Frivowaldanny

Twixy's buscó con la mirada algún reloj y comprobó la hora. Ya había pasado la hora de comer.

-No debe tardar mucho más.

Un taconeo les anunció la llegada de la persona a la que estaban esperando. La puerta se abrió de forma lateral con un susurro y Fluxy's entró en el despacho. No reparó en ellas en un principio, pues estaba concentrada toqueteando una finísima tablet. Llevaba el pelo plateado con mechas rosa chicle recogido en lo alto de la cabeza y decorado con un montón de barritas de plástico. Su mono de seda iridiscente reflejaba la luz de los fluorescentes con cada movimiento. La puerta se cerró tras ella, y Twixy's la bloqueó con magia. Fue entonces cuando la mujer se dio cuenta de su presencia. Su cara pasó del desconcierto a un ligero embelesamiento y luego a la indignación, como si recordara de pronto que su despacho había sido invadido. Alzó un dedo acusador hacia ellas.

-¿Quiénes sois y que flonchy's estáis superhaciendo aquí?- preguntó.

Twixy's giró la silla hacia ella y le dedicó una sonrisa.

-Fluxy's, querida, ¿es que ya no te hiperacuerdas de mi? Voy a ponerme triste de la total.

La frivy inspeccionó a su compatriota con detenimiento, tratando de hacer encajar a la hermosa mujer que tenía delante con el recuerdo de alguno de sus conocidos. Cuando lo consiguió se puso pálida.

-Twixy's... No, nos superdijeron que no volveríais.

-Os superdijeron mal. He vuelto, pero no por mucho tiempo. Veras, Mi superamiga Sary's y yo necesitamos unas cosillas y estoy convencida de la total de que tú nos megapodrás hacer el favor.

-Eso no va a megaser posible.- respondió Fluxy's con firmeza. Para ella, Twixy's seguía estando varios escalones por debajo, y por mucho que hubiera regresado de su condena en la ciudad de los monstruos con cualfuera el tratamiento que se había hecho no pensaba concederle ningún favor.

Twixy's dejó el sillón y se dirigió a su ex-jefa con paso calmo, como si desfilara. Por supuesto, ningún frivy iba a esperarse una respuesta violenta en esa situación, por eso Fluxy's tardó en reaccionar cuando tuvo la mano de la veela en su cuello.

-Creo que no lo has hiperentendido. Han cambiado las tornas. Ahora superestoy por encima de ti, y por encima de todo el mundo en este estercolero, así que vas a hiperhacernos el favor a mi amigy's y a mi, ¿queda claro?

Los dedos de Twixy's brillaron. Unas chispas eléctricas centellearon a su alrededor. Los acercó a Fluxy's y pronto llegó el olor a pelo y tinte quemado.


No hizo falta mucho mas para que Fluxy's les diese una tarjeta de crédito VIP, cuyos gastos por supuesto se cargarían a su cuenta.

-¿Adonde quieres ir?- le preguntó a Saria, una vez estuvieron en el ascensor del Palacio de la Moda.- ¿Qué te hipergustaría ver primero?

Saria alzó las cejas al ver aparecer a Fluxy's y se limitó a saludar sacudiendo los dedos con energía. No quería cargarse el disfraz, por lo que cuanto menos interviniera, mejor sería para ambas. Así, se mantuvo en silencio hasta que, llegado un punto, no pudo evitar soltar una carcajada cantarina. El garbo de Twix para las amenazas era incuestionable. Cada vez le caía mejor la veela.

—Cuida a quien avisas, Flux Flux, te megavigilamos con nuestro tercer ojo —se despidió de la mujer y le guiñó el ojo, una vez que Twix se había hecho con sus... ¿tarjetas? de compra—. Hiperbuenas tardes de la total.

Una vez en el ascensor, Lara no reprimió la risa en absoluto.

—Por toda la suerte del mundo, ¿le viste la cara? Doña Fluxy's no se va a recuperar en la vida del susto que le has dado —aventuró con una sonrisa de oreja a oreja. Tras la pregunta de Twix, la mala sombra no tuvo que pensar mucho—. ¿A la mejor tienda de costura de vuestro mundo?

