Bahía de los Naufragios

El draco reconoció enseguida a dama Liviana de entre los cosechadores a los que Onyx no supo poner nombre, pero para los otros dos tuvo que hacer memoria sobre los cosechados que habían visto en Sendar cuando fueron a hacer las apuestas, así como de los habitantes de la ciudad que recordaba como cosechadores. Cuando se dio cuenta de a quiénes se refería se preguntó si tal vez no fuese una coincidencia.
—Ah, me parece que los que dices que son como demonios deben de ser Vlad y Nihil, íncubo y súcubo de las pesadillas respectivamente. Tuve el… esto… honor de compartir cosecha con el primero —remarcó burlón—. Pero Nihil también puede interferir en los sueños, ahora que caigo… No son los soñadores los únicos que pueden, los íncubos y súcubos de las pesadillas también. Ah, Vlad no es uno de esos, es un íncubo normal, que es otro tipo de transformación —aclaró al darse cuenta de que lo que había dicho podía interpretarse erróneamente—. En cualquier caso, su control sobre los sueños sé que es mucho más limitado, pero desconozco cuáles son sus límites. Aunque si dices que no fue una pesadilla… —se rascó la cabeza y torció ligeramente el gesto, tratando de ordenar sus pensamientos—. No lo sé, igual tenéis razón y los soñadores tienen demasiado tiempo libre —se encogió de hombros esbozando una sonrisa—. Si ha sido Seon me sorprenderá bastante, por cierto. No me la imagino dedicándose a incordiar a los cosechados —comentó con una leve risa.

Gael rio ante la mención de una conspiración de soñadores, pero lo cierto era que incluso él había tenido ese tipo de sueño y había oído hablar de los de otras personas. Personalmente nunca había mencionado el suyo propio a nadie y tampoco le había dado excesiva importancia con el paso del tiempo. No recordaba haber tenido otro parecido, con la excepción de los procedentes de soñadores, que se sentían igual de reales.

Onyx describió al resto de cosechadores, además de decir a grandes rasgos en qué consistía el sueño, y era cierto que no fallaba ninguno de ellos, cosa que ya no sabía si le sorprendía o no.

—Incordiar… a lo mejor no es eso —dijo tras Noel—. A lo mejor es muy tentador entrar a cotillear los sueños de los cosechados para conocerlos mejor, aprovechando que no hay intervención. Una vez dentro a lo mejor añaden detalles, como los cosechadores, por diversión. No sé, como has dicho, no veo a Seon ni a Melodes vandalizando sueños de cosechados, pero lo de echarles un vistazo… creo que yo tampoco me podría resistir a asomarme si fuera un soñador —admitió sonriendo.

—Así que hay íncubos y súcubos en la ciudad... Vaya —comentó sorprendida... y algo desconfiada.

<<Dicen que Melodes o Seon no habrían sido, ¿pero y ellos?>> Pero los descartó en cuanto Noel explicó un poco qué eran. Más o menos, porque quizá si que había sido una pesadilla pero ella se lo había tomado como lo contrario. <<Sea lo que sea sin hablar con esa gente no se puede saber. Y no me veo hablando con súcubos e íncubos si son como los de la Tierra... Ojalá sea como lo que dice Noel sobre los soñadores y su tiempo libre...>> En lo que sí se veía era en la Biblioteca curioseando criaturas míticas de mundos vinculados que tuvieran alguna similitud con alguna transformación de Rocavarancolia. Si había vampiros y súcubos y hombres tigre y cosas así tan conocidas en la Tierra... ¿Por qué no?

Pero pensar en aquello era una distracción ahora mismo. Koval le devolvió a la Bahía y al asunto del sueño. Definitivamente su respuesta le gustó. Le encantó, mejor dicho. Si ella tuviera ese poder, seguramente se pasaría meses enteros curioseando sueños de otros. ¡Eran sueños! Podía pasar de todo, podía hacer de todo, y más siendo capaz de controlarlos a su antojo. Le gustó tanto que se le ocurrió algo:

—Oíd... Y esa gente, los soñadores... ¿Trabajan con eso? O sea... ¿La gente puede pedirles tal o cual sueño personalizado? —y tras la respuesta afirmativa, resopló primero y luego se rió—. ¡Pues menos mal que no tengo dinero! Suena muy bonita la transformación esa, no sé.
—No me seas tonta, niña. Esa gente puede enloquecer de tanto sueño... O hacerte enloquecer si prefieren las pesadillas. Pueden destrozarte desde el sueño. ¡Imagina recrear las grandes batallas de Rocavarancolia! Eso no es bonito. Eso es...

