Idris

Al ver que todos estaban de acuerdo con la pausa para la comida, Kimbra procedió a salir del lago, mientras se sacudía el exceso de agua la ropa y se retorcía el pelo para escurrirlo. Con el ceño fruncido la demonio miró los dibujos de sangre que habían adornado sus brazo ahora borrosos y diluidos por el agua, pero, puesto que ya había extraído toda la carga necesaria de ellos, le restó importancia dejándolos como habían quedado.

La engendro se disponía a sentarse con el grupo cuando entre la niebla vio aparecer una figura. Ámarok se acercaba al trote, pero de forma suave y un poco más ruidosa de lo que acostumbraba, habiendo sido instruido por Kimbra para hacerlo de esa manera en ese momento para evitar asustar o poner a la defensiva a cualquiera de sus compañeros. El kerlax venía moviendo la cola alegremente, contento por la carrera y con las fauces aún manchadas de sangre por la caza. La krabelinense se acercó a su montura para frotar su cuello con las manos y la bestia gruñó feliz por las caricias antes de recostarse en el suelo a dormitar mientras se relamía los restos de su cacería.

Tras darle dos golpecitos cariñosos en la cabeza a Ámarok, se giró de nuevo hacia el grupo localizando rápidamente un sitio libre para ella y se sentó mientras valoraba toda la comida dispuesta, pensando en los alimentos nuevos que probaría, como las empanadas que había traído Eara.

-¿Se necesita preparar algo más antes de empezar a comer?

Hizo todo lo posible porque no se notase que no se le hacía especialmente apetecible la carne que habían cazado Varsai y Devoss. Desde luego no habían tenido mucho tiempo para prepararla adecuadamente, y ninguno de los dos podía usar magia así que no creía que fuese a estar particularmente… Limpia. El pescado de Sekk era otra historia, pues estaba pescado con caña y todavía podían asegurarse de dejarlo en condiciones.
—Pues supongo que deberíamos preparar el pescado —respondió, de hecho, a Kimbra—. Si queréis limpiar manualmente lo que podáis mientras terminamos de colocar las cosas, podemos rematarlo con magia antes de ponerlo al fuego. Mientras picamos y comemos otras cosas podemos dejarlo haciéndose: si vemos que aún no está listo podemos acelerar el proceso con más magia —opinó.

Se dispuso a ayudar a Eara y sacó sus propias cosas. La idrina había preparado algunos sándwiches y algunas tostas, todo ello con ingredientes bastante variados pero que combinaban bien. También llevaba algo de queso de cabra humano acompañado con cebolla caramelizada y hechizado previamente para eliminar la lactosa que tanto daño le hacía: le encantaban los quesos, pero no podía comer los que no proviniesen de su mundo natal sin más. Los postres sería mejor reservárselos por el momento: había ya una cantidad considerable de cosas en la mesa.
—Hambre no creo que pasemos, la verdad —comentó con una risa—. Tiene todo una pinta estupenda, pero me disculpo de antemano porque dudo que sea capaz de probarlo todo —se excusó con un gesto—. Hay que hacer algo de sitio para el postre también —sonrió con diversión.

Mientras colocaba las cosas se aseguró de felicitar a Varsai y Devoss por su éxito con la caza. Aunque no fuese a probar aquella carne no quería hacerles sentir incómodos provocando que notasen su reticencia.

A Kirés le habría gustado tomarse su tiempo con cada una de sus plumas pero, al no estar acostumbrado a mojarse así, también subestimó la velocidad a la que podía bajar su temperatura corporal una vez fuera del agua. Tuvo que conformarse con un hechizo rápido.

El ave no había traído su propia comida, por lo que decidió que aportaría mediante actos en vez de especie. De momento ayudar con las preparaciones debería bastar. En cuanto a la “calidad” de los productos, como enderth que era no tenía un criterio particularmente quisquilloso. Tras convivir con sus compañeros había aprendido a valorar la calidad, pero mientras fuera comestible él no tenía ningún problema.

De momento su interés estaba en el pescado: No recordaba haberlo comido más allá de un par de veces desde su cosecha y para el enderth siempre le daba un aire de nostalgia alimentarse de este.

