La Bodega

Para localizar a Jack, Gael y Giz habían tenido que desviarse hacia la bodega. Allí los recibió uno de los empleados y los hizo subir al piso superior. El vampiro olía demasiado a sí mismo como para que Giz confundiera su cambio de aspecto con otra persona y su tono tampoco se prestaba a confusiones. Aún así, Giz reconocía el trabajo bien hecho con el aspecto.

—Te das un buen aire, sí—le concedió—. Si llegamos a saber que irías tú, nos habíamos ahorrado el paseo. Pero bueno, te traigo un regalo—Giz destapó la jaula y sacó al gato. El animal trató de hincarle el diente en el brazo y el goliat le castigó con un manotazo suave en los morros—. Es tu gato vampiro—le informó. Lo soltó en el suelo y dejó que explorara. Se movía con mayor sigilo que un gato normal, con el lomo completamente erizado, y su actitud era la de un depredador frente a sus presas—. Ha olido la sangre—indicó al vampiro, por si quería parar a su nueva mascota antes de que se lanzara contra algún empleado o hiciera algo peor.

Esa vez fueron más allá de la parte conocida de la bodega, donde tampoco se podía decir que hubiera estado muchas veces. Entraron en un despacho con estanterías y una mesa con silla giratoria, donde el vampiro estaba sentado de espaldas a la puerta. La escena tan propia de película que mostró al volverse le hizo soltar un bufido divertido y mirarlo con escepticismo. Pero lo que iba a comentar se le olvidó en el mismo momento en que iba a hacerlo, porque el color de pelo del vampiro lo descolocó.
—¿Sinhadre? —al fijarse era cierto que se había trabajado el disfraz—Pero ¿y esto a qué viene? ¿a qué andas? —le dirigió una mirada de arriba a abajo, que pretendía ser evaluadora, pero enseguida dejó la broma de lado—. Pero bueno, bonito despacho. Apuesto a que los muebles los escogiste solo para hacer la “entrada” de hoy.
Le dedicó una sonrisa significativa al vampiro y después se puso a curiosear el contenido de las estanterías sin ser demasiado evidente, mientras Giz entregaba el gato.
—Por si echabas de menos domar novatos, aquí tienes otro —bromeó.

-Perfecto entonces. Esto viene a que... Erika y yo nos fugamos a Sinhdro. Una escapada romántica, como una luna de miel sin boda.-respondí con ilusión.-Sí, los muebles son por vosotros. Lleváoslos, en serio.-seguí bromeando.

Entonces oí "regalo" y me fijé en Giz. <<¿La mascota era para mí?>> En cuanto apareció la criatura, las piezas del extraño olor encajaron: era un gato de pelaje negro, pero era algo más. ¡Era un gato vampiro! Y bastante sediento, visto el mordisco que intentó arrearle al goliat. Observé caminar a la criatura y, antes de que se fuera hacia la puerta, me deshice en humo y fui a cogerlo.

-¡Oh! ¿Para mí? ¿En serio? ¡Te has acordado! Y mira que lo dije medio en broma, pensando que no sería posible... Veréis cuando lo vea Erika, le va a encan... Eh, bicho, ¡no muerdas tanto!-me interrumpí, avisándole con otro manotazo.-No, Erika me va a matar. ¿Domar novatos? Uf, no me hables, malditos novatos. Pero no, a este lo domaré con mucho cariño, auch, y sangre. Pero mira qué monada, mordiendo a otro vampiro. Que no, bicho, que esta te sentará mal.-reí, dándole otro manotazo suave en el morro.-Pero, pero... Le falta un nombre. Hmm... ¿Mordisquitos? Lo comentaré con Erika... O no, ya veré.

Dicho eso, lo dejé en la mesa y me acerqué a Giz para darle un buen abrazo.
-Te lo iba a dar antes, pero el gato habría estado demasiado cerca de tu cuello y malo sería.

