacía la nada y entre la extraña niebla que conformaba el techo se vislumbraba habitaciones lejanas flotando en un espejismo propio del más absurdo de los sueños, no, no podía creérselo. Si en algo era buena aquella ciudad era en transformar cualquier bella escena en una pesadilla.
Pero ah, de nuevo, caía sobre él la ilusión de un italiano y un polaco juntos. La inocencia de dos niños que se merecían algo mejor tras un mes viviendo entre ruinas. Quizá, quizá y solo quizá de verdad el sitio estaba deshabitado, debía agarrarse a esa idea pues si de verdad había espacio en esa ciudad de horrores para un palacio deslumbrante que menos que poder disfrutarlo juntos.
-Bueno pues… ¿A dónde vamos?
Dejó que los niños guiarán aún no siendo los que iban en cabeza, el subir por las escaleras fue una sensación extraña, un vértigo ficticio creado más por la incomprensión que por la altura. Las habitaciones que desde el suelo ya se veían extraña ahora cobraban diferentes formas y colores, algunas desaparecían al acercarse o cambiaban su interior como si solo fueran una mera ilusión óptica. Era definitivamente un castillo mágico, tanto así que parte de su temor se fue disolviendo bajo una capa de curiosidad y asombro.
Fue avanzando, al poco de haber cruzado varias salas que una en concreto llamó su atención. Un reflejo que le deslumbró parcialmente y le hizo suavizar el agarre sobre los niños para acercarse a la ornamentada entrada de una de las diferentes habitaciones flotantes. La puerta desde lejos se veía como madera refinada pintada de un azul oscuro, elegante y cuidada con lo que era un marco de detalles color cian en sus bordes. Una ilusión que al recortar distancias volvía del azul un cristal traslúcido y de la textura de árbol el reflejo de quien observa las ondas formadas en un lago. La puerta se volvía invisible cuanto más cerca estabas de la misma y para cuando quiso alcanzar un pomo que ya no veía se quedó sorprendido por el interior de la habitación que guardaba.
La instancia nada tenía que envidiar a los dibujos variopintos de un libro fantasioso. Las paredes pulcras eran de un azul oscuro a juego con la supuesta puerta y el suelo lucía de un mármol añil que simulaba que el suelo estaba inundando, como si caminases sobre un río sin mucha agua. Al fondo diversos sillones pomposos sobrecargados de detalles dorados se asentaban en torno a varias mesas llenas de cajones. Solo la central, mucho más espaciosa y de un blanco impoluto, tenía apoyado en la pared un enorme espejo rococó del tamaño suficiente como para poder verse de torso para arriba. Dios, ¿hacía cuánto que no se veía?
-Oye mirad esto -Comentó en apenas un susurro dirigido hacía ambos peques antes de que, tímido, probara a atravesar allí donde sabía debía haber una pared. -Oh, ah, raro.
La sensación era idéntica a atravesar un banco de niebla, durante un momento la humedad calaba sus huesos, una impresión tan corta y efímera como el diámetro delgado de la entrada que acababa de atravesar. Si estabas lo suficientemente lejos, Ethan acabaría de hacer temblar la imagen ficticia de una puerta, si estabas cerca, en cambio, era visible como atravesaba una extraña membrana traslucida. Desde dentro el cuarto era exactamente igual a como se veía desde el exterior y si bien no era enorme era lo suficientemente espacioso para que varias personas pudieran estar caminando sin cruzarse.
-Parece un tocador, de estos antiguos. -Habló con cierta duda y un estupor que cegaba parte de su intranquilidad, no sabía si invitar a los chicos a pasar era la mejor idea pero en cuanto abrió uno de las pequeñas cajoneras que decoraban el lugar supo que estaba haciendo lo correcto. -Oh, Aniol ¡Creo que tengo un pintalabios!
Seguramente no lo era, pero tampoco estaba tan desacertado. En su mano sostenía lo que era un pequeño bote color lavanda, tan alargado que bien podría ser algún tipo de rímel más que el maquillaje que él creía tener. Lo importante era que allí de donde había sacado eso había más cosas: Pinceles, polvos, cremas, algodones y paletas de color de un estilo vintage que reforzaban de alguna manera que esa salita era definitivamente, un tocador para ponerse guapo. Bien podría haberse preocupado por el descubrimiento, haberse planteado que todo eso tendría dueño pero, la euforia del momento solo le dejaba ver que podría cumplir al menos en parte el deseo de Aniol de ser una princesa…
Y jo… ¿No podía hacer daño a nadie maquillarse un poquito no?
-Perfecto, nada mejor que alertar a los anfitriones cuando te estas colando en su puñetera casa… -Comentó con un sarcasmo ponzoñoso solo frenado por la mirada de Aniol. Ethan acabo respirando hondo resignado, dejó escapar un suspiro y retomo un rostro afable, mucho más alegre dedicado solo al niño. -Es muy bonito, me recuerda un poco al castillo de Elsa y si, al elfito a veces se le va un poquito pero no pasa nada, parece que de verdad no hay nadie.
El esfuerzo por mantener su sonrisa resultaba tan tenso como un hilo que luchaba por no romperse y es que en escasos segundos cualquier otro compañero había pasado a segundo plano. Su mente entera estaba ocupada con demasiados improperios contenidos por respeto, solo dedicados en un silencio cortante. A sus ojos el felino no podía haber actuado de forma más estúpida y si de por sí el lugar desprendía la continua sensación de calma en su foro interno las alarmas se le disparaban. Las escaleras subían hacía la nada y entre la extraña niebla que conformaba el techo se vislumbraba habitaciones lejanas flotando en un espejismo propio del más absurdo de los sueños, no, no podía creérselo. Si en algo era buena aquella ciudad era en transformar cualquier bella escena en una pesadilla.
Pero ah, de nuevo, caía sobre él la ilusión de un italiano y un polaco juntos. La inocencia de dos niños que se merecían algo mejor tras un mes viviendo entre ruinas. Quizá, quizá y solo quizá de verdad el sitio estaba deshabitado, debía agarrarse a esa idea pues si de verdad había espacio en esa ciudad de horrores para un palacio deslumbrante que menos que poder disfrutarlo juntos.
-Bueno pues… ¿A dónde vamos?
Dejó que los niños guiarán aún no siendo los que iban en cabeza, el subir por las escaleras fue una sensación extraña, un vértigo ficticio creado más por la incomprensión que por la altura. Las habitaciones que desde el suelo ya se veían extraña ahora cobraban diferentes formas y colores, algunas desaparecían al acercarse o cambiaban su interior como si solo fueran una mera ilusión óptica. Era definitivamente un castillo mágico, tanto así que parte de su temor se fue disolviendo bajo una capa de curiosidad y asombro.
Fue avanzando, al poco de haber cruzado varias salas que una en concreto llamó su atención. Un reflejo que le deslumbró parcialmente y le hizo suavizar el agarre sobre los niños para acercarse a la ornamentada entrada de una de las diferentes habitaciones flotantes. La puerta desde lejos se veía como madera refinada pintada de un azul oscuro, elegante y cuidada con lo que era un marco de detalles color cian en sus bordes. Una ilusión que al recortar distancias volvía del azul un cristal traslúcido y de la textura de árbol el reflejo de quien observa las ondas formadas en un lago. La puerta se volvía invisible cuanto más cerca estabas de la misma y para cuando quiso alcanzar un pomo que ya no veía se quedó sorprendido por el interior de la habitación que guardaba.
La instancia nada tenía que envidiar a los dibujos variopintos de un libro fantasioso. Las paredes pulcras eran de un azul oscuro a juego con la supuesta puerta y el suelo lucía de un mármol añil que simulaba que el suelo estaba inundando, como si caminases sobre un río sin mucha agua. Al fondo diversos sillones pomposos sobrecargados de detalles dorados se asentaban en torno a varias mesas llenas de cajones. Solo la central, mucho más espaciosa y de un blanco impoluto, tenía apoyado en la pared un enorme espejo rococó del tamaño suficiente como para poder verse de torso para arriba. Dios, ¿hacía cuánto que no se veía?
