Barrio de los Mil Dioses

Chromsa miró al instante a Erknest en cuanto empezó a pronunciar la primera palabra. -Masacre...- repitió preguntándose la clase de monstruo que sería. No le sonaba el nombre, pero tenía claro que preguntaría por él cuando volvieran al torreón. No sabía si alguno de los veteranos lo conocería, pero si no al menos serviría de advertencia para el resto. Le daban escalofríos tan solo de pensar que pudiera seguir deambulando por ahí, esperando a otros ciudadanos para hacer lo mismo que con Sagaz. Pensar que podía ser algunos de sus amigos le helaba la sangre.

El ochrorio tenía muchas dudas sobre la relación que tenía el comerciante con su asesino y que pintaba Erknest en todo aquello. Adam se encargó de hacer la más importante por el bien de los tres. El fauno lo miró, dejando claro que compartía el mismo miedo, para luego mirar a su maestro esperando su respuesta.

Solo hubo silencio.

Nervioso ante la falta de cooperación que estaba presentando su amigo desde que lo encontraron en la calle, el fauno volvió a preguntar intentando que comprendiera que era un detalle clave: -Erknest, por favor. ¿Te está siguiendo?- Chromsa quería sonar comprensivo y transmitir seguridad, pero la inquietud estaba haciendo que pareciera algo impulsivo incluso.

El kamaitachi reaccionó esta vez, diciendo simplemente dos palabras con más silencio entre medias que las anteriores: -No... se...- Era un gesto sutil, pero dentro de su inmovilidad general apretó los puños.

Erknest enmudeció ante la pregunta que el pegaso le realizó, este gesto puso de los nervios al último y estaba más impaciente que nunca. Él estaba asustado y no había tiempo para estar con esa duda tan mortífera. El fauno se le adelantó, con una impulsividad que Adam detectó. Su pareja también estaba de los nervios, totalmente comprensible por el paralelismo que andaban viviendo en aquel momento.

—¿Cómo? —La única respuesta de Adam a la perturbadora duda de Erknest fue acompañada de su incorporación a estar de pie, brusco y nervioso—. Mierda, mierda, mierda… Joder… —estaba pensando, dando vueltas por el lugar. Ya no era solo Erknest. ¿Ese tal Masacre sabría de que ellos dos son escuderos de la persona que agredió? Si lo anda persiguiendo, ¿a ellos también?— Hay que ponerlo a salvo. ¿D-deberíamos salir de aquí? No se si… sabe donde vive Erknest, ¿qué hacemos?

Pasó de la preocupación a la pena, de la pena a la duda y de la duda al terror absoluto. Miró a Chromsa, asustado de la situación, y luego al suelo, al techo. Era incapaz de quedarse quieto, dando vueltas en círculos sudando a chorros.

—Vale, vale… Calma… —suspiró hinchando sus pulmones hasta el límite, parando su marcha en el interior de la casa hasta quedarse al lado del caballero—. Erknest, cuéntanos todo. Sé que será complicado para ti pero necesitamos saber que diantres ha pasado. ¿Por qué atacaron a Sagaz exactamente? ¿Masacre te dijo algo a ti? Si no tiene nada en tu contra, quizás solo… solo te ignore —tomaba pausas para respirar. Quería apoyarse en ello, podría ser solo que Erknest tuvo el infortunio de recibir una paliza desinteresada, un daño colateral por ponerse en medio de agresor y víctima. Por algo estaba con vida, estando el cadáver de Sagaz en tan mal estado y su maestro de una pieza.

Las dos palabras cayeron sobre Adam y Chromsa, rompiendo la posible calma que pudieran tener si es que les quedaba algo. Que Erknest dudara en eso no era buena señal, aunque tampoco quería decir que estuvieran en el punto de mira, ¿no? El ochrorio seguía sentado, mirando preocupado al ruso deambular nervioso y al kamaitachi inmóvil, aumentando con ello su propia angustia. La posibilidad de que Masacre los estuviera buscando era aterradora, pero ante los pensamientos de su pareja había un detalle que tenía claro.

Se levantó para acercarse a Adam y ponerle de nuevo la mano encima para que se calmara. -No lo se, pero te aseguro que no está por aquí. Lo habría notado de estar acercándose.- le dijo con seguridad. Si venía con intenciones hostiles, sus dones ya lo habrían detectado hace un rato. Si notaba a los carnívoros que había cerca, ¿cómo no iba a notar a semejante monstruo? Era imposible que llegara hasta ellos sin que el fauno lo supiera.