Mientras decía eso, la criatura había bajado de la mesa y estaba intentando abrir uno de los cajones.
-Chico listo. Anda, deja.

Me acerqué, abrí el cajón y saqué lo que el gato había olido: una botella medio llena. Cogí lo primero que se vi (un cenicero) y lo llené con la sangre. Aproveché y manché un dedo.  
-No fumo, ¿eh? Pero hay clientes que sí.-y redirigiendo la atención al gato, dije.-¿A que está rica? Eh, ansioso, tienes el cenicero hasta la mitad, no me muerdas. Oye, el bicho este cuánto puede necesitar al día?-inquirí.

Volví a sentarme, esta vez con el felino en el regazo y el cenicero a su alcance, mientras le acariciaba el pelaje.
-¿Parezco el malo de alguna película?-solté de pronto con una carcajada.[/color]

—Yo lo llamaría más bien Mordiscotes—comentó Giz, ajeno a la realidad tras el nombre que había sugerido Jack. Cuando este le abrazó, el goliat le devolvió el gesto con una sonrisa y unas palmadas suaves en la espalda—. Yo mismo tampoco creía que fuera posible, si te soy sincero. Pero ya ves, parece que infravaloraba mis capacidades.

>>Y sobre su alimentación, ni idea. Estos días le he dado sangre a diario, manteniendo cierta periodicidad, pero parece que la sed no se le calma. Decidí que era mejor que lo comprobaras tú mismo, que te sobra la sangre y sabes más de esto que yo—eso le recordó otro detalle—. Por cierto, mantiene los contras de vampiro, así que estáte seguro de que no le da el sol o morirá. Y... Bueno—comentó con un tono entre la diversión y la curiosidad—, a mí no me pareces demasiado malo, pero creo que me faltan referencias terrestres para entenderte bien.

—¿Por qué? —protestó en broma—. Luna de miel sin boda, ¿no? Para no tener que pagarnos una comida de lujo a los demás.
Después, siguiéndole el chiste al vampiro, hizo ademán de levantar la silla de ruedas, mientras este se quedaba embobado con el minino, pero como no le prestó atención volvió a dejarla en el suelo disimuladamente y se alejó de la mesa esperando que nadie se diese cuenta de lo cutre que había sido una broma sin espectadores.

—¿Mordisquitos? —preguntó riendo al acercarse de nuevo al gato—. No tardar semanas en ponerle nombre está bien, pero piénsatelo bien, que es para siempre.
El animal podía ser fiero, pero era bonito. Le hizo mucha gracia cómo se movía por la mesa buscando comida, y cuando Jack se lo puso en el regazo negó con la cabeza, divertido.
—Gato demasiado pequeño. Y te falta un botón de autodestrucción sobre la mesa —sentenció después de Giz. Lo cierto era que Gael todavía estaba pensando en por qué Jack había aclarado que no fumaba, si aquello debía de ser más que irrelevante para un no muerto como él—. Pero que lo de malo sea solo teatro, que no nos enteremos de que le falta comida o cuidado.

Seguí hablando mientras le acariciaba las orejas, jugando con sus patitas.

-En ese caso... Lo alimentaré con fuerza un par de días y luego iré rebajándole la dieta, a ver cómo se comporta. En cuanto al sol... Le compraremos un collar, le anclaré el hechizo de protección y listo. Es más... Ven, bonito.

Hice que volviera a mi regazo llenando el cenicero y entonces le lancé el citado hechizo. La oscuridad se adhirió a su pelaje como una segunda piel, oscura como él mismo. Según se movía, esta desprendía una ligera neblina.

-¿Botón de autodestrucción? Tengo un gato diabólico, ¿qué más quieres?-dije riendo.-Ay, qué modales... ¿Puedo ofreceros algo? Hay cerveza abajo, o vino, o agua misma. No voy a dejar que os vayáis secos, menos después de la sorpresa.-bromeé, aunque iba en serio, mientras les acompañaba de vuelta abajo.