-Oye mirad esto -Comentó en apenas un susurro dirigido hacía ambos peques antes de que, tímido, probara a atravesar allí donde sabía debía haber una pared. -Oh, ah, raro.
La sensación era idéntica a atravesar un banco de niebla, durante un momento la humedad calaba sus huesos, una impresión tan corta y efímera como el diámetro delgado de la entrada que acababa de atravesar. Si estabas lo suficientemente lejos, Ethan acabaría de hacer temblar la imagen ficticia de una puerta, si estabas cerca, en cambio, era visible como atravesaba una extraña membrana traslucida. Desde dentro el cuarto era exactamente igual a como se veía desde el exterior y si bien no era enorme era lo suficientemente espacioso para que varias personas pudieran estar caminando sin cruzarse.
-Parece un tocador, de estos antiguos. -Habló con cierta duda y un estupor que cegaba parte de su intranquilidad, no sabía si invitar a los chicos a pasar era la mejor idea pero en cuanto abrió uno de las pequeñas cajoneras que decoraban el lugar supo que estaba haciendo lo correcto. -Oh, Aniol ¡Creo que tengo un pintalabios!
Seguramente no lo era, pero tampoco estaba tan desacertado. En su mano sostenía lo que era un pequeño bote color lavanda, tan alargado que bien podría ser algún tipo de rímel más que el maquillaje que él creía tener. Lo importante era que allí de donde había sacado eso había más cosas: Pinceles, polvos, cremas, algodones y paletas de color de un estilo vintage que reforzaban de alguna manera que esa salita era definitivamente, un tocador para ponerse guapo. Bien podría haberse preocupado por el descubrimiento, haberse planteado que todo eso tendría dueño pero, la euforia del momento solo le dejaba ver que podría cumplir al menos en parte el deseo de Aniol de ser una princesa…
Y jo… ¿No podía hacer daño a nadie maquillarse un poquito no?
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Personajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Palacete
25/12/23, 07:26 pm
Aunque fuesen bajo condiciones de no hacer nada que molestase al resto, tener consentidos sus deseos de entrar era lo más y no podía estar más satisfecho de como iban a ser las cosas. Su mejor amigo y él podrían entrar a ese castillote enorme. No le pasó desapercibida la interacción de Aniol y Connor quien hizo señales de vigilancia. Damian, en un vacile, hizo el mismo gesto sacando la lengua como forma suya de decir que no les hacía falta.
Cuando ya por fin las puertas cedieron paso a sus ojos curiosos, al fin lo tuvo delante. Damian y su sentido inusitado de la belleza no podían ser más embelesados ante la verdadero atractivo que mostraba el recibidor. No solo era amplio y bello, de piedra gris y acompañado de unas escaleras de diseño complejo que lo abrumaban muchísimo. Tan solo tuvo que mirar al techo, en un principio desordenado en planchas de hierro que no encajaban entre sí pero el italiano con tan solo dar un par de pasos a la derecha notaba que todo se desplazaba irregularmente. Era mucho mas, muchísimo mas, demasiado para siquiera comprender la magnitud de lo que estaba viendo. Eran… ¿mas sitios? No era fácil de ver e incluso se frotó los ojos pero algo estaba claro: quería verlo.
—¡A-AH! —la propia agitación de ver tanta cosa nueva no le preparó para el bocinazo de Nohlem al lado suya, saltando en el sitio—. ¡Que susto! ¡Dios! —dijo señalando al culpable de casi matarlo de un susto. Hasta una risa nerviosa le salió—. Loquísimo… —afirmó a Aniol peinando su pelo después de un suspiro.
»No se, Kalna. ¡Esto es gigantesquisimo! ¡D-Derecha! ¡Derecha! —respondió a Kalna, mirando a Aniol si le parecía bien la opción que eligió.
Después de subir un rato las escaleras, distraído con todo lo que podía ver a su alrededor, notó que Ethan les llamó la atención. Era una puerta, una azul marino bastante bonita que destacaba por sí sola, compleja y refinada.
—¡Oh, ha temblado como una gelatina! ¡Que guapo! —se tuvo que acercar para ver bien ese extraño efecto pero la puerta se estaba haciendo cada vez más transparente y el mayor parecía atravesarla, como si fuese un fantasma—. ¡WOOOOO! ¡Voy a meterme yo también! UuuuUUuuUHhhhh —la sensación de pasar la mano y todo su cuerpo por la puerta era rara, húmeda como si hiciese un poco de fresquete. Pero poco duró cuando ya estuvo dentro.
La habitación en sí hacía competencia a la puerta tan bella, teniendo elementos comunes como el color, azul y hermoso. El suelo parecía agua calmada, estática y lisa. Se tomó la libertad de tocar el suelo, las paredes, hasta uno de los sillones que eran suaves y parecían extremadamente cómodos.
—Oooohhh un espejo… —lo estaba flipando con toda la habitación y ya con el espejo era la guinda del pastel. No pudo evitar ponerse delante junto a Ethan, mirando su cara. Notaba su pelo ya un poco más largo y ya después de tanto tiempo sin ver su reflejo se admiró un poco su hermoso rostro, echando hacia atrás su flequillo y sonriendo con picardía, alzando sus cejas. Se le escapó una tonta risa haciéndolo. Dejó de vanagloriarse un poco para prestar atención a Ethan—. ¡Un pintalabios! Mi mamá tenía uno de color... Eeeeee… ¡Rojo! ¡Se lo ponía cuando actuaba para el circo y es guapíiiiiisima con sus labios rojos! —se le subía el colorete solo de pensar en ella, su querida mamá—. ¿Lo vais a usar? —preguntó con curiosidad.
Cuando ya por fin las puertas cedieron paso a sus ojos curiosos, al fin lo tuvo delante. Damian y su sentido inusitado de la belleza no podían ser más embelesados ante la verdadero atractivo que mostraba el recibidor. No solo era amplio y bello, de piedra gris y acompañado de unas escaleras de diseño complejo que lo abrumaban muchísimo. Tan solo tuvo que mirar al techo, en un principio desordenado en planchas de hierro que no encajaban entre sí pero el italiano con tan solo dar un par de pasos a la derecha notaba que todo se desplazaba irregularmente. Era mucho mas, muchísimo mas, demasiado para siquiera comprender la magnitud de lo que estaba viendo. Eran… ¿mas sitios? No era fácil de ver e incluso se frotó los ojos pero algo estaba claro: quería verlo.
—¡A-AH! —la propia agitación de ver tanta cosa nueva no le preparó para el bocinazo de Nohlem al lado suya, saltando en el sitio—. ¡Que susto! ¡Dios! —dijo señalando al culpable de casi matarlo de un susto. Hasta una risa nerviosa le salió—. Loquísimo… —afirmó a Aniol peinando su pelo después de un suspiro.
»No se, Kalna. ¡Esto es gigantesquisimo! ¡D-Derecha! ¡Derecha! —respondió a Kalna, mirando a Aniol si le parecía bien la opción que eligió.
Después de subir un rato las escaleras, distraído con todo lo que podía ver a su alrededor, notó que Ethan les llamó la atención. Era una puerta, una azul marino bastante bonita que destacaba por sí sola, compleja y refinada.
—¡Oh, ha temblado como una gelatina! ¡Que guapo! —se tuvo que acercar para ver bien ese extraño efecto pero la puerta se estaba haciendo cada vez más transparente y el mayor parecía atravesarla, como si fuese un fantasma—. ¡WOOOOO! ¡Voy a meterme yo también! UuuuUUuuUHhhhh —la sensación de pasar la mano y todo su cuerpo por la puerta era rara, húmeda como si hiciese un poco de fresquete. Pero poco duró cuando ya estuvo dentro.
La habitación en sí hacía competencia a la puerta tan bella, teniendo elementos comunes como el color, azul y hermoso. El suelo parecía agua calmada, estática y lisa. Se tomó la libertad de tocar el suelo, las paredes, hasta uno de los sillones que eran suaves y parecían extremadamente cómodos.