Una ligerísima sonrisa apareció en la cara del brujo cuando su pareja consiguió calmarse lo suficiente para volver a preguntar sobre lo ocurrido. Chromsa la apoyó desde la empatía y la delicadeza para con su maestro: -Nos hace falta saber qué ha pasado si queremos asegurarnos de qué ya no va a ocurrir nada más, de que ya estamos seguros. Tómate el tiempo que haga falta.-

El único sonido que siguió a la pregunta fue el de la brisa colándose entre las tablas de la casa.

Los puños de Erknest se apretaron un poco más.

—En eso… quizás tengas razón Chromsa. Gracias —ahí el fauno tuvo toda la lógica del mundo. Por lo pronto no había nada peligroso cerca y confiaba mucho en las habilidades extrasensoriales de su pareja, al fin y al cabo eran poderes otorgados por la luna.

Chromsa apoyó su pregunta, aportando para que Erknest contestase algo siquiera. Sin embargo no hubo demasiado en cuanto a respuestas. Lo que sí se notaba es que el Caballero Ciervo seguía temblando, apretando mucho sus puños, tanto que su piel se tornaba blanca por los nudillos.

—Oye Erknest… ¿Erknest? —no parecía haber respuesta alguna y Adam se puso algo triste, sentimiento que solapó a su preocupación egoísta. Quizás se estaba pasando, debían hacer algo con él ya que parecía extremadamente afectado por todo lo que acaba de vivir y no lo culpaba en absoluto. Sentándose en el taburete se puso enfrente de él, mirándolo—. Quizás me haya pasado un poco, no quiero ni imaginar lo que acabas de pasar pero te necesitamos Erknest. Hasta que no sepamos lo que pasa no podemos ayudarte y es lo que queremos, por eso necesitamos al Héroe de Rocavarancolia más fuerte que nunca, ¿de acuerdo?

Adam se esforzó en sacar una sonrisa tranquilizadora y rodeó uno de sus puños temblorosos con sus manos, le dolía mucho verlo así en realidad y priorizó en esos momentos centrarse en calmarlo. Quizás así pueda hablar más a fondo del asunto y explicarse.

Chromsa miró preocupado a Adam, sin saber muy bien qué hacer para que el joven reaccionara. Lo más cercano que habían vivido era el día que Setenta y Siete murió, pero allí eran más gente y en principio aún con los daños había salido bien. -(Menos para Kahlo, Alec, Amira... Qirra)- se corrigió. Fue el esfuerzo de todos lo que les permitió pasar ese enorme bache y ahora mismo se encontraban al inicio de uno nuevo.

El ruso parecía tener una nueva idea para acercarse a su maestro, así que le dejó llevarlo a cabo escuchando atentamente mientras se sentaba de nuevo. Era obvio que el kamaitachi estaba tenso, pero era una buena idea ese acercamiento. Siempre se jactaba de aquello, así que recordarle su papel seguro que lo animaba. Sonrió junto a lo último de Adam, para transmitirle todo su apoyo. Para que supiera que podía contar con ellos.


Click. La mentira se rompió.


Adam no llegó nunca a ponerle la mano en el puño. -¡YA BASTA!- gritó el chico. Con ambas manos se quitó el casco y lo tiró encima de la mesa con fuerza, saliendo disparado con todo el ruido esperable. -¡No soy un caballero! ¡No soy un héroe!- continuó con furia.

El comienzo de la tristeza y el llanto empezaba a asomar en el rostro de Erknest, aunque todavía no había estallado. Miró hacia abajo, agarrándose las sienes en un intento de ocultarse. -Los héroes no existen...- Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.

Justo cuando iba a realizar el gesto afectivo con sus manos, Erknest reaccionó de una forma que jamás se esperó el ruso de quien tuvo enfrente. Reventó de una forma increíble, jamás lo había visto tan cabreado, ese gesto de furia lo pertificó, mirándolo con los ojos muy abiertos y la boca semiabierta. Pero Adam no tardó en acercarse a él e inmovilizar su brazo fracturado.

—¡Erknest, tu brazo! —en mitad del ataque de furia Adam se encargó de agarrar todo su cuerpo. Se resistía un poco y su fuerza era notable, hasta al ruso con su cuerpo ancho le costaba detener tal arrebato.