Pero la bruja le interrumpió y acabó la frase por ella.
—Brutal. Lo sé. Tengo que hablar con esa gente. Y, oye, muchas gracias por toda la información.
—Nada de gracias, novata. Todo esto es muy curioso. Es más, si veo a Melodes en la Bodega le comentaré esto... Ah, y si quieres buscarle por allí pásate cuando quieras. Nos vemos —se despidió. Miró otra vez el reloj de su bolsillo y fue a despedirse de los otros dos pero antes volvió a mirar a la bruja—. Ah, me gusta cómo piensan tus onyces.
—No les has oído decir lo que piensan de cada uno de vosotros; llevan despotricando desde que llegasteis —le respondió riendo. Las onyces que revoloteaban alrededor sonrieron y mostraron infinidad de colmillos neblinosos, pero no dijeron nada.

Ante eso el vampiro tan solo se encogió de hombros, hizo un gesto de despedida apresurado a sus amigos y se volatilizó. La bruja había querido preguntarle algo pero no pudo hacer otra cosa que parpadear con la boca abierta mientras siguió la humareda unos segundos con la mirada. Luego miró a los dos que quedaban.

—¿Ha dicho una bodega? Espero que salga en los mapas. Y, bueno, ya nos veremos. ¡Encantada de conoceros! —se despidió a su vez con una sonrisa. No parecía que el encontronazo por Kud y el otro hubiera afectado a la conversación, así que se fue bastante alegre.

Lo primero que noto fue la arena, si se le podía llamar así. Se agachó a coger un poco y mirarla más de cerca para darse cuenta de que no estaba formada por materiales erosionados si no que parecía estar formada por cristal y conchas reducidos ambos a minúsculos trozos. Sin embargo esto no entretuvo demasiado al nublino, que fue sin prisa ni pausa hacia embarcaciones que se hallaban fuera del nivel del mar para explorarlas con detenimiento.

<<Ojalá pudiera pasarme aquí días averiguando como están hechos y como funcionan.>> Miró hacia la estructura blanca sobre el acantilado, desde ahí abajo era incluso más imponente. <<Luego le echaré un vistazo.>>

Y ahí se quedo, alrededor de los restos de un barco no demasiado grande, de madera y con un boquete en el casco que le permitía examinarlo por dentro sin correr el riesgo de meterse a un espacio cerrado. Por desgracia la sombra perpetua del acantilado le dificultaba la visión.

Eriel seguía sumido en sus pensamientos. Se preguntaba muchas cosas: por qué los ciudadanos no podían herirlos o ayudarlos, hasta qué punto había excepciones con lo de herir o si las habría para ayudar, cómo se conseguía magia y cómo podía hacer cosas como aquella mujer. También se preguntó si como ciudadana adoraría a Ewa.

Una vez entró en ese pensamiento se planteó si los ciudadanos adorarían a alguien más, Ewa podía ser una de tantas religiones que podían existir. También podía ser que algunos no adorasen nada, al fin y al cabo ya eran dioses.

Llegó a la playa sumido en tales pensamientos y en realidad era raro para él el estar tan callado. El encuentro con la naga se había juntado con aquel sueño tan raro, se preguntó si no habría un sueño mágico o una visión enviada por alguno de los dioses de la ciudad, quizás una premonición. Apartó de su mente pesamientos lúgubres y miró alrededor descubriendo la arena y la gran cantidad cosas de madera varadas en la playa.

De forma inconsciente había seguido a su hermano cerca de la orilla.

-No deberías acercarte mucho al agua - comentó con una emergente sonrisa intentando bromear un poco. A diferencia de su hermano y sin que sirviera de precedente al nublino le gustaba nadar, lo hacía cuando podía en algún río que se encontraran durante la ruta. Siempre y cuando fuese lo bastante seguro, y hondo.

Después de que llegaran sus compañeros, la roquense estuvo esperando por si venían más y luego planeó hasta un saliente del acantilado donde poder sentarse. No quería preguntarles ni escuchar chorradas de dioses, pero tampoco perderlos de vista, sobre todo por si salía algo del agua al ver sacos de carne tan cerca. De hecho, entre que ya no había rastro del otro roquense y que el grupo de macieleros no era precisamente de su agrado, empezaba a aburrirse. Y seguramente se iría pronto, ya fuera antes o después de que el grupito decidiera volver. Pero tenía curiosidad por si Transparente (Eterno sonaba demasiado... raro, demasiado místico) volvía a aparecer.