—Oooohhh un espejo… —lo estaba flipando con toda la habitación y ya con el espejo era la guinda del pastel. No pudo evitar ponerse delante junto a Ethan, mirando su cara. Notaba su pelo ya un poco más largo y ya después de tanto tiempo sin ver su reflejo se admiró un poco su hermoso rostro, echando hacia atrás su flequillo y sonriendo con picardía, alzando sus cejas. Se le escapó una tonta risa haciéndolo. Dejó de vanagloriarse un poco para prestar atención a Ethan—. ¡Un pintalabios! Mi mamá tenía uno de color... Eeeeee… ¡Rojo! ¡Se lo ponía cuando actuaba para el circo y es guapíiiiiisima con sus labios rojos! —se le subía el colorete solo de pensar en ella, su querida mamá—. ¿Lo vais a usar? —preguntó con curiosidad.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Palacete
26/12/23, 12:14 am
Miró a los demás con los ojos como platos, como si fuera de todo pronóstico hubiese sido pillado haciendo una trastada magistral. Que incluso los niños le vendiesen le dejó rallado, y ante las cómicas quejas de Schecheniak y Connor solo pudo encogerse de hombros con las palmas hacia arriba, no en burla sino en un gesto universal de interrogación.
—¿Qué? ¿En serio preferís que nos acusen de allanamiento? ¡Si realmente vive alguien aquí mejor hacernos los tontos!, ¿no? ¡Y si hay criaturas es mejor que salgan ahora! —señaló la puerta detrás suya, buscando a alguien que corroborase su lógica, pasando rápidamente de uno a otro—. ¡Venga, que solo estaba comprobando que no hubiera nadie!
Nohlem los despojó con un gesto de muñeca, teniendo la madurez justa para no repetir con voz de pito las palabras de Ethan, Aniol y Damian, pero no la suficiente para que sus labios no formasen en silencio la palabra “elfito” una y otra vez con cara de limón. No estaba ofendido, no mucho al menos, en su cabeza el plan no tenía fisuras y ahora estaban entrando con menos miedo gracias a ello.
En sitios así es cuando más le costaba mantenerse concentrado. Siempre le había pasado al visitar las grandes casas de otros miembros de la alta sociedad, tan llenas de adornos como vacías estaban de gente que realmente necesitase tanto espacio para vivir. Incluso mientras subían las escaleras la vista de Nohlem viajaba de un sitio a otro cual avispa busca carne. La escalera, el techo, la planta que dejaban cada vez más abajo, la primera puerta, las extrañas estatuas escondidas entre sombras que casi le hacen saltarse un escalón… Los sobrestímulos apenas estaban empezando, y aunque él también se hubiese quedado maravillado con aquella habitación submarina, como si de una puerta al fondo de una piscina llena se tratase, tener a más gente delante para entrar (así fuera cuestión de segundos), le hizo perder la paciencia y seguir por su cuenta. No se iría muy lejos, solo quería ver las habitaciones consecuentes, hacer hueco para entrar después. El grupo llamaba la atención, no se perdería.
Había puertas cerradas aparentemente normales, cuartos que empezaban de repente sin pared que les diera privacidad, con camas y armarios como si de un hotel se tratase, y no muy lejos de donde había dejado a los demás una puerta blanca llamó su atención. El marco era dorado, elegante, y cuando fue a accionar el pomo la puerta cedió sola. No estaba cerrada. Nohlem se asomó, sorprendido primero por la luz que llenaba la sala, no de velas y antorchas sino una mucho más parecida a la electricidad, aunque fue otra cosa la que le dejó sin aliento. El varmano no emitió sonido alguno, miró a sus compañeros una sola vez, fugaz -si alguno le seguía o miraba en su dirección vería en él una expresión de profunda sorpresa que nada tenía que ver con ninguna que hubiese puesto en el pasado- y entró. Fuera como fuese, más pronto que tarde le escucharían.
La sala estaba llena de instrumentos musicales, repleta. Instrumentos de viento y cuerda llenaban las paredes con tal horror vacui que bien parecía la exposición de museo más meticulosamente ordenada y caótica a la vez que hubiera visto nunca, pintando el inmaculado blanco de las paredes del color de la madera y el metal del que estaban hechos. Una colección de piezas de todas partes, conocidas y por conocer. Tambores anchos como Connor, xilófonos como la mesa del comedor que tenían en el torreón, arpas tan altas como Aniol… La pared del fondo era inexistente, el cuarto se abría en V para conectar a una sala muchísimo mayor cuyo brillo era totalmente distinto, cálido, sin perder el relucir de la madera encerada del suelo. Pero por mucho que sus ojos hubieran caído en esto, en el saxofón que tanto le recordaba a su padre, en los enormes violonchelos o la batería en una esquina, los ojos de Nohlem difícilmente salían del precioso piano de cola negro. Era el más alejado y el más céntrico, a medio camino entre la sala de música y lo que solo se podía describir como el salón de un palacio. El sitio perfecto para ser oído en ambos lados.
Y aún así, inquieto como estaba, el granta no contuvo la tentación camino a este. Sus manos tocaron los instrumentos que tenía a los lados, emitiendo pequeñas melodías en la mesa con copas de cristal o en las cuerdas de un sitar, e incluso bajó el saxofón para, sin pensar lo más mínimo en quien hubiera puesto la boca ahí antes, tocar el brevísimo y estridente inicio de una canción que fue interrumpida por su incontenible sonrisa. En el momento en el que lo dejó al lado de la banqueta no existía nadie más que él y el piano que ahora tenía delante. Tocó una primera nota, incrédulo. Luego una segunda, una quinta y una novena, aún más feliz al oír que estaba afinado. Nohlem ni siquiera se sentó cuando empezó a tocar.
—¿Qué? ¿En serio preferís que nos acusen de allanamiento? ¡Si realmente vive alguien aquí mejor hacernos los tontos!, ¿no? ¡Y si hay criaturas es mejor que salgan ahora! —señaló la puerta detrás suya, buscando a alguien que corroborase su lógica, pasando rápidamente de uno a otro—. ¡Venga, que solo estaba comprobando que no hubiera nadie!
Nohlem los despojó con un gesto de muñeca, teniendo la madurez justa para no repetir con voz de pito las palabras de Ethan, Aniol y Damian, pero no la suficiente para que sus labios no formasen en silencio la palabra “elfito” una y otra vez con cara de limón. No estaba ofendido, no mucho al menos, en su cabeza el plan no tenía fisuras y ahora estaban entrando con menos miedo gracias a ello.
En sitios así es cuando más le costaba mantenerse concentrado. Siempre le había pasado al visitar las grandes casas de otros miembros de la alta sociedad, tan llenas de adornos como vacías estaban de gente que realmente necesitase tanto espacio para vivir. Incluso mientras subían las escaleras la vista de Nohlem viajaba de un sitio a otro cual avispa busca carne. La escalera, el techo, la planta que dejaban cada vez más abajo, la primera puerta, las extrañas estatuas escondidas entre sombras que casi le hacen saltarse un escalón… Los sobrestímulos apenas estaban empezando, y aunque él también se hubiese quedado maravillado con aquella habitación submarina, como si de una puerta al fondo de una piscina llena se tratase, tener a más gente delante para entrar (así fuera cuestión de segundos), le hizo perder la paciencia y seguir por su cuenta. No se iría muy lejos, solo quería ver las habitaciones consecuentes, hacer hueco para entrar después. El grupo llamaba la atención, no se perdería.
Había puertas cerradas aparentemente normales, cuartos que empezaban de repente sin pared que les diera privacidad, con camas y armarios como si de un hotel se tratase, y no muy lejos de donde había dejado a los demás una puerta blanca llamó su atención. El marco era dorado, elegante, y cuando fue a accionar el pomo la puerta cedió sola. No estaba cerrada. Nohlem se asomó, sorprendido primero por la luz que llenaba la sala, no de velas y antorchas sino una mucho más parecida a la electricidad, aunque fue otra cosa la que le dejó sin aliento. El varmano no emitió sonido alguno, miró a sus compañeros una sola vez, fugaz -si alguno le seguía o miraba en su dirección vería en él una expresión de profunda sorpresa que nada tenía que ver con ninguna que hubiese puesto en el pasado- y entró. Fuera como fuese, más pronto que tarde le escucharían.