Por suerte, si se puede decir así, el que ya no se hacía llamar un héroe se desplomó emocionalmente. Las lágrimas no paraban de brotar de sus ojos, con su cara aguantando un poderoso llanto. Adam ahí se dio cuenta de todo, aquel pobre chico estaba lamentando la perdida de quien no pudo salvar a lo mejor y el ruso frunció el ceño de lástima, en una expresión triste.

—Erknest… —se le pegó un poco de aquella negatividad, humedeciendo sus ojos—. No te digas esas cosas, hiciste lo que pudiste —desconocía por completo las circunstancias pero era lo menos que podía decir. Puso sus manos sobre sus hombros y empezó a llorar un poco—. Para mí si que lo eres… de verdad. En este mundo también hay villanos que… son demasiado para nosotros en esta clase de situaciones, te comprendo amigo —usó una analogía en base a su propio caso con aquel lagarto monstruoso y no pudo evitar quebrar su voz en mitad de la sentencia.

No podía agradecer más que el kamaitachi estuviese vivo, al contrario que...

Cuando todo explotó, Chromsa casi saltó del taburete de la impresión, incluso las hojas que había a su alrededor salieron despedidas hacia el techo. Con la cara desencajada vio caer el casco en el suelo después de rebotar en la mesa. Agradeció que Adam lo parara a tiempo antes de que se empeorara el brazo, otro movimiento con esa fuerza habría sido malo.

Se quedó de pie, al lado de los dos. Le partía el alma verle llorar. Erknest, un parangón de la positividad, a un "caballero" autoproclamado que luchaba por una buena causa en una ciudad injusta, lloraba a mares conteniendo el lamento. El ochrorio comenzaba a llorar de impotencia. -(Otra vez se repite la historia)- se lamentó recordando toda la culpabilidad que sintieron de no poder salvar a la parqia. En su caso además, el brazo de Kahlo. De momento el ochrorio se limitó a escuchar, no quería agobiarlo más de lo que ya estaba. Estaba de acuerdo con el razonamiento del ruso, eso sí, asintiendo a sus palabras.

El kamaitachi sin embargo no pensaba lo mismo. -¡No, no hice nada!- aclaró mirando a Adam momentáneamente antes de volver a la posición de antes. -Cuando apareció ese monstruo intenté sacar fuerzas- contó derrotado, con la voz cansada entre sollozos -Se rio de mí, pero no me aparté. Le bastó un golpe para dejarme fuera del combate. No pude hacer nada...-

>>-Solo pude escuchar como lo mató. No tuve fuerzas para levantarme... Yo... Solo soy un cobarde, siempre lo he sido. No importa que intente ocultarlo, no puedo cambiar eso- terminó tapándose el rostro, con llantos sonoros que hicieron brotar más lágrimas aún al ochrorio. Decidió acercarse, poniéndole la mano en el hombro intentando reconfortarlo.

Ese grito de Erknest le resquebrajó por dentro, junto a la mirada breve que recibió. Adam poco a poco fue sentándose en el taburete de nuevo, atendiendo al testimonio del afectado con la mirada apagada entre lo que quedaba de lágrimas. No lo podía culpar por pensar así, cualquiera en sus zapatos estaría así y solo le quedó recibir la dosis de realidad sin poder refutar nada por el momento.

¿Y qué podía decir a todo eso? El pobre estaba lamentándose de todo lo acontecido, sentía dentro de él toda la impotencia y dolor de Erknest. Era tan desgarrador verlo así que Adam estaba aguantando todo el peso que tenía en el pecho, un plomo doloroso que lo estaba matando. Unos largos segundos pasaron, con la mirada gacha y pensando en qué contestar a eso con todo el cuidado del mundo.

—Eres valiente… —empezó, en un hilo de voz. Tomó aire, apoyando sus fuerzas en el dolor que sentía y en lo poco de acuerdo que estaba con lo último que dijo—. ¡No te digas esas cosas, eres…! Eres valiente, más que muchos que me conozco, incluido yo —no quería recurrir al “yo lo pasé peor”, pero si servía de algo como ejemplo lo esgrimiría sin dudarlo—. No todos se pondrían delante de un monstruo de esa forma… Es... una pena lo de Sagaz pero hiciste todo lo que estaba en tu mano, no… ¡No digas que eres un cobarde! —esa última sentencia la gritó, con los ojos cerrados y con algo de rabia contenida por el momento y los sentimientos mezclados. Luego de un suspiro dejó caer al suelo su mirada, relajando el cuello—. Cobardes son los que quitan vidas sin motivos reales y por puro egoismo… como Masacre