Twixy's sonrió y dejó que las carcajadas de Saria alimentasen su ego. Agradecía haber sido secuestrada por la ciudad para descubrir lo bien que le hacía sentir amenazar a alguien, sobretodo si otra persona como ella le iba a alabar por ello.

-Cari, ¿no sabes donde estamos? Esto hiperes el Palacio de la Moda.

Le dio a un botón del panel del ascensor, anulando su viaje al hall, y en pocos segundos las puertas se abrieron a un espacio inmenso y bien iluminado. Era un taller. Había maniquís por todas partes, quietos y en movimiento, mesas de costura enormes donde podían trabajar lo menos cuatro personas; paneles y pizarras con anotaciones y bocetos y hologramas a todo color de diseños a medio terminar. Cuando salieron, los trabajadores las miraron con suspicacia algunos, con curiosidad otros, pero no dijeron palabra. Aquellas chicas se movían como si el lugar les perteneciese, por lo que debían tener derecho a estar allí, o eso pensaban.

-Ven, el almacén está por aquí.

En realidad, eran almacenes. Había varias salas con rollos delas telas más vistosas y extravagantes que se pudiesen fabricar, hilos y adornos varios, impresoras de tejido sintético. Antes de entrar en una de los almacenes Twix señaló un espacio separado por dos paneles de plástico coloreado, con tres hileras de máquinas de coser.

-A eso me refería con máquina de coser. Son super prácticas de la total, luego nos llevamos un par.

Empezó a seleccionar tejidos que sabía no iba a encontrar en Rocavarancolia con la intención de llevarse los rollos enteros. En una mesa supletoria había un catálogo de muestras. Rápidamente empezó a hacer lista mental de lo que le pediría a Fluxy's parala próxima vez que viniera.

Saria contempló embobada el gran taller que se abrió ante el ascensor y se le escapó un suspiro. Tras todo su asombro y la euforia ante la certeza de que arrasarían con aquel lugar, surgió una brizna de envidia y rencor por todas las personas que se habían criado en civilizaciones como esta. Ordesta palidecía ante Rocavarancolia y su magia, pero también ante frivo y su tecnología. Había tantos cacharros en la sala cuyo uso no sabía descifrar que se sentía tonta. Así, se centró en los rollos de tela, los hilos y los adornos que sí alcanzaba a comprender. La ordesa pasó su mano acariciando tal variedad de material de trabajo y se dejó cautivar por los diferentes tactos que descubría.

No tardó en hacer levitar rollos de tela negra y colores vivos tras de sí, para asegurarse de que no los olvidaba; así como bovinas de hilo, agujas, tijeras... Si algo tenía claro Saria Omen era que no necesitaba ser cuidadosa al elegir, para ella no cabía el arrepentimiento en lo gratis.

La mala sombra se giró ante la llamada de atención de Twix y observó las máquinas con los ojos grandes.

—Son bonitas —Saria no sabía qué más decir sobre ellas—. ¿Me enseñarás a usarlas? —preguntó, tan ilusionada de repente como un bebé con un sonajero nuevo.

>>Este sitio es maravilloso, qué suerte tenéis de haber vivido aquí... —añadiría en algun momento, mientras continuaba con su compra.

Twix le pidió permiso a Saria para usar su bolsa sin fondo. Fue más selectiva a la hora de elegir las telas, pero tampoco se cortó un pelo y se llevó todo lo que pudo. Salió a por un par de máquinas de coser.

-Claro, es facilísimo de la total, ya verás.

La emoción de la malasombra se le estaba contagiando. Volver a estar rodeada de tecnología, diseños cuidados, colores brillantes, no podía creer lo mucho que lo había echado de menos.

-Nunca pensé que supertenía suerte hasta que me cosecharon- confesó.- La presión y la exigencia aquí es demasiada a veces, hay demasiada gente poco interesante. Lo peor es que esa gente poco interesante te hace sentirte mediocre...