La sala estaba llena de instrumentos musicales, repleta. Instrumentos de viento y cuerda llenaban las paredes con tal horror vacui que bien parecía la exposición de museo más meticulosamente ordenada y caótica a la vez que hubiera visto nunca, pintando el inmaculado blanco de las paredes del color de la madera y el metal del que estaban hechos. Una colección de piezas de todas partes, conocidas y por conocer. Tambores anchos como Connor, xilófonos como la mesa del comedor que tenían en el torreón, arpas tan altas como Aniol… La pared del fondo era inexistente, el cuarto se abría en V para conectar a una sala muchísimo mayor cuyo brillo era totalmente distinto, cálido, sin perder el relucir de la madera encerada del suelo. Pero por mucho que sus ojos hubieran caído en esto, en el saxofón que tanto le recordaba a su padre, en los enormes violonchelos o la batería en una esquina, los ojos de Nohlem difícilmente salían del precioso piano de cola negro. Era el más alejado y el más céntrico, a medio camino entre la sala de música y lo que solo se podía describir como el salón de un palacio. El sitio perfecto para ser oído en ambos lados.
Y aún así, inquieto como estaba, el granta no contuvo la tentación camino a este. Sus manos tocaron los instrumentos que tenía a los lados, emitiendo pequeñas melodías en la mesa con copas de cristal o en las cuerdas de un sitar, e incluso bajó el saxofón para, sin pensar lo más mínimo en quien hubiera puesto la boca ahí antes, tocar el brevísimo y estridente inicio de una canción que fue interrumpida por su incontenible sonrisa. En el momento en el que lo dejó al lado de la banqueta no existía nadie más que él y el piano que ahora tenía delante. Tocó una primera nota, incrédulo. Luego una segunda, una quinta y una novena, aún más feliz al oír que estaba afinado. Nohlem ni siquiera se sentó cuando empezó a tocar.
- ♪♫♬:
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Personajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Palacete
27/12/23, 07:06 pm
Era un contraste curioso. Que todo estuviera hecho en azulejos y mármoles pulidos y de repente el techo fueran planchas de metal tan sencillas rechinaba, más si se le sumaba el hecho de que las escaleras se perdían hacia arriba. Le invitaban a subir los peldaños y explorar, aunque le preocupaba que hubiera algo esperando al otro lado ahora que Nohlem había avisado de la llegada del grupo. Al menos era un alivio saber que no era el único que pensaba que no había sido una buena idea, pero Rick no terminaba de estar seguro de que estuvieran seguros de momento. Mejor prevenir a encontrarse con una sorpresa desagradable. Suspiró con los intentos de justificarse del varmano. ¿Entendía el por qué? Sí, pero no lo compartía. -Para la próxima al menos podrías avisar antes- le respondió cansado, pero no por ello menos en serio. Tampoco quería empezar una discusión, no era ni el lugar ni el momento, pero que lo tuviera en cuenta si se repetía.
Miró a los niños cuando Kalna les preguntó por su preferencia. Parecía que ambas escaleras llevaban al mismo sitio, así que era simplemente una cuestión de cuál veían más bonita. El neoyorquino asintió con una sonrisa a la respuesta y dijo: -Pues a la derecha entonces.- Con un destino, empezó a subir con cautela, apretando a cada paso el mango del sable.
Y es que lo que en un principio le había parecido el techo era un efecto óptico. Las planchas se repartían por el aire mientras las escaleras los guiaban a una y otra. -(Magia, sin duda)- pensó con la boca entreabierta mirando a todas partes. "Lujo" era la palabra que mejor describía todas las habitaciones que iban pasando por los laterales del grupo. Algunas con paredes, otras que no, pero todas con un mobiliario sacado de algún palacio rococó. Muebles ostentosos, armaduras brillantes llenas de adornos y todo lo que pudiera imaginar estaba en alguna de las salas. No podía negar que la distribución era muy confusa: estaba dejando que Aniol y Damian decidieran que camino tomar cuando se encontraban con una intersección, intentando quedarse con el camino de vuelta por si acaso, pero le estaba resultando un quebradero de cabeza. Cada vez que decidía fijarse en algo característico, en cuanto daban unos pasos o desaparecía o había cambiado completamente hasta que volvían a acercarse. Iban bien, pero Rick no podía quitarse de encima la sensación de que aquel lugar era demasiado bueno para todo lo que habían visto en la ciudad. El silencio del palacio, que debería darle calma, solo lo hacía sentir más incómodo.
El chico estaba tan concentrado en el camino y lo que iba apareciendo frente a él que tardó en percatarse del movimiento detrás de él hasta que un par de puertas se abrieron. Se giró rápido, listo por si algo se había decidido a darles el encuentro, pero se quedó más tranquilo cuando vio que simplemente algunos habían entrado a varias habitaciones. No estaba lejos de ellos, así que tal vez podía tomar su ejemplo y explorar alguna. Rick se fijó en la que tenía justo a su izquierda: una puerta roja con el marco y el pomo hecho con unos intrincados relieves de plata. Desde fuera no se veía la habitación así que iba a la aventura. Despacio, giró el pomo y entreabrió para mirar al interior antes de decidirse a entrar. Lo que vio le iluminó la cara y no tardó en perderse en su interior.
La sala resultaba ser una pequeña sala de lecturas. A su derecha había una mesita de plata y cristal flanqueada por un sillón a cada lado, forrados de seda roja y dignos de un palacio como ese. El resto de la habitación lo ocupaban tres estanterías de madera antiguas pero bien conservadas alineadas de tal forma que creaban pasillos para pasar entre ellas y llegar a todos los libros. Le faltaba una chimenea al lado de los sillones y sería el culmen de la comodidad. -(Con que uno de ellos sea un grimorio hemos triunfado)- pensó optimista mientras se acercaba envainando su arma.
Fue pasando sus ojos por las baldas de la primera estantería, acercando una mano mientras pensaba por cuál empezar a buscar. La mayoría no tenían nada escrito en el lomo y, los que lo estaban, parecían más símbolos extraños que cualquier palabra que conociera. A punto de dar una vuelta completa, tomó finalmente con cuidado un libro de tapas de marfil y lo abrió por una página al azar. -¿Pero qué?- le salió exclamar. Fue pasando las páginas por si acaso, pero nada. Estaba escrito en un idioma extraño, del que ni siquiera reconocía alguna grafía. Si al menos tuviera alguna ilustración se podría hacer una idea de qué tenía en las manos, pero ni eso. Volvió a dejarlo en su sitio y repitió lo mismo con unos cuantos cercanos. Nada, ninguno tenía una sola palabra que entendiera. Bueno, eso no era del todo exacto. Justo cuando estaba por rendirse del todo, en el último que estaba mirando se fijó que había anotaciones en algunos márgenes. Al contrario que el texto, esas sí estaban en su nuevo idioma y... era un lector alabando la maestría de la narración del autor. -¿Entonces son novelas?- se preguntó un poco decepcionado. No es que desentonara por el lugar, pero había esperado encontrar algo de utilidad allí.
Estaba revisando alguna anotación más cuando el sonido de un saxofón le hizo alzar la cabeza rápidamente. ¿Se lo estaba imaginando o de verdad lo había escuchado? Hubo un silencio por un momento y luego volvió a escuchar una melodía, esta vez de un piano. -No fastidies...- dijo cerrando el libro totalmente tenso, mirando hacia la puerta. A este paso le iba a un dar ataque con todo lo alerta que estaba desde que habían entrado. Rezaba porque de verdad no hubiera nadie más con ellos, porque quien fuera que estuviera tocando estaba haciendo que se la jugaran de nuevo.
Miró a los niños cuando Kalna les preguntó por su preferencia. Parecía que ambas escaleras llevaban al mismo sitio, así que era simplemente una cuestión de cuál veían más bonita. El neoyorquino asintió con una sonrisa a la respuesta y dijo: -Pues a la derecha entonces.- Con un destino, empezó a subir con cautela, apretando a cada paso el mango del sable.