<<y como yo...>>

Pensó en sí mismo y en Setenta y Siete. A veces se llegaba a comparar con aquel lagarto, ese monstruo quitó vidas por motivos egoístas… tal y como él mismo hizo con su mas preciado amigo. Por eso vio luz, vio valentía en las acciones de Erknest, un héroe que ayuda desinteresadamente a la gente, por pura bondad. Esa clase de actitud, muy similar también a la de su pareja, la respetaba mucho y era su modelo a seguir sin lugar a dudas. Pudo haber dudado de su maestro en un inicio pero ahora no estaba dubitativo, tuvo la certeza absoluta que eligió bien a quien servir y proteger.

Chromsa estaba sin palabras. Si había alguien que creía incapaz de romperse era a Erknest. Pero hay estaba, en una de las tristezas más potentes que había visto nunca. El ochrorio tenía la mirada perdida, abrumado por no saber qué decir. Sus hojas se contagiaron de esa energía, asentándose la mayoría y flotando muy lentamente las que quedaban en el aire. El silencio que se hizo le dolía tanto como los sollozos de su maestro.

Adam intentó de nuevo hacerle ver otra verdad con la que estaba totalmente de acuerdo, con la esperanza de devolverle parte del ánimo al chico. Entre las palabras del ruso entrevió de dónde venía parte de lo que afirmaba. Sabía su historia desde hacía tiempo y tenía claro lo mucho que se arrepentía su pareja de la vida que había llevado antes de llegar a la ciudad. -Es cierto, Erknest- apoyó. -Ser valiente no es no tener miedo. Más bien como lo veo es actuar a pesar del miedo, y pocas cosas más valientes se me ocurren que lo que has hecho.-

Erknest hizo la mueca de una sonrisa, en un minúsculo atisbo de comprensión por parte de sus escuderos. Tal vez era el momento de explicarles la verdad. -Yo... Siempre he tenido miedo- comenzó. -Llegado el momento no salía de casa, muchas veces ni de mi habitación. Me llevé años así. Quería ser valiente y ayudar, como los caballeros de las historias, pero no lo conseguía.- Miró a ambos antes de continuar: -Un día apareció alguien prometiéndome aventuras y todo lo que quería ser. Acepté y me trajeron aquí. Yo... estaba muy asustado y después de escuchar el discurso busqué un sitio para esconderme. Aquí- Señaló a su alrededor con la mano buena. -No salí de aquí hasta que me transformé. Pensaba que iba a morir, pero de algún modo seguía vivo. Con esa segunda oportunidad pensé... que tal vez si podría seguir adelante, vivir por fin. Me hice la armadura e... intenté actuar como lo haría un héroe. Pero era todo mentira, solo fraude para que nadie viera que tengo miedo. Tal vez así no estaría solo.- Las lágrimas iban y venían en la explicación mientras el chico revivía en su cabeza todas las dificultades del pasado.

Poco a poco Adam fue levantando la mirada, quería ver si sus palabras calaron o si al menos las que Chromsa estaba diciendo en aquel momento lo estaban haciendo. El fauno estaba diciendo verdades, palabras cargadas con mucho peso que más ciertas no podían ser.

Fue cuando Erknest hizo una mueca, una leve sonrisa, que el pegaso estiró la espalda atento a lo que decía. Su rostro paso de la seriedad a una leve tristeza, parecía otra persona hablando así. Habló de sí mismo, de cómo era antes de venir a la ciudad y lo solitaria que fue su supervivencia. ¿Todo el tiempo de criba completamente solo? Adam abrió un poco más los ojos, tuvo que haber sido una experiencia terrible sin compañeros que te ayuden, sin una familia como la que él tuvo.

Lo que sentía era que estaba conociendo al verdadero Erknest, al chico que se escondía detrás de una máscara brillante y dorada. Muy lejos de sentir decepción, Adam tuvo aun más ganas de permanecer a su lado. Repitió el gesto de agarrar su mano, con decisión y calma; y lo miró a los ojos.