Mientras tanto, Tesón les observaba. Se había escondido en unas rocas más allá, donde estaban encallados los barcos. No sabía qué habrían ido a hacer allí y, menos aún, por qué eran tan pocos. Una cosa tenía clara: ni se movería del sitio ni abriría la boca para dirigirse a ellos. Y no se había escondido a lo tonto sino que sería muy difícil verle, más aún con las olas y el ir y venir de las maderas que flotaban a su alrededor. No pensaba pasar otra temporada entre rejas mágicas, pero le daría pena que a la hembra le ocurriera algo. <<Al menos no está tan cerca del agua como los otros>> Pero el fantasma sabía de sobra que ningún lugar era seguro si algún monstruo les echaba el ojo.

-Ja, ja, ja. - Le respondió a su hermano a sabiendas de que se estaba burlando de él mientras inspeccionaba la parte que veía, introduciéndose levemente. -Tú tampoco, no sabemos que  puede haber ahí como para que incluso armatostes metálicos como esos hayan varado aquí. -Su visión se fue acostumbrando a la tenue luz hasta permitirle ver la estructura interna, en su cabeza iba separando y volviendo a juntar las partes captando el diseño que tenía ante él. <<Con esto se podría pescar mucho mejor mar adentro.>> Y ahí los vio, huesos de algunos de los tripulantes con las ropas ya destrozadas por el tiempo, apenas un vestigio de lo que otra vez fueron. <<Son sorprendentemente parecidos a huesos nublinos, aunque viendo lo parecidos que somos la mayoría tampoco es de extrañar.>>  


-Oh. -Dijo de sorpresa. <<Cuatro brazos, que útil.>>


Sacó la cabeza y el resto del cuerpo que se hallaban dentro. -Me encantaría intentar reproducirlo, necesitaría madera buena, algo de metal y un par de manos de ayuda si no quiero pasarme mes y cuerno haciéndolos.
En fin, acompáñame a.... -Sus ojos quedaron clavados observando aquello que se movía y al fijarse más en el mar se dio cuenta de aquellas cosas que estaban devorando a algún ser marino y peleándose entre ellas por él. <<Tienen comida, será mejor marcharse sin molestar no vaya a ser que vengan a por nosotros.>>

-Suspiró. -Una pena, pero hay que salir de aquí. -Hablaba sin levantar la voz. -Esos ya parecen peligrosos, pero no creo que sean siquiera los que han hecho mella en los armatostes, aprovechemos que están distraídos, vayámonos sin hacer ruido. -Observó cómo algunos estaban durmiendo recostados en los cascos y rocas que sobresalían del agua.  <<Me alegro de que aquí haga sombra, los reflejos de metal de mi brazo podrían haberles atraído, aunque no sé si pueden salir del agua. Mejor no arriesgarse.>>


Empezó a dirigirse hacia la salida atento a que nada les siguiera que no fueran sus compañeros. -Si quieres podemos mirar esa cosa blanca. Dudo que algo salga hasta ahí arriba. -Le comentó a su hermano.

<<Tengo que pintar la armadura con algo para que no resalte tanto....>>

Sinceridad
No necesitó mucho tiempo para decidir que aquel paisaje no le gustaba. El vasto mar más allá de las rocas era aburrido y seguramente fuera peligroso. Las criaturas que vio después se lo confirmaron. Allí no podría sobrevivir mucho tiempo. ¿Que a lo mejor era bonito al anochecer o al alba? Pues quizás. Pero era algo bastante poco importante mientras tuvieran que sobrevivir allí. Quizás la ciudad había sido hermosa en su momento, pero ahora tenían cosas más importantes que hacer que admirar sus construcciones: vigilar las ruinas.

—¡Yo me largo! Que esto es un aburrimiento.

Se dejó caer del saliente y en unos segundos alzó el vuelo de vuelta al Nuevo Refugio. Tendría que acortar el nombre para que fuera más rápido tanto pensarlo como decirlo en voz alta... Pero ya lo pensaría una vez allí.

Tesón
El fantasma, mientras tanto, estaba paralizado en su escondite. No quería moverse por si molestaba a las sirenas y el día acababa mal. Mal para él, porque tenía el constante miedo de volver a las celdas, y mal para los novatos. Así que esperaría hasta que se marcharan... y luego les seguiría.