La mayor parte de la comida ya se estaba haciendo o estaba hecha, por lo que Eara se ofreció para ayudar a limpiar el pescado después de decirle a Irianna que lo que había preparado tenía muy buena pinta. Aunque tampoco dijeron nada, tanto ella como Ayne sabían que la carne recién cazada iba a estar demasiado correosa e insípida, aunque era de suponer que para los carnívoros del grupo eso no sería un problema. En cambio, el pescado, cuanto más fresco mejor, y tenía una pinta estupenda, por lo que ambos lo tenían en el punto de mira.
—¿Preferís que se les quiten también las espinas? —preguntó Eara cuando ya se había puesto manos a la obra raspando escamas y destripando.
—No estamos en el mesón, no hace falta que nos des todo el trabajo hecho —bromeó el anima, que sostenía una botella de agua con la que limpiaba los restos que quedaban sobre los peces cuando Eara los dejaba listos.

Kimbra siguió las instrucciones de Irianna e imitó a Eara a la hora de limpiar pescado de forma rigurosa e intentando memorizar todos los pasos de la elaboración del mismo. Si le gustaba lo suficiente, la demonio planeaba incluir este tipo de animales en su dieta.

Con la colaboración de todos no tardaron mucho en que toda la comida estuviera preparada y dispuesta en la mesa. Kimbra, ya sentada y no queriendo ser la primera en probar el pescado por si este tenía una manera concreta de ser tomado que ella desconocía, se giró hacia Ayne sentado a su lado.

-¿Qué plato considerarías que debo probar primero?

Rio con el comentario de Ayne a Eara, pero le dio la razón al anima.
—Todos arrimaremos el hombro por igual: yo te ayudo a limpiar el pescado en cuanto esté todo colocado —le dijo mientras ponía los aperitivos sobre las mesas—. Si les quitamos las espinas será más cómodo de comer después.
Al final apenas hizo falta que ayudase con el pescado, pues Kimbra no tardó en ofrecerse a ello y, aunque no tenía experiencia en la tarea, la raksasha era una rápida aprendiz.

Disfrutaron de la comida y de una larga sobremesa, hablando de un poco de todo. Irianna les resumió sus avances en su investigación de la magia útil para la criminología y les explicó que planeaba publicar alguno de sus manuscritos más antiguos con los que había alcanzado un buen nivel de satisfacción como su primera novela sacada al mercado, aunque tenía mucho que revisar primero así que aún tardaría en ver la luz. Les prometió copias gratuitas para todos.

Después de reposar la comida no pudo evitar darse otro baño, cuando la luz del atardecer a través de la niebla dotaba al paisaje de una apariencia casi onírica. Braceando quedamente en el agua para mantenerse a flote, contempló el horizonte durante unos instantes, reflexiva. En algún punto creyó que iba a echar más de menos aquella parte en concreto de su mundo natal, pero ahora que había vuelto para una visita y saber que regresar cuando quisiera para repetirlo se había convertido en una realidad tangible debido a ello… Estaba más segura que nunca de que su hogar ya no era aquel planeta de cielo violáceo, si no la inquietante ciudad apenas emergiendo donde tal vez la belleza se encontrase en lugares mucho más inesperados, pero no por ello era menor.

Eara agradeció los ofrecimientos de ayuda con una sonrisa. No había tanto pescado así que terminaron enseguida. No pudo evitar mirar de reojo cómo lo iba haciendo Kimbra, pero no necesitó correcciones de ningún tipo; al fin y al cabo era experta en limpiar presas, aunque no fuesen tan resbaladizas. Mientras Eara se acercó a la orilla para lavarse bien las manos, Ayne ayudó a colocar el pescado en el fuego. El olor a tostado no tardó en inundar el entorno del lago, abriendo aún más el apetito de los presentes.