Y es que lo que en un principio le había parecido el techo era un efecto óptico. Las planchas se repartían por el aire mientras las escaleras los guiaban a una y otra. -(Magia, sin duda)- pensó con la boca entreabierta mirando a todas partes. "Lujo" era la palabra que mejor describía todas las habitaciones que iban pasando por los laterales del grupo. Algunas con paredes, otras que no, pero todas con un mobiliario sacado de algún palacio rococó. Muebles ostentosos, armaduras brillantes llenas de adornos y todo lo que pudiera imaginar estaba en alguna de las salas. No podía negar que la distribución era muy confusa: estaba dejando que Aniol y Damian decidieran que camino tomar cuando se encontraban con una intersección, intentando quedarse con el camino de vuelta por si acaso, pero le estaba resultando un quebradero de cabeza. Cada vez que decidía fijarse en algo característico, en cuanto daban unos pasos o desaparecía o había cambiado completamente hasta que volvían a acercarse. Iban bien, pero Rick no podía quitarse de encima la sensación de que aquel lugar era demasiado bueno para todo lo que habían visto en la ciudad. El silencio del palacio, que debería darle calma, solo lo hacía sentir más incómodo.
El chico estaba tan concentrado en el camino y lo que iba apareciendo frente a él que tardó en percatarse del movimiento detrás de él hasta que un par de puertas se abrieron. Se giró rápido, listo por si algo se había decidido a darles el encuentro, pero se quedó más tranquilo cuando vio que simplemente algunos habían entrado a varias habitaciones. No estaba lejos de ellos, así que tal vez podía tomar su ejemplo y explorar alguna. Rick se fijó en la que tenía justo a su izquierda: una puerta roja con el marco y el pomo hecho con unos intrincados relieves de plata. Desde fuera no se veía la habitación así que iba a la aventura. Despacio, giró el pomo y entreabrió para mirar al interior antes de decidirse a entrar. Lo que vio le iluminó la cara y no tardó en perderse en su interior.
La sala resultaba ser una pequeña sala de lecturas. A su derecha había una mesita de plata y cristal flanqueada por un sillón a cada lado, forrados de seda roja y dignos de un palacio como ese. El resto de la habitación lo ocupaban tres estanterías de madera antiguas pero bien conservadas alineadas de tal forma que creaban pasillos para pasar entre ellas y llegar a todos los libros. Le faltaba una chimenea al lado de los sillones y sería el culmen de la comodidad. -(Con que uno de ellos sea un grimorio hemos triunfado)- pensó optimista mientras se acercaba envainando su arma.
Fue pasando sus ojos por las baldas de la primera estantería, acercando una mano mientras pensaba por cuál empezar a buscar. La mayoría no tenían nada escrito en el lomo y, los que lo estaban, parecían más símbolos extraños que cualquier palabra que conociera. A punto de dar una vuelta completa, tomó finalmente con cuidado un libro de tapas de marfil y lo abrió por una página al azar. -¿Pero qué?- le salió exclamar. Fue pasando las páginas por si acaso, pero nada. Estaba escrito en un idioma extraño, del que ni siquiera reconocía alguna grafía. Si al menos tuviera alguna ilustración se podría hacer una idea de qué tenía en las manos, pero ni eso. Volvió a dejarlo en su sitio y repitió lo mismo con unos cuantos cercanos. Nada, ninguno tenía una sola palabra que entendiera. Bueno, eso no era del todo exacto. Justo cuando estaba por rendirse del todo, en el último que estaba mirando se fijó que había anotaciones en algunos márgenes. Al contrario que el texto, esas sí estaban en su nuevo idioma y... era un lector alabando la maestría de la narración del autor. -¿Entonces son novelas?- se preguntó un poco decepcionado. No es que desentonara por el lugar, pero había esperado encontrar algo de utilidad allí.
Estaba revisando alguna anotación más cuando el sonido de un saxofón le hizo alzar la cabeza rápidamente. ¿Se lo estaba imaginando o de verdad lo había escuchado? Hubo un silencio por un momento y luego volvió a escuchar una melodía, esta vez de un piano. -No fastidies...- dijo cerrando el libro totalmente tenso, mirando hacia la puerta. A este paso le iba a un dar ataque con todo lo alerta que estaba desde que habían entrado. Rezaba porque de verdad no hubiera nadie más con ellos, porque quien fuera que estuviera tocando estaba haciendo que se la jugaran de nuevo.
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.Personajes :
● Dama Puente/Kaila: Maga logomante austriaca (1.60).
● Kaethe/Dama Sobras: Ghoul nublina (1.46).
● Yttria: Bruja percusionista canadiense (1.53).
● Amira/Cálamo : Valkyria francesa (1.63).
● Kalna : Libense, del Imperio (1.78).
● Nefer : Ammut hijo de luna Levyna. (1.85)
Síntomas : Su sangre adquiere un tono anaranjado y se espesa un poco. Es capaz de intuir con mayor facilidad cómo se van a comportar los animales con los que se encuentre.
Armas :
● Dama Puente/Kaila: Magia, báculo
● Kaethe/Dama Sobras: Daga, fuerza bruta
● Yttria: Arco, hacha, magia, mala leche, cucharillas y otros objetos metálicos.
● Amira/Cálamo: Espada corta, pegaso (shire)
● Kalna : Espada bastarda; lanza y escudo
● Nefer : Lanza, venenos
Status : One flesh, one end
Humor : Permanent resting bitch face
Re: Palacete
27/12/23, 08:40 pm
El techo empezó a cambiar a medida que andaba, pasando de ser un bloque feo de hierro a un complejo entramado de suelos a distintas alturas. Resultaba fascinante el que solo un par de pasos más atrás la sensación que daba aquella construcción fuera tan distinta, y Kalna no pudo evitar pensar que aquello tenía mucho más de magia que de arquitectura.
Se dirigió a la escalera derecha, con la espada preparada y algo más tensa de lo que había entrado, pues a lo mejor después de todo sí que aquel sitio estaba habitado. El ascenso fue raro, y no solo porque la escalera pasase a bifurcarse y pasar de ir hacia arriba a hacerlo hacia abajo, o a la izquierda o la derecha dependiendo de por qué tramo se decidiese ir. Era casi como un laberinto, uno en el que además del camino estaban rodeados de habitaciones sin puerta o sin paredes, con interiores bien diversos, que a veces también cambiaban la perspectiva dependiendo desde dónde los mirases. Sí, aquello tenía que ser magia.
Pero a la vez era cotidiano. Las esculturas en mármol o metal, los colores que no estaban desgastados, el oro y la plata en cada rincón. Era como estar en casa, parcialmente. La decoración era distinta, aunque en alguna puerta podía reconocer alguna filigrana que podía haber estado perfectamente en Libo, había colores que jamás habría en un palacio del Imperio (¿azul? ¿de verdad?). El grupo comenzó a dividirse entre distintas habitaciones, y por un momento, y dos, y muchos, Kalna sintió la tentación de atravesar esa puerta de un morado oscuro con filigranas en un bronce bruñido.
Pero por mucho que quisiera, sabía que tenía que comportarse mejor que actuando por impulso y ganas de ver cosas bonitas. Sentía la mirada de su Madre, esa que significaba “no me decepciones”, clavada en su nunca. No. ¿Y si les atacaban? Si todos estaban separados, y distraídos, alguien tendría que vigilar. Y como mujer le correspondía a ella. Mientras el resto exploraba, Kalna se quedó en el pasillo, con la espada preparada. Se movía en la zona de las habitaciones a las que el resto había entrado, de arriba abajo, atenta a si oía gritos, o avisos de peligro.
Aunque de manera inevitable acababa delante de esa puerta. «Solo un vistazo rápido», se prometió antes de abrirla. En su interior había un par de armarios enormes y varias barras de las que colgaban trajes y vestidos. No tenía techo, pero una bonita lámpara de araña se mantenía suspendida en el vació, y a un lado había un espejo de cuerpo entero con un marco del mismo bronce bruñido que decoraba la puerta. No tenía que haber mirado. Ahora solo quería entrar allí, y mirar vestidos bonitos. “Kalna.”, podía oír a su madre. Cerró la puerta con un suspiro y volvió a dar paseos por el pasillo.
Las primeras notas del saxofón le pillaron cerca de la habitación donde había entrado Rick, y a través de la puerta abierta pudo observar como este se tensaba.