Su expresión se entristeció ligeramente. Recordó momentos duros y las razones que la empujaron a seguir al íncubo hasta la ciudad de los monstruos. << Pero es distinto ahora>>. Tenía poder para usar y abusar, sonrió, las tornas habían cambiado.

-Pero ahora es distinto, si. Vamos fuera, vas a alucinar que te rompes cuando veas las tiendas.

Arrastró a Saria fuera del palacio de la moda y pidió un taxi. Un coche de color rosa fucsia con bandas de cuadros blancos y negros en los laterales.

-Entra cari- le dijo a la ordesa abriéndole la puerta trasera, y después de entrar ella le dijo al conductor:- Al centro comercial de la avenida Hidrocarbury's.

—¡Guay! —exclamó. Estaba deseando aprender a usar aquella máquina. ¿Qué cosas podría hacer con ella? Saria Omen desbordaba emoción en aquel momento. Debido a esto, las palabras de Twix no llegaron a traer a su memoria todo lo que había perdido en la ciudad, sino lo poco que había ganado—. A mí me pasó algo parecido, pero ahora toda esa gente es insignificante comparada con nosotras.

Ante la idea de ver nuevas tiendas a la mala sombra se le volvió a iluminar la cara. Siguió a la veela con la bolsa sin fondo preparada en todo momento hasta que se dio cuenta de que salían a la calle, donde volvió a quedarse boquiabierta. Ya había visto los edificios al llegar volando, pero desde abajo daban aún más impresión. Saria Omen se sentía pequeña ante el gentío, pero no inferior. Sabía que cuatro palabras suyas podrían tumbar aquellos edificios, pero ¿por qué iba a derribar algo tan bonito?

La mala sombra había estado tan absorta contemplando los rascacielos que tardó en ser consciente de los vehículos que surcaban la calle. No fue hasta que el taxi paró frente a ellas cuando los tuvo verdaderamente en cuenta. Eran como falsos animales, creaciones demiúrgicas que funcionaban con algo distinto a la magia. Saria, maravillada, entró al coche y cerró la puerta tras de sí con muchísimo cuidado. No quería dañar la estructura de aquel ser mecánico.


Como no podía ser de otra manera, la ordesa pasó todo el trayecto bebiéndose con la mirada todo lo que aparecía tras su ventanilla. De vez en cuando suspiraba o exclamaba lo bonito que era todo. Saria no tenía ni idea de si había pueblos Frivowaldanny, pero se sentía como una pueblerina de su mundo viendo una de las capitales por primera vez, y estaba segura de que al conductor le estaba dando esa impresión también. Pero le daba igual, completamente igual.

Una vez llegaron, Saria se giró a Twix y le preguntó en voz baja:

-¿Cómo se abre esto?

A Twixy's su propia ciudad nunca le había parecido tan especial, pero las reacciones de Saria despertaban a ella cierto orgullo y hacían que redescubriese cosas que en el día a día había olvidado o pasado por alto.

El centro comercial al que iban era una interpretación cubista de un barco pesquero, todo ángulos de metal y paneles traslúcidos. Twixy's le indicó a Saria con disimulo de qué palanca tenía que tirar para abrir la puerta del vehículo. Pagaron al taxista con la tarjeta de crédito y cruzaron la plazoleta que precedía a las enormes puertas automáticas del edificio.

-Espero que no hayan supercambiado nada de sitio- comentó la veela mirando el mapa del centro comercial. Habían abierto tiendas nuevas, pero conocía la mayoría.- Primero vamos a la tercera planta, a Teffony's, la mejor tienda de zapatos del mundo, y luego vamos a Fresq'x a por ropita.

Las galerias del centro, a distintos niveles, estaban abiertas, y el hueco entre ellas adornado por móviles de plástico, teles colgantes y plantas exóticas. Había gente por todos lados correteando como coloridas hormigas, cargados de bolsas y paquetes o seguidos por maniquíes que cargaban sus bolsas y paquetes.