Cuando vio marcharse a la hembra, maldijo para sus adentros. ¿Y si los otros eran de otro grupo y no convivían juntos? <<Siempre puedo ir a ambos torreones... No dijeron nada sobre espiar, ¿verdad?>>

Sigue en el Torreón Maciel.

-Ríete, ríete, pero si el agua te lleva yo no pienso ir nadando a por ti - le dijo bromeando.- No te preocupes, no pensaba nadar, a la mínima un madero en la cabeza y muerte segura.

-Déjate de tonterías, dudo que consigas hacer un barco como éstos, como mucho una barca y da gracias - el nublino puso los ojos en blanco y después siguió la vista de su hermano hasta las sirenas. <<¿Serán ciudadanos esos seres? Si lo son, a diferencia de la otra, no parecen muy amigables. Mejor dejarlos tranquilos.>>

Observó a la roquense alejarse y miró al lugar que señalaba su hermano.

-No, lo mejor será volver al torreón. Basta de exploraciones por hoy - lo miró con una sonrisa y añadió.- Total, no se va a mover de ahí. Salvo que un rocavarancolés lo arranque y lo traslade claro, pero lo veo improbable.

No improbable en el sentido de imposible, si no improbable en el sentido de que para qué iban a tomarse esa molestia.

La parte más dura del entrenamiento para las pruebas de entrada al ejército era la que le tocaba en aquella ocasión. Rasqa había pedido a Irianna ayuda con el tema de la magia y habían decidido reunirse en la bahía para entrenar. El moloch no había usado un solo hechizo durante toda la cosecha y buena parte de su estancia como transformado en la ciudad. El tema nisiquiera le había interesado y tan solo se decidió a estudiar cuando supo con certeza que, en el futuro cercano, podría usar aquella herramienta. La primera vez había sido hacía no tanto, pero no había reparado demasiado en gastos y ahora se arrepentía. Toda la energía que tenía venía del mismo sitio, la pira que había iniciado en daelicia, y Rasqa sentía que había malgastado una buena parte.

Cuando habló con Irianna, le explicó que quería centrarse en la parte teórica, dejando la práctica como último recurso para saber que avanzaba, y en cómo combatir contra cualquier elemento mágico. Los datos que más le interesaban tenían que ver con las protecciones: cuánto costaban y cuánto duraban, cómo conjurarlas y cuanto esfuerzo necesitaría imprimir para romperlas. El moloch no tenía ni idea de cuál sería la prueba, pero se había propuesto superarla y no cabía otra opción. Tenía que prepararse.

Nada más llegar, antes de comenzar nada, el moloch se volvió hacia los restos de naufragios y preguntó a su compañera:

—¿Crees que habrá dragones marinos en este mar?

El moloch no podía evitar sentirse cerca de aquella especie de criaturas, su anatomía se parecía mucho e incluso el fuego. Pero quizás lo más importante tenía que ver con el libro que le había acompañado durante toda la cosecha y que le había ayudado a mantenerse entero.

—¿Empezamos por lo fácil? —preguntó— ¿Qué hechizos crees que me vendrá bien conocer?

A la idrina le había entusiasmado la idea en cuanto Rasqa le pidió ayuda. Enseñar a otro era una de las mejores formas para mejorar uno mismo y en los últimos tiempos no había practicado apenas debido a que temía quedarse sin reservas mágicas pues su niebla había empezado a perder consistencia y necesitaba encontrar otro banco lo antes posible. Con suerte solucionaría el problema gracias a Kimbra, pero no podía contar con ello todavía. Había elegido aquel lugar después de preguntar Krono Rádem al respecto, pues le apetecía salir un poco de la Torre y con la compañía de Rasqa se sentía bastante segura.

Irianna ya había visto el río, pero todavía no se había acercado al mar hasta ese momento y la visión de la infinita extensión de agua le resultó casi nostálgica. También le hizo preguntarse si no llegaba nadie a Rocavarancolia a través del mar, como era evidente que había sucedido tiempo atrás a juzgar por los numerosos navíos completamente destrozados que sin duda eran el origen del autodescriptivo nombre de aquella cala. Por desgracia sabía que no era conveniente bañarse en aquel lugar pues, incluso si no se tenía en cuenta la posibilidad de ser devorado en cualquier momento por alguna alimaña marina, el estado del agua no inspiraba mucha confianza.
—Tal vez —respondió a la pregunta del moloch volviendo a mirarlo tras haber permanecido varios segundos con la mirada perdida en el mar—. Los libros que he leído al respecto dicen que ya no quedan dragones en Rocavarancolia, pero quién sabe lo que puede acechar en las profundidades del océano —añadió con una leve sonrisa.
A la lacustre también le habían interesado los dragones a raíz del libro que tenían en el torreón. Le parecían criaturas impresionantes y había leído toda clase de características muy dispares que se les atribuían en diferentes culturas que los conocían como seres míticos. Sabía que los auténticos dragones habían poblado Rocavarancolia tiempo atrás y, a pesar de que sabía que era un deseo peligroso, a ella también le hubiera gustado observar criaturas tan magníficas volando desde la ventana de su cuarto.