—No hay nadie —le dijo, apoyándose contra el marco de la puerta—. Si no han aparecido con los gritos de antes dudo que vayan a hacerlo ahora, pero de todas maneras estoy vigilando.
«Ya que nadie más lo hace», pensó con resentimiento. A lo mejor, si no se hubieran dividido tanto, si alguien más se hubiese ofrecido, ella podría estar en aquel vestidor.
Echó un vistazo a la habitación. Una biblioteca, llena de libros. Probablemente no hubiera sido su primera opción para quedarse, aunque si que había algo que podía haber en esa habitación que les fuera útil.
»¿No habrás encontrado alguno con magia por casualidad? —preguntó.
A lo mejor sacaban de allí algo interesante y todo.
Su vista se desvió hacia el pasillo, por si acaso aparecía alguien o algo. El sonido de un piano empezó a sonar poco después, dándole a todo aquel sitio un ambiente bastante mejor que el del silencio absoluto que había habido hasta hacía relativamente poco. Ah. Música. Su menté viajó a unas semanas atrás, cuando Sutileza no había vuelto.
—¿Crees que habrá algún sitio donde podamos bailar? —apenas lo susurró, como si estuviera sugiriendo una locura. Aquella había sido una conversación tonta, y la idea de que precisamente pudieran hacerlo allí lo hubiera sido… pero entre todas aquellas habitaciones tendría que haber un salón de baile, ¿no?
No era lo que se esperaba de ella. Tendría que estar pensando en su seguridad, en que a lo mejor les atacaban… Pero aquello era tan bonito que la necesidad imperiosa de no decepcionar a Mánide se diluía poco a poco. Se merecía un poco de felicidad, ¿no? ¿Por qué tenía que ser ella la que la sacrificase? Si tan serios y funcionales eran los hombres humanos, igual aquel era el momento de demostrarlo.
Se dirigió a la escalera derecha, con la espada preparada y algo más tensa de lo que había entrado, pues a lo mejor después de todo sí que aquel sitio estaba habitado. El ascenso fue raro, y no solo porque la escalera pasase a bifurcarse y pasar de ir hacia arriba a hacerlo hacia abajo, o a la izquierda o la derecha dependiendo de por qué tramo se decidiese ir. Era casi como un laberinto, uno en el que además del camino estaban rodeados de habitaciones sin puerta o sin paredes, con interiores bien diversos, que a veces también cambiaban la perspectiva dependiendo desde dónde los mirases. Sí, aquello tenía que ser magia.
Pero a la vez era cotidiano. Las esculturas en mármol o metal, los colores que no estaban desgastados, el oro y la plata en cada rincón. Era como estar en casa, parcialmente. La decoración era distinta, aunque en alguna puerta podía reconocer alguna filigrana que podía haber estado perfectamente en Libo, había colores que jamás habría en un palacio del Imperio (¿azul? ¿de verdad?). El grupo comenzó a dividirse entre distintas habitaciones, y por un momento, y dos, y muchos, Kalna sintió la tentación de atravesar esa puerta de un morado oscuro con filigranas en un bronce bruñido.
Pero por mucho que quisiera, sabía que tenía que comportarse mejor que actuando por impulso y ganas de ver cosas bonitas. Sentía la mirada de su Madre, esa que significaba “no me decepciones”, clavada en su nunca. No. ¿Y si les atacaban? Si todos estaban separados, y distraídos, alguien tendría que vigilar. Y como mujer le correspondía a ella. Mientras el resto exploraba, Kalna se quedó en el pasillo, con la espada preparada. Se movía en la zona de las habitaciones a las que el resto había entrado, de arriba abajo, atenta a si oía gritos, o avisos de peligro.
Aunque de manera inevitable acababa delante de esa puerta. «Solo un vistazo rápido», se prometió antes de abrirla. En su interior había un par de armarios enormes y varias barras de las que colgaban trajes y vestidos. No tenía techo, pero una bonita lámpara de araña se mantenía suspendida en el vació, y a un lado había un espejo de cuerpo entero con un marco del mismo bronce bruñido que decoraba la puerta. No tenía que haber mirado. Ahora solo quería entrar allí, y mirar vestidos bonitos. “Kalna.”, podía oír a su madre. Cerró la puerta con un suspiro y volvió a dar paseos por el pasillo.
Las primeras notas del saxofón le pillaron cerca de la habitación donde había entrado Rick, y a través de la puerta abierta pudo observar como este se tensaba.
—No hay nadie —le dijo, apoyándose contra el marco de la puerta—. Si no han aparecido con los gritos de antes dudo que vayan a hacerlo ahora, pero de todas maneras estoy vigilando.
«Ya que nadie más lo hace», pensó con resentimiento. A lo mejor, si no se hubieran dividido tanto, si alguien más se hubiese ofrecido, ella podría estar en aquel vestidor.
Echó un vistazo a la habitación. Una biblioteca, llena de libros. Probablemente no hubiera sido su primera opción para quedarse, aunque si que había algo que podía haber en esa habitación que les fuera útil.
»¿No habrás encontrado alguno con magia por casualidad? —preguntó.
A lo mejor sacaban de allí algo interesante y todo.
Su vista se desvió hacia el pasillo, por si acaso aparecía alguien o algo. El sonido de un piano empezó a sonar poco después, dándole a todo aquel sitio un ambiente bastante mejor que el del silencio absoluto que había habido hasta hacía relativamente poco. Ah. Música. Su menté viajó a unas semanas atrás, cuando Sutileza no había vuelto.
—¿Crees que habrá algún sitio donde podamos bailar? —apenas lo susurró, como si estuviera sugiriendo una locura. Aquella había sido una conversación tonta, y la idea de que precisamente pudieran hacerlo allí lo hubiera sido… pero entre todas aquellas habitaciones tendría que haber un salón de baile, ¿no?
No era lo que se esperaba de ella. Tendría que estar pensando en su seguridad, en que a lo mejor les atacaban… Pero aquello era tan bonito que la necesidad imperiosa de no decepcionar a Mánide se diluía poco a poco. Se merecía un poco de felicidad, ¿no? ¿Por qué tenía que ser ella la que la sacrificase? Si tan serios y funcionales eran los hombres humanos, igual aquel era el momento de demostrarlo.
Regocijaos, pues ahora sois parte de la leyenda de Kalna, hija de Mánide
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Palacete
28/12/23, 08:06 pm
El pequeño se sintió aliviado tras las intervenciones de Colmillo y Connor, apenas unas quejas que no parecían querer chocar contra la lógica de Nohlem. Se esperaba algo peor, pero en su lugar la situación solo quedó rematada por cierta ponzoña en las palabras de Ethan. Menos mal que la sonrisa afable del chico no tardó en volver a salir y el castillo de Elsa pasó a ser el mayor atractivo para todos.
—Mi padre siempre dice que ser de izquierdas es mejor que de derechas… —se pronunció ante la elección de Damian para tomar las escaleras. Los ojos del niño seguían atentos al granta cuando creía que este no le miraba, esperaba que no estuviera triste, estaba seguro de que él quería disfrutar y explorar aquel sitio tanto como el resto—. Pero nu sé… nunca supe qué significa eso —y encogiéndose de hombros se adentró tras el italiano en aquel camino sinuoso de peldaños y placas de metal.
No tardó en descubrir que la fortaleza albergaba todo un despliegue de arquitectura mágica y rocavarancolesca. El techo no era tal, si no que se trataba de habitaciones flotantes que cambiaban según el prisma desde el que se miraba. Puertas enormes y de colores vibrantes cuyas dimensiones estarían hechas a medidas para gente que medía lo que dos Connor juntos. Otras eran tan reducidas que debías caminar a gatas para cruzar el umbral.
Y en medio de ese caos encontraron un reflejo, imbuido de las ondas que presenta un lago en calma. El agarre de Ethan sobre su hombro se volvió débil y ese gesto fue suficiente para que el polaco cesara su empeño en ascender más y más por una escalinata infinita.