Teffony's era una tienda pequeña pero exclusiva. Sus zapatos estaban expuestos en marcos cúbicos como si fueran obras de arte, o clasificados en expositores piramidales. Toda la tienda estaba decorada con colores neutros a excepción del suelo, que mostraba un cielo estrellado cambiante. La dependienta les ofreció nuevas colecciones, y Twix desfiló con varios modelos, a cual más aparatoso e inestable. No se demoró mucho, su invitada no usaba zapatos y no quería ser una mala anfitriona aburriéndola.

Saria sonrió un pelín abochornada tras recibir la ayuda de Twix y salió del coche con la misma perplejidad con la que había entrado. En aquellos momentos sentía que podría quedarse a vivir en Frivo perfectamente. Tras escuchar el plan de la veela asintió con fuerza y le siguió los pasos. La mala sombra no acostumbraba a llevar calzado, pero estaba segura de que la tienda de Teffony's no le decepcionaría. Y así fue.

A pesar de que no había nada de su talla, ni lo suficientemente cómodo para ella, la ordesa fue seleccionando pares de zapatos sin ton ni son. A veces era porque le parecían bonitos, a veces porque el material de que estaban hechos era nuevo para ella y a veces simplemente porque tenían adornos tan bonitos que podría quitarselos para usarlos en otro sitio. El lugar era tan bonito que Saria no tuvo problemas en trepar por las pirámides para apropiarse de los propios adornos del lugar. También se llevó un espejo de tamaño perfecto para que los frivis se vieran las piernas, pero que para ella servía como uno de cuerpo entero.

—¡Todo listo por aquí! Y ahora rumbo a Fresquis, Fresques... ¡Rumbo a Frescomosellame! —acabó por decir, dando varias palmadas.

La dependienta se quedó un poco desconcertada con que Saria se llevase uno de los espejos, pero fue mostrarle la tarjeta del palacio de la moda y dejó de importarle. En Frivo si eras mínimamente famoso o con conexiones cualquiera te abre las puertas.

Fresq'x estaba compuesto de varias calerías conectadas por pasillos perpendiculares algo más estrechos, con grandes espejos de marcos finos metálicos. La paredes estaban pintadas de turquesa brillante, y la ropa colgaba en hileras de percheros dorados, flanqueados por pantallas táctiles que explicaban la colección de la que provenían, materiales y sugerencias de conjuntos.

-¡Mira, mira, ese top de ahí!- chilló Twix en cuanto entraron en la tienda.

Era un top violeta de lentejuelas, con tirantes anchos. Se lo mostró a Saria haciéndolo bailar para que se vieran bien los brillos.

-Seguro que te queda divino que te rompes, vamos a probátelo.

Buscaron los probadores, y por el camino Twix fue cogiendo prendas de las que se encaprichaba, tanto para ella como para su amiga. Los probadores eran cabinas de cristal tintado con pequeños banquitos de polipiel en su interior. Ahí Saria podría probarse ropa en su forma real sin preocuparse de los curiosos.

Después de todo lo que había visto, se podría decir que Saria ya se hacía una idea de qué se encontraría en Fresq'x, pero no. Como la buena niña mental que era, la ordesa continuaba con la expresión de asombro grabada en la cara.

-Por toda la Suerte, ¿cómo hacen los pobres de vuestro mundo para no morirse de pena por no poder lucir todo esto? -preguntó, inconsciente del poco tacto de la pregunta-. ¡Es todo precioso!

Como era consecuente, la ordesa quería llevarse un poco de todo. Las prendas que no le quedaran bien siempre podrían reutilizarse para hacer otra cosa (o incluso regalarlas) y Saria era consciente de que jamás tendría una oportunidad tan fácil para llenar su armario. Así, para cuando llegó a los probadores, se había visto obligada a cargar con disimulo un montón de ropa tan grande que requería de un hechizo de levitación.