El parqio formuló enseguida una nueva pregunta, por lo que Irianna se centró en lo que habían ido a hacer allí. Llevaba notas en su cuaderno ya que no se permitía sacar los libros de la biblioteca de Serpentaria fuera del refugio, y lo sacó del bolsillo con una mano mientras se apartaba el pelo con la otra.
—Veamos… He tratado de buscar algún hechizo que te pueda ayudar específicamente en la prueba con la poca información que te dieron al respecto, además de algunos imprescindibles. Pero creo que deberíamos empezar por estos primero. Necesitarás conocer los hechizos de protección y curación básicos más importantes, sortilegios para paralizar y petrificar, el hechizo de desvío te puede venir muy bien si la prueba incluye alguna suerte de duelo mágico… Oh, y la intangibilidad es terriblemente útil, aunque quizás ya es demasiado por el momento.
Pasaba su vista por los apuntes mientras enumeraba. Lo siguiente de la lista cuando hizo una breve pausa era el hechizo térmico tachado al que le había añadido una interrogación a posteriori: primero se había dado cuenta de que Rasqa tenía su propio fuego, y después de que aquel sortilegio también servía para bajar la temperatura. Era posible que pudiese resultarle útil, pero no lo consideraba una prioridad.

Rasqa se había sentado sobre sus cuartos traseros y acercó el morro al cuaderno. Irianna tenía una letra pequeña y curva, muy cuidada; tanto que, si la comparaba con la suya, parecía un idioma completamente diferente al cuál usaba el moloch. Había apagado las llamas para no quemarle el libro y, una vez escuchó la cantidad de cosas que se suponía que aprendería, resopló. Estaba deseando empezar, pero aquello le iba a costar.

—¡Ya sé! ¿Empezamos por los hechizos de protección? —sugirió—. Así vemos cuánto daño aguantan y si me acabo hiriendo, podemos continuar con los de curación.

Tal vez no lo fuera, pero a Rasqa la idea le pareció fantástica. Tanto que estaba dispuesto a chocarse contra la pared del acantilado para testear la resistencia de los hechizos, si hacía falta. Mejor eso que estudiar sentados.

—Sí, lo mejor es empezar por las protecciones —aprobó la sugerencia. No obstante, dejó escapar una leve risa al escuchar la siguiente proposición de Rasqa: por algún motivo el parqio parecía emocionado ante la idea de herirse—. Vamos a usar hechizos de poca potencia, y no espero que salgas herido de las pruebas. Me hago una idea de cuánto pueden aguantar porque ya los he probado yo misma. No sé si sabes que los hechizos protectores se dividen en dos categorías y algunos protegen contra ataques mágicos y otros contra ataques físicos—comenzó a explicarle sin entrar mucho en detalle: no quería saturarlo con demasiada información—. Los primeros que te voy a enseñar son la protección básica y el escudo mágico: uno de cada tipo. Ambos son hechizos rápidos de conjurar y sencillos en su ejecución. Voy a aplicarlos primero sobre mi misma, quiero que te fijes bien en los gestos que hago con las manos y… —La idrina pasó un par de páginas en su cuaderno y se lo tendió a Rasqa—. La pronunciación puedes seguirla por ahí a la vez que me escuchas, seguro que así lo aprenderás más rápido.
En la hoja aparecían al principio de una lista los hechizos que la lacustre había referenciado y a continuación la letanía correspondiente escrita tal y como sonaba fonéticamente en rocavarancolés de la fuente. Sin perder más tiempo y tratando de exagerar tanto la pronunciación como los gestos, Irianna comenzó a conjurar.
>>Esta es la protección básica, como ves hay una fina capa recubriendo mi piel —se pasó un dedo por una mejilla para que el moloch comprobase a qué se refería—. Si intentas tocarme no vas a poder hasta que se haya roto la protección. El otro hechizo, no obstante… —La nebulomante volvió a enunciar un nuevo hechizo, ligeramente más largo que el anterior. Ante ella se formó una barrera difícil de percibir a simple vista—. Tan solo sirve contra ataques mágicos, por lo que puedes atravesarlo físicamente sin problemas desde cualquiera de los dos lados. ¿Alguna duda hasta el momento? ¿Quieres intentarlo tú o realizar alguna prueba?