Pero por lo visto hoy era día de sorpresas, ya que Matt acababa de hacer su entrada en la Bodega de una forma un tanto cantosa. Literalmente, iba canturreando mi nombre. Llegué a la barra y me puse a su lado, apoyado de costado contra esta. Dejé al gato sobre la barra pero lo mantenía cerca de mí para evitar imprevistos.
-Vaya, vaya. Creo que se ha equivocado de local, señor, quizá busque el Burdel.-le respondí con picardía.
-¿Los caballeros van a tomar algo entonces o...?-inquirió uno de los empleados desde el otro lado.
-No te preocupes, ya me encargo yo. Ven, minino.

Dicho eso, me fui tras la barra y, para cuando volví a encarar a mis amigos, vi al gato dirigirse hacia un par de clientes que estaban siendo atendidos por Alder <<¡Eh!>> Lo traje de vuelta con un hechizo de levitación y lo agarré bien para que no se volviera a escapar. Pero no lo metería en la jaula, no señor, aunque luego me tocaría a mí limpiar los pelos. Lo que sí hice fue hacerle un hueco en el interior de la barra y acorrarlarlo ahí usando mis piernas como barrotes. Una idea un tanto dolorosa, como pude comprobar poco después.

-¡Gato malo! Bueno, Matt, ¿intuyo bien si aventuro que ya tienes lo que acordamos listo? Y vosotros, decidme. Podéis explotarme por un día, aprovechad. El gato aprovecha, ¿vais a ser menos?-rematé riendo.

Jack apareció en su rango de visión mientras sonreía a un cliente y le dejaba una copa de vino. Como estaba acostumbrada a hacer, apenas le dedicó un segundo para ver si requería algo de ella y se giró de nuevo dispuesta a ignorarlo flagrantemente. Al pegarse a la barra se dio cuenta de quien le acompañaba. Era Gael, a juzgar por el leve resplandor azulado del niño pelirrojo, y Giz, si no recordaba mal su nombre. A Matt lo saludó con un gesto de la mano y una sonrisa.

Se apartó para dejar paso a su jefe tras la barra, y pretendía desentenderse del grupito y del gato que que Jack había escondido tras sus piernas.

-¡Hombre señores! ¿Que hacen por aqui? Os quereis quedar a ver lo que he traido? Les digo a los chicos poniendome en medio de los dos. Veo el saludo de la chica y le respondo sonriendo de oreja a oreja. -Buenas guapa. ¿Te trata bien el rubio o te esta sorviendo la sangre?- Digo tratando de sonar burlon mientras señalo con la cabeza al vampiro que se ha metido tras la barra con sus trabajadores.

Separo a Giz y a Gael metiendome en medio de los dos para estar cerca de mis tres amigos para hablar bajando un poco el tono mientras junto las manos y les hablo. -¿Que os parece si nos vamos a dar una vuelta por abajo y os enseño un par de cosas? No quiero a fisgones cerca con lo que tengo aqui dentro. Al decir eso hago que la arena de mi bola haga ascender la misma para que puedan verla los chicos. -Giz, esto es el mejor regalo que me han hecho en la vida. Es super comodo llevar toneladas de arena como el que no lleva casi nada. Digo dandole una palmada en el hombro sonriendole. Agarro la bolsa que sigue levitando sola y haciendo una señal con la cabeza les invito a irnos a un lugar mas tranquilo.

-Traete una copita de algo rico para celebrar si te gusta.. o para echarmelo por emcima si no te gusta nada Digo bromeando

Giz saludó a la sinhadre con un gesto de cabeza. Realmente no la conocía lo suficiente como para ser más efusivo: nisiquiera recordaba su nombre. A Matt, sin embargo, le saludó con un buenos días y una mano alzada.