Una vez pasó dentro, apagó el amuleto momentaneamente y comenzó a probarse ropa hasta que se aburrió. La prenda que le había escogido Twix le enamoró y se aseguró de guardarla entre sus favoritas: prendas holgadas, sacadas de la sección de niños; tops, vestidos y abrigos de pelos y telas sintéticas de colores; medias, calcetines, e incluso ropa interior que no encajaba en ninguna parte de su cuerpo peludo. Saria Omen se había asegurado de no quedarse con ganas de nada.

—¡Tu turny's! —exclamó contenta como nunca en mucho tiempo, antes de activar nuevamente el amuleto ilusorio.

-¿Pobres?- el concepto le era totalmente alienígena, aunque sus compañeros sí que se lo habían explicado en alguna ocasión.- Casi todo el mundo puede permitirse esto, salvo que seas rary que te rompes o muy viejy's y todo feo, entonces no te dejan entrar en las tiendas.

Twixy's cogió todo lo de nueva colección, además de prendas de materiales o colores que de ninguna manera podía encontrar en Rocavarancolia. Desfiló como una profesional, deleitándose sobretodo en la lencería que tanto había echado de menos. Ahora con los hechizos térmicos y demases no tenía que preocuparse por pasar frío llevando la ropa que le gustaba, ni siquiera tenía que preocuparse de que sus zapatos fueran cómodos siempre que pudiera usar levitación. Metieron todo directamente en la bolsa sin fondo y salieron a por más. En una de estas una dependienta pasó con un carrito de bebidas isotónicas para que los clientes se rehidrataran en su furia compradora. Twix cogió una para ella y Saria y se sentó en el suelo del probador. Bebió a sorbos pequeños.

-Si quieres podemos ir a hacernos las uñas y a por maquillaje. Aunque...- se lo pensó mejor- creo que te vendrán mejor los productos capilares, y yo también necesito, pero de la total.

Pasaron por una boutique para llevarse productos varios de higiene personal. Twixy's casi lloró al ver los cepillos de dientes. A pesar de usar magia para casi todo lo referente a limpieza le gustaba todo el ritual de bañarse y asearse, dedicar tiempo a cuidar su cuerpo. Se llevó material para un año y para todos sus amigos. Esponjas exfoliantes, cremas hidratantes, champús, acondicionadores, perfumes de hombre y de mujer de varios tipos. Habían sacado tantísimos productos nuevos que prácticamente arrastró a uno de los dependientes por toda la tienda para que le fuera explicando, y luego traducía a Saria conceptos que no entendía.

Al terminar estaba mareada por la saturación de olores, pero agarraba un esmalte de uñas color turquesa entre las manos como si fuera el tesoro más valioso del mundo.

-¡Todo esto es tan divino! ¡Casi no quiero volver!

<< Volver...>> pensó. No habían pasado por su casa. Su expresión se ensombreció y de pronto la embargó una sensación extraña. ¿Qué había sido de su casa? ¿La habrían alquilado a otra persona, estaría igual a como la dejó? Apartó esos pensamientos de su mente. Nno servían para nada, sería lastrar a Saria. Retomó la sonrisa, esperando que la ordesa no se hubiese percatado de su cambio de humor y le propuso ir a comer.

A la ordesa le sorprendió una barbaridad cómo funcionaba la sociedad en Frivo y sintió un poco de envidia sana. Si Ordesta hubiera funcionado de la misma manera entorno a la belleza, ella habría sido una de las personas más ricas, sin lugar a dudas. La ordesa continuó con su recogida frenética de ropa aleatoria y agradeció el refresco que le pasó Twix. Saria Omen, al contrario que la veela, dio tal trago que se llevó por delante la mitad de la botellita.

Aunque lo de las uñas no le pareció mal (salvo porque ella no podría pintarse las de las manos), al final acabaron yendo a una tienda llena de botes con cremas y geles espesos de muchos colores y olores y con finalidades tan extrañas que la ordesa tenía problemas para entenderlas. Y aun así siguió con su ímpetu derrochador y se llevó todo lo que Twix le fue aconsejando. Estaba segura de que quedaría divina cuando usara todos esos potingues.