Debido a los problemas que tenía para leer con soltura, debido a su procedencia, Rasqa no acabó de pillar a la vez la pronunciación y los movimientos; se le escapaba un poco de ambas cosas. La lectura no era uno de los pilares de la educación parqia, la estudiabas una vez y luego adiós. En aquellos momentos, el moloch consideraba la falta que hacía, pero hasta entonces no la había necesitado.

—No debería gastar mucha magia, pero sí, quiero intentar hacerlos una vez —Rasqa necesitaba asegurarse de que sabía los pasos, ya que no podía malgastar energía a lo tonto—. Pero antes... ¿Qué tipo de daño hace mi fuego? ¿Y mi cuerpo? ¿Y si le tiro una roca a alguien? ¿Y si la roca la invoco con magia? No me queda muy clara la separación entre físico y mágico —reconoció—. ¿Y cómo sabré cuánta protección me queda? ¿Te avisa el hechizo? ¿Sientes cosquillas como cuando los lanzas?

El moloch frenó. Se acababa de dar cuenta de cuántas dudas tenía. Mientras Irianna se las respondía, él haría un esfuerzo por releer el ensalmo y probaría varias veces hasta que ambos hechizos funcionaran sobre sí mismo.

Irianna sonrió divertida ante la avalancha de preguntas. Por suerte, estaba preparada para responder al menos de forma superficial a gran parte de las dudas que estaba planteando su amigo.
—A ver, por partes: hasta donde yo entiendo cualquier cosa que no sea magia como tal es física, y eso incluye tu fuego. Lógicamente tu cuerpo o las rocas no son magia, es tan sencillo como pensar en eso en el caso de todo lo que no sean hechizos. Con los hechizos se complica un poco más —hizo una pausa, tratando de ordenar sus pensamientos—. Si conjurases una roca sería física también, y en general la mayoría de fenómenos físicos, aunque provengan de hechizos, son físicos. Los efectos mágicos suelen ser más abstractos; rayos de luz de colorines o fuerzas invisibles… Es un poco difícil de explicar y en la práctica vas a necesitar aprender de qué tipo es cada hechizo. Porque por ejemplo existe fuego mágico y fuego normal, ambos conjurados. Tú no necesitas un hechizo para el segundo, pero tal vez en algunas situaciones requieras usar fuego mágico. En cuanto a las protecciones, puedes intuir cómo de gastada está tu barrera, y estoy segura de que con el tiempo aprenderemos a calcularlo mucho mejor.

Realizó una pausa más larga para que Rasqa pudiese asimilar toda la información. A continuación le explicó que sí se sentía algo al lanzar hechizos.
—Y cansancio, más cuánto menos acostumbrado estés y más potente sea el hechizo. Al principio no serás capaz de lanzar muchos sin cansarte: tienes que aprender cuál es tu límite sin llegar a ponerte en peligro y tenerlo siempre presente. El agotamiento mágico no tiene que ver con tus reservas mágicas…
La idrina se dio cuenta, mientras explicaba aquello, de que si el parqio podía hacer magia quería decir que ya había cumplido su precio. Sabía que Rasqa era como Kimbra en aquel sentido; el moloch se había aceptado inmediatamente tal y como era. Al igual que sucedía con la demonio rakshasa, la lacustre estaba segura de que se debía a la brecha cultural que había entre unas especies y otras el hecho de que Jace fuese el único de sus amigos que encontraba conflictivo el despiadado precio que le exigía su nuevo cuerpo.
>>Oye, Rasqa... ¿No te habrás metido en algún lío, verdad? Es decir, ¿has… conseguido tu magia aquí?
Sabía de las restricciones que tenían para cruzar portales a otros mundos, la hija de lunas y ella habían tenido que averiguarlo para los planes que pretendía llevar a cabo la krabelinense, y le preocupaba que Rasqa hubiese conseguido magia en la propia ciudad. Estaba segura de que quemar vivo a alguien Rocavarancolia significaba meterse en problemas de un calibre que unos recién llegados como ellos no podían pensar en afrontar.