—Oh, pues si de verdad nos permites que pidamos, a mí me gustaría probar el vino. Si nos das una botella le ofrecemos al resto del grupo, que andan perdidos—Giz esperaba no estar colándose al pedir aquello, pero si se trataba de un falso ofrecimiento, el goliat no lo había pillado. Por si acaso, trató de suavizar su petición—. Así si nos gusta podremos recomendarte.

Sonrió divertido ante el comentario de Matt sobre la bolsa sin fondo y luego asintió. Giz sentía curiosidad por ver qué le traía al vampiro.

Mientras bajaban de nuevo sopesaba el ofrecimiento de Jack «estamos en una bodega, ¿no? Pues habrá que probar ese vino». No se le escapó la entrada de su grumoso amigo en el local, y le dirigió un saludo efusivo, aunque estuviese centrado en hablar con el vampiro. Se dio cuenta entonces de la chica que se había acercado a la barra, a quien no había visto al entrar poco antes.
—¡Oh… Alder! —le habló con una sonrisa, tardando un segundo en recordar el nombre— no sabía que ahora trabajabas aquí. —No había tenido muchos encuentros con la sinhadre, pero en los pocos se había hecho una idea de que le caía bien, como su aurva. Parecía haber pasado una eternidad desde la fiesta de la taberna, pero a Seon sí la había visto desde entonces—. No es fácil encontrarse contigo, pero a Seon creo que le he provocado un empacho de dulces figurados la última vez. —Gael se reía, a pesar de que probablemente la sinhadre no sabría detalles de aquel sueño irrelevante.

Mientras hablaba se le acercó Matt tanto a él como a Giz, y le devolvió una mirada desconcertada al espectro de arena.
—¿Qué llevas? ¿Es que traficas con mercancía ilegal? —preguntó fingiendo desconfianza y sonriendo después.

Alder se encogió de hombros ante la pregunta de Matt incapaz de dar con una respuesta educada. Con una leve sonrisa se dirigió a Gael:

- Algo me contó, pero no hubo quejas. Seon siempre ha sido golosa. No siempre me da detalles de los sueños, pero es facil imaginar porque pasa tanto tiempo dormida. - Sonrió. Una vez se había acostumbrado, y formando parte ella también de las visitas nocturnas, no lo miraba con tanto recelo como al principio.

<<Hasta el gato en su agresividad es más receptivo, diantre>> pensé tras ver la reacción de la sinhadre, pero no le hice mucho caso en los minutos siguientes.

-¡El dinero me está sorbiendo, Matt! Y este maldito gato me está dejando seco... Ah pues no...-me paré para agacharme y echarle un vistazo, para luego cogerlo en volandas y mirar perplejo a los demás mientras lo acunaba en mis brazos.-Está sopa. Aprovechemos y a la jaula con él.

La dejé en la barra y luego agarré una botella, la envolví en papel de regalo de color vino, y la dejé en la mesa.
-Eso por aquí... Dadnos buena publicidad, ¿eh?-luego cogí tres vasos y los llené de vino de un barril de la pared.-Y esto por aquí. Schmeckt's? ¿Qué tal? Eso fue alemán... Os vais a reir en la próxima fiesta que hagamos.-dije en tono misterioso.-¡Pero negocios lo primero! A ver qué traes, Matt, ¿a dónde nos llevas? ¿Lo llevas todo ahí en serio? Nunca he usado una de esas, ni idea de cómo funcionan... Osea, sé que caben muchas cosas... Pero ponerte a buscar unas u otras tiene que ser curioso. Pero si nos vas a enseñar lo que te pedí... Podemos bajar al sótano, ya que allí es donde trabajarán.

Dicho eso, cogí la jaula del gato y les guié por la escalera de caracol hacia abajo. Los sótanos lo ocupaba la bodega en sí, pero la planta inferior a esta ya estaba al nivel de los Subterráneos. O lo que es lo mismo, al nivel ideal para los asuntos más turbios. Eludí la sala de torturas, cerrada a cal y canto y de la que se podía discernir poco (no se veía nada, un cartel solo avisaba de no pasar) y llegamos a una especie de almacén con solo cajas vacías.