—Creo que yo tampoco, esto es maravilloso. ¡Llevo la bolsa sin fondo hasta arriba!

La ordesa estaba tan pendiente de todo lo que ocurría a su alrededor que no notó el pequeño bajón de Twixy's. Ante la sugerencia de comer, Saria no puso muchos impedimentos. Lo único que pedía era que fuese al aire libre y, a ser posible, un lugar con vistas agradables. Por suerte para ella, en el centro comercial en el que estaban había un restaurante con terraza que cumplía de sobra sus necesidades.

Una vez estuvieron sentados, la mala sombra agitó el morro mientras miraba la carta: no tenía ni idea de qué estaba leyendo.

—¿Qué me recomiendas? —le preguntó por lo bajo, a lo cual añadió enseguida—. ¿Oye, usáis cubiertos aquí? ¿Cómo van? ¿Funcionan igual que con los otros?

Comer con cubiertos le resultaba hiper incómodo, pero Lara estaba metida en el papel y quería ser una frivy ejemplar.

Fueron a uno de los restaurantes que había en la terraza del centro comercial. Twixy's se alegró de poder comer comida decente después de tanto tiempo. El pescado y el marisco eran con diferencia lo que más echaba de menos de la comida de su tierra, y en general toda la dieta rocavarancolesa se le antojaba sosa y grasienta.

-Oh, los cubiertos...- los cubiertos frivys eran algo espinoso, ya que cada plato tenía su tipo de cubierto y según la moda también solían cambiar las formas de comer. Twix decidió que lo mejor sería que pidiesen platos que normalmente se comen con las manos, para ahorrarse una explicación muy larga.

Pidieron gazpacho de trigueros, brochetas de calamar caramelizado, croquetas de pulpo, mejillones al vapor y canapés rellenos de pasta de guisantes pero decorados de distintos tipos de caviar. Twixy's casi se echó a llorar cuando se metió el primer mejillón en la boca. De postre le recomendó a Saria uno de los famosos batidos de frutas que hacían allí, todos en enormes copas llenos de colores vistosos y decorados con perlas de gelatina, azucar coloreado y demás extravagancias.

Tras pensarlo durante toda la comida, la veela decidió que no podía irse en su visita después de tanto tiempo y no ver su casa. Había estado pensando en Surimy's, en su maniquí, en sus carpetas de diseños. ¿De verdad quería renunciar a todo eso? << Y toda mi música>>

-Saria...- llamó, interrumpiendo de pronto una conversación banal sobre algo que ya había olvidado.- ¿Te importa si voy a ver mi casa? No quería hacerte perder el tiempo pero creo que debería verla, ¿aunque sea para despedirme definitivamente? No lo se...

Saria dio gracias a que hubiese cierta comida que no necesitara de cubiertos ni rituales super específicos para poder llevarla a la boca. Por el hecho de que no quería hacer el ridículo como ciudadana de frivo y porque se moría de hambre. ¿Quién le iba a decir que tener todo el dinero del mundo para gastarlo en tantas cosas innecesarias le fuera a dar tantísimo hambre? Tal y como estaba, dejó en manos de Twix la decisión de qué pedir. Y no se arrepintió.

Si bien no conocía la mitad de las cosas que se habían pedido, la mala sombra disfrutó de todos y cada uno de los platos. Hubo sabores raros, sabores nuevos, pero nada que le disgustase. Todo estaba demasiado rico y tan solo la barriga hinchada la separaba de repetir pedido. Casi acabando, la ordesa perdió en parte las ganas de pasar por frivy y acabó chupándose las puntas de los dedos para saborear los últimos platos desde el principio. Vivir en Frivowaldanny era algo delicioso.