—Tener miedo es normal Erknest. Nadie puede ser tan ciegamente valiente, no es necesario que te castigues por ello —dijo sus creencias sobre la valentía y empezó con una media sonrisa—. ¿Quieres que te diga lo que veo yo delante de mí? Veo a una persona ayudando a gente necesitada, eso nadie te lo va a quitar y solo nos queda ser mejores que antaño. Y para nada estarás solo, para eso nos tienes a mí y a Chromsa y los que vayan viniendo —su sonrisa se tornó a otra más cálida, suspirando levemente por la nariz y convencido al cien por ciento de sus palabras.

El ochrorio escuchó la historia de Erknest. Le llenaba de un pesar inmenso intentar imaginar todo lo que relataba el kamaitachi, lo duro que había tenido que ser su camino hasta llegar a aquel momento. Si ya les había sorprendido que Adam tuvo que pasar un día fuera antes de llegar a Silente, era un milagro que su maestro hubiera sobrevivido durante meses. -Oh, Erknest...- dijo lleno de ternura y tristeza por él. Le puso una mano a una espalda en señal de comprensión, arropado también por unas cuantas hojas.

No podía estar más de acuerdo con el pegaso sobre el tema. -El camino puede ser muy complicado a veces, pero no tienes por qué seguir adelante solo. Siempre habrá alguien dispuesto a ayudar. Es algo que siempre he pensado y tú me has confirmado- reforzó lo dicho por Adam con una tímida y sincera sonrisa.

Erknest, y también el temeroso Ernest que seguía allí dentro, miraron a los dos sin terminar de creerse lo que oía. Había demostrado lo inútil que se sentía, pero no se habían marchado. Le estaban dando ánimos, aún con la tragedia que había pasado y de la que creía no poder levantarse. Hizo la pregunta que empezaba a aparecer en su mente: -¿Porqué... somos amigos?- Su tono era muy tímido, casi como si no hubiera dicho algo así desde hacía mucho tiempo.

Al brujo le dio un vuelco al corazón aquello. Con una risa entre lágrimas le respondió con unas palmaditas: -Pues claro. Eres nuestro amigo.- Aquella palabra no solo transmitía ese mensaje de amistad, también uno de que estarían ahí para ayudarle, para reír o llorar con él, para los buenos y los malos momentos. Un mensaje de que ya no estaría solo.

Adam asintió a lo que Chromsa añadió. Eso le hizo muy feliz, confiaba plenamente en la manera de pensar de su pareja y aquello era un recordatorio de ello. Estaba rodeado de unas personas buenas y puras, llenas de compañerismo que buscan apoyarse unas a otras. Quería hacer sentir eso a Erknest, no quería que ese chico pensase que estaba solo en la vida.

Esa palabra, amigos. Esa palabra que tan raro le sintió al caballero, la acaba de pronunciar declarando lo que ellos tres eran. Un par de lágrimas de emoción por el momento se derramaron por encima de las comisuras sonrientes del pegaso, agradecido por ello y enternecido por el tono en que lo dijo.

—Sin duda Erknest, siempre lo seremos —dijo, levantándose y rodeándolo suavemente con el brazo vigilando su fractura—. Te apoyaremos en las buenas y en las peores, héroe. El pegaso y el fauno, siempre estaremos contigo —añadió con un tono amigable y positivo.

Chromsa se unió al instante al pequeño abrazo de Adam, con el mismo cuidado que estaba teniendo el pegaso para no dañar el brazo de su maestro.

Erknest, sin terminar de creerse la suerte que había tenido con ellos, acogió el abrazo de buen grado, devolviéndolo con el brazo sano. -Gracias... gracias...- repitió un par de veces entre sollozos, esta vez de felicidad a pesar de lo que había ocurrido un tiempo antes. Probablemente tardaría tiempo en recuperarse de todas las heridas tanto físicas como mentales que Masacre le había hecho, pero ahora tenía claro que ese camino estaría acompañado, que no estaría solo. Tenía esperanza.

Después del abrazo, el ochrorio se separó, sentándose de nuevo en uno de los taburetes. Le había estado dando vueltas a lo que había dicho su pareja hacía un rato y, realmente, era bastante sensato hasta que supieran que hacer. -Adam, estaba pensando...- comenzó. -Aunque no esté notando nada, tal vez no sea tan mala idea que Erknest pase unos días en otro sitio. Al menos hasta que avisemos a todos de lo ocurrido para que tengan cuidado.- Miró al kamaitachi antes de formular la propuesta: -¿Qué te parece si se viene unos días a Serpentaria? Hay habitaciones de sobra y si viene con nosotros no creo que nadie ponga pegas.- No conocía muchos sitios más donde pudiera quedarse y al menos el fauno tenía la certeza de que allí no podrían atacarles.