—Buahla… —se interrumpió así mismo, superado por la montaña rusa de emociones y la cantidad de estímulos diferentes a los que se veía sometido. Tuvo que hacer un esfuerzo real por volver al presente cuando el medio japonés atravesó el cristal traslúcido. La respiración de Aniol se agitó, preocupado y expectante a partes iguales. Cuando la promesa de un pintalabios cruzó el aire dejando a su paso una estela de ilusión y esperanza el churumbel no dudó ni un segundo en seguir a Ethan hasta lo que su mente identificó como un tocador de cuento.
La sensación que sobrevino al pasar más allá del pomo fue extraña, gélida e incluso familiar a Cracovia. Las emociones siguientes resultaron mucho más agradables debido al aspecto de la estancia. Si hubiera portado algo en sus manos en aquel instante… se habría estampado contra el suelo ante el asombro.
—Damian… pellízcame… creo que estoy soñando —susurró, sus ojos color miel saltaban de polvos a cremas y de algodones a pinceles. Por último. El espejo. Uno que le devolvió una imagen bastante pobre y menos rolliza de lo que recordaba. Aniol se atusó el cabello sin disimulo y sacando los labios en una postura que recordaba a la de una modelo infantil—. ¿Ethan? —preguntó, su voz contenía fuegos artificiales y chiribitas invisibles al ojo humano—. ¡Creo que estoy listo para ser una princesa!
El velo era tan tupido que sin darse cuenta ignoró las palabras de Damian. Era tan espeso y reconfortante que las notas musicales sonaron sin más como una banda sonora en su cabeza que no discordaba con el silencio reinante. Debía ser la melodía de la vida que de vez en cuando te sonreía bonito. ¿No?
—Mi padre siempre dice que ser de izquierdas es mejor que de derechas… —se pronunció ante la elección de Damian para tomar las escaleras. Los ojos del niño seguían atentos al granta cuando creía que este no le miraba, esperaba que no estuviera triste, estaba seguro de que él quería disfrutar y explorar aquel sitio tanto como el resto—. Pero nu sé… nunca supe qué significa eso —y encogiéndose de hombros se adentró tras el italiano en aquel camino sinuoso de peldaños y placas de metal.
No tardó en descubrir que la fortaleza albergaba todo un despliegue de arquitectura mágica y rocavarancolesca. El techo no era tal, si no que se trataba de habitaciones flotantes que cambiaban según el prisma desde el que se miraba. Puertas enormes y de colores vibrantes cuyas dimensiones estarían hechas a medidas para gente que medía lo que dos Connor juntos. Otras eran tan reducidas que debías caminar a gatas para cruzar el umbral.
Y en medio de ese caos encontraron un reflejo, imbuido de las ondas que presenta un lago en calma. El agarre de Ethan sobre su hombro se volvió débil y ese gesto fue suficiente para que el polaco cesara su empeño en ascender más y más por una escalinata infinita.
—Buahla… —se interrumpió así mismo, superado por la montaña rusa de emociones y la cantidad de estímulos diferentes a los que se veía sometido. Tuvo que hacer un esfuerzo real por volver al presente cuando el medio japonés atravesó el cristal traslúcido. La respiración de Aniol se agitó, preocupado y expectante a partes iguales. Cuando la promesa de un pintalabios cruzó el aire dejando a su paso una estela de ilusión y esperanza el churumbel no dudó ni un segundo en seguir a Ethan hasta lo que su mente identificó como un tocador de cuento.
La sensación que sobrevino al pasar más allá del pomo fue extraña, gélida e incluso familiar a Cracovia. Las emociones siguientes resultaron mucho más agradables debido al aspecto de la estancia. Si hubiera portado algo en sus manos en aquel instante… se habría estampado contra el suelo ante el asombro.
—Damian… pellízcame… creo que estoy soñando —susurró, sus ojos color miel saltaban de polvos a cremas y de algodones a pinceles. Por último. El espejo. Uno que le devolvió una imagen bastante pobre y menos rolliza de lo que recordaba. Aniol se atusó el cabello sin disimulo y sacando los labios en una postura que recordaba a la de una modelo infantil—. ¿Ethan? —preguntó, su voz contenía fuegos artificiales y chiribitas invisibles al ojo humano—. ¡Creo que estoy listo para ser una princesa!
El velo era tan tupido que sin darse cuenta ignoró las palabras de Damian. Era tan espeso y reconfortante que las notas musicales sonaron sin más como una banda sonora en su cabeza que no discordaba con el silencio reinante. Debía ser la melodía de la vida que de vez en cuando te sonreía bonito. ¿No?
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Personajes :
● Wednesday: Vouivre humana británica.
● Karime: Licántropa loba libense de la capital.
● Kimbra: Demonio rakshasa krabelinense Hija de Lunas engendro.
● Irenneil: Brujo de la cera aurva sinhadre.
● Edén Damkinea: Atlante daeliciano de la Ciudad del Norte.
● Szczenyak//Colmillo: vittya zawodny nómada.
Unidades mágicas : 5/5
Heridas/enfermedades :
● Ka: Le falta el ojo izquierdo.
● Colmillo: Tiene partido el colmillo derecho.
Síntomas : Gusto por dibujar trazos sin ton ni son cuando vacía la mente.
Armas :
● Wen: Guadaña doble y arco.
● Ka: Espadas gemelas, arco y dardos.
● Kim: Arco, machetes y dagas.
● Neil: Cuchara de madera y cera.
● Edén: Magia y sonrisas amables.
● Colmillo: inutilidad.
Humor : Absurdo
Re: Palacete
28/12/23, 08:25 pm
A pesar de que cada vez era más evidente que el lugar no estaba abandonado, el grupo decidió seguir hacia adelante y Colmillo los siguió con resignación, contentándose un poco con las palabras de Nohlem. “Hacernos los tontos será fácil. Ya hemos demostrado ser profundamente gilipollas al entrar aquí” se dijo a sí mismo, aunque en el fondo estuvo de acuerdo con que, de tener que enfrentarse a criaturas o los dueños, mejor hacerlo cuanto antes que cuando se hubieran adentrado demasiado. Por suerte, nada ocurrió y el grupo pudo subir por las escaleras tranquilamente sin verse asaltado o amenazado de ninguna manera.
Al principio, mientras se acercaban a las escaleras de la derecha, Szczenyak pensó que, quizás, podrían traspasar las placas de metal con algún tipo de plantilla, pero en seguida se dio cuenta que lo que él había pensado un techo uniforme se trataba de un efecto óptico y que en realidad las escaleras estaban conectadas a varias habitaciones suspendidas a distintas alturas sobre esas plataformas metálicas.
-Joder con la puta magia -pensó en un susurro al llegar a la primera puerta.
A diferencia de sus compañeros que parecían muy interesados en cruzar distintas puertas, el vittya estaba demasiado asombrado por las escaleras y la distribución de las habitaciones como para pensar en nada más allá por el momento y mientras algunos iban cruzando puertas, él se limitó a quedarse en un tramo de escaleras a mitad de camino absorbiendo fascinado todo lo que le rodeaba.
-Joder, esto es la hostia -murmuró mirando hacia derecha e izquierda a los distintos tramos de escaleras en los que se ramificaba el lateral por el que habían subido-. ¿Están jodidamente cambiando a medida que subimos? -preguntó al aire al sentir que al mirar hacia abajo percibía el tramo que ya habían subido muy distinto de cómo se había visto desde la base.
Con la intención de comprobarlo, Colmillo hizo un amago de desandar lo andado, pero entonces sonaron las notas del saxofón en la habitación a su lado seguidas del piano y rápidamente recordó haber visto a Nohlem entrar por la puerta.
-¡Wow, tocas bien, cabrón! -exclamó al entrar en la sala, mirando con asombro tanto el piano que ocupaba el varmano como la infinidad de instrumentos que abarrotaban la sala.
"Rocavarancolia es una ciudad llena de misterios y sorpresas, como un acertijo complicado y excitante."
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: Palacete
30/12/23, 05:20 pm
-Ahí tienes toda la puta razón...- Murmuró rectificando y frotándose la cabeza, cuando Nohlem explicó que en todo caso era mejor alertar a un posible monstruo desde la entrada que una vez muy en el interior del edificio. El grupo no tardó en seguir avanzando, con Aniol y Damian muy entusiasmados por aquella exploración. La actitud de ambos lograban sacarle una sonrisa al canadiense, tanto el polaco y su referencia a las promesas moteras como el italiano y sus burlas sacando la lengua. Eran unos putos críos, y eso era exactamente lo que merecían ser. Connor esperaba que aquel lugar fuera de verdad seguro e hiciera que los niños desconectaran un poco de tanta mierda, y de paso todos los demás incluido él.