—Oh... —la ordesa se sorprendió con el cambio de conversación, pero sonrió a la veela de forma comprensiva—. No es ninguna molestia, cariño, bastante me estoy aprovechando de este viaje como para ponerte pegas con esto—. Saria le dio un apretoncillo en el brazo, seguido de una pequeña caricia—. ¿Hay algún paraje natural cerca que permita hacer excursionismo para vagos? Estoy demasiado cansada tras tanto comprar y prefiero descansar mientras tú visitas tu casa. Cualquier sitio con hamacas me vale también—bromeó al final.

La ordesa no tenía problemas en acompañarla, pero creía que Twix debía dar sola el paso que se había propuesto y no quería molestarla con su presencia.

Twix le dio las gracias a Saria con una sonrisa. Le señaló la playa que había al otro lado de la calle, que podía verse desde la terraza donde estaban, y le indicó cómo llegar. Prometió no tardar mucho.

Cogió un taxi hasta su edificio. Se le hizo extraño hacer de nuevo esa misma ruta, la que había repetido miles de veces antes de que la cosechasen. Sentía una presión en el pecho, de la que intentó deshacerse en el trayecto del ascensor a su piso, respirando hondo varias veces. No funcionó.

Entró haciéndose intangible, y lo primero que notó fue un repugnante olor a podrido. Era tan penetrante que necesitó usar magia para no vomitar. Entonces cayó en la cuenta; las peceras. La primera habitación que se encontraba desde la puerta era el despacho, allí vio el pequeño acuario decorativo completamente lleno de algas verduzcas y dos peces en descomposición flotando en la superficie. Twixy's hizo una mueca. Su casa estaba llena de peceras como esa. Desintegró los cadáveres de los peces, vació la pecera y la limpió con un hechizo. Hizo lo mismo con el resto, necesitando más tiempo para el gigantesco tanque de medusas que ocupaba la mitad de su salón. Todo estaba polvoriento y dejado, posiblemente su maniquí había dejado de hacer su ruta de limpieza en cuanto se quedó sin batería. La encontró con el mismo modelito que le había puesto el día que se marchó, antes de irse a trabajar. La levantó del suelo y la sentó con cuidado en el sofá, quitándole la batería para conectarla al enchufe más cercano.

La veela ponía mucha atención y cuidado en estas tareas, no porque le pareciesen super importantes, sino porque necesitaba tiempo para mentalizarse de lo que venía a continuación. Cuando acabó de limpar todas las habitaciones, le llegó el turno a su dormitorio. No lo sintió suyo, era como si estuviese entrando en el cuarto de otra persona. Los colores chillones le resultaban feos y fuera de lugar. Junto a la ventana estaba la pecera de Surimy's, conquistada por las mismas algas verdes. Con todo el asco del mundo sacó el cadáver de la langosta y lo hizo flotar frente a ella. Los colores se habían desvaído, su capazarón estaba agrietado en algunas zonas, e hilos de carne blancuzca estapaban por las grietas. Quería llorar y vomitar al mismo tiempo. Le había dedicado muchísimo tiempo y atenciones a ese animal, y se había olvidado completamente de él como si no significara nada. Se sintió falsa y estúpida. Se sintió una traidora. ¿Si le ofrecían algo mejor que la ciudad también abandonaría a sus amigos y se olvidaría de ellos? Twix se sentó en la cama, abrazándose las rodillas, y observó el cadáver entre lágrimas. Le tomó un rato recomponerse, pero necesitaba su momento de autocompasión y culpa. Luego habría que ponerse manos a la obra.

Usó un hechizo de conservación que en realidad se usaba para la comida de las escursiones, pero que haría el apaño con el cadáver de Surimy's hasta que llegase a la ciudad. Sacó una maleta grande de su armario y empezó a seleccionar cosas: ropa (en especial la de deporte), zapatos, sus cuadernos de bocetos, su tablet, música, cojines, dos juegos de sábanas y juguetes (sí, esos juguetes). Llenó bien la maleta añadiendo al final a la langosta envuelta en varias bolsas de plástico. Salió por la puerta seguida por su maniquí, tirando de la maleta, completamente recuperada, decidida a hacer las cosas bien y a no volver a lloriquear. Tenía todos los medios a su alcance para empezar a ascender, y no podía perder más tiempo.