Cuando todo estuvo listo se sentaron en torno a la comida, y fue una sensación casi nostálgica. No hacía tanto que se habían mudado, pero desde entonces rara vez habían vuelto a comer acompañados de tanta gente de su criba.
—Todos a la vez —bromeó el anima cuando Kimbra le preguntó por dónde empezar a comer—. Pero si no, mejor empezar por los entrantes.
—¡Prueba las empanadillas! —sugirió Eara, que estaba deseando escuchar las críticas de su nueva receta para poder mejorarla. Ayne la miró con una sonrisa burlona al darse cuenta de su impaciencia, por lo que ella fingió que no lo veía.

La tarde se sucedió sin incidentes. Comieron, hablaron, y volvieron a bañarse en el lago. Los sinhadres regresaron a su casa con la seguridad de que aunque se cayesen al agua al menos sabrían flotar, lo cual era bastante tranquilizador. Aquel fue un día muy divertido que recordarían con cariño, antes de que las cosas se torciesen aún más para ellos en los próximos meses.

El día en Idris fue uno que a la demonio de fuego difícilmente le costaría olvidar. Sabía ser una persona solitaria, mantener las distancias con la gente y ser prudente. Pero pocas veces tuvo la oportunidad de aprender a relajarse y pasarlo bien.

Aquellos momentos pasarían a ser un recuerdo cálido, aunque no en términos de temperatura. Desconocía por completo que pudiera disfrutar de ver a otros aprendiendo a nadar o como Samika y Sekk pescaban por su cuenta. Ruth no solía tomar parte de la mayoría de actividades por iniciativa propia, pero nunca se había sentido mal en un segundo plano, y fue muy agradable reunirse con ellos a la hora de comer antes de que volvieran al lago. Incluso, se prometió así misma que aprender a nadar pasaría a ser parte de sus tareas pendientes. Pero quizá otro día, cuando estuviera preparada.

Superar esa excursión a ese mundo sería complicado, y ya estaba deseando hacer otra con sus amigos, con quienes cada vez se sentía más a gusto. Qué lejos quedaba su piso de Madrid. Ahora sí, estaba en casa.

Devoss se iría de Idris con un buen sabor de boca. Él ya sabía nadar desde mucho antes de que llegara a Rocavarancolia, así que no había ido a la excursión para aprender nada precisamente. Pero sí para divertirse, y así había sido. El día estuvo repleto de risas, charlas, chapuzones en el lago e incluso una divertida cacería. No podría haber ido mejor para el licántropo.

Visitar un planeta había aumentado su curiosidad por los hogares del resto de sus amigos. Él ya era un chico curioso, pero aquella quedada lo había dejado nervioso e impaciente en el mejor sentido de la palabra. Se moría de ganas de ir a otros sitios y ver su naturaleza y sus animales.

Pero por el momento se centró en volver a Rocavarancolia. Una ciudad que para nada tenía la belleza del mundo de Irianna, pero que de alguna manera era magnética y atrayente a su manera.

Kimbra miró con confusión a Ayne cuando este le indicó que probara todos los platos a la vez, pero no tardó en percibir que se trataba de una broma a lo que contestó con una mueca que sus amigos podrían interpretar sin problema como una risa. Haciendo caso de Eara, comenzó con las empanadillas dando su aprobación inmediata de ellas, cosa que pareció ser la reacción que se esperaba de ella por lo que se sintió doblemente complacida al disfrutarlas.

Durante la comida el grupo charló de diversos temas dejando incluso un hueco para que la engendro hablara sobre sus bestias, la nueva incorporación y sus planes a futuro para ellas, sintiéndose bastante satisfecha con el interés que dicho tema de conversación levantaba, aunque en ocasiones este fuera simple cortesía.

En general, la excursión resultó cómoda e interesante, permitiéndose incluso dar un segundo baño, esta vez acompañada de Ámarok, aunque debido a esto lo hizo un poco alejados del grupo para evitar que la bestia pudiera salpicar o molestar a sus amigos.

Si bien Kimbra sabía que una vez de vuelta en la ciudad volverían a sus rutinas de nuevo y no podrían repetir la experiencia en un futuro próximo dadas las responsabilidades que todos tenían, la demonio esperó que todo el grupo compartiera con ella la idea de que deberían concertar este tipo de reuniones más a menudo.