El motero subiría las escaleras sorprendiéndose con cada peldaño que avanzaba, pues lo que había parecido un techo en realidad no lo era. Se trataba de puñetera magia. No había otra forma de describirlo. Habitaciones suspendidas en el aire... Algunas cerradas y otras sin paredes y dónde podías ver su interior.
-¿Qué mierda es éste lugar...?- Preguntó más a la nada que a alguien en particular. Su instinto le decía que estuviera alerta ante aquello que sus ojos no podían explicar, pero por otro lado, deseaba dejarse llevar en un entorno jodidamente interesante. Además, si de verdad hubiera algún monstruo por ahí... Ya hacía rato que debía haber aparecido. El grupo no tardó en desperdigarse un poco entre la multitud de habitaciones, y Connor se quedó observando con algo de tensión al principio cómo Ethan cruzaba aquel reflejo de aquella habitación. La alarma solo duró un segundo, lo que tardó el japonés en demostrar que estaba perfectamente. Rick y Kalna habían cruzado otra habitación, mientras que Szcheniak seguía admirando el "techo" y Nohlem cruzaba hacia otra sala con una expresión de sorpresa nunca antes vista.- Y que lo digas, cabronazo.- Le contestó al cánido, muy de acuerdo con él en que ese sitio era la hostia.
Connor se debatió entonces en si entrar en el cuarto donde se encontraban Ethan, Damian y Aniol o quedarse en aquellas escaleras para observar el lugar con ojos curiosos. Unos sonidos pronto le sacaron de dudas. Unos putos sonidos de instrumentos. Aquellos ruidos no tardaron en convertirse en una melodía de piano, tocada con elegancia y maestría.- Mierda. Joder. Eh.... ¡Ahora vuelvo!- Les dijo alzando una voz llena de entusiasmo a los peques y a Ethan. Una promesa que no sabía si podía cumplir, no cuando existía la posibilidad de que se encontrara lo que buscaba ahora. Connor no tardó en llegar al origen del sonido junto a Szcheniak, descubriendo que el origen de la melodía de piano se trataba del varmano. Nohlem ya les había hecho saber que tocaba el piano, en la primera noche. Pero una cosa era escuchar decírselo y otra muy distinta ver con los propios ojos aquel puñetero talento.
El lugar era grande de cojones, donde en vez de una pared al fondo se dejaba ver el inicio de otra sala. Porque aquello era una puta sala de música, y como tal estaba llena de instrumentos. Xilófonos, flautas, tambores... Guitarras.
-Joder...- Dijo dándole una palmada amistosa en el hombro al cánido, con una sonrisa cada vez más grande en su rostro, para luego encaminarse como si no hubiera un mañana a la parte de la pared repleta de diferentes guitarras, tanto en material como en tamaño. Se quedó un par de segundos en silencio, hasta encontrar una guitarra clásica muy parecida a la que tenía él en el club. ¿Cuánto hacía que no tocaba nada? En la Tierra solía hacerlo a menudo, pero las últimas semanas habían sido ajetreadas y no había tenido mucho tiempo libre, antes de ser secuestrado... Connor la descolgó de la pared, y mientras se la colgaba por el hombro miró a Nohlem con otra sonrisa sincera.- Se te da de puta madre, cabronazo... ¿Todavía sigue en pie lo de hacer ese puto grupo, verdad?-Le elogió señalando con la cabeza el piano, mientras tocaba varias notas al aire y empezaba a afinar la guitarra girando las clavijas.
El motero todavía tardará unos instantes en afinar correctamente por oído cada una de las cuerdas, mientras iba haciendo más y más pruebas con notas. Cuando lo hizo no tardaría en sentarse con cuidado en la tapa del piano y empezar a tocar algo.
-¿Y cuándo cojones mandamos a la puta mierda el torreón y nos mudamos aquí?-Les preguntó a Nohlem y Szcheniak entre notas y notas con una sonrisa en los labios más propia de un puto crío ilusionado.
El motero subiría las escaleras sorprendiéndose con cada peldaño que avanzaba, pues lo que había parecido un techo en realidad no lo era. Se trataba de puñetera magia. No había otra forma de describirlo. Habitaciones suspendidas en el aire... Algunas cerradas y otras sin paredes y dónde podías ver su interior.
-¿Qué mierda es éste lugar...?- Preguntó más a la nada que a alguien en particular. Su instinto le decía que estuviera alerta ante aquello que sus ojos no podían explicar, pero por otro lado, deseaba dejarse llevar en un entorno jodidamente interesante. Además, si de verdad hubiera algún monstruo por ahí... Ya hacía rato que debía haber aparecido. El grupo no tardó en desperdigarse un poco entre la multitud de habitaciones, y Connor se quedó observando con algo de tensión al principio cómo Ethan cruzaba aquel reflejo de aquella habitación. La alarma solo duró un segundo, lo que tardó el japonés en demostrar que estaba perfectamente. Rick y Kalna habían cruzado otra habitación, mientras que Szcheniak seguía admirando el "techo" y Nohlem cruzaba hacia otra sala con una expresión de sorpresa nunca antes vista.- Y que lo digas, cabronazo.- Le contestó al cánido, muy de acuerdo con él en que ese sitio era la hostia.
Connor se debatió entonces en si entrar en el cuarto donde se encontraban Ethan, Damian y Aniol o quedarse en aquellas escaleras para observar el lugar con ojos curiosos. Unos sonidos pronto le sacaron de dudas. Unos putos sonidos de instrumentos. Aquellos ruidos no tardaron en convertirse en una melodía de piano, tocada con elegancia y maestría.- Mierda. Joder. Eh.... ¡Ahora vuelvo!- Les dijo alzando una voz llena de entusiasmo a los peques y a Ethan. Una promesa que no sabía si podía cumplir, no cuando existía la posibilidad de que se encontrara lo que buscaba ahora. Connor no tardó en llegar al origen del sonido junto a Szcheniak, descubriendo que el origen de la melodía de piano se trataba del varmano. Nohlem ya les había hecho saber que tocaba el piano, en la primera noche. Pero una cosa era escuchar decírselo y otra muy distinta ver con los propios ojos aquel puñetero talento.
El lugar era grande de cojones, donde en vez de una pared al fondo se dejaba ver el inicio de otra sala. Porque aquello era una puta sala de música, y como tal estaba llena de instrumentos. Xilófonos, flautas, tambores... Guitarras.
-Joder...- Dijo dándole una palmada amistosa en el hombro al cánido, con una sonrisa cada vez más grande en su rostro, para luego encaminarse como si no hubiera un mañana a la parte de la pared repleta de diferentes guitarras, tanto en material como en tamaño. Se quedó un par de segundos en silencio, hasta encontrar una guitarra clásica muy parecida a la que tenía él en el club. ¿Cuánto hacía que no tocaba nada? En la Tierra solía hacerlo a menudo, pero las últimas semanas habían sido ajetreadas y no había tenido mucho tiempo libre, antes de ser secuestrado... Connor la descolgó de la pared, y mientras se la colgaba por el hombro miró a Nohlem con otra sonrisa sincera.- Se te da de puta madre, cabronazo... ¿Todavía sigue en pie lo de hacer ese puto grupo, verdad?-Le elogió señalando con la cabeza el piano, mientras tocaba varias notas al aire y empezaba a afinar la guitarra girando las clavijas.
El motero todavía tardará unos instantes en afinar correctamente por oído cada una de las cuerdas, mientras iba haciendo más y más pruebas con notas. Cuando lo hizo no tardaría en sentarse con cuidado en la tapa del piano y empezar a tocar algo.
-¿Y cuándo cojones mandamos a la puta mierda el torreón y nos mudamos aquí?-Les preguntó a Nohlem y Szcheniak entre notas y notas con una sonrisa en los labios más propia de un puto crío ilusionado.
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