Encontró a Saria en la playa que le había indicado, y se permitió darse un baño con ella antes de volver al portal.

El golpe de añoranza de Twix salpicó sin querer a Saria. Se había quedado sola en la playa, recostada sobre una tumbona que medía lo que tres veces ella y que, perfectamente, valdría de tobogán para un bebé ordés. Saria Omen se mantenía de una pieza a base de esfuerzo constante. Había demasiado sentimiento que esquivar, demasiadas ideas que la visitaban con frecuencia y que debía prohibirse. Y ver las grietas ajenas, inevitablemente, acababa amenazando la integridad de la que una vez fue madre.

La ordesa cerró los ojos y se dejó mecer por la brisa marina. Tal vez no tenía un sitio físico al que volver, ni gente que la aceptara de vuelta debido a lo que había causado, pero tenía oportunidad de fraguarse una nueva historia. Su casa nueva en Ordesta, todo el bien que había traído a su gente, la visión lejana de una venganza imposible... Todas esas cosas eran su hogar al que volver, pensamientos en los que cobijarse. La mala sombra se centró en ellas y fantaseó con toda la fama y gloria que conseguiría en un futuro hipotético.

Para cuando Twixy's llegó, Saria Omen ya se había recuperado y, aun así, se aseguró de no sacar a colación ningún tipo de pregunta personal. El agua del mar puso la guinda final a una excursión magnífica de la que la mala sombra se había beneficiado enormemente. Al final, la ordesa acabó por desactivar el amuleto ilusorio y dejó que Twixy's la viera en todo su explendor de animal peludo con el pelo apelmazado por el agua.

Tal vez su familia jamás le perdonaría lo que había hecho, pero ni ellos ni nadie en todo su pueblo sabría jamás lo que era nadar en otro mundo.

Saria volvió a activar el talismán para volver a la orilla y, una vez ambas estuvieron secas, sugirió a la frivy poner rumbo hacia el portal.

—Muchas gracias por todo esto, Twixy's, ha sido un viaje fantástico —se aseguraría de decirle antes de volver a la ciudad.

Sigue en Rocavarancolia.

Por suerte para el asreniano, aquel día no tenía nada que hacer más allá de la rutina de alimentar a sus creaciones y comprobar que las nuevas estaban siendo incubadas adecuadamente. La proposición de Noel le vino como anillo al dedo para dejar a Miloslava y Lean a cargo de aquellas tareas y salir pitando del laboratorio. La razón de la visita a Frivowaldanny le resultó bastante graciosa, pero también dio nacimiento a cierta curiosidad por las particularidades de las langostas. Frivo era territorio desconocido para Giz, el cual apenas tenía tres o cuatro pares de muestras de criaturas autóctonas.

Así, el genemago estaba dispuesto a arreglar ese problema. Una vez llegó al cuchitril se calzó con su amuleto ilusorio y el logomántico y, en cuanto Gael y Noel hicieron lo mismo, marcharon hacia el portal. Giz activó la ilusión nada más atravesarlo, mostrando una ilusión reciclada en la que se veía como un humano bajito, de nariz chata y pelo azul revuelto y medio engominado hacia arriba. Lo único que le diferenciaba de ser un terrestre era el tono de piel grisaceo.

Los cuchitrileros acababan de surgir en mitad de una isla desierta y Giz no pudo contener las ganas.

—Dadme un segundo —les pidió al tiempo que descendía a ras del suelo, para picotear de aquí y allá muestras de tejido de la flora del lugar e incluso encapsular algún que otro animalillo menudo vivo— ¿Cómo vais a hacer para reemplazarle a la langosta? ¿La vais a comprar o váis a buscar una salvaje? —les preguntó a la vuelta.

Por comprar, Giz se refería más bien a rapiñarla de una tienda de mascotas. Cualquiera de las opciones le parecerían fabulosas. Lo único que cambiaba era la dirección que debían tomar.