-Más tranquilo que aquí imposible. A no ser que algún bicho más grande que nosotros se de un señor cabezazo con las paredes que nos rodean. Señor Matt, su turno, por favor.-bromeé, haciendo el gesto de quitarme un sombrero.

Había tardado un rato en en encontrar la Bodega, y el hecho de estar aun medio dormido era seguramente la principal razón de su falta de orientación. Estaba anocheciendo cuando atisbó el edificio en la distancia y enfiló la calle que llevaba hasta su puerta. Estaba empezando a refrescar, pero el norteño no parecía percatarse, acostumbrado a climas mas fríos aquella brisa no era nada del otro mundo. Se frotó los ojos levemente enturbiados y entró al local bostezando, buscando a Alder con la mirada. El destello verdoso que era la cabellera de la sinhadre tras la barra llamó rápidamente su atención, y hacía allí se encaminó, esquivando clientes con la gracilidad de un pato mareado. Tropezó con un par de personas y asestó varios pisotones, estando a punto de derribar unas cuantas copas en el proceso. Para cuando llegó a su objetivo, el idrino podía sentir varias miradas hostiles taladrandole la nuca, pero las ignoró elegantemente y le dedicó a la peliverde una sonrisa encantadora.
-Ese uniforme le hace especialmente guapa, señorita -dijo, aun sonriente-, y ante semejante visión me veo en la obligación de invitarla a dar un paseo bajo la inexistente luz de las estrellas -añadió, la risa chispeando en sus ojos.

Una sombra le tapo la luz en ese momento, y al alzar la mirada se encontró con uno de los caballeros con los que había tropezado mientras se abría paso entre las mesas. Le sacaba al menos dos cabezas, y sus enormes colmillos inferiores le daban un aspecto realmente amenazador. El norteño le dedicó un educado asentimiento de cabeza, pero el individuo le ignoró con un gruñido y se alejó cuando le sirvieron otra copa.
-Por un momento he pensado que también te iba a invitar a salir -comentó, observando detendidamente la espalda del monstruo-, no abría tenido ninguna oportunidad contra esos arrebatadores colmillos -aseguró con fingido tono de preocupación volviéndose hacia su amiga-. ¿Como estas, peliverde? -se interesó, dejándo a un lado las bromas y dedicándole una sonrisa afectuosa.

Habían pasado varias horas y su turno se acercaba a su fin cuando vio a Saren provocando un desastre entre los clientes. Se tapó los ojos con una mano por unos segundos, mientras se le escapaba una risa, y para entonces ya lo tenía delante. Le devolvió el gesto con aire divertido antes de fijarse en el individuo que se había hecho paso hasta alli también. Tratando de prevenir lo que podía  acabar muy mal, le sirvió una copa y se la tendió con una sonrisa.
- Buenas noches, señor. Creo que era esto lo que había pedido, ¿si no recuerdo mal?  Y tú, - dijo volviendo al idrino- ¿habías apostado cuantas copas se pueden romper en un solo paseo? Espero que ese al que me invitas sea menos accidentado. - recogió un par de botellas vacías y se despidió con un gesto amistoso del otro camarero tras la barra.- Pero llegas a tiempo, acabo de terminar. Y no te preocupes, no  le lameré la cara a ningun cliente, por muy atractivos que tenga los colmillos. Es un honor que te reservo.

Se dirigió hacia la salida, y la última pregunta le arrancó una sonrisa desganada.

- He conocido tiempos mejores. Nada especial, de todos modos. Hacía mucho que no te veía.