En el momento en que los dos estuvieron dando todo el amor con un afectuoso abrazo, Erknest agradeció muy feliz y Adam se reía, entrecortado por los sollozos que se le pegaban de lo feliz que estaba por la mejoría de su amigo. Parecía una magdalena de tanta llorería pero merecía la pena, claro que la merecía.

—Es buena idea Chromsa. Creo que sí podría quedarse por una temporada, por su seguridad —asintió de acuerdo al plan del fauno, convencido de que lo dejarían meterse un tiempo dentro de la segura Torre Serpentaria. Miró a Erknest sonriente—. Entonces no se hable más, te vienes con nosotros. Ayudaremos a recoger lo que te haga falta y le tiramos ya al refugio, si te sientes cómodo con quedarte en Serpentaria un tiempo, claro —añadió lo último, prefiriendo saber el consentimiento del chico primero.

-¡Ah! Eh...- exclamó Erknest mirando a los dos. No podía negar que la idea era buena, más teniendo en cuenta que no sabían dónde estaba Masacre. También estaba el minúsculo detalle de que si no había entrado en Serpentaria con ellos hasta ahora era por el pánico y la vergüenza que le daba un sitio más "familiar". En el resto de la ciudad podía actuar como siempre, pero en un contexto más íntimo temía que se le hiciera mucho más cuesta arriba. Además no había convivido con nadie desde hacía tiempo, ¿lo aceptaría el resto? (No es momento de dudar, hay esperanza). -Claro, puedo quedarme unos días allí- terminó respondiendo dispuesto a recoger lo imprescindible para su estancia en la torre. Le seguía dando mucho respeto la idea, pero era una primera oportunidad para cambiar.

Chromsa se alegró de que el chico aceptara ir, era un alivio pensar que estaría en un lugar seguro. -¡Perfecto! Pues te ayudamos con el equipaje- sonrió animadamente levantándose del taburete.

Siguiendo las indicaciones de Erknest, los tres prepararon bolsas con ropa, utensilios y demás que le harían falta al kamaitachi. Por supuesto la armadura que llevaba venía incluida por defecto. De hecho lo primero que hizo el italiano-inglés al levantarse fue recoger su casco. Lo miró con algo de añoranza, pero también con una nueva decisión. Un nuevo voto de caballería. Se lo colocó después para pasar luego a ayudar a sus amigos con la improvisada mudanza.

No tardaron mucho en tener preparado todo y sin dilación se marcharon de aquella casa. Erknest le dio un último vistazo antes de salir de la pequeña plazoleta. Era la primera vez que iba a vivir en un sitio distinto, al fin y al cabo. Chromsa se fijó en esa mirada del caballero, no pudiendo evitar de cuando el grupo se marchó de Silente.

El camino fue mucho menos cargado que la ida y una vez en Serpentaria buscaron una de las habitaciones libres para que Erknest pudiera acomodarse. Le enseñaron la contraseña de entrada por si tenía que salir y ellos no estaban y le explicaron un poco la distribución del refugio. El ochrorio quería que se sintiera como en casa y, tal vez por la cercanía y todo lo que había ocurrido, lo estaban consiguiendo.

Adma sonrió aliviado y satisfecho al oír la positiva de Erknest, desde luego será lo mejor tener al chico a salvo por lo pronto y ahorrarse más sustos. Después de ver una muerte y poner su vida en riesgo probablemente necesitaría refugio y una buena compañía por una temporada.

Cuando Chromsa se puso a ayudar, el pegaso hizo lo mismo para aligerar el tiempo con el equipaje. Mientras estaba en ello se fijó en Erknest y la mirada que echó a su casco, observó toda la escena con una media sonrisa en cuanto se lo colocó, parecía ser que aun no había perdido el espíritu con ese gesto.

Antes de marchar se aseguro de que nada faltaba, mirando la casa por dentro y luego por fuera, con un semblante un poco más serio. Masacre… No paraba de pensar en ese desconocido. Actuaba por conveniencia y con amenazas, haciendo uso de su fuerza y matando a otro sin dudarlo. Malditos monstruos, solo aprovechaban su poder.

¿Cómo enfrentarían esa clase de amenazas?