El muchacho fue mas cuidadoso de camino a la salida, y el comentario sobre lamer caras le arrancó una carcajada. No se le paso por alto la sonrisa desganada de la sinhadre, y ni el ligero cambió en su lenguaje corporal. Aun no sabía que le pasaba, pero tal vez le contara algo si conversaba el tiempo suficiente con ella. Era cierto que hacía tiempo que no la veía, pero la recordaba mucho mas alegre.
-Apenas he salido de la Sede desde la noche de Samhein, viajes esporádicos a la biblioteca y alguna expedición, pero nada remarcable. Estoy por cambiar esto, sin embargo, porque si sigo así me convertiré en un ermitaño -rió con suavidad, saliendo a la calle tras la muchacha-. ¿Como te va a ti?, de momento ya debes tener mas dinero que yo -bromeo-, ¿cuanto tiempo llevas contratada?

El sol había desaparecido del todo y la noche había cubierto la ciudad. Aun se podía ver, sin embargo, y estaba seguro que los ojos sinhadres de Alder ya se habían adaptado en parte a la oscuridad. La noche era agradablemente fresca para el norteño, pero la muchacha peliverde no iba demasiado abrigada, así que se quitó el abrigo y se lo echó por los hombros sin decir nada.
-¿Te apetece un vuelo nocturno? -le preguntó con curiosidad-, las vistas desde ahí arriba son increíbles, seguro que te gustan -afirmó, quitándose también la bufanda y envolviendo la cabeza de la sinhadre entre risas-. Pero hace bastante mas frío que aquí abajo , si te llevó tendrás que estar abrigada, no podría perdonarme que cogieras un resfriado -sonrió, esperando una respuesta.

- Tres semanas, más o menos. Lo haré fijo al terminar el mes, me gusta mi trabajo aunque no me guste mi jefe.

Se dejó abrigar con una sonrisa burlona. Miró hacia arriba agradeciendo la penumbra y la sensación de inicio de jornada que le daba, a pesar de todo el tiempo que llevaba viviendo en la ciudad. Con la oscuridad, toda la imagen blanquecina pasaba a ser nitida y colorida.

- Eres todo un caballero, gorrión. Bueno, si los murcielagos en llamas no me chamuscan, no se me puede ocurrir mejor plan para la noche clara. Seon no me echará de menos, te lo aseguro.

-Fantástico -dijo con una amplia sonrisa, conduciéndola después hasta una calle mas amplia donde poder transformarse con comodidad.
Sin embargo, antes de pasar a su forma de roc trazó un hechizo térmico ligero sobre el abrigo que cubría a Alder, convirtiéndolo en una pequeña estufa que la mantendría caliente en el cielo. El norteño observó la calle a su alrededor, asegurándose de que no había nadie cerca, un gesto de desconfianza que hacía adquirido tras la Luna en todo lo que se refería a su piel. Le costaba incluso mostrársela a sus amigos, pero hizo el esfuerzo y la saco de la bolsa donde la guardaba, echándosela por los hombros a modo de capa emplumada. Dio un par de pasos hacia atrás, le dedicó una última sonrisa a la sinhadre y se caló la capucha, envolviéndose después por completo con la piel.

La transformación fue instantánea, y en el lugar que hacía un segundo ocupaba el el muchacho norteño había ahora un enorme roc de plumaje negro azulado. Su pico era de un color gris metalizado, y sus ojos, del mismo tono que los de su forma idrina, habían ganado en agudeza.
-"¿Está lista, señorita? -le preguntó, agachando la cabeza hasta tenerla a la altura del rostro de la sinhadre y proyectando las palabras en su mente-. Si es así, súbase a mi espalda y procure no arrancar ninguna pluma, gracias -pidió con educación-. Y lo mas importante: recuerde que tiene que sujetarse bien, por desgracia el presupuesto inicial no contemplaba los cinturones de seguridad y el seguro no cubre las caídas " -concluyó en tono burlón, agachándose para que la muchacha pudiera encaramarse con facilidad.